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Cuaderno Docente Nº6 Cuaderno Docente Nº6 LA TELEVISIÓN CHILENA: medio siglo de historia VICERRECTORÍA ACADÉMICA Prof. Sergio Riesenberg

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Cuaderno Docente Nº6Cuaderno Docente Nº6

LA TELEVISIÓN CHILENA:

medio siglo de historia

VICERRECTORÍA ACADÉMICA

Prof. Sergio Riesenberg

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Los Cuadernos Docentes, editados por la Vicerrectoría Académica de la Universidad UNIACC, constituyen una serie de materiales de apoyo a las tareas que los profesores desarrollan en sus asignaturas, en los diversos programas y carreras de nuestra casa de estudios. A medio camino entre el apunte fotocopiado y el libro de texto, aportan conceptos y elementos básicos para la primera comprensión de una materia o de un tema. En este sentido, complementan a todos los demás recursos pedagógicos que se ponen en acción en el proceso de enseñanza-aprendizaje que compromete por igual a docentes y estudiantes.

Con este esfuerzo sistemático, la Vicerrectoría Académica de la Universidad UNIACC colabora con el mejoramiento permanente que las diversas carreras de nuestra institución tienen como objetivo.

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Editor: Prof. Edison Otero Bello

LA TELEVISIÓN CHILENA:

medio siglo de historia

Prof. Sergio Riesenberg

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Sergio Riesenberg posee los títulos de Director de Teatro (Universidad de Chile) y Periodista (Universidad Católica), así como una vasta trayectoria en la televisión chilena. Fue Director de Programas en Canal 13 de la Universidad Católica (1962-64), Director de Programas, Gerente de Producción, y Director Ejecutivo del Canal 9 de la Universidad de Chile (1965-74). Trabajó en Televisión Nacional de Chile entre 1977 y 1991, fue Gerente de Producción de La Red; también Director de Televisión del Departamento de Prensa en TVN de Chile en 2004. Entre 1974 y 1998, trabajó también en el extranjero, para eventos y televisoras de México, Colombia, Costa Rica, Panamá, Perú y Venezuela. Entre 1990 y 2000 fue Director Gerente de Radio Santiago.

Entre los programas dirigidos por Riesenberg destacan el Teleteatro de las Naciones, la Antología del Cuento Nacional, Sabor Latino, Permitido, Siempre Lunes y el Festival de la Canción de Viña del Mar. Muchas de sus realizaciones han obtenido reconocimientos de la crítica nacional así como extranjera: el Premio ACE (Asociación de Cronistas de Espectáculos de Nueva York al mejor Director y Productor) y el EMMY (mejor director).

Además de su prolífi ca carrera en televisión, Riesenberg ha incursionado en la realización cinematográfi ca, el teatro y la novela. Actualmente, desarrolla docencia en la Universidad UNIACC.

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ÍNDICE

1. Carta de un hijo a su papá.

2. A tener en cuenta.

3. Consideraciones para la refl exión y la exploración.

4. Es, fue y será.

5. Medio siglo de vida.

6. Hacia la tv digital.

7. Bibliografía.

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CARTA DE UN HIJO A SU PAPÁ

Papá:

Esta carta va destinada a ti y también a mamá. Porque ustedes son los culpables de que me haya escapado de casa... Pero no se preocupen, volveré pronto, volveré cuando papá me deje ver la tele. Estoy cansado de que no me dejen verla. Estoy en casa de un amigo... viendo la tele, sí, la tele y la veo a todas horas, me trago todos los programas y cuanto peores sean, mejor.

Papá, quiero que te des cuenta de algo: a mí no me gusta leer y por mucho que me obligues no vas a conseguir que me lea ningún libro. Papá, la tele me gusta porque cuenta historias que entiendo y veo todos los días y los libros son aburridos, son como un castigo, son una maldición. La tele tiene muchas y preciosas imágenes y los libros sólo tienen letras y letras en las que uno acaba ahogándose. Pero, sobre todo, papá no me gusta leer porque ni tú, ni mamá ni los profes del colegio me han enseñado nunca a leer. Sólo me han arrojado encima libros y libros y me han explicado lo importantes que son y el valor que tienen y lo necesario que son para mi formación como persona. Sólo he oído de vosotros palabras sagradas para referirse a esas cosas llamadas libros, como si fueran palabras de dioses, como si fueran seres a los que hay que adorar para no sé muy bien qué. Papá, me dices que lea pero no sé leer sólo sé tragarme montones de letras con las que quieres que llene mi cabeza. Papá, no sé leer porque tú no me has enseñado y porque tú, papá, tampoco sabes leer. ¿Por qué, papá, nunca te he visto emocionarte ante un libro, por qué nunca te has enfrascado en la lectura de un libro como te enfrascas en las noticias del periódico o en las noticias del telediario o en las jugadas que hace tu equipo de fútbol? ¿Por qué nunca te he visto a ti comprar un libro que no sea para regalar o para que yo lo lea? Porque, claro, yo estoy formándome y tú ya estás formado, pero yo creía que uno no acababa de formarse nunca y que los libros no tienen edad. ¿ Y sabes una cosa, papá? Sospecho que mis profesores tampoco saben leer porque también se llenan la boca con los libros y todo eso del valor de la lectura pero nunca los he visto leer ningún libro que no fuese de los de lectura obligatoria... para nosotros, claro. Algunas veces he mirado en sus carteras o me he asomado a las salas de profesores y nada, no he visto a ninguno con un libro en la mano, sonriendo o llorando. Y es que ellos, estoy seguro, tampoco saben leer.

Papá, déjame ver la tele porque es la única que me cuenta cosas, que me narra historias, que me produce emociones, que me lleva a otros mundos. Papá, déjame ver la tele porque es la única que se sienta conmigo a charlar de mis cosas, la única que me acompaña cuando me aburro, la única me lleva de paseo, la única que me dice cómo debo comportarme, la única que me enseña lo que está bien o

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está mal. Tú sólo me obligas a estudiar y a leer y de vez en cuando me sermoneas con tus monsergas pero nunca te has sentado a mi lado y me has contado ninguna historia, nunca me has hecho saber que lo que se pone en los libros lo ha escrito gente con mucha imaginación y que las historias que contienen sus páginas son alucinantes. Nunca me has leído algo que te emocionara, nunca me has hablado de la cantidad de personajes que habitan dentro de las páginas, nunca me has planteado sus dudas o sus inquietudes o sus pensamientos. Nunca me dijiste que hay un país lejano donde vive un pequeño príncipe que cuida una fl or y que habla con un zorro y que se encuentra con una aviador en el desierto, nunca me dijiste que en el futuro habrá unos bomberos que se dediquen a quemar libros en vez de apagar incendios y que en el bosque los hombres-libro se dedican a mantener la memoria de los grandes escritores, nuca me dijiste que hay una chica llamada Sofía que cada día recibe una carta que le trae un perro y en ella le plantea cuestiones tan interesantes como quién eres, a dónde vas o de dónde vienes, nuca me dijiste que un doctor podía a la vez ser bueno y malo, simpático y terrible, nunca me dijiste que existen coroneles que no tienen quien les escriba o que hay escarabajos que se transforman en personas o que a través de un libro puede uno buscar el tiempo perdido mientras se come una marraqueta o que no en todas las colmenas viven abejas o que los tambores también pueden ser de hojalata o que los emperadores pueden ir desnudos y sólo los ojos de un niño se da cuenta de eso.

Papá, cuando te vistas y te sientes a mi lado y me cuentes una historia y me convenzas de que me estoy perdiendo algo si dejo de ver la tele, la apagaré y no volveré a encenderla. Mientras tanto, si no tienes nada que ofrecerme, excepto tus prohibiciones, sólo quiero una cosa: papá, déjame ver la tele.

Chema Sánchez, fi lósofo contemporáneo español,

en su aproximación emocional al fenómeno televisivo, refl ejado a través de una carta fi cticia,

escrita desde la lucida e inocente perspectiva de un niño, titulada: “Papá déjame ver la tele”.

A TENER EN CUENTA…

Una carta introductoria como alerta.

¿Hacia dónde camina nuestra televisión, la que se produce en estas tierras, aquella que nos llega desde otras fronteras y latitudes, la que se inspira en ideas, estilos y temáticas que vienen del extranjero? En un mundo, que ya casi no conoce de fronteras, sobre todo en el campo comunicacional.

Acaso es hora de refl exionar sobre el rol omnipresente y fundamental de la TV que, paulatinamente, va imponiendo y valorizando el concepto del espectáculo por sobre el de la información. Sobre todo de cuán gravitante puede ser hoy el rol de un medio como la televisión – y sus mediadores- en la construcción social de la realidad. Es el momento de preocuparse sobre el destino de una sociedad que percibe la televisión, ya no como una institución que contribuye a la construcción de la realidad, sino que como la realidad misma.

Porque la televisión y todos los profesionales que forman parte de su medio deberían contribuir al logro de una sociedad adulta, crítica y responsable, donde la información sea el elemento que permita tomar decisiones y formar opinión. Muchas veces, incapaces de resistir la presión de los intereses del poder –en cualquiera de sus formas o del capital en cualquiera de sus monedas- se convierten en marionetas incapaces de reconocer quien mueve realmente sus hilos.

¿Tiene la audiencia la última palabra?

Nos preguntamos sí la televisión debe ser un medio de comunicación o tiene “licencia” para transformarse en un género más del Espectáculo.

Si en la búsqueda por satisfacer las necesidades de rating, ya sea por intereses económicos o de infl uencia de poder, “la basura fabricada”, como se han defi nido los realities shows, y la “basura develada”, como lo son aquellos documentales y reportajes sensacionalistas, invadirán cada vez con mayor fuerza la pantalla. Y, cuando éstas temáticas se agoten, los creativos deberán encontrar nuevas fórmulas. El juego democrático y la interactividad le reclaman a la audiencia que presente sus candidatos (perdón, sus proyectos o ideas de programas). Por lo que no nos queda más que coincidir que televisión y democracia son instituciones que marchan ligadas.

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Por el contrario, si la televisión pretende seguir siendo un medio de comunicación responsable de sus contenidos y formas, de seguro alterará éste “juego democrático”. El caso es que no se puede luchar contra la audiencia en nombre de la democracia.

Elevar la conciencia de quienes realizan televisión es el gran desafío de aquellos que pretenden que ésta continúe como medio de comunicación con una función social que es inherente con su esencia.

CONSIDERACIONES PARA LA REFLEXIÓN Y EXPLORACIÓN

El ser humano es un ser básicamente cultural, como producto y creador de ésta a la vez. Cada persona ha nacido en una comunidad de vida en la que se ha socializado. Es decir, ha interiorizado unas maneras de pensar, de sentir y de actuar. Y a partir de esta interiorización no sólo comprende el mundo de su comunidad, sino que éste se va a convirtiendo en su mundo. Por lo que, cada persona pasa a ser un elemento constitutivo de la cultura que, inevitablemente, va a ayudar a su transmisión, conservación y también a su transformación. Porque la cultura es dinámica y cambiante: Algunas de sus manifestaciones se conservan, otras varían y unas cuantas desaparecen. Por lo que la comunicación es el rostro más visible de la cultura y la más potente y omnipresente de las actividades sociales.

Entre las varias concepciones de comunicación hay dos contrastantes: aquella que la considera como transmisión de información y otra que la defi ne como producción de signifi cación:

Como transmisión de información: Un emisor defi ne un mensaje, es decir, pone sus ideas en un código y otro lo decodifi ca. En ésta, además de un lenguaje verbal, interviene el lenguaje de los gestos, los tonos de la voz, las miradas y actitudes…

Como producción de signifi cación: El receptor del mensaje tiene en cuenta todos los elementos al mismo tiempo y va construyendo una explicación de lo que recibe. Por lo que los receptores realizan una interpretación de los diferentes aspectos del mensaje otorgándole sentido, y en lo posible, coherencia.

En las sociedades contemporáneas, los medios masivos de comunicación son el camino más frecuente de circulación de mensajes. Esto no signifi ca que la comunicación se establezca sólo a través de éstos, pero sí que el mayor número de referencias y situaciones que conocemos nos llega a través de ellos y no como producto de la experiencia directa. Aunque la televisión es el medio de mayor impacto e infl uencia en la historia de la humanidad, se sostiene que su sociología aún no alcanza la madurez. Efectivamente, el espíritu que parece predominar, todavía hoy, en las aproximaciones fi losófi cas o sociológicas de la televisión consiste en abrir abanicos de diálogos, establecer plataformas y proponer caminos para futuros exploradores y exploraciones.

Entre los pioneros de este quehacer, situamos a los sociólogos Peter Berger y Thomas Luckmann, quienes, al demostrar sus planteamientos de que la realidad “se construye socialmente”, depositaron -inadvertidamente, tal vez- el germen original, respecto al nivel de impacto que pueden tener los medios de comunicación

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“social” en la construcción de la realidad. En su célebre obra, editada en 1968 y titulada, precisamente “La Construcción Social de la realidad (o el problema de la sociología del conocimiento)”, aun con ciertas reservas, los autores admiten que actividades como el teatro, el cine y la televisión, son un aporte en la construcción social de la realidad, aunque en lo central, valoren las experiencias y el conocimiento cotidiano como algo fundamental del proceso.

Las refl exiones planteadas por Berger y Luckmann se han convertido, a menudo, en inspiración, referencia y punto de partida para indagar de qué manera intervienen los medios de comunicación en la construcción social de la realidad. O más específi camente: ¿Cómo interviene la televisión para dar forma y sentido a la realidad compartida? La vida cotidiana contiene esquemas tipifi cadores. En un polo están los aprehendidos por medio de encuentros «cara a cara» (es decir, aquellos con los que el individuo trata a menudo, personalmente). En el otro extremo, aquellos que nunca serán accesibles por interacción directa, sino a través de los medios masivos como la televisión. El mejor ejemplo de esto último es el de la Princesa Diana, cuyo fallecimiento fue lamentado emotivamente por millones de personas. Que, sin embargo, nunca la conocieron.

Estos planteamientos ofrecen útiles herramientas para el análisis de los planteamientos que los medios ponen en circulación, Y también para examinar los discursos que las audiencias construyen al interactuar con lo que oyen o leen en la prensa, ven en el cine y en la televisión. De hecho, en gran parte de los signifi cados cualitativos que construyen los niños acerca de la realidad, están presentes las tipifi caciones ofrecidas por los medios de comunicación, ya sea como lenguaje verbal o imágenes en acción.

Es interesante, en consecuencia, analizar los modos como los mensajes de los medios contribuyen a la organización de la percepción, y a la construcción de los estereotipos compartidos dentro de la vida colectiva. Estos últimos son una fuente de conocimiento para los grupos sociales. No se puede vivir fuera de la red de representaciones dentro de la cual uno se encuentra y desenvuelve. De modo que, las indagaciones sobre representaciones y estereotipos deben avanzar hasta generar las siguientes preguntas:

-¿Qué instancias de poder actúan en una sociedad? -¿Cómo se determinan y se controlan? -¿Quién o quiénes proponen el estereotipo de sociedad que nos imponen?-¿Estamos de acuerdo con su estructura y valores?

-¿Quiénes tienen la facultad de hacerla actuar?

Dentro del abanico de instancias de poder, por cierto hay que considerar el rol preponderante de la televisión.

Hay coincidencia en que la creación de una corriente sociológica coherente y progresiva acerca de la televisión, representa una tarea difícil, considerando la impresionante “velocidad de cambio” de este medio, que vuelve ilusorio hoy, lo que hasta ayer parecía real y defi nitivo. Por eso, los estudiosos prefi eren proponer a defi nir y reconocen un perfi l más de exploradores que de dominadores.

Es el caso del autor Roger Silverstone, quien, a partir de su estudio “De la sociología de la televisión a la sociología de la pantalla. Bases para una refl exión global” advierte sobre la dinámica que afecta a su objeto de estudio. Al establecer una “sociología de la pantalla” considera los cambios tecnológicos y sociales, situando a la pantalla como objeto material pero también social y simbólico. Y asevera que, partiendo del tiempo y del espacio familiar, “la pantalla” se sitúa dentro de la fenomenología del entorno doméstico.

Señala Silverstone que ya no debe pensarse en una sociología de la televisión sino en una “sociología de la pantalla”, por la enormidad de elementos, situaciones y realidades segmentadas que se conjugan y se fusionan en ella: “La convergencia de las tecnologías del vídeo y de la información en cuanto a producción y consumo; su mutua mediación en las esferas pública y privada; la fusión entre la fantasía y la realidad, la información y el entretenimiento que ambos fomentan; la imagen poco precisa de actividad y pasividad que produjo el cable, el computador y el vídeo generan una forma de vida, cultura y, por ende, de civilización. Más todavía si tomamos en cuenta las tecnologías incorporadas a nuestro mundo cotidiano...

Todos estos elementos y el lugar que ocupa la televisión en la cultura doméstica contemporánea, requieren de una nueva sociología: la que se podría denominar como sociología de la pantalla”.

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La pantalla

La pantalla es, y lo será de forma creciente, el lugar, el foco de la vida social y cultural del hogar. Más que «el corazón de la familia», más incluso que la misma televisión, la pantalla transmitirá las emisiones terrestres y vía satélite, con el horario cambiado o en cintas de vídeo previamente grabadas, imágenes por computadora (juegos, datos), tele textos, compras u operaciones bancarias interactivos, y gracias a sus vínculos con la telefonía (con o sin el videoteléfono) donde la comunicación personal también es parte de ella.

A través de la pantalla, los hogares y sus miembros están en contacto con un mundo cada vez más manipulable de imágenes, ideas, palabras, gráfi cos y dibujos. Con la televisión como el objeto dominante, la pantalla se convertirá en el umbral, en la puerta a un mundo público de oportunidades y ocasiones simbólicas y materiales. La pantalla (la televisión, el computador) tiene sentido como objeto (comprado para el hogar y otros espacios) a la vez que como transmisor de signifi cados, intenciones y propósitos. En ambas articulaciones se convierte en el elemento de la integración (o desintegración) desde su lugar de acción hacia el mundo público.

El hogar

La familia es el punto de partida para esta sociología de la pantalla: el hogar, donde las rutinas y las fórmulas de la vida cotidiana se constituyen y sostienen, donde la identidad individual y la seguridad están fi jadas en el espacio y el tiempo, se transforma en el principal y más efectivo campo de operaciones para que la pantalla actúe.

Las tecnologías que la pantalla representa se adaptan al hogar, pasan a ser parte de la cultura doméstica, ahora asignadas al complejo mundo de las clases sociales, como manifestación de un estatus determinado, reafi rmando cada vez que se la enciende y observa su identidad, manifestada como autoridad, aceptación, motivación, seducción o indiferencia. Será en el hogar donde de acuerdo a la diferencia de la edad, género y posición social, aprendemos a generar intenciones y a decidir cómo actuamos y qué consumimos. Los símbolos de la pantalla mágicamente se transforman en apetencias y rechazos, anhelos y frustraciones que, abandonando la tecnología con que se comunican, se apoderan de las almas, individuales y colectivas.

El tiempo en la vida doméstica es múltiple. Nos enfrentamos al tiempo del calendario, según sus períodos estaciónales y rituales; nos enfrentamos con el tiempo de todos los días, el de la rutina y del trabajo, del ocio y del sueño, el tiempo libre y el comprometido; nos enfrentamos con el tiempo de la vida: el tiempo de una biografía, de la memoria y del mito, de las esperanzas y de nuestros temores. Porque los programas de televisión nos comienzan a ofrecer una vía de acceso a pasados y futuros: nuestros, próximos y ajenos. El tiempo público se ha sobrepuesto al tiempo privado, el espacio público al espacio privado. La televisión es precisamente el más efectivo de los instrumentos de esa superposición. Por lo tanto, la sociología de la pantalla requiere estar bien asentada en la fenomenología de la vida cotidiana y del entorno doméstico. Pero también requiere algo más. Requiere una preocupación por la tecnología y por el proceso de mediación, consumo y regulación, todos los cuales defi nen los parámetros de la importancia de la pantalla en lo propio y en la administración de la vida cotidiana.

Tecnología, mediación y consumo La sociología de la pantalla necesita tener en cuenta, por lo tanto, las formas en las que las tecnologías han sido social, política y económicamente confi guradas. Es necesario comprender cómo tanto su producción técnica como su comercialización han contribuido al estatus no sólo de objetos materiales con funciones específi cas y signifi cados o valores sociales o culturales, sino también a aquella confi guración de lo que constituyen el uso y consumo. El medio no es el mensaje, porque ni el medio ni el mensaje en la formulación de Mc Luhan tienen estatus como productos sociales o como logros. Las tecnologías en general, y la información basada en la pantalla y las tecnologías de la comunicación en particular, no son sólo objetos materiales con funciones defi nidas previamente. Son también objetos simbólicos que están constantemente sujetos a una reconstrucción, a la afi rmación o al rechazo y a una articulación múltiple.

El telespectador es una entidad problemática. Se le ha visto como el receptor pasivo de mensajes, demasiado débil para resistir a la tentación ofrecida.

El contenido de la televisión es recibido por una gran variedad de familias (e incluso en lugares públicos) y por individuos de diferentes entornos culturales, clases sociales diferentes, géneros distintos y con intereses diversos. Su compromiso activo con la televisión desde el que la apaga hasta el que se queda ensimismado

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observando su accionar nos proporcionan importantes desafíos. No sólo para la investigación académica, sino también para el estudio de las audiencias televisivas. El comportamiento de ambas se transforma en el objetivo de realizadores y publicistas, que con sus mensajes procuran, primero seducirnos y luego de convencernos para, en lo posible, establecer un especial compromiso.

Comprender la situación de quien mira la televisión es un fenómeno complejo. Junto al o los mensajes está el entorno: el hogar y la pantalla son parte de un mundo más amplio plagado de redes y relaciones bajo el mandato de un número aún mayor de limitaciones y oportunidades económicas y sociales.

Ver televisión implica un compromiso y un ingreso a la cultura pública. Hacemos nuestras las noticias, nos formamos opinión y de alguna forma la ejercemos. Tenemos algo que plantear, asuntos por los que discutir. A través nuestro la pantalla con sus contenidos trasciende a esferas y niveles diferentes. Comenzamos a buscar algo más que la simple entretención. Y eso es positivo. La actitud cambia. Y también nuestro rol. Dejamos de ser entes pasivos, simples receptores de mensajes para pasar a ser sujetos activos. La acción de un mensaje encuentra en nosotros el principio de reacción, manifestado en actitudes que dependen de lo íntimo de cada ser y que, por lo tanto resulta complejo cuantifi car y mucho más expresar como conclusiones. Una nueva forma de diálogo se establece con la televisión y a través de ella. A veces solo entre emisor y receptor. En otras, se va multiplicando, aritmética o geométricamente este último factor, según como nos afecte, de acuerdo al grado de compromiso o estimulación, individual o colectiva con que enfrentemos cada proceso de reacción. En este mundo de consumo y de intercambio de signifi cados, la televisión está totalmente instituida en la vida cotidiana.

Sin embargo, una vez más la cambiante calidad de la tecnología y de la cultura tecnológica que rodea al televisor, la creciente movilización de la vida sociocultural en torno a la pantalla, ha elevado los problemas de comprensión a niveles nuevos. Consumimos los signifi cados que la televisión genera de forma activa. La actividad consiste en la negociación y transformación de aquellos signifi cados, pero de manera creciente también incluye su creación y su control.

La pantalla es no sólo el lugar desde el cual se transmiten los signifi cados, sino que por sí misma está llena de sentido. Consumimos tanto los temas como las tecnologías. Los televisores son adquiridos ya sea por su estética y transferencia de estatus como por su funcionalidad. La sociología de la pantalla debería tener en cuenta la compleja dinámica sociocultural de la acción alrededor del televisor. Sobre

todo debería tenerse en cuenta la naturaleza integral del acto de ver la televisión; integración que se realiza dentro de los complejos patrones de la mediación y del consumo que articulan y defi nen nuestra posición y estatus como actores del mundo moderno.

Producción y Regulación

Es un lugar común el observar la creciente integración de la posesión y del control de los medios y de las industrias basadas en ellos tanto a niveles nacionales como internacionales. La sociología de la pantalla también requiere aquí de una contextualización de la televisión dentro de la dinámica de una integración vertical y horizontal de las industrias de los medios. Más considerando la creciente complejidad y lo competitivio de los diferentes sistemas de televisión y sus estándares.

Pero una vez más las preguntas no son simplemente técnicas ni están exclusivamente relacionadas con la televisión o con su fórmula de emisión. La transmisión por cable o vía satélite proporciona no sólo un cambio cuantitativo, potencialmente por lo menos, sino cualitativo a la capacidad de la televisión para llevar a los hogares el entretenimiento y una variedad de posibles servicios de consumo interactivo. Esto hará factible que los datos y la diversión se integren a la cultura doméstica a través de nuevas formas muy poderosas, que, potencialmente afectarán la estabilidad del hogar como unidad social, aislada pero tecnológicamente integrada. Pero igualmente las nuevas libertades parra elegir tanto entre una amplia gama de contenidos como de tecnologías, y la capacidad de alterar no sólo el tiempo de recepción de televisión sino los propios contenidos, nos propone un nuevo reto: ¿Qué tipo de libertades, para quiénes, bajo qué circunstancias y con qué consecuencias se generan los contenidos que se exponen producto de la dinámica del tiempo presente y de un entorno siempre cambiante?

Éstas son preguntas importantes que la sociología de la pantalla necesita resolver. Inquietudes que dicen relación con asuntos de identidad cultural e individual, así como con detalles de la administración de cada día; interrogantes que apuntan al ejercicio del poder tanto en el dominio público como el privado de los medios que hoy se conocen como televisión.

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ES, FUE Y SERÁ...

Cuando en la década del 30 la televisión comenzaba a expandirse, al igual que toda revolución tecnológica en la historia -tal como la imprenta o la radio, en su momento- produjo reacciones contrapuestas en la sociedad. Mientras un sector interpretaba este nuevo medio de comunicación como un fenómeno que, bien administrado, podía convertirse en un formidable y positivo instrumento para “informar, educar y entretener» -según la primera declaración de principios al respecto que emitió la BBC de Londres-, otro sector, talvez minoritario, pero ampliamente infl uyente, lo veía como una potencial amenaza al “stablishment”. Y, precisamente, esta última posición, fue la inspiradora de las primeras investigaciones centradas en el poder de los medios para infl uir, y en la vulnerabilidad de la audiencia para ser persuadida.

Hoy, a más medio siglo desde la expansión de la televisión a niveles mundiales, aún el cuerpo social reacciona de modo distinto frente a la tecnología televisiva. Mientras voces institucionales y académicas le asignan un rol fundamental en la subsistencia de la “aldea global” y reconocen que, en forma creciente, el consumidor es más activo, autónomo, libre y perspicaz frente a los contenidos de la pantalla, paralelamente, otras voces sostienen que las proyecciones de la nueva tecnología, por ejemplo, el video y el satélite, determinan anarquía y/o descontrol respecto a sus contenidos nocivos - como la pornografía -y a sus efectos -como la “pérdida de la identidad nacional”-. Y aunque lo anterior, produce, de vez en cuando, breves ataques de histerismo colectivo o de pánico moral, es la propia televisión la encargada de demostrar que sus potenciales efectos negativos, no son nada ante el poderoso aporte que ha signifi cado para la integración, información y entretenimiento de las últimas generaciones.

En consecuencia, ayer, cuando ciertos “defensores del pensamiento y la cultura”, sostenían que el medio podía representar el principio de la decadencia, lo que sospechaban en realidad era una potencial alteración del status qûo, de cierta pérdida de poder y control sobre un orden social, cultural e, incluso, político, que estaba bien como estaba. Ellos tenían razón en su diagnóstico. Más allá del asombro y del temor, sabían lo seductor y penetrante que podía resultar este medio de comunicación

Génesis y desarrollo de la TV en Chile

Desde su nacimiento, la televisión advirtió al mundo su incontrarrestable seducción e infl uencia comunicacional. Por lo mismo, todos los miembros e instituciones de la sociedad, incluyendo a los menos advertidos y los que se resistían a su

implantación, sabían que esta medio no era juego de niños. Y por lo mismo, la ley entregaría, en principio, su manejo a las instituciones del mayor prestigio como las universidades, suponiendo que nadie mejor que ellas podían conducir con moderación, criterio y responsabilidad este medio.

Por eso en Chile la ley le entregó a las universidades la responsabilidad que la televisión representaba. Y emprendieron aquel desafío de acuerdo al espíritu que las regía por aquel entonces: Centros superiores de educación que estimulaban la formación profesional, la investigación científi ca y el desarrollo tecnológico y buscaban elevar el nivel cultural de la sociedad a la que estaban sirviendo. Los conceptos de la misión de la universidad del ilustre pensador, José Ortega y Gasset eran ley sagrada para los principales centros de educación superior. Eran otros tiempos...

La televisión tuvo su debut experimental en Chile en el año 1957, cuando, un 5 de octubre, desde la Universidad Católica de Valparaíso, se transmitieron las primeras imágenes a una pantalla que fue instalada en la Plaza Victoria de la misma ciudad. El suceso se repetiría una vez más en forma experimental el 4 de noviembre de 1958 en la Universidad de Chile, antes que se iniciaran las transmisiones regulares en 1959: Un 21 de agosto, en la Universidad Católica de Santiago y al día siguiente, en la UC de Valparaíso.

La TV era lo nuevo, lo desconocido e insondable, por lo tanto, no sólo breves shocks del futuro estallaban de vez en cuando en los cerebros de los conservadores a ultranza, también en otras mentes, que sí comprendían que la televisión en nuestro país era una situación inevitable, como la de Jorge Alessandri, quien, siendo Presidente de Chile, en 1961, llegó a decir: “ Somos un país pobre. La televisión es un derroche de ricos, una válvula de escape de divisas”. Aunque la televisión en Chile, nacida bajo el gobierno de un Presidente que -entusiasta del teatro y la ópera- cuestionaba este medio, no tuvo un gran lanzamiento, ya a principios de los 60 comenzó a evidenciar progresos. El mega suceso del Mundial de Fútbol del 62, realizado en el país, fue fundamental en este desarrollo. Canal 13 de la UC y Canal 9 de la U de Chile, importaron equipos de ultima generación para la transmisión de partidos, coyuntura que el 13, además, aprovechó para comenzar la importación de las primeras series y crear lo que podría llamarse la primera parrilla programática diversifi cada de la TV en Chile.

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Aquellos, como se dice, “eran otros tiempos”. Al principio, la televisión estaba abierta al pensamiento y al conocimiento. Sus rostros eran intelectuales y artistas, científi cos, periodistas y políticos. Sin batallas por el rating. Y sin condicionantes comerciales. Más: la publicidad estaba prohibida. La TV era fi nanciada por las universidades. Y producida con el esfuerzo, la creatividad, de gente que era pura vocación y romanticismo. No había “profesionales del medio”. Nadie vivía de la televisión. Algunos, sí empezaban a vivir para la televisión.

Ante una audiencia aún maravillada por la sola existencia de la televisión, no había que pensar mucho en los componentes de la programación. Nadie cuestionaba la puesta en escena. Ya era sufi ciente emoción ver como en la pequeña pantalla de esta caja electrónica, se sucedían imágenes. Tenían el cine en el living de su casa. Esa magia lograba que se abrieran todas las bocas como expresión de sorpresa. Y esa audiencia complaciente dio todo el tiempo y libertad necesarios para que la televisión chilena realizara su “marcha blanca” sin apremios o sobresaltos de ningún tipo. Una TV con “libertad de cátedra”, la misma de los maestros en sus salas de clases. No había gran competencia: Sólo dos canales en Santiago (U. Católica y U de Chile) y uno en la V Región (UCV) se repartían la audiencia.

Pero el Campeonato Mundial de Fútbol del año 1962, aceleró el profesionalismo de nuestra televisión, con la suma de modernización tecnológica y el aporte profesional de especialistas de México y de Brasil que llegaron a asesorar, en los más diferentes aspectos del proceso de realización, las transmisiones del fútbol. El ‘63 aparecieron las primeras series extranjeras - norteamericanas e inglesas-. Posteriormente, la exhibición de películas de cine y dibujos animados. Más adelante, las teleseries. Y, también la publicidad, encubierta al principio y sin disimulo después. A fi nes del ‘69 se amplió el espectro de canales. Modifi cada la primera ley de televisión, debutó en la frecuencia 7: Televisión Nacional de Chile. Ya con cuatro canales en el mercado, que avanzaban en su expansión territorial (UCV TV iniciaba sus transmisiones en Santiago) y el nacimiento de Tele Norte con transmisiones, destinadas fundamentalmente a cubrir desde la I a la IV Región, la competencia era inevitable. El romanticismo y la experimentación comenzarían a esfumarse con la misma velocidad con que avanzaban las exigencias por obtener sintonía y publicidad.

En los ‘70 el país se polariza políticamente: Dos bandos: los que apoyan a Salvador Allende y su Unidad Popular y los que quieren que Allende y la Unidad Popular se vayan. Y, la televisión -que no está ajena a lo que sucede- más si sus cuerpos

directivos responden a ideologías comprometidas, toman partido: La Universidad Católica y sus dos canales en contra del gobierno; el canal de la Universidad de Chile, con la rectoría de Edgardo Boeninger en la oposición y su secretaría general en manos de Ricardo Lagos Escobar a favor del gobierno, mientras su personal, administrativo, técnico y docente se divide. Al punto de que sindicato del canal se apodera de sus aposentos como también se apropia de las transmisiones. Por lo que surge una nueva frecuencia, seis, mientras que, por los tribunales se exige la entrega de las instalaciones ocupadas. Y, TVN, a favor de Allende y su gobierno.

A poco más de una década del nacimiento del medio en Chile, ya los estudios de sintonía comienzan a perfi larse como la “biblia” de la TV y la palabra “rating” como la más recurrente de su fraseología. Tímidamente al principio, se inicia la relación con la publicidad. Y las agencias, con su ecuación de “costo por contacto” - tanto invierto, tanto me ven”-, a establecer, progresivamente, en la TV, una dependencia esclavizante de la sintonía. La palabra “rating” que en una primera etapa era frecuente se transforma en clave del léxico televisivo. “Rating”, hoy el concepto matriz, el motor y combustible. El “patrón” que dirige el destino y establece el contenido de la televisión chilena. Odiado o adorado, según sean las miserables o generosas cifras con que este “rey Midas”, toca las diversos propuestas de las parrillas programáticas de nuestros canales de emisión abierta.”. Comienzan los estudios de sintonía. Las agencias de publicidad colocan sus avisos de acuerdo a estos. Siguiendo la relación histórica, después de un período de politización total del medio, sobrevino el Pronunciamiento Militar del 11 de septiembre de 1973 que, circunstancialmente, confi rió un protagonismo y una relevancia extraordinaria a la televisión. Los chilenos comenzaban a vivir con toque de queda y regímenes de excepción, teniendo por un largo período a la televisión como prácticamente la única forma de entretención. Bajo el período militar, sea por razones políticas o de conmoción social objetivas, la televisión con una “supervisión “ no explicita en los contenidos de sus programas y con censura previa en sus informativos, se orienta básicamente a la exhibición de programas -de diverso formato- de exclusiva entretención. Se refuerza la producción de estelares nacionales sustentados en música, baile, números de vaudeville y concursos, mientras se aumentan los presupuestos de realización. El pueblo requiere distracción: TVN y el ministerio secretaría General de Gobierno destinan fuertes sumas de dinero en dólares para eventos “light” como el Festival

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de Viña del Mar que, en ese tiempo, debe haber sido uno de los escenarios donde mejor se pagaba a los artistas internacionales en el mundo.

Fue un período no apto para el debate ni la autonomía programática en la televisión, pero esas mismas restricciones, determinaron que se invirtiera fuerte en todo tipo de producciones nacionales - estelares, teleseries, programas exentos de contenidos que estimulen el pensamiento- donde todo puede ser controlado. Esas condiciones, en consecuencia, marcaron - con un acelerado y obligado aprendizaje sobre el manejo de lo superfi cial e intrascendente - un gran progreso en los esquemas de realización: áreas de dirección y producción. El nivel de los profesionales y las producciones de la televisión chilena subió tantos peldaños que sus productos, especialmente los estelares de entretención, música y telenovelas alcanzaron, en algunos casos, status internacional..

Concluido el régimen militar, los canales existentes no alcanzaron a tomarse un respiro. Porque terminada su misión de saturar de entretención a la tele audiencia, ahora tenían que preocuparse de cómo enfrentar la competencia de nuevos canales que entran, repentinamente llenos de fuerza e imaginación, a una sola pista de baile de emisión abierta pero con los mismos metros cuadrados como capacidad de publicidad.

¿Cómo y por qué nacieron otros canales?

Aunque las motivaciones de fondo y los fundamentos legales que provocaron y permitieron que dos nuevas estaciones de televisión aparecieran repentinamente en la franja de frecuencias de aire, puedan resultar discutibles y polémicas, ajenas al espíritu de este escrito, lo concreto es que, al fi nalizar el régimen militar, en breve lapso, TVN ejecutó dos acciones que determinaron la ampliación del espectro televisivo. Primero licitó su segunda cadena. Aquella que iba a ser cultural. Así nació Megavisión (hoy sólo Mega, frecuencia 9). Casi paralelamente, licitó la repetidora del Cajón del Maipo (la que apuntando sus antenas a Santiago podía verse bastante bien) y así nació La Red (frecuencia 4). Ambos autorizados mediante un decreto ley de la Junta de Gobierno instantes previos a expirar su mandato, creados, aunque hoy prefi era ocultarse y también negarse aquellos orígenes, para cautelar el pensamiento y la obra del gobierno militar. Aparentemente, como compensación a estas “licencias” legales, en el primer gobierno democrático, el de Patricio Aylwin, se licitó y concedió una nueva frecuencia que, en un principio, se llamó Rock & Pop y que, luego de un fracaso

en la gestión, se cerró y se puso a la venta como Canal 2, primero manteniendo sus transmisiones con videos musicales y después con emisiones pastorales de la Congregación Evangélica. Hoy Telecanal, de incierto comienzo y dudosa solidez de continuidad.

Así se completa el abanico de opciones de emisión por aire. No obstante, en la competencia por la audiencia, también están presentes las emisiones de cable y transmisiones satelitales como, en un futuro bastante próximo lo será la televisión digital.

Cuando se mira desde afuera, la historia de la televisión abierta en Chile no presenta una dinámica muy intensa. Pensemos, por ejemplo, en el crecimiento cuantitativo de canales: En los ‘60, tres; a fi nes de los ‘60 cuatro; hoy siete a las que debemos sumar los cable-operadores y satelitales, situación que crecerá con progresión geométrica cuando se instaure en nuestro país el sistema digital. Si se quiere reseñar la historia de la TV, no resulta tan relevante hoy, revisar la cronología de fechas, realizaciones y sucesos, sino mejor, aproximarse a lo que ha hecho la televisión con su historia. Sobre todo, en su medio siglo de vida, lo más nítido de su geografía programática descansa en esta ecuación: “Tanto rating, tanta publicidad”. Lógica radical de subsistencia que, en el ultimo tiempo, ha dejado sentir su peso con mayor rigor que nunca. Hoy la cuestión central de la TV es la supervivencia. Luego vienen los ideales, los grandes propósitos, los objetivos nobles. Porque sin “rating”, hoy la TV no tiene ingresos. Adiós equipos. Adiós programas e, incluso en casos extremos, adiós canales. Para “competir a ganador” dentro del espectro televisivo abierto, hoy los canales están orientándose a ser, cada vez más, un “espejo de nuestra realidad social e identidad”. Un ciclo conceptual que, en cierta forma, se repite en la historia de la TV chilena. Ayer por circunstancias externas -período militar-, hoy a consecuencia de la llegada del cable y las transmisiones satelitales, la televisión abierta debe volver a acentuar su área de producciones nacionales para competir y, además, adquirir identidad.

Vivir de lo externo y/o de lo ajeno ya no es un negocio fácil. Un ejemplo a la mano: Antes del cable, la TV abierta luchaba -y pagaba caro-, por tener estrenos de cine de importancia. La exhibición de estos fi lmes generaba importante sintonía y -por lo mismo- alta inversión publicitaria. Era vital contar con una bodega atractiva y bien nutrida de material extranjero. Pero eso era antes que el cable estableciera su imperio cinematográfi co. Ahora, por lo general, el material que es factible

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almacenar y/o exhibirse en la televisión abierta, ya “se ha visto” en el cable, porque éste -a través de sus redes internacionales- lidera en este ámbito, por su directa, constante, intensa y prioritaria vinculación con productoras y distribuidoras de este mercado.

De todos modos, no solo las condiciones, sino también los objetivos de la televisión abierta han cambiado (o se han ampliado, para ser exactos). Ya no basta competir por el objetivo de la sintonía, exhibiendo películas como lo vienen haciendo La Red -hoy Red TV- y Telecanal. Los canales requieren identidad, única forma de alcanzar la fi delidad de una audiencia que, vuelta la democracia hace ya casi dos décadas, sitúa a la televisión en el lugar que le corresponde, aquella que ocupa en los países que no han vivido estados de excepción: información cuando se precisa y entretención cuando no se tiene nada mejor que hacer.

Es difícil que alguien recuerde en qué canal vio tal o cual película o evento internacional, cualesquiera que este sea. El impacto de la muestra, por lo general, supera a la estación que la emite. Esto explica el énfasis en la “producción nacional”. Porque ésta sí es “recordable”.

Pero el cable también plantea a la televisión abierta otro desafío: originalidad. Bien se sabe que la copia de ideas y programas fue, por años, el ejercicio frecuente de la casi totalidad de los realizadores del país. Partían a mirar... aquí, allá... y volvían con grandes “ideas”. Algunos adaptaban. Otros copiaban y hasta calcaban..., incluso con el mismo título. Hoy, con la globalización de las comunicaciones, y de la TV en particular, se copia menos. Ya resulta difícil fi rmar sobre lo ajeno, como se hacía antes en Chile. Aunque aún vivimos un tiempo de transición. Y, por aquí o por allá, compremos derechos para ser adaptados, seguimos poniendo en pantalla ingredientes - personajes, concursos, secciones - que “ya vimos por el cable o que muy pronto veremos”.

Una cosa es cierta, la “reingeniería” en la televisión chilena, deberá saber desarrollarse sobre el escenario siempre cambiante y dinámico de este medio, que cada cierto tiempo, varía sus códigos y reglas del juego para que se generen nuevas condiciones. Por ahora, grandes realizaciones e ideas de éxito en el exterior (búsqueda de talentos de la calle, reality shows) están siendo reproducidas, a la manera chilena. Ese envoltorio de identidad, de sociología propia, ya es algo. Hay nuevas metodologías. Nuevas opciones. Nuevos formatos. Si se buscan, podrían encontrarse. Todo nuevo protagonista de la pantalla chilena puede validarse y consolidarse si comienza por lograr lo básico para sobrevivir: audiencia.

MEDIO SIGLO DE VIDA

Estamos a las puertas de celebrar el medio siglo de vida de nuestra televisión. Cincuenta años que pueden, como un simple ejercicio, reconocer a otros cincuenta pilares como base de sustentación de lo que hoy es este medio de comunicación, para otros (hoy) género audiovisual del espectáculo. Porque más allá de esta divergencia, transición, dinámica de nuestro tiempo presente, o como quiera llamársele a esta variante, toda historia, cada desarrollo se va estructurando sobre pilares, bases de sustentación para un futuro, que como tal podrá escribirse con diferentes imágenes y conceptos.

Hasta este momento recordamos como hechos importantes...

Visita del Presidente Perón a Santiago de Chile

Para muchos, la primera vez que vieron televisión. Porque se trajeron equipos y personal desde Argentina, para que los chilenos, apostados frente a las vitrinas de las más importantes casas comerciales del centro de Santiago, entre empujones y codazos, lográramos un lugar para poder observar la visita del general Juan Domingo Perón, presidente de Argentina, recibido por otro general, Carlos Ibáñez del Campo, primer mandatario de Chile. Mediados de los años ’50.

Mundial de 1962

Debe ser considerado como el inicio de las transmisiones televisivas. Hasta ese entonces sólo se habían realizado emisiones inorgánicas de carácter experimental. Como los profesionales de este naciente medio carecían de la experiencia necesaria, Canal 13 se apoyó en la experiencia brasilera, país que ya contaba con un sistema de televisión asentado. El entonces Canal 9 de la Universidad de Chile utilizó el bagaje mexicano. Como el video tape aun no aparecía los únicos registros audiovisuales existentes son las de algunos noticiarios cinematográfi cos (como el de Emelco en Chile).

Sábados Gigantes

Nacido como “Sábados Alegres”, en 1963, el programa animado por el diseñador de vestuario Mario Kreutzberger partió como una adaptación de los “Sábados Circulares”, del Canal 9 de Buenos Aires, que animaba “Pipo” Mancera. Don Francisco apareció en televisión a través de las pantallas de Canal 13 los días sábado con un esquema más próximo a lo que hoy se defi ne como estelar musical. Duró tres emisiones. Se lo consideró chabacano y de mal gusto, ajeno al espíritu de

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una televisión universitaria. Pero su ausencia duró tan sólo una semana. La gente exigió el retorno: En tan sólo tres semanas, Don Francisco había conquistado el alma del pueblo. Más tarde ganaría su aprecio, cariño y admiración. Años después, el éxito se prolongaría al complementarse, luego de una pausa para la emisión del noticiario central (“Teletrece”) con “Noche de Gigantes”.

Primeras comedias

“Esta es mi familia” fue la primera teleserie de la televisión chilena, recuerda Emilio Gaete, su protagonista junto a Malú Gatica. Luego aparecería Sonia Viveros en “El Litre”, como hija de Jorge Yánez y de Kika, actriz y cantante muy popular en aquellos años. La misma Sonia Viveros dejaría “El Litre” para transformarse en la inolvidable “Juani en Sociedad”, junto a Emilio Gaete y Silvia Piñeiro. Se transmitía los miércoles y narraba las aventuras de la singular familia Moller Mac Kay. El programa tuvo una segunda versión en Canal 11 desde 1981 a 1985 y luego una breve y tercera generación en La Red en 1995. “Fue una pena lo que ocurrió en esa última temporada ya que, luego de diez emisiones, Chile Films su empresa productora, se dio cuenta que el programa costaba el doble de lo que le cobraba a La Red. Claro que en esta última versión, Emilio Gaete y Silvia Piñeiro fueron los abuelos y Sonia Viveros la mamá de una nueva Juani cuyo recuerdo se perdió muy pronto en el tiempo.

Entre las comedias de aquellos comienzos, “Junto se pasa mejor”, con Carla Cristi y Mario Hugo Sepúlveda: las vicisitudes de un matrimonio joven y acomodado, al estilo de lo que en el cine hacían Rock Hudson y Doris Day. Y un héroe al servicio de la sociedad. Mario Santander, protagonizando “El halcón”, una especie de “El Santo” anticipado.

Las grandes noticias

Aunque “El Reporter Esso”, conducido por Pepe Abad en Canal 13 en 1964, es considerado el primer noticiario de la televisión chilena, no fue hasta “La historia secreta de las grandes noticias” (1965) el momento en que el periodismo audiovisual consiguió su consolidación. Logrando el reconocimiento general el espacio, emitido en directo, con locaciones fi lmadas en 16 mm., blanco y negro, conducido por Manuel Mendoza y creado por José Gómez López, logró importantes golpes noticiosos.

Como anécdota, se dice que el primer garabato que se escuchó en televisión fue pronunciado en este espacio por un delincuente que se encontró frente a las cámaras con el detective que lo perseguía por años.

A mediados de 1966, se había preparado un reportaje sobre la matanza del Seguro Obrero (ocurrida en 1938), donde se mostraba a personajes de la vida política de aquel entonces, vistiendo uniformes nazis y saludando con la mano en alto. El rector Silva Santiago prohibió su salida al aire, lo que motivó la renuncia de Mendoza, Gómez López y Edwin Harrington, director del área periodística de Canal 13. De ahí pasó a Canal 9, entonces de la Universidad de Chile y fue conducido por Mario Gómez López, hermano de José y, también, periodista de fuste.

Las series extranjeras y la primera telenovela

El cronista Hernán Millas sostiene que las seriales internacionales son casi tan antiguas como la llegada de la televisión al país. Aunque hay que reconocerle a “El investigador submarino” (Canal 13) ser la primera. Una que perdura hasta hoy, “Los Picapiedras”, 1964, se transmitía a las 21:00 horas previa al noticiario central, convocando a toda la familia, hoy relegada a horarios infantiles. Hacia 1965, “El show de Lucy”, “La Hechizada”, “Mi bella genio”, “El Fugitivo” y “La familia Adams”. Según Millas, “Bonanza” fue la primera para adultos. También recuerda a los doctores “Ben Cassey” (Canal 13) y “Dr. Kildare” (Canal 9). Hacia 1968 varias series estaban consolidadas: “El FBI en acción”, “Alma de acero”, “Misión Imposible”, “El agente de Cipol” y “Hawai 5-0” .

“La caldera del diablo” fue la primera teleserie. Originalmente se emitía tres veces a la semana. Dado su éxito fue repetida inmediatamente con emisiones de lunes a viernes, constituyéndose en un tremendo éxito para el Canal 9. Entre sus protagonistas Ryan O’Neill, Dorothy Malone y Mia Farrow.

Pin Pon

“Canal 13 le pidió a Jorge Guerra que creara un programa para párvulos. Así nace “Pin Pon” en 1965”. Su productor, Manuel Vergara, recuerda el nacimiento del mítico muñeco “con cuerpo de algodón”: “Pin Pon se insertaba en ese momento en los planes educativos de la estación que intentaba dar forma a una programación infantil propia. Un espacio que fue pionero en la creación de los “efectos especiales” de la época, al introducir la técnica del “croma key”, que permitía recortar electrónicamente una fi gura para insertarla en otra. Lo que le permitía a Pin Pon salir de su cajita para conversar con su amigo Valentín, posibilitándole no sólo subir a la tapa del piano sino que también bailar. Hablamos de Valentín Trujillo, el pianista que es historia de nuestra televisión, por décadas junto a Mario Kreutzberger, este año con su piano en “El baile” de TVN.

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Con respecto a Pin Pon se dice que, en algún momento, el proyecto fue enviado a México y que tiempo después apareció el Chapulín Colorado con sus pastillas de chiquitolina”, recuerda Manuel Vergara sin cuestionar si se trató de una copia o de una simple y casual coincidencia, como tantas veces sucede en televisión. Eleodoro Rodríguez Matte

El 2 de enero del 68 sin duda fue una de las fechas más importantes en la historia de UC-TV. Ese día Eleodoro Rodríguez Matte asumía la dirección general del canal católico devastado por una dura crisis económica. En este contexto, el hombre fuerte de UC-TV debió racionalizar recursos humanos y económicos. Se preocupó de crear una gerencia comercial, separando de estas funciones a Protel, una empresa externa asociada, lo que signifi có que fuese el propio canal quien manejara autónomamente sus relaciones comerciales. Tanto su primera gestión hasta 1969, como la segunda desde 1974 hasta mediados de los ‘90 fueron plenamente exitosas. En lo económico logró un saneamiento de las fi nanzas, generó utilidades que sirvieron para saldar deudas y emprender diferentes iniciativas de la Universidad Católica, más allá de su canal de televisión. En lo programático una línea editorial inquebrantable. Transformado en símbolo de lo que un canal universitario es capaz de conseguir sin que el autofi nanciamiento signifi que traba alguna hará que su fi gure perdure. Los actuales estudios de Canal 13 son el mejor y más fi dedigno testimonio de su obra y su legado.

A esta hora se improvisa

Transmitido a partir de 1969, por Canal 13, este programa partió como una tertulia conducida por Jaime Celedón donde se debatían temas culturales y sociales, pero se transformó en un programa esencialmente político. Se transmitía en directo y tenía una sintonía enorme. Verdaderos mares humanos llegaban hasta la Universidad Católica para esperar la salida de los participantes. Muchos invitados llegaban a la sala de maquillaje con seis guardaespaldas y ametralladoras, como es el caso del director de Investigaciones de la época, Eduardo “Coco” Paredes. Entre sus panelistas, Jaime Guzmán, José María Navasal, Fernando Rivas Sánchez, Eugenio Lira Massi, José Joaquín Bruner, Enrique Campos Menéndez y Julio Martínez. El programa terminó en 1973 con la asunción al poder del Gobierno Militar.

La manivela

Hasta la llegada de “La manivela”, a principios de los 70, la televisión chilena transmitía un humor de chistes más que de situaciones jocosas.

“Nosotros optamos por un humor de situaciones con un trasfondo crítico”, afi rma Jaime Celedón, uno de sus creadores, junto a Julio Jung, Nissim Sharim, Delfi na Guzmán y Andrés Rillón. El programa, si bien gozó de gran sintonía, vivió momentos complicados, y varias veces fue censurado. “Entonces era director de Canal 13 el padre Raúl Hasbún, quien no nos aceptaba todas las locuras”, sostiene Celedón. En los ’90, con la vuelta a la democracia, “La Manivela” ocupó por algunas semanas las pantallas de TVN. Pero no anduvo. Había otro sentido del humor.

Música libre

Camilo Fernández -que había dejado su cargo de director artístico de la compañía de discos IRT, un profesional que había hecho de la música su profesión fue el creador. Años antes había sido el principal gestor de “la nueva ola chilena”. El espacio, inspirado en un programa argentino “Música en libertad”, duró del ’70 hasta el ’74, constituyéndose en el refl ejo de una juventud que buscaba en la música y en el baile su modo de expresión. En sus cuatro años de vida fue primera sintonía y plataforma de sintonía para el noticiario central. Sin embargo, sectores afi nes al gobierno de Allende lo tildaron de reaccionario, por lo que fue retirado de pantalla. Pero la nostalgia pudo más, por lo que volvió con el éxito de antes para mantenerse vigente mientras su fórmula se lo permitió.

Las teleseries extranjeras abren el camino

En 1967, Canal 13 puso al aire, inmediatamente después de almuerzo “El amor tiene cara de mujer”, una producción argentina que en Chile gustó pero nunca tanto como en su país de origen. Carecía de un castellano neutro. Los personajes hablaban en argentino. Por lo que en nuestro país no logró el fenómeno de identifi cación necesario. Aunque marcó las pautas de un futuro que estaba próximo.

Saby Kamalich, la humilde costurera que con esfuerzo se convierte en una próspera empresaria, cautivó a la audiencia femenina en “Simplemente María”. Transmitida por

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el canal de la Universidad de Chile en 1971, fue la primera producción internacional en conseguir una altísima sintonía. Alfredo Lamadrid recuerda que “la imitación nació sola y las ventas de máquinas de coser aumentaron considerablemente en esa época”.

Posteriormente, fue Enzo Viena, protagonista de “Nino” (Canal 13) el preferido por el público. Ambas, asegurando con su éxito la sintonía del horario actual que hoy ocupan las telenovelas nacionales, previas al noticiario central. Luego llegarían Angélica María con su “Muchacha italiana viene a casarse” y Jorge Lavat, el más recordado de “Los hermanos Coraje”.

Teleteatro de las Naciones.

Notables emisiones los domingos por la noche, en horario prime, primero en directo y más tarde, a partir de fi nes del ’67 grabadas en video tape del mejor teatro del mundo. Lo más representativo de dramaturgos como Arthur Miller, Jean Paul Sartre, Albert Camús, Oscar Wilde y Bernard Shaw, Alejandro Casona y Federico García Lorca, Chejov y Gogol. Cada noche del domingo, luego del noticiario central del canal de la Universidad de Chile. Los más destacados elencos, actrices y actores de los teatros universitarios e independientes dirigidos por Miguel Littin, Charles Elseser y Sergio Riesenberg. Una época de oro para una televisión que es recuerdo e historia. Por canal 13, las noches de los lunes, Hugo Miller, Rafael Benavente y Herval Rossano complementaban esta entrega dramática.

11 de septiembre de 1973

La Moneda en llamas. Imágenes que impactan a Chile y conmueven al mundo.

Con el gobierno militar cambia la forma de hacer televisión. Rectores militares delegados en las universidades de Chile y Católica. Otro uniformado conduciendo los destinos de TVN. Tres canales al servicio de la Junta Militar que rige los destinos de nuestro país. Control absoluto de la información. No más teleteatros. Ningún programa donde se intercambien ideas. Listas negras para intelectuales y artistas de izquierda. Con la música (la que se permitía) como fórmula de esparcimiento.

Dibujos japoneses invaden la pantalla

A mediados de los ’70 entran en escena los dibujos animados japoneses: “Kimba”, “La princesa Caballero” y “Jet Marte”, creadas por Osamu Tesuka apoderándose del interés de los menores. Juegan con los instintos, estimulan los aspectos más sensibles de los niños. Conmueven a los más grandes, al punto de que “Heidi” se transmite por TVN sólo media hora antes del noticiario central. La historia creada por Hayao Miyazaki continúa con “Remi”, “Marco” y “Candy”. Más que moda, todo un fenómeno social. Los padres reclaman por la violencia que éstas llevan insertas como fórmula de atracción. Y también por la exacerbación de lo diabólico y la confusión de la condición sexual con la presencia de hermafroditas (“Baron Ashler) y una robot (“Afrodita A”) que usaba sus pechos como misiles. Por lo que se decide, tras prolongadas polémicas poner fi n a este tipo de infl uencias.

Programas infantiles

“Nos gusta meter bochinche que es mejor”, era el lema de un juguetón Tío Memo (Roberto Sandoval), animador de este programa, rey de la audiencia infantil entre 1976 y 1983, que continuó con el inconcluso legado de Alejando Michell Talento, precursor de este tipo de programas con su “Club del tío Alejandro”, primero en Canal 13 y más tarde en Canal 9 de la Universidad de Chile.

“Los bochincheros”, transmitido por el canal de la Universidad de Chile, representó un cambio notorio en la televisión para niños. Si Pin Pon era suave y educativo, “Los Bochincheros” apelaban a la catarsis. Conducido también por la Tía Pucherito (María Pastora), el espacio salía al aire todas las tardes de lunes a viernes y tuvo momentos inolvidables como la creación del Club de Dadores Voluntarios de Chupetes.

Jappening con ja

Recuerda Eduardo Ravani, uno de los creadores: “Logramos 85 puntos de sintonía y nos echaron de TVN en 1981 al bajar a 35”... Aunque después regresaron para vivir 20 años de simpatías y de éxitos. Se rieron hasta donde les permitieron de la realidad social del país. Imitaron a Don Francisco con Pepito TV y crearon “La ofi cina”, un clásico del humor hasta los días de hoy. En ese entonces, Don Francisco tenía al Jappening como su única competencia: “Y empezó a jugar sus cartas, a levantarnos a Maitén o a Gloria y nosotros íbamos y le quitábamos a Marilú, Oscar o Pato Torres. Así era la cosa”, recuerda Ravani, mientras afi rma que “el humor cambió mucho. Bueno, la sociedad también”.

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Teletón

Comenzaba el mes de diciembre del 78 y Jane Hermosilla, niña símbolo de la Teletón, aparecía junto a Don Francisco en lo que sería la primera campaña publicitaria de esta obra benéfi ca. La idea, tomada del comediante estadounidense Jerry Lewis, consistía en recolectar fondos para crear un centro de rehabilitación para niños discapacitados en Santiago. Los resultados fueron óptimos: 26 empresas entregaron su aporte y el público que vivió las primeras 25 horas de amor. Al igual de lo que sucede cuando la Selección Chilena entra a una cancha de fútbol, la Teletón no sólo une al país sino que logra que todos los canales transmitan en conjunto la más notable jornada solidaria del país.

Festival de la Una

Enrique Maluenda, fue el indiscutido rey popular del mediodía por casi una década, (1979 – 1987) a través de TVN. Un espacio con olor a pueblo que intercalaba la música con personajes populares, juegos y concursos extraídos de nuestras tradiciones. Tuvo su contrapartida con “Éxito”, conducido por José Alfredo Fuentes por Canal 13.

Las series de los 70

Para muchos que vivieron dicha época, inolvidables...

La hermosura de “Los Ángeles de Charlie” (Farrah Fawcett, Jaclyn Smith, Kate Jackson y Cheryl Ladd) tratando de hacer justicia persiguiendo a villanos y malhechores de acuerdo a los dictámenes de un misterioso personaje, “Charlie”, a quien jamás le vimos su rostro.

Dos detectives que trabajan juntos, viven juntos y conquistan juntos a bellas chicas con las que jamás formalizan relaciones posibles. “Starky y Hutsh”, protagonizada por Paul Michael Glaser y David Soul... Telly Savallas, inolvidable con su calva y su chupete lollipop en la boca, caracterizando a “Kojak”, el investigador capaz de descubrir los más intrincados delitos... Al igual que Columbo, Peter Falk, desgreñado, aparentemente ingenuo y hasta torpe. Imposible engañarlo cuando va tras la pista de algún asesino... Y que decir de la habilidad del inspector “Baretta” y su peculiar loro.

Televisión en colores

Ofi cialmente, la primera transmisión fue realizada por TVN en la fi nal del Festival de Viña del Mar de 1978. El director, Alfredo Lamadrid, no está de acuerdo: “Es un mito. Dicen que fue la primera vez. Pero creo que se daba la excusa que la señal era sólo en el extranjero”.

Antes, a fi nales del año anterior, es decir en el ’77 “La canción de todos los tiempos” tuvo una emisión en colores de carácter experimental. En esa época el gobierno prohibía transmitir en colores dentro del país. No obstante, Canal 13 pronto se puso al día: César Antonio Santis apareció en pantalla, con radiantes colores.

Una curiosidad decidora: Para la televisión en color se determinó usar el sistema Palm, europeo, cuya imagen estaba compuesta por 625 líneas. Cuando Augusto Pinochet se enteró de la medida, ordenó cambiarla de inmediato. Porque muchos ofi ciales habían traído sus aparatos receptores desde Estados Unidos y no servirían. Por lo que hubo que adaptar el móvil con sus cámaras que ya había traído TVN a la norma americana, NTSC, que sólo transmite con 525 líneas. Era preferible que TVN asumiera el costo por el cambio de televisores, porque eso hubiese indicado una falta de coordinación inaceptable en un gobierno que se autoproclamaba como el más efi ciente.

Los aportes de Alfredo Lamadrid

Debutó como director a comienzos de 1973 con la reposición de un clásico de la década anterior, “Negro en el Blanco”. Pasó por TVN haciendo musicales para transformarse en Gerente de Producción y Programación del Canal de la Universidad de Chile, frecuencia 9, que gracias a su gestión pasó a ser 11. Valiosos aportes durante su exitosa gestión: creó los matinales con “Teleonce al despertar”, con Jorge Reconret como fi gura; descubrió la mañana del domingo como horario ideal de una conversación inteligentemente atractiva a través de “525 líneas”, el magazine periodístico que dio a conocer a Juan Guillermo Vivado. Reivindicó el gusto por lo nuestro, especialmente por la música con su inolvidable “Chilenazo”, un clásico de nuestra televisión. Fue el primero en preguntar: “¿Cuánto vale el show?”... Actualmente, en La Red y miembro del Consejo Superior de Uniacc se reencuentra con su profesión de periodista para transformarse en un maestro de la entrevista, primero con “Humanamente hablando” y luego con “Cada día mejor”

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“El hombre Nuclear” (Lee Majors) y “La mujer biónica” (Lindsay Wagner), con sus movimientos en cámara lenta, al servicio del bien, superhéroes cuidando la ciudad, disputando las preferencias de la audiencia contra las increíbles transformaciones de “Batman”, “El Hombre increíble” y “La Mujer Maravilla”.

“La Isla de la Fantasía”, con Ricardo Montalbán en el ocaso de su carrera como anfi trión acompañado de un curioso enano reciben en una isla paradisíaca a quienes acuden a para vivir sus sueños o resolver alguno de sus problemas.

“El crucero del amor”, especie de terapia para parejas con estilo de comedia liviana, mientras se viaja por el caribe.

Sin olvidar las persecuciones de “Los Dukes de Hazard”.

“Dallas”, estrenada en Estados Unidos en 1978 y exhibida en Chile a inicios de los 80, innovó en el género al presentar como protagonista al villano (J.R., personifi cado por Larry Hagman, el mismo de “Mi bella genio”) quien pese a su maldad se ganó las simpatías del público. Crímenes y pecados que se extienden por trece temporadas en Estados Unidos ( en Chile se exhibieron seis), “Dallas” marca el inicio de temáticas para adultos, como lo fueron “Dinastía”, “Falcon Crest” y “Flamingo Road”.

Vamos a ver... a un gran maestro: Raúl Matas.

“Mi sueño hasta ese minuto era hacer un programa como Vamos a ver”. Con esa frase, Raúl Matas refl eja lo que signifi có para su carrera realizar durante seis años uno de los estelares más vistos de la televisión chilena de fi nes de los setenta. Los más importantes artistas, del mundo de la canción, fi guras del cine, gente de moda, personas y personajes, una buena dosis de humor, presentados al estilo de Raúl Matas, un grande entre los grandes, que paseó su talento por España, Argentina y Estados Unidos. No en vano fue la voz para el mundo de habla hispana del noticiario de la Universal Internacional, cuando Hollywood vivía el esplendor de su star system. La gran fi gura de la radio y la televisión regresa a Chile para ser el rostro del noticiario central de TVN y conducir su estelar “Vamos a ver”, que se transmitía en directo desde el restorán Camino Real. Durante uno de sus ciclos el lugar ardió en llamas, pero en dos días, trabajando sin parar los tramoyas del departamento de escena lo reconstruyen, idéntico al original, en uno de los

estudios de Chile Films. ¡Increíble! Tanto como ver a Grace Jones devorándose las hojas de una planta que decoraba el lugar... “Eran años glamorosos para la televisión”, recordó el maestro antes de su partida defi nitiva.

Sabor latino

1981 fue el año del destape. Las vedettes y bailarinas colmaban los estudios del canal nacional para participar en el programa de Antonio Vodanovic. Eran momentos difíciles para el régimen militar, como recuerda el director Sergio Riesenberg: “Yo sabía que no íbamos a tener ningún problema con el gobierno por mostrar algunas intimidades. El programa obedecía a la necesidad de distraer la atención, postergando para marzo del año siguiente la crisis económica que estaba ad portas”.

Ya Sergio Riesenberg había destacado por sus teleteatros en el Canal de la Universidad de Chile. Había ganado el premio Middef en Milán por la dirección del primer documental larga duración, especialmente realizado para la pantalla chica, “Crónica de una victoria”, que registraba día a día los momentos que Chile vivía desde el triunfo de Salvador Allende, que debía ser ratifi cado dos meses después por el Congreso Pleno para que el candidato de la Unidad Popular se pusiera la banda presidencial.

Ante la imposibilidad de continuar con los teleteatros durante el gobierno militar, Riesenberg se ve en la imperiosa necesidad de asumir la dirección de programas musicales para continuar con su trabajo en televisión. Debuta con “El gran Baile” (1980) y sigue con “La gran noche” y “Sabor Latino” en 1981. El primer programa que se “exporta” al exterior, por lo que Sergio Riesenberg recibe su segundo galardón internacional: El premio de los cronistas de espectáculos de nueva York, entregado en una de los salones del Hotel Waldorf Astoria al mejor director.

Al año siguiente, “Amigos, siempre amigos”, el primer programa con carácter estelar que se realizó en las de entonces trece regiones del país, con un fi nal en la antártica donde Los Jaivas, junto a Patricia Maldonado y Los Huasos de Algarrobal impregnaron de música hielos y nieve con un espectáculo que el Libro de Record de Guinnes reconoce como un espectáculo único y especial.

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Festival de Viña

El del ‘81 fue uno de los mejores años del festival. La connotación política que tenía el evento lo convertía en la fi esta del verano y en el lugar exacto para que los adelantos tecnológicos debutaran en forma desmesurada. El director de los festivales de Viña de esa década, Sergio Riesenberg, recuerda: “Fueron todos muy importantes en cuanto a tratamiento de imagen y a calidad de invitados, había medios para traer a cualquier artista y cada adelanto se presentaba ahí, era una vitrina para el mundo... demostrar que Chile estaba bien”. Por Viña desfi laron los más grandes del mundo de la canción, salvo muy escasas excepciones, situación que confi rma lo aquí expuesto.

Por la dirección del Festival de Viña, que tuvo a Sergio Riesenberg como director prácticamente durante toda la década de los ’80, el director se despide con un premio Emmy, como el mejor director de 1990, compitiendo con realizadores estadounidenses como el festival se emitía por una cadena norteamericana. Al año siguiente, un reconocimiento de Paramount Pictures, entregado en Lima, Perú, lo distingue como el mejor director del momento.

Magnetoscopio musical

Un robot desplazándose por el estudio de TVN compartió con Rodolfo Roth, la conducción de este programa, pionero en la televisión chilena en la emisión de video clips, adelantándose incluso a la creación de MTV. Magnetoscopio musical marcó la pauta de los programas juveniles de los 80, infl uyendo en experiencias posteriores como “Más música” (UC-TV) y “Video top” (Canal 11). En 1986, Roth desapareció sin mayores explicaciones de la pantalla para luego de años retornar... sólo a la radio.

El control remoto, comienzo de zapping...

En 1977 llegaron a Chile los primeros televisores con control remoto electrónico, es decir, sobre la base de una luz infrarroja, tecnología que aún se mantiene. Sin embargo, ya en 1966 existía un sistema mecánico de elección de canales a distancia que transmitía vibraciones de ultrasonido, mediante un comando conectado por un cable al televisor. La revolución del control remoto cambió los hábitos de los chilenos y posibilitó ver televisión desde la cama. El nuevo adminículo también

permitió silenciar el televisor o, en un impulso más radical, cambiar de un programa a otro en cualquier momento. Era el inicio de la hoy tan arraigada rutina del zapping, un dolor de cabeza para los creativos y productores televisivos.

El chapulín y el chavo

En 1980, miles de niños chilenos compraban en las calles un chipote chillón o pastillas de chiquitolina. Tanto entusiasmo -inédito para un programa infantil- obedecía al fenómeno Roberto Gómez Bolaños que, a partir de 1977, se instala en Chile. Ese año, tanto “El Chavo del Ocho” como “El Chapulín Colorado” fueron transmitidos por el canal de la Universidad de Chile. La competencia jamás imaginó el éxito y repercusiones de estos espacios producto del talento de un comediante mexicano, conocido como “Chespirito”.

Desde mayo de 1981 a mayo de 1986, el programa fue transmitido por Televisión Nacional, en distintos horarios y temporadas. En 1990 pasa a Megavisión.

La Madrastra de muchas...

Fue uno de los dos grandes impactos televisivos del año ’81. La historia de Arturo Moya Grau, recreada luego de su transmisión radial, acaparó la sintonía previa a Teletrece. Consagró a Yael Unger, su protagonista, a través de una intriga que mezclaba lo humano con el humor, el suspenso y la intriga 345 capítulos y, ni siquiera los actores, sabían cómo terminaría la trama. El 17 de agosto de aquel año el país expectante esperaba el desenlace de la teleserie, que marcó el comienzo de una exitosa franja dramática, que más tarde continuaría con “La dama del balcón”, Ángel malo” y más recientemente “Machos” por Canal 13. Y que, por TVN aplaudió “La torre 10”, “Estúpido Cúpido”, “Zucupira”, “La fi era”, “Romané”, “Amores de Mercado” y “Pampa Ilusión”, situando a Vicente Sabattini como el más importante realizador de teleseries.

Mundo ‘83

En 1981, Hernán Olguín era reportero de temas científi cos en el departamento de prensa de Canal 13 cuando decidió presentar a la dirección de la estación católica su proyecto: Un programa que tratara temas donde se saludaran la ciencia con la tecnología. Demasiado audaz para la época. Mucho más en horario prime, aquel que se reserva para programas estelares.

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Un trabajo que comprometió todo el segundo semestre del ‘82, que postergó las vacaciones del verano para ser presentado como importante apuesta de la programación de 1983. No hubo necesidad de insistir con el horario planteado. Eleodoro Rodríguez, director del canal y Juan Agustín Vargas, secretario general, coincidieron con el horario propuesto por Hernán Olguín. Había siete capítulos terminados para un ciclo de trece emisiones. Todo un acierto.

El entusiasmo y compromiso de Hernán Olguín continuó hasta 1986 cuando, ya gravemente enfermo de cáncer gástrico, revisaba libretos desde su habitación del Hospital Clínico de la Universidad Católica.

Informe Especial

Junio del 84. Nace el primer programa de reportajes donde la noticia es tratada en profundidad. Primero, profundizando temas de carácter internacional. Porque se vivía el gobierno militar y las críticas no eran parte del ejercicio periodístico.

Sin embargo, este proyecto periodístico que encabezaba Santiago Pavlovic comenzó con un reportaje sobre la violencia intrafamiliar, condenada por el gobierno y también por los empresarios. Por lo que no hubo problemas. Aunque fue imposible continuar con los temas nacionales. Se miró al extranjero, lográndo verdaderos impactos con la guerrilla salvadoreña o el narco tráfi co colombiano.

La vuelta a la democracia pareció permitir un cambio. Pero, durante el gobierno de Patricio Aylwin hubo que postergar la emisión al aire de un reportaje sobre el ex agente de la disuelta CNI Michael Townley.. Y, con la actual administración, otro que se refería al dinero que se dona en los supermercados para obras benéfi cas debió esperar.

Emisiones satelitales y por cable

En 1988 debuta Intercom, el primer cableoperador del país. Un año después, eran tres las empresas que competían por el liderazgo de un negocio que fructifi caba rápidamente llegando a marcar, a comienzos de los noventa, la mitad de las preferencias en las mediciones del people meter. Según Jorge Navarrete, ex director ejecutivo de TVN y ex gerente de VTR, “la llegada del cable cambió el concepto de cómo hacer televisión”. De hecho, los canales comenzaron a programar mayores espacios nacionales y disminuyó la cantidad de material envasado. “El público accede a programación internacional con mucha facilidad y por eso

requiere espacios de análisis noticioso, que entrega la televisión nacional”, afi rma Navarrete. Y agrega: “Antes teníamos una televisión bastante geométrica. Hoy, gracias a la posibilidad de acceder a canales internacionales, hemos aprendido a buscar modernas formas de expresión en pantalla”.

El dedo de Lagos

Más que la dureza de una frase, el dedo de Ricardo Lagos apuntando a la cámara de UC-TV en “De cara al país”, el 25 de abril de 1988, mientras pronuncia la sentencia “Usted, general Pinochet, no ha sido claro con el país”, marca un cambio radical en la forma de manejar la televisión como instrumento político. Por primera vez, se utiliza la cámara como parte de un discurso, en el que un movimiento escénico -el dedo que apunta- se acompaña de elementos histriónicos -la mirada fi ja, el semblante serio- para formular una acusación pública. Un hito televisivo, porque nunca antes un político había enfrentado la cámara con completa naturalidad, dejando a un país más que sorprendido, pasmado. Se perdió gran parte del miedo que imponía la fi gura de Pinochet.

Previo al Plebiscito

Tres hechos importantes, que afi rman algunos, debieron ser determinantes para lograr una respuesta positiva para el gobierno militar en el plebiscito del ’88:

- Que Chile, por primera vez en su historia tuviera una Mis Universo: Cecilia Bolocco;

- Que se jugara un Mundial Juvenil de Fútbol en el estadio Nacional, un lugar que había sido recinto de reclusión, tortura ¿y exterminio?. Años antes, la Unión Soviética prefi rió cederle a Chile su participación en un Mundial de Fútbol antes que jugar en dicho recinto.

- Y, la visita del papa, Juan Pablo II a nuestro país. Cuando se anunció su venida, desconcierto. No estaba claro el por qué. Era incierto el para qué... Pero el Pontífi ce le sonrió al General que lo esperaba junto a escalinata del avión por la que descendería para besar suelo chileno. Y al día siguiente saludó a millares de personas congregadas frente a La Moneda, para bendecir al pueblo desde uno de los balcones de palacio junto al general Pinochet. Una imagen que dio la vuelta al mundo.

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Franjas políticas del plebiscito

El lunes 5 de septiembre de 1988, a las 22:45 horas, se dio el vamos a la publicidad política del plebiscito que se realizaría ese año.

Cuatro millones de personas -repartidas en 38,7 puntos en Canal 13 y 20,8 en TVN- vieron “Chile, la alegría ya viene” y “Chile, un país ganador”, los espacios que representaban a las opciones del “No” y del “Sí”. La creatividad de la campaña opositora de inmediato contrastó con la estrategia gubernamental que sólo se dedicaba a mofarse de la oposición. Ejemplo: el cantó del “No” expresado en “la alegría ya viene” fue sustituido por “la violencia ya viene”.

Vuelta la democracia, las franjas políticas por televisión anteceden toda elección presidencial, parlamentaria y municipal.

Los “Mea culpa” de Carlos Pinto

Transmitido por TVN, es uno de los programas que han causado mayor impacto, consiguiendo más de 25 puntos de rating desde sus primeras transmisiones. De hecho, este espacio fue el único capaz de arrebatar el liderazgo de sintonía que durante años mantuvo “Martes 13”. Del talento de Carlos Pinto, luego vendrían “El día menos pensado” y “El cuento del tío”. El sensacionalismo y la intriga policial en acción, a través de impactantes realizaciones.

La muerte en vivo y en directo

No sólo fue un hecho brutal que cobró la vida de dos frentistas. También fue una odisea televisiva que mantuvo en vilo a buena parte del país por casi doce horas. La mañana del miércoles 22 de enero de 1992, tres miembros del FPMR intentaron apoderarse de la caja del Banco de Concepción, en el Campus Oriente de la UC. Interceptados por la policía, dos de ellos -el tercero fue herido- se refugiaron en la casa de la familia Riveros Calderón, ubicada en la calle Alonso de Ercilla 82, Ñuñoa. A las 10:00 horas tomaron como rehenes al matrimonio y a sus tres hijos pequeños. Poco después comenzó una larga negociación que acabó con la familia liberada y los raptores muertos. La periodista Paula Sánchez, que en esa ocasión fue productora en terreno para TVN, recuerda que debió pagar para que un vecino le permitiera instalar una cámara que siguió muy de cerca los acontecimientos mientras el periodista Cristián Arizmendi pasaba a convertirse en el narrador de los hechos.

El terror se había convertido en un show televisivo en tiempo real, transmitido “en vivo y en directo”, frase que pertenece a Pedro Carcuro, que la utilizó para señalar que lo que acontecía en un campo de fútbol correspondía exactamente a las imágenes que se estaban exhibiendo.

El “Piñeragate”

El domingo 23 de agosto de 1992. Una modesta radiograbadora Kioto se transformó en la protagonista de uno de los episodios más escandalosos de la transición. En el programa “A eso de...”, transmitido por Megavisión, el empresario y dueño del canal privado, Ricardo Claro, activó el play de una radio-cassette donde se escuchó la voz del candidato Sebastián Piñera, presente como invitado en el estudio, en una supuesta confabulación con el empresario Pedro Pablo Díaz para descalifi car la precandidatura presidencial de Evelyn Matthei. En vivo, la audiencia pudo observar la cara de estupor de los panelistas Tomás Jocelyn-Holt, Jorge Andrés Richards y Héctor Riesle, del propio Piñera y el animador del programa Jaime Celedón.

“Fue un episodio lamentable y doloroso. Pienso que se me pasó a llevar como profesional porque en ese instante uno, como conductor, es el responsable”, recuerda Jaime Celedón. Con el tiempo, quedaría al descubierto que Riesle conocía las intenciones de Claro. A la semana siguiente -y otra vez en vivo- el hecho provocó la renuncia masiva del equipo de “A eso de...” Celedón no volvió a ver a Riesle ni a Claro y mantiene su convicción de que se trató de una operación “deplorable”, tanto en su forma como en su contenido.

El rating y el people meter

Probablemente ningún otro hito en la historia reciente de la televisión chilena sea más importante que la llegada del todopoderoso y cuestionado people meter, en 1992. Sus defensores señalan que es un “sistema científi co” de medición de sintonía, mientras sus detractores alegan que es poco representativo y que entrega información deformada. Actualmente en manos de la empresa Time, el people meter está conectado prácticamente a 500 hogares. Se trata de un aparato que se instala en cada televisor; para que el miembro de la familia que decida encenderlo indique a la central de computación que registra las audiencias si se trata de los padres o de los hijos (cuando estos son menores de edad), para establecer las eventuales variaciones de sintonía.

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Gonzalo Bertrán: Viva el lunes... y también el martes

Los estelares de Gonzalo Bertrán son el mejor ejemplo de la infl uencia del people meter en la televisión chilena. El realizador no separaba los ojos de la pantalla donde se ven, minuto a minuto, las fl uctuaciones de la audiencia. Conducido por Cecilia Bolocco, Kike Morandé y Alvaro Salas, “Martes 13” fue el continuador natural de “Lunes Gala”, un espacio que termina producto de que su animador, César Antonio Santis, retorna de Canal 13 a Televisión Nacional. Javier Miranda toma su lugar al frente de “Martes 13”, junto a Viviana Núnez y Pilar Cox para luego dar a paso a ese trío inolvidable de conductores. Un espacio que contó entre sus invitados a fi guras como Valeria Mazza, Maradona, Enrique Iglesias, Claudia Schiffer., Catherine Deneuve y Alan Delon.

Pero el abuso del humor y la superfi cialidad de la conversación le trajo negativas críticas, a lo que Bertrán respondía: “Es el mejor programa de la TV chilena, porque está hecho por el people meter. Es el engendro de él. Y como en este país hoy la calidad la da el people meter, es el mejor espacio”.

La palabras de Bertrán reafi rman los postulados del ilustre pensador español, Gustavo Bueno en su libro “Telebasura y democracia”, donde plantea que cada país tiene la televisión que se merece y que ésta es el mejor ejemplo de una democracia mal entendida. Porque sólo subsisten en el aire los programas que la gente quiere, con temáticas que se extraen de estudios de opinión que buscan sólo lo impactante, en lugar de proponer sugerentemente aquellos temas, denuncias o no, que despierten el interés intelectual junto con entretener sanamente”.

Pero la exitosa historia de Gonzalo Bertrán es mucho más que “Viva el lunes” y “Martes 13”. Comienza en 1971, en Televisión Nacional con espacios musicales tan llamativos como “A 120 kilómetros por hora” y “Kukulina Show”, ambos conducidos por César Antonio Santis, la más atractiva fi gura televisiva masculina de aquel entonces.

No sólo musicales dirigió Gonzalo Bertrán. “De cara al país”, el espacio periodístico conducido por Raquel Correa donde Ricardo Lagos levantó el dedo y la voz para increpar al general Pinochet, fue creación suya, entre muchas otras.

Plan Zeta

Seis emisiones de treinta minutos alcanzó a tener este programa del canal Rock & Pop en su primer ciclo. Pese a no superar los dos puntos de rating, el espacio fi guró en innumerables portadas de diarios -incluso apareció en medios extranjeros- luego de un fallo del Consejo Nacional de Televisión en su contra por “afectar a la dignidad de las personas y lesionar valores culturales”. La razón: mostrar una muñeca mapuche que servía de nana, la aparición de un comentarista literario que hablaba de la Biblia como si se tratara de esos libros que se llevan al baño y una recreación del golpe de Estado. Rafael Gumucio, uno de los integrantes del elenco, considera que las acusaciones solamente sirvieron para que la gente sintiera curiosidad por verlo. Además, cree que el malestar que provocó en cierta gente tuvo que ver con una falta de costumbre al humor irreverente: “Nosotros trabajamos sin ningún poder fáctico de por medio, libres de presiones. Eso provoca escozor en ciertas capas porque es algo que en Chile no se había hecho antes”.

Boda y muerte de Lady Di

Diana de Gales fue protagonista de las dos transmisiones televisivas de mayor magnitud de la historia: su matrimonio y su funeral. En Chile, las emisiones vía satélite de “la boda del siglo”, comenzaron a las 04:30 de la madrugada del 29 de julio de 1981. En Canal 13, Claudio Sánchez y Cecilia Serrano recibían en directo los despachos de José María Navasal y su esposa, Marina. En TVN, a su vez, Raúl Matas, Raquel Argandoña y Pablo Aguilera comentaban con Julio López Blanco, emplazado en Londres, el acontecimiento que fue visto por 750 millones de televidentes, es decir, uno de cada cinco habitantes del mundo.

Sin embargo, el 6 de septiembre de 1997 esa cifra fue superada: 2. 500 millones de espectadores siguieron sus exequias. En Chile, el espacio tuvo una sintonía promedio de 20 puntos, pero su retransmisión diez horas después tuvo un peak de 24.

Alguien te mira (teleseries nocturnas) Primero “Ídolos”, luego “Los Treinta” y mas tarde “Disparejas”. Sin embargo fue “Alguien te mira”, un thriller ambientado en el barrio alto el que consagra este experimento de Vicente Sabatini como Director de Programación de TVN, que tuvo a María Eugenia Rencoret como realizadora para una idea de Pablo Illanes. Un impacto con polémica: obra de culto para los amantes del género policial, decadente por su exacerbada crueldad para quienes pretenden otras temáticas

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de una televisión pública. Pero una gran coincidencia: Una impecable realización para una trama que hará historia cada vez que se revise el desarrollo y evolución de nuestra televisión.

Los valores Reality Show

“Operación Triunfo” marca el comienzo en Europa de este tipo de programas, proponiendo valores abstractos y expectativas de igualdad de oportunidades para alcanzar objetivos de del todo nobles”, asevera el fi lósofo español Gustavo Bueno. El propio pensador recurre a Platón para platear su malestar, y el de varios académicos: “’La corrupción del Estado empieza por la música”.

En declaraciones públicas -a propósito de estos programas- abre las puertas de un tema de por sí polémico: “Los políticos le dieron la espalda al programa, sorprendentemente no se interesaban por ello. Luego meditaron sobre el ridículo de decir que no lo veían y ese sentimiento de culpabilidad les hizo volcarse a ‘Operación Triunfo’... En realidad –continúa con su afi rmación- los políticos se veían refl ejados en ‘Gran Hermano’, al ver que gente que no sabe hacer y es capaz de llegar a las peores actitudes con tal de lograr la fama”.

Para Gustavo Bueno “la televisión rompe la intimidad y adentra en lo más oscuro del ser humano” Aunque, con el respeto que Gustavo Bueno nos merece, también podemos colegir que los problemas de la reality no están ni en su esquema ni menos en su estilo y formato. Tan sólo en la elección de los personajes que se escogen para ser sometidos a las pruebas de una intimidad que se hace mortifi cante. Con personas que tengan algo que decir, cuyas expresiones y por sobre todo, sus actitudes, reacciones y comportamientos se transformen en motivos de discusión y comentarios, con posturas que estimulen o al menos activen el intelecto, el reality puede ser un aporte... Más bien pudo, porque ya nadie con dos dedos de frente, salvo que esté necesitado y la oferta económica sea demasiado tentadora, está dispuesta a participar... Pudo ser, pero por culpa de los realizadores, sólo se trató de un intento, interesante, pero desvirtuado por el mal y equivocado elenco escogido para cada uno de sus formatos y emisiones.

La moda actual

Un estilo de hacer televisión se impone en diferentes latitudes. Se le defi ne como “Reality Show” y representa el cambio más violento en cuanto a contenido y forma que ha experimentado el sistema desde su nacimiento. Valorado por quienes creen

que la televisión debe buscar todos los recursos posibles para lograr su propósito de audiencia/fi nanciamiento y rechazado por quienes sostienen que el ser humano no puede buscar la pantalla, para exhibir ciertas conductas que pertenecen sólo al ámbito de la privacidad o peor aún, acciones desquiciadas que sólo terminan por degradar su condición humana.

Uno de los mayores dramas individuales que se viven actualmente en la sociedad moderna es el anonimato. Ser un número más en las estadísticas, un cuerpo más dentro de la muchedumbre del Transantiago, ser sólo un eslabón más de la cadena productiva o burocrática de las grandes ciudades, se ha transformado en una realidad ciertamente demoledora para el espíritu. Las necesidades de reconocimiento y aceptación, tan esenciales en la niñez, siguen siendo vitales más adelante. Y hoy la televisión ha abierto un espacio para que una persona común y anónima, sin saber nada ni hacer tampoco nada extraordinario, se convierta en “alguien” y, en algunos casos, en famoso. La necesidad por singularizarse y alcanzar notoriedad se ha transformado en una obsesión, y como tal, en enfermedad.

En el antiguo star system hollywoodense, se descubría a personas comunes para transformarlas en estrellas. Pero, ni el atractivo físico, la personalidad o el talento artístico que estos pudieran tener lo hacían todo. Verdaderas maquinarias publicitarias abrían sus compuertas realizando el marketing necesario para que éste ser anónimo alcanzara el éxito. De aquello ha transcurrido casi medio siglo y la mecánica de ese tiempo vuelve a ponerse en acción, ya no para la pantalla grande, sino que para la televisión. Ahora, desde nuestros hogares nos introducimos a mundos que parecen ser reales. En donde el sexo, elemento indiscutido de atracción, tiene mucho que decir y al cual se agrega la posibilidad interactiva de favorecer o sacrifi car protagonistas, al estilo del antiguo circo romano.

Estos parecen ser los atractivos básicos de la televisión actual, cuya materia prima la componen jóvenes (en lo posible modelos y mejor voluptuosas si se trata de mujeres, futbolistas, también modelos o hijos de empresarios que se inician en la actividad de sus padres), cuya ambición común es vencer el anonimato. Siempre dispuestos a adaptarse a las necesidades del proyecto planteado, eufóricos cuando logran ser portada y felices cuando son objeto de comentarios, sin importarles lo de ellos se diga o se piense. Entre fama y prestigio optan por la primera. ¡Qué mejor razón para que sean otros jóvenes los que rescaten a la televisión y la preserven como medio de comunicación, oponiéndose con inteligencia, voluntad y por sobre todo talento a que ésta, en defi nitiva, se transforme en un nuevo género del espectáculo.

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HACIA LA TV DIGITAL

Que la televisión analógica pasará a ser sólo parte de la historia de la TV abierta en algún momento es un hecho. El tema, es saber cuando. La televisión digital se aproxima y ya hay que prepararse para este cambio profundo y radical. Se sabe que Televisión Nacional de Chile y también Canal 13 han experimentado al respecto.

Tanto el consejo Nacional de Televisión y el Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones están haciendo los estudios correspondientes para el fenómeno comunicacional que se avecina. Existen ya varios informes - que contaron con las asesorías de la Escuela de Ingeniería Industrial de la Universidad de Chile, y la participación de la Asociación Nacional de Televisión (ANATEL)- donde se explicitan lineamientos técnicos, jurídicos, legales y económicos que reglamentarán en Chile el funcionamiento de la televisión digital.

No obstante, la tarea principal continúa pendiente. Porque falta decidir acerca de tres aspectos claves:

a) El sistema tecnológico a utilizar. b) El tiempo de transición entre un modelo y otro. c) El espectro radioeléctrico a través del cual se operará.

Se puede decir, desde ya, que estas decisiones, involucrarán un costo de millones de dólares para los canales de televisión abierta sólo considerando la renovación de equipos. Y, también el público deberá invertir en adaptar o cambiar sus televisores analógicos por digitales.

Más programas por el mismo canal

La televisión digital, en términos técnicos corresponde al tránsito de la actual transmisión analógica, usada principalmente por los canales abiertos, a una transmisión digital, es decir, códigos binarios (ceros y unos), al igual que los computadores. Y, por supuesto, implica la existencia de los televisores digitales.

El sistema digital entrega no sólo una imagen y un sonido de mejor calidad, sino que un uso más efi ciente de los actuales canales de transmisión. Mientras uno de éstos, actualmente, ocupa casi la totalidad del ancho de banda de 6 Mhz para transmitir un solo programa, con la tecnología digital podría emitir cinco canales a la vez o usarlo para uno, pero con alta defi nición (HDTV)

También, se podrá aprovechar mucho más el espacio total de frecuencias de emisión. Con la tecnología digital se permitirá la existencia de un canal al lado de otro sin problemas. Se hace posible la interactividad, con lo que se pueden ofrecer múltiples informaciones, muchos más servicios o sistemas diversos de telecompras, por ejemplo.

El sistema digital progresivamente ha ido ganado terreno: Los canales grandes realizan parte de su trabajo en estudios bajo este esquema. Ello, sin contar con que las señales que se envían desde los centros de transmisión a los satélites para cubrir las diferentes zonas del país ya son digitales. De hecho, las actuales transmisiones de televisión satelital DirecTV y Sky ocupan con gran éxito este sistema.

Más allá del salto tecnológico, este cambio tendrá un fuerte impacto en el mercado, sobre todo en cuanto a la orientación programática con que pasarán a operar los canales, la que será segmentada de acuerdo a temas, edad, sexo, estrato socio económico, etc., lo que provocará que la inversión publicitaria actúe de igual forma.

La televisión digital permitiría a los canales de hoy competir con la televisión por cable e incluso cobrar por algunas de las programaciones. Enfrentarán así la opción real de contar con una programación mixta, es decir, que en algún momento del día transmitan 5 programas a la vez (SDTV) y en otro sólo uno, con alta defi nición en la imagen y sonido (HDTV). Los televidentes, en tanto, tendrán que adaptarse a las nuevas condiciones. Deberán comprar equipos decodifi cadores para recibir el sistema digital; o televisores digitales. También estará la posibilidad de adquirir tarjetas para computadores que permitan usarlos como televisores.

De todos modos, para efectuar este cambio se requiere de un período de transición, en el que los actuales canales de televisión, seguramente, emitirán sus programas bajo los dos formatos (análogos y digitales). Aunque, lo más probable es que todos los canales abiertos de televisión, más temprano que tarde, sean una opción más en los sistemas del cable.

La norma en Chile

La revolución digital aún está en una etapa primaria en el mundo. Y si bien su historia tiene unos cuantos años, los expertos en el tema aseguran que todavía faltan muchas defi niciones.

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A medida que los países deciden entrar a la televisión digital se van sumando a una u otra alternativa. Las naciones europeas prefi rieron el DVB. Inglaterra fue el primer país en iniciar la transformación digital el 1998, sistema al que se sumaron Australia y Nueva Zelandia. En tanto, bajo el alero de ATSC están, naturalmente Estados Unidos, Canadá, Corea del Sur, Taiwán y Argentina. En Latinoamérica, la repartición del mercado está pendiente, salvo para Argentina.

No es de extrañar entonces que los representantes de ATSC y DVB ya hayan llegado a Chile, -escala obligada del peregrinaje comercial por el posicionamiento de nuestro país en la economía latinoamericana- resaltando las virtudes de uno y otro sistema.

Nuestras autoridades afi rman que no hay una decisión tomada acerca de cual sistema se utilizará. Insisten en que sólo se han revisado los criterios generales.

Y en lo que se refi ere a la instalación del nuevo sistema en el espectro de la radiodifusión, si bien la Subtel no ha otorgado señales al respecto, se cree que la entidad trabaja para que, mientras dure la transición trasladar ahí los canales digitales, manteniendo la banda VHF para compatibilizar los intereses de la televisión abierta, análoga, cuya muerte puede ser lenta y fatigosa, dependiendo de los giros de una voluble economía.

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En las sociedades contemporáneas, los medios masivos de comunicación son el camino más frecuente de circulación de mensajes. Esto no significa que la comunicación se establezca sólo a través de éstos, pero sí que el mayor número de referencias y situaciones que conocemos nos llega a través de ellos y no como producto de la experiencia directa. Aunque la televisión es el medio de mayor impacto e infl uencia en la historia de la humanidad, se sostiene que su sociología aún no alcanza la madurez. Efectivamente, el espíritu que parece predominar, todavía hoy, en las aproximaciones fi losófi cas o sociológicas de la televisión consiste en abrir abanicos de diálogos, establecer plataformas y proponer caminos para futuros exploradores y exploraciones.

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