Motin de La Acordada

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El Colegio De Mexico is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Historia Mexicana. http://www.jstor.org El Colegio Militar y el motín de la Acordada Author(s): Miguel A. Sanchez Lamego Source: Historia Mexicana, Vol. 10, No. 3 (Jan. - Mar., 1961), pp. 425-438 Published by: El Colegio De Mexico Stable URL: http://www.jstor.org/stable/25135058 Accessed: 15-05-2015 04:11 UTC Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at http://www.jstor.org/page/ info/about/policies/terms.jsp JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. This content downloaded from 148.206.159.132 on Fri, 15 May 2015 04:11:43 UTC All use subject to JSTOR Terms and Conditions

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articulo sobre la participación del colegio militar de la cuidad de México durante el motín de la Acordada

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    El Colegio Militar y el motn de la Acordada Author(s): Miguel A. Sanchez Lamego Source: Historia Mexicana, Vol. 10, No. 3 (Jan. - Mar., 1961), pp. 425-438Published by: El Colegio De MexicoStable URL: http://www.jstor.org/stable/25135058Accessed: 15-05-2015 04:11 UTC

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  • EL COLEGIO MILITAR Y EL MOT?N DE LA ACORDADA

    Miguel A. Sanchez Lamego Academia Nacional de Historia.

    Conocido por el general Guadalupe Victoria, presidente de la

    Rep?blica, el estado desastroso que guardaba el Colegio Mi litar, establecido desde fines del a?o de 1823 en *a fortaleza de San Carlos de Perote, por la lectura del informe rendido con fecha 29 de septiembre de 1827 por el entonces teniente coronel Ventura Mora, comandante de dicho punto fortificado

    y en consecuencia, director de aquel plantel educativo, deci di? crear un nuevo centro de instrucci?n militar que funcio nara precisamente en la capital de la Rep?blica o en sus alrededores, para que no pudiera escapar a la vigilancia di recta del presidente o del ministro de la Guerra y bajo la direcci?n de un personal competente y de capacidad indiscu tible. Atendiendo a estas razones y conociendo la preparaci?n cient?fica y militar de algunos de los componentes del cuerpo de ingenieros del ej?rcito, decidi? que el nuevo Colegio Mi litar quedara bajo el gobierno de este cuerpo militar. As? se

    hizo por decreto de fecha 5 de noviembre del a?o de 1827. Seg?n el texto de este ordenamiento, el Arma de Ingenie

    ros deber?a constituirse en nuestra patria con los tres orga nismos fundamentales siguientes: un Cuerpo de Jefes y Ofi ciales facultativos; un Cuerpo de Zapadores, Minadores y Pon toneros; y, un Colegio Militar, en el que se deber?an instruir

    y formar, no s?lo los oficiales de ingenieros, sino los de todas las otras armas del ej?rcito.

    M?s tarde, seg?n el art?culo 15 del Reglamento de esta'

    ley, cuyo documento fue expedido el 13 de marzo d?! a?o

    siguiente, se previno que el nuevo plantel de instrucci?n mi litar, deber?a establecerse "en la capital de la Rep?blica o en sus alrededores", para que el Cuerpo de Zapadores sirviera de escuela pr?ctica a los alumnos, particularmente a los que si

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  • 42? MIGUEL A. S?NCHEZ LAMEGO

    guieran la carrera de ingeniero. Dificultades de orden presu puestal impidieron la inmediata creaci?n del nuevo colegio, pero una vez iniciado el a?o fiscal 1828-1829 (el a?o fiscal se contaba en aquel tiempo, del i? de julio de un a?o al 30 de junio del siguiente), se procedi? a instalarlo por orden del i? de julio del a?o de 1828, pasando su revista de entrada preci samente el d?a 7 de agosto siguiente.

    La direcci?n del nuevo plantel correspondi? al director

    general de ingenieros en funciones, que lo era el coronel de esa arma, Ignacio de Mora y Villamil, quien procedi? desde

    luego a darle vida, proponiendo a los jefes y oficiales que deber?an constituir el profesorado. En cuanto al personal de alumnos que form? el pie veterano, qued? compuesto, se

    g?n informe del "Manual para el a?o de 1829", ^e Z??iga y Ontiveros, por cincuenta individuos entre los cadetes de los diferentes cuerpos de tropa y muy particularmente de los de la artiller?a, aspirantes a ingeniero y paisanos.

    Aun cuando el ministro de la Guerra hab?a designado el convento de los betlemitas para que all? se estableciera el fla

    mante plantel, mientras se llevaban a cabo las reparaciones y adaptaciones convenientes y necesarias para transformar el

    edificio de convento en escuela, el Colegio Militar comenz? a funcionar en el edificio de la ex-Inquisici?n, sito en la esqui na que forman las calles que llevan los nombres de Rep?blica del Brasil y Rep?blica de Venezuela, donde adem?s, funcio naba la Direcci?n General de Ingenieros.

    A pesar de la buena voluntad que pusieron los dirigentes de la cosa p?blica en aquel entonces, no cabe duda que la

    ?poca para el establecimiento del nuevo plantel militar fue mal

    elegida, pues al poco tiempo de iniciar su funcionamiento, los j?venes educandos se vieron envueltos en el torbellino y

    desenfreno propios de las guerras civiles, presenciando p?si mos ejemplos de indiciplina y deslealtad de parte de algunos jefes del ej?rcito. Bien es cierto que los acontecimientos ocu rridos en aquel entonces sirvieron para que esos bizarros ca

    detes, con su brillante y caballerosa actuaci?n en esos momen

    tos de prueba, cimentaran la tradici?n hist?rica de su plantel.

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  • EL MOT?N DE LA ACORDADA \ij En aquel mes de agosto ya citado, la pasi?n pol?tica se en

    contraba muy enconada, porque las ideas "socialistas" que se

    practicaban entonces con la m?scara de la masoner?a, hab?an

    dividido ideol?gicamente al pueblo mexicano en general y a los oficiales del ej?rcito en particular, al grado de constituir

    el pueblo entero, dos grandes partidos pol?ticos: el escoc?s o arist?crata y el yorquino o plebeyo.

    La situaci?n, ya de por s? grave, en aquel mes se hab?a agu dizado a?n, debido a la proximidad de las elecciones presiden ciales que de acuerdo con la ley deber?an tener lugar el i? de

    septiembre siguiente y en las cuales se elegir?a al substituto del general Victoria en la Presidencia de la Rep?blica, du rante el cuatrenio 1828-1832. Los candidatos m?s importantes eran: por el partido escoc?s, el general Manuel G?mez Pedraza, ministro de Guerra, en funciones en el gabinete del presidente Victoria y por el partido yorquino, el ameritado jefe insurgente, general Vicente Guerrero.

    Como estaba prevenido, las elecciones se efectuaron en la

    fecha antes dicha y antes de que se diera a conocer el c?mputo final, ya sirvieron de pretexto para que el inquieto general

    Antonio L?pez de Santa Anna, lanzara el grito de rebeli?n, "pronunci?ndose" en la ciudad de Jalapa la noche del 11 al 12 del ya citado mes de septiembre. Al frente de una parte de las tropas de la guarnici?n de esa ciudad, que logr? seducir, sali? de la poblaci?n sin ser sentido por el resto de las fuer zas, dirigi?ndose a marchas forzadas hacia el pueblo de Perote, adonde lleg? la tarde de ese mismo d?a 12 y pas? inmediata mente a ocupar la fortaleza de San Carlos, gracias a la complici dad de los oficiales de su guarnici?n. Pocos d?as despu?s, lanz? el manifiesto justificativo del movimiento rebelde, cuyo docu

    mento se conoce en la historia con el nombre de "Plan de Perote", por haber sido proclamado en este lugar. En dicho

    plan se desconoc?a la elecci?n hecha en favor del general G? mez Pedraza, exigiendo se reconociera como presidente de la

    Rep?blica al general Vicente Guerrero. Adem?s, se ped?a la inmediata expulsi?n de todos los espa?oles residentes en el

    pa?s, so pretexto de que eran los causantes de los males nacio

    nales, porque con su dinero fomentaban las revoluciones.

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  • 428 MIGUEL A. S?NCHEZ LAMEGO

    El gobierno general, al tener conocimiento de la subleva

    ci?n, dispuso que se organizara una fuerte divisi?n de ope raciones que puso bajo el mando del general Manuel Rinc?n, para que procediera a sofocar la revuelta; pero este jefe, siendo de car?cter muy cauteloso, no oper? con la prontitud que el caso requer?a, dando as? tiempo a que el movimiento rebelde fuera secundado en otros puntos de la Rep?blica, complic?n dose m?s la situaci?n.

    El general Santa Anna, que estaba sitiado en la fortaleza de

    Perote, deseoso de obtener un triunfo ruidoso, tal vez para que ello decidiera a los dem?s jefes del ej?rcito a secundar su plan revolucionario, en vista de que el general Rinc?n no daba tra zas de atacarlo, a pesar de sus constantes provocaciones, decidi?

    finalmente salir a combatir, transform?ndose de atacado en

    atacante. Al efecto, el d?a 15 del mes de octubre siguiente, sali? de la fortaleza y atac? furiosamente a las tropas gobier

    nistas en su campo de la Hacienda del Molino. La acci?n fue

    muy sangrienta y como el general rebelde no pudo expulsar de sus atrincheramientos a las tropas leales, tuvo que retirarse

    nuevamente al Castillo de San Carlos, sin siquiera conseguir que lo persiguieran las fuerzas del general Rinc?n.

    Convencido de que no lograr?a el triunfo ruidoso que bus caba y deseoso de mejorar sus condiciones, decidi? despu?s llevar la guerra a otro teatro de operaciones, y para el efecto,

    el 19 de ese mismo mes de octubre, dejando una corta guar nici?n en la fortaleza, al frente de 600 hombres se dirigi? hacia Tehuac?n, siendo seguido tard?amente por el general Rinc?n. M?s tarde, de este punto march? hacia la ciudad de

    Oaxaca, donde se hizo fuerte. Hasta all? lo sigui? el general Rinc?n y gracias a las disposiciones que adopt? este jefe, lo gr? reducirlo a solo una parte de la ciudad; pero la lentitud de sus operaciones obligaron al gobierno a substituirlo, nom brando al general Jos? Mar?a Calder?n, quien continu? las operaciones esbozadas y emprendidas por

    su antecesor.

    Mientras se desarrollaban estos acontecimientos, la revolu

    ci?n hab?a encontrado adictos y pros?litos en algunos otros

    puntos del pa?s, no escapando a esta corrupci?n, ni la guarni ci?n de la propia ciudad de M?xico. As?, la noche del 23 de

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  • EL MOT?N DE LA ACORDADA 429

    ese mismo mes de septiembre, es decir, pocos d?as despu?s que se supo la sublevaci?n del general Santa Anna, se escap? de la ciudad de M?xico, encamin?ndose rumbo a Apam, la mayor parte de la fuerza que compon?a el 40 Regimiento de Caba ller?a. El d?a 26 del mismo mes, el famoso rebelde perma

    nente, Loreto Cata?o, se pronunci? en Amecameca. El 3 de octubre siguiente, gracias a las oportunas medidas tomadas

    por el gobierno, se evit? que una parte del 8o Regimiento de Caballer?a se fugara tambi?n de la capital de la Rep?blica para unirse a los sublevados. Todav?a, en esos d?as, lanzaron

    el grito de rebeli?n: el coronel Manuel Reyes Veramendi, en la Sierra de Monte Alto y el coronel Juan Alvarez, antiguo in surgente que hab?a militado a las ?rdenes del general Gue rrero, en la poblaci?n de Acapulco.

    Sin embargo, a pesar de todos estos brotes, para fines del mes de noviembre de ese mismo a?o, la revuelta estaba casi agonizante, pues la mayor paite del ej?rcito permanec?a leal al gobierno; pero el pronunciamiento llamado de la Acor dada, ocurrido en la ciudad de M?xico, cambi? totalmente el aspecto de la situaci?n, haciendo triunfar finalmente al mo vimiento rebelde.

    La tarde del 30 de noviembre., el Batall?n de Tres Villas, una de las corporaciones de mejor historial guerrero, acaudi llada por su comandante, el coronel Santiago Garc?a, quien desempe?aba a la saz?n el servicio de Jefe de D?a; uno de los batallones c?vicos de la milicia militar que mandaba el coro nel Jos? Mar?a de la Cadena y una brigada de artiller?a c?vica, cuyo mando accidental lo ten?a el entonces capit?n Lucas Bal deras, se "pronunciaron" en la ciudad de M?xico, secundando

    el famoso "Plan de Perote". La asonada se inici? precisa mente a las 18 horas, con un disparo hecho con una pieza de artiller?a en la Inquisici?n, edificio que serv?a de cuartel a la dicha brigada de artiller?a, lo mismo que a los alumnos del

    Colegio Militar, como ya se ha dicho antes. Gran estupor caus? al presidente de la Rep?blica y a su

    ministro de Guerra esta sublevaci?n, y como por la sorpresa

    producida no se tomaron providencias inmediatas para sofo

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  • 430 MIGUEL A. S?NCHEZ LAMEGO

    caria en su nacimiento, esa misma noche las fuerzas sublevadas

    se dirigieron a ocupar los edificios llamados de la Acordada y la Ciudadela, considerando que por su capacidad, solidez y excelente situaci?n, as? como por los pertrechos que encerra

    ban, constituir?an magn?ficos puntos de apoyo. Como el pri mero de estos dos edificios sirvi? a partir de entonces, de cuartel general a los sublevados, el vulgo bautiz? esta bochor nosa revuelta, con el mote de "Revoluci?n de la Acor dada".

    Conviene recordar aqu?, en primer t?rmino, que el edificio denominado La Acordada, era una maciza edificaci?n de

    maniposter?a de piedra que hab?a venido sirviendo de c?rcel, situada en lo que hoy se llama Avenida Ju?rez, formando el tramo de esta calle que queda comprendida entre las de

    Balderas y Humboldt; y que la llamada Ciudadela, aun cuando en realidad no era una obra fortificada de este tipo, pues fue construida para servir de f?brica de puros y almac?n de tabaco, por la solidez de sus muros y techos, as? como por la gran masa de su mamposter?a, fue utilizada desde la ?poca virreinal, como dep?sito de municiones y pertrechos de guerra. En segundo t?rmino, conviene hacer constar que en aquel en tonces ambos edificios se encontraban situados en despoblado, limitando el contorno poniente de la ciudad de M?xico, pues las manzanas de casas no llegaban sino hasta la Alameda. Fi

    nalmente, en tercer lugar, que muchas de las calles que hoy existen, no se hab?an abierto aun.

    El d?a primero de diciembre, el general Jos? Mar?a Lobato, quien para entonces ya encabezaba el movimiento rebelde, en

    uni?n del se?or Lorenzo de Zavala, ex gobernador del Estado de M?xico, dirigi? desde la Acordada un ultim?tum al general Victoria, intim?ndolo para que cambiara desde luego su gabi nete ministerial, nombrando secretario de Guerra al general Guerrero y para que expulsara inmediatamente a todos los

    espa?oles residentes en la Rep?blica en el concepto de que, de no acceder a estas peticiones, se dirigir?an las tropas sublevadas hacia el Palacio Nacional para obligarlo a satisfacer sus exi

    gencias. Naturalmente, el general presidente rehus? a dar satisfac

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  • EL MOT?N DE LA ACORDADA 431

    ci?n a estas exigencias y mientras llegaban los refuerzos ya pedidos a las guarniciones de las ciudades cercanas a la capital de M?xico, como Cuernavaca, Pachuca, etc., el general G?

    mez Pedraza se aprest? a la protecci?n de la persona del Primer Mandatario, ocupando con las fuerzas leales los edifi cios que por su solidez o por su situaci?n, podr?an conside rarse como buenos puntos de apoyo para la defensa.

    As?, ante la at?nita poblaci?n civil de la ciudad de M?xico, fueron ocupados y puestos en estado de defensa por los go biernistas: el Hospital de Terceros (ubicado donde hoy se en cuentra la oficina Central de Correos), el Convento d? San

    Andr?s (donde hoy est? el edificio de la Secretar?a de Comu nicaciones), el de San Agust?n (hoy Biblioteca Nacional), las iglesias de la Santa Veracruz, de San Francisco, del Colegio de

    Ni?as y de la Profesa, el Colegio de Miner?a, la Catedral y otros edificios m?s. Por otra parte, fueron cubiertas, con sacos

    terreros u objetos similares, las bocacalles que conduc?an hacia la plaza de armas, conocida vulgarmente con el nombre de "z?calo". En resumen, se ocuparon los edificios altos de la

    parte central de la ciudad, tratando de cubrir ?l Palacio Na cional y se barricaron las avenidas de la Acordada y die la C?u^ dadela, constituy?ndose adem?s una reserva de tropas, qu? fue establecida en los patios del Palacio.

    Por ser domingo el d?a 30 de noviembre, fecha de l? Suble vaci?n, la mayor parte de los educandos del Colegi? Militar andaban fuera, de suerte que solamente presenciaron la aso

    nada, aquellos cadetes que estaban de servicio o quienes de manera accidental se hab?an quedado en el plantel. Sin arries garse a tomar parte en el "cuartelazo", cuando l? Brigada de

    Artiller?a del capit?n Balderas abandon? el punto para diri

    girse hacia la Ciudadela, ese corto personal de alumnos corno a presentarse al Palacio Nacional, poni?ndose a las ?rdenes del

    ministro de la Guerra. Mientras tanto, el capit?n de zapadores, Pedro Marcial

    Guerra, quien fung?a como comandante de la compa??a d? alumnos del Colegio Militar, se present? tambi?n en Palacio, poni?ndose a la cabeza del grupo de cadetes que all? se encon

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  • 432 MIGUEL A. S?NCHEZ LAM EGO

    traban, quienes pasaron la noche en los corredores del Palacio, en vivac de alarma.

    Al d?a siguiente, es decir el i? de diciembre, cuando fueron destinadas las tropas leales para cubrir los puntos que el go bierno consideraba como de alg?n valor t?ctico, la compa??a

    de alumnos, que para entonces ya ten?a su personal completo,

    pues se hab?an estado presentando todos los que estaban "fran

    cos", fue destinada a cubrir el servicio de guardia de la puerta de honor del Palacio Nacional, formando parte de la reserva

    que se puso a las ?rdenes del teniente coronel Ignacio Incl?n, comandante del Batall?n Activo de Toluca. Esta medida fue dictada por el general G?mez Pedraza, seguramente porque tom? en consideraci?n que de los 50 alumnos existentes en el

    plantel, solamente 11 eran "paisanos", es decir, de procedencia

    civil, en tanto que los 39 restantes eran ya militares, pues te n?an el grado de cadete y pertenec?an a las diferentes corpora ciones que compon?an entonces el ej?rcito nacional.

    A consecuencia de la disposici?n anterior, los alumnos re levaron la guardia de la puerta de honor que estaba propor cionada por personal del Batall?n Activo de Toluca, y ese d?a

    y los subsiguientes, su personal cubri? el servicio con toda

    eficacia, llegando a desempe?ar algunas otras comisiones de

    mayor riesgo, como se ver? en los p?rrafos subsecuentes.

    Ese d?a i? de diciembre, transcurri? sin incidente notable,

    excepto que el general Vicente Filisola, comandante general del Estado y Distrito de M?xico, tom? el mando de todas las

    tropas gobiernistas, inmediatamente despu?s de su arribo a la ciudad de M?xico, procedente de Tlalpan, donde hab?a mar

    xhado con algunas fuerzas pocos d?as antes, pasando las tropas ?de cada bando a ocupar las posiciones que a su juicio eran im?s

    ventajosas, en tanto se cambiaban algunos oficios entre los jefes disidentes y el gobierno, trat?ndose de arreglar la cosa sin derramamiento de sangre.

    Como no se lleg? a ning?n acuerdo pacifista, al d?a siguien te 2 de diciembre, los pronunciados rompieron las hostili dades tomando la iniciativa de las operaciones. Un poco

    despu?s de las 12 horas, se lanz? el primer disparo de ca??n desde la Acordada dirigido contra el Palacio Nacional, siendo

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  • EL MOT?N DE LA ACORDADA 433

    contestado inmediatamente por las bater?as gobiernistas, en tabl?ndose desde entonces un vivo ca?oneo que no rebaj? de intensidad sino hasta unas dos horas despu?s para reanudarse

    de las 16 a las 18 horas, momento a partir del cual decreci?

    poco a poco hasta acallarse al cerrar la noche. Gran n?mero

    de proyectiles de artiller?a tocaron el Palacio Nacional, as? como algunos de los edificios ocupados por las tropas leales, causando con las explosiones algunos muertos y heridos en

    tre los defensores y deterioros en los edificios. Al amanecer del d?a 3, se renovaron los fuegos de artille

    r?a con gran intensidad, caus?ndose mayores estragos a?n que el d?a anterior y despu?s de este nutrido ca?oneo, creyendo los revoltosos que la preparaci?n de artiller?a era suficiente, lanzaron sus columnas de ataque. La primera, partiendo de la Acordada, se dirigi? hacia la actual calle de Francisco I.

    Madero, siendo detenida por los defensores del Convento de San Francisco y contraatacados m?s tarde por la reserva al

    mando del teniente coronel Incl?n, quien combati? furiosa mente con ellos en la Alameda, oblig?ndolos a encerrarse nue

    vamente en la Acordada. La segunda, partiendo de la Ciuda dela, se dirigi? hacia el z?calo por las calles que actualmente

    llevan el nombre de Venustiano Carranza, viniendo a chocar contra los gobiernistas que ocupaban la iglesia del Colegio de Ni?as (esquina de V. Carranza y Bol?var), quienes logra ron rechazar el ataque, haciendo retroceder a los facciosos y

    quit?ndoles una pieza de artiller?a. Despu?s de este fracasado intento, el fuego decreci? por ambas partes hasta cesar com

    pletamente al caer la noche.

    A pesar del doble triunfo gobiernista del d?a 3, la moral de los sublevados era mejor cada hora que pasaba, debido a que cada momento se presentaban nuevos contingentes secun

    dando el movimiento (el 8o Regimiento de Caballer?a se uni? a los sublevados el d?a i?), en tanto que la moral de los leales estaba deprimida, porque prev?an una larga lucha de barrica

    das, ya que ni el general Filisola, ni el ministro de la Guerra, ni el general Victoria, se decid?an por emprender un ataque decisivo.

    Tal vez previendo el desenlace que tendr?a la asonada, el

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  • 434 MIGUEL A. S?NCHEZ LAMEGO

    general G?mez Pedraza, manzana de la discordia de la revo luci?n, la noche del 3 al 4 de diciembre renunci? a su cargo

    de ministro de la Guerra, huyendo desde luego de la ciudad de M?xico y dirigi?ndose hacia el Estado de Jalisco, con lo que agrav? a?n m?s la situaci?n moral de los gobiernistas. La des

    cripci?n de la situaci?n, as? como la narraci?n de los aconteci mientos que siguieron, las expone magistralmente un testigo ocular, el general D. Jos? Mar?a Tornel y Mendivil, en su obra titulada: Breve rese?a hist?rica de los acontecimientos m?s no tables de la Naci?n Mexicana, desde 1821 hasta nuestros d?as;

    del cual me permito copiar a continuaci?n, algunos de sus

    p?rrafos:

    Muy de ma?ana, en el d?a 4, se divulg? en Palacio y en seguida en toda la ciudad, la fuga del general G?mez Pedraza y como era

    natural, el desaliento, la confusi?n y el desorden, se manifestaron

    inequivocadamente en las tropas del gobierno, a la vez que los*

    sublevados celebraron con gritos de alegr?a un suceso que les anun

    ciaba la mayor probabilidad de su victoria. El presidente y e>

    general Filisola dispusieron que se rompieran de nuevo los fuegos,, a fin de desvanecer impresi?n tan desventajosa y fueron correspon didos con vigor, multiplic?ndose las v?ctimas y los desastres.

    Tratando de aprovechar el desconcierto reinante entre las tropas leales, los pronunciados emprendieron un nuevo ataque, siendo

    acompa?adas las tropas por un gran n?mero de gente del pueblo que los estimulaba con sus gritos...

    Fueron recibidos con serenidad por los defensores, pero sin sa

    berse ni c?mo, ni porqu?, el Hospital de Terceros, el Colegio de Miner?a y otros edificios fueron de repente abandonados. Muy

    regular fue la defensa del Convento de San Francisco y heroica la resistencia que opuso la guarnici?n del Convento de San Agust?n, pero al fin las fuerzas rebeldes lograron progresar hacia la Plaza de Armas...

    Viendo el General Victoria el progreso realizado por el ene

    migo, como aquello de las 12 horas, orden? que se concentraran

    todas las fuerzas disponibles en el "z?calo", cubri?ndose las bocacalles de Plateros (hoy Francisco I. Madero), del Arquillo (hoy Avenida del 5 de Mayo), de Tlapaleros (hoy 16 de Sep tiembre), de la Monterilla (hoy ia del 5 de Febrero) y del

    Pasaje de la Diputaci?n (hoy primer tramo de la Avenida 20

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  • EL MOT?N DE LA ACORDADA 435 de Noviembre), siendo enviado alg?n personal del Colegio Militar para hacer los trabajos relativos a la barricada estable cida en la primera de estas bocacalles, lo que ejecutaron los cadetes bajo el fuego del enemigo, estando a las ?rdenes di rectas del capit?n Pedro Marcial Guerra.

    Antes de que se concluyeran estos trabajos, las fuerzas disi dentes se lanzaron al ataque de las barricadas, ocup?ndolas con relativa facilidad, por lo que las pocas tropas que a?n perma nec?an leales al gobierno (300 ? 400 hombres), entre los que se contaban los alumnos del Colegio Militar, fueron concen tradas en el Palacio y en el edificio de la Universidad.

    El general Lobato, al frente de una columna, hizo irrup ci?n a la plaza de Armas por la calle del Arquillo, emplazando desde luego una pieza de artiller?a con la que empez? a batir la puerta principal del Palacio; mientras que otra columna re

    belde desemboc? por el Pasaje de la Diputaci?n, despu?s de ocupar la iglesia de San Bernardo. Ambas tropas ven?an acom

    pa?adas de una inmensa chusma de gente del pueblo que lanzaba gritos ensordecedores.

    El general Victoria consider?, a partir de aquel momento,

    que la cosa estaba perdida por completo, por lo que envi? inmediatamente al coronel Jos? Mar?a Tornel para que ha

    blara con el general Lobato a efecto de obtener un armisticio, sobre la base de salvar la vida de los defensores del gobierno concentrados en Palacio y en la Universidad. Como a las 15 ho ras, el fuego se suspendi?, vi?ndose obligado el presidente a

    dirigirse a la Acordada para conferenciar con el se?or Zavala, desencaden?ndose en aquellos momentos la furia de la plebe, cuyos individuos se dieron a saquear e incendiar las tiendas

    que se hallaban en el Pari?n, edificio que ocupaba una buena

    parte de la zona sur de la actual Plaza de la Constituci?n. Este pasaje de la asonada, lo relata en los t?rminos siguientes el se?or Jos? Mar?a Tornel en su obra ya citada:

    Mientras el General Victoria atravesaba a caballo las calles de

    San Francisco, numerosos grupos de insolente plebe forzaba las

    puertas del Pari?n, sin defensa alguna, desde que el general Filisola

    huy? con unos cuantos dragones en direcci?n de Puebla. Entonces comenz? el saqueo del edificio, o ll?mese bazar, que

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  • 436 MIGUEL A. S?NCHEZ LAMEGO

    por m?s de un siglo fue el emporio del comercio de Nueva Es

    pa?a y que, aun en su estado de decadencia encerraba un valor en numerario y efectos, que hac?an subir a la enorme suma de dos y

    medio millones de pesos... El empe?o en azuzar al pueblo contra los espa?oles, hab?a producido sus efectos, y como eran ellos los

    propietarios del mayor n?mero de los cajones del Par?an, f?cil fue a los instigadores marcarlos como bot?n de la inmoral guerra de

    que era presa la infeliz ciudad...

    Este saqueo fue reprimido m?s tarde por las propias fuer zas sublevadas, pero todav?a el d?a 5 "una parte del Par?an esta ba ardiendo y el resto era la viva imagen de la desolaci?n.

    A consecuencia de las pl?ticas habidas, el general Victoria se pleg? a las exigencias de los rebeldes, por lo que rindieron sus armas las tropas defensoras, pasando ese mismo d?a 4 a

    acuartelarse en sus respectivos alojamientos. El d?a 8, el general Guerrero fue nombrado ministro de la Guerra en

    lugar del general G?mez Pedraza; pero siete d?as despu?s fue sustituido por el general Francisco Moctezuma, logr?n dose restablecer completamente el orden en la ciudad hasta fines del mes.

    El general Filisola, que hab?a huido a Puebla abandonando al presidente de la Rep?blica, como ya se dijo antes, a pesar de haber recibido orden de ?ste de no ejecutar acciones en contra del Gobierno, de acuerdo con el comandante general del Estado de Puebla, general Melchor M?zquiz, procedi? a

    organizar una columna de tropas para enviarla contra los pro

    nunciados de la capital, tratando de libertar al general Victo

    ria, a quien consideraba estar en calidad de prisionero de los rebeldes. Sabedor de ?sto el general presidente, despu?s de nombrar al general Lobato comandante general del Estado y Distrito de M?xico, en substituci?n del general Filisola, lo en vi? con una fuerte divisi?n de tropas a Chalco, para all? cortar el avance de los generales Filisola y M?zquiz, en caso de que ?stos se dirigieran hacia la capital de M?xico.

    Seg?n lo antes dicho, todo parec?a indicar como que la

    guerra se prolongar?a a?n, pero la noche del 24 de ese mes

    de diciembre, el 70 Regimiento de Caballer?a, con el que hab?a marchado desde M?xico el general Filisola, se pronunci? por

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  • EL MOT?N DE LA ACORDADA 437

    el "Plan de Perote" y al d?a siguiente todo el resto de las fuerzas de la guarnici?n de Puebla secundaba el movimiento, poniendo presos a los generales Filisola y M?zquiz.

    A partir de entonces el movimiento revolucionario cundi?

    como reguero de p?lvora entre las otras corporaciones del

    ej?rcito, llegando hasta las filas de la divisi?n del general Cal der?n, quien a consecuencia de los sucesos de Puebla, se vio en la necesidad de levantar el sitio de Oaxaca, repleg?ndose hacia Puebla, en tanto que el general Santa Anna, gozoso por el triunfo de su tenacidad, se dirigi? a Jalapa para tomar nue vamente posesi?n de su cargo de vicegobernador del Estado de

    Veracruz.

    D?as m?s tarde, al finalizar el mes, el movimiento revolu

    cionario se esparci? por todo el resto del pa?s, inici?ndose el a?o de 1829, con una completa paz nacional y concluyendo la llamada "Revoluci?n de la Acordada". En enero del ci tado a?o de 1829, e* Congreso declar? presidente de la Rep?

    blica al general Guerrero y vicepresidente al general Anastasio Bustamante, quienes tomaron posesi?n de sus cargos el mes

    de abril siguiente. As? termin? ese movimiento rebelde que puede considerarse como el primer "cuartelazo efectivo" ocu

    rrido en la ciudad de M?xico, el cual cost?, seg?n relatos de la

    ?poca, unos 2 000 hombres, entre muertos y heridos y cerca

    de $ 2 000 000 00 de p?rdidas. Por su parte, los alumnos del Colegio Militar, despu?s de

    haber combatido desde las ventanas y azoteas del Palacio Na cional hasta las 15 horas del d?a 4 de diciembre, fueron acuar telados en su edificio de la ex-Inquisici?n, seg?n consta en la

    copia del oficio siguiente, cuyo original se haya en el Archivo Hist?rico de la Secretar?a de la Defensa Nacional, permane ciendo en su cuartel el resto del mes sin ning?n incidente, reanudando sus actividades estudiantiles en los primeros d?as

    del mes de enero del siguiente a?o. El oficio a que antes hemos hecho referencia, dice as?:

    Direcci?n General de Ingenieros. Exmo. Sor. Los Oficiales de Ingenieros y los alumnos del Colegio Militar,

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  • 438 MIGUEL A. S?NCHEZ LAME GO

    seg?n las ?rdenes que se han comunicado de la Plaza, est?n presen tados en el Cuartel; y lo comunico a V.E. para el debido conoci

    miento del Sor. Presidente. Dios y Libertad.

    M?gico, diciembre 5 de 1828.

    Ignacio de Mora.? (R?brica) Exmo. Sor. Ministro de la Guerra.

    Seg?n el "Manual" de Z??iga y Ontiveros, para el a?o de

    1829, en e* novel Colegio Militar exist?an, seguramente en di ciembre del a?o anterior, 64 alumnos (6 Tenientes, 8 Subte nientes, 39 Aspirantes y 11 paisanos), los cuales tuvieron que haber tomado parte en el hecho que se ha narrado.

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    Article Contentsp. [425]p. 426p. 427p. 428p. 429p. 430p. 431p. 432p. 433p. 434p. 435p. 436p. 437p. 438

    Issue Table of ContentsHistoria Mexicana, Vol. 10, No. 3 (Jan. - Mar., 1961), pp. 361-532Front MatterHistoriografa del Mxico independiente [pp. 361-412]Monterrey preindustrial [pp. 413-424]El Colegio Militar y el motn de la Acordada [pp. 425-438]Proceso y situacin actual de la reforma agraria [pp. 439-460]TestimoniosMinero y apaciguador de nmadas [pp. 461-469]La vida rural en Yucatn en 1914 [pp. 470-483]

    Examen de LibrosReview: Por el mal camino del derecho [pp. 484-485]Review: Tres folletos de divulgacin histrica [pp. 485-488]Review: Imgenes de Humboldt [pp. 488-491]Review: Gorostiza destrozado [pp. 491-493]Review: En recuerdo de Prescott [pp. 493-497]Review: Diplomacia porfiriana [pp. 497-501]Review: La vuelta de los braceros [pp. 501-506]Review: La Revolucin y sus hombres [pp. 507-508]

    Examen de ArchivosDocumentos mexicanos en Austria [pp. 509-526]La Revolucin en Relaciones [pp. 526-532]