Alboroto y Motin en Mexico Una Noche Triste Criolla

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Alboroto y motín de México: Una noche triste criolla Author(s): Kathleen Ross Source: Hispanic Review, Vol. 56, No. 2 (Spring, 1988), pp. 181-190 Published by: University of Pennsylvania Press Stable URL: http://www.jstor.org/stable/473222 . Accessed: 21/05/2011 09:32 Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of JSTOR's Terms and Conditions of Use, available at . http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp. JSTOR's Terms and Conditions of Use provides, in part, that unless you have obtained prior permission, you may not download an entire issue of a journal or multiple copies of articles, and you may use content in the JSTOR archive only for your personal, non-commercial use. Please contact the publisher regarding any further use of this work. Publisher contact information may be obtained at . http://www.jstor.org/action/showPublisher?publisherCode=upenn. . Each copy of any part of a JSTOR transmission must contain the same copyright notice that appears on the screen or printed page of such transmission. JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. University of Pennsylvania Press is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Hispanic Review. http://www.jstor.org

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Alboroto y motín de México: Una noche triste criollaAuthor(s): Kathleen RossSource: Hispanic Review, Vol. 56, No. 2 (Spring, 1988), pp. 181-190Published by: University of Pennsylvania PressStable URL: http://www.jstor.org/stable/473222 .Accessed: 21/05/2011 09:32

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ALBOROTO Y MOTIN DE MIXICO: UNA NOCHE TRISTE CRIOLLA

KATHLEEN ROSS Duke University

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NTRE los especialistas de literatura colonial hispanoamericana, es ya casi un lugar comfin de- cir que la crisis ret6rica engendrada por el des- cubrimiento de Am6rica obligaba a los que es- cribirian "historia" a emplear antiguas figuras de una manera nueva.' Historiografia y ret6rica juntas se transforman porque la verdad que ha-

bia que narrar era nueva, y de un mundo nuevo. Durante la 6poca colonial el caricter est6tico de la escritura de Indias entraba a menudo en conflicto con la historiografia, y es precisamente esta tensi6n la que crea los textos literarios que leemos hoy dia. Una manera posible de aproximarnos a este dilema seria la lectura de un solo texto, con el prop6sito de desatar los varios discursos y estrategias ret6ricas que lo componen. Otro enfoque, el que desa- rrollo en el presente trabajo, abarca una dialectica mas amplia: la de la literatura criolla del siglo xvII novohispano en dialogo a su vez con las cr6nicas de la conquista. A trav6s de un analisis en estos textos de la ret6rica literaria contrastada con la hist6rica, veremos c6mo la literatura mexicana cambiaba a lo largo de dos siglos de colonizaci6n espaniola, y c6mo se preparaba para narrar la pr6xima nueva historia del siglo xviii.

1 Sobre el papel de la ret6rica en la escritura de la epoca colonial, ver Gonzalez- Echevarria, Gonzilez-Perez, y Mignolo. Quisiera reconocerles a los dos primeros y a Eduarda Lillo-Moro su gran ayuda en la preparaci6n de este trabajo.

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Como ejemplo de las cr6nicas de la conquista, tomo un texto muy conocido: las Cartas de relacion de Hernan Cortes, especifi- camente la relaci6n en la "Carta segunda" (fechada el 30 de octubre de 1520) donde se narra la derrota de los espafioles en Tenochtitlan en lo que se ha denominado la "noche triste." De la literatura criolla, me referire a Alboroto y motin de M6xico del 8 de junio de 1692 de Carlos de Sigfienza y G6ngora, texto sobre el cual hacen falta unas palabras de introduccion.

Sigiienza y G6ngora, quien junto a Sor Juana fue una de las estrellas del panorama intelectual novohispano, escribi6 libros cuyo titulo, segfin el juicio de nada menos que Jose Lezama Lima, "tiene de poema y de simpatia ganada por anticipado" (38). Alboroto y motin de MIxico, tambien conocido como la "Carta dirigida al Al- mirante Pez," claramente no se queda a la zaga por su extrafieza a otros de Sigiienza, tales como Oriental planeta, Mercurio volante, o Primavera indiana.2 A pesar de la risa que el titulo de la "Carta" puede provocar, su tema no es nada c6mico. En junio de 1691, em- pez6 una cadena de catastrofes naturales en la ciudad de Mexico que culminaria un afio despues en un motin serio y destructor. Una copiosa lluvia cae en las montafias al oeste de la ciudad, causando inundaciones que destruyen todo lo que encuentran en su camino. Esto ocurria mientras se celebraban las segundas nupcias del rey don Carlos II con corridas de toros y mucha ceremonia; la coinci- dencia de estos dos eventos ocasiona el comentario inspirado de Sigiienza de que "ya esta dicho que se agu6 la fiesta" (111). El diez de julio, comienza otra lluvia que cae sin interrupci6n por doce dias. Despues del diluvio sigue una humedad espesa y no se ve el sol por las muchas nubes; el dia 23 de agosto un eclipse de sol total deja la ciudad en tinieblas durante siete minutos. El trigo queda arruinado por una plaga de insectos, el maiz no madura por la humedad, y aunque se mantiene siempre una provisi6n minima a trav6s de costosos envios desde las provincias, con el tiempo no puede seguirse explotando ese mercado. Ya para mayo de 1692, la situaci6n es grave, y el siete de junio estalla por fin una rebeli6n

2 Irving Leonard, gran pionero y erudito del campo de las letras coloniales, y en cierto sentido "inventor" del Sigiienza y G6ngora que conocemos actualmente, prepar6 la primera edici6n de la "Carta" bajo el titulo Alboroto y motin en 1932. Citamos aqui de la edici6n modernizada de 1972 que aparece en la lista de obras citadas. El texto esta incluido tambien en la edici6n de Bryant, que ademas contiene la bibliografia mas al dia de las obras del escritor criollo.

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ante la escasez de alimentaci6n. Las indias que habian ido a comprar maiz en el mercado se sublevan, y un latigazo a una de ellas con el fin de mantener el orden provoca un motin general.

Durante la noche siguiente, gran parte del Z6calo es quemada y saqueada. Otros grupos se juntan a los indios en la rebeli6n: negros, mulatos, y espafioles de la clase baja. El virrey se refugia en un monasterio; los soldados del gobierno disparan a la muche- dumbre que les aventaja en nuimero; finalmente con la llegada de tropas auxiliares la violencia va cesando. Al dia siguiente los re- beldes son apaciguados con unas raciones de trigo y maiz traidas apresuradamente desde las provincias, y en las semanas que siguen muchos participantes mueren fusilados, quemados, azotados, o ahorcados; asi es restablecido el orden.

Sigiienza y G6ngora narra estos sucesos con un estilo caracte- risticamente detallado e hiperb61ico. Despues de una breve salu- taci6n, la carta empieza asi: "Ser inseparable compafiera de la ale- gria la tristeza, de la felicidad el infortunio, y de la risa el llanto, es verdad tan irrefragable que, no s6lo con voz entera nos la pro- ponen las historias todas, sino que practicamente lo advertimos cada dia en los sucesos humanos" (97). Claramente, esta carta- relaci6n, con sus oximoros barrocos, se propone una narraci6n del alboroto dentro del contexto de otros eventos hist6ricos, particu- larmente aquellos que-desde la perspectiva europea-tuvieron consecuencias tragicas. En seguida veremos las implicaciones que esta perspectiva tiene para la estructura del texto de Sigfienza; antes, es preciso examinar el aspecto que es a un tiempo el mas destacado y el mis s6rdido de la carta. En 1942, Ram6n Iglesia toma nota del odio y del menosprecio expresados aqui por Sigfienza y G6ngora hacia los indios, concluyendo que el interns del criollo por su tema es puramente intelectual. Otros criticos, entre ellos Jaime Delgado, rapidamente defendieron a Sigiienza, sefialando que a los criollos les era necesario someter a los indios para afirmar su propia identidad como clase distinta a los espafioles peninsulares, y que juzgar a Sigfienza por criterios morales modernos era injusto.

Sin embargo, auin cuando se compara esta obra con otras del mismo autor, el lenguaje francamente virulento que usa en las descripciones de los indios-que durante largos afios le habian ser- vido como enfoque principal de su investigaci6n-es notable. Un solo ejemplo bastard para demostrar las ideas extremas lanzadas en Alboroto y motin: "Los que mas instaban en estas quejas eran

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los indios, gente la mas ingrata, desconocida, quejumbrosa y in- quieta que Dios cri6, la mas favorecida con privilegios y a cuyo abrigo se arroja a iniquidades y sinrazones, y las consigue. No quiero proseguir cuanto aqui me dicta el sentimiento, acordandome de lo que vi y de lo que oi la noche del dia ocho de junio" (137).

Los posibles motivos psicol6gicos y sociol6gicos para tal actitud serian de por si un tema sugestivo, pero no caben dentro del presente estudio. Antes quisiera proponer una lectura de Alboroto y motin de Mdxico que considere un subtexto que aparece a lo largo de su descripci6n de la revuelta: la relaci6n que nos ha dejado Cortes de la "noche triste."

La "Carta segunda" se manifiesta como parte del texto de Si- giienza de la manera mas obvia: se la cita varias veces. Mientras se excavaba una acequia nueva, escribe el criollo, son halladas gran cantidad de cosas relacionadas con los ritos religiosos indigenas, entre ellas figuritas de barro representando a espafioles atravesadas de cuchillos o de lanzas. Cuando el Virrey y el Arzobispo le piden que explique el significado de las figuras, Siguienza recuerda:

respondi ser prueba real de lo que en extremo nos aborrecen los indios y muestra de lo que desean con ansia a los espafioles, porque, como en aquel lugar fue desbaratado el Marques del Valle cuando en la noche del dia diez de julio del afio de mil quinientos y veinte se sali6 de M6xico y, segfin consta de sus historias, se lo dedicaron a su mayor dios (que es el de las guerras) como ominoso para nosotros y para ellos feliz; no habiendoseles olvidado aiin, en estos tiempos sus supersticiones antiguas, arrojan alli, en su retrato, a quien aborrecen, para que, como pereci6 en aquella acequia y en aquel tiempo tanto espaliol, le suceda tambien a los que alli maldi- cen. (139)

La identificaci6n total de criollo con espafiol llama la atenci6n, especialmente si pensamos que en otros libros Sigfienza frecuente- mente expresaba un americanismo ya muy desarrollado.3 Sin em- bargo para relatar esta narrativa todas las clases europeas se unen frente al enemigo amenazador y numeroso; en el texto, esto quiere decir que el alboroto mexicano Ilega a ser la recreaci6n que hace

3 Una de las mas fuertes muestras de tal sentimiento se encuentra en el primer capitulo de Parayso Occidental, cr6nica de la fundaci6n del mexicano Convento de

Jesfis Maria, donde las virgenes "vestales" de Tenochtitlan sustituyen a las de Roma como ejemplo de castidad; para un andlisis de este texto, ver Ross. Tambien se destaca el Teatro de virtudes politicas que constituyen a un principe, sobre el cual escribe Paz (193-211).

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Sigiienza de la historia de Cortes, aunque con un desenlace dife- rente.

Durante la batalla misma, Cortes entra en la narrativa de Si- giienza como una suerte de heroe de tiempos antiguos, como se ve en la cita siguiente: "Trajan desnudas sus espadas los espafioles, y viendo lo mismo que alli me tenia suspenso, se detenian; pero los negros, los mulatos, y todo lo que es plebe gritando, 'iMuera el virrey!,' y los indios, 'iMueran los espafioles y gachupines!,' y ex- hortandose unos a otros a tener valor, supuesto que ya no habia otro Cortes que los sujetase, se arrojaban a la plaza a acompafiar a los otros y a tirar piedras" (152). N6tese aqui que el derrotado de aquella noche de 1520 se ha convertido en el honrado simbolo de la fuerza y el poder. Es esta una reescritura conveniente que permite a Sigiienza formular su historia conforme a la de Cortes, y resultar ganador al final. Vemos aqui otra manera mas sutil para la que la "Carta segunda" sirve como subtexto a Alboroto y motin: el "yo" de Sigtienza, al identificarse plenamente con el de Cortes, desempefia las hazafias de este, aunque como hombre de letras y no de armas. Sigtienza era poco conocido por su modestia, y su propia relaci6n de lo que hizo durante la revuelta no fue una ex- cepcion a esta regla: "excusar. ... referirme nudamente lo mucho que, sin hacer refleja a mi estado, hice espontanea y graciosamente y sin mirar al premio, cuando, ya con una barreta, ya con una hacha, cortando vigas, apalancando puertas, por mi industria se le quitaron al fuego de entre las manos . . . tribunales enteros, y de la Ciudad su mejor archivo" (164).

Al rescatar del fuego el mayor archivo de Mexico, Sigiienza salva a la historia, la historia "escrita," la de los conquistadores. Podemos comparar esto con la narracion que hace Cortes de su propio heroismo en la huida de Tenochtitlan: "Y cuando llegue a la postrera puente de hacia la ciudad halle a todos los de caballo que conmigo iban caidos en ella, y un caballo suelto. Por manera que yo no pude pasar, y me fue forzado de revolver solo contra mis enemigos y con aquello fice tanto de lugar para que los caballos pudiesen pasar" (94).

Espada en mano, Cortes arrasa a cualquiera que le impida la salida. Sigiienza utiliza su hacha para conservar intactos los do- cumentos que justifican la conquista que efectu6 Cortes, o sea, la historia de la dominaci6n y cristianizaci6n de Mexico. El heroismo del criollo, entonces, no es menos significativo que el del espafiol,

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ya que el rescate de la historia es un verdadero acto a favor de la civilizaci6n, seguin la concebian ambos grupos.

De esta manera, el subtexto que es la "Carta segunda" forma parte de la estructura de Alboroto y motin como trasfondo hist6rico al igual que sirve de modelo para las acciones del propio Sigiienza. Al hacer referencia a la noche triste, Sigiienza sitia los sucesos de 1692 en una perspectiva hist6rica, y su papel personal en un contexto heroico. Al mismo tiempo su posici6n como intelectual criollo y heredero de la tradici6n europea queda aclarada.

La lectura de Alboroto y motin de Mixico como texto literario nos sugiere a su vez otro aspecto de su conexi6n con la "Carta segunda": la cuesti6n del lenguaje y de la ret6rica. Aunque es evi- dente que la relaci6n de Cort6s anima la de Sigiienza a lo largo de sus piginas, los dos textos se apartan dentro de la narraci6n misma. Podemos analizar, por ejemplo, las dos descripciones iniciales de la escena del combate. Primero, la de Cortes, cuando a su vuelta a Tenochtitlin, encuentra a la ciudad en plena sublevacion:

da sobre nosotros tanta multitud de gente por todas partes que ni las calles ni las azoteas se parecian con gente; la cual venia con los mayores alaridos y grita mas espantable que en el mundo se puede pensar; y eran tantas las piedras que echaban, que no parecia sino que el cielo las llovia, e las flechas y tiraderas eran tantas, que todas las paredes y patios estaban l1enos, que casi no podiamos andar con ellas . . . E nosotros matamos pocos dellos, porque se nos acogia de la otra parte de las puentes, y desde las azoteas y terrados nos hacian dafio con piedras, de las cuales ganamos algunas y quemamos. (88)

Veamos ahora a Sigfienza, quien al abrir las ventanas de su tranquilo estudio se sorprende ante una visi6n de pinico, y se lanza a la calle:

Llegue en un instante a la esquina de Providencia, y, sin atreverme a pasar adelante me quede at6nito. Era tan extremo tanta la gente, no s6lo de indios sino de todas castas, tan desentonados los gritos y el alarido, tan espesa la tempestad de piedras que 1lovia sobre el Palacio, que excedia el ruido que hacian en las puertas y en las ventanas al de mas de cien cajas de guerra que se tocasen juntas; de los que no tiraban, que no eran pocos, unos tremolaban sus mantas como banderas y otros arrojaban al aire sus sombreros y burlaban otros; a todos les administraban piedras las indias con diligencia extrafia; y eran entonces las seis y media. (151)

Las dos escenas resultan admirablemente semejantes, con las multitudes y el ruido y la cantidad de piedras. Cortes escribe como

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un militar informando a su soberano del estado de una guerra, y como soldado del siglo xvI cuya relaci6n evidenciaria su lealtad a la Corona. La narraci6n en primera persona del plural reafirma su posici6n de mando. Sigiienza, por otro lado, es un historiador profesional que escribe 170 anios mis tarde, y cuyo punto de vista intensamente personal le induce a adornar el relato con detalles tales como la composici6n racial del grupo o sus expresiones es-

pont6neas de hostilidad frustrada. Es necesario sefialar aqui la importancia del lenguaje para el texto criollo. Sigiienza cita direc- tamente a los rebeldes, algo que no aparece en la relaci6n de Cort6s. Desde luego, en 1520 virtualmente todos los mexicanos nativos hablaban idiomas indigenas; ya en 1692, algunos de la capital se comunicarian en espaniol tambi6n. Sigiienza decide describir lo que oye de la manera siguiente: "'iEa, senioras!,' se decian las indias en su lengua unas a otras, 'vamos con alegria a esta guerra y, como quiera Dios que se acaben en ella los espaiioles, ino importa que nos muramos sin confesi6n! ZNo es nuestra esta tierra? Pues Zqu6 quieren en ella los espanioles?' " (152).

Sigiienza, como historiador barroco, escribe tambi6n como traductor. Al dar parte al Almirante Pez de los sucesos, debe incluir la diferencia del lenguaje, el tejido que las palabras trazaban en el aire de la plaza aquella noche. La traducci6n afiade otra etapa a su relaci6n, y su posible falta de precisi6n da un toque imaginativo al relato. Como escritor del Barroco de Indias, Sigiienza se siente atraido por el exceso. Octavio Paz ha observado que, "en el siglo xviI la est6tica de la extranieza expres6 con una suerte de arrebato la extranieza que era ser criollo" (86). Es esa vida tan extrania la que narra Sigiienza con su adornado relato.

La narraci6n de Cortes tambien se adorna con exageraciones, particularmente al citar los numerosos enemigos que se opusieron al conquistador y sus soldados. Tenemos por ejemplo esta descrip- ci6n de la toma de una fortaleza india: "Y crea vuestra sacra ma- gestad que fue tanto ganalles esta torre, que si Dios no les quebrara las alas, bastaban veinte dellos para resistir la subida a mil hombres, como quiera que pelearon muy valientemente hasta que murieron" (92). Irving Leonard demuestra en su conocida obra Books of the Brave cuan fuerte fue la influencia de los libros de caballerias en el lenguaje usado por los cronistas de Indias. Por extensi6n, esa tradici6n se remonta a su vez a la poesia 6pica; es decir, leer a Cort6s derrotando a los indios nos sugiere la imagen

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del Cid, matando a miles de moros. Cortes queria escribir un do- cumento legal y veridico para presentar sus acciones al Rey; sin embargo, las palabras que le surgen son las de la imaginaci6n lite- raria. De esta manera, resulta el encuentro violento de discursos que produce la cronica.

Ya para Sigiienza y G6ngora, la situaci6n era distinta. Sus mo- delos son no solamente los clasicos antiguos y la historiografia renacentista, sino tambien las mismas cr6nicas de la conquista. Para el escritor barroco del siglo xvII, las historias del xvI se han convertido ya en textos clasicos, colocandose asi dentro del canon junto a las historias de Tacito y Ficino. Sigiienza, pues, reescribe la "noche triste" de Cortes, afiadiendo y refiriendo detalles de su propio heroismo. El resultado es una apropriaci6n del texto de

Cortes efectuada por esta misma acci6n de adoptar y adornar el texto. Sigfienza se identifica con los espanioles y con la actitud de ellos ante el motin de los indios; no obstante, al expresarse con lujo de detalle, el criollo gana a los peninsulares y declara que esta historia sera la suya y no la de ellos. No s6lo se trata de una con- quista militar del indio por el espaihol, sino de una conquista textual del espafiol por el criollo. Una doble conquista, pues, al adoptar a

Cortes y al poder dominante que representa empleando a la vez el discurso barroco del criollo, el texto de Sigiienza convierte al Mar- qu6s del Valle en una figura del Nuevo Mundo y no de Europa.

En un brillante articulo publicado en 1982 en Critical Inquiry, Marshall Brown propone una lectura de Principles of Art History de Heinrich Wolffiin en la que demuestra c6mo la 16gica hegeliana establece las categorias de "lo clasico" y "lo barroco." En resumen, para Brown el concepto que tiene Wilffiin de estos dos terminos es paralelo al concepto de la esencia en su relaci6n con la existencia; esto es, mientras el arte clasico es estatico y silencioso, el arte barroco es activo y tiene voz. Seguin tal sistema, lo clisico no puede existir sin lo barroco, que es lo que le da vida; al mismo tiempo, toda obra de arte debe ser a la vez clisica y barroca, creando asi un equilibrio dialectico entre forma y expresi6n.

Al determinar lo que constituye un clasico criollo, como lo es la "Carta segunda" de Cortes para Sigfienza y G6ngora, definimos por lo tanto la esencia misma del Barroco de Indias. Definir qu6 significa el termino "clasico" en el siglo xvII mexicano es dar un paso adelante hacia un analisis cabal de la diferencia entre el ba- rroco americano y el europeo. Tal paso muestra c6mo la existencia

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en el Nuevo Mundo cambi6 la esencia del texto clasico para hacerlo parte del Barroco que era especificamente "de Indias." Las cr6nicas del siglo xvI proporcionan la esencia que el barroco criollo necesita para existir. El Barroco de Indias da vida a las cr6nicas de la con- quista, las hace reales, anima a lo que ya para fines del siglo xvII se considera clasico y muerto. El barroco del criollo invierte las cr6nicas cl1sicas al embellecerlas, afiadiendo detalles al discurso hist6rico del siglo xvI; asi hace posible la existencia de dicho dis- curso en la Am6rica barroca.

Volvamos a la lectura de Alboroto y motin de M&xico y a sus parrafos finales. Despu6s de la rebeli6n, segin lo que cuenta Si- giienza al Almirante Pez, habia mucho miedo por parte de los espa- fioles, y asi empez6 a circular un rumor anunciando que habria socorro en caso de urgencia: "aunque faltasen los espanioles a su defensa, siendo mortales enemigos de los indios de M6xico los de Tlaxcala, en ocasi6n de rompimiento grande los tendrian seguros y, corriendo voz de los que forman repi'blica se le habian enviado a ofrecer al Sefior Virrey, se alegraron todos" (173).

Despu6s de todo, 1692 no es 1520, y la carta de Sigiienza tampoco es la relaci6n de Cort6s. Cuando los soldados del conquistador huian derrotados por los puentes de Tenochtitlin, los tlaxcaltecas les ayudaron como aliados. El dia 16 de junio de 1692 hubo tambien un motin de indios en Tlaxcala con el motivo del precio del maiz. Los tlaxcaltecas, muy lejos de apoyar la sujeci6n de los rebeldes de la capital, "emulandoles a los de M6xico cuanto habian hecho, a un mismo tiempo comenzaron a apedrear aquel Palacio y ponerle fuego .... y mientras dur6 la refriega, que fue buen rato, se quem6 la mayor parte de aquel Palacio" (174).

La ultima inversi6n de esta reescritura de la "noche triste," entonces, es su eco en la historia misma. El Palacio quemado de Tlaxcala es el maximo detalle, el signo final, de que tanto en la vida como en la literatura M6xico estaba cambiando, y pronto otra es- critura seria precisa para narrar una nueva historia-la de la In- dependencia.

OBRAS CITADAS

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Cort6s, Hernin. Cartas de relacidn. Madrid: Espasa-Calpe, 1945.

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