Evangelio Según Van Hutten- Abelardo Castillo

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Yo no podía leer en ese auto sabía que el traecto no era nada corto. ;uarenta <il&metrosentre sierras piedras.

-;u(nto se tarda en subir.-%sted quiere con#ersar -di+o el chofer-. :a gente que #ia+a sola quiere con#ersar. ?;u(nto se

tarda@ %na hora. %sted quiere con#ersar pero si me hace hablar a mí #a a tener que #ia+ar callado.No so alem(n -di+o de golpe- )o h*ngaro. :a *ltima #e" que #i a mi mu+er, estaban tocando

marchas como éstas. No debería ser así, pero cuando las escucho me acuerdo de su cara. :os sereshumanos son mu e$traños.-No tiene que e$plicarme nada -di+e.-Nunca arreglan el camino. No lo arreglan para que sea difícil llegar. Vi#en de la gente que #iene

a esos hoteles, pero no les gusta mucho la gente. s un lugar mu hermoso, a lo #a a #er. !al #e" sea ellugar m(s hermoso de este país. %na aldea alpina en miniatura. 3iles de (rboles plantados a mano, uno auno. llos llegaron hace cincuenta años, en burro. Hicieron todo este camino en burro, en mula o acaballo, #ieron el lugar, imaginaron lo que podría llegar a ser plantaron miles de (rboles. ;onstrueronlas casas los hoteles. Ha un arroo una cascada entre los (rboles. l arroo se llamaba 3ussolini, quéme dice. Ha un cementerio all( arriba, a mil seiscientos metros de altura. 7arece un parque. )i no fuerapor los muertos uno podría quedarse a #i#ir ahí. Al final del camino principal ha una hoa con gansos.;asi todos ellos son alemanes pero en el cementerio ha dos tumbas +udías. :os seres humanos son mue$traños. =el otro lado de la hoa de los gansos est( la posada de rau :isa. Vaa dígale que lo

manda Vladslac. )o h*ngaro, odio a los alemanes, pero hace treinta años que #i#o ac(. =ígame porqué.

-No sé. 7or qué.-%sted lle#a un libro en la mano no puede leer en mi auto, por eso quiere con#ersar. ?4ué

libro lee@Yo se lo di+e, casi con #ergen"a, sin demasiadas esperan"as de que el dato nos sir#iera para

algoC no era un libro como para alentar una con#ersaci&n. ntonces sucedi& un hecho inesperado.l hombre disminu& la marcha del coche se dio #uelta hacia mí. )u mirada no era cordial.

-A qué #ino -pregunt&.No recuerdo qué le contesté, pero recuerdo haber sentido #agamente que mi respuesta, o algo

insípido en mi cara, lo tranquili"&, aunque no #ol#i& a hablar en todo el camino.=e haber sabido con quién iba a encontrarme en aquel lugar tal #e" habría adi#inado que esa

pregunta hostil ese silencio estaban relacionados con el libro. 7or el momento, s&lo me pareci&

un pequeño rasgo de locura. Nadie est( preparado para que un libro de )alom&n >einach sobre laHistoria de las >eligiones pueda causarle inquietud a un conductor de coches de alquiler, por m(seuropeo que sea. :o curioso es que o lle#aba ese libro en la mano por a"arC lo había comprado unasemana atr(s, en una librería de #ie+o, esa misma tarde lo había sacado del bolso porequi#ocaci&n. ;laro que las palabras equi#ocaci&n a"ar no serían aprobadas por Van Hutten.

=el final del traecto recuerdo un puente de madera un curso de agua transl*cida con un lechode piedras blancas, que, al cru"ar el puente, las sierras desaparecieron entre los (rboles. n esemismo momento se hi"o de noche.

%nos minutos después, el auto se detu#o.-)u hotel son aquellas luces. Habr( cincuenta metros. :e aconse+o que ba+e del auto camine.

Yo le lle#o las cosas.3e recibi& un casi abrumador laberinto de pinos, araucarias, eucaliptos (lamos que me

parecieron centenarios. !u#e, al menos por un instante, la sensaci&n agradecida e ine$plicable deque el mundo era una +oa inmensa.

5ué le di+e -di+o Vladslac.

CAPÍTULO DOS

LA MUJER EN EL COMEDOR Y EL DOCTOR GOLO

l hotel, fuera de temporada, parecía agregar a sus e#identes #irtudes de refugio alpino detar+eta postal. la profundidad el recogimiento del silencio.

staba casi desierto, lo descubrí la misma noche de mi llegada. )i lo que o andaba buscandoera una emoci&n fuerte, seguramente me había equi#ocado de destino. )i lo que buscaba eraol#idarme de Buenos Aires, eso era precisamente lo que buscaba, había dado con el lugar e$acto.:as comidas se anunciaban con un gong' a las nue#e en punto se o& el de la cena. Al ba+ar de mi

cuarto, no me crucé con nadie. n el comedor, iluminado por grandes l(mparas de hierro circular,no había m(s de die" personas, aisladas silenciosamente en tres mesas mu distantes entre sí. =os

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grupos de aspecto soñoliento, ning*n chico, una alta mu+er sola que lleg& retrasada comi& deespaldas al resto de las mesas, o mismo' eso era todo. 3i capacidad de obser#aci&n es casi nula.)&lo retengo palabras, posiciones de a+edre" gestos mínimos. No recuerdo las caras ni la formareal de lo demasiado #isibleC sin embargo, tal #e" no deforme las cosas si digo que esa mu+er meimpresion& de inmediato, como seguramente no in#ento el recuerdo de la e$agerada atenci&n querecibi& su mesa , hacia el fin de la comida, la fi+e"a inquisiti#a de sus o+os que me miraban desde

un espe+o.ra mu+er bastante maor que debi& haber sido mu hermosa a la manera flamenca, como salidade un cuadro de Van =c<, un Van =c< que fuera al mismo tiempo Dlimt. aunque ésta esseguramente una obser#aci&n posterior a esa primera noche.

=espués de la comida tomé una ginebra en el bar hablé algunas palabras con el hotelero, unalem(n afable algo remoto, quien me ofreci& un pequeño mapa del lugar me describi& suscaracterísticas con el elocuente desinterés de un guía de museo. l también me habl& de lacascada, de la hoa, del cementerio en la cumbre. :e pregunté si era cierto que el cementerioestaba a mil seiscientos metros de altura él me inform& que efecti#amente, a unos cinco mil pies.;laro que a ni#el del mar. %nos trescientos pies - ac( se corrigi& con una le#e condescendientecortesía-, unos cien metros, si los medíamos desde el hotel. Yo lo oía mirando la noche por una delas #entanas que daban al camino. ntre los (rboles, me pareci& #er el auto de Vladslac, con lasluces de posici&n encendidas.

-%n cementerio. ?7ara qué un cementerio@-:a gente muere en todas partes. n este lugar no s&lo ha turistas. Aunque también tenemos

dos o tres turistas enterrados. -3e mir&. -Ninguno de este hotel.-so me tranquili"a -di+e sin mentir.3e estaba preguntando c&mo iba a hacer para conciliar el sueño. ra poco m(s de las die" de la

noche no parecía que, e$ceptuando la cama de mi cuarto, hubiera muchos lugares adonde ir. 3iidea de la soledad e$ige una cierta libertad de

elecci&n.-4ué se puede hacer de noche, en un sitio como éste. 4uiero decir, si uno no tiene sueño.-;aminar entre los (rboles -me di+o, con una tenue hostilidad. 7ensé si mi pregunta no le

resultaba acaso demasiado argentina-. ncluso, puede #isitar el cementerio. ntre nosotros, nocorre ning*n peligro. No e$isten asaltantes nocturnos, ni fantasmas, ni motociclistas borrachos.!ambién ha alguna hostería abierla hasta medianoche. )i le interesa la lectura, el hotel tiene una

biblioteca.-?:e cuesta dormirse@:a pregunta #ino desde mi costado. %n señor ba+ito, de lentes redondos. No recordaba haberlo

#isto en el comedor.-No -di+e-. No e$actamente. 7ero me cuesta acostumbrarme a ciertos horarios.-3añana se le #a a pasar. s el síndrome de la primera noche. =emasiada naturale"a. :a

ginebrita no lo #a audar a dormirse, si me perdona el conse+o profesional.-7rofesional, en qué sentido.-n todos.-ntonces, acomp(ñeme -di+e, señalando mi #aso.-No bebo. Ha dos clases de personas que no beben' los abstemios cierto tipo de alcoh&licos.

3i apellido es dificilísimo pero puede llamarme Eolo. =octor Eolo.3e dio la mano. :e di+e mi nombre.-?7rofesi&[email protected] doctor Eolo sac& una pequeña pipa cur#a del bolsillo de su chaleco.-so me gusta -di+o sin mirarme, mientras la cargaba delicadamente de tabaco-. 3e gusta

mucho. :e hablo como médico como moralista. l traba+o es el síntoma de una enfermedad.!anto que a ha una disciplina científica destinada a su estudio. l traba+o es el síntoma de unaenfermedad del alma' traba+amos porque hemos pecado. n el 7araíso, nadie traba+aba. )inembargo, perd&neme, usted no parece un caballero pudiente. No sugiero que tenga aspectoharapiento pero es m(s bien del tipo... No me diga nada, o adi#ino en seguida. ntelectual. %stedtiene cierto género de relaci&n con los libros. 7or lo menos, los lee. spero que no sea poeta. -!ermin& de maniobrar con la pequeña pipa , mir(ndome, hi"o una pausa perfectamentedeliberada. -Ni periodista... -ncendi& la pipa sigui& hablando con toda naturalidad. -4uiero

decir que si lleg& a este lugar en busca de inspiraci&n, o de reporta+es sensacionales, cometi& unerror. :a naturale"a no es noticia ni nos de+a imaginar nada. 7or eso es tan aburrida la poesíapastoril. Y pasa lo mismo con la pintura. ?;onoce la anécdota de Anatole rance sobre el pintor de

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los (rboles@ %n día de estos se la cuento. l paisa+ismo es un género imposible. ?7or qué cree que#an Eogh se peg& un tiro a la intemperie@ :a *nica naturale"a pintable es la naturale"a muerta. :a#erdadera naturale"a s&lo permite pensar. Niet"sche, por lo menos, creía eso.

-Ho me he encontrado con dos personas mu raras -di+e-. %sted es la segunda.-:a primera fue Vladslac. No me pregunte c&mo lo sé. n :a ;umbrecita se sabe todo. 3e

refiero a la #erdadera ;umbrecita. ?Ya le han dicho que ac( no todo es hoteles hoas con gansos@

Ha casas, gente que #i#e. Eente a menudo desconfiada. ?;u(nto piensa quedarse@-=os o tres semanas. %n mes.-;u(ntos años tiene usted.)e lo di+e. =ebí de hablar en #o" demasiado ba+a, porque el doctor Eolo pregunt&' -?;u(ntos@-;uarenta nue#e.-7arece m(s. ;oma menos carne haga e+ercicios respiratorios. !ome un #aso de agua en

aunas todas las mañanas. Vigile su pr&stata. Hacer pis con alegría es el secreto de una #e+e"tranquila. Hasta mañana.

)e inclin& se fue.)ubí a mi cuarto sonriendo, me tiré #estido sobre la cama e intenté leer una no#ela policial. No

pude. )aqué de la #ali+a el tablero las pie"as de a+edre" comencé a reproducir una de esaspartidas tumultuosas de !hal cua belle"a puede reempla"ar, al menos para mí, la lectura decualquier no#ela, policial o no. !ampoco pude. l silencio era tan imperioso que me impedía

concentrarme. )alí al balc&n terra"a que se e$tendía a lo largo de la pared que miraba a lospinares.

l autom&#il de Vladslac seguía all(, estacionado al costado del camino.Vi las siluetas de una mu+er dos hombres que se acercaban a él. %no era mu ba+o. :a mu+er

subi& atr(s, sola, el auto desapareci& entre los (rboles. %n momento después #i sus luces,subiendo una cuesta.

:o sé perfectamente' ahora podría escribir que en ese momento tu#e la certe"a de que la mu+erdel comedor, Vladslac el doctor Eolo no se habían cru"ado en ese parque por casualidad. 7ero silo escribiera mentiría. No tenía ninguna ra"&n para pensar nada ni creo que, por lo menos esanoche, mi cabe"a reali"ara ninguna de las operaciones que llamamos pensar. !ampoco tu#e elmenor sueño amena"ante o premonitorio. 3e dormí a eso de la una de la mañana desperté amediodía, sin casi recordar la noche anterior.

sa tarde o la siguiente, en la biblioteca del hotel, encontré el libro sobre los esenios con la

firma aut&grafa de Van Hutten. 7or decido de alguna manera, el hecho me conmo#i&. Yo habíaleído ese libro, con asombro fer#or, casi treinta años atr(s.

CAPÍTULO TRES

EL LIBRO SOBRE LOS ESENIOS y LA CHICA EN EL PUENTE

!al #e" haa llegado el momento de decir unas pocas palabras sobre mí mismo. 3i nombre noimporta. )o profesor sin c(tedra. =o clases pri#adas de Historia 3edie#al, lo que de hechoequi#ale a carecer de ocupaci&n, como le había confesado la primera noche al doctor Eolo, enmis ratos perdidos +uego sosegadamente al a+edre". sta *ltima profesi&n es, en mi caso, por lomenos tan dudosa como la primera' +uego distantes partidas por correspondencia me preser#o dela realidad componiendo lo que en la +erga a+edrecística se llama finales artísticos. )upongo que mi

fascinaci&n por el uni#erso abstracto del a+edre", por su belle"a in*til, me impidi& ser un#erdadero historiador, del mismo modo que mi curiosidad por el corrupto ca&tico mundo de lahistoria, me distra+o del a+edrecista que debí ser. 3i #inculaci&n con la arqueologia bíblica seremonta a mi adolescencia es apenas un poco maor que la de cualquier persona de las llamadascultas. No so un hombre religioso. He sido ra"onablemente cat&lico, so ra"onablemente agn&stico me considero cristiano en el sentido argentino del término, es decir, no so un pagano, no so unindio. =escartado el a"ar, eso debería e$plicar suficientemente que llegara a :a ;umbrecitalle#ando entre mis libros un #ie+o #olumen de )alom&n >einach, que fue algo así como el pasadi"opor el que me deslicé durante unos días al inesperado mundo de las e$ca#aciones en 3edio5riente, las intrigas internacionales las polémicas teol&gicas .

n los años cincuenta o había asistido como oente a unas clases uni#ersitarias sobre religionescomparadas había leído dos o tres libros sobre el tema. %n poco después publiqué, pagado de mibolsillo, un mínimo ensao escatol&gico sobre el problema de Fudas, en el cual, amplificando

aquellas enigm(ticas palabras atribuidas a =e 4uince (no una cosa, todas las cosas que la tradiciónafirma sobre Judas Iscariote son falsas), o negaba sin demasiados argumentos que el misterio de la

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traici&n a Fes*s pudiera e$plicarse por las ra"ones que nos leg& la glesia. 3i traba+o no pretendíaser académico ni religioso, sino modestamente poético, acaso escandali"ador. !enía mucho m(sque #er con mi edad con la edad del mundo en los sesenta que con la fe o el rigor científico. 4ueo sepa, nadie lo le& en treinta años, ni o mismo había #uelto a abrirlo. =e esa época perdidadata casi todo lo que, hasta el otoño de /089, o sabía sobre los rollos del 3ar 3uerto, sobre la secGta solitaria de los esenios sobre la participaci&n de Van Hutten en las polémicas teol&gicas a que

dieron lugar las e$ca#aciones.l resto de mi opaca biografía personal hasta el momento en que comien"a este libro inclue lapérdida de la +u#entud, dos di#orcios que no hacen al tema mi paulatina con#icci&n de que elmundo moderno es un lugar siniestro que, afortunadamente, ha llegado a su punto de colapso. ncuanto a mi relaci&n con stanislao Van Hutten, puedo resumida diciendo que en #einte años o nohabía #uelto a oír su nombre. Hacia /0& s&lo conocía dos de sus libros su fotografía en una puGblicaci&n arqueol&gica. )e lo #eía alto borroso, a contralu", tomado desde el interior de una delas cue#as del 4umran, sobre un fondo blanco de acantilados. !reinta años después, aunque ahorahe mirado su cara arrasada e inol#idable, no esto seguro de conocer mucho m(s que eso de aquelhombre e$traordinario a quien algunos de sus contempor(neos, tal #e" sin e$agerar en ning*n caso,han llamado sabio, fan(tico religioso, here+e o loco.

Ho día casi nadie lo recuerda, pero, en la década del cin cuenta, las re#istas de arqueologíabíblica e incluso los diarios sensacionalistas mencionaban su nombre +unto al del >e#erendo 7adre

de Vau$, al de 3ar Atanasio Yeshue )amuel, metropolitano del con#ento )an 3arcos de Ferusalén, oal de =upont )ommer, en el descubrimiento   la traducci&n de los rollos del 3ar 3uerto. dmundIilson, que lo conoci& en el desierto de Fudea fue su amigo, declar& alguna #e" que no e$istían entotal m(s de #einte personas capaces de tomar en serio sus ideas, s&lo que esas #einte personaseran las m(s eminentes de uropa. 3ircea liade prefería la hip&tesis de la locura, tal #e" porqueVan Hutten se +actaba de #i#ir en Buenos Aires ser sudamericano. 5rigen, o fatalidad, que siempreestar( por encima de la comprensi&n de un europeo.

Van Hutten, sin embargo, no era argentinoC ni tampoco arque&logo de carrera. ra uruguao,doctor en filología cl(sica te&logo seglar, lo que no de+aba de empeorar las cosas. Había escritouna &pera bufa, no negaba beber fuerte, había sido acusado de seducir a una de sus alumnas de la%ni#ersidad del )al#ador hablaba con soltura elocuencia unas #einte lenguas entre las que secontaban el s(nscrito, el griego antiguo el arameo de la época bíblica. !odo esto, por encima detodo esto su origen sudamericano, lo rodeaba de una aureola de gigantismo b(rbaro que producía

desconfian"a en el (mbito crepuscular de las uni#ersidades cat&licas los museos arqueol&gicos delVie+o 3undo. Hacia el final de la )egunda Euerra, public& el primero de aquellos libros casiadi#inatorios que pro#ocarían el estupor de los arque&logos el esc(ndalo de la glesia. )ostu#o enél que el milagro de las murallas de Feric& había sucedido hist&ricamente, pero sin la inter#enci&nde =ios. :e llamaba milagro en el sentido que se da a esta palabra en el teatro' milagro escénico. )ulibro incluía el diseño de un sistema de palancas con el cual, seg*n afirmaba, él mismo, sin serFosué sin necesidad de ninguna colaboraci&n di#ina, hubiera podido derrumbar las murallas decualquier ciudad fortificada de la época del 6$odo. :as siete #ueltas rituales dadas por el e+ércitode Fosué alrededor de Feric& no habrían tenido m(s que una finalidad' apagar, con su tumulto, elruido de las picas en los fosos e$teriores de la ciudad, mientras un grupo de +udíos armaba esesistema de palancas. ue desautori"ado, polemi"& en #arios idiomas, consigui& un permiso delgobierno inglés en 7alestina contrat& unos beduinos. $ca#& las ruinas de la Feric& actual prob&que deba+o de esos sagrados escombros e$istían los de la Feric& bíblica, cuos muros lamentablesestaban hechos de barro crudo pa+a. Señores, declar& en español rioplatense, en un simposioacadémico de la %ni#ersidad ;at&lica de 7arís, ese milagrito era ms fcil que !oltear una tapera"rase que tradu+o' #es !rais prodiges du $on %ieu, messieurs, ne sont que les inspirations des hommes";uando las autoridades eclesi(sticas de >oma amena"aron con e$comulgado por e$cluir a =ios delmilagro de la !ierra 7rometida, public& una carta abierta a la glesia en la que se declarabacreente en =ios, ap&stol filos&fico de =ios cat&lico ortodo$o, pero que terminaba con unaapelaci&n directa al 7apa una cita del libro de Fob' %ios, Santo &adre, no necesita de nuestrasmentiras"

)u obra m(s e$traña es un libro en alem(n sobre la secta de los esenios, publicado hacia la épocade los primeros descubrimientos arqueol&gicos del 4umran, es decir' escrito, necesariamente, antesde esos descubrimientos. )ostiene allí que no s&lo Fuan el Bautista, sino el ap&stol Fuan el propioFes*s pertenecieron a la orden de los )olitarios, , de modo misterio so, predice el halla"go de

documentos que, en poco tiempo, podrían confirmar la relaci&n de Fes*s con esa primiti#a comuGnidad secreta.

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:os testimonios hist&ricos las citas traducidas directamente del griego antiguo del arameo,acumulados en ese libro, transformaron a Van Hutten en una autoridad en cuestiones bíblicas, perola #ehemencia de sus ra"ones la suntuosidad de su prosa hicieron que los eruditos desconfiaran desu ob+eti#idad científica, m(s o menos en la misma medida que la glesia desconfiaban de su fe.

n los años siguientes, particip& de las e$ca#aciones del 4umran, , después de una #asta desconsiderada polémica con el padre >oland de Vau$ con el hebraísta +udío 3oshe Felaim, a

prop&sito de la traducci&n de los rollos, cambi& bruscamenle de actitud. =urante un tiempo sedefendi& con la ironía el desdén, m(s tarde con el silencioC finalmente, se retract&.)u anunciado segundo libro sobre los e#angelios, del que hace treinta años circulaban en la

%ni#ersidad de Buenos Aires unos capítulos en ho+as de mime&grafo, nunca fue publicado. VanHutten, misteriosamente, reneg& de él. Yo recuerdo, sin embargo, que a principios de los añossesenta no s&lo declaraba haber terminado esa obra sino que se +actaba de haber re#olucionado conella todas las ideas que se tienen sobre el cristianismo. 7oco tiempo después, negaba haber dichoestas palabrasC por fin declar& que el manuscrito que le atribuían era una in#enci&n ridícula, a no#ol#i& a escribir. Hacia /02, leí en alg*n diario que se había matado en un accidente, piloteando sua#ioneta' le dedicaban die" líneas. %n año después de su muerte, toda su obra fue prohibida ennuestro país por el gobierno militar.

:as prohibiciones la tumba suelen acarrear la celebridad.;on Van Hutten ocurri& una parado+a in#ersa' su nombre comen"& a ralear de las bibliografías

fue ol#idado. No s&lo fue ol#idado su nombreC ho ni siquiera se recuerdan los rollos del 3ar 3uerto.:o que alguna #e" fue llamado el descubrimiento arqueol&gico religioso m(s grande de los tiemposmodernos, ha pasado a ser un capítulo casi policial de la desidia, la burocracia o el ocultamiento.

sa tarde, como a he dicho, encontré en la biblioteca del hotel la edici&n alemana de %as'senien, el m(s e$traño de sus ensaos.

No sé a quién pueden interesarle ho las teorías de ese libro heterodo$o, ni su tema hacee$actamente al asunto por el que lo menciono -la firma aut&grafa de su autor, o m(s preci samentela fecha de esa firma- pero debo decir unas palabras acerca de su contenido.

Van Hutten sostenía que el cristianismo es una secta disidente, socialmente radicali"ada, de losesenios, un cisma de un cisma dentro del +udaísmo. Apoado en citas de la#io Fosefo, de il&n deAle+andría, de los libros e#angélicos , sobre todo, apoado en la formidable contundencia de unestilo fulgurante que en sus me+ores momentos recuerda al de :éon Blo, Van Hutten afirmaba queYo+anaan JFuan el BautistaK, era un esenio re#olucionario que profeti"aba en el desierto de 4umran

la llegada del *ltimo 3aestro de Fusticia' Fes*s de Ealilea. Van Hutten no negaba la di#inidad deFes*s, pero, por esa misma ra"&n, cometía qui"( una here+ía maor' hacía un esenio del hi+o de=ios. :o que de hecho equi#alía a hacer un esenio del propio =ios. :a confabulaci&n de los romanos,de los +udíos ortodo$os , m(s tarde, de los propios cristianos renegados, habrían conseguidoaplastar esa formidable rebeli&n espiritual. :a traici&n atribuida a Fudas scariote no tenía otroorigen. ra un fraude, una falsificaci&n de los te$tos e#angélicos, una impostura con la que sepretendía ocultar una traici&n mucho m(s abominable monstruosa' la traici&n cristiana a la iglesia#iolenta catec*mena de Fes*s. >ecuerdo el libro entero porque recuerdo la impresi&n que meprodu+o esta afirmaci&n, que Van Hutten no se tomaba el traba+o de ra"onar ni probar que apaGrecía como perdida en una nota al pie de p(gina. :a idea de un Fudas no traidor me fascin&, aunqueno parece que esa nota le haa llamado la atenci&n a nadie m(s que a mí. n ese mismo librofiguran las dos o tres proposiciones que escandalosamente lo hicieron célebre. :a 3etafísica,sostenía Van Hutten, es una forma en#ilecida de la poesía, una fría parodia intelectual delsentimiento religiosoC no es ni fue nunca ni puede ser una ciencia. :a !eología es algo peor, es unpecado' la !eología es la forma m(s arrogante per#ersa del orgullo demoníaco. Heidegger era unpoeta fracasado santo !om(s poco menos que un ateo. n cuanto al concepto mismo de religi&nes, sencillamente, un malentendido. Nada de lo que llamamos re#elaci&n, sagrado, di#ino,pertenece a la esfera del #erdadero sentimiento religioso' la religiosidad es una estructura espiritualesencialmente humana, #ale decir social. a que el hombre s&lo se concibe en comunidad con losdem(s hombres no con =ios, quien, si e$iste - Van Hullen nunca neg& su e$istencia-, es inGcomprensible, indemostrable a+eno por definici&n a nuestra lealidad. :a filosofía de la religi&n esel fundamento de una nue#a metafísica cuo fin es a su #e" una nue#a ética comunista, implícita enlas enseñan"as de los e#angelios cristianos. mplícita, no e$plícita, porque los e#angelios han sidoadulterados.

Hacia el final del libro, Van Hutten promete un an(lisis sem(ntico, que nunca llegaría a publicar,

del #angelio de Fuan. !odo el lengua+e de ese escrito griego es esenio, afirma, por lo tanto,contra todo lo que se cre& hasta ho, el e#angelio original de Fuan debi& ser el ms antiguo no elm(s reciente de los cuatro que conocemos. :o que no descartaba que pudo haber otros, anteriores.

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5 por lo menos otro. Van Hutten decía estar plenamente con#encido de que e$isti& un te$tosagrado original, una fuente de las fuentes, un e#angelio arameo contempor(neo de Fes*s acasoescrito por el mismo Fuan, que, si fuera hallado, re#olucionaría todas las miserables ideas que hotenemos sobre el sentido del cristianismo. l p(rrafo final de ese capítulo es característico de suestilo' ue nadie encuentre nunca ese libro en llamas es un detalle arqueológico que no me quitar elsueño" ing*n arqueólogo !er nunca la cara terrible de %ios +, sin embargo, %ios eiste" -na !erdad que

necesita pruebas no es una !erdad"6ste es, a grandes rasgos, el libro que inici& la escandalosa efímera celebridad de stanislaoVan Hutten. )e public& en )tuttgart, editado por #angelisches VerlagsLer<, hacia la época de losprimeros halla"gos arqueol&gicos del 3ar 3uerto. s decir, mucho antes de que se tradu+eran losrollos que ho se conocen como la >egla de la ;omunidad o el =ocumento de =amascoC muchoantes de que se probara que el Dhirbet 4umran había sido efecti#amente un monasterio de los)olitarios del desierto , de hecho, cinco o seis años antes que =upont )ommer publicara su m5lMumental recopilaci&n de los fragmentos esenios.

l e+emplar que o encontré esa tarde, en :a ;umbrecita, estaba dedicado a la biblioteca delhotel firmado de su puño letra.

No era la primera edici&n, de /010, sino una reimpresi&n publicada #eintisiete años después. %node esos actos mec(nicos que reali"an los que suelen estar en contacto con los libros, me lle#& aho+ear el pie de imprenta. :a fecha no me llam& la atenci&nC por lo menos, no de inmediato. :o

*nico que en ese momento me pareci& asombroso fue que Van Hutten hubiera sido alguna #e"huésped de este mismo hotel.

)alí de la biblioteca con el libro en la mano , sin imaginar que aquello iba a ocasionar unpequeño tumulto, le pregunté al hotelero si él había conocido a stanislao Van Hutten.

-7or qué usted pregunta eso -di+o el hombre. 7arecía haber recuperado de golpe el acentoalem(n. ;omo si la sorpresa le impidiera pensar en español.

Yo puse el libro sobre el mostrador.-:o encontré en la biblioteca. st( dedicado al hotel.l hombre tom& el libro , sin decir una palabra, entr& en una de las oficinas. :o oí llamar a

alguienC luego oí la #o" de una mu+er. Hablaban en alem(n. l tono era ner#ioso apagado. ;reoque en ese momento tu#e por primera #e" la sospecha #aga e ine$plicable de que en aquel lugar

sucedían cosas que estaban, tal #e", por encima de mi comprensi&n.;uando el hombre #ol#i& a salir, su aspecto era otra #e" distante amable.-Ha habido pequeño error -di+o-. l libro no pertenece a la biblioteca. s libro personal.-:o siento -di+e-. No pensaba leerlo, de todos modos. :o que me sorprendi& fue la

dedicatoria../ch, so0 :a dedicatoria, 1a" 7ersonas mu famosos han parado en este hotel. Ha muchos libros

dedicados, no tiene importancia.-?4uiere decir que el profesor Van Hutten estu#o en :a ;umbrecita@%na #e" o dos #eces. -7areci& a punto de agregar algo pero irul/ediatamente cambi& de opini&n.

-Hace grandes años. )i me perdona, tengo traba+o atrasado.3e sonri&, o algo que en Ba#aria equi#alía a una sonrisa, #ol#i& n su oficina.sa misma tarde, en la Hostería de :isa, mientras anali"aba con mi tablero de bolsillo un final de

peones de Berger, tu#e la impresi&n de que me #igilaban. l lugar, sin embargo, estaba

absolutamente desierto. 3iré por la #entana que daba al puente de la hoa, casi con la esperan"ade descubrir en alguna parte el auto de Vladslac o a la mu+er del comedor. :o que #i cambi& porcompleto el rumbo de mis ideas.

)&lo había una chica, que no podía tener mucho m(s de #einte años. 3e pareci& mu hermosa.staba sentada en el puente, de perfil a mí, con los pies en el agua.

3ir(ndola, no pude e#itar un pensamiento mu desagradable. 7ensé que no demasiados añosatr(s, o me habría le#antado con naturalidad de aquella mesa habría caminado hacia el puente.)eguí con mi partidaC ése es el tipo de pensamientos que s&lo puede ahuentar el a+edre".

3edia hora m(s tarde, cuando #ol#í a le#antar la cabe"a del tablero, la chica seguía allí, casiesfumada en la lu" de oro del crep*sculo.

gnoro si esta #e" hubiera sido capa" de le#antarme, pero de todos modos algo me lo impidi&'entre los (rboles de un recodo de la hoa, maniobrando un chinchorro, #i aparecer al doctor Eolo.!raía un gab(n a cuadros un sombrero atra#esado sobre la cabe"a.

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CAPÍTULO CUATRO

OTRA VEZ EL DOCTOR GOLO

Al releer lo que lle#o escrito no puedo de+ar de sentir un ligero malestar. l hecho de haberempe"ado a escribir esta historia conociendo de antemano lo que sucedi& m(s tarde, le da a mispalabras un tono que no es el que deberían tener. %n tono de falso suspenso, de causalidad, demisterio premonitorio. ;omo si el persona+e que anda por esas p(ginas, que so o, no fuera unoscuro profesor de #acaciones sino el protagonista de una a#entura que ha comen"ado a resultarinquietante. !al #e" a la larga fue así, pero es bueno confesar que al principio o no lo #i#í de esemodo. )i escribiera realmente la #erdad, debería decir que lo que m(s hice esos dos o tres primerosdías fue pasear entre las arboledas, #isitar hosterías, beber agua mineral, comprar un sombreroalpino hablar de la naturale"a con gente un poco est*pida cuo aire de #i#acidad era un productoefímero del e$ceso de o$ígeno, empresarios, abogados, esposas de martilleros p*blicos que, comoo, habían llegado a :a ;umbrecita con la ilusi&n de purificarse de esos basureros que llamamosciudades, que, le+os de sus tele#isores sesiones de psicoan(lisis, se sentían amables parte delmundo natural.

l mismo hecho de sentirme obser#ado -la palabra qui"( sea #igilado, como escribí m(s arriba,pero ha en ella cierta desmesura que me molesta- no me pareci& alarmante. )i pensé alguna cosa,pensé que en todo eso había un equí#oco algo c&mico, una confusi&n que se disiparía en cualquiermomento. n la #ida real, este tipo de malentendidos no sobre#i#e a una con#ersaci&n de die"minutos.

n la hostería de rau :isa, como a di+e, #ol#í a encontrarme con el doctor Eolo. ;uando seacerc& a la mesa o estaba fumando mi pipa. s una gran pipa noruega, de raí" de enebro, no tengopor qué ocultar que, al menos hasta esa tarde, me sentía bastante orgulloso de ella.

-ormidable cachimbo -di+o el doctor Eolo-. sa pipa es una desconsideraci&n, un artefacto.=emasiada ca"oleta. )e le #an a caer los dientes. ;asi me quita la simpatía que me causa #erlo fumaren pipa. ?Ya consigui& dormir de noche@

-)í. %sted tenía ra"&n.-)uelo tener ra"&n, lo que no es nada agradable. %no termina pensando si no estar( loco. No

puede ser que todos los dem(s estén equi#ocados. Vo a contarle la anécdota de Anatole rance quele prometí el otro día. Había un #ie+o pintor al que llamaban el 3igueM ngel de los (rboles. %n díaestaba pintando, pongamos, un eucaliptus mu bonito. 7asa un chico le pregunta' O?4ué est(s

haciendo@O. O7intando ese (rbolO, le contesta el anciano maestro. l chico obser#a apreciati#amenteel caballete, mira el (rbol real pregunta' O?Y para qué lo pint(s, si a est( ahí@O. 7ero ahora meparece que esa anécdota no la cont& nunca Anatole rance. )ea como sea, espero que sus librosresulten m(s interesantes que esos (rboles.

-No escribo libros.-7ero los lee.-:os leo.-3e di cuenta. Ya lo #i entrando en la biblioteca. :o preocupan los esenios.:o miré a los o+os. Hice una pausa deliberadamente prolongada.-No. !ampoco me preocupa el profesor Van Hutten, si eso lo tranquili"a.l doctor Eolo ni pestañe&. )ac& su pequeña pipa cur#a, tom& mi tabaquera de encima de la

mesa, la oli&.-%sted es una persona frontal, señor mío. %sted entra directamente en materia sin dar ning*n

rodeo. 4ué m(s.-4ué m(s qué.-4ué m(s no le preocupa sobre el finado doctor Van Hutten.-Nada me preocupa. n los *ltimos #einticinco años casi no había pensado en él. :o recordé ho,

hace unas horas. 3e llam& la atenci&n encontrar su firma en un libro dedicado a la biblioteca delhotel. so me hace pensar que él #i#i& ac(.

-:e hace pensar bien. Vi#i& muri& ac(. st( enterrado en el cementerio de la cumbre.-?n el cementerio@-Naturalmente. :os cementerios son el me+or lugar para enterrar a los muertos. )i quiere le

muestro la tumba. ?%sted lo conoci&@-No. :eí alguno de sus libros en mi +u#entud.l doctor Eolo encendi& finalmente la pipa con mi tabaco.-5tro punto a su fa#or -di+o-, sabe elegir el tabaco. Así que en su +u#entud. ;uando un hombre

de su edad dice mi 1u!entud, algo anda mal. 5 ha de+ado de creer en sus ideas o lo han desilusionadolas mu+eres. %sted no es un mo"albete, pero tampoco es un casca+o. ?)abe qué di+o el #ie+o Hadn

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cuando agoni"aba@ =i+o' OVenir a morirme ahora, que empie"o a entender para qué sir#en losinstrumentos de #ientoO. :a +u#entud es un estado de alma.

No pude e#itar reírme.-)í, me parece que a he oído eso.l doctor Eolo me mir& con se#eridad.-7ero s&lo le parece. %sted o& las palabras. )eguramente pronunciadas por su padre, o por su

apuesto abuelo. %sted las o& como quien oe llo#er se burl& en el cora"&n de lo que considera unlugar com*n. :o que s&lo significa que no tiene ni la m(s remota idea de la #erdad que encierran. :a+u#entud est( en el alma, es el estado de alma de ciertos hombres +ustamente cuando la +u#entudbiol&gica ha abandonado su cuerpo. 3ire esa niña que est( en el puentecito. lla toda#ía lle#a,triunfalmente, la +u#entud en el cuerpo. 7ero no la siente. No puede sentirla. lla pone un pequeñopie en agua, luego el otro. Habla con los gansos, les tira miguitas. ?so es una manifestaci&n espiriGtual de su +u#entud@ No señor, eso sencillamente se llama #i#ir.

?)abe qué es, o me+or, qué hubiera sido un interesante rasgo de +u#entud de alma@' de+arse de+ugar al a+edre" solo como un marmota haber trotado hacia ese puente para iniciar una conG#ersaci&n con la +o#encita corporal del pie alternati#o los gansos. Ahora a es tarde. lla se le#anta se #a. )e aburri&. ?%sted es

 

casado@=i#orciado, dos #eces. -:o pensé un instante. -7ongamos tres.-Negra confesi&n. :as mu+eres se cansan de usted o usted se cansa de las mu+eres. :as dos cosas

son terribles. )obre todo la segunda.-Habl(bamos de Van Hutten -di+e.-No habl(bamos de él' usted hablaba. Yo s&lo le pregunté si lo conoci&. %sted di+o que el tema no

le interesaba.-Y es cierto, s&lo que por alguna ra"&n empie"a a interesarme. Hace un momento usted me di+o

que o era directo...-rontal, eso di+e. 7im pum al grano, no como o. 3i estilo es m(s bien perifr(sico, sinuoso en

el sentido socr(tico. )iempre digo lo que pienso pero nunca digo lo que digo.-3u bien, quiero hacerle una pregunta frontal.-Yo también, empiece usted.-=esde hace unas horas me siento obser#ado. !engo la sospecha de que me #igilan.-)i a eso le llama una pregunta c&mo ser(n sus afirmaciones. 4uién lo #igila.3e tomé unos segundos para contestar.

-!al #e" usted.l doctor Eolo, lentamente, se ech& atr(s en su silla, se lle#& las manos a los costados del cuerpo

tamborile& los dedos sobre su abdomen.-Ya le di+e que so doctor, mire si resulto psiquiatra. :e diagnostico paranoia me lo internan.

7ero admitamos que tiene ra"&n. :o #igilo. Ahora me toca preguntar a mí. ?)abe por qué@-No.-ntonces qué problema tiene. :os equi#ocados somos nosotros, ha habido un error usted puede

seguir paseando entre los pinos, comprando sombreros, oendo los pa+aritos. 3e parece que sehundi& el chinchorro.

-4ué.-l chinchorro, me parece que se hundi&. Vine en un chinchorro no lo #eo m(s.-st( sentado al re#és. :o atrac& en el muelle, el muelle est( a su espalda.-3enos mal, qué impresi&n. ntro en un lugar, do una #uelta a no sé d&nde esto. Ha gente

así. !u#e un profesor, también desorientadoC daba clases sobre Erecia antigua. 7odía describir a susalumnos las calles, las pla"as, las casas de Atenas como si las #iera. =ibu+aba el plano en el pi"arr&n decía #en, éste es el límite de la ciudad, este firulete el acueducto, ac( estaba el pl(tano donde)&crates le di+o a edro que para él la naturale"a ni fu ni fa. 7obre profesor querido, después declase había que lle#arlo a su propia casa porque se perdía. l espacio es medio inesperado.Pltimamente #iene mu me"clado con el tiempo. 7or e+emplo, a que usted a se est( ol#idando delos problemas que tenía en Buenos Aires.

Yo recordé mi *ltima noche con mi *ltima mu+er. No había sido un infierno de improperios,l(grimas amena"as de muerte. ;uando esto ocurre toda#ía es posible decir que se ha sal#ado algo.Había sido un lento ci#ili"ado intercambio de opiniones amargas.

-4uién le di+o que o tenía problemas.-:e #i la cara la primera noche. !enía cara de suicida, de persona que se durmi& a los treinta

años, se despert& de golpe cerca de los cincuenta , mir(ndose en un espe+o se pregunt& qué, c&mo,quién es ese señor maduro.Yo debí reconocer que era #erdad, declaraci&n que no pareci& sorprender al doctor Eolo.

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-s casi e$actamente así -di+e.-Ya se lo anticipé, nunca me equi#oco. 7ero usted no contest& mi pregunta. Yo le preguntaba si

no est( empe"ando a ol#idarse de sus problemas.-)í.-)in embargo, usted sali& de Buenos Aires hace dos o tres días. 3aterialmente, no ha tenido tiempo de

ol#idar nada o de cambiar de situaci&n. )al#o que sea un frí#olo, cosa que no es, tiene m(s bien cara de

renegado, ese tipo de gente nunca es frí#olo. 7ero, mu bien. ;uando alguien ol#ida un problema deGcimos que es porque ha pasado... qué.

-l tiempo.-No obstante, habíamos quedado en que tres o cuatro días no pueden ser llamados un largo tiempo.-n realidad, no habíamos quedado en eso.-Fo#en amigo -di+o el doctor Eolo-, permítame que lo llame +o#en, a que a mi edad cualquier cosa

que no sean las ruinas de 3icenas me parece recién llegada al mundo, +o#en sonriente amigo, usteddebe limitarse a responder' Oasí esO, OciertamenteO, Ode acuerdoO. sto es algo así como una clase peGripatética de sentados. )e llama maéutica. >etomo' tres o cuatro días no son mucho tiempo. n cambio,setecientos u ochocientos <il&metros es una considerable distancia. ntre su pasado usted no hatiempo, ha qué.

-=istancia.-No sea irrespetuoso, so octogenario. )abe perfectamente que debe contestar' espacio.

-=e acuerdo -di+e.-:o que ha entre usted el suicida potencial del espe+o es espacio. A su alma le ha sucedido espacio.

l espacio opera como el tiempo. 7or eso los desesperados #ia+an, por eso e$iste el turismo. No importaque se pueda llegar a :a ;umbrecita en unas horas. ;uando estamos entre estos abedules, nuestrodepartamentito del 5nce nos parece tan remoto como la prehistoria.

-;iertamente -di+e.n ese momento lleg& rau :isa, con su tren"a dorada su cara redonda sonriente. !an saludable

silenciosa como un postre de maicena.-;ondesa -di+o el doctor Eolo-, un +ugo de tomate. -Agreg& unas palabras en un idioma que no era

español ni alem(n. -4ué me quiere preguntar -me di+o a mí.-:e quiero preguntar c&mo sabe que #i#o en el 5nce.-lemental. 3iré el registro de pasa+eros. ?5 no le confeséque lo #igilo@

-4ué otras cosas sabe de mí.-:a edad, sus di#orcios, que le interesan los esenios. 5 tal #e" los rollos del 3ar 3uerto.:a *ltima de estas frases fue pronunciada, después de una pequeña pausa, en un tono ligeramente

distinto a todo lo anterior. :o miré. l doctor Eolo parecía mu ocupado en limpiar los anteo+os con elfald&n de su camisa.

-!odo lo que sé de esa historia lo leí hace #einticinco o treinta años.-H(bleme de eso.-=e qué.-mpecemos por los rollos.:e di+e lo que sabía, lo que sabía entonces puede resumirse en unos cuantos renglones. n la

prima#era de /012 un muchacho beduino de la tribu !aQamira encontr& por casualidad unas #asi+as debarro, en una cue#a de la meseta del 4umran. n esas #asi+as había manuscritos bíblicos de dos mil añosde antigedad. =urante un tiempo, ni los arque&logos ni los hebraístas supieron mu bien qué tenían entremanos, incluso se pens& en un fraude. %nos años después, alguien habl& del descubrimiento arqueol&gicom(s grande de la historia.

-3uhammad ad =ib -di+o repentinamente el doctor Eolo.-4ué es eso.-%n nombre. l chico beduino se llamaba 3uhammad ad =ib. Algo así como 3ahoma el :obo. Arreaba

cabras, iba camino de Belén. !enía un o+o m(s claro que el otro. !ir& una piedra dentro de una cue#a o& un ruido. 4ué susto. ntr& se encontr& con lo que podriamos llamar el )antuario de la scritura...)iga.

-)iga usted. !odo lo que sé es lo que a le di+e.-)abe m(s. Aunque no sepa que sabe, sabe m(s. 7or e+emplo' qué pasaba en /012, en 7alestina.-%na guerra entre (rabes e israelíes, me imagino. )iempre ha una guerra entre (rabes e

israelíes en 3edio 5riente.

-%na guerra entre mahometanos +udíos, fomentada por ingleses cristianos, guerra que,literalmente, impidi& a cristianos, +udíos mahometanos seguir in#estigando las cue#as hasta tres ocuatro años después. 3omento en que también se interes& el Vaticano. :os halla"gos m(s

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espectaculares ocurrieron entre /0R /0. =e modo que en /0& se declar& otra guerra. ?4uéopina de esto@

-Nada -di+e con sinceridad.Vi #enir a rau :isa. !raía un +ugo de tomate un alto #aso de algo que, a la distancia adecuada,

olía inequí#ocamente a #od<a. nterrogué con la mirada al doctor Eolo.-Yo lo pedí por usted. :o in#ito, prosit. Ahora h(bleme de los esenios.

rau :isa nos sonri& se fue. ;aminaba de ese modo sigiloso aéreo que s&lo es patrimonio deciertas mu+eres rubias dulcemente gordas.-:o que sé de los esenios lo leí en el libro del profesor Van Hutten.-=ígamelo.-ran una secta +udía. %na comunidad secreta. Vi#ían en el desierto de 4umran.-Vi#ían en todas partes. :legaron hasta Erecia, puede creérmelo.-Fuan el Bautista perteneci& a la )ecta. )e sospecha que el cristianismo naci& con ellos.-No s&lo se sospecha. )iga.-!enían un líder mesi(nico al que llamaban 3aestro de Fusticia.-5 3aestro Fusto. )í. Vestían de blanco, hablaban poco, eran brutamente puros pero se casaban.

)abe por qué.-No sé. ;reían que el se$o es necesario para la salud, supongo.-No señor, eso es una guaranguería. %n argentinismo. so es la cabronada de san 7ablo sobre

que la mu+er es preferible al fuego del infierno. No señor. :os esenios, acaso sin saberlo, ponían laética por sobre la moral religiosa. :a moral s&lo compromete al indi#iduo, a la personaC la ética esuna norma superior que abarca a la especie entera. :a mu+er es necesaria para engendrar hi+os,para perpetuar la ra"a de los hombres.

l doctor Eolo tenía la #irtud de ponerme de buen humor.7oseía e$actamente el tipo de inteligencia capa" de infantili"ar a una persona de mi estructura

mental. Hablaba de los esenios o del color de los o+os de 3uhammad ad =ib como si acabara decon#ersar con ellos, decía 3icenas como si fuera contempor(neo de Agamen&n. 3e hacía sentir unaespecie de estudiante secundario que no quiere parecer impresionado.

-7ero si no recuerdo mal-di+e sonriendo-, eran un poco fan(ticos para respetar el descanso dels(bado.

-Y eso qué tiene que #er, se #ol#i& loco.-4ue si no me equi#oco, doctor, estos grandes éticos también decían que si un chico se cae a un

po"o en s(bado es pecado tirarle una soga. )i todos los chicos se ahogaran, me parece que laespecie se #ería un poco comprometida.

-No se haga el cínico. n arameo dice criaturas, no chicos.;riaturas creadas. 7erros, camellos. ;laro que a la larga, también niños de corta edad. =e

acuerdo. Admito que eso de no audar a las criaturas que se ahogan es una burrada, pero nunca suGcede que todas las criaturas tengan preferencia por caerse al po"o s&lo los días s(bados. A lo sumose ahogarían uno o dos por mes. Veo que sabe bastante. 4ué m(s sabe.

-No creían en la propiedad.l doctor Eolo le#ant& hasta los o+os su #aso me mir& un instante. :a *ltima lu" de la tarde,

refle+ada en el +ugo de tomate, le daba a su cara un mati" discretamente luciferino.-Y hacían bien. -=espués de beber, suspir&. -:a propiedad es el robo.

CAPÍTULO CINCO UNA REVELACIÓN

Y UNA TRENZA DORADA

:a con#ersaci&n se e$tendi& toda#ía unos minutos, pero no #ale la pena transcribirla.l doctor Eolo se despidi& repentinamente de mí, como parecía ser su costumbre, me cit& para

el día siguiente al atardecer, en el cafecito h*ngaro que est( situado frente al camino que sube alcementerio' prometi& mostrarme la tumba de Van Hutten, en la cumbre. Yo me quedé toda#ía unosminutos en la hostería de la hoa, mirando el puente por la #entana meditando en sus palabrassobre la +u#entud del alma. :a chica de los gansos no #ol#i& a aparecer.

sa noche, en la cama, cuando estaba a punto de dormirme, tu#e lo que podría llamarse unacerte"a embrionaria, una de esas re#elaciones fugaces que se manifiestan en el entresueño cuoan(lisis consciente e$igiría que nos des#el(semos por completo, cosa que esa noche o no estabadispuesto a hacer. )entí, por un segundo, que había descubierto algo decisi#o, aunque en ese

instante no tu#iera la menor idea de qu2 era lo que había descubierto. %na sensaci&n an(loga a laque suele describirse como tener una palabra en la punta de la lengua. staba #inculada,

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naturalmente, con la muerte del arque&logo, es probable que cualquier lector -suponiendo queestas p(ginas tengan un lector- haa descubierto de qué se trata.

=e todos modos no ha ning*n misterio en esto. Ya lo anticipé desde la primera p(gina' o meencontré con stanislao Van Hutten hablé durante muchas noches con él. :o que s&lo puedesignificar que el arque&logo estaba #i#o que la tumba de la cumbre era una farsa.

so es lo que supe bruscamente durante la noche, sin saber que lo sabía. =e haber tenido menos

sueño, tal #e" habría alcan"ado a ra"onar esa certe"a.sa noche soñé. n alguna parte he leído que la me+or manera de desalentar al lector es contarleun sueño, de modo que seré mu bre#e. )oñé que me caía en el estanque de los gansos que eldoctor Eolo me tiraba una tren"a. No una soga o una cuerda, una tren"a de mu+er.

CAPÍTULO SEIS

EL CEMENTERIO EN LA CUMBRE

staba sentada, sola, en una de las mesas m(s cercanas a la puerta, lo que naturalmentecontribu& a que no la #iera de inmediato.

ntré recorrí las mesas con la mirada. l doctor Eolo no se #eía por ninguna parte, creo ques&lo en ese momento reparé en el hecho de que, si el cementerio de la cumbre estaba a cien

metros de altura, iba a resultar bastante difícil que mi octogenario amigo me guiara hasta all(. lcafecito h*ngaro era realmente h*ngaroC nunca había conocido otro pero esos manteles bordados,esos pequeños candelabros sobre las mesas, esos sobrerrelie#es circulares de caoba con finascabe"as de perro, colgados de las paredes, esa #aga penumbra en plena tarde, no podían ser m(sque h*ngaros. 3e pareci& oír un #iolín remoto, una melodía de Bart&<, pero pensé que era unBart&< imaginario, una personal contribuci&n mía al decorado. =espués comprobé que noC detr(sdel mostrador, giraba un antiguo tocadiscos Iinco, uno de esos melanc&licos artefactos de otromundo que las ciudades han confinado a los des#anes, a las casas de compra#enta. 3omento enque o estaba sentado frente a la chica de los gansos' también o debía estar sobreo$igenado,porque, de pronto, en el instante mismo de reconocerla, me encontré sentado frente ella. ue taninesperado, al menos para mí, que estu#e a punto de pedirle disculpas le#antarme de la silla.

:a chica al"& los o+os sin el menor asombro, sonri&, resol#i& nuestro problema inmediato.-Hola -di+o.

Había mu pocas mesas, casi todas ocupadas por pare+as que me parecieron mu +&#enes, por lomenos mucho m(s +&#enes que las del comedor de mi hotel. Hablaban en #o" ba+a, hacín cosas conlos dedos del otro, escribían misteriosos papelitos los ocultaban con la mano. )eguramentetomaban leche de cabra. Nadie desenfund& una na#a+a quiso degollarme, nadie blandi& unacadena ni se cla#& una +eringa en la #ena femoral. staba pensando que tal #e" la adolescencia esposible aun con un escaso ni#el de heroína en la sangre cuando sentí dos cosas. 4ue ése era unpensamiento incomunicable, incluso en aquel cafecito, que, pese a todo, o debía con#ersar dealgo.

-4ué tal -di+e.:a chica no me contest&. )e limit& a hacer un gesto casi in#isible con el hombro, sin de+ar de

mirarme. !al #e" esperaba algo me+or de mí, o no esperaba nada. 7ensé que podía preguntarle si legustaba Bart&<, pero una #o" interior me di+o que, aunque estu#iéramos realmente en Hungría,aquélla no era la pregunta adecuada. ;laro que tampoco era posible intentar por el lado del roc<.

uera de que mi *ltima noticia sobre esa materia se remontaba al fen&meno de :os Beatles, ohabría podido +urar que esa chica, si o& m*sica bailable alguna #e", la o& mientras bailaba unama"urca. ntonces, qué. !al #e" preguntarle si desde mucho tiempo atr(s le interesaban las a#esacu(ticas. 7or fortuna, la opulenta señora sonriente que hacía de mo"o lleg& a nuestra mesa medi+o si iba a tomar algo. ;on ine$plicable s*bito malhumor, decidí que lo me+or era comportarsecon naturalidad pedí una ginebra. ;reí percibir, frente a mí, un le#e fruncimiento de ce+as.

-:a leche de cabra me descompone -di+e en #o" ba+a, sin la menor intenci&n de compartir elchiste con nadie.

ntonces la chica se lle#& las manos a la boca, agach& la cabe"a se rio. )e reía de #erdad, ole pregunté de qué se reía ella seguía riéndose. ;uando pudo #ol#er a hablar, contest&' -3e ríode lo que di+o.

)iempre he tenido la sospecha de que los años no traen ninguna sabiduría, no respecto de lasmu+eres, la risa de esa criatura me daba la ra"&n una #e" m(s. No me detendré a e$plicar el

significado de estas palabras ni qué había comen"ado a pasar en aquella mesa.-Aer a la tarde estabas en el puente -di+e.

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-)í -di+o ella-. Yo también lo #i a usted.3e trataba de usted. %nos años atr(s me hubiera parecido un mal comien"o, ahora se oía tan

natural que a no significaba nada, ni bueno ni malo. Vi que no lle#aba el pelo suelto, como latarde anterior, sino recogido sobre la nuca en una tren"a circular. !enía puesta una blusa bordadacon pequeñas flores. :os o+os a"ules no me gustan mucho, así que no me parece que tu#iera o+osa"ules. ue ella la que #ol#i& a hablar.

-Ahora no es lo mismo -di+o.-4ué cosa no es lo mismo.-4ue usted esté con#ersando conmigo. Aer, en el puente, hubiera sido... real. Ahora est( ac(

por lo que le di+o el tío Eolo.-l tío Eolo. ?l doctor Eolo es tu tío@No era posible. l doctor Eolo confesaba tener ochenta años. :os tíos son hermanos de padres

madres. sta chica no podía tener padres octogenarios. No había terminado de pensarlo cuando midemonio interior hi"o un c(lculo aplastante. )i o tu#iera una hi+a nacida en este momento, dentrode #einte años esa chica tendría un padre, no tan #ie+o como el doctor Eolo, pero, de todos modos,un #ie+o padre de setenta años, quien podría perfectamente ser hermano de cualquier octogenario.3enos mal que la h*ngara lleg& con la ginebra.

-)iempre lo llamé así -di+o la chica-. ra amigo de mi tío )tan. llos Hannah me criaron.-)tan.

:a chica no me miraba. ntonces hi"o la pregunta que o estaba esperando. :a misma preguntaque me había hecho Vladslac.

-A qué #ino usted -di+o.Ya he dicho que esperaba la pregunta. :o que ni o mismo esperaba fue mi respuesta.-!e #o a contestar -di+e-. sa pregunta todas las que quieras. No sé a qué #ine, pero te

puedo decir por qu2 #ine. Vine porque esto de #acaciones. Vine porque me separé de mi mu+er.Vine porque desde hace die" años me da lo mismo cualquier lugar, a condici&n de no conocer anadie. No pongas cara de alarmada. Vos hiciste la pregunta ahora me escuch(s. Vine porque mi#ida carece de sentido. )iempre imaginé que un tipo como o estaba destinado a hacer grandescosas, un día, como dice tu tío Eolo, me desperté de golpe #i en el espe+o la cara de un antiguoseñor que había perdido por completo las ganas de #i#ir. No sé qué te mandaron a a#eriguar de mí,pero puedo contestarte otras cu(ntas preguntas. No me interesan las intrigas. Ni los esenios. Ni losrollos del 3ar 3uerto. Ni stanislao Van Hutten. No me interesan ni sé por qué tendrían que

interesarme. Y de paso te digo algo m(s. )o e$actamente la clase de tipo capa" de imaginar que,en un lugar como éste, es posible encontrar, sobre el puente de una hoa, una chica que habla conlos gansos, sentir que s&lo por eso #alía la pena haber #enido. :o que me resulta un poco duro deimaginar es que te haan mandado a espiarme.

-Yo se los di+e.-4ué les di+iste, a quiénes.-:es di+e que usted no era lo que ellos creen.-Y qué es lo que creen.-No sé. %n periodista, o algo peor. -!enía la mirada fi+a en el mantel. -Alguien interesado en

el tío )tan.-ntonces, es cierto' te mandaron a espiarme.:a chica al"& los o+os habl& con perfecta naturalidad' -Ahora sí, aer no. Aer el tío Eolo me

di+o solamente que fuera al puente de :isa que simulara no #erlo.-?A mí@-A él. Yo no sabía que iba a estar usted.No tu#e m(s remedio que creerle. ra imposible que ella supiera d&nde estaría o la tarde

anterior. %nos minutos antes de llegar a la hostería de rau :isa, ni o mismo imaginaba que iría aparar allí. :o que me hubiese gustado saber es c&mo lo adi#in& él.

-?Y eso no te pareci& raro@->aro qué.-:o que el doctor Eolo te pidi&. 4ue simularas no #erlo.-No, por qué. =esde que o era mu chica todos nosotros hacemos cosas así. Vladslac, tío Eolo,

Hannah. Yo creía que era un +uego. A #eces Hannah era mi mam(, a #eces mi tía, a #eces )tan eraun señor desconocido que me decía qué linda nena, est(s perdida, me daba un papel que o debíade+ar en alguna parte.

l doctor Eolo mi hotelero alem(n a me lo habían anticipado. n aquel refugio alpino de artenaif no todo eran cascadas en miniatura hoas con gansos. !al #e" me había equi#ocado al elegir ellugar de mis #acaciones.

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-4ué otras cosas hacían.-Aprender r(pido el idioma del país al que lleg(bamos. l idioma el acento.-;u(ntos idiomas conocés.-No muchos. )eis o siete.-mpie"o a creer que ustedes son gente peligrosa. ?;&mo te llam(s@ )i es posible, tu nombre

#erdadero.

-;hristiane.-;on ce hache.-)í.-mpie"o a creer, ;hristiane, que todos ustedes son gente bastante peligrosa.:a chica des#i& la mirada e hi"o una pausa.-Nosotros no -di+o finalmente-. llos.:a primera #e" que se tomaba tiempo para contestar. )in embargo, no me pareci& que hubiera

calculado la respuesta' era otra cosa. ;uando #ol#i& a mirarme, sentí que o la había herido.-4uiénes son ellos.-No sabemos. Nadie lo sabe.:a impresi&n de candor sinceridad que causaba esa chica era alarmante. 5 no sabía decir m(s

que la #erdad o era una actri" notable, una actri" especialmente adiestrada para ganarse laconfian"a de tipos como o. =e todas maneras, candorosa o no, era e#idente que en su #ida había

hecho algo m(s que bailar ma"urcas. ;omo también era e#idente que, de un modo tal #e"inesperado, había conseguido a#eriguar unas cuantas cosas de mí. 7or puro espíritu decontradicci&n, pregunté'

-Y c&mo podé s estar tan segura de que o no so un emisario de ellos"-Hace un momento creí que estaba segura. Ahora no sé.-3e rindo -di+e-. 7odés lle#arme al cementerio.-7ara qué.-7ara #er la tumba de Van Hutten. !u tío Eolo me cit& en este café para eso. n realidad, no me

cit& para eso, sino para o diera una prueba de lo que él llama la +u#entud del alma.-Ya lo sé.-)í, también me lo figuraba. Vamos.3e puse de pie pero ella no se mo#i& de su silla. 3e miraba se reía. Yo le pedí que compartiera

su alegría conmigo. lla di+o.

-)e ol#ida de pagar.:lamé a la h*ngara pagué. 3ientras subíamos hacia el cementerio de la cumbre seguramente

terminé de contarle el resto de mi #ida.l ascenso dur& casi una hora. n alg*n momento nos detu#imos en una saliente de la sierra. lla

me mostr& una gran piedra, casi al borde de lo que, sin ninguna e$ageraci&n, podría llamarse unpequeño precipicio. 3e acerqué. No sé si es decente confesar que, mientras lo hacía, alcancé apensar que la chica iba a darme un empu+&n.

-4ué es lo que tengo que mirar.-:o que est( dibu+ado ahí. ?)abe qué es@Vi una especie de flecha, grabada profundamente en la piedra.-%na flecha.-)í, también una letra. %na letra sumeria. )e llama !i. 3(s que una letra es una palabra. s el

símbolo de la #ida.-;&mo sabés una cosa seme+ante.-!ío )tan la dibu+& para mí, la primera #e" que #inimos.-?7uedo hacerte una pregunta@-)í.-=e qué habl(s con tus contempor(neos. 3e refiero a los muchachos de tu edad.:a chica tenía los o+os ba+os. Hi"o una pausa.-No cono"co a muchos.=e pronto, por alg*n moti#o, era bastante difícil continuar con aquella con#ersaci&n, de modo

que seguimos subiendo en silencio. )i esto fuera una película, pensé, ahora estallaría unatormenta. Nos refugiaríamos en una gruta o en un pa+ar. ;laro que en esa película o debería tener#einte años menos.

-Ahí est( -di+o la chica.

l camino, que hasta ahora había sido piedra pura, terminaba abruptamente en la e$planada deuna meseta cubierta de pinos cipreses. l cementerio, circundado por una #er+a de fierro,ocupaba un pequeño sector de la e$planada se entraba en él por una puerta, también de #er+a,

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sobre la que en ese momento cantaba un p(+aro de pecho ro+o, que no se ech& a #olar hasta quecasi estu#imos +unto a él. l suelo estaba cubierto de ho+as doradas. Había unos cuantos bancos depiedra, dispuestos como para el reposo de los #i#os, no de los muertos. Vi las dos estrellas de =a#idde las que me había hablado Vladslac. Vi una cru" que decía' Stabit 3ru %um Vol!itur 4rbis" Vi unacru" dentro de una rueda. Vi una l(pida que tenía una sola fecha, como si los días que ha entre elnacimiento la muerte fueran un dato o una #anidad in*tiles. 7ero sobre todo #i (rboles oí ese

silencio rumoroso sonoro que est( hecho de p(+aros de ho+as. No era un cementerio sino un parGque secreto. Ni siquiera las estelas funerarias recordaban la muerte.-=&nde est( él -pregunté.No me atre#í a pronunciar la palabra tumba.-All( -di+o.Ba+amos un desni#el #i la sepultura.'stanislao Van Hutten, decía. 5onte!ideo 6786" #a 3umbrecita 679:"Y comprendí lo que de alg*n modo sabía desde la noche anterior.-sta tumba es una farsa -di+e. :a chica no dio ninguna muestra de sorprenderse-. l libro

firmado que o encontré en el hotel fue editado en )tuttgart, en /02&.-)í. 6l también se dio cuenta, aer.-4ué es todo este misterio.-Vuel#a a Buenos Aires -di+o la chica-. =é+enos.

-3e parece que ahora es un poco tarde -di+e o-. 5 un poco temprano, seg*n se lo mire.3ientras hablaba hice algo que me sorprendi&. 3e agaché para cortar una flor la de+é sobre la

tumba. ntonces oí a mi espalda una #o", que no era la de la chica, una risa poderosa profunda,que no era en absoluto el tipo de sonido que uno esperaría oír en un lugar como aquél.

-6se fue un hermoso gesto -di+o la #o" de Van Hutten-. Eracias.Naturalmente no necesitaba haberlas oído antes para saber que aquéllas eran su #o" su risa.

;omo tampoco necesitaba haber mirado nunca su cara para reconocerlo. 4uiero decir que melimito a contar las cosas tal como sucedieron, sin el menor (nimo de producir ning*n efectoinesperado. ;omo muchas #eces pude comprobar m(s tarde, era Van Hutten quien tenía unapredisposici&n natural a los efectos m(s o menos teatrales. )u misma apariencia era espectacular.=ebía de medir m(s de un metro ochenta , a pesar de su edad, parecía estar tallado, no enpiedra, como suele decirse, sino en una madera durísima. :le#aba borceguíes de e$plorador,camisa leñadora un chaleco de innumerables bolsillos. 7arecía no haber hecho en su #ida otra

cosa que andar a la intemperie. :as arrugas #erticales de su entrece+o, casi como cicatrices, ledaban sin embargo un aspecto refle$i#o por alguna ra"&n intimi dante. ;olgada de un cord&nnegro, lle#aba sobre el pecho una cru" de fierro. No un crucifi+o, sino una cru".

-3e parece que mere"co alguna e$plicaci&n -di+e.-No sé si la merece -di+o riendo Van Hutten-. so lo #eremos m(s tarde. 7ero desde luego la

tendr(. Ba+emos. No, por el camino de cornisa no. so es para la edad de ;hristiane. %sted #engaconmigo por ac(.

7ude #er una pequeña puerta, una especie de mínima tranquera semioculta entre unos arbustos,que se abría hacia los matorrales de la cuesta. %n camino de regreso mucho m(s directo escondidoque el que habíamos hecho con ;hristiane al subir. Había una escalinata de piedra, que llegaba a losfondos arbolados de la casa de Van Hutten.

-se que se #e all( aba+o es el camino principal -di+o el arque&logo-. ste otro da a losbungaloLs a las canchas de tenis de su hotel. 7asa e$actamente +unto a la terra"a de su cuarto.7ero no se lo aconse+o de noche.

Yo di+e que no estaba seguro de orientarme en un lugar así, ni siquiera de día.-Yo lo acompaño un trecho, no se preocupe.Vi entre los (rboles la silueta de una mu+er que, a la distancia, no parecía mucho maor que

;hristiane. No se nos acerc&.-Hannah -di+o Van Hutten-. 3i mu+er. %sted a la conoce, era la hermosa dama solitaria que la

primera noche lo #igilaba desde un espe+o.

CAPÍTULO SIETE

EL CAMINO DE LA ENCINA

-No creo en el a"ar-di+o Van Hutten mientras camin(bamos entre matorrales maci"os de

campanillas. Yo #eía su espalda no podía hacerme a la idea de que ese hombre tu#iera ochenta dos años. ra como si las matas las flores se apartaran para darle paso. -:a gente llama a"ar a lo

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que no es sino una serie de causas secretas, que los antiguos nombraban destino. %sted +uega ala+edre", me han dicho. magine lo que sentiría si fuera un caballo de a+edre" pudiera preguntarsequé significa su posici&n actual en el tablero... -l camino, cada tanto, se quebraba en unapendiente ba+(bamos en silencio. :os pesados borceguíes del arque&logo se adaptaban a lasirregularidades del sendero con una seguridad que me hacía sentir anciano. =os o tres #eces,oéndome trope"ar, se había dado #uelta como para au$iliarme. )e detu#o me mir&. )u cara sí

estaba marcada por el tiempo, s&lo que de un modo casi mineral, como se agrieta la corte"a de un(rbol. -4ue usted haa #enido a :a ;umbrecita, que, por la ra"&n que sea, haa encontrado milibro sobre los esenios en la biblioteca del hotel, que o haa firmado ese libro sin pensar que setrataba de una edici&n posterior a mi muerte para el mundo, sobre todo que hace #einticincoaños, usted... -Van Hutten hi"o una pausa. !u#e la impresi&n de que lo que agreg& de inmediato noera lo que pensaba decir. -... 4ue usted, hace #einticinco o treinta años, oera hablar de mí, de lascue#as del 4umran, de los esenios... todo eso forma necesariamente un dibu+o. )&lo que ha quesaber mirado. ?;hristiane le mostr& la letra !i@ - arque&logo sigui& caminado sin darme tiempo acontestar. -;hristiane ama esa letra, o se la dibu+é. Nunca comprendí qué #e e$actamente en ella.¿%sted sabe, señor de la ciudad, lo que significa esa pequena flecha@ No me diga, por fa#or, que es elsimbolo de la #ida, eso lo o& hace media hora... -)eguimos ba+ando, otra #e" en silencio, llegamos a una e$planada. -se dibu+o fue la cla#e, usted diria casual. que permiti& descifrar elmisterio de un mundo que se creia perdido. 7rob& la e$istencia de la ci#ili"aci&n mas antigua que

conocemos. :os sumerios.Van Hutten apo& la espalda en un (rbol no agreg& una palabra. )i o esperaba algo mas, estaba

equi#ocado' el arque&logo había terminado para siempre con su e+emplo sobre la ine$istencia dela"ar. ;omo comprobé muchas #eces en los días que siguieron, ese hombre parecía suponer que supensamiento era perfectamente accesible para los demas. :o que entonces sentí es que e daba lomismo hablar conmigo que hablar solo.

spere un tiempo prudencial, me atre#í a decir' -)eg*n usted, era ine#itable que nosencontraramos.

-=e ninguna manera. :o a ine#itable es que nos ha+amos encontrado. Hasta hace unos días, hastahace unas horas, no tenía nada de ine#itable.

-No sé si lo entiendo.-No tiene ninguna importancia. %sted créameC el a"ar no e$iste. )i usted o no nos hubiesemos

#isto nunca, tampoco eso sería una casualidad. )ería el *nico resultado posible de una serie de

hechos fatales. %sted o estamos con#ersando ahora, +unto a este (rbol. so es lo a ine#itable. -)ac& de su pantal&n de lona un relo+ su+eto a una argolla del cintur&n por una tren"a de cuero consult& la hora. -No se me ol#ide de este (rbol. s una encina, no ha otra por ac(. n esa tranqueGrita empie"a el camino que lo lle#a directamente a su hotel. =esde este lugar, no ha modo deperderse.

5 dicho de otra manera' que mi primer encuentro con stanislao Van Hutten había terminado.-so quiere decir que no #a a e$plicarme nada.-No ahora. arque&logo señal& algo sobre mi cabe"a. 3e #ol#í. )obre las sierras, #i un tumulto de nubes

atra#esadas en todas direcciones par el sol que se #olcaba hacia la noche, como un cataclismosilencioso. sa parecía ser la ra"&n de su respuesta. :a miré sin entender.

-4ue de un momenta a otro, señor, #a a atardecer en :a ;umbrecita, no pienso profanar eseespect(culo con palabras.

CAPÍTULO OCHO

EL TAO LLAMADO TAO

-Yo sí creo en el a"ar -di+o el doctor Eolo la noche siguiente. 6l Van Hutten habíanaparecido en el bar del hotel, después de la cena, ahora camin(bamos los tres ba+o los (rbolesde la calle principal, en direcci&n a la hoa de los gansos. -:o que la gente llama destino -di+oel doctor Eolo-no es sino una hilera de disparates, que los antiguos llamaban misterio de la #ida.%sted +uega al a+edre", lo he #isto. magine qué sentiría si fuera un caballo de a+edre" #inierao le pateara el tablero usted pudiera preguntarse qué significa su posici&n actual deba+o dela mesa. 4ue usted haa #enido a suicidarse a :a ;umbrecita, que, por la ra"&n que sea, haatomado el libro de )tan sobre los esenios, que este hombre distraído, aunque sabio, le haa

firmado ese libro a un hotelero, sin pensar que los arque&logos de =ios no deberían andardedicando libros como poetas #anidosos, sobre todo si est(n muertos, que desde hace treinta

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años usted ande obsesionado con el cristianismo, dé+eme terminar, todo eso es necesariamenteun desorden. -l doctor Eolo se detu#o, le#ant& la cabe"a , cerrando los o+os, oli& repetidaGmente el aire de la noche. -)&lo que también ha que saber interpretarlo.

Van Hutten no di+o una palabra. ;aminaba con las manos a la espalda, mirando el suelo, detanto en tanto, meneaba lentamente la cabe"a. Yo pensé que al fin de cuentas estaba de#acaciones di+e'

-)eg*n usted, entonces, es casual que nos haamos encontrado.-=e ninguna manera. n un orden ca&tico, lo absurdo es ine#itable.3e reí. 7ese a la sombra un poco intimidante de Van Hutten, que caminaba en silencio al

borde del camino, no tu#e m(s remedio que reírme.-n eso estamos de acuerdo -di+e.-?=e qué se ríe@ -di+o el doctor Eolo-. l a"ar no sabe lo que hace. )i un indi#iduo como

usted el profesor no se hubieran conocido, eso sí que habría sido una casualidad.n ese momento, el arque&logo habl& por primera #e"'-7ero ahora caminamos +untos, ba+o estos (rboles, a no ha tu tía.-?;&mo@Van Hutten, si es que realmente había hablado, pareci& no oír mi pregunta.-No ha tu tía -di+o el doctor Eolo-. s un giro rioplatense. No me #a a decir que nunca o&

el giro no ha tu tía.

-;laro que sí. )&lo me sorprendi&.-)i eso lo sorprende en un uruguao -di+o el doctor Eolo-, qué #a a pasarle cuando o le digaque ese hombre pensati#o puede articular las palabras no ha tu tía en unas treinta lenguas, peroque en ninguna de ellas, &igame bien, en ninguna significa lo que usted entiende cuando oe elsonido no-ha-tu-tía. Yo creo que es cierto, el español es la lengua de los (ngeles. =iga' li.

—Li.

-%sted, pronunciaci&n al margen, acaba de proferir un sonido que en chino tiene cientotreinta ocho significadosC que, en dialecto mandarín, admite adem(s cuatro tonos distintos ,en el sur de ;hina, ocho. =iga' tao <Q o tao.

Vol#í a pensar que estaba de #acaciones. !al #e" estos dos #ie+os estu#ieran locos, peroseguirles la corriente no era peor que +ugar al a+edre" a solas.

-!ao cotao -di+e.-No' tao <Qo tao.

Yo lo intenté. l doctor Eolo di+o'-%sted est( dotado m(s bien para el birmano. 7reste atenci&n' si o intentara traducirle

ra"onablemente al inglés ese enigm(tico #erso del ;ao te <ing, que es lo que usted ha dicho enlac&nico musical idioma chino, debería articular algo así como' ;he ;ao that can be trodden" 5menos metaf&ricamente' ;he ;ao =hich can be tao.ed" n italiano, corrí+ame si pronuncio mal,usted que es argentino' Il ;ao di cui si puo parlare, o, tal #e"' Il &rincipio che potesse essereenun>iatto" n alem(n a lo ha hecho, en un rapto de locura, un finado amigo sin&logo... ?%stedsabe alem(n@... ?No@ =e cualquier modo no importa, oiga esto' Im ;ao -ac( el doctor Eolo hi"o unapausa , con sus pequeñas manos, dibu+& en el aire de la noche un paréntesis-, dem ?eg des?eltalls -otra pausa, el paréntesis había terminado-, sollt ihr =andeln" S4ué me diceM -n estemomento, Van Hutten, que caminaba un poco apartado, lan"& una carca+ada que ocasion&, podía+urado, un perceptible re#uelo de p(+aros sobresaltados en las ramas de los (rboles-. Im0 -repiti&el doctor Eolo-. Y no s&lo Im" 7or si fuera poco' dem ?eg des ?eltalls" ?)abe alem(n o no@

-No -di+e.-Bueno, o tengo que hacer un mandado ustedes caminan mu despacio porque son altos. :os

de+o, nos #emos en la hoa. 4ue el profesor Van Hutten le siga e$plicando.Y el doctor Eolo, como si se disipara en el aire, desapareci& a toda #elocidad entre las sombras

de los pinos.Van Hutten se acerc& a mí.-:o que él le quiso decir -la #o" gra#e del arque&logo, oída en la oscuridad, contrastaba de tal

modo con la del doctor Eolo que sentí un estremecimiento-, es que el humilde tao <@o tao, como sidi+éramos el ;ao llamado ;ao, se ha con#ertido, en alem(n, en una orden prusiana, en un decretosobre la circulaci&n #ial del uni#erso. 4uiso decir que no ha+ tu tía, que es la fatalidad, tao <@otao, que es el nombre de lo innombrable, no admiten ninguna traducci&n. -l arque&logo hi"o unsilencio. -:a pregunta implícita, querido señor, es la siguiente' ?si usted no sabe alem(n, quéhacía con un libro mío, escrito enteramente en alem(n, sobre la secta de los esenios@

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No tu#e tiempo de sorprenderme porque, para decirlo con sinceridad, me sentí agredido. !u#ela certe"a de que toda esta gente, Van Hutten, el doctor Eolo, la misma ;hristiane, se estabanburlando de mí.

3e detu#e.-4ué le pasa -di+o Van Hutten.-No sé si le #a a gustar oírlo, profesor.

Van Hutten también parecía mu serio.-nténtelo.-;reo que usted me desagrada, Van Hutten. =e pronto siento que casi ninguno de ustedes me

gusta en absoluto.-;asi ninguno... Nunca pronuncie irrefle$i#amente un ad#erbio en presencia de un fil&logo...

7ero si no es m(s que eso, sigamos caminando. Ya le #o a gustar, le #o a gustar hasta elfanatismo. =ebo entender que est( molesto conmigo.

-)í -di+e secamente.-Bueno -di+o con otra #o" Van Hutten-, no lo culpo. Yo no le gusto pero usted me gusta a mí.

Hagamos las paces. 4ué es lo que necesita saber.-Nada. :o #engo repitiendo desde que llegué..3uando llegó no necesitaba saber nada. Y o le creo, de manera que le #o contar todo. 5 casi

todo. 7ero antes debo hacerle una ad#ertencia. %sted se ha metido en un problema. 7ara decirlo

sin fri#olidad' en un asunto demasiado peligroso. %sted mismo ahora es peligroso. 7eligroso paramí, para Hannah, para ;hristiane, para Vladslac, para Eolob+ubo#.

-?4uién@l arque&logo me tom& del bra"o seguimos caminado.-:e# Nicolaie#ich Eolob+ubo#, muerto en 7alestina en /02 a quien usted conoce,

perfectamente #i#o, como doctor o tío Eolo. )i me e$cluo, la autoridad filol&gica m(s grande queusted ha conocido en lo que atañe a literaturas semíticas. 7uede hablar el arameo de la época deFes*s como si #iniera de pescar en el lago !iberíades con san 7edro. 6l me enseñ& s*mero. ?)abelo que es la stela de las Aguilas@ s una piedra de basalto, una piedra funeraria' él la descifr& pordi#ertirse la tradu+o al lituano al #asco. !iene un humor e$tra#agante. %sted le gusta porque+uega al a+edre" soloC :e# *nicamente admite el e+ercicio in*til de la inteligencia. !ambién fuemédico, en 3osc*. !o$ic&logo. )i alguna #e" usted o& hablar del doctor que se hacía llamarFoseph :andoLs<i, tal #e" le diga algo el hecho de que, en su +u#entud, :e# Nicolaie#ich traba+&

con este siniestro persona+e. ;onf&rmese con esto' Eolo prepar& con :andoLs<i la f&rmula queborr& para siempre de este mundo al famoso sat(nico camarada é+o#, +efe de la ;he<a en laépoca de )talin. sa muerte lo con#irti& al cristianismo. Yo lo conocí en una e$ca#aci&n, en:ituania. Busc(bamos un manuscrito de la 3anción de las Huestes de Igor encontramos un arc&n.No importa qué había adentro ni sé si usted podría calcular lo que significaba ese halla"go,traducido a #alor d&lar. Hacia el final de... ?:o aburro@

-No. )iga.-Hacia el final de la )egunda Euerra, :e# Nicolaie#ich #i#ía en la emba+ada so#iética, en

Buenos Aires, traduciendo sosegadamente el Ailgamesh, re"ando en secreto administrando elcontenido del arc&n, que, dicho sea de paso, nos sir#i& para sacar de Alemania na"i a unos cuantosopositores a Hitler. ntre ellos, el conde Holstein, su elegante hotelero parecido a HermannHesse. n /01 o estaba en Nag Hammadi, de allí ba+é a 7alestina. ;erca de Feric&, descubríalgo... :e# me di+o que usted conocía mi polémica con los mamarrachos de >oma. 3e refiero a milibro sobre las murallas de Feric&.

-)í, lo leí. Hace mucho tiempo.-4ué le pareci&.Yo había leído ese libro cuando tenía dieciocho años. 3e recordaba a mí mismo leéndolo

sobresaltado. >ecordaba la belle"a de su prosa la contundencia casi blasfema de sus ideas. stanoche o seguía bastante molesto con el arque&logo, pero, aunque en #o" ba+a, no tu#e m(sremedio que decirle la #erdad.

-)iempre admiré ese libro. l #ie+o solt& una carca+ada.-7or fa#or. se libro fue una cortina de humo, ese libro la e$ca#aci&n de Feric& fueron una

broma gigantesca... -3ientras el #ie+o reía, en un pueblo, en alguna madrugada de mi memoria,un adolescente fer#oroso de o+os agrandados se dilu& como un fantasma. -7ero no se me ofendaotra #e" -di+o el arque&logo-C al fin de cuentas el libro lo escribí o. -3e puso la mano sobre el

hombroC cuando #ol#i& a hablar lo hi"o con mucha seriedad.- :os acantilados del norte del 3ar3uerto, las cue#as del 4umran, est(n a unos doce <il&metros de la meseta de Feric&... , porciertas ra"ones que no le #o a e$plicar ahora, era necesario que o estu#iera cerca del 4umran...

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n este punto empie"a la historia que le interes& a usted en su +u#entud que, desde hace unosdías, ha #uelto a interesarle.

-7or qué me cuenta todo esto.-7orque no creo en el a"ar. Y usted ha empe"ado a cumplir un determinado papel en esta

segunda parte de nuestra historia.)upongo que, si el arque&logo pronunci& e$actamente estas palabras, debí preguntarle qué

tenía que #er o con lo que él había llamado nuestra historia, pero so ese tipo de personas que noentienden las cosas hasta que las recuerdan.-4ué piensa de los rollos del 3ar 3uerto -di+o el arque&lago.6se era el momento para dar por terminado todo este asunto #ol#erme a mi hotel. )in

embargo me encontré repitiendo lo que a le había dicho dos días atr(s al doctor Eolo. l beGduino. :a cabra perdida cerca de los acantilados. :a cue#a con sus #asi+as de dos mil años. :osrollos. Van Hutten me interrumpi&.

-:e pregunté qu2 piensa, no cu(nto sabe.-;omo la maoría de las personas, profesor, no suelo pensar en los rollos del 3ar 3uerto.Van Hutten no se dio por enterado de mi ironía.-:os primeros rollos no se descubrieron en la prima#era de /012, eso para empe"ar. ueron

descubiertos mucho antes. :os beduinos entraban en las cue#as con el cuero de los rollos seremendaban los "apatos. Nadie se preocup& por los manuscritos hasta que empe"aron a significar

dinero. !e$tos sagrados de dos milenios de antigedad. !e$tos originales, no copias tar días. !e$tosescritos para ser leídos por todos los hombres... %na pandilla de falsos eruditos, curas sacrílegos,militares +udíos profesores mafiosos, e+erce sobre esos documentos, desde hace m(s de treintaaños, un control absoluto. Venga, cortemos camino por ac(.

%nos minutos después lleg(bamos a la hoa. nfrente, se #eían las luces de la hostería. =e estelado, ba+o los (rboles, #i el auto de Vladslac.

-se es el ta$i del h*ngaro -di+e.-)í -di+o Van Hutten-. 7or qué.-!engo la impresi&n de que lo #eo en todas partes. 4uién es ese hombre.-3i (ngel guardi(n -di+o el arque&logo-. No ha muchas maneras de llegar a :a ;umbrecita sin

subirse al ta$i de Vladslac. Hace un momento le hablé de mi libro sobre Feric&. !odas las ideaslaicas de ese libro, el sistema de palancas que utili"& Fosué, la "apa de los cimientos, el derrumbede los muros, son de Vladslac. s arquitecto. )upongo que imagina la importancia de un arquitecto

en una e$ca#aci&n.-?Arquitecto@-%n gran arquitecto. ?4ué hace un gran arquitecto en un lugar perdido como éste, donde nadie

construe casas@ sta regi&n de cuento de hadas, imagino que lo sabe, fue también una especie de!ercer >eich en miniatura. :a mu+er de Vladslac era +udía muri& en un campo de concentraci&n.No me gustaría ser alem(n tener cierto tipo de pasado si Vladslac anda cerca.

-4uiere decir ...-Vladslac espera encontrar a alguien. No lo busca' s&lo espera encontrarlo. !iene una certe"a

que le permite #i#ir. st( seguro de que en la Argentina ha un hombre, a quien él conoce, quealg*n día #endr( a #isitar :a ;umbrecita. !al #e" sea una ilusi&n, pero es bastante m(s de lo quetiene otra gente. s su guerra, no la mía. ?4uiere saber algo m(s@

-)í -di+e sin pensar-. =esde aer quiero hacerle una pregunta.-H(gala.Habíamos llegado al puente de madera. ;omo una gran mancha blanca, inm&#il, un grupo de

gansos dormía en un recodo del arroo. :a serenidad de la noche era tan perfecta que las #entanasiluminadas de la hostería los faroles del parque, duplicados en el agua, daban la impresi&n de unpaisa+e in#ertido que sostu#iera al real desde el fondo oscuro de la hoa. :a ilusi&n dur& uninstante' un ganso solitario deri#& hacia el grupo dormido la imagen se deshi"o como si un espe+otemblara.

-7or qué se esconde -di+e-. 7or qué simula estar muerto. l arque&logo me mir& unossegundos.

-;rucemos. 7refiero con#ersar sentado.st(bamos por entrar en la hostería, cuando, abroch(ndose el pantal&n, reapareci& entre los

(rboles una silueta inconfundible..Ibant obscuri sola sub nocte per umbram0 -di+o el doctor Eolo-. 4ué manera de tardar. :os

espero ahí adentro hasta asustarme, salgo a hacer pis en la enramada , menos mal, los #eo. ;reíque alguno de los dos había asesinado al otro por ra"ones religiosas. No sé de qué hablaban, pero lepre#engo algo, señor. )tan no suele medir sus palabras. )i le oe decir que los dominicos son

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sat(nicos, los rabinos monos que cuentan palabras, el Vaticano un sepulcro blanqueado, usted mirehacia otra parte. s raro que un fil&logo tenga tanta pasi&n por los ad+eti#os monumentales, claroque Niet"sche también era fil&logo nos asest& a Tarathustra. 3e presento por fin. :e#Nicolaie#ich Eolob+ubo#, a sus &rdenes. uera de un ruso, nadie puede articular mi apellido con ladebida m*sica, de modo que usted siga llam(ndome doctor Eolo. Nunca me diga :e#, seríairrespetuoso. ;uando oigo :e#, o entiendo :e&n, siento que me est(n haciendo una broma

pesada. 3ido uno sesenta so casi perfectamente redondo. =e qué hablaban.-=el pasado -di+o Van Hutten.-:o siento por nuestro amigo' ahora no puede salir #i#o de :a ;umbrecita. ra una broma -me

di+o sigui& hablando con el arque&logo en un idioma que no se parecía a nada que o hubieraoído antes. Van Hutten le contestaba calmosamente en la misma lengua.

ntramos en la hostería. l arque&logo fue hacia el mostrador habl& en #o" ba+a con rau:isa. :a mu+er se dirigi& de inmediato a los ocupantes de la *nica mesa que no estaba #acía , conuna gran sonrisa, les di+o que era hora de cerrar. ;uando quedamos solos, tranc& la puerta, apag&las luces de afuera desapareci& con Van Hutten en la trastienda.

-)tan le ha tomado simpatía, señor -di+o a mi lado el doctor Eolo-. :o que en cierto modo node+a de empeorar las cosas para usted. ;omo prueba de buena #oluntad, le tradu"co nuestropequeño di(logo copto. Yo le pregunté si usted le parecía lelo. =i+o que no. :e pregunté si eso noera peligroso para nosotros. =i+o que a lo me+or pero que usted no ha #enido a buscar nada. :e

pregunté si usted era un sensual. =i+o que no sabía, que le parece m(s bien un aletargado, alguienque hace las cosas dormido, sin saber si son buenas o malas. :e pregunté si a le había contado loprincipal. No di+o ni mu. :e pregunté si iba a cometer la locura de cont(rselo. S=i+o que síMntonces, desesperado, le pregunté por qué. , ?sabe lo que me di+o@ 4ue usted le gustaba.

Vi #ol#er a Van Hutten de la trastienda. !raía una botella en la mano lo acompañaba Vladslac.-)eñor -di+o lac&nicamente el h*ngaro, a manera de saludo.-Hola -di+e, intentando parecer natural-. %sted tenía ra"&n. :a ;umbrecita es un lugar mu

hermoso.6l se limit& a asentir con la cabe"a. l doctor Eolo habl& unas palabras con el arque&logo, en el

mismo indescifrable idioma de un momento atr(s.-mpecemos -di+o Van Hutten, sent(ndose frente a mí.;uando aquello termin& o no sabía mucho m(s que al principio.Ha pasado demasiado tiempo como para que pueda repetir con e$actitud lo que oí esa noche.

7alabras como Nag Hammadi, Dhirbet 4umran, esenios, 3asad(, rebeli&n de los "elotes, Iadi el3u+ib, Euerra de los Hi+os de la :u" contra los Hi+os de las !inieblas, apenas significaban algo m(sque sonidos para mí. !al #e", si las hubiera transcrito de inmediato en mi cuarto, como lo hice enlos días siguientes, ahora podría rehacerlas a mi modo, pero confieso que esa noche o estaba meGnos preocupado por la arqueología bíblica que por establecer la relaci&n que e$istía entre aquellostres hombres. >eparé en algo' pese al respeto instinti#o que imponía Van Hutten, el doctor Eolo lotuteaba, lo interrumpía hasta lo contradecía. Van Hutten, en cambio, lo trataba de usted, comotambién trataba de usted al h*ngaro, quien aparentaba ser #einte años menor que cualquiera delos dos. 3(s tarde pude constatar que ese tratamiento menos ceremonioso que distante eranatural en Van Hutten. $cepci&n hecha de Hannah, su mu+er, no lo oí tutear a nadie, ni siquiera a;hristiane.

Vladslac me acerc& en su auto hasta mi hotel. l arque&logo Eolo prefirieron caminar.-?4uiere con#ersar@ -me pregunt& el h*ngaro.)u #o" era cordial. Yo recordé mi primer #ia+e en ese auto me reí.-No, esta noche no.-?:e gustan las casitas del tiempo@-?:as casitas del tiempo@-sas casas alpinas de +uguete, con una mu+ercita que sale a la puerta cuando el día es bueno,

un pequeño tirolés que sale cuando llue#e.-)í -di+e.l h*ngaro hi"o un aprobatorio mo#imiento de cabe"a a no #ol#i& a hablar hasta que

llegamos al parque del hotel.

CAPÍTULO NUEVE

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DETALLES

n los días siguientes #isité la cascada, la capilla, #ol#í a la hostería de la hoa. 7ude comprobarunas cuantas cosas. :a gente parecía m(s afable conmigo. )onrisas en el comedor, una mesa +unto ala #entana. Holstein me ofreci&, en perfecto castellano, las lla#es de la biblioteca para que entraraallí a la hora que quisiera.

No #ol#í a #er a ;hristiane. =ebo reconocer que mis #isitas a la hoa de los gansos respondían alsecreto prop&sito de cru"(rmela.

CAPÍTULO DIEZ

LA CASA EN LA PIEDRA

-6ste es el camino m(s corto -había dicho Van Hutten, después agreg&' -!ambién es el peor.:os caminos m(s cortos siempre son los peores. -Habíamos de+ado atr(s las canchas de tenis losbungaloLs ahora camin(bamos entre los (rboles por un sendero alto, paralelo a la calle principal,desde el que podían #erse las terra"as iluminadas del hotel. )e detu#o me tom& del bra"o, pudenotar la firme"a de sus dedos. -)i se fi+a bien, all( arriba brilla una pequeña lu". =esde esta noche,si quiere subir, #a a tener que subir solo. No hace falta aclarar que so un hombre anciano.

!u#e intenci&n de responderle que no parecía en absoluto un hombre anciano, pero dudé de que

el arque&logo apreciara este tipo de cortesía. )&lo di+e'-Hace dos o tres noches le hice una pregunta.-)í.-4ue usted no me contest&.-nsista, pero antes alc(nceme ese palo. s mi caduceo. :as pocas #eces que desciendo a este

mundo lo de+o contra ese cerco. 4ué es lo que no le contesté.-7or qué se esconde. 7or qué simula estar muerto.-3e escondo por temor. No. -7ens& un momento.- No es del todo cierto. n alg*n tiempo, hace

die" o quince años, me escondía por temor, ahora es un h(bito.-%sted me di+o que descubri& algo.-$acto. =escubrí cierto documento, demasiado inquietante para demasiada gente.)eguimos subiendo en silencio, entre plantas arbustos sombríos, s&lo guiados por la lu"

intermitente de all( arriba que aparecía desaparecía entre las ramas.-4ué descubri&.-4ué descubrí, usted me pregunta amablemente qué descubrí. 6sa sí que es una buena

pregunta.No agreg& una palabra. 4uince o #einte minutos después llegamos a una e$planada cubierta de

(rboles. %na especie de parque o bosquecito desde el que podía #erse, mirando hacia aba+o, lacasi totalidad de los hoteles.

-stamos en mi casa -di+o Van Hutten señalando la cuesta. Y o tu#e la impresi&n de que serefería a los (rboles o al cerro. No #i nada que se pareciera a una casa. -;omo las procesiones delos desesperados, esta casa #a por dentro. :a diseñ& Vladslac. )i le di+era en qué se inspir&.

:a casa, como pude comprobar después, estaba pr(cticamente engar"ada en la ladera delcerro, oculta entre los (rboles tan mimeti"ada con la piedra que a*n en pleno día se podriahaber pasado a unos metros de ella sin ad#ertir su entrada. ;are"co de la habilidad de describir,así que no intentaré dar una idea de su construcci&n' s&lo diré que Eaudí no la hubieradesaprobado.

-=escansemos un momento ac( afuera -di+o Van Hutten. )ac& una linterna de su chaleco eilumin& fuga"mente un banco de piedra. Nos sentamos. No pude e#itar preguntarme por qué nohabía utili"ado esa linterna mientras subíamos. )entí la mirada de Van Hutten cla#ada en miperfil. =espués oí su risa.

-%sted se est( preguntando por qué subimos a oscuras. Yo también me lo pregunto.)implemente no se me ocurri&. sto acostumbrado a la oscuridad. Hannah siempre dice que nopienso en los dem(s, creo que tiene ra"&n. ?staba pensando o no en la linterna@

-)í -di+e-. 7ensaba por qué, lle#ando una linterna en el bolsillo, me hi"o seguido en laoscuridad.

-7ara desorientarlo -di+o.-so imaginé.

-magin& mal. 7ara qué iba a querer desorientarlo, si a le había señalado el camino. ueporque no se me ocurri&. 5 tal #e" por tacañería. He #i#ido obsesionado por la duraci&n de las ba Gterias las pilas. =eformaci&n profesional -agreg&, o #ol#í a sentir que sus interlocutores no

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siempre le interesaban demasiado a este hombre, o los sometía a mínimos tests de inteligencia.He #i#ido obsesionado por la duraci&n de las baterías las pilas, había dicho. :o imaginé tratandode hacer arrancar un +eep en el desierto. :o imaginé, alumbrando con los *ltimos #estigiostemblorosos de una linterna, un manuscrito o una moneda romana en una cue#a-. :o que adem(ssignifica -prosigui& Van Hutten- que usted no es tan mal obser#ador como cree.

-;&mo sabe que me creo mal obser#ador.

-%sted piensa que lo es.-)í, pero usted c&mo lo sabe.-3e lo confes& usted mismo. =i+o que sería incapa" de orientarse en un lugar como éste. 7ero

el sentido de la orientaci&n es obser#aci&n pura. :a forma de un (rbol, el color de una piedra, ladirecci&n en que corre el agua, la altura del pasto. l sonido, incluso el olor. 7or e+emplo,?cu(ntas cosas oe usted en este momento@ numérelas.

3e resigné.-:as ranas los grillos. l rumor de las ho+asC de tanto en tanto, algo que parece un b*ho.-3u bien. !ambién debe de oír que mi sobrina est( cantando, all( arriba. %na #o" como la de

;hristiane, por tenue que sea, no pasa inad#ertida así nom(s.-!ambién la oigo, sí.-sta es la segunda #e" que, por la negati#a, usted demuestra pensar en ;hristiane. 4ué m(s

oe.

-;reo que nada m(s.-4uiere decir que a se acostumbr&' no oe la cascada. 5e grillos canciones pero no oe el

rumor de la cascada. Uigalo. %n trueno de fondo, que s&lo puede no oírse cuando uno a seacostumbr& a este lugar. :o #a a e$trañar, cuando se #aa.

Van Hutten tenía ra"&n en las dos cosas, la cascada se oía como un le#e e interminable truenole+ano o iba a e$trañar ese rumor. )i ésta fuera mi historia, no la de Van Hutten, deberíaconfesar que ahora mismo lo e$traño, mientras escribo en Buenos Aires estas palabras.

-s cierto -di+e-. !ambién oigo la cascada.-?=e d&nde #iene el sonido@-7arece #enir de todas partes.-Huela. :a tierra mo+ada tiene olor, por eso uno puede anticipar la llu#ia. Huela. so es.

Ahora, una ese olor con el sonido del agua. =e d&nde #iene.-=e all( atr(s.

-;orrecto, del suroeste. so, dos o tres nociones astron&micas una buena br*+ula sui"a, nunca m(s se me pierde en :a ;umbrecita ni en ning*n lugar del mundo. )al#o en una ciudad. :osindicios de la ciudad son otros, pero, en el fondo, funcionan de la misma manera. l nombre de lascalles, la fachada de una casa, la numeraci&n de las puertas. -5tra #e" sentí en la oscuridad loso+os de Van Hutten cla#ados en mi cara. -4ué le pasa.

-4ue usted no me tra+o hasta ac( para hablar del sentido de la orientaci&n.-sta #e" imagin& bien. ?4ué antigedad supone usted que tienen nuestros e#angelios@Ya me estaba acostumbrando a esta manera s*bita de preguntar. )upe que podía permitirme

cierta elocuencia.-;asi dos mil años -di+e-. :os e#angelios sin&pticos fueron escritos alrededor del año 2. %no

de ellos, creo que :ucas, es posterior a la destrucci&n del !emplo. l de Fuan pudo haber sidoescrito en el año cien.

-Y eso es todo. -:as palabras de Van Hutten no estaban formuladas como pregunta, eran unaafirmaci&n ir&nica-. 4ué clase de historiador es usted, dígame un poco. Ni siquiera ha leído conatenci&n a su )alom&n >einach. %sted ni siquiera es un buen descreído, señor mío. l 3arcos o el3ateo originales, tal #e" fueron escritos en esas fechas. 7ero nuestro 3arcos nuestro 3ateo, esospastiches, los e#angelios que lee con inocencia la pobre gente, los que nos recitan los curas desdela época de ;onstan tino, son mucho m(s tardíos. :a glesia primiti#a es un misterio. 5 un caos.Hasta mediados del siglo segundo ning*n autor cristiano cita nuestros e#angelios ni los Hechos delos Ap&stoles, ni nada de lo que ho llamamos cristianismo. l primer canon fue establecido entiempos de 3arci&n, m(s o menos en el año ciento cincuenta después de Fes*s. )abr( quién era3arci&n.

-No.

-%na especie de loco. %n herético. %n fundamentalista al re#és. Negaba la autoridad de laBiblia. 4uería separar el cristianismo del +udaísmo estableci& que los *nicos autores sagrados,

para un cristiano, eran :ucas sobre todo 7ablo. ?)e da cuenta@, Sel fundamento de nuestra glesiaformulado por un here+eM -:a risa de Van Hutten, en la oscuridad del cerro, tenía algo equí#oco.-7ero ése no es el punto -di+o-. =ios puede #alerse hasta de 3arci&n para cumplir sus designios.

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7uede #alerse hasta de usted de mí. l punto es' aun suponiendo que aquellos cuatro e#angeliosfueran e$actamente los mismos que conocemos ho, sin agregados o supresiones, aun admitiendoese disparate, no e$iste nada, una sola p(gina, una sola palabra, una sola letra de nuestrose#angelios que sea anterior al siglo segundo, nada que podamos llamar original. =e los Hechos delos Ap&stoles no hablo. :os Hechos est(n escritos para e$altar la figura de 7ablo, ese iluminadocabr&n.

-Ya he oído eso -di+e.-4ué ha oído.-:a palabra cabr&n, referida a san 7ablo.-)í -di+o Van Hutten-. )uele utili"arla Eolo. ;abr&n en el m(s estricto sentido aleg&rico del

término. )upongo que sabe a quién llamamos el protom(rtir del cristianismo.-A san steban -di+e.-$acto. steban, compañero discípulo de )antiago el Fusto. )antiago el de la epístola' el

hermano carnal de Fes*s. 3e imagino que también sabe que el amigo 7ablo, cuando to da#ía nocomía chancho firmaba )haul, estaba entre los romanos que torturaron a steban lo asesinaron.

-:o sabía -di+e-, o me parece ahora que a lo sabía. l pasado anticristiano de 7ablo esconocido por todos. )in ese pasado no habría habido ;amino de =amasco, ni con#ersi&n.

-Ni lo que la pobre gente llama cristianismo, dígalo. %n here+e, 3arci&n, establece el canon, un +udío con#erso, un asesino de cristianos, funda la glesia. S4ué suerte hemos tenidoM ?)abe en

qué me hace pensar todo esto@ n el comunismo de )talin, guardando las debidas proporciones sinnegar la admiraci&n que siento por 7ablo. -:a risa ambigua de Van Hutten #ol#i& a desli"arse por lanoche' o no estaba mu seguro de estar hablando con un representante de =ios. -magínese -di+o-, s&lo imagínese, qué pasaría si alguien, con una #erdad de dos mil años en la mano, pudieraprobar que la glesia de Fes*s ha sido traicionada ...

3e puse de pie para mo#erme un poco. !u#e la sensaci&n de que la noche de la cumbre seestaba poniendo fría. -Ha una cosa que no entiendo, Van Hutten.

-Yo diría que son unas cuantas. 4ué es lo que no entiende.-No entiendo por qué se decidi& a hablar conmigo.-!al #e" me propongo con#ertido en mi ap&stol de#ol#erle la fe.-:a fe en =ios.3i #o" son& en la noche un poco m(s ir&nica de lo que o hubiera deseado.-:a fe -di+o secamente Van Hutten-. ;ualquier fe. ntremos en la casa, a descansé bastante.

nterior de la casa. )ala circular. :ibros, chimenea. %na m(scara de cobre, un cuchillo deobsidiana sobre el marco de una alta puerta de madera oscura. statuillas, una punta de flecha, unmapa de Ferusalén.

l doctor Eolo, a solas conmigo.-:e debo una disculpa -di+o-, debí ofrecérsela antes pero me ol#idé. %sted se preguntar( por

qué lo de+é plantado la otra tarde en el café h*ngaro. 3e fue imposible ir. staba re#isando sucuarto, quédese tranquilo, no encontré nada sospechoso. :o que sí, esa traducci&n del $eo=ulf queusted tiene en la #ali+a es pésima. =onde dice que las #igas no est(n ardiendo, debería decir queest(n ardiendo. Alguien ha #enido a informar que las #igas arden, el príncipe contesta' WNo esque amane"ca, no #iene un drag&n, las #igas de la sala est(n ardiendo. Ss gente que nos atacaMX)in querer, le desparramé el tablero de a+edre", después ordené todo.

-Ya me di cuenta -di+e-. l re blanco, en la posici&n inicial, #a siempre en casilla negra.-4ué me dice -di+o admirati#amente el doctor Eolo-. magino que es lo mismo para el re

negro.-:o mismo, pero al re#és.-%sted me cae bien -di+o el doctor Eolo.;uando #ol#i& a entrar Van Hutten, ;hristiane #enía con él.!raía el pelo suelto, los bra"os al aire un blanco #estido de aspecto catec*meno, pero

demasiado li#iano, demasiado parecido a una t*nica como para no resultar perturbador. !u#e lasospecha de que del modo en que la saludara, del modo en que la mirase, dependía gran parte delo que ocurriría después. Van Hutten el doctor Eolo me obser#aban. ntonces, tal #e" porque lostímidos tenemos reacciones inesperadas, hice e$actamente lo que tenía ganas de hacer.

3e acerqué le toqué sua#emente la cara.

-Hola -le di+e en #o" ba+a-. !e oí cantar.;hristiane no ba+& los o+os ni se rubori"&. 3e mir& con naturalidad.-Hola -di+o.

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ntraron Hannah Vladslac. lla traía una bande+a con ta"as y un +uego de café. 7udecomprobar otra #e" que esa mu+er había sido mu hermosaC a los sesenta años toda#ía lo era. %nadelicada hermosura de flor p(lida que, sin embargo, en su +u#entud no debi& ser del todo ese tipode belle"a que tradicionalmente llamamos espiritual, ambigedad que se a#enía bastante bien a lacontradictoria personalidad cristiana de Van Hutten.

Vladslac traía una botella de ron que puso +unto al arque&lago. =emasiado secamente, seg*n

me pareci&, Hannah di+o' -Buenas noches, señor.=e+& la bande+a sobre una mesita pero no me e$tendi& la mano, s&lo hi"o un casi in#isiblemo#imiento de cabe"a. =espués habl& en francés con el arque&logo.

-Absolutamente seguro -contest& Van Hutten.-)eñor -di+o ceremoniosamente Vladslac-. %sted es la primera persona e$traña que entra en

esta casa, en muchos años.l sentido de las palabras quedaba por mi cuenta, de modo que sonreí, como si comprendiera

sin ning*n esfuer"o el honor que eso significaba.-Y ahora -di+o Van Hutten- se produce uno de esos silencios absolutamente est*pidos.

)iéntense de una #e". stamos ac( para hablar de los rollos del 3ar 3uerto. mpecemos. :ahistoria de los rollos del 4umran es la superchería m(s grande de este siglo.

-)tan -di+o sua#emente Hannah.-)uperchería no es la palabra, la palabra es crimen. 7ecado. =elincuencia. -l arque&logo se

sir#i& un #aso de lo que había en la botella, sin ofrecer a nadie. Yo recibí mi pocillo de café. -Vladslac, ?cu(ntos manuscritos se descubrieron entre /012 Y la *ltima e$ca#aci&n@ 3e refierotanto a las e$ca#aciones +udías como cristianas.

-5chocientos.-5chocientos oficialmente, s&lo en la ;ue#a 1 -di+o el doctor Eolo-. 7odríamos agregar

unos cu(ntos. )in contar el que te di+e.-:e# Nicolaie#ich -di+o inquieta Hannah.-=os terrones -di+o el doctor Eolo.-;u(ntos años se calcul& al principio que, en manos de un grupo apto de especialistas,

tardaría la traducci&n el ordenamiento de todo eso.-=ie" años -di+o Vladslac.-:le#amos casi cuarenta. )e ha traducido el rollo de saías, el comentario de Haba<uc, los

te$tos de la secta de los esenios, , desde hace treinta años s&lo se habla de eso del rollo decobre.

-?l rollo de cobre@:a pregunta la había hecho o. Van Hutten di+o'-!odos los rollos que encontramos en las cue#as eran de cuero, sal#o uno, de cobre. )e lo

tu#o en secreto bastante tiempo hasta que finalmente, hace unos años, se public& su traducci&n.se rollo no tiene ninguna importancia. s un galimatías, un disparate.

-!an disparate, )tan, tan disparate... -di+o el doctor Eolo-.se rollo podría ser el mapa #erbal de un tesorito que, en fin. )e lo resumo -me di+o a mí-.

%n rollo donde se habla de monedas, diamantes, oro, +oas rituales. 7eso apro$imado del tesorodescrito' ciento setenta toneladas. ncluso podrían ser doscientas. !an disparate ...

-Yo esto hablando del cristianismo -di+o bruscamente Van Hutten-, no de una no#ela dea#enturas o de te$tos +udíos que carecen, para nosotros, de todo #alor e$egético. saías di+o, HaGba<uc di+o, a quién le importa lo que di+eron saías Haba<uc o que un te$to hebreo traiga unpunto diacrítico que ...

-3omentito -di+o el doctor Eolo.-)tan, por fa#or -di+o Hannah.Van Hutten puso una mano sobre la de ella. -=e acuerdo, de acuerdo -di+o en #o" ba+a.-=e acuerdo pero momentito -insisti& el doctor Eolo-. %n punto diacrítico o un garabato

in+ertado en una raí" semítica puede transformar la palabra opulento en la palabra #ino, lo quepodría con#ertir, digamos, una condena di#ina a los poderosos en una abstemia admonici&ncontra los borrachos. S)i una humilde letra OeseO puede hacer, en francés, que un pescado teen#enene... ! Y, bien mirado, un espíritu griego es mu capa" de trasformar a la flacura en la lemoral.

-=e qué est( hablando -di+o Van Hutten.-=e poison  poisson" =e lo hético de la 6tica.

-%sted sabe me+or que nadie lo que o quise decir.-:o sé. 7ero sencillamente no me gusta cuando, después de la primera copita, un fil&logosudamericano arrasa con la paleografía, con saías con la tradici&n +udía del cristianismo.

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7résteme atenci&n -continu& el doctor Eolo, dirigiéndose a mí-. Hasta ho se ha leído enHaba<uc' "y adem(s el #ino es pérfido el hombre arrogante no da treguaO. )i corregimos, seg*nlos rollos, la raí" h++n -el doctor Eolo dibu+& las letras con su regordete dedo índice, en unpi"arr&n de aire-, que #iene a significar el #ino, por la raí" h=n -el mismo dibu+o, pero con untraecto notoriamente m(s corto hacia aba+o-, cuo significado es rique>a, ?qué nos da@ 4ue elricach&n es +odido que el agrandado no te de+a en pa". Nos da un buen panfleto bíblico contra

los oligarcas los soberbios. 4ue es, precisamente, lo que se propuso el #ie+o profeta de =ios.=ebo reconocer que o estaba bastante sorprendido por el giro que había tomado lacon#ersaci&n. No pude de+ar de entre#er qué había significado el arque&logo dentro de los clausGtros académicos en las polémicas de la glesia, lo mismo empe"aba a pasarme con el doctorEolo. :a amistad entre esos dos ancianos era, cuando menos, un espect(culo asombroso.

-ntonces e$plíqueselo usted -di+o Van Hutten.-:o que el profesor quiere señalar es la importancia religiosa de esos halla"gos -di+o el doctor

Eolo, mientras o, mirando al arque&logo, pude #er en su cara que no era e$actamente eso lo quehabía querido señalar-. 5chocientos manuscritos, piense bien en esto. !oda esta casa, llena derollos sagrados. !odo esto en manos de tres o cuatro personas. 5chocientos manuscritos, milmanuscritos, ho es como si nunca hubieran e$istido. uera de lo que )tan llama la mafia deFerusalén, casi nadie los #io nunca. 7ara entender la importancia de los descubrimientos del4umran, ha que pensado así' si no e$istiera la Biblia, si nunca hubiera llegado hasta nosotros un

solo te$to de la Biblia, si nunca, en dos mil años, hubiéramos conocido un solo e#angelio cristiano,con esos rollos del 4umran con lo hallado en /01, en Nag Hammadi, podría haberse rehecho, ofundado nue#amente, toda nuestra religi&n. :a +udía la cristiana.

-!ípicamente ruso -di+o sorpresi#amente Vladslac, mirando el relo+ poniéndose de pie-. )ino e$istiera la Biblia no habría e$istido el slam , sin el slam, no habría Eran 3e" quita. %stedesperdonen, pero o no puedo imaginar el mundo sin la Eran 3e"quita, naturalmente me refiero asu arquitectura. s tarde para mí, los de+o. -Habl& con Van Hutten. -3añana traigo unosalemanes ac( arriba... )eñor-me di+o a mí-, desde ho, mi ta$i est( a su disposici&n, sin cargo,para lo que guste.

Hannah ;hristiane salieron con Vladslac. l doctor Eolo no se mo#i&.-n qué piensa -me pregunt& Van Hutten, cuando quedamos los tres solos-. =ígalo sin rodeos.Yo lo di+e sin rodeos. =i+e que seguía sin entender, pero que, por alg*n moti#o, empe"aba a

e$perimentar una sensaci&n desagradable, nada f(cil de e$plicar.

-)e llama miedo -murmur& beatíficamente el doctor Eolo.-?Nunca le ha llamado la atenci&n -di+o Van Hutten- la desproporci&n que e$iste entre la

literatura cristiana, me refiero a los 7adres, a Agustín, a !om(s, la falta de noticias hist&ricas,fehacientes, sobre la persona humana de Fes*s@ :os *nicos testimonios que e$isten, los e#angelios,apenas dan cuenta de dos o tres años de su #ida. )e ha hallado la tumba de san 7edro. )e hahallado una pared con el nombre de 7oncio 7ilato. 7ero no ha un solo testimonio, fuera de loscuatro e#angelios, que hable del paso de Fes*s por la tierra.

-!al #e" -me oí decir-, el sentido profundo del cristianismo sea ése' el misterio de Fes*s.Yo armaba mi pipa tenía los o+os ba+os, pero pude sentir que los dos hombres me miraban con

fi+e"a.-$plíquese me+or.-4ue si se trataba realmente del hi+o de =ios, no tenía por qué andar de+ando rastros

hist&ricos. Nunca ha pruebas de =ios.-!engo entendido que usted es ateo -di+o Van Hutten.=i+e que no sabía. Agregué que, acaso, el término e$acto era agn&stico.Van Hutten asinti&, mo#iendo la cabe"a.-7or eso ra"ona como los curas. No cree una sola palabra de lo que dice pero encuentra

argumentos teol&gicos para quedar bien con =ios.-7ermítame -inter#ino el doctor Eolo, acercando su silla hacia mí-. ?;&mo que no ha pruebas

de =ios@ :a prueba de =ios, el rastro de =ios, es la creaci&n. ?:e parece poco bulto@-:a creaci&n no es prueba de nada -di+o con inesperada #iolencia Van Hutten-. =ios no necesita

pruebas, necesita fe. ;ualquier estudiante de física, cualquier bi&logo de pueblo, puede +ustificar lae$istencia del uni#erso entero sin necesidad de =ios. ;(llense, a esto cansado de interrupciones.7ero el hombre sí precisa pruebas. Y si como usted dice, aunque sin creerlo, =ios se encarn& en unhombre, también acept& todas las limitaciones humanas. l hi+o de =ios comía cagaba, señor.

Fes*s ...-SstanislaoM -di+o el doctor Eolo.

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-Fes*s era como ustedes como o. !enía huellas digitales cuando caminaba de+aba la marcade su pie en la tierra. Hablaba lo oían. Necesitaba respirar. Necesitaba comer. Necesitaba dormir.)e reía. 7odía hacer el amor con una mu+er' tal #e" hasta lo hi"o. =e su espalda brotaba sangrecuando lo torturaron, no met(foras o par(bolas.

-3e temo que su teología... -di+e o.-No me hable a mí de teología. )i es cierto que ha leído mis libros, a sabe lo que pienso de la

teología... Ya prop&sito de libros' cuando usted se ponga a escribir sobre estas cosas, no mencionela palabra teología, no referida a mí -di+o Van Hutten, mientras o pensaba con asombro que enning*n momento se me había ocurrido ni se me ocurriría escribir nada-. !ampoco escriba un librodemasiado serio, si no quiere tener problemas. Haga una no#elita, un cuento, algo parecido aesto ...

Van Hutten se puso de pie, fue hasta la biblioteca #ol#i& de allí con un librito, un folleto de nom(s de cien p(ginas. Yo no podía creer lo que #eía.

-?;&mo consigui& ese libro@-;a& en mis manos hace muchos años, en la %ni#ersidad del )al#ador. 3e lo tra+o una chica de

cara redonda que había sido no#ia sua. 4ué me dice. Hace m(s de #einticinco años usted escribi&este libro ahora est( hablando de él en :a ;umbrecita con un arque&logo muerto. stas son lascosas que la gente como usted llama a"ar. =icho sea de paso, de d&nde sac& la idea.

-=e una cita de =e 4uince.

-!odo lo que la tradici&n afirma sobre Fudas scariote es falso. :a cono"co. No me refiero a lacita, sino a la idea. :a imposibilidad de la traici&n, el pacto secreto entre Fudas Fes*s, todo lodem(s.

-)upongo que lo in#enté.-so me parecía -di+o Van Hutten-. )&lo que si o fuera usted empe"aría a preocuparme. %sted

tenía ra"&n. Fudas no traicion& a Fes*s. :a traici&n fue un pacto entre Fes*s Fudas. Yo encontré laprueba.

3e fui de la casa en la piedra alrededor de la una de la mañana, lo que significa que hablamostoda#ía unas dos horas. 7ero decir que hablamos es solamente una e$presi&n, Van Hutten era quienhablaba.

CAPÍTULO ONCE

LA MANO EN LA OSCURIDAD

)o lo bastante consciente de mis limitaciones como para no haber continuado con el capítuloanterior. )é que he llegado al punto m(s no#elesco, es decir al menos confiable, de un relato en elque ni siquiera o creí nunca, cua *nica e$cusa es que no pretende con#encer a nadie, sal#oacaso a mí mismo.

:o que oí esa primera noche las noches siguientes arman la historia de Van Hutten queintentaré escribir de ahora en adelante.

!engo ante mí un fragmento de su =iario del 4umran, que me dio él mismo al irme de :a;umbrecita. !engo, sobre todo, una copia del otro documento, aquél al que el arque&logo aludiríam(s tarde como a Oeso que nosotros llamaríamos una cartaO, transcripto en un cuaderno escolarque lleg& a mis manos de una manera inesperada, ambigua , por decido así, #ergon"osa. !engotambién unos apuntes que fui tomando cada madrugada, al regresar al hotel.

n las ho+as que siguen no ha una sola palabra atribuida a Van Hutten que no haa sidopronunciada por él en :a ;umbrecita ni un solo pensamiento que no esté escrito en su diario o enese cuaderno.

7ero no quiero terminar esta p(gina sin recordar dos hechos que sucedieron esa misma noche.l doctor Eolo ;hristiane habían salido conmigo de la casa. Van Hutten ni siquiera me

acompañ& a la puerta. st(bamos en el parque de entrada cuando Hannah, apareciendo entre los(rboles, me detu#o me llam& aparte.

-4ué piensa de todo esto -me pregunt&.)entí que esa mu+er tenía miedo.-No esto seguro -di+e-. ;reo que no pienso nada.-6l est( mu #ie+o no siempre sabe lo que dice. No le crea, por fa#or. A #eces, confunde las

cosas.-6l habla de un... documento.

Hannah al"& sua#emente una mano, como si no quisiera oír m(s.-Yo no lo #i nunca -di+o-. Nadie lo #io nunca.

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sa mu+er, efecti#amente, tenía miedo, pero me pareci& que decía la #erdad.l segundo hecho fue m(s o menos así';hristiane el doctor Eolo me acompañaron hasta el ata+o arbolado que desembocaba en el

parque de mi hotel. n alg*n momento, con un pequeño grito de p(+aro, la chica trope"& en laoscuridad, o, instinti#amente, la tomé de la mano. ;uando iba a soltarla sentí, ínfima peroinquietante, la presi&n de sus dedos. 3i mano se qued& quieta ella no la solt&. Nuestra

diferencia de edad era suficiente como para que aquel entrela"amiento nocturno fuera, al menospara ella, una especie de refle+o infantil. No aparté la mano hasta que llegamos a la lu".!ardé mucho en dormirme. =os cosas me des#elaban. :a mano de ;hristiane las palabras de

Hannah.

SEGUNDA PARTE

CAPÍTULO UNO

LA LINTERNA ILUMINABA UNA TINAJA

l sudamericano alto curtido por el sol que lleg& a Ferusalén en febrero de /012, acababa de

cumplir cuarenta seis años, #enía de las cue#as de Nag Hammadi, en el Alto gipto, tenía unprop&sito mu claro' encontrar lo que buscaba.:eendo a los ocho años, en 3onte#ideo, un libro infantil sobre las e$ca#aciones de

)chliemann en !roa, descubri& lo que él llamaría en su madure" el secreto de la arqueología de la #ida' s&lo se encuentra lo que se busca. Os probableO, escribi& en uno de sus libros, Oque lainmensa maoría de los arque&logos no haga nunca un solo halla"go que mere"ca la m(s mínima#itrina en un museo, la m(s modesta placa de metal con su nombre, pero es seguro que en ning*nmuseo del mundo ha un solo cacharro, una sola m(scara, una sola punta de flecha que norespondan a una obsesi&n pre#ia, a una #oluntad anterior a la primera palada de tierraO. A lossiete años, Heinrich )chliemann había conocido su destinoC stanislao Van Hutten, en un libritoilustrado de la colecci&n Niños Visionarios, lo conoci& a los ocho. !oda#ía recordaba el dibu+o deuna de sus p(ginas. %n chico boca aba+o a la sombra de un (rbol leendo un enorme #olumen deaspecto impresionante. :e+os se #eía una casa , diminuto por la perspecti#a, un señor #estido de

negro, con una botella en la mano' el padre del niño )chliemann. :a botella representaba una delas frases que Van Hutten acababa de leer' Su padre, un pastor protestante de !ida disipada, leregaló al niño !isionario una Historia de los Ariegos" >ecordaba, incluso, un detalle anacr&nico quesiempre lo asombr&. ;omo el chico que leía ba+o el (rbol estaba orientado hacia la derecha, elilustrador, m(s preocupado por la pedagogía que por la realidad, había dibu+ado el título del gran#olumen en la que debi& ser su contratapa. Allí se leía lac&nicamente #os Ariegos, sobre ungarabato que seguramente representaba a neas, con su padre Anquises sobre los hombros,abandonando !roa. l garabato era s&lo un garabato pero Van Hutten no dud& un instante' ahíestaban neas Anquises la ciudad en llamas. No podía ser de otra manera porque, seg*n ellibrito de la colecci&n Niños Visionarios, )chliemann, el niño #isionario, había descubierto sudestino de arque&logo cuando mir&, en aquella Historia de los Eriegos, una l(mina de neassaliendo por la puerta escea. O?l que hi"o este dibu+o conocía !roa@O, le pregunt& )chliemann asu padre, el pastor protestante de #ida disipada. No, había contestado el pastor. Nadie la #io

nunca, nadie sabe si e$isti&, pero Homero la describi& en #a Ilíada" ntonces )chliemann supo que!roa había e$istido, porque Homero no podía mentir. O;uando sea grande, o #o a encontrar!roaO, prometi& solemnemente a su padre el niño #isionario. ;osa que hi"o, cuarenta añosdespués. Aquella remota siesta de 3onte#ideo, Van Hutten fue a buscar entre sus +uguetes la granlupa que le habían regalado para su cumpleaños. :a acerc& al dibu+o para #er si efecti#amente ahíestaba neas saliendo por la puerta escea con su padre al hombro, padre, pensaba ahora elarque&logo en un hotel de Ferusalén, que tal #e" compartía con el de )chliemann aquello de la#ida disipada, a que había que lle#arlo al"arlo. Ba+o la lupa, en su infancia, el garabato sigui&siendo un garabato, s&lo que un poco m(s grande. l detalle no le import&' neas su padreAnquises estaban en ese dibu+o. 6l acababa de ponerlos allí. Pnicamente se encuentra lo que sebusca, les enseñaría m(s tarde a sus alumnos de la %ni#ersidad del )al#ador. ncontrar algo eshaberlo puesto antes, con la #oluntad, y lo que stanislao Van Hutten había decidido encontrar en7alestina era un documento que probara el origen esenio del cristianismo.

)olo, sentado ante una botella de Lhis< en la penumbra del bar de un hotel del sector inglésde Ferusalén, pensaba sonriendo que su amigo Eolo no aprobaría del todo esta teoría. :e#

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Nicolaie#ich solía decir que, hablando en general, uno encuentra cualquier cosa, menos lo quebusca, como lo demostraba suficientemente el arc&n que ellos habían desenterrado en :ituania unaño antes, que ése era +ustamente el interés ca&tico de la arqueología. 7arecía cierto. llosnunca habían buscado ese arc&n, pero Van Hutten siempre había buscado dinero. No por lo que eldinero solía significar para la dem(s gente, sino por lo que significaba para su prop&sito. %n arGque&logo precisa muchas cosas, pero sobre todo una' dinero. 3ucho dinero. )chliemann lo

comprendi& mu +o#en, durante años no hi"o m(s que amasar una fortuna. ;uando la tu#o, ca#&donde quiso, de la manera b(rbara que quiso, sin depender de nadie, hasta que su pico choc& conla m(scara de oro de Agamen&n. 4ue no era ni remotamente la m(scara de Agamen&n, como diría:e#C pero que era, como le habría contestado Van Hutten si este di(logo se hubiese #erificado enla realidad, la prueba de que la guerra de !roa 3icenas no habían sido un sueño de Homero.

!ambién pens& que esta chica belga estaba tardando demasiado' eran casi las cuatro de latarde habían quedado en encontrarse a las tres.

3ir& por la #entana. %n cami&n de guerra brit(nico, cargado de hombres armados, se detu#o enmitad de la calle. =el cami&n ba+aron unos soldados arrinconaron contra la pared a un palestinoque ele#aba los bra"os al cielo, se tocaba el pecho hacía re#erencias.

4ue la secta de los esenios había e$istido, de eso no le quedaba a nadie ninguna duda. 4ueFes*s había tenido alguna relaci&n con ella, era algo que siempre sospech& demasiada gente. )&lofaltaba probarlo. il&n de Ale+andría había descrito los h(bitos, los rituales hasta el color de las

ropas de los esenios. la#io Fosefo, el +udío romani"ado que escribi& #as guerras de los 1udíos, dabaincluso la impresi&n de haber #i#ido con ellos. )i Van Hutten podía encontrar un solo manuscritoesenio, estaba seguro de probar otra cosa' la relaci&n del cristianismo con la secta. Y paraencontrar ese manuscrito debía hallar, pre#iamente, una ruina. sa ruina debía fatalmente estarubicada en alg*n lugar entre Feric& los acantilados del 3ar 3uerto, alg*n lugar cercano al Ford(ndonde, hace dos mil años, bauti"aba Fuan hubo palmeras. %na frase del #angelio de :ucas lehabía dado la primera cla#e, una frase que hasta ho no había inquietado a ning*n hebraísta, aning*n te&logo, a ning*n estudioso de las religiones. 'l niño crecía + ganaba en fortale>a de carcter,+ !i!ió en el desierto hasta su manifestación a Israel" :a frase se refería a la niñe" de Yo+anaan, aquien los cristianos llaman el Bautista, era tan disparatada que no podía significar lo que decía.Van Hutten la anali"& en griego en hebreo bíblico, no había lugar a confusi&n. :os padres #i#íanen alguna aldea de Fudea, Bethelem, qui"(, mientras el niño crecía se educaba... en el desierto.;&mo era posible que un niño fuera educado en el desierto, qué chico es abandonado por sus

padres en un p(ramo para que se eduque. 7ara que lo eduquen quiénes. ?:os camellos, laslagarti+as@ sa palabra, necesariamente, aludía a otra cosa. 7ero si desierto no quería decirdesierto, qué podía significar. Ni la palabra !emplo ni la palabra ;asa de los :ibros podían serconfundidas en arameo o en griego con desierto. Hasta que una noche de hacía #einte años, enBuenos Aires o 3onte#ideo, leendo #as pro!inciales de 7ascal, la palabra desierto signific&repentinamente' monasterio. =esierto no aludía a la topografía de un lugar, sino que era un lugarpreciso en esa topografia. =esierto, el =esierto, no era la desolaci&n de las piedras las escarpasde Fudea' era una metonimia" =el mismo modo que 7ascal se había recluido en 7ort >oal, pero noentre los m(stiles cru+ientes de un puerto, sino en la comunidad +ansenista del con#ento de 7ort>oal, así, para cualquier +udío de la época de Fes*s, Fuan el Bautista se había educado en el=esierto' no en la soledad de las arenas o las piedras, sino en el monasterio esenio de los )olitariosdel desierto. so era realmente lo que decía aquel oscuro #ersículo de :ucas. Y por lo tanto, siFuan el Bautista había sido esenio, si Fes*s había sido bauti"ado por Fuan, el cristianismo enteroera un desprendimiento de los esenios.

l arque&logo #ol#i& a mirar con impaciencia hacia afuera. l cami&n brit(nico habíadesaparecido, de+ando una niebla de pol#o que se mantenía suspendida en el aire como una nubero+i"a fuera de lugar. Ba+o el pesado sol de la tarde, s&lo se #eía al palestino. staba encogido, encuclillas, presumiblemente cubierto de moscas, +unto al arco de piedra de una puerta. 7oralguna ra"&n, esta inmo#ilidad era menos inofensi#a que sus gesticulaciones de un momento atr(s.

-;&mo tarda esta criatura -di+o en #o" alta Van Hutten.-sta criatura -di+o en francés una chica de pelo dorado grandes o+os grises- est( sentada

desde hace cinco minutos a un metro de usted, querido profesor.-=e todas maneras, tardaste.-No es tan f(cil andar por la calle. !odo el mundo, sea +udío, inglés o +ordano, parece

dispuesto a entrar en guerra dentro de cinco minutos. !u#e que mostrar mi sal#oconducto tres

#eces. =&nde tengo que lle#arlo ho.-A los acantilados.

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:a chica era una demostraci&n palpable de que un arque&logo encuentra s&lo lo que busca.staba dotada en cualquier sentido que quisiera d(rsele a la palabra, desde hacía una semana#i#ía deslumbrada por la personalidad sudamericana de Van Hutten, lle#aba en su cartera unsal#oconducto inglés que le permitía despla"arse por el protectorado con absoluta libertad. rahi+a de un c&nsul belga conocía 7alestina como si hubiera nacido allí.

-;laro que ahora a es tarde para ir #ol#er -di+o ella.

-so es lo que me temía -di+o molesto Van Hutten.-Ha una soluci&n -di+o enigm(ticamente la chica.Van Hutten, con sus cuarenta seis años cumplidos, había aprendido a desconfiar de los

secretos tri#iales de las mu+eres. Eeneralmente son trampas mu pensadas, telas de araña quete+en en la soledad de sus enigm(ticas cabe"as. n el centro de esas telas suele debatirse unhombre diminuto.

-4ué soluci&n.-Vol#er de all( mu tarde. No #ol#er, qui"(, antes del amanecer.n la #ereda de enfrente, una #ie+a mu+er de negro, en#uelta en trapos de la cabe"a a los pies,

se apo& un instante contra el arco de piedra. :le#aba sobre el hombro un palo con un atado raído,que de+& en el suelo +unto al hombre en cuclillas. ;uando la #ie+a retom& su camino, sin su atado,el hombre había desaparecido.

-!enía entendido que los horarios de tu padre eran infle$ibles -di+o Van Hutten.

-7ap( #ia+& a Haifa. n el consulado a saben que debo pasar la noche con un grupo de lascuela Bíblica. %n estudio de campo.

-Ba+o la direcci&n del profesor Van Hutten.-A+( -di+o la chica.-=&nde est( tu bolsa de dormir.-:a de+é en su +eep.-3e+or nos #amos a -di+o Van Hutten.l +eep estaba saliendo de la ciudad por la puerta oriental que da a la carretera de Feric&

cuando se o& la e$plosi&n. 7or el estruendo, Van Hutten dedu+o que en el atadito de la #ie+a habíalo suficiente como para #olar una man"ana.

sa misma noche, +unto a los acantilados amarillos del 3ar 3uerto, Van Hutten se acost& porprimera #e" con la chica tu#o, por primera #e", la certe"a absoluta de que uno s&lo encuentra loque busca, aunque no siempre sepa qué es, realmente, lo que ha estado buscando.

l *ltimo de estos hechos ocurri& así':a chica belga dormía en la carpa Van Hutten sali& a caminar entre las piedras. :as montañas

no tenían color, la #egetaci&n era raquítica. :a *nica flor que había #isto, cerca del Hebr&n, era elasf&delo, al que los beduinos llamaban flor de la muerte. )inti& frío, o algo parecido al frío. racomo una presencia. No podía de+ar de pensar algo que algunos años después, en ese mismodesierto, él mismo le diría a dmund Iilson' la *nica idea religiosa que podía engendrar un p(ramocomo aquél era el monoteísmo. ntre esas piedras no había lugar para n(ades o dioses homéricos.:a gra#itaci&n de =ios era tan absoluta que podía ser tomada por su ausencia. 7or costumbre, subi&a un promontorio desde donde podía abarcar con la mirada una maor fran+a de terreno mientraspensaba que le gustaría #erlo a )chliemann en ese p(ramo indistinto, tratando de elegir d&ndee$ca#ar. Homero era un buen ge&grafo, podía confiarse en él. :os profetas los e#angelistas, encambio, carecían por completo del sentido ornamental del detalle' estaban demasiado ocupadoscon =ios. )ac& la linterna del bolsillo de su chaleco, para #erificar el estado de las pilas. :a linternaresbal& de su mano rod& por las piedras. %n momento después, como surgida del cora"&n negrode la tierra, lo deslumbr& una lu". ue tan s*bito e inesperado que tard& unos segundos en darsecuenta de que era el fulgor de la linterna, que se había desli"ado por una grieta , rodando hacia elfondo de una cue#a, se había encendido sola.

)e arrodill& mir& hacia aba+o. :a linterna iluminaba una tina+a.:a sensaci&n de estar incursionando en una "ona ambigua o prohibida, la brusca certidumbre de

haber dado con un secreto que lo e$cedía, fue tan intensa amena"adora que no se atre#i& allamar a Hannah.

-Hannah -repetí o, treinta seis años m(s tarde, en :a ;umbrecita.-Hannah, mi mu+er -di+o sonriendo el arque&logo-. :a chica belga que me lle#& esa tarde a los

acantilados.

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Ya no est(bamos en la sala circular. !ampoco estaban el doctor Eolo ni las mu+eres. Van Huttenme había lle#ado a un cuarto lleno de libros de m(scaras hablaba conmigo desde hacía unahora.

-Y qué es lo que usted encontr& esa noche -pregunté.-No me apresure -di+o Van Hutten-. Hace mucho tiempo que no hablo con un e$traño. Ya

había ol#idado la sensaci&n de placer que causa con#ersar.

CAPÍTULO DOS

LA PIEL DE ZAPA

;on#ersar, para Van Hutten, no era e$actamente lo que una persona de mi temperamentoentiende por con#ersar. l #ie+o no admitía interrupciones ni contestaba preguntas. Yo trato deordenar ahora sus palabras como si él me hubiera contado una historia, pero, al recordar esos días,tengo la sensaci&n de haber oído en silencio un imperioso mon&logo sobre la arqueología bíblica el significado del cristianismo primiti#o, iluminado aquí all( con alg*n comentario que a duraspenas me permitía imaginar por mi cuenta ciertos pormenores, esos necesarios rasgos ocasionalesque un escritor llamaría no#elescos. Van Hutten era un orador formidable un interlocutor pésimo.;uando le pregunté, por e+emplo, c&mo eran los acantilados del 4umran, se limit& a

recomendarme que leera un libro que sac& de su biblioteca. ;uando le pregunté si esa mismanoche había ba+ado a la cue#a, me di+o'-A usted qué le parece.:o que Van Hutten encontr& en esa cue#a fue un peda"o de cuero, adherido a uno de los

fragmentos de la tina+a. No mediría m(s que la palma de su mano, estaba tan pringoso arruinadoque parecía negro. No daba la impresi&n de estar escrito.

-:e& #a piel de Bapa -me pregunt& sorpresi#amente el arque&logo.-?;&mo@-)i le& #a piel de Bapa" :o me+or que ha escrito Bal"ac.:e contesté que sí. 3e atre#í a agregar en #o" ba+a que eso de que fuera lo me+or de Bal"ac

resultaba, por lo menos, opinable.-No estamos hablando de literatura -di+o Van Hutten-. :o *nico que me faltaba es que ahora

nos pongamos a hablar de Bal"ac.

:e hice notar con precauci&n que era él mismo quien había sacado el tema.-Yo no saqué ning*n tema. :o que pasa es que usted no sigue mi pensamiento, se distraeimaginando acantilados, colores de la luna, piedras. ?4ué es lo que quiere saber@, ?c&mo eraaquello@ 3u bien, era de una religiosidad monstruosa. !oda#ía lo es. Hace die" mil años que es así.No ha #egetaci&n. No ha p(+aros. :os #ersos de los beduinos mencionan el bulbul, que #iene a sernuestro ruiseñor. No ha ruiseñores, si eso que a #eces se oe de noche es el bulbul, bueno, enGtonces francamente canta mu mal. No ha flores, sal#o esa especie que los beduinos llaman la florde la muerte, no recuerdo el nombre.

-l asf&delo -di+e.-Hacía frío -prosigui& sin prestarme atenci&n-, pero no era frío, era una sensaci&n casi

palpable, como la presencia helada de algo mu anterior a esas piedras, algo prohibido. :os (rbolesparecían fulminados. %nos <il&metros hacia el norte est( Feric&, la ciudad m(s antigua de lahumanidadC si quiere, hasta puede imaginar la silueta de las ruinas del palacio donde, a causa de

una señorita que bailaba, Herodes degoll& a Yo+anaan. l cielo es negro. ?4ué sentí@ ?4ué sentímientras estaba en ese promontorio, antes de ba+ar a la cue#a@' sentí que acababa de hacer elamor con Hannah tal #e" en el mismo lugar donde Fes*s había puesto la planta de sus pies. )entíque el demonio se reía de mí. Y ahora, por fa#or, mire las fotografías de ese libro, imagine un marrealmente muerto, un lago de asfalto semilíquido, a"ul, circundado por piedras amarillas decuatrocientos metros de altura, no me interrumpa.

-staba hablando de #a piel de >apa -di+e.-:o que quería preguntarle es si recuerda la sensaci&n que describe Bal"ac. %n momento mu

horroroso. ;uando el protagonista siente que la piel tiembla en su mano.-!odo el mundo lo recuerda.Van Hutten me mir& con desconfian"a.-)u tono es burl&n. ?5 me equi#oco@-)e equi#oca. )iga, por fa#or.

:a piel tembl&. so era lo que Van Hutten había sentido en su mano cuando se apoder& delfragmento negro' un temblor. :os o+os fosforescentes de una lagarti+a lo miraban desde una de las

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grietas de la cue#a. n ese mismo instante supo que había encontrado algo que el mundo cristianohabía estado buscando desde hacía casi dos milenios.

-A partir de ese momento no recuerdo nada, sal#o que estaba en mi hotel que era otra #e" denoche. No pudo haber sido esa misma noche porque Hannah o #ol#imos a Ferusalén demadrugada. No pudo haber sido ni siquiera la noche siguiente, porque durante muchos días no meatre#í a mirar ese fragmento. inalmente descifré una palabra, escrita en aramea. :a palabra era

rabunni" =os o tres días después leí nasra+a" 7odría e$plicarle minuciosamente c&mo se limpia sehace legible un escrito de dos mil años, podria e$plic(rselo pero no tiene ninguna importancia parausted. )eguramente eso, re"ar por mi alma enamorarme de Hannah, fue lo *nico que hicedurante días. !ambién compré una casa, de+é el hotel compré una casa de dos plantas. =esde elpiso alto se #eía la iglesia del )anto )epulcro. Ahí, en esa casa, descifré las palabras que le digo, aldía siguiente le escribí a :e# para que #iniera de inmediato a Ferusalén.

;ontra lo que de+aban esperar sus palabras, Van Hutten me e$plic&, con todo detalle, c&molleg& a hacer legible ese peda"o de cuero. 3e habl& de #isitas nocturnas al =epartamento deArqueología de la )ociedad Bíblica, donde, con el instrumental rudimentario de esos años,humedecía la piel la limpiaba, la de+aba secar #ol#ía a humedecerla, hasta que los primeroscaracteres arameos se hicieron #isibles. :a restauraci&n de un manuscrito, di+o Van Hutten, es untraba+o menos prodigioso de lo que la gente cree, si el fragmento es lo bastante grande est( bienconser#ado. Basta un cepillo de pelo de camello, agua, aceite de ricino. :o primero es cepillar la

capa calc(rea que lo recubre que hace ilegible la escrituraC lo segundo e#itar que el manuscrito,al ser mo+ado, se transforme sencillamente en barro. l problema maor es el color del cuero, a#eces tan oscuro que parece casi negro da la impresi&n de no tener nada escritoC en estos casosse lo fotografía con un filtro anaran+ado, que hace pasar a primer plano los caracteres in#isibles,de modo que, por e$traño que pare"ca, una buena fotografía infrarro+a suele ser mucho m(sconfiable que el original. !odo esto, naturalmente, se complica hasta el infini to cuando se trata defragmentos pequeños discontinuos que deben armarse como un rompecabe"as, pero no era elcaso de aquellos cueros. :a #erdadera dificultad empie"a cuando el te$to a se ha hecho legible.%n idioma donde, como había dicho el doctor Eolo, una condenaci&n de la opulencia podía sercon#ertida en un alegato contra el #ino, un idioma sin #ocales donde todas las letras parecencuadradas, como me decía ahora el arque&logo, donde una acepci&n de la palabra 3aestroderi#ada de la misma raí" que :e, puede ser traducida como Ollu#ia de otoñoO o Ollu#ia tempranaO,e$ige algo m(s que erudici&n filol&gica. ;laro que esto, agreg&, estaba ra"onablemente por encima

de mi comprensi&n. 7ero qui"( él podía encontrar un e+emplo a mi alcance. %n pasa+e de los)almos admite ser leído así' O)e le hace todo fuentes, como cubierto de las bendiciones de la llu#iatempranaO, o así' Opues el legislador Jo 3aestroK dar( su bendici&nO. Ninguna de las dos #ersionesera absurdaC ninguna de las dos era suficiente. ?3e daba cuenta@ Yo hice un mo#imiento con lacabe"a, como si aquella e$plicaci&n fuera la diafanidad misma, Van Hutten me habl& de nue#as ein*tiles incursiones a los acantilados, ahora sin Hannah. :a tina+a rota, esto lo sabía el arque&logodesde la primera noche, s&lo contenía una pasta repugnante e indiscernible, un residuo malolientede lo que, dos milenios atr(s, había sido un libro sagrado. Alg*n beduino había ba+ado mucho antesa esa cue#a, roto la tina+a, al #er que no contenía ning*n tesoro #isible se había marchado de allíde+ando que el aire la humedad comen"aran la destrucci&n del rollo. l fragmento de VanHutten, separado del resto aprisionado entre dos l(minas de cer(mica, se había conser#ado,como dentro de una campana atmosférica, por una de esas ra"ones que el arque&logo se resistía allamar casualidad.

ntentando que mi #o" se oera indiferente, le pregunté si ése era, por fin, el documento delque me había hablado.

-No del todo. l otro documento, lo que ho llamaríamos una carta, apareci& después, cuandoe$ca#amos Feric&. :o que o encontré esa noche era el fragmento de un e#angelio arameo. nrealidad no era un fragmento, sino tres. staban pegoteados uno sobre otro, s&lo dos eranrecuperables. 7oco m(s de quinientas palabras legibles. l resto no apareci& nunca.

Van Hutten se sir#i& ginebra. Yo me tomé bastante tiempo para encender la pipa.-4uinientas palabras no parece mucho -di+e.-No es mucho, menos de tres carillas de las nuestras. )&lo que eran suficientes.-)uficientes, para qué.Van Hutten bebi& la ginebra. Habl& sin emoci&n, mir(ndome a los o+os.-!al #e", para destruir a la glesia. -Hi"o una larga pausa, sin de+ar de mirarme. -4ué espera

-di+o después.-?4ué espero@-4ué espera para preguntarme qué leí en esos fragmentos.

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)e lo pregunté. 6l me lo di+o.

;uento estas cosas como si las hubiera oído en una misma noche o en dos noches ordenadas sucesi#as, pero entre mi primer encuentro con Van Hutten en la casa en la piedra esta *ltimacon#ersaci&n no puede haber pasado menos de una semana. :o sé porque, en lo que a mí atañe, ahabían ocurrido algunos hechos que empe"aban a modificar sutilmente mi relaci&n con el mundo.%na larga llamada telef&nica a Buenos Aires, por e+emplo. 3i decisi&n de #ol#er. %na tormenta. 3idecisi&n de quedarme.

sa noche, a la salida de la casa me esperaba ;hristiane.sta #e" fue ella la que me pregunt& qué pensaba.-4ue él miente -di+e.:a chica me mir& con infantil hostilidad qui"( con decepci&n. )e #ol#i& entr& r(pidamente en

la casa. =ebí encontrar el camino por mi cuenta. Ba+é malhumorado, pensati#o solo.

CAPÍTULO TRES

TORMENTA

Van Hutten mentía o estaba loco. sto lo había sentido la noche que Hannah habl& conmigo en

el parque de la casa. 5 tal #e" Van Hutten sencillamente estaba loco por eso mismo mentía.;omo quiera que fuese, si e$ceptuaba el contacto de la mano de ;hristiane, nada de lo que estabaocurriendo en :a ;umbrecita me concernía, en cuanto a ese contacto, para deciro conpropiedad, me concernía demasiado como para tenero en cuentaC era algo que le había ocurrido ami mano, no a la de la chica. Nada me autori"aba a pensar que para ella hubiera e$istido. stapenosa certidumbre, el calor un largo rel(mpago en la #entana que daba a los pinares, medes#elaron una madrugada. l espe+o del baño hi"o lo dem(s. 3i aspecto no había cambiadomucho con el aire alto de las sierras, no me pareci& que fuera a me+orar, si aquello que sea#ecinaba era una tormenta. 6sa era nom(s mi cara, la cara por la que el doctor Eolo había hechosu diagn&stico de mí, , sin entrar en detalles, la cara con que efecti#amente me iba a morir si noconseguía aferrarme a algo me+or que la tren"a de un sueño o a las palabras de un sabio senil.=e#ol#ere la fe, me había dicho el arque&logo a mil seiscientos metros sobre el ni#el del mar. :a;umbrecita me tenía hartoC decididamente ciertas alturas no eran para mí. sa misma mañanallamé por teléfono a Buenos Aires, pronuncié sin con#icci&n unas cuantas frases lamentables, hicedos o tres promesas que no estaba dispuesto a cumplir, recibí un le+ano perd&n tan poco creíblecomo mis propias palabras, colgué, preparé la #ali+a le informé a Holstein que, mu a mi pesar,mis #acaciones en :a ;umbrecita habían terminado. l alem(n ech& una mirada por la #entana haGcia el cielo encapotado pero no hi"o ning*n comentario ni pareci& sorprendido, m(s bien tu#e laimpresi&n de que, #agamente, mi ida lo tranquili"aba. :lam& por teléfono a la Villa se comunic&con el h*ngaro. 3i ta$i estaría en el hotel a las cuatro en punto de la tarde, no tenía quepreocuparme por nada, ellos mismos podían reser#arme un pasa+e en &mnibus hasta Buenos Aires.

l mediodía pesado, caluroso, completamente quieto, me condu+o a la biblioteca desierta.;uando el a+edre" las no#elas policiales no dan resultado, el me+or antídoto contra ciertosestados de (nimo es 3ar< !Lain. l h(bito me lle#& a elegir su no#ela art*rica, la *nicareconstrucci&n #erosímil, dicho sea como historiador, que se ha hecho sobre los caballeros de lamesa redonda. staba ho+eando -n +anqui de 3onnecticut en la corte del re+ /rturo cuandoempe"aron a suceder las cosas. =i con un p(rrafo que necesariamente debía haber leído unas die"#eces antes, sin reparar en él. 7arecía haber sido puesto allí por una mano a+ena a la de !Lain, sonaba tan e$tempor(neo en un libro c&mico que me #i precisado a mirar otra #e" la tapa paraasegurarme de que era esa no#ela la que había tomado del anaquel. l p(rrafo empe"aba' On esopodía #er la mano de aquel temible poder, la glesia ;at&lica >omana... O y m(s adelante' Odepronto, pas& a primer término la glesia, dispuesta a afilar su hachaC era sabia, sutil conocía#arios métodos de despelle+ar a un gato, o a una naci&nC in#ent& el derecho di#ino de los rees lo sustent& punto por punto, ladrillo a ladrillo, #aliéndose de las biena#enturan"as, terGgi#ers(ndolas para fortalecer una finalidad dañinaC predic& Jal plebeoK humildad, sumisi&n a lossuperiores, la belle"a del sacrificio de sí mismoC predic& Jal plebeoK mansedumbre ante elinsultoC predic& Jsiempre al plebeo, toda#ía al plebeoK paciencia, me"quindad de espíritu noresistencia a la opresi&n, e introdu+o los rangos las aristocracias hereditarios enseñ& a todos los

pueblos cristianos de la !ierra a prosternarse ante ellos re#erenciarlosC a*n en el siglo en que o#i la lu", ese #eneno seguía circulando en la sangre de la ;ristiandad... O

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Había terminado de leer esas palabras cuando la claridad del día ba+& de golpe como las lucesde un escenario al acabar un acto. Hubo un s*bito silencio, una especie de hueco de si lencio queno era el de la biblioteca, que parecía haber entrado allí desde afuera. 3e asomé a la #entana.rente al hotel pasaron dos mu+eres, casi alegremente corrían cuesta arriba, sosteniéndose laspolleras que se embolsaban como capullos. l #estido blanco de una de ellas, iluminado por unrel(mpago, estall& con un pequeño fulgor, un trueno apagado, remoto, rod& largamente por la

ladera de las sierras. 7(+aros in#isibles refugiados en la arboleda del parque gor+earon coninquietud. %n perro, encogido gimiente, entr& por una de las puertas de ser#icio. =espués, todo#ol#i& al silencio. )alí de la biblioteca a la galería lateral del hotel. n el piso alto estabancerrando apresuradamente puertas #entanas. 5scurecía como si anocheciera los (rboles habíantomado un tono gris, opaco, de grabado antiguo. %n #iento a rachas recorri& el parque, le#ant&remolinos de ho+as de pol#o sacudi& sin piedad, pero sin malicia, las flores de los canteros' delotro lado del camino, alcancé a #er que la pequeña cur#a del río se encrespaba como platalíquida. Hacia el oeste, arriba, quedaba toda#ía una ranura alargada de lu" contra la que serecortaba la cadena de las sierras, ahora de un #ioleta casi negro. n unos segundos, como siba+ara desde lo alto una compuerta de ceni"a, desapareci& también aquella *ltima esperan"a declaridad , en su lugar, un techo de nubes color plomo cubri& el #alle de :a ;umbrecita. l #ientoque había empe"ado a embestimos, indeciso, desde un lado luego desde otro, ces& de golpe,#ol#ieron a erguirse las copas de los (lamos que formaban un arco detr(s de la fuente del parque,

todo otra #e" se calm&. 7ero era una tregua falsa, una prueba de fuer"a. =e un momento a otroalgo se desmoronaría sobre nosotros. sos acordes s&lo adelantaban la tormentaC +ugaban con laarrogancia del hotel, imponente o al menos respetable en un día soleado. 7or fin, otro rel(mpagora+& el cielo de punta a punta, pero esta #e" tan cercano, que el trueno, casi simult(neo, pareci&caer a pico desde la cima de nuestro propio cerro. )&lo entonces empe"& a llo#er. l agua un(nimese desplom& torrencial sobre cerros, (rboles terra"as. =entro del hotel, una mu+er grit& algo otra #o" femenina le contest& desde el primer piso. No eran, sin embargo, #oces de alarma o demiedo, eran sonidos de e$citaci&n casi de +*bilo, formaban parte de ese lengua+e irracional, peros&lo humano, con que los que se sienten a cubierto reciben en cierto modo celebran lastormentas. 7obres los que andu#ieran por los senderos de la sierra, debían de estar pensando,+unto a sus hogares a leña, los pasa+eros de los hoteles. 7obre del h*ngaro, pensé o mismo alreparo de la galería, pobre Vladslac, maniobrando por mi culpa con su auto por aquellos caminosimposibles. ?;&mo sería la tormenta all( arriba, en el cementerio@ l agua barrería las tumbas,

los nombres semiborrados en la piedra #ol#erían a leerse como el primer día. :a llu#ia producía unrenacimiento uni#ersal que incluía a #i#os muertos. )in embargo aquello también era un preludio,un pequeño malentendido. n pocos minutos, a la caída de la llu#ia cada #e" menos serena se sum&el rodar de incontables torrentes que ba+aban persiguiéndose por los decli#es hacia el fondo del#alle, hacia el río, el río ensancharía poco a poco su caudal, arrastrando piedras raíces,anegando cue#as madrigueras de ínfimas criaturas que tal #e" a*n se sentían tan seguras comonosotros. :os rel(mpagos se hicieron tan contiguos que, durante casi un minuto, fue como sihubiese #uelto la lu" del día. l trueno inmediato hi"o temblar las paredes los #idrios pudesentir c&mo #ibraba el piso ba+o la suela de mis "apatos. l camino frente al hotel, all( aba+o,había desaparecido. :a tierra había sido ganada por el agua como si la naturale"a entera estu#iese#ol#iendo a su origen, retrocediendo hacia el caos líquido elemental. :a l(mpara de la calle quebailaba pendiente del cable, fue la primera en ceder. :an"ando en todas direcciones unos destellosque, de haber sido algo m(s que una l(mpara, habrían podido sentirse como desesperados, dio unosgiros sobre sí misma estall&. =espués, las luces de los hoteles parpadearon se apagaron, quedamos sumidos en el centro de la noche del #enda#al. :as bromas, los acordes, los tanteoshabían terminado' fue como si el cerro se hubiera con#ertido en un embudo, trag(ndose a símismo. Adentro, una #entana se abri& de par en par los #idrios re#entaron contra las paredes. 5ígritos. Voces que no alcancé a entender. ;orridas de hombres que a ciegas buscaban los inteGrruptores del equipo de emergencia. l #iento era ahora tan fuerte que la llu#ia parecía #enirdesde el hori"onte, paralela a la tierra, como si :a ;umbrecita hubiese hecho un giro de cuarenta cinco grados estu#iéramos pegados a la pared del cerro en una nue#a perspecti#a de moscas.;uando (quello amain&, ba+é a la galería principal, aunque debería decir que en alg*n momentome encontré en la galería principal, pensando, en la oscuridad, que el arque&logo tenía ra"&n, todoesto también armaba cierto dibu+o.

l equipo eléctrico se puso finalmente en marcha las luces principales #ol#ieron a encenderse.

)eguía tronando llo#iendo sin contemplaciones, pero por lo menos llo#ía de arriba para aba+o.ran las cuatro de la tarde. n la terra"a de estacionamiento, tra+inado, embarrado hasta el techo,

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pero en cierto modo in#icto, estaba el ord de Vladslac. ;uando miré el relo+, me di cuenta de queo a*n tenía en la mano el libro de 3ar< !Lain.

-3enos mal -di+o el h*ngaro, corriendo hacia la galería. -3enos mal que no se perdi& elchaparr&n. )eñor, a las ocho de la noche tiene su &mnibus especial. Asientos indi#iduales, cena,tele#isi&n una linda a"afata que reparte caramelos. :u" para leer. 7uede seguir con )alom&n>einach o intentar otra cosa. No lo #a a creer pero esos &mnibus traen un Nue#o !estamento en el

bolsillo de los asientos. :a compañía pertenece a los ad#entistas. :as películas que pasan, eso sí,no son mu atre#idas. :e #o a buscar las #ali+as. 3añana a la mañana, señor, usted #uel#e a ser unhombre de la ciudad.

-No podemos #ia+ar con este tiempo -di+e.-;&mo que no. Yo so el que mane+a, le garanti"o que puedo. 7uedo con barro hasta con

nie#e. ?)abía que a #eces nie#a en :a ;umbrecita@ 4uién le dice, alg*n día usted #uel#e enin#ierno tiene la suerte de #er ne#ar.

-No -repetí-. :amento haberlo hecho #enir con esta tormenta, pero no #aa #ia+ar.-?4uiere que le cambie los pasa+es para cuando me+ore el tiempo@Vladslac estaba representando una pequeña comedia. )e di#ertía con la situaci&n, sobre todo,

conmigo.Vol#í a decir que no. l mal tiempo no tenía nada que #er.)encillamente me quedaba.

Vladslac sonreía.-:os seres humanos son mu e$traños, siempre digo lo mismo.ntré en el hotel. Ahí estaban esper(ndome, +unto al mostrador de la conser+ería, mi #ie+a

#ali+a mi bolso de mano, con ese aire leal, casi perruno, de dispuesta sumisi&n, que tiene elequipa+e de los indecisos. :os alcé subí a mi cuarto. 7edí una nue#a comunicaci&n con BuenosAires. ra casi imposible que la consiguiera, con este tiempo. 7ero a me lo había dicho el doctorEolo, ha una l&gica del a"ar que opera de la misma forma arbitraria que el destino. Hablé unaspocas palabras que ni siquiera alcancé a completar porque del otro lado me colgaron. Bueno,pensé, parece cierto que =ios +uega a los dados. Y mientras ponía otra #e" mi tablero sobre lamesa recordé que el a+edre", tan ine$orable e$acto, en su origen se +ugaba precisamente condados, lo que por alguna ra"&n me puso de e$celente humor. 3e bañe me afeité. :a tormenta,afuera, también hacía lo suo con el agua.

No iba a irme. Ni con ese tiempo ni cuando saliera el sol.

No iba a irme de :a ;umbrecita hasta que Van Hutten terminara de hablar conmigo.

CAPÍTULO CUATRO

QUÉ TENGO YO CONTIGO, MUJER 

:a palabra aramea rabbuni significa mi rabí, mi maestro.:a palabra nasra+a es un ad+eti#o, deri#ado del nombre de un lugar' Nasrath. Nasrath quiere

decir Na"aret. Al leer esta segunda palabra, stanislao Van Hutten sinti& que las manos no leobedecían se apartaban del fragmento, como si el peda"o de cuero las recha"ara. )e puso de pie fue hasta la #entana. !ratando de serenarse, apag& la lu" encendi& su pipa. Aba+o se #eía unacalle sinuosa desierta, de casas blancas ba+as. sa calle pudo ser idéntica a lo que había sidodos mil años atr(s. :a luna, por lo menos, era la misma. 3ir& hacia el oeste, hacia la in#isible

ciudad que había con#ocado en la noche la segunda palabra del pergamino, nasra+a" l de Nasrath,el nacido en Na"aret. )&lo que esa ciudad no figura una sola #e" en todo el Antiguo !estamento'Na"aret es una ciudad de los e#angelios, una referencia tardía e$clusi#amente cristiana. 7ero siaquel peda"o de cuero era un te$to del Nue#o !estamento, lo que Van Hutten tenía entre susmanos era un documento cristiano escrito en lengua bíblica, un te$to arameo acasocontempor(neo del original perdido de 3arcos, anterior a 3ateo, anterior a :ucas, anterior ale#angelio griego que se atribue a Fuan. Y si nasra+a quería decir na"areno, el rabunni no podía serotro que Fes*s.

;uando supo estas cosas a #i#ía en su casa de los alrededores de la glesia del )anto )epulcro,una casa en la que, aparte de Hannah, s&lo entraba un +o#en arquitecto h*ngaro que le debía la#ida. )al#o :e# Nicolaie#ich, quien lleg& a Ferusalén un mes m(s tarde, nadie subi& nunca al pisoalto de esa casa, ni siquiera Hannah.

-l +o#en h*ngaro, a lo habr( adi#inado, era nuestro ta$ista Vladslac -di+o el arque&logo-. :o

conocí durante la guerra. n esa época, gracias a la arqueología, o podía lle#ar a cabo cierto tipo

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de tareas, digamos filantr&picas. ?4ué tareas@ ntre otras cosas, traer +udíos a 7alestina. )abr(que los ingleses se oponían a eso. n este sentido, fueron e$celentes colaboradores de Hitler.

Van Hutten se di#ertía en desorientarme. :a menci&n a Hitler a los ingleses parecía destinadaa des#iar mi atenci&n de la *nica cosa que en aquel momento me importaba. 3e callé laobser#aci&n de que sus noticias sobre la cuesti&n palestina no eran desconocidas, le preguntéc&mo podía saber él que ese manuscrito arameo era un original contempor(neo de Fes*s no una

copia mu posterior, incluso un documento fraguado. :a menci&n de la ciudad de Na"aret era m(sbien una prueba en contra que a fa#or de la antiguedad de los fragmentos. 5 o me equi#ocabamucho, o era posible dudar que Na"aret hubiera e$istido en tiempos de Fes*s.

l arque&logo me mir& con asombro. 7ero no sé si fue del todo un asombro genuino, era m(sbien una pequeña concesi&n, una ambigua cortesía.

-Veo que ha cosas molestas que sí sabe -di+o sonriendo.=e+& desli"ar su cuerpo en el sill&n cru"& las manos detr(s de la cabe"a-. %sted es una

especie de cura al re#és, algo así como un +esuita ateo. 7ero tiene ra"&n. )iempre hubo buenosargumentos para negar que Na"aret e$istiera cuando naci& Fes*s. ;laro que también hae$celentes argumentos para negar a =ios, lo que no me parece ninguna prueba en su contra. =etodas maneras, tiene ra"&n. ;uando tardíamente se tradu+eron al griego los e#angelios, Na"aret,que entonces sí e$istía, sir#i&, tal #e", para e$plicar o tergi#ersar la profecía bíblica dondeaparece la palabra na"oreo o na"oreno. 7alabra aramea que admite unas cuantas #ersiones. %na

de ellas, es algo así como ;onsagrado al !emplo. 5tra, si no le parece mal, es canalla. "y ser(llamado na>areoC, dice misteriosamente la scritura. -7ero usted le& Ona"arenoO, el nacido enNa"aret. ?;&mo podía saber que no se trataba de una copia mu posterior@ ncluso, de un fraude.

Van Hutten descru"& las manos de su nuca ech& el cuerpo hacia mí. :as dos arrugas paralelasde su entrece+o, como cicatrices, le llegaban casi hasta la mitad de la frente. !enía las ce+asblancas re#ueltas. No era f(cil soportar esa mirada, cuando cla#aba los o+os en uno.

-Yo no podía saberlo. 7ero tampoco necesitaba saberlo. Ya le di+e que lo sentí. =esde laprimera noche, en los acantilados. =esde que lo toqué. spéreme un minuto -di+o después.

)e puso de pie. )us mo#imientos, bruscos precisos, no eran en absoluto los de un hombre dem(s de ochenta años. :o #i sacar una lla#e de uno de los bolsillos de su chaleco de e$plorador, abrir una puerta que, hasta ese momento, había estado oculta por una biblioteca. 7ensé queaquello era demasiado. :a biblioteca acababa de correrse a lo largo de la pared.

-6l no miente -oí a mi espalda, unos minutos después. ;hristiane.

7or lo #isto, la predilecci&n por los efectos inesperados era una característica familiar. so fuee$actamente lo que di+e, mientras recogía la pipa que se me había caído sobre la alfombra.

-No quise decir que él mintiera -agregué, ahora era o el que mentía-. Vos me preguntastequé pensaba de todo esto, o te di+e lo que pensaba. 4uise decir, supongo, que es una historiademasiado increíble para una persona como o.

;hristiane estaba #estida con la t*nica que a he descrito , por m(s que o intentara nopensar en eso, era como si deba+o de esa t*nica no lle#ara nada. No digo que las cosas fuerane$actamente así, digo lo que pensé.

-4ué quiere decir Ouna persona como ustedO.;hristiane estaba de pie o sentado. 3(s que sentado, hundido en un sill&n demasiado ba+o.

7uede ser una perspecti#a inquietante, aun para un hombre de cincuenta años, o qui"( sobre todopara un hombre de cincuenta años. l cuerpo de una mu+er de pie se magnifica cuando se lo #ehacia arriba, algo parecido a lo que pasa con las estatuas. ;on el agra#ante de que una mu+er noes una estatua.

-4uiero decir normal -di+e poniéndome de pie-. n m(s de un sentido, absolutamentenormal, y ahora no me preguntes qué quiere decir en m(s de un sentido.

-!ía Hannah no lo estima a usted -di+o ella.-Ya me di cuenta. $plicame por qué.-lla tiene miedo. -Yo a había ad#ertido, unas tardes atr(s, que ;hristiane no tenía ninguna

dificultad en decir siempre e$actamente lo que pensaba. -No es por lo que usted cree -agreg&-,no es porque ha gente que pueda hacerle daño al tío )tan. -;hristiane se había sentado sobre laalfombra, lo que in#irti& la perspecti#a pero no me+or& la situaci&n, incluso la empeor&-. ?%stedcree en )atan(s@

:a palabra era tan increíble, tan literalmente e$tempor(nea, que no la entendí. :leg& hasta miconciencia con tres o cuatro siglos de retraso.

-?)i creo en qué@-n el diablo, en )atan(s.

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No pude contestar. 7lanteada así, con esa naturalidad, por esa chica, la pregunta no admitíauna respuesta inmediata. n realidad, no admitía ning*n tipo de respuesta. 3e senté otra #e" ehice una pausa.

-Vos me pregunt(s si creo en el mal, en el pecado.-No -di+o ella-. n )atan(s.staba pensando qué responder cuando la puerta por la que había salido Van Hutten #ol#i& a

abrirse. :a biblioteca, silenciosamente, ocup& otra #e" su lugar en la pared. l arque&lago traíauna carpeta un libro.-;ontéstele -di+o sonriendo.:o me+or, en estos casos, es la sinceridad. )e puede ser sincero sin decir la #erdad ni mentir. :e

di+e que era incapa" de contestar una pregunta así.-Bueno -di+o el arque&logo-, mi mu+er sí podría. lla es cat&lica pero de origen protestante.

:utero sus pancitos, o sus tinteros, contra la pared, a sabe. Hannah sostiene que el demonio enpersona anda detr(s de este asunto... Hi+a -le di+o a ;hristiane-, no es hora de andar le#antadaperturbando a mis amigos incrédulos con preguntas que no tienen respuesta. Béseme #(ase adormir.

:a chica se puso de pie, lo bes&, con casual indiferencia también me bes& a mí. l ancianoarque&logo su amigo ateo, pensé. 7ara ella éramos m(s o menos dos representantes de la mismaépoca geol&gica.

-Y usted -pregunté cuando nos quedamos solos-, ?cree@-?n )atan(s@ 7or supuesto, lo que no significa que le tema. No se ol#ide que, por un pecado

de +u#entud, fui te&logo. l Bien el 3al son dos formas del mismo principio. Habr( oído que lapiedra que cae la :una, que no cae, son dos manifestaciones de una misma le, eso fue lo quedescubri& NeLton el día aquel de la man"ana. -l arque&logo hablaba como distraído, mientrasho+eaba el libro. =e pronto se interrumpi&, mir(ndome. -4ué curioso, ?no es cierto@

7ensé que sí. Y me di cuenta de que, sin saber c&mo, o qui"( empe"aba a comprender losc&digos íntimos del arque&logo.

-4ue la man"ana esté #inculada a ciertas formas del conocimiento -di+e cautelosamente.-:o felicito, señor. sto es lo que o llamo con#ersar. )í, la inocente man"ana. ruta que, de

hecho, no e$isti& en ninguno de los dos casos. s bastante improbable, por no decir ridículo, queNeLton necesitara la caída de una man"ana sobre su cabe"a para descubrir la gra#itaci&nuni#ersalC le bastaba con que el )ol la :una no se caeran. n cuanto al (rbol del 7araíso, en

ninguna parte de este libro dice que ese (rbol haa sido un man"ano. ?l Bien el 3al@ l Bien el3al son m(s o menos la misma cosa, operando en distinta direcci&n... )upongo que hasta usted, dechico, re"aba el 7adrenuestro. 3u bien, la traducci&n latina de esa plegaria dice' 't ne nos induDcas in tentationen" No nos indu"cas, o lo que es igual' no nos tientes. :os cristianos, mi queridoseñor, durante dos mil años, hemos #enido pidiéndole a =ios que no nos tiente. 4ue El no nostiente. n cierto modo, es aterrador. !odo el problema del Bien el 3al se reduce a c&mointerpretemos esa frase abismal. A prop&sito, ?usted lee latín@

No le contesté. staba pensando, at&nito, en el 7adrenuestro.-%sted me est( diciendo ...-Yo no le esto diciendo nada, no lo indu>co a nada. -l arque&logo se rio, bre#e secamente.

-:o que sí le hice fue una pregunta. :e pregunté si lee latín.-)í -di+e-. No. 7or lo menos, no del modo en que alguien como usted llamaría leer latín.-%sted se educ& con los salesianos ...-?;&mo a#erigu& eso@-7or fa#or, amigo. :e esto por re#elar quién era realmente Nuestro )eñor se me asombra de

que sepa qué hacía usted a los die" años. n suma, que no lee latín, o lee el latín macarr&nico delhermano =on Bosco. =icho sea al pasar, ?recuerda que a =on Bosco, en los peores momentos, se leaparecía un misterioso au$iliar, nada menos que un perro, nada menos que un gran perro gris@ -sta #e" la risa de Van Hutten atron& la sala.- %sted sabe que el perro, cierto tipo de perro, es unsímbolo cl(sico del Ad#ersario... :o que le quiero decir, pero tal #e" a lo adi#in&, es que el Bien el 3al siempre andan mu cerca. %no del otro los dos de cada uno de nosotros. No lee latín, malasuerte. ntonces #a a tener que creerme. ste libro es la Vulgata, como si di+éramos la 7alabra ensu acepci&n m(s monumental sobrecogedora. No encontré ninguna #ersi&n castellana, el latín eslo m(s parecido al español que ha en :a ;umbrecita. :o que #a a oír ahora es el ;A7!%:5 dos deFuan el ap&stol, Fuan hi+o de Tebedeo. l discípulo querido. =ice Fuan' ;res días ms tarde se

celebraba una boda en 3an de Aalilea + estaba allí la madre de Jes*s" Fueron in!itados tambi2n Jes*s +sus discípulos" G como faltara !ino, porque se había acabado el !ino de la boda, le dice su madre a Jes*so tienen !ino"

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Yo #agamente me acordaba. :as Bodas de ;an( es uno de los episodios que m(s f(cilmente sefi+an en la memoria. !ambién me acordaba de que Fes*s le responde a su madre con bastantedesconsideraci&n. ;omo el arque&logo se había callado me miraba, se lo di+e'

-3e acuerdo, sí. Fes*s le contesta a 3aría con alguna brutalidad, le dice algo así c&mo quétengo que #er o con esto, madre.

-3u+er. :e dice' u2 a mí + a ti, mu1er" s un hebraísmo mu frecuente en la Biblia. )e usa, en

general, para recha"ar una inter#enci&n molesta o inoportuna. Y Fes*s agrega, qué.-4ue toda#ía no ha llegado su hora.-Bastante bien. !oda#ía no ha llegado mi hora. ?Nunca repar& en algo@ =espués de seme+ante

respuesta, 3aría, su madre, quien no podía ignorar que Fes*s era, para decirlo con tres palabras,hi+o de =ios, lo que debi& bastarle para no insistir, 3aría se dirige a los criados de la casa , sindarse por enterada de la negati#a de Fes*s, les pide' %stedes hagan lo que él diga. ?:o que él diga@6l a ha dicho con bastante elocuencia que no piensa reali"ar ning*n milagro casero, eso es lo queha dicho... :e confieso algo. )iempre me gust& mucho esa parte. Ha en la terquedad de 3aría algoformidablemente femenino maternal. ;omo si le di+era' )er(s todo lo %ngido que quieras, ser(shi+o de =ios, pero o so tu madre, así que hagamos el milagrito no se discuta m(s. -Van Huttense reía con ganas.- Y después me dicen que la scritura carece de sentido del humor. .. 7ero ustedse pregunta ad&nde quiero llegar. Ahora #ea, mire bien esto. No, no se le#ante.

l arque&logo arrim& una pequeña mesa abri& sobre ella la carpeta que había traído con el

libro. Vi una especie de fragmento de pergamino, una p(gina escrita en caracteres bíblicos. ra unafotografía, pero irradiaba una fuer"a tan grande que me estremeci&.

-sto es ...-)í, pero no se distraiga. 7or ahora no importa lo que es, sino lo que dice. -Van Hutten

comen"& a pasar el dedo índice, de derecha a i"quierda, por la p(gina.- =ice te$tualmente' u2 amí + a ti, mu1er" 5 si quiere' u2 tengo +o contigo, mu1er" Y agrega lo que todo el mundo recuerda';oda!ía no ha llegado mi hora" ;omo #e, entre estos *ltimos signos arameos del cuero los quesiguen de inmediato no ha ning*n espacio, ninguna rotura del fragmento, no falta una solapalabra, ni siquiera falta una letra. :a fotografía es absolutamente fiel le aseguro que en estoscasos las fotografías suelen ser mucho m(s confiables que el cuero original. :e tradu"co lo quesigue' %espu2s ba1ó a 3afamaum con su madre + sus hermanos + sus discípulos, pero no se quedaron allímuchos días" Se acercaba la &ascua de los 1udíos + Jes*s subió a Jerusal2n" ?)e da cuenta@ -Van Huttenme miraba, fi+amente, sin que o pudiera comprender en absoluto qué quería demostrarme.- ?)e

da cuenta o no@-No sé de qué tengo que darme cuenta, profesor.)upongo que pronuncié estas palabras con un tono de le#e desesperaci&n, que Van Hutten las

o& precisamente de ese modo. 3e miraba como si temiera aplastarme, como si acabara dead#ertir que estaba hablando con un pobre ser humano.

-st( bien -di+o-, no se preocupe. Nadie tiene por qué recordar a Fuan de memoria. n estecuero falta el milagro de las bodas. sc*cheme. l *nico e#angelio que cuenta las Bodas de ;an(,me imagino que esto sí lo sabe, es el e#angelio griego de Fuan. )i este fragmento arameo es lo quesuponemos, falta +ustamente lo que debería estar allí. =ebería. 7ero no est(. :o *nico que ha eneste cuero es la #iolenta respuesta de Fes*s a 3aría el famoso' !oda#ía no ha llegado mi hora. 6ldice eso, se #a... )e #a, con todos, de la boda. Y de ahí, a Ferusalén. =onde suceder(... )í,señor. :o de los latiga"os en el !emplo. Y ac( no hace falta ninguna traducci&n literal, digamosque 6l hi"o un l(tigo de sogas retorcidas les de+& el lomo negro a rebenca"os, a los cambistas alos que practicaban la :ibre mpresa en la ;asa de =ios. )aque alguna conclusi&n usted.

-?7uedo hablar sin elegir las palabras@ -7or supuesto, de qué modo cree que se habla de estas cosas. 4ué me quiere decir, que este

mu #erosímil Fes*s Na"areno tiene un car(cter de mierda, dígalo.No pude menos que toser. Van Hutten era el cat&lico m(s e$traordinario que o había #isto

oído en mi #ida. ;uando #ol#í a hablar, sin saber por qué, me encontré eligiendo con muchocuidado las palabras.

-No diría eso, no e$actamente así. n fin, que esa negati#a a su madre, seguida de la escenaen el !emplo... arman otra figura.

-$acto.-!ambién estaba pensado que, si falta +ustamente ese milagro, no ha ninguna ra"&n...-7ara que no falten los otros.

=i+e que sí.

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7ero lo que quisiera escribir ahora es c&mo lo di+e. )in alegría. No como un profesor ateo algocínico dedicado a leer libros de Historia, sino de una manera desencantada, que parecía unrecuerdo' como un estudiante creente que empie"a a sentir que se derrumba su fe.

Van Hutten puso su gran mano huesuda morena sobre mi mano me mir& desde mu cerca.)onreía con ambigua frialdad, como si me estu#iera seduciendo o corrompiendo.

-No tenga miedo -di+o-. 6l también hi"o milagros.

6l había despertado de la muerte a :("aro dio de comer a cinco mil, 6l perdon& a la ad*ltera habl& a solas con la samaritana +unto al po"o de Facob, 6l cen& con los doce le la#& los pies a7edro, 6l naci& conforme a la carne, como había escrito Fuan, muri& crucificado. Y aunque unopodía interpretar todas estas cosas como quisiera, Él, en boca del arque&logo, quería decirsencillamente el hi+o de =ios. %n hombre como todos los hombres, nacido conforme a la carne,engendrado por un carpintero de Ealilea parido por una adolescente +udía que de+& de ser#irgen, a m(s tardar, el día que lo concibi&. %n hombre como cualquiera, hi+o carnal de uncarpintero de =ios. =e qué modo conciliaba Van Hutten las dos ideas no he llegado acomprenderlo, pero supongo que, para el #ie+o, no eran en absoluto dos ideas ni había que comGprender nada. )u fe no admitía argumentaciones ni requería pruebas, ni siquiera podía ser llamadafe. :o que el arque&logo, a desgano como si e#itara pronunciar su nombre, llamaba =ios, no

enca+aba en ninguna de las nociones que un hombre como o pudiera hacerse de la palabra =ios.;uando, en alg*n momento de la noche, intenté tocar ese tema, di+o con malhumor que o mepreocupaba demasiado por lo accesorio, por los detalles. =ios e$istía punto, nos gustara o no,creéramos en él o no. Fes*s era un hombre era su hi+o, otra #e" punto. l e+emplo que me dioera abrumador. magínese por un momento, me di+o, que o no fuera o. magínese que o fuera,digamos, instein. %sted me pregunta por la forma del %ni#erso o le contesto que es, entérminos generales, cur#o, ilimitado pero no infinito, que su cur#atura puede dibu+arse como unamontura inglesa, una montura de caballo. %sted me pide que se lo dibu+e. )e lo dibu+o. %sted mepregunta con estupor c&mo lo sé. Yo le contesto que no importa c&mo lo sé, que el %ni#erso esasí. ?)abe lo que pensaría usted@ %sted pensaría que no entiende una palabra de física c&smicapero que o debo tener ra"&n. :e achacaría el misterio a su pobre cabe"a con#encional, no al%ni#erso ni a mí. Bueno, con =ios sucede algo parecido. %sted es uno de esos intelectuales desesGperados que imaginan concebir perfectamente una ameba en un pantano, un proto"oario que da

lugar a un pe" o a un batracio que se transforma en saurio o en p(+aro peludo, que asciende amono que de ahí, de un modo u otro, después de cien millones de años, culmina en ;er#antes oen el instein que le dibu+a un uni#erso con forma de montura. Y ?quiere que le confiese unsecreto teol&gico@' o también. :a diferencia entre nosotros es que usted carece de #erdaderaimaginaci&n, imagina mal, imagina que esas ra"onables estupideces niegan a =ios. %stedseguramente ha leído que la resurrecci&n, los peces los panes multiplicados, la cena ritual, eldios inmolado, son anteriores en miles de años al cristianismo. Yo también lo he leído, hasta lohe escrito, esto seguro de que efecti#amente todo lo que llamamos cristianismo comen"& aformarse entre los sumerios, entre los egipcios, entre los persas, e incluso mucho antes, cuandocomíamos raíces caracoles o nos comíamos entre nosotros, en la noche de la horda, cuando, encuatro patas, busc(bamos a =ios aullando de terror ba+o la :una. %sted es de los que piensan que,porque el hombre de ;romagnon era demasiado feo, las palabras bíblicas que dicen hecho a miimagen + seme1an>a son imposibles. %sted, no sé si se da cuenta, supone que =ios es buen mo"o.

No, señor. =ios no tiene la misma idea de la belle"a que usted, ni la misma idea de la matem(ticani la misma idea de causalidad biol&gica. =ios es absolutamente otra cosa, puede arregl(rselasmu bien sin nuestra ciencia, sin nuestra metafísica, sin nuestra teología. H(game caso. No piensem(s en estas pa#adas, no crea en =ios si no quiere, da e$actamente lo mismo, qué le #a a pasar a=ios si usted no cree. Nada. Y a usted tampoco, a menos, claro, que crea en )atan(s en elnfierno. 7ero si usted no cree en =ios c&mo #a a creer en )atan(s. ?5 sí@

-7or otra parte -di+o finalmente-, mi tema no es =ios. 3i tema es Fes*s.n suma, que Fes*s era hi+o de =ios pero no era, en absoluto, el Fes*s de la tradici&n. ra un

esenio, una especie de anarquista que había #enido a poner al hi+o contra el padre al hermanocontra el hermano, un +udío de carne hueso que decía' Si lo das todo menos la !ida, has de saberque no diste nada, que, por si eso fuera poco, había establecido el mandamiento imposible deamar al pr&+imo como a uno mismo. l arque&logo cerr& bruscamente la carpeta.

Yo me puse de pie fui hacia una de las #entanas que daban sobre los pinares.

:as estrellas seguían fi+as en el cielo, las sierras le+anas no habían cambiado de sitio ni deforma. :as luces de los hoteles, sobre todo, tenían el mismo aspecto tranquili"ador un poco

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irreal que debe tener un lugar de descanso para gente que, en cualquier momento, #ol#er( a susoficinas, a sus microondas, a sus créditos bancarios. ?4ué era, finalmente, lo que o había #isto@:a fotografía de unos caracteres ilegibles que, en el me+or de los casos, suponiendo que di+eran loque el arque&logo me tradu+o, contaban, de otro modo, unas bodas en Ealilea hace dos mil años.

=e+é de mirar por la #entana me #ol#í hacia Van Hutten.-%sted no puede afirmar todo lo que ha dicho de Fes*s, a partir de un fragmento al que le

faltaban, por la ra"&n que sea, unos #ersículos de las Bodas de ;an(.-;laro que no -di+o con fatiga Van Hutten-. ;laro que no. 7ero esto mu cansado para seguirhablando esta noche. V(ase, +uegue solo con su a+edre" e intente dormir. Vuel#a mañana opasado, si le quedan ganas. 5 no #uel#a nunca. 7ero me+or #uel#a' en lo que me falta contarle habastante a#entura, también ha descripciones. s, en cierto modo, una no#ela policial escrita porel spíritu )anto. Ha muertos, incluso ha muertos.

3e pareci& que el arque&logo, s*bitamente, se había puesto de mal humor. 3ientras me iba, lepregunté por qué.

-No #a a creerme -di+o-. 3e pone de mu mal humor que no haa sucedido lo de 3aría suinocente milagro. ra una escena mu conmo#edora. 4ué le costaba a ese nerg*meno hacerleuna concesi&n a su madre.

-Necesito que me conteste una sola pregunta m(s, Van Hutten.-H(gala #(ase. =ormimos poco, pero también los #ie+os necesitamos dormir.

-%sted cree que Fes*s era hi+o de =ios ...-?5tra #e"@ )í.-7ero, entonces ...-%sted quiere saber si creo que,  por lo tanto, Fes*s era =ios... No sea chiquilín, por fa#or,

c&mo #o a creer seme+ante idiote".

CAPÍTULO CINCO

ALMAH

=ormir o +ugar al a+edre". No hice ninguna de las dos cosas, ni esa noche ni las siguientes.Ba+aba de la casa en la piedra , pasando de largo por la e$planada que daba a la terra"a de micuarto, descendía hasta el camino principal me iba a caminar por las alamedas. :a serenidad de

la noche, la #ehemencia del perfume de los (rboles, el esplendor del silencio, me hacían concebirideas e$trañas pueriles que creía muertas en mi cora"&n que #ol#ían a mí desde el fondo de losaños como a tra#és de una tierra calcinada. No tengo empacho en confesarlo. :a palabra 7araísopuede cifrar una de esas ideasC el nombre de ;hristiane, otra. %na de esas noches, con la caraardiente tal #e" un poco afiebrado, subí por el camino de la cascada las dos palabras setransformaron s*bitamente en otra' e$pulsi&n. l rumor sordo del agua, magnificado por laoscuridad, causaba un poco de inquietud. ra una noche c(lida como de #erano, pero sentí frío.3e senté con la espalda contra un (rbol, al borde de la hondonada, me le#anté todo lo que pudeel cuello de la camisa. ?;u(ndo fue que la naturale"a comen"& a damos miedo@, ?cu(ndo fue quela noche, su inocente ciclo cotidiano, comen"& a atemori"amos@ No había nada en esa oscuridad,en ese rumor del agua que caía all( en el fondo, en esos temblorosos maci"os de (rboles entrecuas ramas chillaba de tanto en tanto un p(+aro sobresaltado, nada que estu#iera contra mí. )inembargo, la amena"a acechaba en alguna parte, elemental e innominada. ?;&mo por qué se

rompi& el pacto entre nosotros la creaci&n@ !al #e" hubo una época en que el hombre se sinti& enperfecta armonía con el mundo que lo rodeaba, pero era tan difícil creerlo. :o que a falta de unapalabra me+or, ahora, al escribirlo, llamo miedo -esa inquietud, el frío, la sensaci&n de e$trañe"a- no estaba en las cosas ni #enía de las cosas. staba en mí. :os (rboles, el resplandor de algunaestrella que se abría paso entre las ramas, el agua que rodaba, los chillidos de los p(+aros,formaban una figura perfecta en sí misma, sin atributos morales ni intenciones ocultas. so era así,sin mal ni bien ni belle"a ni fealdad ni historia ni pecado ni culpa. :a *nica cosa e$traña a eseorden indiferente era o, un escéptico señor de casi cincuenta años, estremecido de frío una nochede calor, oendo una cascada in#isible, tratando de encontrar en ese orden un lugar que loaceptara. 7ero mi edad tampoco tenía nada que #er con estoC desde mi +u#entud, desde muchoantes de mi +u#entud, o había sentido el mismo recha"o. Ni siquiera tenía nada que #er conmigo.Hombres mucho m(s inteligentes que o, infinitamente m(s sensibles profundos, hombres quecomparados con este historiador algo afiebrado que tiritaba +unto a un (rbol podrían ser llamados

seres perfectos, habían e$presado a su manera esta hostilidad, este miedo. ;uando el descreído#ie+o Dant al"& los o+os al cielo estrellado di+o #er allí la demostraci&n de la :e 3oral, o cuando

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aquel otro descreído al re#és, mirando el mismo cielo, se aterr& de esos espacios #acíos que loignoraban, no hacían m(s que decir lo mismo con distinto estado de (nimo o qui"( s&lo condistintas palabras. Nada de esto es o' eso es lo que sentían. 4ué tiene que #er la moral humanacon el camino que siguen las estrellas, qué ha de bueno o de per#erso en el nacimiento de losmundos o en su destrucci&n. 4ué puede haber de aterrador, sal#o que un n*mero tenga en símismo algo de maligno, en cien mil millones de astros rodando en el #acío hacia la indiferente

eternidad. ;&mo no pensar que el hombre era lo *nico #erdaderamente e$traño a la naturale"a,una parte no a+ustada a ella, el resultado impre#isto de un orden que alguna #e" se bast&perfectamente a sí mismo que, en rigor, si e$ceptu(bamos nuestra conciencia, nuestraspreguntas, nuestros sentimientos, a*n seguía bast(ndose a sí mismo. )i era esto, si era este ordenhelado e inhumano que me e$cluía lo que Van Hutten llamaba creaci&n de =ios, entonces resultababastante clara la par(bola bíblica del (rbol del conocimiento. uera o no una man"ana, la fruta del(rbol del 7araíso corrompi& a la creaci&n. No corrompi& al hombre' lo cre&. ;on la primera preGgunta que se form& en la cabe"a simiesca de un protohomínido que buscaba en cuatro patascaracoles o raíces o un dios, apareci& sobre la !ierra el desorden, lo impre#isto a para siempreirremediable. sa cascada, esos (rboles, esos p(+aros sobresaltados en su sueño, esas estrellasimp(#idas, no se hacían preguntas sobre su destino ni buscaban #erdades, eran así, punto, comodecía el arque&logo de su =ios. :a inteligencia es el ad#ersario el acusador de la creaci&n. s elpecado' es )atan(s. l 7araíso no era un +ardín perdido en alg*n lugar de la !ierra, sino la !ierra

entera, , aunque habitemos en ella, es de la !ierra que fuimos e$pulsados.sa noche, en mi (rbol de la cascada, sentí ganas de reírme, , contra todo lo que o mismo

hubiera esperado en seme+antes circunstancias, me reí. No era nada bueno reírse en la oscuridad,temblando de frío una noche de calor, al borde de una hondonada, con ese fondo in#isible quetronaba all( le+os. 7ero había recordado las palabras del doctor Eolo, cuando mi llegada a :a;umbrecita. ;uidado con las sobredosis de naturale"a. :a naturale"a hace meditar.

:o *nico que me faltaba era engriparme o estar #ol#iéndome místico o fil&sofo. >egresé a mihotel estornudando pensando en ;hristiane. Yo la había imaginado, unas noches atr(s, desnudaba+o su #estido de catec*mena. Y esa era otra prueba de nuestra rare"a en el mundo. l *nicoanimal #estido era el hombre. !odos los otros andan desnudos, sin que eso los inquiete, los resfríeo los a#ergence. Ninguno necesita #estirse o des#estirse, ni abrigarse, ni cambiar de ropa.$cepci&n hecha de la serpiente, que de tanto en tanto se despo+a de su piel. =efiniti#amente, otenía fiebre.

No #ol#í a mi cuarto por la e$planada de los pinos sino por la puerta principal del hotel. 4ueríatomar una ginebra o un Lhis< antes de acostarme a dormir. Holstein en persona me sir#i& uncognac, con su me+or sonrisa b(#ara, hasta me ofreci& un #aso de leche caliente una aspirina.)obre el mostrador, #i una frutera con man"anas. =estino curioso el de la man"ana, tenía ra"&n elarque&logo. :e pregunté al hotelero si podía lle#arme una me di+o que naturalmente.3ordiéndola, sonriente casi curado, entré un rato después en mi cuarto.

staba escribiendo en la cama cuando, tras la puerta #entana que daba a los pinares, apareci&;hristiane.

3(s arriba e$pliqué que esta subida nocturna a la cascada, por lo tanto lo que acabo deescribir, sucedi& en realidad #arios días m(s tarde, después de otras con#ersaciones con VanHutten en la casa en la piedra.

No es éste el lugar, suponiendo que ahora encontrara las palabras, para seguir contando lo que,inmerecidamente, me depar& esa noche.

CAPÍTULO SEIS

A JERUSALÉN SE ENTRA POR EL ESTE

:os legos creen que una e$ca#aci&n arqueol&gica es una a#entura rom(ntica llena demisterio, di+o cualquiera de esas noches el profesor Van Hutten, una de esas películas en tecniGcolor que ocurren en las 7ir(mides, donde la maldici&n de la momia persigue a todos los que hanparticipado en ella los #a e$terminando uno por uno. Y, ?sabía o una cosa@, en parte eso eracierto. )&lo que también se parece, para los beduinos que ca#an, a deslomarse como escla#os enuna mina , para los ilustres sabios que la dirigen, a comandar una cuadrilla de facinerosos.;uando :e# lleg& en /012 a Ferusalén llamado por mí, di+o el arque&logo, nos abocamos a resol#erdos o tres problemas pr(cticos. ;onseguir un permiso del gobierno para ca#ar, fue el primero.

%sted imagine sobornos, encuentros clandestinos a medianoche ba+o los arcos de piedra de unapuerta de dos mil años, usted #aa haciendo su no#ela de a#enturas. )egundo problema pr(ctico'

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encontrar cincuenta nati#os baratos hambrientos dispuestos a traba+ar de sol a sol comoanimales, sin que eso significara enloquecer de codicia a las tribus beduinas, que podían imaginarque and(bamos detr(s de alg*n tesorito material. l tercer problema, ése lo resol#i& Vladslac.7ero antes de seguir oendo al (rido profesor, inter#ino repentinamente el doctor Eolo,permítame una digresi&n, agreg& que si alg*n día o #ia+aba a la ;iudad )anta, no me ol#idarade entrar por el ste, porque a Ferusalén debe entrarse por el monte de los 5li#os. %no llega a

Ferusalén, a mitad de camino entre los oli#ares la ciudad propiamente dicha, antes de que lodistraigan los burros que andan por la calle, los +udíos, los armenios, los sirios, el olor de las coliGflores los gritos de los (rabes +urando por Al( que la carne medio podrida que nos ofrecen esfresca como una rosa de l ;airo, se #en aparecer de golpe, como una epifanía, las torres de laiglesia de )anta 3agdalena. )eis torres en forma de cebolla. )eis torres a la rusa. ntonces, hi+omío, si adem(s tiene suerte es la hora del Angelus, usted oe las campanas de la 3agdalena, lascampanas de la 3agdalena no suenan de cualquier modo, cantan, hablan entre sí, son tocadascomo las tocan en el 3onte Athos, como se modula un instrumento. ?Yo había estado alguna #e" enel 3onte Athos@ ?No@ ?!ampoco en 7uebla, 3é$ico, frente al 7opocatepetl@ l doctor Eolo lo sentíaen el alma, porque entonces, a que por lo #isto tampoco había entrado en Ferusalén por el ste,nunca había oído sonar una campana. )in (nimo de impacientar al profesor Van Hutten, el doctorEolo necesitaba agregar toda#ía unas palabras sobre la !ierra )anta. Ferusalén, llamada también elombligo del mundo, es una ciudad espantosa, sucia, con hombres horribles sudados que andan a

cara descubierta, con mu+eres, tal #e" arom(ticas hermosas, que #an en#ueltas comoberen+enas. $plotan bombas a cada momento. :os burros lo empu+an a uno por la calle, acabe"a"os. 3edio mundo le quiere #ender algo a la otra mitad, que regatea. )e oen tiros. :a gentellora gime contra las paredes. !odo est( lleno de militares de pelo. Hasta que, repentinamente,aparece =ios. No importa si se nos presenta en la ;*pula de la >oca o en el Eetsemaní o en unasinagoga de la #ie+a +udería' lo que se siente en Ferusalén es =ios... ?;&mo qué era la ;*pula de la>oca@ :a me"quita. :a Eran 3e"quita de 5rnar. %n cupul&n de treinta metros de alto #einte dedi(metro, construido hace mil trescientos años. 7ero no construido en cualquier parte, sino,e$actamente, en el lugar donde estu#o el templo de )alom&nC el santuario, ho musulm(n, que fueel santuario +udío donde 3aría consagr& a Fes*s que, por lo tanto, es también un santuariocristiano. 7ero retornando las *ltimas palabras del profesor, el tercer problema, el que resol#i&Vladslac, era por d&nde empe"ar las e$ca#aciones. r directamente a la "ona de los acantiladosdonde ese hombre taciturno ahora asomado con cara de fastidio a la #entana, encontr&, si es que

de #eras encontr&, los primeros fragmentos de la tina+a, e$igía dar demasiadas e$plicaciones a lasautoridades brit(nicas. 7iénselo. ?7or qué ca#ar en los acantilados del 3ar 3uerto, no en algunaantigua ruina a establecida por los mapas@, ?por qué en ese p(ramo de salitre terror, +unto a unmar de moco, en una tierra donde la ciencia arqueol&gica había decidido hace años que los siglos,la sal, las correrías de los (rabes, hacían imposible encontrar una pepa, no entre los escombrosde un con#ento o de un empla"amiento romano@, ?por qué no en 3asad( o en 3ird@ ?7or qué no,preferiblemente, en otro planeta@ $plicaciones que, por supuesto, o no estaba dispuesto a dar,di+o abruptamente Van Hutten desde la #entana, sin #ol#er la cabe"a como si hablara con lanoche. Y esto, tal #e", continu& en #o" ba+a el doctor Eolo, e$igiría que con#ers(ramos un pocosobre cu(l era el estado de conciencia de nuestro eminente amigo, en aquel momento terrible desu #ida. 6l era un científico un te&logo un paladín de =ios. se hombre, aunque bebedor mu+eriego de pésimo car(cter, era considerado a a los cuarenta años un fil&sofo de la religi&n ala altura de !illich, sin embargo estaba me"quinando a sus colegas, a su glesia, lo que acasofuera el maor descubrimiento arqueol&gico de la cristiandad. ?7or qué lo hi"o@ ?7or qué noinform& de inmediato a las autoridades de la scuela Bíblica lo que había hallado en esa cue#a, sies que había hallado alguna cosa@ so, di+o el doctor Eolo, eso que se lo e$plique él mismo, sipuede.

)e palp& los bolsillos buscando algo, no lo encontr&, se le#ant& sali& de la habitaci&n.-Yo mismo me di a mí mismo muchas respuestas, mu con#incentes, a esa pregunta -di+o Van

Hutten sin mo#erse de la #entana-. Ho sé que fue por la m(s sencilla poderosa de las ra"oneshumanas' el orgullo. !al #e" Hannah no se equi#oca cuando piensa que )atan(s en persona andu#osiempre detr(s de todo esto. sc*cheme bien -di+o después, sent(ndose +unto a mí. -!engo m(sde ochenta años. He conocido #erdaderos ap&stoles del pensamiento de la ciencia, en la discipliGna que usted quiera, durante mi larga #ida entre ustedes. He conocido fil&sofos te&logos, heconocido artistas, he conocido seres en el límite de la santidad. No he conocido a ning*n hombre

que, llegado el caso, no antepusiera su monstruosa #anidad a lo que llamamos el bien com*n. -larque&logo se inclin& hacia mí con un gesto repentino, agreg& ba+ando la #o"' -!ambién puedecreerme otra cosa' :e# no sabe lo que dice. :o *nico que no se siente en Ferusalén es la presencia

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de =ios. 3e he encontrado m(s de una #e", en cambio, con el otro, me lo he encontrado enpersona. -Van Hutten me mir&. -7ero #eo en su cara que a usted le interesan los hechos. %stedes un historiador que debi& escribir no#elitas de a#enturas, suponiendo que la historia la ficci&nno sean el mismo género. 3u bien. :os hechos, lo que usted llama hechos, en parte a los coGnoce' un poco antes de que 3uhammad ad =ib descubriera los siete primeros rollos esenios del3ar 3uerto, o encontré un fragmento arameo del #angelio de Fuan, , poco después, en Feric&,

otro documento terrible... :a e$ca#aci&n de Feric&, mi escandaloso libro sobre el método que us&Fosué para derrumbar las murallas mi polémica con >oma, fueron una farsa, a se lo di+e, unacortina de humo ideada por Vladslac para que o pudiera ca#ar en el 4umran. !reinta o cuarentabeduinos ca#aban en la meseta de Feric& ba+o las &rdenes de Vladslac, mientras :e# o, con ungrupo de hombres de mi absoluta confian"a, #ia+(bamos a los acantilados. Feric& est( a unos doce<il&metros de los acantilados del 3ar 3uerto, aunque en esa época los caminos eran pésimos,bastaban unas horas para llegar hasta allí. No encontré ning*n otro fragmento, no hasta muchodespués, pero descubrí el monasterio. l lugar al que :ucas nombra Oel desiertoOC lugar donde seeduc& el Bautista , con toda seguridad, el propio Fes*s. )&lo que ese monasterio no erae$actamente un monasterio... %sted sabe que e$iste un te$to mu contradictorio de su colegala#io Fosefo, referido a los esenios. n la primera parte son castos, místicos, apolíticos , sobretodo, algo insípidos. n la *ltima parte son así... -Van Hutten fue hasta la biblioteca o penséque iba a leerme algo. :o que hi"o fue señalar una colecci&n de cinco libros encuadernados en tela

gris, poner su mano en el lomo de uno de ellos citar de memoria' -O=esprecian el peligro ledan a la muerte, si llega con honra, m(s #alor que a una #ida inmortal. )u car(cter fue sometido apruebas terribles en la guerra contra los romanos. Apaleados, retorcidos, quemados rotos,desgarrados por todos los tormentos, no blasfemaron de su :egislador ni aceptaron comer cosaprohibida, ni rogaron a sus torturadores ni #ertieron una l(grima... O Bueno, lo que o #i en losacantilados se a#enía me+or a la *ltima parte... se monasterio era m(s bien una fortale"a. -larque&logo fue otra #e" hasta la #entana , d(ndome la espalda, mir& la noche de los cerros. -soera un cuartel de =ios. ra un falansterio para la guerra.

Vol#i& a entrar el doctor Eolo.-Ac( est( -di+o-. :o dibu+é o mismo. -=espleg& un papel sobre la alfombra. -6sta es la

cisterna, ésta la torre, a esto se lo describe como el )criptorium pero m(s bien parecía una sala dearmas. ste rect(ngulo punteado es un cementerio, dentro mismo del con#ento. Y sabe una cosa,había mu+eres enterradas.

l croquis era mu preciso. 7ero nada garanti"aba que no fuera la copia de un plano incluido encualquier libro sobre los rollos. Yo mismo, ho, podría dibu+ar de memoria los contornos de aquelasentamiento. :o que lo diferenciaba a ese dibu+o de los que he #isto m(s tarde, era, sobre todo,la interpretaci&n que se daba a los (mbitos. Vi un gran círculo, una flecha una palabra enfrancés.

-Horno -di+e con mucha cautela-. 7ara qué podían querer esos mon+es un horno de seme+antetamaño.

-?3on+es@ %sted no es tan est*pido como pretende hacer nos creer -di+o Van Hutten-. %sted,estudiando la Historia, ha #isto muchos croquis seme+antes a éste. )abe de antemano, sabeperfectamente qué significa un horno de estas dimensiones, en una fortificaci&n así.

-)i es que se trata de una fortificaci&n -di+e-. Y si eso era un horno.-$actamente hace dos mil años -di+o el doctor Eolo- era, e$actamente, un horno. No un

horno para cer(micas, se entiende. :os cacharritos que se encuentran en las me+ores e$ca#acionesarqueol&gicas pueden cocinarse en un horno para bi"cochuelo. sto, mi querido señor, era un hornopadre, como dicen ustedes, un horna"a de 7adre )eñor mío, no crea que esto metafori"ando.ra el Horno de nuestro 7adre )eñor. :a for+a donde se templaban sus armas. :a tradicionalmentepacífica comunidad que constru& este horno había escrito, entre otras cosas, un tremebundolibelo llamado el >ollo de la Euerra, un libro sagrado o un poema, si quiere #edo así, que lo de+a a;lau"eLit" reducido al tamaño de un sorete de pollo. -l doctor Eolo se #ol#i& hacia elarque&logo. -3e temo que la palabra sorete es demasiado coloquial.

-s perfecta -di+o Van Hutten, después se dirigi& a mí-. l >ollo de la Euerra es uno de loslibros m(s feroces que usted pueda imaginar. Yo audé a traducido. !rata del combate contra losHi+os de las !inieblas.

-7uede, si quiere, llamarlos <ittim -di+o el doctor Eolo.-?Dittim@

->omanos.-Hi+os de las !inieblas no es una figura ret&rica -di+o Van Hutten-. n realidad, sí lo es, perono tiene nada que #er con espíritus o demonios subterr(neos. Hi+os de las !inieblas eran las

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legiones romanas. Hi+os de las !inieblas quiere decir el mperio. ;omo el conocido giro Omi nombrees :egi&nO, que los cristianos atribuimos a )atan(s, no alude a ning*n diablo coral o polif&nico, sinoa >oma, a sus legiones" :os +udíos que escribieron esos libros sabían hacer las cosas. )e preparabancon hachas, lan"as #ersos, para hacerle la guerra a un imperio.

)igui& hablando pero o a no lo escuchaba. senios. Telotes. :egiones. 3asad(. Hora de lasespadas. :as palabras que oía como desde mu le+os iban armando una constelaci&n en cuo centro

comen"aba a titilar un astro colérico que cada #e" se parecía menos a la estrella de los #illancicosde Na#idad. =e haber sido creente, no habría dudado un segundo en calificar a Van Hutten dehere+e, aun de here+e peligroso. No tanto por sus palabras, a que ciertas ideas sobre el origendel cristianismo no eran nue#as para mí ni carecían de fundamento hist&rico, sino porque estehombre sí era creente, porque, seg*n él, su fe pro#enía nada menos que de =ios. )in embargo,no era esto lo que me inquietaba me impedía prestar atenci&n' era algo mu anterior, dospalabras que habían instalado una pregunta en mi cabe"a que el arque&logo había dicho como alpasar.

Nos despedimos él mismo me acompañ& hasta el parque.Yo no podía #er su cara cuando le hice la pregunta'-4ué quiso decir con Oel otroO.-?l otro@-%sted di+o que se había encontrado con el otro. n persona.

-?=i+e eso@ A #eces, también a mí, se me desli"a una met(fora. 3e refería al mal.

CAPÍTULO SIETE

EL QUE OBRA EN LA TINIEBLA

l otro, el otro en persona, era un mon+e español, o tal #e" algo que obraba a tra#és de unmon+e español, el padre )er#ando, un sacerdote e$perto en arameo bíblico, quien habl& con VanHutten durante toda una noche de /018. l arque&logo había salido del 3useo Arqueol&gico deFerusalén se había encaminado hacia la iglesia del )anto )epulcro. :le#aba, dentro de unmaletín, los dos fragmentos que había encontrado un año atr(s en la cue#a de los acantilados.sto, por lo que dice su =iario, debi& suceder poco antes del halla"go de la epístola. Ha, en eldiario del arque&logo, una minuciosa descripci&n del traecto , m(s adelante, otra, algo ca&tica,

del Om(s sagrado lugar de la cristiandad que es al mismo tiempo la m(s espantosamente miserableiglesia del mundoO. :a iglesia del )anto )epulcro est( ubicada dentro de lo que era el sectortrans+ordano de la #ie+a Ferusalén fue construida en el mismo sitio que en época de Herodesdebi& ser el E&lgota. n el año /9, cuando el emperador Adriano arras& todos los santuarios+udíos cristianos de la ciudad, orden& edificar sobre el )anto )epulcro un templo consagrado aVenus Afrodita, gracias a lo cual, en #e" de desaparecer, el lugar qued& marcado para siempre sir#i& para que ;onstantino, doscientos años m(s tarde, derribara el templo pagano reconstruera allí la iglesia. n /018 se llegaba a ella por un s&rdido laberinto de calle+uelas casas malolientes que, seg*n el arque&logo, hacían pensar menos en una ciudad santa que en unsuburbio del infierno. !al #e" Ferusalén el )anto )epulcro haan cambiado en los *ltimos años,pero o me atengo a sus palabras. Funto a un ba"ar, separado por el arco de piedra de una granpuerta, ha un calle+&n ciego que da a un #asto pared&n. 7or todas partes cuelgan coronas deespinas. =etr(s de la puerta en arco -. a#an"ando por el corredor, eso no queda mu claro en el

=iario- unos escalones de piedra desembocan en un patio. :a primera impresi&n que se tiene es lade haber llegado a una estaci&n de tran#ías de los años treinta, apuntalada aquí all( por unos"unchos de fierro. Ha una escalinata llamada latina, por la que ha ba+ado el arque&logo , a sui"quierda, una escalinata griega, que da a una calle lateral. 3ultitud de altares de todas lasconfesiones cristianas, el de los coptos, el de los cat&licos, el de los griegos ortodo$os, el de losarmenios, irradian en la oscuridad una dudosa lu" entre ro+i"a dorada, est(n abarrotados de#elones e$#otos. l #aho a cera derretida el pesado perfume de las flores, dice haber pensadoVan Hutten, es el olor de la cristiandad el olor de la muerte.

-Nuestro te&logo laico -5& a su espalda.%na corriente de aire frío hi"o temblar la llama de los pabilos precedi& a la #o". %n frío tan

palpable que Van Hutten se dio #uelta antes de que cesara el eco de las palabras. :a puerta quedaba a la calle lateral estaba abierta un pequeño fraile de h(bito raído aire afable ba+aba porla escalera griega.

-A qué debo el honor de tan ilustre #isita -pregunt& el padre )er#ando-. No me parece quetenga que #er con la piedad. :os piadosos obran a la lu" del día.

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-Necesito su auda, padre.-Bien dicho -murmur& el padre )er#ando-. 6se es el modo tradicional de iniciar cierto tipo de

con#ersaciones. )abr(s que mi auda tiene un precio.Van Hutten, sonriendo, sac& de entre sus ropas un rollo de libras palestinas lo deposit& en un

+arro que decía :imosnas. l otro también sonri&, mir(ndolo hacer, después rio francamente. =i+o'-so es una buena auda para refaccionar materialmente este sagrado cenotafio. Yo me refería

a un precio m(s ?espiritual@-No lo comprendo, padre.-3e do cuenta, hi+o mío. ;iertas cosas toman su tiempo.7or fa#or, discutamos en mi celda.Ba+o arcos dorados, entre íconos irreconocibles por la lu" casi submarina de los candelabros,

ba+aron por escalones tallados en la piedra. No era la primera #e" que Van Hutten entraba en el)anto )epulcro, pero nunca antes la había recorrido estando desierta. :o sobrecogi& la enormidaddel silencio. Al cru"ar una de las *ltimas capillas, sinti&, de pronto, la gra#itaci&n del tiempo.=etr(s del oro el lino bordado de los altares, podía #erse la roca bruta donde, casi mil añosantes, los cru"ados habían grabado sus nombres, o, a falta de sus nombres, a que la maoría nisiquiera conocía la escritura, el *nico símbolo que eran capaces de dibu+ar' una cru".

l padre )er#ando, como si hubiera adi#inado su pensamiento, tom& un candelabro lo acerc&a una de las paredes. !allado en duros caracteres g&ticos, Van Hutten le&'

VON WILDENSTEIN, CABALLERO

-7ero aquella cosa cuadrada es toda#ía m(s antigua. s una piedra romana de flagelaci&n, nosería nada raro que a nuestro muchacho lo haan acostado allí. 6sta es mi celda.

ntraron. )&lo se #eían una mesa de tablas, un arc&n dos sillas. %na de ellas, española, detoscas patas en cru", parecía, en aquel lugar, un ob+eto casi suntuoso , por alguna ra"&n,desentonaba con la elemental desnude" de la piedra.

l padre )er#ando estaba de pie. Van Hutten no se atre#i& a sentarse.-:o que #ine a consultarle debería quedar entre nosotros dos, padre.-so es imponerme una condici&n, hi+o. )uena ilícito. n cierto modo suena ?blasfematorio@-No quise decir. ..-No importa lo que quisiste decir, sino lo que di+iste.l cura tenía una forma equí#oca de hablarle. No era s&lo el tuteo sino el modo de pronunciar

ciertas palabras, en tono de pregunta, como si no estu#iera seguro de su significado o como sialudiera ir&nicamente a otra cosa, difícil de precisar.

-7ero no te alarmes antes de tiempo -di+o el padre )er#ando-. )entémonos pongamos unpoco de #i#acidad en este di(logo. %n arque&logo precisa auda de este humilde fraile e$perto enarameo bíblico, pero para obtenerla deber( contarme, ?o qui"( mostrarme@, algo que no puede, almenos por el momento, ser conocido por ciertas personas de alta +erarquía gran poder.

-)í -admiti& Van Hutten-. 7uede decirse así.-so es un maletín. ?3e equi#oco si presumo que ahí adentro ha un halla"go, tal #e"

perturbador, que tiene que #er con el arameo@Van Hutten sostu#o la mirada del sacerdote, sin decir una palabra,-No puedo equi#ocarme, hi+o mío, de lo contrario no estarías en esta celda desapacible,

pidiendo mi auda, a estas horas de la noche.-)u auda su silencio, padre.-=e acuerdo. ;umplidas ciertas formalidades, puedo prometerte también mi silencio. 7ara algo

somos cat&licos.-?ormalidades@-4ue te confieses conmigo. Yo te escucho, te absuel#o o no, quedo atado al secreto

sacramental, por horroroso que sea lo que me digas. Nuestra santa madre, la glesia, sabe hacermu bien las cosas. Naturalmente debe ser una confesi&n en regla.

l padre )er#ando se puso de pie, fue hasta el pequeño arc&n de madera tra+o de all( unaestola. :a bes& fuga"mente, la ech& sobre sus hombros #ol#i& a sentarse.

-mpecemos por lo m(s f(cil. Antes de mostrarme nada, hablemos de tu relaci&n con el se$o.)entado en su silla española, el padre )er#ando tenía un aspecto tan repentinamente #irtuoso

que Van Hutten se conmo#i&. Hacía años que no se confesaba. )u noci&n del pecado erasustancialmente distinta de la de un franciscano. )e lo di+o.

-5 en otras palabras -respondi& el padre )er#ando-, que durante todos estos años creíste nopecar. )i es parte de tu confesi&n, te adelanto que el pecado de orgullo no se borra con un7adrenuestro de penitencia. l infierno est( empedrado de cabe"as como la tua. All( aba+o, te lo

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aseguro, caminan bailan patalean sobre cierto género de cabe"as. -Hi"o un silencio le#ant&la cara, como quien se dispone a escuchar-. =e rodillas -di+o con fría sua#idad.

-7adre ...-=e rodillas. Hablamos de una confesi&n en regla.Y así, de rodillas ante el otro, Van Hutten habl& de su relaci&n con una alumna de la scuela

Bíblica de su halla"go del pergamino.

-:o de la +o#en -di+o el padre )er#ando-, se arregla con un A#emaría, siempre cuando tesigas acostando con ella. ornicar, hi+o, es hacerlo una #e" sola. 3uchas #eces, es amor. :oatestigua la scritura, en la parte de la )ulamita. n cuanto a haber ocultado tu halla"go a losdominicos, ninguna penitencia. ?7uedo #er esos pergaminos@

Van Hutten se los mostr&. l padre )er#ando los e$amin& unos segundos di+o con sencille"'-alta el milagro de las bodas. No es que falte, sino que nunca fue escrito.-)í, o mismo me di cuenta. 7ero no es eso lo que quería mostrarle. 3ire esto.Van Hutten señal& una rotura en el fragmento. altaba por lo menos un p(rrafo. )&lo se #eía el

final de la *ltima palabra, el resto no era demasiado nítido.l padre )er#ando no mir& el manuscrito. 3iraba a Van Hutten.-O... quien conocía el lugar, porque Fes*s se había reunido allí muchas #eces con sus discípulos.

:leg& con la cohorte con los guardias en#iados por los sumos sacerdotes por los fariseos, conlinternas, antorchas armas.O )í, es Fuan. ;apítulo /8. Versículos segundo tercero.

-:o sé, padre. )e trata de la palabra que falta.-?Fudas@ -di+o el padre )er#ando-. !ampoco falta. n ese lugar nadie escribi& nunca la

palabra Fudas. sos caracteres corresponden a un sustanti#o arameo que, apro$imadamente,equi#ale a la palabra latina tribuno. 7ero eso, ?no lo sabías@

:a p(gina siguiente del =iario ha sido arrancada. n la continuaci&n, la atm&sfera de la celdaparece distinta. l arque&logo est( sentado frente al padre )er#ando, fuma su pipa , sobre lamesa que los separa, ha una botella de #ino español, casi #acía. l padre )er#ando no se haquitado la estola. :a ha anudado flo+amente alrededor de su cuello, como una bufanda, , seg*nVan Hutten, fuma unos cigarrillos de olor apestoso.

->egalo de un pope ruso -ha dicho el padre )er#ando, a modo de disculpa.-4uiero oír su propia conclusi&n, padre.-)er#ando. !e permito el )er#ando, a secas. !ambién te permito tutearme. ?5 te lo e$i+o@l padre )er#ando llen& los dos #asos con el #ino que quedaba en la botella, hi"o un

comentario, tachado por el arque&lago, se qued& mir(ndolo.Van Hutten no podía e#itar sentirse inc&modo. !utear le molestaba casi tanto como ser

tuteado. n estas circunstancias, incluso un poco m(s. Bebi& , mirando fi+amente al fraile, di+o'-4uiero oír tu propia conclusi&n.l padre )er#ando emiti& una risita di+o que habían cumplido, por fin, la segunda formalidad.

ue hasta el arc&n tra+o otra botella. )u conclusi&n, agreg&, era mu sencilla, pero antes habíaque destapar esa botella, golpe(ndola fuertemente en el culo, como a la otra, porque en unahumilde celda franciscana no se tienen sacacorchos. )u conclusi&n, repiti&, era e$tremadamentesencilla. Fudas entreg& a Fes*s, pero nunca lo traicion&. l que condu+o la cohorte al Eetsemanífue, ?quién otro podía ser@, un oficial romano. )i hubiera sido Fudas, para qué aclarar que conocíael sitio, cuando era perfectamente natural que lo conociera. ?No se dice allí que Fes*s siempre ibaa ese huerto con sus discípulos@ sta aclaraci&n, en su origen, debi& necesariamente estar referidaa otra persona, alguien que también conocía el lugar, pero que no era uno de los doce. :os cuatroe#angelios son tan un(nimes en acusar a Fudas, en acusarlo casi con las mismas palabras, queesa sola insistencia machacona bastaría para desconfiar, para sentir que por allí andu#o, muchotiempo después, una mano a+ena. Fudas, uno de los doce, el traidor' repetido cada #e" que se lonombra repetido de la misma manera. ?!raidor@ !raidor para conseguir qué. ?;u(nto #alía unburro, seg*n la legislaci&n de 3oisés, cu(nto #alía un escla#o muerto@ !reinta monedas. Fudas esel tesorero de los doce, él lle#a la bolsa de las limosnas atada a la cintura, él dispone del dinerode la glesia primiti#a puede tomar de allí lo que quiera... , pero #ende a Fes*s por el precio deun burro. Fudas lle#aba esa bolsa en su cintura porque era uno de los discípulos preferidos deFes*s, qui"( el m(s confiable, qui"( el *nico confiable. 7ara adi#inar esto no hace falta poseeruna clari#idencia demoníaca, s&lo ha que leer los e#angelios. 7edro, Fuan, )antiago, Fudas, sonlos cuatro discípulos que est(n siempre alrededor de Fes*s. ;asi los *nicos a quienes se nombra.n la Pltima ;ena los lugares en la mesa suponen, como entre los esenios, no s&lo entre los

esenios, un orden +er(rquico, un orden de preferencias. :os ap&stoles comían recostados entriclinios, es decir casi de espaldas a la mesa, como los romanos. 7or eso la mentirosa ;ena quepint& :eonardo es tan inc&moda de #er, con todos esos pies asomando ba+o el mantel, por eso la

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posici&n de Fuan resulta tan ambigua, para no decir algo m(s gra#e. n la mesa real, en la mesade la casa de 3riam, madre de 3arcos, Fuan est( +unto a Fes*s, reclinado contra su pecho porquecasi no tenía otro remedio, ;ef(s, es decir 7edro, también est( mu cerca, a que es él quien pidea Fuan, en #o" ba+a, que pregunte cu(l de ellos ser( el traidor, Fudas, ?d&nde@ No m(s le+os queel largo de un bra"o, pues Oel que mo+e el pan en mi plato, ése me traicionar(O. Y Fudas, que porlo #isto era imbécil, o sordo, #a estira su bra"o mo+a el pan. !odos oen que Fes*s le ordena'

O:o que tienes que hacer, ha"lo prontoO. !odos oen que dice' OA, aunque m(s te #aliera no habernacidoO. 7ero como la imbecilidad o la borrachera a habían cundido también en aquella mesa,Fudas sale nadie se da cuenta de nada. )iguen comiendo teologi"ando, , por si fuera poco,cuando llegan al huerto se acuestan a dormir. ?;&mo se compagina seme+ante disparate@ =ening*n modo, porque no ha nada que compaginar. !odo es una estupide", una impostura. $isti&un pacto entre Fudas Fes*s, un pacto en el que había m(s de un ap&stol comprometido. Fudas el)icario, sin discusi&n, )im&n el Telote, casi seguramente.

scribe Van Hutten que, en este momento, se aferr& a una e$plicaci&n que de antemano sabíainfantil. n #o" ba+a, sin atre#erse a mirar de frente al padre )er#ando, di+o'

-%n pacto para que se cumplieran las profecías.-?7rofecías@ -di+o sorprendido el padre )er#ando-. se pacto no fue hecho para cumplir

ninguna profecía, suponiendo que en el Vie+o !estamento haa algo que pueda llamarse profecía.7ero, en fin, te lo concedo. Fes*s no sólo fue entregado para cumplir alguna profecía, sino, sobre

todo, para que lo prendieran durante la 7ascua. 7orque si es #erdad, es #erdad, que nuestromuchacho predicaba en el desierto de Fudea, nosotros, que estu#imos allí, podríamos +urar que nose cru"& con m(s de die" o quince n&mades en toda su #ida. ra necesario que fuera lle#ado, en7ascua, al )anhedrín ante 7ilato. 7orque en la 7ascua miles de +udíos se reunían en Ferusalén, ése era el momento e$acto, la muchedumbre adecuada, para que ?el hi+o de =ios@ hiciera algoque por alguna ra"&n no hi"o.

Van Hutten #ol#i& a beber. !entado a preguntar qué era lo que no había sido hecho, no sesinti& capa" de oír la respuesta. :e bast& imaginar Ferusalén durante aquella 7ascua. :e bast&imaginar una sola calle' la del mercado. Fudíos #enidos de Beersheba, del #alle del Ford(n, deBiblos, de los puertos fenicios de !iro )id&n, de las costas cesareas, de las llanuras de )ar&n.3u+eres hombres coléricos acusando al 7rocurador de gastar el tesoro del !emplo en laconstrucci&n de un acueducto romano. l sol de abril sobre sus caras. l degolladero, cubierto demoscas de sangre, donde se llegaban a sacrificar, en los días de 7ascua, m(s de doscientos mil

corderos. ?;u(ntos hombres mu+eres hacen falta para comer doscientos mil corderos@ Y en mediode todo eso un +udío capa" de anunciar, en nombre de =ios, que ha llegado la hora de las espadas.

-7adre, ?usted sabe lo que me est( diciendo@-)er#ando -di+o el otro-. !e permití llamarme )er#ando, a secas. !ambién habíamos quedado

en tuteamos. -:a #o" del padre )er#ando a no era gentil ni risueña. )e le#ant& a medias de susilla, apo& las manos sobre la mesa acerc& su cara hasta casi tocar la de Van Hutten-. :o que osé, c&mo lo sé, no tiene ninguna importancia. 7alabra m(s, palabra menos, es lo que, casiarrastr(ndote, #iniste a pedir que o te di+era en este sagrado galp&n...

n el diario falta otra p(gina. l comien"o de la siguiente est( tachado. l franciscano ha #ueltoa ser afable la segunda botella est( #acía.

-... no s&lo mi silencio sobre lo hablado -ha dicho el padre )er#ando-, sino también sobre laepístola.

-?pístola@l fraile se ha puesto de pie, , con un delicado boste"o, señala una pequeña #entana cuadrada'

est( por amanecer. =esde alg*n in#isible alminar de la ciudad llega la dulce que+umbrosa #o" delmuecín, asegurando que s&lo Al( es Al( 3ahoma su profeta. Van Hutten bebe lo que queda de su#aso también se pone de pie. Ahora los dos caminan, no mu seguros sobre sus piernas, por entrelos altares los #elones el hueco donde estu#o cla#ada la cru".

-Vas a encontrar otro largo cuero, hi+o mío. 3ucho m(s interesante que ese pinga+o sobre elque s&lo caben con+eturas. :(stima que a no #o a estar allí, no en persona, para audarte adescifrado.

:as *ltimas palabras fueron dichas en la escalera latina. )e oía un le+ano rumor de a#iones. :a#o" del muecín había callado.

-No te apures -di+o el otro. -!oda#ía nos falta una mínima formalidad.Van Hutten, de espaldas a él, no #ol#i& la cabe"a. 3iraba el cielo. l rumor de los a#iones se

#ol#i& s*bitamente m(s cercano , casi de inmediato, las calles del otro lado de la ciudadestallaron. staban bombardeando Ferusalén.-4ué formalidad -di+o Van Hutten con indiferencia.

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.'go te absol!o -5& a su espalda-. In nomine &atris, et Filii, et""" cétera.

CAPÍTULO OCHO

EL CUADERNO DE CHRISTIANE

staba de pie, inm&#il, del otro lado de la puerta #entana que daba a los pinares,materiali"ada s*bitamente, como una aparici&n, en el hueco de la noche. !u#e la absolutacerte"a de que había estado allí mucho tiempo, e$actamente en esa misma actitud, sin hacer unmo#imiento, mir(ndome desde la oscuridad esperando sencillamente que en alg*n momento oal"ara la cabe"a la #iera. ;reo haber dicho que esa noche, al #ol#er de la cascada, o tenía unpoco de fiebre, de modo que no resultar( e$traño si confieso que, adem(s de sobresaltarme,pensé que eran mi imaginaci&n o mi mala conciencia las que habían traído hasta esa #entana lasilueta de ;hristiane. =urante unos segundos que parecieron durar muchísimo, nos miramos, elladesde all( afuera, o desde la cama. Había en la inmo#ilidad de la chica algo #agamente ameGna"ador, una forma de pasi#idad e$pectante que o a había ad#ertido en ella desde el primerdía que, para decirlo de alg*n modo, me de+aba solo con lo peor de mí mismo. ;uando me pusede pie, tampoco hi"o el menor gesto. Yo, a e$cepci&n de los "apatos, estaba completamente#estido, pero supongo que si hubiera saltado desnudo de esa cama ella se habría limitado a seguir

mir(ndome a la cara, sin hacerse responsable de lo que estaba sucediendo. )&lo cuando llegué ala puerta #entana se mo#i& por primera #e". ;on la misma naturalidad con que había estadoparada allí, dio media #uelta comen"& a irse, no a escaparse, no a huir de mí, sencillamente airse, de un modo tan casual e indiferente que, por segunda #e", tu#e la impresi&n de que aquellono sucedía sino en mi cabe"a. so pudo o debi& ser todo, si hubiera sido todo o tendría menosproblemas para escribirlo. 4ui"(, pensé esa noche en :a ;umbrecita toda#ía lo pienso ahora, noera la primera #e" que ;hristiane se aparecía a la madrugada detr(s de una #entana, miraba unpoco dentro de alg*n cuarto, esperaba que sucediera algo, o ni siquiera esperaba nada, se ibaotra #e" a la casa en la piedra. )é que so in+usto, a que esa noche ella me mostr& el cuaderno ésa es una prueba de que era precisamente a mí a quien buscaba, pero también sé que ciertotipo de pruebas las in#enta la estupide". l caso es que salí a la e$planada, la #i irse hacia elcamino de la cuesta, decidí meterme otra #e" en mi cuarto para dormir en pa", , por una deesas ra"ones superiores que Van Hutten se negaba a llamar a"ar, metí el pie en un cantero.

No es raro que, a mis años, una persona como o tenga mal car(cter, lo raro es que no lo sepa que ciertos ataques de malhumor lo tomen por sorpresa. ue pisar el cantero sentir queestaba descal"o, afiebrado a la intemperie. ;orrí detr(s de ;hristiane, la tomé del bra"o meoí decirle si le parecía correcto +ugar de ese modo con la salud de la gente.

-Yo no quise asustarlo -di+o ella.-No me asustaste, me hiciste poner el pie en una porquería de cantero. 4ué estabas haciendo

ahí.-Necesitaba hablar con usted. 4uería que #iera esto.3e mostr& un cuaderno que traía en la mano. )entí en el acto que ese cuaderno, cualquier

cosa que fuera la que hubiese en él, era peligroso para mí. No peligroso en un sentido físico, sinoen el sentido e$acto en que result& a la larga.

-)i #iniste a eso, por qué te ibas.-No sé -di+o sin mirarme-. 7ensé que no #alía la pena.

l hecho de que, obser#ado unos minutos a solas, o diera la impresi&n de no #aler la pena, noimporta para qué, era m(s de lo que esa noche me hubiera gustado oír. Ya tenía bastante con misomoquio en la cascada.

-No puedo seguir hablando a la intemperie -di+e-. 3e pongo los "apatos ba+amos a laconfitería del hotel.

-No -di+o r(pidamente-. Vamos a cualquier otra parte. No quiero que el señor Holstein me#ea con usted.

-7or qué.-7orque no quiero. -=espués habl& en otro tono, aunque no esto mu seguro de qué tono era.

- Nadie sabe que #ine.-=e acuerdo -di+e-. l problema es qué significa ir a cualquier otra parte. n :a ;umbrecita,

a esta hora, no parece haber ning*n tipo de partes... =ecime #os qué hacemos. -7or supuesto,ella no contest& una palabra. Hi"o un gesto mínimo con la boca, un gesto que equi#alía en cierto

modo a un encogimiento de hombros, me de+& en libertad de proponerle lo peor que se meocurriese. -;reo que tenés ra"&n -di+e-. ntr(.

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ntr&, cerré la puerta #entana decidí quedarme en silencio hasta que ella hablara. %n minutodespués sentí que, por ese camino, podíamos seguir callados hasta el amanecer.

ntré en el baño durante un rato m(s largo de lo necesario me la#é el pie. ;uando salí, ellamiraba mi tablero de a+edre" como si fuera un espect(culo apasionante, un pequeño parque dedi#ersiones. >ecuerdo con e$actitud la posici&n de las pie"as. ra la #ariante del Ataque 7ano#que =ami(n >eca refut&, de la manera m(s hermosa, en su libro sobre el ;aro Dann. l alfil negro

ha salido a cinco caballo re. :a dama blanca a est( en cuatro torre dama. Fuegan las negras.;hristiane le#ant& el caballo negro de tres alfil, lo mir& lo apo& sua#emente en su me+illa.7ensé' ahora mue#e ese caballo a dos dama resuel#e, en un segundo, un problema de aperturaque a >eca le lle#& toda la #ida. 7or fortuna, no hi"o nada de eso. 7uso otra #e" el caballo dondeestaba, s&lo que al derecho, con la cabecita apuntando hacia adelante. 3e senté en la cama,luchando por no cometer la senil imbecilidad de preguntade si le gustaba el a+edre" , sobre todo,e#itando mencionar el cuaderno. ba a ponerme los "apatos cuando ella me mir& el pie.

-A mí también me gusta andar descal"a -di+o.No me puse ning*n "apato. No so el tipo de persona que puede ponerse los "apatos si le est(n

mirando el pie. :o que hice fue decide'-ntonces sacate las sandalias.:o dem(s seguramente se puede contar de muchas maneras, pero la m(s honrada es decir que

me acosté con ella.

No fue un asalto, no fue una #iolaci&n ni un acto de barbarie, pero tampoco fue una fiesta paraella ni una aceptaci&n plena de su parte, fue sencillamente que ella se quit& las sandalias que oestaba de pie a su lado, sosteniéndola apenas para que no perdiera el equilibrio, pero lo perdi&, debí su+etarla el #estido se desprendi& de su cuerpo casi sin la inter#enci&n de mis manos est(bamos en la cama, sobre todo fue que, a pesar de su ine$periencia, no era la primera #e"que a ella le pasaba esto. !enía la sabiduría de la inocencia o algo en lo que me+or no pensar,desconocido para mí, decía que no, no quiero, mientras arqueaba el cuerpo hacia adelante meobligaba a empalarla hasta sentir que la lastimaba, decía que sí se retiraba de mí como si seahogara o le repugnase sentirme encima de ella, la #i mirarme a los o+os con odio con asombro nue#amente con odio hasta que me hi"o tomar conciencia de mi edad, de las arrugas de mi cara,de las canas de mi barba, lle#é la mano hacia el interruptor de la lu" para de+ada en pa" con ellamisma, a solas con su imaginaci&n con su se$o, pero me pidi& que no apagara la lu", por fa#or,me lo pidi& sin tutearme, entonces sucedi& lo *nico que de #eras no me a#ergen"a. )alí tan

#iolentamente de ella que dio una especie de boqueada, como si le faltara el aire, reprimí apenasla tentaci&n de darle una cachetada un poco a la antigua, le di+e, con una obscenidad que mesiento incapa" de repetir en frío, que si est(bamos haciendo lo que est(bamos haciendo - aquínombré del peor modo posible lo que est(bamos haciendo- tu#iera, por lo menos, la gentile"a deno seguir trat(ndome de usted.

;omo era de esperar, todo se normali"& en la media hora siguiente. st(bamos, por fin,acostados en la oscuridad, miranda por la #entana la noche de los pinares, con algo que podíareempla"ar m(s o menos bien a la ternura, cuando ella #ol#i& a hablarme del cuaderno.

-6l no miente -di+o-. 4uiero que lo leas.-No sé si tengo mucho (nimo.:o que era absolutamente cierto, por m(s de una ra"&n.-=e+ame prender la lu" -di+o.-Hacé lo que quieras -di+e o-. 7ero tené en cuenta que con lu" me #uel#o real.ntonces oí algo bastante agradable. No fueron las palabras sino el tono.-No seas est*pido -di+o.ncendi& la lu", sac& medio cuerpo fuera de la cama, tante& en el piso me alcan"& el

cuaderno.-No te molesta mucho andar desnuda -di+e.lla, sonriendo, me pregunt& por qué tenía que molestarle. =espués me mir& casi con temor, se

cubri& el pecho con las s(banas quiso saber si eso me molestaba a mí. ra in#ulnerable. :atranquilicé lo me+or que pude.

;alculo que empecé a ho+ear el cuaderno de ;hristiane a la una de la mañana que no lo de+éhasta pasadas las tres, hora en que la chica sali& de mi cuarto. ra un cuaderno escolar bastantegrueso, de ho+as cuadriculadas, forrado en papel araña de color #erde' sobre la tapa, una mano

infantil había dibu+ado una cru" marr&n que proectaba en todas direcciones largos raosamarillos. )obre la cru" había algo con alas, una especie de p(+aro o (ngel de ;hagall que, tu#e la

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sospecha, representaba al spíritu )anto. ;uando le pregunté quién había hecho ese dibu+o, ella,sentada en la posici&n del loto, desnuda, con unas horquillas en la boca, suspendi& un momento elarreglo de su doble tren"a circular se toc& el pecho con el dedo. Anoto este detalle nimioporque es mi *ltimo recuerdo de esa noche del cuerpo desnudo de ;hristiane, qui"( lo *nico quede #eras me queda de ella. n las dos horas siguientes, no #ol#í a mirarla. l cuaderno, seg*n;hristiane, era el te$to con que Van Hutten le enseñ& a leer en nuestro idioma. ra la

transcripci&n de la epístola e#angélica que el arque&logo decía haber hallado en Feric&, la *nicaprueba, si podía llamarse una prueba, de que el #ie+o no mentía. Van Hutten la había traducido alespañol, casi por +uego, para uso de ;hristiane, hacía doce años. 7arecía típico de un hombrecomo Van Hutten imaginar un método seme+ante de lectura para una nena que en ese entoncesdebía tener nue#e o die" años, , mucho m(s típico, que hubieran e$istido otros cuadernos comoéste -quemados, me pareci& entender, por Hannah, quien intentaba borrar todo rastro de laepístola para proteger al arque&logo de alguien o de algo., cuadernos con los que ;hristianeaprendi& inglés, alem(n portugués. 7recisamente la e$istencia de un cuaderno portugués, de unte$to escrito en un idioma latino, había sal#ado el cuaderno español. Hannah debi& creer que esGtos dos cuadernos eran el mismo, ;hristiane, sin proponérseMo, conser#& el que o tenía ahora enmis manos.

staba escrito en dos direcciones. =e la primera ho+a en adelante, la traducci&n, que abarcabam(s de la mitad de las p(ginasC de la *ltima hacia el centro, una serie de comentarios notas en

di#ersos idiomas. !ambién había dibu+os. >ecuerdo sobre todo dos' el an#erso el re#erso de unamoneda romana. n uno de los círculos se #eía el perfil de !iberioC en el otro, una espada. =eba+ode este *ltimo círculo, Van Hutten había escrito' ?a ;ésar lo que es de ;ésar@

:a letra del cuaderno, mu pequeña, pero anormalmente clara legible, era sin lugar a dudasla misma que o había #isto en la dedicatoria al libro de Holstein. n los m(rgenes, habíaanotaciones de tipo gramatical sobre el uso de los #erbos castellanos, e$plicaciones de palabrasque el arque&logo seguramente consideraba difíciles para una niña en edad escolar Je+emplo'Oesto es lo que lo que griegos llamaban <er+gmaC), , a #eces, mínimas e$égesis teol&gicas que alarque&logo debían parecede perfectamente comprensibles por una niña, a los die" años de edad.l te$to empe"aba como el #angelio de Fuan'

'n el principio era el Verbo, + el Verbo era %ios + el Verbo estaba en %ios, Van Hutten e$plicabaque Verbo quiere decir 7alabra, pero también :ogos, como en griego, que ese comien"o era, enrealidad, un salmo o una antífona +udíos que, muchos años antes de Fes*s, debi& cantarse entre

los esenios. Yo le pregunté a ;hristiane si, a los die" años, ella tenía una idea clara del sentido deesa acotaci&n, ella me di+o que no mucha, pero que sobre todo le había costado entender ladiferencia entre Verbo, en el sentido teol&gico, #erbo, en el sentido gramatical, porque paraella los #erbos eran correr o cantar o #i#ir, no le parecía que el :ogos, que era la palabra de=ios, pudiera ser al mismo tiempo un #erbo. Yo le di+e con resignaci&n que me daba cuenta delproblema a no le pregunté nada m(s, al principio porque me pareci& in*til, después porque elte$to no me lo permiti&.

%e Juan, el anciano, a ;eófilo, testimonio de lo que !i con mis o1os + oí con mis oídos + toqu2 con mismanos, porque andan entre nosotros falsos testigos que ni !ieron ni o+eron ni tocaron pero blasfeman consu &alabra + torcieron mi palabra"

6se era el comien"o de la epístola propiamente dicha, digo que era, deliberadamente. Noesto seguro de que me sea lícito decir que es. )i me atengo al cuaderno de ;hristiane que ahoraest( sobre mi mesa, debería escribir en presente, pero en ese caso también podría seguircopi(ndolo palabra por la palabra, tengo buenas ra"ones para no hacerla. Ni éste es un libro deHistoria ni ese cuaderno escolar es lo que un hombre como o llamaría un documento fehaciente.7or lo dem(s, escribiendo estas p(ginas descubrí que lo demasiado real, al ser tocado por laspalabras, ingresa en una regi&n parecida a la de los sueños. 7ara saber esto me basta releer lo queme queda del cuerpo de ;hristiane.

Fes*s, en efecto, había nacido seg*n la carne, pero, como se desprendía del resto de laepístola, nacer seg*n la carne no impedía ser hi+o de =ios, engendrado misteriosamente por =ios.)e lo llamaba Yoshua, el hi+o de osef de 3riam, tu#o cinco hermanos #arones , por lomenos, dos hermanas mu+eres. Fes*s, lo mismo que el Bautista, se había educado en el =esierto,con los esenios, de quienes adopt& la regla de los bienes en com*n, la cena ritual, la ceremoniadel bautismo su desprecio por la propiedad, pero al cumplir treinta años se apart& de la secta,

en rebeldía con ella o autori"ado por ella, para predicar su propia doctrina formar su propiaorden. )e permiti& beber, cosa que no hacían los esenios, curar en s(bado, Oporque el s(bado

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fue hecho para el hombre no el hombre para el s(badoO. Nunca, sin embargo, de+& de sentirseesenio. =e ahí, precisamente -seg*n un comentario de Van Hutten escrito en la parte delcuaderno que comen"aba por la *ltima p(gina-, la parado+a de que los esenios no apare"cannombrados una sola #e" en los e#angelios que han llegado hasta nosotros, ni en los Hechos de losAp&stoles ni en las cartas de 7ablo' Fes*s se enfrenta con los sacerdotes de la )inagoga, con lossaduceos con los fariseos, los llama hip&critas, ra"a de #íboras, sepulcros blanqueados llenos de

podredumbre, lo hace siempre como se habla de los otros, de los que no son como él ni como lossuos. ;uando reconoce al buen +udío lo llama sencillamente un hombre +usto, o un pobre, queeran precisamente los nombres que los esenios se daban a sí mismos. =os de los ap&stoles, Fudasscariote )im&n el Telote, fueron, tal como sus apodos lo indicaban, hombres de guerra. scarioteno quería decir Ode ;ariothO, o nacido en ;arioth, sino )icario, es decir, hombre armado con unasica' "elote. Y otros dos ap&stoles, probablemente el propio narrador su hermano )antiago, erancasi in#ariablemente llamados Hi+os del !rueno. ;omo en el e#angelio tradicional de Fuan,abundaban en la epístola los datos horarios, los pormenores los detalles topogr(ficos ausentes enlos tres e#angelios sin&pticosC pero que en el cuarto e#angelio JOdos días después parti& paraEalileaOC OFes*s, fatigado del camino, se sent& +unto al po"o de Facob alrededor de la hora se$taOCOha en Ferusalén, +unto a la 7rob(tica, una alberca llamada en hebreo Betesda, que tiene cincop&rticosOC OFes*s, agach(ndose, se puso a escribir en la tierra con el dedoO...K sugieren con tanmisteriosa fuer"a un testigo presencial. :a crucifi$i&n era en tal sentido mu precisa. :a cru" fue

acostada sobre la tierra el cuerpo de Fes*s echado de espaldas sobre ella con los bra"os abiertos los pies unidos. Fes*s fue OcosidoO al patíbulo, es decir cla#ado a ma"a"os por las muñecas porlos empeines, como los romanos a+usticiaban a los rebeldes políticos, no atado con sogas como loscriminales los ladrones. Erit& cuando lo cla#aronC le pregunt& a su 7adre por qué lo había saGcrificado, cuando muri&. Ning*n soldado romano se disput& sus ropas, ni siquiera para que secumplieran las profecías. =escal"o #estido con un saal de lino ensangrentado hecho +irones,no había nada que disputar. )í, a media tarde, hubo una tormenta un temblor en la tierra el#elo del !emplo se desgarr& de arriba aba+o. altaban en la epístola, como en el fragmento de latina+a, la escena del agua transformada en #ino durante las bodas de ;an( casi todos losmilagros, a e$cepci&n del de los panes los peces, la curaci&n de unas mu+eres la resurrecci&nde :("aro, de quien se decía que despert&. iguraban, casi te$tualmente, el )erm&n del 3onte las Biena#enturan"as que se atribuen s&lo a 3ateo a :ucas, con la diferencia de que, donde3ateo dice Obiena#enturados los pobres en espírituO, ac( decía simplemente pobres, como en

:ucas, las palabras estaban enunciadas en segunda persona. $iena!enturados !osotros los pobres"$iena!enturados !osotros los hambrientos, porque ser2is saciados" Y como también en :ucas' He !enidoa poner fuego en el mundo, + cómo quisiera que +a estu!iese ardiendo"

7or *ltimo, Fudas nunca traicion& a Fes*s. sto e$plicaba las enigm(ticas palabras con queculmina la escena en el huerto' o perdí a ninguno de los que me diste, palabras que carecerían desentido si Fudas se perdi&, , sobre todo, e$plicaba el designio escondido en la frase' :o que tienesque hacer, ha>lo pronto, durante la ;ena. :o que tienes que hacer fue una orden. Fudas no #endi& aFes*s' Fudas cumpli& con el mandato que sellaba un pacto. Y por eso, como lo dice, casi a pesarsuo, lo que nos ha llegado de Fuan, ninguno entendi& la enormidad del prop&sito que ocultabansus palabras. n cuanto al largo día ine$plicable de los libros can&nicos, esa casi infinita nochepascual de la Pltima ;ena en que Fes*s fue prendido compareci& ante An(s compareci& ante;aif(s compareci& ante 7ilato compareci& ante Herodes, #ol#i& a comparecer ante 7ilato,noche físicamente imposible cuando nos atenemos a la tradici&n, s&lo podía entenderse por elhecho -anotado al margen por Van Hutten- de que Fes*s no celebraba la 7ascua +udía sino la delos esenios, cuo calendario solar con ciclos in#ariables de 9Z días no coincidía con el calendariolunar +udío determinaba que las fiestas, cada año, caeran e$actamente en el mismo día. 5 loque es igual, que la Pltima ;ena debi& celebrarse un miércoles, es decir, la noche anterior a la7ascua oficial, que el +uicio a Fes*s dur& dos días completos. :a inquietante escena del *ltimodi(logo entre Fes*s 7ilato, permanecía intacta, en toda su belle"a, misterio ambigedad. O7araesto he nacido para esto #ine al mundo, para dar tes timonio de la VerdadO, ha dicho Fes*s. O?4uées la Verdad@O, le pregunta el romano, d(ndole la espalda.

:a narraci&n terminaba en el momento en que la 3agdalena encuentra la tumba #acía.3e do cuenta de que todo esto es apenas comprensible, a menos de tener a la #ista los

e#angelios, pero s&lo pretendo dar una idea de lo que sentí o mismo al ho+ear el cuaderno de ;hGristiane. Aun leída a medias, la epístola resultaba una combinaci&n, casi demasiado perfecta, de

los libros can&nicos de las ideas religiosas de Van Hutten. 7ero si aquello no era una locura o unfraude, si esa carta tenía el mínimo fundamento, tal #e" Fes*s, el #erdadero Fes*s, toda#ía estabaesperando ponerle fuego al mundo.

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-!engo que irme -di+o finalmente ;hristiane.No le pedí que me de+ara el cuaderno. )in mirarla de frente, le pedí que #ol#iera a traerlo la

noche siguiente, o alguna otra noche.-7uedo de+(rtelo -di+o sonriendo-, adem(s #ol#er. :e di+e que no. ;hristiane me pregunt& por

qué.-No sé si a tu edad lo entenderías -di+e-. )upongo que necesito tener alguna e$cusa.

CAPÍTULO NUEVE

CENA CON EL DOCTOR GOLO

:o que o necesitaba toda#ía esa noche era una e$cusa, s&lo que no podía saber si se trataba deuna e$cusa para seguir leendo el cuaderno de ;hristiane o para acostarme con ella con la e$cusa delcuaderno. Ho sé qué se trataba de la segunda, porque, aunque han pasado años, no puedo apartarde mi recuerdo el cuerpo de ;hristiane, su calor a mi costado mientras o leía, pero, como a lo heescrito en alg*n lugar, so de ese tipo de personas que s&lo comprenden el significado real de lascosas cuando las recuerdan, que es igual a decir cuando las han perdido. n aquel momento, sinembargo, no lo sentía de ese modo. :a sola posibilidad de que ;hristiane #ol#iera a aparecer en mihabitaci&n la noche siguiente, me inquietaba por demasiadas ra"ones, aunque esa primera noche me

bastaba con una sola. !enía tan pocas ganas de repetir aquello, con ella o con cualquier otra mu +er,como de creer en las palabras de Van Hutten. =e cualquier manera, ;hristiane no #ol#i& la nochesiguiente, ni tampoco la otra, empecé a preocuparme. :a #i por fin en la casa en la piedra, una delas *ltimas #eces que subí a hablar con el arque&logo. Yo salía de la sala circular ella estaba deespaldas, en uno de los balcones que daban al #alle de la cumbre. )&lo cuando me acerqué me dicuenta de que Hannah estaba a su lado. ché mano a lo me+or de mi presencia de (nimo, a lo peorde mi cinismo, comenté algo acerca de la tormenta de unos días atr(s, haciendo hincapié en lossíntomas de un resfrío, que, seg*n di+e, estaba le+os de habérseme curado. Hannah me escuch& uninstante, con la mirada ba+a, , al"ando de golpe sus hermosos o+os grises, me di+o que entonces leparecía inadecuado que con#ers(ramos tanto tiempo con Van Hutten, por mi salud , como podíaimaginarme, sobre todo por la de él. sa mu+er no s&lo me tenía poca estima desconfiaba de mí,sino que me detestaba, pero de una manera tan franca , por decirlo así, tan natural a+ena a lamaldad, que la admiré. %n car(cter como ése, a los #einte años, daba perfectamente a la chica

belga de los acantilados. =espués, como si estu#iera haciéndome la pregunta m(s inocente delmundo, quiso saber cu(ndo me iba de :a ;umbrecita. 3u pronto, le di+e. 3ucho m(s pronto de loque me gustaría. Y sin importanne las consecuencias de lo que estaba haciendo, mientras decía esomiré a ;hristiane. sa noche la chica #ol#i& a aparecer en la puerta #entana de los pinares, también la noche siguiente. n este *ltimo encuentro no tra+o el cuaderno, , aunque o no podíasaberlo, fue la *ltima #e" que la #i.

Hacia el final de esa misma tarde, el doctor Eolo se present& en el hotel.-l profesor Van Hutten anda con un humor de perros ;hristiane se despert& con fiebre. Anita

sostiene que usted nos #a a contagiar algo a todos. 3e+or hablemos usted o solos ac( aba+o. ?:einteresa el meollo de la historia@

:e pregunté si pensaba cont(rmela él.-)é lo que quiere decir -di+o el doctor Eolo-. 3i estilo no est( a la altura de la seriedad del

caso. 7ero no se engañe. 7uedo remontarme a la epopea, si me de+o lle#ar por mi alma rusa. Bien

mirado, qué me+or que un ruso para tratar ciertos temas.l doctor Eolo habl& durante un rato, sin agregar nada a lo que o, en parte, a conocía. 7or unmomento, tu#e la sospecha de que este hombre sabía perfectamente que o estaba al tanto delcuaderno, aun cuando ignorase la situaci&n e$acta en que había ido a dar a mis manos, pero mebast& meditarlo un segundo para decidir que no. Eolo no era el tipo de persona capa" de pasar poralto una oportunidad de hacerme sentir inc&modo. ;uando me animé a preguntade si él había #istolo que el arque&logo llamaba la epístola, me pregunt& a su #e" cu(l epístola, ?la epístola de Feric&@6l no podía hablar de eso. se halla"go, si había e$istido, pertenecía por completo a Van Hutten, sobre todo a su conciencia de arque&logo, pero podía hablanne de los rollos del 3ar 3uerto engeneral, si por fin habían comen"ado a interesarme. ?3e interesaban@

:e di+e que sí.-4ué estilo prefiere -pregunt&-. Ha el estilo Eolo el estilo Van Hutten. !antos años de

paladas discusiones, me permiten imitarlo perfectamente.

-l que quiera -di+e.-ntonces prep(rese para una cru"a.

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He dudado mucho antes de decidirme a escribir lo que sigue.=ar una idea siquiera apro$imada del estilo oral del doctor Eolo, como he podido darme cuenta

releendo estas p(ginas, est( mu por encima de mis posibilidades de e$presi&nC ese mismo estilo,si adem(s parodiaba al de Van Hutten, #a m(s all( de las palabras. staba hecho desobreentendidos, silencios inesperados, giros en media docena de idiomas, preguntas que no espeGraban respuesta un formidable desdén por la inteligencia a+ena. 3e resigno a e#ocar en unas pocas

p(ginas dos o tres momentos de una con#ersaci&n que empe"& en el parque de los (lamos, alatardecer, termin& bruscamente en el comedor del hotel, a la hora de la cena. ?mpe"(bamos pord&nde@, ?por el principio@ 3e+or empe"(bamos por el final porque el #erdadero principio habíaocurrido hacía dos mil años, él s&lo era octogenario. n /012, Van Hutten encontr& la tina+a.Nunca di+o d&nde, se apresur& a acotar aquí el doctor Eolo, él tampoco se lo había preguntadoporque, seg*n temía, algo pecaminoso, qui"( se$ual, andaba me"clado en el asunto. %n pocodespués fue lo de 3uhammad ad =ib. Hasta ahí, todo m(s o menos normal. Buscar encontrar loque se busca o encontrar cualquier cosa por pura casualidad, en el fondo da lo mismo. Sl a"ar es la7ro#idencia de los imbécilesM, tron& el doctor Eolo, imitando la #o" de Van Hutten, no sin agregarque la frase era de :éon Blo. 7ero había que admitir, continu& con su #o", que sin un cierto gradode lo que el pueblo inocente llama, ?c&mo se dice en argentino@, buona fortuna, el conocimiento humanono e$istiría la #ida sería harto mon&tona. =e modo que Vladslac ca#aba en Feric& Van Hutten cru"abahasta los acantilados del 3ar 3uerto, generalmente de noche, generalmente acompañado por una +o#en

alumna de o+os grises. !ampoco encontraban mucho pero solían #ol#er, en realidad ella, con la espaldaembarrada. n su a larga #ida, el doctor Eolo había contemplado mu+eres lindas, agradables, m(s omenos, pero nunca había #isto una cristiana tan delicada, inquietante terca como aquélla. ?)abe por quénunca me casé@, me pregunt& de pronto, con un tono que no era el suo ni el de Van Hutten, un tono queo no le había oído hasta esa tarde. 7orque siempre estu#e enamorado de esa mu+er, ella s&lo #i#ia #i#e para )tan. n fin, que un día el doctor Eolo también empe"& a cru"ar a los acantilados dieron con elasentamiento del 4umran, con su horno su cisterna, con sus dos torres sus tumbas que miraban haciael )ur, cosa rara, porque los +udíos enterraban a sus muertos con la cabe"a para cualquier lado. !odo elmundo sabía que )tan nunca le temi& a la elocuencia' O)i estos esenios eran s&lo mon+esO, había dicho esamañana el arque&logo, Osi éste no es el =esierto en que se cri& el Bautista, que =ios cierre su mano sobremíO. S)tanM, di+e o. 7ero =ios no cerr& su mano, al contrario, fue como si después de dos mil años sedecidiera a abrirla. :as tribus beduinas empe"aron a encontrar cue#as por todas partes, a desenterrartina+as rollos como si cosecharan papas. l primer descubrimiento fue lo que ho se llama ;ue#a /. )iete

#asi+as, con siete rollos entre los que estaban el ollo de la Auerra, el de =amasco, la egla de la3omunidad, un saías original anterior en mil años a cualquier saías conocido, el 3omentario de Haba<uc algo que parecía un A2nesis""" ?4uería o, a que me gustaba imaginar el color leonado de la luna, lasescarpas terribles de Fudea, el contorno entre la niebla del 3onte Horeb, quería o, hombre de la ciudad,saber cu(l era la forma sagrada de una tina+a esenia@ %n tarro de lechero, tamaño mediano, pero debarro. :o que #iene a continuaci&n, est( escrito en cualquier libro escandaloso. >esumido, es así. !resrollos fueron comprados al precio de #eintiséis libras palestinas por 3ar Atanasio Yeshue )amuel,metropolitano del con#ento sirio +acobita de )an 3arcos. %n estudioso patriota +udío de nombre lea"ar)u<eni<, que adem(s era pap( de Yigael Yadín, oficial del estado maor del e+ército israelí futuroarque&logo, consigui& comprar cuatro. ;ierto caballero norteamericano llamado 3iles ;opeland, quiendurante la segunda guena mundial había pertenecido a la 5)), ba+& o subi& a =amasco tu#o la suerte deque un (rabe desconocido también le ofreciera unos pergaminos. %na casualidad de ésas en las que ni :e#Nicolaie#ich cree, di+o el doctor Eolo imitando la #o" de Van Hutten, hi"o que la 5)) a se hubieratransformado en la ;A que dicho agente anqui tu#iera una esposa, ?de profesi&n@' arque&loga. lhombre, desconfiando de los (rabes, intent& fotografiar el rollo en la #entilada a"otea de la legaci&nnorteamericana de =amasco, con tan mala suerte, que un #entarr&n le #ol& parte lo que se presume un#ibro de %aniel, ho perdido. !ambién se le e$tra#iaron las fotos. 3(s o menos por la época de ladeclaraci&n del stado de srael, )u<eni< recibi& desde los stados %nidos la confirmaci&n de que sus tresrollos eran auténticos. :e pareci& una señal de =ios. ;uando decidi& informarlo, una bomba estall& a unosmetros, lo que acaso fue considerado por los musulmanes como una señal de Al(. )e declar& la gue rra. :os(rabes bombardearon srael. ;reo que ese día )tan con#ersaba con un amigo en las criptas del )anto)epulcro si mal no recuerdo esa misma tarde se cas& en secreto con Hannah. 3ar Atanasio, eludiendo la#igilancia del gobierno +ordano, abandon& su con#ento se lle#& sus cuatro rollos a los stados %nidos,con el ob+eto de protegerlos de las bombas, aunque también, qui"(, con la intenci&n de pignorarlos/ enbeneficio de su orden, de modo que un día puso un a#iso en el ?al Street Journal, se #enden originales

del spíritu )anto, gran oportunidad, Yigael Yamn, que a no era general sino arque&logo doctorado con

1 Así dice en e !"i#in$ esc$ne$d!, n! s% &'% si#ni(ic$")*

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una tesis sobre los rollos del 3ar 3uerto, decidi& comprarlos, testaferros mediante, ahora por R.d&lares, los embarc& en secreto otra #e" hacia !iena )anta. :a operaci&n financiera se lle#& a cabo en elhotel Ialdorf Astoria, porque =ios merece lo me+or. 7or ese entonces el re#erendo padre >oland =e Vau$,hombre agradable, carism(tico, algo antisemita, estaba a cargo de la scuela Bíblica del departamentode Antigedades del 3useo 7alestina de Ferusalén, ciudad toda#ía en manos de Fordania. l cura, en sumocedad, había pertenecido a la Acci&n rancesa, organi"aci&n qui"( no del todo fascista, encima era

dominico. 3e imagino que usted sabe, señor, como murmura )tan cuando imagina perfectamente que elotro no sabe, di+o el doctor Eolo, me imagino que hasta un historiador argentino sabe que los dominicos,en el siglo [, in#entaron el )anto 5ficio, también conocido como la )anta nquisici&n. ?so me decía algoacerca del padrecito@ Hacia /0 el padre =e Vau$ organi"& su propio grupo de sabios, también entr& aca#ar, comprar, desenrollar e interpretar. :o *nico que no debía desenterrarse ni interpretarse eracualquier documento que #inculara a los esenios del 4umran con el cristianismo primiti#o, ni, muchomenos, con los "elotes, famosos por su mal car(cter su tendencia a la degollaci&n. Nosotros, mientrastanto, seguíamos e$ca#ando por nuestra cuenta, en las ruinas de 3ird o en 3urabat, o tal #e" en Feric&,como da a entender )tan, que a #eces pierde la memoria o parece ocultar algo, pero pongamos, en Feric&,alguien encontr& una epístola e#angélica. Yo no fui. Ni la #i. Ni quiero #erla. Y de pronto el )eñor #ol#i& aabrir la mano, fue el caos. :os beduinos descubrieron la famosa ;ue#a 1, e$actamente a quince metrosde donde habían estado ca#ando =e Vau$ su inepta cuadrilla, los dominicos empe"aron a tenerproblemas. :a rollería se llen& de te$tos esenios que recordaban demasiado a los e#angelios. 3enos mal

que enseguida empe"& otra guerra. Fohn Allegro, que hasta entonces pertenecía a la scuela Bíblica,discuti& con =e Vau$, fue desacreditado - el doctor Eolo me susurr& al oído que con ra"&n, porque esehombre era medio raro- aunque consigui& que el re Hussein de Fordania lo nombrara asesor del 3useoArqueol&gico 7alestina. 3useo internacional financiado, dicho sea de paso, por los d&laresnorteamericanos de la undaci&n >oc<efeller, al que Hussein decidi& e$propiar para su país a sugerenciadel profesor Allegro. 3omento en que srael le declar& la guerra a Fordania, la derrot& , como primeramedida, los paracaidistas +udíos ocuparon el 3useo Arqueol&gico con cuanto había adentro, e$cluido,naturalmente, el pobre Allegro, que a pesar de su apellido termin& loco del todo escribiendo libros sobrela influencia de los hongos alucin&genos en el car(cter de Fesucristo, el cual Fesucristo, pese a lainfluencia de esos hongos, nunca e$isti&, seg*n Allegro. :e informo algo que puede interesarle, a ustedque es historiador. Ya a fines de la década del cincuenta, el general 3oshe =a(n, sin necesidad de serarque&logo, había planeado un insalubre operati#o militar hasta el mismo centro del 3useo 7alestina, porlas sacras aunque fétidas alcantarillas de Ferusalén, con el religioso prop&sito de embolsarse los rollos,

caso de fallarles a los militares el derecho que da la #ictoria. :o interesante de todo esto, desde el puntode #ista del a"ar, es que el 3useo 7alestina, al ser nacionali"ado por el re Hussein, había perdido sucar(cter internacional pas& a ser +ordano, de manera que a partir de la derrota de Fordania setransform&, autom(ticamente en propiedad de srael. Y como no obsta haber sido algo fascista antiseGmita para confraterni"ar con los sabios pale&grafos hebreos, trat(ndose de :a 7alabra, el padre >oland =eVau$ sigui& como siempre a cargo de la rollería, en pleno Ferusalén ahora israelí, hasta el año /02/,aetas %omini, fecha en que gracias a =ios este cura se muri& para siempre, como diría sin la menorcaridad el blasfematorio Van Hutten, di+o el doctor Eolo, nuestro carism(tico dominico sigui& departiendoamistosamente sobre saías con los hasta aer asesinos del )eñor, a condici&n, claro, de que nadie le#iniera con la historia de que los esenios eran "elotes. :o que no impidi& que Yigael Yadín, arque&logo,aunque e$ general del e+ército sraelí, subiera un día a una meseta situada a unos cuarenta <il&metros alsur del 4umran, +unto al 3ar 3uerto, encontrara lo que encontr&. %sted, señor, que anda en busca de#erdades les llama Historia, di+o el doctor Eolo con la mirada de Van Hutten, tiene, me imagino, algunaidea de lo que era la 3etsada. ;(llese. 3etsada era lo que nosotros llamamos 3asad(, significafortale"a. ra el lugar donde se suicidaron mil guerrilleros "elotes antes que capitular frente la=écima :egi&n. ra el formidable basti&n de roca santidad donde mataron a sus mu+eres a sushi+os, antes que someterse al oprobio del mperio. Bueno, mi querido amigo, allí, en esas alturass&lo tocadas por las nubes por las milicias de los (ngeles de =ios, también se encontraron rollosesenios, idénticos a los del 4umran. 3isma caligrafía, misma letra cuadrada, mismo pobre idiomahablado por los pobres. :o raro, lo difícil de tragar es que en medio de toda esta ordalía bíblica,?no@, nunca se encontrara un solo protoe#angelito cristiano.

-%sted qué #a cenar -se interrumpi& el doctor Eolo-, así o pido otra cosa le picoteo. -Vique el propio Holstein estaba +unto a nuestra mesa, esperando que orden(ramos la comida. Yo di+elo que quería el doctor Eolo pidi& consomé. =espués me di+o' -?4ué le parece@

-)uena casi demasiado no#elesco. 3e quedo con su teoría de la casualidad.

-Yo también, no me haga caso -di+o el doctor Eolo-. Hablé para ir engañando el est&mago.;omparado con la epístola, lo que le conté es una historia para asustar niñitos de corta edad.-?:a epístola@

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-:a epístola de Feric&.-Hace un rato di+o que nunca la había #isto.-No la #i ni quise #erla. 7ero la cono"co casi de memoria. )tan me la le& en #arios idiomas,

incluido el arameo.-?7uedo hacerle una pregunta@-%sted siempre nos dice lo mismo. ;laro que puede. 7ero h(gala r(pido que ahí #iene nuestra

*ltima cena.-)i Fes*s quería ser entregado para desatar una rebeli&n contra el imperio, era hi+o de =ios,?por qué fracas&@

-No siempre acierto con los giros coloquiales, pero creo que en este país eso se llama salir conun domingo siete.

-;ontésteme.l doctor Eolo miraba por la #entana hacia la noche del camino, m(s all( de los *ltimos (rboles.-;uando nos conocimos le di+e que usted me gustaba porque era frontal, ?se acuerda@ 7im pum

al grano.-;ontésteme.l doctor Eolo #ol#i& la cara hacia mí casi con triste"a. 3e pareci& desconcertado. !ambién me

pareci& que eran su propio desconcierto su propia triste"a.-No sé, hi+o... ;&mo #o a saber o seme+ante cosa. !al #e" era necesario que todo saliera mal.

5 tal #e" :utero tenía ra"&n, =ios, a #eces, act*a como un loco.

sa noche ;hristiane #ol#i& a entrar en mi cuarto. No traía el cuaderno, , como a di+e, aunqueentonces o no podía sabedo, fue la *ltima #e" que la #i.

7ero decir que la #i es otra de esas e$presiones #acías que se desli"an entre las palabras. No la#i. No la #i llegar ni la #i irse. )entí en la oscuridad que algo le pasaba, algo triste qui"(definiti#o, pude sentido porque a #eces la triste"a irradia con tal fuer"a del cuerpo de una mu+er,que se apodera de nuestro cuerpo lo en#uel#e como en un sudario, pude o debí sentido, pero nome import&, tal #e" porque toda#ía entonces el cuaderno me preocupaba m(s que ;hristiane. !odoocurri& con la lu" apagada en silencio. n alg*n borde de la noche supe que la chica estaba apunto de decirme algo, pero le tapé la boca me hundí en su cuerpo hasta obligada a cla#arme conodio los dientes en la mano.

No la #i irse cuando sali& de mi cuarto. No había #isto siquiera su silueta en la #entana del pinar,cuando lleg&, porque no la esperaba me despert& el contacto de su cuerpo.

CAPÍTULO DIEZ

"USTED NO ES VAN HUTTEN"

;ualquiera lo ha sentido. %n sobre a punto de ser abierto o el timbre del teléfono producen enciertas ocasiones una inquietud mu parecida al miedo. :o que sobre#iene de inmediato confirmacasi siempre esa sensaci&n. ran las die" de la mañana o acababa de le#antarmeC cuando oí quegolpeaban la puerta de mi cuarto tu#e la certe"a de que aquello no era bueno para mí. 7reguntéquién es reconocí en el acto el sonido de una #o" de mu+er que, sin embargo, apenas había oídodesde mi llegada a :a ;umbrecita.

-Hannah -di+o, simplemente, Hannah.n el caso del sobre sin abrir o del llamado telef&nico, lo que de #eras sucede es que uno sabe

de antemano que e$isten ra"ones suficientes para alarmarse, de modo que la confirmaci&n no losobresalta ni lo sorprende.

-%n momento, por fa#or -di+e.stiré lo me+or que pude el acolchado de la cama, desparramé unos libros encima, fui hasta el

baño me miré en el espe+o. No había nada en mi aspecto que pudiera arreglarse. 3e pasé lamano por el pelo fui a abrir' Hannah estaba mir(ndome. 4uiero decir que sus bellos o+os griseshabían estado ahí, a la altura de los míos, desde antes que o abriera la puerta.

)eñalé los sillones del #estíbulo. lla di+o sua#emente que no con la cabe"a. :a hice pasarCde+ando entornada la puerta. -%sted es mu considerado -di+o Hannah-. 7ero puede cerrarla.

)e sent& en el *nico sill&n que había en el cuarto o me senté en una silla frente al tablero dea+edre".

-%sted dir(.-:os dos sabemos a qué #ine -di+o ella, sin que o terminara el gesto de no comprender,agreg&' -Vine a pedirle que se #aa. -3ir& la cama los libros sobre la cama. -A su modo, usted

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tiene cierto sentido del humor. :os libros sobre la cama son un detalle que, en su +u#entud, habríaapreciado )tan.

:a serena inteligencia de esa mu+er era tan cauti#ante como debi& serlo su belle"a. ra unal(stima que, desde mi llegada, se sintiera mi enemiga, pero sobre todo era lamentable que,ahora, tu#iera moti#os reales. )eguí sus o+os me decidí a enfrentar la situaci&n.

-Fustamente por eso -di+e mirando fuga"mente la cama- no esto seguro de que quiera irme.

Ni siquiera esto seguro de que deba irme.-!iene mucha ra"&n -di+o-. 7ero a no puede quedarse. sta noche #a a hablar por *ltima #e"con )tan, no en nuestra casa, a la madrugada nos #a a de+ar en pa" para siempre.

No fue precisamente un modo de hablar ambiguo. Hannah pertenecía a ese tipo de mu+er quehace de la sinceridad un in#isible manto real. No me cabía la menor duda de que era ella quienhabía educado a ;hristiane.

7ensé en ;hristiane pensé que la *nica palabra que ella había omitido hasta ahora era la quedebía pronunciar o.

-!al #e" so una persona diferente de lo que usted imagina. No puedo irme sin hablar con;hristiane.

Hannah no tenía la costumbre de permanecer con los o+os ba+os. )implemente los apagaba unossegundos, des#i(ndolos hacia cualquier ob+eto, #ol#ía a mirar de frente. !enía absolutaconciencia de la claridad de su mirada.

-%sted no #a a #erla nunca m(s. No la #ería otra #e" aunque se quedara a #i#ir en :a;umbrecita.

-?4uién decidi& todo eso@ ?Van Hutten@-6l no sabe que usted se #a mañana. =ígaselo usted mismo, de la manera que le pare"ca

me+or. 6l lo #a a aceptar sin una pregunta, usted a lo conoce. :o *nico que no debe decirle, ni aél ni a :e#, es que se acostaba con ;hristiane.

No era una sola palabra la que faltaba pronunciar, eran dos, ella la pronunci& con la mismanaturalidad con que podría haber dicho que salíamos a +untar flores. 5 me quedaba callado opreguntaba por qué.

-?7or qué@;on la punta de los dedos quit& una pelusa imaginaria de su pollera , unos segundos después,

#ol#i& a mirarme sonriendo casi para sí misma.-?;&mo cree que lo tomarían@ Noches enteras hablando de lo que haan hablado para terminar

confes(ndoles que, mientras tanto, usted se acostaba con ;hristiane. No, ellos a no son capacesde imaginar algo as. =icen disparates seguramente han hecho peores cosas que nadie, pero enel fondo son ingenuos. llos lo estiman.

-n cambio usted, Hannah, no es ingenua. Nunca me estim&. :o curioso es que terminéd(ndole la ra"&n.

-!al #e" ho lo estimé un poco, por sus libros sobre la cama. !al #e", aunque no lo crea, hastallegue un día en que podamos reímos de eso con ;hristiane. n cuanto a lo otro, no, no soingenua. Ninguna mu+er lo es.

-?Ninguna@-Ninguna. !ampoco ;hristiane. )i usted se acost& con ella fue sin duda porque ella quiso. !al

#e", a su manera infantil, hasta lo oblig&. 7ero usted, no ella, tenía el deber de ser responsable.?Nunca pens& en la edad de ;hristiane@

-3(s de una #e". )i no hubiera pensado en eso no tendríamos esta con#ersaci&n. 4ué edadtiene.

-No sabemos. :a recogimos durante el bombardeo a !el A#i#, en /0Z2. 7arecía tener cuatro ocinco años. -Hannah se puso de pie. -n ese entonces, usted a tenía m(s de treinta.

ue hacia la puerta. 7or su parte, nuestra con#ersaci&n había terminado. staba detenida deespaldas a mí, esperando que o le abriera.

-:o que me est( diciendo es que so un hombre maor que ;hristiane podría ser mi hi+a.)entí la le#e crispaci&n de su espalda. Hannah sabía que, por primera #e", est(bamos hablando

en el mismo ni#el.-)í -di+o-. %sted es un hombre maor, ;hristiane podría ser su hi+a.:e abrí la puerta. Hannah se detu#o para mirarme. Ya no había ninguna hostilidad en su

mirada, s&lo una casi imperceptible malicia algo burlona que puso otra #e" ante mí a la chicabelga de los acantilados. lla estaba esperando. :o que o iba a decir ahora flotaba en el aire de

ese cuarto desde que empe"amos a hablar.-No le lle#o muchos m(s años a ;hristiane de los que Van Hutten le lle#aba a usted, cuando seacostaron por primera #e".

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-s mu cierto, mon ami -di+o sonriendo Hannah-. 7ero usted no es Van Hutten.

CAPÍTULO ONCE

ÚLTIMA CONVERSACIÓN EN LA CASCADA Y LA CASA DEL TIEMPO

Han pasado #arios meses desde que escribí esa *ltima p(gina, muchos años desde aquel otoñoen :a ;umbrecita. !engo ante mí el cuaderno de ;hristiane, tengo sobre la mesa lo que alcomen"ar llamé el legado de dos mil años. s un pequeño peda"o de cuero que lleg& a mis manoshacia /00, desde alg*n lugar del mundo. !iene escrita, en arameo, una sola palabra' asra+a" :osé porque me tomé el traba+o de copiarla d(rsela a leer a un rabino hebraísta de la )inagoga dela calle 7asteur, especie de anticlíma$ que hubiera di#ertido al doctor Eolo. )é lo que ese *ltimomensa+e de Van Hutten significa, no me refiero al te$to. )é que el arque&logo me proponía reaGli"ar Jo no reali"arK una in#estigaci&n probatoria. Hasta fines de los años 8 se habría necesitadodestruir un considerable tro"o de materia para lle#ar a cabo lo que los e$pertos llaman la pruebadel ;arbono /1C ho basta con unos pocos centímetros. )&lo que esos centímetros serían todo elcuero. )uponiendo que la palabra hubiera sido escrita hace dos mil años, o me+or, suponiendo queel cuero tu#iera dos mil años -a que la palabra pudo ser estampada allí mucho tiempo después, el arque&logo no ignoraba que o también iba a pensar en esto-, suponiendo, en fin, que todo

fuera ra"onablemente auténtico, me habría quedado sin mi palabra aramea. Y  él tampoco ignoGraba que o sería incapa" de desprenderme de su pequeño testamento, sobre todo si esa inciertafidelidad podía ser#irme de e$cusa para no creer en su historia.

-%sted es un incrédulo aterrori"ado por el miedo a creer-me di+o la *ltima tarde que lo #i-.7or eso le hice la broma sobre con#ertirlo en mi ap&stol. %sted o somos mu parecidos, perocomo esos (rboles se parecen a su refle+o en el agua, cabe"a aba+o.

7ronto iba a anochecer. st(bamos sentados al borde de la cascada no se oía m(s que su #o" el rumor de la caída. %n buen rato antes o le había hecho una pregunta que el arque&logo sedemoraba en contestar.

-4uiere saber por qué -di+o al fin-. 4uiere saber por qué, si todo esto no es una locura mía,no di a conocer ese documento en los años sesenta. 7or qué no me enfrenté con la glesia, por quéno me transformé en un #ans, en un ;hampollion, en un )chliemann.

:e di+e que sí. ra e$actamente eso lo que quería saber, antes de irme para siempre de :a

;umbrecita no #ol#er a pensar en el asunto.-No diga tonterías, ahora que casi nos hemos hecho amigos -di+o Van Hutten-. %sted #a apensar constantemente en lo que llama el asunto. 7uede llegar a ol#idarse de la cara de los o+osde ;hristiane, pero no #a a ol#idar una sola de mis palabras. !enga -agreg&, metiendo la manodeba+o del chaleco-. :e faltan unas cuantas p(ginas.

7ensé que era el cuaderno de ;hristiane. 3iré al #ie+o sin alargar la mano ni decir una palabra.-Hace bien en no preguntar de qué se trata -di+o Van Hutten-. s parte de mi diario del

4umran. Va a encontrar una buena descripci&n del )anto )epulcro.l arque&logo no agreg& nada m(s. 4uedaba a mi criterio adi#inar si estaba enterado o no de

que o conocía el cuaderno de c&mo lo había conocido.-Ho esto mu cansado, pero #o a intentar e$plic(rselo-di+o después de un silencio-. l

primer manuscrito, el de la tina+a, no lo mostré por #anidad, para no compartir mi halla"go connadie. l segundo no lo di a conocer por cobardía. %sted #i#i& esos años. l mundo parecía a punto

de estallar. !odos ustedes, todos los de su generaci&n eran "elotes. -)e rio pero como de le+os, sinalegría. -Ya no se trataba de comprender el mundo, sino de transformarlo, ?no@ :os muchachossalían a la calle a pedir la realidad de lo imposible, los curitas se remangaban la sotana se hacíanmatar en las sel#as de ;olombia o de Boli#ia. l compañero Fes*s, harto de cargar con un patíbuloromano, andaba por esos arro"ales de Vietnam munido de una buena metralleta, clamando comoNiet"sche por el Hombre Nue#o. :a re#oluci&n aprobada por =ios. Hubiera sido un buen momento,?no es #erdad@ sto tan cansado -di+o de pronto-, ha pasado tanto tiempo me he #uelto tan#ie+o. !rate de entenderme, por m(s que no me crea. Yo, a pesar de mi rebeldía, de mi arroganciaintelectual, era un sabio cobarde sencillamente tu#e miedo de que fuera posible probar laautenticidad de esa epístola. 3iedo, en suma, de que me robaran el confortable mundo cristianoque o había conocido. n la )egunda Euerra, el papa 7ío había bendecido las carabinas fascistas,ahora, el buen papa Fuan hacía malabarismos en latín para no quedar tan mal con el hermano:enin. ?4ué imagina qué podría haber pasado en esos años con un te$to e#angélico donde se dice

que el hi+o de =ios ha #enido a ponerle fuego al mundo, que est( impaciente porque ese incendioocurra@ )í, por supuesto, esas mismas palabras también las escribi& :ucas, pero allí parecen #ersos.

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:ucas era un buen poeta en prosa que hablaba en griego escribía de oídas. sto era arameo enbruto, el idioma de los pobres de srael, la lengua de los pescadores los ladrones, de loscarpinteros las putas, no había sido per#ertido por los cristianos renegados ni por los romanosdel siglo de ;onstantino. sto era la 7alabra. ?)abe por qué no ha habido nunca una #erdadera reG#oluci&n en el mundo@ 7orque los reformadores sociales son est*pidos porque la glesia esinteligente. )us Ba<unin, sus 3ar$, temían irracionalmente a =ios, sobre todo odiaban el

cristianismo sin haberse tomado el traba+o de comprenderlo. :eían a Hegel, por fa#or, cuandotendrían que haber leído, por lo menos, a san 7ablo. -ra la primera #e" que o oía a Van Huttenhablar de este modo. )e lo #eía no s&lo cansado sino distante. No trataba de organi"ar suspensamientos, era como si los articulara en cualquier orden, a medida que acudían a él. -=e modoque la glesia, me refiero a todas las confesiones, a la ;at&lica, a la 7rotestante, a la ;ism(tica, laglesia se qued& con =ios con Fes*s, a uno le puso un gorro de dormir en la cabe"a al otro lotransform& en un hippie que repartía flores, después, con la auda de te&logos como o, escribi&un nue#o libreto los camellos de Herodes empe"aron a pasar al trote por el o+o de la agu+a, detr(s de ellos los obispos con sus mitras. detr(s los banqueros montados sobre sus generales, por fin casi todo el mundo. s tan f(cil ser cristiano que el cristianismo result& la religi&n m(sformidable del planeta. :e#ante la cabe"a mire el cielo. ?;u(ntas estrellas alcan"a a #er unhombre a simple #ista@ 5cho mil. Y nos parecen tantas... :os cristianos somos mil quinientosmillones. ?;&mo puede ser@ ;on que hubiera una docena... 7ero suelo pensar que nunca hubo m(s

que uno solo, como decía el pobre loco de Niet"sche, a ése +ustamente lo crucificaron. so estodo, señor de la ciudad. Yo buscaba un fundamento esenio del cristianismo encontré el3anifiesto ;omunista de =ios. Y cuando pude mostrarlo no lo mostré. ?Y ahora, por qué no lomuestro ahora@ %sted es lo bastante desconfiado como para haberse hecho también esa pregunta.:a respuesta es otra pregunta. ?7ara qué@ Ho sería un tema de discusi&n académica, un debateentre fil&logos, pale&grafos eruditos que parlotean en los congresos, cuando no por tele#isi&n. Ytampoco sería nada raro que alguien demostrara, científicamente, que es un documento falso. 5que nunca e$isti&. !odo puede demostrarse. )eguramente a le conté la historia de )hapira.;uando uno se hace #ie+o repite repite las cosas... ?)e la conté@ -ra qui"( la primera #e" entodas estas semanas que el arque&logo hablaba para mí, su pregunta había sido una pregunta real,casi temerosa de que le contestara que sí. Yo había oído la historia de )hapira una de las primerasnoches, en la sala circular. :e di+e que no. -Hace un siglo, un anticuario de Ferusalén, llamado3ases )hapira, les compr& a unos (rabes un mont&n de bultos harapientos en los que había

en#ueltos unos cueros. :os beduinos los habían encontrado en una cue#a del Iadi el 3u+ib, al otrolado del 3ar 3uerto. n total, quince cueros de unos #einte centímetros por die". ran fragmentosde un antiguo =euteronomio, un =euteronomio que no coincidía con el oficial. )hapira los lle#& a:ondres #arios e$pertos brit(nicos aseguraron que esos fragmentos eran auténticos. l ;imespublic&, incluso, una traducci&n parcial. %sted mismo la ha #isto' la fotografía de una de esasp(ginas est( enmarcada en mi biblioteca. 3e parece haberlo sorprendido mir(ndola... ?)eguro queno le había contado todo esto@ l caso es que el ministro Eladstone habl& de comprarlos para el3useo Brit(nico. :os franceses, que nunca se han repuesto del 'nrique V de )ha<espeare ni deIaterloo, en#iaron un especialista al otro lado del ;anal. se especialista, casualmente diríausted, era enemigo de )hapira desde hacía años. l anticuario de Ferusalén se opuso a que esehombre e$aminara o tocara los rollos, de modo que el francés s&lo pudo #er unos pocos, en elmuseo, entre los periodistas los curiosos, a tra#és del #idrio de las ca+as donde estabane$hibidos. %n erudito francés, a se sabe, es casi tan infalible como =ios' dictamin& a o+o queeran una falsificaci&n. Nadie se tom& el traba+o de contradecirlo el esc(ndalo la #erguen"aaplastaron a )hapira. inal de la historia' los fragmentos fueron comprados por un librero de :onGdres, por die" libras. =espués nadie #ol#i& a #erlos. Ho se ignora d&nde est(n. ?)hapira@ )hapirase suicid& de un bala"o, en /881, en la pie"a de un hotel de >otterdam... 7ongamos que nuestraepístola tu#iera un poco m(s de suerte. Ho e$iste el contador Eeiger la prueba por radiaci&n.Bueno, en el me+or de los casos se admitiría que sí, que tiene dos mil años de antiguedad, se lepondría un r&tulo,  /pócrifo de Juan, por e+emplo, el buen Fes*s #ol#ería a repartir flores en lossupermercados... 3il quinientos millones de cristianos, apenas cien #eces menos que las estrellasde la gala$ia. 3ire si, un día, seme+ante n*mero de gente decidiera tomarse en serio el )erm&ndel 3onte... 7orque, ?quiere que le confiese una cosa@, muchas #eces he pensado que paracambiar el mundo no hacía falta encontrar nada. Bastaba con lo a escrito en los libros que noshan llegado. )&lo había que saber leerlos. sos libros dicen que quien no traba+a no come, que los

*ltimos ser(n los primeros, que los desposeídos heredar(n la !ierra, que si lo das todo menos la#ida no diste nada, que con tener una fe del tamaño de un grano de mosta"a se puede mo#er unamontaña... )í, también dicen que si nos pegan en una me+illa debemos poner mansamente la otra.

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Y ac( es donde ha que saber leer. 7orque lo que no dicen, lo que queda librado a nuestra liberGtad, es c&mo debemos actuar cuando se nos terminan las *nicas dos me+illas que nos dio =ios. soes lo que había que adi#inar, pero nadie quiso adi#inarlo... H(game un fa#or, encienda su pipa -agreg& casi sin cambiar de tonoC su #o" era tan neutra que tardé uno segundos en entenderlo-. )í,la pipa. Hace años que de+é de fumar, pero me gusta sentir el olor del tabaco. :e# dice que poreso toda#ía estamos +untos, claro que los dos tenemos otras ra"ones... Hacia /0R, en una de las

ruinas, :e# Nicolaie#ich encontr& una serie de monedas de la época de !iberio. )iete discos deplata que de un lado tenían la cara del césar del otro un emblema de las legiones. :as entreg&,como él diría que debe hacer un arque&logo, a las autoridades del 3useo 7alestino, ho figuranentre las que se catalog& como desenterradas en la ;ue#a 1. )&lo una no figura. n el re#erso deesa moneda se #eía una espada romana. :e# me la dio a mí, sin decir una palabra. No hacía faltaque hablara para que o supiera en qué estaba pensando. ?4uiere oírlo usted, antes de irse... @%no de los momentos m(s ine$plicables del #angelio es aquella infame respuesta de Fes*s a los+udíos que #ienen a preguntarle si se debe o no pagar tributo al mperio. ?:o recuerda@ Fes*s pideuna moneda les pregunta a su #e" qué #en grabado en ella. :a efigie de !iberio, le dicen, 6l,miserablemente, les aconse+a que den al ;ésar lo que es de ;ésar... magine ahora esa escena,pero imagínela con una moneda donde ha, en el re#és, el dibu+o de una espada. -l arque&logose rio sua#emente en la oscuridad o imaginé perfectamente la escena. Ya la había imaginadounas noches atr(s, cuando ;hristiane sali& de mi cuarto' Fes*s ha puesto esa moneda en la palma

de su mano con la ceca hacia arriba. =en a !iberio lo que es de él, dice. =enle espadas, lodem(s a =ios. -7or supuesto, es s&lo una con+etura -continu& Van Hutten-, pero esa con+etura sea#iene mu bien con la ore+a que le cort& 7edro a un soldado romano en el huerto, inclusoadmitiendo que Fes*s, a lo mago de circo, le haa #uelto a pegar la ore+a en su sitio. )obre todose a#iene mu bien con una pregunta una respuesta que se produ+eron, en ese mismo huerto,esa misma noche. O?;u(ntas espadas tenemos@O, pregunt& Fes*s. O=osO, di+o 7edro. OBastanO, di+oFes*s. :o que a partir de allí no est( escrito, eso p&ngalo usted... A*deme a le#antarme, estomedio entumido -di+o el arque&logo.

3e puse de pie lo tomé del bra"o. ra la primera #e" que lo tocaba. %na noche, en el caminode la hoa, él me había pasado fuga"mente un bra"o sobre el hombro, alguna otra, en la casa enla piedra, había puesto su mano huesuda sobre la mía. 7ero era la primera #e" que lo tocaba o, fue también la primera en que pensé que ese hombre era un anciano. 3e había sucedido unos añosatr(s, con mi padre' debí audado a que se sentara sobre la cama del sanatorio sentí ba+o mis

dedos la fragilidad de la #e+e", el cansancio a sin orgullo de una #ida #i#ida hasta el final, laaceptaci&n sosegada de la muerte. sa tarde mi padre me había mirado con una sorpresa lenta eir&nica.

-:e pedí que me audara -di+o Van Hutten-, no que se herniara intentando al"arme. !ampocoes cuesti&n que nos desbarranquemos.

Vol#ía, casi a su pesar, a ser el mismo #ie+o intratable siempre, se lo agradecí.l *ltimo recuerdo que tengo de stanislao Van Hutten es su risa apagada, como #iniendo del

centro de la oscuridad.

sa misma madrugada me fui de :a ;umbrecita. =el #ia+e hasta la Villa no recuerdo nada, sal#omis pensamientos, el indistinto contorno de las sierras que, al llegar a la entrada del pueblo,Vladslac cort& camino por una calle lateral, detu#o el autom&#il ante una casa , sin apagar el

motor, me pidi& que lo esperase un momento. n la terminal de &mnibus me dio un pequeñopaquete.-)u casita del tiempo -di+o-. !u#e la ocurrencia de hacerle un +ardín en la base, en realidad

es un ca+oncito secreto. )e abre desde atr(sC si uno no lo sabe, es mu difícil darse cuenta. :aseñorita ;hristiane tenía una casi igual. !oda#ía la tiene. )e la hice o mismo, para algo #ino aser#irme la arquitectura. -Yo a estaba en mi asiento cuando #i por la #entanilla que el h*ngarome hacía señas un poco desesperadas desde la plataforma. l nombre de ;hristiane se habíainstalado con tal fuer"a en mí, que casi corrí hasta la puerta del &mnibus con la certe"a de queVladslac iba a decirme algo sobre la chica. -7&ngala en alguna pared donde haa #entilaci&n -di+o-. :a tripa que acciona los muñequitos traba+a con la humedad del aire. s una tripa de gato.n el ca+&n #a encontrar dos o tres de repuesto.

;uando #ol#í a mi asiento, el h*ngaro a no estaba en la plataforma.;erré los o+os apenas el &mnibus se puso en marcha. =ormí #oluntariamente de un tir&n hasta

que la a"afata me despert& sin consideraciones para ofrecerme el desauno. :e di+e que metra+era s&lo una medialuna, un Lhis<, agregué. =espués pedí otro, esta #e" sin medialuna, le

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di+e que por fa#or, si me #eía dormido, pasara por alto mi almuer"o. 3ientras esperaba que elsegundo Lhis< me hiciera efecto, desen#ol#í el paquete.

s una casita alpina de dos pisos con un cercado blanco un (lamo en el patio. :a base, sobrela que se asientan la casa el +ardín de los (lamos, mide menos de #einticinco centímetros delargo por casi #einte de fondo, el pequeño ca+&n puede, en efecto, pasar perfectamenteinad#ertido si uno no sabe que est( allí, dado que su altura, de unos cuatro centímetros, est(

disimulada por la #alla que lo cerca. )e abre, con alguna dificultad, por la parte de atr(s. Yo no loabrí durante el #ia+e a Buenos Aires. No lo abrí hasta casi un año después, el día en que, mirando aun gato que recogí en la calle que ahora es mi gato :ucas, quise saber cu(l sería el aspecto finalde sus tripas.

n ese ca+&n estaba el cuaderno de ;hristiane. Ni una carta, ni una nota, nada que sir#iera pararecord(rmela, sal#o ese cuaderno escolar , en su portada, aquel p(+aro que a mí me hi"opreguntarle quién lo había dibu+ado a ella tocarse, un poco orgullosamente, el pecho con un dedomientras mordía unas horquillas se arreglaba, desnuda, su tren"a circular.

EPÍLOGO

He #uelto tres #eces a :a ;umbrecita. :a primera, al año si guiente de los hechos que narra estelibro. !odo me pareci& m(s o menos igual, si puedo usar esa palabra, a que faltaban mis cuatropersona+es principales. )&lo quedaban Vladslac el conde Holstein, quienes no supieron o no

quisieron decirme qué había pasado con los dem(s. n ese entonces a*n e$istía la casa en lapiedra, cuo parque recorrí toda una tarde con la esperan"a pueril de oír la #o" de ;hristiane o de#er al arque&logo apareciendo entre las matas los maci"os de campanillas. ;reo que hastahubiera agradecido contemplar de le+os, como aquel atardecer de /089, la silueta crepuscular deHannah entre los (rboles. :a segunda #e" que #ol#í, la puerta de entrada a la casa habíadesaparecido por completo, tapiada por unos bloques de piedra dispuestos tan naturalmente contrala pared del cerro, que era imposible imaginar nada detr(s. :as #entanas, difíciles de ad#ertircuando e$istía la casa, ahora eran parte de la #egetaci&n de la ladera. n mi *ltima #isita, hacetres años, el hotel había cambiado de nombre a no pertenecía a Holstein, o alguien loadministraba por él' un +o#en matrimonio de argentinos con ideas a#an"adas acerca del turismo. nla Villa había cuatro o cinco ta$is, Vladslac había cambiado el suo por un Vol<sLagen, que,seg*n pude notar, era el *nico modelo de marca alemana. ;uando le pregunté por qué habíarenunciado al ord, se limit& a e$plicarme que el Vol<sLagen era también un buen autom&#il

que, al menos para ciertos turistas e$tran+eros, tenía algunas #enta+as sobre los dem(s coches dealquiler de la Villa. O;omo usted sabeO, me di+o, Oellos prefieren lo que les recuerda lo suoO, agreg& -aunque esta #e" no parecía #enir del todo al caso- que los seres humanos son mue$traños. Nunca supe si el h*ngaro conocía que o estaba al tanto de lo que Van Hutten habíallamado una noche su guerra, pero me dio la impresi&n de que lo ignoraba. ;osa que ahora lamento.n un diario de aer a la tarde, acabo de leer una noticia que a él, tal #e", no le habría parecidomal que o comprendiera en su e$acto significado.

7ero quiero rectificar una torpe"a. Veo que ahí arriba he escrito mis persona1es" sas palabrasson desafortunadas #anamente literarias. Van Hutten, el doctor Eolo, la propia Hannah, merecíanalgo m(s que un triste giro que los con#ierte casi en fantasmas que sin darme cuenta he tomadode los libros. 7ero, sobre todo, no son las palabras que merecía ;hristiane. He llegado casi a la#e+e" planeando historias que no escribiré nunca sobre seres muertos hace siglos, sobre el sigGnificado de guerras entre naciones sepultadas en el tiempo, para acabar d(ndome cuenta de que

los hombres, o tal #e" los hombres como o, somos incapaces de contar siquiera lo que nosotrosmismos hemos #i#ido. l lugar mínimo, fugiti#o, que ;hristiane ocupa en esta historia, lo sé, espoco m(s que el de una sombra recortada en una #entana nocturna, puesta allí para que o leeraun cuaderno. No es así en mi memoria ni qui"( en mi #ida. :a chica que #i en el puente de losgansos, la que se rio de mí en el café h*ngaro, la que subi& conmigo al cementerio de la cumbre me mostr& la letra de la #ida, siguen siendo mis *nicos recuerdos diurnos de :a ;umbrecita.

=e las tres #eces que #ol#í, s&lo la *ltima #isité el cementerio. legí un camino que no era elque conocía. No tenía ganas de recordar aquel traecto sino de #er algo que me había anticipadoVladslac. %na l(pida acostada sobre la tierra decía simplemente' #eón, hi1o de icols" A su lado, latumba de Van Hutten, aunque acaso siguiera #acía, se había #uelto por fin definiti#amente real.

Va a llo#er en Buenos Aires. :o sé por el diario de aer por mi casa del tiempo. se diario me

tra+o la noticia a que me referí antes. %n lac&nico recuadro dice que en el traecto de VillaEeneral Belgrano a :a ;umbrecita, hace dos días, se desbarranc& un autom&#il de alquiler en elque #ia+aba un #ie+o matrimonio alem(n residente en Bariloche, de #isita por ;&rdoba. :os dos

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pobres ancianos, mu conocidos queridos en su ciudad de adopci&n, murieron calcinados dentrodel auto. Al chofer del ta$i se lo encontr& unos metros m(s all(, en estado de shoc< pero #i#o, conla espalda apoada en un (rbol. )us heridas no eran de consideraci&n, dice el diario, sin embargomuri& esa misma noche en la clínica de la Villa, mientras lo acompañaba la señora :isa Holstein,una #ie+a amiga residente en :a ;umbrecita.

He pensado mucho en esto. l h*ngaro esperaba a un hombre de origen alem(n, pero esto

seguro de que en los *ltimos tiempos no podía haber descartado la idea de que ese hombre, anecesariamente anciano, si #isitaba por fin :a ;umbrecita, no #ia+ara solo. OPnicamente lopreocupa una posibilidadO, me había dicho el arque&logo aquella noche. !al #e" esa posibilidad sepresent& en la figura de una mu+er , +unto con el alem(n, subi& a su ta$i. !al #e", entre otrasposibilidades desdichadas, aquélla fue la menos in+usta para Vladslac.

3i gato :ucas acaba de entrar desde el patio se acaricia a sí mismo en la pierna de mipantal&n. 6l también sabe que #a a llo#er.

l tirolés est( casi fuera de la puerta de un momento a otro la mu+ercita #a a resguardarsedentro de la casa. )alga el sol o llue#a, esos dos han sido condenados a no estar +untos. 7ero qui"(en su mundo, a diferencia de lo que pasa en el nuestro, eso no tiene importancia.

s una buena casaC una casa para #i#ir. s una cabaña alpina de madera, protegida por un#allado con un techo a dos aguas de te+as color pi"arra. n el #értice, ha una chimenea pintadade colorado, lo que hace presumir un hogar a leña en el interior, o acaso le esto atribuendo m(s

comodidades de las que tiene s&lo se trata de que por ahí anda la cocina. n el piso superior,una puerta central da al balc&n, m(s o menos como en mi cuarto del hotel de :a ;umbrecita, , alos costados, ha dos #entanas con los postigos de par en par. !ras los #idrios, repartidos encuatro, se #en perfectamente las cortinas floreadas. l balc&n hace de alero a la doble puerta dela planta ba+a. 7or la entrada principal, sobre una plataforma que gira sobre su e+e, aparecen a suturno los dos habitantes de la casa, cada uno en el hueco de su puerta, mirando al frente con lasmanos en la cintura, como si fueran a bailar una polca. )on una pare+a +o#en del !irol, instaladossobre una pequeña plataforma unida de modo in#isible a la tripa de gato, ni m(s ni menos, diría elarque&logo, como nosotros estamos atados a nuestro destino. st(n #estidos con sus ropas típicas,tal #e" de domingo. lla lle#a una pollera larga una blusa a"ul con mangas blancasC sobre lapollera, un delantal que le a+usta la cintura. )e ha puesto un lindo sombrero a"ul claro con unacinta amarilla. 6l lle#a pantal&n corto, medias hasta las rodillas grandes "apatos oscurosC deba+ode la pechera bordada se #e su blusa blanca. l sombrero es el cl(sico sombrero tirolés, #erde,

circundado por una cinta colorada que su+eta la pluma. :a casa, el +ardín con la #alla, el (lamo,se asientan sobre una base simulada que, en realidad, es una ca+a que se abre por detr(s.

Vladslac no podía estar pensando en el cuaderno de ;hristiane la noche que me pregunt& si lascasas del tiempo me gustaban. so es lo que m(s le agrade"co, cuando a #eces la miro. Vaa asaber por qué se le ocurri& hacerme una, que seguramente fue la *ltima.

=emasiadas #eces he leído que los que escriben historias imaginarias ignoran su significado.Hasta ho me pareci& una frase de literatos, un modo de no tomar en serio lo que dicen sus libros.sta noche pienso que ha cierta #erdad en ella, que #ale para todas las historias. Yo empecé aescribir ésta creendo que de alg*n modo acataba una imposici&n p&stuma de Van Hutten, latermino, con in#encible desapego cansancio, sin saber qué significa para mí ni para nadie. Haen ella muchos puntos oscuros contradictorios que no podré aclarar nunca, suponiendo que me

importara hacerlo. =&nde est( la epístola real, si es cierto que e$isti&. 7or qué el doctor Eolo,contradiciendo al arque&logo, decía que fue encontrada en 3urabat o en las ruinas de 3ird. 4uéra"&n podía tener Van Hutten para mentirme en una cuesti&n de detalle, a menos que esa epístolase relacionara con otros documentos, e$humados efecti#amente en el monasterio de 3ird en lascue#as de 3urabat, pero que los libros sobre los rollos apenas mencionan. =e qué o de quiénesquería proteger Hannah a Van HuttenC quiénes eran esos OllosO a que aludi& ;hristiane. 7or quétoda#ía ho, a cincuenta años del primer halla"go en el 4umran, se sigue hablando de documentosocultos, e$tra#iados, nunca traducidosC por qué todo lo relacionado con los rollos del 3ar 3uertoempie"a por el esc(ndalo la confusi&n, acaba in#ariablemente en el silencio.

Va a llo#er en Buenos Aires, no pasar( de esta noche sin que llue#a.l tirolés est( solo fuera de la casa la mu+er ha desaparecido en el interior.)iempre he sentido que esos dos son como un símbolo de algo secreto que me atañe. 7ero sé

que e$agero les atribuo a los a"ares destiempos de mi #ida una e$cepcionalidad que no

tienen. !ampoco el doctor Eolo pudo encontrarse con Hannah, ni el arque&logo con la #erdad quebuscaba, o cuando por fin dio con ella a no supo para qué le ser#ía. Ni siquiera el Fes*s de la

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epístola pudo lle#ar a cabo su prop&sito, si es que de #eras andu#o por este mundo con el designioque cre& descubrir Van Hutten. Bien mirado, s&lo Vladslac, s&lo el h*ngaro, gan& su guerraC perono esto seguro de que eso lo haa hecho dichoso.