Espaciosdeconvivencia

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convivencia y dereencuentro.Nuevas formas de entender a lasidentidades desde la cultura tecnológica

diálogosde la comunicación

Profesora-investigadora del ITESM - Campus Cuernavaca, México

E-mail:[email protected]

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La historia del hombre en so-ciedad es el relato de la eter-na adaptación de la personacon su entorno y de sereshumanos en su interaccióncon otros seres humanos.También es el recuento de sudevenir en el mundo, buscan-do imprimir en todo lo quehace la huella de su sentir, desu articulación sobre la reali-dad y de su cultura. Todo loque hace distintivas las rela-ciones que emprendemos, seencuentra predeterminadopor una constante negocia-ción entre lo que somos, losvalores que poseemos y laimportancia relativa que ledamos a esta presencia socialy cultural frente a la presen-cia social y cultural de otros.Buscamos reafirmar nuestraexistencia por comparacióncon la identidad de los demásy, en ocasiones, por francaoposición a ella. Somos, inde-

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pendientemente de nuestraspersonalidades individuales,identidades colectivas vivasy cambiantes que se definenen una dinámica cotidiana,día a día, palmo a palmo porlas interacciones que soste-nemos. Las relaciones, priva-das o públicas, ya sean de ca-rácter social, políticas, cultu-rales o económicas, dentrode un contexto social, regio-nal o nacional dan sentido alo que somos, y al mismotiempo definen nuestro futu-ro. Sin embargo, pocas vecesreflexionamos sobre lasfacetas varias de nuestrasidentidades cambiantes. Fre-cuentemente sólo las vivi-mos, como la piel o el aire querespiramos y es que, “laidentidad[ ] es una realidad históricacultural que ofrece múltiplesdesafíos para su aprehensióny comprensión”1.

Pensarnos en términos identi-tarios, nos obliga a cuestio-narnos no solamente quiénessomos, y qué misión hemosvenido a cumplir a este mun-do, sino también reconocer-nos como parte de la razahumana, y como contribuyen-tes sociales al destino quehabrá de tener el hábitat queocupamos. Por ello es que,preguntarse qué es la identi-dad, y lo que es más, plan-tearla como un problema deestudio político y cultural esun reto, pero además, es unatarea metodológicamente di-fícil aunque sumamente reve-ladora y es que confluyen enella nuevos paradigmas, nosólo los que desentrañan elproceso de construcción de

la identidad misma, sino tam-bién los que lo articulan den-tro de otros ambientes mu-cho más abiertos como pue-de ser la sociedad, las nacio-nes-Estado y los nacionalis-mos, o bien la muy preconi-zada “globalidad”o “globali-zación”.

La cuestión de la “prescindi-bilidad-imprescindibilidad dela nación” o bien términoscomo lo nacional o lo inter-nacional, que en un tiempodieron paso a la noción detrasnacional, han sido deja-dos de lado para abrir el ca-mino a nuevas las realidadesinterconectadas de lo global;de tal suerte que la abstrac-ción de lo nacional como con-cepto revelador de un terri-torio, una raza, una costum-bre o un pueblo, es ahora con-frontada directamente con lapresencia inminente de otrasidentidades culturales y na-cionales en contextos deinternacionalización, mundia-lización y globalización.

Hoy en día, el propio concep-to de la globalización ha deser revalorado, ya que comodiría García Canclini, laglobalización como destinoineludible de la modernidadse oculta y se desdobla, ya enpalabras, ya en contradiccio-nes mediáticas, para atendera una realidad que es tangi-ble en los círculos del empre-sariado, pero no en la ciuda-danía mundial.

Ese es el verdadero sentidosocial de los lugares de con-vivencia y de reencuentro, deintegración y desintegración.

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Esos son los retos que nostrae el siglo XXI, donde nue-vos espacios mediáticos searticulan y se despliegan parapoder entender a las identi-dades desde la nueva culturatecnológica.

Así como los nacionalismosde Ernest Gellner, fueron enalgún momento el mejor re-curso para explicar la forma-ción de los Estados-nación;las comunidades imaginadasde Benedict Anderson se tor-naron en la articulación másatinada para explicar los mo-vimientos migratorios que sedieron en los intersticios dela Primera y la Segunda Gue-rra Mundial y el choque decivilizaciones de SamuelHuntington se convirtió en lajustificación más atinada queexplicaba el desplazamientode estamentos completosdesde de la Guerra Fría hastala Guerra del Golfo, de la mis-ma manera hoy en día nece-sitamos paradigmas que ex-pliquen el desplazamiento delas identidades virtuales des-de los nacionalismos hasta lamulticulturalidad.

El mundo no es ya solamenteun conjunto de naciones oterritorios que pugnan porestablecer áreas de dominio.Los brazos de la tecnología sehan ampliado para proyectara comunidades extendidasque representan, auténtica-mente a una nueva versión dela comunidad auténticamenteimaginada en los espacios dela virtualidad.

Las características que die-ron origen a las identidades

culturales o nacionales, laautoconciencia a partir de laconciencia del otro, los len-guajes particulares, los valo-res compartidos, los artefac-tos culturales creados, la con-ciencia de grupo, los intere-ses económicos y políticos, ymuchos otros elementos quefueron los factores de desa-rrollo de las comunidadesidentitarias que dieron pasoa las naciones y los pueblos,se expresan hoy día de igualmanera, pero en diferentesespacios de realidad. Espa-cios que en síntesis trascien-den a las condiciones físicasy temporales de las socieda-des ancladas en un territorioy nos lanzan a la posibilidadde encontrar nuevos espa-cios virtuales de convivenciay de diálogo.

Si el público fantasma deWalter Lippmann y la autén-tica participación democráti-ca de la ciudadanía en la pren-sa fue la preocupación de lossociólogos de principios deeste siglo, entonces la crea-ción de comunidades vir-tuales, reales, que no imagi-nadas, debe ser la preocupa-ción de los investigadoressociales de inicios del si-guiente milenio. La esferapública como espacio para laconstrucción de las identida-des, para la democratización,para la conciencia mediáticay para la paz deben ser losejes del nuevo paradigma deevaluación de nuestra calidadcomo sociedades humanas.Por lo pronto, el debate sobrelas identidades, sobre laglobalidad y sobre la tecno-logía, que nos ha ocupado

durante varios lustros muyprobablemente oscurezcatemporalmente el panoramaque sigue, no obstante, losresultados de dicha conversa-ción teórica, desde la territo-rialidad de los nacionalismoshasta la virtualidad de lascomunidades imaginadas enel ciberespacio nos guíe paraencontrar un paradigma quelejos de ser nuevo, es el mis-mo que debe guiar la reflexiónde la comunicación. La tecno-logía al servicio del hombreen el sentido de ofrecer losnuevos espacios para la con-vivencia y el reencuentro.Ese debe el motivo de la re-flexión que nos ocupe de aquíen adelante.

En fin, pemítaseme por lopronto, ir guiando parte de lareflexión en el sentido queapunto, y para acotar la des-mesura de los problemas teó-ricos que hasta la fecha he-mos reconocido, pero queresultan incompletos paraafrontar lo que sigue, y den-tro de ellos, me permito re-cordar por lo pronto los si-guientes:“1] la cuestión teórica gene-ral de la contradictoriedadmúltiple de la forma nacional,de su continuidad y disconti-nuidad, su unidad y fragmen-tariedad y de la lógicainescindible que articula, des-de su propia conformación, ladinámica nacional a la diná-mica intertrasnacional; 2] elexamen de la rearticulación delos tejidos nacionales y de latrama mundial, que involucrael actual proceso de transna-cionalización capitalista; 3] lacuestión de la especificidad de

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la forma nacional (trasna-cional) hoy, que comporta unaanalítica de los nuevos siste-mas hegemónicos que la cons-tituyen, de las luchas actualespor la conformación de lo na-cional y del modo como estasluchas resignifican la consis-tencia de la nación, y la cons-trucción de las identidadesnacionales”2.

Como se sabe, la noción deuno o unos, versus la nociónde los otros, estuvo en prin-cipio determinado por raza,lengua y territorio. El Estadoservía, en todo caso, comoesa articulación conceptualque permitía concatenar lasnociones de lo político con loeconómico, garantizar la su-pervivencia y generar en todocaso la convivencia a travésde movimientos alternativosde guerra-paz que definían alas identidades más fuertespor sobre las más débiles.¿Qué es lo que sucede ahora?El Estado ha devenido corto,inservible a las necesidadesde los grupos, incapaz de in-tegrar la pluralidad de identi-dades que lo componen, im-potente frente a las posibili-dades de convivencia fuerade su territorio. El Estado,arrancado de la historia mo-derna y enfrentado a la crisisde la posmodernidad, per-vive por ser una de las raícesesenciales de nuestra histo-ria, pero ya no responde a losmecanismos de identificaciónnecesarios para mantener di-námicas y libres a identida-des que finalmente han logra-do destruir las cadenas de suespacio físico y de su tempo-ralidad. Lo que sí es un he-

cho, es que el concepto deEstado-nación, por contrapo-sición a la noción de lo glo-bal o de lo cibercultural, haquedado absolutamente cor-to y desbalanceado para ex-plicar una realidad distintaque nos desborda y que pa-rece apuntar hacia un ajustedialéctico, asincrónico, des-igual, estratégico pero no ho-mogéneo en el cual se transi-ta desde lo nacional y lo in-ternacional hacia lo globalvirtual.

“El Estado-nación, entendidocomo construcción social e his-tórica, había sido hasta hacepocos años, el referente domi-nante que le daba sentido a losprocesos de producción y re-producción social. Muchos denosotros crecimos en un mun-do de estados nacionales con-figurado a partir de unageopolítica bipolar que funcio-naba como un marco explica-tivo de la historia contempo-ránea. Hoy, en el umbral de unnuevo milenio de la era cris-tiana, donde las nuevas reali-dades se expresan con las pa-labras global, posmoderno einformático, no es exageradodecir que tenemos menos es-quemas y seguridades”.

Hay que recordar además,que para una construcción delo identitario nacional, “lavida y el despliegue de las na-ciones son siempre procesosespecíficos»3. En ese sentidopor ejemplo, aún cuando re-conocemos que no podemosescapar a la política comoúnica posibilidad de legitimarnuestra identidad nacional,pero además, como única

posibilidad de trazarnos unmodo de vida, tenemos queaceptar que durante un buentiempo, y mientras no logre-mos desprendernos comple-tamente de nuestro cuerpopara crear “naciones virtua-les” el problema de la identi-dad nacional estará precisa-mente anclado al modelo po-lítico que hayamos decididoadoptar. Así, en la particula-ridad de cada una de nuestrasnaciones, la historia de nues-tros devenires y conflictospara el establecimiento deuna identidad, ha sido pro-ducto precisamente de nues-tras fluctuaciones filosófico-políticas en el proceso de dar-nos a nosotros mismos un sis-tema político que nos conten-ga y que nos permita lograrespacios de convivencia y depaz.

La mayoría de las naciones,han pensado que optandopor el sistema democrático,pueden garantizar la convi-vencia pacífica, el reconoci-miento a la voluntad y a laslibertades del otro como ma-teria prima básica indiscuti-bles para la civilidad. Sin em-bargo, se nos olvida que laeterna búsqueda por la demo-cracia no es suficiente parala supervivencia social, y quela democracia como sistema,al categorizar los márgenesde la participación ciudada-na, puede traer en sí misma,el germen de la desintegra-ción comunitaria.

“En suma, bajo el mero princi-pio de igualdad de derechos lademocracia liberal tiende a li-mitar la identidad nacional a

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una cultura homogeneizante yexcluyente, semejante a la queproduce la democracia autori-taria. Esta homoge-neizaciónexcluyente constituye un factorque merma las bases mismasde la democracia: la plurali-dad de intereses, tradiciones yopiniones que debaten en elespacio público y conformanel legítimo poder político.

En oposición al modelo demo-crático liberal, el republicanono afirma como principio fun-damental la igualdad, sino elreconocimiento de las identi-dades culturales diversas. Esteprincipio pone el énfasis en laigualdad de valor y de respetoen las comunidades y, demodo secundario, en el indivi-duo. Esta prioridad se debeprecisamente a que la tradi-ción republicana concibe alindividuo como miembro deuna comunidad, de una cultu-ra que le precede y dentro dela cual define su curso de vida,sus valores fundamentales, susderechos básicos como perso-na. (...) Desde la perspectivarepublicana los derechos, lalegislación y el ámbito de com-petencia del poder político seadecuan a las identidades cul-turales, y no al revés, como su-cede en la democracia autori-taria y en la liberal, con dife-rencia de grados”4.

La historia de cada una denuestras naciones ha estadoplagada de intentos por defi-nir un sistema democrático,bajo modelos autoritarios,republicanos y liberales quepugnan por establecer un es-quema que aglutine a la colec-tividad junto con sus diferen-

cias. En este siglo, como enel pasado, y seguramente enel que está por venir, habre-mos de encontrar que loscuestionamientos filosófico-políticos esenciales seguiránsiendo los mismos. Quizás elconcepto rector que aglutineya no sea la figura del Esta-do-nación, pero es un hechoque seguiremos buscando elreconocimiento de la plurali-dad fundamental de la socie-dad mexicana dentro de unnuevo pacto social incluyen-te y con ello una redefiniciónde nuestra identidad o, dichode otra manera, de la identi-dad nacional.

“El Estado soberano se entien-de como una formación histó-rica capaz de tomar sus pro-pias decisiones políticas, conexclusión de fuerzas externas–estados, bloques, potestades-y de fuerzas internas –iglesias,estamentos, corporaciones”5.

Lo anterior implica que el Es-tado puede darse a sí mismoel marco legal capaz de per-mitir la convivencia pacífica,pero ello implica la voluntadmayoritaria de la población yel respeto al marco legal.Ahora bien, dentro del mar-co de naciones y pluriétnicasy pluriculturales las cosas secomplican. La demanda dereconocimiento a los usos ycostumbres, formas de go-bierno y prácticas legales delas distintas comunidadesculturales que son parte inte-gral de nuestra nación, no essuficiente para asegurar laconvivencia pacífica, ni cons-tituye una reivindicación enel ámbito técnico jurídico por

parte del Estado; simplemen-te es la expresión de una de-manda política que, aunada aotras cuestiones que pueblanel panorama de nuestra iden-tidad nacional, o de la plura-lidad de identidades naciona-les que habitan en nuestropaís, simplemente no hemospodido, sabido o querido re-solver.

Ahora bien, qué son los me-dios de comunicación sino “elespacio en donde se configu-ran y actúan las identidades esel del imaginario colectivo”6

y en ese sentido, confluyendentro de ese imaginario to-das las formas de percepciónposibles, tanto la autoper-cepción, como las percepcio-nes del otro. Ahí se encuen-tran, conjuntamente, las mu-chas y variadas percepcionesde lo que significa ser indíge-na, ser ciudadano, habitantede lo rural o de lo urbano, serhombre o ser mujer.

“Las identidades particulares,personales y colectivas sontambién, y no sólo, el resulta-do de la asignación de lugaresefectuada por el orden simbó-lico, de modo que la percep-ción de un sujeto o un colecti-vo, pertenecientes a cierto gé-nero, se produce como el efec-to secundario de una laborordinal que le precede. Los ele-mentos simbólicos que llevana asociar a cierta persona conun género u otro son cultural-mente específicos. (…) Estosreferentes simbólicos de laidentidad de género se constru-yen y se reproducen en el inte-rior de las diversas instanciasde socialización: la familia,

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la(s) iglesia(s), las instanciaseducativas, las tradiciones ora-les y literarias…”7 y, por su-puesto yo añadiría, los me-dios de comunicación.

A partir de ahí, elaboramosotra serie de dicotomías, cadavez más precisas y más suti-les, que van conformando lamultiplicidad de identidadesque ahora reconocemos y quecada vez con más frecuencia,nos impiden encontrarnos enél elementos comunes.

Los procesos de aculturaciónrespecto del yo y de los otros,añaden, como en todo ordensimbólico, patrones, paráme-tros o referencias, frente a loscuales interpretar el yo, elahora y el después; el referen-te de las identidades permiteasí, determinar los límites dela cultura, la alteridad y elafuera, la inclusión y la exclu-sión, el reconocimiento delotro para la convivencia pa-cífica o para la guerra.

Las concepciones modernassobre el nacionalismo, queaglutinaban la consolidaciónde los Estados nacionales delsiglo XVIII y XIX, el apreciopor lo propio y la desconfian-za hacia lo extranjero, son ensíntesis, inoperantes en unmundo en que se fomenta laglobalidad y de culturas dife-rentes, en donde además, pa-radójicamente se acepta laexistencia de los nacionalis-mos junto con la de los movi-mientos de nacionalidad ex-cluyente. Paralelamente, a lossujetos se les pide desapren-der los patrones de adscrip-ción nacional anteriormente

aprendidos en aras de un re-conocimiento a una naciona-lidad múltiple.

“En el umbral de otro milenio,observamos la definición denuevos límites de adscripciónidentitaria e inéditas formasde resistencia y disputa por lasrepresentaciones sociales”8.

Cuestiones como la naciona-lidad múltiple y el reconoci-miento a las identidades indí-genas o autóctonas se en-cuentran sumamente presen-tes en el debate sobre la iden-tidad nacional de finales delsiglo XX.

“Estos cambios incluyen trans-formaciones tanto en la defi-nición de los estados naciona-les, la relación entre los pro-cesos de globalización y lasculturas nacionales, como enla relación entre soberanía eidentidades nacionales9”.

El concepto de nación comocomunidad política imagina-da, inherentemente limitada,donde el Estado simboliza ygarantiza la soberanía, debeser interpretado nuevamentea la luz de la posibilidad deque los ciudadanos que ra-dican fuera de su país man-tengan su nacionalidad. Estoanuncia nuevas condicionesde definición social y culturalde la nación que rebasan lasfronteras del territorio, de lamisma manera en que posi-ciones multiculturalistas re-claman los derechos de ads-cripción étnica y de recono-cimiento de la multiplicidadde naciones que habitan ennuestro territorio. Estos dere-

chos incluyen derechos polí-ticos, ciudadanía, derechosde propiedad y derechos a lasprácticas sociales y cultura-les que dan sentido de perte-nencia. Así, estamos ante lagestación de nuevas normati-vidades que inciden en lasrelaciones sociales y que re-conocen como relativo a laidentidad nacional, muchomás que una comunidad delengua y de territorio, pero almismo tiempo, están comen-zando a convivir con proce-sos que incorporan la existen-cia de comunidades extrana-cionales, que están unidaspor afectos, intereses, modas,religiones y otros valores quecomienzan a interferirse unoscon otros, pero que conviven,en apariencia pacíficamenteen el ciberespacio.

Por otro lado, pese a que entérminos generales los Esta-dos-nación lograron confor-mar comunidades nacionalesimaginadas, no han podidoborrar antiguas contradiccio-nes presentes en nuestra di-versidad cultural. Desde esepunto de vista, tenemos quereconocer que, inherente a laconformación del nuevo Esta-do, y si es que dicha figuraquiere sobrevivir y ser políti-ca, económica y socialmentefuncional durante el próximomilenio, tendrá que recono-cer que a su interior partici-pen diversos proyectos denación que incidan en la defi-nición de los sentidos colec-tivos diversos. Sólo en esostérminos seguirá siendo elEstado una figura que puedaser acequible para las exigen-cias de convivencia y reen-

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cuentro que todos necesita-mos tan desesperadamente.

Ahora bien, ¿cómo aceptarque los antiguos esquemas deidentificación propia se handesvanecido? ¿cómo recono-cer que ya no somos un gru-po étnico, lingüístico, religio-so o cultural único sino queexisten otros? ¿cómo enten-der que la integración y laconvivencia dependen delreconocimiento de los dere-chos y libertades ineludiblesde los demás? ¿cómo enten-der que el territorio físico esuno, pero que las posibilida-des de expresión nacional ycultural han trascendido, fi-nalmente, nuestra corpo-reidad, nuestras limitacionesfísicas y temporales?

El historiador Luis Gonzálezse ha referido al concepto dematria en contraposición apatria no para declarar la tie-rra o el territorio que nos die-ron nuestros padres o nues-tros ancestros, sino para de-nominar a nuestros orígenes,a lo que verdaderamente nosune. El concepto de patria,asociado a la herencia de unpueblo, se refiere a los recur-sos con los que éste cuentapara subsistir como identi-dad única, reconocible ydistinguible a la luz de todos.Sin embargo, hoy en día nohay más una unidad étnica ycultural en una poblaciónhomogénea dentro de un te-rritorio concreto y con unEstado propio. Tenemos unaPatria, entendida como el le-gado de nuestros antepasa-dos, que se desmorona bajonuestros pies; más que nun-

ca situada en la ambigüedadentre lo comprensible y lo in-asequible.

“La patria es el espacio dondese pueden depositar los senti-mientos más profundos; emo-ciones que, si bien son cons-truidas socialmente por la cla-se de amor que la sociedad na-cional ha producido hacia suimagen íntima”10.

Paradójicamente, en un mun-do tendiente cada vez más ala globalización, donde seasume que los Estados-na-ción son obsoletos, siguenpresentándose casos en quelos individuos deliberada-mente acentúan sus diferen-cias, reelaboran y resignificancontinuamente sus identida-des, y remarcan su sentimien-to de pertenencia a una co-munidad. La nación siguesiendo un referente crucial enel complicado proceso deconstrucción de la identidad,pero en opinión de la autora,más lo es la Patria que permi-te interiorizar las maneras desentir, actuar y de pensar, in-terpretar y reconocer los he-chos y acontecimientos, y fi-nalmente dotar de significadoa las acciones humanas. Si noes la Patria, ¿dónde estaráentonces la matria? ¿Dóndeestará el origen de tantas ytantas comunidades imagina-das virtuales a las que losinternautas se asocian bus-cando un resquicio de suidentidad perdida?

No es en balde entonces, quefrente a todas estas comple-jidades, frente a todas estasparadojas, nos encontremos,

asomados a una realidad antela que nos encontramos conausencia de metodologíasexplícitas que nos permitanuna discusión razonada dealternativas analíticas paraabordar la investigación so-bre las identidades.

La manera de ver la globa-lidad o la cibercultura, de lamisma forma que la manerade ver las identidades, ha idovariando y variará depen-diendo de quiénes queremosser, cómo nos asumimos, ycómo entendemos la presen-cia del otro, ya sea dentro deun territorio, de una nación,de una globalidad o de un es-pacio virtual. Todo dependela perspectiva epistemológi-ca de cada uno y del proyec-to político-económico en tur-no. El problema es que cadacual mira desde su propiaperspectiva, asumiendo quepuede penetrar en las clavesmíticas de nuestras identida-des, apropiarse del presentey reconocerse como el verda-dero depositario de la histo-ria. Y es que:

“Reflexionar sobre la identi-dad propia es sin duda la másfilosófica de las preguntas quenos podemos hacer. Ese quiénsoy y para qué soy que inau-gura toda inquisición sobre elhombre en general o sobrecualquier tipo histórico parti-cular de hombres, no es asun-to menor, y debe encararse conel más alto grado de honesti-dad intelectual posible, …”11.

Por lo tanto, en un ejerciciomayor de intelectualidad yconciencia, tenemos que

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oaprender a mirar desde laperspectiva del otro y recono-cer que:

“En la época de la globa-lización todas las culturas, es-pecialmente las dominantes,irrumpen en nuestros hogaresa través de los medios de co-municación. (… )[ que] en to-dos los puntos del orbe, cadaser humano se enfrenta a cos-tumbres, tradiciones y concep-ciones ajenas a la propia [locual] impacta directamente enla toma de conciencia de nues-tras diferencias, o sea de nues-tra identidad. (…) En esta épo-ca podemos tener varias iden-tidades en función de variosámbitos socio-culturales; todohombre o mujer es, al mismotiempo, miembro de una fami-lia, de una colonia, de una ciu-dad, de un estado, de un país,de una región, y ciudadano delmundo. (…) Se es gracias algrupo al cual se pertenece;éste es el sentido de la vida,tanto en el ser como en el que-hacer; por ello la identidad sedetermina a partir de gruposétnicos, idiomas, religión,ideología y creencias; en unapalabra, de valores comparti-dos. (…) No decidimos pornosotros mismos quiénes so-mos, lo hacemos a través dela interacción social, de la lu-cha y del reconocimiento denuestra existencia por parte delos otros”12.

Somos el resultado de colap-sos políticos, y al mismo tiem-po de reacciones de defensa,de revancha, de pactos eco-nómicos, de ajustes de cuen-tas históricos, de la toma deconciencia de los pueblos, de

una vivencia específica,articulándose en actores so-ciales concretos que llevan asus prácticas cotidianas lasdistintas apropiaciones de locultural y los diferentes sen-tidos de lo que es ser ciuda-dano de un espacio físico ovirtual hoy a fin de siglo y demilenio. La identidad culturales ambas cosas y muchasmás.

Después de trabajar con es-tos conceptos, y mirar a lacomunicación y a la globa-lidad desde la perspectiva dela identidad personal y de lasidentidades colectivas y cul-turales, uno se queda con laimpresión, de que la identi-dad es como aquellos calei-doscopios con los que jugá-bamos cuando éramos niños:contienen elementos básicosconstitutivos, pero conformeuno los juega, conforme en-tran en contacto con uno ycon sus aspiraciones de vida,cambian de forma desplegan-do una variedad de facetasmulticolores. Lo mejor detodo es que, como en elcaleidoscopio, el juego nuncatermina, sino que se transfor-ma en arte y la identidad serevela única, cambiante, sor-prendente y maravillosa cadavez que la intentamos apre-ciar.

Esto último es quizás y comode costumbre, lo más rico dela reflexión, porque es ahí don-de precisamente el investiga-dor teórico, el intelectual, secompromete con su tarea devida. Es el momento en don-de se compromete la subjeti-vidad con la construcción de

quiénes son y de su identi-dad. Y así llegamos a pregun-tarnos si realmente somos loque sentimos o mejor dicho,si lo que decimos que senti-mos es congruente con la for-ma como actuamos.

Y como para muestra bastaun botón, y hacer simple locomplejo implica después detodo complejizar lo simple,habría que recordar la sen-tencia de Daniel Manrique:

“Para ser universales, prime-ro se debe ser locales. El ARTEes la base esencial de conoci-miento para los humanos.CULTURA es saber todo lo quees “necesario” para el vivirhumano, pero saberlo hacercon nuestras propias manos. ElARTE es lo único que nos dadignidad de humanos a todala humanidad. Tener IDENTI-DAD es tener dignidad en lasrelaciones humanas”13.

Para terminar establecería-mos lo siguiente, por supues-to que existen nuevas formasde ver a las identidades des-de las culturas tecnológicas,y desde luego que el objetivoes lograr los encuentros queno los desencuentros que nospermitan un mundo de con-vivencia y de supervivenciafutura, sin embargo, el proble-ma de las identidades revistenumerosas facetas: puedeconstituirse en un problemateórico, político y cultural,del cual forma parte de unentramado conceptual queincluye al Estado, la nación,la diversidad cultural, los na-cionalismos, la globalidad; obien, puede formar parte de

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lo social, con nuestra voluntadde convivir, de los encuentrosy los desencuen-tros, deaprender de los demás, por-que finalmente lo que está enjuego es nuevamente la capa-cidad de adaptación, la convi-vencia pacífica, la conserva-ción de la raza humana y delmedio ambiente, la posibili-dad de seguir viviendo parahacer la historia.

1. Raúl Béjar y Héctor Rosa-

les (Coordinadores). “La

identidad nacional mexicana

como problema político y cul-

tural”. Colección Umbrales de

México. Cultura y Sociedad. Siglo XXI

Editores, Universidad Nacional Autó-

noma de México, Centro de Investi-

gaciones Multidisciplinarias en Cien-

cias y Humanidades, México, 1999.

Contraportada.

2. Ana María Rivadeo. “La reinvención

democrática de la nación… Ese do-

lor” en: Raúl Béjar y Héctor Rosales

(Coordinadores). “La identidad nacio-

nal mexicana como problema políti-

co y cultural”. Colección Umbrales de

México. Cultura y Sociedad. Siglo XXI

Editores, Universidad Nacional Autó-

noma de México, Centro de Investi-

gaciones Multidisciplinarias en Cien-

cias y Humanidades, México, 1999,

pág. 165.

3. Ibid, pág. 184.

4. Ambrosio Velasco Gómez. “¿Qué

democracia para qué nación? Re-

flexiones desde la filosofía política.

en: Raúl Béjar y Héctor Rosales (Coor-

dinadores). “La identidad nacional

mexicana como problema político y

cultural”. Colección Umbrales de

México. Cultura y Sociedad. Siglo XXI

Editores, Universidad Nacional Autó-

noma de México, Centro de Investi-

gaciones Multidisciplinarias en Cien-

cias y Humanidades, México, 1999,

págs.212-213.

5. Fernando Pérez Correa. “Marco ju-

rídico para la convivencia pluricul-

tural y multiétnica en el Estado mexi-

cano contemporáneo”. en: Raúl Béjar

y Héctor Rosales (Coordinadores).

“La identidad nacional mexicana

como problema político y cultural”.

Colección Umbrales de México. Cul-

tura y Sociedad. Siglo XXI Editores,

Universidad Nacional Autónoma de

México, Centro de Investigaciones

Multidisciplinarias en Ciencias y Hu-

manidades, México, 1999, pág. 227.

6. Estela Serret. “Identidad de género

e identidad nacional en México”. en:

Raúl Béjar y Héctor Rosales (Coordi-

nadores). “La identidad nacional

mexicana como problema político y

cultural”. Colección Umbrales de

México. Cultura y Sociedad. Siglo XXI

Editores, Universidad Nacional Autó-

noma de México, Centro de Investi-

gaciones Multidisciplinarias en Cien-

cias y Humanidades, México, 1999,

pág.242.

7. Ibid. págs. 244-245.

8. José Manuel Valenzuela Arce. “Diás-

pora social y doble nacionalidad” en:

Raúl Béjar y Héctor Rosales (Coordi-

nadores). “La identidad nacional

mexicana como problema político y

cultural”. Colección Umbrales de

México. Cultura y Sociedad. Siglo XXI

Editores, Universidad Nacional Autó-

noma de México, Centro de Investi-

gaciones Multidisciplinarias en Cien-

cias y Humanidades, México, 1999,

pág. 276.

9. Ibid., pág. 277.

10. Tomado de Manuel Gutiérrez

Estévez. “El amor a la patria y a la tri-

bu. Las retóricas de la memoria incó-

moda”. Ponencia presentada en el

seminario El Malestar de la Memoria.

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citado por Dení Ramírez Lozada. “La

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