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Política y Sociedad, 2006, Vol. 43 Núm. 1: 81-103 81 Julio Aramberri Presentación Infancia y ciudadanía: El orden generacional del Estado de Bienestar 1 Childhood and Citizenship: The Generational Order of the Welfare State Helmut WINTERSBERGER Universidad de Viena. Austria [email protected] (traducción: Raquel Vélez Castro) Recibido: 17.11.05 Aprobado: 17.01.06 RESUMEN El concepto de ciudadanía de los niños en la sociedad moderna emerge a partir de dos grandes conquis- tas de finales del siglo XX: el desarrollo de un auténtico debate sociológico sobre la infancia (nuevos estudios sobre infancia) y la adopción y creciente implantación de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño. En este artículo se intenta combinar estos dos discursos alrededor del pro- blema de la justicia distributiva generacional. En la primera parte se señalan dos cambios por los que se ha configurado la infancia moderna: un cam- bio en el contrato generacional el cual, en el nivel del hogar, hace a los niños superfluos como valores para la seguridad en la vejez, y un cambio de la división generacional del trabajo referido generalmente a la escolarización de la infancia. Las otras tres partes se refieren a la justicia generacional (y sus disparidades). Este tema se aborda desde varios niveles: el semántico y teórico, el pragmático de los datos y las políticas, y también el metodoló- gico, que afecta a la medida de la pobreza infantil y a la distribución generacional de los recursos. Antes se realiza una llamada más general a extender el análisis del estado de bienestar en la dimensión genera- cional. A esto sigue una clarificación conceptual de la pobreza infantil absoluta, relativa y generacional, así como una breve revisión de las razones, riesgos y remedios de la pobreza infantil. La parte final está dedicada a la Convención, en particular a su definición de un estándar de vida decente para los niños. PALABRAS CLAVE: Infancia, Estado de Bienestar, justicia distributiva generacional, pobreza infantil, dere- chos de los niños. ABSTRACT The concept of children’s citizenship in modern society emerges from 2 major achievements of the late 20 th century: the development of an authentic sociological debate on childhood (new childhood studies) 1 Traducción del original en inglés: Mercedes Navarro y Lourdes Gaitán.

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Política y Sociedad, 2006, Vol. 43 Núm. 1: 81-103 81

Julio Aramberri Presentación

Infancia y ciudadanía: El ordengeneracional del Estado de Bienestar1

Childhood and Citizenship: The GenerationalOrder of the Welfare State

Helmut WINTERSBERGER

Universidad de Viena. [email protected]

(traducción: Raquel Vélez Castro)

Recibido: 17.11.05Aprobado: 17.01.06

RESUMEN

El concepto de ciudadanía de los niños en la sociedad moderna emerge a partir de dos grandes conquis-tas de finales del siglo XX: el desarrollo de un auténtico debate sociológico sobre la infancia (nuevosestudios sobre infancia) y la adopción y creciente implantación de la Convención de las Naciones Unidassobre los Derechos del Niño. En este artículo se intenta combinar estos dos discursos alrededor del pro-blema de la justicia distributiva generacional.En la primera parte se señalan dos cambios por los que se ha configurado la infancia moderna: un cam-bio en el contrato generacional el cual, en el nivel del hogar, hace a los niños superfluos como valorespara la seguridad en la vejez, y un cambio de la división generacional del trabajo referido generalmentea la escolarización de la infancia.Las otras tres partes se refieren a la justicia generacional (y sus disparidades). Este tema se aborda desdevarios niveles: el semántico y teórico, el pragmático de los datos y las políticas, y también el metodoló-gico, que afecta a la medida de la pobreza infantil y a la distribución generacional de los recursos. Antesse realiza una llamada más general a extender el análisis del estado de bienestar en la dimensión genera-cional. A esto sigue una clarificación conceptual de la pobreza infantil absoluta, relativa y generacional,así como una breve revisión de las razones, riesgos y remedios de la pobreza infantil. La parte final estádedicada a la Convención, en particular a su definición de un estándar de vida decente para los niños.

PALABRAS CLAVE: Infancia, Estado de Bienestar, justicia distributiva generacional, pobreza infantil, dere-chos de los niños.

ABSTRACT

The concept of children’s citizenship in modern society emerges from 2 major achievements of the late20th century: the development of an authentic sociological debate on childhood (new childhood studies)

1 Traducción del original en inglés: Mercedes Navarro y Lourdes Gaitán.

and the adoption and increasing implementation of the UN-Convention on the Rights of the Child. In thefollowing paper an attempt is being made to combine these two discourses around the problem of gene-rational distributive justice.

In the first section 2 shifts are being addressed by which modern childhood has been shaped: a change ofthe generation contract which, at the level of the household, made children redundant as assets for socialsecurity in old age, and a change of the generational division of labour usually referred to as scholarisa-tion of childhood.The other three sections are about generational justice (and disparities). This topic is dealt with at variouslevels: the semantic and theoretical level, the pragmatic level of facts figures and policies, but also themethodological level of measuring child poverty and the generational distribution of resources. Firstcomes a more general plea for enlarging welfare state analysis by the generational dimension. This isfollowed up by a conceptual clarification of absolute, relative and generational child poverty, as well asof a short review of reasons, risks and remedies with a view to child poverty. The final section is dedica-ted to the UN-Convention on the Rights of the Child, in particular its definition of a decent standard ofliving for children.

KEY WORDS: Childhood, welfare state, generational distributive justice, child poverty, childrens rights.

SUMARIO

1. Introducción. 2. Infancia y modernización: una perspectiva general. 3. Estados de bienestar y ordengeneracional. 4. Justicia y diferencias generacionales. 5. La Convención sobre los Derechos del Niño delas Naciones Unidas.

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1. INTRODUCCIÓN

«A los niños no les va bien entre nosotros.Los guardamos como un tesoro y los tiramos ala basura». Éste es el comienzo de un artículoescrito por John O’Neill (1997); y de hecho, lapercepción de la infancia en la teoría económicay política, al igual que en la práctica se caracte-riza por su ambivalencia. Mientras que por unlado a los niños se les ve como seres preciosos,por el otro se perciben como una carga para lospadres y la sociedad. Esta ambigüedad está rela-cionada con dos cambios socio-económicos ypolíticos interdependientes de las sociedadesoccidentales, que conciernen a la seguridad en lavejez y al contrato generacional por una parte yla división generacional del trabajo y la escola-rización de la infancia por otra.

Respecto a la evolución económica de lainfancia, distingo cinco o seis aspectos y/o esce-narios, que van desde el trabajo infantil tradicio-nal y pre-industrial hasta la formación de capitalhumano, niños como consumo duradero, comoconsumidores, y como productores post-indus-triales. Finalmente, organizando estos puntos enun orden cronológico y sintetizándolos demanera esquemática, concluyo la primera partecon el esbozo de una teoría económica de lainfancia.

Las otras tres partes del documento tratan dela justicia y las disparidades entre generaciones.Este tema se aborda desde distintos niveles: elsemántico y teórico, el pragmático de estadísti-cas y políticas, pero también el metodológico, através del cual se mide la pobreza infantil y ladistribución generacional de recursos. Abogopor un análisis exhaustivo del estado de bienes-tar desde una dimensión generacional. Sinembargo no hay que ver esta dimensión deforma aislada, sino contenida en otras dimensio-nes distributivas más establecidas, sobre todo ladistribución vertical tradicional entre clasessociales y/o ricos y pobres, o la distribuciónhorizontal entre familias en relación al númerode niños que dependen de ellas. Dando un pasomás hay que prestar atención al paradigma delos estudios de género. Aunque en principio laperspectiva feminista es tan adultista y paterna-lista como la corriente dominante, los estudiosde género pueden utilizarse como fuente de ins-piración y esclarecimiento para estudios infanti-les. Además, sin el movimiento de mujeres cues-tionando la fuerza del patriarcado, en absoluto

habrían tenido lugar las innovaciones relaciona-das con investigación y políticas de infancia.Sobre la base de una tipología de Estados deBienestar patriarcales basada en el género, desa-rrollada por la investigadora feminista Schunter-Kleemann, esbozaré algunas ideas que puedenconducir hacia una tipología generacional deEstados de Bienestar.

A este análisis más general le sigue una acla-ración conceptual de la pobreza infantil absolu-ta, relativa y generacional, tanto como una breverevisión de motivos, riesgos y remedios para lapobreza infantil. Una aplicación particular delconcepto de pobreza infantil relativa es la com-paración intergeneracional, es decir la compara-ción de niveles de pobreza entre niños y adultoso entre niños y mayores. En esta línea se puededemostrar que este tipo de análisis resulta afec-tado por las escalas de equivalencia y umbralesde pobreza aplicados. En la investigación socialya existen problemas de comparación (entre paí-ses, culturas, razas, sexos, monedas nacionales,etc.), y considero que también los hay para com-parar edades diferentes. Sin embargo, la conclu-sión no puede ser, para nada, evitar la compara-ción, sino discutir y resolver los problemas, enparticular aquellos relacionados con la compa-ración entre generaciones según niveles deingresos y tasas de pobreza, de un modo apro-piado. En la actualidad, la comparación genera-cional entre pobreza infantil y de mayores enpaíses económicamente desarrollados no ofreceuna visión clara. Mientras que estudios anterio-res indicaban una tendencia general desde lapobreza entre los mayores hacia la pobrezainfantil, los estudios más recientes son menosexplícitos en ese aspecto. Supongo que —comoconsecuencia de la modificación de la escala deequivalencias— la pobreza infantil, como serefleja en estudios más recientes, se subestimasistemáticamente. Por tanto, esta sección termi-na con una excursión metodológica hacia lasescalas de equivalencia y otros parámetros rele-vantes para medir la pobreza infantil.

La parte final está dedicada a la Convenciónsobre los Derechos del Niño de las NacionesUnidas, en particular a su definición de estándarde vida decente para los niños. Con la adopciónde la Convención sobre los Derechos del Niñode las Naciones Unidas en 1989, a los niños seles dio por primera vez el papel de sujetos lega-les, y el orden generacional existente se estácuestionando. En mi presentación voy a tratar

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principalmente de las tensiones y contradiccio-nes entre percepciones convencionales, realida-des de infancia existentes y orden generacionalpor una parte, y el reto de cambiar este ordencreado por la Convención sobre los Derechosdel Niño. Usaré también la Convención paraexplicar con mayor detalle las bases normativasy políticas de investigación en relación con elEstado de Bienestar económico y social de losniños. Doy por sentado, que recurrir a laConvención como el origen de las premisas nor-mativas que afectan a los problemas de los niñosno es arbitrario, sino sumamente legítimo, por-que todos los países la han suscrito. No voy aanalizar todo el texto, sino que me voy a limitarbásicamente a interpretar el artículo 27 de laConvención, que se refiere a un nivel de vidaadecuado para el niño.

La idea de Estado de Bienestar en sí, en par-ticular en un periodo de reestructuración, puedeno reducirse sólo a un mero esqueleto de regula-ciones sociales de seguridad, sino más bien serinterpretada como un proceso continuo de bús-queda del equilibrio entre individuos, familias,mercados y estados; entre esferas de produccióny consumo; entre capital y trabajo; entre dere-chos y responsabilidades de los ciudadanos. Asípues, tanto a la cuestión de la inclusión (o exclu-sión) de los niños, así como a la de la ambiva-lencia de la infancia en la sociedad moderna,hay que acercarse de un modo más comprensi-vo, intersectorial e interdisciplinar que compar-timentado.

2. INFANCIA Y MODERNIZACIÓN: UNAPERSPECTIVA GENERAL

En la introducción me he referido a cambiosrelativos al contrato generacional por una partey la división generacional por otra. El primercambio consiste básicamente en la sustituciónde los niños como recursos para una seguridadsocial en la vejez por sistemas públicos de pen-siones. En esta transformación parece haberdesaparecido un contrato de generación explíci-to. El otro, en relación a la división generacionaldel trabajo, está conectado con la escolarizaciónde los niños en particular. Sostengo que el tra-bajo infantil no sólo fue abolido por resultar unpeligro para la salud y el desarrollo de los niños,sino también porque en un determinado estadiodel capitalismo, resultó, en general, más prove-

choso explotar a niños indirectamente enviándo-los a escuelas que explotarlos directamente enfábricas. Mientras que estos avances contribuye-ron a mejorar el bienestar material de la mayoríade los niños en países económicamente avanza-dos, su impacto en la relativa posición de losniños en la sociedad en general y con miras a ladivisión generacional del trabajo tanto como a ladistribución de recursos era bastante negativa.Con la adopción de la Convención sobre losDerechos del Niño a los niños se les dio por pri-mera vez el papel de sujetos legales, y el ordengeneracional existente se está cuestionando.

EL CAMBIO DEL CONTRATO GENERACIONAL

En la sociedad tradicional la relevancia de losniños para el Estado de Bienestar era muy nota-ble. Los niños eran un activo que proporcionabaseguridad respecto a los múltiples riesgos de lavejez. En aquellos tiempos, había una reciproci-dad intergeneracional directa entre los costes ybeneficios de los niños a nivel de hogar y deeconomía familiar. Lo que quiere decir que lospadres invertían en los niños durante algunosaños, y se beneficiaban de ellos después encuanto a trabajo infantil tradicional y seguridaden la vejez.

En la sociedad moderna, —debido tanto a laescolarización como a la implantación de un sis-tema de pensiones público— se terminó estarelación de reciprocidad simple. La impresiónque se creó fue que —en la sociedad moderna—la seguridad en la vejez no dependía en absolutode la reproducción biológica y de la buenavoluntad de generaciones más jóvenes de cuidarde la generación de sus padres ancianos. En laexperiencia subjetiva de varias generaciones quevivieron el en siglo XX, después de la SegundaGuerra Mundial en concreto, la percepción gene-ral que prevaleció fue que el fundamento de losesquemas de la pensión nacional estaba y estádeterminado exclusivamente por regulacioneslegales que tienen que ver con contribuciones yderechos. Sólo últimamente se ha vuelto a des-cubrir el contrato generacional escondido, sub-yacente a los sistemas de pensiones. Es decir, lasrelaciones generacionales todavía se caracterizanpor algo de reciprocidad, sin embargo, no es unareciprocidad simple a nivel de familia, sino unaforma de reciprocidad extendida a nivel de socie-dad, como se sugiere más abajo. Mientras que las

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inversiones en los niños son todavía responsabi-lidad predominante de los padres, en gran medi-da los beneficios de los niños se han socializado.Este cambio provocó también un problema dejusticia distributiva: la distribución de los costesa los niños entre familias y sociedad.

Admito que el reconocimiento del fundamen-to generacional (y de género) de los sistemas depensiones no había desaparecido completamen-te, pero estaba restringida a un pequeño númerode expertos en ciencias económicas y políticas,como por ejemplo Samuelson. Solo reciente-mente, en relación a la crisis fiscal del Estado deBienestar y a los problemas financieros del segu-ro de pensiones, este contrato generacional se haconvertido en parte de los discursos públicos.

LOS NIÑOS Y LA DIVISIÓN GENERACIO-NAL DEL TRABAJO

Desde una perspectiva socio-histórica, elpunto de partida es el trabajo infantil tradicionalen el despertar de la modernización. La produc-ción económica en esa época estaba principal-mente determinada sólo por dos factores, asaber tierra y trabajo, y ya entonces apareció porprimera vez en los escritos malthusianos undilema económico concerniente a los niños: uncírculo vicioso de aumento de niveles de fecun-didad inducidos por la demanda tradicional detrabajo que —en relación con una más o menosconstante área de tierra de cultivo— conduciríaa una superpoblación y a constantes hambrunas.A la larga, las predicciones de Malthus no sehicieron realidad, porque él consideraba el tra-bajo humano sólo en su dimensión cuantitativa,pero no cualitativa, y algunos de los supuestosde su teoría se vinieron abajo con la moderniza-ción en sí misma.

La primera gran transformación ocurrió conla temprana industrialización: la subsunción for-mal del trabajo infantil bajo el capital. Los prin-cipales resultados negativos de esta transforma-ción, como el trabajo infantil en las fábricas,fueron bien descritos por Marx, y usados por elMovimiento obrero como el ejemplo más clarode la naturaleza inhumana, explotadora y, endefinitiva, insostenible del propio capitalismo.

Sin embargo, no sólo la crítica humanista ysocialista del temprano trabajo infantil indus-trial, sino también las necesidades del capitalis-mo mismo provocaron otra transformación: sub-

sunción real del trabajo infantil bajo el capital,al que se refiere la mayoría de las veces comoescolarización de la infancia. ¿Por qué introdu-cir un nuevo concepto para un fenómeno tanbien conocido? En primer lugar, el concepto desubsunción real del trabajo infantil bajo el capi-tal subraya la continuidad del trabajo infantil,incluso si se realiza en un contexto completa-mente diferente, a saber escuela, y, en segundolugar, porque este concepto resulta útil paracuestionar también la ideología eufemística dela escolarización.

Aunque la escuela —o la formación de capi-tal humano— como resultado de la transforma-ción citada determina más que nunca anterior-mente la vida diaria de los niños de hoy, éste nohabría de ser el último paso; otros lo siguieron ycontinúan todavía. El proceso de sacralizaciónde la infancia marca la transformación de losniños de capital a bienes de consumo, como yasugirieron los tempranos escritos de Becker(1976) sobre fecundidad y economías familia-res, y más recientemente, los de Zelizer (1994).La aparición de los niños como nuevos consu-midores activos y bastante autónomos, una teo-ría desarrollada y apoyada empíricamente porHengst (1996) ha sido hasta ahora el últimocambio. Sin embargo, con el uso de algo de ima-ginación social podemos predecir otro: la vueltade los niños al mundo de la producción en lasociedad de la información.

LA EVOLUCIÓN ECONÓMICA DE LAINFANCIA

En la siguiente representación de seis escena-rios económicos de la evolución de la infancia,introduzco dos dimensiones: subjetividad/obje-tividad y la localización predominantementeeconómica de los niños en esferas de produc-ción o consumo, respectivamente. En la explica-ción ulterior de esta tipología, se presentaránseis escenarios económicos de infancia en ordencronológico. Doy por sentado que en realidadtenemos que permitirnos distanciamientos delmodelo y admitir la co-existencia de diferentesescenarios en diferentes lugares o tiempos.

1) Trabajo infantil tradicional

En la era pre-industrial la infancia está princi-palmente determinada por el trabajo agrícola y

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doméstico. Los niños viven y trabajan junto conlos adultos en la economía familiar. Los costes ylos beneficios de los niños están equilibrados enel seno de la economía familiar o doméstica. Elaprendizaje se lo facilitan en el trabajo. En gene-ral, a los niños no se los separa de los adultos,sino que están integrados en la comunidad.

2) Trabajo infantil industrial

En la primera era industrial un número cre-ciente de niños está involucrado en el trabajoindustrial; el trabajo infantil no se aplica a laeconomía doméstica, sino que se vende a unaempresa. Existe todavía la unidad de aprendiza-je y práctica, sin embargo, emergen mundos devida separados (trabajo, familia, etc.). La divi-sión generacional del trabajo es todavía sincró-nica; tanto los niños como los adultos trabajan.Los costes y beneficios de los niños están equi-librados en parte a nivel familiar, el valor de losexcedentes del trabajo infantil los recoge sinembargo el capitalista (subsunción formal deltrabajo infantil bajo el capital).

3) Los niños como capital humano

En el esquema anterior la transición de laexplotación del trabajo infantil en la primeraetapa de industrialización a la escolarización dela infancia está representada por el paso de lacelda superior a la inferior en el área de laizquierda. Sobre la base del progreso tecnológi-co, el crecimiento de los niveles de producciónya no se deriva de la ampliación de horas de tra-bajo ni de la prematura explotación de trabaja-dores infantiles, sino más bien del uso más efi-caz de trabajadores (masculinos) adultos mejorpreparados. La división generacional del trabajo

se caracteriza por la secuencia de la educación,el trabajo remunerado y la pensión (división dia-crónica del trabajo). Emergen tensiones en rela-ción al contrato generacional, tanto entre familiay sociedad como entre el Estado (que represen-ta intereses macroeconómicos) y las empresas(que representan intereses microeconómicos).En consecuencia, se introducen limitaciones encuanto a trabajo infantil y educación obligatoria.Desde una perspectiva microeconómica, estoconlleva la exclusión de los niños del sistemaproductivo. Desde el nivel macroeconómico, sepuede interpretar de dos maneras: integraciónde los niños de una manera eficaz en el procesode producción (subsunción real del trabajoinfantil en el capital) o transformación de losniños de trabajadores productivos a bienes decapital producidos (capital humano).

4) Niños como bienes de consumo duraderos

El recorrido desde la parte inferior de laizquierda al área de la derecha del esquemamarca la transformación de los niños de capitala bienes de consumo, descrita por Zelizer (1994)como sacralización de la infancia. Puesto quelos niños se van haciendo materialmente inútilespara los padres, la generación de beneficioscambia de una dimensión material a otra inma-terial, emocional o sentimental. A estas alturas,los niños, ni han nacido como recurso para laseguridad de sus padres en la vejez ni para supropio interés, sino para el interés de la propiarealización de sus padres. Como contexto pre-dominante para criar a los niños, en estemomento emerge el núcleo familiar burgués,con su distribución tradicional de roles de géne-ro, como forma familiar dominante. La revolu-ción sexual posterior, en concreto la separaciónentre sexualidad y reproducción biológica, por

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Cuadro 1. Evolución económica de la infancia.

una parte refuerza la tendencia hacia sentimen-talizar a los niños (como productos de decisio-nes libres), por otra, como bienes de consumo,los niños se encontrarán en una posición decompetencia creciente frente a otros bienes deconsumo (televisión, coches, turismo, animalesde compañía, etc.).

5) Los niños como nuevos consumidores

La transición de la posición más baja a la másalta de la derecha del cuadro comentado, señalala emancipación de los niños como consumido-res activos. Al lado de un proyecto para losniños, orientado al futuro, a lo que los niños lle-garán a ser, adultista, evolutivo y de socializa-ción, emerge un proyecto alternativo de niñosque se centra en el presente y está orientadohacia el bienestar y la autonomía de los mismos.«Para decirlo en pocas palabras, la relevancia deeste proyecto está basada en la generación yconfirmación de espacios para jugar y aprenderdiluidos pedagógicamente. Las diferentes ener-gías de ambos conceptos de la cultura de losniños están continuamente controlados por elmercado que (buscando el beneficio) refuerza elque sea dominante, busca nuevos equilibrios ylos transforma en diferentes segmentos de mer-cado competentes» (Hengst, 1996). La media-ción entre niños y un sistema comercial sinespacios pero omnipresente a través de losmedios de comunicación crea buenas condicio-nes para reforzar el proyecto de niños como con-sumidores autónomos. Sin embargo, desde unpunto de vista económico y socio-cultural, es unproyecto ambivalente: por una parte se puedeinterpretar como una ingeniosa alternativa alproyecto de la sociedad adulta burguesa orienta-do a la socialización, por otra parte desde unaperspectiva crítica, la entrada del sistemacomercial en el mundo infantil constituye tam-bién un mayor riesgo.

6) Los niños como productores post-modernos

De un modo provisional y preliminar veo losrasgos de otra transición que nos lleva de vueltaal punto de partida: niños como productores.Este paso podría sin embargo presuponer unaredefinición del trabajo —incluidos el trabajo y

las actividades de los niños— así como unaaproximación positiva al trabajo infantil.

3. ESTADOS DE BIENESTAR Y ORDENGENERACIONAL

El Informe Social Europeo, referido a laEuropa de los 15 países, introduce una tipologíade cuatro paradigmas de Estados de Bienestar:el nórdico, el anglosajón, el centroeuropeo y elsur europeo. Esta tipología geopolítica está engran medida basada en otra, que fue desarrolla-da por Esping-Andersen, quien distingue entreel modelo nórdico basado en la ciudadanía, elbismarckiano centrado empleo, y el Estado deBienestar residual anglosajón. Mientras que unatipología enfatiza la distribución geográfica, laotra se dirige más hacia un orden y una lógicapolítica, y de esta manera relaciona Estados deBienestar con las principales ideologías de lasmodernas sociedades occidentales, a saberdemocracia social, conservadurismo y liberalis-mo. En la parte siguiente, prefiero referirme a latipología de Esping-Andersen.

Generalmente la realidad de los Estados deBienestar no corresponde al ideal de ninguno delos paradigmas, pero está bastante bien reflejadaen una mezcla de diferentes modelos y políticasde bienestar, determinada por similitudes y/odiferencias en historia, cultura, tradición, tantocomo por constelaciones socio-económicas ypolíticas. Un análisis minucioso permitiría pro-bablemente identificar elecciones cruciales queconciernen las regulaciones de los Estados deBienestar en sus contextos respectivos, socio-económicos, políticos y culturales de diferentespaíses y regiones dentro y fuera de Europa. Latipología usada en el Informe Social Europeo sepuede ver como el resultado de un ejercicio deeste tipo.

Los diferentes ejemplos de Estados de Bienes-tar están de alguna manera modelados por dife-rentes equilibrios entre eficacia económica yjusticia social. Sólo en la primera etapa deindustrialización, esta relación parecía ser anta-gónica. A partir, a lo más tardar, de la revoluciónde fordista, quedó claro que no puede haber pro-ducción masiva sin consumo masivo, por tanto,los niveles de ingresos razonables y la justiciasocial son requisitos previos de un sistema pro-ductivo eficaz y floreciente. Sin embargo, haytodavía espacio para alternativas entre diferentes

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modelos de Estado de Bienestar, y la naturalezade estas alternativas revela también diferentescreencias respecto a un justo equilibrio entreeficacia económica y justicia social. En elmodelo social-demócrata, justicia social signifi-ca más o menos equidad social. En el Estado deBienestar conservador, la integración en el mer-cado laboral y la seguridad social constituyenprincipios destacados; los beneficios para laspersonas que no están integradas en el mercadolaboral derivan principalmente empleos anterio-res o de la situación de empleo de los familiares.En cambio, el modelo residual liberal es elmenos intervencionista; las desigualdadessociales se aceptan con tal de que se alcancenunos niveles mínimos; sólo en el momento enque las personas o las familias caen por debajode este mínimo, consiguen una ayuda de lasociedad. No obstante, la eficacia económica,también, es una característica común a los tresmodelos, y la experiencia de los países nórdicosdemuestra que es posible combinar eficacia eco-nómica con niveles altos de justicia social eigualdad.

Una tercera cuestión concierne a la mismanaturaleza de la tipología: ¿se trata de una esca-la simbólica u ordinal? Desde un punto de vistacronológico, el modelo de Bismarck surgiócomo respuesta al sistema clásico, mientras quela propuesta nórdica se desarrolló algunas déca-das después como modelo claramente diferen-ciador del alemán. Ésta podría ser la naturalezaordinal de la tipología. Personalmente, estoyconvencido, que de cara a problemas socialesactuales (y futuros), la relación entre distintosmodelos de Estado de Bienestar es la de la esca-la ordinal, con el modelo basado en la ciudada-nía nórdica como el superior, seguido delmodelo alemán centrado en el empleo, y elmodelo residual anglosajón. Sin embargo, soytambién consciente de que esta aserción impli-ca juicios de valor y puede conducir a disputasideológicas.

De cualquier modo, la clave para nosotros noes la superioridad de uno u otro modelo, sinoque sería más pertinente que buscásemos indi-cios de la Convención de Derechos del Niño enlos diferentes modelos de Estados de Bienestar.¿Cómo se muestran de abiertos de cara al bien-estar y a la ciudadanía de los niños? Antes dehacer un análisis más exhaustivo de ello, inten-taré, sin embargo, dar una visión general de lasdiferentes dimensiones de justicia distributiva,

que pueden interferir en mayor o menor medidacon la dimensión generacional.

DIMENSIONES DE JUSTICIA DISTRIBUTIVA

La dimensión generacional afecta en princi-pio a la edad, pero al igual que en el caso delsexo y el género, tendríamos que distinguir entreedad biológica y social como orden generacio-nal de la sociedad. Mientras que la edad bioló-gica, de un modo simple, se puede definir a par-tir de la fecha de nacimiento, el significadosocial de tener, por ejemplo, 17 años, varíanacional y culturalmente, así como en los dife-rentes periodos de la historia.

La dimensión generacional no está aislada,sino comprendida en dimensiones distributivasen cierto modo ya más admitidas. En primerlugar está la distribución vertical tradicionalentre clases sociales y/o ricos y pobres. En granmedida la pobreza infantil generacional en tér-minos tanto absolutos como relativos estáinfluenciada por esta dimensión. En líneasgenerales los niveles de pobreza infantil estáncorrelacionados positivamente con la pobrezaen general. Cuanto más igualitaria sea unasociedad en lo relativo a clases sociales, estrati-ficación, zonas geográficas, áreas urbanas/rura-les etc., menores serán los niveles de pobrezainfantil.

En segundo lugar tenemos la dimensión hori-zontal, que diferencia los hogares de acuerdocon el número de niños dependientes. En laactualidad, todos los países económicamentedesarrollados tienen algún tipo de paquete deayudas dirigidas a las familias con niños, queconsiste en una combinación prestaciones direc-tas (universales o basadas en la comprobaciónde medios), reducciones de impuestos (subven-ciones o créditos), permisos de maternidad ysubvenciones para cuidado de niños, guarderíasgratuitas o subvencionadas, viviendas subven-cionadas para familias, etc. De nuevo encontra-mos una estrecha conexión entre la distribucióngeneracional y la horizontal: cuanto más gene-rosos son estos programas, menores son losniveles de pobreza infantil generacional.

A estas dos dimensiones clave que conformanen mayor medida la distribución generacional derecursos monetarios en la sociedad moderna,hay que añadir otras relevantes: distribución degénero, distribución de generaciones en sentido

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«cohortes», distribución a lo largo del ciclovital, y por último, pero no menos importante, ladistribución interna entre niños y adultos en lafamilia, así como la distribución global entrepaíses económicamente desarrollados y los delTercer Mundo. Aunque la última dimensiónmencionada no es el objetivo de este documen-to, es —en relación a la distribución infantil poruna parte y a la distribución de recursos mate-riales entre el norte y el sur por otra— la dimen-sión más relevante a la hora de acercarse a lapobreza infantil como un fenómeno global ycomo un problema.

En algunos países hay acusadas diferenciasentre partidos y organizaciones sociales en loque respecta a las prioridades políticas: algunosdan prioridad a que los programas tradicionalesde pobreza aborden las rupturas verticales, otrospromueven paquetes de ayudas para sobrellevarla pobreza infantil; algunos dan prioridad a laspolíticas de familia, otros a políticas de mujeres.Pero ni los programas verticales pueden reem-plazar a los horizontales ni viceversa. La cues-tión crucial es la de encontrar una mezcla dedimensiones de redistribución verticales, hori-zontales u otras. La dimensión generacional esdistinta de las anteriores, pero interactúa más omenos con todas ellas. Como dimensión adicio-nal, por un lado complica la tarea de encontraruna mezcla equilibrada de políticas, y por otropuede contribuir a resolver los conflictos exis-tentes en políticas sociales, de familia y demujeres, al introducir una nueva perspectiva.

RUPTURAS DE CLASE Y DIMENSIÓN GENE-RACIONAL

En el contexto de análisis del Estado de Bienes-tar, tradicionalmente se presta mayor atención alas diferencias entre pobres y ricos, análisis queen gran medida coincide con el de clase social.Así pues no es sorprendente, que cuando elnuevo paradigma de estudios sobre los niñosintrodujo a la infancia como elemento de laestructura social de cualquier sociedad, surgie-ron algunas disonancias entre científicos socia-les (clásicos y marxistas) interesados en estruc-tura y clase social. «No es posible tratar a losniños como grupo homogéneo. Los niños, juntocon sus padres, pertenecen a clases socialesdiferentes, y carece de significado constituir lainfancia como categoría social o niños como

grupo de población en sí». Éste y otros argu-mentos similares se usaron a menudo en contradel nuevo paradigma.

Sin embargo, esto no sucedía por primera vezen el contexto de los estudios sobre infancia.Había ocurrido ya hace muchos años en relacióna estudios sobre mujeres, y el movimiento demujeres ya había demostrado que era posiblesuperar una resistencia tan importante. Lasfeministas han señalado, que la corriente depensamiento dominante era básicamente andro-céntrica, orientada hacía el trabajador masculinocomo modelo. La discriminación de las mujeresen el mercado laboral así como en la esferadoméstica se ha ignorado, incluso ni se ha acep-tado, de un modo abierto u oculto.

Con respecto a Marx, cualquiera podría argu-mentar que —comparado con el de las muje-res— el grupo de los niños es muy visible en susescritos, en particular por la amplia relevanciaque da a las pobres condiciones de vida y traba-jo de los niños trabajadores. Esto es cierto, ytenemos que admitir el papel principal del mar-xismo y del movimiento obrero en la batallacontra la explotación infantil. Sin embargo, asi-mismo está claro que esta lucha no se ha lleva-do a cabo por el bien de los niños solamente,sino también para proteger al trabajador adultodel trabajo infantil barato. Además, el trabajoinfantil ha sido un ejemplo excelente para reve-lar la naturaleza inhumana del capitalismo tem-prano. Por último, en la literatura clásica mar-xista, se echa de menos una perspectivarealmente convincente sobre los niños y lainfancia en una sociedad socialista.

Puede haber alguna excepción, como la deKanitz, por ejemplo, quien no sólo criticó la vio-lencia, abandono y explotación en relación a losniños como clase trabajadora en el orden socialexistente y sugirió programas y medidas paramejorar su situación general y su bienestar, sinoque también trató del importante papel de losniños como agentes de cambio (culturales) en elproceso revolucionario. De todas formas, estasideas se han reducido sólo a un pequeño grupode investigadores, e históricamente se han limi-tado al breve periodo de la Viena Roja, los añosentre el declive del viejo régimen y el auge delfascismo en Austria; nunca llegaron a formarparte de la corriente dominante del pensamientomarxista.

Así pues, como en el caso de estudios demujeres, la relación entre literatura marxista y

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nuevos estudios sobre infancia es ambivalente.Por una parte, la visión marxista de la sociedadmoderna puede usarse como fuente de inspira-ción también para estudios de infancia, por otrolado, la infancia como categoría social está tras-cendiendo los límites de las clases sociales tra-dicionales dentro del análisis marxista, y portanto pueden darse tensiones y diferencias.

ESTADOS DE BIENESTAR PATRIARCALES:UNA TIPOLOGÍA BASADA EN EL GÉNERO

También la perspectiva feminista es, en prin-cipio, adultista y paternalista. Sin embargo, conrelación a los niños no es en absoluto irrelevan-te adoptar un enfoque androcéntrico o ginecén-trico. Dadas las diferencias entre hombres ymujeres, tanto en lo que se refiere a naturalezabiológica como a experiencia social, los niñoscuentan mucho más en la perspectiva centradaen la mujer que en la centrada en el hombre.Además, los estudios de género sirven para ilu-minar e inspirar de modo importante los estu-dios de infancia, lo que se refuerza también porla presencia de investigadoras en este camporelativamente nuevo. En tercer lugar, sin que elmovimiento de mujeres se cuestionara la fuerzadel patriarcado, las innovaciones relativas a lainvestigación y políticas sobre infancia posible-mente no habrían tenido lugar (Therborn 1996)

Habiendo empezado este capítulo con unatipología general de modelos de estado de bien-estar, seguiré ahora haciendo referencia a unatipología de estado de bienestar específica degénero elaborada por Schunter-Kleemann. Sumensaje básicamente es que los estados de bien-estar europeos todavía se caracterizan por unorden de género más o menos patriarcal, comose refleja en el mercado de trabajo, en el sistemade seguridad social, o en la esfera doméstica.

Para mostrar este orden patriarcal, y paraidentificar tanto similitudes como diferenciasentre países europeos, Schunter-Kleemann(1992,1997) plantea una serie de cuestionescomo: «¿Nos encontramos con una intenciónabierta u oculta de llevar a las mujeres a casa oes el objetivo de una medida promover la divi-sión igualitaria del trabajo entre los padres?¿Hasta qué punto las prestaciones familiarescompensan las pérdidas de ingresos y los costesde mantenimiento de la familia? ¿Cómo pode-mos caracterizar el perfil de género de las pres-

taciones familiares y de los sistemas de impues-tos? ¿Son neutrales, o están centrados en lamujer o en el hombre? ¿Los subsidios por hijoestán dominados por la intención de estimular latasa de natalidad o no? ¿Las prestaciones fami-liares se conceden solo a las formas matrimo-niales o también a los nuevos patrones de convi-vencia de los niños, por ejemplo, las familiasmonoparentales? ¿En qué medida contribuyenlas políticas de familia a la estabilización demodelos de estratificación social? ¿Qué tipo defamilias están apoyadas y cuáles no, por ejem-plo, las familias migrantes, están excluidas delas ayudas familiares?

Apoyándose en el análisis de estas cuestiones,Schunter-Kleemann muestra el orden de génerode los estados de bienestar europeos y, conside-rando tanto las similitudes como las diferenciasentre países, elabora la siguiente tipología:

Tipo 1: Patriarcado con apuntes de estructu-ras igualitarias de trabajo y de estruc-turas social - ejemplo Dinamarca

Tipo 2: Patriarcado centrado en la familia -ejemplo: Francia

Tipo 3: Patriarcado estabilizado por el matri-monio - ejemplo Alemania

Tipo 4: Patriarcado orientado hacia el merca-do - ejemplo Reino Unido

Tipo 5: Patriarcado con estructuras agrarias-eclesiásticas en transición al patriar-cado orientado hacia el mercado -ejemplo España

Tipo 6: Patriarcado socialista en transición alpatriarcado orientado hacia el merca-do - ejemplo: (antigua) Alemania delEste.

HACIA UNA TIPOLOGÍA GENERACIONALDE LOS ESTADOS DE BIENESTAR

En relación al orden generacional, todos losestados del bienestar son básicamente adultistasy paternalistas de múltiples formas. En primerlugar, los Estados de Bienestar son en granmedida «ciegos» hacia los niños en el sentido deque estos son simplemente olvidados e ignora-dos. En segundo lugar, cuando se les toma encuenta se hace de una forma paternalista, en elsentido de que son los padres y otros adultosquienes deciden lo que es bueno para los niños(su mejor interés). En tercer lugar, mientras queen las regulaciones de los Estados del Bienestar

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los adultos se consideran y tratan cada vez máscomo individuos, todavía prevalece familismoen la actitud hacia los niños. Y finalmente, laspolíticas sociales hacia los niños están clara-mente entre los apartados menos importantes delas políticas sociales.

Por otro lado, el tipo de Estado de Bienestarque se da en un país influye en el bienestar delos niños. La ventaja relativa del modelo nórdi-co tiene un indicador muy claro en la compara-ción de los niveles de pobreza, pero tambiéndesde un punto de vista teórico. ¿No es muchomás fácil combinar los nuevos derechos de lainfancia enmarcados en la Convención de laONU con las premisas lógicas del modelo nór-dico? En este caso extender la ciudadanía de losadultos hasta los niños no es un problema tanfundamental como en el caso del modelo con-servador de estado de bienestar en el cual la ciu-dadanía se deriva de la posición del individuo enel mercado de trabajo.

De todas formas, desde la perspectiva delorden generacional, la elección de un modelo debienestar social no puede ser la cuestión princi-pal. A pesar de algunas ventajas relativas dealgunos paradigmas específicos, ninguno deellos garantiza el trato a la infancia que corres-ponde a la letra y al espíritu de la Convención delos Derechos del Niño. Así pues, no tendríamosque concentrarnos tanto en las tipologías queexisten, sino volver a la categoría de edad paradistinguir el orden generacional de las socieda-des, los modelos adultistas paternalistas de losestados de bienestar, y también los signos espe-ranzadores centrados en el niño.

En esta línea, sería aconsejable aprender delmovimiento feminista. Las investigadoras femi-nistas introdujeron la dimensión de sexo pararevelar el orden de género de los Estados deBienestar patriarcales, mientras que nosotros,como investigadores sobre infancia, tenemosque hacer lo mismo respecto a la edad y a lageneración. Aprendiendo de las investigadorasfeministas, hay que tomar en cuenta las diferen-cias entre sexo y edad o entre género y genera-ción. Mientras que el rango de edad es un conti-nuum (de tiempo), el rango de sexo es el de unarelación binaria: la dicotomía de lo masculino ylo femenino. Mientras que la naturaleza de lasrelaciones de género a menudo se concibe comoun difícil equilibrio entre diversidad e igualdad,detrás de las relaciones generacionales se escon-de el concepto de desarrollo. Sin embargo, la

aceptación, válida en principio, de que los sereshumanos se desarrollan con la edad y establecenpor tanto equilibrios cambiantes entre autono-mía y dependencia se ha reducido, bajo el impe-rio adultista y paternalista que rige en la socie-dad moderna a otra dicotomía, que es la demadurez e inmadurez. De ahí que, aunque lasrelaciones de edad y las de sexo son de natura-leza diferente, tanto el género como las relacio-nes generacionales hacen uso de dicotomías,que están más abiertas a la discriminación, a lamarginalización y a la exclusión.

Como ya se ha mencionado, las perspectivasginecéntricas, aunque tienen una visión de losniños preferible generalmente al androcentris-mo, son, en principio, adultistas y paternalistastambién. Así pues, la perspectiva centrada en lamujer no puede reemplazar a la centrada en elniño. Aparecen ahí notables diferencias, porejemplo entre dar a luz y nacer, entre cuidar yque te cuiden, por no hablar del enorme desnivelentre percepciones y experiencias de madres yniños respectivamente en la etapa de la adoles-cencia. Todas estas diferencias y reservas se tie-nen que tener en mente, al utilizar tipologíasbasadas en el género o en la clase social.

Básicamente todos los países europeos estáncaracterizados por un orden generacional más omenos paternalista. Sin embargo, a primeravista, yo no dudaría en identificar como para-digma de «Estado de Bienestar paternalista ilus-trado» al de los países nórdicos, relativamentefavorable a los niños. En consecuencia se plan-tea lo siguiente: ¿Por qué los países nórdicos sonlíderes en cuanto a evitar las divisiones de clase,género y generación? Obviamente, tiene quehaber interdependencias entre las tres dimensio-nes, en el sentido de que una sociedad compro-metida con la justicia social va a favorecer mása mujeres y niños, y una sociedad que favorecea las mujeres va a estar más centrada en losniños.

Podría seguir con este ejercicio de reorientarla tipología de Schunter-Kleemann en una pers-pectiva centrada en los niños. Un Estado deBienestar adulto-paternalista orientado hacia elmercado podría ser otro ejemplo; y no resultaríatan difícil encontrar criterios para identificar larelevancia del mercado en la provisión de cuida-dos para los niños, el predominio del trabajosobre la vida familiar de los padres, el predomi-nio del mercado en cuestiones de educación ysocialización, etc.

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Sin embargo, podría cuidarme mucho al refe-rirme a las restantes naciones europeas en elestado actual de conocimiento e información.Para elaborar una tipología completa necesita-mos investigación empírica que resuelva estascuestiones, que ni siquiera se han identificado niformulado todavía. La noción de las 3 Ps quesirve para interpretar el contenido de laConvención sobre los derechos del Niño podríaproporcionar un punto de partida para identifi-car las preguntas pertinentes.

En relación a «protección» podemos pregun-tar: ¿a quién pertenece la infancia, a la familia,al Estado o a los propios niños? ¿la atenciónpública tiene como prioridad a los niños engeneral o sólo a aquellos que están en peligro?

En relación a «provisión»: ¿a quién dársela, alos padres, a las madres o a los niños? ¿cuál esel nivel de desinterés estructural de la sociedaden relación a los niños y a la distribución gene-racional de los recursos? ¿qué pasa con las pres-taciones sociales para los niños, tanto en térmi-nos de transferencias de dinero como deservicios sociales?

En relación a «participación»: ¿qué pasa conla ciudadanía de los niños, sus derechos políti-cos, civiles y sociales?

Lüscher y Lange han desarrollado una prime-ra tipología de políticas sociales de infancia, tra-zada desde los conceptos de «protección» y«participación». Otro punto de partida podríaser la distinción entre los niños como «sereshumanos» o como «futuros humanos» como enel proyecto de «Medir y guiar el bienestar de losniños» (Ben-Arieh et al. 2001). Mead definetres modos de relaciones adulto-niño, el modo«prefigurativo» (el flujo es de niños a adultos),el modo «cofigurativo» (el flujo es entre pares),y el «postfigurativo» (el flujo es de adultos aniños); también estos modos pueden servir paradiseñar una tipología de estados de bienestarcentrada en el niño.

En un nivel pragmático, como en el caso delos estudios feministas, habría que prestar aten-ción a las principales dimensiones estructuralesde la infancia, como la economía, la legislacióny las políticas, a los mundos en los que viven losniños, como la familia, la escuela o la guardería,así como a situaciones y experiencias específi-cas, como las de incapacidad, migración, ruptu-ra familiar, abuso y violencia.

4. JUSTICIA DISTRIBUTIVA Y DIFEREN-CIAS INTERGENERACIONALES

Volviendo a la distribución generacional derecursos materiales y pobreza infantil, tomo,como punto de partida, algunos hechos y datosde pobreza infantil recogidos y publicados aprincipios de los 90. Dos estudios sobre la dis-tribución generacional de los ingresos enDinamarca y Noruega (Jensen/Saporiti 1992)muestran que los niños están menos representa-dos entre las clases sociales con ingresos másaltos, mientras que están más representados enlas clases con ingresos más bajos: un indicadorclaro de la pobreza infantil relativa de estos dospaíses. No ha sido difícil encontrar evidenciasparecidas o peores para otros países europeos ono, y completar esos hallazgos con datos queconfirman la transición de la pobreza en la vejeza la pobreza infantil dentro de una generaciónsituada entre 1960 y finales de 1980 (Cornia1990). Otros datos han revelado conexionesestadísticas entre pobreza infantil y característi-cas socio-demográficas específicas de la fami-lia, p.e. raza, número de niños, familias demadre sola, familias con un solo ingreso.

Se podría demostrar también que la inversiónen políticas sociales, medida a través de la redis-tribución de ingresos, tiene un impacto en lapobreza infantil. Todo esto ha dado lugar a unaconclusión política casi obvia, a saber, hay unanecesidad de que el gobierno actúe sobre lapobreza infantil, estableciendo o aumentandoesquemas de ayudas por hijos, introduciendomedidas para conciliar trabajo y vida familiar,así como programas dirigidos a familias conmadres solas.

La literatura sobre pobreza infantil disponiblea finales de los 80 y principios de los 90 no eradel todo sistemática y comprensible, sin embar-go, prevalecía la impresión de una tendenciageneral y clara hacia la pauperización de lainfancia en sociedades económicamente avanza-das. Diez años después, hay datos disponibles depobreza infantil más sistemáticos y relativos adistintos países pero —como sucede habitual-mente en cualquier nuevo campo de investiga-ción— no hay ahora mayor claridad que hace 10años. Parece ser que el número de preguntasabiertas y de problemas crece a mayor velocidadque el de respuestas y soluciones. Esto se da enparticular en la comparación generacional de losíndices de pobreza.

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Esta confusión se debe a varias causas: con-ceptos teóricos diferentes, cuestiones metodoló-gicas que se refieren a las escalas de equivalen-cia en particular, así como la confusiónideológica en relación con una distribución justade recursos entre niños y adultos. En los aparta-dos siguientes, abordaré esta confusión identifi-cando algunos de los parámetros críticos usadosen la investigación sobre pobreza infantil, asícomo sus premisas e implicaciones. Para llevara cabo esta tarea cuento sólo con los datos yestudios existentes; en particular un informesobre «Pobreza infantil en naciones industriali-zadas», producido para UNICEF porBradbury/Jäntti (1999), un informe de UNI-CEF/Innocenti sobre «Pobreza infantil en paísesricos» (2000), y un informe de la ComisiónEuropea/Eurostat sobre «Situación social en laUnión Europea» (2001). Además me referiré aun nuevo informe de UNICEF/ Innocenti, titula-do «Pobreza infantil en países ricos 2005».

CONCEPTOS: POBREZA INFANTIL RELATI-VA Y ABSOLUTA

El estudio de Bradbury/Jäntti (1999), queincluye 25 países de Europa, y Norte América,así como Australia, Israel y Taiwán, está basadoen datos del Luxemburg Income Study (LIS).Los datos son en parte antiguos, pero la aproxi-mación es sistemática, desde un punto de vistaconceptual y metodológico, y por tanto de utili-dad para nuestro propósito. Al usar diferenteslíneas de pobreza introducen tres índices depobreza infantil:

iii. pobreza infantil relativa (por debajo del50% de la mediana general)

iii. desigualdad entre niños (por debajo del50% de la mediana de niños) y

iii. pobreza absoluta (por debajo de la líneade pobreza oficial de EEUU de 15,299$para una familia de cuatro miembros).

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Tabla 1. Índices de pobreza infantil.

Nota: Los niños son pobres si sus hogares tienen una renta disponible equivalente inferior al 50% de lamediana general de los niños o inferior a la línea oficial de pobreza de Estados Unidos. Los países estánordenados por la mediana general. Las correlaciones de rangos están situadas de modo equidistante entre lasdos columnas de rangos a las que se refieren.

Fuente Cálculo de los autores a partir de LIS. Bradbury/Jänti 1999, p. 18.

El primer índice de pobreza (i) refleja la dis-tribución de ingresos disponibles per cápita,vista desde una perspectiva de infancia; indicauna distribución bastante equitativa para los paí-ses nórdicos y centroeuropeos (del este y oeste)(índice de pobreza por debajo del 6,4) por unlado, y notables desigualdades (índices depobreza por encima de 26) para Rusia y EEUU.El tercer índice de pobreza infantil (iii) nos dicemás sobre el impacto de la posición económicade un país sobre el bienestar económico del niño(en términos de PIB per cápita), con índices depobreza que oscilan entre 1,1 para Luxemburgoy 98,0 para Rusia.

El segundo índice de pobreza infantil es, encambio, —según Bradbury/Jäntti—, una medi-da más problemática. «Para la mayor parte delos países, la pobreza infantil es un tercio menorsi la medimos en relación a la media del niño enlugar de a la del adulto. Esto es debido a que elingreso familiar equivalente del niño medio esalgo más bajo que el ingreso familiar equivalen-te de la persona media. Esta relatividad es sensi-ble a la escala de equivalencia, de modo que esteresultado en particular tiene un interés limitado»(Bradbury/Jäntti, pág. 19).

Sin embargo, también critico esta forma demedida por diferentes razones. Cuanto más con-centrados están los niños en familias de bajosingresos, más grande es la diferencia entre losíndices primero y segundo; de ahí que un segun-do índice de pobreza (ii) comparativamentemenor puede ser justo el resultado de mayoresdesigualdades generacionales entre niños yadultos. En otras palabras, si la población infan-til está sujeta a discriminación por el grupodominante de los adultos, ¿qué relevancia tienedarse cuenta de que los adultos practican estadiscriminación contra los niños de un modo máso menos igual?

El informe UNICEF/Innocenti (2000), queabarca una selección de países de la OCDE(Organización para la Cooperación y elDesarrollo Económico), también se basa en losdatos de LIS, y trata la pobreza absoluta y rela-tiva usando las mismas líneas de pobreza queBradbury/Jäntti (1999), esto es, 50% de losingresos medios o de la línea de pobreza oficialde EEUU respectivamente, pero aplica unaescala de equivalencias diferente. Una compara-ción entre los resultados de los dos estudiosmuestra similitudes si miramos a la posición delos países según los índices de pobreza tanto

relativa como absoluta. Por razones de compara-bilidad eliminamos los países que no estánrepresentados en ambos estudios. En el informede Innocenti los siete mejores países (Suecia,Noruega, Finlandia, Bélgica, Luxemburgo,Dinamarca, República Checa) son los mismosque en el estudio de Bradbury/Jäntti (RepúblicaCheca, Finlandia, Suecia, Noruega, Dinamarca,Bélgica, Luxemburgo); sin embargo podemosdarnos cuenta de que la República Checa ocupael séptimo lugar en uno y el primero en el otro.Además los siete peores países en el informeInnocenti (Estados Unidos, Italia, Gran Bretaña,Irlanda, Canadá, Polonia, Australia) son los mis-mos que los del informe de Bradbury/Jäntti.También en el nuevo informe UNICEF/

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Tabla 2. Pobreza infantil relativa.

Porcentaje de niños que viven por debajo del umbralde pobreza nacional

(Informe Unicef/Innocenti 2000, p. 4).

Innocenti (2005) los buenos y los malos paísescontinúan siendo más o menos los mismos: 5 delos que estaban entre los 7 mejores países apa-recen otra vez entre los 7 mejores (los otros 2están dentro de los 10 mejores) y en relación alos que presentan peores resultados la situaciónes similar.

Si hacemos un ejercicio análogo fijándonosen los índices de pobreza absolutos, los sietepaíses mejores son de nuevo los mismos en losdos estudios (Luxemburgo, Noruega,Dinamarca, Suecia, Finlandia, Bélgica, Canadáen el informe de Innocenti 2000), mientras queen el informe de Bradbury/Jäntti sonLuxemburgo, Finlandia, Noruega, Suecia,Dinamarca, Bélgica, Canadá), al igual que lossietes peores (Polonia, Hungría, RepúblicaCheca, España, Italia, Gran Bretaña, Irlanda, obien, Polonia, Hungría, República Checa,Irlanda, España, Italia, Gran Bretaña, respecti-vamente). Puesto que ambos estudios trabajan

con diferentes escalas de equivalencia, la posi-ción de los países parece de algún modo sólidaen relación a esta diferencia metodológica.

La pobreza infantil relativa refleja bastantesdiferencias entre niños, así como entre niños yadultos de un mismo país; no depende del des-arrollo económico general del mismo. En cam-bio la pobreza infantil absoluta sí. Países másricos en términos de PIB, son también paísescon niveles más bajos de pobreza infantil abso-luta, mientras que los países más pobres econó-micamente, son también los países con los nive-les más altos de pobreza infantil absoluta.

Sin embargo, hay también excepciones nota-bles: EEUU como el segundo país más ricomuestra un elevado nivel de pobreza infantil, ytambién la posición de Australia e Italia con res-pecto a la pobreza infantil absoluta es baja com-parada con su nivel de PIB. En cambioFinlandia, Dinamarca y Suecia, países cuyo PIBhabía disminuido durante la crisis económica,pasando de la posición alta a valores medios enla UE, a pesar de todo se mantuvieron con éxitoen las mejores posiciones en cuanto a pobrezainfantil absoluta. Estas «desviaciones» positivasy negativas se deben obviamente a un compro-miso político de un país o gobierno o bien a laresistencia en contra de la intervención políticaen la distribución de los ingresos.

Esta dimensión política se hace más visibleaún si ponemos nuestra atención en la relaciónentre desarrollo económico y pobreza (infantil)relativa. Además, no todos los países tienen unalínea oficial de pobreza, y es casi imposiblecomparar a escala internacional niveles depobreza basados en diferentes líneas de pobreza.Por esta razón, los estudios citados aquí, usancomo base común la línea de pobreza oficial deEEUU. En las siguientes partes, me voy a con-centrar solamente en pobreza infantil relativa.

RAZONES, RIESGOS, REMEDIOS

Las variaciones en pobreza infantil se puedenexplicar por variaciones demográficas (tipos defamilia) y económicas (la situación laboral delos padres). Generalmente se da el caso de quelos niños son más pobres si viven en familias deun solo progenitor o si hay muchos niños en lafamilia; y generalmente es más probable que losniños sean más pobres si viven en familias sintrabajo o con un solo ingreso.

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Tabla 3. Pobreza infantil absoluta.

Porcentaje

(Informe Unicef/Innocenti 2000, p. 7).

Como ya he dicho estas observaciones sonrelativamente estables en los países y metodoló-gicamente sólidas. Esto indica que los modelosdemográficos, así como las variaciones en losíndices de empleo son sin duda factores crucialesdeterminantes para que aflore la pobreza infantilen países económicamente desarrollados.

Con respecto a los indicadores demográficosde pobreza infantil, uno (familias con muchosniños) está perdiendo, el otro (familias depadres solos) está ganando importancia. Lasmedidas eficientes de control de la natalidadpermiten a las parejas determinar el número deniños. Esto ha llevado a una reducción notablede la fecundidad y de las tasas de natalidad, delnúmero de niños en las familias y también de lafrecuencia de familias numerosas en la socie-dad. (El impacto en la pobreza infantil global delas familias numerosas puede ser más significa-tivo de lo que se asume, porque al final no setrata del número de familias, sino de los niños alos que afecta, que es lo que cuenta. Ya que sedistingue a las familias según el criterio de«familias con muchos niños», que se interpretanormalmente como con «3 o más niños», paracalcular el número de niños implicados, hay quemultiplicar el número de familias por un factor>3). La vida en común implica también el ries-go del fracaso, y el creciente aumento y fre-cuencia de familias monoparentales es, en granmedida, reflejo de este riesgo.

Fijándonos en los tasas de empleo de lospadres podemos asumir que la situación de «noingresos» no es el resultado de decisión libre.Puede ocurrir en combinación con el fenómenomonoparental, o en el caso de una pareja, comoconsecuencia del desempleo. Con respecto alfenómeno de «un solo ingreso» existen opcionesreales, tanto para los padres individualmentecomo para la intervención política en el nivelcolectivo.

La tasa de empleo femenino es un buen pre-dictor de pobreza infantil pero no es una situa-ción ni necesaria ni suficiente. Si sólo nos inte-resa reducir la pobreza infantil, los paísesNórdicos son casos tan válidos como algunospaíses continentales. Mientras que los paísesnórdicos alcanzan este objetivo, con una políti-ca más «progresista» que mezcla un alto índicede empleo femenino con elevados gastos socia-les, los países continentales lo alcanzan con unapolítica más «conservadora» a pesar de índicesde empleo femenino bastante más modestos. Por

otro lado, el caso de EEUU demuestra que apesar del índice de empleo femenino, que estámuy por encima del 50%, es posible tener índi-ces muy altos de pobreza infantil. En conjuntovemos que algunos fenómenos que provocan lapobreza infantil se podrían evitar (a nivel indivi-dual o colectivo), otros no. Sin embargo, comoseñala Bradshaw, su impacto se puede atenuarcon políticas sociales, especialmente los siste-mas de impuestos y ayudas en metálico queexisten.

POBREZA INFANTIL GENERACIONAL

Una aplicación particular del concepto depobreza infantil relativa es la comparación inter-generacional, es decir, la comparación de nive-les de pobreza entre niños y adultos o entreniños y ancianos. En esta línea Bradbury/Jäntti(1999) demuestran que las escalas de equivalen-cia y los límites de pobreza son relativamentesólidas con vistas a la comparación entre países.Sin embargo, su informe es pobre en relación ala comparación entre generaciones, e incluyenvarias advertencias que tienen que ver con lasusceptibilidad de este tipo de análisis con res-pecto a la escala de equivalencia aplicada. «Lacomparación entre riesgos de pobreza infantil yde ancianos está sujeta a muchas modificacio-nes. Obviamente, por ejemplo, la relatividad dela equivalencia es muy importante.Posiblemente, una escala de equivalencia queincluye bajos costes de los niños y elevadas eco-nomías de escala nos llevaría a ver que los niñostienen siempre menores índices de pobreza quelos ancianos…» Y es más: ¿Cómo se puedencomparar los estándares de vida de personascuyos modelos de consumo y necesidades atri-buidas socialmente son tan diferentes?(Bradbury/Jäntti, 1999, 33-34).

Comparto sus preocupaciones en relación alos riesgos en la manipulación de las escalas deequivalencia, pero no llego a la conclusión apartir de esto de que tendríamos que ignorar lascomparaciones entre generaciones, en absoluto.La introducción de la dimensión generacionalpor un lado ha sido un logro crucial para losestudios recientes sobre infancia, la distribuciónde los ingresos por otra parte es un aspectoestructural importante en las sociedades moder-nas. Así pues este tipo de comparaciones deingresos conforman una parte sólida de cual-

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quier estudio social interesado en grupos discri-minados por la sociedad. Por tanto no tienemucho sentido aceptar la invitación deBradbury/Jäntti.

En la investigación social hay una serie deproblemas comparativos (entre países, culturas,razas, sexos, monedas nacionales, etc.) y estoyde acuerdo en que también existen problemas ala hora de comparar edades diferentes; sinembargo, la conclusión no puede ser evitar lacomparación en absoluto, sino discutir y resol-ver los problemas, en particular aquellos conec-tados con la comparación intergeneracional deniveles de ingresos e índices de pobreza, de unmodo adecuado.

La comparación generacional de la pobrezaentre los niños y los ancianos en países econó-micamente desarrollados no da una idea muyclara. Mientras que estudios anteriores han indi-cado una tendencia general de pobreza de ancia-nos a pobreza infantil, estudios más recientesson menos explícitos a este respecto. Según elinforme social de la Unión Europea, a nivel glo-bal europeo no hay mucha diferencia entrepobreza infantil y de ancianos. A nivel nacional,en 9 países miembros la pobreza infantil es másalta que la de ancianos, y en 6 países miembroses al revés.

En conjunto, asumo que —como consecuen-cia de modificar la escala de equivalencia— lapobreza infantil, como está reflejada en estosresultados, se subestima sistemáticamente. Asípues, hay que discutir a fondo la naturaleza y lasimplicaciones de las escalas de equivalencia.

ESCALAS DE EQUIVALENCIA

Para medir la pobreza infantil hay que definiren primer lugar la unidad y en segundo lugar los

parámetros necesarios para comparar diferentesunidades. Por razones obvias, se toma como uni-dad la familia, y no el individuo. Ya que losniños por lo general no reciben ingresos por símismos, el único modo de medir su riqueza opobreza es identificándolos como miembros deuna familia pobre o rica. Lo que quiere decir,para el análisis macro-generacional, que hay quehacer caso omiso de las desigualdades internasen las familias, dando por descontado que todoslos miembros comparten los mismos estándaresde vida.

Con el fin de comparar familias de diferentecomposición, se han sugerido y aplicado unasescalas de equivalencia, que consisten normal-mente en una fórmula matemática. Todas ellascontienen al menos una combinación del núme-ro de miembros adultos y menores de un hogar,realizada de un modo u otro. Se usa bastante laescala de la OCDE, que se calcula en base a losiguiente: e=1+(n-1)a+mc, donde m es elnúmero de niños, n es el número de adultos,mientras que los parámetros son a=0,7 y c=0,5(e**).

En la literatura más reciente, los parámetros ay c se redujeron a 0,5 y 0,3 respectivamente(e***) con la consecuencia de que —al menosestadísticamente— la pobreza infantil relativadisminuyó. Se hace referencia a ella como laescala modificada de la OCDE o la escala de laUnión Europea (UE).

Bradbury/Jäntti, en su estudio, usan sinembargo otra escala de equivalencia que se defi-ne en la fórmula e=(n+mc)s con m y n definidoscomo arriba; c=0,7 y s=0,85 (e*). La ventaja deesta fórmula es que los dos parámetros estánconectados con dos asunciones claramente dis-tintas de un modo inequívoco. Mientras que elparámetro s define economías de escala, el pará-metro c representa la ratio de necesidades ads-

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Tabla 4. Cuatro equivalencias para diferentes tipos de lugares.

critas a los niños comparadas con las de losadultos.

Aunque las escalas de equivalencia e* y e**están basadas en estructuras matemáticas muydiferentes, los resultados son bastante similares.La escala de equivalencia e* es ligeramentemenos sensible si atendemos a los hogares uni-personales o más sensible en relación al segun-do adulto y/o niños en el hogar que e**. Sólopara casos bastante raros de hogares con más deseis niños, e* sería menos sensible en relación alos niños adicionales que e**. Mientras que parae* las economías de escala están representadaspor una función exponencial, en nuestro casocon un exponente s=0,85, para e** la presun-ción subyacente es, que el paso más importanterespecto a las economías de escala es la exten-sión de un hogar unipersonal con la incorpora-ción de un segundo adulto. Los ratios de niños-adultos son de 0,5/0,7=0,71 para e** y 0,7 parae* casi idénticos, mientras que para e*** el ratioes sólo 0,6.

Ambos parámetros, economías de escala yproporción niño-adulto, tienen un fuerte impac-to sobre la percepción estadística de la pobrezainfantil. Puesto que los niños están más concen-trados en familias numerosas que los adultos,cuanto más se adopten las economías de escala,más baja será la pobreza infantil; y cuanto másbaja sea la proporción niño-adulto, más se podráocultar detrás de las subestimaciones adultis-tas/paternalistas que se refieren a las necesida-des y demandas de los niños. Si cambiamos, porejemplo, el parámetro c de 0,5 a 0,3, y de esemodo reemplazar la escala de equivalencia e**por e***, los resultados serían muy diferentes, yal menos estadísticamente, el índice de pobrezainfantil sería mucho más bajo.

La elección de escalas de equivalencia y susparámetros está basada normalmente en unamezcla de evidencia empírica e ideológica. Nopuede ser sólo evidencia empírica porque cuan-do se estudian los gastos de los niños en hogaresgrandes, es difícil saber en qué medida gastosper cápita comparativamente más bajos estánprovocados por demandas más bajas o por res-tricciones financieras más estrictas.

Para la parte normativa deberíamos ser tanexplícitos como sea posible. ¿La proporciónniño-adulto de 0,7 representa justamente unconsenso social relacionado con la participaciónde los niños en los recursos materiales de lasociedad moderna o no? ¿Sería suficiente una

proporción de 0,6? ¿Quién está detrás de talesdecisiones aparte de los estadísticos sociales?¿No deberían estar también las organizacionesde familias jóvenes y de niños? Desde un puntode vista técnico, habría asimismo que tener encuenta que los parámetros no pueden cambiarsecontinuamente, porque por razones obvias nece-sitamos series temporales con datos comparati-vos en el tiempo.

Hay también una serie de defectos en el aná-lisis de pobreza infantil: la mayoría de los datosdisponibles tienen 5-10 años y no dicen nada delos intervalos, de las dinámicas; además otrasventajas, como el acceso a los servicios y ladimensión inmaterial se descuidan bastante, asícomo las experiencias subjetivas y las percep-ciones de pobreza por los propios niños.

5. LA CONVENCIÓN DE LAS NACIONESUNIDAS: IMPLICACIONES PARA ELBIENESTAR ECONÓMICO Y SOCIAL DELOS NIÑOS

Esta parte trata de cuestiones normativas,valores e ideologías. Voy a usar la Convenciónsobre los Derechos del Niño de las NacionesUnidas (CDN) para explicar con mayor detallelos fundamentos normativos de la investigacióny las políticas relativas al bienestar económico ysocial de los niños. Esto no quiere decir quehasta ahora haya evitado argumento alguno car-gado de valores en este documento; la diferenciaes que en esta sección las asunciones normativasse van a tratar de una manera explícita. Esto seva a hacer en parte de un modo general y abs-tracto, en parte de un modo más específico, peroal mismo tiempo selectivamente. Los resultadosde este ejercicio se pueden usar para desarrollarpautas para el futuro y en la actualidad, así comopara revelar incompatibilidades en relación a lainvestigación y políticas de infancia existentes.

Doy por hecho que tomar la CDN como fuen-te de premisas normativas que afectan a losasuntos de infancia no es arbitrario, sino muylegítimo, porque todos los países forman partede ella. Con su adopción en 1989, se abrió unanueva página en la historia de la infancia. Porprimera vez se les dio a los niños el papel desujetos legales, y por tanto se cuestionó de unmodo fundamental el orden generacional exis-tente de sociedades y países.

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En esta perspectiva general el mérito de laCDN no es tanto el de abordar los problemas delos niños, sino más bien el de hacer que losniños y sus problemas se vean más. Por otraparte la CDN tiene también defectos: su lengua-je es muy diplomático; contiene demasiadoscompromisos; deja demasiado espacio a la inter-pretación; no se aproxima en absoluto a unnúmero importante de aspectos cruciales; y porúltimo contiene normas que contradicen su pro-pia esencia.

En conjunto hay que tener en cuenta, sinembargo, que la CDN fue elaborada en los años80, cuando la comprensión de la infancia toda-vía estaba dominada de manera abrumadora porciencias del niño y el paradigma evolutivo en lainvestigación, así como por actitudes paternalis-tas y familistas en las políticas y en la práctica.Por lo tanto no es sorprendente que una lecturacrítica de la CDN no esté libre de referencias apercepciones tradicionales que en una nuevaperspectiva suenan desfasadas.

UN ESTÁNDAR DE VIDA DECENTE PARANIÑOS

La CDN contiene muchos artículos y párra-fos que tratan el bienestar económico y social delos niños, sin embargo presenta una libertad deinterpretación notable. No voy a pasar sistemáti-camente por todo el texto, sino que voy a limitarel ejercicio a interpretar el artículo 27, que serefiere a un «estándar de vida» deseable para elniño. En el primer párrafo de este artículo, laCDN pide a los Estados Partes en la Convenciónque reconozcan «el derecho de todos los niñosde un estándar de vida adecuado a su desarrollofísico, mental, espiritual, moral y social».Haciendo notar la orientación evolutiva de estepárrafo nos centramos más bien en otro aspecto:la exigencia principal de un estándar de vidadeseable a cada niño, esté donde esté y en lascondiciones en que se encuentre.

El segundo párrafo sostiene que «los padres uotros responsables de los niños tienen la prime-ra responsabilidad de asegurar, dentro de sushabilidades y capacidades financieras, las con-diciones de vida necesarias para el desarrollodel niño». Lo anterior significa que la responsa-bilidad del bienestar material del niño no es delgobierno principalmente, sino de los padres, ypor tanto, tenemos también que aceptar, que el

estándar de vida de los niños puede variar a lavez que el de los padres. Sin embargo, hay tam-bién límites a esa variación, como se expresa enlos párrafos 1 y 3.

El párrafo 3 invita a los Estados Partes, «deacuerdo a sus condiciones nacionales y dentrode sus recursos, a tomar las medidas apropiadaspara asistir a padres (…) para llevar a cabo estederecho y (…) en caso de necesidad, proveerasistencia material y programas de apoyo, parti-cularmente respecto a la alimentación, vestido yvivienda». De un modo preventivo los gobiernospueden tener responsabilidades indirectas parapromocionar y mantener las habilidades y capa-cidades de los padres, y de un modo secundario,las responsabilidades directas para el bienestardel niño, si no se puede esperar que los padresalcancen a cumplir con sus responsabilidades.De nuevo notamos en este artículo un enfoqueen necesidades más bien básicas como la ali-mentación, vestido y vivienda. Esto tiene senti-do en aquellos países del mundo donde vive casiel 90 % de los niños, sin embargo para la mayo-ría de los países europeos una interpretaciónliteral de esta formulación no se corresponderíacon el espíritu de la CDN.

Podemos completar el análisis prestandoatención al siguiente artículo 28 de la CDN invi-tando a los Estados Partes a reconocer «el dere-cho del niño a la educación y con miras a alcan-zar este derecho de un modo progresivo ypartiendo de la base de la igualdad de oportuni-dades, (…) en particular de una educación pri-maria obligatoria y al alcance de todos (…)». Algeneralizar el mensaje principal del artículo 28hacia los servicios públicos notamos que, mien-tras que la CDN acepta hasta cierto punto des-igualdades originadas por las diferentes capaci-dades y habilidades de los padres, esto no setiene por cierto para escuelas u otros serviciosbásicos. En conclusión:

— La CDN en general y el artículo 27 en par-ticular enfatiza la responsabilidad primerade los padres en cuanto al bienestar de sushijos. De ahí sigue que la CDN acepte des-igualdades entre niños junto con las des-igualdades que existen entre adultos.

— Sin embargo, el artículo 27 obliga al esta-do y a la sociedad a apoyar a los padres ensu función, por ejemplo con planes deayuda al niño. Hasta cierto punto la inter-pretación queda abierta para los gobiernosa la hora de definir los límites de la res-

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ponsabilidad de los padres y la interven-ción pública de un modo más concreto.

¿QUÉ MODELO DE ESTADO DE BIENESTARELEGIR?

Aunque hemos planteado algunas premisasnormativas, hay todavía espacio para diferentestipos de implementación. Mientras que pode-mos excluir sin duda dos soluciones extremas, asaber abstención total e interferencia total delgobierno, de forma tentativa podemos asumirque los modelos de Estado de Bienestar men-cionados anteriormente en relación con la tipo-logía de Esping-Andersen, el modelo nórdicobasado en la ciudadanía, el Estado de Bienestarbismarckiano centrado en el empleo, así como elmodelo residual basado en la comprobación demedios, están dentro del rango normativo de laCDN.

Hemos visto que el tipo de Estado de Bienes-tar no es irrelevante para llevar a cabo el artí-culo 27 de la CDN. La ventaja relativa delmodelo nórdico quedó claramente indicada através de los resultados en la medición de lapobreza infantil. En el cuadro de abajo vemosque también dos países con un acercamientomás conservador al bienestar del niño (comoBélgica) funcionan bien en relación a la pobre-za infantil relativa. Si volvemos a las tablas queindican los niveles de pobreza infantil relativapara un mayor número de países, podemos dar-nos cuenta que entre los países ricos con altosíndices de pobreza infantil se encuentran prin-cipalmente los que aplican políticas de econo-mía liberal, como EEUU, Reino Unido, Italia yunos pocos más. ¿Tendría por tanto queexcluirse el modelo liberal residual del grupode modelos aceptables?

La respuesta a esta pregunta depende proba-blemente de la procedencia profesional y/o ide-ológica del que responde. Funcionarios y exper-

tos con experiencia en bienestar infantil respon-derán que sí con más facilidad que los expertosen políticas económicas y monetarias. De cual-quier modo puede haber algunas incompatibili-dades entre la CDN y las políticas sociales paraniños por un lado y el pensamiento liberal (eco-nómico) por otro.

Un argumento frecuente contra las políticassociales universales para niños, en particularprestaciones sociales, está relacionado conasunciones normativas de los modelos de eco-nomía liberal, que enfatizan la responsabilidadexclusiva de los padres respecto al bienestar desus hijos. Imaginemos que una pareja tiene unhijo (más), y que la pareja quiso tener este hijo.Después del nacimiento del niño la pareja tieneuna marca más alta en su escala de utilidad queantes. Imaginemos en cambio que una parejatiene un hijo (más), pero que no fue buscado porla pareja. Después del nacimiento del niño lapareja experimenta una marca más baja en suescala de utilidad que antes. En ambos casos —argumentaría un representante típico de la eco-nomía liberal— no habría necesidad de unatransferencia económica a esta familia. Si el pri-mer supuesto fuera cierto, los padres estaríancontentos de todas formas. Si la segunda suposi-ción fuera cierta, una prestación económicagenerosa produciría ineficiencia. Esta argumen-tación pertenece a la tradición económica liberalde la familia. Becker (1976) considera a losniños como bienes de consumo y así su relevan-cia económica se ve a menudo exclusivamentesegún la utilidad que generan para sus padres.Esto significa que los niños se ven como objetoseconómicos y no como sujetos. Tal aproxima-ción puede resultar coherente en relación a lospadres, pero, ¿qué pasa con los niños? ¿es acep-table castigar a un niño porque sus padres o bienquerían tener un hijo a pesar de las restriccioneseconómicas o bien no eran capaces de mantenerun número de hijos dentro de los límites de susposibilidades económicas para cuidar de ellos?

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Cuadro 2. Agrupaciones de pobreza infantil en países industrializados.

Bélgica, Luxembugoy Países Nórdicos República Checa y Eslovaquia

En mi opinión, la Convención sobre losDerechos del Niño (CDN) da una respuestaclara a esta pregunta, a saber: no, no lo es.Puesto que la CDN reconoce a todos los niñoscomo seres humanos en sí mismos, los niños, nosólo tienen que verse en calidad de los costes ybeneficios que les generan a los padres, sinotambién como sujetos con sus propias funcionesde utilidad. En otras palabras, las asuncionesnormativas que subyacen al modelo de fecundi-dad de Becker se pueden usar para un propósitorestringido en el análisis demográfico y econó-mico de las estructuras de preferencia de lospadres. Sin embargo, no sería en absoluto apro-piado usarlo para el estudio o la resolución deproblemas más amplios de bienestar infantil ypolíticas familiares; en este caso el modelo ten-dría que extenderse a los niños y a sus necesida-des. En conclusión:

— No todos los Estados de Bienestar son igualde efectivos y eficaces a la hora de llevar acabo el artículo 27 de la CDN y luchar con-tra la pobreza infantil. El modelo nórdicouniversal tiene ventajas comparativas tantoa nivel conceptual como práctico; pero tam-bién entre los Estados de Bienestar conser-vadores hay algún buen ejemplo en relacióna la pobreza infantil relativa.

— Entre los malos actores en la «liga» de lapobreza infantil la mayoría son Estados deBienestar liberales, mientras que no hayningún Estado de Bienestar neoliberalentre los buenos ejecutores. Eviden-temente la economía liberal no lleva a unpunto de equilibrio justo en la distribuciónde recursos económicos entre generacio-nes. Así pues, desde el punto de vista delbienestar de la infancia, el Estado deBienestar residual liberal no es compatiblecon la CDN, puesto que los niños no seincluyen en este modelo como sujetos yactores económicos con sus propias nece-sidades y funciones de utilidad.

MIDIENDO LA POBREZA INFANTIL: PREMI-SAS NORMATIVAS OCULTAS

Sin embargo, los prejuicios ideológicos y lassupuestos teóricos no son el único problema,también las elecciones metodológicas puedencrear incompatibilidades en relación a la CDN.Por tanto vuelvo aquí otra vez a los «detalles

técnicos» en la medición de la pobreza infantil,tomando en consideración también el nuevoinforme UNICEF/Innocenti 2005.

Como quiera que definamos los parámetrosde las escalas de equivalencia o de las líneas depobreza, éstas son predominantemente opcionesnormativas. Una línea de pobreza de un ingresomedio del 50% contiene un juicio de valorimplícito: el de que una sociedad con una distri-bución de ingresos después de impuestos ytransferencias, en la que un número considera-ble de sus miembros tiene que vivir con unosingresos por debajo de ese umbral, no es justa.Una escala de equivalencia plana da menos rele-vancia a (las necesidades y demandas de) losniños, una escala de equivalencia empinada lesda más relevancia.

El cambio de una escala existente (como laprimitiva de la OCDE) por una más plana (comola de la UE) en un periodo en el que —debido anuevos desarrollos en la investigación infantil yen lo relativo a derechos de los niños— el inte-rés en la comparación generacional de los nive-les de pobreza está aumentando, puede desper-tar curiosidad. Una propuesta metodológica queinvita a hacer caso omiso de las diferenciasgeneracionales en los indicadores de pobrezapor su susceptibilidad en relación con las esca-las de equivalencia causa también perplejidadentre los investigadores de infancia. Una varie-dad de proyectos de investigación y publicacio-nes sobre pobreza cuyos datos son altamentecontradictorios llevan a confusión entre quieneslos utilizan, sean investigadores de infancia opolíticos.

Concluyo:— La dimensión generacional está cobrando

importancia en las políticas sociales. Asípues, la comparación generacional deniveles de pobreza no se puede evitar, perose necesita más claridad en relación a lasteorías y métodos para medir los nivelesde pobreza de los niños y de otros gruposde edad.

— Los países pueden y deben hacer explíci-tos sus valores comunes respecto a las dis-paridades de ingresos definiendo una líneade pobreza expresada en un porcentaje queindique la diferencia con respecto al ingre-so medio equivalente. A efectos de lacomparación internacional, tendría queestablecerse una línea de pobreza comúnque sería un porcentaje del ingreso medio

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nacional. La línea de pobreza que permi-tiera comparaciones transnacionales notendría que ser manipulada sin aducir bue-nas razones.

— Establecer una escala de equivalencia ofi-cial nueva o cambiar los parámetros deuna ya existente es una intervención en elorden generacional de la sociedad.Cualquier disminución del peso de losniños en las escalas de equivalencia sinrazón aparente significa difuminar el nivelactual de pobreza infantil. Las razonespara tales intervenciones tendrían quehacerse explícitas.

— En la investigación debería hacerse unesfuerzo para documentar el impacto delas diferentes líneas de pobreza y escalasde equivalencia muy amplia y claramente.

— Cuando las líneas de pobreza o las escalasde equivalencia están siendo cambiadas,durante un periodo transitorio habría queprocesar los resultados sobre la base deambos instrumentos metodológicos, los

nuevos y los antiguos. Por ejemplo la anti-gua escala de equivalencia OCDE ademásde la de la UE, y la línea de pobreza del 50% además de la del 60%.

— En realidad puede resultar difícil si noimposible eliminar completamente lapobreza infantil. Así pues, tiene sentidoindicar un cierto nivel de tolerancia res-pecto a las disparidades intergeneraciona-les. Esto podría expresarse en un porcenta-je máximo, en el que el índice de pobrezainfantil relativa podría sobrepasar el índicede pobreza global.

— Por último, tendríamos que distinguir cla-ramente entre la tarea de los investigado-res y la de los políticos. Así como para lasdecisiones normativas la contribución deinvestigadores y expertos, representantesde ONGS en particular, puede ser necesa-ria, las decisiones habría que dejárselas aaquellos que están legitimados para elegirentre opciones ideológicas diferentes, asaber, los políticos.

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