William Roseberry - Hegemonia y Lenguaje Contencioso

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HEGEMON ÍA Y LENGUAJE CONTENCIOSO ■ William Roseberry AI solicitar los ensayos escritos para este volumen, los compiladores señalaron dos obras paradigmáticas que deberían iluminar nuestra idea de las “formas cotidianas de la formación del estado”: el traba- jo de james Scott sobre la amplia variedad de formas, actos y “artes" de resistencia popular ante los órdenes dominantes (véanse especial- mente 1976; 1985; 1990), y el estudio de Philip Corrigan y Derek Sayer (1985) sobre un orden dominante específico -la formación del estado inglés, visto como un proceso nmltisccular de transfor- mación económica, extensión y construcción políticas, y revolución cultural, que conformaron tanto el “estado” como los tipos específi- cos de sujetos sociales y políticos. La tarea de los autores era consi- derar la relevancia de estos proyectos, desarrollados y aplicados a otras áreas del mundo (el sudeste de Asia e Inglaterra), para com- prender la formación del estado y la cultura papular de México. Aunque es claro que los compiladores de este volumen querían que considerásemos los trabajos de Scott y de Corrigan y Sayer desde la perspectiva de la relación que guardan el uno con el otro, y que pensáramos cómo podríamos examinar de maneta simultá- nea la formación de órdenes de dominación y ele forma:; de resis- tencia, también es evidente que muchos de los colaboradoil-s, han seguido la pauta de Alan Knight al colocar esos trabajos y esas pers- pectivas en oposición parcial uno con otro -la “economía moral” del campesinado y otros grupos subordinados en oposición al “gran arco" del estado triunfal. Si bien podría ser útil examinar las diversas maneras en que cada uno ele los dos trabajos alude al otro, yo sólo quiero señalar que sus metáforas fundacionales provienen de la obra de E. P. Thompson. Scott tomó las referencias de. Thompson a la “econo- mía moral” de los pobres en la Inglaterra de los siglos xv»t y XIX (1963; 1971) como imagen central y punió de. partida de su propio modelo teórico de la conciencia campesina anie la expansión capi- talista y la formación de los estados coloniales (Scott 1976). Co- rrigan y Sayer, por su pune., tomaron la crítica de Thompson a las interpretaciones marxistas ortodoxas de “la ¡evolución burguesa"

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  • HEGEMON A Y LENGUAJE CONTENCIOSO William Roseberry

    AI solicitar los ensayos escritos para este volumen, los compiladores sealaron dos obras paradigmticas que deberan iluminar nuestra idea de las formas cotidianas de la formacin del estado: el trabajo de jam es Scott sobre la amplia variedad de formas, actos y artes" de resistencia popular ante los rdenes dominantes (vanse especialmente 1976; 1985; 1990), y el estudio de Philip Corrigan y Derek Sayer (1985) sobre un orden dominante especfico -la formacin del estado ingls, visto como un proceso nmltisccular de transformacin econmica, extensin y construccin polticas, y revolucin cultural, que conformaron tanto el estado como los tipos especficos de sujetos sociales y polticos. La tarea de los autores era considerar la relevancia de estos proyectos, desarrollados y aplicados a otras reas del mundo (el sudeste de Asia e Inglaterra), para comprender la formacin del estado y la cultura papular de Mxico.

    Aunque es claro que los compiladores de este volumen queran que considersemos los trabajos de Scott y de Corrigan y Sayer desde la perspectiva de la relacin que guardan el uno con el otro, y que pensramos cmo podramos examinar de maneta simultnea la formacin de rdenes de dominacin y ele forma:; de resistencia, tambin es evidente que muchos de los colaboradoil-s, han seguido la pauta de Alan Knight al colocar esos trabajos y esas perspectivas en oposicin parcial uno con otro -la economa moral del campesinado y otros grupos subordinados en oposicin al gran arco" del estado triunfal.

    Si bien podra ser til examinar las diversas maneras en que cada uno ele los dos trabajos alude al otro, yo slo quiero sealar que sus m etforas fundacionales provienen de la obra de E. P. Thompson. Scott tom las referencias de. Thompson a la economa moral de los pobres en la Inglaterra de los siglos xvt y XIX (1963; 1971) como imagen central y puni de. partida de su propio modelo terico de la conciencia campesina anie la expansin capitalista y la formacin de los estados coloniales (Scott 1976). Corrigan y Sayer, por su pune., tomaron la crtica de Thompson a las interpretaciones marxistas ortodoxas de la evolucin burguesa"

  • como un reto para su twtudio de la formacin del estado ingls (Thompson [ 1965] 1978a). En vez de simar la revolucin en una rebelin especfica a mediados del siglo X V II, Thompson escribi sobre una larga y detallada historia de construccin del estado y transformacin capitalista, y desafi a los marxistas a abandonar esquemas histricos y polticos prefabricados y explorar la formacin histrica de las distintas civilizaciones capitalistas. Para Thompson, la imagen de un gran arco es tanto arquitectnica (una alta y slida estructura de ladrillos) como temporal (un arco de tiempo durante el cual se construye la estructura y a lo largo del cual toma su forma y dimensiones). Ambos sentidos importan para Corrigan y Sayer: para escribir la historia de la revolucin burguesa en Inglaterra es necesario ocuparse de un gran arco que abarca nueve siglos.

    Prosiguiendo con el intento de relacionar las obras de Scotty d Corrigan y Sayer en nuestra interpretacin de la formacin del estado y la cultura popular ele Mxico, consideremos una tercera metfora thompsoniana: el campo de fuerza]. Thompson propone esta imagen en el ensayo La sociedad inglesa del siglo xviil: lucha de clases sin clases? (1978b), en el que aborda especficamente el problema de la cultura popular den to de relaciones de dominacin, y afirma: Lo que debe preocuparnos es la polarizacin de intereses antagnicos y la correspondiente dialctica de cultura" (ibid.: 150). Al describir un campo de fuerza, ofrece una imagen su- gerente,

    en la que una corriente elctrica magnetizaba un plato cubierto con limaduras de hierro. Las limaduras, que estaban distribuidas de manera uniforme, se juntaban en un polo o en el otro, mientras que, entre ambos, aquellas limaduras que se quedaban en su sitio se alineaban aproximadamente como dirigidas hacia polos de atraccin opuestos. Esto se parece a la idea que me hago de ia sociedad del siglo x v m con la multitud, por muchas razones, en un polo, la aristocracia y la alta burguesa en el otro y, hasta finales del siglo, los grupos de profesionales y comerciantes orientados por lneas de dependencia magntica hacia los gobernantes, o a \eces ocultando el rostro en acciones conjuntas de a multitud (ibid.: 1VI).

    (atando enfoca su visin dee.se campo hacia ei anlisis de la cul-

  • tura popular o plebeya, Thompson sugiere que su coherencia se debe menos a una estructura cognitiva inherente que al peculiar campo de fuerza y las oposiciones sociolgicas propias de la sociedad del siglo xvni; para ser contundente, los discretos y fragmentados elementos de antiguos modelos de pensamiento pasan a integrarse por clase (bid.:156).

    Esta metfora conlleva algunos problemas obvios pero importantes, Primero, el campo magntico es bipolar, y la mayora de las situaciones sociales con las que estamos familiarizados son infinitamente ms complejas, con mltiples instancias de dominacin o mltiples formas y elementos de la experiencia popular. Debido a que el campo es bipolar, los diseos que trazan las limaduras de hierro son simtricos, de una manera -otra vez- en que lo dominante y lo popular nunca pueden serlo. Finalmente, la imagen es esttica, pues las nuevas limaduras se acomodan rpida y fcilmente dentro de un diseo y un campo de fuerza preexistentes, sin alterar necesariamente el diseo y sin ningn efecto sobre el campo mismo. Cada uno de estos problemas est relacionado con una u otra de las potencias de la metfora: la imagen llama nuestra atencin hacia un campo d tensin y fuerza ms vasto, hacia la importancia de colocar elementos de lo dominante o lo popular dentro de ese campo, pero su claridad misma se convierte en un problema cuando pasamos de un modelo bidimensional al inundo nuiltidimensional de lo social, lo poltico y lo cultural.

    Pasemos, entonces, a ese mundo muldiincnsional, e intente-. . . . . . .Jmos comprender los campos de fuerza sociales en trminos ms complejos y procesuales. Existen conceptos adicionales o relacionados que puedan servir como guas sugeremes? Un concepto que aparece en muchos ensayos de este volumen espa idea grams'ciana de hegemona. Es interesante que, dado el intento de los compiladores de coafrontar las obras de Scott y de Corrigan y Sayer, ninguno de esos autores sea especialmente favorable hacia ese concepto. Scott, en particular, ha enunciado las crticas ms vigorosas, especialmente en Wea>om o] the Weak (1985) y Los dominados y el arte do tipo de sutiles modos de soportarla, hablar de ella, resistir, socavar y confrontar los mundos

  • desiguales y cargados de poder en que viven. Corrigan y Sayer tampoco aceptan la nocin de consenso ideolgico, pero enfocan su crtica desde el otro polo del campo de fuerza. Desde su punto de vista, el poder del estado descansa no tanto en el consenso de sus dom inados, sino en las formas y rganos normativos y coercitivos del estado, que definen y crean ciertos tipos de sujetos e identidades m ientras niegan y excluyen otros. Adems, el estado lo logra no slo a travs de su polica y sus ejrcitos, sino a travs de sus funcionarios y sus rutinas, sus procedimientos y formularios de impuestos, licencias y registros.

    Estas son dos crticas muy fuertes, de las que la idea de consenso ideolgico no se puede recuperar fcilmente. Sin embargo, Gram- sci y su uso de la idea de hegemona no se agotan con el concepto de consenso que se han apropiado algunos politlogos y que es criticado (vigorosa y correctam ente) por Scott, Corrigan y Sayer. En prim er lugar, Gramsci comprendi y subray, de m anera ms clara que sus intrpretes, la compleja unidad entre cocrciqj consenso en situaciones de dominacin. Gramsci empleaba el de hegemona com o un concepto ms material y poltico que sus acepciones actuales. En segundo lugar, Gramsci com prenda bien la fragilidad de la hegem ona. De hecho, una de las secciones ms interesantes de Se- leclionsfrom tJie Frisan NaUooks ([1929-35] 1971)* es la de sus Notas sobe historia italiana, un anlisis e interpretacin del fracaso de la burguesa piamntesa para formar una nacin-estado, su fracaso para form ar un bloque que pudiera gobernar mediante la fuerza y el consenso.

    Volvamos al cam po de fuerza e indaguemos si un concepto de hegem ona ms material, poltico y problemtico nos ayuda a comprender las complejas y dinmicas relaciones entre lo dominante y lo popular, o entre la formacin del oslado y las formas cotidianas de accin. Explorem os la hegemona no como una formacin ideolgica acabada y monoltica, sino com o un proceso poltico de dominacin y lucha problemtico y debatido.

    Gramsci comienza sus notas sobre la historia italiana con algunas observaciones concernientes a la historia (y al estudio de la historia) de las clases dirigentes y subalternas. La unidad histrica de las clases dirigentes" escribe,

    * Vra.se Antonio ( .ra im a, Ciinderniis de la c.iret, lo rio C>, Km, M x iio , 2 0 0 1. pp. liVJss [E .J .

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  • ocurre cu el lisiado, y la historiarle aquellas es esencialmente la historia de los Estados y de los grupos de Estados. Pero no hay que creer que tal unidad sea puramente jurdica y poltica, si bien tambin esta forma de unidad tiene su importancia y no solamente formal: la unidad histrica fundamental, por su concrecin, es el resultado de las relaciones orgnicas entre Estado o sociedad poltica y sociedad civil.* r j o . ut f /
  • un problema poltico y ('ulturai. A lo largo tic sus anlisis, Gramsci hace hincapi en lo plural, cu clases y grupos.

    Segundo, aunque el pasaje parece implicar que la unidad de las clases dirigentes no es problemtica gracias a su control del estado, despus Gramsci procede en sus "Nenas" a examinar el fracaso ele. la burguesa piatuonlcsa para unirse cotrotros grupos dominantes con base regional o para forjar un bloque gobernante unificado que pudiera controlar (crear) un estado. Est sealando, entonces, una relacin problemtica. La unidad r?inert> e\ control del estado ("por definicin, las clases subalternas no estn unificadas porque no son el estado), pero el control del estado por las clases gobernantes 110 se presupone. Ese control es al mismo tiempo jurd ico y poltico (como entenderamos ordinariamente la historia de ios Estados y de los grupos de Estados), y moral y cultural (cuando consideramos las complejas tensiones cutre grupas dirigentes y entre grupos dirigentes y grupos subalternos en las relaciones entre estado y sociedad civil), lodo estudio ele la formacin del estado debera, segn es la formulacin, ser tambin un estudio de la revolucin cultural (vase Corrigan y Sayer 185).

    Tercero, si presentamos la historia de los grupos dirigentes y de los estados y los grupos de estados como una historia problemtica, ser necesario considerar una serie d preguntas como las planteadas por Gramsci acerca de las clases subalternas. Es decir, necesitaremos considomr su formacin objetiva en la esfera econmica -los movimientos, cambios y transformaciones en la produccin y la distribucH y su distribucin social y demogrfica en el espacio Y el tiempo. Necesitamos estudiar lambwn (no entona-s) sus relaciones sociales y culturales con otros grujios-otrosgrupos dirigentes dentro y ms all de la regin o esfera de influencia; grupos subalternos dentro y ms all de su regin. Qu asociaciones u organizaciones de parentesco, etmeidad, religin, regin o nacin los unen o los dividen? Necesitamos investigar tambin (no entonces) sus asociaciones v organizaciones polticas y las instituciones, leves, rutinas y reglas polticas que enfrentan, crean e intentan controlar. ( iando consideramos esas cuestiones, la complejidad del campo de [uer/a Se aclara. Adems de la diferenciacin. ,w'hnitil entre las distintas fracs iones de clasi, basada;; en. papeles -v posiciones dife-I entes denti o di- los procesos de acum ulacin , Guimsci llama nues-II a a te n c i n s o b ie a d iferenciac in

  • (U- la fallida formacin
  • ncs autnomas de fli cultura y la poltica subalternas. Al igual que la culUira plebeya de la Inglaterra del siglo XVlli, esos grupos subalternos existen dentro del campo _dc fuerza y son-m oldeados .por este.

    Esa es la manera en que opera la hegemoimt J^ropongo quej.tti- licemos ese concepto no pra entender el consenso sino parajafc. tender la lucha; las maneras en que el propio proceso de dominacin moldea las palabras, las imgenes, los smbolos, las formas, las organizaciones, las instituciones y los movimientos utilizados por las poblaciones subalternas para hablar de la dominacin, confrontarla, entenderla, acomodarse o resistir a ellaSLo cine la hegemona consLruye 110 es, entonces, una ideologa compartida, sino un marco comn material y significativo para vivir a travs de los rdenes sociales caracterizados por la dominacin, hablar de ellos y actuar sobre ellos,

    1 Ese marco comn material y significativo es, en paule,,digemsivo^un lenguaje comn o manera de hablar sobre las, relaciones soeja-

    ' les que establece los trminos centrales en tom o de loSscuales (yen '"i1 los cuales) .pueden tener lugar la..coBtroycrsia y la lucha?'Conslde-

    remos, por ejemplo, el examen que hacen Daniel Nugent y Ana , : Alonso en su captulo en este volumen de la negativa le los nami-

    quipeos a que se les dotara un ejido porque la institucin de ejido implicaba cierto conjunto de relaciones subordinadas con el castado central, y negaba un conjunto anterior de relaciones entre

    " ; ellos y el estado central y entre ellos y la tierra. Consideremos asi-mismo el conflicto que Terri Koreck analiza en un ensayo reciente acerca de los nombres'de la comunidad donde realiz su trabajo

    * (1991). Cada nombre -Cuchillo Parado, Veinticinco de Marzo yk.i* Nuestra Seora de las Begonias- expresa diferentes intereses e his-

    lorias, diferentes visiones de la comunidad y de la nacin. El estado se arroga el poder ele dar nombre, de crear e imprimir mapas con marbetes sancionados por el es-lado. Los residentes de la comunidad pueden reconocer ese derecho pero rechazar ese nombre mire ellos. E 11 ambos casos, los pobladores resisten ante palabras; pe rolas palabras sealan y expresan relaciones y poderes materiales socia: les, econmicos y polticos. La lucha y la resistencia estn relacionadas con esos poderes (los namiquipeos rechazan un cieno tipo de relacin con el estado en lo que lora a su acceso a la tierra). El estildo pued'1 imponer ciertas palabras -para afirmar,* para nombrar,

    * Slnlr ri.l.

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  • para etiquetar. El estado no puede (necesariamente) obligar a los pobladores a aceptar o utilizar esos nombres. Los namiquipeos rechazan el marbete ejido y con ello invocan una historia anterior de orgullosa autonoma. Los pobladores de los que habla Korc.ck siguen refirindose a Cuchillo Parado y con ello tratan de rechazar cierto tipo de relacin con el estado. Desde el punto de vista de James Scott, ambos emplean un discurso oculto con el cual hablan acerca de su dominacin. Pero los discursos pblicos y ocultos estn ntimamente entrelazados. Existen dentro de un marco discursivo comn que le da sentido tanto a Cuchillo Parado como a Veinticinco de Marzo.

    Es claro que algunas palabras e instituciones impuestas conlle- van ms poder, y una disputa sobre ellas amenaza ms significativamente que otras al orden dominante. Podemos suponer, por ejem plo, que el rechazo de una comunidad a la institucin central del nuevo orden agrario estatal es un desafo mayor que seguir usando el nombre de Cuchillo Parado. Podemos imaginar que ni el estado central ni el estado local tendrn mayor razn para preocuparse por la manera en que los pobladores decidan llamarse, mientras Veinticinco de Marzo sea el nombre asentado de manera uniforme en los registros y relaciones estatales, y mientras los mapas ubiquen con exactitud e l pueblo en relacin con otros en un espacio configurado de manera homognea. No obstante, en la medida en que los diferentes nombres evocan diferentes historias (como ocurre en este raso) pueden surgir puntos de conflicto e impugnacin. .

    Sin embargo, ni los pobladores de Namiquipa ni los de Cuchillo Parado han elegido de manera autnoma la cuestin particular por la cual habrn de luchar; tanto sta como el debate sobre los nombres y las formas institucionales fueron resultado de los proyectos del estado honiogcneizantc. Y pata el caso, el estado tampoco eligi ese terreno particular de disputa. Nugent y Alonso captan con precisin l;i sorpresa de los representantes de la Comisin Nacional Agraria ante la negaliva.de los namiquipeos al generoso ofrecimiento del estado de dotarlos de tierra y proteccin. Los puntos en disputa. las palabras -y cL\ !a historia material fie poderes, fuerza:; V romradicd'mes q ic las palabras expresan de manera insu- lii.ienio- por las que un estado crutiali/.ador y un poblarlo local pueden pelear estn

  • sociales diferenciales en Namiquipa, y hacia afuera, para la exploracin tic los espacios polticos regionales y centrales- conforme traza el napa ele las estructuras y los procesos de dominacin superpuestos. En sntesis, puede tom ar un objeto contencioso particular o un punto de falla en el establecimiento de un marco discursivo comn, para examinar cada uno de los niveles que seala Florencia Mallon en su modelo de procesos hegemnicos.

    Conceptualizar tales procesos en trminos de la necesidad de construir un marco discursivo comn nos permite examinar tanto el poder como la fragilidad de un orden de dominacin particular.- Consideremos primero el poder. Los estados", sostienen Corrigan y Sayer,

    afirman;* son afirmaciones los arcanos rituales de los tribunales, las frmulas de aceptacin del m onarca de un Acui del Parlam ento, las visitas de los inspectores escolares. Definen, con gran detalle, las formas e imgenes aceptables de actividad social y de identidad individual y colectiva; regulan [ .. .] gran parte de [ . . .] la vida social. En este sentido, el Estado nunca cleja de hablar.

    Entre la vasta gama de capacidades sociales humanas -posibles maneras de vivir la vida social- las actividades del estado estimulan algunas de m anera ms o menos coercitiva, mientras suprimen, marginan, desgastan y socavan otras. Escolarizacin, por ejemplo, viene a querer decir la educacin; la vigilancia, orden; voto, participacin poltica. Las clasificaciones piales fundamentales, como las de edad y sexo, estn sacralizads polla ley, arraigadas en las instituciones, vueltas rutina en los procedimientos administrativos y simbolizadas en rituales de estado. Algunas formas de actividad reciben el sello de la aprobacin oficial, en tamo que otras se consideran reprensibles. Ello tiene consecuencias culturales acumulativas y enormes, sobre la manera en que la gente se identifica [ .. .] a s misma y su "lugar en el mundo (1985; 3, 4).

    Observamos todo esto en nuestros ejemplos'de Chihuahua, en los cuales el estado central, a travs de sus registros, instancias y oficinas administrativas, reclama p an s ei poder .le hacer mapas e imponer instituciones uniformes y centralizadas sobre u:i medio rural

    * Slatr.s sfcM [T. j.

  • heterogneo. Tambin podemos observar cmo las formas y los len- guajes.de notesLa o de resistencia deben adoptar las formas y los, lenguajes ele la dominacin para poder ser registrados o escuchar tos, "y venimos a contradecir es un enunciado enrgico de solidaridad y oposicin cdhuuutarias, pero para ser en verdad eficaz se dirige a las autoridades coloniales adecuadas, adopta {ritualmente) los apelativos correctos y el orden de presentacin debidos para dirigirse a ellas, y es registrado en las oficinas coloniales cPXrespon- dientes. El enunciado reconoce e interpela al poder a la vez que protesta contra l, o bien censura el abuso o mal uso del poder, reconociendo implcitamente un uso legtimo ce ese mismo.poder. En la- medida en que un orden dominante establece semejantes formas legtimas de procedimiento, en la medida en que establece, no un consenso, sino formas prescritas para expresar tanto la aceptacin cojp el descontento, ha establecido un marco discursivo comn.

    Sin em bargo, hay que subrayar el carcter problemtico y frgil de tales-marcos. Empezando con el nivel lingstico,los m arcos "discursivos com unes - un lenguaje o manera de hablar comn acerca de las relaciones sociales- histricamente son muy raros y nunca se han logrado en Mxico. De hecho, los sociolingstas se orientan cada vez ms a analizar situaciones bilinges en las que interactan los grupos subordinados y dominantes. As, examinan los diversos contextos en que los lenguajes de la solidaridad pueden ser empleados por grups subordinados (vanse, por ejemplo, Gal 1987; J . Hill 1985; Woolard 1985). Ya en ese nivel, los procesos hegemnicos pueden rom p'vjo. (Eso brinda, tambin, un importante punto de entrada para el anlisis de los procesos hegemnicos, para un examen de las polticas lingsticas del estado: sus intentos de prom over o im poner la asimilacin cultural y lingstica a travs de una lengua nacional comn o, alternativamente, la promocin o proteccin de instituios, prcticas y literaturas bilinges o mullilinges. En cada caso, el examen de las razones estatales de fondo o enunciadas por el estado para tales polticas, y de las tensiones y luchas a las cuales estn dirigidas esas polticas, pueden sacar a la luz tensiones polticas y culturales mucho ms vastas.)

    Sin em bargo, tambin podemos explorar la fragilidad de los m arros discursivos en oros niveles. Volvamos, por ejemplo, al anlisis di- Corrigan y Savor sobre las maneras en que los estados... afiniian. Las formas de regulacin \ rutina a as que Corrigan y Sayer aluden dependen di. un estado extremadamente denso, cen

  • tralizado y
  • mn se rom pe: all, por'ejetnplo, donde las celebraciones nacionales son vistas con indiferencia y las lechas o lugares significativos a nivel local (el aniversario de un hroe local, el lugar de un entierro o de tina batalla, los lmites de una antigua concesin de tierras) son sealados o venerados; all donde, en otras palabras, el lenguaje y los preceptos del liberalismo adquieren acentos regionales.

    Sin em bargo, sera errneo ubicar esos puntos de ru p tu ra-o la problem tica relacin entre el estado hablador y el auditorio distrad o - en un simple modelo de poder que propone una oposicin entre lo dom inante y lo subordinado, o el estado y lo popular", El cam po de fuerza se vuelve m ucho ms complejo a medida que las leyes, preceptos, programas y procedimientos del estado central son aplicados en regiones particulares, cada tina de las cuales se caracteriza por diversos patrones ele desigualdad y dominacin, que a su vez son los productos sociales, cuyas configuraciones son nicas, de procesos histricos que incluyen relaciones y tensiones previas entre centro y localidad.

    As, el m rito particular de esta m anera de entender el proceso hegem nico es que sirve para dibujar un mapa ms complejo de un cam po de fuerza. Al concentrar la atencin en 1q s _ puntos de ruptura, es decir, en aquellas reas donde no puede lograrse un marco discursivo com n, sirve como puino_d e e nt racla en el anlisis de un.proceso de dominacin que da form a tanto al estado como a la cultura popular. se es tambin -vale decirlo- el mrito particular de los ensayos de este libro. Al tratar desvincular la cultura popular con la formacin del estado, estos ensayos desafan las nociones aceptadas en ambos campos. En estos ensayos, la cultura popular no es un depsito intemporal de los valores igualitarios tradicionales y autnticos, y el estado no es una mquina de fabricar consensos. Vinculando a la cultura popular y el estado, y dndoles Jornia, hay un cam po de fuerza multiclimensional y dinmico.