Una década estudiando las edades

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1 ______________________________ Una década estudiando las edades Una revisión de las diferenciaciones etarias producidas por los estudios del Consejo Nacional de Televisión Documento elaborado para el Departamento de Estudios Santiago de Chile, 2010 ______________________________

Transcript of Una década estudiando las edades

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Una década estudiando las edades Una revisión de las diferenciaciones etarias producidas por

los estudios del Consejo Nacional de Televisión

Documento elaborado para el Departamento de Estudios

Santiago de Chile, 2010

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Una década estudiando las edades Una revisión de las diferenciaciones etarias producidas por los estudios del

Consejo Nacional de Televisión

Autores: Patricio Cabello Cádiz1

Felipe Raglianti Herzog2

Contraparte técnica: María Dolores Souza

Jefa Departamento de Estudios

1 Psicólogo. Magíster en Antropología y Desarrollo 2 Sociólogo. Magíster en Antropología y Desarrollo

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Índice

1. Presentación ................................................................................................................................ 4

2. Antecedentes Conceptuales........................................................................................................ 6

3. Hogar-familia, comunidad y subjetividad. ................................................................................ 12

4. Televisión como medio de la sociedad. .................................................................................... 20

5. La televisión como tecnología del hogar ................................................................................... 34

6. Televisor como mediador de la familia. .................................................................................... 42

7. Discusión final: Las edades mediadas por el híbrido televisivo ................................................ 57

8. Referencias: ............................................................................................................................... 62

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1. Presentación El siguiente documento surge como un cierre reflexivo a una década de estudios realizados por el Departamento de Estudios del Consejo Nacional de Televisión, donde la colaboración de McCann Erickson ha sido fundamental para dar forma a lo que comenzó como la caracterización de un grupo demográfico, los Tweens, para luego convertirse en una línea diferenciada, dedicada al estudio de la edad. Como producto de este proceso se cuenta en la actualidad con los siguientes estudios3:

- (2003) Informe 8/13: Los Tweens Chilenos. - (2005) Informe 13 a 17: adolescentes chilenos - (2007) Informe Preescolares 0 a 5: Toons Chilenos - (2010) Informe Fuerza Mayor: 60 a 97 años.

Luego de revisar el material, se ha compuesto un modelo de análisis, distinguiendo la relevancia de las dinámicas familiares y comunitarias para la comprensión de los usos tecnológicos y de medios de masas. La radical importancia de las relaciones sociales significativas en el uso de medios y en la conformación de una cadena de asociaciones que permiten observar la emergencia de las edades, es fundamental. No es posible establecer que tanto sujeto como categoría social puedan existir aislados de la forma en que son observados e integrados en grupos sociales. Tomando como raíz estas relaciones sociales, podemos distinguir la forma en que se acopla el consumo y uso de los medios por una parte, y la dinámica uso/valoración por otra.

La necesidad de un análisis de este tipo se fundamenta en el interés por someter a una revisión teórica una serie de datos de orden descriptivo comúnmente orientados a ser incorporados por los medios de comunicación masiva, las políticas públicas y la ciudadanía en general. El acceder a ellos desde una revisión crítica y teórica permite impulsar el trabajo descriptivo realizado con miras a ser incorporado en una discusión de orden académico, intentando mantener el estilo amigable que los informes han logrado.

3 En www.cntv.cl

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Se han analizado los datos producidos por estos estudios, y en algunos casos, se han elaborado nuevos datos con las bases originales y se ha apoyado los datos de los informes con datos obtenidos a través de las bases originales de las IV, V y VI Encuesta Nacional de Televisión (2002, 2005 y 2008 respectivamente)4. Cuando se alude a datos construidos con estas bases se señala “ENTV”, consignando el periodo utilizado. Se ha utilizado el ensamblaje de la diferenciación etaria como hilo conductor de todo el análisis, dando lugar a un documento dividido en secciones. En una primera sección se expone una breve reseña acerca de los lineamientos teóricos que guían el análisis, intentando articular una propuesta para la investigación de la diferenciación etaria y su relación con los usos sociales de los medios y la construcción de entornos sociotécnicos. En una segunda sección se aborda la cuestión de la composición familiar y la forma en que se habita en el hogar, realizando algunos alcances acerca de las relaciones con la comunidad circundante y las expectativas personales respecto del futuro, asumiendo que estas últimas son una forma en la cual el tiempo personal y el tiempo social se anudan. En la tercera parte, se aborda la televisión como medio de la sociedad, lo que implica concentrar la mirada en las categorías que permiten estandarizar la distribución de televidentes por edades, la distribución de televisores en la sociedad y las características sociales de los televidentes. Además, se anexan cifras relativas a las percepciones recolectadas sobre la relación entre edades y televisión. En la cuarta sección se expone un análisis de la televisión y su participación como tecnología del hogar familiar, estandarizando la distribución de televisores al interior del hogar, las competencias tecnológicas que relacionan a las edades en la familia y las relaciones entre artefactos tecnológicos vinculados a los medios de información. Finalmente en la última sección se despliega una caracterización de transformaciones etarias movilizadas entre la televisión y la familia, intentando delinear a modo de conclusión un panorama de las consecuencias colectivas, educativas, normativas y etarias de la agrupación de televisores y televidentes en el hogar.

4 Se agradece la especial colaboración de los profesionales del Departamento de Estudios del Consejo Nacional de

Televisión, quienes entregaron todo el material que hace posible la elaboración de este informe.

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2. Antecedentes Conceptuales. En primer lugar, los conceptos aquí agrupados han servido de guía para adentrarnos en los terrenos del hogar familiar. Como señalamos inicialmente, hemos seleccionado diversos materiales empíricos y de análisis generados por el Consejo Nacional de Televisión sobre algunas edades específicas: Toons (0-6 años), Tweens (8-13 años), adolescentes (13-17 años) y adultos mayores (60 - 97 años). Al interior del hogar familiar descrito en estos informes, nos hemos concentrado en seguir las conexiones que existen entre la televisión y los distintos actores que ponen en movimiento a estas edades sociales. Como resultado, intentaremos una descripción del hogar en tanto lugar de fabricación de las edades, en función de la activación del televisor y las consecuencias de su observación por parte de los televidentes. Utilizaremos entonces dos dispositivos conceptuales con epistemologías muy diferentes para comprender la relación entre televisión y edades, con el objeto de contabilizar tanto la activación del televisor por parte de los miembros familiares, como las relaciones que establecen los miembros de la familia mediante la televisión. Una primera epistemología se concentrará así en las acciones de las distintas entidades o mediadores que ponen en movimiento a los símbolos o formas actualizadas por la realización de la televisión. Aquí el interés se encuentra puesto en la emergencia simbólica de las edades a partir de los contenidos de la televisión, como diferenciada de otras formas de comunicación. Una segunda epistemología se concentrará en las acciones de los distintos mediadores que ponen en movimiento la posibilidad de fijar la observación televisiva, considerando actores humanos (televidentes) y no humanos (televisores y otras tecnologías vinculadas a la televisión). Esto porque también interesa comprender el proceso de activación del televisor como un espacio de negociación, lo cual no ocurre trivialmente sino mediado por intentos de co-ordinación de la familia, particularmente respecto a las edades menores en términos regulatorios. La televisión es actualmente uno de los medios de comunicación más importante para la construcción simbólica del mundo. Por tanto, una estrategia inicial para observar la relación entre televisión y edades, es preguntarse cómo la televisión logra generalizar (o no) sus contenidos; qué tipo de selecciones hacen posible que algunos contenidos sean comunicados de manera extensiva fuera de la pantalla, mientras que otros a propósito de su indiferencia, no tengan oportunidad de salir del televisor. Una epistemología constructivista que explica lo social en tanto proceso selectivo realizado por acciones que establecen comunicaciones, ofrece una respuesta mediante la codificación del sentido en formas simbólicas que permiten seleccionar en la complejidad televisiva, entendida como las relaciones posibles que vinculan a los elementos de la televisión (Luhmann, 2000). Por otra parte, sobre una epistemología constructivista que explica cómo la complejidad del mundo es producida constantemente mediante actores que ensamblan y conectan esas relaciones sociales, la teoría del actor-red (Latour, 1987; Callon, 1986; Law, 1992) entendería que es necesario seguir la inconmensurabilidad de todas las acciones que hacen posible a la televisión, entendida como un proceso de fabricación que debe estudiarse sin anticipar qué tipo de actores forman parte de esta

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tarea. En este sentido, entidades humanas y no humanas tienen oportunidad de ser agentes sociales por igual, simétricamente. Este movimiento libera al concepto de actor de cualquier tipo de relación de causa o consecuencia o de cualquier intencionalidad humana, por tanto, semióticamente cualquier cosa que permite o deja que algo suceda se transforma en un actante que media en la acción (Albertsen & Diken, 2003). Si pueden mediar entre, es decir, llevar a cabo al menos una parte de las acciones necesarias para la observación de los contenidos televisivos, los actores serán descritos como mediadores de la televisión. Este enfoque nos permite abrir una nueva vertiente para la discusión del concepto de mediación en el consumo televisivo y de nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones. Observaremos como se producen estas mediaciones, o al menos como el hogar familiar se conforma en un lugar, un laboratorio de mediaciones. Intentando complementar ambos aleros sociológicos, caracterizaremos entonces a lo social tanto como un ensamblaje de los distintos elementos (humanos y no humanos) puestos en movimientos para entregar panoramas simbólicos respecto al mundo y también como una comunicación (entre humanos) en tanto consecuencia reflexiva de la observación del mundo ensamblado. Si bien ambos movimientos son inseparables, ya que toda comunicación debe ser ensamblada y todo ensamblaje social requiere coordinación comunicativa, intentaremos describir paso a paso cada una de las conexiones entre la televisión y las edades en el hogar, desde la negociación familiar respecto a la posibilidad de ver televisión a las consecuencias etarias a propósito de la observación de sus contenidos. El mapa conceptual así diseñado muestra un camino analítico en donde nos detendremos en las nociones de mundo y tiempo, en tanto antecedentes para comprender formalmente el problema simbólico de la edad, lo cual permitirá delinear, en el análisis ofrecido, las soluciones dispuestas por el sistema familiar al activar el televisor. De igual manera, no sólo se requiere planificar soluciones etarias para la coordinación familiar de la televisión en el hogar, sino que también su realización efectiva siempre se enfrenta a la contingencia de poner en práctica tales estrategias. Esto exige detenerse en las consecuencias sociales de poner en movimiento a los distintos mediadores que posibilitan la televisión en el hogar, por lo que revisaremos la noción de fabricación del ciclo vital para comprender cómo las edades también orbitan alrededor del proceso de activación del televisor.

a. Mundo, tiempo y edades Las formas de un mundo donde las edades aparecen como referencias para la organización social pueden ser encontradas durante toda la historia de la humanidad, no sólo en la actualidad bajo complejas formas dinámicas de asociación, sino también entre las primeras agrupaciones humanas del mundo primitivo. En las primeras organizaciones sociales, todas las estrategias para la coordinación de las distintas actividades sociales utilizaban referencias a los distintos elementos de la naturaleza. Mediante la descripción de los elementos que naturalmente se encontraban en el mundo, era posible ponerlos en movimiento y transformarlos exitosamente (o no) en herramientas para el desarrollo de las primeras comunidades de hombres primitivos. Algunos elementos –como el fuego- podían encontrarse de manera concreta en la naturaleza, mientras que otros debieron esperar hasta la aparición del lenguaje y la posibilidad de generar referencias abstractas sobre el mundo. Las edades pertenecen, en tanto estrategia simbólica para caracterizar

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al tiempo del mundo, a este segundo tipo de elementos que se vuelven plausibles únicamente mediante la presencia de un lenguaje y sus posibilidades de comunicación. En términos conceptuales, el tiempo puede ser entendido como una observación que indica las diferencias entre un estado de cosas u otro, narración que hace posible seleccionar entre dos estados distintos (al mismo tiempo) y un estado que se ha vuelto distinto (en otro tiempo). De tal manera, cualquier cosa que pueda distinguirse (de otras o de sí misma) adquiere temporalidad (Luhmann, 1997). Cuando la invención del lenguaje posibilita por primera vez la realización de una comunicación para diferenciar el estado de las cosas, el mundo comienza a existir en el tiempo hecho de símbolos. El tiempo puede describirse entonces de muchas maneras. La referencia más simple pareciera ser el tiempo lineal (primero un momento luego otro), pero también son comunes el tiempo circular (luego de un momento se repite el momento inicial) o el tiempo inmóvil (no es posible diferenciar un momento de otro). Estas referencias permiten darle sentido al tiempo como tiempo cronometrado (calendarios), cíclico (temporadas) o absoluto (eternidad). Asimismo, estas formas para observar el tiempo permiten caracterizar de distinta manera a la misma cosa (thing o ding). En un calendario todos los días son distintos, sin embargo, un mismo día puede repetirse a la semana o al año siguiente. Siguiendo este argumento, las edades aparecen como marcas de tiempo y operan como referencias sobre todas las cosas, particularmente sobre el propio cuerpo humano. Si bien la edad pareciera ser una observación lineal, en cualquier momento es posible modificar la referencia, considerando que una edad puede repetirse o que una edad puede mantenerse para siempre. La complejidad de observar edades se encuentra precisamente en que existen muchas formas de relacionar temporalmente un elemento con otro. De esta manera, las relaciones etarias se han multiplicado en el tiempo, añadiendo complejidad al mundo así observado. Esta aproximación puede resultar contra intuitiva o bien ser entendida laxamente como una relativización del tiempo bajo el influjo de un aire postmoderno. Veremos que en la práctica investigativa esta visión poco tradicional del tiempo y las edades se articula como un modelo de análisis operativo, ante el cual reconocemos tal vez una dificultad adicional al lector no familiarizado con esta perspectiva, para lo cual sólo podemos ofrecer la mayor cantidad de aclaraciones y ejemplos posibles, organizando el análisis además de forma que la lectura de este informe incorpora gradualmente conceptos, yendo desde lo descriptivo hasta la exposición completa del modelo de análisis utilizado. Adicionalmente, la sociedad adquiere tiempo -como todas las cosas- cuando se considera que existe en el mundo, con lo cual se hace posible la observación histórica como caracterización de la sociedad en el tiempo. Actualmente las disputas sobre la modernidad de la sociedad son posibles, en primer lugar, porque se la considera en el tiempo, por ejemplo, como una unidad diferenciable de todo lo demás que evolutivamente ha adquirido la capacidad de observarse a sí misma como moderna (Luhmann, 1997). Así también, distintos aspectos sociales pueden ser comparados en función del tiempo, por ejemplo, cuando se diferencia entre países más avanzados y menos avanzados, o con una distinción más refinada, al decir que existen países desarrollados y otros “en vías de desarrollo”. También es posible observar la temporalidad de estas formas cuando distinciones como lo civilizado y lo primitivo, operativas por mucho tiempo en la Antropología para hablar de sociedades que son efectivamente contemporáneas, caen en descrédito, desuso u

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obsolescencia. Lo interesante es observar como las distinciones sobre lo que es “buena televisión”, “televisión educativa” o “televisión entretenida”, producen formas similares de gestión de su temporalidad. En síntesis, para orquestar la organización del mundo, el tiempo es producido socialmente mediante la observación de la variabilidad de las cosas, particularmente en el caso de las personas y la sociedad. El concepto de tiempo se vuelve un producto inevitable de la intuición social de comparar los elementos del mundo. Si bien todas las cosas tienen tiempo, las formas de asignarle tiempo a las cosas paradójicamente pueden cambiar en el tiempo.

b. Fabricación del ciclo vital La coordinación simbólica que ofrece la comunicación genera expectativas en función de las referencias temporales, lo cual permite sincronizar en el tiempo los distintos eventos sociales. Mientras más precisa sea la marca de tiempo, más posibilidades existen para la coordinación espacial. Esto se observa por ejemplo cuando se requiere movilizar muchas entidades humanas, como la agrupación de pasajeros en un avión o la remuneración por horas de trabajo en una organización. La aceptación de este tipo de simplificaciones posibilita la manutención de las expectativas temporales de los humanos, incluso cuando la referencia tiene efectos excluyentes, como cuando se pierde un vuelo por llegar tarde o un empleo por trabajar poco. Sin embargo, cuando existen problemas para producir el tiempo, las referencias temporales dejan de ofrecer expectativas que puedan mantenerse en el tiempo. Esto es un asunto muy conocido entre quienes tienen un despertador que no suena todas las mañanas o un amigo que pocas veces llega a la hora convenida. El problema es que el sentido del tiempo, al ser una referencia o una forma simbólica, sólo tiene oportunidad de existir si posee una inscripción en un medio que lo mantenga firmemente sujeto al mundo. De tal manera, porque las palabras se las lleva el viento, la escritura del lenguaje emerge como una solución estructural, como un nuevo medio para inscribir una nueva forma de almacenar/transmitir la información al diferenciarla de su acto de notificación. En consecuencia, el tiempo no sólo ha sido marcado de distintas formas, en distintas unidades de tiempo, sino que también las inscripciones han sido realizadas en distintos medios, en diferentes tipos de relojes, para que la comunicación sobre el tiempo pueda hacer sentido en el tiempo (Luhmann, 1997). Desde la escritura en adelante, toda tecnología de inscripción de la información ha tenido oportunidad de expandir las posibilidades de las comunicaciones ofreciendo nuevos soportes materiales para el lenguaje y muchos de ellos aún se encuentran disponibles a propósito del tiempo que se les inscribe. De manera similar al observador primitivo equipado con el más básico de los lenguajes y la más rudimentaria tecnología, en la modernidad continúa siendo posible cronometrar el tiempo observando el movimiento del sol durante el día. Particularmente en el caso de las referencias temporales, la comunicación –como todas las cosas- debe ensamblarse constantemente para poner en movimiento lo social, de otra forma la referencia simbólica tiene menos probabilidades de señalar exitosamente al mundo. Si bien al

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detenerse, todos los relojes siempre marcan una hora y las personas siempre poseen una edad al morir, una vez que se inmoviliza la acción de uno de los mediadores que posibilitan el ensamblaje de la referencia temporal, el sentido de sus indicaciones sobre el mundo pareciera transformase en sinsentido, en absurdo. Cuando esto ocurre, las inscripciones del mundo ya no generan los efectos esperados en el sistema (Van den Boomen, 2008). Después de convenir una hora de reunión y poner una hora en el despertador, los mediadores humanos y no humanos también deben realizar su parte de la acción para que la referencia simbólica pueda transportar los efectos sociales esperados entre los sitios del mundo, a pesar de toda contingencia. En este sentido entenderemos que las edades sociales se deben fabricar constantemente al interior del ciclo vital, de otra forma no tendríamos ningún soporte donde inscribir referencias para diferenciar una edad de otra. Si bien distintas entidades pueden adquirir forma e inscribirse en el mundo como elementos de uno u otro momento del ciclo vital, su ensamblaje requiere diferenciar la vida humana de otras entidades animadas o inanimadas que también pueden ser inscritas mediante referencias etarias. Cambiar el aceite de un motor permite extender la vida de un auto, lo que naturalmente no funciona de la misma manera en los seres humanos, aunque algunos de los tratamientos para prolongar la juventud del cuerpo se le parecen asombrosamente. De igual manera, no sólo se espera que una crema pueda rejuvenecer a un cuerpo envejecido, sino que tal expectativa se encuentra inevitablemente ensamblada al efecto que pueda tener este producto de laboratorio sobre la piel humana. En definitiva, la variabilidad de las edades también depende de la fabricación de mediadores que posibilitan las formas de vida (Lash, 2001) en el ciclo vital, particularmente en una modernidad donde paradójicamente muchos quieren extender su ciclo de vida sin experimentar los efectos del envejecimiento. ¿Qué papel pueden jugar entonces los artefactos televisivos en tanto entidades inanimadas? La televisión es una innovación de la primera mitad del siglo XX, que pareciera tener un efecto similar sobre la difusión de las imágenes (lo puramente analógico) al efecto que tuvo la prensa de Gutenberg sobre la comunicación escrita. Informaciones audiovisuales que únicamente podían observarse en eventos específicos, como las escenificaciones teatrales o los certámenes deportivos, donde es imprescindible estar-presente, lograron generalizarse sin restricciones de tiempo y espacio en la medida que los televisores fueron penetrando los distintos sitios sociales e instalándose lentamente como un objeto del hogar. De hecho, la diferenciación que pueda sostener la modernidad respecto a otros períodos históricos perdería toda plausibilidad sin estas tecnologías que expanden las posibilidades de comunicación y reestructuran las referencias sociales, entre ellas las etarias. Solo cuando los panoramas de lo social se vuelven más complejos a propósito de mediadores como la prensa o la televisión, las referencias sociales tienen oportunidades de generalizar las vinculaciones entre las personas sin las restricciones presenciales de la interacción individual. De tal manera, la estratificación en clases sociales ya no aparecería actualmente como el referente más importante para anticipar el comportamiento de una persona a cierta edad. El nuevo mundo que estas comunicaciones ponen en movimiento se vuelve más complejo porque incluso aquellos individuos con características similares ahora tienen menos probabilidades de actuar de forma parecida (Luhmann, 1997). A propósito de este proceso de individuación, la intuición de comparar lo social también se vuelve mucho más complicada, ya que las nuevas posibilidades del mundo y la multiplicación de sus identidades son permitidas por una mayor cantidad de entidades no humanas en existencia (Latour, 2005; Latour, 2007).

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Por otra parte, si bien la globalización, como efecto óptico de la generalización de las informaciones del mundo, ha deslocalizado las referencias de tiempo al hacerlas más complejas, a pesar de toda esta nueva variabilidad cultural disponible en el mundo aún es posible traducir el tiempo de un lugar en términos de cualquier otro. Para simplificar las operaciones en este mundo que ocurre dinámicamente tanto de manera presencial como a distancia, nuevos relojes sociales se han fabricado para sincronizar eventos globales de forma instantánea en los centros de calculación del mundo (Latour, 2005), por ejemplo, en los mercados de la economía. Esta premisa de la modernidad tiene las mismas consecuencias epistemológicas para las edades. Para sincronizar las edades contemporáneas proponemos la existencia de nuevos relojes etarios, siendo los horarios de la televisión una de las marcas más importantes para coordinar la fabricación del ciclo vital en el hogar familiar mediante la activación del televisor. De tal manera, se entregará a continuación un panorama de las conexiones que ocurren principalmente en el hogar familiar y que relacionan al medio televisivo con las distintas edades de la sociedad actual. Para ello, incluiremos tanto a los televidentes como a los artefactos televisivos y a otras tecnologías dentro del set de elementos que, en el hogar, pueden mediar entre ambos sitios, entre el plano del medio televisivo y la diferenciación de las edades, bajo la lógica de que se requiere de la activación del televisor para hacer posible la observación de la televisión (Latour, 2005). Una vez revisadas las conexiones que ocurren en el hogar familiar, intentaremos una descripción de este sitio como lugar de fabricación de las edades. Esto porque, si bien se pueden encontrar en los hogares la conjugación de televidentes y televisores desde los inicios de la televisión, este híbrido de humanos y máquinas también ha logrado penetrar distintos espacios públicos preparados para la interacción como restaurantes y bares, o espacios masivos como los andenes de los trenes subterráneos y los estadios. Sin embargo, el hogar familiar no sólo destaca por ser un lugar donde existen altísimas probabilidades de encontrar televisores y televidentes, sino que ahí la activación y desactivación del televisor pareciera estar sujeta a procesos simbólicos complejos que generan consecuencias inesperadas en el sistema familiar (Luhmann, 1998). No sorprende entonces que en los documentos analizados en esta revisión, así como en muchos otros estudios afines, la información empírica sea recolectada en hogares. En síntesis, nos preocuparemos de describir inicialmente los aspectos domésticos del hogar familiar, con la finalidad de comprender posteriormente cómo los miembros de la familia y los televisores se agrupan para activar la televisión. Desde nuestro punto de vista, el hogar es un lugar donde se puede observar preferentemente cómo el sistema familiar organiza cotidianamente el visionado de televisión de sus miembros. De tal manera, veremos cómo la familia intenta coordinar la televisión que ven los individuos que la componen, utilizando formas para distinguir las edades sobre las cuales aplicar una u otra estrategia de organización de la televisión en el hogar. No sólo observaremos cómo ven televisión las distintas edades en los hogares, sino también cómo el observar la televisión le permite al sistema familiar distinguir una edad de otra y qué papel juega el artefacto televisivo en la fabricación de las edades en general.

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3. Hogar-familia, comunidad y subjetividad.

a. La vida familiar. Son las relaciones de parentesco naturalmente aquellas más relevantes para Toons (0 a 5), Tweens (8 a 13), Adolescentes (14 a 17) y Adultos Mayores (60 en adelante). Para los niños indica cuidado y supervisión, mientras que para los adultos mayores operan como apoyo y compañía, indicando una valoración por parte del entorno, o por el contrario, exclusión Vale decir que pese a las habituales expectativas respecto de la adolescencia y la juventud, a menudo identificadas con un conflicto generacional, podemos observar en la figura 1, los adolescentes parecen altamente motivados por la vida doméstica y las actividades familiares. Es interesante reflexionar sobre la naturaleza de esta respuesta, puesto que precisamente la ruptura de la doxa, la opinión común de que los adolescentes tienen el ferviente deseo de desligarse completamente de la familia, emerge de la construcción de lo adolescente como edad diferenciada y de lo juvenil como ruptura con las instituciones como la familia, cuando se puede manejar la hipótesis tentativa de que el distanciamiento familiar de los adolescentes es aparente y su ruptura tiene que ver más con la tradición y la normativa que preexiste a su existencia juvenil, que es observada con una temporalidad distinta, aplicando el código vigente/no vigente. Pese a esto los adolescentes no quieren diluir la familia, sino simplemente flexibilizar y redefinir sus límites. En otras palabras, el marco estructural no es necesariamente discutido y atacado por los adolescentes, si no que probablemente lo que prima es una negociación sobre las normas familiares.

De la misma manera, para los adultos mayores los valores ligados al cuidado y preservación de la familia son un aspecto fundamental. Esta preocupación conecta con el estatus familiar y el espacio que la familia les da. Como vemos en la figura 2, estos vínculos afectivos pueden convertirse en un sentido de vida para los adultos mayores.

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Como podemos ver en la figura 3, en el caso de los grupos más jóvenes, destaca la presencia de la madre en el hogar y la reducción progresiva de la presencia del padre a medida que aumenta la edad de los hijos. Los padres de los niños más pequeños, los Toons, son más jóvenes y por lo tanto se encuentra entre ellos una menor incidencia de separaciones de los jefes del hogar. La edad de los progenitores y la edad de la familia como un sistema se enlazan, programando consolidaciones y rupturas en el flujo del tiempo familiar.

Fig. 3: Cohabitación con Padres. Toons, Tweens y Adolescentes.

Base: 400 Base: 400

Toons Adolescentes

Madre 99.8 94

Padre 97.5 71

Por su parte, los adultos mayores viven en su mayoría con hijos, y en más de un tercio de los casos, con los nietos. En segundo lugar, habitan con su cónyuge. Quienes viven solos alcanzan un escaso 13.5%, lo que se acentúa en las mujeres, dato asociado naturalmente a la menor sobrevida de los hombres (figura 4). La transformación de la familia, ya sea por decesos o por migración, marcan la edad de la familia.

Fig. 4: ¿Con quién viven? (%) Base: 1400 adultos mayores

T O T A L Hombre Mujer

BASES ABSOLUTAS 1.400 642 758

Su(s) hijo(s) 57,47 52,25 61,26

Su pareja / esposo (a) / cónyuge

48,93 69,42 34,09

Nieto(s) 36,8 29,66 41,97

VIVE SOLO 13,48 11,06 15,23

Su(s) hermano(s) 3,35 2,49 3,97

Su madre 1,32 0,28 2,07

Su padre 0,41 0,57 0,3

Sobre con quienes se comparte el tiempo en casa, los resultados son más concluyentes: una baja presencia del padre en la vida de los hijos. Siendo entonces la socialización familiar un aspecto principalmente femenino en la sociedad chilena, cumpliéndose la expectativa social de que los padres se involucran poco en la socialización de los hijos, manteniéndose en general alejados de las actividades domésticas, lo que en el estudio del CNTV ha sido analizado bajo la lógica de “el mito del padre ausente” que se hace realidad (figuras 5 y 6). Es interesante el que una observación

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de segundo orden, nos permite apreciar la manera en que la presencia/ausencia del padre es indicada en base a una variable temporal, la frecuencia. Si aplicamos esta distinción a otras relaciones significativas como la amistad o los vínculos de amor romántico, a la luz de las nuevas tecnologías, la distancia/cercanía física y la frecuencia se van combinando en complejas formulas para definir la intimidad y la confianza.

El cuidado de los más pequeños está claramente a cargo de la madre, sin embargo el papel de los abuelos y abuelas es relevante (fig. 7). Es interesante que en ese sentido se produzca un encuentro entre generaciones en el espacio doméstico, dando lugar al fenómeno de los muy viejos sociabilizando con los más jóvenes, el cual caracteriza el momento de transformación de la sociedad chilena hacia una sociedad envejecida.

Esta función de los adultos mayores dentro de la familia no solamente se refiere al cuidado de niños muy pequeños, sino que además, como lo muestra la encuesta CASEN, incluye a otros rangos de edad (figura 8).

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Sobre el estatus dentro del grupo familiar, podemos decir que se producen dos diferencias que conducen a un camino similar. Por una parte se encuentran las capacidades reconocidas, que se asumen como conocimiento. Dentro de esto se encuentran las competencias que las personas asumen respecto de otros integrantes de la familia. Los niños más pequeños, los Toons, obtienen su estatus del dominio material del entorno, ante lo cual se asume el desarrollo de capacidades cognitivas. En este sentid, se puede decir de De los Tweens y los adolescentes se puede decir que van asumiendo otro estatus no sólo en base a este conocimiento, sino en base al juicio moral que el grupo familiar les imputa. En otras palabras, el dominio material parece ir indicando la edad dentro del grupo familiar, siendo entonces niños para realizar algunas actividades, pero adultos tecnológicos. Por su parte, los Adultos Mayores son un grupo interesante en cuanto al manejo de su estatus familiar-social, puesto que sin duda ya fueron, por decirlo de alguna manera, el centro de la sociedad, si la ordenamos en base al estatus. Y parece ser que los sujetos sociales luchan para llegar hasta el punto máximo posible de inclusión en espacios sociales, y luego continúan luchando para no alejarse demasiado del centro. Llama la atención que en el caso de los adultos mayores el estatus parece tener una gran relación con el dinero, no sólo en cuanto al lugar que ocupan dentro de la estructura social, sino en la diferenciación interna de los grupos familiares. En este sentido, es que el 36% de los adultos mayores que viven con otras generaciones, es decir, aportan el principal ingreso al hogar. La mayor parte de estos ingresos (en el 81% de los casos) tienen como fuente pensiones, jubilaciones y montepíos, obteniendo sólo un 19% de ellos algún tipo de ingreso por trabajo realizado actualmente.

b. La vida extra-familiar En el caso de los adolescentes, Tweens y Toons, la educación formal es uno de los medios de inclusión en espacios de sociabilidad, marcando además la construcción de las edades. Las progresivas exigencias de la educación, así como el acople con los intereses de los niños y adolescentes hacen del espacio escolar un lugar para compartir intereses y gustos personales. El aprendizaje escolar permite la incorporación de conocimiento fuera del espacio familiar, generando espacios para la autonomía. Tanto para los Tweens como para los adolescentes, las cosas que les interesan se aprenden mayormente en el colegio, sin embargo, claramente la edad diferencia temas y fuentes de información. Los adolescentes se independizan progresivamente de la educación formal como referente temático, abriendo sus propios espacios en relaciones horizontales. Es interesante que los padres alcanzan en ambos grupos el 15%, mostrando una presencia poco significativa pero constante (fig. 9):

Fig. 9: ¿Dónde se aprenden las cosas que te interesan?

Tweens Base: 401

Adolescentes Base: 400

% %

Colegio 72 42

Padres 14 17

Amigos 7 40

TV 4 9

Internet 4 7

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En cuanto a los adultos mayores, estos construyen un entorno extra-familiar particularmente compuesto por amigos y vecinos. Los compañeros del trabajo van desapareciendo conforme aumenta la edad, mientras que las redes de amigos parecen más fuertes en los estratos de mayor ingreso. Los vecinos, como redes horizontales, constituyen los contactos sociales extra-familiares más relevantes de los grupos de menor ingreso (fig. 10).

En el caso de los Toons, sus contactos con otros pares se producen por la intermediación de los padres, quienes parecen incluir el contacto con otros niños en el programa de socialización. Es así como la vida social de los padres, en su mayoría adultos intermedios, genera una interdependencia con la de los de menor edad, encadenándose sus pautas de sociabilidad (fig. 11).

Sobre los Tweens (8 a 13 años) podemos decir que sus contactos fuera del hogar se encuentran restringidos, siendo sus actividades de ocio particularmente ancladas a la esfera doméstica, donde el consumo de medios es muy relevante y el encendido de la televisión es una conducta casi mecánica al entrar en el hogar (fig. 12). En capítulos posteriores veremos cómo el hogar se transforma en un medio tecnológico que opera como una especie de parque de diversiones, donde la televisión sigue reinando.

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Los adolescentes nos muestran como el entorno social se vuelve más complejo y heterogéneo conforme se despegan del ambiente escolar como foco único de sociabilidad (Figs. 13 y 14).

Cabe destacar que las actividades de sociabilidad con los amigos y los usos de medios y tecnología son actividades prioritarias, en desmedro de otras actividades como el deporte, que sin embargo es mencionada por los adolescentes como la actividad que más les gustaría hacer dentro de las que no realizan. Por otra parte, la edad diferencia temas y fuentes de información, y con ello, cuotas de independencia a la educación formal, transfiriéndose esta demanda a las relaciones informales y hacia los medios de masas. Es interesante que la familia, los padres, resisten en este cambio y siguen teniendo una presencia baja, pero constante. Podemos ver en la figura 14 cómo los adolescentes a medida que aumenta la edad se alejan de la familia como espacio de expresión de lo íntimo.

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Aplicando una lógica menos tradicional, podemos decir que el cambio de los referentes construye la edad, es decir, la forma de reflejar una identidad juvenil, no infantil, es validar las fuentes de información horizontales, despegándose de las instituciones familiares y de la educación. La amistad entonces aparece como una construcción subversiva, en la medida que reemplaza la influencia de estas instituciones. Si bien estos datos corresponden a un periodo pre-Facebook, es posible sostener la hipótesis de que parte del atractivo de estas redes sociales es precisamente la forma de generar espacios encapsulados alternativos a las instituciones familiares. Es necesario tener en cuenta que sólo un 10% de los Tweens (figura 15), tendencia que debiera variar muy poco en los adolescentes, han conocido a personas que consideran amigos, por medio de Internet. Este resultado es consistente con la extensa investigación etnográfica realizada por Danah Boyd (2008), quien sostiene que las redes sociales de jóvenes más que iniciar contactos, son redes para alimentar temáticamente y generar coordinación en relaciones cara a cara offline. Boyd sostiene que el uso de los medios digitales por parte de los adolescentes y jóvenes es mucho más complejo que lo que el sentido común parece indicar.

“Las estrategias de los adolescentes revelan como las nuevas formas de medios sociales son incorporados en la vida cotidiana, complicando algunas prácticas y reforzando otras, Las nuevas tecnologías reforman la vida pública, pero el vínculo con los adolescentes reconfigura también la tecnología en sí misma” (Boyd, D. 2008:4)

5

Esto en contra de las visiones conservadores respecto de las TICs que intentan delinear un panorama desolador de “individualismos en red” como diría Barry Wellman (2005). Wellman describe este tipo de vínculos como identidades digitales que se relacionan, aislando a las personas cada vez más en universos personales cuyos intereses se satisfacen en la red, produciendo una baja integración comunitaria.

5 Traducción no autorizada por la autora.

19

En el caso de la participación comunitaria, los adultos mayores parecen poco participativos (figura 16). Entre los que participan, la instancia más habitual es la Iglesia. Esto es particularmente relevante, dado que el aislamiento y la soledad son amenazas importantes en la etapa de la adultez mayor.

Fig. 16: ¿Participa en algún tipo de agrupación comunitaria (clubes, juntas de vecinos, grupos de

amigos, iglesia, grupos religiosos, etc.) Base: muestra total – 1400 casos

Total Hombre Mujer

Si 27% 21% 31%

No 73% 79% 69%

Total 100% 100% 100%

En el caso de los Tweens la cuestión de la participación comunitaria en grupos formales o semi formales también parece ser escasa (figura 17). Sin embargo esto no significa que su vida social sea necesariamente pobre.

20

4. Televisión como medio de la sociedad.

a. Horas y Horario de Uso de la Televisión Los televidentes chilenos consumen en promedio 2,8 horas de televisión abierta durante los días de semana, en contraste, el consumo promedio durante el fin de semana ha aumentado fuertemente a 3,1 horas de televisión. El consumo de horas promedio de televisión pagada va a la baja, con 2,5 horas tanto durante la semana como el fin de semana (figura 18).

Las edades menores de 156 años y mayores de 507 años tienden a ver más televisión abierta y pagada durante la semana, volviéndose más bien homogéneo el consumo de televisión entre las edades durante el fin de semana. Esto implica que el medio televisivo utiliza, entre otras cosas, a las edades de los televidentes como información para ajustar su programación semanal, pero no las considera mayormente para programar contenidos durante el fin de semana, los cuales son visionados en igual proporción, de forma individual o colectiva, por las distintas edades al interior del núcleo familiar. Al desagregar a los consumidores por sexo se observa que, en ambos tipos de televisión, las mujeres tienden a ver más durante la semana, mientras que durante el fin de semana los porcentajes son similares entre los sexos. En el caso de los estratos sociales, aquellos más bajos en la escala socioeconómica tienden a consumir casi el doble de televisión abierta y pagada que los estratos más altos, tanto durante la semana como durante el fin de semana (figura 19).

6 Los Toons (de 2 a 6 años) ven un promedio de 3,5 horas diarias (0,7 de esas horas lo hacen sin compañía).

6,8 horas es el tiempo promedio que el televisor, al que el niño tiene acceso, permanece activado (CNTV, 2007). En cambio, los adolescentes entre 13 y 17 años dedican en promedio 2,4 horas diarias a la televisión (CNTV, 2005). 7 Los datos entregados por las ENTV concuerdan con aquellos recopilados en un estudio específico sobre

adultos mayores, quienes declararon ver un promedio de 2,9 horas diarias durante la semana. Es en el estrato social C3 donde proporcionalmente más adultos mayores consumen televisión todos los días.

21

En cuanto a los horarios de visionado, la televisión abierta durante la semana incrementa significativamente su consumo después de las 19hrs y cae drásticamente después de las 24hrs. Una tendencia similar se puede observar con la televisión pagada durante el fin de semana (figura 20).

En cambio, la televisión pagada durante la semana y el fin de semana incrementa significativamente su visionado después de las 22hrs y permanece activa después de las 24hrs los fines de semana (Fig. 21). Como veremos hacia el final del punto 3, la banda de horario es una simplificación del consumo de la televisión que tiene importantes consecuencias para la construcción de las edades. Los horarios pueden convertirse en marcas para diferenciar las edades de manera general (jóvenes/envejecidos), como de maneras más específicas (Toons, Tweens, adolescentes), al oponer los horarios con los contenidos consumidos por los distintos miembros familiares en el hogar.

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b. Contenidos y Público objetivo de la Televisión Cuando los televidentes utilizan el televisor se crea una conexión, un vínculo bidireccional entre los medios y las familias. Por un lado, los medios televisivos pueden utilizar la información asociada a la activación del televisor para ajustar su programación, por el otro, los individuos pueden utilizar el objeto televisivo para comprender su localidad, el país o el mundo. Pero los medios televisivos no pueden deducir a partir del rating las comprensiones familiares de la televisión, ni las familias pueden deducir a partir de los contenidos cuáles son los criterios que utiliza el medio televisivo para seleccionar su programación. Es decir, el artefacto televisivo permite acoplar (Luhmann & De Giorgi, 1993) a los medios de información con las familias, al mismo tiempo que crea un mutuo punto ciego entre estos sistemas, lo cual hace del televisor una caja negra, una fuente de incertidumbre constante para ambos. Contenidos y público objetivo, de tal manera, son dos caras de la misma moneda, en tanto una requiere del otra para tener sentido en la televisión.

En la figura 22 podemos ver como la televisión nacional abierta aparece como el medio más usado para informarse sobre su localidad, Chile y el mundo. La radio tiene un mayor porcentaje de uso para informarse sobre asuntos locales, mientras que en temas mundiales la televisión pagada y recientemente Internet también registran un leve aumento de las preferencias. Que la televisión sea la fuente de información más usada también implica una relación con las otras fuentes o medios de información disponibles, en el sentido de que la televisión puede con facilidad concentrar y generalizar la información relevante originada en distintos medios de información (la relación entre televisión e Internet durante el terremoto del 27 de Febrero del 2010 es un buen ejemplo8). De igual manera, es un antecedente significativo para observar las consecuencias de utilizar a la televisión como fuente de educación o como fuente de conversación con otros.

8 Ver:www.cntv.cl

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Todo esto significa que la televisión genera características colectivas entre los individuos, tanto por las agrupaciones en torno al artefacto televisivo, como por las informaciones que hace disponible. Por ejemplo, casi la mitad de los televidentes conversa con frecuencia, es decir, más de tres días a la semana, sobre contenidos que ha visto en la televisión. Cuando las informaciones frecuentes suelen ser específicas sobre personajes o programas, el porcentaje de personas que conversa sobre esos temas se reduce bastante. Los jóvenes conversan con más frecuencia que otras edades sobre lo que han visto en televisión. Recientemente se ha observado también que, durante los años asociados a la edad de jubilación, existe un aumento porcentual significativo entre los adultos mayores que conversan sobre televisión. No solo los jóvenes, sino también los denominados adultos jóvenes y los adultos medios son quienes más conversan con frecuencia sobre personajes y contenidos específicos (figura 23).

24

A propósito de que el horario en que se trasmiten los noticiarios es aquel cuando más televisores se activan diariamente, tres cuartas partes de la sociedad chilena dice ver noticias todos los días. No se observan diferencias importantes por género o diferencias socioeconómicas. A medida que aumenta la edad también lo hace el porcentaje de personas que ven noticias todos los días, particularmente cuando se alcanza la adultez (edad que en general toma posesión del control remoto durante ese horario)(figura 24).

Aproximadamente un cuarto de la población ve telenovelas todos los días, un número que presenta una significativa brecha de género en favor de las mujeres y una tendencia progresiva de consumo a medida que se desciende en la escala social. Las edades que proporcionalmente más ven telenovelas todos los días son los adolescentes y los envejecidos, luego de la edad de jubilación. Entre las edades menores, los Toons no indican a las telenovelas entre sus programas favoritos, pero los Tweens (a partir de los 10 años) ya mencionan a las teleseries, realitys y noticiarios como programas frecuentes de su consumo. Por su parte, 46% de los adolescentes entre 13 y 17 años menciona ver teleseries frecuentemente en familia (Fig. 25).

25

c. Distribución de televisores en la sociedad Son las relaciones entre los individuos quienes se encargan de procesar simbólicamente los contenidos de la televisión cuando se activa el televisor. Asimismo, cuando el televisor se apaga, los públicos objetivos pueden utilizar los contenidos televisivos como temas de comunicación. De tal manera, las opiniones de la televisión logran hacerse públicas (o no) cuando las informaciones son comprendidas sin la mediación de un televisor u otros artefactos, de la misma forma en que el dinero puede ser aceptado fuera de los bancos entre personas con distintos lenguajes, sin necesidad de otro traductor que el propio dinero (Luhmann & De Giorgi, 1993). Si bien los individuos pueden mediar las informaciones entregadas por la televisión, entendiéndolas de distintas maneras o simplemente olvidándolas, desde este punto de vista, la forma en que están distribuidos los televisores en la sociedad no juega ningún papel para la generación de opinión pública en el medio televisivo. Las edades se construyen exclusivamente mediante contenidos simbólicos procesados en redes simbólicas. Pero si se desea observar cómo las familias ensamblan la observación de las edades activando la televisión en el hogar (Latour, 2002), las estadísticas referidas a los televisores describen una parte significativa del terreno donde se comunican las controversias etarias asociadas al consumo de televisión. Como señala la figura 26, la mayoría de los hogares posee dos televisores. El porcentaje de hogares que posee un solo televisor ha decrecido, mientras que los porcentajes de hogares que tienen más de dos televisores ha aumentado. Cuando se desagrega el número promedio de televisores en el hogar por nivel socioeconómico, es posible apreciar en la figura 27 que una mayor disponibilidad de televisores no determina el consumo diario de televisión, en tanto los estratos más bajos poseen menos televisores que los estratos altos, sin embargo, su promedio de consumo diario es más elevado. De todas maneras, el número promedio de televisores se ha incrementado en todas las capas sociales.

26

No solamente el uso apropiado de los artefactos televisivos por parte de las distintas edades se encuentra sujeto a controversia en el hogar, sino también otras tecnologías del hogar pueden jugar un papel importante al momento de definir las distintas marcas en el reloj de las edades. Particularmente entre los menores, las tecnologías son objetos de la vida cotidiana en el hogar; más importante aún, son también objetos propios en el sentido de que los menores se han apropiado de las tecnologías (CNTV, 2007), asunto que no pasa desapercibido por las edades mayores. En este sentido, la presencia de ellos ha variado sustancialmente con la explosiva introducción del DVD en los últimos años, como también por la tasa de incremento de computadores personales. La presencia de televisión pagada ha tenido un aumento discreto, notándose en mayor medida la retirada del VHS. El stock de consolas de juegos no ha variado significativamente (Figura 28)

27

d. Características sociales de los televidentes

Mediante la localización de tecnologías en el hogar también es posible intentar describir las diferencias sociales en función de ellas, de hecho, las técnicas estadísticas para describir niveles socioeconómicos utiliza, entre varios factores, un set siempre variable de objetos materiales que incluyen algunos artefactos tecnológicos. Profundizaremos brevemente en algunas desagregaciones sociales para añadir variabilidad a la fauna de artefactos que puedan encontrarse en unos u otros hogares o asociarse a unas u otras edades. El porcentaje de hogares que posee más de dos televisores se ha incrementado un 7,4%, alcanzando el 40,1% de la población. Si bien todos los segmentos sociales tienen más televisores que antes, los incrementos sostenidos más elevados los experimenta el estrato C2 y el estrato D (figura 29). Como se señalará detalladamente en el punto 2, no sólo existe un aumento en la disponibilidad de televisores en el hogar, sino también una migración del televisor dentro del hogar. El DVD es el único artefacto complementario al televisor que puede encontrarse incluso en la mayoría de los hogares del estrato social más bajo (E). Su crecimiento en los últimos años se concentra al medio de la escala social, particularmente en los estratos C2 y C3, mientras que hacia los extremos el crecimiento alcanza tasas proporcionalmente menores. La televisión pagada, al igual que el VHS, la consola de juegos y el computador, se distribuyen escalonadamente en la sociedad, concentrándose particularmente en los estratos más altos. El incremento de la televisión pagada ha sido paulatino en todos los estratos, excepto en el D, donde el crecimiento se encuentra estancado. El descenso del VHS en los últimos años es más pronunciado entre los estratos más altos, mientras que en el estrato E casi no existe variación. El incremento del

28

computador es proporcionalmente mayor en los estratos más poblados de la sociedad (C3 y D) (figura 30).

Si bien la gran mayoría de la poblaci

ón sigue

consumiend

o televisi

ón abierta

todos los

días, la tendencia general en el consumo diario de medios de comunicación es a la baja, con excepción de Internet. El consumo diario de televisión entre los años 1999 y 2008 disminuyó de un 84,1% a un 75,9%, mientras que durante el mismo período el consumo diario de radio disminuyó de un 71,1% a un 54,1%. Actualmente existen más personas que consumen diariamente Internet (aproximadamente un cuarto de la población) que personas que consumen diarios todos los días (aproximadamente un quinto de la población). Al desagregar a todos estos consumidores por edad, la proporción de consumidores diarios tiende a aumentar a mayor edad en el caso de los medios más antiguos, como la televisión abierta, la radio y los diarios. De hecho, se observa un incremento en el consumo diario de la televisión abierta y pagada a partir de los 60 años, siendo aquellos que tienen sobre 75 años quienes más la consumen todos los días. En el caso de la televisión pagada el consumo es más homogéneo entre las edades, aunque de todas formas se observa un incremento entre los 60 y los 65 años. Tanto en la radio como en los periódicos se observan tendencias similares en el consumo diario de las edades. Existe un aumento escalar durante la adolescencia, un consumo homogéneo durante la adultez y, precisamente al llegar a la edad de jubilación, el consumo diario cae drásticamente y luego se recupera. Esto sugiere que el consumo diario de ambos medios de información se encuentra ligado más bien al espacio laboral y no al hogar, donde son consumidos de forma ocasional durante la semana. En el caso de Internet se observa una importante brecha etaria con una marcada pendiente entre jóvenes y seniors (figura 31).

29

¿Per

o qué

ocurre en

el consumo

de las

edades

menores

? Los padres dicen que un 84,7% de los Toons ve televisión todos los días, un 34,5% escucha música todos los días, un 21,4% ve videos o DVDs todos los días, un 17,1% lee o le leen todos los días y un 17% hojea revistas o álbumes. Otras actividades que requieren más habilidades técnicas serían escasamente comunes entre los Toons, como usar consolas de juegos o consolas portátiles (CNTV, 2007). En el caso de niños menores de 13 años, los padres mencionan que la gran mayoría de ellos ve televisión todos los días, mientras que aproximadamente solo un tercio ve televisión pagada y un cuarto escucha radio todos los días. Una quinta parte usa el computador todos los días y apenas un porcentaje menor lee o le leen diariamente. El uso diario de Internet y de video juegos es más bien marginal (Figura 32).

30

e. Percepciones de la relación entre las edades y la televisión Los padres perciben como adecuada, en mayor número que antes, la cantidad de televisión que ven los niños menores de 13 años. Este aumento es relativo a la disminución de padres que percibe que los niños ven mucha televisión (Figura 33). Todo parece indicar que la distribución del consumo de televisión entre las edades es un asunto al cual las familias dedican particular atención. Precisamente es la observación de la relación entre individuos y artefactos televisivos lo que hace posible la generación de estrategias de coordinación de la televisión para ser aplicadas en el hogar. Las familias diagnostican las relaciones entre sus integrantes y los televisores como premisa de las decisiones en torno a la organización familiar de la televisión. Tales cifras resultan similares a las señaladas en el caso de los Toons (CNTV, 2007), donde la mayoría de los padres considera que la cantidad de televisión consumida por ellos es adecuada. Sin embargo, existen más padres que perciben como poca la cantidad de televisión que ven los Toons, y un porcentaje bastante menor en el caso de los padres que consideran como mucha o excesiva la televisión consumida (Figura 34). Esta percepción generalizada en la población, y puntualmente en el caso de los padres de niños/as de menor edad, llama mucho la atención al ser contrastada con el promedio de 3.5 hrs que los Toons consumen diariamente de televisión

31

Entre las percepciones que los padres tienen sobre las reacciones de los Toons entre 2 y 6 años a la televisión (figura 35), destaca una actitud más bien indiferente frente a reality shows y personajes de video juegos, PC o Internet. En el caso de los cantantes, perciben que los menores se dividen entre permanecer indiferentes o imitar sus acciones, algo similar a lo que ocurre con los personajes de programas infantiles. Según los padres, más de un tercio de los Toons imita a conductores de personas infantiles y más de un cuarto a personajes de teleseries.

Fig. 35: Toons: Reacciones frente a contenido de la TV

Reality Shows

Cantantes Personajes de Teleserie

Conductores programas infantiles

Personajes de programas infantiles

Personajes de video juegos, PC o Internet

Obedece, hace caso 0,7% 2,3% 5,7% 1,3% 1,2% 0,9%

Imita 4,9% 47,9% 26,7% 36,5% 47,7% 16,3%

Tiene temor 0,3% 0,0% 0,4% 0,0% 0,0% 0,1%

Indiferente 73,8% 46,6% 61,3% 58,7% 48,6% 69,7%

Ninguna 20,3% 3,1% 5,9% 3,5% 2,5% 13,0%

Sin embargo, a medida que se avanza en el ciclo vital, se vuelve posible percibir relaciones más complejas entre la televisión y las edades. Si bien, al igual que los Toons, aproximadamente un tercio de adolescentes entre 13 y 17 años plantea estar de acuerdo con imitar a personajes de la televisión, a medida que se incrementa la edad la proporción de los adolescentes que no menciona ningún contenido que los represente retrocede. Entre el inicio y el término de la adolescencia el porcentaje de televidentes que no se ve representado por programas de televisión desciende del 52% al 36% (CNTV, 2005). No sorprende entonces la motivación de las edades menores cuando el medio televisivo logra, mediante sus horarios y contenidos, establecer vínculos tan específicos con las edades mayores. A pesar de la simplificación del mundo ofrecida en los programas infantiles, los menores también pueden inclinarse por contenidos caracterizados por anticipar informaciones sobre el mundo que no pueden comprender ni derivar de sus interacciones con otras edades en el hogar, o tampoco fuera del hogar con individuos de la misma edad, en tanto se encuentra prohibido hablar con extraños. La falta de sentido en estos contenidos diseñados para mayores no impide

32

necesariamente que su comunicación pierda atractivo para los menores, de hecho, la televisión es fuente de muchas preguntas que los niños hacen a sus padres sobre el mundo. A propósito de la alta penetración de artefactos televisivos y la variación continua de nuevos programas en los mismos horarios, o de los mismos programas en nuevos horarios, la televisión en general no genera indiferencia y las distintas edades pueden percibirse más o menos representadas por sus contenidos. Pero también se posicionan críticamente y generan controversias respecto a lo observado. Por ejemplo, existe una clara indicación en la sociedad chilena de que la televisión es una fuente entretención, de información y de compañía, pero no existe la misma precisión al considerarla una fuente de conversación o de cultura. De manera sistemática, el medio televisivo se vuelve objeto de controversias de este tipo. En respuesta, el medio televisivo diagnostica -al igual que las familias- las relaciones entre televidentes y televisores, considerando la percepción de los consumidores para formular criterios de selección respecto a la programación de horarios y contenidos. Otros sistemas sociales también pueden diagnosticar las relaciones entre ambos actores en el hogar y condicionar la programación de la televisión, como la premisa normativa de emitir en ciertos horarios programas culturales. En este sentido es que se ensamblan entonces las temporalidades individuales, familiares, del mercado y la política. Las dificultades de conectar simultáneamente con todas las edades son evidentes, ya que no es posible transmitir todos los programas en todos los horarios. En este sentido, como señala la figura 36, la televisión abierta gatilla más bien insatisfacción y se lleva la peor evaluación general (con nota 5,0), mientras que los lectores de diarios son los consumidores más satisfechos y poseen la mejor evaluación de la sociedad (con nota 6,0). La televisión pagada, los diarios e Internet tienen una satisfacción y evaluación intermedia (aproximadamente con nota 5,5). Como se indica en la figura 36, los seniors evalúan mejor a la televisión abierta que los jóvenes y los adultos, mientras que en el caso de la televisión pagada este escenario se invierte.

34

58

8

67

30

3

3 4

53

13

54

40

7

4147

12

4942

9

01 02 0

3 04 05 06 0

7 0

notas 6 y 7 notas 4 y 5 notas 3 o

menos

notas 6 o 7 notas 4 o 5 notas 3 o

menos

Notas T v abie rta Notas Tv pagada

Fig. 36: Notas promedio Televisión abierta y Pagada por edades

Fuente: ENTV 2008

Jóvenes y adolecentes (16 a 29 años) Adultos (30 a 5 9 años) Adultos mayores (60 y más años)

33

Paradójicamente, todo esto no impide percibir que la televisión es el medio más veraz, más informativo, más educativo, más entretenido, más cercano, que más acompaña, el más sensacionalista y pluralista. Solo la radio se percibe tan neutra políticamente como la televisión (aunque existe un quinto de la población que no considera ningún medio como neutro en política). Quizás porque la televisión es el principal medio de información para observar al mundo, todas las características del mundo se vuelven disponibles para diagnosticar a la televisión. De una u otra forma, los programas, al ser buenos, son la principal razón de satisfacción respecto a la televisión, mientras que al ser malos se vuelven la principal razón de insatisfacción.

34

5. La televisión como tecnología del hogar

a. Equipamiento televisivo en el hogar Es importante destacar que no solo los horarios y contenidos de la televisión son elementos de percepción de los televidentes. Los artefactos televisivos, que hacen plausibles la observación de la televisión, también pueden ser objetos de controversia, particularmente cuando se trata de su localización en el hogar o de su pertenencia a un miembro familiar. Si concentramos la mirada exclusivamente en el artefacto televisivo por un momento, es posible observar que en el objeto tecnológico se inscriben muchas de las simplificaciones utilizadas para coordinar la televisión del hogar, desde la localización misma de los televisores al lenguaje para comunicar a los televidentes cómo activar los contenidos de la televisión en la pantalla del televisor. Al observar la distribución de televisores en el hogar, el televisor principal se ha movido ligeramente del living o comedor al dormitorio principal y el aumento en el número promedio de televisores se condice con una mayor presencia de televisores en dormitorios de jóvenes u otros adultos. La proporción de televisores en las piezas de los niños bajo 13 años no ha variado sustancialmente, como tampoco la proporción de televisores en otras dependencias. Las cifras de los televisores que activan la televisión pagada, en tanto, el aumento de consumidores de este tipo de televisión se condice con una mayor proporción de televisores distribuidos en el living o comedor y en el dormitorio principal, pero existe una tendencia a la baja de televisores en dormitorios de jóvenes y adultos (figura 37).

La distribución de objetos en el hogar varía cuando éstos se consideran como propios. Como señala la figura 38, incluso en el caso de los menores, muchos de los objetos propios de las distintas edades se encuentran en el dormitorio. Pero la posición de los objetos propios no se encuentra exenta de controversia, en tanto puede ser utilizada como un principio de coordinación en el hogar, particularmente en términos normativos.

35

En el caso de los Toons, aproximadamente un 15% de las consolas de juegos propias se encuentra en la pieza de los padres o en el living, es decir, la posición de estos artefactos puede ser entendida como una estrategia familiar para controlar o para compartir el uso del objeto. De igual manera, un quinto de los equipos de música con CD propios se encuentra en el living o comedor. Otros artefactos incluso pueden exhibir una pieza propia, como indican una quinta parte de los computadores con conexiones a Internet de los Toons al encontrarse en otro dormitorio. La presencia de artefactos tecnológicos en los dormitorios de los menores puede resultar en concesiones antropológicas respecto a los objetos, por ejemplo, en la personificación del televisor (Teubner, 2006), como puede desprenderse en los relatos infantiles recolectados y también en resultados de otros estudios aplicados. Sobre esto podemos rescatar un fragmento testimonial de uno de los Tweens que participaron en el estudio “TV Cómo te quiero”: “Tú (televisión) que tienes tanta influencia social en el mundo, convence a los adultos para que empleen su tiempo en crear trabajo y no en hacer materiales para la guerra” (tween de 8 años en UNICEF, 2003).

b. Lenguaje de la interfaz tecnológica Es muy importante diferenciar que, si bien no todos los contenidos de la televisión están codificados para simplificar su comprensión por parte de todas las edades, la decodificación del lenguaje de los artefactos tecnológicos no ocurre en el medio televisivo, más bien depende del aparato cognitivo individual y la inscripción de signos en los objetos (Van Boomen, 2008). En este sentido, las competencias de los Toons respecto al manejo de tecnologías se encuentran paradójicamente relacionadas a la vivencia de estos objetos como cotidianos y a la interacción con estos objetos de manera experimental. Aunque son artefactos que existen hace algún tiempo en el mundo, desde su punto de vista aparecen como objetos abiertos en términos de conocimiento.

36

Las cifras son reveladoras de las relaciones entre los Toons y los distintos artefactos tecnológicos. La mayoría de los Toons entre 2 y 3 años usa sin ayuda el control remoto de televisores vinculados tanto a televisión abierta como pagada, mientras que en el caso del DVD, la mayoría más bien no lo usa o requiere de ayuda. En cambio, a partir de los 4 años la gran mayoría de niños ya maneja sin ayuda el control remoto y un 55,8% de Toons pueden manejar el DVD sin problemas (figura 39).

Respecto a los artefactos computacionales, la mayoría de los Toons entre 2 y 3 años no los usa o requiere de mucha ayuda, mientras que tan solo a partir de los 4 años la mayoría los Toons no requieren ninguna o muy poca ayuda para usar el computador o Internet. Sin embargo, a pesar de utilizar la red, sigue existiendo un gran porcentaje que no utiliza webcam (figura 40). Este es el punto de partida para animar la discusión recurrente respecto de los riesgos que conlleva la comunicación con extraños.

37

Otras tecnologías, como las consolas de juegos, pueden ser utilizadas sin ayuda por un tercio de los Toons a partir de los 2 años y por más de la mitad de ellos después de los 4 años, aunque una cuarta parte de los Toons sigue sin usarlas en absoluto. Algo similar ocurre en el caso de los celulares, donde un tercio de los Toons puede usarlos sin ayuda a partir de los 2 años y, luego de los 4 años, prácticamente la mitad de ellos posee esta capacidad, pero un tercio continúa aún sin utilizarlos. Las cámaras digitales no provocan el mismo interés que los artefactos anteriores y exhiben más dificultades de uso y porcentajes de no uso en Toons de todas las edades (figura 41).

38

Por el lado de los padres, el computador personal pareciera ser un terreno significativamente nuevo donde las edades pueden establecer nuevas relaciones, siendo los adultos quienes aprenden de los niños, particularmente en el caso de los Tweens entre 10 y 11 años y los menores de capas sociales altas, como puede observarse la figura 42. El equipo de música es un artefacto que los menores aprenden a usar tempranamente, cuando se catalogan como Toons, por lo cual existe una mayor proporción de niños entre 8 y 9 años que enseñan a sus padres a usarlo. Resulta también importante señalar que una quinta parte de Toons enseña a usar Internet a sus padres en el segmento C2, precisamente el que posee mayor consumo diario de la red en la sociedad chilena. Un aspecto muy relevante de lo anterior es que la tecnología parece ensamblar los procesos de difusión de conocimiento social, que podemos denominar cultura, de manera completamente diferente que lo observable en el mundo anterior a las tecnologías digitales. Tradicionalmente las generaciones mayores distribuyen el conocimiento de manera descendente a las otras generaciones, siendo estas concebidas como los destinatarios de programas de socialización, no sólo sobre qué hacer – las normas- sino además sobre cómo hacer. La situación de niños y adolescentes enseñando a los adultos acerca del uso de tecnología abre la puerta a un importante cambio social que lleva a pensar incluso en una reformulación de nuestras concepciones anteriores sobre la producción y difusión de conocimiento. Estas generaciones empoderadas son en definitiva un desafío para la educación en la sociedad moderna, siendo quizás esta destradicionalización de las relaciones entre saberes un aspecto esencial para poder describir los rasgos de lo cultural en nuestros tiempos. Al igual que las cifras indicadas en el caso de los menores, los adultos mayores experimentan una transformación etaria similar a la experimentada por los padres con sus hijos conocedores de las nuevas tecnologías, pero siendo en este caso los seniors el contraste de todas las otras edades que forzosamente mantienen contacto con las nuevas tecnologías en ambientes educativos o

39

laborales. Por un lado, los adultos mayores se encuentran principalmente de acuerdo en que las nuevas tecnologías expanden las posibilidades del mundo y de contacto con personas en el mundo, por otro, se sienten excluidos por la complejidad y el costo de los artefactos (figura 43).

Fig. 43: Actitud hacia la tecnología. Base: 1400 adultos mayores.

Las nuevas tecnologías me permiten

mantenerme comunicado(a) con las personas que me interesan

Las nuevas tecnologías me dan la posibilidad de hacer cosas que antes no podía hacer

Las nuevas tecnologías son demasiado complicadas para que yo las pueda usar

Si fueran gratuitas, yo seguramente usaría las nuevas tecnologías

Si alguien me enseñara, yo seguramente usaría las nuevas tecnologías

c. Televisión y Multimedia La activación de televisor y de otros artefactos tecnológicos asociados a los medios de información puede ocurrir de manera simultánea, de hecho, el medio televisivo presupone esta actividad cada vez con más recurrencia, programando contenidos donde los consumidores pueden utilizar las propiedades multimediales de las tecnologías, como por ejemplo, llamar mediante un teléfono celular para votar en un programa. Incluso la introducción del control remoto hace plausible el consumo de diferentes contenidos televisivos de manera más o menos simultánea. De esta forma, como se señala la figura 44, un importante porcentaje del público objetivo ve dos o más programas al mismo tiempo, una tendencia sin diferencias de género, aunque marcada en los estratos más gruesos de la sociedad y particularmente entre las edades más jóvenes. Las restantes actividades no tienen una presencia significativa en la sociedad chilena, en tanto son realizadas por aproximadamente solo un 10% en la población o menos. De todas maneras, leer el diario mientras se ve televisión es una doble actividad que ha ganado paridad de género en el último tiempo y que se concentra tanto en las edades adultas como en las capas centrales de la sociedad. Usar el computador mientras ve televisión también es una doble actividad que ha alcanzado paridad de género, pero ha disminuido su brecha social,

40

transformándose desde una tendencia casi exclusiva de los estratos altos a una tendencia más bien propia de las capas medias. Es además una doble actividad que ha acortado importantes brechas etarias, distribuyéndose ahora de manera heterogénea entre jóvenes y adultos (pero siempre excluida de los seniors). La actividad de votar o enviar mensajes a la televisión no ha sufrido grandes modificaciones en el último tiempo, destacándose como una actividad propia de jóvenes y los denominados adultos jóvenes. Comprar en espacios de televisión es otra actividad que ha reducido sus brechas de género de manera importante y que se ha homogeneizado entre los estratos sociales, excepto en el estrato E. Participar telefónicamente en concursos de televisión es una actividad claramente femenina, propia de jóvenes y adultos jóvenes, concentrada en las capas gruesas de la sociedad.

Fig. 44: TV y Multimedia Fuente: ENTV 2005-2008

Veo dos o más programas al

mismo tiempo

Lee el diario mientras ve TV

Usa el computador mientras ve TV

Llama o envía un mensaje para votar en

TV

Compra en espacio de telecompra

Llama para participar en concursos

televisivos

Total 45% 5% 7% 10% 3% 7%

Edad

15-19 15% 11% 10% 19% 16% 16%

20-24 14% 10% 9% 15% 6% 13%

25-29 12% 9% 8% 12% 15% 11%

30-34 10% 9% 9% 14% 8% 9%

35-39 11% 10% 10% 14% 11% 15%

40-44 6% 9% 9% 6% 15% 8%

45-49 8% 9% 9% 8% 8% 7%

50-54 8% 8% 9% 6% 4% 8%

55-59 5% 5% 6% 2% 4% 4%

60-64 4% 7% 7% 1% 5% 2%

65-69 4% 5% 5% 2% 1% 3%

70-74 2% 4% 5% 1% 3% 2%

75+ 2% 4% 4% 1% 4% 1%

Entre las edades menores, existe un número importante de Tweens que llama para votar en programas de televisión, pero no necesariamente utilizando un celular ni participando de “reality shows” (CNTV, 2003). Quienes votan son principalmente mujeres entre 12 y 13 años, particularmente cuando utilizan un celular para votar. Esta actividad es más bien representativa de las capas medias (figura 45)

41

42

6. Televisor como mediador de la familia.

a. Sistema familiar y agencia colectiva del televisor A continuación se describirán en profundidad algunas de las formas específicas en que las familias utilizan a las tecnologías asociadas a los medios de información, generando consecuencias colectivas, educativas, normativas y etarias en el sistema familiar, que únicamente pueden atribuirse a la experimentación específica de estos objetos como herramientas de traducción (Serres, 1974). En este sentido entenderemos que, cuando un artefacto tecnológico actúa como mediador de las prácticas de los miembros de la familia en el hogar (como comer en familia con la televisión encendida), las consecuencias sociales o agencias (Latour, 2005) que poseen estos objetos pueden rastrearse siguiendo a los mediadores humanos y no humanos que conectan al hogar familiar con los restantes sitios del mundo. El valor de revisar la relación entre la familia y la televisión es porque se ha entendido que no puede comprenderse la construcción de las edades frente a la pantalla sin considerar las dinámicas propias del espacio doméstico donde los artefactos operan. Si bien, como ya lo hemos señalado, las pantallas colonizan los espacios públicos, es el hogar el espacio donde la televisión encuentra claramente su “lugar”. En términos de las agencias colectivas del televisor existen dos tipos de resultados. Por una parte, desde el punto de vista de los encuestados, es un artefacto que entrega temas para conversar y que evita que los niños estén expuestos a los riesgos de la calle. Por otra parte, no existe una tendencia clara respecto a que refuerce positivamente la creación de valores, que fomente la identidad nacional o que genere elementos positivos para la unión familiar, aunque tampoco existe una tendencia clara de que la televisión no ponga en acción estos asuntos (figura 46)9.

Fig. 46: Agencia colectiva de la TV Fuente: ENTV 2002 - 2008

TV es positiva en la creación de valores

morales

TV entrega temas para conversar

TV fomenta o refuerza la identidad nacional

TV es positiva en la unión de la familia

TV evita que los niños estén expuestos a los riesgos de la calle

TV provoca en la gente un temor exagerado de ser víctima de robos y

asaltos

2002 2005 2008 2002 2005 2002 2005 2008 2002 2005 2008 2002 2005 2008

Muy de acuerdo

6 3 9 7 5 5 5 5 9 8 8 14 14 16

De acuerdo 30 24 55 34 31 32 33 31 45 45 41 53 49 49

Ni de acuerdo no

en desacuerdo

24 23 18 25 24 24 26 28 23 21 24 17 16 17

En desacuerdo

35 44 15 28 32 34 32 30 21 22 24 14 16 15

Muy en desacuerdo

5 5 2 3 4 4 3 5 1 1 2 1 3 2

9 Esta pregunta ha experimentado ajustes entre las distintas versiones de la Encuesta Nacional de Televisión,

razón por la cual no existe información para todos los años en todas las alternativas de respuesta.

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Pareciera que las informaciones comunicadas en el medio televisivo ya no tienen consecuencias claras para las formaciones basadas en valores o identidades de tipo nacional. Representar los contenidos de la televisión ya no constituye un pasaporte válido a todos los lugares del país en todas las temporadas de viaje. La selectividad forzosa de especificar sistemáticamente horarios y contenidos permitiría que solo algunos contenidos durante cierto tiempo puedan generalizar valores y características comunes. En este sentido, solo algunos valores e identidades de la televisión se perciben como elementos positivos para la unión de la familia. La complejidad de los contenidos de la televisión es procesada entonces de manera contingente por los distintos observadores. Prácticamente existe la misma probabilidad de acuerdo y de desacuerdo respecto a que la televisión fomenta o refuerza la identidad nacional. Sin embargo, precisamente porque toda esa complejidad es observada de una u otra manera, la mayoría de los consumidores están más bien de acuerdo en que la televisión entrega temas para conversar. No solo los contenidos simbólicos de la televisión, al motivar la comunicación entre las personas, tendrían agencias colectivas de lo social, sino que también la mayoría de los consumidores parecieran señalar que el artefacto televisivo, al ser un actor disponible en el hogar, evita que los niños estén expuestos a los riesgos de la calle. Mediante la presencia del artefacto televisivo en el hogar, las familias pueden reforzar entonces las diferencias que existen afuera y adentro de él. Esta concesión inscrita en el objeto le entrega al televisor una agencia colectiva que puede ser usada para delimitar al hogar como un espacio de acción para el desarrollo familiar. Es en este sentido que la activación del televisor tiene consecuencias en las funciones propias de educación y protección de la familia. Esto significa ir más allá que las nociones psicosociales habituales que redundan sobre el término “niñera electrónica” para enfatizar el supuesto efecto hipnótico de la TV sobre niños y niñas, manteniéndolos “entretenidos” en una actividad ociosa. Lo que podemos agregar es que la televisión no es sólo un artefacto al cual los padres desplazan ciertas responsabilidades, sino el cual sirve de pivote para la formación de normativas para el espacio doméstico, regulando además la libertad para salir y entrar de ese entorno, diluyendo en otros casos la norma, el “debes quedarte en casa”, para dar lugar a la seducción que ofrece la tecnología de pantalla. Al inscribir el televisor como un artefacto que delimita el hogar, las descripciones que las familias realizan respecto al televisor también posibilitan la emergencia de algunas paradojas de sentido basadas en el artefacto. Por ejemplo, no solo protegería a los niños de los riesgos de la calle, sino que también el televisor provocaría un temor exagerado respecto a situaciones que pueden ocurrir en la calle, como el riesgo de ser víctima de un robo o asalto (figura 46).

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Al ser el televisor un artefacto que puede ser usado para delimitar el hogar, no sorprende que acompañe las prácticas familiares requeridas para sostener este espacio de agrupación de sus miembros. Es decir, regularmente la televisión se activa en el hogar para incorporarse a las acciones observadas como familiares, como las labores domésticas o el cuidado de los niños. De tal manera, casi un tercio de los quehaceres del hogar se realizan con la televisión encendida, conjugando particularmente a mujeres adultas de las capas centrales de la sociedad, como se señala en la figura 47. Quienes cuidan niños pequeños con la televisión encendida representan un porcentaje mucho menor y siguen siendo mujeres, aunque más jóvenes, pertenecientes a estratos socioeconómicos medios; este porcentaje comienza a decaer cuando la madre cumple 35 años, presumiblemente porque en relación a la edad de sus hijos, éstos ya comienzan a cuidarse solos. Estas dos actividades son ejemplos de cómo la televisión, en tanto herramienta del hogar, puede comunicar en espacios de agrupación familiar al frente del televisor, como en espacios individuales de acción familiar al lado del televisor.

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Es posible argumentar entonces que únicamente cuando los miembros familiares están al frente del televisor, los horarios y contenidos programados por el medio televisivo tienen posibilidad de formar parte del medio familiar10. En esta posición el televisor es una herramienta de mediación entre la televisión y la familia. En contraste, cuando al menos un miembro familiar utiliza la posición al lado del televisor (situando a otro miembro de la familia al frente), el artefacto también actúa como una herramienta de mediación entre las actividades de los miembros familiares en el hogar. Nótese en la figura 47 que, en este sentido, la huella del televisor como actor de las actividades familiares, tanto las que ocurren al frente como al lado del artefacto, puede ser seguida solo en el caso de las edades jóvenes y adultas. Sin embargo, los adultos mayores van quedando paulatinamente marginados de estas actividades, especialmente cuando se trata de cuidar niños. Estos resultados permiten considerar si acaso los adultos mayores han sido desplazados del hogar precisamente por actores no humanos al momento de realizar tareas domésticas. De igual manera, la televisión cumple en mayor proporción la función de compañía entre adultos mayores que no tienen pareja y que no pertenecen a una organización comunitaria (CNTV, 2010). Estos aspectos puntuales podrían formar parte de un movimiento más general de migración de adultos mayores fuera del hogar familiar. Ahora bien, es necesario considerar que en este caso no se ha contado con una proporción de la muestra en adultos mayores institucionalizados, es decir, que no habitan en un hogar familiar, que de todas maneras constituyen solamente el 1,56% de los adultos mayores chilenos (Marín, Guzmán y Araya, 2004) En los hogares donde se encuentran los Toons se puede apreciar cómo se combinan los espacios de activación de la herramienta para mediar las actividades familiares. Así, en la figura 48, los encuestados reconocen respecto a sus pares y de manera personal el utilizar ampliamente la televisión al lado de ellos y posicionar al niño al frente del artefacto, con la finalidad de entretenerlo. También observan que sus pares utilizan esta misma forma para que estén tranquilos un rato, para que no salgan a la calle, o para que los adultos puedan hacer sus cosas. En

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Nótese que, en el caso de los contenidos de audio, es más difícil escapar del medio televisivo, en tanto se requiere estar al lado del televisor donde el audio no sea perceptible.

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menor medida se observan otras posiciones, como el estar ambos frente al televisor (para hacer algo juntos) o dejar al niño frente al artefacto sin conexión con el adulto (quien duerme un rato tranquilo).

Fig. 48: Toons: Cosas para las que ocupa la TV Base: 400 padres/madres de Toons

Conocidos y Amigos Adultos

Personalmente

Para que los niños se entretengan 85 57

Para que los niños estén tranquilos un rato 60 13

Para que los niños no salgan a la calle 55 17

Para que los adultos puedan hacer sus cosas 29 7

Para hacer algo juntos, como jugar juntos 14 8

Para que los adultos puedan dormir un rato tranquilos

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Es importante señalar entonces que la indiferencia generada por la programación de la televisión no condiciona necesariamente la desactivación del televisor. Es posible cuidar niños acompañándolos mientras consumen televisión, incluso cuando se programa una y otra vez el mismo contenido con ayuda de un DVD. Si bien los horarios y contenidos pueden no motivar la observación de televisión, las consecuencias prácticas de la activación del televisor, muchas veces inesperadas, permiten utilizarlo como una herramienta de la familia en el hogar. En calidad de objeto que opera como elemento de la familia, la televisión es funcional al ritual de agruparse frente a ella, de compartir o hacer algo juntos en familia, por ejemplo a la hora de las noticias.

b. Agencia educativa de la televisión Cuando los menores se encuentran al frente del televisor, existe una claridad casi absoluta de que las agencias de la televisión tienen consecuencias sobre su comportamiento individual, siendo observados como actores particularmente permeables a la televisión del consumo y a las comunicaciones violentas. Como se indica en la figura 49, aquello que hace la televisión se intenta explicar describiendo de una u otra manera los efectos colectivos del televisor, observando de una u otra forma las consecuencias de la televisión como contingencias del hogar. Estos efectos se perciben en el tiempo como atribuciones individuales generadas por la interacción con el artefacto televisivo, como en el caso de la progresiva distinción de las conductas sexuales de la televisión en tanto explicativas del carácter inapropiado de las propias conductas sexuales experimentadas por los jóvenes. En contraste, la percepción de que las agencias televisivas provocan un mal rendimiento académico se ha difuminado ligeramente en los últimos años.

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Lo relevante de estas distinciones es que dotan al artefacto televisivo de una interfaz capaz de mediar en las informaciones procesadas por el sistema familiar, personalizando al televisor como un agente de la familia cuyos efectos pueden ser activados o desactivados. Muchos artefactos, de hecho, tienen una pieza propia en el hogar, como la pieza del computador, en tanto estrategia de coordinación familiar de los beneficios y riesgos asociados a estas tecnologías. Por esto, no solo existen percepciones de que el televisor sea una herramienta que gatilla efectos negativos al condicionar el comportamiento individual, sino que también algunos padres de Toons la utilizan para que los niños aprendan cosas, una estrategia particularmente común entre padres jóvenes o adultos y de estratos sociales altos. Esta es una imagen de la televisión “aliada” en la socialización de la descendencia (figura 50).

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Si bien esta forma de utilizar al televisor como herramienta educativa, relacionando a un integrante de la familia con otro mediante el artefacto, es bastante común entre algunos padres de Toons, no es la única estrategia de activación del televisor disponible durante el desarrollo de las actividades educativas en el hogar familiar. Las distintas edades en general, incluyendo a los menores, también pueden posicionarse al frente del televisor sin que los efectos, entre ellos los educativos, tengan que ser necesariamente observados por alguien al lado del televisor. Las distintas edades pueden activar el televisor sin relacionarse con otras edades, sino exclusivamente con el artefacto televisivo, particularmente cuando se encuentran solas en el hogar. Cuando esto ocurre, la relación descrita entre televidentes y televisores ya no puede acotarse a lo largo del eje del artefacto tecnológico, donde el televisor señala su relación con otros actores y las relaciones entre actores a propósito de su activación. Si la posibilidad de la televisión se realiza, las mediaciones entre televidentes y televisores sostienen una relación comunicativa entre el aparato cognitivo y los contenidos de la televisión. Dado que este tipo de eventos ocurren una vez ensamblada la relación entre televidentes y televisores, es posible utilizar la estrategia de entender a la televisión como un proceso comunicativo donde la posición o localización de los actores en el hogar deja de ser relevante (Luhmann & De Giorgi, 1993). En este sentido, la posición al frente del televisor se encontraría limitada de la posición al lado del televisor cuando uno de los dos miembros familiares no participa de la comunicación de los contenidos de la televisión, ya sea por tratarlos con indiferencia o por encontrarse demasiado alejado del artefacto como para observar diferencias en el medio televisivo. Solo quien se encuentra frente al televisor tiene oportunidad de formar una relación comunicativa con el artefacto. ¿Pero qué ocurre cuando las edades se encuentran frente al televisor y observan los contenidos de la televisión mientras realizan otras actividades? A diferencia de las teorías basadas en la transmisión de información (Shannon, 1948), es posible encontrar una respuesta alternativa en un modelo de comunicación basado de una triple selección de información, notificación y comprensión entre alter y ego (Luhmann & De Giorgi, 1993). Considerando estas características como constitutivas del proceso comunicativo, cuando se realizan otras actividades frente al televisor, como estudiar o hacer tareas, los contenidos de la televisión pueden posicionarse atrás de las actividades educativas, en tanto ruido de las comunicaciones educacionales practicadas mientras se realizan las tareas y no se atiende la televisión. Asimismo, los contenidos pueden posicionarse adelante de las actividades educativas, en tanto la atención entregada a las informaciones del medio televisivo hacen plausible que la televisión pueda (o no) cumplir una función educacional en el hogar. De esta manera, en la figura 50 también se puede apreciar cómo aproximadamente un cuarto de los adolescentes estudian o hacen tareas con la televisión encendida, movilizando continuamente su atención entre los contenidos de la televisión y los contenidos educativos. Como la actividad educativa se divide entre ambos tipos de comunicaciones, se requieren instrumentos específicos de medición para observar sus efectos, como las pruebas escolares. De igual manera, la televisión al ser consumida durante la actividad educativa, también tiene oportunidad de adelantar algunos contenidos formativos, como cuando se responde correctamente una pregunta escolar o universitaria mediante la información comprendida en un programa televisivo.

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La activación del televisor en las actividades educativas es una práctica conjunta que desciende sensiblemente cuando se transita por las edades de los Tweens y sigue a la baja cuando se alcanza la adolescencia. Un poco más de un tercio de Tweens hacen siempre las tareas con la televisión encendida, un evento que presenta importantes diferencias a favor de los hombres, las Tweens más pequeños y de mayor estrato socioeconómico. Un número similar rara vez hace las tareas con la televisión encendida, aunque existen menos diferencias entre los sexos, las edades y las clases sociales (Figura 51).

Durante la adolescencia, la proporción de estudiantes que realiza sus tareas con la televisión disminuye y los adolescentes rara vez realizan tareas viendo televisión o escuchando radio. Aún menor es el porcentaje de adolescentes que hacen tareas con música, chateando o navegando por Internet (figura 52).

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c. Control y agencia normativa del televisor Los efectos siempre abiertos que el televisor pueda generar en la agrupación familiar y sobre los individuos del sistema familiar, suelen ser normalizados y experimentados de forma controlada en el hogar. La televisión y el televisor tienen reglas. Si se considera, por ejemplo, al comportamiento violento de los niños como un efecto de la violencia en la televisión, que un niño active el televisor para ver un programa violento es un evento que ocurre fuera de la regla. Si bien la responsabilidad de este evento puede caer sobre el niño, los padres, el televisor, las estaciones de televisión, un organismo estatal, la comunidad o la sociedad en general, las familias consideran principalmente a los padres como responsables del control parental (figura 53).

Con una tendencia en ascenso, la gran mayoría de los padres tiene al menos una forma de control parental sobre la televisión que ven sus hijos. Las estrategias de los padres pueden ser muy diversas: no permitir el acceso mismo al aparato (esconder o bloquear electrónicamente el televisor), no permitir el visionado de algunos contenidos específicos sin la presencia de un adulto responsable, no permitir el visionado de algunos contenidos y programas específicos, no permitir el visionado en ciertos horarios y no permitir el visionario de televisión más de un número determinado de horas. También es posible tener normas no prohibitivas. Como señala la figura 54, actualmente una cuarta parte de los padres les explican a los niños menores de 13 años los contenidos de los programas. En contraste, las estrategias prohibicionistas basadas en otros actores (bloqueo del aparato televisivo y la presencia de padres o adultos) son escasamente preferidas. Los padres utilizan mayoritariamente normas respecto a la cantidad de horas y especifican rangos de horarios y contenidos que están particularmente prohibidos. Esto significa que, en general, los padres prefieren depositar en estos actores simbólicos, en las reglas del hogar, los límites para ver la televisión. Ciertamente el cumplimiento o incumplimiento

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de reglas está mediado por el comportamiento individual del niño, en el sentido de que ninguna regla puede oponer resistencia, por sí misma, a la activación del aparato televisivo. Por ello, el televisor siempre está dispuesto a ser cómplice cuando se trata de seguir o escapar el reglamento. Si bien las reglas de la televisión en el hogar pierden sentido sin el televisor, se requiere del papel activo del artefacto televisivo para seguir o no el sentido de la regla (Latour, 2005). En consecuencia, la observación de la televisión en el hogar está mediada tanto por la normativa parental como por los televisores y el control remoto. Ambos elementos de la familia, la norma parental y el artefacto televisivo, tienen oportunidad de controlar a distancia la observación de la televisión. En el caso de los Toons, los padres señalan que antes de cumplir los 2 años existen menos restricciones televisivas que después de cumplir los 2 años, principalmente porque la televisión a esa edad no requiere de un control a distancia y los padres suelen estar presentes cuando se activa la televisión. La reglamentación se relaciona a los contenidos que los adultos seleccionan para que los niños observen, filtrando programas con contenidos sexuales y violentos. Cuando los niños comienzan a tener mayor control sobre la activación del televisor, una mayor cantidad de padres prohíbe este tipo de contenidos, reglamentando también con fuerza las horas y horarios donde no se puede ver televisión. En menor proporción, alrededor de un tercio de los padres prohíbe ver televisión sin la presencia de un adulto o mientras se come, y alrededor de una quinta parte de los padres prohíbe ver noticias o teleseries (figura 55).

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Desde la perspectiva de los Tweens es posible observar que existen muchas más reglas respecto a los artefactos tecnológicos que para los adolescentes. Las fuertes reglamentaciones sobre la televisión y las actividades en el computador, en particular aquellas en línea, disminuyen. La proporción de padres que antes le ponían reglas a la televisión, al arriendo de películas y al celular, cae casi a la mitad cuando los Tweens alcanzan la adolescencia. La televisión aparece entre los adolescentes como una actividad menos reglamentada no sólo por la mayor autonomía individual exhibida por esta edad, sino también porque el artefacto televisivo se encuentra en el hogar y muchas de las experiencias de la adolescencia parecieran ocurrir fuera del mismo (figura 56).

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d. Diferenciación etaria y agencia temporal de la televisión

Como sugieren las estrategias normativas basadas en reglas parentales respecto a la activación del artefacto televisivo, la forma horarios/contenidos pareciera orquestar la coordinación familiar de la televisión en el hogar. A medida que se avanza en el ciclo vital, es posible encontrar horarios y contenidos que se especifican como apropiados para cada una de las edades, lo que permite distinguir cuándo una edad observa televisión fuera de sus límites. En consecuencia, se vuelve posible consumir contenidos televisivos fuera del horario apropiado y trasmitir contenidos inapropiados durante el horario de consumo específico de una edad determinada. En este sentido, la fórmula horario/contenido no sólo se usa para intentar controlar la activación del televisor, sino que también es una simplificación que puede ser generalizada para todos los observadores de la televisión. Padres e hijos en el sistema familiar, editores de contenidos en los medios o directores de marketing en la economía, mediante la forma horario/contenido, logran diferenciar con precisión las distintas informaciones programadas por la televisión y operar exitosamente (o no) en el medio televisivo. De igual manera, los miembros familiares pueden utilizar esta misma forma para saber cuándo y dónde es posible activar el televisor en el hogar.

En definitiva, la diferenciación de la programación en horarios y contenidos insuma la selección de estrategias de coordinación de la televisión, tanto en el hogar como en otros sitios de activación del televisor. En función de horarios u contenidos, los miembros familiares pueden decidir cómo ver televisión, posicionándose al frente del televisor o posicionando a otros al frente del televisor para recolectar los efectos de su consumo, prestando atención a los contenidos programados o mostrando indiferencia frente a los mismos. Por supuesto, un padre o una madre no pueden ver lo que sus hijos ven, a pesar de compartir una buena parte de material genético. Lo mismo puede ocurrirle a un hijo adulto con su padre adulto mayor. Por ello, los miembros familiares intentan observar cuándo, dónde y cómo los otros miembros familiares observan televisión. Esta estrategia reflexiva hace plausible, entre otras cosas, que los padres puedan observar si el contenido visionado por sus hijos corresponde o no a la edad que poseen. Es en este sentido en que un miembro de la familia corre el riesgo de experimentar vivencias o acciones propias de otras edades. El sexo y la violencia son contenidos que los padres pueden desear que sus hijos no observen, pero los adultos también pueden seleccionar el no consumo, por ejemplo, de programación sobre el cuidado de la salud y las alternativas de recreación de los adultos mayores. La forma horario/contenido, en síntesis, guarda relación con la construcción de las edades cuando se la utiliza para indicar, al activarse el televisor, contenidos apropiados o inapropiados para las distintas etapas del ciclo vital. Es en este sentido, entonces, que puede entenderse cómo las controversias respecto a los contenidos de los programas conectan, mediante el televisor, al medio televisivo con el plano de las edades. En el caso de los menores, la gran mayoría de los padres, de hecho, está en desacuerdo respecto a que los programas infantiles con peleas y violencia no provocan efectos. Más aún, la proporción de padres que están muy en desacuerdo con esta premisa se ha incrementado en los últimos años. Un importante porcentaje de padres percibe que esos contenidos son inapropiados porque generan temor en los niños y prácticamente todos los padres opinan que los niños reproducen esos contenidos en su vida cotidiana y en sus juegos. Aquí es donde el control parental y el

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artefacto televisivo juegan un rol importante al momento de definir las vivencias y acciones de las edades en el hogar, porque el medio televisivo no tiene un acceso directo para ver cómo ni quién lo observa en la familia11. En la figura 58 puede verse también que una cuarta parte de los consumidores de televisión considera que las escenas con violencia no debieran mostrarse en absoluto. Las tendencias más generales para restringir contenidos de la televisión, en todo caso, nuevamente se alinean en función de horarios y aceptan la posibilidad de trasmitir contenidos inapropiados para los menores de edad después de las 10 de la noche. Esta hora marcaría entonces la adultez en el reloj de las edades de los consumidores de televisión. Es importante destacar que traducir horarios y contenidos en edades hace posible que los individuos, mediante la televisión, puedan tener más información sobre las acciones y vivencias atribuidas a las distintas edades en el ciclo vital, sin tener que pagar el costoso trabajo de envejecer o rejuvenecer. La agencia temporal del televisor, su activación o desactivación en horarios determinados, no solo tiene el efecto de catalogar los contenidos en el tiempo (en la mañana monitos, en la tarde teleseries, en la noche noticias), sino que por eso también ofrece a los observadores la posibilidad de una diferenciación etaria (después de las noticias los contenidos son para adultos).

11

Y cuándo los hace (mediante estudios de rating y otras estrategias), solo puede recolectar información general respecto a los consumidores, ya que difícilmente estos instrumentos pueden observar la complejidad de las negociaciones familiares realizadas para coordinar la televisión en el hogar.

Fig. 57: Agencia indeseadas de la TV sobre los niños. Fuente: ENTV 2008

Programas infantiles con peleas y violencia no

provocan efectos en los niños

Los programas para niños con peleas y violencia

generan temor en los niños

Los programas infantiles con peleas y violencia provocan que los niños se porten más

agresivos y violentos

Muy de acuerdo

4,8% 20,9% 39,4%

De acuerdo 9,4% 49,9% 48,5%

Ni de acuerdo ni en desacuerdo

6,3% 11,2% 5,1%

En desacuerdo 55,4% 13,6% 4,1%

Muy en desacuerdo

22,1% 2,1% 1,0%

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Si bien los horarios son simplificaciones eficientes para regular los contenidos, la fórmula misma permite siempre volver a revisar, para cada contenido y en cada horario, la correspondencia entre los contenidos trasmitidos y su horario. De tal manera, en el pasado casi la mayoría de los padres prefería un horario definido para adultos donde los estaciones de televisión pudiesen trasmitir lo que quisieran, mientras que en la actualidad, como se señala en la figura 59, existe una igual proporción de padres que también prefieren regular algunos o todos los contenidos en cada horario, tanto en la televisión abierta como pagada. Esta tendencia es similar al aumento de padres que opinan ser los exclusivos encargados de controlar la televisión que ven sus hijos. Si se considera que estas reglas de control parental describen marcas para diferenciar una edad de otra, una mayor disponibilidad de normas familiares paradójicamente facilita la transformación de horarios y contenidos actuales en nuevas edades. Realizar una distinción más sutil entre horario y contenido donde una edad puede o no puede ver televisión, posibilita la observación de nuevas edades en función de los horarios/contenidos efectivamente consumidos por los niños.

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Por ejemplo, supongamos que dos niñas de 8 y 15 años nunca se habían interesado anteriormente por las teleseries hasta el nuevo estreno de temporada. Digamos también que sus padres hasta entonces habían utilizado la regla genérica de no permitir contenidos violentos, con lo cual se encontraban claramente prohibidas, entre otras, las películas de terror, pero no había sido necesario aplicar norma parental alguna para aprobar o prohibir teleseries. Solo mediante la observación de los contenidos de la nueva teleserie los padres pueden diferenciar para qué edades califica como apta. Si bien las soluciones más simples son permitir o no permitir las teleseries para ambas menores, siempre es posible que –frente a la controversia planteada por la hija mayor para diferenciarse de la menor- los padres distingan a las teleseries como aptas para los adolescentes, pero no para las edades anteriores. Este sería un ejemplo cotidiano de cómo una controversia familiar respecto a la televisión puede resultar en nuevas indicaciones sobre las edades. Sin embargo, este tipo de especificaciones iniciadas por las controversias en el hogar, solo pueden generalizarse si logran ser observadas por los medios, quienes efectivamente disponen de importantes herramientas para distinguir, en este caso, a los Tweens de los adolescentes en tanto públicos objetivos de uno u otro programa. Como puede apreciarse finalmente en la figura 60, las edades pueden mantenerse en su lugar o ponerse en movimiento cuando un miembro familiar (y no otro) activa la televisión en el hogar. En los hogares donde existen menores de 13 años, las madres en gran medida seleccionan cotidianamente los contenidos de la televisión hasta las 21 horas. Luego de este horario, la proporción de padres que toman el control supera brevemente a la proporción de madres que continúan ejerciendo el control sobre la televisión. Por debajo de las madres durante el día y los padres durante la noche, en la mañana de 7 a 12 horas, son los menores quienes en segundo lugar más frecuentemente deciden qué contenidos aparecerán en el televisor. Durante toda la tarde y hasta el horario de noticias, existe una segunda mayoría de hogares donde la televisión es seleccionada entre todos los presentes, usualmente madres, hijos u otros familiares. En una proporción ligeramente menor, son los hijos antes que las madres quienes seleccionan los contenidos durante la tarde. Efectivamente como señala la regla, durante el horario nocturno prácticamente todos los menores de 13 años quedan marginados de la selección de contenidos de la televisión, lo cual facilita la disponibilidad de información específica respecto a las edades mayores, particularmente cuando los menores activan la televisión.

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7. Discusión final: Las edades mediadas por el híbrido televisivo Aquí cerramos la revisión de las distintas edades diferenciadas mediante estudios generados por el Consejo Nacional de Televisión. Hasta aquí hemos intentando desplegar las conexiones ensambladas localmente que acoplan a la televisión con la familia, en tanto observadores que sistemáticamente logran generalizar comunicaciones que operan como referencias etarias disponibles en la sociedad. Para revisar estas conexiones nos hemos preguntado cómo es posible tal improbable proceso de generalización de las edades, a través de qué vehículos se transportan las posibilidades de las edades y dónde se proyectan los panoramas que actualizan simbólicamente la organización del ciclo vital. Estas intuiciones permitieron considerar ampliamente a los medios de información y en detalle al hogar familiar como sitios de la sociedad, entre los cuales ocurre un desplazamiento de informaciones entendidas como señales del proceso de fabricación de las edades. Al utilizar los datos disponibles y ensamblar cuidadosamente estos desplazamientos entre los centros de operación de los medios de información (particularmente las estaciones de televisión) y los hogares de las familias chilenas, intentamos seguir las transformaciones posibilitadas por las acciones sostenidas entre distintos mediadores humanos y no humanos. Rastreamos cómo los televidentes se agrupan con artefactos televisivos y otras tecnologías para fabricar parcialmente una familia, ensamblándola día a día en los espacios del hogar. Hemos presentado así evidencia empírica de la variabilidad de entidades que entran en acción para estructurar punto por punto, en el medio de comunicación familiar, algunas de las formas parcialmente específicas que hacen posible este verdadero híbrido televisivo. En este sentido, los desplazamientos que vinculan a la televisión con las familias y que forman parte del enorme proceso de fabricación de las edades organizadas en un ciclo vital, no comienzan ni terminan con una comunicación etaria entre actores individuales. En primer lugar, las entidades humanas ponen en acción, incluso sobre sí mismas en el caso de los cosméticos, los alimentos, la ropa o los accesorios, a otras entidades humanas o no humanas para movilizar los efectos sociales esperados. Por esta razón anotamos conceptualmente que el ensamblaje de las edades ocurre al menos mediante una circulación de información en diferentes formatos, a través de diferentes mediadores. En segundo lugar, a propósito de la contingencia o la incertidumbre involucrada en las transformaciones de información de la televisión, existe una constante experimentación para ensamblar las edades nuevamente frente al exceso disponible de informaciones. Esta propiedad sinérgica de lo social realiza la posibilidad de verificar mediante sentido las relaciones entre elementos de distintos medios. En tercer lugar, argumentamos que es el ensamblaje de observaciones sobre el tiempo lo que posibilita la formación de marcas de edad o estándares que operan simbólicamente para distinguir qué o quién tiene qué edad en la sociedad. Ciertamente en términos formales, la construcción simbólica de todas las edades puede ser diferenciada utilizando distinciones temporales. Si se considera el tiempo de forma lineal, una edad viene naturalmente después de otra, por lo que su formación social se organiza en torno a distinciones de carácter general o específico, utilizando entre otras la forma jóvenes/seniors o la forma Tweens/Toons.

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De igual manera, semánticas que consideran tiempos absolutos como la "eterna juventud" o "los años dorados" permiten estructurar parcialmente (mejores) posiciones en la sociedad para las edades; actualmente una de las semánticas más relevantes para caracterizar las edades menores son aquellas que describen a "los niños como el futuro de la sociedad". Sin embargo, si por otra parte se explora en primer lugar cómo estos panoramas recursivos que delinean las edades pueden ser generalizados, hemos argumentado que es importante destacar que estas proyecciones pueden ser comunicadas precisamente porque se movilizan de un sitio a otro, inscritas en mediadores que ofrecen una (u otra) traducción del mundo en términos etarios. Como resultado de esta estrategia de análisis, hemos revisado y destacado particularmente la mediación de la forma horarios/contenidos para acoplar a la televisión con las familias. En este sentido concluiremos que la funcionalidad de la forma horarios/contenidos, el rendimiento que genera para reducir la complejidad del mundo observable, se encuentra localizada en el artefacto televisivo y su activación por parte de los televidentes. La estandarización de horarios y contenidos, es decir, la movilización estable de informaciones entre la televisión y las familias, permite suspender así la continuidad de lo social, generando una diferencia para subjetivizar u objetivizar, socializar o naturalizar entidades, para agregar o no edad a sus formas, haciendo posible la diferenciación de relaciones etarias entre elementos como también las relaciones entre las edades observadas. Si bien la funcionalidad de estas distinciones etarias radica en su comparabilidad, las cifras señalan que las edades son ensambladas con formas distintas al menos mediante la televisión. Al preguntarnos dónde están sistematizadas las edades, éstas ya no pudieron ser formalmente diferenciadas de los mediadores que la vuelven posibles, de los vehículos materiales que transportan sus efectos simbólicos. Si bien interesan los panoramas actuales sobre las edades que se proyectan en el hogar, fue preciso seguir a todos los actores que hacen posible la fabricación de este escenario televisivo, donde ocurre la traducción etaria del mundo que intentamos observar. En este sentido, la mediación que ofrece la televisión para poner en acción a la comunicación etaria puede ser distinta en cada momento. Particularmente, la comunicación pareciera ensamblarse mediante otras formas cuando la atención se moviliza desde la pantalla del televisor a los contenidos de la televisión, en tanto se observa que la televisión no solo informa sobre lo que sucede en el mundo, sino también sobre lo actualizado en la sociedad. Por esta razón, a medida que se observan cambios en la edad de las personas, los individuos tienen más alternativas para permanecer conectados a la televisión de la sociedad, manteniendo en constante ensamblaje al hibrido televisivo hecho de humanos y artefactos tecnológicos, a propósito de su capacidad para traducir o mapear la complejidad de las relaciones etarias (como también por su capacidad para mapear otros tipos de relaciones). El desplazamiento de la atención comunicativa entre la pantalla del televisor y los contenidos de la televisión permite entonces acoples más estrictos entre las observaciones del medio televisivo y las observaciones de las familia. En este sentido describimos el interés de los padres por atender cómo los hijos observan los contenidos de la televisión, ya que solo pueden estipular los horarios de activación del televisor y no los contenidos que aparecen en su pantalla. La introducción del control parental es una expectativa que hace sentido precisamente porque los tweens y los adolescentes, a diferencia de los toons, tienen más alternativas de ver televisión individualmente.

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Esto no implica que los Tweens y los adolescentes, o las edades subsiguientes, necesariamente atiendan de manera exclusiva a los contenidos de la televisión como única conexión disponible entre televidentes y televisores. Las posibilidades de la forma del televisor se mantienen disponibles en todos los ensamblajes posibles, la figuración del artefacto tecnológico siempre puede ser puesta en circulación, precisamente porque permite descontinuar y simplificar la observación de lo social mediante una forma simbólica. De esta manera, el televisor puede aparecer figurado, naturalizado como una persona o culturizado como un fetiche, en tanto se percibe que origina todas las acciones que aparecen en su pantalla, tal como se presupone que las acciones de una persona se originan individualmente en su interioridad. Piénsese en la personificación que hacen los niños o los adultos mayores respecto a la compañía del televisor, incluso cuando los contenidos de la televisión no se encuentran personalizados para ellos. Más aún, el tomar posesión del televisor en algunas ocasiones tiene una relevancia política en el hogar, en tanto lo que se encuentra en juego no es la selectividad ofrecida por los contenidos de la televisión, sino el dominio doméstico respecto al control remoto durante los distintos horarios. Este poder, este “tener el control” sin duda nos informa de las edades al interior del grupo familiar. Por su parte, este tipo de controversias familiares resultan muchas veces inobservables para los centros de operaciones del medio televisivo. La movilización de la atención comunicativa entre la pantalla del televisor y los contenidos de la televisión cae en su punto ciego. Frente a este problema, ambos observadores deben instrumentalizar su observación, estandarizando horarios donde se espera el visionado de contenidos por parte de uno u otro público objetivo, estandarizando los contenidos que las familias esperan activar en horarios estipulados por uno u otro miembro familiar. El estándar más generalizado por los centros de operación del medio televisivo para controlar a distancia los rendimientos etarios de los programas de televisión es el rating. El estándar más generalizado por las familias para controlar a distancia los rendimientos etarios de los programas de televisión es el control parental. Únicamente a través de la movilización de transformaciones estandarizadas mediante este tipo de formas, la edad misma puede operar como un estándar de la sociedad. De igual manera, las familias tampoco pueden ver cómo los centros de operación de la televisión deciden los programas que transmiten. Esto nos da pie para reflexionar sobre algunas de las motivaciones que subyacen al consumo de los programas de farándula, que no solamente hablan de los delirios y pasiones de personajes inalcanzables, producen identificaciones y permiten el tránsito de proyecciones personales, sino además informan sobre las dinámicas que gobiernan las selecciones y construcciones de la televisión, como si ofrecieran la abrir la caja negra del televisor para develar el secreto; como un vistazo al taller de Santa Claus. Como síntesis de resultados del presente análisis, proponemos haber movilizado suficientes conexiones para concluir que es el aparato televisivo quien acopla formalmente al medio de la televisión con el medio familiar, porque moviliza la forma horarios/contenidos entre los sitios de la sociedad donde es posible encontrar a ambos observadores. Es en este vaivén ensamblado de desplazamientos entre televisión y familia donde la observación mutua genera uno de los posibles medios para la diferenciación de las edades. A propósito de esta plataforma híbrida, las estaciones de televisión pueden mantener su expectativa de segmentar programas por edad y los miembros

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de las familias pueden programar la televisión que esperan en función de las edades concedidas mutuamente. Si volvemos al final sobre nuestra pregunta de investigación, si nos preguntamos nuevamente qué tipo de selecciones hacen posible que algunos contenidos sean comunicados de manera extensiva fuera de la pantalla y otro no, aunque ahora concentrando la pregunta en dos innovaciones de la televisión que se espera introducir a futuro, la distribución digital de la televisión y su proyección en pantallas de alta definición o en pantallas 3D, se vuelve posible especular sobre la posibilidad de nuevos desplazamientos o ensamblajes sociales, a través de los nuevos canales del televisor y entre los hogares de las familias y las estaciones de televisión. De igual forma, considerar a la sociedad mediante la televisión será un ejercicio analítico que deberá ajustarse a la irrupción de nuevos medios de comunicación operados por artefactos en redes digitales. En este sentido, se vuelve altamente contingente anticipar las nuevas formas de la televisión, sin embargo, podemos proyectar algunas condiciones del ensamblaje social por las cuales estas formas aún no construidas, en espera de ser observadas, tendrán que ser vehiculizadas por la sociedad. Como hemos argumentado, la multiplicación de los canales del televisor permitirá especializar a la televisión en función de las formas de la sociedad, siendo probable que se canalicen contenidos específicos por edades. Este tipo de experiencias se han probado con cierto éxito en los canales infantiles o juveniles de la televisión pagada, donde se intenta personificar las edades o hacer televisión para las edades. Considerando que la propia estandarización del ciclo vital es un asunto que puede acoplar con cualquier forma temporal de la sociedad, las estaciones de televisión, sin embargo, suelen realizar constantes modificaciones estructurales a la programación de los canales especificados por edades, si es que desean mantenerse actualizadas respecto a la evolución de las edades de la sociedad. La apertura a más señales o canales abre también la puerta para la producción de otras dimensiones, a menudo agrupadas en el plano de la inclusión social. No sólo es entonces posible pensar en una mayor abundancia de programación para un abanico más diverso de edades, sino también es posible pensar en una televisión hecha por edades, ya no como un producto marginal en horarios de baja audiencia, sino como una segmentación con cierta estabilidad en el espectro televisivo donde segmentos excluidos, entre ellos algunas edades, puedan ser programadores para otros. En definitiva, las estaciones de televisión no sólo deben decidir frente a la edad como una indicación temporal de la sociedad, sino también deben operar frente a la paradoja social de modificar las indicaciones temporales en el tiempo. En este sentido, las estaciones de televisión intentan personalizar los contenidos televisivos frente a edades en movimiento. Sin embargo, a propósito de los nuevos artefactos digitales operados en red, las estaciones de televisión pueden encontrar competencia en las alternativas televisivas montadas sobre Internet, particularmente si no logran ajustar sus programas a las nuevas edades, razón suficiente para gatillar la fabricación de televisión hecha por las edades. Además, estas posibilidades mediadas por televisores digitales pueden conectar (o no) con la modificación de la forma de la pantalla del televisor. Aquí se vuelve necesario introducir una diferencia entre ambos mediadores, a propósito de la distinta naturaleza de sus innovaciones. Por una parte, posibilitar una mayor resolución en la pantalla puede ser considerada más bien una nueva configuración del medio televisivo, en el mismo sentido que el audio de la televisión puede configurarse, puede activarse o desactivarse, puede ajustarse al ámbito o lugar dónde la televisión

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ocurre. Si recibimos una llamada telefónica, podemos silenciar a la televisión y quedarnos con la imagen. Lo mismo es posible hacer con los colores de las figuras televisivas, en tanto se puede activar o desactivar la tinta de sus imágenes. De igual manera, quizás los televisores permitirán seleccionar entre imágenes con distintas resoluciones de pantalla. Por otra parte, una mayor resolución de pantalla pareciera significar un producto de laboratorio distinto a la introducción de televisión en pantallas 3D, en el sentido de que no solo se intentan formas más naturales o reales en el medio televisivo, sino que se propone un nuevo mediador para ensamblar inéditas posibilidades sociales o virtuales de la televisión, en tanto su observación requiere ajustar el lugar de activación del televisor (en vez de ajustar las configuraciones del televisor al lugar de activación). Si las condiciones para observar televisión se modifican a propósito de la profundidad de campo que requiere el efecto 3D, a diferencia del complicado incremento de resolución de la pantalla, es posible que este mediador también movilice desplazamientos más complejos para relacionar a humanos mediante máquinas, posibilitando agencias inéditas de la televisión en la sociedad. De todas maneras, la fabricación de formas y la recursividad de su observación siempre puede ocurrir de otro modo, por lo que continúa siendo necesaria una revisión constante de las conexiones que permiten sostener el conocimiento aquí desplegado.

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