Revista Argentinos.es #46

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ARGENTINOS EN ESPAÑA Año 8 · Nº 46 · enero / febrero 2012 ENTREVISTA EDUARDO SACHERI, ESCRITOR Y FUTBOLERO EMPEDERNIDO ERNESTO MALLO TRAE SUS POLICÍAS Y LADRONES A MADRID DE ENTRE RÍOS A GALICIA, LOS PAISAJES DE GUILLERMO BEKES

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Enero - Febrero 12

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ARGENTINOS EN ESPAÑA Año 8 · Nº 46 · enero / febrero 2012

ENTREVISTA

EDUARDO SACHERI,

ESCRITOR Y FUTBOLEROEMPEDERNIDO

ERNESTO MALLO TRAE SUS POLICÍAS Y LADRONES A MADRID

DE ENTRE RÍOS A GALICIA, LOS PAISAJESDE GUILLERMO BEKES

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// 3EDITORIAL

Como con cada comienzo de año desde que compartimos esta aventura de rescatar loslazos que unen nuestras dos patrias, queremos dedicar esta página a saludar, perosobre todo a agradecer, a nuestros lectores, colaboradores y anunciantes. Son ustedesquienes hacen posible que sigamos adelante a pesar de tantos vientos en contra. Paratodos los que cada bimestre esperan tener entre sus manos nuestras pequeñas histo-rias, para quienes las escriben, y para todos los que se publicitan entre cada una deellas, va el especial deseo de que 2012 sea un año intenso en felicidad, paz, salud ybuenas noticias. ¡Feliz Año! n

AAÑÑOO 88 ·· NNºº 4466 ·· EENNEERROO--FFEEBBRREERROO 22001122

EEddiittaa:: ARGESPAÑA de imagen y comunicación s. l.

Calle Oña, 151, 2º 3 28050 MadridDDiirreecccccciióónn yy pprroodduucccciióónn::NORBERTO [email protected] jjeeffaa::BETIANA [email protected] ppeerrmmaanneenntteess::ALEJANDRA TALLARICOCARLOS OCHOA BLANCOCINTIA MORROWLYLIANA COLOTTOSERGIO GONZÁLEZ BUENOCCoollaabboorraann eenn eessttee nn’’uummeerrooBORJA DE MATÍASPPuubblliicciiddaadd::NORBERTO NAVARRO630 95 46 65DDiisseeññoo GGrraaffiiccoo::APBIImmpprreessiióónnC. G. A.Depósito Legal: M-25327-2004

Portada: el león mari-no del paseo marítimodeMar del Plata.

ARGENTINOS EN ESPAÑA

LA AVENTURA DE CADA AÑO

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Cuenta la leyenda que Bochini tiró un caño, inició unapared imposible con Bertoni, controló la devolucióncon la derecha, y ante la salida suicida de Dino Zoff,cruzó el balón para proclamar la grandeza del campe-ón de copas en aquella encerrona de Roma. El Rojo, elde Avellaneda, lo había vuelto a hacer: era campeóndel mundo.A mediados de los setenta, mientras todos los niñosfantaseaban con ser el Bocha, Eduardo Sacheri jugabaa emular las gradas de la Doble Visera en el salón desu casa. Trapos rojos por los sillones, bufanda paraterminar de decorar el mueble del salón, y en el mejorde los casos, cuando el partido era televisado, laremera que sobraba, -porque una arropaba su cuerpo,claro está-, quedaba como amuleto encima del televi-sor. Cuando no era así, tocaba morderse las uñas enfrente de la radio, ese instrumento mágico en el quelas voces pintaban los caños, las paredes y los goles.Eran otros tiempos. Buenos tiempos.Hoy, más de treinta años después, Independiente vagapor el campeonato sin demasiadas esperanzas detriunfo final. Aquello del ‘Rey de copas’ cada vez vasiendo más difícil de enseñárselo a las nuevas genera-ciones, y Eduardo Sacheri ya no redecora su casacada vez que juega el Rojo. Ahora se dedica a escribirtodo aquello que soñaba cuando era pequeño, enforma de cuentos y novelas. Los primeros, han recorri-do el mundo por su sencillez y calidez, y muchos ya lecomparan al maestro Fontanarrosa. Las segundas, sontodo un clásico y una ya valió un Oscar con Juan José

Campanella dirigiendo lo que Eduardo había titulado‘La pregunta de sus ojos’.Ahora que todo ha cambiado excepto una cosa: sigueescuchando la radio.Buenos Aires es una locura de ciudad que tiende aatraparte casi al instante. Los que la conocen, dicenque nunca duerme, y no tardas mucho en darte cuentade ello. Sus calles, sus rincones, y sus plazas, adere-zadas con ese toque bohemio, ese sabor a tango yese olor a asado de domingo, no interrumpen el nacerde tantas historias como el periodista en este caso,desee. Buenos Aires es fútbol, arte y literatura. Y nues-tro protagonista es una parte importante de todo eso.Quedamos con él en un café cerca de la Plaza Francia,en la Recoleta, justo enfrente de la faculta de Derecho,de donde viene de impartir una charla. Desde el inicio,sencillez: Quedamos encima del puente. No sé cómonos vamos a reconocer: soy calvo, llevo un pullovermarrón…

En cada librería de esta ciudad me hablan deusted…

Primero fue una oleada importante, que tuvo que vercon los cuentos de fútbol, y después vino otra oleada,un tsunami, mejor dicho, vinculado con la película ‘Elsecreto de sus ojos’, que la vieron más de 2,5 millonesde personas. Después vino el Oscar, y bueno….ahoraestamos aquí hablando.

¿Cómo surgen los cuentos de fútbol?Creo que mi objetivo fundamental era escribir cuentosque tuvieran que ver con mi propio horizonte; el lugardonde yo vivía, gente que yo conocía… Nunca meentusiasmaron las historias extraordinarias. Nunca medio por escribir sobre espías o extraterrestres. Yo que-ría escribir de gente común y corriente de los alrede-dores de Buenos Aires, viviendo vidas comunes ycorrientes, aunque en esas vidas hubiera esas situa-ciones excepcionales que hay en cualquier vida y quemerecen ser contadas.

¿Y cómo entra ahí el fútbol?El fútbol es un elemento muy fuerte, muy básico, muyde identidad, muy de todos los días. Aquí el fútbol esun hábito muy profundo; nos gusta verlo, conversar,

“El fútbol nos desnuda a los argentinos”Pelota y literatura respira esta charla con el autor cuya novela inspi-ró la película ‘El secreto de tus ojos’BORJA DE MATÍAS

EDUARDO SACHERI

4 // ENTREVISTA

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discutir…Pero surge otra cosa: como es un juego y estan pasional, los argentinos nos permitimos en el fútbolquitarnos unas cuantas máscaras. Somos más genui-nos, más auténticos. En lo bueno y en lo malo. No esque seamos maravillosos, pero…somos como somos.Jugando somos como somos, y el fútbol nos desnuda.

La bipolaridad de posicionarse siempre a unextremo o a otro, ¿no la exagera el fútbol?

Obviamente, y creo que el fútbol se ha contagiado deeso. En los últimos quince o veinte años, el fútbol seha farandulizado demasiado. Se ha vuelto una presen-cia dominante en los medios masivos, y ahora lastapas de las primeras planas de los diarios del lunes, elsetenta u ochenta por ciento, esté dedicado al fútbol.Eso no era así antes. Y me parece que el fútbol argen-tino se ha contagiado en ese pasaje, como esa cosade blancos y negros, que en muchas veces es bastan-te maniqueo.

Dicen que en el fútbol el resultado es lo quecuenta.

Claro que sí, pero mira la Selección Argentina en laCopa América. Jugó cuatro partidos, empató tres, y leganó uno a la Sub 22 de Costa Rica. Para mí fue unfracaso.

Uno más, ¿solución?Me parece que hasta que no salgamos un poco de esalógica ridícula, no hay forma de construir nada ni acorto ni a largo plazo. Porque en el corto plazo siem-pre vas a perder. Todos pierden. España empezó per-diendo el mundial, y no varió. Lo nuestro tiene que vercon un sistema muy enfermo. ¡Por Dios!, sí tenemos alpresidente de la AFA desde hace más de veinteaños…

Habla de fútbol argentino, aun después deldescenso de River hay varios equipos impor-tantes que no están a salvo…

Aquí, jugar el ascenso, es como una mancha en tuhombría. Más allá de que yo me manejo por amor a micamiseta y todo lo demás, yo sé que eso es un nego-cio que tiene que cerrar. Y si no cierra, a la larga tecaes al vacío. No se caen al vacío los clubes comoparte de esta misma estructura enfermiza que tiene la

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AFA de que cuando estás a punto de caerte, te tirauna mano. Una mano llena de compromisos oscuros yde trampas. No es que te estoy salvando, te estoyintroduciendo en un laberinto mafioso, porque así escomo sobrevivís, y quedas más atado a la voluntad deGrondona. River es el caso extremo de lo que puedepasar.

Lo que pasó fue sobrecogedor. Las lágrimas,el partido de promoción ante Belgrano, los dis-turbios…

Sí pero, hay una vuelta, y es que la sensación de resu-rrección que te da el fútbol, no hay demasiadas cosasen la vida que las iguale. Esa sensación de estoy encero de nuevo y ahora empiezo otra vez. Ojalá, en lavida, en otros ámbitos muchomás personales pudiéramosmanejarnos así.

Después de un tiempo enesta ciudad, el fútboldeja la sensación deestar muy ligado a lassensaciones de la gente.Es algo que parece inhe-rente…

Sí, Absolutamente. Nos cuestamucho poner un límite y unafrontera entre lo que le ocurre atu equipo, y lo que te ocurre avos como persona.

En una de las mejoresmemorias escritas sobrefútbol, ‘Fiebre en las gra-das’, de Nick Hornby lle-gan al punto de decir:“no sé si la vida es unamierda porque el Arsenales una mierda, o es alrevés”…

(Risas)….No sé si con ello nospareceremos a los ingleses, pero aquí es muy difícil,que si a tu club le está yendo muy mal, vos sientasque te está yendo muy bien. Te doy un ejemplo con-creto: el día de la entrega de los Oscar, yo estaba enLos Ángeles. Había como cinco horas de diferencia yallí era más temprano. Yo estaba por irme para la cere-monia, ya vestido, y mientras estaba chateando con mihijo, que me mantenía al tanto de cómo iba Indepen-diente con River. En general River siempre le gana aIndependiente. Por lo que yo me acuerdo de la sensa-ción de euforia que tenía cuando terminó el partido yjusto me iba para la ceremonia. Y no, no tenía nadaque ver con el Oscar, tenía que ver con el dos a cerode Independiente. Y estúpidamente, es vergonzoso loque voy a decir, pero yo estoy seguro que si esa nocheganamos el Oscar, pero Independiente se comió cua-tro con River, en algunos momentos de la noche, yo

hubiera pensado…”estos boludos, cuatro se lleva-ron…”. Es imperdonable, pero es así.

¿Cuáles son sus primeros recuerdos de fútbol?En realidad son sobre todo recuerdos televisivos yradiofónicos. Yo vivo a unos 30 km de Buenos Aires,pero en una dirección diferente a Avellaneda. Nosotrosno teníamos auto, de manera que con mi padre, quemurió cuando yo tenía 10 años, nunca fuimos a ver aIndependiente. Lo podíamos ver, jugando de visitante,un par de veces al año en Vélez o en Ferrocarril Oeste.Por eso, cuando daban las copas internacionales, quelas televisaban de noche, poníamos todo el comedorde mi casa lo llenábamos de trapos rojos, y yo meponía la camiseta de Independiente…Yo pensaba que

eso era el fútbol: ganar la CopaLibertadores todos los años.Luego ya me di cuenta que no.Los primeros recuerdos tienenque ver con la infalibilidad.¿Le da tiempo a ver fútbolespañol?Miro mucho fútbol. Bueno, deEspaña miro bastante con mihijo, Francisco, que tiene cator-ce años. Entre los dos tenemosuna pelea interna en casa, por-que él es fanático de CristianoRonaldo, y yo en cambio hin-cho mucho por Messi. Así depaso, le puteo un poco.Entre Real Madrid y Barcelo-na, ¿con cuál se queda?Creo que soy pro Barcelona,siempre desde el punto devista de la lejanía. Aquí nosllega la visión de un club muyserio que trabaja mucho eninferiores, que trabaja a largoplazo, que cuida mucho a los

jugadores, y que defiende un estilo de juego de pasár-sela a un compañero. Con todo eso yo me identificomucho, y lo valoro, porque me parece meritorio. Yademás está Messi, al que sigo prendiendo velas.

Y el Real Madrid, ¿lo percibes como antagóni-co?

No necesariamente. Alguna vez charlando con Valda-no, escucho valores que me gustan, y los rescato. Meparece que el Madrid ha tenido generaciones de juga-dores estupendos, pero la sensación que me da, y contoda la modestia es que lo del Barcelona está construi-do más artesanalmente, mas de vayamos a armaresto, que desde una posición de mucho poder ymucha riqueza, vamos a escoger por el mundo lo quenos sirve. Aunque al mismo tiempo, el Barcelona tam-bién es una institución poderosísima. Por lo que si lopienso más fríamente, debo sentirme cerca del Atlético

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Depósito y sede central en FranciaS.A. LA FRANCO-ARGENTINE4, Place des Prélêts02120 Sains RichaumontTel: +33 323 673 446Direct: +33 364 178 001Fax: +33 323 041 829Cell: +34 610 274 083mail: [email protected]ón al público en ParísCafé “El Sur”35, Blvd. Saint Germaine

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porque ahí jugó el Kun Agüero. Media tribuna de Inde-pendiente aún lleva la camiseta del Atleti…

¿Cómo surge el tema de los cuentos?Simplemente surgen. Siempre fui un lector apasiona-do. Siempre estoy leyendo y es algo que me apasiona,aunque lo de escritor surgió medio de casualidad,cuando tenía 25 o 26 años, y me había licenciado enhistoria. Había ido para otro lado, pero empecé a sentirla necesidad de ver escritas ciertas cosas. Supongoque tiene que ver con el hecho de perder a mi papácon diez años, más que nada por el fuerte vínculo quenos unía, por su imponente figura. Cuando fui a pensarcon mi mujer en tener hijos, fue un ligero punto deinflexión, fue ir hacia atrás, y pensar en todos esoshuecos que habían quedado. Para mí, la literatura, elarte en general, nos llena huecos que nos deja la vida.La vida real, la de todos los días. Mi modo de llenarlos,fue ponerme a escribir. Ahora, tiempo después, no meimagino sin hacerlo.

¿Tiene alguna disciplina de escritura?Ahora que es un laburo, y vivo de esto, sí. Casi todoslos días, tres, cuatro, o cinco horas, me pongo. Aveces sale, y a veces no sale. Las horas que pueda,tranquilamente, en un bar cerca de donde vivo, con uncuadernito y un bolígrafo, ya que no es muy seguroandar por aquí con una Netbook. Mejor con un cua-dernito, que nadie te lo roba. Ya en casa, lo intentopasar a limpio, y vale como una primera corrección.

Te sientas, y ¿comienzan a brotar las ideas, oes algo más complejo?

Algo más complejo. O no. En general es como unaimagen, como que hay ciertas imágenes que me asal-tan con fuerza. Imágenes que a mí mismo me impac-tan. Ficticias. Cosas que he escuchado, que hevisto…pero que se cruzan. Cuando siento ese impacto,comienzo a pensar, y a armar una historia. Por ejemplo:‘Esperándolo a Tito’ (uno de sus cuentos más famo-sos); yo estoy escuchando a unos periodistas queestán recibiendo a los jugadores de la Selección argen-tina que vienen a un partido de las eliminatorias, yéstos les preguntan las mismas obviedades de siem-pre: ‘¿Querés jugar?’ ‘No, quiero estar en el bancoviendo como juegan los otros…’ Entonces pensé:¿alguna de estas superestrellas se vendría a jugar unpartido porque los amigos lo necesitan? Sólo por amis-tad. Nada más. Y automáticamente, me viene la ima-gen de un tipo corriendo hacia unas canchas de fútbolcon un bolsito que dice: acá estoy, no empiecen sin mí,que ya llego. Me vino esa imagen a la cabeza y pensé:la puta madre, esto es fuerte. Supongo que lo compli-cado es a partir de esa imagen conmovedora para tiintentar que la historia sea conmovedora para el otro.

¿Juega usted al fútbol?Sí, de cinco.

¿Cómo se le da?Lo mío es el combate. Recuperar el balón y dársela a

los que saben. Me encanta jugar al fútbol. Juego porafición, con mis amigos de toda la vida los sábadospor la tarde. Armamos dos equipos de once y a correr.Realmente, no me imagino qué será de mi vida cuandotenga que dejar de jugar a ese nivel.

¿El Eduardo de la cancha tiene que ver con elEduardo de la vida real?

Soy menos cuidadoso, menos cortés, pero tiene quever. Soy mucho más hablador, y exigente, con miscompañeros sobre todo. Como que nadie está obliga-do a ser un dotado, pero todo el mundo está obligadoa correr. Con eso venimos todos, con esa posibilidad.Pero creo que soy justo. Me gusta ganar bien. No tole-ro a los tipos que fingen.

La sensación que da el fútbol en Argentina esque se mueve entre las alegrías y el sufrimien-to, al igual que tus libros. ¿Qué prefiere, losfinales tristes, o alegres?

Yo creo que escribo como me gusta leer. Entonces,cuando escribo, experimento muy a fondo las sensa-ciones del lector. Es decir, si cuando lees algo mío teríes, probablemente yo me haya reído cuando lo escri-bía. O si te emocionas, o te entristeces, seguramentea mí me pasó lo mismo. Soy más de finales felices,porque de finales tristes está la vida llena. No esdemasiado absoluto, porque sería demasiado inverosí-mil que todo terminase bien, y de vez en cuando algu-no termina mal. Pero en realidad soy una señora mayorque le gusta que en la telenovela, el chico se quedecon la chica.

¿Si tuvieras que escribir un cuento de fútbolargentino acabaría bien? O sería real y cruelcomo es todo?

Para terminar bien, tendría que ser un cuento demucha lucha, de muchos desafíos, y de mucha resis-tencia, ya que el fútbol argentino está muy enfermo, yaque se sigue alimentando de la pasión genuina e ino-cente de miles de argentinos que siguen creyendopese a todo. Pero para convertirse en otra cosa,requiere un enorme esfuerzo, y sobre todo una inyec-ción de honestidad enorme.

¿Y el fútbol español, desde fuera como lo ves?¿Saldría un cuento con final feliz?

Creo que depende de dónde te pares. Hay algo queme llama la atención: el enorme desequilibrio que hayentre Real Madrid y Barcelona. En la jornada diez mirola clasificación y digo: el campeonato terminó.

Bueno, antes no era así…Eso en Argentina no está tan marcado, y creo que esuno de los puntos de salud que le veo a nuestro fútbol.O el único. Creo que es algo preocupante, porque elfútbol siempre tiene que tener la chance de que el débilgane. Y en el fútbol español esa chance se va alejandode una manera pavorosa. Eso no me gusta y me pare-ce que es algo que el fútbol español tendría que revi-sarlo de algún modo, porque así no tiene gracia. n

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Película minimalista de contenido y de continente. Elargumento es sencillo, todo gira alrededor de una ven-tana que no existe, de esa abertura hecha en unapared que así, a simple vista, sería un no tema, unhablar de nimiedades, cuando su presencia en lascasas es algo tan normal; pero un tema inmenso cuan-do se trata de que el vecino nos deje o no abrir unaventana en nuestra pared, que dejará al descubierto suvida y la nuestra. Fue también una buena oportunidadpara entrar en la casa construida por Le Corbusier enLa Plata, la única hecha en América por el arquitectofrancés. Todo en ésta es amplio, diáfano, luminoso,sutil, delicado, blanco, impoluto. Ningún objeto niadorno perturba el fluir de los que la habitan, hastaque un día el vecino trae el caos a esa tensa calmaque viven los de la casa. Los ruidos ensordecedoresde la pared de al lado los enfrenta a la realidad que seles ‘avecina’, y nunca mejor verbo. Allí se va abriendoese boquete que dará pie a toda la historia. Cada unode los miembros de la familia que vivía inmerso en su

propio mundo, de pronto abrela boca para manifestar sudescontento debido a esteproyecto de ventana. Ellostambién componen un grupohumano minimalista, que semanifiestan sólo con palabrasy frases cortas, y ahorran engestos; se diría que se hanmimetizado con el paisajeurbano de esa casa. Todo esfrío y está impregnado de unsilencio casi incómodo, hastaque llega ese vecino espontá-neo, sencillo y bastanteburdo, que a primera vista nosresulta extralimitado en sutrato, especialmente en sucontraste con los dueños dela casa. Suponemos que la necesidadde abrir una ventana es pri-mordialmente la necesidad deluz y aire, pero la explicacióndel vecino que se niega a esaconstrucción es, en primerlugar y principalmente, el res-guardo de su intimidad, aun-que se parezca más al temora que esa ventana ejerza unaatracción tal, que cual imán ovacío, los convierta en unosmirones, de lo contrario nodebería preocuparles hastael desvelo tener una enfrente.Otra explicación que da para

justificar su negativa es la legal, está prohibido abriruna ventana en la medianera, una pared tan cercanaa la del vecino. Pero aquél no atiende a razones y laconstrucción de la ventana sigue su curso, siguen losgolpes en la pared, hasta que llega ese temido día enel que el objeto, motivo de la discordia, surge comopor arte de magia formando parte de la construcciónde al lado. Cuando la situación ha llegado al límite y la pacienciade los afectados también, el destino les espera conotra sorpresa que supera enormemente sus prejuiciosintelectuales y morales. Esa ventana, ese hueco, eseagujero hecho en la pared, y responsable de tantosroces y discusiones, toma vida y se vuelve inesperada-mente protagonista, al servir de medio imprescindiblepara evitar un mal mayor. La película nos muestra qué absurdos podemos llegara ser los humanos, cuando creemos defender nuestrosderechos, bonita etiqueta que muchas veces sóloesconde egoísmo y estrechez de miras. n

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EL HOMBRE DE AL LADO,de Mariano Cohn yGastón Duprat

La necesidad deuna ventanaLYLIANA COLOTTO

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LAS CRÓNICAS DE CINTIA12 //

Cuando llegamos a San Petersburgo, el 29 de diciem-bre, hacía 11 grados bajo cero. El primer shock térmi-co fue bravo, pero nada que nuestras múltiples capasde ropa no pudieran soportar. Subestimamos la tem-peratura, que nos pasó factura cuando, de camino alhotel, se nos empezaron a congelar los dedos de lospies y las manos.Lo primero que me llamó la atención de Rusia fue lacantidad de nieve. Yo conocía la nieve, pero nuncahabía estado en un lugar con una capa de metros degrosor recién caída, sobre todas las superficies quietasde la ciudad. Entramos en San Petersburgo y quedégratamente sorprendida ante la belleza de la ciudad ytambién por el tamaño de todo. Inmensos edificios decolores bordeaban la avenida, cada tanto cruzábamosgigantescos parques, iglesias, plazas y monumentos.

Todo descomunal, de proporciones formidables.La ciudad me resultó mucho más linda y colorida de loque esperaba. Se me hacía que Rusia era un país grisy taciturno. Habría de descubrir lo taciturno, pero degris, nada. Los múltiples edificios de colores y la ciu-dad vestida de Navidad me hicieron cambiar de idearápidamente. San Petersburgo es una ciudad construida en un grandelta, por lo tanto está formada por distintas islas yatravesada ampliamente por canales y ríos. Esta pinto-resca localidad fue fundada en 1703 por el zar Pedroel Grande, un personaje que se inspiró en sus viajespor Europa para buscar el progreso de su país. La primera gran construcción fue la Fortaleza de SanPedro y San Pablo que tenía el objetivo de proteger la

zona y vigilar el tráfico fluvial. Luego se fueron constru-yendo palacios, edificios y parques inspirados en lasteorías urbanísticas de los europeos. Al llamado delzar, que se había instalado en dicha fortaleza, acudie-ron los nobles a vivir en la nueva ciudad de SanPetersburgo que, en 1712, se convertiría en la capitalde Rusia por unos años. Con el tiempo, se llamaríaPetrogrado, Leningrado y finalmente volvería a sunombre original gracias a un referéndum popular. Y,por último (en cuanto a acontecimientos históricos)sería la ciudad donde se germine la Revolución Rusade 1917.El primer día de paseo por la ciudad de San Peters-burgo nos fuimos a tomar el metro, que sería nuestromedio de transporte para todo el viaje. El nuestro y elde los rusos en general, ya que con el frío y la nieve,

los transportes terrestres suelen ir muy lentosy atascados. El viaje en subte cuesta 28rublos, que son unos 50 céntimos, y se mate-rializan en un cospel. Vuelta a lidiar con el alfabeto ruso para averi-guar la dirección correcta. Rápidamente llega-mos a nuestro destino: la plaza Troitskaya.Cruzando el puente de San Iván se llega a laFortaleza de San Pedro y San Pablo, donde sepuede visitar la Catedral donde se encuentran32 tumbas de la dinastía Romanov, entre lasque destaca la de Pedro el Grande. Tambiénestán enterrados el zar Nicolás II y toda sufamilia que fueron fusilados por los rebeldes en1918, dando por finalizada la era de los zaresen Rusia. Se puede visitar el Museo de Historia de San

Petersburgo y el Museo del Cosmos, donde podránver una copia del Sputnik (primer satélite artificial), lanave en la que viajó Laika (primera perra en ir al espa-cio; que después me vine a enterar que solo fue, yaque nunca volvió) y artefactos varios pertenecientes aGagari (primer astronauta del mundo).A través del Puente Kirovskij, se cruza por encima delrío Neva hacia la isla de enfrente, que es la más impor-tante en cuanto a atracciones turísticas. Allí seencuentra la Iglesia del Salvador de la Sangre Derra-mada, llamada así por haber sido construida en ellugar donde murió asesinado el zar Alejandro II. Unade las iglesias más curiosas que vi, totalmente cubiertade ornamentos y detalles, y con varias cúpulas debulbo, algunas doradas y otras decoradas con cerámi-

San Petersburgo en colores(sobre todo el blanco)CINTIA MORROW

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cas y piedras de colores. ¡Impresionante! Es como verun dibujo de colores en medio de la ciudad. Por aden-tro, es un despliegue tremendo de pinturas e imágenesreligiosas. No te alcanzan los ojos para ver todos losdetalles.Al otro día (el invierno ruso limitaba nuestras facultadesfísicas y se hacía de noche a las 4 de la tarde, así queel día no nos rendía demasiado), fuimos a caminar porla populosa calle Nevski Prospekt, donde vale la penasacarle una foto al Palacio Strogonov (donde se inven-tó el lomo strogonov, stroganof o como quieran llamar-lo).Al final de la Nevski Prospect se encuentra la Catedralde San Isaac. Esta imponente iglesia, con capacidadpara 14.000 fieles se construyó para festejar la victoriasobre las tropas napoleónicas. El interior es verdadera-mente extraordinario (el más lindoque vería en este viaje), de estiloitaliano, con paneles de oro ymármol, y columnas de granitorojo y lapislázuli.Desde San Isaac, se puede cami-nar a un lado del Almirantazgo,un inmenso edificio amarillo y lle-gar a la Plaza del Palacio, dondese localiza el Museo del Hermita-ge (formado por 6 antiguos pala-cios, siendo el más bonito, elPalacio de Invierno). Esta plazaestá rodeada de algunos de losedificios más hermosos de SanPetersburgo, y también másimponentes… pero lo que sor-prende son los colores. El Museo del Hermitage esmajestuoso. Es como el Louvre,el Prado y la National Gallerytodos juntos (al menos en tama-ño), pero tiene el plus de estar adentro de un palacioincreíble, donde cada habitación es una obra de arteen sí misma. Del museo subrayo los pisos (con dise-ños increíbles, hechos en madera, colocados piezapor pieza), los techos (lo que se imaginen con oro ypinturas) y las arañas inmensas que cuelgan de ellos.Esa noche era 31 de diciembre, nos esperaban losfestejos en una humilde mesa para 7 en la Fiesta deAño Nuevo de un hotel. Los agasajos resultaron bas-tante parecidos a los nuestros: mucha comida, muchabebida (en este caso vodka y jugos, los rusos tienendebilidad por los jugos naturales), música en vivo, unaespecie de tango, una odalisca, aplausos y bailes. 5minutos antes de las 12, nos traen el último plato, queengullimos vorazmente para que no se nos pase lahora de brindar.En cuanto nuestro reloj da las 12, nos empezamos aabrazar y a brindar como buenos argentinos que

somos… pero las demás mesas no compartían nues-tro jolgorio: en la televisión, el presidente daba un dis-curso. Metida de pata. Nos quedamos calladitos yescuchamos atentos. Llegaron oficialmente las 12,sonaron las campanadas y ¡ahora sí! Brindamos, y nosabrazamos… otra vez nos adelantamos. Todos losrusos estaban contando las campanadas e iban por la4. Esperamos e hicimos como que contábamos enruso hasta la bendita campanada 12… ¡Y brindamos ynos abrazamos y reímos y nos fundimos en la alegríageneral!Al día siguiente, caminamos entre ráfagas de viento ynieve por la rivera del río congelado, que se veía real-mente preciosa. A lo lejos (cuando la nieve lo permitía)veíamos el Hermitage, el Palacio de Verano y los puen-tes de hierro que cruzan el río. El punto panorámico

está determinado por dos gran-des columnas, una especie defaros, en cuya punta se enciendeel fuego durante la noche. Fotopanorámica con poca visibilidaddebido a la nieve, y seguimosrumbo hacia el crucero Aurora,atracado en una de las márgenesdel río Neva. Este gran barco fueel que la noche del 25 de Octu-bre de 1917, con su tripulacióndel lado de los bolcheviques, sesituó frente al Palacio de Inviernoy abrió fuego, dando comienzo alestallido revolucionario.Después de un chocolate calien-te, y pese a estar relativamentedesaconsejado, nos introdujimossigilosamente en la iglesia delmonasterio para presenciar unamisa ortodoxa. Es sumamenterara ya que no hay asientos, la

gente se mantiene parada durante toda la ceremonia.Al entrar a la iglesia, los fieles saludan a ciertas imáge-nes haciéndose tres veces la señal de la cruz (tocán-dose el hombro derecho antes que el izquierdo, raro) yapoyando la frente en ellas. El resto de la ceremoniaes misterioso, ya que se desarrolla en un recintodonde está el altar, de espaldas al público y a puertascerradas.Para despedirnos de San Petersburgo buscamos unrestaurante autóctono para ir a cenar. Lo más típicoque encontramos fue un encantador restaurante ucra-niano, con música y bailes representativos. Y dondecomimos unos riquísimos platos, como la sopa borsh(con remolacha, verduras y trocitos de carne), losdumplings rusos (una especie de ravioles gorditosrellenos de carne) y un postre que nos sorprendiómuchísimo por su ingrediente principal: ¡el dulce deleche! No somos tan distintos, al final. n

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“Nací demasiado joven y sin la debida preparaciónpara enfrentar a este mundo. A la edad de 6 años mevi forzado a abandonar mi educación para asistir a laescuela. Esa experiencia me enseñó la virtud de laautodidactia, la vida me enseñó sus pesares. No per-tenezco a ninguna asociación, partido político, confe-sión religiosa, club o trenza ya que, como Groucho,jamás aceptaría pertenecer a algún club que me admi-ta a mí como socio. A los 20 pensé que era mi debercambiar el mundo. Lo cambié, es éste, disculpe”.Al teclear en Internet la página que lleva por nombrewww.ernestomallo.com.ar, el de arriba es el primerpárrafo con el que se presenta su dueño. Uno esperaencontrarse con un tipo áspero, duro, escéptico y depocos amigos, pero su vozdesmiente todos los temo-res. Las primera palabrasson, además, de elogiopara Fernando Marías,amigo y colega español alque le tocó presentar suúltima novela, El policíadescalzo de la Plaza SanMartín (Editorial Siruela).“Fernando es muy elogiosode mis novelas y lo curiosoes que siempre destaca lomás oscuro de ellas”. Ernesto Mallo viajó el pasado mes de noviembre aMadrid para hablar del segundo caso del comisarioLascano, el personaje de la historia que le ha valido elPremio Memorial Silverio Cañada de la Semana Negrade Gijón en 2007. Tras resolver un Crimen en el barriodel Once en plena dictadura militar argentina, Lascanovuelve ahora a ponerse en acción para encontrar alTopo Miranda, un conocido ladrón que sale de la cár-cel para cometer su último delito: robar dinero negroen un banco, ya en la etapa de la transición democráti-ca. “Destruí varios matrimonios que me dejaron la módicasuma de seis hijos que, con todo y a pesar de todo,son mi obra más acabada. La vocación por la literatura

se me despertó muy temprano, provocándome desdeentonces dificultades para dormir. En realidad estaactividad, que algún psicoanalista diagnosticó comouna necesidad compulsiva de llenar hojas con la inten-ción de que no queden más papeles en blanco, es elmás eficaz salvavidas que he podido conseguir”.A pesar de esta segunda declaración que hace elautor en la ‘bio’ de su página web, estos dos casosrepletos de intriga, suspenso, pasión y peligro, se lehan ocurrido a Mallo pasado ya el medio siglo de viday es difícil evitar preguntarse por qué no antes. “Nocreo haber empezado ni muy tarde ni muy temprano,sino en el momento oportuno, cuando la literatura mebuscó a mí. De repente tuve mucho tiempo y nada que

hacer y me senté a escri-bir”, es la respuesta queexplica este inicio en lanovela ya en la madurez.Antes, Mallo ya era guio-nista, dramaturgo y perio-dista independiente. Y el por qué de la novelapolicial también es fácil dedilucidar: “Argentina es elmejor país del mundo parahacerlo. Material no falta.Y este género es el mejorvehículo para retratar una

sociedad. Una parte es la que tiene que ver con loscrímenes, la política asociada a ellos y su costo social.Aunque yo solo cuento situaciones, no intento hacerun estudio sociológico ni mucho menos”. La sociedadque se dibuja en ‘El policía descalzo de la Plaza SanMartín’, es la de la década de los 80, aquella que estávolviendo a vivir en democracia pero en la que todavíacolean retazos de los años de la dictadura y que paramuchos es todavía un sitio que asfixia. “Cuando pien-sa en su ciudad, se le antoja que es un lugar en el quese ha hecho de noche para siempre y le parece unabroma cruel que se llame Buenos Aires”, describe elescritor la capital bonaerense en la novela. “El Estadotenía un montón de asesinos a sueldo que van al paro

Las malas compañías deERNESTO MALLOEl escritor argentino presenta en Madrid su última novela, ‘El policíadescalzo de la Plaza San Martín’, el segundo caso del comisario Pe-rro LascanoBETIANA BAGLIETTO

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y se convierten en cuentapropistas, no se extinguieron,solo se hacen más sutiles”, se explaya Ernesto durantesu visita a Madrid. Argentina es también refugio de una policía corruptadonde, sin embargo, no faltan los hombres decentescomo el comisario Perro Lascano, un perfil de héroeque le acarreó muchas críticas, sobre todo de laizquierda, cuando salió su primera novela. “Decían queun policía así no existe, pero es una falacia. La gentetiene la policía que puede tener. Hay gente buena ymala, y policías también”. Como también hay, o almenos había, otro tipo de ladrones, “con códigos, queno hacen daño por que sí, que roban a otros ladronesy que aman a su familia”. Toda una especie en extin-ción para Mallo: “Estamos asistiendo en todo el mundoa un descenso de la calidad de los criminales”.Recuperado de las heridas sufridas en la primeraentrega de la serie, Lascano decide salir en busca delpeligroso general Giribaldi, con el fin de recuperar lapista de Eva, la misteriosa mujer de la que está ena-morado. Asesinos, ladrones, policías, y militares sedan prisa en redefinir sus roles en esta etapa de la

transición argentina. Lascano acepta un traba-jo que le dará el dinero necesario para iniciar labúsqueda de Giribaldi: ha de encontrar al TopoMiranda, un delincuente que robó dinero negrode un banco. Lascano tendrá también que vér-selas con policías involucrados en el negociode la droga, así como con el propio Giribaldi, yterminará estableciendo una relación íntimacon el ladrón que persigue. Las 217 páginas de ‘El policía de la Plaza SanMartín’, además de atrapar al lector de princi-pio a fin hasta provocar terminar en pocashoras su lectura, dejan traslucir un gran cono-cimiento del mundo que se describe, el de lascárceles, la delincuencia, y quienes se supo-nen que luchan para combatirla, como si elautor hubiera hecho un exhaustivo trabajo decampo. La explicación de cómo se consiguehablar de algo con tanto detalle es mucho mássencilla: “Andando con malas compañías, queson las que más me gustan”. “Todo lo que esmalo para la historia, es bueno para la literatu-ra. De qué escribiríamos si viviéramos en unmundo feliz”, se pregunta este platense nacidoen 1948 y curtido en decenas de crisis comola que ahora vive España.“En 2001 vivimos un grueso ensayo de lo queestá pasando aquí. Nos creíamos que éramosricos y ahora lo estamos pagando. Hay queponer límites a los políticos y salir del engañode las organizaciones criminales de los ban-cos. No hay que perder la calma ni ponerse allorar por lo perdido. El éxito no es ganarmucho dinero. La esclavitud no se expresa ni

con cadenas ni con grillos, sino con los créditos, lashipotecas. Lo único que tenemos es tiempo”, reflexio-na el autor, admirador de maestros como Elsa Osorio,G.B. Shaw, Gabo, Cortázar o Italo Calvino, entre otros.El tiempo al que se refiere Mallo, su tesoro más valio-so, él lo quiere para escribir, ver, leer, estar en la calle.Tiempo que le ha servido además para haber finalizadoya la tercera entrega de su serie policiaca que se publi-cará en 2012, y en la que Lascano se enfrenta al temade su vejez, al momento singular de su jubilación, peroen la que también tendrá tiempo de resolver un nuevocaso, de ir en busca de una mujer perdida, y de meter-se en el sórdido mundo de la trata de personas, al quedefine como “terrible, tremendo, de una sordidez ini-gualable”. Casi tanto como el mundo que habitamos.“A una edad que debería ser respetable me queda laimprobable gloria de haber sobrevivido a mis padres, ala sinrazón del mundo, a las sustancias prohibidas, ami propia estupidez, a los gobiernos militares, a losgobiernos civiles y, hasta el momento, a la globaliza-ción, aunque nos sé cuánto pueda llegar a aguantarla”,cierra su biografía Ernesto Mallo. n

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Primero Santa Fe, luego Concordia, después la llanuradel litoral entrerriano, más tarde Buenos Aires y ahoratambién Madrid, Galicia o Castilla. La biografía de Gui-llermo Bekes se podría escribir con paisajes.Con el Litoral dentro…El artista argentino que este 1 de febrero estrena expo-sición en la Casa de Galicia de Madrid (hasta el 17 defebrero) dice que empezó a agarrar el pincel por culpade un libro del Museo del Prado que había en su casade Concordia –donde se mudó a los 7 años desdeSanta Fe-, y en el que descubrió los cuadros de Veláz-quez y El Greco.Arrancó copiando esas “pequeñas fotos” de Las Meni-nas y otras obras de arte de la pinacoteca más famosade Madrid y ya no paró hasta convertirse en un espe-cialista en paisajes. Los primeros, los que sirvieron deescenarios de su infancia y adolescencia, y que salpi-caron esa crianza dentro de una familia, capitaneadapor una abuela húngara, en la que la cultura tenía unlugar importante. “Me críe en Concordia, en un entornopaisajístico muy hermoso, costero, con el río Uruguay,los verdes, los maravillosos atardeceres…”, cuentaGuillermo desde su piso madrileño, un mes antes deinaugurar la muestra ‘Paisajes de mar y tierra’.A los 30, dejó la ciudad entrerriana para aislarle en lallanura solitaria del Litoral, en el campo, en busca delpaisaje que consolidara un estilo y una temática que ya

no iba a abandonar, a pesar de dejar la quinta que erasu hogar para marchar a Buenos Aires. “Estuve allí 10años y, por circunstancias personales me tuve que ir,pero el paisaje me lo llevé dentro, y se hizo más evoca-tivo, metafórico, ha mejorado. Ahora hay en mis cua-dros una nostalgia poética de lo que ya no es, un pai-saje remoto no tan remoto”, explica este hombre dedos pasiones, la pintura y el fútbol.Las circunstancias, los colores, las características, lahumedad, la luz son los elementos de los sitios quehabita que conmueven al pintor y que le llegan a lomás hondo. Pero también hay una explicación algomás racional, si se quiere, a la elección de esta temáti-ca. “Se ha dado una correspondencia muy buena conel público. Hay una devolución, un ida y vuelta, porquees un género muy amplio, abarcador, o folclórico, lle-vándolo a términos del ámbito musical. No es de éli-tes, por eso lo priorizo, por su fuerte vigencia popular,para gente que ‘no entiende’ de arte”, enumera.“Hoy en día, parece que el arte tuviera la obligación deinventar algo, de ser ingenioso, como si un cuadrofuera un vestido. Se ha perdido la trascendencia. Hayuna disociación entre el artista y el público. Se va a lasbienales porque hay que ir, pero no se contemplan lasobras, se pasa por ellas. Es presuntuoso y absurdoquerer inventar algo. Yo no pretendo hacerlo, sino pin-tar desde las emociones y desde lo que te vas encon-

Cielo, mar y tierra en el pincelLos paisajes que forman parte de la vida y obra del artista argentinoGuillermo Bekes se pueden ver en MadridB.B.

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trando, porque al fin y al cabo, eso es la vida también”,profundiza.Su segundo hogarHoy, Guillermo vive a caballo entre Buenos Aires yMadrid y es en la capital española donde va a tener elplacer de compartir más de una veintena de sus obrascon marinas y valles gallegos y llanuras argentinas. “En2009 expuse en Mondariz, Pontevedra, y la muestratuvo una gran repercusión, algo que ahora ha permiti-do que la Casa de Galicia haga una excepción e invitea un artista que no ha nacido en sus tierras en la salaprincipal de su sede madrileña, además de editar uncatálogo de lujo”, dice Bekes. Casualidades o no de la vida, los lienzos de Guillermocolgarán de las paredes de una sala que casi compar-te medianera con su amado Museo del Prado, al quepudo conocer por primera vez treinta años después deque ese libro, que iba a despertar el “gen de la mal-dad” que ya tenía dentro, cayera en sus manos. “ElPrado forma parte de mi vida y fue muy fuerte cono-cerlo y ver que esas pequeñas fotos que yo copiabaeran cuadros gigantescos. Era un poco como estar enmi casa y en cada viaje que hago paso varias horasallí”, confiesa. Si bien aquí no está tan instalado como en BuenosAires, donde tiene su casa taller, se siente apoyadopor mucha gente y en un ambiente favorable, como elque encuentra en el Círculo de Bellas Artes, uno de lossitios donde trabaja sus obras. “Es complicado desdelo emocional tener la vida repartida entre dos lugares,porque hay que quitarse un chip y ponerse el otro,pero tengo muchos años de entrenamiento y tardounos quince días en adaptarme”, asegura.Y es que al final, en una u otra capital le pasa lo mismoque con los paisajes que a primera vista a uno lepodrían parecer muy diferentes, como el de Entre Ríosy Galicia: la esencia es la misma. “Mis paisajes de lla-nuras entrerrianas son distintos a los valles gallegos,pero las emociones que provocan son similares. En

Galicia, noté que compartía con Entre Ríos la luminosi-dad y los tonos de verdes, la luz y el color y hastaencontré al costado de un camino gallego, una plantade burucuyá, como si estuviera en Concordia. Asícomo esta última está llena de plátanos. No por nadatantos gallegos eligieron Entre Ríos para quedarse, sesentían como en casa”, reflexiona GuillermoPara terminar, Bekes deja una reflexión que vuelvesobre su obra pero también sobre la vida misma y quepuede servir a la vez de invitación a su muestra: “El pai-saje expresa la universalidad de nuestro mundo, locomún y lo interesante que habita nuestro planeta. Másallá de las variaciones y de las diferentes improntas,hay un estar de la naturaleza. Cielo, mar y tierra”. n

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EL PERSONAJE20 //

En 2010 se cumplieron 100 años delnacimiento de Manuel Mujica Lainez, unode los grandes escritores argentinos delsiglo XX, y del que ahora se pueden con-seguir en Madrid todo tipo de valiososobjetos.‘Manucho, el mundo de Manuel MujicaLainez’ reúne hasta el 17 de enero en elCentro de Arte Moderno (Galileo, 52) dela capital española, manuscritos, dibujos,fotografías, primeras ediciones, librosdedicados, discos, películas, periódicos yrevistas de la época de esplendor deltambién periodista del diario La Nación, yreconocido creador de la llamada “saga porteña”.Todas cosas que formaron parte de la vida del artistanacido en Buenos Aires, en el seno de una familiapatricia, quien además residió en Francia e Inglaterra, yque murió en La Cumbre, en su casa El Paraíso de lasierra cordobesa, en 1984.Todo escritor sabe lo que significa la persecución tirá-nica de las voces que lleva adentro. Lo aguardan en subiblioteca, cuando se sienta frente a la máquina o fren-te al papel, susurrantes, cuchicheantes, y más y mássonoras y rotundas y, para escapar de ellas y de suobsesión sale a la calle y se mezcla a los corros coti-dianos, también allí lo hostigan, sumando su monólogointerior a los diálogos indiferentes”, declaró Mujica Lai-nez para explicar su temprana pasión por la literatura,basada también en su descendencia por parte mater-na de una familia de periodistas y escritores.Narrador y poeta, combinó imaginación novelesca con

datos históricos y el color local con elcosmopolitismo, desarrollando una seriede tramas de corte histórico. Entre los trece y los dieciséis años vivióen Europa, donde se familiarizó con losclásicos franceses e ingleses, y a suregreso se vinculó con Alfonsina Storni,Arturo Capdevila y otros, y más tardecon Adolfo Bioy Casares, Silvina Ocam-po, Silvina Bullrich y el círculo de colabo-radores de la revista Sur. Pero nuncaperteneció a ninguna “capilla literaria”,según sus propias palabras, aunque sífue vicepresidente de la Sociedad Argen-

tina de Escritores (SADE) cuando Jorge Luis Borges lapresidía.Sus gustos clásicos lo mantuvieron ajeno a vanguar-dias e innovaciones. Admiraba a Marcel Proust, HenryJames y Virginia Woolf. Obtuvo, entre otros, el PremioNacional de Literatura (1963) y recibió la Legión deHonor del Gobierno de Francia (1982). En 1931comenzó a colaborar en La Nación como crítico dearte y en 1936 reunió bajo el título de Glosas castella-nas sus artículos periodísticos; dos años despuéspublicó la novela Don Galaz de Buenos Aires.Si con los cuentos de Aquí vivieron (1949) y Misterio-sa Buenos Aires (1950) abordó momentos de la histo-ria de la ciudad desde sus orígenes, con las novelasLos ídolos (1952), La casa (1954), Los viajeros(1955) e Invitados en “El Paraíso” (1957) retrató elapogeo y la decadencia de la alta burguesía argentina. Volvería a ello muchos años más tarde, con El gran

Las cosas de MANUCHOManuel Mujica Lainez fue uno de los escritores argentinos más im-portantes del siglo pasado y una destacada figura socialB.B.

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teatro (1979), aunque derivó antes hacia la novela his-tórica de ambientación europea. Aquí vivieron narradiversas historias sucedidas entre 1853 y 1924 en SanIsidro, un suburbio tradicionalmente habitado por laclase alta de Buenos Aires. El libro responde al proyec-to de plasmar una literatura que combinara la imagina-ción novelesca con una base de datos históricos. Lamisma voluntad se percibe en La casa, relato en el queuna señorial vivienda de la calle Florida de Buenos Airesnarra en primera persona su propia historia y la de sushabitantes. Más abarcadora, aunque sin romper conesa línea, resulta Misteriosa Buenos Aires, una recons-trucción no carente de elementos ficticios de la historiade la ciudad, desde el mismo momento de la llegadade su primer fundador, Pedro de Mendoza.Pero además de su talento literario, Mujica Lainez fuemuy reconocido por su lado social, sobre todo en losmovidos años 60, como lo cuenta Jorge Cruz en unartículo de La Nación. “Fue un personaje novelesco,que fascinaba a quienes lo conocían con anécdotas,humor, irreverencia y una pose de esteta decadente”,dice el autor del homenaje en el centenario de su naci-miento. “A partir de la publicación de la novela Bomar-zo y, más aún, a raíz de la prohibición, por el gobiernomilitar de Juan Carlos Onganía, de la ópera homónima,

cuya autoría compartió con Alberto Ginastera, el escri-tor multiplicó la venta de sus libros y se convirtió enfigura mediática y hasta popular, reconocible a dondefuera y requerida por los semanarios y por los progra-mas de radio y televisión. Fue ingenioso comensal demás de un almuerzo con Mirtha Legrand y entrevistadoforzoso en suplementos y revistas. No era habitualentonces, en un escritor, ese frecuente primer plano”,agrega Cruz.Su estética tampoco pasaba desapercibida, segúnrecuerda también Jorge Cruz: “Cuidadoso del atuendodesde siempre, en los años de fama y éxitos le añadiónotas ligeramente extravagantes de hombre de mundocon hábitos de dandi: el monóculo, los chalecos llama-tivos, las corbatas tipo plastrón y el bastón ornamentalque ocultaba un estoque. Cuando se mudó a El Paraí-so, la indumentaria se tornó más sobria, más campesi-na, con sombrero flexible o boina; campera o abrigode gruesa lana resistente a los fríos serranos y el bas-tón ahora más servicial”.En Cruz Chica sobrevive hoy su casa museo con milesde los objetos y libros que pertenecieron al escritor. AMadrid, ha viajado una pequeña parte que conecta sintener que subirse al avión, con el inmenso e intensomundo de Manucho. n

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Anfitrión de los sensibles, el paraísohabilita la sala mayor del fútbol. Des-bordado de felicidad, Roberto Fonta-narrosa no gambetea la impostergablecita; El Cairo del firmamento, célebrebar que convoca a intelectuales, artis-tas y demás bohemios de la esquina,recibe al Negro con la bendición de uncafé made in Rosario. Acomodada suanatomía en la silla de los virtuosos,Fontanarrosa se despacha con unafrase de las suyas: “A pesar de serleproso, Messi es cosa seria. ¿Cómohace para correr a la velocidad de laluz con la pelota atada al botín zurdo?No, ese pibe desafía las leyes de lagravedad, Gordo. Te lo dije… por algonació en Rosario, cuna de talentos”.La genuina sonrisa de Roberto Fonta-narrosa da paso a la réplica de Osval-do Soriano. “Dale, Negro. Lo únicoque te falta decir es que Messi tiene el carisma de AldoPedro Poy. O la clarividencia de Omar Palma. Vos síque no tenés remedio. Por más que te duela en elalma… ¡Messi es de Newell’s!”.La fogosa tertulia, lejos de bajar los decibeles, losincrementa. Naturalmente, entran a la cancha deldebate Di Stéfano, Maradona, Pelé, Garrincha, Zico,etc. Inevitables, surgen las épicas gestas de los Cana-llas relatadas por Fontanarrosa y los gloriosos oncesdel Ciclón de Boedo, evocados por la indeleble memo-ria de Soriano. Modélicos embajadores de RosarioCentral y San Lorenzo, Fontanarrosa y Soriano viajanpor las naciones del fútbol portando el pasaportediplomático de su inextinguible pasión. Apagada lallama de la discusión, El Negro sorprende a su amigocon un revelador secreto: “Te cuento una infidencia,Gordo. ¡Voy a dibujar una caricatura de Messi! El pibese lo merece más que nadie. ¿Acaso alguien represen-ta mejor a la Argentina en el mundo que Leo?”. Lamirada de aprobación del Gordo Soriano ahuyenta elsonido de las palabras. Y la ilustración del gol festeja acuenta en la exclusiva mano diestra de Roberto Fonta-narrosa.

Concluida la obra Messi, el Negro Fontanarrosa obse-quia a las musas la emotiva pared de sus lágrimas.Exhausto, desnuda en El Cairo los inimitables trazosde su obra Mayor. Incrédulos, los desorbitados ojos deSoriano transitan por la prosa del asombro. Es que lacaricatura del campeón devuelve la imagen de un Lio-nel Messi blindado por una trilogía de escudos: el de laAFA, el de Newell’s… y el de ¡Rosario Central! Pícaro,el Gordo Soriano le replica: “Negro, ¿y el escudo delBarça?” A lo que Fontanarrosa, rápido de reflejos, res-ponde: “Que me perdonen el FC Barcelona y PepGuardiola. Pero Messi es más argentino que el dulcede leche. ¿Argentino dije? Por D10S, cada vez estoypeor del bocho. ¡Messi es más rosarino que AlbertoOlmedo! “. Gordo, ¿cómo te ves dando la vueltaolímpica con Messi en el 2014? Fantaseemos con elescenario: ¡les ganamos la final en el Maracaná a los“brasucas” y los gozamos en el patio de su casa. Seinmolan ahí mismo los danzarines de la samba! Deyapa, sumamos la tercera estrella a la gloriosa camise-ta de la Selección. Reflexivo, Soriano le responde: “¡Elúnico campeón del mundo que conozco se llamaRoberto Fontanarrosa!” n

DEPORTES

Fontanarrosa y lacaricatura del campeónEn una charla en el paraíso, el Negro y Osvaldo Soriano discuten lagenética de Lionel Messi y sueñan a lo grandeSERGIO A. GONZÁLEZ BUENO www.laculturadelapelota.com

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Sus padres tenían la espe-ranza de recibir un varón,especialmente luego deque uno de los mellizosnacidos siete años antesmuriera, pero llegó ella.El día de su alumbramientola madre le pidió perdón almarido y el hombre, indul-gentemente, dijo que noimportaba. Creció siendola hija menor en el seno deuna familia pueblerina, muycatólica y sin instrucción,en el sur de Italia. La her-mana mayor se habíacasado muy joven, y vivíacon su suegra en lugar desumar al esposo a la fuer-za masculina de la casa,por eso ‘un varoncitohubiese sido una bendi-ción’.Presa del furor de la expia-ción, asumió más trabajoque el resto de la familia;limpió, cocinó, atendió asus padres, al poco frater-nal mellizo restante y, lomás importante, nunca diomotivos a los suyos paraque se avergonzaran de sucomportamiento.La principal lealtad queprofesaba era a la propiasangre y la segunda aDios, así que pregonó conorgullo su virginidad, man-tenida a fuerza de seguir alpie de la letra el decálogoregional y divino, hasta loscuarenta y un años cuan-do, autorizada por lacasta, se casó porque ‘yaera hora’.

La madre lo lamentó; unahija soltera hubiese sidomuy útil para cuidarlacuando la artrosis y lascataratas le impidieranmoverse, pero entendióque eran la comidilla delpueblo. Desde que se con-virtió en casadera nadiehabía pedido su mano,excepción hecha de uncartero bajito con tanpocos billetes como dien-tes, y un campesino que lamadre juzgó muy abajo enla escala social.Era de uso y costumbrerecibir a los parientes contoda la hospitalidad ycuriosidad disponibles,especialmente a los des-cendientes de familiaresdirectos que se creía quenunca se conocerían, asíque eso hizo cuando unbuen día llegó un extranje-ro que dijo ser su primo,hijo de aquel mentado

único tío materno, emigra-do hacía más de cuarentaaños.La visita duró doce días enlos que ese aventurerosacudió la letanía de lacasa, del pueblo y del, poraños estático, frasco deperfume sobre su mesitade noche.Hasta el mellizo se entu-siasmó con el evento, perono ayudó en nada con losquehaceres domésticos.Del cansino mellizo seesperaban algunas presta-ciones prácticas comoreparaciones menores, ymantener económicamentela casa -si alguna vezhiciere falta- pero la fun-ción más destacada habíasido siempre la de guar-dián del honor de las muje-res de la familia. En el afánpor cumplir con su cometi-do el hombre rebuscó todala vida motivos para entrar

en acción; las primas, her-manas del recién llegado,vivían en un país muy leja-no, las primas por parte depadre habitaban en otropueblo -dificultándole bas-tante el control- la herma-na mayor era responsabili-dad del marido, y la únicahermana soltera por cua-renta y un años, no come-tió reales transgresiones.No obstante, él, llevadopor la inercia, seguíaarmando auténticos escán-dalos cuando esta seretrasaba media horaregresando de misa, o si laveía en la plaza conversan-do, sin mediadores, concualquier hombre que nofuese anciano.Gracias al azote de laculpa perpetua, ella leganaba al residual mellizoen contribuciones dinera-rias y colaboración, lo quejunto con los madrugones,la ausencia de diversión yel cansancio permanente,le valía el reconocimientosocial.A lo largo de su vida fuedisfrutando geométrica-mente de relatar susdolencias físicas, lodemandante que era sufamilia y lo indispensableque ella resultaba paratodos -cosa sobre la quenadie le llevaba la contra-ria- así que el sentido desu vida estaba bien deter-minado.El primo tenía unos cua-

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24 // DE CUENTO

renta y pocos años, erabuen mozo, de ojos claros-raros en la familia- dicha-rachero y locuaz, a pesarde su pésimo italiano, y lamiraba de una forma rara.Comenzaron las compras,los convites y el desfile devecinos para conocer alamericano, hijo de aquelpaesano al que la posgue-rra empujó a los mares.Por esos días ella agregó asus obligaciones un sinfín

de quehaceres porque ‘hayocasiones que lo exigen’.Aunque por principiosmorales vivían sin confort,sin enfermera y sin muca-ma, gozaban de una situa-ción económica muy aco-modada, tanto era así queel mellizo casi no desem-bolsaba dinero porqueluego de lo que aportabaella, de los ahorros familia-res y de las pensiones vita-licias de los progenitores,

no hacía falta más. En posde la redención, ella hacíaesfuerzos para justificar suexcesivo sacrificio; ejercíacomo cuidadora y cocineraen una institución geriátri-ca, trabajando horas extray turnos rotativos, ademásde limpiar, cocinar, lavar yplanchar en su casa, y deencargarse de los trámitesy de la asistencia de suspadres, ya con movilidadreducida, y del mellizo

quien, por hombre, nodebía lavarse los calzonci-llos. Los albañiles, plome-ros o electricistas erancontratados y pagados porella cada vez que se nece-sitaban, e informáticosnunca hicieron falta.Para su asombro, el ameri-cano insistía en lavar osecar los platos, la ayuda-ba a cocinar, a hacer lascompras o a barrer; ‘seráuna costumbre de su país’

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se explicaba a si misma.Ese hombre poseía unimpúdico misterio, era unser alegre que a pesar dehaberse divorciado tresveces no mostraba remor-dimiento, y se permitía via-jar y disfrutar de la vidaante la mirada de Dios.Cuando ella se casó, lohizo con un hombre quesufría de una minusvalía nomuy limitante, pero que loforzaba a pedirle ayudapara ciertos quehaceres,por lo tanto, sólo le faltabadar a luz un hijo que requi-riese cuidados especialesy su círculo virtuoso que-daría completo.No fue así; tuvo una niñarebosante de salud a laque sobreprotegió de talmanera, que se transformóen temerosa e incapaz departicipar en actividadesfísicas simples, dentro ofuera de su casa. A loscuatro años, ya con sobre-peso, no era inusual ver a

la pequeña llorar frente alos tres escalones de lapuerta de calle, pidiendo lamano de su madre parabajarlos.No estaba mal considera-do que la vieran pasearcon un familiar directo,bastaba con decir que eradivorciado, omitir el núme-ro de veces y echarle laculpa a la ex esposa, asíque, siempre cumpliendocon las normas de unabuena anfitriona, llevó a supariente a conocer losalrededores, y hasta dejóque la tomara del brazo ode la cintura en los tramosescarpados.Como seguramente seusaría en las tierras de lasque era oriundo, pensóella, el viajero piropeó yregaló flores a las mujeresde la familia, invitó a todosvarias veces a cenar a res-taurantes en pueblos veci-nos y demográficamentemayores, los hizo trasno-

char y les contó anécdo-tas, aceptables sólo engente que está de paso.En la mañana del día de lapartida, lo único que le fal-taba al primo, era ir a verla casucha prácticamentederruida de la sierra, en laque el abuelo de amboshabía trabajado comoremendador de zapatosmuchos veranos junto alpadre de él; era un recuer-do que aquel aventureroquería llevarse en la retinay en su ordenador portátil -instrumento que en el pue-blo pocos habían visto decerca- así que muy tem-prano, casi sin luz, ella loguió y él condujo.En la solitaria montaña, lacasucha, único represen-tante en pie de aquellostiempos peores, se recor-taba pequeña y aisladacomo un pedazo dememoria que había sidoreimplantado en ella, y quepor fin tomaba cuerpo en

él. Entre los desconchonesy escasos muebles viejos,ella le contó qué funciónhabía cumplido cada obje-to polvoriento y roto, y él leagradeció que operaracomo restauradora de lagenealogía que deseabacomprender.Quizás por la sensación deestar unidos por la historia,se abrazaron. Ella, tem-blando, lo besó. Él recipro-có. Dios estaba de espal-das, entonces, amparadapor el anonimato de esefirmamento de agujeros,vigas y ladrillos añejos, sedejó llevar. La palabra dife-rencia cobró sentido.Cayó la tarde y los avionesno supieron de esperas.Por la noche, bajo la deso-rientada mirada de loshombres de la casa, sinestar enferma, le pidió a sumarido que fuera a com-prar pizzas porque, simple-mente, no tenía ganas decocinar. n

DE CUENTO

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26 // HOMENAJE

Alberto Manuel Rodríguez Gallego González de Men-doza, bonaerense del barrio de Belgrano y pioneroentre los argentinos que triunfaron en las tablas espa-ñolas, murió el pasado 12 de diciembre en la madrile-ña Clínica de la Luz, donde llevaba varios días interna-do por una insuficiencia respiratoria.De Mendoza despuntó en los años sesenta como unode los grandes galanes del cine español, con CarmenSevilla o Sarita Montiel como compañeras de roman-ces en la gran pantalla. El 1 de diciembre había estre-

nado con gran éxito en Buenos Aires su último trabajo,el abuelo protagonista de ‘La mala verdad’, una cintade Miguel Ángel Roca que en el último Festival deMálaga le valió el premio al mejor actor en la seccióniberoamericana.Actor principal y de reparto en más de 190 películas,las nuevas generaciones le redescubrieron por suentrañable de abuelito en ‘Tapas’, “un papel simpáticoy cortito”, como decía él. No le importaba esa famasobrevenida como octogenario con un personaje

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// 27HOMENAJE

secundario. “No conozco envidias ni frustraciones.Empecé de soldado y llegué a teniente general. No mesiento sabio; solo escéptico y experimentado, porquehe vivido intensamente”, relataba en el verano de 2006en una entrevista para la revista de la FundaciónAISGE.Sus hijos, Belén y Fabián (psicóloga y publicista deprofesiones), le recordaron como “un hombre apasio-nado, temperamental, enamorado de su trabajo”. Nosolo acababa de estrenar con éxito ‘La mala verdad’,donde aceptó un papel durísimo, el de un ancianomachista que abusa de una menor en el contexto fami-liar; también había apalabrado una teleserie de 13capítulos para la televisión argentina y en verano con-fiaba en llevar ‘Las brujas deSalem’ a los escenarios bonae-renses.Habría seguido siendo actorhasta los cien años y nos senti-mos orgullosos de que nos hayadado una vida fantástica atodos”, relataba Fabián de Men-doza, que en su juventud fueactor (“muy malo, porque lasombra paterna era insuperable)y ejerció como productor y reali-zador de programas televisivos.

DESCENDIENTE DE ESPAÑOLESHijo de andaluz y vasca, huérfa-no a los cinco años, al pequeñoAlberto de Mendoza le manda-ron a vivir a Madrid y conservaba recuerdos de niñorepublicano, “cuando todos éramos amigos de todos,desde el hijo del panadero al del Conde de Aguilera, ylos más crediticios pagaban un duro a una chica paraque le toqueteara mientras los demás esperábamosabajo a que nos contara cómo había ido todo”. Seenamoró del séptimo arte en las butacas del CineArgüelles y del teatro, cuando se colaba a ver las zar-zuelas entre las cajas, en el Lara.Su primer mentor profesional fue Carlos Casaravella:

un chansonier uruguayo, galán de Celia Gámez, con elque coincidió en un autobús de evacuación de Madrida Valencia y, más tarde, en el barco Tucumán, rumbo aMarsella. “En Francia me enseñaron a zapatear, peroera un bailarín muy malo. Así que no me quedó másremedio que pasarme al teatro independiente. La pri-mera vez que salí a escena me quedé con la gargantatan seca que no fui capaz de articular una sola pala-bra. Cero. Me marché avergonzadísimo. Pero el actorque no haya sentido ese nudo en la garganta no esactor”, confesaba el actor en la citada entrevista.Alberto de Mendoza se confesaba “escéptico” y refle-xionaba así sobre el tránsito final: “La vida es un cami-no hacia la nada. Cuando te das cuenta de que se ter-

mina, todo adquiere una importancia muy relativa. Meconformo con no hacer mal a nadie y vivir con digni-dad”.En su caso, además, deja el legado indeleble de títuloscomo ‘El retrato’(1947), ‘Barrio gris’ (1954), ‘La chicade Via Condotti’ (1973), ‘Cazar a un gato negro’, ‘Elinfierno tan temido’, ‘La máscara de Scaramousche’,‘La joven casada’ (de Mario Camus), ‘Luna de octu-bre’, ‘Tú y yo somos tres’ o ‘Tierra de gigantes’, entremuchísimos otros títulos. n

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28 // OPINIÓN

No sé si es que estamostodos locos o es quesomos tontos. Esta es unaduda que desde hacetiempo ronda mi cabeza yque el otro día volvió a sur-gir, cuando vi en las noti-cias al presidente de Esta-dos Unidos, sirviendocomida a unos indigentes,en un comedor de caridad.Esa escena, preparadapara el protagonismo deun gobernante, se estátransformando en una ima-gen típica de la Navidad.Ya es como, Papá Noel, elNacimiento, los villancicos,el arbolito, etc.

Al ver al señor Obamarepartiendo comida entrelos pobres, empecé areflexionar sobre algo queintentaré explicar con unejemplo: imaginemos quepor una calle va caminan-do un señor “A”, que en subolsillo lleva una billeteracon cien euros. De repen-te, un delincuente, llamado“B”, lo asalta, lo tira alsuelo, le da una paliza y lequita la billetera. En esemomento el personaje “B”,es rodeado por una multi-tud que le recrimina lo quehizo. Entonces “B”, seagacha y empieza a curar

las heridas de “A”. Luegosaca de su bolsillo la car-tera de la víctima, extraeun billete de diez euros yse lo da al señor “A”, queestá en el suelo, hechouna piltrafa, sangrandocomo si lo hubiese aplas-tado un camión. En esemomento, la multitud,rompe en una ovación car-gada de aplausos, con elfin de agradecer la “bon-dad” del personaje “B”.Algo similar sucede cuan-do un presidente o presi-denta, se rodean depobres para darles regali-tos, comida, etc. Da lo

mismo si es comida o untelevisor. La cuestión esque nosotros, pobres ton-tos, aplaudimos y vitorea-mos la acción sin analizarlo que está pasando.En primer lugar, los pobresque están en un comedorpúblico de caridad, estánahí porque alguien en elgobierno de su país, nosupo hacer las cosas bienpara que ellos no llegasen aese estado de miseria. Sihay pobres en un país, esque hay un mal gobierno. Ysi hay un mal gobierno: ¿Dequién es la culpa? Pues delpresidente o presidenta.

¡Qué buenos son los que mandan!CARLOS OCHOA BLANCO

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Por tanto, el gobernante esel menos indicado paralucirse sirviendo un plato decomida o dando regalitos alos pobres. Eso lo puedenhacer organizaciones o per-sonas que no tienen otraforma de ayudar a los ciu-dadanos, sumidos en lamiseria. Los que gobiernanson los que llevan el timóndel país. Así que ellos,desde su puesto, tienen laposibilidad y la obligaciónde lograr que en su país nohaya pobreza y que suscompatriotas no tengan lanecesidad de recurrir a loscomedores de la caridadpublica.Creo que en este teatro dela vida, se están confun-diendo los papeles. Loscomedores sociales fueroncreados por personas queno tenían otra forma demitigar las miserias quesufre el pueblo. Las ONGde ayuda, son institucionesque al no tener las riendas

del poder, no pueden influirdirectamente en la desapa-rición de la pobreza ymiseria que sufre el pue-blo, producto de las ambi-ciones de políticos sinescrúpulos. Cruz Roja,Caritas y otras institucio-nes, nacieron porque losgobiernos del mundo seempeñan en meternos enguerras y arrastrarnos a lamiseria, en nombre deestúpidos ideales políticos,que solo nos complican lavida y hacen que nuestropaso por este mundo, seaun infierno en busca de untrozo de paz y de pan.Por tanto, los que en estasfiestas navideñas están ensus mansiones, rodeadosde lujos y estupendas vian-das, preparadas por exqui-sitos maestros de la coci-na, es mejor que se dejende tomarnos el pelo apare-ciendo en la prensa conuna sonrisa, mientras danun plato de comida en un

comedor social, a lospobres desgraciados queel gobierno no supo sacarde la miseria.Por eso digo al principio,que pienso que somostontos, pues es la únicaexplicación que encuentropara que todavía hayagente que aplauda a todoslos que se hacen propa-ganda, a costa de lasmiserias que hay en elmundo. Y esto no solo lodigo por los políticos. Tam-bién incluyo en este teatro,a muchos artistas y millo-narios que se dedican aadoptar niños, de distintospaíses y razas, como sicoleccionasen cuadros orecuerdos de los sitios quevisitan.Quien quiere hacer obrasde caridad, de verdad, nodebería aparecer en losmedios de comunicación,posando ante los pobresdesgraciados que padecenlas miserias, resultantes de

la acumulación de poder ydinero que atesoran unospocos, mientras que elresto de la humanidad son,para ellos, como un perroque junto a la mesa, mira alos comensales para vercual de ellos le tira un tro-cito de comida. Lo malo esque hay algunos, que aligual que el perro, que esun ser irracional, ladran dealegría cuando el comensalse digna a tirarles ese tro-cito de comida. La caridades cosa de las ONG, losque gobiernan solo tienenque lograr que las ONG sequeden sin clientes, porfalta pobres. Para ello soloes necesario que el pueblomadure y deje de aplaudirel teatro de los políticos.Quizás algún día los pue-blos dejemos de ser tontosy aprendamos a pensar.Mientras esperamos queeso suceda, les deseo un¡FELIZ AÑO 2012!Un saludo. n

// 29OPINIÓN

FICHA TÉCNICA ACHAVAL-FERRER FINCA ALTAMIRA 2008Finca Altamira, es parte de nuestra línea de investigación del “terroir” en la Argentina. Malbec Finca Altamira es frutode la búsqueda de la mejor expresión de ese territorio, aquel en donde la suma de clima, suelo y cepaje se expresanen una personalidad única y consistente año a año. La simple expresión varietal se ve desbordada y subyugada porla fuerza del “terroir” que habla desde lo más profundo de las raíces

WINEMAKER: Roberto Cipresso, socio y winemaker de Achaval-Ferrer. Roberto es considerado comouno de los más talentosos y jóvenes enólogos por la prensa especializada.

PRODUCCIÓN: 825 cajas de 12 botellas.

CEPAJE: 100% Malbec procedente de un solo viñedo plantado a pié franco de 6 has. en La Consulta,Valle de Uco, hace más de 80 años, a una altura de 1050 metros sobre el nivel del mar. Laproducción es menor a 2000 kg por hectárea o 400 gramos de uva por planta (se necesitan tresplantas para poder hacer una botella de vino).

COSECHA: Manual, el 18 de marzo de 2008.

PERÍODO DE MADUREZ: Madurez óptima, desde 2011 y hasta más allá del 2021.

APUNTES DE PRODUCCIÓN: El Malbec es el cepaje tinto emblemático de la Argentina que haencontrado en Mendoza un clima y suelo ideales. Altamira, en La Consulta, tiene el potencial para serun verdadero “grand cru”. Nuestra filosofía es trabajar duro lo necesario durante los 11 meses en elviñedo, para obtener uvas que necesitarán muy poca intervención durante el proceso deelaboración del vino. La ubicación del viñedo, la edad de las plantas, el programa de trabajo y elmanejo hídrico al que están sometidas las cepas son elementos esenciales que trabajan a favor delobjetivo de elaborar un vino que sea verdadera expresión de su terruño. Su personalidad se destaca através del vino, cosecha a cosecha, con un carácter único, reconocible y repetitivo. La fermentacióntiene lugar en pequeños tanques. Finalizada la misma el vino se coloca en barricas nuevas de roblefrancés. El vino se cría en estas barricas por un período de tiempo tal que éstas le otorguen laestructura que la concentración de la fruta necesite. En esta cosecha fueron 15 meses.

EMBOTELLADO: El 21 de agosto de 2009 sin clarificar ni filtrar. Si bien hay un riesgo adicional en esteprocedimiento, preferimos no despojar al vino de los sutiles aromas y sabores.La formación de depósitos en la botella puede ser observada luego de algún tiempo de estiba enbotella.

ANÁLISIS: Alcohol 13.5 %, PH 3.5, Acidez Total 6.11 gr/l, Acidez Volatil 0.76 gr/l, SO2 Total 54 mg/l., Azúcar 1.53 gr/l

Localidad: La Consulta, Valle de Uco, Mendoza. Ubicación: A 20 metros del Río Tunuyan. Riego por surco de sur a norteSuelo: Canto rodado y capa limo arenosa de 20 cm. Algo de cenizas volcánicasVariedad: Malbec. Altura: 1.00 metros s.n.m.Superficie: 6 hectáreas. Densidad: 6.500 plantas/ha.Rendimiento: 12 hl / ha. Data de: 1925.

Para Servir: Temperatura entre 16º y 18ºC.Recomendamos fuertemente decantar este vino al menos una hora antes de beberlo.

Roberto Cipresso (Winemaker), Santiago, Manuel, Marcelo, Diego y TizianoAmigos, soñadores y socios

www.achaval-ferrer.com [email protected]

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El tiempo pasa con esaextraña manera que combi-na la rapidez con la veloci-dad, característica que noshace vivir como si cada díafuera a ser el último. Y depronto nos miramos alespejo y observamos cuán-tas cosas han marcado eserostro. Es un gesto decada mañana, pero unamañana en especial noshace ver que el tiempopasó día a día, despacito ymuy ligero.Parece ayer cuando no lle-gábamos a vernos en elespejo y teníamos que usarun banquito para peinar-nos, parece tan reciente eldía de la primera comu-nión, el fin de la primaria, lafoto del curso de quintoaño nacional, aquella vezque, acicalados con unacamisa a la moda, el pelolargo a la usanza de lossetenta y un pantalónOxford apretado en la cin-tura y con pata de elefante,creíamos que íbamos amatar en una fiesta y mata-mos, pero de risa, a unmontón de pinchadores deglobos que gritaron: "¿Voste miraste al espejo?"Y uno llega a cada fin deaño haciendo proyectos,planificando todo con lailusión y la prepotencia vitaldel que sabe que tiene lavida por delante, impacien-te, ansioso, sin tomar con-ciencia real de que lo queparece tan lejano va a lle-gar mucho más rápidamen-

te de lo que unocree.Ansiedades, ambi-ciones, angustias,incógnitas, enig-mas, miedos yjúbilos y, de pron-to, casi sin darsecuenta, las cosaspasan, lo futuro sevuelve presente ymuy prontoqueda en elpasado, y ahívienen laspreguntassin respues-ta. ¿Esto eratodo?, ¿yafue?, ¿yahora? Y larueda vuelve a empezarpero poco a poco vamoscomprobando que ya nonos queda tanto tiempo. Yno es que uno pretendavivir cien años (de sólopensar mi propia vida sihubiera nacido en Europaen 1870 y hubiese tenidoque morfarme la centuriaentera hasta el 1970 se meerizan los pelos). Claro queustedes pensarán qué dife-rencia hay si naciste en1939 en la Argentina ydeberás fumarte los des-pioles locales y mundialeshasta 2039, año que, sinhacerme el Nostradamusdel subdesarrollo, amenazacon una destrucción plane-taria y ecológica que salvolos locos de Greenpeace,nadie parece querer resol-ver. No, no es que creemos

que vamos a ser inmorta-les, todo lo contrario, amedida que envejecemostomamos conciencia deque los plazos se van acor-tando. Algunos encuentranfilosofías de vida adecua-das, mezcla de ansiedad yresignación, otros bajan losdecibeles y algunos cam-bios en el acelerador vital yse concentran en lo queconsideran importante, ycon sabiduría dejan dehacerse problemas, por loque asumen que ya estarde para resolver y sededican a disfrutar lomucho o poco que la vidales haya brindado. Y tam-bién hay quien en edadesavanzadas descubre unanueva etapa de realizacio-nes personales y (¡a lavejez, viruela!) encuentra

un gran amor, una habili-dad ignorada o una voca-ción adormecida por larutina y que de pronto des-pierta con inusitado entu-siasmo.La calesita de la vida essorpresiva y apasionante,nadie puede saber qué tra-erá la próxima voltereta. Yeso es lo más hermoso quetiene: sus sorpresas, suscambios, esos que poco ynada tienen que ver con laedad biológica.Sólo hay que dar tiempo altiempo, un tiempo trampo-so que parece que no pasanunca y de pronto se preci-pita y nos hace ver toda laenergía que hemos mal-gastado en tonterías y, delmismo modo, todo lo quepodemos recuperar antesde que sea muy tarde.Una cosa es cierta y nosocurre a la inmensa mayo-ría de los veteranos: nues-tra paciencia se agota másrápido que antes, ya notenemos tanta toleranciaante los errores repetidosde los que nos ninguneany, perdido por perdido,decimos lo que pensamossin los frenos hipócritas dela domesticación masiva;volvemos a ser niños enese aspecto, caen las hipo-cresías, se acaban los fil-tros y como ya no nos inte-resa quedar bien con nadieque no nos guste, nuestrasverdades (que no son laverdad, pero que sonnuestras) brotan como enla más tierna infancia y nosvamos convirtiendo eninimputables. Alguna ven-taja tiene que tener llegar aviejos n

30 // OPINION

El tiempo no pasaENRIQUE PINTI

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