Que Tuvo de Revolucionaria (Fradkin)

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    RESUMEN

    A partir de las evidencias suministradas por la historiografa reciente en este artculo seindaga el contenido revolucionario del proceso de independencia en el Ro de la Plata.Para ello se repasan y discuten las principales interpretaciones que han sido formuladasy se propone un enfoque que considerando ms ajustadamente la diversidad decontextos centre la atencin en los vnculos que pueden haber existido entre lastransformaciones de las relaciones econmicas y sociales y las que emergieron en lasrelaciones, las prcticas y las culturas [email protected]

    Qu tuvo de revolucionaria la revolucin de independencia?

    Publicado en Nuevo Topo. Revista de historia y pensamiento crtico , N 5, BuenosAires, 2008, pp. 15-43.

    Ral O. FradkinUniversidad Nacional de Lujn

    Universidad de Buenos Aires

    Demostrar mediante archivos y ecuaciones que nada cambi mucho entre 1780 y 1830 puede sercorrecto o no, pero mientras no comprendamos que la gente se vio a s misma como habiendo vivido, y

    como viviendo una era de revolucin (un proceso de transformacin que ha haba convulsionado al

    continente y que iba a seguir hacindolo) no comprenderemos nada sobre la historia del mundo a partir de1789.1

    -1-La historiografa de las independencias latinoamericanas no ha dejado de enfrentarse aun recurrente interrogante: huborealmente una revolucin? La cuestin no es desencilla resolucin tanto por sus implicancias polticas y culturales como porque loscontemporneos estaban convencidos que as era. Hubo o no una revolucin? Si lahubo, cules fueron sus alcances? Ros de tinta han corrido al respecto y lejos estamosde algn consenso. Obligados a simplificar conviene concentrar la atencin en dosmomentos historiogrficos tras la largaprimaca de un enfoque patritico quehaba

    entendido la independencia como una ruptura que supona la emergencia de la nacin.En los aos 60 y 70 cobr predicamento una visin desencantada que recuper untpico recurrente en la reflexin de las izquierdas latinoamericanas: la independencia, alo sumo, haba sido un mero cambio poltico que dej intactas las estructuraseconmicas y sociales; por lo tanto, o directamente no hubo revolucin o se trat de unarevolucin inconclusa, fallida o incompleta.2 Al comenzar los aos 90 se estaba en otromomento historiogrfico y poltico y bien lo ejemplifica la aceptacin que tuvieron losplanteos de Franois-Xavier Guerra: a partir de 1808 se haba abierto unarevolucinhispnica, una profunda mutacin cultural diseminada a ambos lados del Atlntico yque situaba en la esfera poltica la sede del contenido revolucionario y donde haba que

    1 HOBSBAWM, Eric, Los ecos de la Marsellesa , Barcelona, Crtica, 2003, p. 15.2 BONILLA, Heraclio, et. al., La independencia del Per , Lima, IEP, 1972.

    mailto:[email protected]:[email protected]
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    buscar las causalidades primeras.3 Sin embargo, ese cambio rotundo en la esfera polticase habra producido en una sociedad que segua siendoholista, poblada de actorescolectivos basados en lazos de adscripcin frente a reducidos actores modernos.4

    Este cambio de perspectivas expresaba el desplazamiento ocurrido en la centralidad dela historia econmica y social como territorio por excelencia de la innovacin perotambin dela proliferacin de enfoques revisionistas sobre las revoluciones quetendan a enfatizar su carcter de empresas polticas y que privilegiaban el papel de laselites desplazando la atencin que la historia social haba prestado a los sectoressubalternos.5 De esta manera, puede registrarse que dnde unos no vieron ningunarevolucin porque el cambio se circunscriba a la esfera poltica, otros postularon que justamente all era dnde resida. Pero, de alguna manera, haba una convergencia: unosy otros enfatizaron las continuidades de las estructuras sociales y compartieron laconviccin que poda disociarse su anlisis de la esfera poltica. Cabe, en consecuencia,precisar nuestro interrogante: an aceptando el supuesto que la revolucin fueraesencialmente poltica, hasta qu punto cambitambin la estructura de las

    relaciones sociales, econmicas y culturales? Cules fueron los vnculos entre lastransformaciones de las relaciones econmicas y sociales y las que emergieron en lasrelaciones, las prcticas y las culturas polticas? Se trata de un modo de pensar quepuede brindar posibilidades para superar los atolladeros de formulaciones anteriores,una perspectiva que debe afrontar el desafo de cerrar la brecha existente entre dosmodos de hacer historia, uno concentrado en las dinmicas polticas locales y regionalesy que presta privilegiada atencin a los grupos subalternos y otro en el cual prima laatencin a la escala central o estatal y que presta una atencin mucho mayor a laselites.6

    -2-

    Las visiones disponibles en la Argentina hasta los aos 60 no diferan demasiado de suscongneres latinoamericanas aunque respetando su color local. Para entonces en lallamada historia oficialera evidente que las interpretaciones afincadas en la tradicindecimonnica resultaban insuficientes y se escuchaban voces que consideraban laguerra de independencia como una guerra civil mientras otras intentaban invalidar elcarcter popular de la revolucin y destacar el protagonismo excluyente de las minoraselitistas: para ellas la revolucin habra sido un fenmeno estrictamente polticoprotagonizado por pequeos grupos de la elite urbana contra la administracin virreinal.Mientras tanto, las versiones que confrontaban en la cultura histrica de izquierda ibandesde aquellas ms afines a la tradicin liberal que postulaban los contenidosnacionales, democrticos y populares de la revolucin como las impugnaciones de esas

    fantasas populistasque enfatizaban que haba sido dirigida exclusivamente contra laburocracia importada, no traa consigo un nuevo rgimen de produccin ni modificla estructura de clases y haba tenido un carcter esencialmente poltico. As, estos

    3 GUERRA, Franois-Xavier, Modernidad e independencia , Madrid, Mapfre, 1992. Ver tambinLEMPRIRE, Annick, Revolucin, guerra civil, guerra de independencia en el mundo hispnico,1808-1825, en Ayer , N 55, 2004, pp. 15-36.4 Esta perspectiva resulta ms evidente si se considera el libro que Guerra dedic al Porfiriato: Mxico:del Antiguo Rgimen a la Revolucin , Mxico, FCE, 2 tomos, 1988.5 KNIGHT, Alan, Punto de vista. Revisionismo y revolucin: Mxico comparado con Inglaterra yFrancia, en Boletn del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani , N 10, 1994,pp. 91-127.6

    Un sugestivo esfuerzo en Florencia MALLON enCampesino y Nacin. La construccin de Mxico yPer poscoloniales , Mxico, Historias Ciesas, 2003. Un debate con John Tutino y Tulio Halpern Donghien Historia Mexicana , Vol. XLVI, N 3, pp. 503-580.

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    diagnsticos ya estaban disponibles antes que adquirieran predicamento en lahistoriografa americanista.7 Algo ms debe tenerse en cuenta: cuando se hablaba derevolucin se haca referencia ante todo y sobre todo a la Revolucin de Mayo, de modoque este acontecimiento y los conflictos que se desarrollaban en Buenos Aires parecaque podan explicarlo casi todo.

    Sin embargo, desde los aos 70 se ofrecieron dos versiones que superaban estaslimitaciones. Hacia 1972 Halpern Donghi propona que la revolucin haba significadoel fin de ese pacto colonial (y a ms largo plazo la instauracin de uno nuevo) yconclua que en cuarenta aosse haba pasado de la hegemona mercantil a laterrateniente, de la importacin de productos de lujo a la de artculos de consumoperecedero de masas, de una exportacin dominada por el metal precioso a otra marcadapor el predominio an ms exclusiva de los productos pecuarios. Pero esatransformacin no podr darse sin cambios sociales cuyos primeros aspectos evidentessern los negativos; el aporte de la revolucin aparecer como una mutilacin, como unempobrecimiento del orden social de la colonia" En otros trminos, tanto se haba

    tratado de una revolucin que ella haba significado el pasaje de un tipo a otro dehegemona y permitido la constitucin de una nueva clase dominante que apareca comoun producto y no como un protagonista de la revolucin. De este modo, los cambios enel mercado mundial y la capacidad de las clases terratenientes para aprovechar susoportunidades haban permitido construir lahegemona de los hacendados del Litoralo lo que, por entonces, calificaba comohegemona oligrquica.8

    Otra explicacin fue ofrecida por Chiaramonte al despuntar los aos 90 a partir de laexperiencia correntina: su perspectiva concentraba la atencin en la emergencia de unaforma de estado transicional entre el orden colonial y el estado nacional y postulaba queera un producto histrico acorde con los rasgos de las estructuras de produccin y decirculacin puesto queel rasgo ms decisivo de la estructura social rioplatenseeralainexistencia de una clase social dirigente de amplitud nacional en condiciones de serel sujeto histrico de ese proceso. Esta perspectiva supona una clave interpretativa delproceso de la independencia que ya no poda ser explicado a partir de la supuestamaduracin en la colonia tarda de una clase social que habra estado esperando laoportunidad histrica para protagonizarlo. Nada ms alejado de su interpretacin queenfatizaba que la independencia era el resultado combinado de la crisis imperial, lapresin britnica y el descontento de las capas sociales coloniales.9 Las diferencias senotaban con mayor nitidez en torno a una implicancia que Chiaramonte extraa de estaconfiguracin: los principales sectores sociales no estaban en situacin de trascenderlos particularismos regionales o localesy entre las razones que explicaban estaperduracin del particularismo (que convertana la provincia-regin en una unidadsociopoltica, el primer fruto estable del derrumbe del imperioy el grado mximo7 Para las primeras posturas ver MARFANY, Roberto, El pronunciamiento de Mayo , Buenos Aires,Ediciones Teora, 1958 y ZORROAQUN BEC, Ricardo, "Los grupos sociales en la revolucin de Mayo",en Historia , N 6, 1961, pp 40-63. Para las segundas, PUIGROSS, Rodolfo, De la colonia a la revolucin ,Buenos Aires, AIAPE, 1940 y PEA, Milcades, Antes de Mayo. Formas sociales del transplante espaol al

    Nuevo Mundo , Buenos Aires, Fichas, 1966.

    8 HALPERN DONGHI, Tulio, Revolucin y guerra. Formacin de una lite dirigente en la Argentinacriolla , Buenos Aires, Siglo XXI, 1972 y "La expansin ganadera de la campaa de Buenos Aires (1810-1852)", en Los fragmentos del poder , Buenos Aires, Jorge Alvarez, 1969, pp.21-73. Un anlisis msdetallado en el prlogo y el apndice de HALPERN DONGHI, Tulio: La formacin de la claseterrateniente , Buenos Aires, Prometeo Libros, 2007.9 CHIARAMONTE, Jos C., Mercaderes del litoral. Economa y sociedad en la provincia de Corrientes,

    primera mitad del siglo XIX , Buenos Aires, FCE, 1991.

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    de cohesin social que ofreci la ex colonia) estabael dominio del sector comercialsobre la vida econmica colonial.Es decir, Chiaramonte postulaba su perduracin pesea la crisis de los sectores mercantiles coloniales y la irrupcin de los grupos comercialesextranjeros: as, mientras Halpern afirmaba el pasaje de una hegemona mercantil a unaterrateniente y an la liberacin de los productores del predominio de los

    comercializadores-, Chiaramonte resaltaba la perduracin del predominio del capitalmercantil o, a lo sumo, la formacin de unidades mercantiles a travs de la asociacinde productores y comerciantes.10

    Disponemos, entonces, de dos hiptesis interpretativas fuertes acerca de los contenidos(y sobre todo de las implicancias) econmico-sociales del proceso revolucionario.Aunque no habido una polmica franca al respecto ambas pueden ser tomadas comopunto de partida para intentar resolver nuestro interrogante. Intentemos hacerloconcentrando la atencin en un aspecto decisivo: qu sucedi en el entramado derelaciones sociales agrarias? La eleccin de este punto de observacin deviene de unaconstatacin obvia: en definitiva, hacia 1869 todava la inmensa mayora de la

    poblacin segua siendo rural, quizs un 70%.-3-Conviene que comencemos con Buenos Aires, el espacio social mejor conocido. Acontrapelo de lo que afirmaba una larga tradicin ha quedado en claro que a fines de lacolonia no contaba con una clase terrateniente consolidada y, menos an, con una claseque estuviera en condiciones de disputar el poder cuando el orden colonial entr encrisis. Se trata de una constatacin decisiva que desarma toda una tradicin que supusoque la revolucin expresaba una confrontacin entre una clase dominante decomerciantes y otra emergente de hacendados.11 Sin embargo, con la revolucin seabri un proceso de formacin de un sector de muy grandes propietarios de tierras y

    ganados aunque ese mundo rural mantuvo su diversidad y acrecent su complejidad. Deeste modo, entre los rasgos de este proceso pueden sealarse que se despleg de unmodo tal que mientras se ampliaba la esfera del trabajo asalariado y se reduca laincidencia de las formas de trabajo forzado al mismo tiempo se evidenciaba lacapacidad de adaptacin de diferentes formas de produccin familiar a las nuevascondiciones. En consecuencia, en esta fase de constitucin de las bases expansivas delcapitalismo agrario no devino ni en la masiva proletarizacin de los productores ruralesni en su transformacin en un campesinado supeditado a la gran propiedad. Por elcontrario, la expansin de las grandes propiedades pudo coexistir y articularse con lareproduccin de las diversas formas de produccin familiar, en parte por la perduracinde una situacin estructural: la disponibilidad de tierras (a las que una parte de las

    familias campesinas accedan mediante contratos de arrendamiento y aparcera,permisos de usufructo, ocupacin de hecho pero tambin de la propiedad) y la relativaescasez de poblacin. La paralela expansin del rea puesta en produccin y de lapoblacin rural creaba condiciones para la formacin de nuevas unidades de produccinfamiliar ms o menos autnomas y ello condicionaba las caractersticas y las dinmicasdel mercado de trabajo.

    10 Al respecto puede consultarse la resea que Halpern efectuara del libro de Chiaramonte en el N 6 del Boletn del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, 1992.11 Sin embargo, pese al notable enriquecimiento del conocimiento estos modos de pensar siguen vigentes:

    AZCUY AMEGHINO, Eduardo, La otra historia. Economa, estado y sociedad en el Ro de la Platacolonial , Buenos Aires, Imago Mundi. 2002 y HARARI, Fabin, La Contra. Los enemigos de la Revolucin de Mayo , Buenos Aires, Ediciones ryr, 2006.

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    Al respecto, conviene tener en cuenta que hacia 1815 la poblacin de la campaabonaerense rondaba los 42.700 habitantes agrupados en 6.779 unidades empadronadascuya integracin media era de 6,2 personas. Hacia 1838, cuando la expansin de laganadera exportadora estaba en pleno desenvolvimiento y la formacin de grandesestablecimientos de produccin era por dems evidente, la poblacin empadronada

    ascenda a 86.685 habitantes que formaban 13.485 unidades empadronadas y elpromedio de integrantes segua siendo prcticamente el mismo, 6,3. Ello sugiere que lasunidades familiares tenan posibilidades de reproduccin y no ponan de manifiesto lastpicas formas de abigarramiento resultantes de la imposibilidad de acceso a la tierra.12A su vez, se ha calculado que hacia 1815 la categora ocupacional con mayor nmero deregistros era la de labradores (un 24,6% de los individuos con ocupacin registrada)mientras que los esclavos y criados eran el 22% (aunque no llegaban a ser el 10% de lapoblacin rural y conformaban el ncleo bsico de la fuerza de trabajo permanente delas unidades ms grandes), y un 21% estaba conformado por jornaleros, peones yconchabados, en su mayor parte hombres jvenes y migrantes. Por otra parte haba un12,6% de los individuos estaban calificados como hacendados, estancieros o criadoresde ganado y tan slo un 2,7% como comerciantes y pulperos. Cuarenta aos despuspodan advertirse que los esclavos haban desaparecido del registro oficial y un 56,5%de los individuos con ocupacin eran registrados como peones y jornaleros. Sin duda, elsector del trabajo asalariado se haba acrecentado en forma por dems significativa ypor varios motivos: la persistencia de las migraciones, el aumento de la demanda laboralpor la expansin ganadera que adems disminuy la fuerte estacionalidad que antestena y por el crecimiento de los pueblos rurales que haba tornado ms denso ycomplejo el entramado social rural tanto que en algunos partidos - como San Nicols-podan aglutinar el 75% de su poblacin. Sin embargo, los estudios del mercado detrabajo a mediados de siglo demuestran que slo una porcin reducida de lostrabajadores rurales vivan exclusivamente del trabajo asalariado (y ellos seguan siendogeneralmente los jvenes inmigrantes que an no haban podido conformar un hogarcampesino- mientras que una porcin mucho ms ampliaba entraba y sala del mercadolaboral tanto a lo largo del ao como de su ciclo de vida. A su vez, a mediados de siglolos labradores haban reducido su proporcin a un 16%.mientras que los empadronadoscomo estancieros y ganaderos se haban incrementado para conformar el 27,4%. Lacuestin aqu que importa destacar es que por supuesto no todos ellos eran terratenientessino que en buena medida se trataba de un amplio espectro de productores familiaresdedicados a la cra de ganado vacuno y ovino. Al respecto, conviene recordar que ya afines de la dcada de 1830 un 50% de las unidades familiares de la campaa contabancon recursos productivos para desarrollar actividades por cuenta propia y que tambin

    casi la mitad de los propietarios de estancias no eran dueos de las tierras queexplotaban pero s del ganado que criaban.13

    12 Obviamente las variaciones regionales eran importantes: as, hacia 1815, mientras en una zona agrcolade frontera como Lobos las unidades promediaban 4,3 integrantes en una zona ganadera de antiguacolonizacin como Arrecifes esa promedio era de 7,8. A su vez, si las unidades encabezadas porhacendados eran en promedio ms grandes (8,1 integrantes) y se explicaba por la mayor presencia demano de obra dependiente, las que encabezaban estancieros o labradores no eran muy distintas (6,2 y 6,0respectivamente) lo que sugiere que en uno y otro caso predominaba el trabajo domstico.13 Los datos provienen de GIHRR, La sociedad rural bonaerense a principios del siglo XIX. Un anlisis apartir de las categoras ocupacionales, en FRADKIN, Ral O. y GARAVAGLIA, Juan C. (eds.), Enbusca de un tiempo perdido. La economa de Buenos Aires en el pas de la abundancia, 1750-1865 ,

    Buenos Aires, Prometeo Libros, 2004, pp. 21-63; GARAVAGLIA, Juan Carlos, Un siglo de estancias enla campaa de Buenos Aires: 1751 a 1853", en Hispanic American Historical Review , Vol. 79, N 4,1999, pp.703-734; GARAVAGLIA, Juan C. y GELMAN, Jorge, Capitalismo agrario en la frontera.

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    Aunque era evidente el crecimiento del trabajo asalariado tambin lo era que lapluriactividad caracterizaba las estrategias de subsistencia de buena parte de lapoblacin campesina. En tales condiciones, el trabajo asalariado no llegaba a ser todavala relacin social fundamental dado que la reproduccin de la fuerza de trabajo seguadependiendo de las mltiples formas de produccin mercantil domstica y de su

    capacidad para preservar mrgenes de autonoma. Estas condiciones definieron un rasgodecisivo de los antagonismos sociales: mientras que una porcin muy reducida de lapoblacin rural viva dentro de los dominios de las grandes propiedades el eje de losconflictos parece haberse situado en las presiones y exigencias que el estado impona ala poblacin campesina. Ello es importante a la hora de evaluar los atributos de la clasedominante en formacin: las evidencias disponibles muestran que el grupo msconcentrado de grandes propietarios rurales tuvo durante la primera mitad del siglo XIXun patrn de inversiones diversificado y que no haban abandonado ni el comercio niotras formas de acumulacin basadas en el crdito, la renta urbana, el abastecimientodel estado y la especulacin financiera y cambiaria.14 Se trataba, por tanto, de unaeconoma rural profundamente mercantilizada en la cual buena parte de las unidadesfamiliares combinaban la produccin de subsistencia con la produccin mercantil y eltrabajo asalariado. En tales condiciones, se habra dado una expansin simultnea dedistintas formas de trabajo asalariado y de diferentes formas de pequea y medianaproduccin familiar que se articulaban con las empresas agrarias o se desarrollaronautnomamente. Por tanto, ni las hiptesis de Halpern ni las de Chiaramonte quedaroncompletamente corroboradas y las nuevas investigaciones ofrecen una imagen mspluralista, menos polarizada y ms dinmica de la sociedad rural en una expansin quelejos estuvo de ser slo ganadera y que no tuvo a los terratenientes como exclusivosprotagonistas.Por lo tanto, todo el haz de cuestiones vinculadas a la construccin de su hegemona (las

    relaciones con el estado, con los otros sectores sociales, las resistencias aldisciplinamiento y a la afirmacin de los nuevos derechos de propiedad, por ejemplo)adquieren nueva relevancia. Y es aqu dnde el anlisis de las transformacionesproducidas en las relaciones polticas no puede ser escindido del estudio de lasrelaciones sociales. Porque algunos cambios en su trama resultan decisivos. El msimportante, sin duda, fue la erosin del rgimen de esclavitud y la prdida deimportancia de los esclavos como fuerza de trabajo permanente de los grandesestablecimientos agrarios justamente cuando la demanda de fuerza de trabajo se hizoms intensa. A ello debe sumarse el fracaso en implementar formas sustitutivas detrabajo coactivo, desde la utilizacin de indgenas cautivos a la inmigracin europea y elendeudamiento de cmo mecanismo de control y subordinacin. Tambin ha quedadoen claro que los propietarios se vieron forzados a ensayar mltiples formas denegociacin con sus peones asalariados, recurrir a incentivos salariales y negociar conarrendatarios, aparceros, puesteros y pobladores.15 Ahora bien, cul era el sustento de

    Buenos Aires y la regin pampeana en el siglo XIX, en Historia Agraria , N 29, 2003, pp. 105-122 y yen GELMAN, Jorge y SANTILLI, Daniel, De Rivadavia a Rosas. Desigualdad y crecimiento econmico ,en Tomo 3 de Historia del capitalismo agrario pampeano , Buenos Aires, Universidad de Belgrano- SigloXXI Editores, 2006.14 Entre otros ver, HORA, Roy: La elite social argentina en el siglo XIX. Algunas reflexiones a partir dela familia Senillosa, en Anuario IEHS , N 17, 2002, pp. 291-323, Del comercio a la tierra y ms all:los negocios de Juan Jos y Nicols de Anchorena (1810-1856), en Desarrollo Econmico. Revista deCiencias Sociales , Vol. 44, N 176, 2005, pp. 567-600.15

    GELMAN, Jorge: Un gigante con pies de barro. Rosas y los pobladores de la campaa, en Noem Goldman y Ricardo Salvatore, Ricardo (comps.),Caudillismos rioplatenses. Nuevas miradas a un viejo problema , Buenos .Aires, EUDEBA, 1998, pp. 223-240 y El fracaso de los sistemas coactivos de trabajo

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    esta capacidad de negociacin de los sectores subalternos rurales? En parte, provena delas posibilidades que tenan para transformarse en productores ms o menos autnomosy de las oportunidades que encontraban en un mercado de trabajo en expansin. Enparte tambin de la limitada capacidad de los propietarios y del estado paradisciplinarlos. Por ello, el control de la movilidad estaba en el centro de las

    preocupaciones estatales, habilit reiterados intentos de acrecentarlo que parecenhaberse acentuado an ms en los aos 60 y convirti el antagonismoentre exigenciasestatales y resistencia campesina en un eje decisivo de los conflictos sociales.16 Pese aello, la situacin haca extremadamente difcil la subordinacin de una poblacin conposibilidades de acceso a la tierra y de reproducir formas de produccin autnomas.Es en este contexto que adquiere relevancia el rol de las nuevas relaciones polticaspuesto que esta capacidad de resistencia fue posible no solo por la vigencia decondiciones estructurales sino tambin por el aprovechamiento de las oportunidadespolticas dado el lugar que sus intervenciones adquirieron en las disputas intraelitistas.Pues si algn cambio trajo la revolucin fue la multiplicacin de esas oportunidades por

    la masiva movilizacin poltica de esos sectores. Como es sabido la militarizacinampli notablemente los mbitos en que se desplegaban las relaciones salariales yacentu la escasez de fuerza de trabajo pero tambin ofreci mecanismos dereconocimiento social y espacios de construccin de nuevos liderazgos y solidaridades.A su vez, la inclusin de los sectores subalternos rurales en el sistema poltico no serestringi a la militarizacin si no que tambin incluy su participacin electoral y enotras formas de movilizacin poltica. Si la revolucin haba hecho emerger nuevasformas de hacer poltica no cabe duda de la impronta plebeya que ella adquiri enBuenos Aires. Justamente, una de las prioridades del nuevo orden forjado a partir de1852 era reducir esa impronta plebeya y en particular el rol poltico del mundo rural.

    -4-Pero, qu pasaba fuera de Buenos Aires? No cabe duda que los efectos iniciales de larevolucin fueron ante todo destructivos del orden vigente debilitando las jerarquaspreexistentes. Con todo, esos efectos fueron muy diversos en intensidad y amplitud demanera que el proceso revolucionario profundiz tendencias que ya estaban en curso.Porque algo es muy claro: las dcadas posrevolucionarias acentuaron notablemente lasdiferencias entre las provincias del litoral y del interior y, en particular, entre BuenosAires y el resto.17

    El indicador ms evidente es la distribucin de la poblacin. A fines de la dcada de1770 la antigua jurisdiccin del Tucumn contena casi el 53% de la poblacin de lasfuturas provincias argentinas (una situacin que se mantena al momento de la

    rural en Buenos Aires bajo el rosismo. Algunas explicaciones preliminares, en Revista de Indias , Vol.LIX, N 215, 1999, pp. 123-141.16 FRADKIN, Ral (comp.), El poder y la vara. Estudios sobre la justicia y la construccin del estado enel Buenos Aires rural , Buenos Aires, Prometeo Libros, 2007.GARAVAGLIA, Juan C. De Caseros a laguerra del Paraguay: el disciplinamiento de la poblacin campesina en el Buenos Aires postrosista (1852-1865), en Illes i Imperis , N 5, 2001, pp. 53-80 y "Ejrcito y milicia: los campesinos bonaerenses y elpeso de las exigencias militares, 1810-1860", en Anuario IEHS , N 18, 2003, pp 153-187. SALVATORE,Ricardo, "Reclutamiento militar, disciplinamiento y proletarizacin en la era de Rosas", en Boletn del

    Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani , N 5, 1992, pp.25-48.17 GELMAN, Jorge y SANTILLI, Daniel, Cuando Dios empez a atender en Buenos Aires. Crecimiento

    econmico, divergencia regional y desigualdad social: Crdoba y Buenos Aires en la primera mitad delsiglo XIX, ponencia presentada alPrimer Congreso latinoamericano de Historia Econmica/ 4s JornadasUruguayas de Historia Econmica, Montevideo, 5 al 7 de diciembre de 2007.

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    revolucin pese a la persistente migracin hacia el litoral) pero hacia 1869 esaproporcin se haba reducido al 41%. En cambio, mientras las provincias cuyanas semantenan en un estable 10%, el litoral pas del 37% al 49% (y Buenos Aires del 16%al 29%). Haba, entonces, tierras de emigracin y tierras de inmigracin y suidentificacin ofrece las claves para armar el mosaico de las relaciones sociales as

    como su coexistencia permite entrever como las condicion las posibilidades demovilidad espacial, ocupacional y social de parte de la poblacin campesina. Unamovilidad que no podra explicarse si no por las mayores oportunidades de trabajo, demejores remuneraciones pero tambin de acceso a la tierra y que estaba en la base de laerosin de los sistemas coercitivos de trabajo.Ya a fines de la colonia los salarios rurales eran en Buenos Aires y el litoral ms altos,ms monetizados y estaban menos asociados a prestaciones sin remuneracin o formasde endeudamiento que en el Tucumn colonial: de esta manera, mientras en BuenosAires los salarios podan rondar entre 6 y 8 pesos mensuales (y en la Banda Oriental,todava algo ms), en Tucumn no superaban los 4, salvo que se pagaran en textiles

    importados y entre los peones que trabajaban en el transporte de carretas. Tras larevolucin, Buenos Aires apel a la emisin de papel moneda que pas a formar partede la remuneracin salarial mientras que en el resto de las provincias los salarios ruralesseguan siendo ms bajos y menos monetizados y siguieron combinando pagos enespecie y en moneda, pero esa moneda sola ser la de plata boliviana, una situacin queslo habra de resolverse desde la dcada de 1880.Todo indica que la fragmentacin del espacio econmico trajo aparejado una situacinmucho ms crtica en las provincias del norte que en el litoral. As, en Jujuy laestructura agraria posrevolucionaria se distingui por la extrema concentracin de lapropiedad de la tierra por una reducida elite de origen tardocolonial y aqu, como enSalta tambin dominada por la gran propiedad, el sistema de arriendo se caracterizabapor la combinacin de rentas y obligaciones laborales no remuneradas. De este modo, elorden social colonial pareciera haber sobrevivido tras la revolucin.18 Qu efectos tuvola revolucin? Pareciera haber empujado la transformacin de los propietarios agrariosen rentistas y dar inicio a un proceso que combin la erosin de la esclavitud, laabolicin del tributo indgena y la disgregacin de los pueblos de indios contribuyendoa acentuar la configuracin de un heterogneo campesinado mestizo sin lasimposiciones pero tambin sin las protecciones del orden colonial.La abolicin del tributo no era una decisin de escasa importancia. En lo inmediato,supona una amenaza a los ingresos fiscales tras una fase en que las autoridadescoloniales lograron aumentar su recaudacin convirtiendo en tributarios a pobladores de

    los pueblos de indios sin tierras asignadas y a miembros de las castas: as, en la Puna sehaba duplicado el nmero de tributarios y all como en la quebrada de Humahuaca y enel valle de Salta la totalidad de los indios empadronados fueron convertidos entributarios. Obviamente, el significado de la disgregacin de los pueblos de indios

    18 MADRAZO, Guillermo, Hacienda y encomienda en los Andes. La Puna argentina bajo el marquesado deTojo. Siglos XVII a XIX , Buenos Aires, Fondo Editorial, 1982. MATA de Lpez, Sara,Tierra y Poder enSalta. El Noroeste Argentino en vsperas de la Independencia , Sevilla, Diputacin de Sevilla, 2000.SANTAMARA, Daniel, Memorias del Jujuy colonial y del Marquesado de Tojo. Desarrollo integradode una secuencia territorial multitnica, siglos XVI-XVIII , La Rbida, Universidad Internacional deAndaluca, 2001. PAZ, GustavoResistencia y rebelin campesina en la puna de Jujuy,1850-1875, en

    Boletn del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. E. Ravignani , N 4, pp. 1991, 43-68 yLas

    bases agrarias de la dominacin de la lite: tenencia de tierras y sociedad en Jujuy (Argentina) a mediadosdel siglo XIX, en Anuario IEHS , N 19, 2004, pp. 419-442. TERUEL, Ana (comp.),Poblacin y trabajoen el Noroeste argentino. Siglos XVIII y XIX , Jujuy, UNIHR, 1995.

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    una derrota histrica de los campesinos que habilit la restauracin de relacionessociales y de poder en condiciones quizs ms duras que a fines de la colonia.20

    Sin embargo, no parece haber sido esta una situacin generalizada. En Tucumn lamovilizacin blica no parece haber habilitado la emergencia de liderazgos tanautnomos ni fue tan disruptiva de las relaciones sociales preexistentes. Aqu, laestructura de las relaciones sociales era bien distinta y lo seguira siendo: la densapoblacin rural conformaba un campesinado mestizo que se desenvolva en un contextoen el cual la propiedad de la tierra estaba notoriamente fragmentada, la utilizacin deesclavos en la produccin rural era muy limitada (no haba llegado al 5% de lapoblacin rural) y tambin parece haberlo sido el trabajo asalariado permanente. Por lotanto, el arrendamiento y la agregacin estaban bastante generalizadas pero no parecenhaber tenido el rigor que adquiran ms al norte y permitieron la reproduccin de laeconoma campesina. An as, creci el nmero de jornaleros sin tierras pero ellos enbuena parte eran migrantes de otras provincias, lo que sugiere una mayor prosperidadrelativa de la provincia. Tambin exista un amplio espectro de pequeos productores

    autnomos especialmente dedicados a la labranza pero tambin a la crianza deganados- que resistieron los intentos de subordinarlos o forzarlos al trabajo asalariado.Ms an, fue entre ellos que parece haberse formado a mediados de siglo XIX elsegmento de caeros independientes que distingui la expansin azucarera tucumana dela saltojujea. Por eso mismo, en Tucumn fueron mucho menos eficaces losmecanismos de peonaje.21 Como vemos, ni las situaciones ni los procesos eranidnticos: Tucumn era una sociedad menos jerrquica y probablemente con conflictossocio-tnicos menos intensos y la primaca de las familias principales no parece haberdevenido tanto del control territorial como del monopolio del comercio, el crdito y elpoder pblico. Parte de esos ncleos elitistas encontraron modos de adaptacin al nuevocontexto mientras que la economa campesina las tuvo para su reproduccin.

    En el centro del territorio las situaciones tampoco fueron homogneas. En Santiago delEstero, pese a la persistencia de formas no mercantiles de apropiacin y usufructo de losrecursos, tambin parece haber habido una tendencia hacia una mayor concentracin dela propiedad pero este proceso debe haber sido muy lento pues en la dcada de 1820 unaporcin considerable de las tierras segua perteneciendo a las comunidades indgenas o al

    20 MATA, Sara:La guerra de independencia en Salta y la emergencia de nuevas relaciones de poder, en Andes , N 13, Salta, 2002, pp. 113-144;Conflicto social, militarizacin y poder en Salta durante el Gobiernode Martn Miguel de Gemes,en Fabin HERRERO (comp.), Revolucin. Poltica e ideas en el Ro de laPlata durante la dcada de 1810 , Buenos Aires, Ediciones Cooperativas, 2004, pp. 125-148. TambinInsurreccin e independencia. La provincia de Salta y los Andes del sur y PAZ, Gustavo,Reordenando la campaa: la restauracin del orden en Salta y Jujuy, 1822-1825, en FRADKIN, Ral(comp.), Y el pueblo dnde est? Contribuciones para una historia popular de la revolucin deindependencia en el Ro de la Plata, Buenos Aires, Prometeo Libros, en prensa.21 CAMPI, Daniel (comp.), Estudios sobre la historia de la industria azucarera argentina , Tucumn,UNT-UNJu, Vol. 1, 1991 y Vol.2, 1992. BRAVO, Mara Celia, El campesinado tucumano: delabradores a caerosy CAMPI, Daniel, Notas sobre la gestacin del mercado de trabajo en Tucumn(1800-1870, en GELMAN, Jorge, GARAVAGLIA, Juan Carlos y ZEBERIO, Blanca (comps.),

    Expansin capitalista y transformaciones regionales. Relaciones sociales y empresas agrarias en la Argentina del siglo XIX , Buenos Aires, La Colmena-UNICEN, 1999, pp. 201-246. y pp. 177-200. LPEZde ALBORNOZ, Cristina, Los dueos de la tierra. Economa, sociedad y poder en Tucumn (1770-1820) , UNT, Tucumn, 2003. PAROLO, Mara Paula, Estructura socio-ocupacional en Tucumn. Unaaproximacin a partir de censo de 1812, enPoblacin y sociedad. Revista Regional de EstudiosSociales , N 3, 1995, pp. 35-62 y Criadores, labradores, capataces y peones en la campaa tucumana dela primera mitad del siglo XIX, en Anuario IEHS , N 15, 2000, pp. 353-287. TIO VALLEJO, Gabriela,

    Antiguo Rgimen y Liberalismo. Tucumn, 1770-1830 , UNT, Tucumn, 2001.

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    Estado y su apropiacin slo se aceler despus de 1870. De este modo, persistieronformas de tenencia de la tierra como la propiedad mancomunada mediante la cual familiasemparentadas mantenan el usufructo de sus tierras e impedan su fragmentacin. Sinembargo, es posible que se haya producido un empeoramiento de las condiciones de vidacampesina dado que su reproduccin dependa de una agricultura frgil y de la

    recoleccin. En tales condiciones, persisti la migracin estacional a corta y largadistancia que en definitiva era una de las estrategias de supervivencia. Aqu, por lo tanto,fue limitada la ampliacin del trabajo asalariado que, cuando exista, era remunerado enespecies y por montos notoriamente ms bajo que en otras zonas.22

    En Crdoba, la situacin posrevolucionaria fue bien complicada y tambin fue unatierra de emigrantes; an as, era indudable el predominio de los pequeos productoresentre su poblacin rural. Con todo haba cambios y no poco significativos: por un lado,la disminucin del nmero esclavos y de la poblacin clasificada como indiaacentuando la configuracin de un campesinado mestizo sin distinciones institucionales.Todo indica un empeoramiento de sus condiciones de vida y sus signos ms elocuentes

    fueron la crisis de la produccin textil domstica como la emigracin hacia el sur. Contodo, estos cambios no opacan una continuidad: la perduracin del predominio de unaelite urbana que controlaba el comercio, el crdito, las mejores tierras y los poderespblicos.23

    Qu estaba sucediendo en Cuyo? Aqu, la transicin no estuvo exenta de dificultades ydesigualdades. Algo ms sencilla parece haber sido en Mendoza que aprovechaba lasposibilidades del mercado chileno y mucho ms dificultosa result para San Juan y SanLuis hallar un nuevo lugar en la nueva constelacin econmica. An as, Mendoza queostentaba una estructura de produccin y tenencia de la tierra muy fragmentada a finesde la colonia, parece haber vivido una perduracin de esta estructura aunque ahorasostenida en una orientacin ms acentuada hacia la ganadera. Otros dos cambios sontambin evidentes: por un lado, la notable reduccin de la poblacin esclavaprcticamente liberada en su totalidad para incorporarse al Ejrcito de los Andes. Porel otro, una franca tendencia hacia la multiplicacin de formas de tenencia precaria queoscilaban entre el arrendamiento y el inquilinato. De este modo, la produccindomstica segua siendo un rasgo dominante de la vida rural mendocina a fines de sigloy aqu tambin las disposiciones legales buscaron controlar la movilidad de la fuerza detrabajo y aunque anuladas en la dcada de 1860 reaparecieron bajo diversas formas.24

    22 Quizs la evidencia ms sugestiva del estancamiento santiagueo sea indicar que si en 1778 lapoblacin urbana era el 11%, hacia 1869 slo era el 6%: FARBERMAN, Judith, El peso de la

    continuidad: tierra, trabajo familiar y migraciones en Santiago del Estero. Un Estado de la cuestin,Poblacin y Sociedad , N 5, 1998, pp. 165-208.PALOMEQUE, Silvia, Los esteros de Santiago. Accesoa los recursos y participacin mercantil. Santiago del Estero en la primera mitad del siglo XIX, en Data.

    Revista de Estudios Andinos y Amaznicos , N 2, 1992, pp. 9-61.23 ASSADOURIAN, Carlos S., "El sector exportador de una economa regional del interior argentino.Crdoba. 1800-1860. (Esquema cuantitativo y formas de produccin)", en El sistema de la economacolonial. El mercado interior. Regiones y espacio econmico , Nueva Imagen, Mxico, 1983, pp. 307-367.ROMANO, Silvia, Economa, Sociedad y Poder en Crdoba. Primera mitad del siglo XIX , Ferreyra Editor,Crdoba, 2002. TELL, Sonia,Persistencias y transformaciones de una sociedad rural. Crdoba entre

    fines de la colonia y principios de la repblica , Tesis de Doctorado, IEHS-UNCPBA, Tandil, 2 tomos,2005.24 PRIETO, Mara del Rosario y CHORN, Susana, El trabajo familiar en el contexto rural de Mendozaa fines del siglo XIX, en Xama , N 4-5, 1991, pp. 121-140. BRAGONI, BEATRIZ y JORBA, Rodolfo,

    Acerca de la complejidad de la produccinmercantil en Mendoza en el siglo XIX Slo comerciantes yhacendados? enGELMAN, Jorge, GARAVAGLIA, Juan Carlos y ZEBERIO, Blanca (comps.), Expansin capitalista pp. 145-176. BRAGONI, Beatriz, Condiciones y estmulos en la recuperacin

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    -5-Qu sucedi en el litoral no bonaerense? Como indic Chiaramonte la continuidad fueel rasgo distintivo de Corrientes y all residi su relativa prosperidad hasta la dcada de1830. As, la elite correntina parece haber superado mejor las amenazas al orden socialque supuso la expansin del artiguismo y la movilizacin de los pueblos indgenasdurante la dcada de 1810 que la posterior afirmacin de la hegemona portea. Sinembargo la economa correntina tambin tuvo que adaptarse y se orient ms hacia laproduccin ganadera en las tierras del sur y con ello impuls la formacin de grandespropiedades aunque persistieron las formas domsticas de produccin agraria yartesanal y parece haberse dado una reducida ampliacin del trabajo asalariado, por lomenos, mucho menor que ms al sur. Menos conocida es la situacin santafesinaposrevolucionaria aunque es claro que las guerras contribuyeron a la destruccin de susrecursos ganaderos y acentuaron la alicada situacin de su elite despus de haberperdido toda capacidad de controlar Paran y los territorios entrerrianos. A ello se sumotro condicionante: la contraccin del espacio productivo dada la creciente

    conflictividad en las fronteras chaquea y pampeana.25

    Fue en Entre Ros donde los cambios fueron ms acentuados: tras superar la conmocinpoltica y social de la dcada revolucionaria los linajes coloniales entrerrianos lograronreconstruir y acrecentar su poder y conformar una nueva hegemona territorial asentadaen las regiones orientales. All, se formaron grandes estancias mientras que se operabauna colonizacin campesina en la frontera con Corrientes. Como en otras zonas, larecuperacin de la produccin ganadera afront el desafo de la disminucin del nmerode esclavos y la necesidad de acrecentar el de asalariados. Sin embargo, el mayor de losproblemas (pero tambin la estructura misma del nuevo orden) segua siendo la intensamilitarizacin de las relaciones sociales que termin de permitir la formacin del estadoprovincial mediante un sistema de intercambio de servicios milicianos a cambio delreconocimiento de derechos como recompensa. De este modo, a fines de la dcada de1840 la consolidacin de la gran propiedad y la formacin de los primeros saladerosconformaban una reducida elite mercantil, ganadera y saladeril que habra de impulsarun endurecimiento de las relaciones laborales.26 El contraste de las trayectorias deCorrientes y Entre Ros, entonces, fue notable pero en ninguna de las provinciaslitorales pareciera haberse operado un proceso de reemplazo de los grupos socialesdominantes sino ms bien una renovacin adaptativa de los sobrevivientes.Sin embargo, este espacio haba sido el escenario de una intensa movilizacin militar ypoltica bajo la influencia del artiguismo. La cuestin es importante porque en sudinmica lleg a transformarse en la versin ms radical de la revolucin rioplatense.

    Pero, haba sido unarevolucin democrtico-radical frustrada de perfil agrarista, tal

    de una economa regional. Prcticas mercantiles e instituciones empresarias en Mendoza, 1820-1880 enAlejandra IRIGOIN y Roberto SCHMITH (eds.), La desintegracin de la economa colonial: comercio ymoneda en el interior del espacio econmico rioplatense 1800-1860 , Biblos, Buenos Aires, 2003.25 As lo demuestra la dependencia de Buenos Aires para afrontar su dficit fiscal: CHIARAMONTE,Jos C.,Finanzas pblicas en las provincias del Litoral, 1821-1841,en Anuario del IEHS , N 1, 1986, pp.159-198 y "Finanzas pblicas y poltica interprovincial: Santa Fe y su dependencia de Buenos Aires entiempos de Estanislao Lpez", en Boletn Ravignani , N 8, 1993, pp 77-116.26 DJENDEREDJIAN, Julio C. Economa y sociedad en la Arcadia criolla. Formacin y desarrollo deuna sociedad de frontera en Entre Ros, 1750-1820 , Tesis de Doctorado, Facultad de Filosofa y Letras de

    la Universidad de Buenos Aires, 2003. SCHMIT, Roberto, Ruina y resurreccin en tiempos de guerra.Sociedad, economa y poder en el oriente entrerriano postrrevolucionario, 1810-1852 , Buenos Aires,Prometeo Libros, 2004.

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    como lo haba postulado una vigorosa historiografa de izquierda desde los aos 60?.27Algo es claro: el artiguismo pareca corroborar por completo la tesis de la revolucinfallida o inconclusa y su derrota poda ser atribuida a la conjuncin de la oligarqualocal y enemigos externos. En esta tesis haba un episodio central: el famoso ycontrovertido reglamento de tierras de 1815 a partir del cual se formularon las ms

    consistentes argumentaciones a favor de la revolucin agraria28

    . Pero, hasta qupunto fue as? Lo cierto es que observada ms de cerca la experiencia artiguista revelauna notable heterogeneidad social y tnica y lo conflictivo de su dinmica histrica. Enprimer trmino, porque la investigacin ms reciente ha mostrado que la estructurasocial agraria tardocolonial era mucho ms diversa que una simple polarizacin entre unpuado de grandes latifundistas y grandes masas sin tierras, polarizacin en torno a lacual se haba construido la imagen de la revolucin agrarista. Una cuestin de no menorimportancia es que no lo era justamente la regin sudoriental, la base territorial inicialde la insurgencia artiguista. De este modo, podan comenzar a identificarse unamultiplicidad de actores que lejos estaban de restringirse slo a los gauchos alzados.29En segundo lugar, se hicieron ms claras las tensiones internas que contena el frenteartiguista y permiten entender mejor la prdida de apoyo entre los sectores propietariosy el notable dinamismo que termin adquiriendo el protagonismo plebeyo. Porque dealgo no pareciera haber duda: en su dinmica de movilizacin y confrontacin elartiguismo fue canalizando adhesiones, reclamosy aspiraciones desde abajo que ledieron ese tiente anrquico tan distintivo y que tanto alarm a las elites rioplatenses ytermin por aislar socialmente al liderazgo de Artigas al tiempo que le suministraba suprincipal base social. En estas condiciones, su estrategia puede ser vista como un intentode canalizar esos reclamos y los liderazgos locales que los expresaron y permitir lareconstruccin de un orden social y productivo.30

    Algo ms que no puede ser soslayado: la consigna artiguista de la soberana particular

    de los pueblos lejos estaba de ser mera retrica y tena destinatarios precisos queemergan de la historia reciente del espacio donde extendi su influencia y que no eranslo las provincias.Entre 1778 y 1801 al menos unos 23 pueblos se haban formadoen el vasto espacio que hoy conforman las provincias de Corrientes y Entre Ros, elUruguay y Ro Grande do Sul como resultado de una poltica oficial de poblamiento.Esa poltica contribuy a construir esta red de poblados y acentu la atraccin demigrantes. Sin embargo, dicha poltica se interrumpi al despuntar el siglo XIX y, en27 La calificacin procede de SALA, Luca, Democracia durante las guerras por la independencia enHispanoamrica, en FREGA, Ana e ISLAS, Ariadna (coords.), Nuevas miradas en torno al Artiguismo ,Montevideo, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educacin, 2001, p. 107.28 SALA de TOURON, Luca, de la TORRE, Nelson y RODRGUEZ, Jorge, Artigas y su revolucinagraria, 1811-1820 , Mxico, Siglo XXI, 1978 y BARRN, Jos Pedro y NAHUM, Benjamn, Baseseconmicas de la revolucin artiguista , Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 1989. AZCUYAMEGHINO, Eduardo,Artigas y la revolucin rioplatense: indagaciones, argumentos y polmicas alcalor de los fuegos del siglo XXI, en ANSALDI, Waldo (coord.),Calidoscopio latinoamericano.

    Imgenes histricas para un debate vigente , Buenos Aires, Ariel, 2004, pp. 51-90. Una visinradicalmente diferente en VQUEZ FRANCO, Guillermo,Tierra y Derecho en la Rebelin Oriental (a

    propsito del Reglamento del Alo XV) , Montevideo, Proyeccin, 1988.29 GELMAN, Jorge,Campesinos y estancieros. Una regin del Ro de la Plata a fines de la pocacolonial , Buenos Aires, Editorial Los Libros del Riel, 1998.30 FREGA, Ana, Caudillos y montoneras en la revolucin radical artiguista", en Andes. Antropologa e

    Historia , N 13, 2002, pp. 75-112.;Guerras de independencia y conflictos sociales enla formacin delEstado Oriental del Uruguay, 1810-1830, en Dimensin Antropolgica , Ao 12, Vol. 35, 2004, pp. 25-58, Pueblos y soberana en la revolucin artiguista , Montevideo, Ed. Banda Oriental, 2007y Losinfelices y el carcter popular de la revolucin artiguista, en FRADKIN, Ral (comp.)Y el pueblodnde est?... .

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    particular, se diluy el apoyo oficial para que ese poblamiento pudiera permitir elacceso a la tierra de los campesinos. Con todo, dejaba como saldo un proceso decolonizacin que convirti estas tierras en el epicentro del crecimiento ganaderotardocolonial, una dinmica y mvil poblacin campesina que aspiraba a desarrollar suvida en condiciones autnomas y la configuracin de un entramado de pueblos con

    grupos de poder local con aspiraciones de autonoma. En esa autonoma resida unaclave fundamental: quines habran de decidir el destino de las tierras y quines seranlos beneficiarios de esas decisiones en un contexto en el cual primero los grandespropietarios ausentistas y luego buena parte de los residentes haban quedado incluidosen la condicin de malos europeos y peores americanos.En estas condiciones la derrota del artiguismo adquiere tambin y quizs ms netamenteel sentido de una derrota histrica de los sectores populares rurales pues el Uruguayiniciar una fase de reconstitucin del orden signada por los intentos de endurecer lasrelaciones socialesen lo que ha sido descrito como una contrarrevolucin agraria.Sinembargo, esos propsitos debieron desplegarse durante una larga secuela de guerras que

    socav las bases de sustentacin material de los grupos dominantes y acrecent lainfluencia de los ncleos extranjeros. En tales condiciones, las facciones elitistastuvieron serias dificultades para cumplir con sus objetivos y estuvieron obligadas aseguir negociando de algn modo el apoyo de los sectores subalternos.31

    Cul es, entonces, el saldo de este recorrido? Variado y contradictorio por cierto. Peroan as, no parece haber dudas que la revolucin trajo consigo transformaciones en lasrelaciones sociales agrarias, acentu procesos que estaban en curso y termin porprofundizar desigualdades regionales. Imposible, entonces, circunscribirla slo acambios en la esfera poltica pero tambin menospreciar la incidencia de lastransformaciones polticas.

    En este contexto, la experiencia portea muchas veces tomada como pauta deevaluacin general resulta bastante excepcional en la medida que vivi uno de losprocesos de ms exitosa adaptacin al nuevo orden. Sin embargo, sus singularidades noemergen slo de sus resultados sino tambin de su desenvolvimiento y en este sentido,los contrastes con la experiencia oriental resultan notables. En primer trmino porque nopuede obviarse que la sociedad montevideana ofreci el ms firme sostn a los sectoresfieles a la regencia que no pudieron lograr en otras jurisdicciones y que contrastaradicalmente con lo sucedido en Buenos Aires pese a algunos rasgos comunes entreambas ciudades portuarias como la alta proporcin de poblacin esclava y liberta comolos importantes contingentes de poblacin de origen europeo. Ambas ciudades, a su vez,vivieron una intensa movilizacin poltica desde 1806/7 pero el alineamiento poltico de

    las poblaciones fue opuesto en la crisis imperial por lo que parece evidenciarse que en laintensa movilizacin de los sectores subalternos pareciera haber primado elalineamiento con las facciones elitistas que predominaban en cada una. Hay algo ms:parece fuera de duda que la tensin social prerrevolucionaria era mucho mayor en lacampaa oriental que en la portea y all eran ms conflictivos los vnculos entre lasociedad rural y la ciudad que ni siquiera era la cabecera poltica de toda esa campaa.En estas condiciones, la revolucin implic un quiebre de las jerarquas, las obediencias

    31 La cuestin del apoyo rural debe haber sido cada vez ms decisivo pues el peso de la poblacin deMontevideo en el total tendi a disminuir drsticamente: aunque las cifras son inseguras sugieren quepuede haber pasado del 50% al 20% entre fines del XVIII y la dcada de 1830. MILLOT, Julio y

    BERTINO, Magdalena, Historia econmica del Uruguay , Tomo I, Montevideo, Fundacin de CulturaUniversitaria, 1991.Cf. tambin SALA DE TOURON, Luca y ALONSO ELIY, Rosa, El Uruguaycomercial, pastoril y caudillesco , Montevideo, 2 tomos, Ediciones de la Banda Oriental, 1991.

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    y las lealtades y la posibilidad que emergieran otras que hicieron factible la insurgenciaartiguista y la larga disputa histrica que tardara dcadas en saldarse. Nada de elloparece haberse dado del otro lado del Ro de la Plata.32

    Tampoco la experiencia oriental es anloga a la entrerriana con la que estuvo tanimbricada: aqu tambin la disidencia concit la adhesin inicial de sectores hacendadospero stos no parecen haber perdido nunca el control y el ascendiente sobre los sectoressubalternos como en la Banda oriental. De este modo, el artiguismo entrerriano comoel santafesino- fue mucho menos radical y plebeyo y permiti a sus ncleos dirigentescomenzar una experiencia completamente indita: la configuracin de una entidadsoberana que no emerga del poder autonomizado de una ciudad y que se asent en unsistema de relaciones que contenan una fuerte dosis de negociacin local ycompensacin a los sectores subalternos estructurado en torno a las milicias.

    -6-Llegados a este punto conviene volver al plano historiogrfico. Los procesos deindependencia fueron parte de la era de las revolucionesaunque esta constatacin seacompletamente insuficiente para dar cuenta de su naturaleza histrica. Por lo tanto,entenderlos slo como variantes de las revoluciones burguesas, liberales odemocrticas no ayuda a desentraarla.33 Sin embargo, no puede ser obviado quefueron los mayores procesos de descolonizacin hasta la segunda posguerra del sigloXX y como tales inseparables de aquella era revolucionaria.34

    Por ello, no extraa que las perspectivas interpretativas suelan replicar parte de lostpicos de los anlisis histricos de los procesos europeos y en particular de laRevolucin Francesa - y no pocas de sus controversias. De este modo, si el carcterburgus de la revolucin de 1789 ha sido puesto en cuestin y sobre todo laposibilidad de explicarla como el resultado de una aguda lucha de clases entre laburguesa naciente y la aristocracia dominante- los desarrollos ms recientes sobre lassociedades latinoamericanas tardocoloniales han dejado en claro que los movimientosde independencia difcilmente hayan sido el resultado de la maduracin de fuerzassociales y polticas internas y resulta bastante evidente que los grupos dominantestardocoloniales eran, por cierto, bastante poco burgueses yque su ascenso social trasla independencia no signific el desplazamiento de ninguna aristocracia preexistente.Si revolucin burguesa se presenta como una nocin equvoca tampoco la cuestinparece resolverse apelando a la idea de unarevolucin liberal, una categorizacinfrecuente en la historiografa espaola que tambin se evidenci como problemtica.35Hoy en da, tanto en Espaa como en Amrica ms que un liberalismo conviene pensar

    32 MAYO, Carlos, Estructuraagraria, revolucin de independencia y caudillismo en el Ro de la Plata,1750-1820 (algunas reflexiones preeliminares), en Anuario I.E.H.S. , N 12, 1997, pp. 69-78.33 Por ejemplo, KOSSOK, Manfred y otros, Las revoluciones burguesas , Barcelona, Crtica, 1983.RODRGUEZ O., Jaime, La independencia de la Amrica espaola , Mxico, El Colegio deMxico/Fideicomiso Historia de las Amricas/ FCE, 1996.34 BOUSQUET, Nicole, La descolonizacin de la Amrica espaola: un enfoque de los sistemasmundiales, enSecuencia Revista de Historia y Ciencias Sociales , N 22, 1992, pp. 185-220. DELGADORIBAS, Joseph. M., La desintegracin del Imperio espaol. Un caso de descolonizacin frustrada (1797-1837), en Illes i Imperis. N 8, 2006, pp. 5-44. Sin embargo, recientemente han vuelto al ruedo algunosargumentos semejantes a los que ensayara Ricardo Levene hace dcadas y que estaban orientados (en unesfuerzo a la vez historiogrfico, poltico y diplomtico)a proclamar que las Indias no eran colonias:vase la discusin a propsito de un artculo de A. LEMPRIRE acerca dela cuestin colonial , en

    Nuevo Mundo Mundos Nuevos, N 4, 2004: disponible sur:http://nuevomundo.revues.org35 Un balance en PIQUERAS, Jos A., La revolucin burguesa espaola. De la burguesasin revolucina la revolucin sin burguesa, en Historia Social , N 24, 1996, pp. 95-132.

    http://nuevomundo.revues.org/http://nuevomundo.revues.org/
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    en diversos liberalismos que no siempre estuvieron asociados a proyectosrevolucionarios ni exclusivamente a grupos burgueses. Pero, adems, porque el trminoliberal resulta insuficiente para dar cuenta del variado conjunto de orientacionesideolgicas que alimentaron los movimientos de independencia dado que las opcionesideolgicas disponibles hacia 1810 eran mucho ms diversas36 y porque se desarrollaron

    muy diferentes versiones de liberalismo tantonotabiliarcomosocial, popular yhasta comunitario.37 En todo caso, resulta claro que las culturas polticas tenan untrasfondo religioso que habra de emerger en los recursos discursivos y simblicos delos bandos en pugna pese a que el perodo reformista haba de alguna maneraerosionado la cohesin ideolgica de las elites coloniales, una ruptura en la cual laexpulsin de los jesuitas puede haber generado un vaco que no lleg a llenarse.Pensar los procesos de independencia como procesos de descolonizacin suponeexplorar las diversas alternativas que estaban en juego al desatarse la crisis imperial ytambin las distintas formas en que podan expresarse sus contenidos anticoloniales. Porlo tanto, nopueden reducirse slo a las pretensiones de independencia nacionaly es

    preciso dar cuenta de las diferentes formas de autonomismo intentadas por lasdirigencias criollas. Pero, tambin, de una serie de movimientos anticoloniales quedifcilmente pueden ser inscriptos dentro de la misma categora que los movimientoscriollos y menos an como manifestaciones de unarevolucin burguesa o liberal.Esos movimientos anticoloniales no slo fueron previos a los procesos deindependencia sino tambin simultneos y contradictorios con ellos.Es que la experiencia histrica latinoamericana de la era de la revolucin fue muchoms vasta y durante esa era se desarrollaron otros movimientos de neto contenidoanticolonial y revolucionario aunque no suelan figurar en las comparaciones histricasde las revoluciones. Me refiero, ante todo, a las insurrecciones que sacudieron a losAndes a comienzos de la dcada de 1780 o a la que sepult el orden colonial y elrgimen de esclavitud en Hait desde 1791: formaron parte de la misma erarevolucionaria aunque sea dificultoso asimilarlos tanto a las revoluciones burguesas yliberales como a los movimientos de independencia criolla y se expliquen por unahistoria especfica que evite reducirlos a la mera condicin de antecedente precursor deun destino prefigurado.38 Lo cierto es que estos movimientos formaron parte de laexperiencia histrica con que los diversos grupos sociales afrontaron la crisis imperial eincidieron en sus estrategias aunque para la dcada de 1810 haban sido derrotados oagotado sus posibilidades histricas. De esta forma, en las dirigencias criollas parecehaber imperado no tanto el temor a emprender una revolucincomo que ella pudieraderivar en unaguerra social como ha podido constatarse desdeel Ro de la Plata hastala Nueva Espaa. Si un fantasma recorra la Amrica espaola era el de esa guerrasocial que con la crisis imperial adquira nuevos y temibles rostros.Desde esta perspectiva debe considerarse que existieron otras posibilidades. Una ha sidoindagada por Van Young en su monumental reconstruccin de la insurgencianovohispana a travs de la cual puso en discusin el imaginario de un procesonacional y que otra rebelinse puso en marcha por medio de un conjunto derevoluciones locales que los pueblos llevaron adelante en defensa de su autonoma sin

    36 CHIARAMONTE, Jos C., Fundamentos iusnaturalistas de los movimientos de independencia,en Boletn del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani , N 22, 2000, pp. 33-72.37 GUARDINO, Peter,Campesinos y poltica en la formacin del Estado Nacional en Mxico. Guerrero,1800-1857 , Chilpancingo, Gobierno del Estado Libre y Soberano de Guerrero, 2001.38 THOMSON, Sinclair,Cuando slo reinasen los indios. La poltica aymara en la era de la insurgencia ,La Paz, Muela del Diablo/Aruwiyiri. Editorial del THOA, 2007, especialmente pp. 6-14.

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    compartir ni los presupuestos de la dirigencia criolla y sin seguir sus liderazgos.39 Pero,cuntas otras rebeliones huboen esos aos? Lo cierto es que pueden registrarse todauna gama de motines, revueltas y movilizaciones imposibles de reducir alenfrentamiento entre independentistas y realistas y que se desarrollaron con dinmicas ycaractersticas especficas.40 Ms an, tampoco sera desacertado interpretar desde esta

    perspectiva algunas movilizaciones que ofrecieron por momentos apoyo social a lasfuerzas realistas a travs de alianzas que se explican por sus propias lgicas yantagonismos.41 Llegados a este punto podra pensarse si no convendra enriqueceraquella feliz manera que Hobsbawm hall para caracterizar laera de la revolucincomo unadoble revolucin y pensar sino se trat de una triple revolucinpuestoque tambin implic la desintegracin de los imperios coloniales iberoamericanos.Nunca ser suficientemente remarcado: se trataba de una coyuntura histricaexcepcional, casi nica en la historia del mundo occidental y sus periferias coloniales,quizs slo comparable a la segunda posguerra del siglo XX. Por tanto, parecieraentonces que revolucin de independencia sigue siendo un trmino ms adecuado, almenos, ms que revoluciones burguesas o liberales.

    -7-Por lo tanto, la discusin acerca del contenido revolucionario de los procesos deindependencia lejos est de ser banal pero abordarla requiere la indagacin de zonas ytemas completamente oscuros todava, as como la elaboracin de un enfoque quesupere arcasmos conceptuales y sea sensible a las evidencias documentales y a ladiversidad de contextos y procesos. Se trata, necesariamente, de una empresa colectivaque no puede obviar la apropiacin y superacin de un legado historiogrfico.Ello supone revisar los criterios habituales de periodizacin. La ms convencional1808/26- resulta insuficiente y este problema es todava ms importante para una

    historiografa como la Argentina en la cual se ha hecho comn circunscribir el perodorevolucionario a la dcada de 1810: de este modo, fenmenos inseparables del mismoproceso (como la fase final de laguerra en el espacio surandino, la llamada guerra amuerte en Chile y la Araucanay sus coletazos en las pampas o la misma guerra con elImperio del Brasil) quedan fuera del anlisisde las llamadas guerras de independenciaque ms convendra denominar como guerras de la revolucin. Imposible eludirlospues terminaron propiciando transformaciones de las estructuras econmicas, polticas yfiscales y sin ellos es incomprensible la bsqueda frentica de alternativas y lastransformaciones de los grupos dominantes locales. Pero, adems, porque no parecehaber sido esta la perspectiva de los contemporneos.Cuando se repasa la literatura americanista queda en claro que se estn usando otrasperiodizaciones: una se inclina por inscribir estos procesos dentro de un ciclo detransformacin que habra abarcado de 1750 a 1850; otra ha retomado la idea de unlargo siglo XIX que arrancara hacia 1780 y que nopodra darse por terminado sino

    39 VAN YOUNG, Eric, La otra rebelin. La lucha por la independencia de Mxico, 1810-1821 , Mxico,FCE, 2006. El lector puede hallar un debate entre el autor y Alan KNIGHT en Historia Mexicana , N214, 2004, pp. 445-573. Una discusin en GLAVE, Luis Miguel, Las otras rebeliones: cultura popular eindependencias, en Anuario de Estudios Americanos , Vol. N 62, N 1, 2005, pp. 275-312.40 SALA I VILA, Nria,Y se arm el tole tole. Tributo indgena y movimientos sociales en el Virreinatodel Per 1790-1814. , Huamanga, IER- Jos Mara Arguedas, 1996.41

    Una perspectiva de este tipo se ha ensayado en la experiencia chilena: en CONTADOR, Ana Mara, Los Pincheira. Un caso de bandidaje social. Chile 1817-1832 , Santiago de Chile, Bravo y AllendeEditores, 1998, puede hallarse la postulacin de una guerrilla revolucionaria tradicionalista.

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    hasta 1930.42 Perspectivas de este tipo (y especialmente la segunda) parecen msadecuadas al tipo histrico de revolucin que consideramos. Sobre todo, porque se tratade procesos que slo por sus resultados (y no tanto por sus objetivos o sus protagonistasiniciales) pueden ser catalogados de burgueses.43

    Ahora bien, si consideramos a la crisis imperial como el inicio deuna crisis orgnicaque desintegr los modos de articulacin econmica, poltica e ideolgica del imperio,las revoluciones pueden pensarse apelando a la nocin derevolucin pasivaen elsentido que la usara Gramsci. Como haba destacadola crisis orgnica era una crisishegemnicay en ella los distintosgrupos sociales podan separarse de sus partidostradicionalesfrente al fracaso de una gran empresa poltica que hubiera demandado lamovilizacin de grandes masas o por circunstancias por las cuales ellas pasabanbruscamente a una actividad poltica y planteaban un conjunto de reivindicaciones queen su catico conjunto constituyen una revolucin.Desde esta perspectiva, la crisishegemnica supone una "crisis de autoridad" y del estado en su conjunto y Gramsci,preocupado por indagar sus modos de resolucin, adverta que, al menos en la Italia

    posterior a 1848,se haba producido un proceso de transformismo,la elaboracin deuna clase dirigente cada vez ms amplia mediante la absorcingradual, perocontinua de los elementosms activos salidos de otros grupos. Por lo tanto, larevolucin pasivaera una revolucin sin revolucin, una revolucin-restauracinque se operaba a travs de un conjunto de modificaciones molecularesa travs de lascuales cambiaba la composicin de las fuerzas sociales.44

    Diversas transformaciones pueden indagarse desde esta perspectiva. Por un lado, losprocesos de transformacin quizs mejor sera decir de autotransformacin- de losgrupos dominantes locales en ncleos burgueses. Estos proceses tuvieron diversaamplitud e intensidad pero tambin algunos rasgos comunes: ante todo, significaron eldesplazamiento de la burocracia colonial y de las principales familias del centro delescenario local, la emergencia a primer plano de familias de origen tardocolonial, laformacin de ncleos de comerciantes extranjeros o el ascenso de sujetos y linajes queantes ocupaban un espacio perifrico en las constelaciones de poder. En estos cambioshaba una novedad no necesariamente disruptiva: la inclusin de quienes estaban enmejores condiciones de asegurar la primaca poltica y la influencia sobre los grupossubalternos movilizados. En otros trminos, las nuevas relaciones polticas seexpresaron en una nueva composicin del entramado interno y las bases de sustentacinde los grupos locales dominantes.La resolucin de la crisis orgnica implicaba la construccin de una nueva legitimidad yun nuevo consenso. Y, por lo tanto, la configuracin de nuevos modos de articulacin

    entre grupos dominantes locales y de una ampliacin de las bases sociales en quesustentaban su poder. Porque la nueva situacin se defina tanto por la crisis de

    42 La nocin ha sido retomada por LARSON, Brooke, Indgenas, lites y estado en la formacin de lasrepblicas andinas , Lima, PUCP-IEP, 2002 y por MALLON, Florencia,Campesino , p. 98 quin sita justamente en los sucesos andinos y caribeos el inicio de las crisis hegemnicas.43 Parafraseando lo dicho porHobsbawm en referencia a la revolucin francesa podra decirse que fueuna revolucin burguesa aunque nadie pretendiera que lo fuera:HOBSBAWM, Eric, Los ecos de la

    Marsellesa , Barcelona, Crtica, 1992, p.26.44 GRAMSCI, Antonio, Notas sobre Maquiavelo, sobre Poltica y sobre el Estado Moderno , BuenosAires, Lautaro, 1962, especialmente pp. 76-84 y 96-102. Obviamente no es la primera vez que se sugiereesta posibilidad: la nocin de revolucin interrumpida haba sido explorada por HctorAgosti y la de

    revolucin pasiva por JosARIC: ver La cola del diablo. Itinerario de Gramsci en Amrica Latina ,Buenos Aires, Puntosur, 1988 yEl Bolvar de Marx, en Marx y Amrica Latina , Mxico, AlianzaEditorial Mexicana, 1982, captulo 8.

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    autoridad como por la movilizacin de amplios sectores sociales. De esta manera, puedeargumentarse que las soluciones ms exitosas fueron aquellas que no slo lograronimponer su dominio sino que tambin que incluyeran de algn modo las aspiraciones delos grupos movilizados en su programa. En consecuencia, la revolucin pasivaerauna revolucin desde arribacuya profundidad puede haber dependido de la

    consistencia que adquirieran las nuevas estructuras estatales.Pero las evidencias sugieren que estos procesos de revolucin-restauracin no fueronidnticos ni arrojaron resultados anlogos. Por eso, slo un enfoque que indague lasdiferentes imbricaciones entre relaciones econmico-sociales y polticas en contextos yprecisos atento a sus dinmicas particulares podr recuperar la densa trama desituaciones en que se produjeron las intervenciones de los grupos subalternos y losmodos que pudieron ser controladas y absorbidas. Esas intervenciones estuvieron lejosde limitarse a movimientos autnomos y centrar la atencin en ellos solamenteunatarea apasionante y todava harto incompleta- ofrecer una visin rica pero limitada.Por lo tanto, se impone prestar atencin tambin a sus adhesiones activas o pasivas a las

    formaciones polticas dominantes, a sus intentos de influir en sus programas paraimponer reivindicaciones propias y alnacimiento de partidos nuevos de los gruposdominantes para mantener el consentimiento y el control de los grupos subalternos.45De este modo, el conjunto fragmentario y episdico de intervenciones subalternas serevela como parte sustancial de la revolucin porque ni la guerra, ni la formacin de losnuevos liderazgos y sistemas polticos hubieran sido factibles sin ellas.Se trata de una cuestin central para renovar las investigaciones e interpretaciones de lasrevoluciones de independencia. Y, no casualmente, ha sido una de las msproblemticas como puede observarse cuando se repasa el itinerario de suhistoriografa.46 Sin embargo, recientemente la cuestin comenz a concentrar laatencin de las vertientes historiogrficas que convirtieron la poltica indgena ycampesina en el centro de sus preocupaciones.47 Sobre todo, porque la misma historiapoltica ha puesto en evidencia la centralidad de la movilizacin de los sectorespopulares que abri la independencia.48

    Para el Ro de la Plata es mucho an lo que falta saber al respecto y mucho ms paraque estas evidencias sean incorporadas en las explicaciones totalizadoras del proceso

    45 GRAMSCI, Antonio, Apuntes sobre la historia de las clases subalternas. Criterios metdicos, en Antologa , Mxico, Siglo XXI, 1999, pp. 491-493. Hemos realizado un intento en esta direccin enFRADKIN, Ral O., La historia de una montonera. Bandolerismo y caudillismo en Buenos Aires, 1826 ,

    Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 2006.46 Paradigmticas son las contribuciones de uno de los autores que ms ha indagado el tema y que se hamostrado ms sensible al problema: LYNCH, John, Las revoluciones hispanoamericanas, 1808-1826 ,Barcelona, Ariel, 1980; Juan Manuel de Rosas , Buenos Aires, Emec, 1985;Caudillos en

    Hispanoamrica, 1800-1850 , Madrid, Mapfre, 1993 y Amrica Latina, entre colonia y nacin , Barcelona,Crtica, 2001.47 No puede dejar de registrarse que la potente historiografa andina slo muy recientemente ha analizadoesas intervenciones que en cambio en la mexicana ocupa un lugar privilegiado. Si se consulta lainfluyente compilacin de Steve STERN, Resistencia, rebelin y conciencia campesina en los Andes.Siglo XVIII al XX. , Lima. IEP, 1990, podr advertirse con claridad como el desarrollo pujante de lahistoriografa andina brind escasa atencin al proceso de independencia. La cuestin ha sido retomada,en WALKER, Charles, De Tpac Amaru a Gamarra. Cusco y la formacin del Per Republicano. 1780-1840 , Cusco, Centro Bartolom de las Casas, 1999.48

    ANINNO, Antonio, Ciudadana versus gobernabilidad republicana en Mxico. Los orgenes de undilema en Hilda SBATO (coord.),Ciudadana poltica y formacin de las naciones. Perspectivashistricas de Amrica Latina , Mxico, FCE-El Colegio de Mxico, 1999, pp. 62-116.

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    abierto con la crisis de independencia.49 Al respecto resulta bien clara la incidencia quetuvieron los procesos de militarizacin tanto en la movilizacin de vastos sectoressociales como en la configuracin de nuevos actores polticos as como la amplitud quecobraron los regmenes de participacin electoral. Pero ni unos ni otros fueron idnticosni en sus formas ni en sus significados sociales. Por lo pronto, la amplitud de la

    intervencin poltica de la poblacin rural en las elecciones de Buenos Aires parecehaber sido particularmente significativa. Con las evidencias actualmente disponiblesresulta claro que en sus comienzos esa participacin expresaba los diferentesentramados sociales como se pudo constatar desde un comienzo en las formas queadopt en Buenos Aires, Tucumn, Mendoza o Salta. De este modo, an en un espaciosocial como el tucumano con estructuras menos desiguales donde la participacinelectoral lleg tambin rpido e incluy a la campaa desde un comienzo, esaparticipacin tuvo al parecer alcances mucho ms restringidos que en Buenos Aires.50

    En todas las regiones una de las principales transformaciones fue la erosin ydescomposicin de la esclavitud antes de su definitiva abolicin a mediados del siglo

    XIX. Hasta dnde se sabe, en el Ro de la Plata no se produjeron sublevaciones masivasde esclavos aunque no faltaron las conspiraciones y motines. Pero esta ausencia noimplic pasividad: por el contrario, exista una larga tradicin colonial que combinabaestrategias de manumisin legal y de fuga que se vio notoriamente enriquecida con laexperiencia revolucionaria a la cual los antiguos esclavos parecen haber adherido conentusiasmo y expresando objetivos muchas veces diferenciados. A su vez, hay algoms: en varias ciudades y regiones, los antiguos esclavos suministraron una fuerzasocial y militar significativa a los procesos de restauracin del orden, lo que modific sulugar social y poltico.51 Del mismo modo, la revolucin modific las relaciones con losgrupos indgenas y los convirti en actores polticos. Si se toma en cuenta la situacin

    49

    Sin embargo, un conjunto de contribuciones recientes sugieren que esta situacin ha comenzado amodificarse: DI MEGLIO, Gabriel,Viva el Bajo Pueblo! La plebe urbana de Buenos Aires y la polticaentre la Revolucin de Mayo y el Rosismo , Buenos Aires, Prometeo Libros, 2006. SALVATORE,Ricardo,Wandering Paysanos. State order and subaltern experience in Buenos Aires during the Rosasera , Duke University Press, Durham and London, 2003; DE LA FUENTE, Ariel, Los hijos de Facundo.Caudillos y montoneras en la provincia de La Rioja durante el proceso de formacin del estado nacionalargentino (1853-1870) , Buenos Aires, Prometeo Libros, 2007.50 TERNAVASIO, Marcela, Nuevo rgimen representativo y expansin de la frontera poltica. Laselecciones en el estado de Buenos Aires: 1820-1840, en Antonio ANNINO (comp.), Historia de laselecciones en Iberoamrica, siglo XIX , Buenos Aires, FCE., 1995, pp. 65-106. GARAVAGLIA, JuanCarlos, "Manifestaciones iniciales de la representacin en el Ro de la Plata: la Revolucin en la laboriosabsqueda de laautonoma del individuo (1810-1812)", en Revista de Indias , Vol. LXIV, N 231, 2004, pp.349-382 yElecciones y luchas polticas en los pueblos de la campaa de Buenos Aires: San Antonio de

    Areco (1813-1844), en Boletn del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani , N27, 2005, pp. 49-74. TO VALLEJOS, Gabriela, Antiguo Rgimen , ob.cit. LANTERI, Sol Unafrontera brbara y sin instituciones? Elecciones y clientelismo en la formacin del Estado provincialdurante el gobierno de Rosas y SANTILLI, Daniel: El unanimismo en la campaa. Las actividadespolticas en la campaa entre Rivadavia y Rosas. Quilmes, 1821-1839, ponencias presentadas a laJornada de la Red de Estudios RuralesPoltica y sociedad en el mundo rural, siglo XIX , Buenos Aires, 19y 19 de octubre de 2007.51 ANDREWS, G. Reid, Los afroargentinos de Buenos Aires , Buenos Aires, Ed. de la Flor, 1989;BERNAND, Carmen Entre pueblo y plebe: patriotas, pardos, africanos en Argentina (1790-1852) enNARO, Nancy Priscilla (ed.), Blacks, coloureds and nacional identity in nineteenth century Latin

    America. London, Institute of Latin American Studies. University of London, 2003, pp. 60-80.SAGUIER, Eduardo, La crisis social. La fuga esclava como resistencia rutinaria y cotidiana en Revistade Humanidades y Ciencias Sociales, V. 1, N 2, 1995, pp. 115-184.BRAGONI, Beatriz,Esclavos,

    libertos y soldados: la cultura poltica plebeya en Cuyo durante la revoluciny DI MEGLIO, Gabriel,Las palabras de Manul. La plebe portea y la poltica en los aos revolucionarios, en FRADKIN, Ral(comp.),Y el pueblo dnde est?... , ob.cit.

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    de los indios reducidos puede advertirse que su adhesin a la revolucin pareciera habersido limitada, al menos as parece haber sido en la insurgencia saltojujea a diferenciade la altoperuana. Sin embargo, en el espacio litoral el artiguismo moviliz activamentea los indios y los pueblos guaranes le suministraron una base social mientras que en lasfronteras chaqueas las parcialidades se convirtieron en un aliado decisivo pero

    extremadamente autnomo del autonomismo santafesino. A su vez, entre los pueblosdel rea pan araucana se desarroll una intrincada combinacin de conflictosintertribales y alianzas con las facciones revolucionarias y realistas primero y con lasfacciones polticas posrevolucionarias despus. Con todo, de algo no hay dudas: con larevolucin se convirtieron en actores polticos decisivos.52

    Tomando en cuenta estos aspectos la experiencia portea aparece tambin comoparticularmente exitosa dada la importancia que para el rosismo tuvo tanto el apoyo dela poblacin afroamericana y el entramado de relaciones que forj con lastribusamigas. Esa experiencia portea, entonces, no slo se distingue porque transform aesa provincia en el rea ms rica y ms poblada, porque la adaptacin de su economa

    fue ms rpida y eficaz, porque termin orientando y beneficindose- del conjunto delespacio o porque pudo conformar un estado provincial dotado de mayores recursosfiscales y fuerza armada. Tambin porque la intensidad y amplitud de la movilizacinpoltica de los grupos subalternos (o incluso de aquellos en proceso de subalternizacin)parece haber sido de tal intensidad que se transformaron en parte sustancial de la basesocial del nuevo rgimen poltico y en herramientas insustituibles para disciplinar a lasclases propietarias y a las facciones elitistas. En tal sentido, las investigaciones recientesprofundizan la conclusin con que Halpern cerraba Revolucin y guerra y que noresulta superfluo recordar aqu:

    Tal como entrevi Sarmiento, la Argentina rosista, con sus brutalessimplificaciones polticas, reflejo de la brutal simplificacin queindependencia, guerra y apertura al mercado mundial haban impuesto a lasociedad rioplatense, era la hija legtima de la revolucin de 1810.53

    Por lo tanto, un anlisis despojado de todo nacionalismo y de todo idealismo permitecomprender el curso de una serie de revoluciones que distaron de ser tanto las quealgunos quisieron ver como las que otros hubieran querido sean. Se trata, en definitiva,de recordar una de las agudas recomendaciones que haca E. P. Thompson a propsitode los debates sobre la historia inglesa:

    Miremos, pues, la historiacomo historia hombres situados en contextosreales que no han escogido, y teniendo que enfrentar fuerzas que no sepueden desviar, con una inmediatez abrumadora de relaciones yobligaciones y slo con una mnima oportunidad de introducir su propiaactuacin- y no como un texto para echar bravatas acerca delo-que-poda-haber-sido .54

    52 RATTO, Silvia Revolucin en las pampas? Diplomacia y malones entre los indgenas de pampa ypatagonia,en FRADKIN, Ral (comp.),Y el pueblo dnde est?... , ob.cit.53 HALPERN DONGHI, Tulio, Revolucin y guerra , ob. Cit., p. 41954

    THOMPSON, Edward P., Las peculiaridades de lo ingls, en Las peculiaridades de lo ingls y otrosensayos , Biblioteca Historia Social N 11, Valencia, Centro Francisco Toms y ValienteUNED Alzira-Valencia, 2002, p. 75