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FILOSOFÍA - TEXTO 49 Eduardo P. Osswald Platón

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  • FILOSOFA - TEXTO 49

    Eduardo P. Osswald Platn

  • Texto 49

    Platn por Eduardo P. Osswald

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    Texto 49

    Platn Eduardo P. Osswald

    Introduccin Hay sealadas experiencias que nos conmueven, que nos separan del tiempo que habitamos a diario. Difcilmente nos ocupemos de establecer cul sea su verdadera naturaleza, ms bien nos dejamos arrebatar por ellas, dejamos que nuestra vida se invista de su extrao poder; s, tomamos debida cuenta de sus efectos. Un crepsculo en el regreso a casa, la luz del sol que se filtra entre los rboles, una meloda mientras caminamos, un gesto noble acometido o visto, hacen que sintamos una ntima conmocin sentimental; ntima porque parece no provenir del influjo de otros sentimientos, sino que su causa debiera estar en algo que hemos entrevisto en lo experimentado. Algo que pudiera no ser visto por otros, algo que nos habla, en este caso, exclusivamente a cada uno y que seala quiz- a un aspecto que no es objeto de una atencin particular, en lo que hace, -como decamos antes- a su naturaleza. Podramos decir, de un modo provisorio, que vistas esas cosas temporalmente, las vivimos en un tiempo que se muestra con otra intensidad que el cotidiano, aspecto ste que se compadece claramente con la imposibilidad de establecer su duracin objetivamente, digo, con un reloj: parece un tiempo diferente del tiempo. Si indagamos en ese aspecto cuantitativo de la experiencia temporal, su intensidad, decimos que la detectamos as por comparacin con lo sucesivo de lo cotidiano y que se muestra en nosotros con un grado de compromiso mayor, en la medida en que nos vemos convertidos a ella; observemos lo que esta palabra dice: que nos vertimos con que, en cierto modo, resultamos unificados; todo nuestro ser converge sobre eso que nos sobrevino y que nos desaloja del fluir homogneo, previsible, de lo cotidiano. El poder de lo entrevisto pertenece al fenmeno de lo experimentado, como un supuesto componente no explcito, pero al que deberamos poder descubrir; hay en l algo no visto inmediatamente aunque eficaz: algo en el crepsculo que parece ser su particular disposicin (la de este preciso momento, con sus nubes, su cielo, su sol) y que en s mismas, cada uno, no parecen tener ningn poder sobre nosotros. Sin embargo esa tarde nos vimos arrebatados por ese resplandor final o por los colores que tuvieron las nubes o por sus formas; algo nos conmovi y de un golpe nos condujo a que fusemos el crepsculo mismo. Algo sin duda enigmtico. Sin aventurar cul sea la naturaleza misma de ese poder, como lo hemos llamado, podemos s determinarlo como una resonancia del fenmeno en nosotros, como una notificacin de la existencia de una posibilidad que se encuentra en nosotros y que es convocada por algn tipo de experiencia particular y que tiene como modo ms inmediato de expresin nuestro compromiso podramos decir- sentimental, de modo que somos convertidos a esa experiencia.

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    Platn por Eduardo P. Osswald

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    La nombrada posibilidad, que es actualizada por determinadas apariciones, reside en nosotros, y de un modo tal que no parece participar visiblemente del entramado de fenmenos que hemos llamado lo cotidiano. Sin embargo, alguno de esos fenmenos hace que esa posibilidad se realice y nos interpele unificndonos en una experiencia peculiar. Podramos ilustrar esa resonancia con las palabras sintona, simpata1, que aluden a una concordancia entre lo que se aparece y una dimensin, que si bien no se muestra en lo cotidiano, sin embargo, produce en nosotros el efecto nombrado. Si nuestro propsito fuese descubrirla, conocerla, deberamos atender a su modo de ser, al modo en que es experimentada, aunque siempre est entretejida con el material (lo que ocurre) que tambin conforma lo cotidiano. Hablamos de intensidad, para nombrar el modo en que el tiempo pasa durante su acaecer, hablamos tambin de que ese modo del tiempo se experimenta como un efecto unificador de la atencin y que produce en nosotros una notoria conversin, en el sentido de vertirnos a su acontecer. Tambin aludimos a un cierto componente en la aparicin y por eso hablamos de simpata o acuerdo, en la medida en que una aparicin se establece como la ocasin para que se pongan en juego esas posibilidades sealadas. stas ltimas, decamos, no parecen participar de un modo visible en lo cotidiano; ahora bien, podramos conjeturar tambin que, dada su resonancia anmica, deben tener cierto valor para nosotros, esto es, la conmocin es tal en tanto descubre algo valioso, algo que no es medible con la vara de lo cotidiano. Lo bello, lo bueno, son experimentados en tanto que algo que ocurre -que nos ocurre- es investido, transfigurado, por un cierto poder capaz de sustraernos a la ceguera de lo cotidiano y asentarnos en una realidad otra. Ese poder podemos pensarlo como algo que nos asiste y a que las condiciones de su emergencia estn en ciertas disposiciones, en principio, inconmensurables, indisponibles: simplemente acontecen. Al examinarlo, tomando en cuenta el hecho de su resonancia sentimental, anmica, hemos usado la palabra conmocin, palabra que remite a algo que supone una prdida, en tanto nos saca de lo normal y previsible, haciendo que nos deslicemos hacia un cierto estupor, que expresa la disolucin manifiesta del mundo tal como esperamos que se siga produciendo. Este estupor, sin embargo, contina, en tanto, y es el caso de la experiencia de lo bello, que uno siente que est frente a una revelacin que no termina de consumarse. Adems, no queremos que termine, sino que aunque no vale aqu esfuerzo alguno- intentamos, la mayora de las veces vanamente, que ese estado de estupor, de una fascinada espera, permanezca. Lo que convierte lo esperado en estupor es la irrupcin inesperada de ese poder que transfigura lo cotidiano y nos resuelve a su condicin. Pero debe haber habido una falla, una fisura, en lo cotidiano para dejar lugar a esa indisponible capacidad de enlazamiento; esto podra hacernos pensar que aquella consonancia, a la que antes aludimos, implica

    1 Syn, en griego con; pathos: sentimiento, temple anmico; sympathos: tener los mismos sentimientos y de

    all, compadecerse; en general acuerdo. Acuerdo: vinculado a cor, cordis, corazn, con lo que esta palabra

    establece un mbito ligado al sentimiento ms que a la razn.

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    una vinculacin entre esos dos mundos; podramos suponer que lo cotidiano es la forma olvidada, perdida, de una integridad mayor y que en ciertos momentos (por ciertas fisuras) se reencuentra y se instala, sin violencia, en el centro de nuestro ser. Hablamos de una integridad mayor por la experiencia unificante que implica tal acontecer, cuya contracara es el deslizamiento incesante y homogneo de lo cotidiano. Si bien, en un primer momento, tratamos por igual el acontecer de lo bello y de lo bueno, hemos ensayado nuestras indagaciones a travs de experiencias estticas; de hecho, la experiencia de lo bueno como decamos, visto o acometido- se establece en nosotros de un modo diferente. Mientras lo bello aparece, lo bueno parece sustraerse: [...] En un pasaje clave del Filebo, Platn dice que, mientras estbamos cerca del Bien y nos encontrbamos a su lado, l huy y se escondi en la naturaleza de lo Bello, o sea, en la medida y la proporcin. Se trata de aquellos extraordinarios juegos irnico-dialcticos en los que Platn revela por escrito su pensamiento, fingiendo esconderlo. Pues lo Bello no esconde el Bien, sino que lo revela. Reale, G., Platn En bsqueda de la sabidura secreta, Barcelona, Herder, 2001, Trad. Roberto Heraldo Bernet, p. 255 Podemos afirmar que, en cierto modo, todo lo dicho hasta ahora presupone que existe un mbito que, si bien es esquivo a la mirada comn, elige su exposicin o nos elige como medio expresivo, y por eso lo hemos considerado como una posibilidad o un poder. Scrates2 consider su vida como una misin ordenada por el dios3 en la rigurosa medida en que el alma del hombre, en tanto es lo divino en l, debe ser objeto del ms celoso cuidado y servicio; esto exige un determinado saber del alma o de lo divino o, por lo menos, una firme conviccin de la pertinencia de la misin que debe ser llevada a cabo y, adems, concibe la existencia de un mbito peculiar que pueda ser objeto de un saber peculiar, esto es, de un mbito que tiene por condicin ser esquivo y, a la vez, fuente de determinadas experiencias que develan algo valioso, tal como se dice en la introduccin. Por eso Scrates es el ms sabio, ya que su saber como se ver- no se ocupa de lo cotidiano, del mundo; basta recordar la historia de su amigo

    2 Scrates nacin en Atenas en el 470 y muri, en la misma ciudad, en el 399. Su muerte fue el

    cumplimiento de la condena que estableci para l el tribunal de su ciudad; con las acusaciones de impiedad y corrupcin de la juventud, fue condenado a beber cicuta, un veneno que mata lentamente. Las circunstancias de su muerte fueron descriptas por Platn en su obra Fedn. En esa circunstancia Scrates

    ordena retirar a su esposa e hijos, que lloraban desconsoladamente, y se ocupa, junto con sus compaeros, a

    dialogar acerca de la inmortalidad del alma. 3 Cfr. Jaeger, W., Paideia, Mxico, FCE, 1974, Trad. Wenceslao Roces, p 416 y ss.

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    Querefonte4 quien consulta al Orculo de Delfos sobre si Scrates es el ms sabio; la contestacin afirmativa, dicen, sumi al filsofo en extrema perplejidad, pero siendo un hombre piadoso no dud de la veracidad del dios y se dispuso a comprender propiamente la divina sentencia; la puso a prueba con los que crean saber: los consulta y llega a la conocida conclusin: Slo s que no s nada. Esto es, saber no quiere decir estar notificado de muchas cosas, sino estar abierto a un orden que, si bien es difcilmente accesible, impera sobre lo que compromete la vida de los hombres, esto es, algo de un inters infinito, el de los valores supremos de la vida5. Es as que Scrates, a diferencia de aquellos que se ocuparon del cosmos, que conforman el primer pensamiento nacido en Jonia y que tena por exclusivo propsito descubrir la legalidad que rige a la naturaleza (phsis), se sumi en la investigacin del carcter del hombre; as como los gemetras y los matemticos indagan la naturaleza de figuras y nmeros y de la legalidad que los rige, Scrates intentar, con el mismo rigor, indagar en el trasfondo de la conducta del hombre: buscar la formulacin unvoca de nociones tales como el bien, la piedad, la virtud, acompaado de un mtodo negativo que permita, al menos, despojarnos del incierto saber que surge de nuestras convicciones. El motivo, que llev a Scrates a la asuncin de esta tarea y a suponer involucrado al dios mismo en ella, era la salvacin de la polis; Atenas, su ciudad, estaba amenazada por el enemigo ms insidioso, ms inasible, peor an que el formidable ejrcito espartano que amenazaba sus fronteras: la disolucin de aquella firme cohesin de sus ciudadanos que haba, entre otras cosas, hecho posible el triunfo contra los persas (-490 y 480) y haber hecho de Atenas la ms importante -en todo sentido- ciudad de Grecia. La unidad que haca que el individuo se supiese parte de un todo armnico y, a la vez, no comprometida su libertad, estaba en juego por la explosiva conjuncin de la amenaza externa (Esparta), el caos poltico (luego de la muerte de Pericles) y la mudanza en las costumbres, que tena como expresin visible la prctica de esos maestros errantes llamados sofistas. Habra que agregar la peste que se abati sobre la ciudad, superpoblada y sitiada, que se llev a la tercera parte de la poblacin, incluyendo al mismo Pericles. Los sofistas, en realidad, no eran la causa de la decadencia, sino que habra que considerarlos como un fenmeno sintomtico, como la fiebre que seala a la enfermedad. Haban adquirido relevancia por el xito de su enseanza, dirigida en particular a los nuevos ricos, que eran, a la vez, recin llegados al mundo de la poltica y carentes de lo que podramos denominar una educacin formal. Las reformas democrticas, que pusieron en pie de igualdad poltica a todos los ciudadanos, hizo que la palabra, en tanto se dirigiese para persuadir a muchos (retrica) o sirva para el combate en los tribunales, cobrase relevancia como instrumento de poder. Las formas de convencer, la persuasin (pitho), las argucias en la argumentacin, que ayudasen a defender mejor los propios intereses, la prctica de los diferentes modos de establecer principios y seguir

    4 Platn, Apologa de Scrates, Buenos Aires, EUDEBA, 1984, Trad, Conrado Eggers Lan, pp. 127 y 128.

    5 Cfr. Jaeger, Op. Cit., p. 443

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    consecuentemente, a travs de argumentos pertinentes lo establecido, fueron todas tcnicas que los sofistas ofrecieron a sus clientes vidos de hacerse a esa novedosa cultura de la palabra; ahora bien, estas tcnicas que, indiferentes al contenido puesto en discusin, podran probar una cosa o su contraria, sin importar si lo que se concluyese fuese o no verdadero, conformaban la forma explcita del desinters por los valores y, correlativamente, el de su unvoco inters por el xito. Es un lugar comn en las historias de la filosofa considerar que la sofstica (no la escuela, porque no eran sino un grupo no agremiado y variopinto de profesores rentados) propenda al escepticismo y al relativismo: afirmacin que se acompaa con las frases de Gorgias: Nada existe, si existiera no lo podramos conocer y si lo pudiramos conocer no lo podramos comunicar y de Protgoras: El hombre es la medida de todas las cosas; de las que son en tanto que son y de las que no son en tanto no son. En realidad las cosas eran mucho ms complejas, pero como no se trata de ellos, sino de sus contendientes, diremos que la presencia de los sofistas era un ingrediente irritante, el enemigo visible, lo que deba ser enfrentado en su propio terreno, el de la argumentacin, el de la palabra, y que deba ser un ateniense que supiese de los viejos tiempos, alguien que fuese quizs el ttulo no corresponda exactamente- un patriota. La decisin de Scrates de llevar a cabo su tarea fue una decisin poltica, aunque l estuviese formalmente fuera de todo inters poltico partidario. La consecuencia de la imposibilidad de sostener una certeza que valiese, por s misma, para todos es que la verdad depender entonces de la fuerza o fortuna con que pueda sostenerla alguien, ya que si el hombre es la medida de todas las cosas ... qu instancia permanece sino la fuerza de cada uno, entindase: desde la persuasin hasta la guerra es la extensin de este principio. Anticipndose, Scrates ve que si no hay una verdad cuya fuerza uniese a los individuos, la sociedad se dirige hacia una lucha de todos contra todos. Es claro, tambin, que este relativismo moral tiene su fuente en el escepticismo gnoseolgico. Los sofistas abonan estas consecuencias ingenuamente; no son atenienses, estn siempre de paso y rodeados por un grupo de selectos seguidores, hijos de familias acomodadas, deslizndose con cierto aire de inaccesibilidad entre las casas de las grandes familias y aulas dispuestas para sus exhibiciones. Scrates, en cambio, es hijo de un escultor y una partera, no cobra, es conocido por todos y no est rodeado de ninguna corte, es un ciudadano sencillo que conversa con todos y de todo6, slo que l no es ingenuo: l eligi este modo de accin, de ir uno por uno, no asocindose a faccin poltica alguna, porque reconoce que el mal que aqueja a su ciudad no es un asunto que pueda tratarse polticamente, sino que reside en el alma de cada ciudadano; debe ser su nico inters la salud de la ciudad, debe, tambin, haber descubierto algo que pueda servir de sostn para su tarea teraputica. Su conviccin es, sin embargo mvil: hay que creer, si nos basamos sobretodo en los testimonios de los primeros dilogos de Platn, que l no saba, ya que deja las cuestiones abiertas, sin haber alcanzado conclusiones definitivas; eso s, ha sometido a sus interlocutores a verdaderas tareas de

    6 Cfr. Jaeger, Op. Cit., p. 412

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    demolicin: al fin de las conversaciones, Scrates es, en todo caso, el mismo, no as sus vapuleados interlocutores. El dilogo Laques es un buen testimonio de la teraputica socrtica: Scrates es solicitado para dirimir una cuestin que compete a la educacin de los jvenes: la de si es mejor aprender el arte de la guerra en una academia o en el mismo campo de batalla. Dos individuos idneos en el asunto de la guerra son sus interlocutores, Laques y Nicias. Ms all de lo que dice cada uno de ellos, Scrates impone persuasivamente un punto de vista que orienta toda la discusin: desprenderse de los hechos, de los ejemplos, porque aquello que pertenece al mundo de la opinin en tanto cambiante es siempre rebatible; en cambio, lo inherente al plano de lo conceptual puede ejercer un poder regulativo en tanto est orientado a formular una definicin unvoca; de lo que estamos hablando, les dice Scrates, es del valor y, en todo caso, los ejemplos son slo expresiones fragmentarias que difcilmente abarquen una nocin tan amplia y, en apariencia, compleja como es la del valor. Lo que ocurre entonces es tragicmico: primero Laques y, luego con mayor cuidado, Nicias, van proponiendo definiciones, basadas en ejemplos, que Scrates va disolviendo una tras otra, pero no oponiendo otra mejor, lo que sera ubicarse en el plano de los ejemplos, sino encontrando en las propias definiciones propuestas contradicciones que las disuelven; pero no son las disueltas slo las definiciones sino y lo que resulta mucho ms grave- las convicciones de los interlocutores. Ellos no son improvisados en el arte de la guerra, pero ante el demn Scrates caen en insalvables contradicciones; una vez que sus convicciones (ellos mismos, pues nosotros ms que sobre nuestros pies caminamos sobre nuestras convicciones) preguntan exnimes a Scrates qu cosa es, entonces, Oh alabadsimo Scrates, el valor? ste les contesta que no lo sabe, que nunca dijo saberlo. Los entrega, as, en el mejor de los casos, a la bsqueda de una definicin aceptable del valor. Saben, sin embargo, que no habrn de buscarla en las opiniones, que han sido denunciadas como un saber inseguro y que se ha ido sedimentando de un modo espontneo y sin un criterio riguroso, sino en ellos mismos, en su interior. Y no es esta bsqueda hija de una mera curiosidad intelectual; Scrates los ha expuesto, los ha desnudado (como un mdico a su paciente): hay algo en toda esta puesta en escena que los compromete ms all de un ocasional traspi intelectual; se ha puesto en juego la propia idoneidad, la propia identidad del interlocutor. Esa esquiva nocin que formulan en sucesivas construcciones de emergencia, infructuosamente, debe ser, sin embargo, posible de formular de algn modo, ya que hay actos de valor que la sealan y que, adems, no se limitan al campo de batalla, sino que en mltiples conductas humanas es posible entrever eso valioso; algo que parece no pertenecer al mundo de la opinin, de los ejemplos, de lo cotidiano, y que sin embargo- lo determina asistindolo. Esa gravitacin de algo valioso es lo que Scrates sabe, pero se da cuenta de que no es algo enseable, como lo es un saber tcnico cualquiera, sino que precisa de un determinado ritual que incluye la necesaria disolucin de aquello que de un modo natural, espontneo, rega nuestra existencia; debemos conseguir esa aptitud para la recta visin de lo esencial y Scrates lo hace estratgicamente, arrojndonos a una bsqueda dramtica que coincide con una conversin del

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    hombre hacia s mismo, hacia su carcter divino, hacia su alma. Su arte, que l llama mayutica, es el arte de su madre que era partera; l lo que hace es parir ideas, autntico saber, autnticos hombres. Los interlocutores, que han aceptado la humillacin de ver disolverse su saber, habrn de despojarse de su anterior mundo, que no era ms que una forma de ceguera, expresando con su propia vida la que es quiz la frmula ms exacta para el legado de Scrates: Una vida sin examen no es una vida humana. Scrates no dej obra escrita, por una decisin de la que podemos slo conjeturar su causa; quizs l supiese que su tarea, impuesta por divina coercin, no podra llevarse a cabo sino en la viva relacin dialgica, trmino que significa avanzar a travs (di) del lgos (palabra, pensamiento, juicio); el tono de voz, el gesto, la mirada, el cuerpo, se pierden irremediablemente en la escritura; adems no es posible registrar el que es, quizs, el ms eficaz instrumento de enseanza: el silencio del maestro. En griego oportunidad, ocasin, se dice kairs. Scrates es un poltico en el siguiente sentido: alguien para quien el kairs, el decir o no decir en la discusin es fruto de un peculiar saber, en el que lo que est presente a su atencin es, por una parte, el juego de consecuencias que surgen de la formulacin de su interlocutor y, por la otra, la necesaria unidad de aquello que es buscado, esto es, nociones unvocas para la virtud, el bien, el valor, etc. . La artstica dosificacin de sus intervenciones buscan la transformacin de su interlocutor y es, justamente, ese saber, el del poltico, el que descubre la ocasin justa para lograr los efectos adecuados. En este preciso sentido es el poltico, en su significado ordinario, un pedagogo. Como dijimos, los primeros dilogos de Platn, que han sido llamados socrticos, en tanto rememoran un Scrates vivo, carecen en su mayora de una conclusin explcita, sea porque Scrates abandona la bsqueda de la respuesta o porque deja a sus compaeros en la tarea de indagarse a s mismos; muchos de aquellos que se sintieron humillados, ms que al descubrimiento de una nueva identidad, comenzaran a contarse entre los que lo odiaron consecuentemente. Son los que apoyaron la acusacin y su posterior condena a muerte (-399). Platn7 fue discpulo de Scrates durante unos diez aos; como dijimos, sus primeras obras fueron dedicadas a guardar la memoria de su maestro. Por lo dems, salvo algunas excepciones, la obra de Platn est escrita en forma de dilogos en los que Scrates es el protagonista, aunque con el tiempo su nombre se convirtiese en la mscara de su discpulo. Platn es a Scrates lo que San Pablo a Jess: Platn universaliz el legado socrtico, lo sac de su

    7 Platn, (427-347 a.C.) Naci en Atenas, es el creador de un sistema filosfico y de un mtodo de exposicin

    de la filosofa que le convierte, probablemente, en el filsofo ms influyente de toda la historia. Descendiente

    de una acomodada y aristocrtica familia que se vanagloriaba de descender del antiguo rey Codro (era hijo de

    Aristn y Perictona -hermana de Crmides y sobrina de Critias-, dos de los llamados treinta tiranos que

    protagonizaron un golpe de estado antidemocrtico en Atenas en los aos 404-403 a.C.), Platn, tuvo dos

    hermanos: Adimanto y Glaucn, y una hermana, Potone. A la muerte de Aristn, la madre de Platn se cas

    con Pirilampo, un antiguo amigo de Pericles, con quien tuvo un hijo, Antifn, que por tanto era medio

    hermano de Platn.

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    provincialismo8; en efecto, Platn se desentiende de la suerte de Atenas, que quizs fuese una causa perdida, y se ocupa de trasponer -ahora s en forma escrita- la posibilidad universal de orientarnos hacia una vida con examen, al establecer una pedagoga superior, al proponernos que la vida se resuelva en una alta vigilia9. Funda la primera universidad, la Academia; en tres viajes a Siracusa, en el Sur de Italia, intenta transformar a los gobernantes en filsofos y deja una obra, que se ha conservado completa, en la que despliega, entre otras cosas, el fundamento del pensamiento de su maestro; esencialmente: la conviccin de que existe en el hombre una instancia no humana, de naturaleza divina, a la que debe uno convertirse: el conocimiento de lo bueno. Esta conversin es una tarea, un trabajo de despojar y despejar: despojarse del saber ocasional de la opinin, despejando as el camino hacia un saber capaz de orientar unvocamente la vida del hombre. Se dice que el joven Platn, cuando conoci a Scrates, quem las tragedias que haba escrito. Quiso as mostrar el fin de los devaneos de un joven privilegiado, descendiente de una de las familias ms importantes de Atenas, quien decide asumir un compromiso peculiar (no poltico) con su ciudad, ya que segn cuenta el mismo Platn10- sus intentos de hacerse poltico no fueron sino repetidas decepciones, y no por fracasos en el sentido comn del trmino, sino por la exhibicin de brutalidad y crueldad de entre otros- sus propios parientes, quienes participaron en el fugaz gobierno de los treinta tiranos. La ulterior restauracin democrtica no fue tampoco auspiciosa, pues fue se el gobierno que conden a muerte a Scrates. Ahora bien, la quema de su obra artstica no signific la clausura de las posibilidades de su incomparable talento dramtico, sino la decisin de orientarlo hacia un fin ms alto. Los dilogos de Platn son teatro hablado, con la salvedad de que los personajes no representan algo que indujera a los espectadores a la ficcin, tampoco tienen el designio del teatro de conmovernos, de aspirar a transformarnos por el camino de la sujecin sentimental; por el contrario, buscan una comunicacin autntica11, uno puede

    8 Esta expresin la utiliza Giorgio Colli cuando se refiere a la adopcin, por parte de Schopenhauer, de

    nociones del pensamiento hind. Vase: Colli, G., Despus de Nietzsche, Editorial Anagrama, Barcelona,

    1978, Trad. Carmen Artal, p. 13. 9 "Para el verdadero poeta, cada momento de la vida, cada hecho, debera ser potico, ya que profundamente

    lo es. Que yo sepa, nadie ha alcanzado hasta hoy esa alta vigilia. Browning y Blake se acercaron ms que

    otro alguno; Whitman se la propuso, pero sus deliberadas enumeraciones no siempre pasan de catlogos

    insensibles". Borges, Jorge Luis, Borges Obra Potica 1923 / 1976, EMECE, Buenos Aires, 1977, P 359. 10

    Vase Carta VII 11

    "[...] Como se sabe, los sofistas tambin utilizaban la argumentacin; sin embargo, a menudo la empleaban

    como arma o narctico: se jactaban de poder hacer del argumento ms dbil el ms fuerte, e incluso de

    vencer y subyugar al alma [...]. Platn, incorporando la apertura crtica y el carcter multifactico del mejor

    teatro griego, usa la argumentacin para mostrar una autntica comunicacin y, adems, para establecerla con

    el lector. Por consiguiente, cabe afirmar que, a diferencia de los libros objeto de las crticas de Scrates, los

    dilogos despiertan y vivifican el alma; lejos de sumirla en una pasividad narcotizada, la incitan a la actividad

    racional. Dicho gnero literario debe esto a su parentesco con el teatro [...]." Nussbaum, Martha, La

    fragilidad del bien Fortuna y tica en la tragedia y la filosofa griega, La Balsa de Medusa, Madrid, 1995,

    Pp 183 - 184

    pp 183 184

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    retroceder al punto de inicio de una discusin, examinar nuevamente los elementos puestos en juego, puede decidir sobre la fortaleza o vulnerabilidad de los argumentos exhibidos por uno y otro, y todo esto no es una referencia a otra historia sino el asunto mismo en el que nos descubrimos involucrados; muestra, asimismo, el papel que puede jugar el conocimiento en asuntos que, antes, estaban asociados a los poetas, a los que se recurra como hoy se recurre a una enciclopedia. No hay conclusiones, ni una lista de acciones a seguir, sino un ejercicio, una gimnasia12 que ayuda a mantenerse gil, en perpetua tensin, que vivifica, refresca y libera disponindonos a una lucidez ms alta que la de la vigilia. Hay argumentaciones. Es posible seguir el hilo que enlaza cada juicio, cada razonamiento, que componen las intervenciones de los participantes del dilogo, asocindolos de un modo tal que se muestren o no- pertinentes. Lo que los une es la observancia de un principio de carcter lgico, el de no contradiccin13. En el ya mencionado Laques, ste afirma que el valor es no retroceder nunca y mantenerse firme en el puesto de batalla; Scrates le recuerda que los espartanos y los tracios, simulando retroceder, desorientan a sus enemigos y, al interrumpir imprevistamente la retirada, los desorganizan: as triunfan. No por eso dejan de ser valientes, se ve entonces Laques, obligado a improvisar una nueva y, dada la zozobra de la situacin, ms precaria definicin. La transgresin denunciada una y otra vez por Scrates es la cada del interlocutor en contradicciones surgidas de sus propias afirmaciones. La comparacin de Scrates con un pez torpedo14, que inmoviliza con una descarga elctrica a sus vctimas, describe el obnubilado vrtigo al que conduca su operacin pedaggica. Pero anotamos, tambin, la limitacin de esta prctica socrtica al afirmar, por lo que podemos sospechar, que Scrates no afirm nunca definitivamente- una doctrina; sealaba s, hacia un mbito ntimo, indisponible, que reside en el aspecto ms noble del hombre y que debiera ser conquistado por cada uno; Platn, en cambio, y en particular luego de su regreso del primer viaje al Sur de Italia15, establece una doctrina que, puede decirse, da un paso ms all de Scrates, nos referimos a la Doctrina de las Ideas.

    12

    Cfr., Paideia, p 411 13

    Una de las leyes del pensamiento tradicionales, cuya formulacin ontolgica es: Una cosa no puede ser

    ella misma y su contrario, en el mismo aspecto y en el mismo momento; mientras que su formulacin lgica

    es: Es imposible que un enunciado sea a la vez verdadero y falso. Diccionario de filosofa en CD-ROM.

    Copyright 1996. Empresa Editorial Herder S.A., Barcelona. Todos los derechos reservados. ISBN 84-254-

    1991-3. Autores: Jordi Corts Morat y Antoni Martnez Riu. 14[...] Y del todo me parece, si se puede tambin bromear un poco, que eres parecidsimo, tanto en la figura como en lo dems, al torpedo, ese ancho pez marino. Y en efecto, este pez, a quienquiera que se le acerca y le

    toca, lo hace entorpecerse, y una cosa as me parece que ahora me has hecho t; porque verdaderamente yo,

    tanto de alma como de cuerpo, estoy entorpecido, y no s qu contestarte. Y, sin embargo, mil veces sobre la

    virtud he pronunciado muchos discursos y delante de mucha gente, y muy bien, segn a m me pareca; pero

    ahora ni siquiera qu es puedo en absoluto decir. Y me parece que haces bien en no querer embarcarte ni

    viajar fuera de aqu; porque si siendo extranjero en otro pas hicieras tales cosas, quiz te detuvieran por

    mago. Platn, Menon, 80 a 80 b. 15

    poca que coincide con la fundacin de la Academia y con la publicacin de sus escritos de madurez:

    Fedn, Banquete, Fedro y Repblica. Platn tena entonces unos cuarenta aos, esto es, en el 386 aproximadamente.

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    Los xitos de Scrates eran particulares y se cumplan en el interior de sus discpulos; la comprobacin del xito consista en la transformacin individual, efecto de la bsqueda de vivir segn esas esquivas nociones, nunca formuladas explcitamente. Platn encuentra, por el contrario, un tipo de entes que no dependen, en absoluto, de nuestras convicciones, de nuestras opiniones, verdades de las que somos, en todo caso, ocasionales portadores: las matemticas. Afirmamos que esta mesa es rectangular; si la medimos con precisin rpidamente sabremos que la mesa no es en modo alguno rectangular; s, su forma evoca la rectangularidad, pero sta no se encuentra en el espacio y el tiempo; en realidad, no hay nada en el mundo que sea perfectamente rectangular. La diferencia estriba en que la idea de rectngulo es perfecta, esto es, no le falta nada para ser. De aqu se extrae una consecuencia de radical importancia: la perfeccin no corresponde a ningn ente que yazga en el espacio y el tiempo, no hay ninguna experiencia sensible corroborable que informe del dato perfeccin, por lo tanto, la mentada idea no puede ser resultado, ms o menos casual, de una suerte de decantacin abstractiva de cosas vistas como rectangulares y que mediante un misterioso proceso gesten en nuestra alma tal idea. La experiencia sensible ofrece, en forma fragmentaria, datos que evocan la rectangularidad. Esta revelacin desdice la proclama sofista del hombre es la medida de todas las cosas...; hay verdades que no slo no dependen de la experiencia individual sino que la fundan. Esta vertiginosa inversin de la realidad del sano sentido comn, implica que es ms real la idea del rectngulo que cualquier cosa rectangular, en tanto, cada cosa rectangular es por semejarse a un perfecto rectngulo ideal del que ha tomado su forma: lo ms abstracto es lo ms concreto y viceversa. Pero hay ms: los entes de tal clase no se encuentran aislados en un mbito, que no es ciertamente el de lo espacio temporal, sino que pueden establecerse entre ellos vnculos que otorgan certezas unvocas, certezas que una vez ms- no dependen de ninguna experiencia sino que surgen por la sola inspeccin del espritu. Parmnides16 de Elea es quien utiliza, en su poema, por primera vez el mtodo de la reduccin al absurdo en una demostracin. Esta posibilidad asombrosa de poder, a partir de determinadas definiciones, unvocamente establecidas y que otorgan certezas absolutas, slo asequibles por la inteligencia, derivar otras en las cuales no es posible verificar prdida alguna en lo que hace a su integridad y plenitud de su certidumbre, indujo a Platn la idea (de algn modo de inspiracin pitagrica) de que podra deslizarse el tipo de

    16

    Filsofo griego presocrtico. Originario de Elea, naci hacia el ao 515 o 510 a.C. Parece que fue discpulo

    de Jenfanes de Colofn (del que ampli su pantesmo y lo convirti en un panlogismo) y, segn Teofrasto,

    fue discpulo de Anaxmenes. Tambin mantuvo contacto con los pitagricos, siendo discpulo de Aminias y

    de Dioquetas (personajes sobre los que nada o casi nada se sabe). Pero, en cualquier caso, reaccion

    vigorosamente contra el pitagorismo. Segn Guthrie, la gran influencia de Parmnides permite dividir la

    filosofa presocrtica en dos: as, cronolgicamente, es posterior a Herclito; mientras que Empdocles,

    Anaxgoras, Leucipo y Demcrito son, tanto cronolgica como filosficamente, post-parmendeos. Es decir,

    su filosofa no poda ser ignorada y marc decisivamente el pensamiento posterior engendrando la ontologa y

    la metafsica. Diccionario de filosofa en CD-ROM. Copyright 1996. Empresa Editorial Herder S.A.,

    Barcelona. Todos los derechos reservados. ISBN 84-254-1991-3. Autores: Jordi Corts Morat y Antoni

    Martnez Riu.

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    Platn por Eduardo P. Osswald

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    certeza que otorgan los entes geomtrico matemticos a todo lo que existe. Hay un mbito de entes, puramente inteligible, perfecto e inmutable, que conforma un todo, un sistema, del cual el mundo en que vivimos es una copia, esto es, una forma degradada de aquel polo atractivo por su perfeccin, en el que se encuentra lo que es en s mismo. Por otra parte, esto echa luz sobre aquellas esquivas nociones a las que su maestro aluda; ahora estn definidas, establecidas y vinculadas unas con otras y, adems, exhiben el porqu de nuestra errancia en el mundo, el porqu la opinin no puede ser un conocimiento vlido, en tanto est basado en copias, el conocimiento sensible es algo que propiamente no es, algo que existe como resonancia devaluada de una composicin ms alta y perfecta. El mundo de los sentidos cambia y no es posible conocer lo que cambia; el cambio supone inmutabilidad. Platn en el Libro VI de la Repblica en el llamado Paradigma de la Lnea (Republica VI 509d 513e), presenta el mapa de todo lo que existe.

    En este grfico estn representadas las regiones del ente y su correlato cognoscitivo; el orden de composicin del cuadro es, de arriba hacia abajo, de la plenitud del ser al vaco del no ser, mientras que la izquierda expresa la estructura del ente, la derecha los tipos de conocimiento que corresponden a dicha estructura. Simboliza el camino que debe seguir el alma desde las penumbras, que son este mundo que habitamos, hasta la perfecta luminosidad sin sombra de la visin intelectual de lo que es en s mismo. Ms all de la inmediata referencia religiosa, que implica tal trnsito, es til notar que se trata de una tarea de gradual despojamiento de aquello que impide una mirada correcta; Platn la determina

    SER = IDEA DEL BIEN

    Ideas morales y metafsicos

    Inteligencia (nesis)

    Ideas Matemticas

    entendimiento (dinoia)

    Cosas sensibles (propiam. dichas)

    Creencia (pstis)

    Imgenes Imaginacin (eikasa)

    No ente Ignorancia absoluta

    ENTES Facultades del conocimiento

    epis

    tm

    e (

    cie

    ncia

    ) doxa (

    opin

    in)

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    ible

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    como una conversin17 total del alma e ilustra ese trnsito inmediatamente, en la clebre alegora de la caverna18. El volverse del hombre hacia lo esencial es una liberacin del mundo de lo inmediato regido por el cuerpo, de lo espacio temporal, que en el paradigma corresponde a las cosas reflejadas y a los entes espacio-temporales (que son un reflejo de lo ideal); as como el gemetra puede dirigir la mirada del espritu hacia el rectngulo en s y, correlativamente, desentenderse de las cosas rectangulares y conocer la legalidad ideal que las constituye. Esto no es, sin embargo, un ocasional giro de la atencin, ya que si tenemos en cuenta que los entes sensibles son una copia, el giro es hacia lo esencial, hacia lo determinante e involucra a lo ms valioso del hombre, lo ms real y, consecuentemente a la totalidad de su ser; esta conversin no es una nueva perspectiva, digamos, intelectual, sino que involucra al ser del hombre en total: el saber, tanto para Scrates como para Platn, implica la virtud, en tanto no es un asunto que compete a la razn humana pensada como una facultad particular. En otras palabras, ascender en el conocer es ascender en el ser; no se trata de saber de muchas cosas (los sofistas seran virtuosos), sino de conocer la esencia de cada una y sus relaciones. An las almas ms vulneradas, ms involucradas en el cenagal del mundo, no han perdido su divina condicin, y la prueba de ello es que son aptas para deslizarse por el mundo; lo esencial es lo que le da el ser a lo que se presenta a los sentidos. Esto ltimo es fragmentario, una copia, una sombra, sin embargo, la gravitacin de lo esencial los vuelve inteligibles, familiares, hasta, podramos decir, que los completa. En lo ideal yace la forma perfecta de aquello que se nos presenta como una sombra, el alma completa la imperfeccin de lo sensible. An ms cuando el hombre pueda darse vuelta y reconocer a aquello que asiste configurando y que est ms all (met) del mundo (physis)19; podra decirse que el alma al conocer es un movimiento, una excedencia, que yendo ms all no se pierde, sino que conservndose, alberga en s a lo otro. Las cosas sensibles son la ocasin para el develamiento de lo ideal, que enlaza ese testimonio particular, con lo esencial que lo asiste y completa; la palabra griega lgos, que significa en el habla comn, palabra, discurso, razonamiento, remite, en otro registro, a re-unin20, esto es, el hombre, por ser tal, opera como un poder de re-establecimiento de una unidad que se insina en la pura integridad de la idea, pero que sin el estmulo de lo sensible, no aparecera en modo alguno. El mundo sensible, que yace ineluctablemente frente a nosotros y del que formamos parte, es una dispersin de la unidad ideal; unidad que se exhibe hasta en la ms elemental de las acciones humanas; conocer su estructura

    17

    Platn utiliza la palabra periagog, que puede traducirse tanto como transformacin como conversin. La frase de Platn es una conversin o transformacin total del alma. Alma, se dice en griego psykh, y alude, en este contexto, a una transformacin total del ser del hombre. Cfr. Heidegger, Martin, Hitos, Alianza

    Editorial, Madrid, 2000, Trad.Helena Corts y Arturo Leyte, p 186. 18

    Repblica, VII, 514 a, hasta 517 a 19

    El nombre Metafsica, segn la tradicin, lo creo un bibliotecario, Andrnico de Rodas 30 A.C., quien en la

    tarea de clasificacin de la obra de Aristteles, consider a los libros de la llamada filosofa primera, como

    estando ms all de los que se ocupan del ente espacio-temporal. 20

    [...] El enlace es siempre un componer representativo con respecto a un posible modo de unidad que caracteriza la composicin. En esta caracterizacin del juicio perdura an dbilmente el sentido originario del

    lgos como reunin. Heidegger, op. cit., p 164

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    Platn por Eduardo P. Osswald

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    es una tarea pedaggica21. Si tal mundo ideal es irreductible al mundo sensible, tal como lo mostramos en el ejemplo del rectngulo perfecto del gemetra, no pertenece sino a lo divino, que para los griegos equivale a inmortal; en otros trminos, a ese mundo ideal pertenece nuestra alma, que a travs de su contacto con lo divino, es capaz de otorgar sentido al mundo, el que se presenta como ella misma, aunque cada, dispuesta fragmentariamente en el espacio y en el tiempo. Conocer es recordar, aunque no en trminos psicolgicos sino transcendentales, como veremos luego; lo que da al mundo su cercana, su familiaridad, est previamente dispuesto de un modo ejemplar en nuestra alma y es esto el signo de la comunin del alma con lo divino. En una obra de la vejez, el Timeo, Platn nos relata, a travs del mito del Demiurgo22, como ste, teniendo la vista puesta en los modelos ideales y sobre una artesa, plasma el mundo tal como lo conocemos. Cabe notar que no son los dioses o dios quien crea el mundo, ya que esto implicara que lo divino carece de algo, ya que una accin, cualquiera que ella fuese, implica una carencia y por ende imperfeccin; por eso Platn apela a un mito, que como vimos es una constante en sus dilogos, y pone a un ser intermedio a plasmar la creacin. En tanto lo creado es copia, el proceso del conocer es, en realidad, de re-conocer. La presencia de lo sensible remite espontneamente a algo que, metafricamente, se parece a la accin de recordar, aunque lo recordado no pertenezca a una experiencia de este mundo sino a lo aprendido en aquel contacto del alma con lo divino. En otra bellsima historia, se nos cuenta que el alma, antes de ingresar al cuerpo, debe atravesar el ro Letheo, palabra que en griego significa ocultamiento; el alma se oculta a s misma, aunque esto no equivale a un anonadamiento, sino a que un velo la cubra; ella olvida. La aparicin de este rbol, de este ciprs, remite a una forma esencial que contiene en s a todo rbol posible y que, por otra parte, se muestra fragmentariamente en el que ahora veo. Verdad se dice en griego Altheia, siendo la a privativa (como en castellano cuando decimos a-normal) equivale entonces a des-ocultar, a quitar el velo; de all que podramos adjudicarle al hombre, como condicin esencial, la de ser althico, el desocultante. El elemental manipular, la simple visin de algo, implica que lo hemos sustrado de su opacidad, el iluminarlo equivale a configurarlo como esto o aquello: el hombre es aquel que instala el mundo bajo la doble sugestin de lo espacio-temporal y de las Ideas. Ser filsofo significa, entonces, re-conocer el valor superior de lo eterno y aplicarse a su indagacin. El paradigma representa el camino que debe seguir el hombre para alcanzar lo que le es propio. En la alegora de la caverna se muestra, como dijimos, tal trnsito de un modo plstico. Los hombres vivimos encadenados de pies y manos, con la mirada puesta en el fondo de una caverna, fondo en el que se ven sombras que corresponden a las cosas, que son llevadas por otros hombres, que las transportan elevndolas por encima de una pared baja, como la que usan los

    21

    Pedagoga, quiere decir literalmente, conduccin del nio. 22

    Demiourgs, refiere a artesano, literalmente quien trabaja para el demos, que podra traducirse por pueblo; Vase: Platn, Timeo, 30 a y ss.

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    Platn por Eduardo P. Osswald

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    prestidigitadores; por detrs de los portadores brilla un gran fuego, que hace posible la proyeccin de lo que transportan sobre el fondo de la caverna. Los encadenados escuchan, tambin, el rumor de lo que conversan los portadores. En cuanto uno de los prisioneros fuese liberado e instado a darse vuelta y a caminar hacia el fuego de la entrada, inmediatamente querra regresar a su estado anterior, ya que al ser obligado a mirar hacia el fuego sentira, como cuando queremos mirar el sol, un fuerte dolor en los ojos. Sin atender a su inclinacin a regresar, es con violencia arrastrado fuera de la caverna, donde brilla el mismo sol; siente dolor e indignacin. Sin embargo, luego de un tiempo de acomodacin, podr mirar de frente la fuente de toda luminosidad, con lo que descubrira cul es la verdad de lo que l antes supona verdadero y ahora considera como mera apariencia. Su camino no finaliza, sin embargo, en la contemplacin de la verdad, sino que es impulsado a regresar a su anterior morada con el nico fin de comunicar a los que fueron sus compaeros de cautiverio cul es el sentido de las sombras entre las que viven. l no puede ya compartir ese mundo y le parecera vana toda apreciacin de l; sus ex compaeros, en lugar de escucharlo, se reiran de l, lo maltrataran y llegaran incluso a matarlo, aludiendo a Scrates. As como el mundo sensible es la ocasin para poner en juego lo ideal y dar lugar al mundo, el cautivo no puede de un modo autnomo liberarse de sus cadenas; es necesario que alguien lo obligue a darse vuelta y lo arrastre hacia la salida. En ambos casos es necesaria una intervencin externa, una interpelacin, a travs de la cual somos arrastrados fuera de nuestra condicin, que tiene el atractivo de la satisfaccin sensual, ya que nuestra vida en la caverna sera la de los que habitan en el estrato dxico23 establecido en el paradigma. Lo que sigue en el paradigma al mundo de la opinin es, por una parte la dinoia24 y, por el lado del ente, lo matemtico25. En pocas lneas despacha Platn asuntos que habrn de llenar bibliotecas enteras, es el caso del lugar que ocupa el saber matemtico y de su importancia en el entrenamiento de la visin intelectual. Hay una serie de consideraciones que despojan a lo matemtico de su aptitud para convertirse en un estrato del ente inteligible, y pasar a ser una instancia puramente pedaggica, a travs de la cual el alma ira desentendindose de lo espacio temporal, por la propia gravitacin que sobre ella operara la certeza, regularidad, univocidad que corresponde a lo matemtico. Una de las razones es que los principios de los que parte el matemtico son, podramos decir, convencionales; no se tiene un saber propio de ellos sino que se imponen por su propia simplicidad y certeza26; adems, el modo

    23

    En griego el verbo dokeo significa me parece, de ah parecer, opinar, como juicio meramente subjetivo y, para Platn, asociado indisolublemente a la prctica sofstica. 24

    Di a travs, nesis, conocimiento en el sentido de una captacin inmediata de la presencia de algo, aunque tal captacin refiera ms a una instancia racional que perceptiva, donde se observa la misma

    inmediatez de la presencia. El prefijo di, implica un saber como un atravesar y es por eso que es el tipo de

    conocimiento que corresponde al pensamiento matemtico 25

    Vase: Platn, Repblica, 510 c y ss. 26

    [] Creo que sabes que los que se ocupan de la geometra y el clculo (logisms) y cosas de esa ndole dan por supuesto (hypothmen) lo par y lo impar, las figuras (skhmata) y tres especies de ngulos y cosas

    afines, segn cada camino de investigacin (mthodos). Como si las conocieran, las adoptan como supuestos

    (hypothseis), y no estiman (axiousi) que deben dar cuenta (lgon didnai) a nadie, ni a s mismos ni a los

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    Platn por Eduardo P. Osswald

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    de progresar en el pensamiento (di), nos conduce necesariamente a un tipo de ente de la misma calidad ontolgica del que fue origen del movimiento; no nos lleva lo matemtico al verdadero saber, salvo que lo consideremos como el medio ms eficaz de despojarnos de la ciega inmediatez de lo sensible y as permitir que el alma acceda a lo que es en s; no otro es el sentido de la inscripcin que, segn la tradicin, se encontraba en el frente de la Academia: Nadie que no sea gemetra entre aqu. Siguiendo con el paralelo entre las dos alegoras, podramos decir que el trabajo de adiestramiento de la mirada, corresponde al ejercicio matemtico. Agreguemos, a favor de lo meramente pedaggico de lo matemtico, el hecho de que en la columna de los entes, cada estrato debiera contener en s al anterior, en el sentido de abarcarlo y superarlo; no parece ocurrir esto en lo matemtico, ya que la composicin geomtrica (esquemtica) de un cuerpo, por ejemplo, no es una forma superior de lo que efectivamente se muestra en el mundo de la creencia. En el caso de los nmeros, no parece Platn suscribir la idea pitagrica de que la forma efectiva de la perfeccin sea una armona numrica. Ahora bien, cuando habla Platn de destreza con lo matemtico no se refiere a la habilidad tcnica de aquellos que usan la matemtica para la medicin o el comercio, sino a los que la utilizan [...] para la fcil conversin del alma desde el mbito del devenir (gnesis) hacia la verdad y realidad.27 Es importante notar la irreversibilidad del estado de quien ha contemplado la verdad: no hay paso atrs, no hay recada en el mundo sombro de los cautivos, antes bien, siente el liberado cierta confusin en su regreso a su antigua morada, ahora trastabilla28. En otros trminos el conocer propio no es la notificacin mental de un cierto estado de cosas, sino la conversin del ser total del hombre a su genuina condicin, esto es, reencontrarse con lo divino en l; por eso es ms adecuado decir re-conocer, ya que el alma se reencuentra consigo misma, cuando capta inmediatamente la verdad a travs de la noesis. No hay posibilidad de recada en lo sensible porque conocer y ser equivalen: uno es ese conocer. La destreza matemtica ayuda al alma a acceder a su verdadera condicin y forma parte del entrenamiento para adquirir la aptitud de discurrir entre una formulacin y otra, aunque con la limitacin de no poder avanzar ms all del orden de lo matemtico29; asimismo hay un modo tambin de desplazarse en el reino del genuino conocer, la dialctica30. Es la discusin socrtica, a la que

    dems, como si fueran evidentes a cualquiera: antes bien, partiendo (arkhmenoi) de ellas atraviesan el resto

    de modo consecuente (homologomenos) para concluir en aquello que proponan al examen. Id. Ant., 510 c. 27

    Id. Ant. 525 c. 28

    Se cuenta de Tales, que mientras se ocupaba de la bveda celeste y miraba hacia arriba, cay en un pozo. A raz de eso, una ingeniosa y bonita criada de Tracia se burl de l, y dijo que pretenda apasionadamente

    llegar a conocer las cosas del cielo, mientras se le ocultaba aquello que tena ante sus pies y narices. Heidegger, M., La pregunta por la cosa, Buenos Aires, Editorial Alfa Argentina, 1975, Trad. De Eduardo

    Garca Belsunce y Zoltan Szankay, p. 12. La cita corresponde a Platn, Teeteto, 174 a y ss. 29

    "[...] Las disciplinas matemticas se acercan ya ms, en cierto modo, al verdadero ser, pero slo lo tocan

    como sueos; son incapaces de verlo cuando se halla despierto. Como ya se ha dicho, parten de hiptesis de

    las que no saben dar cuenta. Su "principio" es, por tanto, algo que ellas desconocen, por lo cual todo lo dems

    que forma parte de las matemticas se halla "entretejido" de algo que ignoran." Jaeger, W., op. cit., p 714 30

    "[...] lo que poda encontrarse en Platn, y fue paradigmtico para el pensamiento de Hegel: la

    concatenacin de las ideas. La conviccin bsica de Platn, cuyo despliegue hallamos sobre todo en el

    Parmnides, es que no hay ninguna verdad de una idea singular, de modo que aislar una idea es siempre un

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    Platn por Eduardo P. Osswald

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    corresponde tambin la prctica de los sofistas, un arte de la argumentacin en la que el propsito consiste en deshacer los argumentos del adversario y vencerlo en la discusin; Platn propone una forma eminente del discurrir, liberada de la forma polmica que conduca, en el mejor de los casos, a una bsqueda individual; no hay en la dialctica platnica peripecias que pudieran desviar el sendero del genuino conocer, no hay objeciones, porque nos hallamos en el reino de lo inmutable que est conformado como un todo, podramos decir hoy, un sistema. Como afirma Gadamer (ver nota nmero 30) el discurrir es el signo de nuestra finitud, de la imposibilidad de restablecer en esta vida la plenitud de la comunin con lo divino. Esta comunin se resuelve en nosotros como anhelo; nuestra relativa incomodidad en el mundo se evidencia en aquellas sealadas experiencias que delatan la existencia de un orden diferente y ms valioso- de este en el que nos encontramos. La bsqueda de ese orden coincide en Platn con el de una certeza invulnerable al ejercicio sofista, que lo condujo por un camino intelectual, en el que la matemtica y con ella la vinculacin con los pitagricos, tienen un papel relevante. En otra obra de madurez, El Banquete,31 el camino es otro. No hay en esta obra combates dialcticos, casi tampoco conversaciones, sino que Platn pone en escena a un grupo de personajes relevantes de la Atenas de fines del siglo V32, reunidos por una ocasin festiva, que contina una celebracin del da anterior (con su consiguiente resaca). Deciden dedicar la velada a celebrar a un dios sin templo ni culto: Eros. Cada uno de los invitados da un discurso en honor a Eros: el joven Fedro, Pausanias, Erixmaco el mdico, Aristfanes el escritor de comedias, Agatn el escritor de tragedias y, por ltimo, Scrates. Luego de haber concluido ste ltimo su discurso, la palabra haba vuelto a Aristfanes, cuando

    desconocimiento de la verdad. Las ideas estn siempre "ah" slo en su encadenamiento, mezcla o

    entrelazamiento, tal y como las encontramos en las discusiones o en el dilogo del alma consigo misma. El

    pensar humano no tiene la constitucin de un espritu originario, infinito e intuitivo, sino que capta siempre lo

    que es slo en el desarrollo discursivo de sus pensamientos. Esto lo ha puesto especialmente de relieve la

    filosofa kantiana al establecer que la legitimidad de los conceptos quede limitada por su relacin a la

    experiencia posible. En todo caso, la verdad que se dejaba ver por detrs del Parmnides de Platn era que el

    lgos es siempre un complejo de ideas, la relacin de las ideas entre s. Y en este sentido, la primera verdad

    de la lgica de Hegel es una verdad de Platn, que ya resuena en el Menn, segn la cual la naturaleza entera

    est interrelacionada, de suerte que el camino del recuerdo de una cosa es el camino del recuerdo de todas.

    No hay ideas aisladas, y es tarea de la dialctica destruir la falta de su absoluta separacin." Gadamer, Hans-

    Georg, La dialctica de Hegel. Cinco ensayos hermenuticos., Ediciones Ctedra S.A., Madrid, 1979, Trad.

    Manuel Garrido, P 82

    31

    Symposion, se refiere a una reunin de bebedores, de all: festn, banquete. Por otra parte, cabe acotar que

    Eros es una deidad que aparece sin padres y junto a dioses asociados a potencias naturales, como el Cielo y la

    tierra. Es un poder primordial nacido directamente del Caos originario. [...] Asegura no slo la continuidad de las especies, sino tambin la cohesin interna del cosmos. Grimal, P., Diccionario de Mitologa griega y romana, Buenos Aires, Editorial Paids,1999, p. 171. 32

    La fecha de celebracin del banquete es a fines del siglo V, posiblemente en el 416, fecha en la que, el anfitrin Agatn, celebra su triunfo en la competencia de tragedias. La composicin de la obra puede fecharse

    alrededor de 380.

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    Platn por Eduardo P. Osswald

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    irrumpe un grupo de juerguistas borrachos comandados por Alcibades, que disuelve la reunin, haciendo un encomio no a Eros sino a Scrates; al final, con las primeras luces, se observa como cabecean Agatn y Aristfanes33, mientras Scrates, sigue conversando con ellos acerca de la necesidad de que el mismo escritor de tragedias lo sea al igual de comedias; los dos primeros se quedan dormidos, como ya lo estaban todos los invitados, sale Scrates entonces rumbo a sus actividades del da. Platn triunfa sobre la tragedia y la comedia34: la filosofa es el modo adecuado de acceder a lo verdadero35. Decamos que aqu el camino es otro: la actitud frente a lo que nos rodea cambia, el mundo no es slo un modo devaluado de ser sino el vehculo que exhibe, de manera privilegiada, lo que es en s. Lo bello nos sustrae de lo cotidiano, lo bello se manifiesta en lo sensible; ya no es un testimonio fragmentario, dbil, de una unidad presunta sino un signo que escuchado propiamente puede cambiar el rumbo de nuestra vida. Al inicio decamos que la interpelacin de determinadas experiencias sealaban hacia un polo de sentido que haca que nuestra vida se unificase espordicamente- a travs de esta vivencia de lo bello. Platn nos dice que ese giro es Eros, el Amor, en tanto es la nostalgia36 de esa plenitud perdida, de aquella experiencia de un tiempo sin tiempo. Siendo el alma una extraa en el mundo, de pronto es conmovida por algo que habla inmediatamente a su ntima condicin; ms que en lo matemtico o en lo justo, es en la experiencia de algo bello donde lo que es pone en juego, de un modo abarcador, su condicin divina. Aristfanes que, como en el final del banquete, es puesto37 junto a Agatn, en el orden de los discursos, da un primer paso en esta concepcin de Eros como nostalgia. Los hombres, dice, en un tiempo primigenio ramos pares de hombres, mujeres o mixtos; nos movamos, cuando avanzramos rpido, como los acrbatas, tenamos forma redonda y nuestra fortaleza tal, que intentamos asaltar la morada de los dioses. Zeus pone freno a estos afanes ordenndole a Apolo que nos divida en mitades; a partir de all, cuando las mitades se encontraban, era tal la intensidad de la re-unin que

    33

    Un poeta trgico y uno cmico. 34

    "Por tanto, Platn renunci a seguir el camino de la poesa y abraz la filosofa: de aquella pira a la que

    Platn arroj su tragedia, el dios Efesto le hizo traer el oro colado de la poesa filosfica; como veremos, los

    "dilogos" platnicos son, precisamente, la comedia y la tragedia ticas transformadas en dilogos

    dialcticos, cuyos toques poticos de lo cmico y lo trgico estn puestos al servicio de la bsqueda de la

    verdad." Reale, G., op. cit., p 152 35

    Porque la belleza, Fedn [en el original alemn dice Fedro], ntalo bien, slo la belleza, es al mismo tiempo divina y perceptible. Por eso es el camino de lo sensible, el camino que lleva al artista hacia el

    espritu. Pero crees t, amado mo, que podr alcanzar alguna vez sabidura y verdadera dignidad humana

    aquel para quien el camino que lleva al espritu pasa por los sentidos? O crees ms bien (abandono la

    decisin a tu criterio) que ste es un camino peligroso, un camino de pecado y perdicin, que necesariamente

    lleva al extravo? Porque has de saber que nosotros, los poetas, no podemos andar el camino de la belleza sin

    que Eros nos acompae y nos sirva de gua; [...] Mann, T., Maestros Alemanes [La muerte en Venecia], Editorial Planeta, S.A. y Plaza & Jans, S.A., Barcelona, 1970, Trad. Mario Verdaguer, p 1256. 36

    En griego nosts es la vuelta a la patria, el camino al lugar de pertenencia; algios, es dolor. Nostalgia,

    entonces, dolor por la separacin. 37

    Un ataque de hipo, fruto de los desarreglos de la noche anterior, hace que el turno de Aristfanes sea

    tomado por el mdico Erixmaco; repuesto el comedigrafo toma la palabra y queda, salvo Scrates, Agatn

    para hablar.

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    moramos de hambre para no separarnos de nuestro perfecto compaero. De seguir as quedaran los dioses sin culto, alabanza ni ofrenda; decide, entonces, Zeus, hacer una pequea modificacin en la disposicin de los rganos sexuales (antes concebamos como las cigarras, en el suelo, sin cpula), este ardid de Zeus hizo que en el encuentro de las mitades, a travs de la relacin sexual, sirviese como un paliativo, intenso aunque fugaz, y ya no morir despus del encuentro; la intensidad fue el medio de mantener viva a la especie humana38. Dice Aristfanes: Nadie podra imaginar que esto [aquello que une a los amantes] sea el mero vnculo amoroso, o que tal vnculo, de ansioso entusiasmo, est fundado slo en el solazarse de uno en el otro, sino que el alma de cada uno desea algo que no sabe decir , aunque lo adivine y exprese a travs de enigmas Platn, Banquete, 192 c d. En el discurso que sigue, Agatn, da una exhibicin de dotes poticas que, para el gusto de Platn, es tan florida como vaca; sin embargo en el comienzo, Agatn, nos anticipa que l no va a hablar acerca de Eros, sino que mostrar lo que l es en s mismo, sin ocuparse tanto de sus propiedades o efectos. Dicho esto comienza un panegrico de los poderes del dios. Scrates dice sentir zozobra al tener que responder a tal muestra de talento, iniciando, luego, una de sus conocidas tareas de demolicin, alertndonos que l no sabe cantar alabanzas y s indagar en la naturaleza de Eros (como se ver, no como Agatn). Pregunta Scrates a Agatn, si el amor lo es de algo o de nada; la respuesta de algo determina toda la controversia (en esta circunstancia festiva, amable) ya que si el

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    Leopoldo Marechal expresa en un soneto memorable esta condicin:

    Del Amor Navegante

    Porque no est el Amado en el Amante

    Ni el Amante reposa en el Amado

    Tiende Amor su velamen castigado

    Y afronta el ceo de la mar tonante.

    Llora el Amor en su navo errante

    Y a la tormenta libra su cuidado,

    Porque son dos: Amante desterrado

    Y Amado con perfil de navegante.

    Si fuesen uno, Amor, no existira

    Ni llanto ni bajel ni lejana

    Sino la beatitud de la azucena.

    Oh amor sin remo en la Unidad gozosa!

    Oh crculo apretado de la rosa!

    Con el nmero Dos nace la pena.

    Marechal, L., Poemas de Marechal, EUDEBA, Buenos Aires, 1966, p. 56.

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    amor lo es de algo, significa que se carece de ese algo y, aun cuando uno lo tuviese por ejemplo la salud- uno hace para que en el futuro no falte. De hecho, dice Scrates, Eros no puede ser un dios, ya que a un dios nada puede faltarle: Eros es un demn39, un ser intermedio entre los mortales y los inmortales. Pero aqu ocurre algo inesperado, ya que Scrates dice no saber nada de Eros, salvo lo que le ense una mujer sabia en amores, Ditima de Mantinea. Scrates, en un juego de mscaras, pasa a ser as la voz de una mujer. La tarea de disolucin del adversario, el trabajo racional, negativo, lo lleva a cabo Scrates; la exposicin positiva, la del verdadero sentido de Eros es realizado por una misteriosa mujer que ha instruido a Scrates en ese enigmtico saber. Scrates dice haber sufrido el mismo trato que l le haba dado a Agatn. Para mostrar el carcter de Eros, como en otras ocasiones, Platn - Ditima cuenta un mito; en este caso el del nacimiento de Eros, quien es hijo de Poros, digamos el recurso, la disposicin y Pena, la escasez; estando los dioses, en la sagrada mansin del Olimpo, festejando el nacimiento de Afrodita, Pena miraba a travs de la ventana como se regocijaban los inmortales; sale a tomar aire el embriagado Poros, de nctar ya que el vino no se haba inventado, y se duerme; aprovecha, entonces, la ocasin Pena y se acuesta con l; de esa relacin nace Eros, quien es de una naturaleza inconstante, derivada del carcter de sus padres: por el padre, anda siempre al acecho de lo bello y lo bueno, es cazador, maquinador, apasionado, filosofante, sofista; por la madre, por el contrario, anda en apuros, es seco, pobre, duerme a la intemperie, anda descalzo y errante. Cuando su padre es el que impera, florece y vive; no as cuando su madre toma lugar. El filsofo, que es quien busca la plenitud, es el verdadero ertico porque anhela la verdad y anda siempre en su bsqueda. El anhelo del Bien es el de inmortalidad; en los seres vivos que no son el hombre esto se verifica en la fugacidad de los individuos y la inmortalidad de la especie; en los hombres, a quienes se les patentiza lo bello, transfiguran esa necesidad de los animales en la bsqueda de engendrar en la belleza40 y no es esto algo que se circunscriba a la procreacin, sino que Eros, en su forma ms propia, busca crear en el amado bellos discursos, que sean la fuente de buenas acciones. Sugiere Diotima una escala, una ascensin del alma a travs de la experiencia con cuerpos bellos: pasar de uno a muchos, para luego, capaces ya de prescindir de la mscara sensible (recordemos los pasos en el Paradigma de la lnea), poder vislumbrar lo Bello en s mismo. De la misma estirpe de amantes resultan ser los buenos legisladores, quienes como Soln dejan como herencia leyes justas que hacen que los ciudadanos encuentren en ellas un signo de lo en s mismo bueno. El inesperado surgimiento de Alcibades disuelve lo que hasta ah haba sido la reunin; llega borracho sostenido por una flautista e insta a todos a seguir

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    Deriva de demn nuestra palabra demonio a la que el cristianismo le ha dado un sentido negativo; sin embargo no era as para los griegos. En un sentido primero daimn significa divino, maravilloso,

    extraordinario; el sentido que aqu le da Platn est relacionado con un poder vinculante entre los mortales y

    los inmortales 40

    La unin de hombre y mujer es, efectivamente, procreacin y es una obra divina, pues la fecundidad y la reproduccin es lo que de inmortal existe en el ser vivo, que es mortal. Banquete, 206 c

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    bebiendo; viene coronado de hiedra y violetas y lleva cintas en su cabeza; cuando llega ante Agatn, se quita las cintas y con ellas lo corona, y es en ese momento cuando ve que Scrates es quien est al lado del homenajeado. Sorprendido lo acusa de estar acechndolo y de aparecer siempre inesperadamente, agregando que le resulta curioso que no est al lado de alguien divertido como Aristfanes y s al lado del ms bello. En ese momento le saca algunas cintas a Agatn y con ellas corona a Scrates. Erixmaco le informa, entonces, de la modalidad de la reunin; Alcibades dice sentirse en desventaja, l est borracho y no los dems; decide entonces hablar con imgenes: Scrates es un Sileno41, sus discursos son como la msica de Marsias42, que cautivan por igual la voluntad de los hombres. Los discursos de Scrates, dice el bello Alcibades, hacen que llore avergonzado, que su corazn palpite ms fuerte y su estado de nimo sea como el de un coribante43. En fin, Scrates, hace que se pierda a s mismo. Los efectos que produce en l son la contracara de los intentos que hace Alcibades de seducirlo; seguro de su belleza cree que ambos constituyen, de por s, la perfecta pareja de amantes. Sin embargo, si bien Scrates no es en absoluto indiferente a la belleza de Alcibades, no por eso va a condescender a que el mero atractivo conduzca la relacin: no hay consumacin fsica en esta relacin. En el momento en que Alcibades dice, luego de haber dormido con Scrates, que se levant como si hubiese dormido con su hermano mayor o su padre, se muestra con claridad la asimetra de esa relacin y de qu modo el bien que Scrates alberga -pero no posee- no es intercambiable. Luego comienza un elogio de Scrates que no es equiparable a aquellos que conocimos a travs de las primeras obras de Platn, en las que intentaba mostrar a su maestro en accin; el encomio de Alcibades se refiere al comportamiento en el campo de batalla, a su ms que humano poder de concentracin y a la indiferencia ante las exigencias del cuerpo. Alcibades es alguien que ha recorrido slo un tramo del camino hacia la virtud; reconoce la propiedad de lo bueno en s, pero carece de la fuerza espiritual suficiente para orientar su vida hacia lo excelente. Es el equivalente de aquellos que actan bien sin saber que lo hacen; lo que Platn llama la recta opinin, que si bien no es virtud, porque no es resultado de una genuina conversin, aparenta serlo. Alcibades aparenta lo mejor, pero alberga la confusin; la vida slo merece ser vivida si es una vida con examen, una vida atenta a la asistencia de lo divino. Aunque sea as lo que Platn sabe de Alcibades, muestra, por otra parte, en la inesperada aparicin, su talento artstico, aquel al que aludimos cuando decidi quemar sus tragedias. El asunto no es ya Eros sino que pasa a ser alguien en particular, alguien que no es bello; no cuenta un mito sino historias, experiencias personales, ntimas. El sosiego de los presentes es trastocado por la desmesura de la aparicin: ms vino; imgenes, sentimientos; ya no se

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    Deidad de la naturaleza, personificada como un hombre regordete, de baja estatura y de notoria fealdad;

    fue el maestro de Dioniso y los escultores solan hacer imgenes de l que, a su vez, contenan hermosas

    estatuillas de dioses en su interior. Recurdese que Scrates era tambin notoria la fealdad de Scrates. 42

    Flautista mtico que quiso competir con Apolo, siendo desollado por ste; recurdese que el instrumento

    musical de Apolo es la lira, mientras que la msica de Dioniso es preferentemente de vientos. 43

    Sacerdotes mticos de Cibeles, diosa frigia cuyos cultos orgisticos estn asociados a la msica de flauta y

    percusin, y al trance mstico inducido por la danza.

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    contempla, dejando libre la imaginacin o el hilo del pensar, sino que se siente uno arrastrado por el compromiso con los vvidos hechos que conforman el testimonio de Alcibades. Es la tragedia que nos habla de las peripecias de los personajes que, a su vez, vislumbran impotentes una luminosidad que ya se les ha definitivamente- sustrado. Apolo, el dios de la luz, del xtasis asctico, individual, el dios clarividente triunfa sobre Dioniso, el dios de la tragedia, del tumultuoso xtasis colectivo, que permite a los mortales una fugaz indiscriminada unidad con lo divino. Nos hemos limitado a slo dos obras de la madurez de Platn que, si bien son significativas no son, en absoluto, una visin completa de su obra; despus de las obras de la nombrada madurez, Platn dedica especial atencin a que su teora de las Ideas resulte sustentable. Se conjetura que este esfuerzo coincide con las controversias que en la Academia se dieron con sus alumnos ms aventajados, como lo era Aristteles, quien permaneci veinte aos en ella. La duplicidad del mundo, por dar un ejemplo, conduce a consecuencias absurdas (Hay idea del fango, del cabello o la suciedad?); Platn sostiene, ante tales acechanzas, que l no duda de que existan ideas de lo matemtico o lo noble o bello, dejando sin respuesta a la supuesta duplicidad del fango. Por otra parte, y es esta su conviccin central, no duda de que existe un mbito independiente de lo sensible, inteligible, susceptible de ser conocido a travs de nuestra filiacin originaria con lo divino; las diferentes variantes de cmo esa conviccin se exprese conforman la historia de los esfuerzos de Platn que, como dijimos, ocupan los ltimos aos de su vida.