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documento ¿MILENARISMO CAMPESINO? EL SINARQUISMO EN SAN JUAN PARANGARICUTIRO R osa P C ésar M oheno El Colegio de Michoacán En 1937 se crea formalmente la Unión Nacional Si- narquista. Ese mismo año prende el sinarquismo en San Juan Parangaricutiro, comunidad tarasca de Michoacán que contaba en ese entonces con 1 820 habitantes. El origen de su nombre nos lo explica así una mu- jer de la comunidad. “Parangari quiere decir mesa en tarasco, y como el pueblo estaba en una mesa (meseta) se le nombró Parangaricutiro*. que quiere decir, en una mesa. Lo de San Juan se debe a que como dicen que nuetro Señor San Juan se apareció en una mesa de cua- tro patas como ésta, es por eso que se le nombró ya com- pletamente San Juan Parangaricutiro”. En efecto, San Juan estaba situado en una meseta, desde la cual se dominaba hacia el sur el inmenso llano de Cuiyutziro y el imponente cerro de Tancítaro, el pe- núltimo volcán del eje volcánico central hacia el oeste. Si se miraba hacia el noreste desde la plaza del pueblo, descubría uno la comunidad de Angahuan colgada del Cerro Grande o de Angahuan. En cambio, si lo hacía uno hacia el oeste, al final de un plan que bajaba, se en- contraba uno a Santa Ana Zirosto. No obstante la vista tan hermosa, la característica geográfica más importante de San Juan no se encontra- ba en la estética. Lo más trascendente es que desde los éft

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d o c u m e n t o

¿MILENARISMO CAM PESINO?

EL SINARQUISM O EN SAN JUA N

PARANGARICUTIRO

Rosa P lá

C ésar M o h en o

El Colegio de Michoacán

En 1937 se crea formalmente la Unión Nacional Si- narquista. Ese mismo año prende el sinarquismo en San Juan Parangaricutiro, comunidad tarasca de Michoacán que contaba en ese entonces con 1 820 habitantes.

El origen de su nombre nos lo explica así una mu­jer de la comunidad. “Parangari quiere decir mesa en tarasco, y como el pueblo estaba en una mesa (meseta) se le nombró Parangaricutiro*. que quiere decir, en una mesa. Lo de San Juan se debe a que como dicen que nuetro Señor San Juan se apareció en una mesa de cua­tro patas como ésta, es por eso que se le nombró ya com­pletamente San Juan Parangaricutiro”.

En efecto, San Juan estaba situado en una meseta, desde la cual se dominaba hacia el sur el inmenso llano de Cuiyutziro y el imponente cerro de Tancítaro, el pe­núltimo volcán del eje volcánico central hacia el oeste. Si se miraba hacia el noreste desde la plaza del pueblo, descubría uno la comunidad de Angahuan colgada del Cerro Grande o de Angahuan. En cambio, si lo hacía uno hacia el oeste, al final de un plan que bajaba, se en­contraba uno a Santa Ana Zirosto.

No obstante la vista tan hermosa, la característica geográfica más importante de San Juan no se encontra­ba en la estética. Lo más trascendente es que desde los

éft

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padres agustinos en el siglo XVII, Ja región que domina­ba Parangaricutiro era considerada el balcón natural más importante hacia la tierra caliente michoacana y por en­de una vía de acceso de los productos tropicales hacia las tierras altas del estado.

Esta situación privilegiada, hacía de San Juan el cen­tro rector de esta región de la Meseta Tarasca, paso obli­gado de arrieros, donde cada domingo se formaba un “bo­nito y grande comercio”, congregando a gentes de San Francisco Peribán, quienes llevaban al mercado caña de castilla y camotes; de Zacán, quienes ofrecían productos tejidos de palma. Los de Angahuán llevaban a vender madera trabajada; los de Santa Ana Zirosto cobijas y du­raznos; los habitantes de Parícutin “bajaban a mercar” aguamiel, tamales, y sobre todo peras. En fin, acudían también al negocio, de los pueblos de Tancítaro, de San Marcos Apo, de Corupo y a veces de Charapan.1

Durante la semana, los hombres de San Juan se ocu­paban de las milpas, el frijol v los trigales en el llano de Cuiyutziro y de explotar los bosques cerriles sacando re­sina y tejamanil de encinos, pinos y oyameles; en tierras comunales los más, de arrendamiento muchos y de pro­piedad muy pocos. Las mujeres le daban fama al pueblo con el diseño y confección de colchas, trabajo duro que al cabo de los años minaba sus fuerzas y su salud. Unos cuantos sanjuanenses, “los pudientes”, se dedicaban al co­mercio y a una actividad tradicional: la arriería.

Esta era la situación de San Juan Parangaricutiro en el parteaguas de los años treinta y los cuarenta de nues­tro siglo, época en que las noches del pueblo se alumbra­ban con cachaza colgada de los postes, hasta que un fe­nómeno natural cambió la vida y el paisaje. El 20 de fe­brero de 1943 surgió el volcán Paricutín en medio de rui­dos y lenguas de fuego, a cuatro Kms. al sur del pueblo. Temblaron tanto la tierra y los cimientos, que las cam­panas repicaron sin que hoinbre alguno les ordenase. “Fue

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la furia de Dios” —dicen los sanjuanenses— “quien como castigo por la irrespetuosidad que le guardábamos al Se­ñor de los Milagros, pecando y emborrachándonos en su fiesta, nos mandó el volcán y la desgracia como prueba de fuerza”. 2

Y así, en 10 ó 12 meses, la lava del volcán convirtió el llano de Cuiyutziro en un “malpais”.

En junio de 1943 la comunidad de Parícutin, la más cercana al volcán, fue evacuada y trasladada a cinco Kms. al este de Uruapan. No obstante el peligro y los ruegos de autoridades civiles y religiosas, la comunidad de San Juan reunida en asamblea, decidió no abandonar el lugar a menos que la lava llegase al cementerio. No querían abandonar a sus muertos.

Sin embargo, en mayo de 1944, no obstante las ro- gativas y las misas, la lava del volcán tiró la barda del panteón. Los hombres ele Parangaricutiro dejaron a sus muertos, pero se llevaron con ellos sus recuerdos.

Fundaron así un nuevo pueblo. Nuevo San Juan Parangaricutiro le llamaron, con ansia de no perder toda su vida y tradición. Con ansia de hacer saber a los nue­vos hijos de la comunidad los tiempos en que “Fray Juan de San Miguel los hizo gente de razón”, “los tiempos de la revolución de Madero y de la peste”, “la época de cuan­do nos fuimos al monte a matar por Cristo a los que a Cristo matan” “los días de la conquista sinarquista” y “la más grande desgracia de San Juan, el nacimiento y erup­ción del volcán Paricutín”.

Aquí, con esta gente, trabajamos en dos investigacio­nes, sobre organización política y tenencia de la tierra una y sobre religión y orden social otra. Mucha de esta gen­te no sabe escribir, pero todas saben platicar, contar, re­vivir. Saben usar —y muy bien— la memoria colectiva, esa fuente inagotable que difumina el límite que inten­ta separar lo académico y lo popular, lo mítico y lo objeti­vo, lo racional y lo sensible.

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Y así, reviviendo los hechos, los objetivos y la sen­sibilidad sinarquista con don Federico García y con don José María Hernández3 en el mes de noviembre de 1980, pudimos armar el relato que presentamos. En él trata­mos de mantener ai máximo los giros y la riqueza del len­guaje de nuestros narradores.

Don Federico y don José María, aunque con viven­cias comunes, son personas distintas. El primero se dice mestizo y tiene 74 años de edad (en 1937 tenía 31), el segundo se dice tarasco puro y tiene 72 años (en 1937 tenía 29). Don Federico sabe leer y escribir, don José María no. Las ocupaciones del primero han sido muy diversas: jornalero del campo, obrero en una pequeña fá­brica resinera, ayudante de los geólogos investigadores en la época del volcán, jornalero en la Comisión del Tepal- catepec, actualmente atiende una pobrísima tienda de aba­rrotes. Fue en una época encargado de la propaganda de Acción Católica en Uruapan y ahora es Presidente de la Organizacón Franciscana de la 3a. orden en San Juan Nuevo. En cambio, en la vida del otro han existido po­cos cambios. Su única ocupación ha sido el trabajo del campo, ya sea sembrando maíz en una parcela comunal, trabajando como jornalero en regiones cercanas, labran­do su pequeña huerta familiar donde siembra chayóte, tomate, repollo, y cilantro. Este todavía tiene relaciones con el Sinarquismo, aquél no guarda ninguna. El sig­nificado del Movimiento Sinarquista, los dos nos lo des­cubren.

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NARRACION DE DON FEDERICO Y

DON JOSE MARIA *

La creación

Hace como 43 ó 45 años había una persona que vino ele Rusia, que es donde está la mera mata del comunismo. Esta persona se llamaba Lombardo Toledano y le llegó di­ciendo al señor presidente de aquí de «nuestro México, que hiciera upa junta con los licenciados, doctores, profesores y todos los que pertenecieran al gobierno, para que él viniera a platicarles aquí en nuestro México cómo era el gusto de Rusia. Porque esa nación de Rusia tenía un gusto de ayu­darnos aquí a nuestro México.

Y así, al poco tiempo, le dijo el presidente de la Repú­blica a ese Lombardo: “ya les puse de acuerdo así como tu me dijiste pa3 que haiga una asamblea y vienes tal día55. Fue un día domingo que cayó en México él, y ya ahí estaba toda la gente; los licenciados, los profesores y los doctores, y ya les empezó a platicar este Lombardo que venía por parte del presidente de la república de allá de Rusia que se lla­maba Nikita Krush. Ese lo había mandado aquí a ofrecer­les máquinas, dinero y muchas industrias pa3 ponerles mu­cho trabajo aquí. Pero con la condición de que acabaran la religión aquí también como en Rusia. Porque allá se aca­bó toda la religión, asegún nos cuentan. Y aquí, él quería que así se acordara, o que así se pusiera o que as:> quedara nuestro México, sin ninguna religión.

En la asamblea, hubo una persona, José Antonio Ur- quiz se llamaba, 4 que era licenciado y que junto con otros dos licenciados fueron tres a los que no les pareció. A los demás les pareció porque él, Lombardo Toledano les ofrecía mucho, dinero bastante. Entonces, ese licenciado José An­tonio Urquiz pensó, pensó nomás pa3si: “¿Y cómo será bue­no para que no venga eso? ¿Para que no haiga ansina como él dice? Esta persona viene de Rusia y en Rusia está el comunismo completo y es muy malo ese comunismo. ¿Cómo le haré? ¿cómo será bueno?55 pensó nomás pa3ú . . . Se ter­

* La información de ambos sólo coincide en el relato sobre la or­ganización, sobre el incidente de Los Reyes, y sobre las causas de la fundación de María Auxiliadora.

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minó la junta esa y allí quedó dicho que volvieran a los ocho días pa3 hacer una junta otra vez.

Y otra vez hubo una junta. Entonces, Lombardo To­ledano dijo: “En Rusia así es, por este modo acabamos con la religión: matando todos los viejos, dejando los puros nue­vos y así, los nuevos ya hacen lo que les dice uno. Gomo los viejos tienen la fe completa, el:os no nos dejan que se agarre esta doctrina que yo les traje” . Porque él había traí­do una doctrina mala para darle de saber aquí a nuestro México. Entonces dijo otra vez nomás para sí aquel José Antonio Urquiz; “ ¡pues no, no está bien esto!55, ya le iba pareciendo mal. Y luego hubo otros dos, otros dos licen­ciados jóvenes también, a los que no les gustaba y pensaron ellos: “si matan a gente mayor, van a matar a mi apá3 a mi amá, a mis tíos, a mis padrinos. Van a matar a todos ellos y no conviene55. Entonces, otra vez se acabó la junta esa y se citaron otra vez para dentro de ocho días.

Ahí, en la nueva junta les dijo Lombardo Toledano: “miren muchachos, Rusia está muy contento con ustedes, tie­ne mucha amistad con ustedes y los estima mucho, y estima mucho a México. Quiere mandarles muchas máquinas pa3 que se abran las brechas de los caminos en la República55. Entonces, ei Presidente, que era éste Cárdenas dijo: “bue­no, entonces sí lo hacemos, sí lo hacemos pues5'. Con él hi­cieron el trato y él recibió las máquinas, él recibió los parti­dos, todos los nombramientos de los partidos. Y también en esa junta ya acordaron que acabaran a todos los viejos, entonces quedarían los de 50 años de los más nuevos, y des­pués a los de 50 los mataban hasta dejar a los de 25 años de edad. Y así, los que tenían 25 años de edad, ya po­dían hacer el gusto de lo que tenía dicho Rusia. Allíi se acabó la junta y quedaron para otra a los ocho días.

Y ya llegó Lombardo y dijo: “aquí nos dan una orden para acabar a los sacerdotes55. Entonces, ya aquellos que no estaban de acuerdo se codearon y entonces dijo José An­tonio Urquiz: “bueno, con esto tengo, con esto tengo pa3 em­pezar55.

Así pasaron las juntas cada ocho días y estos tres com­pañeros estaban cada vez más preocupados y más en desacuer­do pero no podían hablar entre ellos, no tenían confianza para decir sus opiniones, hasta que un día al salir de una asamblea, salieron los tres con rumbos distintos, cada quien por su lado. Y sin buscarlo ni nada se juntaron de nuevo

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lo tres en una esquina. . . como tenían la misma opinión, el mismo pensamiento, entonces Dios ta! vez los juntaba pa­ra que platicaran los tres. Al encontrarse en la esquina di­jeron:

— Oye ¿pues qué pasó? ¿aquí estás?— Sí, aquí estoy— Oye, ¿cómo viste la plática allá?, allá con la gente,

¿cómo viste?— ta3 carambas’— Oye, ¿y ya viste cómo empezó y en qué punto van

ya orita?— Sí, ¡muy malo, muy malo!— Y, ¿cómo le hacemos?— ¿Y cómo qué? ¿qué vamos a hacer nosotros?A lo que contestó José Antonio:— ¡¿Cómo qué?! ¿cómo que qué hacer? vamos a ha­

cer una cosa, vamos a formar una cosa, vamos a formar un partido, o una unión, o a ver qué vamos a formar. Pero formamos una cosa fuerte.

Entonces ya dijeron los otros dos compañeros. “Bue­no, está bien, está bien. Sí, lo hacemos. Si lo hacemos, pe­ro vamos primero a oír más la plática de allá de la junta de Lombardo Toledano, a ver qué platican más”. Así fue como acordaron de tener el gusto de preparar una cosa para defender a nuestro México.

Fueron como habían acordado a la asamblea siguien­te, y en ella Lombardo Toledano dijo: cca las parroquias hay que hacerlas salón de baile y a los niños hay que hacerles unos salones de una escuela grande para recogerlos a todos allí, para darles a conocer, darles la lectura, darles la doctri­na del comunismo” . Eso es lo que querían hacer en nuestro México. Ante esto, los tres compañeros se preguntaban que cómo harían lo que habían pensado, y entonces dijo uno: “vienen a la casa para que continuemos para ver qué opi­namos”.

Se juntaron y platicaron, y así estuvieron. Platicaron, estudiaron, platicaron, y no hallaban de qué modo hacer lo que habían acordado. Y pos decidieron buscar los libros an­teriores. Los que estudiaron sus abuelos y tatarabuelos y los que estuvieron allá muy atrás, para ver qué había ah^ qué ve­nía ahí. ‘Ha de haber algo, ha de haber alguna profecía

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que viene llegando. Entonces vamos a buscar esos libros” . Así lo hicieron y nada que encontraron. Sin embargo, no se desanimaron y decidieron: “no, ya no vamos allá, allá a la asamblea de Lombardo. Ora vamos a tener una junta de nosotros pa3 platicar” Y José Antonio dijo: £tu convierte uno, tu otro y yo otro v nos juntamos en la casa pa3 platicar”.

Y llegaron pues los seis a platicar y empezaron: “¿có­mo le hacemos? ¿cómo será bueno? ¿a quién nos valemos? ¿a quién le hablamos? ¿cuáles son de confianza para ha­blarle pa3 que nos acompañe?” Y no hallaban y no halla­ban. No hallaban, pero una cosa sí dijeron: “necesitamos tener personas con palabra, que cumplan, porque esto va a ser cosa peligrosa. . . pero sí lo hacemos, sí lo hacemos” . Y así estuvieron muchos dSas, como le digo, pero no halla­ban nada aunque llevaban libros y se enfadaron y se fueron, pero quedaron para verse otra vez a los ocho días en la misma casa.

Llegaron a la casa pa3 la otra junta pero nada que se iluminaban y pensaron mejor que cada uno de ellos se con­quistara una persona y para hacerlo dijeron: “tu vas al es­tado fulano, tu vas al estado mengano y tu a éste y tu al otro y yo aquí. A ver cómo le hacemos”. Y así, al poco tiem­po ya se juntaron de todos los estados 12 personas y se pu­sieron de acuerdo para encontrarse en la casa de José An­tonio Urquiz.

Y pos llegaron a la plática. Y arrimaron una mesa y todas las 12 personas estaban alrededor ele la mesa platican­do, y viendo los libros que cada quien había llevado, mirán­dolos pa3ver qué encontraban. Y se preguntaban unos a otros a ver que encontraban y decían: “no, no encuentro na­da, no encuentro nada”. Estaban en eso cuando tocan en la puerta del zaguán, era un viejito; tan, tan, tan, tan; y a uno de los que estaban cerca de la puerta le dijeron: “tu que estás cerca de la puerta, vé tu” . Y él fue y abrió la puerta y se asomó, 'taba el viejito y le dijo:

— Buenas tardes tío, ¿pos qué anda haciendo?Y le dijo el viejito:— Oiga, usted dispense. Sabe usted que busco a doce

personas.— ¿Doce personas? no, no me doy cuenta. Voy a pre­

guntar, quien sabe sepan.Y fue y les dijo a los otros:

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—¿Saben qué, saben lo que pasa? ¡ya nos hallaron!,¡ ya nos hallaron! Un viejito está en la puerta p r e g u n ta n ­

do por doce personas y nosotros sernos. ¿Cómo le hacemos?— Pues-di-ie-que-se-venga-y-que-se-pa-se. Para que de una

vez sepamos quien pueda ser.Y se fue el otro y le dijo al viento:— Pase pues tío, pase.Al llegar a la puerta del cuarto donde estaban, había

una grada. Entonces el viejito no podía subirse y le dijeron al que lo había pasado: “ayúdale5'; y lo levantó tan tito y entró y saludó. — “Buenas tardes muchachos” . — “Buenas tardes”, contestaron. Y entonces, todos le ofrecieron el asien­to en el que estaban ellos y no quiso sentarse 5 y dijo:

— No muchachos^ no. Nomás vengo yo únicamente a un mandado. A mí me mandaron a buscar a doce personas y ustedes son. Aquí les dejo este papelito para que se den cuenta de donde vengo. Y les dejó un papelito allí escrito y les dijo después, — Bueno muchachos pasen buena tarde, yo ya me voy.

A lo que todos contestaron:— No se vaya tío, espérese tan-tito, espérese.— No muchachos, no tengo permiso de andar mucho

rato, y se fue y salió ansina y al salir ahí en la puerta del cuarto se desapareció, se desapareció. . .y es que había veni­do del cielo.

Y entonces, al que lo entró le dijeron. “Búscalo, bús­calo, pos quien sabe si por ahí esté tirado” . Y él, vuelta y vuelta y vuelta y nada. Y se preguntaron: “¿Qué cosa es és­to? ¿de dónde vino ésto? vamos a ver el papelito” . Lo des­tendieron y no le hallaban y se lo pasaban uno a otro y no le hallaban, no le hallaban, hasta que le dio vuelta a toda la mesa y llegó otra vuelta a José Antonio Urquiz y dice:

— Ah caray, ora sí, ora sí ya le hallé, ya le haMé. Es­te es un nombramiento de lo que nosotros estamos forrean­do, para que con este nombramiento nos abasemos, y vaya­mos adelante. Este nombramiento vino de lo alto; por eso no hay que perder esperanzas, vamos a hacerlo a ver si lo cumplimos. Esto es una orden para que puédamos seguir y vayamos logrando un triunfo. Quien sabe cuándo, pero sí vamos a llegar a un triunfo, porque este papel viene de lo alto para que se quede nuestro México; nuestra nación va a ser el salvador de todo el mundo entero, porque México

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tiene la fe que no la pierde todavía. Este es un nombra­miento que viene de lo alto; un nombramiento y se llama sinarquismo. . .

Y así con esto es como vamos a defender a nuestro Mé­xico y no caer como todas las naciones que ya se han dado por vencidos con el comunismo.

Y así fue como yo me doy cuenta que nació el sinarquis­mo, la Unión Nacional Sinarauista. El sinarquismo quiere decir que no tienen ninguna anarquía, que no eran man­dados por ningún gobierno.

La organización

Ese papeiito se lo pasaban de jefe a jefe y quien sabe donde esté ahorita porque ya pasaron muchos jefes. Lo que sí, es que José Antonio Urquiz se lo pasó a Salvador Abas- cal y él al que se vino luego como jefe nacional, un men­tado Antonio Lomelí. Porque hay jefe nacional. Ese es el que manda en todo nuestro México, ese es el que tiene la responsabilidad de estar arriando al jefe regional, regional se llama al de un estado y el de aquí de Michoacán era un tal Lemus, este regional tiene que estar ordenando a los jefes distritales, distrito era ora así como Uruapan, o como Apat- zingán y los estos jefes distritales arriaban a los jefes de los pueblos. . . y así. . . pero el de la mera responsabilidad y orden era el jefe nacional que arriaba a todos los sinarquis- tas de nuestro México.

La conquista de San Juan

El sinarquismo llegó aquí a San Juan como en 1937 y pronto se formó una lista de todos los que querían entrar. Dos fueron los que nos hablaron para que tuviéramos la bue­na voluntad de entrar a esa unión, los dos eran de fuera pero uno vivía ahí desde hacía mucho, ya era visto como del pueblo. Este hatóa estado en el seminario y se dedica­ba a dar clases, era maestro de esos que le nombran particu­lares porque daba su clase ahí en su casa. Dicen por cier­to que era muy buen maestro, que tenía mucha paciencia.Y ya le digo, pronto se apuntaron todos en las listas, hom­bres y mujeres, porque pronto entendieron de cual era el fin, el objeto.

Yo entiendo que, pues más bien sería como una agru­pación de aquellos hombres que ya no querían perjuicio de

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alguna agrupación o partido. Defensores más bien de sí mis­mos, de sus propios pueblos, gente que pudiera defenderse mejor ya que estaban juntos, unidos. Q u’el gobierno los escuchara, qa’el gobierno los atendiera, qu’el go-bier-no-los- a-po-ya-ra en una palabra. Sí, porque yo me imagino que allá en San Juan, el interés que se tuvo de pertenecer a la Unión Nacional Sinarauista era con el fin de estar segu­ros de que fueran a ser atendidos y ciue cualquier cosa que se fuera a ofrecer, pronto darían cuenta al gobierno para qu’el gobierno resolviera cualquier problema que fuera a ha­ber.

Sí pues, el sinarquismo era una unión de hombres cam­pesinos o fabricantes y de lo que se trataba era de estar unidos, y unidos llegar a un acuerdo a’según la volutad del pueblo, a3según las cosas necesarias en el pueblo y poderle insistir al gobierno. Esa era la forma de estar unidos, con el interés de conseguir con todo el cuerpo de la UNS que las mejoras y las comisiones fueran a ser atendidas allá en el centro.

Yo creo que esto del sinarquismo, más bien provino para. . . Gomo ya todos los cristeros ya habían indultado, ya se habían dado de baja todos, tal vez ellos vieron que había una cosa de por medio, que no hallaban ya como apo­yarse con el mismo pueblo, ni con el gobierno. Tal vez se centran como desatendidos, como decepcionados, porque con el gobierno no tenían mucha garantía ya, no tenían mucha confianza ya, porque basta que ellos se sentían como rebel­des del mismo gobierno. Siempre ellos vieron que había alguna cosa de por medio . . . había desconfianza de unos y de otros. Sí, eso, yo creo que el gobierno, pues no halla­ba como unir a la gente, o el pueblo 110 hallaba de qué modo preparar a la gente para unirla, para poder tener más o menos una confianza, tanto el gobierno con el pueblo, como el pueblo con el gobierno.

San Juan va a la conquista

Cuando el sinarquismo comenzó a funcionar en San Juan, se hacían asambleas públicas en la plaza, y en San Juan los jefes nos dejaban una orden para visitar a otros pueblos para conquistarlos, por ejemplo a Corupo, a Cha- rapan. . . Y así, nos íbamos a andar en la conquista. Me acuerdo que un d'ia fuimos a un dicho pueblo que se llama Pamatácuaro, que queda al noroeste de ahí del pueblo de

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San Juan. Nos levantamos muy temprano para irnos para allá. Harta geftte, hartos muchachos. Muchos jóvenes re­cién casados, y ya señores grandes también y parece que jó­venes sin casarse también iban. Y llegamos, y allá nos re­cibieron pero hasta con campanadas y música, hasta músi­ca también.

Llevábamos la bandera tricolor al frente. Sí, porque donde quiera que hubiera una asamblea o una marcha, ahí estaba la bandera de nuestro México. Porque nuestra ban­dera más antes, estaba arrumbada, 110 estaba presente, esta­ba escondida por todos esos que querían implantar el comu­nismo. Por eso la Bandera ya no se veía. Ellos traían una Bandera de Rusia, de colorado y negro. Esa era la bande­ra del comunismo y querían que nosotros respetáramos esa bandera. Pero esa bandera no era nacional, no era mexi­cana. Por eso es que nosotros siempre, para defender a nues­tro México, llevábamos a todas las asambleas nuestra bande­ra tricolor. 6

Y ya le digo, llegamos a ese pueblo Pamatácuaro, como a las ocho y media y hicimos una asamblea, una concentra­ción y se unió toda la gente del pueblo, tanto de hombres como de mujeres; se reunieron para escuchar las pláticas que iban a ser ahí en la plaza. Y se platicaba de que era una misión que tenía la Unión Nacional Sinarquista de vi­sitar a los pueblos, de conquistar a los pueblos para una unión que se trataba de hacer, para cualquier cosa que se fuera a ofrecer, qu’el gobierno pudiera escuchar a aquel gru­po, aquella unipn. Porque yendo individualmente, personal­mente, no lo atienden bien a uno, no lo escuchan, no lo ven igual que cojno a un grupo generoso. Y así, a un grupo grande, pues se le debe escuchar y el gobierno podía tomar­los más en cuenta. Y luego todos ahí: Sí! ¡ S:i! ¡ Cómo no! ; S,|!” . Una de aplausos que hacían ahí, era que les gustaba pues. Y hablaba uno, hablaba otro, y a s í . . .

Otra vez, en otra ocasión, había venido a Saj} Juan, Francisco Lemus de Morelia y Ramón de Anda de Ürua- pan para llevamos a una asamblea a Los Reyes. Fuimos como 50 ó 6.0 personas de San Jüan, salimos a las doce de la noche y llegamos a Los Reyes al amanecer. Había en esa concentración, que se hizo en el Mesón de la Paro-te, harta gente de Uruapan, de San Juan y de otros muchos pueblos.Y como no era en la plaza, entonces había una tarima de madera donde estaban sentados los jefes, y a sus dos lados

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había dos jóvenes con la bandera tricolor y con la bande­ra del sinarquismo. Y estando hablando Lemus, vinieron los federales y lo metieron preso. Que porque estaba tirándole muy duro al gobierno. Porque eso tenía el sinarquismo. El sinarquismo no se detenía en decirle al gobierno lo que me­recía en ese tiempo. Como que estaba cometiendo algunos abusos, grandes abusos. Asesinando por ejemplo a las es­condidas a los mártires que habían llegado ya a morir por el sinarquismo. Le decían al gobierno que por qué lo hacía as: como dice el dicho ese de que tira la piedra y esconde la mano. Y tal vez algunas cosas de esas el gobierno no las tomaba a bien, ¿no? O tal vez creían que como estaba muy recientemente pasada la revolución cristera, creían que ya otra vez se estaba volviendo a formar la gavilla o los re­volucionarios en contra del gobierno. Por eso es que les desconfiaban, siempre tenían una desconfianza con la unión. Porque cada dua iba aumentando más; y más, y más. Don­de quiera, aquí, en todo Michoacán, por aquí ya era que funcionaba el sinarquismo; acá por el estado de Jalisco tam­bién. acá en el estado de Guerrero ya también se oía y exis­tía la Unión Nacional Sinarquista.

Por eso es que en Los Reyes se llevaron a Lemus a la cárcel. Entonces otro jefe. Ramón de Anda, siguió un ra­to hablando ahí y decía que esta no era la primera vez que les hab'ft tocado eso, que ePos ya estaban curtidos de tener esos sufrimientos, ya habían estado así hasta en Morelia y allí también les habían llamado la atención. Pero después de la aprehensión la gente estaba bien enojada y querían pe­lea y dijeron: “Pus qué, ¿por qué no vamos a ver por qué, o cómo, o quién lo manda llamar?” . Y Vamos, vamos!”Y pos que vamos. En eso se juntaron muchas mujeres y di­jeron: “Pos si se ofrece orita mismo hasta nosotras vamos y les metemos corte con nuestras guadañas” . Decían esto cuan­do se pusieron al frente. Tenían los rebozos bien apretados y las guadañas en la mano, y así fuimos todos a la presiden­cia. Los que eran los jefes entraron adentro y otros nos que­damos ahí por fuerita y la demás gente por la plaza y rodean­do por allí para ver qué pasaba. Porque si los fueran a ama­gar, así feamente, si los fueran a perjudicar, 1a. gente estaba lista para entrar a reclamar. Pero no. nada más le tomaron unos datos y ya lo dejaron. Entonces cuando él salió, les dio las gracias y les invitó a oír lo que decían del sinarquismo. Ese Lemus era bien joven. Y asü la gente, después de la asamblea se desparramó contenta y poco a poco se retiró.

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El auge

El sinarouismo duró mucho. . . como en el 40 estaba du­ro el sinarquismo. En esa época nos llamaban a Morelia a unas concentraciones. Allí estuvo emocionante, emocionan­te, porque llegó mucha, harta gente, se llenó toda la plaza, así frente al Palacio, toda la plaza estaba llena de distintas partes: de aquí de la región de Michoacán, del estado de Guanajuato no se diga. Y no, no me lo va a creer, había una de banderas adornando toda la plaza, banderas tricolores. Muy bonito, muy bonito. Y se decía: “queremos apoyo, que­remos garantías, no queremos que perdure el partido del P R I ,7 porque ese partido ya odia, porque ese partido ya está corrompido55.

De ahí de San Juan se iba seguido. Yéndose uno ca­minando hasta Uruapan y ahí agarrábamos el tren, y en el tren ya nos íbamos hasta llegar a la estación de Morelia. Harta gente, harta, unos diez o doce vagones de puros si- narquistas. O h . . . era una cosa emocionante. Y había tam­bién cantos, marchas, versos. . . “Grande, firme, violenta, es nuestra fe que nos alienta55.

Siempre que llegábamos a un pueblo entrábamos en fi­las y con la Bandera al frente. Entrábamos cantando las marchas y luego ¡viva el sinarquismo!, ¡viva! Y así contes­taban los mismos que salían, los vecinos que safen a asomar­se contestaban también rviva y viva! ¡y viva el sinarquismo! ¡viva! ] que vivan Jos sinarquistas! ¡que vivan! y cuando en­trábamos en un lugar así como en Uruapan, o en una ciu­dad como Morelia, hasta confeti nos aventaban allá de las azoteas, listoncillos. serpentinas nos aventaban. Ooh, una buena recepción nos hacían.

Habían algunas señoritas que también hablaban: “que­remos garantías, queremos apoyo, queremos que el gobier­no nos oiga y no se haga e! sordo. Está viendo las necesida­des de nuestro pueblo. Tenemos sed, tenemos necesidad de agua potable, tenemos necesidad de tierras, tenemos necesi­dad de un deslinde. Necesitamos en nuestro pueblo un go­bierno competente y no unos elementos que no nos han ser­vido55. Buenos oradores, buenos creadores que tenía el si­narquismo.

La vida del sinarquismo en San Juan

Las canciones nos ]as aprendíamos en San Juan cuando íbamos a alguna junta para estudiar a lo mismo, para cam­

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biar impresiones, para cualquier cosa que se pudiera ofre­cer. A esas juntas no iban todos. Nooo, si ya todo el pue­blo era sinarquista y acudían a la junta nada más unos cuan­tos, unos diez, unos quince, nomás la directiva, veinte cuan­do mucho.

Se hacía pues la junta, en el portal de la Presidencia o por allí en alguna casa particular. Y ya a los que no asis­tían se les daba parte en un día y en general a toda la gen­te que estaba en la Unión. Y se les decía, este acuerdo tu ­vimos, y esto y esto se trató, y por eso ya les informamos a ustedes esta cosa. “ ¡Está bien, está bien! vamos de acuerdo, vamos de acuerdo” contestaban.

Cuando teníamos un problema se discutía en la junta y después formábamos unas comisiones /^resolverlos que se mandaban a Morelia, o hasta México si era posible. Por ejemplo, los litigios que había entre San Juan y Parícutin por los terrenos de la comunidad, eran los de la Unión los que hacían frente con alguna comisión. Sí, porque el sinarquis- mo detenía muchas veces a la gente para que no fuera a haber un zafarrancho contra los de Parícutin. El sinarquis- mo era una fuerza que detuvo a los que estaban por hacer un zafarrancho. Más bien, querían la paz. Eso era lo que buscaban, la paz; que no fuera a haber una cosa mala con­tra el pueblo, querían que todos marcháramos en una for­ma así pac'lfica. Que no fuera a haber una cosa contraria para el pueblo, ni para el gobierno.

Y es que ya le digo, la gente que resultó condolida de la persecución religiosa, fue la que se organizó en una unión, en el sinarquismo, para saberse defender y tener el apoyo con el gobierno; pedir y que se les concediera. Pero esto 110

quiere decir que había sacerdotes sinarauistas, no. Tal vez ellos si nos apoyarían, pero que se fuera a declarar que ellos fueran a hacer cabeza, no. Y es que el sinarquismo no era tanto como para apoyar a la Iglesia. Que si, sí estaban al frente para cualquier cosa que se fuera a ofrecer, pero no era propiamente para. . . no era una cosa así para defender exclusivamente nomás a la Iglesia, no. . .

La decadencia

Allá por los años 40, Abascal, que era el mero jefe na­cional de la Unión Nacional Sinarquista, hizo una junta con los jefes regionales y distritales para pronto acabar con el comunismo y ir matando de a uno por uno, que al cabo ya

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sabían quienes eran los meros comunistas. Los meros co­munistas eran las autoridades, los licenciados, los diputados y también los profesores; esos eran los meros colorados. “Con ellos hay que acabar pronto porque mero son de corazón” , dijo Abascal. A lo que le contestó el jefe de Jalisco: “Eso no está bien. Porque si empezamos a hacer eso, necesita­mos levantarlos en armas y necesitamos arreglarnos bien y necesitamos mucho dinero para darles armamento y mucho comestible para estarlos manteniendo a los que vengan con nosotros. Entonces no conviene porque no sabemos qué pue­da pasar. Si yo encuentro a alguno y digo: ha de ser mi contrario y lo mato, pobrecito de los niños que quedan huér­fanos y las mujeres que quedan viudas, pobrecitas ellas. Y nosotros por fin, si nos morímos nos morimos, pero no con­viene ansina. Vamos a platicar, a ir al paso, al paso y no lleguemos a ese punto por ir a la carrera. Vamos mejor al paso, al paso, a pura política, para poderlo vencer al comu­nismo”.

Entonces Abascal se enojó porque no lo dejaban hacer como él quería. Acabar con el comunismo a pura carrera, a la pura carrera. Y entonces dijo: “bueno, para mi mejor se acaba y veo para donde me voy” . Y se fue para la Baja California y se llevó gente para hacer una colonia que le nom­braron María Auxiliadora. Por allá anda todavía, porque le dio coraje porque no lo acompañaron, no lo dejaron como él tenía el gusto de prender la revolución, pues.

Por eso es que aquí en San J'uan muchos también se sa­lieron, porque la gente ya se enfadó de que el sinarquismo no hacía nada, porque nomás era Unión y no partido y en­tonces pura marcha, pura marcha se volvía. Además de eso, no siguió el sinarquismo aquí en San Juan porque nos desani­mamos; toda la gente se desanimó cuando se vino la erup­ción del volcán y vimos que nadie acudía de parte del sinar- quismo. Ni de lejos ni de los derredor es, nadie vino con el carácter del sinarquismo a decir: hombre ¿qué tienen? o ¿qué les pasa? No, nadie nos llegó a visitar o a condolerse de no­sotros. Por eso fue que se desanimó el jefe y dijo: “no, esto no. Ya no nos sirvió para nada a nosotros, nadie nos llegó a venir a dar el pésame siquiera. . . ”

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/ Entrevista a Doña Malena Cuara (24 de junio de 1980). Entre­vista a I)on Celedonio Gutiérrez (28 de junio de 1980).

2 EiKivvifta a Don Antonio Martínez (6 de juiio de 1980).3 Los nombres son imaginarios con objeto de respetar la intimidad

de lo; narradores.4 Se refiere a José Antonio Urquiza.5 Esta parte del relato impresiona por la similitud con la leyenda

que se cuenta sobre la aparición del Señor de los Milagros, la ima­gen iná> venerada en San Juan.

6 Era tan fuerte el culto por la bandera de pinte de los Anarquistas, que el Estado mexicano enseguida decidió dedicar un día especial para homenajearla.

7 Se refiere evidentemente al Partido de la Revolución Mexicana, PRM.