Marzo de 2013: Alegría

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¡ESTá VIVO! La Pascua es transformación Un mundo imperfecto La clave está en el amor 11 consejos para superar la depre CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA

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Madeleine L'Engle escribió: «La alegría es una señal infalible de la presencia de Dios». Conviene que interioricemos esa verdad que ella tan bien expresó y que aprendamos a vivir en consecuencia.

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¡Está VIVo!La Pascua es transformación

Un mundo imperfectoLa clave está en el amor

11 consejospara superar la depre

C A MB I A TU MUNDO C A MB I A NDO TU V I DA

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1. Mateo5:5,9(rvc)

2. Salmo16:11

3. 1Pedro1:8(nvi)

Año 14, número 3

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A N U E S T ROS A M IG OS

Los Evangelios no siempre tuvieron ángel para mí. Representaban una materia más del colegio. Eran suge-rentes, pero no lo suficiente como para zambullirme en ellos en busca de brillantes verdades. Eso hasta los 17 años, cuando cayó en mis manos un librito con el Evangelio de Mateo, que me cautivó. Por entonces vivía

yo en Nueva York y recuerdo haberme sentado en la ladera de un cerro, junto a una inmensa autopista, a leer el Sermón de la Montaña. En aquella etapa de joven idealista que soñaba con labrar un mundo mejor, las palabras de Jesús fueron lo más revolucionario que había leído yo en la vida. Después de eso ya no me despegué de su lectura. Sucumbí a su encanto.

Cada versículo que leía me impactaba más que el anterior. El Evangelio ejerció tal poder sobre mí que decidí enmendar el rumbo de mi vida. Me lancé por un camino desconocido, casi misterioso. No lo entendía todo, pero anhelaba inte-riorizarlo. ¿Quién no va a querer ser parte de un mundo en que los milagros son moneda corriente, en que se encaran los males y las injusticias, en que se defiende a los débiles y a los oprimidos y en que el amor tiene la última palabra? Frases como «bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra; bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios»1 despertaron mi sed de más y más verdad.

Al cabo de unas semanas me di cuenta de que esas lecturas me estaban afec-tando profundamente. Poco a poco se fue renovando mi modo de pensar, mi modo de ver el mundo. Mi espíritu gradualmente se iba transformando. Me topaba con versículos y enseñanzas que me hablaban al alma, me conmovían, suscitaban mi entusiasmo, me llenaban de paz o me infundían ganas de luchar por un buen fin.

Con el tiempo pasé de los Evangelios a otras partes de la Biblia, que se con-virtió en mi libro de cabecera. Encontré pasajes que me ayudaron a dilucidar lo que me sucedía interiormente. Fue así como llegué a los Salmos, esas canciones del alma y clamores de angustia o de súplica a un Dios amoroso y comprensivo. Definitivamente me enamoré. Descubrí que en la presencia de Dios «hay plenitud de gozo, delicias […] para siempre»2. El apóstol Pablo fue más allá y expresó en estos términos la comunión de corazón que había logrado yo con el Creador: «Lo aman a pesar de no haberlo visto; y aunque no lo ven ahora, creen en Él y se alegran con un gozo indescriptible y glorioso»3.

Ese mismo gozo les deseo a todos.

GabrielEn nombre de Conéctate

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Me crié en un hogar cris-tiano y desde mi infancia siempre estuve muy fami-liarizada con el relato de la Pascua. Sin embargo, no fue sino el año pasado cuando descubrí lo que la Pascua significa para mí personalmente.

No es que me pasara la última Semana Santa reflexionando sobre la gloriosa resurrección de Jesús, ni sobre el triunfo del bien sobre el mal, ni contemplando desde mi ventana los intensos colores del amanecer. Apenas unos días antes mi mejor amiga me había dado por teléfono la triste noticia de que su padre había fallecido repentinamente durante la noche. Todavía no me había recuperado de la conmoción y el dolor. ¿Cómo puede una vida eva-porarse tan súbitamente, sin tiempo para unas últimas palabras ni para despedidas? Pensé en los niños, que

no tendrán oportunidad de conocer a su abuelo; en mi amiga, que ya no contará con el apoyo y los consejos de su padre; y en su mamá, que echará de menos la afectuosa presencia de su marido.

Mientras leía un estudio bíblico sobre la Pascua que detallaba las últimas horas de Jesús, Su crucifixión y resurrección, se me ocurrió que la muerte del Salvador debió de ser de lo más funesta para Sus amigos y discí-pulos. No obstante, se transformó en el milagro más pasmoso que se pueda imaginar: el triunfo de Cristo sobre la muerte. Si fue posible albergar espe-ranza luego de un acontecimiento tan terrible, ¿no podía hacerse lo mismo hoy en día? Pensé en el dolor de mi amiga. ¿Qué esperanza podía quedar después de la muerte trágica y prematura de su papá?

Mis ojos se posaron en un versículo de la Biblia: «Dios levantó a Jesucristo de los muertos. Ahora vivimos con gran expectación»1. Al reflexionar sobre esas palabras me

di cuenta de que el milagro de la Pascua no concluyó hace 2.000 años con la resurrección de Jesús. Ha con-tinuado a lo largo del tiempo y nos trae hasta el siglo xxi un mensaje de esperanza viva.

Independientemente de lo som-brío que parezca hoy el panorama, se acerca un glorioso amanecer. Cuando Cristo se preparaba para separarse de Sus discípulos, les dejó una promesa: porque Él vive, ellos y nosotros también viviremos2.

La Pascua no es un simple día de conmemoración que se celebra una vez al año; es una esperanza viva que palpita en nuestro corazón durante todo el año. Tan cierto como que el sol sale cada mañana, podemos dejar atrás las tristezas y dolores que nos aquejen y volver a levantarnos con renovada fe y el consuelo del eterno amor de Dios.

Elena Sichrovsk y es profesor a de inglés y misioner a voluntar ia en Taiwán. ■

con gran expectación

1. 1Pedro1:3(ntv)

2. V.Juan14:19

Elena Sichrovsky

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Habían transcurrido tres años desde el momento en que, respondiendo al llamado de Jesús, habían resuelto seguirlo. Cada caso había sido distinto. A Natanael Jesús le dijo que era «un verdadero hijo de Israel, un hombre totalmente íntegro»1. Mientras echaban sus redes en el mar, Pedro y su hermano Andrés oyeron las palabras: «Venid en pos de Mí, y haré que seáis pescadores de hombres»2. A Mateo lo halló en la caseta de recauda-ción de impuestos3. Los años que siguieron fueron los más intensos y emocionantes de su vida. Jesús era la persona más increíble que habían conocido jamás. Lo amaban profundamente.

Presenciaron hechos inauditos: curaciones milagrosas de gente enferma, liberaciones de fuerzas

demoníacas4, la alimentación de cinco mil personas con unos pocos panes y peces5. Hubo inclusive una ocasión en que bajaba por la calle un cortejo fúnebre y Jesús se conmovió tanto ante el dolor de la madre por la pérdida de su hijo que detuvo la procesión, tocó el ataúd, y el joven revivió y se incorporó6. Por cierto, esa no fue la única vez que devolvió la vida a un difunto. Se dio el caso de la niña que estaba muerta cuando Él ingresó a su cuarto y viva cuando salió7. Vale también mencionar a Lázaro, que llevaba cuatro días falle-cido cuando Jesús fue a su sepulcro y le mandó que saliera8.

En ciertas ocasiones contó relatos increíblemente perspicaces, narraciones que encerraban verdades profundas y revelaban importantes principios a quienes mostraban la

1. Juan1:47(ntv)

2. Marcos1:17

3. V.Mateo9:9

4. V.Mateo4:23,24

5. V.Mateo14:14–21;15:32–38

¡Está VIVo! Peter Amsterdam

6. V.Lucas7:11–16

7. V.Marcos5:35–42

8. V.Juan11:38–44

9. V.Mateo13:10–13

10.V.Juan6:15

11.V.Juan6:3

12.V.Lucas20:20

13.V.Mateo21:6–9

14.V.Juan11:47,48

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apertura necesaria para asimilarlas9. A veces enseñaba a multitudes de personas que se juntaban a escuchar lo que exponía y que en determinado momento estuvieron a punto de llevárselo a la fuerza para coronarlo rey10. En otras ocasiones llevaba a Sus seguidores más íntimos a algún lugar apartado donde pudieran descansar y recibir instrucción discipular11.

Sin duda fueron tiempos vertiginosos.

Claro que no todos los días esta-ban llenos de alegría y sana emoción. A veces se enfrentaban a antago-nismo. Los enemigos religiosos de Jesús discrepaban de Sus enseñanzas y lo desafiaban continuamente. Las respuestas que les daba, sin embargo, rebosaban sabiduría, poder y, sobre todo, amor12. Todo en Él se basaba en el amor y la compasión.

Con el paso del tiempo la oposi-ción fue arreciando. Sus enemigos estaban cada vez más decididos a ponerle freno. No obstante, en

medio de toda esa hostilidad, cierto día una multitud de Jerusalén —engrosada por miles de peregrinos que habían acudido con motivo de la Pascua— salió a Su encuentro en las proximidades de la ciudad agitando palmas y exclamando: «Hosanna al Hijo de David»13. Sus rivales religiosos no se atrevieron a ponerle la mano encima por la gran acepta-ción que tenía entre la gente. Pero les preocupaba que Sus actividades fueran a provocar la intervención de las fuerzas de ocupación romanas, lo cual podía comprometer la posición dominante que ellos ostentaban en la sociedad de la época14.

Fueron años extraordinarios, de maravillas, de esperanza, de emoción y de aprendizaje. Probablemente Sus seguidores se imaginaban que todo seguiría así por mucho tiempo más.

La situación dio entonces un giro repentino. Se llevaron preso a Jesús y en un lapso de apenas veinticuatro horas lo ejecutaron sumariamente como a un criminal. Aquello hizo

pedazos las esperanzas y sueños que abrigaban Sus seguidores. El maestro al que habían llegado a amar entra-ñablemente había dejado de existir. La vida que habían compartido con Él los últimos tres años había tocado a su fin. El futuro que Él había anunciado no había resultado como se lo habían imaginado. Jesús estaba muerto.

Quedaron desconcertados, tristes. Les entró miedo. Se escondieron y trabaron las puertas. ¿Cómo había tenido un final tan abrupto la obra en la que habían participado, y el amor que tan íntimamente habían llegado a conocer? Todo se alteró bruscamente. El futuro se veía sombrío.

Tres días después, muy temprano en la mañana, unas mujeres que habían sido seguidoras Suyas visita-ron Su tumba, pero la encontraron vacía. Cuando refirieron lo aconte-cido a los otros discípulos, ninguno las tomó en serio, salvo Pedro y Juan, que partieron corriendo hacia

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el sepulcro y comprobaron que el relato de las mujeres era cierto. Jesús no estaba allí. No entendían qué había pasado. Su cuerpo había desaparecido15.

Más tarde ese mismo día, y pese a que la puerta del aposento donde se escondían estaba cerrada, Jesús se apareció en medio de ellos. El hombre al que habían amado y seguido, que había sido torturado y ejecutado brutalmente, se puso delante de ellos16.

¡Estaba vivo!Había resucitado y vuelto con

ellos. Su presencia lo cambió todo. A pesar de que lo habían ajusticiado como a un delincuente, el hecho de que estuviese vivo frente a ellos demostró que todo lo que les había enseñado acerca de Su persona era verdad. Él era, en efecto, «la resurrección y la vida»17. Lo habían matado y había vuelto a la vida en tres días18. La veracidad de esas pala-bras era evidente, ya que Él estaba delante de ellos, vivo. La presencia

de Jesús cambió por completo las circunstancias de los días anteriores. Creer en Él no había sido una insensatez. No se habían frustrado los designios de Dios.

Cuarenta días después Jesús ascendió al Cielo. Si bien dejó de estar físicamente con ellos, les envió el Espíritu Santo para que habitara en ellos, para que fuera una presencia constante que los guiara en verdad y amor y los ayudara a divulgar las enseñanzas que Él les había impartido y los sucesos extraordinarios que habían presen-ciado en el tiempo en que habían estado juntos19.

Los magníficos años en que habían convivido y trabajado con Él habían llegado a su fin; dieron paso a una época de diseminación y comunicación del mensaje. El hecho de que Jesús estuviera vivo les confirió poder para trascender los límites de lo consuetudinario, de lo que habían hecho hasta entonces, y dedicarse a divulgar Su amor y

salvación. Si bien tomó tiempo y les costó adaptarse, cumplieron lo que Él les había encargado: se dirigieron a diversas ciudades y países, hicieron nuevas amistades y lo dieron a conocer a muchos. Formaron comu-nidades de fe y transmitieron a otros lo que Él les había enseñado. Día tras día, año tras año, corazón por corazón, se dedicaron a la misión que se les había encomendado. Se enfrentaron a dificultades, pruebas y tribulaciones, pero siguieron adelante, aun a costa de su vida. De esa manera tuvieron un impacto profundo en el mundo de su época y de todos los siglos posteriores.

Si bien la situación había cam-biado y Él ya no estaba físicamente con ellos, aún podía obrar mila-gros, resucitar a los muertos, dar respuestas increíbles a quienes las necesitaban, manifestar amor, com-pasión y misericordia, y proclamar la buena nueva de la salvación. Solo que en lugar de hacerlo en persona, lo hacía por medio de ellos. Seguía

15.V.Lucas23:55,56;24:1–11;Juan20:3–9

16.V.Juan20:19,20

17.Juan11:25

18.Marcos8:32;Juan2:19–21

19.V.Hechos2:1–4;Mateo28:19

20.1Corintios15:55

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Independientemente de las circunstancias en que nos encontre-mos, de las vicisitudes que hayamos pasado y de lo difíciles que puedan estar las cosas, Él también vive en nosotros. Estemos donde estemos, Su poder y Su Espíritu nos acompañan. En toda eventualidad, en todo lugar, tanto en nuestra ciudad natal como en un lejano país, Él está con nosotros y obrará a través de nosotros en la medida en que se lo permita-mos. Dejemos que los demás vean Su Espíritu en nosotros, escuchen Sus palabras por boca nuestra y lo perciban en nuestros actos amorosos, nuestra compasión y nuestra empatía. Así demostraremos que Él sigue vivo, incluso en el mundo de hoy, con toda su confusión y sus calamidades. Ayudemos a la gente a hacer contacto con Él y darse cuenta de que vive.

Peter A mster da m y su esposa, M ar ía Fontaine, dir igen el movimiento cr istiano La Fa milia Inter nacional. ■

INDULTO GENERALReflexiones sobre la Semana SantaDavid Brandt Berg

El Jesús que adoramos no está cruci-ficado; ¡ya dejó la cruz! Nuestra cruz está vacía. «¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?»20 El Cristo que adoramos no está en la tumba. Vive en nuestro corazón.

Resucitó victorioso, alegre, libre, para nunca más morir, a fin de redimirnos también a nosotros y evitarnos el sufrimiento de la muerte espiritual. ¡Qué alegría debió de sentir al resucitar y ver que todo había concluido! Había triunfado, ¡el mundo estaba salvado!

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El milagro de la Pascua consiste en que, como Jesús no se quedó en el sepulcro, ese no será tampoco nuestro fin. No tendremos que expiar nuestros pecados en el infierno, ni sentirnos eternamente separados de Dios. Jesús pagó por nosotros y resucitó después a una nueva vida. Conforme vayamos llenándonos de Su amor, esa nueva vida estará también en nuestro interior, brindán-donos esperanza y paz. ■

viviendo en ellos y obrando por medio de ellos. Y ha continuado así de vivo para quienes lo han amado y seguido desde entonces.

En la Pascua celebramos la resu-rrección de Jesús. Conmemoramos el hecho de que derrotó a la muerte, al infierno y a Satanás. Jesús nos redimió de nuestros pecados. Vivió, amó y murió por cada uno de nosotros individualmente, y está tan presente hoy en nosotros en espíritu como lo estuvo para las personas con las que caminó por la Tierra hace dos milenios.

Durante un breve período Sus discípulos perdieron la esperanza. Lo acababan de crucificar, y ya no estaba con ellos. Pero esa crisis pasó rápido. La confusión, el temor y la incertidumbre se desvanecieron ni bien se dieron cuenta de que Él seguía vivo y que Su amor, Su ver-dad, Su compasión, Sus palabras y Su poder los seguían acompañando, a pesar de que la situación había cambiado.

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Memostraráslasendadelavida;enTupresenciahayplenituddegozo;deliciasaTudiestraparasiempre.Salmo 16:11

Diosesamor.¿Yhaymayorfelicidadqueelamor,queamaryseramado?Diosesfelicidadporqueesamor,yporqueeslafelicidaddelamor.Peroeslaeternafelicidaddelamorinfinito.[…]TodonuestroserestádiseñadoparaamaraDios,yparaposeerloygozarlo.Ernesto Cardenal5

Alégrense,alégrensedecora-zón.Lavidadeunverdaderocristianodebieraserunjúbiloperpetuo,unpreludiodelosfestivalesdelaeternidad.Teófano Vénard6

Todos sabemos lo que es verse asediado por dificul-tades o sufrir reveses. Las vicisitudes económicas, las inclemen-cias del tiempo y hasta el tráfico de las horas pico pueden abatir nuestro ánimo.

Pero no tiene por qué ser así. El Espíritu Santo puede darnos fuerzas para remontar nuestros problemas, por grandes que sean, y brindarnos felicidad y alegría a pesar de las circunstancias.

El secreto para vivir con el gozo del Señor es tomarnos el tiempo para llenarnos de Su Palabra, de modo que tengamos una reserva de Su Espíritu de la cual extraer fuerzas

en momentos difíciles. «Estas cosas os he hablado —dijo Jesús a Sus discípulos—, para que Mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido»2.

Por eso, si te sientes hundido o descorazonado, procura pasar más tiempo con Jesús, leyendo y estudiando Su Palabra. ¡Te quedarás asombrado del buen efecto que tendrá en ti!

Otra cosa que ayuda mucho es hacer un repaso de todo lo bueno que el Señor te ha dado y ha hecho por ti. «Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad»3. «El gozo del Señor es vuestra fuerza»4.

Rafael Holding es escritor. Vive en Australia. El fruto r adiante: la alegría es un ex-tracto del libro Los dones de Dios, de la colección Actívate, Se puede adquirir en la tienda virtual de Aurora (http://shop.auroraproduction.com/) ■

EL FRUTO RADIANTE: LA ALEGRÍA

1. Gálatas5:22,23(nvi)

2. Juan15:11

3. Filipenses4:8

4. Nehemías8:10

5. ErnestoCardenal(1925–)esun

poeta,sacerdote,teólogo,escritor,

traductor,escultorypolítico

nicaragüense.

6. TeófanoVénard(1829–1861)fueun

misionerocatólicofrancésquemurió

comomártirenIndochina.

«El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio. Contra estas cosas no hay ley»1.

Rafael Holding

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Era un día de verano par-ticularmente bochornoso. Tras varias horas de viaje, Jeffrey y yo nos sentamos en la sala de espera de una estación de autobuses del norte de Italia donde el ambiente estaba muy cargado.

—¿Era necesario que te acompa-ñara? —musitó.

¿Cómo pudo ocurrírseme seme-jante idea? Alejar de sus amigos a un chico de 14 años y llevarlo a visitar a sus abuelos. ¡No es precisamente el panorama más entretenido para un adolescente!

Teníamos que esperar una hora antes de subirnos al autobús en el que haríamos el último trecho. Yo no sabía qué era peor, si el aire viciado de la sala de espera o el ambiente cargado entre él y yo.

—¿Quieres un helado? —le pregunté.

Eso casi siempre lo arreglaba todo. Esta vez no hubo caso.

—No —respondió tajante—, no tengo ganas.

Mi chiquillo estaba creciendo.A mí ya se me agotaba la paciencia.

—Pues yo me voy a comprar uno.

Tomé el bolso y me dirigí a la cafetería de la terminal de autobuses. En el camino le pedí a Jesús que hiciera algo para restablecer la buena comunicación entre Jeffrey y yo.

Al volver lo encontré conversando con un chico uno o dos años mayor que él.

—Emanuel es rumano —me explicó al presentarnos—, pero habla bien el italiano. Vive en una casa rodante con su madre y sus dos hermanas menores. Hace trabajitos por aquí y por allá para mantener a su familia.

Emanuel parecía un joven inteligente y bien educado, y estaba dispuesto a trabajar en lo que fuera, según sus propias palabras.

Ambos chicos prosiguieron la animada conversación que yo había interrumpido. Cuando Jeffrey le dijo a Emanuel que había asistido a un campamento de verano en Timişoara (Rumania), a este se le iluminó el rostro.

—¡De allí soy yo! —exclamó.

Noté que para Emanuel había sido una dicha encontrar un chico más o menos de su edad con el que hablar distendidamente. Además, Jeffrey se interesó mucho en su vida, sorpren-dido de haber conocido a alguien de su edad que se encargaba de mante-ner a su madre y sus hermanas.

Llegó el momento de despedir-nos y subir a nuestro bus. Jeffrey le entregó a Emanuel uno de los folletos cristianos que teníamos para oportunidades así, además de un donativo para su familia.

—Mamá —me dijo Jeffrey en voz baja mientras nos sentábamos en el autobús—, eso fue cien veces mejor que un helado.

A veces, cuando estamos moles-tos o desanimados, no hay mejor remedio que preocuparnos por otra persona y ofrecerle ayuda.

Anna Perlini es cofundadora de Per un mondo migliore (http://italiano.perunmondomigliore.org/), organización humanita-ria que desde 1996 lleva a cabo labores en la ex Yugoslavia. ■

Anna Perlini

Una bocanada de aire fresco

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La sonrisa de mi bebito era una nimiedad. Sin embargo, modificó mi perspectiva de la vida.

Al despertarse y mirarme, vio lo más fundamental para él en el mundo: ¡yo! No le importó que mi pantalón de pijama no combinara con la blusa, ni que estuviera toda despeinada. Simplemente me quiere, y le encanta estar conmigo. No necesita perfección; el amor todo lo perdona, todo lo embellece. En el momento en que lo tomé en brazos y me impregné del amor que irradiaba, se me esclareció algo que había estado rumiando un rato antes.

La falta de perfección en la vida es algo que siempre me ha fasti-diado. Cuando alguien dice o hace algo que me contraría, suelo argu-mentar: «¿Por qué tiene que haber choques de personalidad, descuidos, faltas de consideración, injusticias, desaires, pesimismo? ¡Son cosas

que suceden todos los días y están mal! ¡Ojalá no existieran! Si todo el mundo —yo incluida— se condujera como es debido, mi vida sería toda dicha y perfección. La perfección es lo único que alguna vez aliviará mis irritaciones». Pero a la vez sabía que eso nunca se daría. La vida no es así. Necesitaba otra solución.

Cuanto más cavilaba más me daba cuenta de que en realidad lo que quería era que el mundo girara en torno a mí, mis deseos, senti-mientos, preferencias y prioridades. Algo tenía que cambiar, y en este caso, cualesquiera que fueran las faltas de los demás, la que tenía que cambiar era yo. Pero ¿cómo? Ya lo había intentado antes.

Aquella mañana, mientras sostenía en brazos a mi bebé, una voz interior me susurró: «¿Te habría gustado que tu bebé fuera perfecto de nacimiento?»

Al reflexionar sobre ello, comprendí que nada me habría des-agradado más. De haber podido él

caminar y correr desde el momento en que nació, nunca habría podido yo disfrutar de la expresión de emoción que se dibujó en su carita el día que logró dar sus primeros pasos. Además me habría perdido ese singular sentimiento de tenerlo en brazos sabiendo que dependía ente-ramente de mí. De haber podido él hablar perfectamente desde el día en que nació, jamás habría podido yo experimentar la alegría de oírlo decir su primera palabra. Si él supiera todo lo que sabe una persona mayor, nunca habría podido verlo pasmado ante algún descubrimiento, ni habría tenido yo la dicha de enseñarle algo nuevo. Me habría perdido infinidad de cosas. En realidad sus imperfec-ciones lo hacen perfecto. No querría que fuera distinto.

Entonces me pregunté: «¿Qué hace que su imperfección sea diferente de todas las otras imperfec-ciones que me rodean?»

La respuesta no podía ser más clara: el amor.

Un mundo

imperfectoChalsey Dooley

1. Mateo7:7

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¡Eso es! Eso es lo que me falta. Eso es lo que más preciso para afron-tar con valor y alegría los problemas que quisiera que no existieran.

Caí en la cuenta de lo que me perdería si yo y los que me rodean fuéramos perfectos desde el comienzo. Me perdería ese aspecto imprevisible y sorpresivo de la vida; la dicha de perdonar y ser perdonada; los estrechos vínculos de amistad que se labran luchando con la adversidad, y las cualidades que se cultivan de la misma manera.

Me acordé de que añadir pensa-mientos negativos a una situación ya de por sí negativa nunca da resul-tados positivos. En ese momento me propuse buscar y descubrir las oportunidades y experiencias positivas que se ocultan detrás de la máscara de la imperfección.

Más tarde aquel mismo día mi bebito no se dormía. Decidí enton-ces sacarle provecho a una situación difícil poniendo en práctica lo que acababa de aprender. Me olvidé de

lo que a mi juicio era lo mejor para él y para mí en ese momento, y mi marido y yo nos estuvimos un rato cantando y riendo con él. Fueron instantes perfectamente felices que todos nos habríamos perdido si aquel día todo hubiera salido perfecto.

Cada situación y cada persona con que nos topamos pueden contribuir a que nuestra vida esté salpicada de felicidad y sorpresas. Basta con que no nos atasquemos en lo inmediato, sino que miremos más allá. Podemos ver cada dificultad, pérdida, herida o deficiencia como una pista, como la puerta de acceso a una cámara acorazada donde encontraremos bellos tesoros de Dios. «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá»1.

Chalsey Dooley vive en Aus-tr alia. Escr ibe textos motiva-cionales par a niños y educa-dor es y se dedica de lleno a la for mación de sus hijos. ■

Cuandodejasdeexigirperfecciónalosdemás,lospuedesquererporloqueson.Donald Miller

Sibuscaslaperfección,nuncaestaráscontento.León Tolstói

Notemasalaperfección.Jamáslaalcanzarás.Salvador Dalí

Haydosclasesdeperfección:laquenuncalograrás,ylaotra,queesconducirteconnaturalidad.Lauren King

Nuncabuenaobrasinzozobra.Refrán español

Esprecisosertoleranteparapoderviviracompañado.Muchossolitarioslosonporperfeccionistas.Víctor Hugo Menacho Moreno

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Por motivo de nuestra labor voluntaria, viajé de Europa a América Central con mi esposo, Andrew, y nuestra hija Angelina. En Guatemala, Dios nos bendijo con la magnífica oportunidad de sentarnos junto a un apacible lago que en otro tiempo fue un centro de la próspera cultura maya. En aquel ambiente sereno, el mayor aconte-cimiento del día —tanto para los lugareños como para los turistas— es contemplar el sol ponerse detrás de los tres volcanes que bordean la orilla occidental del lago. Allí los placeres de la vida son sencillos: por ejemplo, nadar en partes del lago donde afloran fuentes termales subterráneas de origen volcánico, creando una curiosa mezcla de agua helada, tibia y muy caliente.

Aunque no tomo café, me fascinó observar cómo se cultiva y cómo se secan, tuestan y muelen los granos con los que finalmente se prepara un delicioso café de intenso color. El aroma me pareció embriagador, y Andrew y Angelina me aseguraron que el sabor era celestial; un brebaje

verdaderamente casero, de principio a fin.

Había una curiosa mezcla de turistas liberados transitoriamente de su vida civilizada, su estrés y sus prisas, y mujeres mayas que tejían hermosas telas multicolores, algunas con un niño —hijo, nieto o quizá bisnieto— amarrado a la espalda y dormido plácidamente, o jugando calladito a su lado. ¡Vaya contraste!

Aunque los mayas de hoy se ven obligados a vender sus artículos a extranjeros para subsistir, no permiten que el ajetreo del mundo moderno los contamine. Son un pue-blo laborioso; trabajan rítmicamente de sol a sol y producen hermosos trajes típicos. No se dejan arrastrar por la moda, y visten con orgullo sus prendas tradicionales, al igual que sus hijos. No recurren a fármacos, sino que encuentran en árboles y plantas los remedios que necesitan. Las mujeres producen ellas mismas sus cosméticos. (Gracias al champú de hierbas que les compré, mi cabello luce mejor que con cualquier

producto comercial que haya probado, ya fuera o no de hierbas.)

Sentada bajo las palmeras que la brisa mecía suavemente, mientras oía el romper de las olas en la orilla del lago y contemplaba la puesta del sol, me sentí en la gloria, como si me hubieran llevado al Cielo para mostrarme una de las razones por las que fui creada: para disfrutar de todo aquello.

La jet set, los ambiciosos y otros por el estilo consideran atrasados a los mayas; pero yo no estoy tan convencida de que sea así. La velocidad y el estrés le restan alegría a la vida, alegría que podemos recu-perar yendo más lento y ajustando nuestros objetivos a los de Dios.

Anna Wormus es cofundadora y directora de Healing Hearts Balkans (http://healingheartsbalkans.org/). Actualmente vive con su marido en Serbia. Desde 1995 trabajan en zonas de la ex Yugoslavia que fueron devastadas por la guerra. ■

LA CULTURA MAYAAnna Wormus

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1Considérate afortunado. Expresar tu gratitud te

levantará el ánimo de una forma maravillosa. La alabanza tiene un efecto espiritual capaz de contrarrestar cualquier cosa que te agobie.

9Remoza tu cuarto o tu casa. Un cuarto

limpio y ordenado, una hermosa vista, pequeños arreglos en la casa e incluso una mejor iluminación contribuyen a mejorar el estado de ánimo.

Samuel Keating

1. Proverbios17:22

2Conéctate con Jesús. Él te ama, vela por ti y tiene

la solución para cada uno de tus problemas. Dile cómo te sientes, lee la Palabra de Dios, fortalece tu fe aferrándote a las promesas contenidas en ella.

3Haz algo por los demás. Ayudar a alguien no solo

beneficia a esa persona, sino que también te levanta el ánimo a ti.

4Tómate un descanso. Haz una pausa y sal a

pasear, siéntate en un sitio apacible u observa un bello paisaje o un cuadro que te guste. Medita sobre las cosas lindas de la vida.

5Canta o escucha una canción. Una canción de ala-

banza a Dios puede acercarte a Él y colmar tu corazón de serenidad y gratitud.

6Haz ejercicio. El ejercicio físico libera en el organismo

endorfinas, sustancias que producen sensación de bienestar y tranquilidad, que apartan los pen-samientos de las preocupaciones y afanes y te llevan a emplear tus energías en cosas más positivas.

7Pégate una carcajada. «El corazón alegre constituye buen

remedio»1. No te tomes la vida ni a ti mismo demasiado en serio. Lee o ve algo chistoso, piensa en algo que te cause gracia o conversa con alguien que suela hacerte reír.

8Pasa ratos con tus hijos. Los niños son muy cariñosos, y su

disposición alegre, su resiliencia y su sencillez pueden ayudarte a ver los problemas más objetivamente.

10Duerme bien. Es más fácil lidiar con

las complicaciones y apuros habiendo descansado bien. Una pérdida importante de sueño puede hacer que los pro-blemas se vean más grandes de lo que son y causarte malestar.

11Sonríe. Sonreír aun sin ganas tiene un

efecto positivo en tu espíritu. Luce una sonrisa y verás el mundo desde un prisma más

alegre.

11 consejospara superar la depre

Sa muel K eating es ger ente de producción de la r evista Conéctate. Vive en Milán (Italia). ■

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Hay un dicho que reza: «Lo bueno es enemigo de lo mejor». La cuestión es que conformarse con algo que es apenas bueno puede implicar que deje de alcanzarse algo mejor. Parece ser un imperativo cultural en estos días que nunca nos conformemos con menos de lo que a nuestro juicio va a resultar mejor para nosotros. Sin embargo, yo estoy llegando a una conclusión diferente.

En mi búsqueda personal del mejor resultado posible en cada situación veo que a veces he dejado pasar buenas posibilidades. Por estar preocupado de que a la vuelta de la esquina podía estar lo que realmente quería he desaprovechado oportuni-dades. En esos casos, me parece que «lo óptimo» fue en realidad enemigo de «lo bueno». Por ir en pos del proverbial tesoro que debería estar al

final del arco iris me perdí la belleza de este último. Probablemente sería más feliz si disfrutara del viaje en lugar de estar siempre obsesionado con llegar a mi destino.

Mientras pensaba en eso me acordé de algo que dijo Pedro acerca de Jesús: «Anduvo haciendo bienes»1. Jesús no dejaba pasar las oportunidades de hacer el bien.

También está el clásico pasaje de la carta de Pablo a los Romanos, en la que él escribe que «a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a Su propósito son llamados»2. Han sido muchas las ocasiones en que hallé consuelo en ese versículo cuando parecía que las cosas no marchaban del todo bien. Sin embargo, últimamente he reflexionado más sobre estas palabras y el hecho de que todas las cosas redundan en bien, no nece-sariamente en lo óptimo. No estoy seguro de estar en la mejor situación

en este momento, pero sé que es buena, y en lugar de afanarme por lo que no tengo, puedo buscar y disfru-tar lo positivo de mis circunstancias actuales.

Presumo que Salomón llegó a una conclusión similar cuando escribió: «He aquí, pues, el bien que yo he visto: que lo bueno es comer y beber, y gozar uno del bien de todo su trabajo […]; porque esta es su parte»3. Si esto es así, la constante búsqueda de lo ideal puede llevar-nos a no apreciar lo bueno que ya tenemos.

¿Debemos, entonces, confor-marnos con lo bueno? Tal vez no siempre; pero creo que si lo hicié-ramos más a menudo seríamos más felices. Al fin y al cabo, ¡lo bueno no está mal!

Phillip Ly nch es novelista y comentar ista de temas espir ituales y escatológicos. Vive en Canadá. ■

CUANDO LO BUENO ES MEJOR QUE LO ÓPTIMO

1. V.Hechos10:38

2. Romanos8:28,énfasisañadido

3. Eclesiastés5:18

Phillip Lynch

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El gorjeo de los pájaros, la música melodiosa o la voz de un ser querido en el teléfono pueden hacernos sonreír. ¿Cuáles fueron los sonidos que te resultaron agradables hoy? Da gracias a Dios por ellos.

Cuando Dios proveyó comida para los israelitas durante los 40 años que deambularon por el desierto, parece que no solo se propuso mantenerlos vivos, sino también darles algo sabroso. Más tarde el rey David, refiriéndose al maná, el misterioso alimento que aparecía en el suelo cada mañana, lo llamó «pan de ángeles»1. En otro pasaje dice que «sabía a tortas de harina con aceite»2.

Piensa en lo que comiste y bebiste hoy. ¿Qué sabores y consistencias te gustaron? Da gracias a Dios por ellos.

Todo lo que vemos es por los ojos; lo que olemos, por la nariz; lo que sabo-reamos, con la boca; lo que oímos, con los oídos; el órgano del tacto, en cambio, son pequeñas terminaciones nerviosas que nos cubren de pies a cabeza. En la punta de cada dedo hay alrededor de 2.500 receptores.

El sentido del tacto nos habla continuamente. Cepillamos el cabello de nuestro hijo y sentimos su suavidad. Sujetamos una taza de té o café y notamos que está caliente. En un día caluroso nos lavamos la cara con agua fría. ¿Qué amenas experiencias te proporcionó hoy tu sentido del tacto? Da gracias a Dios por ellas.

Acción de gracias de los 5 sentidosEjercicio espiritualAbi May

1. Salmo78:25(dhh)

2. Números11:8(dhh)

Cada día está lleno de momentos felices por los que podemos dar gracias a Dios si nos detenemos a apreciarlos. Este ejercicio se basa en lo que percibimos con nuestros cinco sentidos.

Muchas cosas son hermosas a la vista: elementos naturales como los árboles y las flores, creaciones humanas como obras de arte y de arquitectura, el rostro de un amigo o la entrada de nuestra casa después de una prolongada ausencia. ¿Qué vistas placenteras adornaron tu camino hoy? Da gracias a Dios por ellas.

El sentido del olfato es evocador. El césped recién cor-tado nos recuerda el verano; cierto perfume o colonia nos puede traer a la memoria a un ser querido o un amigo; el aroma de una comida determinada puede hacernos pensar en ciertos lugares y experiencias.

¿Con qué gratos aromas te encontraste hoy? ¿Qué pensamientos felices te inspiraron? Da gracias a Dios por ellos.

Para llevar aún más lejos este ejercicio, una idea sería ir anotando en un cuaderno las experiencias sensoriales que susciten tu agradecimiento. Cada noche anota lo que hayas percibido con cada sentido a lo largo del día. Quizá baste con una o dos palabras. Lo que da valor a este ejercicio es la gratitud que esos momentos de reflexión te inspiren.

Abi May es docente y escritora. Vive en el Reino Unido y es columnista de Conéctate. ■

v i s t a

o í d o

g u s t o

ta c t o

o l f a t o

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La capacidad de ver el lado positivo de las cosas es un don. Realza los momentos felices y hace más soportables los difíciles. Te da acceso a mayor alegría, uno de los muchos tesoros que encontraste cuando me conociste. El amor, la fe, la paz y la alegría son apenas algunos de los muchos dones que te prodigo para sostenerte e inspirarte.

Quiero que disfrutes de una alegría completa1; pero para que eso suceda hay algo que debes hacer: aceptar cómo eres y confiar en que te creé de esa manera con un maravilloso propósito, que te doté de una combinación única de dones, aptitudes y atributos que te ayudarán a encontrar el puesto que solo tú puedes ocupar en este mundo.

Te concedo el don de la alegría para aliviar tu angustia2; felicidad que enjugue tus lágrimas3; amor que elimine el temor4. El panorama se torna más radiante en el momento en que retomas conciencia de que Mi amor y Mi cariño son invariables y recuerdas que Yo puedo sacar algo positivo de toda contrariedad que amenace con abatirte5.

De Jesus, con cariño

Equilibrio

1. V.Juan15:11

2. V.Isaías61:3

3. V.Salmo30:5

4. V.1Juan4:18

5. V.Romanos8:28,37–39