LOS PUEBLOS MORIBUNDOS DE CASTILLA

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LOS PUEBLOS MORIBUNDOS DE CASTILLA: ESCALAS DEL PROGRESO Y EL VALOR DE LO VERNACULAR A TRAVÉS DE LA OBRA LITERARIA DE MIGUEL DELIBES Autora: Thalia Andrés Bauzà Tutora: Joana Ayxendri Curso académico 2019-2020 Trabajo Final de Grado Grado en Estudios de Arquitectura (GArqETSAB) Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (ETSAB) Universidad Politécnica de Catalunya (UPC) Portfolio web: https://thandres.cargo.site/

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LOS PUEBLOS MORIBUNDOS DE CASTILLA:

ESCALAS DEL PROGRESO Y EL VALOR DE LO VERNACULAR

A TRAVÉS DE LA OBRA LITERARIA DE MIGUEL DELIBES

Autora: Thalia Andrés Bauzà Tutora: Joana Ayxendri Curso académico 2019-2020 Trabajo Final de Grado Grado en Estudios de Arquitectura (GArqETSAB) Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (ETSAB) Universidad Politécnica de Catalunya (UPC) Portfolio web: https://thandres.cargo.site/

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RESUMEN

El estudio del espacio y del territorio a través de una literatura que describe espacios

socialmente reales (que retratan realidades sociales) nos permite conocer otro sentido del

espacio habitado que muchas veces obviamos en el análisis arquitectónico y territorial. Este

sentido está vinculado a la cultura, a la sociedad y a la experiencia del habitar.

Este ensayo se centra en el análisis crítico de la obra literaria de Miguel Delibes por la

ambientación que comparten casi todas sus obras: el medio rural castellano. Los pueblos

en los que se emplazan sus novelas son presentados desde la denuncia por las condiciones

de vida de sus habitantes. Escribe sobre un progreso industrializador que comienza a afectar

a la vida en los pueblos castellanos, derivando en su pobreza, migración y despoblamiento.

Para comprender cuál es el impacto en la forma de vida, la arquitectura y la cultura

vernácula del medio rural, se examinan tres escalas distintas en las que se da el progreso:

la escala individual (viviendas), la escala comunitaria (pueblos) y la escala territorial

(naturaleza).

A través de estas escalas se busca comprender cómo han sido construidas las ideas y las

vivencias del progreso en la obra de Miguel Delibes, qué afectación han tenido sobre la

cultura y lo vernacular del medio rural, y cómo se refleja esto en la situación actual de los

pueblos castellanos.

PALABRAS CLAVE: arquitectura y literatura, Miguel Delibes, escalas del progreso,

valor de lo vernacular, medio rural, pueblos castellanos.

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ABSTRACT

The study of space and territory through a literary work that describes socially ‘real’ spaces

-spaces that portray social realities-, allows us to recognise another meaning of the

inhabited space that often goes unnoticed in architectural and territorial analysis. This

meaning is linked to culture, society and the experience of living.

This essay focuses on the critical analysis of Miguel Delibes' literary work, because of its

setting in the rural environment of Castilla. The villages and towns where his novels are set

are presented as a call-out for the living conditions of their inhabitants. He writes about an

industrialising progress that affects the daily life of Castilla’s towns, that lead to their

impoverishment, migration and depopulation.

To understand the impact of this progress on the lifestyle, architecture and vernacular

culture in rural areas, three different scales at which progress occurs are examined: the

individual scale (dwelling), the community scale (villages and towns) and the territorial

scale (nature).

These scales seek to explore how ideas and experiences of progress have been constructed

in the literature of Miguel Delibes, what impact they have had on vernacular culture in

rural environments, and how this is reflected in the current situation of Castilla’s villages

and towns.

KEY WORDS: architecture and literature, Miguel Delibes, scales of progress, vernacular

value, rural environment, villages and towns of Castilla.

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TABLA DE CONTENIDOS

INTRODUCCIÓN 1

ARQUITECTURA Y ESPACIO EN LA LITERATURA 3

ARQUITECTURA Y LENGUAJE VERNACULAR 5

ESCALAS DEL PROGRESO 7

ESCALA INDIVIDUAL 9

ESCALA COMUNITARIA 13

ESCALA TERRITORIAL 16

CONCLUSIONES 19

BIBLIOGRAFIA 20

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INTRODUCCIÓN

Con el auge de los centros urbanos y el gradual despoblamiento del mundo rural, nos encontramos

ante una situación que hace peligrar la vida de los pueblos castellanos. No preocupa únicamente

su pérdida poblacional, sino una pérdida de valores sociales, culturales e identitarios, y los graves

desequilibrios territoriales que comporta la desaparición de estos espacios.

El cambio de mentalidad que se introdujo a mediados del siglo XX a causa de unas políticas más

interesadas en la acumulación de capital que en la preservación de un modo de vida que ya

agonizaba, conllevó a una migración que dejó tras de sí lo que hoy en día denominamos

despoblamiento rural: pueblos muertos y pueblos moribundos.

Este ensayo coge su nombre de un artículo periodístico escrito por Miguel Delibes en 1963

titulado Los pueblos moribundos, en el que habla de la tendencia progresiva a la emigración que

lleva décadas observándose en Castilla, reconociendo que el éxodo se acentúa con el tiempo por

las perspectivas de vida más estables que ofrece la ciudad. Evidencia, sin embargo, que el

abandono de los pueblos viene promovido por las carencias de los servicios y equipamientos y

por la miseria que asola el campo, haciendo de la vida algo cada vez más insostenible.

La situación actual de los pueblos castellanos no ha mejorado notablemente. Castilla y León es la

comunidad más afectada por el despoblamiento en proporción a su territorio. El 89% de sus

localidades están en riesgo de extinción porque tienen ya menos de 1000 habitantes, siendo Soria

la provincia más afectada con solo 11 de sus 183 municipios con una población mayor a 1000

habitantes.

A pesar de esto, se está produciendo actualmente una reacción a la globalización que conlleva

una ligera pero progresiva migración inversa a la que se produjo hace medio siglo. Como explica

Javier Pérez Gil, «frente al mundo urbano inmerso en la inercia del progreso, el campo se

presenta como el remanso de pureza y virtud hacia el que el hombre vuelve su mirada en busca

de un equilibrio –ético y natural– perdido.»1

El progreso del que habla Gil, es discutido ampliamente en la obra de Delibes. En su discurso de

recepción a la Real Academia Española en 1973, el escritor vallisoletano puso en cuestión el

progreso al que la industrialización estaba llevando a la sociedad, pues consideraba que dicho

progreso anteponía la técnica al humanismo, lo cual llevaba consecuentemente a la destrucción

de la naturaleza y del ser humano.

1 PÉREZ GIL, J. ¿Qué es la arquitectura vernácula? : historia y concepto de un patrimonio cultural

específico. Valencia, 2016

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Esto es recurrente en sus obras, dónde la denuncia y defensa de las condiciones de vida de la clase

trabajadora en el mundo rural juegan un papel esencial. Las consecuencias del progreso se dan a

diferentes niveles dependiendo de la escala que éste abarque. Así pues, podríamos hablar de tres

escalas de progreso en la obra de Delibes: la escala individual (viviendas), la escala comunitaria

(pueblos) y la escala territorial (naturaleza y paisaje). Cada una de estas es ejemplificada de

distinta forma, tejiendo en su conjunto un discurso sobre la situación de la cultura y sociedad de

los pueblos castellanos.

Poniendo en valor la literatura y la obra de Miguel Delibes como fuente que recoge la historia

común de las condiciones de vida de la clase trabajadora en el mundo rural, este trabajo pretende

hacer hincapié en la defensa de lo vernacular de la cultura castellana, el paisaje y la arquitectura

que tanto define al escritor vallisoletano. El léxico costumbrista utilizado en sus obras recrea y

dignifica imágenes y escenarios de la realidad cotidiana de los pueblos castellanos. La confluencia

del lenguaje y la arquitectura vernacular en su obra son representativas de una cultura cada vez

más olvidada en pro del progreso industrializador y el desarrollo urbano.

A través de una representación literaria y gráfica de las escalas del progreso previamente

comentadas, se pretende construir un discurso sobre cómo son presentadas las ideas del progreso

y de lo vernacular en la obra de Delibes. Se tratará de descubrir qué supone la confluencia entre

ambas tanto para el mundo rural como para sus habitantes y cómo ha variado la situación desde

que Delibes escribió sus obras hasta la actualidad.

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ARQUITECTURA Y ESPACIO EN LA LITERATURA

Siendo el eje central de este ensayo la relación entre arquitectura y literatura, considero necesario

comenzar con una reflexión acerca del valor que el texto literario puede aportarle al espacio

habitado.

Encontramos en la literatura constantemente recreaciones y descripciones de escenarios,

arquitecturas y territorios en los que se desarrollan las acciones de los personajes. No son, sin

embargo, meras descripciones objetivas del espacio, pues recogen una capa de información que

el análisis de las estructuras materiales de la arquitectura y el territorio no abarca: la experiencia

del espacio habitado.

El espacio que habitamos no está hecho solo de estructuras materiales, está también formado por

vínculos subjetivos y afectivos que enlazan nuestra experiencia a los lugares, que definen hábitos

sociales y culturales comunes además de nuestra experiencia individual. La experiencia del

espacio recoge la historia común, tradiciones, relaciones comunitarias y modos de vida.

La literatura es capaz de dar forma a una verdadera cultura del espacio que habitamos y se

convierte a veces en la única fuente que permite comprender el sentido de la experiencia de

habitar, ya sea el espacio propio o el espacio compartido por la comunidad.

En su artículo Literatura y espacio habitado para la revista Diagonal, Marta Llorente también

escribe sobre el poder crítico que la literatura tiene en la realidad espacial. De la misma forma

que expresa la esfera de lo cotidiano, es capaz de dar cuenta también de las desigualdades sociales,

reflejando fielmente la imagen de la experiencia de la privación, de las carencias, de la

marginación y de la pobreza. No solo las denuncia, sino que las comunica y expresa su dolorosa

vivencia. La literatura es capaz de reconstruir, dignificar o reafirmar estos escenarios efímeros,

susceptibles de ser llevados por la indiferencia.

Este motivo hace especialmente relevante la aportación que la literatura puede y debería tener

sobre el análisis del territorio y la arquitectura. La experiencia humana y cotidiana, de los valores

y de la miseria, de las tradiciones y de la cultura común, queda recogida en los textos literarios,

convertida en una capa más de información que nos permite comprender otro sentido del espacio

habitado.

La obra literaria de Miguel Delibes es peculiar en este sentido por formar parte del realismo social.

Este movimiento literario se basa en una narrativa que habla de las condiciones de vida de la clase

trabajadora como medio para criticar las estructuras de poder de estas condiciones. Delibes

defiende y reafirma el valor de las relaciones sociales del mundo rural y el vínculo entre el espacio

y la gente que lo habita.

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Ignacio Javier Gil Crespo explica el papel que juega la arquitectura vernácula como escenario en

las obras literarias de Delibes. En su artículo La arquitectura tradicional castellana a través de

la obra literaria de Miguel Delibes, ofrece un análisis de los principales tipos arquitectónicos que

aún se encuentran en el medio rural de Castilla, tomando como hilo conductor algunos pasajes

literarios de su obra, donde se narra la manera en que se habitaba y se construía esa arquitectura.

A través de la arquitectura y el entorno que rodea las vidas de los habitantes del medio rural, hace

una seria reflexión sobre la triste desaparición de la cultura popular. La pérdida de la tradición y,

con ella, la lógica de la arquitectura vernácula, añade un valor extraordinario a las descripciones

literarias y realistas que Miguel Delibes hizo de la vida de los habitantes del mundo rural

castellano y de la arquitectura que construye y les sirve de habitación. Su literatura nos permite

conocer otro sentido del espacio habitado, vinculado a la cultura, a la sociedad y a su experiencia

del habitar.

En algunas de sus obras como El camino, La hoja roja, Las ratas, Viejas historias de Castilla la

Vieja o El disputado voto del señor Cayo, destaca la vuelta a la concordia entre el hombre y la

naturaleza. Los personajes de estas novelas se resisten al progreso, rechazan la masificación. Al

presentárseles la dualidad técnica-naturaleza como dilema, optan resueltamente por la naturaleza

como última oportunidad de optar por el humanismo. Delibes dice de los protagonistas de sus

novelas que «si el progreso moderno, el de la técnica y las máquinas, el del consumo desmedido

y el del confort, era sinónimo de la destrucción del campo y de los pájaros, ellos renunciaban a

ese progreso.»2

Ante la amenaza del progreso, Delibes defiende al ser humano y al espacio que habita,

entendiendo que la cultura de la que forman parte es la confluencia de ambos y no se da en otro

lugar, en este caso, que en el medio rural castellano.

2 DELIBES, M. Un mundo que agoniza. Esplugues del Llobregat: Plaza & Janés, 1999.

Fig 1. Miguel Delibes Setién en Sedano, Burgos.

Fuente: Fundación Miguel Delibes

Fig 2. El escritor Miguel Delibes Setién.

Fuente: Fundación Miguel Delibes

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ARQUITECTURA Y LENGUAJE VERNACULAR

Lo vernacular se refiere a aquello propio del lugar o país, especialmente cuando se refiere a la

lengua. No obstante, es un término ampliamente utilizado en el mundo arquitectónico, junto a

“popular” o “tradicional”. El diseño vernacular es un método no-literario de diseño y aprendizaje,

basado en la tradición. Cada pieza de la arquitectura vernácula responde a una función. El diseño

arquitectónico está fuertemente ligado a la construcción, a los materiales del lugar y a los modos

de vivir de sus habitantes. Para Sibyl Moholy-Nagy, «los edificios indígenas hablan la lengua

vernácula de la gente.»3

La arquitectura vernácula ha quedado desprestigiada con el tiempo por la aparición de la

tecnología y los avances que ha supuesto en la construcción. Se asocia lo vernáculo con un estadio

primitivo, sugiriendo el estatismo y la no-variabilidad de esta arquitectura, además de la falta de

reconocimiento de las técnicas constructivas y/o del constructor. El anonimato del arquitecto de

lo vernacular, sin embargo, pone en relieve el valor de su arquitectura por su funcionalidad/uso y

adaptación al medio. Lo vernáculo es indisoluble su entorno, como podríamos decir que lo es la

cultura o las tradiciones.

De igual forma sucede con el lenguaje. La obra literaria de Miguel Delibes destaca por el extenso

uso del léxico vernacular castellano, propio del mundo rural en el que se ambientan sus novelas.

Utiliza palabras que señalan un edificio o partes de él, materiales o elementos del entorno o

construcciones típicas del medio rural para guardar la cosecha o los animales:

- Tizonera: f. Carbonera que se hace con los tizos para acabar de carbonizarlos.

- Teso: m. Colina baja que tiene alguna extensión llana en la cima.

- Tajuelo: m. Banco pequeño y rústico de madera.

- Laja: f. Roca plana, lisa y poco gruesa que se utiliza para los tejados de las casas.

- Panera: f. Antigua edificación rural sobre pilares para almacenar el cereal.

- Palomar: m. Construcción popular para la crianza de pichones y palomas.

- Poyo: m. Banco de piedra u otra materia arrimado a las paredes, ordinariamente a la puerta de

las casas de zonas rurales.

- Trasera: f. Puerta grande que da entrada al corral. Puede constar, a su vez, de una puerta

pequeña llamada portajón, para que pasen las personas.

- Páramo: m. Terreno yermo, raso y desabrigado.

3 MOHOLY-NAGY, S. Native Genious in Anonymous Architecture in North America. New York,

Schocken Books. 1957. Pág. 11-40

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Estas palabras designan elementos que no tienen representación en otra arquitectura que la rural

y tradicional de Castilla. No es casualidad que en su obra, cuyo objetivo parece ser la defensa de

la cultura y la relación de los pueblos con la tierra, se haga un uso extensivo de un léxico

costumbrista que ha quedado prácticamente en desuso por formar parte de una cultura rural que

está desapareciendo. El uso de este lenguaje vernacular en la literatura de Miguel Delibes parece

intentar frenar la desaparición de esta cultura tradicional fuertemente ligada a su entorno.

«Me temo que muchas de mis propias palabras, de las palabras que yo utilizo en mis

novelas de ambiente rural, […] van a necesitar muy pronto de notas aclaratorias

como si estuviesen escritas en un idioma arcaico y esotérico, cuando simplemente

han tratado de traslucir la vida de la Naturaleza y de los hombres que en ella viven,

y designar al paisaje, a los animales y a las plantas por sus nombres auténticos.»4

Jorge Urdiales Yuste escribe en 2006 el Diccionario del castellano rural en la narrativa de

Miguel Delibes, en el que recoge hasta 1469 palabras rurales de las cuales 329 aún no recoge el

DRAE. Para Urdiales, Delibes escribe sobre el campo y atiende a su lenguaje. Es por esto que el

diccionario fue confeccionado gracias a un extenso de trabajo de campo y muchas aportaciones

del propio Delibes.

Los términos que recoge el glosario tienen su origen en el habla de la Castilla campesina y están

en fase terminal desde hace décadas. La narrativa de Delibes ha retrasado su olvido, sin embargo,

y Urdiales no entiende que deban desaparecer si continúa existiendo la razón de ser que los

nombra. Este reivindica que el glosario, al enriquecer filológicamente la obra del novelista,

preserva del olvido lo que fue el modo de vida rural y, por tanto, una porción valiosa de la cultura.

La cultura castellana sería menos rica de perderse el lenguaje popular rural que Delibes

inmortaliza en su narrativa.

4 DELIBES, M. S.O.S. (El sentido del progreso desde mi obra). Barcelona: Ediciones Destino, 1976. Pág.

76-77

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ESCALAS DEL PROGRESO

La dicotomía campo-ciudad es representada en muchas de las novelas de Miguel Delibes por la

idea y el sentido del progreso. Es un firme defensor del campo ante la injusticia y desigualdad

que observa en su entorno, no para promocionar o idealizar la vida en el campo, sino como último

alegato contra la inminente desaparición que sufre el mundo rural ante sus ojos.

El sentido del progreso aparece reiteradamente en su obra. Delibes pone en cuestión el progreso

al que la industrialización está llevando a la sociedad, pues considera que antepone la técnica al

humanismo y consecuentemente lleva a la destrucción de la naturaleza y el ser humano. No está

en contra del progreso humano, ni de la técnica, ni de la ciencia, sino del lugar en el que se ha

colocado respecto al ser humano y a la naturaleza.

Dicho progreso tiene repercusiones a distintas escalas, tanto en los años 60 en los que se

contextualizan las obras de Delibes como en la actualidad. La industrialización y el consecuente

declive del sector agrario, conllevaron a la progresiva despoblación del medio rural hace ya medio

siglo. Hoy en día, la situación de los pueblos continúa sin mejorar por la dificultad de desarrollo

económico local y por la falta de infraestructuras y servicios. El neoliberalismo es incompatible

con un mundo rural que respete las condiciones de vida de sus habitantes, porque promueve los

procesos de concentración de la tierra y del capital y la intensificación de la precariedad del trabajo

agrícola. El progreso y el neoliberalismo priorizan el valor del desarrollo económico por encima

de las condiciones de vida de la clase trabajadora en el medio rural.

En la novelística de Delibes el progreso es representado por la ciudad, como lugar de desarrollo

urbano. En su obra El camino (1950), el protagonista Daniel, el Mochuelo, es obligado a sus 11

años a ir a la ciudad a estudiar, o como dice su padre, a progresar. A su padre le honra poder

enviar a su hijo a que progrese para que no se convierta en un quesero como él. Daniel, sin

embargo, se resiste a abandonar la vida comunitaria del pequeño pueblo para integrarse en el

rebaño de la gran ciudad. Renuncia, en realidad, a convertirse en cómplice de un progreso de

dorada apariencia pero absolutamente irracional. Delibes escribe sobre la reflexión de Daniel ante

su marcha:

«A Daniel, el Mochuelo, le dolía esta despedida como nunca sospechara. Él no tenía

la culpa de ser un sentimental. Ni de que el valle estuviera ligado a él de aquella

manera absorbente y dolorosa. No le interesaba el progreso. El progreso, en verdad,

no le importaba un ardite. Y, en cambio, le importaban los trenes diminutos en la

distancia y los caseríos blancos y los prados y los maizales parcelados (…). Sin

embargo, todo había de dejarlo por el progreso.» 5

5 DELIBES, M. El camino. Barcelona: Ediciones Destino, 2006, pp. 218-219

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Consecuencia de este progreso al que se resisten los personajes de las novelas de Delibes es la

despoblación, cuya gravedad radica en que no es únicamente una pérdida física de población y

abandono de los pueblos que se acaban convirtiendo en ruinas. La pérdida de valor patrimonial

cultural y arquitectónico, de identidad y tradición, en pro del progreso y desarrollo urbano que se

decía ofrecían las ciudades ha sido el mayor daño que ha sufrido el mundo rural.

Por esto desglosaré en tres las escalas en las que se manifiesta en la obra de Delibes dicho progreso

para ver el impacto global de esta ideología sobre el territorio, los pueblos y los individuos, y en

definitiva, sobre lo vernacular. Entender las repercusiones que el progreso ha tenido en su

conjunto en el medio rural es clave para comprender su situación actual y evitar la desaparición

y el olvido de lo vernacular.

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ESCALA INDIVIDUAL

Referente al impacto del progreso sobre los individuos y su hábitat, la escala individual recoge

varios fragmentos de la novela Las ratas de Miguel Delibes en la que se presenta una situación

habitacional particularmente dura por la crítica que transluce. Las construcciones de adobe y las

cuevas del pueblo en el que sucede la novela son representativas de la pobreza que sumía a la

mayoría de trabajadores de los pueblos castellanos en la segunda mitad del siglo XX, época en la

que Delibes ambienta la obra.

En 1962, como respuesta a la censura de prensa que le prohibió una campaña en favor del campo

castellano sumido en el desamparo y la pobreza, Miguel Delibes escribe Las ratas. La novela se

construye entorno al personaje del Nini, un chico de 11 años que vive en una cueva junto a padre

el tío Ratero y destaca por su conocimiento sobre el tiempo y la naturaleza. Los consejos y ayudas

que proporciona a sus vecinos, les permite solucionar sus problemas con la cosecha y los

animales. A lo largo de la obra se presenta a los diferentes vecinos del pueblo, individuales e

únicos pero con una identidad común de subsistencia en un mundo rural de difícil progreso.

El autor explica en su ensayo Los niños (1994) que la novela se desarrolla en un pueblo segoviano

en el que le sorprendió la pobreza de los habitantes de las cuevas. En las afueras del pueblo,

conformado por construcciones de adobe y del que Delibes aporta un plano (Fig.3), hay una colina

en la que se abren cuatro cuevas. Así lo describe al comienzo de la novela:

«Bajo el campanario se tendía el pueblo, delimitado por el arroyo, la carretera

provincial, el pajero y los establos de don Antero, el Poderoso. El riachuelo

espejeaba y reverberaba la estremecida rigidez de los tres chopos de la ribera con

sus muñones reverdecidos. Del otro lado del río divisaba el niño su cueva, diminuta

en la distancia, como la hura de un grillo, y según el cueto volvía, las cuevas

derruidas de sus abuelos, de Sagrario, la Gitana y del Mamés, el Mudo.»6

Tres de las cuevas son derruidas por el alcalde Justo Fadrique ante la insistencia del gobernador

civil. Se trasluce aquí una situación que se dio en España en las décadas de 1950 y 1960: el

adecentamiento y la imagen frente al turismo.

«La cueva, a mitad del teso, flanqueada por las cárcavas que socavaban en la ladera

las escorrentías de primavera, semejaba a una gran boca bostezando. A la vuelta

del cerro se hallaban las ruinas de las tres cuevas que Justito, el Alcalde, volara con

dinamita dos años atrás. Justo Fadrique, el Alcalde, aspiraba a que todos en el

pueblo vivieran en casas, como señores.

6 DELIBES, M. Las ratas. Barcelona: Editorial Destino, 2001, pp. 63

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–¿Es que no te da la gana entenderme? Quiero acabar con las cuevas. Se lo he

prometido así al señor Gobernador.»7

Figura 3. Plano del pueblo de Las ratas. Fuente: Miguel Delibes

La cueva restante pertenece al tío Ratero y a su hijo el Nini, que viven a costa de la caza de ratas

en el río del pueblo. A lo largo de la novela estos dos personajes son constantemente sometidos a

la presión del alcalde y del gobernador civil que exigen el inmediato desalojo de la cueva para un

futuro derrumbamiento. A pesar de la cantidad de propuestas económicas y sociales de vida que

se le ofrecen, el tío Ratero mantiene su negativa a abandonar su casa.

Otro personaje de la novela, la señora Clo, le pide en un momento a alcalde que cese su empeño

de desalojar al Ratero argumentando que no le hace mal a nadie viviendo en la cueva:

«–En realidad, no es eso, señora Clo. En realidad, es por los turistas, ¿sabe? Luego

vienen los turistas y salen con que vivimos en cuevas los españoles, ¿qué le parece?

–Los turistas, los turistas… ¡déjeles que digan misa! ¿No van ellos por ahí

enseñando las pantorras y nadie les dice nada?»8

7 Íbidem, pp. 7-8 8 Íbidem, pp. 70

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La facilidad de su autoconstrucción, los bajos costes que requería y la isotermia que dichas

viviendas eran capaces de mantener a lo largo del año, con temperaturas entre los 15ºC y los 19ºC,

potenció la extensión de las casas-cueva como uno de los tipos más característicos de vivienda

popular en las zonas del interior de España. Sin embargo, el prejuicio de la insalubridad de las

cuevas y la maledicencia sobre la condición social de los habitantes de las cuevas tuvieron gran

fuerza. Hasta los años 70, las viviendas en cuevas eran consideradas en España un foco de

poblamiento marginal y un sinónimo de infravivienda. En 1957 se llevó a cabo un ambicioso plan

de erradicación del chabolismo “Plan de Urgencia Social” que se extendió de forma muy rápida

a toda España.

De ahí que Miguel Delibes escribiera en 1963 La cara lavada, un artículo en el que critica el

adecentamiento externo de la miseria por la llegada de los turistas, sin interés alguno en la

erradicación de dicha miseria y la mejora de las condiciones de vida de los habitantes del mundo

rural. Escribe:

«Esto, tanto como una aspiración higiénica loable, encubre un sentimiento de

incomodidad por el hecho de que la miseria pueda trascender. En este sentido, antes

que adecentar los exteriores de los pueblos procedería a estudiar los interiores y ver

de descubrir aquellas lacras cuyas manifestaciones nos resultan vergonzantes.» 9

El adecentamiento de la miseria es representativo del progreso que Delibes pone en tela de juicio.

En la década de 1950 se produjo un trasvase de población del campo a la ciudad de casi 2 millones

de españoles. Aquella redistribución demográfica ahondó las diferencias económicas y los

consiguientes niveles de renta. El resultado del masivo éxodo rural fue una concentración mayor

de la población, conllevando a efectos muy negativos en las condiciones de vida de los recién

llegados a los núcleos urbanos.

Los suburbios carentes de salubridad y de infraestructura básica se multiplicaron en torno a las

grandes ciudades, destacando por la ausencia de pavimentación, alumbrado, espacios verdes, agua

corriente o transporte público que comunicara los suburbios con el centro de las ciudades.

La marginalización de la pobreza en la periferia de las ciudades refleja el adecentamiento de la

miseria del que hablaba Delibes, que vino de la mano de unas políticas de incentivación del

turismo con el fin de reactivar la economía.

En la actualidad, nos seguimos encontrando ante un modelo de ciudad y vivienda expresamente

acondicionada para la llegada de los turistas. El centro urbano de las grandes ciudades sigue

9 DELIBES, M. Vivir Al Día. Barcelona: Ediciones Destino, 1992. Me remito al artículo titulado «La

cara lavada» (1963)

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siendo inaccesible económicamente para la clase trabajadora por el aumento de la renta que ha

provocado la turistificación de la vivienda.

Ante esta situación comienza a detectarse un movimiento regresivo hacia el campo en busca de

una mejor calidad de vivienda y de vida. Los pueblos se presentan como una oportunidad para

recuperar un modo de vida olvidado por muchos. Con el tiempo esta migración, si es

suficientemente considerable, podría suponer la recuperación de muchos territorios, económica y

culturalmente, que de otro modo estarían condenados a desaparecer.

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ESCALA COMUNITARIA

Delibes describe los pueblos que ambientan sus novelas desde las personas que los habitan,

presentando sus carácteres, inquietudes y vidas como parte intrínseca de la cultura común del

pueblo. Como ya he comentado anteriormente, la despoblación del medio rural no es únicamente

una pérdida poblacional sino de valor patrimonial y cultural. Las personas son el elemento

estructural del territorio y sin ellas, el territorio acaba desapareciendo.

La escala comunitaria es la más susceptible de ser afectada por el progreso porque no depende de

las estructuras materiales de los pueblos o de los individuos por si mismos, sino de la relación

entre estos dos y la cultura común que genera su confluencia. Por ello es especialmente relevante

la aportación que Miguel Delibes hace a través de sus novelas contando la historia común de los

habitantes de los pueblos castellanos.

En 1950, Delibes escribió El camino, una novela ambientada en un pueblo de montaña de Castilla

la Vieja en cuyo protagonista Daniel, El Mochuelo, cuenta la vida del pueblo y de sus habitantes.

Sin ningún argumento aparente, la novela se va construyendo en torno a la historia de los

diferentes habitantes del pueblo y la relación de Daniel con estos. El autor consigue tejer una

cultura común del pueblo a partir de las inquietudes, preocupaciones, vínculos y la cotidianeidad

que comparten sus habitantes.

Ofrece algunas descripciones arquitectónicas de la fisionomía del pueblo en los primeros

capítulos:

«Era, el suyo, un pueblecito pequeño y retraído y vulgar. Las casas eran de piedra,

con galerías abiertas y colgantes de madera, generalmente pintadas de azul. Esta

tonalidad contrastaba, en primavera y verano, con el verde y rojo de los geranios

que infestaban galerías y balcones.

Siguiendo varga arriba, se topaba uno con el palacio de don Antonino, el marqués,

preservado por una alta tapia de piedra, lisa e inexpugnable; el tallercito del

zapatero, el Ayuntamiento con un arcaico escudo en el frontis, la tienda de las

Guindillas y su escaparate recompuesto y variado; la fonda, cuya famosa galería de

cristales flanqueaba dos de las bandas del edificio; a la derecha de ésta, la plaza

cubierta de boñigas y guijos y con una fuente pública, de dos caños, en el centro;

cerrando la plaza, por el otro lado, estaba el edificio del Banco y, después, tres casas

de vecinos con sendos jardinillos delante.

Por la derecha, frente a la botica, se hallaba la finca de Gerardo, el Indiano, cuyos

árboles producían los mejores frutos de la comarca; la cuadra de Pancho, el

Sindiós, donde circunstancialmente estuvo instalado el cine; la taberna del Chano;

la fragua de Paco, el herrero, las oficinas de Teléfonos... Trescientos metros más

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allá, varga abajo, estaba la iglesia, de piedra también, sin un estilo definido y con

un campanario erguido y esbelto.»10

Delibes asocia, a lo largo de la descripción del pueblo, cada edificación con la persona que la

posee o habita, estableciendo un vínculo entre ambos y dotando de comunidad al espacio

habitado. Reconoce la individualidad dentro de la cultura común del espacio, sin que lleguen a

anularse la una a la otra. Es posible incluso redibujar a través de sus descripciones el pueblo de la

novela, únicamente a partir de la relación entre las diferentes casas (Fig.4). Escribe finalmente:

«Las calles, la plaza y los edificios no hacían un pueblo, ni tan siquiera le daban

fisionomía. A un pueblo lo hacían sus hombres y su historia. Y Daniel, El Mochuelo,

sabía que por aquellas calles cubiertas de pastosas boñigas y por las casas que las

flanqueaban, pasaron hombres honorables, que hoy eran sombras, pero que dieron

al pueblo y al valle un sentido, una armonía, unas costumbres, un ritmo, un modo

propio y peculiar de vivir.» 11

Fig. 4. Pueblo El Camino. Elaboración propia

10 DELIBES, M. El camino. Barcelona: Ediciones Destino, 2006, pp. 31-32 11 Íbidem, pp. 33

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En su novela Las ratas (1962) la historia está ambientada también en un pueblo de Castilla la

Vieja. Sin embargo no es un pueblo de montaña como en El camino, sino un pueblo agrícola y

ganadero (Fig. 3), asentado en la aridez y el clima continental castellano:

«El pueblo era también pardo, como una excrecencia de la propia tierra, y de no

ser por los huecos de luz y las sombras que tendía el sol naciente, casi las únicas en

la desolada perspectiva, hubiera pasado inadvertido.»12

El pueblo, conformado por construcciones de adobe y cuevas, está marcado por la pobreza y por

una economía agraria insegura. Delibes no ofrece descripciones extensas sobre la fisionomía del

pueblo, sin embargo da pinceladas que describen la forma, la construcción y el abandono de

diversos elementos arquitectónicos, y sobre todo la experiencia de las personas que habitan ese

espacio. A través de estas escuetas pero precisas anotaciones se puede trazar un discurso sobre la

arquitectura tradicional de Castilla, el territorio y su relación con las personas que lo habitan.

Los pueblos descritos en su obra literaria son el retrato de la vida de sus habitantes. La

representación gráfica del pueblo a partir de las descripciones que nos ofrece en El camino nos

da información sobre la experiencia del habitar. El conocimiento sobre la comunidad que

conforma el pueblo y las relaciones entre sus individuos permite la creación de una cultura común

del espacio.

La escala comunitaria en relación al progreso se refiere al desarraigo cultural del lugar que sucede

con el éxodo y el despoblamiento rural, acompañado de la pérdida de tradiciones y costumbres,

de modos de vida y de arquitectura entre otras. La arquitectura vernácula, como dice Javier Pérez

Gil, es «amenazada ahora por la inexorable dictadura uniformadora de los tiempos modernos.»13

Es preciso comprender que la preservación de la arquitectura vernácula no depende únicamente

del uso de determinados elementos arquitectónicos o métodos constructivos, sino también de las

formas de vida de sus habitantes y de sus necesidades básicas. Pese a que continúe dependiendo

del lugar en el que se emplaza y la cultura común del espacio que habita, dicha arquitectura no

podrá ser estática si los modos de vida han cambiado.

12 DELIBES, M. Las ratas. Barcelona: Editorial Destino, 2001, pp. 9 13 PÉREZ GIL, J. ¿Qué es la arquitectura vernácula? : historia y concepto de un patrimonio cultural

específico. Valencia, 2016

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ESCALA TERRITORIAL

La escala territorial comprende el entorno en el que se sitúan los pueblos castellanos y las

consecuencias que la despoblación y por ende, el progreso, tienen sobre la naturaleza y el paisaje.

Para Delibes, el progreso al que la industrialización estaba llevando a la sociedad, conllevaba a la

destrucción de la naturaleza y el ser humano, con consecuencias económicas, culturales, sociales

e identitarias. Consideraba además que esta destrucción no era solamente física sino de sentido y

significación:

«Al ser humano, ciertamente, se le arrebata la pureza del aire y del agua, pero

también se le amputa el lenguaje, y el paisaje en el que transcurre su vida, lleno de

referencias personales y de su comunidad, es convertido en un paisaje

impersonalizado e insignificante.»14

En el capítulo 9 del libro Las ratas (1962), se presenta a los extremeños, una docena de hombres

empleados del Estado que aparecen cada año en el pueblo y que se dedican a la repoblación

forestal, dispuestos a «convertir Castilla en un jardín.»

Pese a las burlas de los habitantes del pueblo por los escasos resultados de su trabajo, pues los

árboles trasplantados no sobreviven al clima árido del lugar, los extremeños están convencidos

de que con su entusiasmo el país volverá a ser un inmenso bosque.

Miguel Delibes escribe:

«La repoblación forestal era la obsesión de los hombres nuevos y, cuando la guerra,

apenas a las veinticuatro horas de estallar, se organizaron brigadas de voluntarios

con el fin de convertir la escueta aridez de Castilla en un bosque frondoso. No había

tarea más apremiante y los prohombres decían: “Los árboles regulan el clima,

atraen las lluvias y forman el humus, o tierra vegetal. Hay, pues, que plantar

árboles. Hay que hacer la revolución. ¡Arriba el campo!”»15

En 1939, al terminar la guerra civil y comenzar la dictadura franquista, se instauró en España el

Plan Nacional de Repoblación por el que se preveía la forestación de 6 millones de hectáreas en

un plazo de cien años. A través de la repoblación forestal y creación de pastizales se pretendía

mejorar los terrenos pobres y de escasa productividad, y así incrementar la rentabilidad de las

tierras que estaban siendo abandonadas por la migración de sus habitantes hacia la ciudad u otros

núcleos rurales. Así, decía Franco, paliarían la despoblación.

14 DELIBES, M. S.O.S. (El sentido del progreso desde mi obra). Barcelona: Ediciones Destino, 1976 15 DELIBES, M. Las ratas. Barcelona: Ediciones Destino, 2001, pp. 50

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En realidad se procedió a una tala masiva de los bosques autóctonos para la creación de pastizales

y a la repoblación forestal de especies de rápido crecimiento como el pino o el eucalipto para

proporcionar materia prima a la industria de la madera y del papel.

A nivel territorial, la repoblación forestal redujo enormemente la cantidad de bosque autóctono y

la tala abusiva de árboles conllevó a la erosión y desertificación de muchos terrenos de la

península.

A nivel de población, el efecto del plan de repoblación forestal fue el contrario del que decían

querer. Se cerraron colegios y los niños fueron enviados a lugares remotos con escuela. Se obligó

a los vecinos a plantar con su propio dinero pinos en sus tierras. Se eliminaron pastizales antiguos

para convertirlos en pinares. Se expropiaron tierras, obligando a sus habitantes a migrar a otros

núcleos o poblaciones. Todo esto potenció aquello que pretendía paliar el régimen: la

despoblación.

En 1979, Delibes publica Un mundo que agoniza, obra en la que recopila una serie de ensayos

sobre el sentido del progreso y las consecuencias que ha tenido este sobre el territorio rural

español. Escribe sobre un progreso que a causa de la industrialización y el consumo, está

destruyendo la naturaleza y deshumanizando al hombre.

Tras el Plan de Repoblación Forestal y tras los extremeños dedicados a la plantación de pinos en

el cerro, podría entreverse el progreso del que hablaba Miguel Delibes. Esa clase de progreso que

antepone la máquina a la naturaleza y al hombre. Esto induciría a pensar que el objetivo de dicho

progreso no sería la mejora de la población española, y mucho menos del mundo rural, sino el

capital.

La repoblación forestal continúa teniendo consecuencias notables en la actualidad. El reemplazo

de bosques autóctonos por especies coníferas como el pino y el eucalipto de alta combustibilidad,

ha dificultado la respuesta ante los incendios forestales.

Los bosques autóctonos son de baja combustibilidad y suponen un menor riesgo de propagación,

pero ya no abundan en España a causa de la deforestación. Además, al haber sido abandonados

muchos territorios se han dejado de cultivar y pastorear los campos, que servían de cortafuegos

ante los incendios.

También han quedado desertificados muchos territorios, perdiendo su potencial producción

debido a la intervención humana. La erosión del suelo, la falta de agua y la destrucción de la

cubierta vegetal a causa de la deforestación ha dejado una gran cantidad de territorios inutilizados.

La conservación del hábitat siempre ha constituido un tema a tratar, pese a que en la actualidad

se ha convertido en una necesidad. La explotación de recursos, el cambio climático y el modelo

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de consumo han conducido a la sociedad a niveles insostenibles que requieren de un cambio de

mentalidad, tanto en las formas de construir como de habitar. Los pueblos se plantean aquí como

una alternativa de cambio y arraigo al lugar, no únicamente de manera formal como decía Delibes,

sino de sentido y significación.

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CONCLUSIONES

Al comienzo de este ensayo nos planteábamos, en primer lugar, qué información podía aportarnos

la obra de Miguel Delibes desde una lectura analítica y crítica sobre el medio rural y el

despoblamiento que padece desde hace décadas. En segundo lugar, nos planteábamos qué impacto

había tenido y continúa teniendo el progreso del que hablaba Delibes en su obra sobre lo

vernacular, en términos arquitectónicos y culturales.

Podemos concluir por tanto, que la importancia del análisis arquitectónico y territorial a partir de

la obra literaria de Miguel Delibes radica en que los pueblos castellanos y el medio rural no son

simplemente escenarios para ambientar sus novelas, porque son el eje central de la novela en sí.

Delibes no utiliza los paisajes ni los entornos descritos para situar a sus personajes, sino como

crítica de las condiciones de vida de sus personajes y como revalorización del medio rural que

habitan.

En cuanto al impacto global del progreso sobre los individuos, las comunidades y el territorio que

destapa el escritor vallisoletano en su obra, este es solo un incentivo para replantearse la

importancia que tiene o debería tener la cultura común del espacio habitado en la sociedad actual,

y para traer de vuelta el valor de la vida y las formas de vivir en el medio rural. Las consecuencias

del progreso del que hablaba Delibes o del neoliberalismo actual como el desarraigo cultural y

social del lugar, la pérdida de calidad habitacional o la destrucción del medio, evidencian los

efectos que dicho progreso ha tenido sobre lo vernacular.

En cuanto a la arquitectura, podemos observar una pérdida del sentido común en la eficacia

energética y la aclimatación de los espacios. Las ciudades se encuentran llenas de edificios sin

ventanas, sin iluminación ni ventilación suficiente, que se enfrían y calientan con máquinas que

consumen energía constantemente, porque como diría Miguel Delibes, hemos dejado a un lado el

sentido común y el humanismo en pos de la técnica.

La arquitectura vernácula y tradicional parte de tiempos en los que no se disponía de tales

máquinas y se utilizaban técnicas tradicionales de aclimatación del espacio a través de sistemas

pasivos. Tal vez la situación de emergencia climática actual nos sirva como incentivo para volver

la mirada hacia lo vernacular y recuperar el sentido común.

Por otra parte, es cierto que la falta de oportunidades laborales y la carencia de servicios e

infraestructuras en los pueblos dificultan el crecimiento de la población, pese a que el modo de

vida que ofrecen se presenta como una alternativa a la masificación, al individualismo y a la

tendencia uniformadora que se observa en las ciudades.

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Sin embargo, situaciones como la pandemia que vivimos actualmente, sean tal vez una

oportunidad para replantearse otras formas y otros lugares de vida, más acordes a las necesidades

a las que hemos acabado renunciando por vivir en los centros de las grandes ciudades. Es

fundamental la puesta en valor del medio rural, por la cultura común y vernácula del espacio que

amenaza con desaparecer por el despoblamiento rural, y por la calidad de vida y la relación con

el entorno que ofrece.

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BIBLIOGRAFIA

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