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La condición humana

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y nuestra posibilidad de autotransfomación

Eduardo Yentzen

Un aspecto de la condición humana es la de guiar su vida y su accionar a partir de modelos o paradigmas, esto es, de formas de representarse el mundo. Estas formas son creadas por un núcleo de personas en ciertos momentos de la historia, tras acceder a nueva información y a una nueva comprensión, tras lo que genera una propuesta que entregan a su comunidad.

Con el tiempo, esta propuesta va siendo adoptada masivamente como creencias o verdades, adquiere una forma definitiva o estable, y se rigidiza. Pasa a ser el modo en que todos los que dentro de la comunidad en que ese paradigma surge, pasan a entender y representarse la realidad.

El paradigma así generado se mantiene incólume hasta el tiempo en que un nuevo grupo -tras acceder a nueva información y a una nueva comprensión- comienza a su vez a interpretar la realidad de otro modo, y confronta al paradigma vigente dominante (burguesía frente a la monarquía, marxismo frente al capitalismo, científicos frente a la iglesia, etc., etc).

Así, una manera de entender lo que llamamos historia es la secuencia de choques por el surgimiento de nuevos paradigmas.

Pero la condición humana no es sólo una de choque de paradigmas, pues ella también contempla otra dimensión: la interna, vertical o espiritual. Desde ella, toda construcción paradigmática es parcial, rígida, y obstructiva a la posibilidad de iluminación que se dio al ser humano. En definitiva, el paradigma es una cárcel cultural.

Esto opera tanto a nivel colectivo como a nivel individual. El paradigma de una comunidad se inscribe en el individuo en su personalidad. La cultura es a la sociedad lo que la personalidad al individuo. Por su parte, la posibilidad de iluminación habita en el ser humano individual, al ‘interior’ de su personalidad, y podemos llamarlo su esencia o su Yo.

Así, el cambio en el ser humano puede provenir de dos fuentes: una exterior u horizontal, a partir de un cambio de paradigma, y otra interior o vertical, a partir de una conexión con nuestra esencia.

Las enseñanzas para la conexión con la esencia provienen de las tradiciones espirituales. Las enseñanzas para el cambio de paradigma provienen de los creadores y portadores de nuevos paradigmas. Hay periodos en la historia de la humanidad -como es el actual- en que el paradigma dominante entra en crisis, y las personas están más disponibles para escuchar la dimensión vertical de la existencia. Este momento de apertura se mantiene hasta la consolidación del nuevo paradigma. La calidad del nuevo paradigma dependerá también de la elevación que alcancen a generar las tradiciones espirituales durante ese periodo de transición. Esto significa que por un lado las tradiciones espirituales ayudan a la iluminación de un número de personas, y luego estas personas -con el nuevo conocimiento adquirido- pueden aportar en la elaboración de un nuevo paradigma logrando que el plano horizontal del nuevo paradigma se eleve en algunos grados en el eje vertical de la esencia.

Las tradiciones espirituales comenzaron -en este último ciclo de crisis de paradigma- a ofrecer sus enseñanzas a personas en la cultura occidental desde finales del siglo XIX, continuando hasta hoy. Esta influencia de más de un siglo -que se dió en el contexto del paradigma racional que domina(ba) al occidente, ha contribuido en la elaboración del paradigma que se denomina holístico, sistémico, o de la complejidad, el que ha generado una gran influencia, pero aún no sabemos el alcance de su influencia ni adquiere aún su forma definitiva.

En esta introducción presento someramente el modelo explicativo de la estructura y el funcionamiento del psiquismo humano proveniente del paradigma racional, vigente en los últimos 500 años, y expongo sus limitaciones y el daño y sufrimiento a que éste somete al ser humano.

Luego presento el modelo del psiquismo que surge del nuevo paradigma de la complejidad, proveniente de la psicología transpersonal que surge del diálogo principalmente de la psicología humanista y de las tradiciones espirituales, y postulo que éste se acerca más a la manera en que realmente opera y funciona nuestra personalidad.

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Finalmente, el cuerpo del libro ofrece un enfoque y un método para realizar la transformación de este psiquismo actual nuestro descrito desde el paradigma de la complejidad, desde su condición actual a una que nos convierta en personas integradas y armoniosas.

El modelo del psiquismo surgido del paradigma racional

Tomaremos a René Descartes como figura referencial en la construcción del paradigma racional. Cuando él formuló su máxima ‘pienso, luego existo’, estaba siendo portavoz de un nuevo paradigma que surgió cuestionando el paradigma dogmático de la Iglesia Católica. Lo que hacía esta máxima era reinstalar la facultad de toda persona de pensar por si misma como camino para comprender el mundo y la verdad, lo que constituyó un acto de quiebre respecto de la obediencia incuestionable a los dogmas de la Iglesia. Esto abrió la puerta a la búsqueda individual de la verdad.

Si profundizamos en la aparición de la ciencia, reconoceremos que en su primera época estaba conectada con la alquimia, que fue el nombre que tomó la enseñanza espiritual de esa época. Es decir, igual como ahora, la aparición del nuevo paradigma que aportó un cierto grado de ascenso vertical, surgió también de la influencia de las tradiciones espirituales sobre las mentes que comenzaban a hacer la nueva ciencia.

Pero para hacer la historia corta, el racionalismo y el iluminismo terminaron ellos también volviéndose dogmáticos, cuando tras destronar al Dios de la Iglesia, terminaron endiosando la razón.

Es dentro del marco de este paradigma racional dogmatizado que se instala un modelo del psiquismo caracterizado como una estructura psicológica simple guiada por la razón. Ello significa que el ser humano piensa, toma opciones, se propone metas, y el resto de su ser –esto es, las emociones y el cuerpo- deben seguir tras lo determinado por la razón. El modelo del psiquismo racional le supone al hombre la capacidad de poder, desde su razón, controlar su cuerpo y sus emociones, y tener la voluntad para conducir el destino de su vida.

Este modelo del psiquismo se basa en suponer que en el ser humano no hay división ni contradicción interior, que es capaz de decidir libremente, que tiene fuerza de voluntad, que funciona informadamente y siguiendo los principios de la lógica, que no se deja engañar por la ingenuidad de la petición de fe, que no cree en lo que no puede constatar por sí mismo, en lo que no es visible, observable, palpable, demostrable, y que este ser humano es la elaboración más elevada de la evolución en el universo, la ‘corona de la creación’.

Esta visión sigue siendo predominante y es considerada como ‘la verdad’ para el sentido común, a pesar de las propuestas provenientes de la psicología, pues ellas aún se mantienen aisladas en la esfera del ejercicio profesional y no permean masivamente la cultura, aunque por cierto han vivido un gran auge desde las formulaciones del nuevo paradigma holístico..

Al dejar este modelo el cuerpo y las emociones fuera de la auto-identidad, hace que cuerpo y emociones pasen a ser vistos como algo exterior y ajeno a lo propiamente humano. De esta exterioridad o separatividad surgió el antagonismo, pues cuerpo y emociones pasaron a ser vistos como antagonistas de la razón; como un enemigo y una amenaza.

A esto siguió necesariamente la necesidad del control y de la represión. La razón, para guiar al hombre hacia sus designios, debe controlar y reprimir a las emociones y al cuerpo, si es que estos se levantan deseando o empujando en otra dirección que atente contra esos designios. Desde la entrega del poder a la razón, surge para el cuerpo y las emociones el ‘debería’. Cuerpo y emociones deben obedecer las normas emanadas de la razón, pues ella ‘es’ el ser humano, y sus normas tienen un valor absoluto, el valor de realidad, de único referente de realidad. (Absoluto significa aquí vinculado a sí mismo, sin ponerse en relación a las realidades del cuerpo y de las emociones).

El antagonismo y el ‘debería’ se proyectan desde el interior del psiquismo humano a las relaciones con las demás personas. Nuestro sentimiento de exterioridad y ajenidad con las personas, sumado a la no-disposición de éstas a obedecernos, nos instala en la idea de que deberían obedecernos, y al no hacerlo, nos instala en la necesidad de dominación.

Todo esto convierte al ser humano identificado sólo con su razón en un ser no-relacionado; ni con su cuerpo, ni con sus conductas, ni con sus emociones; y por extensión, tampoco con las demás personas, ni con la sociedad, ni con la naturaleza, ni con el universo. Por ello el mundo es visto como

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ajeno y sometido a control. La identificación exclusiva del ser humano con su razón, la auto-referencia a su razón, lo convierte en un ser aislado.

En definitiva, Descartes con su ‘pienso, luego existo’ abrió una puerta y expresó una realidad que creó un nuevo paradigma, pero al quedar fundado en un conocimiento parcial se dogmatizó, y con ello dio pie a un reduccionismo que tendría graves consecuencias. Lo que a Descartes le faltó agregar es: ‘tengo cuerpo, luego existo’, ‘percibo con mis cinco sentidos, luego existo’, ‘tengo conducta, luego existo’, ‘siento emociones, luego existo’, y finalmente, ‘tengo conciencia, luego existo’.

Para liberarnos del paradigma racional

Cuando estamos convencidos que un modelo explicativo del psiquismo humano es real, lo que veamos en nosotros que no se ajuste al modelo lo consideramos una falla o error nuestro. Así, lo esencial de un paradigma rigidizado o dogmatizado es que invalida la experiencia directa de los sujetos.

¿Por qué es tan difícil aceptar que el paradigma oficial que nos toca vivir es un mito? Ello se debe a que al ser afirmado por las autoridades de la comunidad, sean estas religiosas, de la realeza, políticas económicas o científicas, se postula como una verdad superior a la que puede captar por sí mismo el individuo. Esto ocurre tanto cuando la ciencia racional devela el dogma de la Iglesia medieval, como cuando en el último siglo se devela el dogma de la ciencia racional. Y como todo modelo que en su pretensión de verdad se dogmatiza, el paradigma actúa como cama de Procusto; es decir, corta o estira la realidad para que encaje en el modelo, y al hacerlo no sólo causa sufrimiento, también engendra monstruos.

Por fortuna a lo largo de la historia de la humanidad, existen siempre los individuos que ven ‘debajo del agua’; aquellos que no pueden ponerse el traje del paradigma porque saben que no les calza, y prefieren andar desnudos que mal vestidos. Estos son los individuos que viven una vida diferente, y que cuando la humanidad atraviesa períodos de crisis de paradigma salen a la calle como el niño que en ‘El traje nuevo del emperador’ dice con inocencia que éste está desnudo.

Cuando esto ocurre, todos los ‘raros’ de los tiempos normales encuentran una reivindicación y una validación, porque haber sido juzgados como ‘raro’ se debió a no comprarse la normalidad del mito paradigmático. Pero debemos advertir que la rareza en tiempos de crisis de paradigma es sólo una puerta, y puede sólo quedar en la rareza, si no se acompaña de un conocimiento y de un trabajo conducente a vestirse con las propias ropas, a reencontrarse con el propio ser, y desarrollarlo. Este conocimiento es el que han provisto a lo largo de los tiempos las tradiciones espirituales o chamánicas.

Dicho conocimiento puede caer en terreno fértil en las épocas de crisis paradigmática, porque las convicciones y verdades se debilitan y resquebrajan. En ese momento aflora en las personas y se hace alcanzable el psiquismo más profundo, inocente o infantil, un psiquismo natural o esencial, por debajo de la personalidad que es el psiquismo superficial colonizado por el paradigma de turno.

Todo esto lo hemos estado viviendo durante el siglo XX y hoy a comienzos del XXI respecto del paradigma racional. Ello ha permitido reconocer que el modelo del psiquismo humano surgido de éste es parcial, y comprender que al haberlo establecido como explicación real y total se había reinstalado un acto de fé que requirió de una ceguera equivalente al de la religiosidad de la que se renegó. El desafío es entonces poder reconocer qué elementos constituyen nuestro funcionamiento real, y qué es falso en el modelo que pretende describir cómo somos.

Ahora bien, cuando nos atrevemos a mirarnos, constatamos una serie de realidades de nuestro verdadero funcionamiento, y nos damos cuenta que la dificultad no estaba en que no fueran visibles, sino en el miedo a ser raros o fallados, lo que nos hizo evitar mirarlas. Así, podremos reconocer que:

-muchas de mis emociones se nos imponen,-queremos cambiar ciertas cosas nuestras y no lo logramos;-realizamos conductas que no queremos realizar,-queremos relacionarnos bien con nuestros padres, hijos y pareja y no lo logramos,-nos proponemos metas que no cumplimos sin que haya impedimentos externos;-repetimos un cierto tipo de relaciones personales las que sabemos que nos son dañinas;-las autoexigencias y las autoexpectativas nos causan tensiones corporarles y angustia emocional

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-cuando sobre-exigimos a nuestro cuerpo voluntaristamente, éste se enferma-estamos tensionados por propósitos y emociones que empujan hacia distintos lados;-queremos eliminar nuestra timidez, envidia, vanidad, etc., y no lo logramos;-tenemos síntomas tales como tensión, depresión, angustia, ansiedad, jaqueca, nerviosismo y otros, y no sabemos cómo evitarlos;-fantaseamos y creamos una autoimagen idealizada de nosotros mismos;-ocultamos aspectos nuestros ante los otros y ante nosotros mismos;-etc., etc.

Y si nos volviéramos inocentes como niños, y proclamáramos a los demás estas verdades en nosotros, ¿qué ocurriría? Tal vez las personas se nos acercarían a decirnos: mira, a mí me pasa lo mismo. Entonces compartiríamos la convicción de estar frente a un mito, y reconoceríamos que ninguna de nuestras limitaciones psicológicas son una falla particular nuestra, sino una condición humana común negada por un mito.

Entonces podremos iniciar rituales de liberación del mito. Podremos decirnos que es ilegítimo que la mente se arrogue la identificación con el ser humano completo, en tanto es sólo uno de sus componentes, siendo los demás tan legítimos como ella. Que si siento emocionalmente algo en contrario de mi mente, lo que piense mi mente y lo que sientan mis emociones tiene el mismo estatus de legitimidad. Si mi cuerpo necesita algo que mi mente le niega, lo que necesita mi cuerpo es a lo menos tan legítimo como lo que piensa mi mente que le conviene al cuerpo.

Aquí llegamos al umbral que nos instala en nuestra realidad psicológica, pero a la vez la muestra como una realidad que es ‘estructuralmente malfuncionante’. En este punto, como dijimos, vuelven a socorrernos las tradiciones espirituales y chamánicas, que nos ofrecen un camino para sanarnos de nuestra realidad psicológica malfuncionante, y vincularnos a nuestro psiquismo esencial que es sano, integrado y armonioso.

El modelo del psiquismo desde el paradigma de la complejidad

La aparición de la ciencia psicológica desde dentro del paradigma racional, marcó desde sus inicios un cuestionamiento al modelo del psiquismo racional. Ya Freud mostró que existen en nosotros fuerzas instaladas que no nos obedecen; fuerzas que poseen una relativa autonomía respecto de mi mente racional, y que hacen en mí de las suyas. Lo llamó el inconsciente.

Si seguimos la historia de la psicología, podemos reconocer que cada corriente psicológica contribuyó a desmontar el modelo del psiquismo racional y a complejizar el modelo del psiquismo. La psicología cognitiva reconoció los condicionamientos mentales; el conductismo descubrió el moldeamiento de nuestras conductas; y la psicología humanista o existencialista recuperó la validez e importancia de nuestro mundo emocional. Podemos reconocer cómo estas corrientes se focalizaron en cada una de las tres funciones de la personalidad: mente, conducta y emociones, y reconocieron los malfuncionamientos en cada una de ellas. Finalmente la psicología transpersonal descubrió que estas tres funciones malfuncionantes constituían el ‘sistema personalidad’ y que el psiquismo del ser humano era más que su personalidad.

El paradigma de la complejidad, al que también podemos llamar sistémico, integral u holístico, del que surge y al que nutre la psicología transpersonal, postula que nuestra condición humana es la de seres a quienes se nos dio dos naturalezas. Una, que podemos llamar horizontal, es la que vivimos todos: la del subsistir, la del relacionarse y organizarse socialmente; la del procrear y del criar; la de las metas y las realizaciones materiales, la del amar y odiar al prójimo. La otra vida, que podemos llamar vertical, está vinculada a lo alto o a lo superior en el universo, a la divinidad, a la posibilidad que nos fue dada a los seres humanos de un ascenso en nivel o en calidad de ser, al que podemos llamar proceso de auto-desarrollo, de auto-realización, de auto-individuación, de auto-creación o camino espiritual. Esta posibilidad de vida vertical requiere de un camino o entrenamiento particular, distinto a lo que se requiere para la vida horizontal. Esta doble condición o doble posibilidad del ser humano es expresada por el símbolo de la cruz.

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Ahora bien, esta posibilidad de elevación en nuestro nivel de ser tiene muy diferentes grados, y contamos con testimonios de quienes lo han realizado en el grado más elevado. Pero hay otro aspecto de la vida en el eje vertical que es de la más alta importancia, y es que en él también se puede descender. Esto significa que el nivel de ser del ser humano puede estar en un grado de subnormalidad respecto de cómo fue creado para existir sanamente en la Tierra, lejos, por tanto, de la posibilidad de elevación a otro nivel de ser. Desde el enfoque transpersonal se plantea que la condición humana generalizada es Por ello, la primera misión y la primera meta del ser humano es ascender en el eje vertical a la normalidad para lograr una vida sana. Ello porque esta subnormalidad en nuestro nivel de ser está a la base de todos los males en el plano horizontal, de todo el sufrimiento y todo el daño que nos causamos entre las personas en nuestra vida cotidiana.

El que nuestro nivel sea subnormal significa que nuestro psiquismo está contaminado por errores cognitivos y malfuncionamientos, que hacen que nuestra vida psicológica sea emocional y relacionalmente insatisfactoria y sufriente. Esta es la condición de ‘pecado’ de la humanidad. Entonces, antes de pensar en un desarrollo espiritual, antes de aspirar a una elevación a un nivel de ser superior, nos corresponde sanar nuestro psiquismo malfuncionante, elevarnos hacia una normalidad.

Esta visión y comprensión de la condición humana adquiere un sentido práctico al ofrecer un método para ascender en el eje vertical, al establecer que nuestro psiquismo malfuncionante es lo que llamamos nuestra personalidad. La cuarta corriente en psicología, la psicología transpersonal afirma que el ser humano no es su personalidad, y que su ser se encuentra en lo transpersonal, es decir, más allá de la personalidad. Tenemos personalidad, pero no somos nuestra personalidad. Esta es la puerta de entrada a una nueva comprensión de nosotros mismos, es el pinto en donde el eje vertical de nuestra condición humana es percibido. Y es este hecho el que sienta las bases para la posibilidad de la transformación interior. Si fuésemos nuestra personalidad, ella sería inamovible. Como no lo es. podemos liberarnos de ella -no eliminarla sino no ser esclavos de ella- y elevarnos en nuestro nivel de ser.

Sin embargo hoy nuestra personalidad, con todas sus distorsiones y malfuncionamientos, domina nuestro ser y nos tiene convencidos de que somos ella. A esta condición es a la que las tradiciones espirituales refieren cuando dicen que el ser humano ‘está dormido’ o que ‘vive en estado de sueño’. Por ello, para recuperar una condición psicológica sana, para ascender hacia el nivel de normalidad psicológica, requerimos conocer nuestra personalidad y transformarla, a fin de que ella se integre en sí misma y se integre a nuestro ser.

Génesis de la personalidad desde el enfoque transpersonal

Nuestra personalidad se origina como un sistema malfuncionante debido a que estamos en un mundo de seres malfuncionantes. Los mecanismos de instalación de nuestra personalidad son, en primer lugar, que nuestro psiquismo funciona en nuestra infancia como un sistema videograbador, lo que significa que graba la forma de ser de los padres y figuras adultas significativas; esto implica que por esta primera modalidad de instalación de nuestra personalidad se forma a partir de un ‘modelaje’, y que proviene de personas malfuncionantes..

La segunda fuente en la instalación de nuestra personalidad es un aprendizaje por imposición de formas de pensar, de sentir y de actuar, por imposición de una forma de ser. Imposiciones que también surgen de un mundo de personas subnormales.

Podemos reconocer que estas dos modalidades instalan en nosotros, por un lado, un sistema grabado que actúa reactivamente; y por otro, un condicionamiento que nos instaló en ciertas formas fijas de pensar, de sentir y de actuar. Desde estas dos modalidades queda enquistado en nosotros un psiquismo formateado, en cuya adopción no ha mediado nuestra aceptación ni intencionalidad.

Aparte de estas dos modalidades, existe una tercera fuerza en la estructuración de nuestra personalidad, que sí surge de una intencionalidad, pero que por crearse en oposición a las influencias y modelajes de personas subnormales y condicionadas, su posterior manifestación es también repetitiva y

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rígida. Se trata de las conductas que nos proponemos desarrollar en nosotros a partir de negar algunas de las formas de ser paternas, que nos producen rechazo o nos causan sufrimiento.

Finalmente existe una cuarta fuerza, cual es la capacidad de reprimir parcialmente algunas de las manifestaciones de nuestra personalidad, y también la capacidad de, aún manifestándolas, hacernos ciegos a ellas -ser inconscientes de ellas.

Esta personalidad así constituida posee en general los aprendizajes para adaptarse a este mundo subnormal y salir adelante con las tareas de vivir en sociedad tal cual ella es; a la vez que contiene por un lado los mecanismos de defensa para que el mundo no destruya nuestro ser interior sensible que queda aprisionado, y por otro las manifestaciones propias que producen daño y dolor a los otros y a nosotros mismos..

La posibilidad de hacernos libres de nuestra personalidad

Ahora bien, si el mundo horizontal fuera todo lo que existe, nuestra vida sólo se manifestaría desde nuestra personalidad, esa sería nuestra cárcel y nuestro techo. Pero dado que existe una dimensión vertical nos es dada la posibilidad de liberarnos de nuestro psiquismo programado, y adquirir la cualidad de un psiquismo sano o normal.

La posibilidad de todo ser humano adulto de liberarse de su ‘forma de ser’ y de volver a crearse interiormente existe, pues cada uno conserva su chispa interna latente, su psiquismo esencial vive en su interior así como la vegetación del planeta sigue viva en la tierra debajo del cemento, y volverá a crecer si éste se resquebraja, como lo hace por cada grieta que se lo permite. Este proceso de liberarnos del dominio de nuestra personalidad es una de las formas más concretas y prácticas de comprender y de realizar el propósito de ser libres, de realizar el camino ascendente desde lo subnormal a lo normal.

Por tratarse de una posibilidad para todo adulto, este emprendimiento es asequible al total de la humanidad; y por ello los conocimientos y metodologías relativos a la acción de liberarnos de nuestra personalidad y sanar nuestro psiquismo no pueden quedar circunscritos al campo de la salud –pensando erróneamente que sólo algunos estamos ‘enfermos’- sino en el campo de la educación –pues es toda la humanidad la que padece esta ‘enfermedad’ o ‘pecado original’. En definitiva, se trata de un emprendimiento de alcance universal, es decir, abierto y necesario a todas las personas, y un emprendimiento práctico, no teórico

El despertar de la autotransformación

Dadas las características psicológicas de la humanidad, en todo hombre que alcanza la edad adulta predomina su psiquismo condicionado o personalidad, la que puede estar en distintos grados de subnormalidad, es decir, en distintos grados en el eje vertical por debajo del psiquismo sano; y al mismo tiempo, interiormente en todos habita un psiquismo esencial que está ahí muy cerca, atento a escuchar las ideas que lo podrán hacer libre.

Esta propuesta transpersonal de que poseemos una condición psicológica dual –una parte condicionada dominante y una parte natural o libre disponible a ser despertada y a tomar su lugar como conductora natural del ser humano- explica tanto nuestras limitaciones y dificultades como nuestra potencialidad, y resuelve también la contradicción entre determinismo y libertad en el ser humano. El psiquismo condicionado explica nuestro determinismo y el psiquismo esencial o Yo nuestra libertad subyacente y potencial.

Cuando mi psiquismo esencial es tocado por estas ideas, surge para mi la posibilidad de emprender un proceso práctico a través del cual ascender de la subnormalidad a la normalidad a través de descondicionar nuestro psiquismo programado y a través de ello transformarnos, integrarnos y armonizarnos. Esto es lo que significa la realización personal: hacerse una persona real, no-condicionada, no pre-formateada, sino verdaderamente autónoma.

El camino para pasar desde la identificación con nuestra personalidad a un reencuentro con nuestro psiquismo esencial para desde allí liberarnos de nuestra personalidad, consiste en un estudio sistemático y metódico de ella (de ‘nosotros mismos’), conducente a descubrir las verdades de su/nuestro funcionamiento, y en capacitarnos para introducir transformaciones en nosotros mismos de manera informada y cierta.

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Toda persona, por si misma, está posibilitada de ver y reconocer la verdadera estructura y funcionamiento de su psiquismo, validando por sí misma esta propuesta, y comprendiendo mejor con ello su propia realidad. Este modo de entender la condición humana y el método de transformación propuesto ofrece a toda persona un camino existencial y práctico de autotransformación.

El camino de la autotransformación

Para realizar este autoestudio, la psicología transpersonal caracteriza a la personalidad como un ‘objeto interior’, debido a que ella es una forma de ser condicionada y permanente, que existe con una relativa autonomía como un sistema inarmónico complejo. Esto significa que por su condición de programa, ella tiene una fuerza propia y se halla plagada de malfuncionamientos. Esto es lo que permite y requiere que ella se convierta en nuestro objeto de estudio.

Por otro lado, lo que llamamos nuestro psiquismo esencial o Yo no es una entidad misteriosa, sino una realidad ya existente. El Yo o psiquismo esencial son nuestras funciones que siguen vivas y libres al interior del psiquismo condicionado, de un modo análogo a como la tierra sigue viva debajo del cemento. Es mi Ser, en tanto posibilidad de pensar, sentir y actuar en conexión real con lo existente, con los estímulos del mundo, en contraste con mi ‘forma de ser’ que actúa desde el condicionamiento preestablecido, sin ver ni contactar con lo realmente existente.

Este Yo esencial es más inteligente y flexible que el psiquismo condicionado que lo envuelve y encierra, pues está vivo, piensa y siente en presente, desde su conexión con lo real. La personalidad en cambio no vive, sólo funciona y reacciona desde lo programado.

Este Yo esencial es el que puede recibir ideas y metodologías nuevas relacionadas con la posibilidad del des-condicionamiento, puede comprenderlas, puede valorarlas, y puede ejercer luego como agente reeducador del psiquismo condicionado o personalidad con el que convive y que lo comprime, para llevar adelante un proceso de auto-transformación.

El Yo aprende la teoría, y luego realiza la práctica trabajando sobre la parte condicionada de su psiquismo, que surge ante él como su objeto de estudio y más tarde como su sujeto a reeducar.

Comprender al ser humano de esta manera, como poseedor de un psiquismo complejo o transpersonal con una parte dominante que es condicionada y con un aparte libre pero encerrada y con la cual hoy no estamos en contacto, no contiene fatalismo, ni resignación, ni abandono de nuestras metas e ideales, sino por el contrario, sienta las bases reales para toda posible realización personal.

Permite y muestra cómo emprender por nosotros mismos el camino de la auto-transformación y auto-desarrollo. En definitiva nos dice que si nos interesa y queremos trabajar en ello, podemos adquirir las cualidades del ser humano que anhelamos: un ser integrado, armonizado y realizado.

Podríamos decir, parodiando a Descartes: ‘Me integro, luego existo‘, ‘Me armonizo, luego existo”, ‘Me realizo, luego existo’.

La condición de nuestro psiquismo definida desde la psicología transpersonal no escamotea el hecho de que nos coloca en una situación poco alagüeña y bastante problemática. Pero cómo podría ser de otra manera si constatamos los hechos personales y sociales, si vemos que todos los intentos de aliviar el sufrimiento humano no ha tenido éxito a lo largo de los tiempos.

Pero al mismo tiempo la psicología transpersonal postula que el proceso de autosanación es una posibilidad real para todos, aunque sea difícil y prolongado. Y no puede sino serlo, porque en él me voy encontrando con múltiples aspectos de mí que había negado o reprimido, y que me desagradan, lo que me hará desear desistir del empeño. O bien, porque aún tras encontrarlo se requiere de un tiempo significativo para transformarlo. Por ello es que también necesito un aprendizaje de transición que consiste en la capacidad de tolerarme.

Tolerarme no desalienta mi deseo de transformarme, porque tolerarme no es aceptarme. Tolerarme es poder ver lo que de mí no me gusta ver, y soportarlo. Tolerarme es por ejemplo reconocer que hoy soy envidioso, no ocultarlo ante mi mismo, y como se dice coloquialmente ‘tragarme’ como una persona con ese rasgo. Si no estoy dispuesto a tolerarme, no querré verme, y no me podré transformar. Si no me trago, no podré digerirme. Tragar y digerir mis aspectos hoy rechazados es la condición ineludible para mi auto-transformación. Pero esto no significa que yo acepto mis rasgos como condición inamovible de mi ser, justamente porque no son mi ser. Ellos pertenecen a mi forma de ser, y toda mi forma de ser puede

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ser transformada. Si por ejemplo, soy violento, me tolero como violento, pero no acepto serlo. Puedo transformarme. Sólo que ello requiere hacerse no por la vía de la represión, que es aplicar violencia sobre mi mismo, sino por la vía de la integración. Y no hay integración posible sin reconocer que aquello a integrar hoy existe en mí; necesito por tanto estar dispuesto a no reprimirlo ni eliminarlo, sino a tolerarlo.

La fuerza para transformarnos

Otro componente que surge del modelo del psiquismo transpersonal, es que como este psiquismo condicionado es el dominante en nosotros, él no querrá dejar su lugar. Estudiarme y tolerarme no es suficiente para transformarme. Para transformarnos requerimos además levantar una fuerza interior que pueda llevar al psiquismo condicionado al lugar subordinado que le corresponde. Al mismo tiempo, estudiarme, verme y tolerarme es el inicio de la creación de esa fuerza en mi.

Dado que a nuestro mundo interior sólo podemos tener pleno acceso nosotros mismos, necesitamos -además de la posibilidad que nos fue dada y el conocimiento de la dirección hacia la cual caminar- adquirir esta fuerza propia para realizar nuestro auto-estudio y auto-transformación. Sólo nosotros podemos transformarnos adquiriendo un poder sobre nosotros mismos.

Por ello el proceso es definido como de auto-desarrollo, pues en definitiva es la propia persona la que se desarrolla a sí misma, a partir del aporte auxiliar de un conocimiento y de un guía –para lo cual es muy adecuado el concepto que ha surgido de coach, un entrenador para el atleta psicológico que quiere entrenar su psiquismo libre y superar los obstáculos de su psiquismo condicionado.

La persona que guía el estudio, como asimismo las ideas y metodologías, sólo cumplen un rol externo auxiliar. La persona que ejerce como guía del viaje se vincula cooperativamente con aquel que está dispuesto a emprender su auto-estudio.

En ese auto-estudio, en tanto surgirán aspectos conflictivos y desconocidos de nuestro mundo interior, que pueden generar temor, ansiedad y angustia, le corresponde a cada persona que realiza su autoestudio y autotransformación determinar el ritmo y la profundidad de su exploración. A quien acompaña el proceso no le corresponde realizar ningún juicio respecto de la persona guiada, criticar ni rechazar ninguno de los componentes de su mundo interior. Lo que puede y le corresponde hacer es ayudar, desde la imparcialidad, a que cada persona encuentre y aprenda a habitar en sí misma ese sitio imparcial y ecuánime respecto de sí misma que es su Yo o psiquismo libre. Es sólo desde este lugar imparcial que cada persona podrá realizar el proceso de autoconocimiento y autotransformación, pues es sólo habitando ese lugar que somos verdaderamente independientes y libres.La auto-transformación sólo la puede emprender la propia persona como un proceso voluntario y como un acto de conciencia.

La Teoría de los Personajes Interiores

La Teoría de los Personajes Interiores es un modelo descriptivo de la estructura y funcionamiento del psiquismo y un método de autotransformacióm que se inscribe en la corriente transpersonal. Su nombre surge de proponer que nuestra personalidad está constituida por ‘unidades funcionales’, a las que llama Personaje Interior (PI). Ellos tienen su propia ‘individualidad’, sus propias reglas de funcionamiento, su propia ‘racionalidad’ y su propia fuerza, autónoma de mi mente ‘racional’.

Estos PIs son los ‘actores sobre el escenario de mi personalidad’. Ellos son nuestra paleta de colores, la materia prima de nuestra riqueza interior; y a su vez los depositarios de todas nuestras dificultades, síntomas, y sufrimiento emocional.

Los PIs son los actores programados del sistema programado que es mi personalidad. Ellos son quienes actúan mi condicionamiento, en ellos está radicado mi condicionamiento. Ellos son la ‘fuerza operante’ de nuestro psiquismo condicionado, ellos son los que portan las ideas y las conductas formateadas, los que deciden y hacen las cosas por si mismos. Por todas estas características ellos son nuestro ‘objeto de conocimiento’.

A su vez, constatamos que ellos son ‘asequibles’, que su psiquismo unidimensional es un psiquismo real, que ellos pueden convertirse para nosotros en sujeto de comunicación. Podemos

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‘subjetivizarlos’. Y no sólo eso, ellos tienen la capacidad de aprendizaje, pueden ser reeducados, pueden vivir una transformación.

Tenemos entonces que nuestra personalidad contiene ‘unidades funcionales’ que pueden ser a su vez (como partícula y onda) nuestro objeto de estudio y nuestro sujeto de comunicación.

A todos nos es posible constatar que nuestros PIs son una realidad, y una ‘normalidad’. Ellos son el material real de nuestra personalidad. El impaciente, el tímido, la generosa, la envidiosa, el esforzado, el trabajólico, el perezoso, la seductora, el manipulador, la gentil, el sacrificado, el matón, la simpática, la responsable, el sacador de vuelta, la madre abnegada, el amigo paleteado, el esposo fiel, el libertino, la amiga entretenida, el ayudador, la paño de lágrimas, el matón del grupo, la exitosa, etc., etc., todos estos son mis PIs.

Cada uno de ellos tiene su propia visión de mundo, su juicio y convicción sobre la gente y sobre cómo debe conducirse. Esa es su vida y a ella se aferran. En tanto ‘unidad funcional’ de nuestra personalidad, sus convicciones son el sentido de su vida como entidades unidimensionales. El PI criticón tiene por misión en su vida criticar, y no puede sino hacer eso, y si se le impide hacerlo es como si se le estuviera quitando la vida. Por eso se aferran a su ‘ser unidimensional’ y a su ‘vida unidimensional’. Ninguno es ontológicamente malo ni prescindible. Algunos causan daño o me causan daño. Algunos potencian mi vida, otros la complican, e incluso otros la boicotean. Pero una comprensión esencial es que mis PIs no son Yo. Ellos están en mi psiquismo condicionado, yo los tengo, en cierto sentido constituyen mi ‘identidad’, es decir, a través de ellos permanezco en los mismos hábitos y soy en el tiempo ‘idéntico a mi mismo’. Pero ellos no definen mi ser. Mi ser soy Yo.

Desde mi Yo puedo aprender a relacionarme con ellos, sanarlos, reeducarlos e integrarlos; y a través de ello nos transformamos y nos armonizamos nosotros. Por ejemplo, podremos lograr que el trabajólico voluntariamente trabaje un poco menos para que Yo pueda disponer de tiempo libre y energía para otros aspectos de mi vida; o que el tímido se atreva un poco más a exponer sus puntos de vista, para Yo ser más asertivo, etc. La garantía es que estos cambios nadie los impone, y cada quien los emprende sólo si los define como deseables.

El principio general es que tendremos menos conflicto interior, menos auto-rechazo, más integración, más armonía y más creatividad en tanto más y mejor conozcamos a nuestros PIs, y más relaciones creemos con ellos y entre ellos.

Una de las cosas valiosas que descubrimos es que cuando rechazamos a un PI, en realidad quien lo rechaza no soy Yo sino otro PI. No es mi psiquismo libre el que rechaza, es mi psiquismo condicionado el que contiene el auto-rechazo.

En su aspecto práctico el método consiste en conocer a nuestros PIs y tratarlos como a un ser de carne y hueso, porque ellos son mente, cuerpo y corazón: definen la vida de una cierta manera, sienten de una cierta manera y actúan de una cierta manera; pero también pueden escuchar, aprender, comprender, reeducarse y cambiar. Al realizar este proceso, el que es conducido desde mi psiquismo esencial o Yo, voy descubriendo que todos los malfuncionamientos de mi personalidad están encarnados en mis PIs, y que en mi relación con ellos los puedo -se pueden- ir sanando.

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El Eneagrama

Un mapa del ego humano y su posibilidad de transformarse

Alejandro Celis Hiriar

Entonces, por un lado, estas descripciones no aluden al “ser esencial” de cada individuo, sino sólo al tipo de condicionamiento al que se ha visto enfrentado; y por otro, un punto esencial a tener muy en cuenta es que no es la idea clasificarnos mutuamente en uno de los nueve puntos como otra moda new age, como entretención liviana y farandulera. El Eneagrama es, en esencia, una herramienta transpersonal, lo que significa que es un medio para ver más allá de nuestro ego, para desidentificarnos de él y reconectarnos con nuestra esencia. Es una herramienta de

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transformación, y no verlo así es traicionar su esencia y propósito. De hecho, el fundador del Instituto Arica, el místico boliviano Oscar Ichazo, evitó casi toda su vida publicar descripciones de los nueve tipos, cuidando que no se desvirtuaran. No lo logró, por supuesto; en esta época de las comunicaciones, todo sale a la luz pública, y depende de nosotros separar lo falso de lo real.

Los 9 Eneatipos y sus características c El 1, el Resentido o Perfeccionista: Actitud crítica de buscar errores en sí mismo y otros, perfeccionismo, disciplina, puritanismo, control excesivo de la propia conducta y sentimientos.El 2, el Autoadulador o sobre-independiente: Necesidad de ser mimado, exaltación imaginaria del propio valor y atractivo, seductor, manipulación, histrionismo.El 3, el Vanidoso o sobre-eficiente: Necesidad de atención, vanidad, orientado al éxito y/o status, engaño y manipulación de la imagen, sofisticación, superficialidad.El 4, el Melancólico o sobre-razonador: Codicia culposa respecto a las ventajas que percibe en otros, pobre auto-imagen, focalización en el drama y el sufrimiento, refinamiento como imagen.El 5, el Avaro o sobre-observador: Sobre control de la expresión, autonomía, desapego desde la mente, temor a ser engullido, negativismo, orientación a la acumulación de conocimiento.El 6, el Cobarde o sobre-aventurero: Miedo, ansiedad, paranoia, desconfianza, amistoso de modo congraciativo, duda y ambivalencia, orientación hacia la autoridad.El 7, el Planificador o sobre-idealista: Goloso, hedonista, rebelde, indisciplinado, narciso, charlatán, crónicamente optimista.El 8, el Vengativo o sobre-justiciero: Hedonista, hostil, intimidante, rebelde, cínico, dice de inmediato lo que piensa.El 9, el Indolente o sobre-inconformista: Inercia psicológica, insensibilización, evitación del conflicto, sobreadaptación, resignación, bajo perfil.Un largo recorrido

Respecto a sus orígenes, el Eneagrama es un mapa muy antiguo –su rastro se pierde más atrás del siglo IX dC-. Fue recogido en Asia por el maestro espiritual ruso G.I. Gurdjieff –en su encuentro con la secta espiritual Sarmouni, descubre un símbolo más primitivo que la actual figura de nueve puntas-. Su discípulo Ouspensky menciona el Eneagrama como lo conocemos ahora en su libroFragmentos de una Enseñanza Desconocida, pero aún no como tipología de caracteres. Más tarde, Oscar Ichazo es el primero en mencionarla en una publicación occidental, en un pequeño libro llamado El Proceso Humano hacia la Iluminación y la Libertad, editado en inglés en N. York. No me queda claro si Ichazo se basó en enseñanzas de Gurdjieff o en sus propias búsquedas para delinear la tipología; pero a fines de los 60 la utilizaba en su trabajo con alumnos, sin nunca exponer el sistema en forma detallada. Cuando la Escuela Arica se trasladó a Nueva York, comenzaron a difundirse versiones de lo originalmente expuesto por Ichazo.Claudio Naranjo participó en los inicios del Instituto Arica –en esa ciudad y en Santiago- a fines de los 60 e inicios de los 70. Según su testimonio, Ichazo utilizaba el Eneagrama para facilitar a sus seguidores su autodescubrimiento y aprendizaje. En esos años, Naranjo ayudó a Ichazo a

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explicitar las características psicológicas de cada uno de los 9 tipos de personalidad, de modo que gran parte del mérito de haber introducido dicho conocimiento a Occidente le corresponde.Es importante aclarar, sin embargo, que en la medida en que el ego no es trabajado, en la medida en que la persona no lo relativiza frente a la dimensión de la esencia, este ego puede llegar a ser extremadamente desagradable e incluso peligroso. Ejemplos de esto pueden ser Pinochet, Hitler, Bush, Rumsfeld o cualquier individuo común y corriente atascado en rasgos egóticos –ira, pesimismo y resignación, manipulación, explotación de los demás, dar una falsa imagen, miedo, insensibilidad- inamovibles a lo largo de su vida. Esto se da incluso en individuos de un alto estado de consciencia, personas reconocidas como Maestros; como bien me dijo Andrew Cohen en una entrevista que le hice en el 2000, “la experiencia mística es un producto a medio cocinar”. ¿A qué se refiere? Primeramente, a desarrollar una ética, una intención; y segundo –y esto proviene de otras fuentes- a buscar una maduración, la que solamente se obtiene en la experiencia mundana, en la relación con los demás y con las circunstancias prácticas de la vida cotidiana.Por tanto, el trabajo en sí mismo es interminable, pues aún si nos hallamos en el muy poco corriente estado de consciencia llamado “despertar” o “iluminación”, inevitablemente nuestras zonas de inconsciencia o inmadurez persistirán y se revelarán en nuestra vida cotidiana.

01. El maestro místico George I. Gurdjieff, uno de los primeros en difundir el Eneagrama en Occidente. 02. Oscar Ichazo, fundador del Instituto Arica y creador de un sistema de autoobservación y clarificación. Sus méritos han sido reconocidos en las Naciones Unidas por su contribución al progreso de la humanidad. 03. El psiquiatra chileno Claudio Naranjo desarrolló las enseñanzas de Ichazo articulando los nueve tipos en conceptos psicológicos occidentales. 04. Hameed ali Almaas, maestro espiritual creador de un camino espiritual contemporáneo llamado el Enfoque Diamante. 05. Faisal Muqaddam, co-autor y co-desarrollador del Enfoque Diamante. La tipología

En una simplificación de la teoría Arica, se concibe el funcionamiento del ser humano a través de tres instintos: Conservación, Relación y Sintonía. Todos tenemos los tres instintos, pero el condicionamiento temprano da como resultado que uno de ellos funcione de modo deficitario, lo que da lugar a la tónica básica del Punto de Fijación del Ego de cada individuo. ¿Cómo se define cuál es el instinto que va a fallar en un individuo determinado? Eso depende de la experiencia de cada cual. Por ejemplo, una relación difícil con la madre suele traer problemas principalmente en el instinto de conservación; si esto ocurre con el padre, el instinto de relación es el que se verá más afectado; si las dificultades son con los hermanos, compañeros de la escuela o bien la vida en la infancia se presenta tan intensa y difícil a la persona que le resulta insoportable, lo probable es que desconecte su sintonía.Según Oscar Ichazo, el instinto de conservación nos responde, en cada momento, la pregunta “¿Cómo estoy?”; es decir, nos informa de nuestras necesidades y estado general. Un instinto de conservación sano nos envía señales de aviso cuando estamos descuidando el bienestar y salud de todo nuestro ser, no sólo del cuerpo. Nos advierte, por ejemplo, tanto de la temperatura del cuerpo –y de la necesidad de cubrirnos más o de lo contrario- como de los límites a los que estamos buenamente dispuestos a llegar sin resentirnos, en cuanto a ayudar o cooperar con otras personas.

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El instinto de relación sano nos responde la pregunta “¿Con quién estoy?”, con lo cual establecemos un puente y una comunicación sanos con cada persona única con la cual nos enfrentamos, en cada momento. La transparencia, la fluidez y la armonía con los demás son cualidades que hablan de una relación saludable con las demás personas. Las preocupaciones por nuestra imagen, la proyección de roles, la artificialidad y la consecuente sensación de separación con los demás son índices de un instinto de relación en problemas.

Figuras importantes en la historia del Eneagrama: Origen desconocido, pero se le supone en Babilonia o Medio Oriente, 2500 a. C. Luego, el rastro sigue en Ordenes Sufis (Sarmouni, por ej) (siglo XIV o XV d.C.) George I. Gurdjieff (circa 1910) Oscar Ichazo (circa 1960) Instituto Arica Claudio Naranjo (fines de los 60 en adelante) Grupos de estudio Jesuitas Otros profesores (y muchos charlatanes) Hameed Ali Almaas (Diamond Approach) Faisal Muqaddam (Diamond Logos)

Sus aportes:G.I Gurdjieff: da a conocer la figura del Eneagrama en Occidente.Oscar Ichazo: la Tipología, los Instintos, los Dominios y Polaridades en armonía con un Sistema.Claudio Naranjo: descripción detallada de cada eneatipo, paralelos con la patología, y difusión masiva.Hameed ali Almaas y Faisal Muqaddam:recuperación de la perspectiva trascendente y trabajo con la Esencia.

El instinto de sintonía responde nuestra pregunta “¿Dónde estoy?”, ayudándonos a “sintonizar” con lo que está ocurriendo en nuestro entorno. Las dificultades en captar lo que está realmente ocurriendo afuera y la presencia de fantasías de todo tipo – por lo general centradas en el temor- que reemplazan esa percepción son síntomas de dificultades en la sintonía. La impuntualidad, las “metidas de pata”, la dificultad para combinar colores en las piezas de ropa o para establecer cierta armonía en el mobiliario son otros. Una contrapartida sana se manifiesta en un actuar acorde con las condiciones y situación de cada momento y lugar.Los Puntos de Fijación 8 (el Vengativo), el 9 (el Indolente), y el 1 (el Resentido) tienen afectada la conservación, y se les llama “el grupo del ser”; los puntos 2 (el Autoadulador), el 3 (el Vanidoso) y el 4 (el Melancólico), tienen afectada la relación, y se les llama “el grupo del vivir”, y finalmente los puntos 5 (el Avaro), 6 (el Cobarde) y el 7 (el Planificador), tienen afectado el instinto de sintonía y constituyen el “grupo del hacer” –utilizo los nombres que se les da en el Arica, los que varían según cada autor-.

No hay magia

Algo en lo que insistimos mucho en los cursos que damos en nuestro instituto es que a la hora de auto-diagnosticarse en esta tipología –el que, a fin de cuentas, es el criterio más válido siempre que seamos honestos-, es fundamental empezar por definir cuál es el instinto en el que tenemos más problemas. ¿Por qué? Porque si esa parte del diagnóstico es acertada, las cosas se simplifican muchísimo para el resto del análisis, porque habremos reducido las alternativas a sólo tres, sin dejarnos distraer por características aisladas de personalidad.Otra recomendación importante que podría aportar en el ámbito de las relaciones humanas es la innegable observación de que los conflictos entre personas generalmente ocurren debido a mecanismos defensivos del ego. Si bien éstos seguirán ocurriendo entre individuos que no

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tienen intención de cuestionar su propio ego, los conflictos pueden evitarse entre quienes se hallen más sinceramente en un camino de crecimiento. ¿Cómo? No “enganchando” con los propios mecanismos y los del otro, y focalizándonos en la esencia que logramos atisbar detrás de ellos. Para terminar, un comentario del místico E.J. Gold: “No hay magia alguna en el sistema mismo. Como cualquier enseñanza genuina, funciona para ti si haces el trabajo que implica”.

Texto extraído de la publicación de Revista Somos.

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