GERCHUNOFF PROEMIO CAPITAN VERGARA PAYRO

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PROEMIO (1925) de Alberto GERCHUNOFF a El capitán Vergara de Roberto J. Payró. En un país como el nuestro, en que la propensión a Io retórico viene de Io ancestral, no se disciernen fácilmente los méritos de un espíritu como el de Roberto Payró. Payró no ofrece al público hispanoamericano la atracción del atavío verbal, que determina con su lujo afectado o con los prodigios pueriles de su acrobacia una admiración más difundida hacia Montalvo que hacía Sarmiento, a pesar de que éste revela, en su obra escrita como en su acción, los rasgos del hombre de genio, y es, sin duda, uno de los escritores más extraordinarios de nuestro idioma en el siglo XIX. Esa afición por lo teatral o grandilocuo impide medir en su importancia decisiva las cualidades permanentes de los que van más allá del marco de la palabra, nos dan en lo que hacen Io interno de las cosas y que convierten la creación literaria en el reflejo perdurable de caracteres prototípicos, que es, en realidad, el fin de la literatura imaginativa. Roberto Payró se ha substraído a ese histrionismo que da la boga o a la originalidad momentánea. Ha preferido consagrarse, desde su iniciación, a la

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PROEMIO (1925)de Alberto GERCHUNOFF

a El capitán Vergarade Roberto J. Payró.

En un país como el nuestro, en que lapropensión a Io retórico viene de Io ancestral, nose disciernen fácilmente los méritos de un espíritucomo el de Roberto Payró. Payró no ofrece alpúblico hispanoamericano la atracción del atavíoverbal, que determina con su lujo afectado o conlos prodigios pueriles de su acrobacia unaadmiración más difundida hacia Montalvo quehacía Sarmiento, a pesar de que éste revela, en suobra escrita como en su acción, los rasgos delhombre de genio, y es, sin duda, uno de losescritores más extraordinarios de nuestro idiomaen el siglo XIX. Esa afición por lo teatral ograndilocuo impide medir en su importanciadecisiva las cualidades permanentes de los quevan más allá del marco de la palabra, nos dan enlo que hacen Io interno de las cosas y queconvierten la creación literaria en el reflejoperdurable de caracteres prototípicos, que es, enrealidad, el fin de la literatura imaginativa. RobertoPayró se ha substraído a ese histrionismo que dala boga o a la originalidad momentánea. Hapreferido consagrarse, desde su iniciación, a la

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labor seria, que se acumula con lentitud y quedefine en el examen de sus distintos valores elvolumen poderoso de una personalidad.

¿ Ha de creerse por eso que el novelista delCasamiento de Laucha y el cuentista de Pago

Chico es de esos trabajadores intelectuales que seencierran en la soledad y se someten a larealización de su plan sin mezclarse a losconflictos del mundo ? Payró no ha disfrutado deesa tranquilidad plácida que rodea al escritor enlas ciudades de vieja civilización y que le permiteservir a su ideal artístico sin desviacionesperturbadoras. Ha tenido el destino de todos losque aquí cultivan el pensamiento y que noconocen la orgullosa indiferencia por los asuntosque no se vinculan con su deseo o con suvoluntad. Basta decir que es uno de nuestrosperiodistas más admirables y más completos paracomprender lo múltiple de su actividad. Y cuandocomenzó a escribir, el periodismo de Buenos Airescarecía aún de la amplitude que hoy loindividualiza. Participaba todavía de su aspectoantiguo. El diario, sin los grandes adelantos

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técnicos que estimula la vasta popularidad, era,más que nada, una tribuna de discusión política yde orientación doctrinaria, y los colaboradores oredactores eran, a su vez, políticos o diletantes dela política, a quienes atraía en las columnas delperiódico el ruido de la polémica. Era una épocaen que el hombre argentino compendiaba en suactuación una multiplicidad enciclopédica. Payróse incorporó a la faena periodística sin tomarlacomo recurso eventual, o como un paso hacia elcomité o la elección, sino como un oficio definitivo,al que se sentía llevado por la generosidad de sussentimientos como por el brío de la vocación.Pues, fué siempre un buen ciudadano, a quienpreocupaban las cuestiones púbIicas del país,porque le preocupaban profundamente lascuestiones humanas. Esa ley espiritual, ese fondode idealismo que se advierte en sus libros, en suteatro, en sus numerosos trabajos de publicista,regía a los más altos directores de la existencianacional. Pertenecía a la generación cuya alma sesedimentó con el eco de las luchas memorablesque dieron origen a la definición de nuestracivilidad. No era una generación de escépticos yde pesimistas, que cruza los brazos ante elespectáculo del tumulto colectivo o se resguardadetrás de los muros de su torre para nodisminuirse o para no alterar el ritmo de su vidapacífica. Payró, sin aspiraciones inferiores, sin loshalagos compensadores que obtiene el que

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combate por un propósito práctico, hizo en losdiarios chicos el aprendizaje minucioso de laprofesión. Es esta una situación que no conoce elperiodista europeo, reducido a su especialidadcomo un sabio a la suya, y que, sin duda, nocomprendería la diversidad increíble queconstituye la tarea del diarista argentino, obligadoa entender de todo, comentar todo, desentrañarcotidianamente, en el artículo sobre economía,sobre legislación, sobre el desenvolvimientomaterial de la República, el significado de lossucesos más diversos. Y mientras Payró seformaba como comentarista, como cronista y comorepórter, se ensayaba ya en los géneros literarios,que debían más tarde darnos un cultor tanacabado y tan rico en dones de inconfundiblemodalidad. Así anduvo a través de lasredacciones, en la Capital y en el interior, hastaentrar, hace más de treinta años (Nota : 1892) –un tercio de siglo – a La Nación, donde adquiríadesarrollo y hallaba aliento el que escogía lacarrera de las letras. Escribían en La Nación losque en ese tiempo dominaban el interés de lagente ilustrada. Los novelistas célebres, lospensadores de ánimo renovador, los críticos queformaban una promesa de verdad reveladora, enEuropa y en América, encontraban en las páginasde La Nación su cátedra libre. Payró, que sehabía educado en la cultura ecléctica, absorbidaen distintas lenguas, pudo, en un medio favorable

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a su idiosincrasia, completar su vigorosodesenvolvimiento. Lo ha recordado en muchasocasiones, con esa emoción y esa ternura quesabe expresar con tan hermosa sobriedad, y lorecuerda también ahora en su dedicatoria delCapitán Vergara (Nota : « A La Nación, hogar yescuela de la libre intelectualidad sudamericana »)que es un homenaje al hogar en que tiene acogidatodo representante de las ideas y de las formas debelleza, sea cual fuere su tendencia particular.

Con ello está dicho que Payró conoció lasagitaciones exteriores, ajenas en otras partes a lavida del escritor, y que entre nosotros sólo se gozapor excepción. No obstante eso, su obra no seresiente de instabilidad. Eligió un camino y Iosiguió con perseverancia, sin alterar suscondiciones esenciales y sin desnaturalizar supropio temperamento. La estructura de sumentalidad no acusa las vacilacionescontradictorias que tipifican al espíritu de débilcomplexión, moldeado continuamente por lavariedad sucesiva de las modas, de las escuelas,de las teorías que se enuncian y que expresan,dentro del incesante movimiento de evolución,períodos de crisis, en que se precipitan paraahogarse los que no tienen fuerza en sí mismo. Enel momento de su formación no existía en BuenosAires lo que llamamos el ambiente literario. Laliteratura se entremezclaba con la política militantey con los entreactos de la sociedad. Existían

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algunos acentuados perfiles de escritores o depoetas, pero no ofrecían esa densidad y esacoherencia que casi se percibe en la uniformidadde una clase, como sucede en los días actuales.El gusto general reproducía las fallas de lasinfluencias dominantes, agravadas por elculteranismo fácil que se ahondó con elpredominio de la oratoria en el verso y en la prosade 1880 y que inclinaba hacia los modelos menosrecomendables. Eran las influencias nacidas deese pseudo-clasicismo que se venía arrastrandodesde el siglo XVIII y que aquí maduraba en frutossecos de imitación. Un falso casticismo, floraciónde retórica yerta, se unía a la vacuidad íntima de laproducción. Los poetas y los prosistas calcaban enlos rancios moldes su cháchara vanidosamenteacadémica, fieles a las estériles reglas de Luzán,transmitidas por las cartillas preceptivas, y lo quese alejaba de este tono, por el albedríoespontáneo, por el sabor fuerte, por el vigor de lanaturalidad, parecía un fenómeno extraño al arte,una especie de sublevación que confinaba en elsacrilegio. Los que se dedicaban oficialmente a laliteratura y ejercían la crítica en la tertulia o en elperiódico, se estremecían ante la aparición de ungalicismo. Los teólogos del tropo no se dabancuenta de que en España germinaba también laremoción necesaria y no querían creer que nopodíamos persistir en un régimen anquilosado,que era la consecuencia del decaimiento de las

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letras españolas de la centuria anterior y que enAmérica se profundizó con la incomunicación casisistemática determinada por las guerras de lalibertad. Esa decadencia debía originar fatalmentela orientación hacia la cultura francesa, que ofrecIaen su fecundidad elementos constantes derenovación. Por otra parte, el pensamientofrancés, que se percibe en las ideas de loslibertadores, dirigía a los grupos del país yaorganizado hacia la concreción de métodos másadecuados a la expresión de la sensibilidad de lospueblos latinos del Continente.

Roberto Payró no muestra en sus ensayos lahuella del gramaticalismo ni del retoricismo de esetiempo. Se puede descubrir, en cambio, en susrelatos de Scripta (Nota : 1887) como en suscrónicas juveniles (Nota : 1909), esa sencillez deconstrucción y de adorno que denuncian en elprincipiante la soltura y la agilidad del creador. Lofrancés, el galicismo, en lo que éste supone laposibilidad de quimificar las substancias, deasimilarlas para rendir un producto genuino, no leespantaba ni le infundía ese terror religioso, quesuscitó en Buenos Aires, en los círculos adictos alas maneras tradicionales, la primeramanifestación de Rubén Darío. En efecto, Daríodesignó una etapa de honda transformación. Elsoplo de novedad que traía la fascinación de suarte, el secreto misterioso de su poesía, atrajeronla juventud, que lo rodeó como a un maestro y se

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dispuso a combatir contra los cánones pretéritos ya proclamar los ritos del potente modificador.Leopoldo Lugones y Ricardo Jaimes Freyre seentregaron a la batalla literaria. La juventud, queencontró en el pequeño cenáculo la consistenciade un núcleo homogéneo, se hizo « verlaineana »y « lecontiana», y adoptó, no ya el dogma gastadodel purismo estrecho, que nunca fué purismo en elsentido real, puesto que era verbalismo abundoso,sino los lineamientos que caracterizaron a lossimbolistas y a los modernistas de Francia. Adictosa la pauta clásica, como Leopoldo Díaz, seconvirtieron al flamante evangelio artístico, y losque perseveraban en la senda trillada, con subolsa de gerundios al hombro y su carga devocativos, contemplaban ese espectáculo con ladesolada sorpresa de los que hoy asisten, en suensimismamiento estático, a las sacudidas quesufre el edificio social. Ocurrió poco después loque ocurre invariablemente en cualquier aspectode transformación de las energías humanas : laescuela fresca y libertadora dió lugar al remedo, alclisé modernista, tan monótono y tan accesiblecomo el clisé conservador. Unicamente los queposeían un caudal recio, el instinto diferenciadordel artista autónomo, atravesaron esa larga luchasin deshacerse bajo la sugestión de los demás.Roberto Payró fué un testigo asiduo de esaprolongada campaña. Convivió con Rubén Daríoen una fraternidad continua (Nota : al menos entre

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1906 y 1924). Amigo del insigne poeta, desde sullegada a Buenos Aires, comprendió latrascendencia de su estro lírico, su delicadezaemocional, el tesoro de finura de su estilo, y vió sucreciente proyección en el idioma y en la literaturadel Río de la Plata. Sin embargo, el ascendientegravitador de Rubén Darío no desvió a RobertoPayró de la línea que se había trazado. No trató dedar a su forma las inflexiones que los demásadoptaban artificialmente, ni en la aparienciasuperficial ni en la contextura de sus ideas. Es quelos demás, o sea los que están destinados aintegrar el coro de las escuelas que aparecen y aquienes el límite visible de su inteligencia condenaa la mediocridad inexpresiva, se reducenhabitualmente al uso externo de la palabra ... Sonde esas personas para las cuales abriga mássignificación la frase que su contenido y no tienenuna visión de la vida ni una concepción sólida desu misión como dueños de un instrumento activocomo lo es la literatura. Payró ha estado en laintimidad de Darío, Io ha admirado sin atarse aprejuicios, con ese espíritu de bondad y desinceridad que revelan en un escritor el criterioinalterable que se inspira exclusivamente en lacomprensión serena de la belleza. Y RubénDarío tenía por Payró un afecto equivalente. Dijode Payró, en el banquete que se le dió en BuenosAires (Nota : « El banquete de anoche », 23 deagosto de 1906), que era el más vecino de su

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pensamiento y el más cercano de su corazón.

¿ Cuál habría sido la obra de Payró en unmedio menos hostiI a la literatura que el nuestro, yentiendo por hostil el medio que no permite alescritor vivir de su producción y concentrarse conprofundidad ? Su obra no sería diferente en sucarácter, pero sería, tal vez más copiosa. Sinembargo, su bibliografía es vastísima (1). Si dentrodel género periodístico suma volúmenes tanimportantes como La Australia Argentina (Viajes

por Patagonia ; 1898), Crónicas (1909) o En lastierras de Inti (Viajes por el Norte argentino ; 1909),

en que describe con riqueza de color el paisaje delos lugares distantes, estudia los problemaslocales o anota reflexiones agudas sobre hechos ycostumbres, su labor artística se aglomera entomos numerosos y representa el esfuerzo de

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creación cuyo valor no está en condiciones deapreciar el literato que hace una vida reposada ymetódica en los centros en que la actividadliteraria significa el desahogo y la posibilidad delconstante perfeccionamiento. Mas, esos libros yesos dramas de Payró se han construído en eldescanso del periódico. Esto es, se han forjado enel tiempo sobrante entre una jornada y otra, en eljadeo terrible de la faena sin fin. Conocemos lavida de los literatos europeos. Nada interrumpe suritmo seguro y regular. Basta ver cómo viven.Viven como los privilegiados de la fortuna, en unambiente refinado de arte y de suntuosidad,poseen residencias espléndidas, refugios amablespara olvidar el tumulto de las ciudades ruidosas.Así pulen, en el grave silencio de su gabinete, laspáginas y los capítulos que forman el libro anual,la pieza de teatro, el tomo de meditaciones. Deeste modo, el más mediocre de los productoreshalla como atenuar su medianía. Y si comparamosla agitada y entreortada tarea del escritor argentinocon esa voluptuosa virtuosidad del artista europeo,tenemos que reconocer la admirable solidezmental, el incomparable entusiasmo, la fe firme delque aquí encuentra ánimo todavía para sentarseen su mesa de trabajo después de haber rendido,bajo el apremio implacable, Io mejor de sucapacidad, en la hoja fugitiva. Y dentro de laconfusión infinita de esa fagina, en que elperiodista cultiva en el desorden los temas

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universales, Roberto Payró ha podido conservar lacontinuidad del método. Se ha impuesto unadisciplina y paralelamente con la labor delperiodista, ha desenvuelto su labor literaria. Suproducción teatral se vincula con el nacimiento delteatro argentino. Canción trágica

(1900), Sobre las ruinas (1904), Marco Severi

(1908), pertenecen al período de incubación denuestro teatro. En esa época no estabaacostumbrado el público a presenciar en la escenala descripción de hábitos o de tipos del país y sóloveía, en alguna sala de suburbio o en algúnapartado barracón, petipiezas, zarzuelas omelodramas de primitiva factura. Con FlorencioSánchez y con Payró nació el robustoflorecimiento del drama y de la comedia. Payró ha

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intentado desde el comienzo el teatro de ideas,fundado en problemas típicos, como Sobre lasruinas, o en problemas de más dilatadaconcepción humana, como en Marco Severi, enque se manifiesta ese hondo sentimiento decordialidad, esa tibieza bondadosa que circula entoda la obra de Payró, con la vivacidad expansiva,con la fuerza dominante de una virtud deatracción. Entretanto, así como no abandonaba elperiodismo, tampoco se apartaba deI cuento y dela novela. Los cuentos de Pago chico (1908) (2),

que se publicaban en los diarios y en las revistas,habían revelado una veta maravillosa de la cualextraía el escritor la esencia de la vida provinciana.La conocía Payró. Como periodista, habíarecorrido el país y como periodista vivió, tierraadentro, en una de esas ciudades en que laexistencia se reparte entre la intriga minúscula entorno de las autoridades lugareñas y lasconversaciones del club. Los personajes y lossucesos de Pago chico nos pintan a esa ciudadmultiplicada e imprecisa cuya geografía se abarcadesde la ventanilla del tren. Allí tejió Roberto Payrólos relatos simples, cómicos y dolorosos a la vez,

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que ofrecen la unidad de una novela. Nos hamostrado las cavilaciones, las miserias morales,las vanidades grotescas, el subsuelo movedizo deesa ahogada comunidad, que es, al fin y al cabo,la imagen borrosa y triste de las comunidadestodas. Pago chico es el precedente delCasamiento de Laucha (1906). Mas, Elcasamiento de Laucha, que Agustín Alvarezconsideraba como el mejor documento de la vidacriolla y en su opinión debía colocarse al lado deMartín Fierro, es una narración sobre una basecentral, sin desviaciones episódicas, y queproduce en nosotros la impresión de una obramaestra. Emilio Becher, al hacer en La Nación(Nota : 17 de junio de 1906) el juicio sobre estanovela, dijo que era el fruto perfecto de un talentomaduro. Efectivamente, es una obra maestra. Elprotagonista no se borra de nuestra memoria.Emerge de la descripción, neta, breve, visible,como de los relieves de una talla, con la movilidadde los seres vivos. ¿ Se habrá propuesto Payrórestablecer, como se ha dicho, la novelapicaresca, extinguida en España después de losdos o tres grandes monumentos que batieron yagotaron el género y cuyo vestigio dispersosubsiste en los sainetes de D. Ramón de la Cruz,el jugoso y remoto sucesor de Lope de Rueda ?No creo que Payró haya tenido el propósitodeliberado de ajustarse a un procedimiento, desujetarse a un plano técnicamente diseñado. No

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se conciben las obras de esa índole de acuerdocon un programa anticipado. El escritor verdadero,al ponerse a escribir, no sabe qué estáescribiendo. Si sabe, si se administra conminuciosidad, si mide, tasa y regula los elementosque componen su obra, no es escritor, sino esaotra cosa, flor de cultura y de arte estudiado, quees el literato y que nunca nos dará la sensacióntotal de la vida. El escritor posee el poder jehóvicode soplar el barro e infundirle el pulso caliente delo vital. Payró, a quien los literatos reprocharán sudesguarnecimiento ornamental, domina esafacultad milagrosa. El barro se anima en susmanos, adquiere la dúctil elasticidad, la armoniosacoherencia de lo que vive y nos reproduce ennuestra vulgaridad, en nuestros defectos, ennuestras cualidades. En las aldeas campesinas seimpregnó del olor de la tierra, llenó su pupila,exacta y ensoñada a la vez, con la corteza delpanorama uniforme y gris, como los caminoscastellanos por donde peregrinaron las filas depícaros, y vió a la gente confiada, la buena gente,la gente dócil e inerte, y a los que hallan en laingenuidad ajena su próvida mercancía. Vió aLaucha, ingenioso, inquieto, voluble, hablador, alcura que vende falsos certificados de matrimonio,y con eso hizo su novela, limpia, lisa, fuerte,rotunda, que nos retrotrae a la época en que elmendigo estupendo andaba por el mundo con ellazarillo prodigioso. Leed El casamiento de

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Laucha (3). Volvedlo a leer. Veréis cómo esabsolutamente imposible cambiarle una situación,substituir un término, reemplazar una expresión.En su simplicidad completa tiene la perfeccióncabal de una joya. ¿ Reside su mérito en el ajustecircunspecto de sus componentes literarios ?Desde luego está hecho con ese arte deensambladura sin la cual la obra imaginativapierde su eficiencia y se anonada en Io caótico decuyo abismo sólo la salva el genio. Hay algo másalto y más duradero en El casamiento de Lauchaque la mera pericia del artista. Es la síntesis delpueblo chico y sofocante, y es una evocación detipos, una poderosa evocación de vida, que porsobre la realidad documentaria, por sobre laexactitud detallada de los hechos, se transformaen un símbolo, mucho más verídico que la verdadconocida y mucho más expresivo en su conjuntode creación orgánica, que los múltiples individuosaislados que tienen en ese héroe de la maliciaencontradiza y tornadiza su medida y su ley. Sepercibe en ese libro, que quiero entre todos loslibros de Payró, un rasgo más de semejanza conla novela picaresca. Es su ironía pesimista. Payróes de esos corazones generosos que no huyen dela veracidad desagradable o cruel. Presencia elespectáculo de las cosas irritantes, sin que elmoralista y el filósofo turben la aptitud receptivadel novelista. Y su pícaro sale de sus escritos conel desnudo verismo de la naturalidad, de la

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frescura, de la gracia que lo engendraron. No es elsuyo un pesimismo de escuela, un comentariodeductivo, una áspera justificación de doctrina. Esuna antítesis doliente de las ideas artificiales, queresulta de la observación, de la penetración de lasimpatía humana y que centraliza en las figurasostensibles, índices de psicología colectiva. Sediría que Payró, en la modelación de esos tipos,ha esquematizado la realidad para mostrarnos lodeleznable, lo feo de ella, con el objeto de que nosesforcemos en crear una apariencia más grata, unaspecto más dulce de la vida. Es un escritor devalores sociales. No nos cansemos de decirlopuesto que únicamente los que se sumergen en ellimo de la sociedad, bucean su alma compleja, sucrueldad brutal, su espesa injusticia, sacarán desus obscuras entrañas los símiles que educarán ymejorarán, con la persecución de su deformefisonomía moral, a los que vegetan en laamoralidad por la inercia. La sociedad no se divideen buenos y malos, como si se atuviera al catálogode los confesores. La ausencia de bondad en lascostumbres es una ausencia de sensibilidad, esdecir, un fenómeno de incultura y de ininteligencia.De ahí que cuanto más primitiva sea unasociedad, más fértil es en esas nimias anomalíasque cobran en las obras de Tolstoy, de Zola (4), deMaupassant, de Rosny, la impresionanteanfractuosidad de Io monstruoso. ¿Y cómo se hanapartado las sociedades evolucionadas de esas

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deficiencias íntimas que entretejen la inmoralidadde un pueblo? Las colectividades europeas hanlogrado, sin despojarse de la mezquindad, sinsubstraerse a los factores que se señalan en laamarga lucha por la subsistencia y por lapersistencia en las posiciones conquistadas, unmodo de convivir más afable y más recto. Lo hanlogrado con la educación en las nociones morales.No se ha de imputar ese lento progreso, esadebilitación de la rusticidad impulsiva, alascendiente de las prédicas filosóficas. Lapropaganda de las ideas penetra en los gruposselectos, que pueden en una hora dada dirigir laopinión en un asunto concreto, en unacontecimiento estallado por la fatalilad de milcircunstancias imperceptibles. Ese grupo, influídopor el enciclopedismo, puede hacer la RevoluciónFrancesa o la revolución argentina de Mayo ; nose desdobla en las densas capas de la sociedad,porque la multitud no lee a los filósofos, noconforma su conducta con la regla de losmoralistas. En cambio, la novela tiene la facilidadcirculatoria del oro acuñado en moneda. En ella seproporciona, tanto al que siente como al quepiensa, la verdad asequible y algo que es másestable que la verdad transitoria e ilusoria, y quees la realidad, corporizada en personas, plasmadaen espíritus, transparente en almas inmortales. Ellibre pensamiento, el combate por el libre examen,habría muerto en Francia en los anales de la

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Enciclopedia, en los debates sin rumor de lossabios, si no se hubiese transformado en sangre,en dolor, en risa, en aventura viviente, en lasnovelas de Rabelais, en las novelas eternamenteactuales de Voltaire, el único escritor francésquizá, en quien la lógica del argumentista y lafrialdad hiriente del crítico no excluye laimaginación procelosa. Son las novelas deVoltaire, son las grandiosas fábulas de Rabelais,son las historias dialogadas de Diderot, son lascaricaturas mordientes y voraces de Molière, lasque han difundido las ideas encerradas en labiblioteca o sofocadas en las controversiaseruditas de los salones. El arte es el vehículo llanode las ideas, aun cuando no se proponeproclamarlas y a veces ni siquiera supone hallarseen su vecindad. Mas, con el instrumento queremueve la emoción, con la imagen de la vida quelabra la vida, se la modifica, se la mejora, hastacomunicar a los miembros de una comunidad unnuevo instinto, esa segunda naturaleza a cuyohermoseamiento debemos aspirar : esa misión larealiza el escritor social y Payró la ha asumidoentre nosotros con tranquila fe, con seriedad, sinexplosiones combativas, sin nerviosidades deexaltación inútil. Sí ; ama al pícaro, se complaceen seguirlo en sus gestos, en copiar sus actitudes,en descifrar, en su conciencia tortuosa y brumosa,la clave de aleaciones equívocas y el movimientodel hombre de presa que aborta en la

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picardía. ¿No es acaso un pícaro, un pícaroespañol trasladado al mundo argentino, elprotagonista de Las divertidas aventuras de unnieto de Juan Moreira (5) ?

Gómez Herrera es un producto del medio transitivoentre la vieja sociedad argentina, y la sociedadmomentánea y aluvional que desencadenaineludiblemente las rugosidades del hombre sinayer y sin presente en el embate para arribar a unpunto. Esa mezcla de ansiedad sin escrúpulo, desensualidad sin delicadeza, de ambición sinobjetivo, desceñida de cualquier ulterioridaddesinteresada, que trae el hombre formado aenviones, amasado en la inmensa fusión étnica, serecoce con los defectos del nativo, del originario, yse reproduce en el egocentrismo del truhán,dotado de calidades imitativas de la inteligencia yque encarna la grosura espiritual y la inmoralidaddel individuo de garra. Anda por su senda con eloblícuo tranco del pícaro y con la temeridad delhombre trágico. ¿ A quién representa, comoargentino, ese Gómez Herrera, a quien hemosvisto brillar, con el bulto hurtado bajo el brazo, enla política, en la sociabilidad, en los tormentososvaivenes en que se concretan los dineros

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cuantiosos ? No es esa, claro está, la sociedadargentina, como Martín Fierro no es el gaucho,como el grande hombre no es su manifestaciónprototípica. Pero es un tipo de la sociedad, unaespuma suya que arrastra y prisma en sí lavariedad social que Io determina. Por talesrazones, justamente, vale la obra, no ya comoanécdota novelesca, sino como esbozo honesto,apretado, intensamente enérgico, de Io que esnuestra raza en formación, la raza de hoy, que esla levadura pujante de un país que está depurandouna familia más armónica, menos impaciente, quese elabora con esas materias escoriales y lossedimentos nobles que le dan el color y el acento.Esa interpretación psicológica de ciertos aspectosde la vida social se señala en muchos trabajos dePayró y particularmente en los cuentos. Sin hablarya de las leyendas de Pago Chico, en otrosrelatos Payró se nos muestra como un observadorque anota en detalles cortantes los ludos hurañosque ostentan los caracteres torcidos. A veces,como en El experimento del doctor Menéndez (6),su reflexión es sombría ; a veces, como en larápida historia del zapatero (Nota : « Celos », inViolines y toneles, 1908) que en la ancianidadrepasa existencia sórdida, traza el cuadro dolorosocon una maestría tal y con una disposición tanhonda de los resortes dramáticos, que seríaindispensable buscar su equivalente en losejemplos más extraordinarios de los cuentistas

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europeos. Pero la capacidad creadora de Payró noconfina únicamente en el sistemáticodesmenuzamiento del psicólogo para comprimir enresúmenes vivaces esas refracciones exclusivasde la vida. Si el pesimismo es el resultado delobservador, su espíritu no asume deliberadamentela posición del pesimista. Al contrario. Su espíritues esencialmente lírico como Io denuncian algunaspáginas de esos mismos libros en que domina laagria comprobación de Io real. Solemos encontraren sus novelas y cuentos al tipo antipódico delpícaro, que nos proporciona como una sensaciónde reposo.

Mas, Payró ha querido transportarnos a unaépoca apartada de la nuestra y extraer de lo quetiene de heroico, de desmesurado, de grande, lasubstancia humana, y que permite al evocador y alpoeta forjar dentro de la verdad histórica,panoramas más amplios.

Me refiero a esta nueva etapa de su literaturaque abre la novela del Capitán Vergara. Desdehace mucho tiempo le seducía el rico acervo de laconquista española de América. En 1904 publicóEl falso Inca. Es, como Payró lo denomina, un

cronicón de la conquista, en que reconstruye con

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el procedimiento del novelista los avatares de unaventurero discurridor, el pícaro una vez más, quese desplaza en el escenario del continente todavíaintacto. Esa veta debía cautivarlo y decidirlo un díaa buscar en su opulento caudal temas de profusaescenificación. Cuando lo visité en Bruselas, pocoantes de la guerra, en su delicioso hotelito de laAvenida Brugmann (Nota : N°327, a partir del30/08/1910), donde pasé algunos días de tranquilaalegría, Payró ya planeaba el desarrollo delCapitán Vergara. En su espaciosa biblioteca,

sobre la mesa atestada, se alineaban losvolúmenes de los cronistas, se amontonaban losdocumentos y las monografías. Al hablarme deese largo período de la acción española enAmérica, se entusiasmaba, se enardecía, y mediseñaba, con su palabra precisa, con su ademánnervioso, cómo sería la obra. Y yo veía ya al

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conquistador y al aventurero desenvolverse,actuar, vivir en la penuria heroica, en los sucesosmaravillosos, con la fuerza, atrayente del ser decarne y hueso que al conjuro de la poesía renacedel pasado y se nos presenta en el magnífico yexuberante poder de la individualidad reconocible.Payró se ha hundido en ese pasado ; hacomprendido los factores voluminosos oimperceptibles de esa edad complicada, en que eltrasiego de un continente a otro continente seagregaba al drama individual de los que se sentíanvencidos en la sociedad arcaica y a quienes eldestino eligió para ser los vencedores en regionesquiméricas, los fundadores de una sociedadinimaginable entonces, los trasmutadores de unacivilización que no tardaría en concentrar lasesperanzas humanas. Esa sed de aventuras, eseespíritu de fatalidad y de tragedia, de fe y deambición diabólica, de crueldad y de ensueño, quefué el nervio motor de la conquista y que en lahistoria aparece remotamente indicado enepisodios truncos, en reseñas débiles, ensospechas pálidas, representa para el novelistaun tesoro de inextinguible potencia lírica y épica.Payró se ha sumergido en ese enorme mar, hapenetrado con sutileza de intérprete, con elevadaintuición de poeta y de artista todo lo que encierrade fantástico, de pintoresco, de deforme, deterrible. El Capitán Vergara es, efectivamente, unprototipo de esa epopeya y sintetiza su vida, en

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sus desventuras y correrías, Io substancial delalma española de los siglos densos. Relatado en

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un idioma que tiene con frecuencia el rudo sabordel romance o el despliegue impresionante de lateatralidad infanzona de la raza, resucita con vigoreficaz las décadas triunfales de la Españaconquistadora. La crónica se ha vuelto bajo supluma un poema, una novelación épica, quecontiene el ruido, et color, el hálito robusto de esaexpedición, de ese desfile gigantesco por lastierras ásperas y fragantes del Nuevo Mundo. Sedirá que es una imitación, un « pastiche » literariohecho por un escritor experto en el misterio delverbo y en el arte de aparejar las cosas ficticias dela imaginación. Todo es imitación, todo es«pastiche» en la literatura reconstructiva de lasimágenes antiguas. Don Quijote es un«pastiche». Lo es siempre la literatura culta oerudita, y lo único que debe exigírsele es lavitalidad, la aptitud de sugestión que da a la obrade arte el indefinible prestigio que sólo obtienenlos escritores de genio trasmisor. El proceso delalma española se espeja en los capítulos delCapitán Vergara en lampos iluminadores. En sudesenvolvimiento revivimos el espectáculo de laconstrucción, de la vertebración lenta y bárbara delas colonias, y vemos, a la vez, cómo va naciendoel alveolo de la ulterior formación del mundohispanoamericano, esto es, del amasijo que tienepara la humanidad la trascendencia másperdurable de su historia. El Capitán Vergara esel comienzo de una serie. Payró se propone

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resucitar los pasajes primordiales de la conquistaen sus aristas más salientes. Ya está trabajandoen una obra similar (7) (Nota : El mar dulce, 1927),para cuya realización ha de alentarlo, sin duda, eléxito de esta novela, que la crítica saludará ; comoun esfuerzo admirable. Lo es porque siendo unacrónica y siendo una novela de aventuras, es,sobre todo, un poema en que se cifra Io queexplica la conquista. ¿ Por qué no dejaron suhuella, en el ilimitado continente, los pueblos queinmediatamente después del descubrimientoderramaron sus naves y sus hombres sobre la rutade las memorables carabelas ? España cubrió lasextensiones inconmensurables con su idioma, consus costumbres, con su religión, porque comunicóa su empresa el poder de fantasía que forma elsigno racial de su espíritu. Y esa fantasía, que estáen el héroe,el santo y en el bandido, la haaprisionado Payró en su novela. Esa es su bellezay de eso emana su constante interés, que se vierteen una emoción viril, anhelosa y subyugadora.

El nuevo aspecto de la labor literaria de Payrócompleta su vasta personalidad de escritor, aquien podemos aplicar Io que dijo Anatole Francepara explicar la simpatía que rodea a losnovelistas y a los cuales ha llamado Jorge (Georg)Brandes los poetas de la historia invisible (1899).En el homenaje que hicieron en Londres a AnatoleFrance, en 1914 (Nota : diciembre de 1913),presidido por Thomas Barclay, el autor de Thaïs

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(1891) al contestarle, dijo que los puebloscordiales aman la novela porque la novela es elfruto de las almas cordiales. No conozco unhombre más bondamente cordial que RobertoPayró. La bondad de su espíritu se transparentaen lo que escribe con tan pristina dulcedumbre queel lector se le acerca con la confianza de un viejoamigo. Y esa bondad, esa cordialidad, nos Iomuestra, en su vida como en su obra, bajo suverdadera faz. Hay en su alma, que ama la justicia(8), que tiene una inagotable capacidad de lailusión generosa, un dominio quijotil que Iorenueva incesantemente y que, como a suspersonajes mejores, lo lleva, invariablemente, a unaltruismo que afronta los obstáculos y el sacrificiocon una sonriente temeridad. ¿ No recordáis suacción durante la guerra (8) y que nos sofocó aquídurante años en una angustia punzante ? En esenegro lustro, Payró fué un combatiente de la causade la civilización y de la libertad, en medio delcampamento germánico establecido en Bélgicacon un cerco de cañones y con un foso de sangre.La gente no comprendía esa audaz persistenciade juez que sometía al invasor a su implacablerequisitoria, que tuvo por consecuencia elconfinamiento (9) (Nota : a partir del 22/09/1915) yque pudo haberle llevado, como lo temíamos y nonos atrevíamos a suponerlo, a la catástrofe. Nos loexplicábamos nosotros porque lo conocíamos. Yome Io explicaba porque su corazón me es familiar.

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Sí ; convivo con su espíritu desde el comienzo demi adolescencia. Me le acerqué cuando yo eraniño y continúo en su presencia, como entonces,en la misma admiración, en el mismo fervor deafecto. Sabe el público lo que es Payró como granescritor, como escritor que en la literaturaargentina representa un valor definitivo ; sabe loque es como publicista y como periodista.Nosotros, los que pertenecemos a su intimidad,que somos los testigos de su vida, sabemos algomás ; sabemos lo que vale el hombre, lo que hahecho como espíritu centralizador y formador deespíritus ; sabemos el mérito de su obra que noestá en las páginas escritas, que se ha dispersadoen una creación no menos fecunda y que expresala secreta influencia del maestro.

ALBERTO GERCHUNOFF(1883-1950)

Notas de Gerardo Paguro, traductor al francés.

(1) Stella Maris FERNANDEZ de VIDAL ;Bibliografia argentina de artes y letras(compilaciones especiales, N°13), dedicada aRoberto J. PAYRO ; Buenos Aires, FondoNacional de las Artes ; 1962, 74 p. (1065referencias. Incluye : seudónimos usados porRoberto J. Payró ; cuadro biográficocronológico ; índice de títulos ; índice onomástico)

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Nota bene : en 2016, seguimos encontrandoobras de Roberto J. Payró.(2) Leer, por ejemplo « Poncho de verano » inPago Chico y nuevos cuentos de Pago Chico :http://www.biblioteca.org.ar/libros/10039.pdfPastormerlo, Sergio, ed. ; Payró en Pago Chico1887-1892 : Periodismo, revolución y literatura ;La Plata, Facultad de Humanidades y Ciencias dela Educación de la Universidad Nacional de LaPlata, Centro de Estudios de Teoría y CríticaLiteraria (Biblioteca Orbis Tertius ; 1), MemoriaAcadémica ; 2009, 143 p. :http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/libros/pm.21/pm.21.pdf

(3) Roberto J. Payró, El casamiento deLaucha. Ver, e. o. :http://biblioteca.org.ar/libros/70402.pdf(4) Roberto J. Payró tradujo, e. o., “Trabajo” deEmile ZOLA, publicado entre el 3 de diciembre de1900 y el 21 de abril de 1901 (folletín de 100números en La Nación).(5) Roberto J. Payró, Las divertidas aventurasde un nieto de Juan Moreira. Ver, e. o. :http://www.biblioteca.org.ar/libros/1942.pdf(6) El experimento del doctor Menéndez. Ver « Elterrible experimento », in Violines y toneles, 1908 :https://ia801409.us.archive.org/24/items/3326502/3326502.pdf

(7) Roberto J. Payró, El mar dulce. Ver, e. o. :www.idesetautres.be(8) Leed su « Diario » (… de un incomunicado ode un testigo), a partir de la invasión alemana de

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Bélgica el 4 de agosto de 1914 y su valorosodenuncio de sus atrocidades :http://www.idesetautres.be/?p=ides&mod=iea&smod=ieaFictions&part=belgique100

http://www.idesetautres.be/upload/PAYRO%20ARTICLES%20BELGIQUE%20GUERRE%201914-1918%20AVEC%20LIENS%20INTERNET.pdf(9) « Si su comportamiento de hombre de bien, dehéroe civil, le valió después de la reconquistahonrosas distinciones – la Orden de la Corona), laOrden de Leopoldo, el privilegio de sentarse a lamesa del Rey Soldado, Alberto I – durante elconflicto le acarreó amenazas, allanamientos,prisión, confinamiento y el secuestro de todos suspapeles (Nota : el 22/09/1915) fuera cual fuese eltema tratado en ellos (Nota : incluyendo ElCapitán Vergara) y, que, retirados sindiscernimiento de su escritorio por la policíaalemana, fueron llevados a Berlín, dondepermanecieron hasta que la Comisión Interaliadade Recuperaciones los encontró en 1920 y losdevolvió a su dueño. » (Julio Payró en el« Prefacio » de 1953 al Diablo en Bélgica, pp.8-9)http://www.idesetautres.be/upload/JULIO%20PAYRO%20PREFACIO%20DIABLO%20EN%20BELGICA%20ROBERTO%20PAYRO.pdf

« Roberto J. Payró : su arresto (el 22/09/1915)en Bruselas », in La Nación ; 15/12/1915.http://www.idesetautres.be/upload/19150922%20ARRESTO%20PAYRO%20EN%20BRUSELAS%20LA%20NACION%2019151215.pdf

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El capitán Vergara de Roberto J. Payró, Tomo 1

LIBRO PRIMEROEL MANDO AL MAS RESUELTO

I. — Gente de arriba y gente de abajo …………..3II. — Lo que se dijo en la Casa Fuerte ......... 17III. — Conversación de soldados …………. 33LIBRO SEGUNDO

TIERRA ADENTROI. — Dos cumplidos conquistadores ……… 53II. — En acción …………………………….. 63III. — El escribano Garduña ……………… 73IV. — Un ahijado del capitán Ayolas ……… 85V. — La soldadesca se divierte …………… 97LIBRO TERCERO

LAS CIUDADES RIVALESI. — Política y Religión ……………………… 105II. — Al son de la corriente …………………. 117III. — Buenos Aires, vencida ……………….. 127IV. — Refuerzos de agitas arriba ………….. 145V. — La puntilla ……………………………. 153VI. — De fuera vendrá ……………………… 163LIBRO CUARTO

EL HOMBRE PIENSA Y DIOS DISPENSAI. — Tierras encantadas…………………….. 173II. — Y los sueños, sueños son …………… 187III. — Don Francisco Ortiz continúa ……… 199IV. — Comentarios apasionados ………….. 207V. — La resignación del mando ……………. 217VI. — Intermedio biográfico ………………… 227

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LIBRO QUINTOASTUCIA CONTRA CANDOR

I. — Primeras maniobras ………………………253II. — Id, y no pequéis más ……………………263III. — Preludios de borrasca ………………….275IV. — La embajada de los frailes ……………..287V. — Politica y guerra ………………………….295VI. — Violencia y flaqueza …………………….305VII. — La exploración de Ribera …………… 315VIII.— Nuevos fracasos ………………………..325

El capitán Vergara de Roberto J. Payró, Tomo 2

LIBRO SEXTOINFORTUNIOS DEL ADELANTADO

I. — La noche de San Marcos …………………… 7II. — El heroísmo de Pero Hernández ………….17III.— Don Alvar y sus amigos ……………………27IV. — Intrigas y disturbios ………………………..41V. — El sumario …………………………………...57VI. — Como el gran Cristóbal …………….. 69LIBRO SEPTIMO

PORFIA MATA VENADOI. — La sublevación ……………………………….89II. — La suerte de los indios ......................... 107III. — ¡ AI país de las Amazonas ! 117IV. — Historia de don Francisco de Mendoza 135V. — Los Mbayá 161VI. — A través de un Continente 173VII. — En la tierra de los metales 183

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LIBRO OCTAVOFULGORES DE OCASOI. — Peripecias ………………………………… 201II. — Chimidez se marcha …………………. 215III. — Fin de la historia de Abrego y Chimidez 231IV. — Apoteosis ………………………………. 245V. — ¡ Nuestro padre ha muerto ! …………. 259