Fúmame, fúmame

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Fúmame, fúmame Author(s): Ana Rueda Source: Letras Femeninas, Vol. 30, No. 2 (INVIERNO 2004), pp. 169-176 Published by: Asociacion Internacional de Literatura y Cultura Femenina Hispanica Stable URL: http://www.jstor.org/stable/23021569 . Accessed: 18/06/2014 11:14 Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at . http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp . JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. . Asociacion Internacional de Literatura y Cultura Femenina Hispanica is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Letras Femeninas. http://www.jstor.org This content downloaded from 194.29.185.230 on Wed, 18 Jun 2014 11:14:18 AM All use subject to JSTOR Terms and Conditions

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Fúmame, fúmameAuthor(s): Ana RuedaSource: Letras Femeninas, Vol. 30, No. 2 (INVIERNO 2004), pp. 169-176Published by: Asociacion Internacional de Literatura y Cultura Femenina HispanicaStable URL: http://www.jstor.org/stable/23021569 .

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Narrativa/Poesia

Ana Rueda

Fumame, fumame

para Kathleen

^Como desprenderme de la letra de aquella dichosa cancion, fumame,

fumame, que cantaba Sara Montiel? Que facil es volver...al cigarrillo

aquel...que nos dejo una vez...la boca con sabor...ape-ca-do. Fumame,

fumame...Su voz parece surgida de una caracola marina. jSon tantas las

cosas que se me pegan como lapas! Hagamos repaso: el tabaco...Me lo

he preguntado infinitas veces: ^quiero, puedo dejar de fumar, de una vez

por todas? Como fumadora veterana, vivo intentando dejarlo. La mia es

una historia entre millares de historias parecidas. Resignada a repetirlas, nunca sospeche que tenia la felicidad al alcance de la mano. Perfectamente

consciente del sinnumero de males, documentados en su mayor parte,

que el tabaco puede causar al organismo, he emprendido la dolorosa

separation de mil maneras. Para que enumerarlas. No obstante, insisto

en cortar el tabaco. Mi empeno, ademas de poco esperanzador, es

injustificable para alguien con mi historial. Cualquiera pensaria que solo

fumo por el esfuerzo inutil de querer dejarlo. Incluso ahora, segun emborrono esta confesion, no he renunciado al placer de volver a inhalar

ese balsamo de vida que recala en los pulmones, donde se remansa

brevemente antes de deslizarse, abriendo camino por todos los recovecos

de mi cuerpo, serpenteando en ondulantes cabriolas, como delfines que nadan en direcciones caprichosas hasta desaparecer en el horizonte.

Ana Rueda (n. Bilbao, Espana) es profesora de literatura espanola, siglos XVIII, XIX y XX, en la Universidad de Kentucky, EEUU. Se specializa en

revisiones de generos literarios (cuento, novela, genero epistolar, teatro, literatura de viajes), en acercamientos interdisciplinarios a la literatura y en

escritura de mujeres. Sus libros y sus articulos reflejan una investigation que abarca varios periodos, generos y tradiciones literarias. Ha publicado cinco

libros: Relatos desde el vacio. Un espacio critico para el cuento actual (1992),

Pigmalion y Galatea: Refracciones modernas de un mito (1998), Cartas sin

lacrar: La novela epistolary la Espana llustrada, 1789-1840 (2001), Ireney Clara o la madre imperiosa (2003). En el campo de la creacion literaria, ha

publicado un libro de cuentos, La agenda negra (2001), asi como varios relatos

en revistas especializadas.

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Fumame, fumame. Como elhumo...quiero arder...nuncaseconsume...

el tabaco...de mipiel...Me quema la piel de nicotina y me zambullo en

las aguas turquesas del Caribe. El paisaje coralifero parece dispuesto con

esmero por un jardinero. Me abro paso por la gozosa claridad submarina, amable y acogedora, con andares de culebra. El agua tibia de esta pecera

gigante es un ungiiento para mi supurante piel. Los corales, con sus

celosias de filigrana, son un remanso de paz. Por el rojo coral, rojo oxido, cruza un banco de peces casi negros, como sombras cardenas, con lineas

de azul neon que les rematan las aletas. Van de fiesta, con traje de gala y fina luz de velada nocturna, prohibida. Sigo la direccion de uno de ellos.

Anda rezagado y se me esconde tras un arbusto de coral en forma de

abanico que, como un cuello de encaje bianco, se mece sobre una cama

de "pepinillos del mar" de un violeta palido. Me ha dado esquinazo. A1

doblar unas rocas casi me roza la cara un pez papagayo. Parece que se

hubiera metido la jungla en el mar. Ha debido de salir, con sus colores

estridentes, de detras de unos corales grandes, blancos como la cal, con

forma de cerebro. A cierta distancia dormita una barracuda. Y a lo lejos cruzan dos delfines, de los de nariz en forma de botella. Son enteramente

blancos. En otras ocasiones los hemos visto alternando con los de lomo

negro, blanquecinos en el vientre. Apocos metros me sigue Raul, que no ha sentido en su vida la nicotina en su piel y que no podria entender la

quemazon. Fumame, fumame. Tanto tiempo te espere...quiero que me

fumes...con tu aliento mez-cla-me. Fumame, fumame...

Raul no sabe. Nunca me ha visto con un cigarrillo en los labios, ni me vera. No quiero crear sospechas. Es mi secreto. Raul sabe que disfruto en el agua, nadando con los delfines. Pero el, que nada ignorante, no ha de imaginar que me fundo con el liquido azul, como un copo de humo

que se deshilacha en el aire, que por eso esquivo todos los obstaculos, hasta sus miradas curiosas, como si estuviera tambien hecha de agua, de humo. Me ondulo como una raya con pua. Ahora pasa una. Y otra. Y otra... Se mueven con elegancia, a ras del suelo de arena, siguiendo las volutas horizontales de un humo imaginario. Hago tambien el avion con los brazos y los mezo imitandolas. En una voluta de niebla...quiero volar...con las alas mojadas...en tu hiel...tan humeda y desnuda...como el mar. Fu-ma-meee..M\ abundante cabellera ondea al ritmo silencioso de las rayas que pasan. Me deslizo con suavidad y avanzo como una sabana que se tiende al aire. Siento una calada de tabaco, honda, en mis

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pulmones. La nicotina de la piel de pronto avanza hacia mi interior, surcando camino, horadando suavemente por mis inflnitos poros al centra

de los pulmones..fumame...para luego diluirse por todo el cuerpo como

una fina constelacion que me produce un delicioso cosquilleo. Raul no

sabe. Solo asi podria estar junto a el, privada de lo mas elemental para mi

ser: el tabaco. Raul nada junto a mi, sin barruntar nada. Mis reprimidos deseos de fumar un cigarrillo me asaltan cuando estoy en tierra firme,

pero no cuando nado con los delfines. Es como si el agua reemplazara mi

otra adiccion. Soy adicta al agua como lo soy al humo. Nadar es sinonimo

de fumar. El mar, el tabaco; siempre han sido una misma cosa para mi,

desde antes de que empezara a fumar.

Raul y yo vamos de vacaciones al Caribe todos los inviernos. Este

enero pasamos tres semanas en las Bahamas. Nos gusta comer mero, que lo hay en abundancia, gambas y de vez en cuando langosta, regandolo

siempre con cervezas heladas. El trabajo de oficina que me ocupa las

cuarenta y nueve semanas restantes del ano no significa nada para mi.

Podria hacer cualquier otra cosa con una competencia profesional

comparable. Vivo para esas tres semanas de vacaciones. Estamos bien.

Quiero a Raul, haria cualquier cosa por el, cualquier cosa menos dejar el

tabaco. Los recuerdos de las ultimas vacaciones los prolongo hasta el

ano siguiente, en que los renuevo volviendo a zambullirme en el mar.

En casa es distinto. Alii no puedo dejarme llevar, fumame, fumame.

Soy el tormento, el veneno, el placer...^has probado tragarte... mi dulce

humo? Te lo brindo... jFu-ma-meee! Y sucumbo a la primera. Me aseguro

de que los cigarrillos esten siempre bien escondidos y de que no quede

ningun vestigio delator por descuido. Cualquier falta de precaution seria

imperdonable y lo echaria todo a perder. Tengo que andar con pies de

plomo. Mas de una vez me he visto a punto de ser descubierta. Una caja

de cerillas olvidada, un recibo del supermercado, una ceniza caida en la

alfombra, un olor mal ventilado...Me consta que me he fumado la vida y

que ahora me toca quedarme a recoger sus cenizas. Mis amigas esconden

a sus amantes, sus cartas, sus besos. Yo escondo los cigarrillos. Y, claro

esta, los accesorios: los mecheros, las cerillas, los sprays, las toallitas

humedecidas, las pastillas amentoladas para la boca, la barra de labios de

vaselina con sabor a frambuesa, el chicle de peppermint...En el coche,

oculto mis bienes en un doble fondo que me he apanado en la guantera.

En casa, he limitado los almacenajes secretos a tres escondrijos

cuidadosamente elegidos: la despensa (el tarro grande de harina), el

costurero (la madeja de lana azul) y el segundo cajon de mi comoda (el

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traje de bano gris perla). Tres lugares en los que Raul no tiene nada que hacer.

Fumar—el gran secreto de mi vida—se ha convertido para mi en una

actividad doblemente placentera, que debo a su clandestinidad. Las pocas bocanadas que disfruto se rodean de complejas operaciones disenadas a

borrarlas, pero que, quiza por eso mismo, me proporcionan mas gusto y placer. Que a nadie se le cruce por la imaginacion que, en estas

condiciones, la operation de fumar sea facil. A1 contrario: requiere cautela

y capacidad de analisis, dotes de estratega consumado, una preparation pormenorizada de los detalles mas nimios, un agudo sentido anticipatorio, asi como facil improvisation y una pasion infinita por el juego. No

obstante, todo ello seria inservible si se careciera de lo mas preciado: sangre fria. La sangre fria del que sucumbe a una pasion con plena conciencia de lo que hace. Con el tiempo, he ido afilando el sentido del olfato en circunstancias poco conducentes a ello, ya que el olfato se debilita

paulatinamente por efecto del propio tabaco. Me he acostumbrado a calcular el tiempo de otro modo, a medirlo por anticipado. Cubro la

posibilidad de que un testigo inesperado disemine mi actividad ilicita a los cuatro vientos. Abro y cierro ventanas segun una coreografia

perfectamente ensayada y recurro a sprays de distintos aromas que coordino con la ropa que llevo, teniendo en cuenta los distintos grados de absorcion de los tejidos. Pongo el contestador automatico para que, si Raul llama, no perciba alteration alguna en el ritmo de mi respiration. Las colillas deben aplastarse en receptaculos improvisados, disenados

para otras cosas, y nunca, nunca, pueden terminar en la basura. Para la ventilation del cuarto, si es que debo fumar en la casa, que suele ser la

cocina, procedo con un lento pero eficaz sistema de extraction a base de ventiladores portatiles, estrategicamente colocados en puertas y ventanas. Esto requiere no solo un agudo sentido del olfato, facultad que, como he

dicho, noto en progresivo decaimiento, sino conocimientos de fisica.

Enciende pronto la llama...He, llegado a la conclusion, falaz, pero valida para mi, de que respirar es quemar. Cuando respiramos oxigeno este pasa a moleculas especiales en la sangre. Aqui entra en juego la

hemoglobina, molecula que se encarga de llevarlo, con otras substancias

nutritivas—minerales, formas vitaminicas y proteinas—a los musculos. Alii reacciona de modo similar a cuando algo se quema, produciendo, en

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vez de monoxido de carbono, dioxido de carbono y la energia necesaria.

Quiero volar...con las alas mojadas...en tu hiel...tan humeday desnuda

como el mar. El agua es fuente de energia igualmente importante. Es

sabido que el agua genera energia si separas el oxigeno del hidrogeno y

quemas este. Es, por tanto, cuestion de quemar. El cigarrillo quema. Me

quema la piel. Llevame a tus labios...en tus abrazos...quiero arder.

Fumame, fumame. Contrariamente a lo que digan los medicos, a mi el

tabaco, como el agua, me da una energia inusitada. Hay que anadir el

juego, el juego del escondite, que cada dia requiere trucos nuevos e

imaginativos. Sirven como una inyeccion poetica a mi energia, ya incombustible de por si.

Para compensar la perdida olfativa releo El perfume, de Patrick

Siiskind, mi libro de cabecera, y hago experimentos aplicando distintos

perfumes y sprays ambientadores sobre muestras de las telas con que me

hago la ropa. He aprendido a separar los aromas que solo tapan de los

que se fusionan con otros creando un nuevo olor. Invierto en perfumes, caros y baratos, con el afan experimental de un cientifico y con la

perseverancia adictiva de un consumidor. La vitrina de fiascos y potingues,

perfectamente alineados segun un codigo que he ido perfeccionando, da

al cuarto de bano la imagen de un laboratorio bien llevado o de una

pulcrisima trastienda de farmacia. La imagen estereotipada de dejadez

que se suele atribuir, con demasiada ligereza, a los fumadores, se hace

anicos si se intentara aplicar a mi caso. Al detenido cepillado de dientes y

lengua siguen rigurosas gargaras y enjuagues de listerina. Mi flotante

cabellera castana, que tiende a atrapar el humo del cigarrillo, se somete

varias veces al dia a bruscos cepillados que la airean. Frecuentes cambios

de ropa y ducha nocturna completan mi ritual diario de abluciones. La

lavadora esta siempre en marcha. Las alfombras y cortinas van a la

limpieza cada mes y he consumido varias aspiradoras en los pocos anos

que Raul y yo llevamos casados.

Raul esta convencido de que su esposa es una maniatica de la

limpieza. Mis amigos, que conocen mi secreto, se prestan gustosos al

papel de complices. Lo ven como un juego simpatico. Cuando sacamos

fotos espontaneas que documentan nuestras reuniones, sean en bares o

en la casa de alguno de nosotros, arreglan voluntariamente el escenario

de modo que no delate mi secreto. Trabajan las poses. Me quitan el

cigarrillo que sostengo entre los dedos y lo colocan temporalmente en la

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mano de otro. Mueven, en el ultimo momento, mi cajetilla incriminatoria,

situandola junto al vaso de algun fumador notorio. Trasladan ceniceros a

mesas contiguas y manipulan los enfoques de modo que, invariablemente,

me exculpan del tabaco. Movidos por su habitual sentido del humor,

tuvieron en una ocasion la desfachatez de insinuar un tercer brazo postizo,

incongruo, que sujeta mi cigarrillo, mientras yo sonrio a la camara y

ocupo mis manos revolviendo el hielo del whisky. Hay que mirar y remirar

la foto para descubrir el brazo sobrante en el grupo de los apinados contertulios. Son profesionales de la imagen. Aunque estas precauciones

y juegos de sobremesa harian desquiciar al mas empedernido fumador,

en mi han despertado una nueva pasion por lo ludico. Los juegos del

escondite han terminado por fusionarse al placer de fumar. Cuando no

fumo, echo en falta el juego en la misma medida en que echo en falta el

tabaco. A su vez, el juego no tendria razon de ser sin los cigarrillos. Los delfines saben protegerse. Es algo que he aprendido de ellos.

Nadando con ellos me siento protegida. Son mis amigos. Tienen una

organization social compleja y altamente estructurada. Su sentido de la

cooperatividad les hace nadar en grupo, lo cual tiene que ver con sus

patrones alimenticios. Ir en grupo les es muy util para evitar a los tiburones

y a otros predadores cuando intentan cercar su presa. Los delfines blancos,

que se remansan en la costa, no tienen que preocuparse de buscar comida

y se acaban apoltronando, adoptando una vida sendentaria. No saben lo

que es vivir sin una fuente alimenticia predecible, o sin un cigarrillo. Los

otros, los de la estria en el lomo, son algo distintos. A pesar de estos

matices, yo soy como ellos, fuerte y robusta.

A veces creo que naci para vivir en el agua. Hasta la pigmentation de

mi piel varia cuando Raul y yo hacemos el viaje de rigor al Caribe. La

palidez de mi piel, normalmente lisa y estirada como el cuerpo de huso

de las crias de los delfines, adquiere, al contacto del agua templada, las

pintas propias de sus madres. La crema para el sol que me pongo, sin

extender, en la punta de la nariz, ha hecho que Raul me compare, en mas

de una ocasion, con el delfin de nariz abotellada, con su caracteristica

pincelada blanca. Sin embargo, comparto los rasgos de otras especies. En ocasiones, se puede percibir netamente una coloration gris ceniza en

mi cuerpo. Me recorre el dorso y destaca con el vientre bianco, sin curtir,

por culpa del banador, que tambien me deja un borde perfectamente marcado en el costado acentuando la estria mas oscura del lomo. En estas

epocas de zambullidas y de vacaciones, lejos de mi anodina vida en la

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ciudad, no fumo. Nado. Poco a poco empiezo a abandonar nuestros

manjares predilectos y a favorecer los arenques, anchoas y sardinas, que

ingiero en cantidades industriales. En ocasiones, hasta me zampo algun calamar o pez volador, aunque mi perfeeta dentadura delata que estoy mas adaptada a una dieta de pescado. Raul me mira complaciente. No

sabe que pensar. Le digo que debe de ser algo hormonal. Pero enciende

pronto la llama... tu deseo es mi placer...de nuevo, fumame...me quemo,

fumame...te ruego, fumame...dame tus besos, de nuevo...

Como otros anos, ahi estan los delfines de nuevo. Los hemos dejado en la superficie rizada del mar haciendo sus cabriolas y nos hemos

zambullido. Esta vez hemos visto un tiburon que aqui llaman "nodriza", tan manso que se dejaba acariciar. Raul le ha pasado la mano por la nariz

y al animal le ha hecho gracia. Lo se porque se ha desplazado ligeramente hacia arriba, boquiabierto, como si sintiera un desvanecimiento, y luego ha dado una vuelta de campana antes de perderse en el azul. La mano de

Raul me indicaba que le siguieramos. Sin embargo, la mera imagen del

tiburon me ha recordado que en la pecera turquesa siempre hay algun

peligro latente y he propuesto otra direction con rapidos gestos de manos.

Como si el tiburon hubiera sido una premonition, despues del almuerzo,

segun nadabamos entre los corales, me he rozado el muslo, al virar entre

unas rocas, con un coral amarillo-verdoso, amostazado. Tenia forma

desagradable, como de visceras, de revuelto de intestinos. No lo vi al

doblar unas rocas, pues iba siguiendo, por divertirme, a un pez papagayo. El coral mostaza estaba adosado a una roca vertical. Me ha quemado la

piel, que ha pasado de escocerme al intensisimo dolor de las quemaduras. Fumame, fumame. Como el humo quiero arder...nunca se consume...el

tabaco de mi piel...

...fumame. Con el tiempo, y a fuerza de cigarrillos, me he hecho

tambien adicta a esta cancion, que mantengo en la misma clandestinidad

que el tabaco. Estoy sola en casa. Raul ha salido a dar un paseo en coche.

Llevame a tus labios...en tus abrazos quiero arder...He acudido puntual a

la cesta de la costura y he palpado con placer anticipatorio el cigarrillo enterrado en la madeja de lana azul. Lo he encendido en la cocina. La

voz honda y aterciopelada, como de whisky caro, de Sara Montiel se

extiende en forma de copos aduenandose de todos los rincones de la casa,

que luego tendre que ventilar a fondo. Tendre que restregar tambien la

nicotina que se adosa a los muebles, a las cortinas,...pero ahora inhalo la

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176 Letras Femeninas, Volumen XXX, No. 2 (diciembre 2004)

voz de Sara como quien le da una calada al cigarro. Le doy una calada al

cigarro. Y dejo que el humo de su cancion me invada los pulmones, enervandolos hasta el desmadejamiento, como el tiburon al sentirse

acariciado...fumame, fumame...De pronto oigo el coche de Raul. Me sobresalto. Me he dejado llevar por la musica, por el tiempo, por el humo,

por el gusto a nicotina. Precipitada, abro la despensa y, sin tiempo a bajar el tarro grande de la harina, donde yace sepultado el envoltorio con los

cigarrillos de emergencia, me subo a la banqueta. Destapo el tarro con una mano y hundo con la otra el cigarrillo, aun encendido, en la

blanquisima harina. Pienso de pronto en la arena de la pecera turquesa. Me despido de las ascuas del cigarrillo con la avidez de un delfin que cava en busca de peces enterrados y que, por algun peligro inminente, debe abandonar el botin...Corro al grifo de la cocina. Pongo la boca debajo del chorro fresco. Fumame, fumame.. .Corro al aparato y oprimo el boton de la derecha. La plancha de discos gira y pasa al numero cuatro, de Van Morrison. Vaselina de frambuesa para los labios. Ya. Me dispongo a darle a Raul, que ya entra por la puerta, el beso de rigor.

Raul me mira entre sonriente y burlon, como si me trajera una

sorpresa. Le miro esquiva y hago una mueca con la boca. Me saca de la cocina llevandome de la mano. Por el pasillo, casi me arrastra. Tengo que hacer un esfuerzo por seguirle sin que se me descoyunte el brazo. Cruzo tras el el umbral del dormitorio. Abre el segundo cajon de la comoda, saca mi traje de bano gris perla, lo desdobla, separa con sumo cuidado el

cigarrillo que guarda en sus pliegues y me lo coloca sobre la oreja. Le brillan los ojos al sonreir:

—Este para luego—dice—. Ahora vamos a nadar. Liandose las tiras del traje de bano a la muneca, saca una pitillera

sobada del bolsillo de la americana y se cuelga, medio divertido, un

cigarrillo de los labios. Lo enciende con pericia y le da una lenta bocanada. Se al instante lo que me va a decir:

—Fumame.

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