Fernádez de la Cigoña%Maurras, Maritain, Mounier V-126-127-P-873-898

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MAÜRRAS, MARITAIN, MOUNIER. A PROPOSITO DE DOS LIBROS (*) POR FRANCISCO JOSÉ FDEZ. DE LA GGOÑA. I. CHARLES MAURRAS. Cuando en el último año del siglo xix surgió L'Action Française nada parecía augurarle futuro ni influencia. Y, sin embargo, fue un acontecimiento capital para la historia intelectual de Francia y del mundo. Eran los días álgidos del "Affaire Dreyfus". En él se debatía no la carrera militar de un oscuro oficial francés, judío e inocente* sino algo mucho más serio como era el ser mismo de Francia. La "fille ainée de l'Eglise", "le plus beau royaume après le royaume de Dieu" acababa un siglo convulso y sangriento: la Revolución de 1789, el Terror, el Imperio y las guerras napoleónicas, la Restaura- ción borbónica, la Monarquía burguesa de Luis Felipe, la República, el Imperio de Napoleón III, la derrota de Sedan y la invasión ale- mana, la pérdida de Alsaria y Lorena, la Commune, eran demasiados acontecimientos para ser digeridos en menos de cien años de his- toria. Y la República que advino a la caída del tercer Napoleón era tan poco republicana que se la llamó la República de los Duques y en ella los monárquicos tenían la mayoría absoluta en las Cámaras. Una falta de entendimiento a última hora impidió la restauración en el Conde de Chambord de la Monarquía francesa. Las fuerzas de la otra Francia necesitaban una bandera y la encontraron en Dreyfus. Nada más inexacto que plantear el Affaire Dreyfus como la ba- (*) Albert Marty: L'Action Française racontée par elle-même, Nouvelles Ed. Latines, Paris, 1968, y Gustavo Corçao: O seculo do nâda, Dist. Record, Rio de Janëiro-Sao Paulo, 23 ed. 873

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  • M A R R A S , M A R I T A I N , M O U N I E R . A PROPOSITO DE DOS LIBROS ( * )

    P O R

    FRANCISCO J O S FDEZ. DE LA G G O A .

    I . CHARLES MAURRAS.

    Cuando en el ltimo ao del siglo x i x surgi L'Action Franaise nada pareca augurarle futuro ni influencia. Y, sin embargo, fue un acontecimiento capital para la historia intelectual de Francia y del mundo.

    Eran los das lgidos del "Affaire Dreyfus". En l se debata no la carrera militar de un oscuro oficial francs, judo e inocente* sino algo mucho ms serio como era el ser mismo de Francia. La "fille aine de l'Eglise", "le plus beau royaume aprs le royaume de Dieu" acababa un siglo convulso y sangriento: la Revolucin de 1789, el Terror, el Imperio y las guerras napolenicas, la Restaura-cin borbnica, la Monarqua burguesa de Luis Felipe, la Repblica, el Imperio de Napolen III, la derrota de Sedan y la invasin ale-mana, la prdida de Alsaria y Lorena, la Commune, eran demasiados acontecimientos para ser digeridos en menos de cien aos de his-toria. Y la Repblica que advino a la cada del tercer Napolen era tan poco republicana que se la llam la Repblica de los Duques y en ella los monrquicos tenan la mayora absoluta en las Cmaras. Una falta de entendimiento a ltima hora impidi la restauracin en el Conde de Chambord de la Monarqua francesa. Las fuerzas de la otra Francia necesitaban una bandera y la encontraron en Dreyfus.

    Nada ms inexacto que plantear el Affaire Dreyfus como la ba-

    ( * ) Albert Marty: L'Action Franaise raconte par elle-mme, Nouvelles Ed. Latines, Paris, 1968, y Gustavo Corao: O seculo do nda, Dist. Record, Rio de Janiro-Sao Paulo, 2 3 ed.

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    talla entre quienes queran hacer triunfar la Justicia aunque con ello se resintiese el Ejrcito y los que queran salvar el Ejrcito aun a costa de cometer una injusticia. Result, al fin, que Dreyfus era inocente. Pero quienes le combatan estaban tan seguros de su cul-pabilidad como sus defensores de su inocencia. Y las apariencias ciertamente no estaban a favor de Dreyfus. Si a eso se aade que a su lado se alineaban los ateos, los enemigos de Dios y de la Iglesia, los antimilitaristas y, al menos para el francs medio tradicional, los antipatriotas, los hijos, en fin, de la Revolucin de 1789, se com-prende demasiado fcilmente que la Francia catlica y monrquica, que por aquel entonces eran uno y lo mismo, cerrase sus filas en un frente anti Dreyfus.

    Yves Simon, en "La grande crise de la Republique Franaise", describe aquellos sucesos con esa ptica progresista que ve siempre en los que profesan la misma fe a los autores de todos los males y en los enemigos de la Iglesia a la encarnacin del bien: "El "Affaire Dreyfus" fue tambin una crisis religiosa, porque la casi totalidad de los catlicos, ciegos (cmo no?) por las pasiones de los grupos a los que haban insensatamente ligado su suerte, se pronunciaron por la culpabilidad del capitn Dreyfus... La causa de Dreyfus era defendida por el partido republicano, por la masonera, por los so-cialistas (hubiera sido lo sensato ligar su suerte a stos?): luego era precisa la culpabilidad de Dreyfus. Entre sus partidarios haba gran nmero de enemigos de la Iglesia, del Ejrcito, del orden po-ltico: era preciso qune Dreyfus fuese culpado. Poco importaba la realidad de los hechos... con pocas excepciones los catlicos fran-ceses se comprometieron a fondo en la campaa anti Dreyfus en con-tra de la justicia".

    No fue as. Se comprometieron por la justicia y por sus ideales. Porque estaban convencidos de que Dreyfus era un traidor. Y les confirmaba en sus creencias el hecho de que todo lo que vean era contrario a la Francia que amaban apoyaba al capitn judo. Que haba sido condenado como traidor por un Tributad militar, degra-dado y desterrado. Los que no estaban en el interior del "affaire", que eran la casi totalidad de los catlicos franceses, crean de buena fe en lo que toda persona normal tena que dar por evidente.

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    En esos das agitados se constituy la Patrie Franaise que pre-tenda agrupar a las fuerzas dispersas y desgastadas por el caso Drey-fus. En ese movimiento militaban, entre otros, Jules Lematre, Mau-rice Barrs, Henry Vaugeois, Gabriel Syveton, Paul Bourget, el duque de Broglie, Albert de Mun, Alberto Sorel, Frdric Mistral...

    A los pocos meses, la parte ms activa, aunque no los nombres ms brillantes, de esa asociacin nacida con tan buenas intenciones como poca actividad se disgreg para formar L'Action Franaise. All estaban Henri Vaugeois como director, Maurice Pujo y el joven Charles Maurras. Su ideologa era nacionalista, tras el "Sedan moral" que amenazaba a Francia. Henri Vaugeois y Charles Maurras no eran catlicos. Vaugeois, Len de Montesquieu y Lucien Moreau no eran monrquicos. Aqu comienza la gran aventura de la Accin Francesa. Con una conferencia y un boletn bimensual.

    Hacer la historia de la Accin Francesa llevara centenares de pginas. No es, pues, momento ni lugar de ello. Pero s conviene se-alar que ya en 1905 Jaurs publicaba en L'Humanit un violento artculo contra el "Comit nacionalista, reaccionario, monrquico y clerical" que constitua la Accin Francesa. La defensa de la Iglesia haba sido asumida del modo ms inteligente y decidido por aquel grupo que tena ya en Maurras su cabeza dirigente. Eran los das de la persecucin religiosa y Maurras segua en el agnosticismo. Pese a ello su nombre merece figurar al lado de los benemritos catlicos que ms se caracterizaron en la lucha contra la Revolucin.

    Ya en el conflicto de los inventarios de bienes de la Iglesia tom la Accin Francesa una decidida postura de apoyo a los catlicos que se resistan a la accin gubernamental. La poltica del Ralliement de Len XIII haba dado un resultado totalmente contrario a los pro-psitos, tan bien intencionados como utpicos, del Pontfice. La opo-sicin de la Repblica a 1c catlicos era ms por catlicos que por monrquicos. Por ello cuando acataron, los que lo hicieron, la Re-pblica subsisti la misma oposicin. Slo que como fuerza poltica se haban debilitado. La persecucin lleg a extremos tales que los oficiales que iban a misa eran postergados en sus ascensos mientras que los afiliados a las logias prosperaban en su carrera. Cuando el gobierno decidi entrar por la fuerza en los templos para inventa-

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    riar sus bienes all se encerraron los miembros de la Accin Francesa codo a codo con el pueblo catlico catlicos eran en su gran ma-yora los hombres de Maurras para impedir la arbitraria accin. Y con ellos estaba, naturalmente, Charles Maurras. La valiente acti-tud de los catlicos impidi al Gobierno llevar adelante sus planes. Y la colaboracin en el triunfo de la causa catlica de la Accin Francesa hizo que afluyeran a ella adhesiones de todos aquellos que haban sido ejemplo de valor en defensa de la Iglesia.

    Despus vino la explosin de los camelots du roi. Esos jvenes, cada da ms numerosos, que se descubran monrquicos y catlicos y que se aduearon de las calles de Pars. Uno de sus primeros actos fue un homenaje a Juana de Arco saltando para ello cuantas barreras intent oponerles la polica. Y toda Francia vio que el catolicismo, hasta entonces perseguido, pasaba a la ofensiva reivindicando en el presente de la patria el puesto que por historia le corresponda.

    Llegada la guerra del 14 fue la Accin Francesa la ms decidida defensora de la Iglesia y del Sumo Pontfice. En su peridico publica-ban scritos obispos y sacerdotes. Y en l apareca, en febrero de 1915, la defensa de Benedicto XV, atacado por toda la izquierda fran-cesa, firmada por Charles Maurras. De l son estas palabras: "el ca-tolicismo es la nica institucin orgnica y viva de espritu universal. Debilitarlo hoy es debilitar el ltimo signo terrestre de la unidad del gnero humano".

    Entre tanto se haba fundado el Instituto de Accin Francesa inaugurado por el Cardenal de Cabrires y el P. de Pascal. Dentro de ella alcanzaron la fe Hnri Vaugeois, biznieto de un convencional regicida, Lucien Moreau, nieto de Pierre Larousse, que no haba sido bautizado, Len de Montesquieu, Jules Lematre, Maurice Pujo, Char-les Maurras, Joseph Lotte, Henri Ghen, Henriette Charasson... Y a ella llevaba el P. Clrissac, para confirmarlos en la fe, a nuevos conversos como Psichari y Maritain.

    Slo por estas conversiones, que elevaron el prestigio del cris-tianismo a cotas insospechadas, merecera la Accin Francesa l agra-decimiento de la Iglesia. Porque, como nos recuerda Henri Massis en su gran obra "Maurras et notre temps", hacia 1890 un inspector general de la Universidad terminaba su informe al Ministro de Ins-

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    truccin Pblica con estas palabras: "Pronto vendr el da en el que el mapa de la Francia catlica coincidir exactamente en el de la Francia iletrada".

    El que no hubiese sido as se debi, en gran parte, a aquel mo-vimiento cuyos fundadores eran, cuando comenzaron, casi todos in-crdulos. Y terminaron, antes o despus, todos ellos en el seno de la Iglesia catlica.

    Alrededor de Maurras se agruparon muchas de las primeras figu-ras del pensamiento francs. Una relacin no exhaustiva dar idea de la importancia de aquel movimiento. De la Academia francesa eran, o lo fueron despus, entre otros, Maurras, Henri Massis, Jac-ques Bainville, Paul Bourget, Jules Lematre, Pierre Gaxotte, Pierre Benoit, Henry Bordeaux, Louis Madelin, Thierry Maulnier. Y a ellos hay que unir los nombres de Barrs, Bernanos, Brasillach, Psichari, Montesquieu, Daudet, Vallar, Salieron, Maritain, Charles Benoist, Pierre Hericourt, Luden Rebatet, el P. Clrissac, los cardenales Billot, de Cabrires, Charost, etc.

    La Accin Francesa haba impuesto l pensamiento catlico y monrquico en Francia. Profesarse lo uno o lo otro, o ambas cosas a la vez, haba dejado ya de ser una actitud vergonzante para conver-tirse en ttulo de prestigio. Cules hubieran sido las consecuencias ltimas de todo ello? No las hemos podido conocer. El ao 1926 una oscura condena vaticana acab con lo que prometa ser la restaura-cin de la Francia catlica y tradicional. Los catlicos liberales con-siguieron arrancar de Po XI lo que no haban logrado de San Po X y de Benedicto XV. Maurras haba pasado de ser "un hermoso de-fensor de la fe", en palabras del Papa Santo, a un condenado por Roma Por qu?

    Un captulo del libro de Gustavo Corgao, O Scalo do nada, titula la condena "un tenebroso affaire". Y comienza con estas pa-labras: "La novela de Balzac, que lleva ese ttulo amedrantador, es un entretenido cuento de hadas comparado con la trama de intrigas, la combinacin de bajezas y miserias que produjo inesperadamente, como un rayo en un cielo tranquilo y azul, la tan comentada condena de la Accin Francesa". Y no exagera el escritor brasileo.

    Las dos terceras partes de la Comisin de los cardenales y arzobis-

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    pos franceses simpatizaba, algunos entusisticamente, con Maurras. Segn Adrin Dansette, escritor progresista francs y por tanto con-trario a la Accin Francesa, una cuarta parte de los seminaristas del Seminario francs de Roma estaban adheridos al movimiento y en Francia la proporcin se elevara posiblemente a una tercera parte de los seminaristas. Las vocaciones sacerdotales y religiosas salidas de los miembros de la Accin Francesa eran muy numerosas. La mejor juventud catlica, la ms preparada intelectualmente y la que ejerca mayor actividad, se alineaba tras Maurras. Albert Marty pudo responder a un velado ataque de Georges Bidault, entonces Vicepre-sidente de la Accin Catlica de la Juventud Francesa (A. C. J. F.) con estas palabras precisas:

    "No habis nombrado a la Accin Francesa, pero la habis sea-lado claramente. Todo el mundo comprendi que se trataba de ella. Afirmis que sus miembros se desinteresan de todo lo que no es poltica. Pero, qu vemos en todos los terrenos?, quin est a la cabeza de todo? En Ciencias Sociales: La Tour du Pin, de la Accin Francesa; en Filosofa: JaCques Maritain, de la Accin Francesa; en crtica literaria: Henry Massis, de la Accin Francesa; en hagiografa, el autor de San Agustn y Santa Teresa: Louis Bertrand, de la Ac-cin Francesa; en pintura religiosa: Georges Desvallires y Maurice Denis, de la Accin Francesa. Quin es el renovador del teatro re-ligioso? Henri Ghen, de la Accin Francesa. Entre los novelistas catlicos acaba de aparecer una nueva estrella; el autor de "Sous le soleil de Satan", Georges Bernanos, tambin de la Accin Francesa . . . "

    Del prestigio de Maurras puede dar idea la encuesta promovida por la Asociation Catholique de la Jeunesse Belge (ACJB) que pro-puso a sus afiliados esta pregunta: "De los escritores de los ltimos veinticinco aos, a cul consideris vuestro maestro? Hubo 443 res-puestas. Maurras tuvo 174 a su favor. Le segua Paul Bourget con 81

    , y tambin era de la Accin Francesa. Despus Maurice Barrs y Hen-ry Bordeaux, los dos ntimamente vinculados a Maurras y a su mo-vimiento, Pierre Loti, el cardenal Mercier ...

    Estos resultados que produjeron gran satisfaccin al abb Le-clerq, director de Cahiers de la Jeunesse catholique (rgano de la ACJB) y al Abb Van den Hout, del X X Sicle, indignaron a un

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    periodista belga llamado Passelecq que escribi un artculo contra Maurras lleno de calumnias. Los modernistas, los antiguos amigos de Le Sillon, todo el catolicismo liberal que haba perdido por completo a la juventud entusiasmada con las ideas de Maurras, comprendieron que su nica posibilidad de supervivencia era acabar con L'Action Franaise y no ahorraron en Rom presiones e intrigas.

    Se pens que el mejor modo de comenzar la ofensiva era conse-guir de un cardenal francs la publicacin de una pastoral condenan-do la Accin Francesa. Todos se fueron excusando hasta que se con-sigui del Cardenal Andrieu, arzobispo de Burdeos, anciano y en-fermo, que aos antes haba" hecho de Maurras los ms encendidos elogios. Poco, pues, poda decir en contra de la Accin Francesa el anciano cardenal y se vio obligado a copiar, pura y simplemente, el calumnioso panfleto del periodista belga Passelecq. La carta del car-denal Andrieu est fechada en agosto de 1926. De ella dice Adrien Dansette, enemigo declarado de L'Action Franaise: "En realidad, el cardenal Andrieu atribuye a todos los dirigentes de L'Action Fran-aise las ideas de algunos de ellos y especialmente de Charles Mau-rras, del cual hace una exposicin sin matices y atribuyndole inten-ciones que no haba formulado nunca (el restablecimiento de la es-clavitud o propsitos nunca mantenidos: "prohibicin a Dios de entrar en nuestros laboratorios", (Obsrvese aqu un error de Dan-sette, pues lo que haba dicho falsamente el cardenal Andrieu que sostena Maurras era la prohibicin de entrar en los observatorios). Cuando se piensa en el implacable dialctico que es el jefe de L'Ac-tion Franaise, si no se supiese que el cardenal Andrieu era un viejo enfermo, no se podra comprender la ligereza con la que ha sido re-dactada su requisitoria". Pero como dice Albert Marty el golpe no viene de Burdeos sino de Roma, que utilizaba al cardenal Andrieu. Y as, el 5 de septiembre de 1926, Po X I dirige una carta de apro-bacin al cardenal. El 29 de diciembre el Santo Oficio condenaba algunas obras de Maurras y el peridico L'Action Franaise. Por ltimo el 8 de marzo de 1927 la Sagrada Penitenciara exclua de los sacramentos a los lectores habituales de L'Action Franaise y a los adheridos a ella. Se haba consumado una de las mayores injusticias cometidas en el seno de la Iglesia catlica.

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    A partir de ese momento se vio a los catlicos ms fieles perse-guidos como alimaas por hombres de la Iglesia. Dejemos que sea Daniel-Rops, enemigo tambin de L'Action Franaise, quien nos lo relata en las pginas de "Un combat pour Dieu": "Se vio a cat-licos ejemplares llevados civilmente al cementerio porque continua-ban afiliados a la Accin Francesa, sacerdotes censurados porque llevaban los ltimos sacramentos a sus padres condenados, matrimo-nios y bautismos clandestinos celebrados como en pleno Terror re-volucionario .. . Hay que aadir que algunos ordinarios llevaron la represin con una energa tanto mayor cuanto menos se haban apre-surado a entrar en liza; su severidad extra incluso a los medios romanos que encontraban natural que el rey de Italia, excomulgado, cumpliera con Pascua y tuviese su capelln".

    Todo el dolor de aquellos catlicos, cuya reconciliacin con la Iglesia era prcticamente imposible, pues se les exiga una retracta-cin de algo que nunca haban profesado, viene expresado en la ora-cin de Albert Pestour a Santa Juana de Arco para que introduzca en el paraso a las almas de los excomulgados de la Accin Francesa:

    "Toi qui bus l'horreur suprme, plus affreuse que la mort, de prir par ceux-l mmes que tu vnrais si fort; toi qu'ils disaient anathme quand ton me avait encore la blancheur de son baptme, ouvre leur les portes d'or . . ." .

    Po XI haba sido engaado. Le haban convencido de que la Accin Francesa era un peligro para las organizaciones catlicas fran-cesas, sobre todo para las juveniles. Que estaba dirigida por ateos que se servan de la Iglesia para sus fines polticos, pero sin la menor intencin de servirla. Y algunas rplicas violentas a la inesperada condena reafirmaron al Papa en sus ideas. Pero pronto comenz a dudar de lo acertado de su posicin. Y ya en 1929 peda a las car-

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    melitas de Lisieux oraciones para que se arreglase el problema de la Accin Francesa.

    A partir de este momento actu la gracia y no la naturaleza. Porque la naturaleza no explica los hechos ocurridos. El Carmelo de Lisieux recibe la peticin del Papa y se vuelca en la oracin. Una de las monjas, le ofrece a Dios su vida para la mejor resolucin del "affaire" y muere al poco tiempo. La superiora pone el hecho en conocimiento de Maurras que se emociona profundamente. A peti-cin de las carmelitas Maurras escribe al Papa. Y estando encarcelado en la Sant recibe una carta del Pontfice que le haba condenado, y cuya condena an estaba vigente. No es lugar de reproducir las car-tas en las que el an no catlico Maurras se direge al Sumo Pontfice y en las que ste bendice al preso en la Sant. Si Po XI las hubiese dirigido al ms fiel de sus hijos y Maurras al heredero del Trono de Francia, no hubieran sido ms afectuosas las del uno y ms reverentes las del otro. Una vez en libertad Maurras acude en peregrinacin a Lisieux el 13 de julio de 1937. Ese mismo da, en 1935, haba muer-to en el Carmelo la monja que se haba ofrecido como vctima pro-piciatoria. Maurras vuelve al ao siguiente, y al siguiente... Desde all se cruzan telegramas con Roma. "El peregrino de Lisieux, que Vuestra Santidad conoce, agradece la especial bendicin que le ha sido fielmente transmitida y, arrodillado ante la urna de Santa Te-resa, se atreve a dirigiros un profundo homenaje de respeto y con-fianza". De Roma viene el 15 de julio la contestacin: "Su Santidad recibe con vivo agrado el homenaje del peregrino y le enva su ben-dicin paternal. Cardenal Pacelli, Secretario de Estado".

    Al ao siguiente se repiten peregrinaciones y telegramas. Era ya entonces Papa Po XII. "Los dos peregrinos del 13 de julio que "Vuestra Santidad conoce, arrodillados ante los restos de Santa Teresa, envan respetuoso homenaje de veneracin y de humilde esperanza". Y el mismo da contestaba el nuevo Papa. El 16 de julio de ese mismo ao publicaba L'Osservatore Romano el decreto del Santo Oficio levantando la excomunin. Llevaba fecha del da 10 del mismo mes. La Accin Francesa volva al seno de la Iglesia. Pero s la in-justicia se haba reparado, el dao causado era de ms difcil solu-cin. Haba quienes se haban separado ya definitivamente. Y la

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    invasin alemana iba a impedir l reorganizacin de lo que hubiera podido ser la restauracin de la Francia catlica.

    El magnifi libro de Albert Marty, "L'Action Franaise raconte par elle-mme", que fundamentalmente hemos seguido para redactar estas lneas, describe con todo lujo de detalles la historia del movi-miento, tanto en estos sucesos como en otros de menor inters. Y se refiere a la oposicin, al alzamiento de la condena por parte de di-versos sectores relatando hechos bien significativos. Del odio a Mau-rras y a lo que signific su obra podemos aadir una ancdota espa-ola, fcilmente comprobable, pues figura en letras de imprenta. Una conocida editorial catlica public hace algunos aos una serie de documentos pontificios agrupados bajo la rbrica de "Textos pol-ticos". Entre ellos se recoge, incomprensiblemente, pues no es docu-mento papal, la Carta-panfleto del Cardenal Andrieu. Lo que slo tendra una justificacin, la de dar a conocer lo ms ampliamente posible el affaire de la Accin Francesa. Pero esa interpretacin no puede sostenerse, pues el libro calla escrupulosamente que en 1939 se levant la condena que recaa sobre el movimiento francs. Los lectores de esa editorial, por otros conceptos muy meritoria, como no conozcan la historia, seguirn pensando que la Accin Francesa era una peligrossima organizacin anticatlica que el Santo Padre con-den en 1926 y que an hoy permanece condenada. Creemos que el hecho no precisa ms comentario.

    Al fin de sus aos, ese viejo soldado que haba combatido siem-pre por Francia, por Dios y por la Iglesia, en medio de la persecucin y la ingratitud, recobra la fe de la niez. Y en la crcel, condenado a cadena perpetua por traicin, cuando haba sido desde su juventud el primer patriota de Francia, escribe estos versos que son su ltima y ms sincera declaracin de principios. Esa ltima verdad que siem-pre haba buscado le inundaba ya plenamente.

    Seigneur, endormez-moi dans votre paix certaine entre les bras de l'Esprance et de l'Amour. Ce vieux coeur de soldat n'a point connu la haine et pour vos seuls vrais biens a battu sans retour.

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    Le combat qu'il soutint fut pour une Patrie, pour un Ro, les plus beaux qu'on ait vus sous le ciel, la France des Bourbons, des Mesdames Marie, Jeanne d'Arc et Hirese, et Monsieur Saint-Michel.

    Y ese combate, sus esperanzas y su fracaso, tuvo trascendencia universal.

    I I . JACQUES MABJTAIN.

    Gustavo Corgao, brasileo y tambin converso, as lo reconoce en su reciente libro O secuto do nada. Seala en sus pginas llenas de inters, cuatro hechos decisivos que configuran gran parte de las ac-titudes mentales del siglo xx. Y son el affaire Dreyfus, la crisis modernista en la Iglesia, la creacin por Marc Sangnier de Le Silln y la Encuesta sobre la monarqua de Charles Maurras con su conti-nuacin en la Accin Francesa.

    Corgao, cuando se convirti, encontr en Maritain filsofo lo que su mente haba estado buscando sin xito en las ms diversas fuentes. La filosofa perenne, presentada con un lenguaje moderno y actual le llen plenamente. Y acept a Maritain en su totalidad. Hasta que la evidencia misma le hizo reconsiderar al maestro y sacar sus pro-pias conclusiones. Que en los aos 1970 son para Corgao una ad-hesin total al filsofo tomista y la constatacin de que sus ideas poltico-sociales, que intenta justificar en cierto modo incluso en "Le paysan de la Garonne", son radicalmente corruptores.

    Llegados a este punto podemos plantearnos la pregunta de cun-tos Maritain hubo. Y afirmar rotundamente que tres: el Maritain de antes de su conversin que es el menos interesante; el Maritain de la Accin Francesa, de "Antimodeme" y "Trois Rformateurs"; y el Maritain que surgi a partir de la condena de Maurras por Po XI. No existe un cuarto Maritain que podramos llamar el de "Le paysan de la Garonne". Lo que ocurre es que el filsofo francs, desde su conversin, conserv siempre la fe y ante la crisis del post-concilio reacciona en defensa de esa fe que nunca haba perdido.

    Pero su pensamiento poltico-social es fundamentalmente el mis-

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    mo que cuando, pese a las declaraciones expresas de Po XI, de los obispos espaoles en su carta colectiva de 1937 y de todos los obis-pos del mundo, sus simpatas estaban con la Repblica que en Es-paa asesin a ocho mil obispos, sacerdotes y monjas. Tal vez con algunas atenuaciones, pero que no suponen ningn cambio de frente. Por eso el comunismo es el gran ausente del libro de Maritain.

    Gustavo Corgao sigue la evolucin del catolicismo progresista francs, que vale tanto como decir del catolicismo progresista uni-versal, desde comienzos de siglo hasta los prolegmenos del segundo Concilio Vaticano. Su libro es extenso y apasionante y complementa magnficamente el de Albert Marty sobre la Accin Francesa. El discpulo de Maritain, que en ocasiones llega a ser extremadamente crtico, se sirve del maestro como de hilo conductor para seguir esos casi sesenta aos de agitada historia intelectual. No vamos a detener-nos en las interesantes referencias que hace de la Accin Francesa, pues ya la hemos considerado extensamente. Pero s conviene sealar cmo Maurras sigue siendo cita obligada en numerosos trabajos que ven la luz en los ltimos aos. Treinta son las pginas que Cor^ao le dedica expresamente y en muchas otras es protagonista principal.

    Cor^ao analiza lcidamente los contactos de Maritain con Mau-rras. Maritain llega a la Accin Francesa llevado por el P. Clrissac admirador ferviente del escritor monrquico. Segn Raissa Maritain, en "Grandes Amistades", los deseos del P. Clrissac eran para ellos de tal fuerza que no se detenan ni a considerar sus posibles contras. Aade Raissa que por aquel entonces a Maritain slo le interesaba la metafsica y la teologa, sintiendo profunda aversin por todo lo que significase poltica. Y concluye diciendo que si no hubiese sido por el P. Clrissac, que les impuls, lo mismo que a Henri Massis, a adherirse a Maurras, nunca lo hubieran hecho.

    Es completamente distinto el testimonio de Massis que en "Mau-rras y nuestro tiempo" nos dice: "No puedo olvidar el calor con que Maritain una su voz a la del P. Clrissac para convencernos a Psi-chari a mi de que nos unisemos a la Accin Francesa". Y aade: "Conoc a Maritain en 1912; era entonces monrquico y me censu-raba por no serlo yo tambin".

    Raissa Maritain contina en "Grandes Amistades" los ataques a

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    la Accin Francesa. La vinculacin del matrimonio a Maurras fue "un esfuerzo de docilidad intempestiva" a los ruegos del P. Clrissac. "No nos tomamos el trabajo ni siquiera de leer los libros de Maurras hasta el da en que nuestra atencin fue violentamente sacudida por la condena de Po XI en 1926". Y Raissa transcribe las opiniones de su marido: "El atesmo profundo de Maurras, el culto a la vio-lencia y . . . los procesos polmicos cada da ms odiosos .. . yo cerraba los ojos con la esperanza ingenua de la prxima conversin de Mau-rras."

    "Me acusar siempre, como de una imperdonable debilidad, de haber dado crdito durante algn tiempo a un movimiento cuyos sofismas tienen su base en el desprecio del Evangelio".

    Corao puntualiza; "Durante algn tiempo? Quince aos! El mayor filsofo del siglo tard quince aos en descubrir (y al cabo de esos aos precis todava de todo el majestuoso aparato del Ma-gisterio Extraordinario) que viva con unas gentes en las que las ideas y los programas se basaban en el desprecio al Evangelio!".

    Yves Simon, discpulo de Maritain, intenta disculpar la afiliacin del maestro en "La gran crise de la Rpublique Franaise", con estas palabras que transcribo, como las anteriores, del libro de Corao: "El enorme xito (de la A. F.) era constantemente alimentado por los escritores que componan el diario L'Action Franaise. El amante de la literatura, si no era muy delicado en materia de verdad y de justicia, tena garantizada una hora feliz todas las maanas desde que se suscribiese a LAction Franaise. Se encontraba con el artculo diario de Len Daudet, sabroso, truculento, violento, divertido, lleno de irona que desataba la risa y quedaba en la memoria; tena el ar-tculo diario de Charles Maurras, sentencioso, grave, doctrinario y framente implacable; tena el artculo diario de Jacques Bainville, que escriba tan bien como Voltaire".

    "El lector habitual de LAction Franaise tena respuesta para todo y nunca se le ocurrira verificar el fundamento de lo que el peridico le enseaba con tanta firmeza dogmtica y tanto talento literario (. . .) Ningn peridico practic nunca la difamacin, la mentira, la ficcin coherente y la injuria con una constancia ms im-perturbable de lo que lo hizo L'Action Franaise. El lector tragaba

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    todo con una perfecta disciplina. La credulidad de los lectores de L'Action Franaise era fabulosa..." Lo que hace comentar a Gorao: "Est claro que en el momento en que Yves Simon escriba esas l-neas no le pas por la mente, ni por un instante, que Jacques Mari-tain permaneci en ese estado de "fabulosa credulidad" durante quin-ce aos. Tampoco se acord de los nombres de otros ilustres lectores de la A. F., el P. Grissac, el P. Garrigou-Lagrange, el cardenal Billot, Po X y otros menores".

    Y contina Yves Simon: "Al lado de los insumisos y de aquellos que slo se sometieron aparentemente, hubo los que se sometieron enteramente y que en recompensa de la sumisin recibieron la gracia de una maravillosa purificacin interior. Conoc a muchos de esos. Antes de la intervencin del Santo Padre nunca haban sospechado que pudiera existir algo pernicioso en la A. F. Con un candor de novicios aceptaban todas las maanas, durante algunos aos, las historias fantsticas, las calumnias, los razonamientos sofistas con que el diario sola regalar a los lectores".

    Decididamente Maritain no sale bien parado en la defensa. El gran filsofo no se apercibe de los sofismas con que durante "algunos aos" nada menos que quince "L'Action Franaise" le obse-quiaba todos los das. No sera que tales sofismas no existan? Dn-de queda, en otro caso, la inteligencia del filsofo? El filsofo con-taba cuando la condena cuarenta y cinco aos. A esa edad, y en una personalidad como la suya, no cabe hablar de candores de novicio. Pero es que la sumisin de Maritain no fue tan simple como se nos pretende hacer creer. En 1926, cuando ya la crisis haba estallado, Jacques Maritain se vuelca en defensa de Maurras con "Une opinion sur Charles Maurras et le devoir des catholiques". No gusta, natu-ralmente, en Roma su obra y publica entonces, una segunda, "Primau-t du ^ Spirituel" (Pion 1927), en la que la Accin Francesa es objeto de moderadas censuras. Pero se le exige ms. Y se publica, por P. Doncoeur, V. Bernardot, E. Lajeunie, D. Lallement, F. X. Maquart y Jacques Maritain, en Editions Spes, "Pourquoi Rome a Parl", en la que la ruptura con Maurras es ya total. A esta obra respondi Mau-rice Pujo con su libro "Comment Rome est tromp" (Fayard).

    No ha habido, pues, en todo este "tenebroso affaire" volvemos

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    a recoger el duro y expresivo calificativo de Corgao ni candores de novicio, ni confianzas engaosas, ni desconocimientos de un filsofo absorbido por la metafsica y despreocupado de las realidades tem-porales. Sino unas presiones que slo fructificaron al tercer intento en "Pourquoi Rome a parl". Y a partir de este momfento, en el que como dijo Pujo Roma se ha equivocado, el Vaticano pierde l control del catolicismo francs hasta extremos inconcebibles. La preocupacin que Po XI expresaba a las carmelitas de Lisieux es-taba verdaderamente justificada.

    Dos fueron las consecuencias inmediatas de la condena. Por un lado se deshizo en gran parte el movimiento poltico, pero tambin profundamente catlico, de la Accin Francesa. Y el catolicismo de los maurrasianos era profundamente romano. De otro lado tom im-pulso un catolicismo, tambin poltico pero de signo izquierdista, que antes estaba apabullado por el mpetu y el prestigio de la Ac-cin Francesa. Y la figura principal de este catolicismo fue precisa-mente una persona que lleg a l obligada por la Iglesia y sin el menor deseo. Pero que una vez all, perdidas sus antiguas conexio-nes, se convirti en cabeza de fila, por su prestigio y por su indu-dable talento, del nuevo movimiento progresista. Fue Jacques Mari-tain. Cierto que su slida formacin filosfica y teolgica le impi-di desbarrar en materia de fe. Pero sus discpulos dieron los pasos que el maestro no haba dado. Por eso el lamento tardo de "Le paysan de la Garonne" pudo ser replicado desde las filas progresistas con una contestacin irreprochable: "No hemos hecho ms que des-arrollar lo que de ti habamos aprendido".

    Roma haba pensado que con la condena los catlicos abandona-ran la tutela de Maurras y se limitaran a seguir exclusivamente al Vaticano. No porque la fidelidad a la Accin Francesa supusiese una actitud crtica hacia Roma, que no lo supona en modo alguno, sino porque se ahorraba de ese modo la persona interpuesta que era, ade-ms, un laico agnstico. Y comprometido en una poltica concreta. Pero la Iglesia, cuando se inmiscuye en poltica, no tiene la garanta del Espritu Santo y en esta ocasin, como en tantas otras, se equi-voc en sus suposiciones.

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    I I I . MARITAIN Y LA GUERRA I>E ESPAA.

    En 1932 se funda la revista "Esprit". La vinculacin de Maritain a la misma evidencia la constatacin de Corao: "En contraste con su gran capacidad para la especulacin abstracta, Maritain evidencia un congnita debilidad frente a las constelaciones singulares de cosas y personas concretas". Y as como se haba entregado al P. Clrissac y a Charles Maurras, que le convirtieron de incrdulo y socialista en ferviente catlico y monrquico, Maritain se ciega ahora con Em-manuel Mounier y recibe todas las influencias de los condenados "Le Sillon" y Lamennais. Y comienza la ms turbia trayectoria del insigne filsofo.

    En 1935 aparece la revista "Vendredi" dirigida por Jean Geheno y Andr Chamson. En ella colaboran destacados personajes de la ex-trema izquierda francesa. Y al lado de los nombres de Julien Benda, de Jean Cassou y de Andr Gide aparece el de Jacques Maritain en la lista de colaboradores. Una de las tesis que sirvieron de pretexto para condenar a la Accin Francesa no es ahora obstculo para la integracin en "Vendredi". Pero el agnosticismo de Maurras era solo un problema personal, estando "L'Action Franaise" volcada en de-fensa del catolicismo, mientras que el de los fundadores de "Vendre-di" era de absoluta mitancia anticatlica.

    Estando as las cosas se produce en Espaa el Alzamiento de 1936. El sistemtico exterminio de todo lo religioso en la zona roja es pronto conocido. Ocho mil asesinatos de obispos, sacerdotes y re-ligiosos no son fciles de ocultar. Pero si an pudieran caber dudas, el 14 de septiembre de 1936, el Papa Po X I se pronuncia solemne-mente ante una peregrinacin de espaoles a Cstelgandolfo, presi-dida por los obispos de Urgel, Vich, Tortosa y Cartagena. Las pala-bras del Papa n pueden ser ms expresivas:

    "Vuestra presencia, queridsimos hijos, prfugos de vuestra y Nuestra querida y muy atribulada Espaa, suscita en Nuestro corazn multitud de sentimientos tan contrastantes y opuestos que es absolu-tamente imposible darles adecuada y simultnea expresin. Debera-mos, al mismo tiempo, llorar por el ntimo y amargusimo dolor que

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  • MAURRAS, MARJTAIN, MOUNIER ...

    nos aflige, y deberamos regocijarnos por la dulce y desbordante ale-gra que Nos consuela y entusiama".

    Y el Papa aade, recordando los sufrimientos que se viven en Espaa por aquellos terribles das:

    "Todo esto es un alarde de virtudes cristianas y sacerdotales, de herosmos y martirios; verdaderos martirios en todo el sagrado y glorioso significado de la palabra."

    No cabe ignorar ya de que lado est la causa de Dios. Pero el Sumo Pontfice va ms lejos todava. No hay slo unos catlicos que sufren martirio por Dios. Est tambin un ejrcito en armas que se reclama vengador de la sangre de los mrtires. Y de l dice el Papa expresamente:

    "Sobre toda consideracin poltica y mundana Nuestra bendicin se dirige de manera especial a cuantos han asumido la difcil y pe-ligrosa tarea de defender y restaurar los derechos y el honor de Dios y de la Religin."

    Po XI comienza a sentir las consecuencias de la condena de la Accin Francesa. La revista "Esprit" en su nmero del 1 de enero de 1937 las palabras antes citadas del Papa son de septiembre de 1936 ataca a "los mercenarios de Franco" y expresa su total sim-pata por el bando de los fusilamientos de sacerdotes:

    "Nosotros, que tenemos hambre y sed de justicia y que pasamos la vida denunciando los abusos del capitalismo, expresamos toda nues-tra simpata a los que defienden, no odiosos privilegios, ni lujos su-perfluos sino simplemente la posibilidad de una vida dignamente humana."

    Cabe ms divergencia con el pensamiento y con las palabras del Papa? Lo que para ste es un verdadero martirio para Mounier no pasa de algunos "actos reprensibles en esos momentos de revolucin". Y que naturalmente no son capaces de desviar su profunda simpata hacia quienes los cometen.

    La guerra espaola no fue ms que el contraste que seal defi-nitivamente el escndalo. Porque el espritu vena desde ms lejos. Ya el 25 de abril de 1931, el demcrata cristiano Gay, que despues fundara "L'Aube", se haba congratulado del advenimiento de la Repblica recomendando a los catlicos su apoyo al nuevo rgimen.

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    Y el 13 de mayo del mismo ao se encontraban en "La Croix" estos significativos titulares: "El populacho de Madrid ha incendiado diez conventos. GUARDEMONOS SIN EMBARGO DE LOS JUICIOS PRECIPITADOS".

    En "L'Aube" aparecern en 1933 artculos abiertamente favorables al sistema sovitico, firmados por Maurice Laudrin, colaborador asi-duo de "Populaire" y director de la revista comunistoide "Terre Nouvelle".

    El 22 de mayo de 1939, "L'sservatore Romano" se ver obligado a publicar la siguiente advertencia: "No podemos ocultar nuestra sorpresa al ver, en un diario inspirado por principios catlicos, a un colaborador de peridicos socialistas expresar, sin ninguna reserva, sus simpatas por la Repblica Sovitica como elemento de "civili-zacin mundial", en un momento en que ese rgimen emprende la guerra ms clara y tenaz contra cualquier idea religiosa o moral y en el que la Santa Sede, firme y dolorosamente, denuncia al mundo civilizado los abusos del bolchevismo".

    Roto el dique de la Accin Francesa las aguas se desatan. El 8 de enero de 1937 la revista "Sept", de los dominicos, se pone al lado de "Esprit" en sus ataques a la Espaa Nacional. Como seala Gus-tavo Corao, en 1930 fue el mismo Po XI el que indic al P. Ber-nadot la conveniencia de fundar un semanario que fuese para el lec-tor comn lo que "Vie Intellectuelle" era para los espritus ms cul-tivados. Y aade el escritor brasileo: "Todo parece indicar que "Sept" habra nacido en la mente del Papa, para llenar la laguna formada por la prohibicin de la Accin Francesa". En 1937 mora la revista tambin por indicaciones vaticanas. Sus ataques a la Espaa nacional haban colmado la paciencia del Papa que ya haba publicado su magna Encclica "Divini Redemptoris" contra el comunismo. Como seal acertadamente la "Revue Catholique des Ides et des Faits", del 24 de septiembre de 1937, "Sept muri de gripe espaola".

    Pero volvamos a Maritain. A las claras palabras de Po XI en sep-tiembre de 1936 sucedi la "Divini Redemptoris" en 1937. Poco despus de su publicacin Maritain firmaba, con Franois Mauriac y Georges Bidault, entre otros, un manifiesto a favor de los vascos que combatan contra el ejrcito nacional. Y el 1 de julio, fecha en la que

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    los obispos espaoles hacan pblica su famosa carta colectiva, es-criba Maritain en "La Nouvelle Rvue Franaise" : "Aquellos que matan a los pobres, al pueblo de Cristo, en nombre de la Religin, son tan culpables como los que matan a los curas por odio a la Religin". O lo que es lo mismo: El ejrcito nacional, que mataba a los soldados del ejrcito republicano pobres, pueblo de Cristo para Maritain es tan culpable como algunos asesinos que, accidentalmen-te, se encuentran en el bando republicano y que por odio a la reli-gin matan a los sacerdotes. Los campesinos navarros y castellanos, que abandonaron sus mseras aldeas para enrolarse como voluntarios en el ejrcito nacional eran, sin duda, capitalistas a los ojos del ilus-tre filsofo.

    No son estas las nicas actuaciones de Maritain. Suprimida "Sept" por Roma, colabora decididamente en la fundacin de "Temps Pr-sent" sucesora de "Sept" no slo en la ideologa sino incluso en los re-dactores. Joseph Folliet, ex-secretario de redaccin de "Sept" es el nue-vo secretario de redaccin de "Temps Prsent". Y los principales co-laboradores son Franois Mauriac, Louis Gillet, Jacques Maritain, Da-niel Rops y Jacques Madaule. Solamente se nota un cambio tctico para impedir una nueva clausura por Roma. Los dominicos ya no tienen la direccin de la revista. Est ahora en manos de laicos.

    Ante todos estos hechos resulta increble que Maritain haya aban-donado la Accin Francesa por obediencia al Papa. O se demuestra meridianamente que la mejor escuela de obediencia era para Mari-tain la Accin Francesa. Una vez abandonada, la voz del Papa ya no le dice nada.

    Como seala Gustavo Corao, a juzgar por las revistas catlicas francesas en 1937 la voz del Papa, que acababa de publicar su En-cclica contra el comunismo, no lleg a Pars. Pero s haba llegado. Fue oda por un sordo, encarcelado por el Gobierno, castigado por el Papa, sealado como pagano, ateo y peligroso para los intereses de la Iglesia y de la Patria. Fue oida por Charles Maurras, Y Harvard de la Montagne cuenta en su libro "Chemins de Rome et de France" una ancdota reveladora que recoge Albert Marty.

    El cardenal Lauri, Penitenciario entonces, lea los artculos de la prensa francesa que su secretario monseor Hrisse le pasaba. Ante

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    los de los peridicos liberales y demcratas murmuraba el cardenal "Detestables".Y entonces le pasaba el secretario artculos de Harvard de la Montagne y de Maurras: "este si que es excelente", comentaba el cardenal.

    "i Ay Eminencia! deca Monseor Hriss, lo malo es que los buenos son de un peridico condenado, y los que juzgis detesta-bles son de autores que se jactan de tener la confianza de la Santa Sede."

    El cardenal Lauri lleg a confesar a Harvard de la Montagne: "Estoy resuelto, si el affaire (de la Accin Francesa) no se arre-

    gla, a pedir al futuro Papa (acababa de morir Po XI), que me des-cargue de la Penitenciara. No puedo, en conciencia, asumir la res-ponsabilidad de las sanciones". Al poco tiempo Po XII levantaba la condena, pero el dao era ya irreparable.

    No vamos a seguir la trayectoria de Maritain. Quien quiera pro-fundizar en el tema puede consultar el magnfico libro de Leopoldo Eulogio Palacios, "El mito de la nueva cristiandad" (Rialp, Madrid, 1953, 3.a edicin); los de Julio Meinvielle, "De Lamennais a Mari-tain" y "Crtica de la concepcin de Maritain sobre la persona humana" (Edicin Nuestro Tiempo, Buenos Aires, 1945 y 1948); el del jesuta Antonio Fernndes, "Jacques Maritain, As sombras de sua obra" (Pernambuco 1941) y los artculos del tambin jesuita P. Messineo en la "Civilt Catlica", de los das 3 de marzo, 5 de mayo, 2 de junio y 7 de julio de 1956.

    Tambin hay que destacar el nmero de VERBO (78-79, de octubre y noviembre de 1969), publicado con motivo de la aparicin de "Le paysan de la Garonne", y que incluye los siguientes artculos: "En torno a la significacin de Jacques Maritain", de Eugenio Vegas; "El testimonio de un hijo del siglo sobre graves problemas de nues-tro tiempo", de Bernardo Monseg CP; "Jacques Maritain y el neo-modernismo", de Louis Jugnet; "Maritain, Mounier y la continua-cin", de Louis Salieron; "Maritain y Teilhard de Chardin", de Ra-fael Gambra.

    Es asimismo destacable el nmero que la gran revista "Itineraires" (abril de 1967, nm. 112), dedic a "Le paysan de la Garonne" con los siguientes artculos: "Le paysan et le ruminant", de Jean Madiran;

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    "Qu'en pense Maritain?" y "Maritain et Maritain, anexe sur gauche et droite chez Maritain", de Louis Salieron; "Propos meles de sou-venirs sur la personne et l'oeuvre de M. Jacques Maritain", del Ab-b V. A. Berto; "La Garonne et le Danube", de Henri Rambaud y "Le Testament de Maritain", de R. Th. Calmel O. P.

    , Aunque una somera bibliografa de Maritain llevara muchas p-ginas y tocara adems temas por completo ajenos a los de este tra-bajo si quiero sealar el libro de Gustavo Cor gao, "O seculo do nada", al que tantas veces me he referido, y algunos artculos de inters y de fcil localizacin como "Origen y fundamento del poder", de Eu-genio Vegas (VERBO, mayo-junio-julio 1970, nm. 85-86); "Madurez de un laico. El ltimo Maritain", de Edmundo Garca Caffarena ("Uni versitas", octubre 1967, nm. 2), aunque con Eugenio Vegas creo que no cabe hablar, como ya he dicho, de un ltimo Maritain ideolgico, y s solo cronolgico, cuando nos referimos a "Le paysan de la Ga-ronne"; las palabras de Pablo VI con motivo de la muerte de Ma-ritain, recogidas en Ecclesia (19-5-73, nm. 1.642); "Des bavures dans l'Eglise de France", de Andr Giovanni ("Le monde et la Vie", diciembre 1966); "Une certaine peine, del P. Congar" ("Le Monde", 28-12-1966), en el que lamenta, en cierto modo, la aparicin de "Le paysan de la Garonne"; "El campesino del Garona" de Jos Artigas ("Arriba", 21-1-67); "Qu difcil es", de Adolfo Muoz Alonso ("Arri-ba", 26-3-1967); "El ltimo Maritain", de Alfredo Roncuzzi ("Roca viva", enero 1968, nm. 1); "El campesino del Garona repudiado por progresistas y tradicinalistas", de Julio Meinvielle ("Roca viva", agosto-septiembre, octubre y noviembre de 1968, nms. 8-9, 10 y 11); "El rostro de Dios", por B. Monseg ("ABC", 20-2-67) y "Maritain heterodoxo?", de Luis Mara Ansn ("ABC").

    Requiere mencin especial el extraordinario artculo de Leopol-do Eulogio Palacios publicado en ABC el 26 de mayo de este ao. En l, el ilustre filsofo, profundo conocedor de Maritain, confiesa: "Y hoy me invade el estupor cuando veo que unas tesis fragilsimas sobre las relaciones del Estado y la Iglesia o de la' poltica y la re-ligin, sacadas de libros como Humanismo Integral, Los Derechos del Hombre y Cristianismo y Democracia, tesis que ya andaban mal-trechas por mis papeles con mucha anterioridad al Concilio, son

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    ahora poco menos que atribuidas al Espritu Santo y presentadas por proceres insignes como verdades cadas del cielo.

    "Entindaseme bien: la doctrina maritainiana es fragilsima desde el punto de vista catlico, no desde el punto de vista liberal. Y am-bos puntos de vista llevan a posiciones que no se pueden casar: slo se pueden liar entre s por un compromiso inestable, y ese compro-miso es el lo postconciliar".

    Las consecuencias estn claras para Leopoldo Eulogio Palacios: "Ms de 20.000 sacerdotes han abandonado su ministerio. Otros van disfrazados de seglares. La tradicional misa latina ha sido babelizada y sometida despus a podas e injertos de estilo protestante. Se cie-rran, faltos de alumnos, los seminarios. Yace descaecida la flor del ascetismo cristiano, decrece el sentido escatolgico de la vida, y mu-chas veces parece que la Iglesia no tiene ya ms misin que la de ponerse a arreglar este mundo".

    Es muy cierto que las ms endebles teoras de Maritain son hoy norte y faro de algunas jerarquas religiosas. Pero cuando el norte no es fijo y el faro carece de luz, el naufragio es seguro. Y eso es lo que est pasando, aunque J. I., iniciales de un conocido sacerdote, espaol, pretenda desde un artculo que no merece ser citado, salvar lo insalvable. Las mismas iniciales y el mismo peridico haban co-rrido ya al quite de Diez Alegra en un artculo altamente elogioso para con el jesuita exclaustrado. Y poco despus era Hans Kng el favorecido con los fervores del clrigo periodista. Todo ello es con-secuencia del desorden mental que Maritain introduce en la Iglesia y que no se sanar hasta que sus doctrinas sean definitivamente re-chazadas.

    I V . DE MARITAIN A MOUNIER.

    Louis Salieron nos dice: "A los ochenta y cuatro aos, Maritain realiza esa paradoja de la yuxtaposicin de una fe inquebrantable y de una filosofa poltica en la que el comunismo que l repudia, halla todos los justificantes". La fe de Maritain no le hizo caer en el mar-xismo. No ocurri otro tanto con Mounier: "Mounier, prosigue Sa-

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  • MAURRAS, MARJTAIN, MOUNIER ...

    lleron, en este aspecto (el de sus inclinaciones hacia el comunismo), hace pensar un poco en Sartre, el cual queda siempre fuera del "par-tido", toma en tal o cual circunstancia sus grandes distancias de l, pero insiste en dejar bien claro que en lest la salvacin y la verdad, porque en l est la Historia en marcha". Y concluye el escritor fran-cs: "Es verdad que an ejerce una influencia sobre algunos am-bientes? Me lo dicen. Me cuesta creerlo, porque qu puede l dar-les? Hizo figura de innovador entre las dos guerras porque estableci una comunicacin entre el marxismo y algunos crculos importantes de la "intelligentsia" catlica. Pero hoy da en que el marxismo est por todas partes, Mounier debe parecerles a los jvenes una "vieille lune". Sus audacias haran sonrer. Ya estn muy "superadas". Y as es. La bibliografa sobre Mounier, abundantsima, es de una monoto-na inaguantable. Ledo uno cualquiera de los libros de sus hagi-grafos se han ledo todos. Y sus posturas, explosivas en aquel enton-ces, tienen que parecer hoy a los sedicentes catlicos marxistas incluso conservadoras. Pero a los trece aos de la "Divini Redemptoris", en pleno Pontificado de Po XII, su afirmacin de que "nosotros con-tinuamos en actitud de alerta para que no se rompa esa unin (con los comunistas) ya que el comunismo sigue controlando una buena parte del proletariado", hecha en vsperas de su muerte, mostraba una vez ms, y demasiado escandalosamente, el error de la condena de la Accin Francesa.

    Pero si la literatura favorable a Mounier es muy abundante, y en general de escaso valor (cfr., por ejemplo, el libro de Roberto Coll Vinent, "Mounier y el desorden establecido"), s merece ser citado el libro de Manuel. Zurdo Piorno CMF, "De Mounier a la teologa de la violencia" (Madrid, 1969) que analiza lcidamente los graves fallos del pensamiento del fundador del personalismo. Tambin merecen ser ledas las pginas que Juan Vallet dedica a Mounier en su excelente trabajo "Cristianismo marxista?" (VERBO, agosto-sep-tiembre-octubre 1972, nm. 107-108, recogido en "Datos y notas acerca del cambio de estructuras", Madrid, Speiro, 1972), as como el artculo de Zurdo en Ecclesia (30-8-69) titulado: "La verdad sobre Manuel Mounier", aunque si se lee su libro ya citado el artculo pier-de inters.

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  • FRANCISCO JOSE PDEZ. DE LA CIGOA

    En 1950 fallecan Marc Sangnier, Len Blum y Emmanuel Mou-nier. Este ltimo en vsperas de cumplir los cuarenta y cinco aos. Gustavo Corao nos dice: "El P. Danielou, que pocas veces en la vida dej pasar una buena ocasin para callarse, escribe (en "Etudes", mayo 1950): "en pocas ocasiones la muerte pareci tan desconcer-tante a los ojos de los hombres, porque Mounier parece dejarnos en el momento en que una generacin necesitaba ms de l". El P. Rou-qutte, en "Temoignege Chrtien" (marzo 1950) fue menos oscuro y solt a los cuatro vientos su elogio fnebre de Mounier: "Ese pro-feta de la contestacin' cristiana, ese lcido marxista que no se dej ligar a los dogmas polticos...". 1950, el ao de la "Humani Ge-neris". El catolicismo francs haba tocado los lmites mismos de la fronda.

    Hasta entonces hay que sealar el movimiento "Jeunesse de l'Eglise", nacido en 1936 que guiado por el P. Montuclard va identi-ficndose cada vez ms con el marxismo. En 1953 es llevada al Indice la obra de Montuclard, "Les Evnements et la Foi" y poco despus el P. Montuclard abandona los hbitos. Montuclard era dominico, el P. Chaillet, jesuita, funda en 1941 "Tmoignage Chrtien". Poco despus dira en ese semanario Andr Mandouze: "Les Comunistes? Je suis avec eux". El P. Godin, muerto a los 37 aos en trgicas circunstancias, lanza su famoso "La France, pays de mission"? En esa lnea se inscribira la carta pastoral que el Cardenal Suhard pu-blicara poco tiempo despus, "Essor ou declin de l'Eglise". En ella tienen Cabida todos los tpicos del progresismo catlico, naturalmen-te, tratndose de un cardenal, dentro de la ortodoxia. Ya en 1947 se hablaba de la crisis de crecimiento. Palabra que a partir de entonces llenar la boca de tantos obispos y cardenales que crean que pro-nunciaban una palabra mgica que abrira las puertas del futuro cuando cualquiera vea que no era ms que una inmensa estupidez.

    Y vino despus "Economa y Humanismo", de los tambin do-minicos Lebret y Desroches, este ltimo pronto secularizado y con-vertido en comunista. Y la gran tragedia de los sacerdotes obreros que cuando Roma, con poderosas razones, decidi suspender la ex-periencia, dieron al mundo el escndalo de renegar de su sacerdocio. Estamos ya en 1953. La fuerza del catolicismo francs, para el bien

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  • MAURRAS, MARJTAIN, M0UN1ER

    o para el mal, parece agotada. En el concilio an jug un papel importante, pero al lado de los Chenu, Congar, Lienart, etc.,. estaban ya los Schilleebecks, Alfrink, Rahner, Kng... La teologa de la muerte de Dios es de origen anglosajn y la ms moderna de la libe-racin es producto iberoamericano, con races francesas, sin duda, pero trasplantadas ya a otro ambiente y a otra cultura. El catolicismo francs parece exhausto y las experiencias de, por ejemplo, un Besret apenas permiten la comparacin con las de un Franzoni. Pero la se-milla prendi en otros terrenos y. la crisis de la Iglesia va en aumento. Y a lo lejos sigue estando, no dmo causa primera, pues el mal est en el hombre desde el pecado original, pero s con toda la fuerza que realmente tuvo, la gran equivocacin de la condena de la Accin Francesa. No cabe hacer conjeturas con hechos que pudieron ser de otra manera, pero que no fueron. Pero s se puede sospechar, y con mucho fundamento, que de haberse mantenido el mejor catolicismo francs vinculado a Maurras y a su movimiento muchas lamentables desviaciones no se habran producido.

    El libro de Corgao relata estos largos y cargados aos, que en estas lneas hemos trazado a vuelapluma, con mucha ms detencin. Algunos captulos los encontrar el lector cortos. Es inevitable. Cada uno de ellos poda dar origen a un extenso libro. Pero de su lectura se obtendr una perspectiva imprescindible para entender muchas de las cosas que hoy estn pasando.

    Gustavo Corgao nos da una inteligente interpretacin del pro-gresismo cuando dice: "Como los aviones a reaccin el 'progresista' slo se mueve 'hacia adelante', esto es, en la direccin a la que l da toda clase de eufemstcas denominaciones, a costa de l retropropul-sin de su propia sustancia. No me cuesta demasiado trabajo imaginar la "Nueva Iglesia" de los progresistas en una vistosa y adornada aero-nave que se dirige hacia el soado Nuevo Mundo con una propul-sin que procede de la enrgica expulsin de su carga. Expulsa el latn y gracias a ello avanza unos kilmetros; expulsa violentamente el gregoriano, y avanza otros tantos kilmetros; expulsa las imgenes, las sotanas, la tonsura, los signos de lo sagrado: nuevo avance; en una expulsin cada vez ms rpida se deslastra del misal, del bre-viario, del celibato sacerdotal; acelerando el motor de retropropulsin

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  • FRANCISCO JOSE PDEZ. DE LA CIGOA

    expulsa los dogmas, los mandamientos y las bienaventuranzas. Y as, cruzando la estratosfera como un blido incandescente la aeronave llegar un da a Marte o a Venus, donde sus habitantes, estupefactos, vern que la enorme aeronave no trae nada ni a nadie, llega vaca, trae el vaco absoluto y absolutamente ecumnico".

    As es lo que est ocurriendo. Y una de las primeras cosas arro-jadas por la borda fue de manos de Paulino, Cardenal Andrieu, Arz-obispo de Burdeos, en 1926. Ni el anciano cardenal ni el Romano Pontfice previeron las consecuencias. Y el segundo, hbilmente con-vencido, crey sin duda que el bien de la Iglesia exiga la dolorosa medida. Hoy, tantos aos despus, vemos claramente que fue una equivocacin.

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