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    1. INTRODUCCIN

    Es posible que, para un lector no especializado, la ciudad de M-xico-Tenochtitlan sea desconocida, o como mucho se la relacione conuna ciudad habitada por indios que no alcanzaron un gran desarro-llo cultural. Sin embargo, Tenochtitlan fue la capital de un gran im-perio que en el sigloXVIasombr a Occidente, pues, como la defineLen Portilla (en Daz del Castillo, 1984a: 7), Mxico-Tenochtitlan,era testimonio de vieja herencia cultural: palacios, templos, merca-dos, esculturas de dioses, pinturas murales, inscripciones jeroglficas,ritos de sangre, sacerdotes, sabios guerreros, gente del pueblo y ungran seor, Moctezuma, siempre acatado y temido.

    Su identificacin como capital de un poderoso imperio permiterelacionarla con una superestructura donde poltica, administraciny economa alcanzaron cotas de enorme complejidad, cuyo anlisisrequiere conocer el origen de los mexica y su evolucin, pasando demeros vasallos a ser los seores universales de esa vasta regin de-nominada Mesoamrica.

    El origen de todos los pueblos mesoamericanos est envuelto enhermosas leyendas, que tienen como denominador comn una lar-ga peregrinacin hasta establecerse en un lugar designado por sudios tutelar. Los mexica no son una excepcin y, como pueblo elegi-do, estuvieron vagando durante dos siglos, desde elXI, en el que sa-len de la mtica ciudad de Aztlan, hasta elXIII, en el que irrumpen

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    El sistema de control en el imperioazteca

    M.a Isabel Bueno BravoDoctora en Antropologa AmericanaLicenciada en Historia del Arte

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    en el Valle de Mxico. Fueron los ltimos, de una serie de gruposque venan del norte, en llegar a la cuenca de Mxico, y cuando lohicieron, la regin estaba formada por ciudades-estado que se dispu-taban la dominacin poltica por medio de las armas y que estabanunidas, en ocasiones, por lazos econmicos y de parentesco, median-te alianzas matrimoniales entre los principales linajes. Los mexica es-tuvieron asentados en varios emplazamientos, hasta que encontra-ron el lugar definitivo designado por su dios Huitzilopochtli, cuyaseal era encontrar una serpiente devorando un corazn sobre uncactus. Imagen que ha llegado hasta nuestros das en el escudo ac-tual mexicano.

    Desde 1376, aproximadamente, hasta 1428 Mxico-Tenochtitlanestuvo subordinada a Azcapotzalco, entonces la potencia ms fuertedel valle de Mxico. Durante ese tiempo fueron extendiendo rela-ciones y hacindose fuertes polticamente, destacando en el arte dela guerra y de la intriga, hasta que finalmente decidieron probarsuerte y en una sangrienta guerra, que enfrent a todo el valle, ob-tuvieron una rotunda victoria que les coloc como lderes polticos.

    Tras la derrota de Azcapotzalco, los vencedores se reunieron paraformar una estructura de mutuo apoyo, que se conoce como Triple Alianza, y dar las directrices de la organizacin del nuevo orden queiba a regir a partir de ese momento. El territorio qued dividido

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    Recinto sagrado, Tenochtitlan.

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    en tres secciones, cuyos huei-tlatocayotl1 fueron Tenochti-tlan, Texcoco y Tlacopan. Elanlisis de este reparto puedeparecer problemtico, pues sehizo basndose en un intrinca-do sistema, en el que cada ciu-dad tena un nmero de pose-siones propias, pero dentro deellas los otros dos socios tam- bin disponan de seorosque afectaban al reparto de

    tributos (Carrasco, 1996: 52). En la actual organizacin poltico-ad-ministrativa se puede diferenciar el pago de tributos al gobierno cen-tral, al ayuntamiento, etc., circunstancia que asumimos como trmi-tes administrativos normales.

    Respecto al anlisis de este reparto, en general, se sigue a Alonsode Zorita (1992, [Cap. IX]: 54), que expone cmo su distribucin va-riaba en funcin de que el pueblo perteneciera directamente al Huei-tlatocayotl, percibiendo en este caso el tributo completo; o que con lasfuerzas de la Alianza se consiguieran nuevos tributarios, caso en elque unas veces su tributo era dividido a partes iguales, mientras queen otras ocasiones Tenochtitlan y Texcoco reciban dos partes, y Tla-copan, una (Ixtlilxochitl 1985 [Cap. XXXVIII]: 143).

    Sea como fuere, los tres miembros participarn en la gestin delterritorio conquistado, inicindose una nueva era poltica.

    2. ADMINISTRACIN DEL NUEVO ORDEN

    Aunque las tres ciudades vencedoras se repartieron el territo-rio conquistado, el imperio se organiz unitariamente al seguirunas directrices comunes en poltica interna, externa, econmicay militar.

    Cada ciudad, con su dinasta dominante, controlaba una serie deprovincias que podemos encuadrar en dos categoras: las que esta- ban en la zona inmediata de influencia o zona despensa, y las quecon la expansin quedaban cada vez ms lejos de la influencia im-perial o zona suntuaria, como a continuacin se expone.

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    Fundacin de Tenochtitlan.Cdice Durn.

    1 Dominio de un hueitlatoani o seor universal.

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    2.1. Zona cercana: despensa

    En lostlatocayotl 2 principales de la zona despensa se desarrolla-

    ba una burocracia idntica a la del Hueitlatocayotl, para manejar efi-cientemente los recursos de primera necesidad con los que se abas-teca. Adems de proporcionar dichos recursos, los habitantes deesta zona asuman una serie de obligaciones tributarias que consis-tan en la construccin y mantenimiento de los edificios pblicos,contribucin con sus hombres para engrosar las filas del ejrcito im-perial y otros servicios de ndole domstica.

    Estas obligaciones podan ser con una de las ciudades miembro,si haba sido conquistada a nivel individual, o bien con la Triple Alianza, si la conquista se haba realizado conjuntamente; y se basa- ban en el cumplimiento de un calendario supervisado por funciona-rios especializados (Berdan, 1996: 111; Hicks, 1984: 242) denomi-nados calpixques, circunstancia por la que las ciudades en las queresidan reciban el nombre decalpixcazgos, desde los reinados deMoctezuma I y Nezahualcoyotl (Carrasco, 1996: 322).

    Las actividades de estos funcionarios no se limitaban slo a la re-caudacin tributaria, sino que, aparte de velar por el buen funcio-namiento econmico del territorio, al asegurar la recepcin de lostributos que estaban especificados para el abastecimiento de la ciu-dad principal y de que llegaran a su destino, como representantesimperiales tenan otras funciones ms cercanas al protocolo, al reci- bir y acomodar a altos dignatarios que acudan a la ciudad, pues eracostumbre que los principales de la Triple Alianza tuvieran residen-cias en las otras ciudades (Carrasco, 1996: 145; Corts, 1963 [2 car-ta de relacin]: 75; Zorita, 1992 [Cap. IX]:118).

    Dentro del cuerpo de loscalpixqueshaba distintas escalas. El m-ximo responsable de la recaudacin era el hueicalpixque. Este altofuncionario era de origen noble (Zorita, 1992 [Cap. V]: 146), nom- brado por eltlatoani3, aunque, segn descendamos en la importan-cia del centro generador de tributos, disminuir la posicin social delfuncionario. En opinin de Mary Hodge (1996: 23), este puesto seotorgaba a los militares en reconocimiento a sus destacadas actua-ciones en la guerra.

    Como hemos comentado, de acuerdo a un calendario predeter-minado, el imperio estableca qu, cundo y cunto deba tributar

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    2 Dominio de untlatoani.3 Gobernante.

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    cada regin. La cuanta deltributo dependa mucho de laactitud que haban manteni-do durante la conquista, amayor resistencia mayor tri- buto (Ixtlilxochitl, 1985 [Cap.LXV]: 197; Tezozomoc, 1997[Cap. 36]: 170; Zorita, 1992[Cap. IX]: 95 [Cap. I]: 142). Ytambin las caractersticas deste guardaban relacin conla distancia: el tributo tendraun menor volumen y peso,dependiendo de su situacingeogrfica respecto del lugarreceptor del tributo, evitn-dose en todo caso que fueraperecedero.

    La introduccin de estasvariables hacen que FrancesBerdan y Michael Smith(1996: 209) afirmen quewas

    probably an innovation of the Az-tecs relative to their immediate predecessors. Sin embargo, esta afirmacines discutible, pues lo que s parece novedoso es la dimensin que co- braba el imperio, pero al no disponer de Cdice Mendozao Matrcu-la de Tributos para Azcapotzalco que nos informen de cmo organi-zaban su hacienda, no se puede asumir sin reservas la deduccin deFrances Berdan y Michael Smith.

    Del mismo modo que la organizacin poltica presentaba dos zo-nas: la despensa y la suntuaria, la tributaria distingua entre los

    tributos procedentes de ambas zonas, de tal forma que a la organi-zacin administrativa se le superpona una organizacin tributaria(Berdan, 1996: 110; Bueno, 2003: 194; Carrasco, 1996: 307; Hod-ge, 1996: 35; Smith, 1996: 210; Umberger, 1996b: 159).

    El sistema de recaudacin era piramidal, de tal suerte que los su- jetos de la zona despensa tributaban a su cabecera y sta a la capi-tal provincial, donde elcalpixque recoga lo tributado de manos deltlatoani local para llevarlo a la metrpoli.

    A nivel imperial, Tenochtitlan reciba tributo de sus capitales deprovincia, recaudado por loscalpixque imperiales, aunque partede ese tributo volva a las mismas para financiar las guarniciones, los

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    Tributos de Xilotepec. Matrcula de tributos.

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    silos imperiales o cualquier otro gasto de este tipo que corra porparte de la capital imperial.

    Fernando de Alva Ixtlilxochitl (1985 [Cap. XXXIX]: 146-147) se-ala que, aunque Texcoco y Tlacopan disponan de uncalpixqueensus tlatocayotl, tambin tenan otro residiendo en Tenochtitlan paracontrolar los tributos procedentes de las provincias imperiales. Deeste comentario parece desprenderse que los recaudadores o ma-yordomos eran naturales de las provincias vencedoras, aunque elgobierno local permaneciera intacto.

    Los tributos que obtena la zona nuclear eran ntegramente pa-ra la capital principal. Por otro lado, estaba el rea perifrica, quecomprenda los lugares conquistados por la Triple Alianza, cuyostributos se llevaban a Tenochtitlan y all se repartan entre los tresmiembros.

    No obstante, el hecho deque el tributo se llevara n-tegramente a Tenochtitlanno lo comparten todos losestudiosos. Pedro Armillas(1987: 105-106) defiende laopinin de que no todos lostributos registrados en loscdices se llevaban a Te-nochtitlan. Sin embargo, JosLuis de Rojas (1991) man-tiene que se era el destinode todos los tributos repre-sentados, pero que apartede stos haba ms, por ejem-plo, los tributos diarios, queno estaban reflejados en loscdices. En este mismo sen-tido, Frances Berdan (1996:111) afirma que en elCdice

    Mendoza estn reflejadas lasobligaciones tributarias y nolas polticas.

    2.2. Zona lejana: suntuaria

    Una vez consolidada la zona despensa, que aseguraba que losrecursos llegaran con regularidad al corazn del imperio, los mexica

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    Tributos de Tochtepec. Cdice Mendoza.

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    se lanzaban hacia reas lejanas en busca no slo de bienes exticosque les proporcionaran riqueza, sino que tambin actuaban comoguardianes, protegiendo el flujo de bienes vitales aportados por lasprovincias cercanas (Berdan, 1996: 116; Smith, 1996: 137, 141). Estosterritorios se organizaban siguiendo las pautas de la zona de influen-cia cercana (Carrasco, 1996: 307; Zorita, 1992 [Cap. IX]: 75, 76).

    En las provincias conquistadas se trataba de extraer su producti-vidad sin alterar el aparato burocrtico. Para ello se mantena, en lamedida de lo posible, el gobierno local, pues resultaba ms operati-vo para los objetivos del imperio. Aunque tambin aparecen excep-ciones que obedecen a situaciones peculiares.

    Las provincias exteriores se pueden dividir en las que tenan unasituacin geogrfica-estratgica y las que respondan al deseo de ob-tener productos suntuarios. Las primeras fueron la respuesta polti-co-estructural del imperio ante las regiones que tenan sin conquis-tar, ocupndose de hacer frente a las incursiones hostiles de losenemigos, mientras que las segundas contribuyeron al engrandeci-miento del imperio, especialmente al de la lite. En general, estaszonas eran conquistadas, aunque algunas veces se adheran volun-tariamente (Hassig, 1988: 112-113). Una vez incorporadas, se lesexiga un tributo que era diferente al de las provincias tributarias, yen el que adems se inclua el apoyo militar. ste no estaba regladoni sometido a un calendario, y en las fuentes disponibles aparececomo regalo en lugar de tributo.

    A las reas conquistadas se les peda lealtad y que permitieran ala economa mexica participar en forma de comercio, tributo y ser-vicios. Aparte de esta solicitud, si la respuesta a los requerimientosimperiales no se haba hecho esperar, podan mantener todo el apa-rato poltico-administrativo como antes de ser tributarios (Davies,1987: 133-158; Hassig, 1990: 103-110; Zorita, 1992 [Cap. IX]: 75).Este planteamiento era correcto para un rea que se restringiera alvalle en el que el ejrcito poda presentarse de inmediato. Pero con-forme el imperio creci, al permanecer cada pueblo con su estruc-tura intacta, se originaban revueltas en momentos de inestabilidadinterna, como era la muerte de untlatoani.

    Aunque se ha hecho una breve alusin al reparto de los tributosentre los miembros de la Triple Alianza, es difcil establecer si partede stos pasaban a engrosar las arcas particulares deltlatoani, o no, ysi realmente exista una separacin entre los fondos pblicos y el pa-trimonio privado del rey. Podemos aventurar que eltlatoani no reci- ba un salario fijo del Estado por desempear su puesto, pero s se

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    conoce que, a partir de las victorias obtenidas por Itzcoatl, lostlato- que reciban, como parte de las ganancias, tributos y tierras de lasprovincias sometidas (Hassig, 1994: 22; Hicks, 1994: 112).

    Esta fortuna personal se incrementaba con la expansin, ya queno slo reciban los tributos de los mexicanos y de los pueblos con-quistados, sino que a los mismos hay que aadir los productos de laexplotacin de sus tierras y de su venta en los mercados, as como unporcentaje de todo lo que entraba en el mercado de la ciudad (Cor-ts, 1963 [2 carta de relacin]: 76), sin olvidar los regalos persona-les que recibiera (Carrasco, 1996; 220; Davies, 1977: 149; Durn,1967, II [Cap. XXIV]: 203; Hassig, 1992: 136).

    El pago del tributo era una actuacin extendida en Mesoamrica, ylos aztecas siguieron con esta rentable tradicin (Berdan y Smith, 1996:211; Chimalpahin, 1965 [7 Relacin]: 173; Tezozomoc, 1997 [Cap. 6]:79). Sin embargo, no parece existir consenso sobre el papel que el tri- buto desempe en la economa y en la expansin imperial, si bien losestudiosos no dudan en admitir que alent la expansin e hizo quedespegaran las clases superiores de la sociedad (Berdan, 1975: 265).

    En principio, Tenochtitlan no pretenda un dominio territorialcon sus victorias, sino que su objetivo era que, una vez conquistado

    un gran centro poltico, los dominios de ste pasaran tambin a Te-nochtitlan y por ende sus tributarios, pudiendo de esta manera re-coger el tributo de toda una regin dominando un nico centro(Hassig, 1990: 114). Sin embargo, Frances Berdan (1996: 120-121)no est de acuerdo con Ross Hassig y s con la afirmacin de FranceScholes y Dave Warren (1965: 781), en la que se apunta que las pro-vincias no siempre se incorporaban al imperio como paquetes com-pletos al mismo tiempo o necesariamente bajo las mismas condicio-nes. Lo cierto es que el flujo constante de tributos a Tenochtitlanera vital para la buena salud del imperio. Por ello, sola mantener elequipo de dirigentes locales y su administracin, aunque existieronexcepciones a esta pauta general, como el caso de lostlatoquede Tax-co y Piastla, que fueron reemplazados por gobernadores mexica.

    La explicacin de estas decisiones excepcionales puede ofrecerlala situacin de estas ciudades en rutas estratgicas; otros centros,como Coatepec, quedaron bajo el gobierno mexica hasta que sus di-rigentes locales tuvieron edad suficiente para gobernar. Pero aun enestos casos en que se reemplazaron a lostlatoque locales, los mexicacontrajeron matrimonio con miembros de estos gobernantes, de talforma que los descendientes llevaban su sangre, facilitando la acep-tacin del rgimen de Tenochtitlan cuando tuvieran que gobernar.

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    Si bien el gobierno local segua ejerciendo su poltica sin interferen-cias, su actividad econmico-financiera s sufra modificaciones a tra-vs del tributo impuesto por la metrpoli.

    Por otra parte, adems de la evolucin y recaudacin de los tri- butos, es oportuno detenerse en el tema de su transporte, pues alcarecer de animales de carga, ste cobra una importancia especial. Jaime Litvak (1971: 99-112) hace un interesante anlisis de este par-ticular, estableciendo unos clculos generales de lo que se incremen-taba el coste del tributo con el transporte. Ross Hassig (1990: 137)apunta que el coste del transporte sera parte del tributo por cuentadel contribuyente y no de la Alianza.

    Las provincias que entraban a formar parte del imperio se regancon unas normas universales en lo referente a lostlamemes4. stos tra- bajaban de cabecera a cabecera, lo que facilitaba y abarataba el trans-porte, a lo que hay que agregar la seguridad derivada de trabajar enuna zona ya pacificada. Como veremos, estos aspectos eran vitalespara una de las actividades ms importantes de Mesoamrica: el co-mercio.

    Muchas de las medidas polticas-econmicas para gestionar el im-perio azteca tienen sus antecedentes en los grandes centros anterio-res, como Teotihuacan, Tula o Azcapotzalco. Mary Hodge (1996: 45)comparte esta opinin y, adems, apunta que la infraestructura tri- butaria s recibi un impulso innovador por parte de la nueva admi-nistracin, y que, si bien es cierto que el hecho mismo de exigir tri- butos no era desconocido, s parece que la creacin de un cuerpo defuncionarios especializados y seleccionados por la capital imperialpara atender a los temas fiscales, as como tener en cuenta las dife-rencias medioambientales para imprimir dinamismo al tributo y queel imperio no fuera un ente depredador sin ms, fueron conceptosnuevos introducidos por los gestores del imperio mexica. Sin embar-go, revisadas las mismas fuentes Corts, Sahagn, Durn, Tezozo-moc, Torquemada, Ixtlilxochitl, Chimalpahin, elCdice Mendozao la

    Matrcula de Tributos, no se han encontrado datos que lo confirmen.

    3. COMERCIO E INTERVENCIN ESTATAL

    El comercio era una de las instituciones ms cerradas de Mxico;sus miembros eran prcticamente una casta a la que slo se poda ac-ceder por vnculos familiares o como favor personal deltlatoani.

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    4 Porteadores.

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    Los mercaderes gozaban de un gran prestigio social y eran tanpoderosos que tenan un sistema de justicia propio, con leyes y jue-ces expresos, as como dioses y festividades especficas. Estaban or-ganizados en gremios y vivan encalpullis5 concretos. Entre los co-merciantes haba diferentes clases, y los ms prestigiosos eran los quese dedicaban al comercio de larga distancia, donde la intervencinestatal se haca patente, aunque no fuera de forma directa. En lapoca del segundo Moctezuma llegaron a alcanzar gran poder, quese vio recortado por las reformas econmicas que impuls.

    Parte de su importancia se deba a que, adems de las actividadescomerciales, desarrollaban otras funciones de tipo diplomtico yde espionaje para el Estado, hasta tal punto que la muerte de uno deellos constitua uncasus belli, quiz el ms frecuente que aparece enlas crnicas junto al ataque a una caravana comercial (Sahagn,1990, II [Lib. 9, Cap. 5]: 629; Tezozomoc, 1997 [Cap. 30]: 146[Cap. 39]: 178 [Cap. 77]: 322; Zorita, 1992 [Cap. IX]: 95).

    Existan mercados locales y mercados regionales, y aunque enambos haba variedad y abundancia de productos cada regin tenasu especializacin: Cholula en piedras preciosas, Texcoco en tejidos, Azcapotzalco en esclavos, Acolman en perros, etc.

    Su instalacin se efectuaba en la plaza del templo, aprovechandoque era un terreno acotado; e independientemente de la categoradel mercado haba un tribunal con jueces y alguaciles que velabanpara evitar disputas y fraudes.

    Hay en esta gran plaza una gran casa como de audiencia, dondeestn siempre sentadas diez o doce personas que son jueces y librantodos los casos y cosas que en el dicho mercado acaecen, y mandancastigar a los delincuentes. Hay en la dicha plaza otras personas queandan continuo entre la gente, mirando lo que se vende y las medi-das con que miden lo que venden; y se ha visto quebrar alguna que

    estaba falsa (Corts, 1963 [2 carta de Relacin]: 73).Estos funcionarios disponan de una sala, ubicada en las depen-

    dencias reales, denominabacalpixcalli o texancalli; en ella se imparta justicia y se despachaba con loscalpixquesque acudan, previa cita-cin, con sus libros de cuentas para rendirlas (Sahagn, 1990, II[Lib. 8, Cap. 14]: 587).

    El comercio de larga distancia estaba restringido a un tipo de co-merciantes concretos: los pochtecas.Se preparaban enormes expedi-

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    5 Barrios.

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    ciones en las que lostlamemestransportaban todas las mercancas quese iban a vender y luego traan las adquiridas en tierras lejanas. Es-tas caravanas comerciales eran un botn muy apetecible, y como elEstado inverta en ellas, incluso eltlatoani haca negocios por delega-cin, llevaban una fuerte proteccin militar.

    Al ser una actividad enormemente lucrativa es lgico pensar queel comercio estaba orientado desde el gobierno o por quienes no pu-diendo disfrutar de posiciones de relevancia dentro de l mantenanuna situacin de prestigio y de importantes beneficios a travs del co-mercio de alto nivel. En las fuentes que hacen referencia a los pochte-cas stos llevan la partculatzin en sus nombres, indicando su origennoble (Garduo, 1997: 71; Ixtlilxochitl, 1985 [Cap. II]: 53; Sahagn,1990, II [Lib. 9, Cap. 1]: 610-611; Zorita, 1992 [Cap. IV]: 136).

    Sobre la intervencin, o no, del imperio en la red de distribucinde los bienes y la relacin de los comerciantes con el gobierno cen-tral, las fuentes analizadas permiten afirmar que el Estado establecatoda la regulacin que competa a los mercados: la categora, su pe-riodicidad, el tipo de mercancas, los jueces propios para solucionarlos problemas que se suscitaran en relacin con la justicia, etc. Zori-ta (1992 [Cap. IX]: 117). Karl Polanyi (1971: 262), Pedro Carrasco(1978: 63) y Frances Berdan (1996: 132) definen el comercio comoun sistema econmico administrado en el sentido de que el comer-cio se desarrollaba dentro de unos canales que controlaba el gobier-

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    Mercado de Tlatelolco.

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    no administrativamente al fomentar la dinmica del mismo, exigien-do productos que se deban adquirir en mercados no locales comoforma de tributo, protegiendo las rutas tanto a nivel militar como fa-cilitando a los pochtecade la Alianza su trabajo al prohibir a otros quetuvieran acceso a lugares determinados, creando lucrativos mono-polios y cobrando impuestos por las transacciones.

    Si bien es cierto que el tributo minaba la salud econmica de laszonas conquistadas, a cambio las demandas imperiales estimulabanla produccin local y, con frecuencia, expandan las relaciones co-merciales para asegurar los bienes requeridos. Las nuevas comuni-dades incorporadas podan navegar por la red comercial imperialcon todas sus ventajas, as como acceder a nuevos productos, de otra

    manera inalcanzables, y poner los suyos en circulacin. As pues, para la administracin del imperio se emplearon varias

    estrategias polticas y econmicas para asegurar el despegue y la con-solidacin, destacando la flexibilidad de la administracin paraadaptarse a los distintos lugares, segn conviniera, y el desarrollo deuna red comercial con sus propios profesionales, pochtecas, supervi-sada directamente por Tenochtitlan. Era tal el inters por controlarel monopolio del comercio que no dud en lanzarse a una lucha fra-ticida para conseguirlo.

    3.1. La anexin del mercado de Tlatelolco

    Desde 1428, ao en que Tenochtitlan obtuvo la independencia de Azcapotzalco y se erigi como lder de la confederacin tripartita, losxitos se sucedieron y su ambicin la llevaron a extenderse ms allde los lmites del valle. Esa actitud fue un aval poderoso para man-tener la importancia poltica de Tenochtitlan en lo ms alto; pero, asu vez, estas victorias realimentaban la riqueza de todos los miem- bros, especialmente de aquellos que se dedicaban al comercio. Unode estos grupos comerciales eran los tlatelolca.

    Tlatelolco era la ciudad gemela de Tenochtitlan; sus habitantessalieron juntos de Aztlan. Segn los relatos de la peregrinacin, eranel mismo grupo y por diferentes motivos se separaron, aunque ter-minaron viviendo prcticamente juntos, pues sus ciudades estabanseparadas nicamente por un dique. Tlatelolco dedic su principalactividad econmica al comercio, convirtindose en una ciudad ricay poderosa que despertaba la envidia de sus hermanos tenochca. Laenemistad entre tlatelolca y tenochca era secular, y Tenochtitlan de-seaba controlar el poderoso mercado de Tlatelolco. En este contex-to hay que situar la guerra civil declarada en 1473.

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    Moquhuix era eltlatoani de Tlatelolco y debi pensar que tenaposibilidades de retar a su poderoso vecino. Mand embajadores adistintas ciudades para conocer si poda contar con su apoyo. Unade estas ciudades era Chalco, que siempre haba tenido importan-tes problemas con Tenochtitlan (Chimalpahin, 1965 [7 Relacin]:206; Tezozomoc, 1997 [Cap. 43]: 195). Los chalca tardaron algntiempo en decidirse; pero finalmente apresaron a los embajadorestlatelolca y se dirigieron hacia Tenochtitlan para entregarlos y po-ner al corriente a Axayacatl, soberano tenochca, de la traicin deMoquhuix.

    La corte tenochca prepar una fiesta a la que invitaron a Mo-quhuix y dems seores tlatelolca, en la que degustaron ricos man- jares, entre ellos a los infortunados embajadores que haban apresa-do los chalca (Chimalpahin, 1965: 207). A pesar de esta advertencia,Moquhuix no desisti de su empeo y ofendi nuevamente a los te-nochca al repudiar a su esposa, hermana de Axayacatl. Despechadala princesa, relat a su hermano la conjuracin que estaba preparan-do su esposo. sta fue la excusa perfecta para declarar la guerra. Sin

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    Peregrinacin Azteca. Cdice Azcatitlan.

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    embargo, Tenochtitlan estaba vida por controlar el comercio y susrutas, que hasta entonces haba monopolizado Tlatelolco.

    El resultado de la guerra tuvo unas consecuencias polticas inme-diatas, Tlatelolco perdi su independencia y qued sujeta a Tenoch-titlan (Chimalpahin, 1965 [7 Relacin]: 209; Sahagn, 1990, II[Lib. 9, Cap. 1]: 611). El botn fue importante, pues las ganancias quegeneraba el mercado eran inmensas (Durn, 1967, II [Cap. XXXIV]:264; Tezozomoc, 1997 [Cap. 48]: 213).

    Se negoci el monto del tributo en especie y trabajo y el calenda-rio de pago como cualquier otro sujeto (Tezozomoc, 1997 [Cap. 48]:213). Pero lo que realmente interesaba negociar era el funciona-miento del mercado para que siguiera generando beneficios comoantes de la guerra; y, como apuntan R. van Zantwijk (1962: 120) y Ana Garduo (1997: 161), si los altos mercaderes estuvieron impli-cados en ella, llegaran a acuerdos con stos para establecer condi-ciones recprocamente ventajosas para su gestin.

    Abis de acudir all y abis de estar a ser mensajeros y abis deser nros tratantes mercaderes lostiangues de Ge-xoinco, Tlaxcalan, Tliliuhquitepec y acatla, Cholula. Y all bamossobre el trato humano a bender nras cabeas, pechos, braos,piernas y tripas, y con esto benimos a las manos y armas y en ellos ha-llamos rriquezas, plumera rriqusima, oro, piedras preciosas (Tezo-zomoc, 1997 [Cap. 48]: 212).

    El xito de las campaas posteriores emprendidas por Tenochti-tlan quiz tuvieron tambin que ver con el pacto que hiciera con losmercaderes, pues se conoce que stos tenan entre sus funciones lade recopilar informacin de los lugares donde comerciaban, quemuchas veces eran de vital importancia para trazar la estrategia delas campaas militares.

    Tomavan el traxe y el lenguaje de la misma provincia, y con es-to tratavan entre ellos, y sin ser conocidos por mexicanos. [...] descu- brieron la provincia de Anoac y la passearon, que estava toda llenade riquezas. Y esto secretamente como espas que eran disimuladascomo mercaderes (Sahagn, 1990, II [Lib. 9, Cap. 5]: 626, 628).

    3.2. El afn centralizador de Moctezuma Xocoyotzin

    Esta guerra ilustra la importancia que el comercio tiene en la eco-noma mesoamericana y por qu el Estado estaba interesado en noperder su control. Por eso, llegados al reinado de Moctezuma II,

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    ste se ve obligado a realizar cambios en el sistema econmico pararestar poder a los influyentes mercaderes, pues parece que, debidoa la riqueza acumulada por los pochtecas,podan superar a la de losnobles de nacimiento.

    Motecuhzoma Xocoyotzin, temiendo una peligrosa inversin defuerzas, fren su ascenso, acusando a los ms ricos mercaderes de cr-menes ficticios, con lo que se incautaron sus tesoros en beneficio delos cuerpos militares (Lpez Austin, 1981: 89).

    Estos cambios afectaron al sistema tributario, organizando un re-parto de responsabilidad por niveles, liberando al sistema de la res-ponsabilidad total. Cada cabecera responda de lo que le tributabansus sujetos y Tenochtitlan slo tena que recibirlo de sus provincias.

    Se estableci un calendario de pagos en el que los cuentadantestenan que rendir sus cuentas en Tenochtitlan en fechas muy sea-ladas, generalmente coincidiendo con alguna festividad, en la que sepoda sacrificar a algn familiar de los que rendan cuentas. Estosiempre era til, pues impresionaba a los tributarios y serva de ba-rmetro para saber de qu grado de lealtad disfrutaba el imperio.

    El afn reformador afect tambin a los recaudadores del tribu-

    to. Eltlatoani no quera que fuera un noble, porque ste poda acu-mular poder econmico, reclamar alguna legitimacin y, por tanto,alzarse contra l. Tampoco poda ser un plebeyo, ya que tena querelacionarse con nobles y situarse en un nivel de superioridad. Lasolucin la encontr en los nobles meritocrticos, que tenan sufi-ciente dignidad para representar los temas del imperio, pero nun-ca podran ser nobles legtimos para reclamar ninguna sucesin(Hassig, 1988: 263). El aporte militar se estableci como un tributo,aunque no se denominara como tal; de esta forma, algunas provin-cias estaban obligadas a dar hombres para reforzar las filas del ejr-cito (Calnek, 1982: 56; Hassig, 1988: 227; Zorita, 1992 [Cap. IX]: 76y 95).

    La implicacin de las provincias estratgicas en la economa im-perial se reflejaba a travs del control de los mercados, como Hue-xotla, que actuaba como centro aglutinador de diversos productossal y algodn y, por lo tanto, mantena una activa vida comercial. A estos beneficios directos hay que agregar los indirectos, como elhecho de que los comerciantes pudieran utilizar rutas que ya habanpacificado los ejrcitos. Se habilitaron lugares donde alojar a las ca-ravanas y se utilizaban estos centros, que eran de gran importanciacomercial, como lanzaderas para la expansin.

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    4. LA MONEDA

    El anlisis del sistema tributario y de su importantsima red comer-cial requiere efectuar alguna mencin a la moneda. Entre los mesoa-mericanos existan varios tipos de monedas. Las ms utilizadas eranlos granos de cacao, las mantas, los caones con polvo de oro y ha-chuelas de cobre. Quiz las monedas que ms llamen nuestra atencinsean las mantas, por desconocidas, y el cacao, por todo lo contrario.

    Son muchos los autores coloniales que dejan testimonio del uso delas mantas como monedas, pues fueron testigos directos (Clavijero,1976: 236; Motolina, 1971: 374; Torquemada, 1969, II: 560; Zori-ta, 1909: 117). De entre todos ellos destaca Sahagn, pues ofrece el

    valioso dato de que haba mantas con diferente valor (Lib. VI,Cap. XXIII, 1975: 366; Cf. II: f. 113r; Lib. IX, Cap. X, Cf. II: f. 346r). La historia de los mexicanos por sus pinturas(1979: 89) habla de que elpago de las multas se haca especficamente con mantas, y las Relaciones

    geogrficas dejan claro, una y otra vez, su valor como tributo paraMoctezuma.

    Aqu las preguntas que parecen imponerse son el tamao del mo-nedero y la resistencia de la columna vertebral para transportarlo.La Relacin de Atlatlauca y Malinaltepeque (1984: 49), entre otras fuen-

    tes, viene a tranquilizarnos al describirnos que eran unas mantillas dealgodn del tamao de un pliego de papel, que corra entre ellos pormoneda6.

    Las fuentes tambin hacen innumerables referencias a la impor-tancia del cacao como moneda (Cervantes de Salazar, 1963: 55;1971, I: 117; Clavijero, 1976: 236, 527; Las Casas, 1966: 46; Motoli-na, 1971: 374; Torquemada, 1969, II: 560; Zorita, 1909: 116, 126).El mismo Corts (1963 [2 carta de relacin]: 63) recoge la informa-cin de primera mano para ofrecrsela al emperador Carlos

    Y dos mil pies de cacao, que es una fruta como almendras, queellos venden molida, y tinenla en tanto, que se trata por moneda entoda la tierra, y con ella se compran todas las cosas necesarias en losmercados y otras partes.

    No slo ofrecen datos nuestros conquistadores, sino que repu-tados viajeros ingleses del sigloXVI, como Juan de Chilton (1963: 39)

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    6 De las fuentes parece desprenderse que existan varios tipos de mantas y queno todas ellas tenan el mismo valor: las que eran moneda, la que se utilizaban parapagar tributo y las que eran para vestir. Para un estudio ms detallado de las mantascomo moneda, ver Rojas, 1998.

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    y Enrique Hawks (1963: 58), comentan en sus escritos el uso del ca-cao todava en tiempos de la Colonia.

    A pesar de tantos testimonios no todos daban crdito a que el di-nero creciera en los rboles. Uno de estos incrdulos fue el famosocatedrtico renacentista Pedro Mrtir de Anglera (1964, II: 470),que afirmaba que slo las personas de mezquino ingenio tendrnpor fantasa el que de un rbol se coja moneda.

    La verdad es que es sorprendente y, sabiendo, adems, que el ca-cao era muy estimado como bebida, poda sospecharse que efectiva-mente haba un equvoco entre el fruto y algo que se llamara pare-cido y fuera realmente la moneda. Sin embargo, Francisco Clavijeroparece desentraar el misterio al aclarar que haba varias especiesde cacao, no usaban como moneda eltlacacahuatl o cacao menudo,que usaban en sus bebidas, sino ms bien otras especies de inferiorcalidad y menos tiles para alimentarse, que circulaban incesante-mente como moneda y no tena casi otro uso que el de emplearse enel comercio (Clavijero, 1976: 527).

    Se ha esbozado una rpida sntesis de la fiscalizacin, de tributa-cin, de transacciones, de intereses particulares y del Estado y, porlo tanto, no podemos dejar de hacer referencia a algo que tambinaparece desde antiguo: el fraude.

    5. EL FRAUDE

    Es difcil rastrear el fraude en poca prehispnica, pues muchosde los libros y registros donde se llevaban las cuentas desaparecie-ron. Sin embargo, a principios de la Colonia los litigios abundabanentre los indgenas y los espaoles. Los primeros para reclamar loque era suyo, y los segundos pretendiendo que no se lo quitaran. As,

    aparecen todo tipo de triquiuelas y sobornos para que unas vecesla ley no se cumpliera, y otras, la verdad no saliera a la luz.

    Y caso que alguna cosa digan en perjuicio de mis partes los tes-tigos que pusieron a favor de la parte contraria fueron sobornados,dadivados y atraydos por las partes contrarias dndoles como les die-ron muchas mantas para que dixesen el contrario de la verdad (Re-yes, 1978: 55).

    II. A la segunda pregunta dixo que lo que sabe desta pregun-ta es que le paresce que puede haber sesenta das que siendo estetestigo alguazil en el dicho pueblo de Tepeaca vino a l Toms Toz-quiguatle alcalde del dicho pueblo y le dio a guardar veynte man-tas de yndios de las ricas y diez mantas de las de a dos brazas lista-

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    das y veynte pares de cutaras y le dixo: guarda esto porque el go- bernador que est en Mxico lo ynba a pedir para dar a los testi-gos que a de presentar en el pleyto que tratamos con Guatinchan(Reyes, 1978: 59).

    No siempre eran los encomenderos quienes incumplan, sinoque los propios indgenas buscaban la manera de sacar beneficio y,cuando reciban al Visitador, trataban de confundirle, haciendosu labor detectivesca. Pues si bien los naturales afirmaban que lasmantas que tributaban agora valen por tres de las que solan darpor ser muy grandes y anchas y tejidas esto sabe desta preguntan(Ramrez, 1553: 27-28), era difcil comprobar la exactitud del frau-de, pues no se poda tasar con fidelidad si el valor de las mantas en

    cuestin era el doble o el triple, o era menor. Lo que s parece, enopinin de Rojas (1998: 86), es que el procedimiento era bastantecomn.

    Otras veces los encomenderos y los indgenas unan sus fuerzaspara intentar evadir los impuestos que la Corona exiga.

    Est el engao que los encomenderos cuentan las tasas de oro enmantas porque los yndios las dan con menos pesadumbre y a los en-comenderos les es ms inters las mantas porque dellas ni pagandiezmos a Su Majestad ni al Obispo (Relacin de 1560, folio 31 ver-so, en Rojas, 1998: 89).

    El tema de los diezmos era un asunto espinoso, pues dependien-do la manera de adquirir los productos, stos llevaban el gravamen,o no, circunstancia que agudizaba el ingenio para evadirlo.

    Y era una cosa muy oscura pagar del algodn que dan en lasmantas los naturales por sus tributos por razn que son hechas de al-godn, hay manta que se ha dado y dar doscientas veces en el tri- buto comprndola e tornndola a dar, porque as como la dan, el en-comendatario la vende a veces a ellos propios e se la vuelven a dar enel tributo por donde parecera grande agravio el que se les haradiezmando tantas veces una cosa y lo mismo es en todas las otras degallinas y las dems cosas que dan as como el cacao e otras cosas queno se cogen en los pueblos que lo dan y en muchos pueblos dan man-tas y en ellos no se coge algodn alguno sino compran las dese mer-cado como digo (Lpez, 1547: en Rojas, 1998: 90).

    El mundo tributario de inicios de la Colonia era un laberintocomplicado, pues el sistema tributario prehispnico no fue modifi-cado totalmente, lo que origin que hubiera muchos intermediarios,tanto indgenas que trataban de mantener su situacin de privilegio,trabajando como funcionarios para los espaoles que no podan acu-

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    dir a recaudar personalmente, como los que reciban todava tribu-tos, duplicando el pago de ste a los naturales que ahora tenan quecontribuir al seor indgena y a la Corona.

    6. LIBROS DE CUENTAS

    Este anlisis quedara incompleto si no se incorporara una refe-rencia a esas joyas artsticas que son los libros de tributos, donde losindgenas llevaban el control del imperio. Pocos son los que han lle-gado hasta nosotros; por un lado, los espaoles quemaron grancantidad de libros durante la Conquista y despus de ella (Pomar,1991: 22), aunque una vez consumada su destruccin, intentaronenmendarlo encargando cdices que explicaran con detalle el siste-ma religioso y el econmico-administrativo, para calcular el tributoque podan exigir. Por otra parte, no se puede culpar exclusiva-mente a los espaoles de la destruccin de los libros, pues tambinsabemos que los propios indgenas, cuando entraban en liza conotro pueblo, quemaban el templo en seal de victoria y en l seguardaban los libros.

    A pesar de estos desastres, podemos afirmar que el centro de M-xico fue un rea productora de abundantes documentos donde re-gistraban todo lo referente a la hacienda pblica. Mas para conocercon exactitud qu se tributaba, con qu frecuencia y qu cantidad,tres son los documentos que nos informan de ello.

    La Matrcula de Tributos: de los tres cdices es el nico prehispni-co. En ella aparecen consignados los tributos pagados a Moctezumapor cada provincia, con una frecuencia de ochenta das. Est com-puesta por 16 hojas de papel de amate encuadernadas como un li- bro europeo.

    Es posible que la Matrcula fuese una tira que se recort y en-sambl, pegando las secciones para formar hojas pintadas en el rec-to y en el verso. Su posterior organizacin en el formato de libro res-pondi posiblemente a una exigencia hecha por los conquistadoresque se interesaban en conocer los recursos que aportaban los pueblossometidos a Tenochtitlan (Mohar Betancourt, 1997: 63).

    ElCdice Mendoza,que fue encargado en 1540 por el virrey Anto-nio de Mendoza para saber tambin la cantidad que tributaba cadaprovincia a Moctezuma.

    La Informacin de 1554 es el documento menos conocido y tam- bin el menos estudiado, quiz porque, al carecer de pictografas, es

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    menos atractivo. Es la res-puesta a una cdula de 1553expedida para conocer qutributaban los indios antes deestablecerse la Colonia. Ade-ms de los tributos ordinarios,informa tambin de aquellosque iban destinados a las fies-tas o a las guerras. El bloqueprincipal lo constituyen lostributos que se pagaban aMoctezuma, con los productostributados anualmente, cada80 das y diariamente, sus pre-cios, la suma total y los casti-gos que reciba el que no pa-gaba. Tras las provincias, seenumeran unas fiestas en lasque se pagaban tributos extra-ordinarios, cuya valoracin nose da (Rojas, 1997: 20).

    A pesar de que cada uno deestos documentos hace referencia a la recaudacin de los ltimosaos del imperio, sin embargo muestran diferencias en la frecuen-cia con que se tributaban. ElCdice Mendozarecaudaba cada seis me-ses, y la Matrcula de Tributos, como la Informacin de 1554, lo exi-gan cada 80 das. Otra dificultad que hay que aadir a la hora de in-terpretar el monto total de lo tributado es que en algunos productosno se sabe si lo que se tributa son unidades o medidas establecidas ytampoco se conoce si siempre se exiga lo mismo o el imperio cam- biaba la obligacin siguiendo alguna pauta.

    7. CONCLUSIONES

    Efectivamente, la llegada de los espaoles puso fin al imperio az-teca, que para entonces tena una gran extensin, en la que vivanmillones de habitantes. Pero a la luz de los acontecimientos narra-dos, no parece acertado hablar de decadencia del imperio, pues he-mos ido viendo cmo ste se adaptaba con fortuna al curso de losacontecimientos durante los diferentes reinados y no se dispone dedatos concretos que demuestren que haba entrado en una fasedecadente, sino que, muy al contrario, la poltica centralizadora de

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    Cdice Mendoza.

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    Moctezuma II pareca encaminada a terminar con las zonas inde-pendientes.

    El modelo, aunque hemos especificado diferencias en su aplica-cin, tena como objetivo dominar una zona y explotarla econmi-camente; por eso, interesaba que desde el principio fuera muy pro-ductiva y que los daos derivados de la guerra fueran mnimos; seexiga un tributo que estaba perfectamente reglamentado en los li- bros oficiales, que describan quin lo recogera, cmo y cunto seexigira (Cdice Mendocino Informacin de 1554y Matrcula de Tributos).

    Todos estos pueblos quedaban integrados, aparte de por el temorque compartan hacia los mexica, por una economa de mercado que

    tambin controlaban. Crearon una enorme red comercial, que creca junto con el imperio, donde se poda encontrar absolutamente detodo y donde se poda dar salida a los productos locales de cadazona. As se estableca una interrelacin de mutuo beneficio, aunqueasimtrica, tanto para el conquistador como para el conquistado.

    El buen funcionamiento del imperio no se debi nicamente a suprograma de psicoterror o a la recaudacin del tributo con el uso dela fuerza, o a su organizacin econmico-administrativa por separa-do, sino que con todo este paquete de medidas supo ofrecer mlti-

    ples ventajas a sus tributarios, dndoles un trato personalizado. A unas provincias se les exiga tributo en productos y servicio; a otras,refuerzos para sus tropas, o abastecimiento del ejrcito con todo lonecesario. As quedaban integradas en una vasta red que estaba teji-da con sangre y miedo, mutuos beneficios comerciales y sociocultu-rales, alianzas matrimoniales e intrigas.

    8. RESUMEN

    El imperio azteca era una superestructura que alcanz un enor-me grado de complejidad que seguramente super todas las pers-pectivas de sus estadistas. Las bases sobre las que se desarroll lleva- ban muchos aos experimentadas a travs de una larga tradicinmesoamericana. Tradicin que recogieron los aztecas y que con susinnovaciones lograron dar al imperio una dimensin sin preceden-tes en Mesoamrica.

    Poltica, guerra y economa se entrelazaron para, a travs de unaatractiva ideologa, convencer a todos aquellos que estaban en supunto de mira de que incorporarse a la rbita imperial era la mejoropcin. As, el imperio se gestion en torno a dos reas bien defini-

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    das: la zona nuclear, que abasteca al corazn del imperio de las ne-cesidades bsicas, y la zona lejana, de donde se obtuvieron los pro-ductos que hicieron crecer a los grupos de poder. A esta organiza-cin poltica le sigui paralelamente una complejsima organizacintributaria.

    En este complejo mundo econmico la moneda y el fraude circu-laban con normalidad, y para poder combatirlo el Estado llevaba es-crupulosamente los registros en libros de cuentas. Preciosos librospintados que fueron desapareciendo por la incomprensin de laConquista y tambin por la propia mano de los indgenas cuando in-tereses oscuros as lo exigan. Sin embargo, han llegado hasta noso-tros valiossimos cdices que nos informan de qu, cunto y con qufrecuencia tributaban las provincias sujetas a Moctezuma II, aunqueotros muchos interrogantes quedan de momento sin respuesta, es-perando que nuevas investigaciones aporten la solucin.

    9. ABSTRACT

    The Aztec empire was a superstructure that reached an enor-mous degree of complexity and that surely overcame all the pers-pectives of their statesmen. The bases on which it developed weregoing many years experienced across a long mesoamerican tradi-tion. Tradition that the Aztec gathered and that with their innova-tions they achieved to give to the empire a dimension without pre-cedents in Mesoamerica.

    Politics, war and economy interlaced for, across an attractive ide-ology, convinced all that joining to the imperial orbit it was the bestoption. This way, the empire was managed around two definite wellareas. The nuclear zone, which it was supplying to the heart of theempire of the basic needs; and the distant zone, wherefrom therewere obtained the products that made grow to the groups of power.To this political organization a complex tributary organization follo-wed parallel.

    In this complex economic world the currency and the fraud we-re circulating with normality and the State to be able to attack it wastaking scrupulously the records in accounts books. Beautiful booksthat were disappearing for the incomprehension of the Conquestand also for the own hand of native when interests dark like that we-re demanding it. Nevertheless, have come up to us the most valua- ble codexes that inform us of what, how much and with what fre-quency they were paying the provinces subject to Moctezuma II,

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    though other many questions stay at the moment without response,hoping that new investigations give us the solution.

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