Discurso de Alberto Galarza en la Conferencia Esto es Censura

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Todos los días se reafirma el riesgo de la libertad en este mundo en que constantemente se asesina. Se asesina porque en el juego aún salvaje de la supervivencia no hemos logrado dominar los instintos que nos llevan a depredar, a ignorar los lamentos, a observar la brutalidad, a probar la sangre. Se asesina nuestro mundo cada que lo consumimos con nuestra voracidad que parece infinita; cada que nuestro insostenible crecimiento disfrazado de desarrollo muerde, incendia y aniquila lo que se encuentra a su paso. Se asesina porque dejamos que las grandes ideas palidecieran, porque le permitimos a la corrupción tomar el poder de nuestros destinos, porque cada vez importa menos el hombre como género ante la imagen del hombre individual que no sólo puede, sino que basa su éxito en la caída de otros. Se asesina cuando permitimos que el conocimiento se olvidara en la oscuridad de las bibliotecas que convertimos en almacenes, donde el abandono y las polillas de la técnica se han encargado de degradarlo. Se asesina porque hacemos de la miseria nuestro reino y del silencio nuestra lengua. Un reino que se erige en sus propias ruinas y que cada vez hunde más el lado brillante del hombre; una lengua que teje una red indestructible que calla las voces, ahoga a las ideas y promete horizontes a las mentiras. En el nuevo reino que habitamos, somos asesinos porque nos convertimos en cómplices de nuestra propia decadencia. En el nuevo reino a cambio de sobrevivir perdimos la vida, porque no hay vida sin esperanza y la esperanza no combina con la mordaza, con la apatía y con la falta de sueños.

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Todos los días se reafirma el riesgo de la libertad en este mundo en que constantemente se asesina.

Se asesina porque en el juego aún salvaje de la supervivencia no hemos logrado dominar los instintos que nos llevan a depredar, a ignorar los lamentos, a observar la brutalidad, a probar la sangre.

Se asesina nuestro mundo cada que lo consumimos con nuestra voracidad que parece infinita; cada que nuestro insostenible crecimiento disfrazado de desarrollo muerde, incendia y aniquila lo que se encuentra a su paso.

Se asesina porque dejamos que las grandes ideas palidecieran, porque le permitimos a la corrupción tomar el poder de nuestros destinos, porque cada vez importa menos el hombre como género ante la imagen del hombre individual que no sólo puede, sino que basa su éxito en la caída de otros.

Se asesina cuando permitimos que el conocimiento se olvidara en la oscuridad de las bibliotecas que convertimos en almacenes, donde el abandono y las polillas de la técnica se han encargado de degradarlo.

Se asesina porque hacemos de la miseria nuestro reino y del silencio nuestra lengua. Un reino que se erige en sus propias ruinas y que cada vez hunde más el lado brillante del hombre; una lengua que teje una red indestructible que calla las voces, ahoga a las ideas y promete horizontes a las mentiras.

En el nuevo reino que habitamos, somos asesinos porque nos convertimos en cómplices de nuestra propia decadencia.

En el nuevo reino a cambio de sobrevivir perdimos la vida, porque no hay vida sin esperanza y la esperanza no combina con la mordaza, con la apatía y con la falta de sueños.

En el nuevo reino dotamos a los hombres que combaten a la humanidad de poderes casi incontenibles que les dan la oportunidad de lapidar, censurar, y destruir. En el nuevo reino nuestros verdugos portan la corona.

Sin embargo siempre existe un momento en el que se rompe el silencio y el nuevo reino se sacude, porque en nosotros existe un brillo que ningún abismo podría cubrir. En todos los tiempos, lugares y circunstancias existen muestras de que hay motivos para defender la vida en libertad.

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En la peor de las plagas se puede entender lo que expresó Albert Camus: “En el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio”.

Cuando repasamos nuestras deudas con la humanidad no tratamos de hacer aquí una apología de la obscenidad, sino de ponerle rostro a lo que debemos combatir, a esa parte del hombre que lo reta siempre a caer en la profundidad de sus precipicios.

Pero la batalla del hombre contra sí mismo no es un recurso retórico, sino una lucha verdadera y cotidiana, una lucha interior y colectiva que pasa necesariamente por los asuntos públicos; por la vida política.

Hoy en este país de contrastes interminables, se discuten reformas que con el discurso del progreso y la modernidad pretenden delinear el nuevo rostro de nuestra nación; sin embargo no se puede dejar de lado que aquí, la ley es usada casi en igual o incluso mayor cantidad de ocasiones para validar la injusticia que para defender lo correcto; así es como las leyes que por principio filosófico deben garantizar el ejercicio de las libertades, las oprimen y limitan.

En el país que “están moviendo” los que asumen hoy el discurso de la reingeniería, hemos visto con ojos recelosos condiciones de retroceso democrático que ponen en riesgo los escasos y endebles logros que se habían conquistado; con los poderes que se suponen autónomos vinculados desde su núcleo para aprobar como maquina suiza la entrega de nuestros recursos, con la carga tributaria a los que menos tienen, con reformas educativas sin fondo, con reformas políticas peligrosas y con un partido centralista que a través de acuerdos pactados en las sombras, hacen junto a las oposiciones, un gran montaje que parece más una mesa servida para el regreso del viejo régimen.

Entre todo lo que se transforma a un ritmo inusitadamente acelerado y peligrosamente silencioso, las telecomunicaciones entran en escena en medio de discusiones técnicas que significan más de lo que parece: es una demostración de la cínica alianza entre el cuarto poder y las cúpulas políticas, es el deseo interlineado de institucionalizar la censura, es la ambición de tener el derecho legítimo de esconder la verdad debajo de la alfombra.

Lo que hoy está en juego es más que espectros, empresas y reglamentaciones; hoy podríamos estar frente a uno de los atentados más frontales y descarados a la libertad.

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Aquí es donde amerita encender las alarmas y despertar la conciencia de nuestra sociedad anestesiada, abrir espacio a la reflexión, acudir a la información precisa, formar una opinión e incidir en uno de los temas que mayor trascendencia podría tener para nuestro futuro inmediato.

La relevancia del tema radica en que las leyes secundarias de la reforma de Telecomunicaciones, pone en riesgo a la libertad, que es uno de los pocos sobrevivientes del nuevo reino.

Por la libertad vale la pena dar la vida, porque es en su ausencia en donde prosperan las peores ideas: el odio, el exterminio y el control.

Contemplar pasivamente los ataques a nuestra libertad sería admitir para siempre un rol de esclavitud y de cobardía; sería permitir que nuestro mundo se convierta en un lugar deleznable e indigno de nuevos horizontes.

Hoy la defensa de la libertad es una pieza angular en el diseño de un nuevo país y de un nuevo mundo en el que las grandes ideas recuperen terreno, en el que las cosas correctas imperen y en el que las utopías estén más cercanas.

Por eso es importante escuchar a los personajes implicados y responsables en el tema; hoy la compañía del Senador Javier Corral será muy importante para que nos explique no sólo la importancia de las leyes secundarias en Telecomunicaciones, sino el comportamiento del poder Legislativo del que forma parte, de los pactos con el partido en el poder y de la manera en la que se han aprobado temas tan importantes como la explotación de nuestro petróleo.

Al Senador Javier Corral hay que reconocer sin embargo que en su trayectoria política ha sido de los pocos que lleva tiempo involucrado en el tema de las comunicaciones, combatiendo desde los espacios públicos a los que intentan vender y comprar lo que no tiene precio y supeditar la libertad de pensar y decir a quienes mejor la puedan pagar.

El Senador Javier Corral es uno de los personajes más implicados en el tema y ha tenido el acierto y la valentía de en éste asunto en particular, enfrentarse a las grandes cadenas de televisión e incluso a presidentes de la república emanados de su propio partido.

Por eso hoy está aquí para cumplir con su obligación de rendirnos cuentas y para compartir sus experiencias y conocimientos en el área de las telecomunicaciones.

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Lo que aquí escuchemos tendrá que ser analizado con responsabilidad y utilizado en la batalla ciudadana para evitar que nos coloquen los grilletes, porque el hombre no debe estar condenado sino a su propia libertad como lo expresara el existencialista francés Jean-Paul Sartre.

La información tiene que ser pieza esencial en nuestro movimiento, que tiene por fin consolidar la democracia y eso significa no caminar hacia atrás, evitar el regreso de regímenes caducos y que las manos que mantienen detrás del telón sigan moviendo a placer un millón de hilos, amenazando con guardar o transformar la verdad, con el poder de crear personajes o destruirlos.

Estamos aquí, para escuchar, dialogar y definir cómo vamos a resistir para evitar que nos sigan pasando por encima, para hacer de nuestros principios la manera de supervivencia, para resistir en el amor al hombre; al hombre libre.

Estamos aquí porque nuestra discusión trasciende a una ley o reforma; porque luchamos por redimir la deuda que tenemos con el hombre y con el sentido del mundo que necesitamos crear.

En medio de discusiones, de cámaras paralizadas, de políticos cínicos, de desapariciones, de periodistas silenciados con balas y del hambre que somete a la mitad de los nuestros, la discusión sobre el futuro de nuestra capacidad de imaginar un mundo mejor es clave para recuperar la vida que nos robó el nuevo reino.

Por eso le escuchamos atentamente Senador Javier Corral, y le tendemos la mano solidaria en los temas de coincidencia y te reafirmamos el espíritu crítico de esta universidad.

Con esos valores entendidos, sostenemos que nuestro compromiso es a luchar con ideas y con responsabilidad por lo que más importa: el derecho de pensar y vivir como queremos, de hablar, de asociarnos, de perseguir ensueños.

Senador Javier Corral, bienvenido a nuestra universidad, que como siempre te abre sus puertas. Estás frente a una generación que continuará exigiendo a ustedes, nuestros representantes información clara y precisa, y que asume la obligación de que desde hoy lo único que se asesinará es el desprecio a la vida libre.

Lo escuchamos con atención, porque nos interesa conocer a fondo lo que pasa con las telecomunicaciones y con la amenaza a nuestra libertad; porque sabemos que solo con la libertad se puede soñar, solo

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con los sueños se puede construir, sólo construyendo con nuestros anhelos podemos aspirar a llegar a la última meta del hombre: la felicidad.