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  • COSECHAS DE IRA

    ARMANDO BARTRA

  • NDICE

    CINCO VISTAZOS A LA CRISIS AGRARIA.....................5 COSECHAS DE IRA............................................................7 DISLOCADOS....................................................................33 CAF CON PIQUETE.......................................................55 BIBLIOGRAFA............. Error! Marcador no definido. Y LA SELVA SANGR.. Error! Marcador no definido. APNDICE..................... Error! Marcador no definido. PERDIENDO NUESTRA TIERRA: LA LEY AGRCOLA

    DE 2002 ............................... Error! Marcador no definido.

  • CINCO VISTAZOS A LA CRISIS AGRARIA

    En el arranque del tercer milenio toc fondo el paulatino pero consistente desmantelamiento de la pequea y mediana agricultura mexicana. Pero los desahuciados de la apertura y la desregulacin se resisten a salir silenciosamente del escenario como dicta el libreto.

    El movimiento agrario que estalla a fines de 2002 y prin-cipios de 2003 resulta de una crisis de rentabilidad alevosa-mente calculada por los tecncratas de la reconversin, pero tambin de la tenaz resistencia de un campesinado aco-rralado, sin opciones rurales crebles ni verdaderas salidas urbanas. Si en los setenta la lucha por la tierra pareca un combate contra la proletarizacin, hoy los hombres del cam-po saben que se enfrentan a la exclusin.

    En todas partes el mundo rural es profundo, persistente. Pero en Mxico ms, pues los campesinos se reinventaron a s mismos mediante una revolucin. Nuestra agricultura domstica no es residuo ni herencia; nuestra economa cam-pesina es una conquista. El derecho a la tierra se reivindic exitosamente hace ochenta aos; por la dotacin de ejidos tuvieron que pelear de nuevo los agraristas rojos de los vein-te y los campesinos cardenistas de los treinta; contra el re-novado latifundio se movilizaron los neozapatistas de los setenta. Y desde el principio se luch porque la tierra fuera del que la trabaja, pero tambin para que trabajando la tie-rra se pudiera vivir dignamente.

    Hoy los jvenes rsticos no creen en el campo. Pertenecen a una generacin desilusionada de la agricultura domstica que le apuesta a la emigracin y suea con hacerla en el gabacho. Pero el xodo es doloroso, incierto, y hasta los transterrados exitosos necesitan una retaguardia rural en el terruo. Entonces, ms que sntoma de una extincin anun-ciada, la dispora deviene creativa estrategia de sobreviven-cia: un campo que camina no por dejar de ser sino para se-guir siendo.

    El presente libro rene cuatro aproximaciones a la pro-

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    blemtica rural mexicana reciente. Cosechas de ira da cuenta de la persistente poltica anticampesina de los lti-mos tres lustros y de sus saldos nefastos en los distintos sec-tores de la produccin. Dislocados documenta la emigracin como resultante de la crisis y cuestiona tanto las polticas que la ocasionan como las que pretenden atenuarla. Caf con piquete desentraa el desastre que vive un sector que deba haber ganado con la apertura de los mercados al tiem-po que registra sus alternativas. Y la selva sangr combina el anlisis de la aeja y prolongada catstrofe ecolgica de la Selva Lacandona con el del reciente conflicto en la reserva de la biosfera de Montes Azules.

    Polticas neoliberales, prdida de soberana alimentaria, xodo multitudinario y crisis ambiental son fragmentos de la crisis rural mexicana. Pero el rompecabezas no estara com-pleto sin echar un vistazo a los campos y las polticas de allende el Bravo. Porque geografa es destino, y tanto nues-tros descalabros agrcolas como nuestros conflictos rurales estn marcados por tres mil kilmetros de frontera con el imperio. De esto se ocupa el ensayo de Anuradha Mittal y Peter Rosset.

  • COSECHAS DE IRA

    Saldos de la contrarreforma agraria El 31 de enero de 2003 decenas de miles campesinos llegados de todo el pas tomaron la capital de la Repblica reclaman-do un lugar en el futuro.

    En el arranque del tercer milenio los rsticos regresan de la tumba. Desahuciados de antiguo tanto por los apologistas como por los crticos del capitalismo y defenestrados ms tarde por los reformadores neoliberales, los pequeos y me-dianos productores agropecuarios estn impuestos a resistir. Y no slo eso: cuando ya los habamos olvidado reaparecen en el escenario pisando fuerte. Pero los campesinos no se apersonan en la posmodernidad como fantasmas del pasado sino como agoreros del porvenir. Ante los desfiguros sociales y ambientales de la globalizacin desmecatada, reverdecen los traqueteados modelos campestres de produccin y de convivencia. Paradigmas que reivindican diversidad solida-ria en vez de emparejamiento tecnolgico y competencia des-almada; usos y costumbres que no convocan a restaurar un pasado presuntamente idlico, sino a imaginar y construir series abiertas de futuros posibles donde pluralidad societa-ria y natural se complementen.

    Pero la atronadora marcha del 31 de enero no fue la pri-mera. Ya el 10 de diciembre de 2002, al grito de El campo no aguanta ms!, miles de campesinos de todo el pas convoca-dos por El Barzn Nacional, la Unin Nacional de Trabaja-dores Agrcolas (UNTA) y la Coalicin de Organizaciones De-mocrticas Urbanas y Campesinas (CODUC) recorrieron multitudinariamente las calles de la ciudad de Mxico y con violencia contraproducente pero sintomtica tomaron el pa-lacio legislativo de San Lzaro. Y antes, durante 2002, se haban multiplicado las acciones de maiceros, sorgueros, frijoleros, cafetaleros, caeros, pieros, ganaderos, deudores rurales. Muy significativa fue la ordenada movilizacin del 3 de diciembre de ese ao al Palacio Legislativo de San Lza-ro, donde 2 500 campesinos expusieron su problemtica ante

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    los diputados del PRD y del PRI, para marchar despus a la Embajada de Estados Unidos, el pas que con su poltica agrcola y su prepotencia imperial es el mayor causante ex-terno de nuestra crisis rural.

    Las movilizaciones campesinas recientes fueron convoca-das por la Coordinadora Nacional Plan de Ayala (CNPA), la Central Independiente de Obreros Agrcolas y Campesinos (CIOAC), La Unin Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autnomas (UNORCA), la Coordinadora Nacional de Organizaciones Cafetaleras (CNOC), la Asociacin Nacio-nal de Empresas Comercializadoras de Productos del Campo (ANEC), la Asociacin Mexicana de Uniones de Crdito del Sector Social (AMUCSS), el Frente Nacional en Defensa del Campo Mexicano (FNDCM), la Red Mexicana de Organizacio-nes Campesinas Forestales (Red Mocaf), la Unin Nacional de Organizaciones en Forestera Comunitaria (UNOFC), el Frente Democrtico Campesino de Chihuahua (FDC) y la Coordinadora Estatal de Productores de Caf de Oaxaca (CEPCO), as como las ya mencionadas: El Barzn Nacional, UNTA y CODUC.

    Las demandas de los trabajadores rurales se resumen en una plataforma comn titulada Seis propuestas para la salvacin y revalorizacin del campo mexicano, donde se plantea:

    1. La moratoria al apartado agropecuario del Tratado de Libre Comercio de Amrica del Norte (TLCAN).

    2. Un programa emergente para reactivar de inmediato el campo y otro de largo plazo para reorientar al sector agrope-cuario.

    3. Una verdadera reforma financiera rural. 4. Un presupuesto para el ao 2003 donde se destine

    cuando menos 1.5% del producto interno bruto al desarrollo productivo del campo y otro tanto para el desarrollo social rural.

    5. Una poltica alimentaria que garantice a los consumi-dores que los bienes agrcolas son inocuos y de calidad.

    6. El reconocimiento de los derechos y la cultura de los pueblos indios.

    La movilizacin campesina cuenta con el apoyo de la Co-ordinadora Nacional de Trabajadores de la Educacin (CNTE), del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), del

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    Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional Aut-noma de Mxico (STUNAM) y de la Unin Nacional de Traba-jadores (UNT). Pero adems el programa, que ha sido firmado por ms de 12 organizaciones sociales, tiene el respaldo ex-plcito del Partido de la Revolucin Democrtica y de sus bancadas legislativas. Adicionalmente, hay entre diputados y senadores una actitud favorable a las demandas campesi-nas tanto en lo tocante a incrementar la asignacin presu-puestal agropecuaria en la Ley de Egresos de 2003 como en una Ley de Energa que otorga subsidios al disel y la electri-cidad de uso agrcola y en reformas a la Ley de Comercio Exterior que protegen legalmente a los productores naciona-les frente a las importaciones provenientes del norte. Hay tambin, entre algunos legisladores, posiciones favorables a la revisin y renegociacin del TLCAN en materia agropecua-ria.

    Hoy como nunca los campesinos mexicanos estn luchan-do por su vida. En el arranque del nuevo milenio los trabaja-dores rurales de todos los rumbos y todos los sectores estn peleando por tener futuro, por un pas donde las comunida-des agrarias tengan cabida, por un modelo de desarrollo con soberana alimentaria y soberana laboral. Y no es una lucha cualquiera, es un combate por la propia existencia. Si son derrotados la situacin de desastre que ya aqueja a cereale-ros, productores de oleaginosas, cafetaleros, caeros, pieros, tabacaleros y dems abarcar a los avicultores, a los porci-cultores, a los silvicultores...; se extender, en fin, a todos y cada uno de los sectores rurales. De seguir as las cosas, en unos cuantos aos el campo mexicano profundizar su condi-cin de zona de desastre, devendr un pramo agropecuario y tambin un pramo social.

    Y el destino de los campesinos es el destino de todos los mexicanos. No slo porque la catstrofe rural se extiende dramticamente a las ciudades a travs de la migracin, sino tambin porque un pas incapaz de producir sus propios ali-mentos y de generar empleos estables y dignos para todos es un pas minusvlido y arrodillado frente al imperio. Un pas sin futuro.

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    Crnica de un desastre anunciado El desbarajuste agrario tiene historia. En los sesenta

    ramos 35 millones de mexicanos, la mitad urbanos y la mi-tad rurales. En las cuatro dcadas siguientes los 17 millones de campesinos se transformaron en 24 millones, pero la po-blacin de las ciudades creci mucho ms y hoy son urbanos 72 millones de compatriotas. As, en los ltimos cuarenta aos los campesinos aumentaron en nmeros absolutos pero decrecieron en trminos relativos y el pas se urbaniz.

    En el arranque del milenio uno de cada cuatro mexicanos vive en el campo en poblaciones de menos de 2 500 habitan-tes, aunque en trminos productivos slo uno de cada cinco econmicamente activos se ocupa en actividades agropecua-rias. Sin embargo esta an significativa ruralidad demogr-fica y laboral, que abarca a unos 25 millones de personas, no tiene un proporcional correlato econmico, pues el sector agropecuario apenas aporta alrededor de 5% del producto interno bruto. Proporcin que se ha venido reduciendo pues en 1992 aun era de 7.3%.

    Esto nos remite a la bajsima productividad relativa del trabajo rural, pero nos habla tambin de la falta de opciones en la industria y los servicios para una mano de obra agro-pecuaria que, pese a sus bajos rendimientos, pocos y malos empleos e nfimos ingresos, se mantiene varada en el campo.

    Y es que, segn el ltimo censo agropecuario, nueve de cada diez agricultores son en mayor o menor medida auto-consuntivos, y de stos slo cuatro concurren adems al mer-cado con algunos excedentes o con la parte de su produccin correspondiente a materias primas (caf, caa de azcar, tabaco, copra, etctera). Lo que significa que nuestra agricul-tura produce ms subsistencia que cosechas comerciales; en vez de una funcin econmica relevante desempea un sus-tantivo cometido social.

    En el arranque del tercer milenio la agricultura mexicana est conformada por unos cuatro y medio millones de unida-des de produccin, de los cuales tres millones corresponden al sector reformado (ejidatarios o comuneros) y el resto son propietarios privados. Pero de estos ltimos apenas unos quince mil poseen empresas grandes, que concentran casi la mitad del valor de la produccin rural, y quiz otros 150 mil tienen empresas pequeas. El resto, incluyendo ejidatarios y

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    comuneros, son minifundios de subsistencia, puramente au-toconsuntivos o parcialmente comerciales. De stos, menos de la tercera parte genera ingresos agropecuarios suficientes para vivir, y ms de la mitad obtiene la mayor parte de su ingreso de actividades desarrolladas fuera de su parcela.

    Y si la agricultura mexicana tiene un raqutico desempe-o econmico tambin tiene un mal desempeo social, pues la subsistencia que produce est en los niveles ms bajos de bienestar. En el campo ocho de cada diez personas son po-bres y de stas, seis o siete son miserables. De modo que, pese a que slo una cuarta parte de la poblacin mexicana es rural, dos terceras partes de las personas en pobreza extre-ma viven ah.

    Los campesinos siempre han sido pobres, pero en los tres ltimos lustros las polticas pblicas mercadcratas han causado a propsito la ruina del Mxico rural. Con el argu-mento de que la enorme mayora de los pequeos producto-res agrcolas es redundante por no competitiva, desde los ochenta se emprende el drenaje poblacional, la purga de-mogrfica que deba librar al congestionado campo mexicano de unos tres millones de labradores sobrantes; exonerar al agro de ms de quince millones de personas que estaban de ms. Que a dnde iran estos desahuciados? A los planeado-res neoliberales les importa poco el destino de los despedidos de la empresa rural que ellos administraban. Pero si se in-sista, alegaban que los excampesinos encontraran empleo en la industria, el comercio y otros servicios, actividades para las que, desde los ochenta, pronosticaban un crecimien-to de entre 6 y 7% anual. Como todos sabemos, durante los aos del tnel del que no hemos salido la economa mexicana prcticamente no creci y los expulsados acabaron en la marginalidad urbana, el comercio informal parasitario, la migracin indocumentada; los afortunados encontraron empleo en las maquiladoras negreras que en pleno tercer milenio reproducen el rgimen fabril de la Inglaterra deci-monnica.

    El redimensionamiento genocida la reconversin salva-je se oper mediante cambios legales como el del artculo 27 constitucional, que dio fin al interminable reparto agrario y abri las puertas a la privatizacin de la tierra ejidal e indirectamente de la comunal; pero tambin mediante una

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    atrabancada y unilateral desregulacin agropecuaria, una reforma que deba potenciar nuestras ventajas comparativas con vistas en la globalidad. Y en efecto, la produccin de fru-tas, hortalizas y otros cultivos exportables le gan terreno a la cosecha de bsicos. Pero el saldo nefasto result mayor, pues en el mismo lapso las importaciones alimentarias cre-cieron exponencialmente y se abism el ingreso rural.

    Si la cruz de la que hoy penden los campesinos se vena construyendo desde los ochenta los clavos se pusieron en 1994, cuando entr en vigor el TLCAN. En menos de una d-cada las exportaciones mexicanas a Estados Unidos pasaron de un muy alto 70% a un abrumador 90% que nos ata por completo a los avatares de la economa estadounidense. Pero en el caso de la agricultura el fenmeno ms notable ha sido el impetuoso crecimiento de las importaciones, particular-mente de granos. As, mientras que entre 1987 y 1993 llega-ron 52 millones de toneladas, entre 1994 y 1999 se compra-ron 90 millones. Un incremento de casi 40%, y que en el caso del maz fue todava mayor pues si en el primer lapso entra-ron 17 millones de toneladas en el segundo se compraron casi 30 millones, es decir, con un incremento cercano al 70%. El resultado fue que al terminar el siglo dependamos de Estados Unidos para el 60% del arroz, la mitad del trigo, el 43% del sorgo, el 23 % del maz y casi toda la soya.

    Con esto Mxico se sum definitivamente al curso mun-dial de creciente dependencia alimentaria de los pases pe-rifricos respecto de los desarrollados. Y es que en el ltimo medio siglo la produccin planetaria de cereales prctica-mente se triplic, pero con un crecimiento concentrado en las metrpolis, donde hoy se cosechan alrededor de 0.7 toneladas de cereales per cpita frente a las 0.25 que se obtienen en los pases atrasados.

    Y la asimetra se profundizar con el nuevo Farm Bill es-tadounidense. La Ley de Seguridad Agrcola e Inversin Rural de Estados Unidos aprobada por el congreso de ese pas en 2002 y que tendr vigencia por seis aos incrementa entre 70% y 80% los subsidios agrcolas, lo que puede signifi-car la estratosfrica cantidad de 183 miles de millones de dlares. En concreto, la ley actualizada agrega nuevos pro-ductos, como la soya y algunas oleaginosas, a la lista de los que le permiten al agricultor recibir subsidios fijos; adiciona

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    nuevas cosechas a la lista de las que recibirn pagos de com-pensacin cuando el precio de mercado est por debajo del fijado por el gobierno, adems de incrementar el monto de este subsidio en alrededor de 5%, y por ltimo establece compensaciones anticclicas adicionales que sern pagadas cuando el ingreso del agricultor, incluyendo los otros subsi-dios, no alcance un nivel predeterminado. Las subvenciones no propician la equidad entre los granjeros estadounidenses, pues la mitad va a manos de 8% de los agricultores; pero en un pas que enva al mercado mundial una de cada cuatro toneladas que cosecha proporcin que llega al 40% en el caso del trigo estas transferencias revisten a sus exporta-ciones agrcolas de precios artificialmente bajos con los que no pueden competir otros granjeros menos subsidiados. Coti-zaciones polticas, si las hay, que se transforman en armas coloniales al arruinar a los campesinos de los pases orille-ros, cuyos ingenuos gobiernos se tomaron en serio la especie de que haba que suprimir por completo las subvenciones agropecuarias para no distorsionar el mercado.

    Con respecto a Mxico, la nueva Farm Bill estadouniden-se no hace ms que profundizar las asimetras de nuestras agriculturas y remachar los clavos de la cruz, pues mientras que las subvenciones representan en promedio 16% del in-greso de los agricultores mexicanos, en Estados Unidos re-presentan ya 23 %. Y el dao se extender a todos los mbi-tos: en trminos de balanza comercial agropecuaria la previsible consecuencia ser la reduccin de nuestras expor-taciones y el incremento de nuestras importaciones, en lo social el saldo ser la ruina generalizada de los campesinos restantes y en lo tocante a la seguridad nacional los efectos sern la completa prdida de soberana laboral y soberana alimentaria.

    Por si fuera poco, el 1 de enero de 2003 tuvo lugar un acontecimiento tan trascendente como el alzamiento zapatis-ta del 1 de enero de 1994, pero de signo contrario: desde esa fecha todos los productos agropecuarios provenientes de Es-tados Unidos y Canad pueden entrar a Mxico libres de arancel. Estamos hablando de aves, puercos, ovinos, bovinos, trigo, arroz, cebada, caf, papas, frutas de clima templado, entre otros, y derivados como embutidos, grasas, aceites, tabacos, por mencionar algunos. Ciertamente quedarn to-

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    dava tres excepciones: el maz, el frjol y la leche en polvo, que se liberarn ntegramente en 2008. Pero no hay proble-ma, la Secretara de Economa fij en dos millones 667 mil toneladas la cuota de 2003 para importar maz de EEUU adi-cional a la que establece el TLCAN, con lo que se mantiene la poltica seguida desde 1994 de no cobrar arancel por las im-portaciones por encima de la cuota libre de impuesto.

    Con todo esto los maiceros del pas se estn yendo por el cao. Tanto los que producen con riego y alta tecnologa pero tambin altos costos en Sinaloa y otros estados del norte, como los productores de buenos rendimientos, pero temporaleros de Jalisco. En el sur y sureste predominan los pequeos y muy pequeos cosechadores con milpas de bajos rendimientos pero destinadas principalmente al autoconsu-mo, que no se ven afectados como vendedores por la cada de las cotizaciones, aunque s desalienta su produccin la oferta de maz de muy mala calidad pero tambin de muy bajo pre-cio. Sin embargo, no hay mal que por bien no venga, y la cada del caf y otras materias primas a dejado a los peque-os agricultores que las producen sin dinero para comprar alimentos, de modo que la milpa de autoconsumo se ha veni-do fortaleciendo. En estas condiciones no es de extraar que en los ltimos aos la produccin de este grano no haya au-mentado, mantenindose en las 18 millones de toneladas, cantidad del todo insuficiente para satisfacer el consumo interno, en particular el pecuario y el industrial.

    Son las ventajas comparativas, estpido; diran algunos. Todo se debe a que en trminos agroecolgicos Mxico no es competitivo en la produccin cerealera. Chance. Pero por qu entonces tambin los productos agrcolas para los que tenemos evidente vocacin andan bocabajeados? Por qu el gran cultivo del sur y el sureste, que es el caf, va de tumbo en tumbo y sale de una crisis de precios para entrar en otra? Y eso que los productores de caf del sureste estn bien or-ganizados, son innovadores tecnolgicos que han hecho de Mxico el mayor productor de caf orgnico, incursionan desde hace rato en la comercializacin y a mediados de los ochenta participaron destacadamente en la construccin del Mercado Justo. Pero aun as estn al borde de la ruina. Quienes no han encontrado nichos de mercado que paguen ms ni han trabajado en la lnea del valor agregado definiti-

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    vamente no la hacen. Las zonas cafetaleras que en el pasado vivieron cierta holgura econmica hoy se han sumado al xo-do poblacional. Los nuevos migrantes ya no provienen slo de las ridas mixtecas o de la montaa guerrerense; hoy salen del otrora orgulloso Soconusco o del emporio cafetalero del centro de Veracruz.

    Zona de desastre La catstrofe del campo es una verdadera emergencia nacio-nal. Las importaciones de maz blanco y amarillo, con mni-mos aranceles de 3 y 1% respectivamente, estn arruinando a los productores netamente comerciales del noroeste, que no pueden vender, pero tambin desvalorizan los excedentes de los milperos ms modestos y desalientan incluso la produc-cin de autoconsumo, dejando un saldo de alrededor de tres millones de productores damnificados. La agroindustria ca-era azucarera est en crisis, pues Estados Unidos no acepta las importaciones pactadas alegando otros acuerdos, mien-tras que el edulcorante de alta fructuosa desplaza al azcar de caa como insumo de los refrescos embotellados. La en-trada de arroz a precios de dumping tiene quebrados a los arroceros. El ingreso de pia enlatada golpea a los cosecha-dores nacionales de Oaxaca y Veracruz. Y lo mismo sucede con la produccin de leche y de carne acosadas por el polvo lcteo de importacin y la entrada de vacunos centroameri-canos, y con los avicultores desplazados por el ingreso de carne de pollo de desecho proveniente de Estados Unidos; por no mencionar los problemas que aquejan a trigueros, sorgueros y frijoleros. Si a esta debacle general agropecuaria agregamos el desmantelamiento de la cafeticultura campesi-na, que sustenta a cerca de 400 mil productores y conside-rando pizcas y agroindustria da de comer a unos tres millo-nes de personas, habr que reconocer que estamos ante una emergencia mxima, un problema de seguridad nacional. El problema se agrava con el fuerte incremento de los subsidios a la agricultura norteamericana que establece el nuevo Farm Bill, y empeorar el ao prximo, cuando con base en los acuerdos del TLCAN se liberen de todo gravamen todas las importaciones agropecuarias restantes excepto leche en pol-vo, maz y frjol. La eliminacin del arancel significar, entre

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    otras cosas, la posible prdida de 200 mil empleos en la por-cicultura y 30 mil en la apicultura.

    Por si fuera poco, hay claros sntomas de que el nuevo go-bierno no tiene propuestas de fondo, y su respuesta ltima a las demandas es la recomendacin machacona de Usabiaga: atiendan a las seales del mercado, muchachos, como si los productores organizados no lo vinieran haciendo desde hace muchos aos. Y peor an, la respuesta gubernamental a los conflictos recientes tiene todos los visos de trasformarse en un nuevo Fobaproa, en un Fobaproa rural. Porque as como se subsidi con dineros pblicos a los grandes bancos y em-presarios defraudadores con el conque de que haba que sal-var a los pequeos ahorros, hoy se estn canalizando recur-sos pblicos a sectores rurales adinerados que son parte del problema y no de la solucin alegando que con esto se ayuda a los campesinos. El caso ms evidente es la desviacin de 1 200 millones que deba manejar Acerca entregados a los due-os de los ingenios azucareros un sector histricamente parasitario para que pudieran pagar la zafra que deban a los caeros.

    Otro caso de subsidio indebido es la canalizacin de los recursos de Acerca destinados a transporte y almacenamien-to, a empresas comercializadoras colosales como Cargill, que mueve casi la mitad de los granos y que est interesada en moverlos todos, pues quiere comprar Silos Miguel Alemn, que an maneja Sagarpa, y la Terminal Granelera de Vera-cruz, hoy concesionada a Almacenadora del Sur, instalacio-nes estratgicas que pondran nuestra ya muy mermada seguridad y soberana alimentarias en manos de una trasna-cional que maneja ms de mil plantas de almacenamiento en 67 pases del mundo.

    Y qu decir de los subsidios al maz resultantes de las re-cientes movilizaciones de Sinaloa, que en gran medida van a las comercializadoras y cuya porcin destinada efectivamen-te al productor agrcola queda en manos de un sector maice-ro empresarial y de riego, mientras que dos millones y medio del milperos campesinos que aportan tres cuartas partes de la produccin nacional de este bsico no slo estn desprote-gidos, sino que tambin se cuestiona su existencia por no competitivos y por destinar parte de sus cosechas al autocon-sumo o a los mercados locales.

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    Otro caso es el del caf, que vive una crisis profunda y prolongada y para el que se aprobaron recursos emergentes, pero mientras que la cuarta parte del subsidio es captado por unos 23 mil cafeticultores empresariales con huertas de ms de 5 hectreas, 95% de los productores ms de 300 mil fa-milias campesinas e indgenas les corresponder apenas 75% del recurso fiscal. Pero lo ms grave de este Fobaproa rural, no es tanto que el subsidio se canalice a megacomer-cializadoras, dueos de ingenios y agricultores ricos que en algunos casos son corresponsables de la emergencia que pro-tagonizan. El problema mayor es que se trata de subsidios emergentes, dinero para apagar fuegos o negociar chantajes, ausente de verdaderos proyectos de recuperacin agropecua-ria.

    En este contexto, hablar de emergencia nacional no es re-trica. Ni siquiera exageracin. Dejar a la intemperie a 25 millones de mexicanos que viven y trabajan en el campo, entre ellos el sector ms pobre de la poblacin y casi la tota-lidad de los indios, nos adentra en una catstrofe econmica, social y ambiental de dimensiones colosales. Crisis de sobe-rana alimentaria, crisis terminal de soberana laboral, crisis ecolgica y, por ltimo que no al final crisis sociopoltica, pues los descalabros agrcolas se han asociado histricamen-te con la aparicin de guerrillas.

    Dependencia alimentaria y dependencia laboral Por los siniestros de la reconversin se perdi la soberana alimentaria. Pero lo ms grave es que se extravi tambin la soberana laboral; esto es, la capacidad de proporcionar tra-bajo digno e ingreso suficiente a la totalidad de los mexica-nos. Un pas pobre que no produce sus alimentos fundamen-tales juega en desventaja el juego de la globalidad pues est obligado a comprar bienes de consumo bsico cualesquiera que sean las condiciones del mercado. De la misma manera, una nacin de xodos masivos y estructurales, incapaz de aprovechar la capacidad laboral de todos sus habitantes, pone su soberana en manos del pas receptor de sus migran-tes. Mxico no es un pas de la Unin Europea, que ceda premeditadamente soberana para intensificar la comple-mentariedad virtuosa y enriquecedora; su dependencia ali-

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    mentaria y laboral hace de Mxico una nacin disminuida y subordinada.

    Ante la debacle agraria, frente a una emergencia nacional que se profundizar con la nueva Ley Agrcola estadouni-dense y la inminente desgravacin de casi la totalidad de las importaciones agropecuarias provenientes del norte, al go-bierno slo se le ocurren frases sonoras, planes y programas de nombres memorables y escasa sustancia. A fines de 2002 el secretario de Economa y el titular de la Sagarpa anuncia-ron un blindaje agroalimentario totalmente hueco cuando no se cuestiona en lo ms mnimo la apertura comercial y tampoco se cuenta con recursos suficientes para revirarles a nuestros desleales socios del norte con subsidios de magni-tud comparable a los suyos. Qu significa blindaje cuando se rechaza la revisin del captulo agropecuario del TLCAN, mientras que de un gasto pblico programable fuertemente mermado slo una nfima parte le corresponde al desarrollo rural.

    Recientemente el presidente de la Repblica encomi el presunto blindaje agropecuario, anunciando que en 2003 el gobierno gastar en el campo 102 mil millones. Pero una vez ms se trata de palabras huecas, pues esta cantidad es un agregado de todos los rubros presupuestales que tienen que ver con el medio rural, mientras que para Sagarpa, nica secretaria que desarrolla acciones de fomento, se presupues-taron cerca de 34 mil millones, lo que representa una dismi-nucin de casi 4% respecto del presupuesto del ao anterior.

    Por si quedaba alguna duda, el secretario de Agricultura interpret el mensaje que quiso enviar el presidente: Los agricultores contarn con un plazo de cinco aos para hacer-se eficientes y competitivos, dijo. Y si no lo logran que se olviden de los subsidios y mejor que se dediquen a otra co-sa.... El que no lo entendi, no lo quiso entender. Estamos planteando para los productores de granos y todo tipo de cultivos una disyuntiva: o te vuelves eficiente con los par-metros internacionales o te buscas otra cosa.

    Ms claro ni el agua, el gobierno del cambio retoma en toda su crudeza los planteamientos del salinismo en el senti-do de que el campo mexicano requiere una purga poblacional operada a golpes de mercado. Y como a los neoliberales del PRI, a Usabiaga no le preocupa definir los tales parmetros

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    internacionales, que en realidad son precios artificialmente bajos deprimidos por los subsidios. Mucho menos le inquieta explicar cul es la otra cosa a la que podrn dedicarse los campesinos presuntamente no competitivos en un pas cuya economa no crece y donde la industria despide empleados.

    Y para el caso de productos decisivos en el sur y en el su-reste como el caf, la receta del funcionario es la misma: En el caso del caf vemos a productores que tienen un cuarto de hectrea del grano, otras tres hectreas de maz y de frjol, y de esto y lo otro. No viven del caf. A estos productores te-nemos que darles un esquema de salida. Y si quieres seguir produciendo (en esa superficie de caf) hazlo, pero el Estado no tiene por qu compartir contigo. Te vamos a dar uno o dos o tres aos, para que veas que ese ingreso es marginal, pero ya no afectes los intereses del pas. Esto significa darle un esquema de salida a unos 300 mil cafeticultores minifundis-tas y de economa diversificada, un milln y medio de mexi-canos campesinos que sin duda no viven slo del caf y que en los ltimos aos han mantenido sus huertas con prdidas. No le preocupa al funcionario que la cafeticultura campesina en pequeas huertas de montaa sea ambientalmente vir-tuosa pues capta lluvia, retiene el suelo, conserva la fertili-dad, captura carbono y reproduce la biodoversidad. No le preocupa tampoco que de este cultivo haya dependido por varias dcadas el ingreso monetario de una parte sustantiva de las comunidades campesinas e indgenas del pas. No le preocupa, finalmente, que la geografa del caf sea tambin la de los ms agudos conflictos sociales y de la guerrilla. Y es que al seor Usabiaga, que slo sabe de producir y vender ajos, no le interesa ms que el mercado. El problema es que se trata del funcionario responsable del destino del Mxico rural.

    Cuando los gobiernos de la Unin Europea ponen el acen-to en las mltiples funciones que la agricultura desempea adems de producir alimentos, el gobierno de Mxico un pas donde un cuarto de su poblacin depende de la economa rural quiere dejar atrs cito de nuevo a Usabiaga a una sociedad agraria demandante de recursos fiscales, in-consciente y poco receptiva de los mercados, atenta a buscar mejores ingresos va presupuestos y no va productividad

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    (Entrevista de Lourdes Edith Rudio, en El Financiero, 21 de noviembre de 2002).

    El Plan Puebla-Panam Esta es la oferta general agropecuaria del presente gobierno. La otra se refiere especficamente al Mxico de la cintura para abajo y fue bautizada eufnicamente como Plan Puebla-Panam. Un programa que le apuesta a una nueva coloniza-cin del sur y el sureste favorecida por desregulaciones, in-centivos fiscales y obras de infraestructura. Una operacin mercadotcnica donde los programas sociales no son ms que cortinas de humo declarativas para ocultar la venta de gara-je de la mitad feta del pas que an no ha sido comprada por las trasnacionales. En la versin de Santiago Levy, cuya paternidad del programa no ha sido desmentida, la tarea consiste en seducir al ahorro externo exhibiendo sin pudores las ventajas comparativas de la regin, lo que traer inver-siones y con ellas crecimiento econmico, que es lo que hace falta. Porque, segn el hoy director del Instituto Mexicano del Seguro Social, el problema del sureste no es social; la pobreza y la marginacin del sur se resuelven solas gracias al xodo de los desahuciados, que se van a causar vergen-zas en otra parte. Entonces hay que olvidarse de la pobreza y promover la inversin a toda costa, sin incmodas preocupa-ciones societarias. Y si el modelo de crecimiento genera ms pobres no importa, ellos solitos se irn a otra parte.

    Plantaciones privadas intensivas y especializadas, corre-dores comerciales y de servicios que favorezcan el flujo de mercancas entre la costa este norteamericana y el pacifico, maquiladoras, turismo dorado, bioprospeccin, son algunos de los ejes de un desarrollo del que, bien lo dice Levy, no hay que esperar bondades sociales, si acaso lo contrario. Slo que el PPP ha estado malito. A dos aos de su puesta en mar-cha poco se ha hecho adems de hablar porque la recesin mundial no favorece nuevas inversiones sino la retraccin de algunas de las que ya existan como las plantas de maquila y el turismo, y tambin porque las finanzas pblicas no estn para derrochar en infraestructura y la magnitud de la deuda desalienta la contratacin de nuevos prstamos en el fondo ad hoc que negoci recientemente el BID.

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    Entonces, se alej el peligro. No, en lo ms mnimo. Lo que pasa es que con o sin Plan Puebla-Panam la globaliza-cin salvaje sigue su curso depredador de la naturaleza y del hombre. De antiguo en el sur y el sureste del pas priva un orden injusto y excluyente donde la creciente pobreza es contraparte de la nueva riqueza. Los mesoamericanos vivi-mos dentro de este orden y padecemos sus crnicas inequi-dades. Pero el modo de sufrirlas y su intensidad depende de las tendencias y coyunturas propias del corto plazo. Hay periodos de expansin del capital en los que ste se apropia de nuevos espacios, recursos y capacidades, rompiendo equi-librios previos y por lo general incrementando y extendiendo la expoliacin y la marginacin. Hay tambin periodos de retraccin, cuando las inversiones se estancan o repliegan, dejando sin sustento a ciertos sectores que pasan de explota-dos a excluidos. Dentro de un orden opresivo e inicuo como el del sureste, tanto la expansin como la retraccin son inde-seables. Pero es necesario reconocer que en los ltimos aos hemos vivido la segunda situacin.

    El que la retraccin o estancamiento transitorios de las nuevas oleadas colonizadoras no acarreen bienes sino males de otro orden como desempleo en la construccin, en las maquiladoras, en las fincas y en el turismo, as como reduc-cin de la demanda de ciertas materias primas agropecua-rias pone en evidencia que la trasnacionalizacin de Meso-amrica, como la globalizacin, en sentido estricto no pueden evitarse. Y no se pueden impedir no porque sean fuerzas de la naturaleza, sino simplemente porque ya estn ah, y desde hace mucho rato. Porque vivimos en ellas, y mientras duren dependemos de ellas para subsistir. Lo que en verdad hace falta no es tanto esforzarse por parar, detener, impedir la llegada de un orden que, bien visto, nos rodea por todas par-tes. Lo necesario, lo urgente, es cambiarle el rumbo al desa-rrollo, girar las prioridades, voltear la tortilla.

    Trashumantes El xodo masivo y creciente de mexicanos que buscan en el norte un porvenir que en su pas los rehuye es el saldo ms ignominioso de la va de desarrollo adoptada desde los ochenta. Un modelo que nos llev de la explotacin a la ex-

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    clusin, de un sistema injusto donde los campesinos produc-an alimentos y materias primas baratos para subsidiar el desarrollo industrial a un sistema marginador donde los productores nacionales de bsicos son arruinados por las importaciones y los agroexportadores por la cada de los pre-cios internacionales. La dispora no puede contenerse con mtodos represivos neocolonizando el sur o capitalizando las remesas, como no la har remitir el TLCAN, ni el presunto ALCA.

    Hoy ms que nunca es necesario demandar el derecho de los mexicanos a la comida y a un trabajo digno (o decente como dice la OIT), es decir, reivindicar la seguridad alimenta-raria y la seguridad laboral del pas. Y esto no ser posible si no rescatamos nuestra hipotecada soberana, y en particular nuestra soberana alimentaria y nuestra soberana laboral. Es necesario que el Estado mexicano le imprima a la eco-noma el curso que demanda el bienestar de los ciudadanos y no el que sacrifica a los ciudadanos a los requerimientos del mercado. Aunque tampoco esto es cierto, pues en verdad las polticas pblicas neoliberales han estado y estn al servicio de las grandes corporaciones y no del abstracto mercado. As, mientras que los productores de maz se arruinan, Maseca, de Roberto Gonzlez Barrera, se enriquece comprando maz norteamericano por encima de la cuota negociada en el TLCAN; mientras los trigueros truenan, el grupo Bimbo, de Lorenzo Servitje, embarnece gracias importaciones subsidia-das; y lo mismo sucede con el grupo Bachoco, de los Robinson Bours, que importa maz y sorgo sin pago de arancel, por mencionar slo algunas. A stas hay que agregar trasnacio-nales como Cargill, que en la prctica controla nuestra pro-duccin cerealera; Purina, que opera con insumos pecuarios; Nestl, que controla regiones lecheras completas, PepsiCo, que es duea de ingenios; Vecafisa-Volcaf, que compra grandes volmenes del grano aromtico. Y mientras un pu-ado de corporaciones enriquece, los campesinos se arruinan y los pueblos se quedan solos.

    Los transterrados en Estados Unidos envan 10 mil mi-llones de dlares anuales, casi lo mismo que importamos de ese pas en alimentos. Los mismos alimentos que los migran-tes campesinos podran haber cultivado aqu. Pero para eso necesitamos polticas industriales y agrcolas orientadas a la

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    defensa y ampliacin de la planta productiva y de los culti-vos de inters nacional. Debemos restablecer la seguridad alimentaria respaldando a la pequea y mediana produccin campesina y fortaleciendo el mercado interno, tanto nacional como regional y local. Nos hace falta restaurar la seguridad laboral defendiendo y ampliando la planta fabril y la activi-dad agropecuaria y mediante la integracin de cadenas que potencien nuestras complementariedades productivas.

    El campo no aguanta ms En las ltimas semanas se ha intensificado la movilizacin campesina. Un activismo acrecentado en el que participan todas las regiones, todos los sectores y todas las corrientes poltico-gremiales, desde la flamante alianza bautizada El campo no aguanta ms, hasta el Congreso Agrario Perma-nente y el Barzn, pasando por una decadente y dividida CNC, que, pese a su vedetismo, a regaadientes tiene que sumarse a la corriente principal.

    Pero adems de participar en la movilizacin coyuntural, los hombres del campo estn poniendo a debate sus propues-tas programticas y sus estructuras organizativas. Y el de-bate es crucial.

    Los campesinos son productores agropecuarios, y como ta-les sus reivindicaciones y organizaciones se estructuran en torno a sistemas producto; tal es el caso de los cafetaleros, silvicultores, cosechadores de granos, etctera. Sin embargo los trabajadores rurales son ms que productores de bienes especficos, en primer lugar porque la pequea y mediana agricultura es diversificada y por lo general combina cose-chas comerciales con productos de autoconsumo, y en segun-do lugar porque los proyectos econmico-productivos de los campesinos son inseparables de reivindicaciones econmicas que tienen que ver con el abasto y otros servicios y con de-mandas de talante ambiental, de carcter social, de natura-leza poltica y de ndole cultural. Entonces, otra tendencia de las organizaciones y las reivindicaciones son los proyectos pluridimensionales promovidos por agrupamientos multiac-tivos. Por su propia naturaleza estas convergencias son de carcter regional.

    Los proyectos y organizaciones sectoriales y los multiacti-

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    vos regionales no son excluyentes sino complementarios, dos caras de una misma lucha. Y es frecuente que organizaciones estructuradas en torno a un determinado producto o servicio diversifiquen sus frentes de accin a otras cosechas y otras necesidades campesinas. Tal es el caso de los cafetaleros del sector social, quienes siempre han sido productores diversifi-cados y ahora, con la cada de los precios del aromtico, lo son todava ms, lo que impulsa tambin a sus organizacio-nes a desarrollar estrategias multiproductivas.

    Sin embargo, quisiera argumentar aqu la conveniencia de fortalecer la perspectiva pluridimensional del combate campesino frente a la tendencia a especializarse en torno a funciones particularizadas o sistemas producto. La razn fundamental de esta apuesta radica en la condicin multi-funcional de las comunidades agrarias y las familias campe-sinas, protagonistas de un mundo rural que sin duda genera productos agropecuarios, pero tambin servicios ambienta-les, bienes sociales, valores culturales, por mencionar algu-nas de sus funciones ms destacadas.

    Acotar la condicin y la lucha campesina a su carcter de productores mercantiles ms o menos especializados no slo es limitativo, tambin puede ser peligroso. Y es que de esta manera quedan desarmados frente los tradicionales argu-mentos tecnocrticos y neoliberales que alegan su presunta falta de competitividad. Sin duda este argumento es trampo-so, pues en el mercado realmente existente la competencia es desleal y los pases ms desarrollados favorecen a sus pro-pias agricultura empleando los alimentos como instrumento de dominacin. Sin embargo, tampoco parece conveniente que los campesinos de pases como el nuestro centren su argumentacin en el alegato de que si la competencia fue-ra pareja los nuestros seran tan eficientes como los de Estados Unidos o la Unin Europea. En mi opinin, el alega-to fuerte debe ser otro; no se trata de demostrar que como productores de ciertas mercancas somos tan eficientes como el que ms; se trata de demostrar que adems de estas mer-cancas producimos bienes sociales, ambientales y culturales absolutamente irrenunciables, y que en esta tarea somos mucho ms eficientes que los empresarios agrcolas y que las agriculturas primermundistas, particularmente la nortea-mericana, caracterizada por su no sustentabilidad.

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    Me parece, entonces, que la mejor apuesta estratgica de los campesinos est en esgrimir y potenciar la pluralidad de sus funciones y en estructurar sus luchas de manera inte-gral, articulando aspectos estrictamente econmicos con di-mensiones sociales, ambientales, culturales y polticas. Por-que los campesinos son buenos productores y deben ser an mejores, pero su proyecto histrico no se queda en la eficien-cia empresarial. Lo dir en los trminos de la Plataforma Campesina aprobada en Managua, Nicaragua, el 15 de julio de 2002, en una reunin donde ms de sesenta organizacio-nes rurales de Mxico y Centroamrica constituyeron la con-vergencia multinacional butizada Encuentro Campesino Mesoamericano. Dice la Plataforma en su apartado sobre Economa solidaria y popular:

    La economa popular es el modo en que los productores por cuenta propia y los consumidores pobres nos organizamos para sobrevivir en el mundo deshumanizado del capital

    En la economa popular lo que cuenta no es la ganancia sino la produccin de bienes para la satisfaccin de necesidades.

    Acorralada y agredida por las polticas neoliberales y la com-petencia desleal de los monopolios y los productores agrcolas subsidiados de los pases centrales, la economa popular y cam-pesina resiste y en su resistencia prefigura el orden justo y soli-dario por el que luchamos.

    Los campesinos parcelarios o asociativos, que son el ncleo de la economa popular, padecen una guerra de exterminio im-plementada por las trasnacionales y los gobiernos imperiales, pues doblegada la mediana y pequea agricultura que produce alimentos, los pases y los pueblos estarn a merced del capital.

    Defender la economa popular es defender el presente y el futuro de nuestros pases, pues en una regin estragada donde hasta la burguesa es torpe y mezquina atenerse a la otra eco-noma, a la economa empresarial, es apostar a la exclusin y al desempleo, y en el mejor de los casos a una explotacin asala-riada propia del rgimen fabril y las plantaciones semiesclavis-tas del siglo XIX.

    Mientras que la lgica del capital es rapaz y depredadora, la economa popular campesina es amable con el medio ambiente y con los trabajadores. Una produccin amigable con la naturale-za pero tambin socialmente justiciera.

    Rechazamos que la economa campesina no es competitiva. Quiz los pequeos y medianos productores no tienen los ren-dimientos fsicos y econmicos de los grandes, pero son mucho

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    ms eficientes que los empresarios en la generacin de empleo e ingresos; en la produccin de comida y seguridad alimentaria; en la preservacin y reproduccin de los recursos naturales y la biodiversidad.

    Lo ms y lo menos El 8 de enero de 2002, en Zacatecas, el presidente Fox se manifest en contra de revisar el captulo agropecuario del TLCAN, como exigen los campesinos, argumentando que el convenio era un buen negocio y no se deba sacrificar lo ms por lo menos. La frmula es dramticamente significa-tiva de lo que est detrs del actual debate sobre el futuro del campo, que en verdad debiera ser el arranque de una profunda discusin sobre el futuro del pas, pues no slo el campo est tronando como resultado de las polticas neolibe-rales; es Mxico todo el que no aguanta ms.

    Al sintetizar su opinin sobre el TLCAN diciendo que es un buen negocio, Vicente Fox se asume como gerente ms que como presidente. Y lo ms grave es que al englobar a la agricultura campesina en el trmino lo menos balconea el juicio que le merecen cuestiones decisivas para el resto de los mexicanos, tales como la soberana alimentaria, la soberana laboral, la conservacin de los recursos naturales y la biodi-versidad, la preservacin de la pluralidad cultural de los pueblos originarios, la estabilidad social...

    Entonces, es necesario reconocer que detrs del indispen-sable debate sobre ventajas comparativas y competitivas, productividades comparadas, balances comerciales, montos relativos del subsidio, tasas de inters, precios de los energ-ticos y otras cuestiones comerciales; como detrs de la tam-bin necesaria discusin sobre los trminos del tratado, los mecanismos previstos para defendernos y las formas de revi-sarlo y otras cuestiones jurdicas, estn asuntos nacionales de ms fondo.

    El jefe del poder ejecutivo federal y sus personeros deben ser emplazados a situar el debate en su verdadero nivel. Porque las responsabilidades de la Presidencia van mucho ms all de amarrar buenos negocios, y es inadmisible que an antes de iniciar la discusin, los intereses de la contra-parte, es decir, del campo y de los campesinos, sean acotados

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    como lo menos.

    Para qu sirve el campo? De maz amarillo y de maz blanco se hizo su carne; de masa de maz se hicieron los brazos y las piernas del hombre. nicamente masa de maz entr en la carne de nuestros padres, los cuatro hombres que fueron creados, dice el Po-pol Vuh.

    Patria: tu superficie es el maz, escribi Ramn Lpez Velarde en Suave Patria.

    Emblemticos del Mxico indgena y del Mxico mestizo, estos dos textos sugieren enfticamente que el campo mexi-cano es mucho ms que una gran fbrica de alimentos y ma-terias primas para la industria. Los campesinos no slo cose-chan maz, frijol, chile o caf, tambin cosechan aire limpio, agua pura y tierra frtil; diversidad biolgica, societaria y cultural; pluralidad de paisajes, olores, texturas y sabores; variedad de guisos, peinados e indumentarias; sin fin de rezos, sones, cantos y bailes. Los campesinos cosechan la inagotable muchedumbre de usos y costumbres que los mexi-canos somos.

    Aunque le pese a los mercadcratas, el mundo rural no se agota en la produccin de mercancas; es tambin y ante todo naturaleza, convivencia, cultura. Y si Europa comienza a reconocer los valores no convencionales de sus campos rotu-rados, cuantims nosotros: una sociedad con un cuarto de su poblacin viviendo y trabajando en el medio rural, una na-cin de poderosa herencia indgena asentada mayormente en la comunidad agraria, un territorio megadiverso poblado por incontables plantas, animales y microorganismos, muchos de ellos endmicos.

    Durante la llamada ronda del milenio para las negocia-ciones agrcolas de la Unin Europea (UE), celebrada en marzo del 2000, los ministros del ramo definieron una agen-da fundada en el reconocimiento de que: La agricultura desempea, adems de la produccin de alimentos, mltiples funciones, entre ellas: la preservacin del paisaje, la protec-cin ambiental, la seguridad y calidad de los alimentos, el

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    bienestar de los animales, y otros, por lo que urge equilibrar los aspectos comerciales y no comerciales de la agricultura. Sobre esta base disearon una serie de medidas comple-mentarias a la reforma de 1992 que consideran subsidios a los labradores ubicados en zonas desfavorecidas con el fin de garantizar la sostenibilidad de los aprovechamientos agrco-las, conservar el hbitat y cumplir con las normas ambienta-les. Se prev tambin la capacitacin de los trabajadores del campo en tecnologas ecolgicas, el apoyo a los jvenes que quieran iniciarse en la produccin agrcola, la jubilacin an-ticipada de los labriegos mayores de 55 aos y compensacio-nes para quienes deseen convertir sus explotaciones agrope-cuarias en zonas silvcolas o reservas biolgicas.

    Cierto, la poderosa economa europea puede darse el lujo de subsidiar a un sector relativamente modesto de su pro-duccin y su sociedad. Y tambin es verdad que, como gran exportadora de alimentos, la UE busca ampliar mercados reduciendo barreras arancelarias y subsidios en otros pases, y en esta tesitura le conviene introducir en su propia agricul-tura un sistema de subvenciones que presuntamente no dis-torsiona los precios pues va orientado a retribuir los valores sociales y ambientales. Pero, an as, el enfoque europeo es mucho ms creativo y sugerente que el crudo imperialismo alimentario estadounidense: una sorda guerra mundial anti-campesina que usa los subsidios para abatir los precios y poder vender a precios de dumping. Tiene razn Franz Fischler, comisario europeo para la agricultura y la pesca, cuando dice: Precisamente cuando todos los pases indus-trializados han aceptado orientar sus ayudas a la agricultura de manera que no se traduzcan en medidas distorsionadas para el comercio y la produccin, Estados Unidos avanza en direccin opuesta.

    Importante para Europa y en general para el primer mundo, el reconocimiento, ponderacin y retribucin de los bienes y servicios ambientales y sociales de la agricultura es indispensable en naciones orilleras como la nuestra. Socie-dades rencas donde la mengua de la produccin agropecuaria respecto de la total no condujo a una reduccin semejante en la poblacin econmicamente activa, de modo que la produc-tividad y la retribucin del trabajo rural se desplomaron. Pases cuyo campo es territorio de exclusin societaria y cri-

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    sis ambiental; zona de desastre que los jvenes desertan, no hacia una industria y unos servicios que en las ltimas dca-das penas han crecido, sino rumbo a la precariedad urbana y la incierta migracin indocumentada.

    Necesitamos un nuevo acuerdo entre el mundo urbano y el mundo rural. No el avenimiento del pasado netamente agrario y un presunto futuro puramente industrial, sino la apuesta por un porvenir habitable donde la historia social prolongue y trascienda la historia natural en vez de inte-rrumpirla catastrficamente.

    Viraje civilizatorio donde algo tendrn que decir los cam-pesinos, y donde mucho tendr que hacer la comunidad ru-ral: un microcosmos aldeano cuya convivencia nunca fue anglica y cuyas prcticas agrcolas estn lejos de ser inma-culadas, pero sin el cual es imposible enmendar el rumbo. Porque si en el planeta entero hay que voltear el modelo tecnolgico y societario, en los pases orilleros, de hambrunas y xodos desoladores, recuperar la seguridad alimentaria y laboral pasa por restaurar la economa campesina. Y dentro de ella el ncleo ms resistente, virtuoso y sofisticado: la milpa, el traspatio, el potrero, la huerta, el acahual.

    Polfnicos Para empezar, habr que reconocer que los campesinos son multifuncionales. Esto quiere decir que su eficiencia y com-petitividad no puede juzgarse slo con base en los productos que lanzan al mercado de manera directa y visible, sino tam-bin en una serie de bienes y servicios generados, que si nos circunscribimos al anlisis costo/beneficio del sistema pro-ducto resultaran externalidades. Estas funciones, poco visi-bles desde una ptica estrechamente mercantil, pero muy reales, son de diferente ndole y podran clasificarse en socia-les, culturales y ambientales.

    Servicios sociales: Restaurar la autosuficiencia, seguridad y soberana en el

    empleo. Cuando los mexicanos del campo y la ciudad, des-alentados por la falta de futuro en su regin y en su pas, salen a los caminos del xodo en una migracin multitudina-ria. Cuando perdemos aceleradamente autosuficiencia, segu-ridad y soberana laboral como resultado de polticas exclu-

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    yentes, entonces cobra importancia estratgica una economa como la campesina, que genera empleos e ingresos a costos sustantivamente menores que la industria y los servicios.

    Garantizar la seguridad y soberana alimentarias. En un pas que en los ltimos 15 aos ha perdido autosuficiencia, seguridad y soberana en lo tocante a los alimentos, y depen-de cada vez ms de las importaciones de alimentos bsicos, en un desbalance creciente que nos pone en situacin de extrema debilidad frente a nuestros socios comerciales, pues el riesgo de que no nos quisieran vender cereales sera el hambre; en estas condiciones, la produccin campesina de medios de vida destinados al mercado nacional, al local o incluso al autoconsumo reduce el riesgo de crisis alimenta-rias y hambruna.

    Fortalecer la cohesin social. Cuando el mundo rural se desintegra por la falta de opciones y el xodo, mientras que el mundo urbano se satura de precaristas atenidos a la eco-noma informal parasitaria; en un pas de conflictividad co-tidiana exacerbada, disgregacin social e ingobernabilidad hormiga es vital restaurar la economa domstica campesina que fija a la poblacin y restituye la comunidad.

    Fortalecer la economa solidaria. Cuando el modelo ma-quilador de industrializacin desemboca en una actividad econmica pulverizada, negrera y golondrina, que adems est en crisis; cuando las pequeas y medianas empresas quiebran como producto de la atrabancada apertura comer-cial; cuando la gran empresa se desnacionaliza y las corpora-ciones ocupan todos los espacios; en el contexto de un capita-lismo salvaje como el que vivimos, la solidaria economa campesina, una produccin moral que persigue el bienestar y no el lucro, y que al combinar labores familiares y activida-des asociativas genera economas de escala y refuerza la organicidad rural, es un activo al que no podemos renunciar.

    Desalentar las estrategias de sobrevivencia antisociales. Cuando la reproduccin delincuencial a travs del narcocul-tivo y el narcotrfico deviene para muchos la nica alterna-tiva posible, en regiones donde slo la amapola o la ma-rihuana tienen ventajas comparativas, restaurar la viabilidad de la economa campesina es la forma ms barata de combatir al crimen organizado.

    Desalentar la violencia libertaria. Cuando los grupos ar-

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    mados con proyecto poltico se multiplican legitimados por un orden econmico, poltico y social que no parece dejar otras alternativas; en un pas donde la violencia libertaria rural ha sido una constante intensificada en la ltima dcada no cabe duda de que la forma menos cruenta y ms legtima de desalentar la poltica de las armas es fortalecer a la economa campesina como base y palanca de la dignifica-cin y democratizacin de la sociedad rural.

    Servicios culturales: Fortalecer la identidad nacional. Si la diversidad de cul-

    turas autctonas, migradas y mestizas es uno de los activos del pas, y si la matriz originaria de esta pluralidad es casi siempre de carcter rural y comunitario, habr que recono-cer en la economa campesina el sustento econmico y socie-tario de nuestra identidad como nacin.

    Darle viabilidad productiva a las autonomas indias. Cuando los derechos autonmicos y culturales de los pueblos indios se reivindican enrgicamente cobra fuerza la funcio-nalidad de la economa campesina como principal e insosla-yable sustento productivo de estos derechos.

    Sustentar econmicamente a las culturas originarias. La restauracin, preservacin y desarrollo de las culturas autc-tonas, que incluyen los proverbiales productos artesanales, pero tambin y sobre todo usos y costumbres (lingsticos, polticos, jurdicos, religiosos, musicales, culinarios, etcte-ra), as como saberes productivos y prcticas agrcolas a ve-ces ancestrales, slo sern sustentables si tienen base econmica en una produccin campesina renovadora de la tradicin y fortalecida en el cambio.

    Servicios ambientales: Paradigma de relacin armoniosa con el medio ambiente.

    En tiempos globales que evidencian la fragilidad de los eco-sistemas de los que depende la vida frente a modelos de pro-duccin y consumo destructores del precario equilibrio natu-raleza-sociedad, resaltan las virtudes de una economa y una sociedad comunitarias capaces de mantener y desarrollar una relacin ms armoniosa con el medio-ambiente.

    Desarrollo de alternativas tecnolgicas sustentables. Si bien algunas prcticas productivas domsticas que fueron sustentables se pervirtieron o dejaron de serlo debido al cre-cimiento poblacional y al impacto de paquetes tecnolgicos

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    agresivos, no cabe duda de que los nuevos paradigmas am-bientales tanto los grises que tienen que ver con las tec-nologas limpias, como los verdes que convocan a no violen-tar la capacidad de carga de los ecosistemas estn revalorando las virtudes de los aprovechamientos diversifi-cados, del bajo o nulo consumo de agroqumicos y de la pro-duccin en pequea o mediana escala capaz de adecuarse con flexibilidad y eficiencia los diferenciados requerimientos del medio-ambiente, es decir, que reivindican el cambiante pero terco y duradero modelo campesino de produccin.

    Preservacin de los recursos naturales. Cuando el agua potable, la atmsfera limpia y el suelo frtil devienen recur-sos naturales escasos y cada vez ms valiosos contra los que atentan los patrones tecnolgicos homogenizantes y la lgica de lucro del capital, es necesario apelar una vez ms a una produccin campesina por naturaleza diversa y que antepone el bienestar a la ganancia.

    Reproduccin y domesticacin de la biodiversidad. Si el siglo XXI ya no ser de los petroqumicos sino de las indus-trias de la vida basadas en la ingeniera gentica (actividad decisiva en la produccin de alimentos, de medicinas, de cosmticos, etctera), la biodiversidad, bajo la forma de ban-cos de germoplasma, deviene el recurso estratgico por exce-lencia, un bien que las trasnacionales y sus bioprospectores con o sin patente de corso tienden a extraer y patentar, mientras que las comunidades agrarias y los campesinos lo preservan, pues en gran medida se trata no de recursos na-turales sino del resultado de una ancestral domesticacin.

    Si esto es lo menos, como piensa el presidente Fox, qu ser lo ms.

  • DISLOCADOS

    Los derechos del que migra y el derecho de no migrar Caminando nacemos... Peregrinos somos... Des-plazados vivimos... Vocero de Las Abejas y Las Hormigas en marcha a la Ciudad de Mxico Implosin

    Desde siempre los hombres migran, pero hoy se trata de un fenmeno diferente. Para m esa convulsin poblacional global representa un momento tan importante como el que marc el fin de la Edad Media. Estamos pasando por una revolucin en nuestra manera de vivir, producir, comunicar, urbanizar y viajar. Finalmente nos estamos haciendo genuinamente modernos, pues la mayora de los habitantes del mundo es hoy urbana. Nos volvemos un solo mundo: en puntos remotos de la tierra las personas estn siendo desplazadas esencialmente por las mismas razo-nes.

    Sebastio Salgado, xodos La civilizacin occidental coloniz el planeta movindose de norte a sur. Como buscando el calor, parti de pases fros y densamente poblados hacia territorios tropicales de tenue demografa y vertiginosas riquezas naturales. Hoy los vien-tos han cambiado. El capital, las instrucciones y las bombas estpidas siguen llegando del septentrin, pero las muche-dumbres del xodo marchan hacia el fro, fluyen a contrapelo en una incontenible mundializacin plebeya.

    Los imperios avanzan de las metrpolis a las colonias y en su curso depredador saquean, arrasan, someten, humi-llan. Pero los expoliados y escarnecidos, quienes eran el cen-tro de sus mundos y amanecieron en las inhspitas orillas de un mundo ajeno, se enconchan y resisten. Hasta que un buen

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    da echan los sueos al morral y emprenden la marcha rum-bo al centro, rumbo al erizado corazn de las tinieblas.

    Porque en el reino del gran dinero la riqueza total engen-dra pobreza total; omnipotentes y desvalidos navegando en la red; lujo y carencia extremos frente una misma pantalla de televisin; hambre terminal y hartazgo desmedido com-partiendo el bao en la casa transparente de la globalidad. Y el centro envejece mientras que los mrgenes rebosan ado-lescentes a la intemperie. Entonces el nuevo xodo es un arponazo de sangre joven a las metrpolis decrpitas: una imperiosa necesidad y una indeseable dependencia.

    En el cruce de milenios los surianos errantes asedian las fortalezas primermundistas y toman por asalto las ciudades. La barbarie orillera irrumpe en los malls de la civilizacin. Y esta implosin no es slo andrajoso gento en movimiento, es tambin invasin cultural y cerco poltico; exportacin de ritmos, atuendos, sabores, utopas; sacudimiento de imagi-narios colectivos. Es una revolucin centrpeta.

    Y va para largo. Segn la Organizacin Mundial del Tra-bajo (OIT), el desempleo creciente es el mayor drama humano del planeta, y en la depresin del arranque del siglo perdie-ron su trabajo unos 24 millones de personas. Pero esto no es nada: en la prxima dcada se sumarn al mercado laboral 500 millones de nuevos solicitantes principalmente en los pases perifricos, mientras que si bien nos va se crearn unos 100 millones de empleos. Entonces, la migracin no es un epifenmeno del mercado que sirve para redistribuir ra-cionalmente la oferta de fuerza de trabajo en funcin de la demanda; el xodo es un derivado de la exclusin econmica, poltica y social por el que la pobreza y la desesperanza se dispersan por todo el planeta.

    En el continente americano las tendencias demogrficas indican que en el ltimo siglo los ndices del crecimiento de la produccin no coincidieron con los del incremento pobla-cional. Pero muestran tambin que el desbalance demogrfi-co entre el norte y el sur genera flujos migratorios desorde-nados e incontrolables. xodos que lejos de restablecer el equilibrio dislocan al continente y pueden conducir una ver-dadera crisis civilizatoria. Hace un siglo la poblacin ameri-cana se agolpaba en Estados Unidos donde vivan cien mi-llones, mientras que en los pases latinos del continente

  • 35

    habitaban slo ochenta. En menos de cien aos la distribu-cin se invirti: hoy Estados Unidos tiene 260 millones de habitantes, mientras que en Amrica Latina se apretujan 500 millones. Y los del denso y amargo Sur se mueven incon-teniblemente hacia el norte en un peregrinar doloroso, in-cierto y lleno de acechanzas.

    Capitales liberados, trabajadores clandestinos Existe la necesidad de un crecido nmero de trabajadores dispuestos a llevar a cabo faenas duras, montonas, bajo condiciones severas de clima. La experiencia demuestra que los blancos no desean esas labores. El mexicano es un factor importante de la economa agrcola de California, fuente principal de mano de obra con bajo salario. Una reduccin de braceros tendra graves consecuencias econmicas.

    R.L. Adams, Estudio para la Cmara de Comercio de Estados Unidos, 1930.

    Al tiempo que se desmantelan las barreras arancelarias para facilitar el paso a bienes, servicios, energa, inversiones, in-formacin y patentes crecen y se erizan los muros erigidos para cortarle el paso al xodo. Mientras que se liberalizan los flujos del capital se penaliza la circulacin de los migran-tes rasos criminalizando su acceso a los mercados de trabajo primermundistas.

    El pretendido culto a la libre concurrencia es una men-tirosa profesin de fe que queda en entredicho cuando Esta-dos y organismos multilaterales intervienen para defender al gran dinero de los descalabros financieros. Que torcerle la mano invisible al mercado est permitido cuando as con-viene al capital se evidencia en los debates sobre cmo regu-lar la migracin, y sobre todo en las prcticas de cierre de fronteras y de contencin policiaca que no impiden el ingreso de migrantes pero s ilegalizan su estancia y devalan su trabajo.

    De esta manera los millones de indocumentados en Esta-dos Unidos constituyen un minusvlido ejrcito de mano de obra, disminuido en sus salarios, condiciones de trabajo,

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    derechos sindicales y prestaciones sociales. Una capacidad laboral barata y desprotegida, que por si fuera poco est dispuesta a aceptar los peores empleos y trabaja volunta-riamente hasta el lmite de sus fuerzas con tal de responder-les econmicamente a los que se quedaron y realizar el sue-o americano.

    La Carta de Intencin firmada por los presidentes Chre-tien, Bush y Fox en la Cumbre de las Amricas, realizada en Qubec en abril del 2001, es reveladora del trato diferencia-do que se da al flujo de trabajadores y al de otras mercanc-as. Por una parte, se manifest la voluntad de norteameri-canizar los mercados de energa, lo que pondra los hidrocarburos mexicanos a disposicin de la Reserva Es-tratgica de Estados Unidos. Por otra parte, Mxico y Ca-nad convinieron en agregar el sector servicios al Memoran-do de entendimiento sobre trabajadores agrcolas temporales, y lo ms importante se acord impulsar un Programa de Trabajadores Huspedes entre Mxico y Esta-dos Unidos. Este plan estaba lejos de la amnista para indo-cumentados que se haba demandado, y tena el problema de que al acogerse a convenios de estancia temporal los residen-tes indocumentados se pondran en manos de las autorida-des que podran repatriarlos, pero con todo era un avance. Sin embargo, mientras que en el mbito de la energa los intentos de los estadounidenses por acceder a nuestras re-servas petroleras siguen avanzando por debajo de la mesa, el acuerdo laboral para migrantes permanece congelado hasta nuevo aviso. Entre otras cosas porque el voto latino dej de ser prioritario en la estrategia reeleccionista de Bush, y tambin porque la criminalizacin del trabajo indocumenta-do es un buen negocio.

    Pero si la ilegalidad laboral de los migrantes es econmi-camente rentable, socialmente es disruptiva. Sobre todo cuando la combinacin de guerra civil, desbarajuste econ-mico y desastres naturales provoca avalanchas humanas como la llamada crisis de los centroamericanos a fines de los ochenta. Y entonces: cuando todo Estados Unidos amena-zaba con transformarse en una gran zona fronteriza, cuando para los anglos comenzaba a desdibujarse la separacin en-tre ellos y nosotros; entonces, el miedo a la ola caf, el temor al infierno en nuestras puertas se tradujo en campos

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    de concentracin o de detencin como los que se esta-blecieron en el sur de Texas en 1989.

    La matanza de las Torres Gemelas testimonia que la ven-ganza de los dbiles puede ser cruel e inhumana. Al igual que las bombas vivientes palestinas contra civiles de Israel, demuestra que despus de perder familia, hogar, tierra y patria los ofendidos y humillados an pueden perder su alma mediante acciones execrables. Pero demuestra, asimismo, que en este mundo globalizado nadie est a salvo, y que los airados vendavales que desata la prepotencia del imperio no soplan slo en Europa oriental, en el Oriente medio, en fri-ca subsahariana, en Amrica del sur; tambin sacuden la Gran Manzana . Y agitan hominosamente las cortinas de todos los hogares. De todos sin excepcin.

    Para algunos fue una seal de que haba que trabajar por una justicia planetaria. Para otros fue un llamado a reforzar las murallas y organizar sangrientas incursiones extramu-ros. El sndrome del Fuerte Apache hizo presa del gobierno de Estados Unidos, y sus llamados a la guerra santa cayeron en el terreno abonado por la paranoia post 9-11. Y as los muertos de Manhatan siguen muriendo en Afganistn, en Israel, en Palestina, en Irak. Pero tambin en las orillas del Ro Bravo y hasta en las del Suchiate, porque cuando proyec-tamos en el otro nuestras culpas y temores, el migrante de a pie, el alien por excelencia, es la primera vctima.

    La confianza de Fox en la llamada Nueva relacin Mxi-co-Estados Unidos, que culmin en los primeros das de sep-tiembre cuando en una visita de Estado proclam unilate-ralmente que el convenio sobre Trabajadores Huspedes se firmara ese mismo ao, se derrumb como el World Trade Center. Y en vez del acuerdo laboral anunciado lo que se intensific fue la colaboracin de Mxico en el sellamiento de la frontera norteamericana. El gobierno mexicano est pre-parado para quebrar el creciente flujo de extranjeros que utilizan el pas como punto de trnsito en sus esfuerzos para entrar en Estados Unidos, dijo el secretario de Gobernacin Santiago Creel en una reunin con el secretario de Estado Collin Powel en abril de 2001. Y efectivamente, el Plan Sur, en la frontera con Guatemala, y el Plan de Accin para la Cooperacin sobre Seguridad Fronteriza, en la frontera con Estados Unidos, transformaron en un infierno el purgatorio

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    que ya eran para los migrantes las lneas divisorias. Transformado en cancerbero del imperio, el gobierno de

    Fox abandon a su suerte a los indocumentados que ya estn en el gabacho, y dificult an ms las cosas para los que pretenden entrar, sean stos mexicanos o extranjeros en trnsito. El problema es que lejos de atenuarse, en el Sur la compulsin peregrina se incrementa. Y as como no tiene un acuerdo para el trabajo migratorio, el gobierno tampoco tiene una poltica para generar el empleo que el pas necesita.

    Patria peregrina Ms que prdida de identidad vemos la conti-nuacin del proceso de mestizaje... La verdad es que el tiempo y el espacio ya no reconocen... fron-teras... El futuro est en ambos lados, el pasado tambin, el presente est en todos: la parablica y el cholo en Michoacn, el neoindgena y la pelo-ta mixteca en California... Todo se mueve, todo cambia, todo permanece, y al parecer, los nicos que se sienten cmodos dentro de este ajetreado paisaje son los indgenas y los chicanos, quienes reconocen que el futuro y el pasado coexisten con el presente...

    Rubn Martnez (chicano-salvadoreo nacido en Los ngeles y radicado en la Ciudad de Mxi-co), Ms all de las mamoneras: cultura, mi-gracin y desmadre en ambos lados del Rio Bra-vo, La Pusmoderna, no. 7, otoo, 1996.

    Una economa donde la produccin per cpita est estancada desde hace tres lustros Una industria que en menos de diez aos vio desaparecer barridas por la apertura comercial a las pequeas y media-nas empresas, y cuyo dinamismo se concentraba en el sector exportador en particular las plantas de montaje hasta que a fines de 2001 comenzaron a cerrarse maquiladoras y se perdieron 300 mil empleos en un ao, no slo por la recesin estadounidense sino tambin porque en Centroamrica y en China los trabajadores son ms baratos.

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    Una agricultura devastada, donde slo progresa un pe-queo sector exportador, mientras que la produccin para el mercado interno y en particular la de granos bsicos vive una prolongada crisis de rentabilidad; desastre que comparte con cultivos de exportacin como el caf, arruinado por la baja de precios, y la caa de azcar, acorralada por los edul-corantes de alta fructuosa.

    Un pas que durante la segunda mitad de los noventa creaba menos de 400 mil empleos anuales, mientras que cada ao entraban al mercado un milln cien mil nuevos trabajadores potenciales. Rezago abrumador que se agudiz en los dos ltimos aos, pues en 2001 se perdieron plazas y en 2002, si bien nos va, se crearn 200 mil.

    Una patria esquiva donde los jvenes urbanos no tienen ms destino que el trabajo informal parasitario o la maquila negrera y los rurales pueden optar entre el jornaleo itineran-te en los circuitos agrcolas del noroeste y el cultivo de ama-pola o marihuana.

    Una nacin con el presente quebrado y un severo dficit de futuro es por fuerza un pas en trnsito. Una patria pere-grina y transterrada.

    Los mexicanos que dispers la crisis, los compatriotas de la dispora, los modernos gitanos, salen de todas partes pero marchan rumbo al norte: a los cultivos irrigados de Sonora, Sinaloa y Baja California, pero tambin del campo a la ciu-dad, de la milpa al camelln, del hambre rural a la penuria urbana. Y de ser posible de mexiquito al gabacho. Porque cuando se tienen tres mil kilmetros de frontera con la Tie-rra Prometida no hay Lnea Maginot que valga, y por ms que las migras se pongan pesadas los trashumantes dan portazo con tal de entrar al gran show del Sueo America-no.

    Mxico es un pas de jvenes donde todos los das tres mil chavos se incorporan al mercado laboral. Los ms en vano, pues en los ltimos noventa se creaban menos de mil emple-os diarios, de modo que dos de cada tres solicitantes se que-daban con las ganas o se sumaban al trabajo informal. Pero eso fue en los buenos tiempos, con expansin de la economa estadounidense y cierto crecimiento de la nacional. En la recesin del ao pasado se perdieron puestos de trabajo y este ao la creacin de empleos ser marginal. Adems, el

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    salario mnimo que gana 8% de la poblacin econmicamente activa perdi casi 80% de su valor en el ltimo cuarto de siglo, y 70% de los empleados recibe menos de cinco salarios mnimos, apenas para la Canasta Bsica. Finalmente, los salarios contractuales perdieron tambin un cuarto de su valor desde 1994.

    Y si cada da ms de dos mil nuevos solicitantes de em-pleo no encuentran trabajo formal no debera extraarnos que tambin todos los das entre mil y mil quinientos mexi-canos se vayan a Estados Unidos. Y hablo slo de la tercera parte que logra pasar y quedarse ah, y no de los millones de deportados y los centenares de muertos en el intento. Para crear los empleos formales necesarios necesitaramos crecer a una tasa sostenida de 10% anual. Y aun entonces la abis-mal diferencia en los ingresos seguira induciendo la migra-cin.

    Somos una nacin en trnsito, los campeones mundiales del xodo, ningn pas se vaca tan rpido como nosotros. Las cifras ms recientes del Servicio Nacional de Migracin de los Estados Unidos indican que Mxico es el principal origen de los nuevos migrantes legales, con 206 mil para el ao fiscal de 2001. Y a esto hay que agregar los indocumen-tados. As, viven del otro lado de la frontera ms de veinte millones de mexicanos, de los cuales alrededor de la mitad naci en Mxico, y poco menos de la mitad de esa mitad son indocumentados.

    Con una poblacin transterrada equivalente a 20% de los que habitan en el pas. Mxico es un pueblo binacional. Pero la simbiosis con el vecino del norte no est slo en el trasbal-se demogrfico; se expresa tambin en sustantivos y crecien-tes flujos econmicos. Las remesas, el dinero que los mi-grados envan de regreso a su pas, alcanz los diez mil millones de dlares el ao pasado: tres veces el valor de las exportaciones agrcolas, 50% ms que lo que aporta el turis-mo, tanto como lo que ingresa el petrleo o las inversiones extranjeras directas, muy por arriba de lo que se gasta en programas rurales como Alianza para el Campo y Procampo ms los costos de operacin de la Secretaria de Agricultura Ganadera, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentacin. Depen-den directamente de las remesas un milln trescientos mil hogares, casi siete millones de personas, 7% de nuestra po-

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    blacin. Cantidad que se duplic en los ltimos nueve aos. Y para ms de medio milln de familias los envos son la nica fuente de ingresos.

    Tambin ah somos campeones. De los 23 mil millones de dlares que, segn el Banco Interamericano de Desarrollo, reciben Amrica Latina y El caribe por concepto de remesas, a Mxico le corresponde alrededor de 40%, muy por encima de Repblica Dominicana, El Salvador, Brasil o Ecuador. Y segn el Banco Mundial, en perspectiva planetaria slo es-tamos atrs de la India.

    Libre comercio, el remedio o la enfermedad? El crecimiento econmico... es la solucin ltima para la reduccin de... presiones migratorias... (por lo tanto)... los Estados Unidos deberan ace-lerar el desarrollo de un rea de libre comercio Mxico-Estados Unidos... (pues)...el acceso mejo-rado a los mercados estadounidense y de otros pases es la llave para el futuro econmico del rea.

    Comisin para el Estudio de la Migracin In-ternacional y el Desarrollo Econmico Cooperativo.

    Migrantes siempre hubo, pero ahora son legin. Y la avalan-cha coincide con los tres lustros del ajuste estructural, es-pecialmente con el arranque del Tratado de Libre Comercio de Amrica del Norte (TLCAN), en 1994. Las polticas pbli-cas que deban llevar el pas al primer mundo lo que hicieron fue llevarse a los mexicanos al gabacho. Los acuerdos inter-nacionales que deban sacarnos del subdesarrollo nos hun-dieron en la crisis y el xodo. Paradjicamente el TLCAN ape-nas incluye consideraciones migratorias, y evidentemente no abre las fronteras a los braceros que quieran irse a trabajar, aunque s a los empresarios que vengan a invertir.

    Tras la ausencia en el tratado de referencias sustantivas a los flujos laborales subyace la discriminacin de la mer-canca humana. Pero tambin la hiptesis de que la libera-lizacin comercial dinamizara la economa mexicana y gene-rara empleo, lo que reducira la migracin mejorando, de paso, las condiciones y los salarios en los mercados laborales de destino. As, un acuerdo de apertura comercial que sosla-

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    ya el mercado de trabajo y apenas se refiere a la migracin sera el remedio de fondo para el problema del xodo.

    La peregrina hiptesis tiene historia: en 1986, al aprobar el Acta de Reforma y Control de la Inmigracin conocida como Ley Simpson-Rodino el Congreso estadounidense cre tambin la Comisin para el Estudio de la Migracin Internacional y el Desarrollo Econmico Cooperativo que en consulta con Mxico y otros pases deba analizar las causas y los remedios del problema. La Comisin concluy que si bien al crear capacidades, recursos y expectativas el desarro-llo propicia transitoriamente la migracin, el crecimiento econmico y la creacin de empleos es la solucin ltima para la reduccin de estas presiones migratorias. Y si la llave mgica del crecimiento es la liberacin del comercio y la desregulacin de la economa el TLCAN deba ser el reme-dio definitivo para la migracin mexicana. Como el rea de Libre Comercio de las Amricas (ALCA) lo ser presuntamen-te para la que viene del resto del continente.

    Pero el remedio result peor que la enfermedad. La libe-ralizacin del comercio, en condiciones de severa asimetra socioeconmica, ocasion la destruccin de la economa ms dbil, causando mortandad en la pequea y mediana indus-tria, que alimenta el mercado interno y genera empleo, y arrasando con la agricultura campesina, que sustenta a casi un cuarto de la poblacin y en particular con los productores de granos bsicos de los que depende nuestra seguridad ali-mentaria. Y el desmantelamiento generalizado de la base productiva gener xodos multitudinarios crecientes e incon-trolables. La migracin no result de los recursos, capacida-des y expectativas creadas por el desarrollo, sino de la des-truccin de recursos, capacidades y expectativas generada por la desregulacin salvaje.

    Migracin relativa y migracin absoluta Y si a un hijo mo le dejo la parcela siento que lo desgraci para siempre, porque ya no se pudo ir a los Estados Unidos.

    Campesino del Bajo. Podra pensarse que la migracin se origina ms en las ex-pectativas generadas por la desigualdad social entre el lugar

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    de origen y el de destino que en el efecto expulsor de la po-breza absoluta; que nace no tanto de las carencias netas de periferia como de las oportunidades del centro; que la mueve el atractivo del Norte ms que la repulsin del Sur. En esta hiptesis, mientras haya desarrollo desigual habr propen-sin migratoria, y a mayor desarrollo del subdesarrollo mayores expectativas, capacidades y recursos para una mi-gracin exitosa.

    Puede ser. Pero no es el caso del xodo mexicano reciente. La hiptesis puede explicar algunas situaciones especficas pero no describe adecuadamente la catstrofe migratoria que hemos vivido en los ltimos diez aos, periodo en que el de-sarrollo mexicano-norteamericano no slo fue desigual sino dramticamente polarizado, pues mientras que la economa estadounidense se expanda de manera consistente y ms o menos equilibrada, la nuestra se estancaba, ocasionalmente decreca, y en general se fracturaba en un sector minoritario expansivo y globalizado y otros la mayora arruinados y excluidos. Esto ocasion un efecto absoluto de expulsin, un enorme dislocamiento poblacional, una dispora masiva e irrefrenable jalada por las expectativas, pero sobre todo em-pujada por la desesperanza.

    Es cierto que el Norte atrae a los que progresan, y que la migracin exitosa requiere de condiciones en los lugares de origen y destino de las que carecen los pobres absolutos. Pero esta trashumancia bien planeada y motivada por expectati-vas razonables es la crema de la migracin: la que viaja en primera o cuando menos compra boleto. Detrs de ella est el peregrinar ms desprotegido y angustiado: los que ni si-quiera pueden pagar los servicios del pollero; los cientos de miles que viajan a pie o de mosca en los trenes cargueros; los que despus de fracasar demasiadas veces se quedan de este lado a ganar en pesos con la maquila o los oficios precarios; los que tienen que conformarse con jornalear en las pizcas del noroeste mexicano; los que mueren en el camino de calor o de fro, ahogados o de sed, de tren, de cuchillo o de bala; los caen en manos de la Migra, de la Mara o de los Rangers; aquellos y aquellas a los que atrapa la prostitucin en los srdidos burdeles de Tecn Human, en los bares de Tapa-chula o en los teibols de Tijuana. Este es el xodo profundo. Por cada Rey del Tomate hay cien mil transterrados a riz.

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    Los derechos del que migra y el derecho de no migrar Toda persona tiene derecho al trabajo digno y socialmente til; al efecto se promovern la crea-cin de empleos y la organizacin social para el trabajo, conforme a la ley.

    Constitucin Poltica de los Estados Unidos mexicanos, Artculo 123.

    Cuando la migracin es absoluta y no slo relativa, cuando no es movimiento progresivo sino resultado de una catstrofe social, en ltima instancia no es posible normalizarla y dig-nificarla. Se pueden atenuar los dolores, pero el remedio de fondo est en otra parte. El ingreso, a fines de los ochenta, de un milln de centroamericanos en Estados Unidos, y los dos millones de desplazados en el interior de la regin stmi-ca, xodo que result de la combinacin de crisis econmica, guerra, persecucin poltica y descomposicin social, difcil-mente podan ordenarse con pleno respeto a los derechos de los refugiados. Como no puede ordenarse la dispora multi-tudinaria de los noventa. El problema tiene que ser atacado en la raz, en las causas de la expulsin.

    Con ser importantsima, la cuestin de los derechos de los migrantes no es radical. Y no lo es pues no va al fondo del problema: una desbandada poblacional que se origina en la destruccin de la economa de las sociedades perifricas. Naciones que en la nueva globalizacin han perdido lo que les quedaba de seguridad alimentaria y de seguridad laboral. Pases incapaces de garantizar a su poblacin lo mnimo: comida y empleo. Estados que dependen de importaciones masivas de granos bsicos y, en la de malas, de la ayuda alimentaria. Gobiernos que a falta de otra cosa exportan a sus ciudadanos y cuyas divisas provienen principalmente de las remesas de los expatriados.

    El libre mercado no procura comida y empleo. Si quere-mos seguridad alimentaria y seguridad laboral necesitamos acciones de gobierno comprometidas con el bien social. Y para tener estas polticas pblicas necesitamos soberana: soberana alimentaria y soberana laboral. Entendemos por soberana alimentaria la capacidad estatal de fomentar la produccin sostenible de granos y otros cultivos bsicos al

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    tiempo que se genera el ingreso necesario para que su pobla-cin pueda acceder a estos bienes. Entendemos por soberana laboral la capacidad que tiene un Estado de fomentar la creacin de empleo digno y suficiente, que ofrezca estabilidad y futuro al conjunto de su poblacin.

    No estoy hablando de autarqua. Los pases se asocian y pueden por qu no ceder soberana en nombre de com-plementariedad virtuosa. Tampoco propongo autosuficiencia alimentaria y autosuficiencia laboral. Lo de las ventajas comparativas tiene algn fundamento y las importaciones alimentarias no deben asustarnos; como no debiera preocu-parnos la migracin vocacional y enriquecedora. Lo inadmi-sible no es importar alimentos ni recibir o enviar migrantes, lo inadmisible son naciones minusvlidas, puestas de rodi-llas por su absoluta dependencia alimentaria y laboral.

    La solucin policaca: la nueva Lnea Maginot

    Seguirles la pista a esos tipos es como estar en el Old West

    Reinaldo Hernndez, de la Border Patrol. El xodo compulsivo y absoluto, producto de la desintegra-cin de las sociedades expulsoras, no se puede controlar con el uso de la fuerza. Es posible, s, elevar la cuota de sufri-miento y de sangre que pagan los migrantes, pero no ordenar y menos interrumpir un trnsito humano que responde a causas profundas.

    Desde el Plan de Contingencia para Intensificar la Fron-tera Sur, formulado en 1989 como respuesta a la crisis de los centroamericanos, pasando por las leyes migratorias y con-tra el terrorismo de 1996, impuestas desde esa fecha a otros pases a travs de la Conferencia Regional de Migracin que se realiza cada ao, Estados Unidos ha buscado que otros contengan el flujo antes de que llegue a sus fronteras.

    Con el Plan de Accin para la Cooperacin sobre la Segu-ridad Fronteriza, en el norte, y el Plan Sur, en la frontera con Guatemala, Mxico ha intensificado la persecucin poli-ciaca y militar de indocumentados en una represin que en la prctica se extiende a los propios compatriotas. As, a

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    principios de 2002, el Servicio Nacional de Migracin detuvo en Baja California y envi a Guatemala a siete presuntos chapines que segn esto se hacan pasar por chiapanecos y hasta se saban el Himno Nacional. Despus se descubri que eran realmente mexicanos, se les recibi de nuevo en su patria y se les pidi perdn. Disculpa que ciertamente no les habran dado si efectivamente fueran guatemaltecos. Pero si los siete confundidos hubieran