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40 3.2. LOS MODELOS TERRITORIALES PRECEDENTES Como se ha visto en el punto anterior, Móstoles fue siempre una encrucijada de itinerarios. Dentro de esta lógica, una de las razones del crecimiento de Móstoles en el último siglo fue su posición respecto a la Ctra. de Extremadura que atravesada el núcleo de Este a Oeste. El incremento de tráfico de esta carretera motivó el trazado de la primera circunvalación, que –como dice la memoria del Plan General vigente- “tiró del casco” hacia el NW. Resultado de esta atracción y de la falta de un planeamiento eficaz fue que el crecimiento urbano, volvió a “rodear” esta vía haciendo que perdiera su funcionalidad y motivando la necesidad de una nueva variante que pretendió solucionar al mismo tiempo la travesía del núcleo de Alcorcón y que volvió a convertirse en foco de atracción del crecimiento urbano, manteniéndose lo que el Plan General vigente denomina directriz del crecimiento hacia el NO . Junto con la Cra. de Extremadura, la Carretera Villaviciosa-Fuenlabrada –perpendicular a la anterior-, fue otro foco de atracción, configurándose el corazón de la ciudad en el cruce de ambas vías en forma sensiblemente pentagonal, hoy conformado por las calles Ricardo Medem, Independencia, Reyes Católicos, Juan XXIII y calle del Cristo, a partir del cual y por los caminos existentes se encauza el crecimiento radioconcéntrico . A esta dialéctica entre las dos tendencias de crecimiento se suman actuaciones puntuales, tanto residenciales como industriales que suponen otros tantos focos o barreras de tensión urbanizadora que deforman los resultados. Destacan en el primer tipo el polígono de Arroyomolinos que supuso un fuerte tirón hacia el SO y en el segundo la Finca Liana y Móstoles Industrial que conforman el crecimiento hacia el Oeste. Este crecimiento por paquetes, sin un modelo territorial director, fue dando lugar a una ciudad de difícil lectura para el que transitara por sus calles, tanto en coche como a pie, “defecto” que ningún Plan General ha conseguido corregir. La vía férrea actuó en un primer momento como barrera al crecimiento, pero fue superada dentro de esa tónica de puzzle de coexistencias que caracteriza la ciudad. En síntesis, un crecimiento urbano en trama radioconcéntrica imperfecta que no llega a conformar cinturones claros de circulación y en la que se mantiene la importancia de ejes lineales (Avda. de Portugal, Ctra. de Villaviciosa a Fuenlabrada) y aparecen importantes barreras como el ferrocarril, y polígonos industriales que se incrustan en el tejido residencial rompiendo las conexiones circulares. De hecho es una sucesión / superposición de tres formas de crecimiento:

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3.2. LOS MODELOS TERRITORIALES PRECEDENTES Como se ha visto en el punto anterior, Móstoles fue siempre una encrucijada de itinerarios. Dentro de esta lógica, una de las razones del crecimiento de Móstoles en el último siglo fue su posición respecto a la Ctra. de Extremadura que atravesada el núcleo de Este a Oeste. El incremento de tráfico de esta carretera motivó el trazado de la primera circunvalación, que –como dice la memoria del Plan General vigente- “tiró del casco” hacia el NW. Resultado de esta atracción y de la falta de un planeamiento eficaz fue que el crecimiento urbano, volvió a “rodear” esta vía haciendo que perdiera su funcionalidad y motivando la necesidad de una nueva variante que pretendió solucionar al mismo tiempo la travesía del núcleo de Alcorcón y que volvió a convertirse en foco de atracción del crecimiento urbano, manteniéndose lo que el Plan General vigente denomina directriz del crecimiento hacia el NO. Junto con la Cra. de Extremadura, la Carretera Villaviciosa-Fuenlabrada –perpendicular a la anterior-, fue otro foco de atracción, configurándose el corazón de la ciudad en el cruce de ambas vías en forma sensiblemente pentagonal, hoy conformado por las calles Ricardo Medem, Independencia, Reyes Católicos, Juan XXIII y calle del Cristo, a partir del cual y por los caminos existentes se encauza el crecimiento radioconcéntrico. A esta dialéctica entre las dos tendencias de crecimiento se suman actuaciones puntuales, tanto residenciales como industriales que suponen otros tantos focos o barreras de tensión urbanizadora que deforman los resultados. Destacan en el primer tipo el polígono de Arroyomolinos que supuso un fuerte tirón hacia el SO y en el segundo la Finca Liana y Móstoles Industrial que conforman el crecimiento hacia el Oeste. Este crecimiento por paquetes, sin un modelo territorial director, fue dando lugar a una ciudad de difícil lectura para el que transitara por sus calles, tanto en coche como a pie, “defecto” que ningún Plan General ha conseguido corregir. La vía férrea actuó en un primer momento como barrera al crecimiento, pero fue superada dentro de esa tónica de puzzle de coexistencias que caracteriza la ciudad. En síntesis, un crecimiento urbano en trama radioconcéntrica imperfecta que no llega a conformar cinturones claros de circulación y en la que se mantiene la importancia de ejes lineales (Avda. de Portugal, Ctra. de Villaviciosa a Fuenlabrada) y aparecen importantes barreras como el ferrocarril, y polígonos industriales que se incrustan en el tejido residencial rompiendo las conexiones circulares. De hecho es una sucesión / superposición de tres formas de crecimiento:

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- El caserío rural.- Con tipología de vivienda unifamiliar agrupada en manzanas semicompactas de geometría irregular, conformadas en función del viario de acceso a los campos y según la división del parcelario agrícola. Es la forma de crecimiento “sustrato” sobre la que se superponen otras dos.

- La renovación sustitución.- Predominante a finales de los setenta y consistente en la sustitución del caserío rural por tipologías multifamiliares de bloque abierto o manzana cerrada manteniendo el trazado viario y aumentando enormemente la densidad.

- Las grandes promociones.- Actuaciones en “paquetes” sobre suelo rústico que se

adosan a la trama primitiva, delimitadas radialmente por caminos rurales en el mejor de los casos y por límite de propiedades rústicas en la mayoría. Las densidades son elevadísimas y no se plantean como problema ni la definición de una estructura urbana interior ni la incardinación en una supuesta estructura urbana de nivel ciudad.

Si el problema no se plantea no existe, obviamente, la solución y el espacio “público” se transmuta en espacio “interbloque” en el que no sólo no está clara la funcionalidad en lo que podía ser el tejido urbano de la ciudad, sino del que ni siquiera se conoce la propiedad. La costumbre de los promotores de segregar exclusivamente la planta de los diferentes bloques, dejando la superficie restante como “resto de finca matriz”, aumenta la confusión y los conflictos cuando las diferentes comunidades de propietarios se “apropian” del espacio interbloques mediante vallas, setos o similares, sin que se respeten itinerarios de conexión inter-barrios necesarios para una mínima coherencia de la estructura urbana.

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3.3. LA MORFOLOGÍA URBANA 3.3.1. El núcleo urbano Como se ha descrito sintéticamente, el crecimiento de Móstoles hasta 1950 se hizo básicamente respetando la forma del “caserío rural”, con manzanas irregulares, de ocupación variable y alineación a calle/camino público, bien creando trama urbana nueva, bien por sustitución de edificaciones antiguas pero con escaso impacto transformador de la trama existente. A partir de 1960 invade la ciudad, hasta entonces un núcleo rural, una lógica urbana externa y guiada por el beneficio. En base a la misma se inicia, por un lado, un proceso de sustitución de vivienda rural por vivienda urbana en la trama inicial, que unas veces rompe la manzana inicial y otras la consolida con fondos variables y, por otro, la colmatación de las fincas rústicas periféricas mediante bloques abiertos abigarrados que no tienen espacios comunes y que generan una trama compuesta por los espacios inter-bloques convertidos en calle pública. En una segunda fase –en torno a 1972- comienza a aparecer una variante de la forma de crecimiento en bloque abierto y promoción urbana que incorpora el espacio verde como espacio conformado por los bloques pero sin una asignación registral clara a la edificación del entorno, el promotor no ejecuta servicios comunes tales como pistas deportivas o piscinas, ni crea las comunidades de propietarios para su mantenimiento, esos servicios aparecen en parcelas de uso exclusivo gestionadas por club privados. Muchas veces los locales comerciales se sitúan con acceso desde la propia zona verde por lo que impiden o complican mucho la posible privatización. Solamente en una última etapa el promotor incorpora servicios deportivos compartidos y gestionados por la comunidad en un espacio acotado “ab initio” e inscrito como zona común. Si la primera trama creada fue el resultado casual de una subdivisión especulativa de una parcela rústica y estuvo integrada por los espacios interbloques convertidos en calle, la segunda trama respondía exclusivamente a las necesidades del promotor y a la lógica de la propia promoción conectándose con el tejido preexistente por la simple yuxtaposición de tramas. Así las cosas, si bien la preexistencia de los caminos rurales ofrecía, a vista de pájaro, la imagen de un crecimiento concéntrico, a nivel de calle se trataba de una trama caótica compuesta de arcos de círculos continuos o quebrados que enlazaban dos caminos radiales o, a lo más tres, de manera que en ese crecimiento radioconcéntrico no era posible la consolidación de ningún cinturón viario. Todos estos crecimiento tuvieron lugar a una velocidad vertiginosa y con unas carencias dotacionales muy acusadas.

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La llegada de los Ayuntamientos democráticos inició un proceso de eliminación de déficits que atrajo toda la atención socio-política marginando exigencias de coherencia en el tejido urbano que, en esos momentos constituía un lujo. Esta marginación –explicable por la situación-, tiene importantes consecuencias para la estructura urbana: crecieron las barreras bien porque los colegios y dotaciones deportivas se situaron en los espacios interbloques con una longitud de parcela superior a doscientos metros, bien porque se localizaron en el borde de la zona construida, unos al lado de otros. Cuando se satisfacieron estas carencias más urgentes las demandas se extendieron a la urbanización y al ajardinamiento de las zonas verdes. Si la primera inversión fue posible, la conservación posterior se hizo cada vez más costosa, el vandalismo urbano destrozaba más deprisa de la velocidad restauradora del Ayuntamiento. El deterioro progresivo de esas zonas verdes locales por un lado y el crecimiento de las posibilidades de las comunidades para gestionar y conservar un espacio común por otro, hicieron proliferar las demandas de vallado condición “sine qua non” de las comunidades de propietarios para sustituir la obligación pública de conservación. Con autorización más o menos explícita se vallaron conjuntos urbanos olvidándose de los itinerarios precisos para coser y dar unidad a la ciudad o al barrio y conformando nuevos barrios. Móstoles es una ciudad en la que la barrera es consustancial con su tejido urbano de forma que hasta el ferrocarril tiene menor impacto que en otras ciudades a pesar de constituir una formidable división de la ciudad. Mientras tanto el Ayuntamiento centraba sus esfuerzos “de conservación” en los grandes parques y en las vías urbanas. Los nuevos planes parciales, salvo excepciones, no se plantearon la incardinación en la estructura urbana como uno de sus objetivos. Otra vez las dotaciones se agolpan en las periferias del sector que son las líneas de contacto con el entorno. Sólo se respetan las vías radiales y algunas circulares para tráfico motorizado. Las zonas industriales iniciadas a principios de los setenta en tres puntos cardinales (todos excepto el Norte en que el término se corta bruscamente, frente a Alcorcón), incluyen también manzanas de gran longitud que vuelven a conformar barreras a la integración de barrios colindantes. Con una edificabilidad muy elevada (1,5 m2/m2) se hace muy difícil su permeabilización o su traslado. El resultado de lo anterior es una ciudad puzzle, una ciudad inconexa cuya alta densidad evita la sensación de desintegración. Una ciudad en la que es muy difícil la orientación, en la que es difícil identificar un ámbito espacial porque todos son estructuralmante similares en amplias zonas de la ciudad. Una ciudad que es una multitud de agrupaciones de bloques que se protegen de la agresión urbana mediante la privatización de su entorno. Una ciudad en la que, a pesar de todo, por la enorme densidad, hay gente por la calle y, por consiguiente, centralidad potencial, a pesar de los grandes centros comerciales y de ocio localizados en el entorno.

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La reacción de Móstoles no ha sido muy afortunada a nivel territorial, la localización del hipermercado congestionando uno de los dos accesos existentes, la localización periférica y de difícil acceso de la estación de cercanías de El Soto, una Universidad a la que es necesario convencer de las ventajas de su integración en la ciudad, etc. En este panorama el casco histórico, a pesar del enorme y desafortunado proceso de sustitución que ha sufrido, constituye una referencia. La Ermita es uno de los edificios-hito de la ciudad. 3.3.2. Urbanizaciones periféricas Además de Parque Coimbra, urbanización que nació en 1968 al margen del núcleo de Móstoles y con vocación de núcleo autosegregado, que se extiende en las proximidades del Río Guadarrama, en una zona que nunca debió de ser urbanizada, y que tiene una capacidad de 3.600 viviendas (1.343 viviendas colectivas, 1.615 viviendas unifamiliares adosadas y 642 viviendas unifamiliares aisladas), no llegando ninguna a constituir un verdadero núcleo urbano porque su estructura es la de una urbanización periférica, con un tejido urbano difícilmente apropiable por el peatón y en el que proliferan las “urbanizaciones” aisladas incluso con calles particulares y en general cerrada sobre sí misma ignorando el espacio público. En el término municipal existen los siguientes crecimientos aislados: - Pinares Llanos; un grupo de viviendas unifamiliares con parcelas mínimas de

400/500 m2 y máximas de 1.200 m2, prácticamente consolidado por edificación de calidad media y urbanización aceptable, con depuradora propia situada junto a la carretera de Móstoles a Villaviciosa.

- La Colonia Guadarrama; una parcelación de carácter periférico situada junto al río y

al Norte de Parque Coimbra, cuya aparición se sitúa hacia principios de la década de los setenta. Muy desligada de los núcleos urbanos existentes e, incluso, de las principales vías de comunicación está bien situada respecto a los accesos a las riberas del Río Guadarrama.

Se accede por el Camino del Soto si se viene desde Móstoles y por el Camino de Villaviciosa si se llega por el NO. Hay un pequeño camino paralelo al cauce del río que enlaza el barrio con la A-5 y no existe conexión con Parque Coimbra –a pesar de la proximidad- porque la separa de ella el barranco del Arroyo del Soto.

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Se extiende sobre las partes altas de las laderas orientales a mediodía con pendientes medias que descienden sobre el Arroyo del Soto y el Río Guadarrama. (La parte baja de las riberas está ocupada por asentamientos ilegales). Está integrada por tres núcleos, uno de ellos –La Solana- de una sola calle y los otros dos con trama rectangular de 45 a 50 m. por 120 a 160 metros, con calles que siguen la línea de máxima pendiente. Hay algunos enclaves pequeños con tramas más irregulares al sur del trazado del antiguo ferrocarril a Villa del Prado. Ocupa en total 23,4 Has. Las parcelas tienen una superficie comprendida entre los 250 y los 1.500 m2, con tamaños más frecuentes entre 300 y 500 m2. La edificación es modesta, por regla general, no existiendo chalets que destaquen por su tamaño o su lujo, predomina la vivienda de segunda residencia, aunque –sobre todo en los últimos años- se está produciendo una transformación en residencia habitual. La urbanización es precaria y los servicios deficientes e incompletos.

- Las Casas de las Sabinas; ocupaciones ilegales en las riberas del Río Guadarrama,

con edificación autoconstruida, huertos familiares y tipología semi-rural. Sin ningún tipo de servicios ni infraestructuras, y localizadas muy próximas al río cuya contaminación es elevada, son asentamientos expuestos a inundaciones con grave riesgo para sus habitantes, en muchos casos con residencia en la zona que se consolida progresivamente como permanente a partir del asentamiento inicial agrícola, recreativo. En un inventario realizado por la Policía Local en 1998 se contabilizaron 84 viviendas ocupadas durante el fin de semana, 125 viviendas que pueden considerarse como segunda residencia y 7 vacías, además de 4 bares, una chatarrería y un establo de ovejas En la actualidad el número de vivienda ha aumentado y el inventario pormenorizado no es posible realizarlo por problemas de seguridad.

- Existen, finalmente, dispersas por el término municipal, una veintena de viviendas

unifamiliares aisladas con actividades agropecuarias anexas, que en la medida en que no se incluyen en Suelo Urbanizable Sectorizado se relacionan en un inventario específico.

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