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XIV CONGRESO NACIONAL DE POBLACIÓN, AGE Sevilla 2014
CAMBIO DEMOGRÁFICO Y SOCIO TERRITORIAL EN UN CONTEXTO DE CRISIS
273
RETRATO SOCIODEMOGRÁFICO DE LA POBLACIÓN MAYOR EN ESPAÑA
COMO PUNTO DE PARTIDA PARA UN ESTUDIO LONGITUDINAL
Vicente RODRÍGUEZ-RODRÍGUEZ
Instituto de Economía, Geografía y Demografía; Grupo de Investigación en Envejecimiento; CSIC. Madrid, España
E-mail: vicente.rodriguez@cchs.csic.es
María Eugenia PRIETO-FLORES Departamento de Geografía, UNED. Madrid, España
E-mail: meprietof@geo.uned.es
Gloria FERNÁNDEZ-MAYORALAS Instituto de Economía, Geografía y Demografía; Grupo de Investigación en Envejecimiento; CSIC. Madrid, España
E-mail: gloria.fernandezmayoralas@cchs.csic.es
Maria João FORJAZ Escuela Nacional de Sanidad y REDISSEC; ISCIII. Madrid, España
E-mail: jforjaz@isciii.es
Fermina ROJO-PÉREZ Instituto de Economía, Geografía y Demografía; Grupo de Investigación en Envejecimiento; CSIC. Madrid, España
E-mail: fermina.rojo@cchs.csic.es
Antonio ABELLÁN
Instituto de Economía, Geografía y Demografía; Grupo de Investigación en Envejecimiento; CSIC. Madrid, España
E-mail: antonio.abellan@cchs.csic.es
Resumen
La muestra piloto del Estudio Longitudinal Envejecer en España (ELES), representativa de
la población española mayor de 50 años, permite definir un perfil sociodemográfico de esta
población mediante el análisis de varias dimensiones, poniendo los fundamentos para
estudiar su previsible comportamiento al llegar a edades avanzadas en los próximos años.
La edad, y en menor medida el sexo, son los factores fundamentales que condicionan las
estructuras demográficas (hogares, familia, descendencia), socioeconómicas (nivel de
estudios, relación con la actividad, ingresos y otros bienes) y de salud (estado de salud
percibido, capacidad funcional) analizadas. En esencia, a medida que se envejece cambian
las estructuras lo que permite aventurar previsibles cambios futuros a medida que vayan
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llegando a envejecer generaciones con unos rasgos diferenciados de las actuales. Un
estudio longitudinal como ELES detectaría bien esos cambios sociodemográficos.
Palabras clave: envejecimiento; población española; perfil sociodemográfico; estudio
longitudinal.
1. INTRODUCCIÓN
La evolución de los principales parámetros demográficos ha conducido a un
envejecimiento de la población española que se acentuará en el futuro (PÉREZ et al., 2014)
y ha generado un volumen alto de personas mayores, más de 8 millones, el 17,3% de la
población (2011). La esperanza de vida al nacer alcanza los 82,3 años (79,3 para hombres,
85,2 para mujeres) en 2011 como consecuencia de la reducción de la mortalidad en todas
las edades (ABELLÁN et al., 2014), incluso entre las personas de 65 y más años,
alcanzando los 20,7 años (18,6 para hombres, 22,6 para mujeres) (INE, 2011). Esta
población mayor presenta un perfil heterogéneo estructural, en sus rasgos
sociodemográficos, de salud y económicos y en los vinculados con el entorno residencial y
de relaciones sociales y apoyo. Si se avanzara en otros aspectos psicológicos, emocionales
o biomédicos este retrato aún adquiriría rasgos más específicos y diversos, aunque, en este
caso, se requieren a investigaciones a microescala.
Desde una perspectiva temporal, las proyecciones a corto plazo del INE auguran un
incremento en la próxima década de casi 1,5 millón de personas de 65 y más años, de ellos
0,45 millones con 80 ó más años. España se coloca entre los países con una población de
edad más vieja, en proporciones similares a Alemania, Austria o Italia para 2040
proyecciones a largo plazo (EUROPEAN COMMISSION, 2012) o con una edad media
muy alta hacia 2050, más de 50 años (UNITED NATIONS, 2103). Su evolución está
sometida al vaivén de los ciclos generacionales y a los efectos de los componentes
demográficos, especialmente la inmigración (LANZIERI, 2011). Pero las proyecciones no
ilustran sobre el proceso de envejecimiento, porque muchos de sus componentes solo
pueden ser valorados con datos longitudinales y un enfoque multidimensional.
El objetivo principal de esta comunicación es señalar algunos rasgos de la población mayor
española mayor de 50 años, que pueden ser analizados considerando el previsible
comportamiento de estas personas que van a llegar a edades avanzadas en los próximos
años a partir de datos tomados actualmente. Se pretende, como objetivo colateral, fomentar
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el debate sobre la pertinencia de la investigación de esos aspectos. Un tercer objetivo es dar
a conocer la encuesta piloto del Estudio Longitudinal Envejecer en España (ELES)1.
2. FUENTE Y METODOLOGÍA
Se parte de la muestra piloto del Estudio Longitudinal Envejecer en España (ELES),
nacional, probabilística y transversal de la población española no institucionalizada, de 50
años y más, realizada en 2011, sobre 1.747 individuos (TEÓFILO et al., 2011;
RODRÍGUEZ et al., 2013)2. Es un muestreo por conglomerados en tres etapas (municipio-
sección censal; hogar; miembro del hogar) y estratificado por unidades de primera y
segunda etapa (4 tamaños de hábitat, 110 secciones y 12 hogares/sección). Los individuos
se obtienen aleatoriamente en el hogar según sexo (hombre, mujer) y edad (grupos
decenales desde 50 años). Los datos se agrupan en bloques de acuerdo con los objetivos
científicos del Proyecto, como (i) características demográficas en el curso de la vida
(tamaño, composición y biografía del hogar, nivel educativo, transiciones vitales), (ii)
rasgos económicos (vida laboral, edad de retiro y motivos de la jubilación, pensiones,
ingresos y gastos, uso del tiempo), y (iii) características del entorno social, redes familiar
y social, participación social y red de cuidados, satisfacción y calidad de vida. Se
completan con la salud física (estado de salud y enfermedades crónicas, salud funcional,
hábitos, limitaciones sensoriales, bio-marcadores, medidas antropométricas y pruebas de
esfuerzo, nutrición y dieta) y psicosocial como el funcionamiento afectivo y cognitivo,
apoyo social y emocional, rol social, o expectativas y valores.
La información se ha recogido en etapas secuenciales3, lo que, para cumplir el muestreo
probabilístico, implica una pérdida de información notable, desde los más de 13.000
hogares con alguna persona con 50 y más años contactados, hasta los 1.145 individuos que
han completado el cuestionario auto-rellenado. El estudio de la tasa de no respuesta
demuestra que la (no) participación en la muestra estuvo afectada por la edad y la
condición socioeconómica, siendo los más mayores y los que tienen menos recursos los
1 La base de datos puede ser usada a demanda desde la web del proyecto (www.proyectoeles.es) 2 Se realizó una sobre-representación de encuestados en el País Vasco que dio lugar a 1.747 casos, cuya ponderación,
para asegurar la representatividad, reduce este número a 1.357 casos. 3 En esencia, se hizo un primer contacto telefónico con el hogar seleccionado aleatoriamente, y después el envío de una
carta postal con información del Proyecto ELES, un cuestionario telefónico con preguntas de carácter sociodemográfico,
y la visita de personal especializado para la toma de muestras biológicas, la detección del estado cognitivo mediante el
cuestionario Mini Mental State Examination y la entrega del cuestionario de opinión auto-rellenado. La última fase fue el
cuestionario presencial mediante un entrevistador profesional.
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que tienden a no participar. También ha podido influir en la no respuesta el fraccionar la
toma de datos en varias fases y cuestionarios (RODRÍGUEZ et al., 2013).
En conclusión, esta fuente está siendo validada para mejorar su utilidad como instrumento
para un estudio longitudinal sobre el proceso de envejecimiento en España, en el futuro.
3. RETRATO SOCIODEMOGRÁFICO DE LOS ADULTOS MAYORES
3.1. Estructuras familiares y del hogar
Este perfil básico de la población de 50 años y más está recogido en la Tabla 1. En general,
la edad es un factor condicionante del mismo, con la excepción del sexo y el auto-
posicionamiento económico del hogar con los que no tiene una relación estadística
significativa.
La población que reside en la vivienda, formando un hogar, viene a demostrar una realidad
evidente en la sociedad española, que el 36% de los hogares están compuestos por la pareja
y otros miembros (familiares o no), ocupando una segunda posición los formados solo por
la pareja, 34%. También destacan otros dos hechos actuales de una gran importancia en el
futuro, los hogares unipersonales, que ya sobrepasan el 16%, y los compuestos por
personas que viven con otros, sean familiares o no, con un 13% (IMSERSO, 2012).
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Tabla 1. Variables básicas
50-60
años
61-70
años
71-80
años
81 y más
añosN %
Hombre 48,5 46,2 43,1 36,5 614 45,2
Mujer 51,5 53,8 56,9 63,5 743 54,8
Soltero/a 6,0 5,8 4,2 5,1 74 5,6
Casado/a, Convive en pareja 83,5 76,9 63,0 32,1 964 70,3
Viudo/a, Separado/a, Divorciado/a 10,5 7,3 32,8 62,8 319 24,1
E. Primaria incompleta (No sabe leer, sabe
leer pero no terminó) 15,3 38,3 62,0 67,3 332 34,4
Bachillerato elemental 28,1 28,7 18,2 14,3 247 25,6
E. Secundaria (Bachillerato, FPI, FPII) 26,4 13,9 9,4 10,2 176 18,3
E. Superior (Diplomatura, Licenciatura,
Doctorado) 30,2 19,1 10,4 8,2 209 21,7
Viven solos/as 6,4 12,7 25,2 40,4 222 16,3
Viven en pareja 19,7 48,4 46,6 21,8 466 34,3
Viven en pareja y con otros (familiares o no) 63,7 27,8 16,1 9,6 494 36,4
Viven con otros (familiares o no) 10,2 11,1 12,1 28,2 176 13,0
1-2 73,7 55,0 43,3 46,4 718 58,3
3 y más 26,3 45,0 56,7 53,6 514 41,7
Muy malo/Malo 2,2 4,0 8,5 7,1 63 4,6
Regular 24,2 27,9 38,8 45,2 415 30,6
Bueno/Muy bueno 73,6 68,1 52,7 47,6 877 64,8
93,9 92,6 88,1 82,5 1337 91,1
Trabajando (completo, parcial) 65,4 10,4 0,4 0,0 297 27,4
Jubilado/a 6,7 60,9 69,3 66,4 470 43,3
Labores del hogar y cuidados 11,2 20,2 24,9 29,6 206 19,0
Otros (parado/a, estudiante, incapacitado/a,
otra actividad) 16,7 8,5 5,4 4,0 112 10,3
Ingresos bajos (<900€) 7,2 16,4 34,7 38,3 190 19,5
Ingresos medio-bajos (901-1800€) 34,9 48,0 43,5 42,1 405 41,4
Ingresos medio-altos (1801-3000€) 33,0 23,3 15,3 14,9 236 24,2
Ingresos altos (>3001€) 24,9 12,3 6,5 4,7 145 14,9
Escala 0-5 38,5 39,5 46,4 37,2 386 39,4
Escala 6-7 45,9 49,5 41,7 43,6 438 46,4
Escala 8-10 15,6 11,0 11,9 19,2 131 14,2
NÚMERO DE HIJOS TENIDOS (N=1232) (p-value <0,005)
TIPOS DE HOGARES (N=1357) (p-value <0,005)
ESTADO DE SALUD (N=1355) (p-value <0,005)
SEXO (N=1357)
Fte.: Encuesta Piloto Proyecto ELES. Elaboración propia
ESCALA DE CAPACIDAD FUNCIONAL (N=1337) (p-value <0,005)
RELACION CON LA ACTIVIDAD (N=1085) (p-value <0,005)
INGRESOS MENSUALES DEL HOGAR (N=976) (p-value <0,005)
AUTOPOSICIONAMIENTO ECONÓMICO DEL HOGAR (N=955)
GRUPOS DE EDAD TOTAL
ESTADO CIVIL (N=1357) (p-value <0,005)
NIVEL EDUCATIVO (N=964) (p-value <0,005)
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Estos valores varían según la edad y el sexo de la población (Figura 1), con una
significación estadística muy elevada para hombres (p<0,000) y mujeres (p< 0,000) según
los grupos de edad. Los más jóvenes tienden a vivir en hogares formados por parejas con
hijos y otros familiares (64%) en contraste con los más mayores (casi el 10%), mucho más
si se trata de hombres (más de 7 de cada 10) que de mujeres (algo más de la mitad). Este
comportamiento es aplicable también a los encuestados entre 60 y 80 años con respecto a
los hogares en pareja sin hijos, formados en un 60% de los casos por hombres en
comparación con el 30% de las mujeres. La erosión producida por la mortalidad masculina
diferencial puede estar en la base de esta situación (GÓMEZ et al., 2014).
Las personas que declaran vivir solas, una sexta parte, aumentan con la edad hasta alcanzar
un 40% de los casos entre los de 81 y más años, más entre las mujeres que los hombres
(45% vs 32%) y declaran llevar casi 10 años en esta situación con una edad media de 73
años. Los mayores de 60 informan llevar más de 10 años solos en porcentajes elevados
(más del 45%), mientras, por su parte, los menores de esa edad ya empiezan a encontrarse
solos durante menos de 10 años en porcentajes considerables (15%). Hay situaciones que
propician la ruptura del hogar, como la defunción en cualquier edad, pero también el
divorcio y/o separación, entre los más jóvenes, o otras que favorecen los hogares
unipersonales, como el mantenimiento de la soltería. Por otro lado también aumenta con la
edad el porcentaje de los hogares formados por una persona que vive con otros, sean
familiares o no. Se (re)constituyen cuando aparecen situaciones de cambio previo en las
estructuras habituales de hogar, de manera que es previsible que esta tipología aumente con
el envejecimiento de las personas encuestadas. Aunque solo representan un 13%, este valor
se incremente hasta el 28% entre los mayores de 81 años, especialmente entre las mujeres
(36%), que pueden estar apoyando a otros miembros del hogar o recibiendo apoyo de ellos.
Figura 1. Tipos de hogar por grupos de edad
0%
20%
40%
60%
80%
100%
Hombre <60 años Mujer <60 años Hombre >81años Mujer >81años
Viven solos-as Viven en pareja
Vive en pareja y con otros (familiares o no) Vive con otros (familiares o no)
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Las personas que pertenecen a un hogar compuesto por una pareja, hijo/s y otros miembros
dibujan un perfil de edad definido (Figura 2).
Figura 2. Edad de los miembros del tipo de hogar compuesto por pareja con hijos y otros miembros
La segunda persona del hogar, esencialmente la pareja, se adecua a su perfil del/la
entrevistado/a, con dos precisiones: una, es previsible que, cuando la pareja sea mujer, ésta
refiera una edad algo inferior a la del cónyuge, y dos, también aparecen algunos miembros
con diferencia de edad generacional (hijos o incluso padres). En el caso de que haya dos
hijos y otros miembros, la estructura generacional está también marcada, tanto en el caso
del primer hijo con respecto al segundo, como también por la presencia de hijos de edades
altas, superiores a 45 años, y de otros miembros con edades por encima de 75 años. Es
previsible que estas diferencias puedan hacerse más evidentes en el futuro al ampliarse las
formas de convivencia en el hogar con personas de diferentes edades, lo que redundará en
nuevas relaciones y formas de transferencias sociales y económicas en el hogar (extenso).
La encuesta piloto ELES permite el seguimiento de algunos cambios previsibles en la
situación demográfica de los encuestados y, por ende, consecuencias en el curso de la vida,
valoradas de forma diferencial según los rasgos de las personas. En este sentido, un evento
ligado al curso de vida es la ruptura de estructura familiar por muerte de los ascendientes,
convivan o no en el hogar4. Interesante será validar los cambios demográficos que se
producirán en el futuro, en relación son la supervivencia de generaciones, y con la
evolución de los vínculos de atención y cuidados para con los padres. En este evento no es
esperable una modificación clara de la supervivencia de los entrevistados actuales cuando
lleguen a edades muy elevadas, porque se cumplen las dos reglas esenciales en este
ámbito: a) las mujeres tienen un perfil de supervivencia más alto que los hombres en
cuanto que uno de cada cuatro encuestados informa de que la madre vive, mientras que
solo un 11% en el caso del padre, y b) no sobreviven los padres de los entrevistados de más
4 El ejercicio del recuerdo, para la población de mayor edad, puede suponer un esfuerzo que no siempre cuenta con
garantías de veracidad. El periodo medio que ocurre entre la edad actual de los encuestados y la que tenían cuando murió
su padre y su madre es de 30 y 23 años, respectivamente. Por ello, en torno a un 5% de los encuestados,
aproximadamente, han omitido responder a estas cuestiones.
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de 70 años, pero sí un pequeño porcentaje de madres (1,5%). Las edades a la muerte de los
padres, informadas por los hijos, siguen la pauta diferencial entre sexos (edad media del
padre y de la madre: 72,5 y 76,7 años, respectivamente), como también la de los hijos al
morir los padres, más jóvenes cuando muere el padre (38,4 años) que cuando lo hace la
madre (46,3 años). Quizás sea esperable en el futuro un ligero aumento de los valores al
ganar mayor esperanza de vida la población en su conjunto, pero no en el caso de la
diferencia entre géneros, previsiblemente estable.
La descendencia habida, el número de hijos, aporta otros aspectos de interés en este
análisis. Mientras un 9% declara no haber tenido hijos a lo largo de su vida, la distribución
del número de hijos es asimétrica: lo más frecuente es tener 2 hijos (más del 40% de los
entrevistados), seguido de quienes declaran tener un hijo (20%), mientras poco más de un
5% de casos tiene 5 o más hijos. Esta distribución es desigual según la edad, de manera
que existe una relación clara por la que a mayor edad también es mayor el número de hijos,
siendo también cierto lo contrario (p<0,000): de los que tienen menos hijos, casi el 46%
son menores de 60 años, mientras que un porcentaje algo mayor (55%) se asocia con
quienes tienen 3 o más hijos, que son mayores de 70 años. En cambio, no hay en este
esquema una diferencia por sexo. Conviene destacar también que más de un 40% de los
encuestados informan no haber tenido nietos, y solo un 15% de ellos declaran tener 5 o
más. En este caso se produce una relación inversa con la edad (p<0,000): quienes son más
jóvenes (menos de 60 años) tienen menos nietos (el 81%) por restricción de tiempo
biológico para tenerlos, mientras los de más edad concentran el mayor volumen de ellos
(un 46% tienen 3 o más). De mantenerse en las próximas décadas estas relaciones, los
mayores del futuro tendrán menos hijos y nietos, lo que limitará la respuesta a la atención y
cuidado del mayor en el entorno familiar, y será necesario acudir en mayor medida a otro
tipo de apoyos (mercado de cuidados formales, ayudas informales, servicios públicos).
Esto sería posible en unas mejores condiciones económicas que las de los actuales mayores
con necesidad de apoyo, lo que dependerá de la evolución de la economía en el futuro.
3.2. Rasgos socioeconómicos
La muestra piloto del proyecto ELES permite analizar otros hechos que pueden
condicionar los comportamientos de las personas con 50 años y más en España en el
futuro, de las que se presentan algunas de las más destacadas.
El nivel de estudios completados es uno de ellos, siendo posible comparar entre la persona
entrevistada y su pareja, a través de la información suministrada por la primera, en los
casos de declarar estar casados o tener pareja. Se parte de la hipótesis de que existe una
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„histórica diferencia‟ entre hombres y mujeres tanto en el acceso a la educación como en el
nivel alcanzado, y que esa educación está relacionada con otros aspectos como el nivel
económico o las actividades culturales desarrolladas (IMSERSO, 2012). Sin duda, el nivel
educativo se modificará en el futuro cuando envejezcan los hombres y mujeres que han
tenido un mejor y más igualitario acceso a la educación y alcanzado niveles más elevados.
El primer hecho destacable es que el perfil educativo de la población encuestada está
condicionado por un déficit formativo entre las personas nacidas en (o en el entorno de) la
Guerra Civil, cuando más de un tercio de ellos informan de una educación primaria
incompleta. También se apunta la tendencia a una formación superior de quienes tienen
entre 50 y 60 años (Tabla 1). Otro hecho es la relación del nivel educativo con la edad y el
sexo: existe una diferencia significativa entre hombres (p< 0,000), y mujeres (p<0,000). En
general, entre las personas con educación inferior a primaria predominan, sobre todo, los
mayores de 81 años y más, y más mujeres que hombres. En el otro extremo, entre los que
informan tener educación universitaria sobresalen los menores de 60 años (en torno al
30%), con una diferencia también positiva a favor de los hombres.
Relacionado con el nivel educativo, el perfil económico de la población adulta-mayor en
España es otro hecho notable. Y en el mismo sentido que la educación, puede suponerse,
como hipótesis, que algunos indicadores, como la relación con la actividad y los ingresos,
puedan cambiar en las próximas generaciones de mayores. La relación con la actividad
identifica bien la transición entre el mercado de trabajo y la jubilación en los grupos de
edades estudiados, a través de dos tendencias esenciales, la presencia de personas que se
jubilan antes de la edad legal, por conveniencia personal o del empleador, por un lado, y el
mantenimiento de población trabajadora más allá de esa edad, por necesidad de seguir
recibiendo recursos económicos, por otro (IMSERSO, 2012). Esta última está en
consonancia con la estrategia europea de empleo de trabajadores mayores.
Todavía hay más de una cuarta parte de población ligada al mercado de trabajo (Tabla 1),
casi el 90% de ellos entre los menores de 60 años, incluyendo los parados, pero
prácticamente no hay trabajadores por encima de los 70. Por su parte, están jubilados más
del 43% de los informantes, a los que habría que añadir otra proporción de incapacitados
para el trabajo: la mayor parte de ellos tienen edades superiores a 70 años, aunque un
pequeño contingente (casi el 7%) todavía no tiene los 60. El resto lo componen
mayoritariamente mujeres (19%) que declaran dedicarse a „sus labores‟ o el cuidado a
personas, el 30% entre las más mayores. Se constata que la relación con la actividad está
condicionada por la edad mostrando un vínculo estadísticamente significativo (p<0,000).
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Se establecen dos grupos diferenciados: entre los menores de 60 años predominan los
trabajadores, ocupados o parados, mujeres que trabajan en el hogar y, en mucho menor
número, jubilados, en porcentajes decrecientes, mientras entre los grupos de más edad los
jubilados son predominantes (entre el 60% y 70% de esos grupos), y con significativa
presencia de mujeres que trabajan en casa y cuidan a personas, y de incapacitados. Es
previsible que en el futuro siga aumentando el número de jubilados entre los mayores, por
el incremento de personas prejubiladas y de mujeres trabajadoras que se jubilan, mientras
el número de quienes solo se dedican a tareas del hogar o del cuidado irá disminuyendo.
A medida que lleguen a envejecer las generaciones que han vivido periodos de alto empleo
y de acumulación de rentas en el curso de vida, según la regla de la U invertida
(IMSERSO, 2012), el nivel de ingresos mensuales del hogar5 puede aumentar, facilitando a
las futuras generaciones de mayores unas mejores condiciones de vida6. La relación que se
establece con la edad de los informantes es significativa estadísticamente (p<0,000), toda
vez que los ingresos de los hogares de encuestados más jóvenes tienden a ser más altos
(casi el 60% declaran ingresos superiores a la media) que los de los más viejos (más del
80% de éstos informan de ingresos inferiores a la misma). En general, las primeras fuentes
de ingresos del hogar son las pensiones (60% de los casos) y el trabajo (35%), mientras las
segundas se diversifican, cobrando importancia los activos capitalizados (fondos de
pensiones y ahorros, 45%), que alcanzan un valor mucho más alto como tercera fuente
(83%). La tendencia es, pues, hacia una diversidad de fuentes.
El análisis de la primera fuente de ingresos demuestra que existe una asociación
significativa con la edad del entrevistado (p<0,000), puesto que los menores de 60 años
informan de ingresos procedentes del trabajo (78%), apoyados por pensiones y ayudas de
desempleo, en contraste con los mayores de 70 años (92% proceden de pensiones). Para la
segunda fuente, con muchos menos respondientes, la relación estadística es también
significativa (p<0,0190), pero con una distribución más heterogénea de los ingresos: para
los hogares de los más mayores son importantes diversos tipos de pensiones y los planes de
pensiones y ahorros (aproximadamente 70%) y ayudas familiares (12%), mientras en los
hogares de los más jóvenes, lo son aún los ingresos procedentes del trabajo y también de
5 Esta variable suele estar afectada por problemas derivados de falta de respuesta: 112 encuestados, de los 1087 que
completaron este cuestionario, no respondieron a la pregunta sobre los ingresos totales mensuales del hogar, más del
10%. Aunque no hay un modelo de no respuesta estadísticamente significativo con el sexo y la edad, son las mujeres más
mayores y más jóvenes, por este orden, quienes más recelan de esta pregunta. 6 A efectos analíticos se han establecido 4 categorías de ingresos, dos por debajo y dos encima de la media de la
distribución (aprox. 1800€).
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las pensiones, una cuarta parte en cada caso. Esta relación difiere algo más entre las
mujeres que entre los hombres.
La valoración subjetiva de la posición económica del hogar, considerando como
componentes de su „economía‟, además de los ingresos mensuales, otros bienes
patrimoniales (vivienda, ahorros, coche, segunda residencia, etc.), no varía esencialmente
del análisis de los ingresos. Utilizando la media de la escala de valoración (7, en una escala
entre 0, hogar pobre, y 10, hogar rico), se demuestra que el 90% de quienes declaran
ingresos por debajo de la media también perciben la economía global del hogar también
por debajo de la media, siendo asimismo cierta la relación contraria (p<0,000). La
autopercepción económica del hogar no está asociada significativamente con la edad.
3.3. Salud y capacidad funcional
Otro aspecto esencial de este perfil es el estado de salud y la capacidad funcional. La
valoración del estado de salud percibido por la población española es, en general, buena, y
así viene siendo reconocido en las estadísticas sociales españolas, mostrando un deterioro
al aumentar la edad de la población (ABELLÁN et al., 2014). Según la Encuesta Piloto de
ELES (Tabla 1), esa percepción del estado de salud varía con la edad (p<0,001): entre los
50 y 60 años más del 70% la perciben positivamente, pero al superar los 81 la proporción
no alcanza el 50%. Además existen diferencias entre hombres y mujeres (p<0,001), de
forma que tres cuartas partes de aquellos perciben su estado de salud como bueno o muy
bueno, valoración compartida únicamente por el 59% de las mujeres. Sin embargo, estas
diferencias se acentúan al considerar conjuntamente la edad y el sexo (Figura 3), pues a
medida que avanza la edad, aumenta notablemente la distancia entre hombres y mujeres.
Junto a otros factores relacionados con la edad y el sexo (formas de convivencia, nivel
educativo, economía de las personas y hogares, etc.), este indicador subjetivo es
consistente para diagnosticar el estado de salud de la población actual y venidera, y para
valorar las políticas públicas a implementar en el largo plazo (IMSERSO, 2012). Una
previsible mejora futura de este indicador está muy limitada por los ya altos niveles de
buena salud de la población en general.
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Figura 3. Estado de salud e índice de capacidad funcional según edad y sexo
Nota: Las barras representan el porcentaje de personas con una valoración positiva de
la salud y las líneas los valores medios del índice de capacidad funcional.
La capacidad funcional para desarrollar actividades de la vida diaria contribuye también a
valorar la importancia de la salud entre la población mayor. Aunque se mida de una
manera distinta al anterior indicador7, su comportamiento es muy similar. El valor medio
es alto, 91, y su desviación estándar es de 9,6, en una escala de medición que varía entre 32
y 96, valores indicativos de que la capacidad funcional para realizar actividades diarias es
un activo a considerar en esta población. También disminuye con la edad (Kruskal Wallis,
sig: <0,001) y presenta diferencias entre hombres y mujeres (Mann-Whitney U, sig:
<0,001). Nuevamente la tendencia decreciente con los años es marcadamente más
pronunciada entre las mujeres (Figura 3): su peor situación de salud, a medida que aumenta
la edad, sumada a la llamada feminización de la vejez, por su mayor esperanza de vida,
tiene importantes implicaciones futuras para la prevención y atención sociosanitaria.
4. CONCLUSIONES PARA EL DEBATE
Existen diferencias en los principales rasgos sociodemográficos de la población estudiada,
que pueden ser estudiadas perfectamente con estudios transversales repetidos en el tiempo
para conocer su evolución. Pero la única forma de comprender los cambios que se
producen en las personas al envejecer, y las razones que los inducen, es mediante un
estudio longitudinal o de seguimiento de cohortes, analizando a las mismas personas.
7 La capacidad funcional de las personas encuestadas se valoró mediante una escala que mide el grado de dificultad para
realizar actividades físicas, básicas e instrumentales. Esta escala es la agregación de las categorías de respuesta
“siempre”, “a veces”, “casi nunca” y “nunca” en los 24 ítems de esta pregunta. Además se recoge la edad a la que
comenzó la dificultad y si recibe ayuda para realizar las tareas diarias.
0
10
20
30
40
50
60
70
80
90
100
50-60 61-70 71-80 81+
Bueno/Muy bueno Hombres Bueno/Muy bueno Mujeres
I. Capacidad Funcional Hombres I. Capacidad Funcional Mujeres
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El proyecto ELES es un punto de partida para el estudio de los cambios futuros en el perfil
sociodemográfico de los mayores de 50 años en España. Está también comprobado que un
estudio longitudinal permite hacer un seguimiento de las relaciones entre los miembros de
la familia (padres, hijos, hermanos), la identificación de los entornos residenciales, la
historia laboral, la acumulación de recursos, las necesidades económicas, etc., elementos
esenciales para el diagnóstico actual y previsión futura de sus condiciones y calidad de
vida en el curso del envejecimiento.
Uno de los aspectos que puede cambiar es la modificación de las estructuras familiares, no
solo por situaciones sobrevenidas en cualquier edad, sino, sobre todo, por elección de vivir
en hogares unipersonales y en hogares formados por miembros de la familia y otros
integrantes. Ello supondrá un reto a la hora de definir acuerdos y relaciones
intergeneracionales dentro de las familias y otros arreglos fuera del ámbito familiar, pero
dentro del hogar. También es posible que los hogares formados por la pareja y los hijos
puedan evolucionar hacia formas de convivencia en el hogar, diversas y variadas, en las
que participan miembros de varias generaciones por necesidad o elección. Por su parte, los
hogares formados por una sola persona pueden aumentar su importancia numérica y social
(CEA, 2009; LOPEZ y DIAZ, 2013), si se atiende a las nuevas pautas de convivencia que
apuntan los adultos jóvenes, especialmente en espacios urbanos (LÓPEZ y PUJADAS,
2011), lo que puede afectar a la aplicación de políticas públicas (RUIZ et al., 2010).
También será conveniente poner el foco en el cambio atribuible a la mejora del nivel
educativo, tanto en el ámbito personal como en otros indicadores (renta y riqueza de los
hogares). Valorando el nivel educativo y su relación con la cualificación y con la
percepción de renta, la población española que envejezca en las próximas décadas lo va a
hacer en condiciones económicas mucho mejores que las actuales, todo ello si la situación
económica general no se degrada más, especialmente la referida al mercado de trabajo y
los ingresos, y a la percepción de recursos sociales. Las pensiones, como la principal
fuente de ingresos en la vejez, puede verse apoyada por otros recursos (ahorros, fondos,
rentas,..), o mermada por un mayor número de personas que vivan de ellas en el contexto
familiar. A este escenario podría contribuir positivamente el hecho de que la salud y la
capacidad para desarrollar una vida autónoma se mantendrían en niveles altos.
En esencia, es posible aventurar que los adultos mayores que van a llegar a edades
avanzadas podrían encontrarse en mejores condiciones personales para afrontar un proceso
de envejecimiento más „confortable‟ que las generaciones anteriores. Ello podría verse, no
obstante, condicionado por las políticas públicas futuras de apoyo económico y social.
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Sin embargo, quedan aspectos de importancia social sobre los que habrá que seguir
investigando a partir de la muestra piloto de ELES. Sin ánimo de acotarlos todos, algunos
merecen ser destacados como la evolución de la estructura y los comportamientos de las
redes familiares y sociales, el mantenimiento de los sistemas de transferencia
intergeneracionales (de cuidados, económicos) o la consolidación del entorno residencial
como dimensión geográfica esencial en la calidad de vida de la personas. La necesidad de
desarrollar un estudio longitudinal sobre la misma población en los próximos años a partir
de la muestra piloto se impone como un reto ineludible, hecho ya demostrado en países de
nuestro entorno.
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