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Los superhérores del Jacaranda
Había una vez, en un pueblo muy bonito que estaba en lo alto de una montaña desde la que se
veían el cielo y el mar muy cerquita, un colegio que se llamaba…Jacaranda.
Como en todo cole, había cientos de niños. Niños grandes, niños pequeños, niños más altos,
niños más bajos, niños más tranquilos, niños más revoltosos, niños que gritaban, niños que
hablaban bajito… pero, en una clase, había unos niños que decían que eran…¡superhéroes!
Estos niños tenían tres y cuatro años y tenían una seño recontrasuperbuenísima que se
llamaba… Ana. A los alumnos de la seño Ana les gustaba jugar a los perritos, a los bebés, a las
mamás, a la pelota, al escondite y pintaban, cantaban, saltaban, pero lo que más les gustaba era
jugar a los superhéroes. Ellos decían que podían volar, y saltar altísimo, y correr rapidísimo y
ser fuertísimos y que sabían hacer no sé cuántas cosas extraordinarias que sólo podían hacerse
con superpoderes.
Una mañana, mientras estaban en clase, alguien golpeó la puerta. Toc toc toc. “¿Quién será?”,
pensó la seño Ana. Nadie solía interrumpir a esas horas porque todas las seños y todos los
profes estaban dando clase. Se oyeron golpes otra vez en la puerta, ahora más fuertes. ¡TOC
TOC TOC!
-¿Quién es?- preguntó la seño Ana.
–Soy yo, la teacher Sole- respondió una voz ronca.
-¿La teacher Sole?- dijo la seño extrañada.-Pero tú no tienes la voz de la teacher Sole-
-Oh…es que los niños de cinco años me han hecho gritar mucho, y me he quedado afónica, pero
soy yo, abre, abre la puerta- contestó ésta.
La seño Ana no se fiaba de aquella voz, pero ante la insistencia de la teacher Sole que seguía
golpeando la puerta TOCTOCTOCTOCTOC dijo:- Está bien. Si eres la teacher Sole, habla en
inglés. Así sabré que eres tú y te dejaré pasar-
-Eh….mmm…hello. Good morning. One, two, three…¡Ábreme!- gritó.
-Ah, pues parece que sí es la teacher Sole- dijo la seño Ana. –Aunque…qué voz tan rara tiene.
Bah, la dejaré pasar a ver qué quiere-
La seño se acercó y abrió la puerta. Pero del otro lado…¡no estaba la teacher Sole! Había
un…grandote así…con los ojos así…y una boca gigante…y unos dientes así….y todo verde….y
con unas…aquí atrás…y unas garras…..y con una cola larga…y y y escupía fuego….¡era un
dragón!
Los niños, aunque eran muy valientes, se asustaron al ver aquel reptil gigante. El dragón se
abalanzó sobre la seño Ana, la rodeó con su cola larga y pinchuda y la capturó.
-Ja ja ja- reía el dragón mientras escupía fuego y se le caían de la boca unas asquerosas babas
verdes. –Voy a secuestrar a vuestra seño-
-¡No! Dragón malo- gritaron los niños. -¿Por qué haces eso?-
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-Porque yo soy muy torpe. No he ido a la escuela. No he aprendido nada. Y no quiero que
vosotros aprendáis y seáis más inteligentes que yo ¡No! Así que, si me llevo a vuestra seño, no
podréis aprender nada. Ja ja ja- dijo el dragón y salió de la clase llevándose a la seño Ana
atrapada en su cola.
Los niños, sin pensárselo, salieron tras él. Lo persiguieron escaleras abajo pero el dragón se
metió en el huerto del cole y vieron cómo se sentaba en la tierra aplastando a las pobres plantas,
y cómo enroscaba fuertemente a la seño Ana con su cola sin dejar que se moviese.
-¡Tenemos que rescatarla!- gritaron alborotados.
-¿Pero cómo vamos a hacer?- preguntó Ángel.
-Sí, cómo vamos a hacer. Sólo somos niños, y él es un enorme y poderoso dragón- agregó
Álvaro.
- No os preocupéis- intervino Adriana. -¿Acaso no jugamos siempre a los superhéroes? ¡Pues
utilicemos nuestros superpoderes para liberar a la seño Ana del malvado dragón!-
-¡Qué gran idea!- dijo entusiasmado Alessandro.
-A ver…¿qué superpoderes tenemos?- preguntó Ariadna para organizar el rescate.
-Ah! yo tengo el superpoder de la superfuerza- gritó dando un salto Cecilia. –Iré hasta el dragón
y le pellizcaré tan fuerte la cola que soltará a la seño- Cecilia entró al huerto, fue hasta el
dragón, clavó sus uñas en su cola y apretó con todas sus fuerzas pero…no le hizo no cosquillas.
No, Cecilia no tenía superpoderes.
-No os preocupéis- exclamó Lola poniéndose de pie. –Yo tengo el superpoder del baile. Sé
hacer todos los bailes del mundo. Haré la danza que le gusta a los dragones, entonces, cuando el
dragón se ponga a bailar conmigo, la seño Ana podrá escapar- Lola entró al huerto y empezó a
hacer un maravilloso baile de dragón pero éste no le hizo ni caso. No, Lola no tenía
superpoderes.
-No no no, dejadme a mí, amigos- dijo Sofía. –Tengo el superpoder de la repostería. Prepararé
una tarta que a los dragones les gusta mucho. Lleva iguanas y sapos. Cuando la olfatee, no
podrá resistirse, y le diré que le daré un buen trozo si libera a la seño-. Sofía preparó una
deliciosa tarta verde reptiliana pero el malvado dragón no le hizo caso. –No tengo hambre-
gruño. No, Sofía no tenía superpoderes.
-¡Lo haré yo solito!- intervino Diego. -Tengo el superpoder de la imitación de las voces
animales. Haré como que la mamá del dragón lo está llamando y, al igual que hacemos nosotros
cuando nuestra madre nos llama, irá corriendo y dejará libre a la seño- Diego se escondió tras el
huerto y llamó al dragón como si fuese su madre: “dragoooon, dragoncitooooo, dragonciiiiiiis,
ven a tomar la meriendaaaa”. –Bah, esa no es mi madre- refunfuñó el dragón, que allí se quedó
apretando a la seño Ana con su cola. No, Diego no tenía superpoderes.
-Tranquilos todos, yo arreglaré esto- exclamó Edu. –Tengo el superpoder de la superpuntería.
Cogeré una piedra, la lanzaré y le daré justo en el ojo al dragón. Le dolerá tanto que tendrá que
irse al médico y ahí rescataremos a la seño-. Edu buscó una buena piedra, se acercó lo más que
pudo al dragón, apuntó, lanzó y….puf…en vez darle al dragón casi derriba un pajarito que voló
asustado al ver la piedra voladora. No, Edu no tenía superpoderes.
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-Dejadme a mí, yo sé solucionar esto- dijo dulcemente Emma. –Mi superpoder es el de las
supernanas. Conozco las más dulces canciones para dormir. Le cantaré una al dragón y cuando
éste se duerma, la seño Ana podrá escapar-. Así que Emma empezó a cantar: “para dormir a un
dragoncito se necesita un chupete chiquito….” –No me gusta esa canción y no me voy a dormir-
protestó el dragón. No, Emma no tenía superpoderes.
-Yo liberaré a la seño Ana y punto- dijo muy decidido Héctor. –Tengo el superpoder de la
superbrujería. Prepararé una pócima, se la haré beber al dragón y se quedará adormilado. Ya
veréis-. Así que Héctor preparó un brebaje con pelo de gato, cola de ratón, zumo de arándanos y
alitas de mosca. Se lo llevó y le dijo –bebe-, pero el dragón respondió –no me gusta eso, beberé
agua- No, Héctor no tenía superpoderes.
-Ah, amigos, la magia no es para cualquiera- explicó Helena Lucía. –Yo hechizaré a este dragón
y lo convertiré en un inofensivo perrito de peluche- Buscó en su mochila, sacó una varita
mágica de la princesa Sofía y entonces Helena Lucía dijo: -eres verde dragón pero ahora serás
de peluche y marrón!- Pero nada, seguía tan dragón como siempre. No, Helena Lucía no tenía
superpoderes.
-¡Mi magia sí que funciona, mirad y aprended!- gritó Juan. –Tengo el superpoder de los
supertrucos- Se puso un sombrero y unos guantes de mago, miró al dragón y dijo: -abracadabra
pata de cabra suelta a la seño Ana- Pero nada, la seño seguía atrapada en la cola del dragón. No,
Juan no tenía superpoderes.
-Ay ay ay dejadme a mí- replicó entonces Lucía. –Tengo el superpoder de la supercongelación.
Voy a dejar a ese bicho todo congelado-. Lucía se puso el vestido de Elsa, apuntó con el dedo al
dragón y gritó:-let it go, let it go…- Pero nada, el dragón seguía tan calentito como siempre. No,
Lucía no tenía superpoderes.
-¡Por favor, qué desastre! Dejadme a mí- dijo dando un salto Martina. –Yo puedo…volar.
Volaré sobre el dragón y cuando esté sobre su cabeza lo atraparé con una red-. Martina se puso
unas alitas de la abeja Maya, tomó carrerilla y quiso volar pero…no pudo levantar el vuelo,
apenas se separó del suelo. No, Martina no tenía superpoderes.
-Nosotros vamos a arreglar este asuntito- dijeron a dúo Oliver Román y Oliver Cháves. –
Nuestro superpoder es el de los superpeloteros. Uno de nosotros se pondrá en la portería y el
otro se dispondrá a patear. De pelota usaremos…al dragón. Y cuando esté dentro de la portería,
rescataremos a la seño Ana-. Oliver Román improvisó una portería en la entrada del huerto y
Oliver Cháves pateó con todas sus fuerzas al dragón pero éste…ni se movió. No, los Oliver no
tenían superpoderes.
-Chicos, chicos, tranquilos todos yo rescataré a la seño- anunció Valentina. –Tengo el
superpoder de la supervelocidad. Correré alrededor del dragón y lo haré tan deprisa que se hará
un agujero en la tierra y el dragón se hundirá-. Valentina se sus zapatillas de correr rapídisimo y
corrió alrededor del dragón. Dio una, dos, tres, veinte vueltas a toda velocidad hasta que se
agotó pero…nada, la tierra no se movió y allí seguía el dragón tan campante. No, Valentina no
tenía superpoderes.
De pronto, Italya tuvo una idea: -Está claro que cada uno de nosotros lo está intentando, pero no
podemos solos vencer al dragón. ¿Qué tal si unimos nuestras fuerzas?-
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-¡Qué gran idea!- exclamó Nerea. –Tal vez entre todos podamos derrotarlo. Seguro que lo
haremos!-
-Formemos equipos, como en clase- agregó entusiasmada Lourdes.-Uno rojo, uno amarillo, uno
azul y uno verde-
Liam, que era el capitán del equipo rojo, dijo que ellos subirían unos encima de otros y se
treparían al dragón y le taparían los ojos con una venda para que no viese lo que estaba
ocurriendo.
Paula, capitana del equipo amarillo, explicó que ellos atarían la boca del dragón para que no
pudiese escupir fuego durante el rescate. Por las dudas, tendrían agua preparada en cubos para
apagar el fuego.
Clemente, que comandaba el equipo azul, se encargó de buscar a los más fuertes para tirar
juntos de la cola del dragón para que suelte a la seño y Sara, que estaba al mando del equipo
verde tendría la tarea de rescatar sana y salva a la seño Ana.
Se organizaron y a la cuenta de tres todos se pusieron manos a la obra. Era maravilloso verlos
trabajar a todos juntos. ¡Eran un verdadero equipo! Taparon los ojos del dragón, que no veía
nada de nada, le ataron la boca, no podía escupir fuego y apenas sacaba un poquito de humo por
su nariz, tiraron fuerte de su cola hasta que cedió y rescataron a la seño Ana, que estaba
emocionada y agradecida.
Una vez salvada la seño -¿qué hacemos ahora con este bicho?- preguntó Ángel. -¿Lo llevamos
al zoológico?- sugirió Ariadna. -¿O al rincón de pensar?- agregó Alessandro.
-No- dijo la seño Ana. –Este dragón hizo esto y se comportó así de mal porque no quería que
vosotros aprendieseis. Como él no sabe nada, no quería sentirse un tontorrón al lado de niños
que saben tantas cosas como vosotros. Lo que haremos es llevarlo a la clase con nosotros para
que aprenda todo lo que vosotros sabéis-.
Los niños celebraron la idea de la seño Ana. Lo cierto es que después del caracol Juanito, no
había habido otro bicho en clase. Éste era más grande y sería divertido. El dragón pidió perdón,
prometió portarse bien y aprender mucho. ¿Y sabéis qué? En su primer día de clase, el dragón, a
quien los niños pusieron por nombre Goncito, fue el encargado ¡y lo hizo súper bien!
Y los niños aprendieron que, a pesar de que cada uno tiene una habilidad distinta, no pudieron
por sí solos vencer al dragón. Pero cuando juntaron sus fuerzas y trabajaron en equipo se
convirtieron en auténticos ¡superhéroes!
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