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Huellas Griegasen la Contestania Ibrica
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CATLOGO
Editores:Manuel Olcina Domnech
Julio J. Ramn SnchezTextos Catlogo:Lorenzo Abad CasalTeresa Chapa Brunet
Javier de Hoz BravoManuel Olcina DomnechPere Pau Ripolls AlegrePierre RouillardFeliciana Sala Sells
Fichas Catlogo:Daniel Belmonte MasAna Garca BarrachinaAntonio Guilabert MasAdoracin Martnez CarmonaRaael Moya MolinaManuel Olcina Domnech
Julio J. Ramn SnchezEva Tendero PorrasEnric Verd Parra
Coordinacin de produccin:Sonia Bayo FuentesPilar Lpez Iglesias
Coordinacin de edicin:Juan Antonio Lpez Padilla
Documentacin grfca:Archivo Grco MARQBritish Museum de LondresInstitut National du Patrimoine, Tnez
Javier de Hoz Bravo. Departamento de Filologa Griega, UniversidadComplutense de MadridMuseo Arqueolgico Jernimo Molina de JumillaMuseo Arqueolgico Jos Mara Soler de VillenaMuseo Arqueolgico Municipal de MurciaMuseo Arqueolgico Nacional de MadridMuse de Archologie Nationale de ParsMuseo del Mar de Santa Pola
Museo Monogrco de Arte Ibrico El Cigarralejo de MulaMuseo Municipal de VillajoyosaMuseu dArqueologia de Catalunya de BarcelonaMuseu Arqueolgic Municipal Camil Visedo Molt de AlcoyMuseu de Prehistria de ValnciaMuseo Arqueolgico MunicipalPere Pau Ripolls Alegre, Departamento de Prehistoria y Arqueologa,Universidad de ValenciaFeliciana Sala Sells, Departamento de Prehistoria y Arqueologa,Universidad de Alicante
Diseo y maquetacin:
Cota Cero diseo y comunicacinImpresin:Grcas Daz, S.L. - San Vicente del Raspeig / Alicante
ISBN: 978-84-613-0564-3
Depsito Legal: A-279-2009
Unidad de Colecciones y Excavacaciones:Miguel Benito Iborra
Julio J. Ramn SnchezConsuelo Roca de Togores MuozVanessa Alguacil VaronaAna Garca BarrachinaAntonio Guilabert Mas
Adoracin Martnez CarmonaEva Tendero PorrasEnric Verd ParraSonia Bayo FuentesAdela Snchez LardisXimo Martorell Briz
Unidad Administrativa y Econmica:Ana Gil lvarezM. ngeles Agull CanoRosario Masanet RametaOlga Manresa Bevi
M Jos Seva RoviraAnabel Corts EstelaPilar Lpez IglesiasYasmina Campello CarrascoFrancisco Praes GonzalezM Jos Var Garca
Biblioteca:Carmina Ferrero VallsRemedios Gmez LlopisPilar Serrano SerranoSara Gosalbez SarriCelia Sancho Gmez
Correccin y traduccin lingstica:Ingls: Dan MilesValenciano: Teresa M Llopis y Josep M. GarcaDocumentacin:Sonia Bayo FuentesAna Garca BarrachinaAntonio Guilabert MasRaael Moya MolinaManuel Olcina Domnech
Julio J. Ramn SnchezEva Tendero Porras
Enric Verd ParraAgradecimientos:Expresamos nuestro agradecimiento a todo el personal del MARQ y la Fundacinque ha colaborado en esta exposicin y en especial a Lorenzo Abad Casal, NicolasBel, Teresa Chapa Brunet, Emiliano Hernndez Carrin, Antonio Espinosa Ruiz,Laura Hernndez Alcaraz, Javier de Hoz Bravo, Xavier Llovera i Massana, Neil Ma-cMc Gregor, Virginia Page del Pozo, Patrick Perin, Antonio Poveda Navarro, PerePau Ripolls Alegre, Pierre Rouillard, Feliciana Sala Sells, Mara Jos SnchezFernndez, Rub Sanz Gamo, Jos Mara Segura Mart y Terence Volk.
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13 Prlogo del Presidente de la Diputacin de Alicante
15 Prlogo del Ministro de Cultura
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IntroduccinManuel Olcina DOMnech
MARQ
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Contestania,griegos e beroslOrenzO abaD casal
Universidad de Alicante
La escrituragreco-ibrica
JavierDe hOz bravO
Universidad Complutense
de Madrid
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El vaso griegoy la ContestaniaPierre rOuillarD
Directeur de recherche
au CNRS, UMR ArScAn
Directeur de la Maison
Ren-Ginouvs,
Archologie et Ethnologie
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Catlogo de piezas
125 Bibliograa
134 Procedencia de las ilustraciones
52 62 76 86
Las imitaciones ibricasde vasos griegosFeliciana sala sells
Universidad de Alicante
El dinero en laContestania durantelos siglos V-III a. C.Pere P. riPOlls alegre
Universitat de Valncia
Infuencias griegasen la escultura ibricaTeresa chaPa bruneT
Universidad Complutense
de Madrid
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Contestania, griegos e beroslOrenzO abaD casal
Universidad de Alicante
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ContestaniaAlgunos autores se reeren a comienzos del Imperio a una entidad lla-mada Contestania, a medio camino entre lo tnico y lo geogrco, queocupaba parte del sureste de la Pennsula Ibrica. Como otras similares(Edetania, Bastetania, etc), refeja estructuras sociales dierentes a las ro-manas y abre una va para escudriar la realidad sociocultural anterior. Laprimera cita corresponde a un texto de Tito Livio (Frag. Lib, 91), segn lacual en el ao 76 a.n.e. Sertorio trat de alejar a Pompeyo de llercavonia
y de Contestania.Contestania atrajo pronto el inters de los estudiosos, como los cronistasDiago y Escolano (Diago, 1643, I, IV; Escolano, 1610 [1878], 88-91). Perola obra principal ueron los tres volmenes que a nales del XVIII escri-bi el cannigo Juan Lozano Santa: Bastitania y Edetania en el Reyno deMurcia (Lozano, 1794; versin digital en http://www.cervantesvirtual.com/FichaObra.html?Re=23467).
El punto de partida de la investigacin moderna es la publicacin en 1972de Contestania Ibrica, versin resumida de la tesis doctoral que Enrique
Llobregat haba deendido en 1967. Sus postulados eran sencillos y claros:la cultura contestana se puede denir, tanto desde el punto de vista de sucultura material (escultura, cermica pintada, escritura) como de su exten-sin geogrca. Sus lmites seran el Jcar por el norte, el Segura por el sury los valles del Caoles y Vinalop y las sierras de Crevillente, Callosa yOrihuela por el oeste. Los aos transcurridos desde este estudio han con-rmado algunos de sus postulados y modicado otros, casi siempre en la
Fig. 1. Extensin de la Contestania y principales yacimientos.
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lnea de una mayor complejidad (Uroz, 1981; Abad, Sala y Grau, 2003). Enel caso de sus lmites, el reestudio de las uentes, y el mejor conocimientode la arqueologa llev a quien esto suscribe a proponer una ampliacin(Abad, 1992, 151-166).
Estrabn se reere en dos ocasiones a que el lmite entre Bastetania y Ede-
taniacitada una vez como Sedetania, sin duda por error- se encuentra enKarchedn Nea, la actual Cartagena. Para Plinio, que ue procurator de laHispania Citerior en el ao 73, Carthago Nova estaba incluida en la Con-testania o al menos lindaba con ella. Contestanas eran tambin Ilici, Lucen-tum, Dianium, y contestanos los ros Tader (Segura) y Sucro (Jcar) (III, 3,19-20). Este ltimo le sirvi para marcar la rontera con los edetanos.
Segn Ptolomeo, los contestanos estn en la orilla del mar y limitan por elinterior con los bastetanos. Contestanos son Lucentum, Carthago Nova, elpromontorio Escombrario, las desembocaduras de los ros Tader y Setabis,la ciudad deAlona, el puerto Ilicitanus y la desembocadura del ro Sucro.
Entre sus ciudades, Mellaria, Valentia, Setabi, Setabicula, llici, laspis y Car-thago Nova. Las listas presentan errores, pues adscribe Dianium a los ede-tanos, Valentia a los contestanos y ubica Lucentum al sur de Carthago Nova(II, 6, 14 y 61). La extensin de su Contestania es similar a la de Plinio.
Ptolomeo considera bastetanas las ciudades deAsso, Ilunum y Saltigi(Ca-ravaca de la Cruz, El Tolmo de Minateda y Chinchilla, respectivamente)y contestanas Ilici, Portus Ilicitanus, (I)Aspis (Elche, Santa Pola y quizs elCastillo del Ro, en Aspe). En el espacio intermedio deba encontrarse ellmite entre Contestania y Bastetania, sin que sea posible precisarlo (Des
y Soria, 1998, 425-435). Pero no deba estar en la lnea Vinalop-Segura,porque Plinio no se reere a ella como rontera y porque la cultura materialcontestana la desborda.
Eso ocurre con la escultura ibrica en piedra de los siglos V y IV, con laescritura greco-ibrica y con el estilo cermico llamado Elche, que se do-cumenta en yacimientos como Jumilla, Cieza, Mula, Lorca, Begastri, Car-tagena y Helln (Abad y Sanz, 1995, 73-84). Sus producciones muestrancaractersticas propias que presuponen la existencia de talleres indepen-dientes con respecto al epnimo. Deba existir una koin cultural que com-parta gustos, ritos y creencias que se maniestaban en estos objetos.
Pero no podemos caer en la tentacin de identicar culturas con objetosmateriales. Fijar ronteras precisas para la Contestania es, en el estado ac-tual de la investigacin, una quimera. Sus lmites se diluyen con los de lasregiones vecinas, tanto en el marco temporal de la cultura ibrica comocuando ya se encuentran inmersas en el proceso de romanizacin.
GriegosEl libro de Antonio Garca y Bellido Hispania Graeca, publicado en 1948,
marc el inicio de los estudios modernos sobre la colonizacin griega enEspaa. Era ante todo un trabajo sobre uentes y materiales griegos, conpoca interaccin con el mundo indgena. Segn los textos, en la costa delMediterrneo espaol haban existido colonias y pequeos establecimien-tos griegos, algunos de cuyos nombres (Emporion, Rhode, Mainake, He-meroskopeion, Alonis) citaban de manera expresa. Quedaba una quinta,
Fig. 2. El territorio contestano. Mapa basado en la Geograa de Ptolomeo (siglo II
d. C.), segn E. Llobregat.
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sin nombre, a la que pronto se le asign uno extrado de las uentes:AkraLeuke.
Las uentes eran la base de la arqueologa, permitan al arquelogo encua-drar, adscribir, identicar lo que la tierra iba proporcionando. Pero cuandola arqueologa comenz a liberarse de estas uentes que la aherrojaban,
pudo verse que las cosas no eran tan simples. Slo exista constancia ar-queolgica de una de estas colonias: Emporion, que se haba comenzadoa excavar a principios del siglo XX. Rhode, situada en Rosas, al norte deAmpurias, no tena esa uerza, y Mainake pareca un blu que se esumaba.Ms dudosas eran las otras. La arqueologa no terminaba de conrmar que
Akra Leuke estuviera en Alicante y Hemeroskopeion en Denia, y aunqueuna prueba negativa nunca sea denitiva, sombras de duda se cernan so-bre ellas. La quinta ciudad,Alonis, se la disputaban casi todos los lugarescosteros, aunque algunos, como Santa Pola o Los Nietos parecan contarcon ms posibilidades.
En medio de esta bsqueda comenzaban a aparecer notas discordantes,primero aisladas, luego ms recuentes. El panorama se tornaba inquietan-te, no slo no aparecan las colonias griegas, sino que lo que apareca tenapoco de colonia y menos de griego.
La llegada de Miquel Tarradell a Valencia en 1956 marc un hito en estecamino. Haba trabajado con Michel Ponsich en los ambientes pnicosdel norte de rica y enoc el problema de las colonias griegas desde unaptica arqueolgica, crtica con la dependencia de las uentes. Su disc-pula Gabriela Martn llev a la prctica estas ideas y estudi los vestigios
arqueolgicos del entorno de Denia, llegando a la conclusin de que noexista nada que undamentara su identicacin con la supuesta coloniagriega (Martn, 1968, 3-59).
Se inicia as un proceso de desgrequizacin de la arqueologa valenciana,que cobra uerza cuando comienzan a identicarse como enicios materia-les importados que se detectan en establecimientos indgenas. El modelodel suroeste de Andaluca, donde las excavaciones haban comenzado asacar a la luz yacimientos y necrpolis puramente enicias, comenzaba adibujarse en el horizonte.
Especial inters adquieren tres yacimientos: Vinarragell (Mesado y Arteaga,1979), donde primero se encontraron cermicas con pastas dierentes alas indgenas, pronto identicadas como enicias; Los Saladares (Arteagay Serna, 1975, 7-15) y Pea Negra (Gonzlez Prats, 1983). No eran slocermicas enicias estraticadas en yacimientos indgenas, sino tambincermicas locales con gratos enicios (Gonzlez Prats, 1983, 228-236). Elproceso de interaccin que tanto se haba buscado era evidente, pero seestaba produciendo no entre griegos e indgenas, sino entre indgenas yenicios.
El papel de los enicios haba aumentado de orma considerable. Se su-pona que procedan del suroeste, de Ibiza, o del norte de rica, aunquetambin se llam la atencin acerca de la similitud entre el delta del Gua-dalquivir y la vega baja del Segura (Abad, 1979, 175-193). Tras una visita alas excavaciones que por entonces realizbamos en El Oral, HermanriedSchubart identic los vestigios que se vean en las dunas de Guardamarcomo propios de un establecimiento enicio. Los trabajos all realizados
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con posterioridad han descubierto un enclave enicio, con una importantepresencia indgena, que ha acilitado el entendimiento de muchos de losproblemas que se venan detectando (Gonzlez Prats et alii, 1997, 8-13;Rouillard et alii, 2007).
La presencia enicia oblig a replantear el origen de la cultura ibrica. Cuan-
do este tema apenas comenzaba a vislumbrarse, Enrique Llobregat indicque los estudios sobre el origen del mundo ibrico deban enocarse desdeuna ptica nueva, desprovista de ideas apriorsticas basadas en la tradicin(1976-78, 61-74). Hoy se acepta que en este proceso el elemento eniciodesempe un papel principal, orientando de algn modo la transorma-cin cultural de las poblaciones autctonas de la Edad del Bronce, que des-embocar a lo largo del siglo VI en la cultura ibrica (Sala, 2004, 57-100).
En este proceso inicial la infuencia griega parece escasa, aunque la cul-tura ibrica asumir ormas y elementos del mbito comn mediterrneo,donde no siempre resulta cil dierenciar entre lo enicio y lo griego. En al-gunos aspectos, la relacin con lo griego parece evidente, como ocurre enlas ideas y las ormas de representacin de las lites a travs de la escultura,en la escritura greco-ibrica y en la incorporacin de muchos aspectos delimaginario griego. Es sin duda una relacin compleja, materializada en elestablecimiento de circuitos y actividades comunes, que tienen sus puntosuertes en la Ampurias griega, la Cdiz pnica y la Ibiza cartaginesa.
En medio de ese tringulo, entre Ampurias, Ibiza y Cdiz se encuentran lastierras que luego se conocern como Contestania: parte de lo que hoy esla provincia de Valencia, toda la de Alicante y parte de las de Murcia y de
Albacete.
Griegos en ContestaniaEntre elSucro y Carthago hay tres pequeas villas de undacin ma-ssaliota, poco alejadas de la costa, de las que la ms conocida es Heme-roskopeion. Esta ltima posee, sobre el cabo que ocupa, un santuariomuy venerable dedicado a rtemis Eesia. Sertorio la hizo base de susoperaciones martimas. Este lugar, en eecto, ortifcado de manera natu-ral, es adecuado para la piratera y visible desde muy lejos para quienes
vienen por mar. Se le da el nombre de Dianium, que equivale a Artemi-sion. Cerca de all se encuentran minas de hierro de buena calidad y lasislas de Planesia y de Plumbaria, y ms all, separada de la costa, unalaguna de 400 estadios de extensin (Estrabn, III, 4, 6).
Este prrao ha constituido el punto de partida para el estudio de la presen-cia griega (Rouillard, 1991, 281-306; Fernndez Nieto, 1980; DomnguezMonedero, 2007, 317-398). Otro testimonio, ms tardo y pasado por eltamiz de la literatura, lo da una inscripcin dedicada a una madre y a suhija, muertas por la uerza del mar en la costa ocea, donde el ro Tajo
fuye hacia Occidente, hacia el Ocano, y el Ebro hacia el Oriente, haciael Tirreno (Petit Rabel, 1806, 79-82; Rouillard, 1991, 85-86). Dada la ex-plcita asociacin entre los dos ros, no parece que el Hiberus sea el Ebroactual, alejado del Tajo, sino el Jcar, que nace muy prximo a aqul y dis-curre por los mismos paralelos. Segn la opinin de Carcopino, aceptadapor otros investigadores, el ro Jcar llev en algn momento el nombre deHiberus (Carcopino, 1953, 258-293). Si estas premisas son ciertas, en la
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El Promontorio Blanco sera pues un asentamiento pnico conocido porsu nombre griego, y se ha querido identicar tambin con el Castrum Al-bum citado por Tito Livio (XXIV, 41). La identicacin con Alicante, la prin-cipal de las barajadas, se ha basado ante todo en el color blanco delBenacantil a determinadas horas del da cuando se le ve desde el mar; peropodra convenir a cualquier otro promontorio costero desde los Pirineoshasta Andaluca. Convertir esta undacin pnica en la tercera coloniagriega ha sido una tarea de ligrana, que ocup el tiempo de los investi-gadores alicantinos en la primera mitad del siglo XX, pero que hoy debequedar desechada (Abad, 1982, 150-154 y 179-189). En los ltimos tiem-pos, tras los trabajos de excavacin y restauracin en el Tossal de Manises,se ha comenzado a valorar la verosimilitud de la cita de Diodoro Sculo,puesto que cada vez ms la ciudad, o al menos la zona excavada, pareceuna undacin pnica, relacionada con la de Cartagena, y sin nada que vercon un asentamiento griego.
Superada cualquier consideracin de Akra Leuke como el tercer estable-cimiento griego, nos quedara tratar de Alonis, denida por Esteban de Bi-zancio como isla y ciudad de los massaliotas, segn Artemidoro. Otrastres uentes, si bien mucho ms tardas, dan versiones dierentes de estemismo nombre: Pomponio Mela se reere a Alonae (II, 93), Ptolomeo a
Alonai(II, 6, 14) y el Annimo de Rvena aAllon (304,16). De hacer casoa la primera cita, tendramos que buscar una isla, y por ese motivo se hapropuesto la de Benidorm, muy prxima a la costa; pero tambin podraser la Illeta del Campello, que en la antigedad era una pennsula, o cual-quier promontorio costero. Varios lugares se han disputado la ubicacin de
Alonis, entre los que destacan Santa Pola y Villajoyosa.
Un testimonio ms de esta ciudad es el de Pomponio Mela, autor que vivea principios del siglo I de nuestra era, y que dice (II, 93): (...) El siguien-te [golo] Ilicitano contiene [las ciudades] de Alone, Lucentum e Ilici, dedonde le viene el nombre. Aqu ya las tierras avanzan sobre el mar y hacena Hispania ms ancha de lo que era. Es un testimonio que se completacon el de Plinio el Viejo, quien en su obra Naturalis Historia (III, 3, 19-20)indica, en el mismo prrao que nos ha servido para refexionar sobre loslmites de la Contestania, que: En la costa restante estn la colonia inmune
Ilici, de donde viene el nombre del golo ilicitano, de ella son contribuyen-tes los Icositanos; luego, Lucentes, de derecho latino, y Dianium, estipen-diaria, el ro Sucro y el fn de la Contestania. Persiste la duda, como hanpuesto de relieve los autores que se han ocupado del tema, de siAlonis esla misma ciudad que luego aparece citada comoAlonae oAllon, ya queen uncin de ello habr que buscar uno o dos emplazamientos. Perso-nalmente pienso que se trata de la misma, aunque no sea ste lugar pararazonarlo adecuadamente.
Enrique Llobregat pens que se conrmaba la opcin santapolera al co-
menzar las excavaciones en La Picola, donde se haba puesto al descubier-to un torren similar al de El Oral y se haba producido el descubrimientode vasos griegos, entre ellos una crtera de guras rojas. Sin embargo, laescasez de otros testimonios le hizo dudar de esta ubicacin, o al menosde maniestarlo por escrito.
Aos despus, un equipo hispanorancs, liderado por Pierre Rouillard yPierre Moret, continu las excavaciones en este lugar y puso al descubierto
Fig. 4. El Tossal de Manises (Alicante).
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sobre todo un grupo de noras ibricas que debieron contener productosalimenticios, testimonio de la complejidad de los circuitos de redistribu-cin (Santos, 2002, 117-120).
De un siglo ms tarde es el pecio del Sec, en aguas de Mallorca. Su des-cubrimiento en 1970 ue el punto de partida del inters por estos temas.Llevaba noras de Samos, Corinto y de otros lugares de Grecia, sicilianasy del Mediterrneo central, vasos de guras rojas y barniz negro y recipien-tes de bronce itlicos. Este comercio se articulara a partir de una red depuertos que hacan las veces de centros de distribucin, dotados de una
inraestructura sica y comercial que atendiera el trco, almacenamien-to y distribucin de productos de primera necesidad, alimentos y objetossuntuarios.
Es posible que uno de estos lugares se haya identicado en La Albueretade Alicante, vinculado al poblado del Tossal de Les Basses (conocido en labibliograa anterior como El Cerro de las Balsas), que inicia su vida a na-les del siglo VI o principios del V. Al borde mismo de La Albuereta se hanexcavado instalaciones artesanales y portuarias destinadas al comercio,actividad que perdurara en poca romana y que testimonian los pecios de
este momento localizados en el mar (Rosser, 2007, 36-38).En este proceso, el papel de los comerciantes era vital, y los plomos que sehan conservado permiten entrever algo acerca de quines eran y de cmoactuaban. La mayor sorpresa ha sido comprobar que los indgenas podandesempear roles de importancia. En los plomos de Ampurias, descubier-tos en 1985 y 1987, aparecen un comerciante griego que da instruccionesa su representante en esa ciudad para que contacte con un individuo de
das de marles y calderos de bronce en el santuario de Samos y la oertapara construir una muralla que deendiera Focea de los persas. DomnguezMonedero cree posible que en esta primera ase los navegantes griegosde camino a Tartessos entraran espordicamente en contacto con la costaoriental y meridional de la Pennsula, sin que sea necesario adscribir ala intermediacin enicia todos los materiales que aparecen (DomnguezMonedero, 2007, 339).
Hacia mediados del siglo VI parece detectarse una reestructuracin deltrco y del comercio en las costas orientales de la Pennsula. Seguramente
en ello tiene que ver la undacin de Emporion por los oceos de Massalia,hacia 575-550. La cermica griega aumenta paulatinamente en los yaci-mientos del Sudeste, mientras que en Huelva disminuye drsticamente.
Ampurias al norte, Gadir al sur y Ebussus en el centro, tejen una red derelaciones que superan el origen tnico de los comerciantes y manejanmercancas de muy diversa procedencia. Buena parte de este trco esmartimo, y en los ltimos aos han aparecido pecios que conorman ins-tantneas de un lugar y un momento. Entre ellos, el de La Pointe-Leguin,datado hacia 530-510, con una carga de productos griegos con noras
jonias y del Egeo, sobre todo las clsicas copas B2, procedentes del sur deItalia; el Gran Ribaud F, de 515-470, con cargamento ms homogneo denoras y vasos etruscos, seguramente dedicados al comercio del vino; y elde Cala Sant Vicent, del ltimo tercio del siglo VI, ms diversicado, connoras de vino de la Magna Grecia y Massalia, noras de procedenciaoriental, copas B2, copas de guras negras y vasos ticos de barniz negro,algunos de ellos pertenecientes a la tripulacin. En este ltimo destaca
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nombre Basped, y un puerto de nombre Saiganza, seguramente el Saguntoque conocemos por otras uentes. El texto del de Pech Maho lo redactaen Ampurias el receptor de las mercancas, ante cuatro testigos de nom-bre ibrico (Santiago, 1991, 215-230). Entre los comerciantes la presenciaindgena es importante, y tambin la lengua ibrica, lo que ha dado piea Javier de Hoz a considerar que pudiera tratarse de una lengua vehicular
(De Hoz, 1994, 243-272).
Estos comerciantes controlaran, a distancia y sobre el lugar, un trco co-mercial complejo, centrado en puertos principales de los que partira otrosecundario, por va martima y terrestre y all donde uera posible tambinfuvial, ya que el trco martimo siempre resulta ms econmico que elque se desarrolla por tierra. Sabemos poco de estos lugares, aunque lapresencia de materiales orneos en poblados prximos al mar hace pensarque en ellos o en sus inmediaciones existieron pequeos enclaves, lugaresen los que los barcos podan varar y comerciar, emporios.
Hemos utilizado conscientemente la palabra emporio, clave para compren-der este proceso. Emporion por antonomasia ue Ampurias, que lo lleva ensu nombre. Pero emporia son establecimientos vinculados a una polis grie-ga y sometidos a un poder indgena, que los griegos utilizaron como basepara sus actividades comerciales. All llegan, y desde all se distribuyen losproductos que estn en la base de este comercio (Domnguez Monedero,2001, 27-46). Los emporia ms antiguos estaban bajo la proteccin de unadivinidad, por lo que la relacin entre establecimiento y divinidad era muyestrecha. Estrabn indica que en Hemeroskopeion un elemento importanteera el templo dedicado a rtemis Eesia, y no es ste el nico lugar en queello ocurre. Los santuarios eran garantes de la paz y la neutralidad, delcumplimiento de pactos y del almacenaje seguro de los productos, comoha indicado Ruiz de Arbulo (2002-03, 161-202). Los ms modernos, sinembargo, van sustituyendo poco a poco esta interaccin con lo divino porleyes regladas y de claro contenido econmico. Las normas garantizan losintercambios, al tiempo que stos dejan de ser objetos de lujo para conver-tirse en objetos de primera necesidad y especializados.
La perspicacia de Enrique Llobregat vio que uno de estos emporia podrahaber estado en la Illeta dels Banyets del Campello (Llobregat, 1993a, 421-
428; en Olcina et alii, 1997, 13-21). Los argumentos en su avor son mu-chos: ubicacin destacada en un promontorio costero, con cil acceso pormar y por tierra, supercie reducida pero suciente para que se asiente unpequeo grupo humano; edicios de almacn, de culto y seoriales; laga-res para la produccin de vino; instalaciones para la salazn del pescado;elevado nmero de vasos importados de origen griego, desde mediados delsiglo V (Garca Martn, 2003, 123-124). Parece que si un lugar en la costacontestana rene las caractersticas de un emporion, ste es El Campello.Seguramente establecimientos as son los que tendra en mente Estrabncuando se reere a laspolichniaide los massaliotas en la costa alicantina.
Fig. 6. La Illeta dels Banyets (El Campello).
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