CH 15: An Age of Global Revolutions, 1700s - 1914
1. Introducción
En 1776, un grupo de 13 colonias británicas dio comienzo la Revolución Americana
publicando una Declaración de Independencia. Fue un suceso histórico. Los
americanos decidieron “disolver los lazos políticos” que los habían atado a Gran
Bretaña y asegurar sus propios derechos a “la vida, la libertad y la búsqueda de la
felicidad”. Esta decisión abrió el camino para revoluciones políticas en Francia y toda
la América Latina.
Aquel mismo año apareció en Gran Bretaña otra publicación históricamente notable,
aunque de menores repercusiones en el mundo. Era un libro titulado La Riqueza de
las naciones de Adam Smith. Este libro señaló el comienzo de la economía como una
ciencia social. En él, Smith formuló leyes económicas que, a su parecer, guiaban las
decisiones de los individuos al participar en el intercambio de bienes. Esas leyes se
centraban en la importancia económica de la libre competencia entre los individuos
que buscan cada uno sus propios intereses.
Las leyes de Smith se pusieron a prueba en el siglo que siguió cuando varios países cambiaron la base de su economía de
la agricultura a la industria. Este cambio radical, conocido como la Revolución Industrial, ya había comenzado en Gran
Bretaña cuando Smith publicó su libro. Más tarde se extendería a otras naciones de Europa occidental, así como a los
Estados Unidos, Japón y Rusia.
Smith no tuvo una idea real del futuro impacto de la industrialización. Esta conversión a la manufactura en gran escala
transformaría no solamente el lugar de trabajo sino la sociedad en general. También ayudaría a impulsar una nueva era
imperial. Las naciones industrializadas tenían la riqueza y el poder, tanto militar como económico, para lanzarse a una
competencia intensa con otras naciones para reclamar territorios nuevos en Asia y África.
Temas
Interacción cultural El imperialismo de los estados industrializados occidentales llevó a la introducción de nuevas
tecnologías y sistemas de creencias en África y Asia.
Estructuras políticas Las revoluciones de fines del siglo 18 y comienzos del 19 dio un vuelco a las estructuras políticas
existentes y fomentó una ola de nacionalismo en toda Europa y más allá.
Estructuras económicas La Revolución Industrial trasladó el foco de las economías occidentales de la agricultura a la
industria y estimuló el auge del capitalismo industrial.
Estructuras sociales La Revolución Industrial trajo consigo grandes cambios sociales, desde una alteración en los lugares
y maneras como trabajaba la población hasta el auge de la clase trabajadora asalariada.
Interacción humanos-medioambiente Durante el siglo 19, los centros industriales atrajeron inmigrantes no solo de las
zonas rurales sino también de otros países.
2. Revoluciones políticas
Durante buena parte de la historia, los monarcas gobernaron con el apoyo de otros miembros de las clases privilegiadas
de la sociedad. La mayoría de los pueblos del mundo aceptaban esta condición, incluso algunos pensadores de la
Ilustración que plantearon ideas radicales respecto del gobierno y los derechos naturales del pueblo. Pero hacia finales
del siglo 18, las ideas radicales se convirtieron en realidad. Las revoluciones políticas empezaron a remplazar el gobierno
de un monarca con el gobierno “por el pueblo”. De estas, la primera fue la Revolución Americana.
La Revolución Americana Una revolución política es la toma del gobierno por un pueblo
decidido a remplazar el sistema político existente. Es algo que ocurre con el tiempo, a
medida que varias fuerzas van creciendo gradualmente hasta estallar. En el caso de las
colonias de Norteamérica, el camino a la revolución comenzó en 1763, al terminar otro
conflicto: la Guerra Franco-India.
Antes de ese momento, Gran Bretaña había concedido bastante libertad a sus 13
colonias norteamericanas. El rey y el Parlamento tenían otras cosas en que ocuparse,
especialmente defenderse de sus rivales, Francia y España. La Guerra Franco-India, conocida en Europa como la Guerra
de los Siete Años, era sólo la más reciente en una serie de costosos conflictos internacionales. La victoria británica en esa
guerra sacó a Francia de Norteamérica y dio a los dirigentes británicos tiempo para concentrarse en sus problemas con
sus colonias de la costa atlántica.
Un tema de desacuerdo era el control. Los americanos disfrutaban de bastante libertad económica y autonomía en el
gobierno, pero Gran Bretaña tomó medidas para ejercer una autoridad central más estricta sobre las colonias. Otro
tema de conflicto tenía que ver con dinero. La Guerra Franco-India había agotado el Tesoro de Gran Bretaña. Para
financiar la defensa continua de sus colonias, los ingleses impusieron una serie de impuestos a los americanos. Muchos
colonos, como no tenían ningún lazo directo con el Parlamento, denunciaron esta “tributación sin representación.” La
creciente resistencia a las políticas impuestas por Gran Bretaña finalmente condujo a la revolución.
Los americanos no tenían motivos para creer que pudieran derrotar a Gran Bretaña, la potencia militar más fuerte del
mundo.Sufrieron varias derrotas humillantes antes que sus victorias en Trenton y Saratoga sirvieran para levantarles en
ánimo. Esta última victoria convenció a Francia de que debía apoyar al general George Washington y su Ejército
Continental con tropas, provisiones y buques de guerra. Los españoles y los holandeses también ayudaron manteniendo
a las fuerzas navales británicas ocupadas en Europa. La entrega de los ingleses en Yorktown a raíz del bloqueo de la
costa de Virginia por parte de Francia ayudó a las tropas americanas a atrapar al principal ejército británico.
La Declaración de Independencia citaba varios motivos que indujeron a los americanos a separarse de Gran
Bretaña. Todos ellos se reducían al tema de la libertad.Como dijo Patrick Henry en una cita famosa: “Dadme libertad ¡o
dadme muerte!” El anhelo de libertad también cumplió un papel importante en la Convención Federal que se realizó
después de la guerra, en 1787.
La Constitución de los Estados Unidos y la Declaración de Derechos adjunta a ella, que surgieron a raíz de la
independencia, dieron origen a una forma de gobierno novedosa. Era una democracia basada en los principios
del republicanismo la separación de los poderes y la representación del pueblo por medio de sus funcionarios
elegidos. El republicanismo también aparecería como una fuerza impulsora de la Revolución Francesa.
La Revolución Francesa Un oficial francés, el marqués de Lafayette,
encabezaba al ejército americano que logró atrapar a los británicos cerca de
Yorktown. A su regreso a Francia, cumplió un papel clave en la Revolución
Francesa. Esa revolución, desatada por una crisis financiera, comenzó en
1789. Una deuda creciente como resultado de las guerras constantes, incluido
el apoyo a la Revolución Americana, amenazaba con llevar a Francia a la
bancarrota.
Para resolver la crisis, el rey convocó una reunión inusual de los Estados
Generales, una asamblea representativa formada por los tres “estados” o
“clases” en Francia. En esa reunión, el pueblo, conocido como el Tercer
Estado, tomó el control. Estos instruidos representantes de la clase obrera
exigieron los derechos políticos, económicos y sociales que les eran negados
por las dos clases privilegiadas: los nobles y el clero.
Algunos nobles, como Lafayette, trabajaron con el Tercer Estado. Lafayette redactó el borrador de la Declaración de los
Derechos del Hombre y el Ciudadano, un planteamiento clave de los principios revolucionarios franceses. Esta
Declaración, al igual que los documentos políticos fundacionales de los Estados Unidos, reflejaba una filosofía
liberal. El liberalismo favorece la libertad política y económica del individuo así como la igualdad. Las exigencias del
Tercer Estado resonaron por las calles de París y pronto tomaron la forma de un levantamiento popular. La violencia se
extendió a los campos, donde los campesinos atacaron a los grandes propietarios y destruyeron las propiedades.
Los vecinos de Francia temían que en sus países también se sublevaran ciudadanos para derrocar a las clases
privilegiadas Temían, por otra parte, al ejército francés, y con razón. En 1792, las fuerzas francesas atacaron a Austria y
luego invadieron a Italia. Al terminar el año siguiente, Francia había reclutado más de un millón de nuevos soldados.
En 1799, el líder del ejército, Napoleón Bonaparte, participó en un golpe de estado que de hecho puso fin a la
Revolución Francesa. Sin embargo, las luchas no terminaron. Luego de coronarse emperador, Napoleón encabezó a un
ejército conquistador francés que para 1806 había dominado a buena parte de Europa.
La Revolución Francesa había seguido un camino muy diferente de la Revolución Americana. Sus líderes pasaron de
establecer una monarquía constitucional limitada a ejecutar al rey y formar una república. Por lo menos 15,000
enemigos de la revolución, entre ellos varios de sus antiguos líderes, fueron ejecutados en un Reinado de Terror que
duró de 1793 a 1794. La revolución fue un ataque radical contra las viejas instituciones, que buscaba imponer una
sociedad nueva y mejor.Alteró las ideas de lo que una revolución política podía lograr. También inspiró a otros pueblos a
buscar la libertad política derrocando a los gobernantes absolutos y deshaciendo las restricciones sociales.
Los Movimientos de independencia en la América Latina En 1791,
inspirados por la Revolución Francesa, los esclavos en la colonia francesa
de Saint-Domingue (Santo Domingo) se rebelaron.Santo Domingo era una
colonia productora de azúcar y café en la isla de La Española en el
Caribe.Un negro libre, Toussaint L'Ouverture, se unió a los rebeldes en lo
que llegó a conocerse como la Revolución Haitiana. Ayudó a llevarlos a la
victoria y a independizarse de Francia. Su lucha, que duró hasta 1804,
alteró grandemente el orden social en la antigua colonia, a la cual ellos
pusieron el nuevo nombre de Haití.
La invasión napoleónica de Portugal en 1807 y de España en 1808 incitó al descontento en buena parte de la América
Latina. Rotos los lazos con la madre patria, algunos colonos españoles empezaron a idearse sus propios gobiernos. Se
produjeron choques entre los patriotas que buscaban la independencia y los realistas que se oponían a la separación de
España.
Los patriotas en su mayoría eran criollos, descendientes de colonos españoles pero nacidos en América. Leían a los
autores de la Ilustración y se sentían inspirados por los ideales de la libertad y el republicanismo que salieron de la
Revolución Americana. Los realistas eran en su mayoría peninsulares, o sea colonos nacidos en España, y guardaban una
lealtad natural hacia España.
La resistencia de los criollos al poder español se remontaba al final del siglo 18. En esa época España había dado pasos
por recuperar el control de la América española, tal como los británicos habían intentado imponer su autoridad sobre
sus colonias en Norteamérica. Formaron nuevas unidades administrativas y las encabezaron, no con criollos sino con
peninsulares. Cobraron nuevos impuestos y se apoderaron de partes de la economía. Los criollos resintieron estas y
otras políticas españolas que tenían por finalidad centralizar el control.
La lucha por la independencia comenzó seriamente en Buenos Aires, ciudad de la actual Argentina, cuando los criollos
asumieron el control político y se aferraron a él. Ese mismo año en Venezuela, los patriotas echaron fuera al gobernador
español. Las fuerzas realistas respondieron, y en las décadas siguientes el control sobre Venezuela alternó entre uno y
otro de los bandos opuestos.
Durante el mismo período, se formaron en Suramérica dos ejércitos patriotas. El venezolano Simón Bolívar encabezó el
Ejército del Norte, que se valió en un principio de armas y dineros haitianas y en tropas extranjeras. José Francisco de
San Martín encabezó el ejército en el sur, o Ejército de los Andes. Región por región, los ejércitos patriotas lograron
vencer la resistencia realista.
En México el movimiento independista comenzó en 1810 con una explosión de violencia
contra la autoridad. Las fuerzas realistas recuperaron el control capturando y ejecutando a
los jefes de la revolución. En 1821, luego de un cambio hacia el liberalismo en España,
realistas y rebeldes colaboraron para producir una declaración de independencia. Para
1826, el movimiento por la independencia había logrado quitarle a España todo el
territorio de la América Española, con excepción de dos islas: Cuba y Puerto Rico.
Brasil logró su independencia de Portugal sin levantamientos violentos. Había tensiones
sociales, pero entre los blancos dominantes y la población muchísimo más grande de
africanos esclavizados. Los blancos, temiendo una revuelta de los esclavos como había
ocurrido en Haití, acudieron a la protección de Portugal. Siguieron leales al régimen pese a
las políticas que les disgustaban. En 1808, la familia real portuguesa, obligada por
Napoleón a abandonar su país, llegó exiliada a Brasil junto con unos 10,000 o más
partidarios. Convirtieron a Brasil en el centro administrativo del imperio
portugués. Cuando el emperador regresó a Portugal, dejó a su hijo como gobernante de
Brasil. En 1822, el nuevo gobernante declaró la independencia de Brasil.
3. Nacionalismo y estados nación
Los pueblos de los nuevos estados latinoamericanos manifestaban un gran orgullo por su país. El orgullo es un aspecto
común del nacionalismo. La lealtad de las personas hacia su familia o su líder local se extiende a algo más grande, que
abarca toda la nación. En Francia, Napoleón había aprovechado ese espíritu de nacionalismo para formar un ejército de
voluntarios. Mientras ese ejército iba invadiendo a gran parte de Europa, el nacionalismo se iba extendiendo con él. En
unos lugares, apareció en forma de una reacción de “nosotros contra ellos” ante la invasión extranjera. En otros lugares,
fue fruto de la admiración por el sistema francés.
El nacionalismo tuvo dos efectos principales. Estimuló el rompimiento de los imperios multinacionales. También ayudó a
generar estados-nación al unificar a las personas de un mismo origen que vivían en estados diferentes.
Las revoluciones de 1848 El esfuerzo concertado de un grupo de estados
europeos detuvo a Napoleón en 1815 y restableció la monarquía en
Francia. No obstante, el republicanismo sobrevivió, y regresó con fuerza en las
revoluciones de 1848. Estos levantamientos se produjeron por la creciente
demanda de liberalización política y de reformas sociales y económicas en toda
Europa.
Una de las primeras revueltas ocurrió en París, Francia. Allí el gobierno recurrió
a la fuerza militar para sofocar las protestas callejeras. Su incapacidad para
poner fin a las manifestaciones y suprimir la violencia debilitó la autoridad de los ya debilitados dirigentes. Por esa
época, estallaron protestas en otras ciudades principales de Austria, Alemania e Italia. Parecía que toda Europa acabaría
sumida en la revolución. Para evitarlo, varios monarcas se apresuraron a prometer reformas. Unos líderes abdicaron, y
se hicieron constituciones nuevas. De las revoluciones de 1848 no salieron grandes transformaciones políticas. Sin
embargo, los levantamientos sí dieron un refuerzo a los movimientos nacionalistas que, por ese tiempo, produjeron
nuevos estados nación.
Italia Napoleón había invadido a Italia en 1796. Al mismo tiempo, la península italiana
tenía una mezcla de estados independientes y estados regidos por España, Austria y el
papa católico romano. La invasión francesa desencadenó esfuerzos por derrocar la
monarquía absoluta. Napoleón quería centralizar su gobierno sobre Italia como una
república unificada. Les dijo a los italianos:“Vosotros tenéis solamente leyes
particulares y necesitáis leyes generales. Vuestro pueblo tiene solamente costumbres
locales y es necesario que adquiráis hábitos nacionales.” Pero en 1815, Francia perdió
su autoridad sobre Italia.
Durante las revoluciones of 1848, los nacionalistas en Italia seguían luchando por más libertades y por la unidad
política. En los años que siguieron, el Reino de Cerdeña se puso a la cabeza. Con Francia como aliada, libró una guerra
victoriosa contra Austria. Como resultado, Cerdeña adquirió algún territorio. Luego empezó a anexar otros estados en el
norte y centro de Italia. En cada estado, se permitía que los ciudadanos votaran por aceptar o no el sometimiento a
Cerdeña. Cerdeña también apoyó una invasión armada del sur de Italia, la cual tuvo éxito. Loa nacionalistas por fin
lograron la unificación en 1861 con la formación del Reino de Italia. El gobernante de Cerdeña se convirtió en el rey de
Italia.
Alemania Así como en Italia, la Revolución Francesa tuvo un fuerte impacto en el proceso de
unificación alemana. Napoleón había destruido al Sacro Imperio Romano cuando conquistó
buena parte de Europa. Derrotado Napoleón, una reunión de los estados europeos en el
Congreso de Viena en 1815 remplazó al imperio con una Confederación Alemana de 39
estados. Los nacionalistas se esforzaron por unificar a esos estados.
Las exigencias de la industrialización cumplieron un papel importante en la unificación de
Alemania. En 1834, los estados alemanes se unieron en una alianza económica. Esto llevó a
Alemania a avanzar por el camino de la unificación política. Sin embargo, esta no se logró en
realidad hasta después que una serie de guerras llevó a la formación del Imperio Alemán en
1871.
Japón en la Era Meiji Japón fue un estado dual de 1197 a 1867. Tenía dos gobernantes: El emperador tenía el poder
ceremonial únicamente, pero el verdadero gobernante del país era el shogun, o cacique militar, dominante. Bajo el
shogunato, el país había evitado casi todo contacto con los occidentales (europeos y norteamericanos). Mas a partir de
la década de 1850, las potencias occidentales empezaron a insistir en que se abrieran las relaciones con Japón. El
shogunato era demasiado débil militar y económicamente para resistir la presión occidental. En 1868, un ejército
encabezado por aliados del emperador puso fin al reinado del último shogun. El emperador asumió el poder de nuevo,
en lo que se llama la Restauración Meiji.
El gobierno Meiji comprendió que la única manera como sobreviviría Japón en el mundo moderno era poniéndose a la
par con los avances occidentales. Para unificar al país, los líderes Meiji miraron hacia el constitucionalismo, que pide
gobernar conforme a leyes y principios fundamentales. También buscaron industrializar al Japón, siguiendo el modelo de
las potencias occidentales. Las reformas Meiji que de allí resultaron sirvieron para fortalecer y modernizar a Japón.
Rusia La invasión napoleónica del Imperio Ruso inspiró una respuesta nacionalista en 1812.También contribuyó a
difundir ideas occidentales, como la del liberalismo, a Rusia. Sin embargo, no hubo cambios significativos hasta la década
de 1860. En ese momento el zar —el líder todopoderoso de Rusia— instituyó reformas sociales y económicas
básicas. Insistió, sin embargo, en conservar su monopolio sobre el poder político.
Ese monopolio se puso seriamente a prueba con la Revolución Rusa de 1905. Campesinos y trabajadores, junto con
miembros descontentos de las clases media y alta, intentaron derrocar a un zar débil e incompetente. Siguieron más
reformas políticas, pero la estructura básica del poder siguió sin cambiar.
China A mediados del siglo 19, China quiso limitar su comercio con el occidente. Pero
China era débil. Las potencias occidentales se valieron de su superioridad militar para
obligar a China a tener un comercio más abierto. En 1895, como resultado de una
guerra con un Japón resurgente, China perdió el control de Corea. Japón también le
sacó concesiones económicas. Las potencias occidentales aprovecharon esta
oportunidad para arrebatar los puertos estratégicos y otros territorios. La repartición
de la China había comenzado.
El acoso de China por parte de naciones extranjeras fomentó sentimientos
nacionalistas entre los chinos. Deseaban a los extranjeros fuera de su país. Esto llegó a
incluir a la dinastía Qing (ching) gobernante. Los chinos se consideraban un pueblo
Han, o sea descendiente de la dinastía Han. En cambio, la dinastía Qing fue fundada
por los Manchús que habían invadido unos 250 antes. Era fácil culpar a esta dinastía
extranjera por la debilidad del estado chino.
Además de esto, hubo entre los chinos urbanos e instruidos un fuerte apoyo a una forma de gobierno republicano. Estos
y otros factores se unieron para desencadenar la Revolución Republicana China de 1911–1912. Pero la república que de
allí resultó caería víctima de luchas internas por el poder y de más intervenciones extranjeras en los años siguientes.
4. La Revolución Industrial
Los humanos se empezaron a establecer como agricultores alrededor del año
8,000 A.C.E. Ese paso a la agricultura se llama la Primera Revolución
Agrícola. Hacia finales del siglo 18 E. C., se dio comienzo a otra
transformación enorme. Esta se conoció como la Revolución Industrial y
alteró la manera como se trabajaba. Al mismo tiempo, alteró a sociedades
enteras. Hasta entonces, la agricultura y la manufactura empleaban el poder
muscular. El aspecto revolucionario de la industrialización fue el cambio al
poder de la máquina. Las máquinas cumplían el trabajo con mucha mayor
rapidez y eficiencia que los humanos o los animales.
Comienzos de la industria en Gran Bretaña La Revolución Industrial comenzó en Gran Bretaña en la década de
1760. ¿Por qué allí? Una razón importante fue que Gran Bretaña tenía carbón en abundancia. Este combustible fósil era
crucial para le producción eficiente de hierro y, más tarde, de acero. Igualmente importante es el hecho de que el
carbón se convirtió en la principal fuente de energía empleada en la industria.
Gran Bretaña también tenía inventores de talento y empresarios atrevidos. Las nuevas tecnologías para hilar y tejer
fibras, entre ellas la hiladora con varios husos y la hiladora movida por agua, aceleraron la producción de textiles. Los
empresarios construyeron máquinas textileras más grandes y las juntaban en un lugar central: una fábrica. Accionaban
las primeras fábricas con corrientes de agua de los ríos. El agua hacía girar una rueda grande, la cual daba vueltas a un
cigüeñal que a su vez activaba la maquinaria. Más tarde, otro invento británico, el motor de vapor, remplazó el agua
como fuente de energía en muchos lugares.
Indirectamente, la explotación del carbón había llevado al invento del motor de vapor. Las minas de carbón, que se
excavaban en la profundidad del suelo, se llenaban de agua. Para que no se inundaran, se empleaban bombas
accionadas por motor de vapor. El primer motor de vapor eficiente, diseñado por James Watt, apareció en la década de
1760. Ya para la década de 1780, había modelos mejorados que accionaban la maquinaria en las fábricas de textiles. Al
aprovechar la energía potencial del carbón para hacer trabajo, el motor de vapor se convirtió en el invento clave de la
Revolución Industrial.
Los especialistas citan varias razones más que explican la temprana industrialización de Gran Bretaña. Una es política. El
gobierno británico se basaba en el liberalismo. Daba a los ciudadanos la libertad y seguridad para buscar nuevas
maneras de hacer las cosas. También daba su respaldo a empresas comerciales en otros países. El éxito de esas
empresas le infundió capital a la economía. El capital puede ser dinero. También puede tomar otras formas, como las
fábricas y la maquinaria que se utilizan para producir bienes.
Otra razón que explica el auge de la industria británica es el crecimiento rápido de la población, que brindaba mano de
obra para las fábricas y consumidores para los bienes que estas producían. Otra más es el transporte. Para transportar
materias primas y productos terminados, Gran Bretaña construyó un sistema de canales y más tarde una red ferroviaria.
Con todas sus ventajas, Gran Bretaña no se industrializó aislada de otros países. La Revolución Industrial fue un
fenómeno mundial. Las interacciones británicas con Asia, África y las Américas hicieron posible
industrialización. Tomemos como ejemplo la industria del algodón. En Gran Bretaña no se producía algodón. Durante
este período, Gran Bretaña importaba algodón crudo de las Indias Occidentales, la India y Egipto. Pero su principal
abastecedor, con mucho, era el sur de los Estados Unidos, donde los africanos esclavizados constituían la mano de
obra. Para el año 1800, los comerciantes británicos tenían acceso a mercados extranjeros tan lejanos como China. Allí
vendían su tela de algodón y otros productos hechos a máquina y recibían grandes ganancias.
La industrialización se extiende Gran Bretaña fue el modelo para
cómo industrializarse. De allí las tecnologías y procesos
industriales pasaron primero, en la década de 1820, al noroeste de
Europa y al noreste de los Estados Unidos. Allí donde el carbón era
limitado, como en Francia y Nueva Inglaterra, las fábricas se
accionaban con agua. Ya en la década de 1880, habían comenzado
a industrializarse Rusia, Japón y partes de Europa central así como
varias colonias británicas.
En 1880, Gran Bretaña seguía siendo la principal potencia
económica en el mundo. Para el año 1900, Gran Bretaña,
Alemania y los Estados Unidos sumados producían dos tercios de los productos manufacturados en el mundo. En
vísperas de la Primera Guerra Mundial, en 1914, los Estados Unidos ya se habían constituido en la primera potencia
industrial del mundo, seguida de Alemania y Gran Bretaña.
Estos tres países, lo mismo que Francia y Japón, construyeron redes ferroviarias extensas. Los ferrocarriles, con sus
locomotoras de vapor movidas por carbón, resultaron ser un impulsor clave de la Revolución Industrial. Gracias a su
velocidad, se podían transportar productos de modo rápido y barato a largas distancias. Con ello, las compañías
pudieron desarrollar mercados nacionales para sus bienes manufacturados. Los ferrocarriles también contribuyeron al
crecimiento de las fábricas. Los administradores de fábricas se valían de los trenes para entregar equipos y suministros a
tiempo. Los ferrocarriles en sí consumían grandes cantidades de carbón y acero, lo cual daba más prosperidad a esas
industrias. También empleaban a muchísimos trabajadores. Además, las enormes cantidades de capital necesario para
comenzar y mantener un ferrocarril fomentaban las inversiones en financiación y promovía el auge de grandes
empresas.
El capitalismo industrial En la era que culminó con la Revolución Industrial, los
comerciantes europeos prosperaron. Vigilaban la fabricación manual de variedad de
productos. Vendían esos productos por todo el mundo. Con los años, estos comerciantes
amasaron las habilidades comerciales y el capital necesarios para respaldar el auge de la
industria. Unos buscaban modos nuevos y más eficientes de hacer productos (y
ganancias). Al hacerlo, estos comerciantes capitalistas se fueron convirtiendo en
capitalistas industriales.
Para que la industria prosperara, se necesitaba alguna manera de concentrar grandes cantidades de capital. Al comienzo
del período, esta función la cumplían las sociedades por acciones. Recaudaban capital vendiendo acciones, o propiedad
en la empresa. Estas empresas habían existido en el comercio desde el siglo 16. Ahora comenzaron a aparecer en
industries como la minería y los ferrocarriles.
En una sociedad por acciones, los inversionistas eran propietarios en conjunto de las acciones. Las ganancias, así como
las pérdidas, eran compartidas entre todos. Incluso, si una sociedad por acciones quebraba, la ley podía obligar a
cualquiera de los inversionistas a cubrir las deudas. Para estimular la inversión, los estados empezaron a promulgar leyes
que limitaban la responsabilidad legal de los inversionistas. Fue así como a mediados del siglo 19 nació una entidad
comercial nueva y robusta: la sociedad anónima. Esta innovación se extendió rápidamente por Europa hasta convertirse
en piedra angular del capitalismo.
Capitalismo tiene varios significados. En esencia, es un sistema económico en que todos los recursos son de propiedad
privada. Los mercados determinan cómo se distribuyen esos recursos. El capitalismo moderno surgió con la industria. En
un contexto estrictamente industrial, el significado puede centrarse en los dueños y los trabajadores. Puede verse como
un sistema en que un número relativamente pequeño de capitalistas son dueños de los medios de producción, como
son las fábricas y equipos. Emplean a un número mucho más grande de trabajadores asalariados para producir los
bienes. Los empleadores, o dueños, venden los bienes y reciben las ganancias.
La desigualdad económica entre la clase propietaria y la clase
trabajadora parecía ser un aspecto inherente en el capitalismo. Unas
personas sostenían que todos los miembros de la sociedad debían
disfrutar de la gran riqueza generada por la Revolución Industrial. Esta
teoría, conocida como socialismo, buscaba remplazar la propiedad
privada de los medios de producción con propiedad pública. El filósofo
alemán Karl Marx exploró la lucha histórica entre las clases
sociales. Denunció el capitalismo y predijo que un día, y a raíz de una
revolución de los trabajadores, este quedaría remplazado por un sistema
socialistas sin clases.
Con frecuencia, los trabajadores industriales eran mal pagados a la vez
que se les obligaba a laborar largas horas en condiciones insalubres y
peligrosas. No obstante, en general preferían la reforma a la
revolución. Se unían a partidos políticos que hacían campaña en favor de
las mejoras sociales. También se unían para formar sindicatos
laborales. Los sindicatos laborales buscaban mejorar los salarios y las
condiciones laborales de los trabajadores. Pero los trabajadores del
mundo jamás se levantaron contra el sistema capitalista como lo había
predicho Marx.
Consecuencias para las sociedades en el mundo En todo lugar donde se implantaba la industrialización, las economías
crecían, las nuevas tecnologías y métodos aumentaban la productividad grandemente y reducían los costos. También las
sociedades cambiaron, en aspectos fundamentales. La Revolución Industrial —con el tiempo— transformó la manera en
que la gente trabajaba, dónde trabajaba, dónde vivía, y más.
Tradicionalmente, la manufactura se producía en talleres caseros. Las familias: hombre, mujeres y niños, trabajaban
unidas para hilar, tejer textiles y hacer herramientas y otros bienes. Los comerciantes proveían materias primas para
estos artesanos calificados y les pagaban por su trabajo. Este “sistema doméstico” decayó con el auge de la industria.
Los industriales alteraron completamente el método de organizar la producción. Reunían a todos los trabajadores en
fábricas. Trabajadores y máquinas tenían que situarse cerca de la fuente de energía, fuese una corriente de agua o un
motor de vapor. También aumentaron la especialización. Las labores que una persona había cumplido en su casa o taller
ahora se subdividían en labores múltiples.
Esto mejoraba la eficiencia pero hacía más aburrido el trabajo. También reducía mucho la habilidad necesaria para el
trabajo. En vez de tejer una tela mano en el telar, los trabajadores de una fábrica de textiles simplemente atendían sus
máquinas. Mientras no hubiera un daño en la máquina, ni siquiera tenían que tocar la tela. La industrialización también
le restó gusto al trabajo. En una fábrica de gran actividad, había poco tiempo para descansar o soñar.
En los primeros años de la Revolución Industrial, las mujeres acostumbraban trabajar en las industrias ligeras, como la
de textiles. Pero en los países occidentales, muchas quedaron desplazadas por hombres en los puestos de
manufactura. Con frecuencia terminaban haciendo trabajo de lavanderas en sus casas o trabajando como sirvientas
domésticas. En cambio, en países como Rusia y Japón, que se industrializaron más tarde, la necesidad de contar con
mano de obra barata significaba que las fábricas se llenaban con mujeres.
Los niños siempre habían trabajado, especialmente en la granja. Al principio, pocas personas se oponían al trabajo
infantil en las fábricas. Se esperaba que los niños hicieran su parte para mantener a la familia. Los dueños de fábricas los
contrataban en parte porque trabajaban por menos paga que los adultos. También su tamaño era una ventaja. Les
permitía meterse dentro de un telar de motor para arreglar un hilo roto mientras la máquina seguía andando. También
era más fácil para un niño trabajar en los túneles angostos de las minas de carbón. Al ir avanzando el siglo 19, los
reformistas empezaron a insistir en leyes que limitaran el trabajo infantil. Para el año 1900, en el occidente y en Japón,
la educación se había convertido en la ocupación principal de la mayoría de los niños.
Durante este tiempo, la agricultura también se valió de más maquinarias y
herramientas hechas en fábricas. Como resultado, disminuyó el número de
trabajadores necesarios para producir alimentos.Fue así como la industrialización
estimuló la migración masiva “del campo a la fábrica.” Los empleos se
encontraban en los pueblos industriales. La Revolución Industrial también
aumentó la migración global, pues la gente se mudaba a países donde la
industria estaba creciendo. Aumentó la urbanización a medida que los pueblos
industriales se convertían rápidamente en ciudades.
Las fábricas se accionaban principalmente con carbón. Una de las consecuencias
ambientales de quemar carbón fue la contaminación grande del aire. Los
desechos de las fábricas también ensuciaban las aguas cercanas. Charles Dickens describió así la atmósfera en una
población manufacturera inglesa a mediados del siglo 19:
“Era una población de maquinarias y altas chimeneas, de las cuales se arrastraban serpientes de humo interminable por
siempre, y nunca se desenroscaban. Tenía una canal negra y un río de corriente morada por alguna tintura maloliente.”
—Charles Dickens, Hard Times, Capítulo V
5. El imperialismo
A finales del siglo 19, varios estados industrializados ampliaron su
territorio. No fueron, ni con mucho, los primeros estados poderosos
que lo hacían. Los romanos, los atenienses, los otomanos, los Gupta,
los Han y muchos otros habían practicado el imperialismo. Habían
arrebatado el control de tierras, recursos y gente más allá de sus
propias fronteras. Lo mismo habían hecho Portugal, España, Gran
Bretaña, Francia y Holanda a partir del siglo 16. En aquel período
pre-industrial, dichas potencias europeas habían dominado los
mares. Habían conquistado y colonizado las Américas y habían
montado puestos de comercio en las costas del resto del
mundo. Tres siglos más tarde, en medio de la Revolución Industrial,
comenzó otra expansión imperialista Un conjunto de potencias
mundiales, ligeramente diferente, consumió hambreado territorios, principalmente en África y Asia. Pero las colonias
que establecieron cumplieron un propósito distinto de las anteriores.
El nuevo imperialismo En el período pre-industrial, las potencias imperialistas europeas desarrollaron un sistema
económico mercantil. De sus colonias obtenían esclavos, metales preciosos y bienes de consumo como especias y
azúcar. Los europeos conseguían lo que deseaban intercambiando con los pueblos nativos o con los colonos. Este
colonialismo a la antigua incluía guerras. Las potencias europeas empleaban la fuerza para adquirir colonias. También
competían militarmente entre sí para conservar sus colonias. Con el tiempo, muchas colonias en América lucharon por
su independencia, y sus revoluciones políticas frenaron por un tiempo las ambiciones imperialistas de los estados
europeos.
Esas ambiciones regresaron con toda su fuerza a finales del siglo 19. Con la industrialización en pleno auge, las potencias
occidentales recorrieron el mundo en busca de materias primas para mantener activas sus fábricas. También buscaban
fuentes de alimento para los trabajadores que laboraban en esas fábricas. Al mismo tiempo, andaban tras de mercados
para sus productos hechos a máquina. Las nuevas colonias satisfacían algunas de esas necesidades, pero no todas.
Ahora bien, los tiempos habían cambiado. Si una colonia no era capaz de proveer un recurso en cantidad suficiente, el
estado dominante simplemente se apoderaba, en muchos casos, del proceso de producción. De este modo, las
potencias occidentales introdujeron las prácticas industriales modernas en sus colonias. Estos colonizadores típicamente
ampliaban su dominio más allá del aspecto económico. Construían carreteras y ferrocarriles, minas y fábricas, escuelas y
hospitales. Entrenaban fuerzas de policía y montaban sistemas legales de tipo occidental. Imponían sus propios líderes,
su idioma y su cultura. En una palabra, practicaban una forma moderna de imperialismo.
Además de su papel como proveedoras de recursos, las colonias cumplían otros fines. Uno era estratégico. Las potencias
imperialistas se extendieron a lugares que les daban una ventaja geográfica o económica sobre sus rivales. Gran
Bretaña, por ejemplo, había llegado a depender de la India como mercado para sus textiles. Las fuerzas británicas
tomaron el control del territorio a lo largo de las rutas marítimas a la India a fin de proteger su comercio.
Las colonias también servían como factor de prestigio nacional. Al añadir territorios, un gobierno débil podía reforzar su
posición política en su propio país. En general, el nuevo imperialismo les convenía mucho a los estados europeos. Para
1914, ocuparían o controlarían la mayor parte del mundo.
La rapiña por África El imperialismo europeo parece contradecir su liberalismo. No tenía
nada que ver con libertad ni igualdad. Una manera como justificaban su imperialismo era
sostener que llevaba progreso a los pueblos llamados “retrasados”. Los europeos
argumentaban que era su deber moral presentar a otros los conocimientos, la riqueza y
los valores cristianos de la civilización occidental. Muchos pensaban que su dominio
global se podía explicar como una superioridad biológica sobre las demás razas. Los
especialistas han señalado el racismo inherente en semejantes ideas. La actitud
occidental hacia África es un ejemplo muy claro.
Desde finales del siglo 15, los estados europeos habían comerciado a lo largo de la costa africana, especialmente con
esclavos. Para fines del siglo 19, casi todos los estados grandes del mundo habían abolido la esclavitud. El comercio
costero con África había desaparecido en gran parte, aunque los propios africanos seguían practicando la esclavitud.
El interés europeo por África renació en 1869 con la apertura del canal de Suez. Esta vía fluvial a través de Egipto unió
los mares Mediterráneo y Rojo. Redujo enormemente el tiempo de viaje entre Gran Bretaña y la India. Cuando una
rebelión en Egipto amenazó con cerrar el canal en 1881, Gran Bretaña ocupó al país. Esta acción desató una “rapiña por
África”. Todas las principales potencias europeas empezaron a reclamar territorios en África.
Cuando terminó el frenesí, casi todo el continente estaba en manos europeas. Los británicos tenían Egipto y arrebataron
buena parte del noreste de África. También controlaban las tierras desde Suráfrica hasta Rodesia en el norte. Los
franceses ocupaban casi todo el occidente de África. Alemania, Italia y Portugal tomaron varios trozos grandes de
territorio cada uno. España reclamó extensiones más pequeñas sobre la costa occidental. La competencia dejó a Bélgica
con una sola región sobre la cuenca del río Congo en el centro del continente. Pero era una región enorme. Su riqueza
mineral haría de ella una de las pocas posesiones africanas que al final dio ganancias.
Las potencias imperiales en Asia Desde que empezó el siglo 17, la Compañía
Británica de las Indias Orientales venía adquiriendo territorio en la
India. Cuando el gobierno se encargó de la colonia, en 1858, toda la India
quedó bajo el mando de Gran Bretaña. Allí, el efecto modernizador del
imperialismo fue claro. Los británicos introdujeron nuevas tecnologías y
ampliaron grandemente el acceso a la educación. Al mismo tiempo,
explotaban al pueblo y los recursos de la India para su propio beneficio. Karl
Marx observó la paradoja de la política imperial británica. Escribió:
Inglaterra tiene que cumplir una doble misión en la India: una destructora, la
otra regeneradora: aniquilar de la vieja sociedad asiática y sentar las bases
materiales de la sociedad occidental en Asia.
—Karl Marx, “Los resultados futuros del gobierno británico en la India,”
1853
Desde la India, Gran Bretaña extendió su control hacia el oeste a Persia. Allí
compitió por el dominio con Rusia, que en el siglo 19 venía expandiéndose
continuamente hacia el sur por Asia central. Rusia también miró al oriente
hacia China, cada vez más debilitada. En 1891, empezó a construir su
Ferrocarril Tras-Siberiano, que iría de Moscú en el este hasta la costa del Pacífico. Los chinos concedieron, o entregaron,
a Rusia una extensión de terreno en Manchuria para el ferrocarril. Esta concesión le dio a Rusia el control sobre esa
parte del norte de China.
De todas las tierras en el continente asiático, el principal objeto de interés imperial era China. A mediados del siglo 19,
Gran Bretaña, Francia y Alemania empezaron a competir por el acceso a los mercados chinos y a su enorme población
de consumidores. Todas estas potencias occidentales exigieron, y recibieron, un comercio más abierto.
Luego, en la década de 1890, Japón se lanzó a la competencia. Su gobierno Meiji había transformado y fortalecido su
economía y su ejército y estaba listo para una expansión. En 1894, Japón y China se fueron a la guerra por el control de
la península de Corea. Ganaron los japoneses. Su victoria animó a las potencias occidentales a exigirle a China aún más
concesiones.
Tradicionalmente, China había ejercido su influencia sobre buena parte del sureste de Asia. Al mismo tiempo, las
potencias occidentales venían desafiando a China en la región desde tiempo atrás. Para 1890, los franceses habían
conquistado a Indochina y los británicos tenían a Birmania, Singapur y partes de Malasia. Hacia el oriente, en el océano
Pacífico, las potencias occidentales anexaron muchas islas. Gran Bretaña, Alemania y una nueva potencia imperialista,
los Estados Unidos, rivalizaron por el control de puertos estratégicos en las islas.
Resumen
En esta lección, leíste acerca de las revoluciones políticas y económicas que transformaron al mundo en los siglos 18,
19 y comienzos del siglo 20.
Interacción cultural A finales del siglo 19, las potencias occidentales se extendieron más allá de sus fronteras. Bajo la
política del imperialismo, interactuaron culturalmente con África y Asia. Introdujeron nuevas tecnologías en sus
colonias. Mejoraron el transporte, la educación y el acceso a la atención médica. Sin embargo, las actitudes hacia las
culturas nativas frecuentemente se basaban en ideas racistas.
Estructuras políticas Los conceptos de la Ilustración respecto del gobierno dieron la base filosófica para las revoluciones
de fines del siglo 18 y comienzos del 19. Esas revoluciones derrocaron las estructuras políticas existentes a favor de
formas de gobierno más democráticas. También desataron una serie de levantamientos nacionalistas que dieron como
resultado la formación de nuevos estados-nación y la descomposición de imperios multinacionales.
Estructuras económicas La Revolución Industrial transformó las economías, primero en Europa y los Estados Unidos y
más tarde en en Japón y otros países. Remplazó en gran parte el poder muscular con el poder de la máquina. Los gastos
enormes de construir fábricas y ferrocarriles estimuló el auge del capitalismo industrial.
Estructuras sociales La industrialización produjo grandes alteraciones en la sociedad. La manufactura pasó del hogar o el
taller rural a la fábrica urbana, experiencia que alteraba la vida de los artesanos —hombres, mujeres y niños— que se
mudaban con ella. Los trabajadores agrícolas que se hacían innecesarios en las granjas mecanizadas también se
mudaban a la ciudad para trabajar en las fábricas. Juntos los trabajadores se convirtieron en parte de una clase
trabajadora, en contraste con la clase propietaria que construía y administraba las fábricas así como otras empresas
grandes.
Interacción humanos-medio ambiente El motor de vapor que impulsaba las fábricas de textiles, los ferrocarriles y otras
industrias se accionaba por carbón, lo cual llevó a una enorme expansión de la minería y a un aumento enorme en la
contaminación. Las industrias precisaban muchos trabajadores. La gente necesitada de empleo migraba no solamente
“del campo a la fábrica” dentro de un país en vía de industrialización sino también de un país a otro.
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