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    AUTORES, TEXTOS Y TEMASCIENCIAS SOCIALES

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    Rugo Zemelman

    VOLUNTAD DE CONOCEREl sujeto y su pensamientoen el paradigma critico

    eANTHROPOS

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    Voluntad de conocer: El sujeto y su pensamiento en el paradigma crticoI Hugo Zemelman ; presentacin de Dnoan. - Rub (Barcelona) :Anthropos Editorial; Mxico: Centro de Investigaciones Humansticas.Univ. Autnoma de Chiapas. 2005159 p. ; 20cm. - (Autores. Textos y Temas. Ciencias Sociales; 47)

    Bibliograra p. 157-158ISBN 84-7658-742-2lo Sujeto (Filosofa) 2. Pensamiento crtico 3. CienciasSociales - ~ i l o s . o f a4. Conocimiento, Teoradel l. Dnoan (seud.), pro ll. Centro de InvestigacionesHumansticas. Univ.Autnoma de Chiapas (Mxico) Ill. Ttulo IV.Coleccin165.42

    cultura LibrePrimera edicin: 2005 Hugo Zeme1man M.. 2005 Anthropos Editorial, 2005Edita: Anthropos Editorial. Rub (Barcelona)www.anthropos.editorial.comEn coedicin con el Centro de Investigaciones Humansticasde la Universidad Autnoma de Chiapas, MxicoISBN: 84-7658-742-2Depsito legal: B. 25.046-2005Diseo, realizacin y coordinacin: Plural, Servicios Editoriales(Nario. S.L.), Rub. Te!.y fax: 93 697 22 96Impresin: Novagrak. Vivaldi, 5. Monteada i ReixacImpreso en Espaa - Printed in SpainTodos los derechos reservados. Esta publicacin no puede ser reproducida, nien todo ni en parte.ni registradaen, o transmitida por,un sistema de recuperacinde informacin, en ninguna formani por ningn medio, sea mecnico, fotoqutmlco. electrnico, magntico, electrcptico, por foto-copia, cualquierotro, sin el permiso previo por escr-itode laeditorial.

    PRESENTACINHUGO ZEMELMAN: UN PERMANENTE COMPROMISOTICO Y POLTlCO, PLENO DE LUCIDEZ YSOLIDARIDAD CON LACAUSADE AMRICA LATINA,SUS GENTES, TEMAS Y CONFLICTOS

    Conocemos al doctor Rugo Zemelman desde hace cerca dequince aos, quien ha contribuido eficazmente con su labor einvestigacin a consolidar el proyecto cultural y editorial de Anthropos. Siemprehemos admirado su constantecompromiso conlas gentes y temas de Latinoamrica; especialmente su empeoen mostrar cmo se puede pensar la sociedad y la sociologadesde este continente, esto es, ofrecer una mirada diferente einnovadora a la realidad del mundo actual.Su empeo critico y creativo le ha llevado a formar nume-rosos grupos de trabajo o crculos de reflexin, una red interactiva en toda Amrica Latina, con resultados muy positivos. Sabemos po r experiencia que en ciertos medios l igados a lospoderes hegemnicos molestan las personas innovadoras y laeficaz crtica intelectual. Po r lo cual no podemos admitir quealguien ponga en duda la integridad humana, intelectual, cientfica y poltica del doctor Rugo Zemelman. Ciertamente queha tenido que pasarpormil avatares, y con alguna frecuencia hadebido superar situaciones difciles. Pero sus opciones siempre han sido claras y a favor de un compromiso tico y solidario con quienes defienden la justicia social y la libertad de pen-samiento y accin.Admiramos y compartimos su trabajo intelectual, su innovacin epistemolgica y su compromiso social con un proyectocritico, innovador y latinoamericano.Nos solidarizamos absolutamente con su causa y tarea intelectual en el sentido que muestra su amplia obra, y especialmente su l ibro Los horizontes de la razn. Compartimos su l-

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    nea de investigacin y compromiso solidario con Amrica Latina, un continente que de su mano ofrece su creatividad y sensibilidad esttica almundo. Lemostramos nuestro reconocimiento agradecido. El t i em p o s ie m pr e favorece a lo s audacesintelectuales.DNOAN

    Anthropos, 2005

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    PRLOGOEL SUJETO Y SU PENSAMIENTOEN EL PARADIGMA cRTICO

    El texto que pr ese nta mos busca mostra r algunas implicaciones epistmico-metodolgicas cuando se piensa desde la exigencia de la historicidad; sta plantea dos cuestiones principales: ladimensin del movimiento y el papel del sujeto(individual o colectivo) en el devenir social.De partida surgela tarea de abordarnuevasformas de pensamiento que puedan transgredir aquellas otras restringidas a lasformas tericas del pensar, desafio que supone comprometer alsujeto co n el conjunto de su s facultades en la me dida que la exigenciade la historicidadobliga a ste a colocarse en un momen-to histrico qu e es m s complejo qu e la simple relacin del conocimiento propio de un objeto.La historicidad determina tener que concebir el fenmeno,m s all de su nivel morfolgico, en un a concrecin qu e resultade su incorporacin en un campo formado po r mltiples determinaciones, que son las propias de su articulacin histrico concreta. Y el colocarse en el momento no pasa p o r u n simple actode inferencia, pues requiere que el sujeto construya su conocimiento desde las interrogantes que sepa formular desde el momento histrico en que est inserto.'Delo anterior se desprende que no es casual qu e tengamosque comprenderque la construccindel conocimiento tienequ edesarrollarse desde premisas que no se circunscriben a lasimpleexigenciade verdad. Poresta razn surge como importante abor-

    l. Confrontar: MRacia un cambio de paradigma? {Cautelas en la construccindel conocimiento socal).

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    da r la funcin gnoseolgica de la conciencia histrica, en tantoexpresin de la capacidad del hombre para colocarse ante elmomento histrico; esfuerzo que trasciende las exigencias propias del manejo de los crpora tericos.'La colocacin ante el momento histrico se corresponde conla comprensinde ste como no cerrado, sino ms bien como laexpresin de un proceso, esto es, del propio movimiento de lahistoria que resulta de las relaciones entremltiples sujetos y desus prcticas respectivas. De ah que el movimiento se tenga quecontextualizar como potenciacin de lo potenciable; en otraspalabras, como construcci6n en la que se est recuperando lahistoricidad de lo dado.'

    Po r lo anterior; tiene presenciaen eldiscurso del conocimientouna ampliacin de la subjetividad, en forma de conjugar la capacidad de construccin terica con el desarrollo de la voluntadpara construir realidades: transformar posibilidades en realidades tangibles.

    Esta apertura del sujeto, a partir de SCl ubicacin en el mo-mento histrico, implica la necesidad de distinguir entre el pensamiento circunscrito al manejo de universos semnticamentecerrados de lo que es el esfuerzo del sujeto po r ubicarse histricamente, que, pudiendo romper con estoslmites, permita aborda r realidades que no estn necesariamente contenidas en lasteorias; lo que supone la necesidad de abrirel pensamiento a lasresignificaciones de los conceptos con los que estamos constru-yendo el conocimiento."

    Pero adems de lo anterior, el desafo que se plantea al sujetoobliga a entender mejor, de manera ms explicita, la complejarelacin entre el sujetoy su propio discurso, porque tienen lugarmltiples conexiones que no se agotan en el plano de la capacidad analtica; de ah la importancia de incorporar las mltiplesdimensiones del sujeto y el papel que en la construccin del conocimiento tiene la problemtica del sentido."

    2. Confrontar: Repensar la s ciencias sociales.3. Confrontar: "Pensar la sociedad y a los sujetos sociales. (Ideas para un programa de investigacin sobre la herencia olvidada de la rebelda)".4. Confrontar: "Pensar terico y pensarepistmico. Los desafos de la historicidad en el conocimiento social.

    5. Confrontar: Sujeto y sentido: consideracionessobre la vinculacin del sujeto con el conocimiento que construye".

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    De las consideraciones anteriores se desprende, entre otrasconsecuencias posibles, la influencia que un cambio de categoras puede tener sobre el lenguaje, como puede se r el caso de lacategora de potenciacin, en la medida que eldesafio que implica consiste en poder avanzar ms allde los lmites de las determinaciones, de modo de obligamos a revisar los alcances quetienen los lenguajes nomol6gicos-denotativoscomo forma privilegiada de conexin con la realidad."Esta complejizacin del lenguaje sugiere una distinta relacn con el sujeto, pues la potenciacin, a diferencia de la sim-ple explicacin terica que est ceida a la lgica de determi-naciones, compromete otras facultades del s uje to que l aspuramente cognitivas. Se traduce en la necesidad de construiruna relacin de conocimiento ms inclusiva que las restringi-das a stas funciones."De la incorporacin del sujeto se derivan cambios en el con-cepto de realidad, pues deja de se r necesariamente una simpleconstelacin de objetos para transformarse en un conjunto dembitos de sentido en los que los sujetos puedan reconocer susespacios para desarrollarse y transformarse." Lo que se traduceen una idea diferente de conocimiento y, po r consiguiente, deverdad toda vez que hace parte del propio despliegue del sujeto.Los sujetos inevitablemente devienen en ngulos desde losque se tienen que leer la construccin del pensamiento y del conocimiento. Entre las muchas implicaciones que tiene lo dichoest la de incorporar aquellas dimensiones que envuelven a lasconstrucciones tericas, pero que, po r lo general, no se consideran en la discusin sobre el conocimiento. El conocimiento delas determinaciones, que constituyen los contenidos, aparecedesde esta perspectiva estrechamente vinculado con la dimen-sin volitiva de los sujetos en la medida en que hacen parte delsentido que tiene la realidad para los sujetos.De ah la necesidady voluntad de conocer.

    La centralidad del sujeto no puede disociarse de la naturale-za de los dinamismos, porque la relacin de stos con la realidad, en tanto extemalidad, plantea tener que revisar el concepto

    6. Confrontar: "Realidad y potencialidad: desafos para ellenguaje.7. Confrontar: ..Pensar terico y pensar epistmico: y ",S"'j",LOYsentido.8. Confrontar: "El marxismo crece con la historia: su herencia presente. (Unalectura no exegtica de la Introduccin de 1857: para discutir y desarrollar].

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    dedinmica. Estano es solamenteuna secuencia de situaciones,sino que asume la naturaleza de espacios constitutivos desde losque se construye por las prcticas de los mltiples sujetos co-existentes, que no estn ceidos a los mismos parmetros detiempo y espacio.HUGO ZEMELMAN

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    HACIA UN CAMBIO DE PARADIGMAS?(Cautelas en la construccindel conocimiento social)

    Se trata de resolver el problema de incorporarla historia enel pensamiento. Preguntmonos: estamos abordando los desa-fios delactual contexto?, hay disposicinpara reconocerlosmsall de representar simples concreciones de los planteamientosideolgicos de las corporaciones transnacionales?; en esa medi-da, hay conciencia de que pueden serreformuladosdesde otrasexigencias de construccin de la historia?, nos atrapa la teo-ra>, los mtodos nos estn limitando?Vivimosen el lmite de un mundo que se transforma, por lotanto, nos ubicamosen eltrnsito deun modo de conocer a otro.Todava seguimos apoyndonos en la acumulacin de lo escri-to, aunque debemos revisar esa relacin que, con frecuencia,nos ciega ante las nuevas emergencias sociales.Nos quedamosencerrados en esa acumulacin, de manera que al no poderincorporar lo nuevo lo excluimos desde los diques de conten-cin en que nos protegemos. Es por ello importante asumirque estamos en un lmite en las formas de conocimiento queobl iga a t ransgred ir lo sab ido y el cmo se ha const ru ido elrigor de la teora,Estamosdesafiados a construirnuevas categorias de conoci-miento, igualmente a incorporar algunas como el sufrimientoparadarcuenta de la actitud de grupos en situaciones extremas,o la dela poblacinsobrante. O ladel envejecimiento prematurocomo resultadode los contextos tecnolgicos que rigen elproce-sodel trabajo. O la del capitalismo sin capitalistas. O las que nospermitan entender la cultura sin referencia a identidades conterritorio alguno.

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    Estamos obligados a comprender que no es suficiente conexplicar los fenmenos, sino quetenemosque transformarlos enespacios de posibilidades para reconoceropciones de otras prcticas socialesvinculadas a sujetos todava no reconocidos. Quizla complejidad del actual contexto resida en la naturaleza de loinesperado en relacin con el pasado, incluso con el pasadomsinmediato, ya que puede se r de discontinuidad profunda; de ah qu e estemos en un a situacin de carencia de nombres apropiados. Y reconocer que estamos enfrentados a situaciones nosolamente desconocidassino inciertas, exigeun esfuerzo sin precedentes de voluntad de conocer, propio de los momentos caracterizados po r los grandes cambios revolucionarios.

    Los anuncios de transformaciones formulados a finales delsiglo XIX, ascomo la misma Revolucin de Octubre, no fueronms que sntomas premonitorios, pero no maduros, de cambiosque recin cien aos ms tarde comienzan a desplegarse. Podramos, pues, estar enfrentando un quiebre que obliga a estarabiertos como nunca, en vez de optar , como ocurre, poruna supeditacin a los parmetros de! poder, o bien de! proyecto hegemnico. Ello puede tomar la forma de generalizacionesglobaleso, en e! extremo opuesto, la modalidad de! escepticismo.

    Los problemas que estamos abordando tenemos que concebirlos como sntomas de procesos que no siempre afloran connitidez, de manera de preguntamos po r su significacin comopuertas de entrada hacia profundidades mayores que las quepueden apreciarse en la superficie de lo observable. Reflexionarsobre 10 que estn significando los conflictos, la violencia, lamarginacin, la pobreza, ms all de sus contenidos manifiestos; leerlos como expresiones de nuevas relaciones sociales, tanto colectivas como nterpersonales, con sus tiempos y espacios,que desafan a tener que esclarecer la pertinencia de los instrumentos disponibles para la construccin desu conocimiento.

    En esta direccin. tenemos que controlar la proclividad a lasesquematizaciones de lo real, apoyada y estimulada po r las deformaciones tecnocrticas que dominan los modos de comprende r la relacin con la realidadexterna al sujeto, lo que se traduceen la prefiguracin de objetos siempre posibles de un tratamiento racional, segn la lgicade las determinaciones.De ah que debemos procurar alejarnos de las estructuraspre-construidas, evitando encerramos en concepciones y en ex-14

    plicaciones precipitadas que pueden no responder a ningunanecesidad real. El refugio precipitado en objetos tericos no es e!camino porque nos lleva a desconocer los flujos que son el fondomismo de la s cristalizaciones sociales.

    Consideramos que hay que detenerse a mirar en un esfuerzode conjunto, pero sin que esta mirada constituya un apriorismoterico; po r e! contrario, que ms bien cumpla la funcin de incorporar horizontes de problemas,algunos posibles de se r nombrados, pero otros no, de manera de proporcionamos una ideade la vastedad de los desafos conceptuales que plantea el actualmomento histrico a la construccin del conocimiento. Es loque entendemos como la ubicacin en el momento antes quetransformarlo en el contenido de un a teorizacin.

    En este sentido, tenemos que comenzarpo r definir los ngulos desde los que estamos pensando la realidad que nos circunda. Son vlidas las actuales estructurasconceptuales del pensamiento social? Cabe pensar la realidad circunscrita a un aconstelacin de objetos susceptibles de se r teorizados? Es posible organizar e! pensamiento desde otros ngulos diferentes alpropio de la aproximacin a verdades, aunque stas sean parciales? Quiz sea importante epistmicamente incorporar la exigencia de lo necesario, tanto en su acepcin de lo posible objetivamente (Bloch),' como en la de lo utpicamente deseable, deforma de no perder la perspectiva de que el eje de la problemtica descansa en que la construccin de la realidad social resulta de la correcta resolucin de lviabilidad histrica de la utopa, o de los deseos en el plano ndividual y social (Gurmndez).'Es imperativo pensar desde los sujetos po r conformar stosla compleja y polifnica fuerza motriz de la sociedad; po r lo tanto, que representan distintas opciones para ocupar los espaciosfijados po r el orden poltico, ya que hacen parte de ste. Puedehaber sujetos marginados del poder, o con un poderdisminuido,pero nunca ajenos a la historia.

    Pero si transformamosa los sujetos en ngulos desde los cuales pensar los fenmenos sociales, rebasamos su condicin desimples temas que convertimos en contenidos de crpora teri-

    l. Ernest Bloch, El principio esperanza, Aguilar; Madrid. 1977.2. CarlosGurmndez. Critica de lapasin pura, Fondo de Cultura Econmica,Mxico. 1989.

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    cosoPues, como ngulos de razonamiento, los sujetos impulsana reconocer, en cada objeto, un espacio de posibilidades, en tan-to obligan a organizar el anlisis desde sus dinamismos constituyentes. As,la dominacin deja de ser concebida como un sistema para enfocarla desde la articulacin entre sujetos con susrespectivos proyectos, partiendo de la premisa de que la realidad es una condensacin de relaciones mltiples entre una variedad de sujetos sociales y sus proyectos.Lodicho requiere pensar en trminos de potencialidades dehorizontes posibles, ms que de relaciones de causa-efecto, losque pueden estar fuera de los lfmites de las determinaciones.Potencialidad como la forma para recuperar la historicidad delo dado, con todas las posibilidades que contenga, segn sea laconstelacinde sujetos concurrentes en la situacin social.Es lo que legitima, como ptica de construccin del conocimiento, a los recortes coyunturales, en la medida que stos permiten reconstruir un conjunto de prcticas y de proyectos, contodas sus connotaciones respecto de memoria, visiones y expectativas. Desde estos recortes, el anlisis se aproxima al conocimiento de los dinamismos constituyentes, ya que trasciende losencuadres que pretenden agotarlo en el estudio de los antecedentes histrico-genticos de la situacin que interesaconocer.El planteamiento, como es lgico. tiene consecuencias en elanlisis del conflicto. Si estudiamos a ste desde la perspectivade los sujetos, nos estar reflejando la capacidad de produccinde conflictos y de sus alcances, segn la naturaleza de los sujetos; pero tambin estaremos abordando la cuestin de cmo elconflictocumple una funcin en 1", reproduccinde stos, o,porelcontrario. contribuye a debilitarlos, inclusoa desmovilizarlos.Damos cuenta del conflicto como expresin de los dinamismosconstitutivos, que es diferente a analizarlos desde las estructurasdel orden polftico, o de las econmicas, en cuyo caso ste no sevincula con losdinamismosconstitutivos sino con los equilibrioso con la reproduccin del sistema econmico. Delo que resultaque la naturaleza delconflicto ser diferente, y,en consecuencia,su significacin histricaconcreta.Delo expuesto se desprende la cuestin de los mrgenes deconflictividad permitida por elorden. Elmodelo del capitalismoactual es muy claro, lo que tendr que leerse desde una dobleperspectiva:16

    a) Por una parte, desde los mrgenes de estabilidaddel ordeneconmico y polftico. Por ejemplo, puede ser aceptable una altaconflictividad siempre que no constituya presin social efectivasobre los centros neurlgicos del sistema: habrfa que analizar,por da r un ejemplo, la naturaleza de los nexos y de las desconexiones entrela generacin de la tasa de ganancia del capital ylas condiciones tiempo-espaciales locales, las cuales incluyen,entre otras dimensiones, los patrones culturales y su influenciaen las dinmicas sociales, econmicas y polticas, etctera.b) De otra, tenemos la funcin del conflicto en cuanto a permitir la emergencia, pero tambin la reproduccin de sujetos,que, eventualmente, lleguen a cuestionarel orden. Por ejemplo.habra que analizar tanto las tcticas como las estrategias derespuesta a los movimientosglobalifbicos, en lamedida en questos representan un riesgo en ciernes si dan lugar a la emergencia de nuevos actores sociales; observar, en este marco, la conformacin de nuevas formas de organizacin internacional delos sindicatos, as como la transformacin posible de stos ennuevos movimientos sociales.

    En la perspectiva de esta problematzacin, congruente conel reclamo de no quedarse subsumidos en los lfmites de objetosconstruidos. surge la pregunta sobre la gnes is de los sujetos. Temaque no pretendemosresolver pero s asumir desde unparticular ngulo de razonamiento: el de las necesidades. Noscolocamos ante dos amplios desafos que son ejes estructuradores del pensamiento cientfico social.

    En primer trmino, el problema de las necesidades se ubicaen elmbito de encuentro de lo que, convencionalmente,se handefinido como dos recortes, casi opuestos. de la realidad social:el plano de lo macro y de lo micro social. Pensando desde lossujetos esta distincin carecede sentido, porque los dinamismosconstituyentes de los sujetos se encuentran y despliegan desdelos niveles micro-sociales, pero con proyeccin a planos incluyentes. Por ejemplo, el espacio de la vida cotidiana, las dinmicas internas del lugarde trabajo, las relaciones entre estas dinmicas ylas propias de los lugares en que sevive.ios proyectos devida y su relacindialcticacon los proyectos de sociedad, etctera. son la base de potencialidadesque pueden llegar a convertirse en proyectos sociales compartidos.

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    En segundo trmino, modificarnuestra relacin con la histo-ria. De simple antecedente, o contorno de los fenmenos, debe-mos convertir a la historia en parte de nuestra experiencia delpresente, que es donde se encuentran las posibilidades de desen-volvimiento hacia un futuro no devenido sino por construir.

    El problemametodolgico que seplanteaes la articulacindetiempos. Aunque parezca absurdo estamos pensando en la distincin entre los tres tipos de presentesque ya se habian distinguidoen e!siglo IV de nuestra Er a (sanAgustn): e!presente del pasado,que es la memoria; el presente del presente, que es la visin, y elpresentedel futuro, que esla espera.Y quecomo dimensiones delpensamiento obligan a considerar que todo fenmeno, ms ansi es un acontecimiento que entendemos como un hecho socialque se trasciende a s mismo (Lenin), por lo tanto, que tenemosque ubicarlo en el cauce de los tiempos que lo constituyen en smismo y en su relacin con e!o los sujetos. Ello obligaa construiruna relacinde conocimientomuchoms complejaque la simpledelimitacin de objetos abstrados de! contexto.

    La importancia cognitiva de lo que decimos reside en que,desde la articulacinde tiempos, es posible reconocer la apertu-ra del fenmeno a sus propias indetermnacones, as como ladel propio sujeto investigador hacia lo indito que le exige serconstruido. Pero siempreque al sujeto lomueva la fuerzade unautopa, pues en e lla se plantea la necesidad de determinar suviabilidad, esto es, su historizacin.

    Lo expuesto supone reconocerlas opciones de cadasujeto social, en consecuencia, las potencialidades de direcciones posiblesque, desde situaciones concretas, se puedandesencadenarenunaperspectiva trans-coyuntural. Son estas opciones el marco en elque se tendrque leera la sociedad, superando el enfoque defini-do, e impuesto, por el poder en su necesidadde equilibrio.

    Los campos problemticos bosquejados desafan a construirinstrumentos de razonamiento capaces de dar cuenta 'del con-texto. Por ello decamos al inicio quelos problemas sociales, anlos ms apremiantes, debernos mirarlos como sntomas por donde penetrarhacialo que no se muestrafcilmente, peroque constituye e! hilo conductor que cruza diferentes coyunturas ubica-das en una perspectiva trans-histrica.

    Lacuestin es reconocer la pertinencia de conceptos ya acuados, o, en su defecto, forjarotrosque seanadecuados para dar18

    cuenta de los obstculos y posibilidades que se contienen en lassituaciones desde las que se toman decisiones.Esten juego nadamenos que saber asumir nuestra responsabilidad como actores de futuro, lo que pasa por desarrollaruna postura ante lo que han devenido las ciencias sociales comoresultado de las prcticas de investigacin. Pero, principalmente, por hacerse cargo de un pensamiento que, en el mbito deestas ciencias, muchas veces no ha sido capaz de dar cuenta dela historicidad como propiedad de los fenmenos sociales.Creemos que un debate en esta direccin es ineludible. Habr que impulsarlo con la profundidad y el rigor que las circuns-tancias requieren.

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    REPENSAR LAS CIENCIAS SOCIALES

    l. La premisa de la conciencia histricaVivimos un momento histrico caracterizado por un desarro-llo capitalista carente de todo equilibrio, pues las posibilidadesde sobrevivencia de la humanidad estn siendo cercenadas; pro

    ceso que tom un giro descontrolado al desaparecer, con e!bloque sovitico, cualquier riesgo que cuestione su permanencia yreproduccin, ya que se desencadenaron las fuerzas que siemprehan caracterizado al capitalismo: e!afn de lucro y lo que acompaa a ste: la voracidad e irracionalidad en e!uso de los recursos, pero sin contrapeso. Por eso, la etapa actual representa unaforma de oscurantismo, pero, a diferencia de! pasado, disfrazadoahora de progreso tecnolgico; oscurantismoque necesita debilitar,cuando no abiertamente mutilar, alpensamiento y a la volun-tad para impulsar y sostenerconstrucciones sociales diferentes.

    De lo anterior se desprende la necesidad de abrir un ampliodebate que estimule avanzar para cruzar los umbrales desde loscuales madurarunavisin enriquecida de la realidad, en particular de sus potencialidades. Recuperar la idea de que ms importante que el conocimiento es asumir una postura de concienciaque convierta la duda, e!lmite o e!bloqueo en nuevas posibilidades. Pero se requiere saberubicarse entre estar determinado his-tricamente y ser protagonista de la historia, entre evolucin yconstruccin, entre hecho y esperanza, entre verdady lucha.Tensin del futuro que asume la forma de espacio de opciones que confierasentido tico y poltico a la construccinde otrostipos de sociedades, Como nunca, no podemoshoy aceptar que-

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    damos dentro de certezas protegidas por los lmites de lo esta-blecido, sino ms bien embestirlos desde la bsqueda de utopasque respalden una ms plenarealizacin del hombre y fortalez-can su conciencia protagnica. Avanzar enriqueciendo nuestrarelacin con la realidadque es e!horizonte que nos desafa comohombres. Pensar desde la esperanza parasalimos de los lmitesde lo establecido, anticipando el advenimiento de lo nuevo.

    El desafio es da r cuenta de la actual situacin histrica par-tiendo de una lectura de las potencialidades que se contienen enel presente, segn sea la naturaleza, desarrollo, transformaciny capacidad de influencia de los antiguos actores sociales y delos nuevos que estn emergiendo. Para ello, las opciones ideol-gicas y valricas deben reconocer bases en una ciencia socialcapaz de ofreceruna lectura de! momento histrico como el lu-gar abierto amuchos futuros, y as permitiruna interpretacinen profundidad de la realidad social.Rebasar el actualmomento caracterizadopor procesos quehan abierto elcamino a unadominacin sin contrapesos, la cualimpone retroceder a situaciones (econmicas, polticas y socia-les) que se crean superadas; debemos recuperar la fuerzade lasgrandes luchas y esperanzas para volver a hacer del desarrollohistrico un camino de mayorjusticia y libertad, trascendiendola sensacin de promesas incumplidas. Hoyes ms necesarioque nunca hacer lo que dec imos , despus de constatar que alcolapso de los regmenes militareshan seguido sistemas demo-crticos que no han podido superar la herencia reaccionaria de-jada por esos regmenes, ya que enfrentamosuna coyuntura en.la que el desarrollo histrico aparenta tomaruna direccin quedescarta cualquier alternativa.La alternativa refiere a las mltiples potencialidades que pue-den reconocerse en la actual coyuntura, como lo estn demos-trando las numerosas iniciativas, prcticas sociales, proyectos ymovilizaciones de mltiples grupos sociales que comienzan aocupar su propio espacio y tiempo histrico.Debemos recuperarcon urgencia y conviccin la idea de op-ciones de futuro, aunque sin recurrir al fcil mecanismo del dis-curso ideolgico, el cual, si biennos convoca a pensar en el futu-ro, no lo hace siempre con la profundidad que reclama lacoyuntura concebida como momento de un largo proceso hist-rico que no se puedeanalizardesde un estrecho recorte temporal.22

    No podemos ignorar la profunda experienciahistrica de losaos cuarenta a setenta, caracterizadapor cambios econmicosy polticosque, a pesar de haber sido e!producto de! propio des-arrollo capitalista, planteaban disputar e! control poltico de lademocracia que surga. Las experiencias populistas y desarro-llistas demuchos de los pases latinoamericanos estabanllevan-do a experiencias superiores de transformacin social, como re-sultado de sus propias dinmicas, peroinfluidas, en su direccinhistrica, por la influencia de la Revolucin Cubana.La razn de se r de los golpes de Estado, protagonizados porlas FuerzasArmadas, descansaba en frenar el desarrollode fuer-zas sociales que emergan en el marco del propio desarrollo ca-pitalista. Fueron los rasgos de la etapa de! crecimiento haciaadentro que dio margen a un periodo de florecimiento de la de-mocraciacapitalista, pero que, no obstante, contena en susenofuerzas sociales que disputaban su control. Con los golpes mili-tares se busc refundar el capitalismo latinoamericano para im-pedir que su desenvolvimiento fuera condicin para el desarro-llo y a la vez para la maduracin de nuevos actores polticos ysociales que representaran su cuestionamiento.Cabe pensarque e!futuro del continente no puede esbozarsesino es en estrecha relacincon las fuerzas socialesy,por lo mis-mo, no se puede disociarla construccin del pensamientode lossuje tos que construyen historia y de los proyectos en los quecristalizan estos esfuerzos. De ah que debemos volver a repen-sa r e!pape! del conocimientoy de sus protagonistas, las institu-ciones acadmicas de este continente y sus intelectuales. Elmssignificativo de estos desafos es no distorsionar la historiame-dianteel recurso dedesarmar sus exigencias globales en un rom-pecabezas de piezas que, al aislarse unas de otras, impide recupe-rar una perspectiva histrica integrada. Pareciera que la nicaperspectiva, aparentemente integraday con pretensiones de lar-go tiempo, es la que se identi fica con el discurso empresarial,que, en el plano de las ciencias sociales, se correspondecon unacompartimentalizacin del conocimiento en reas especializa-das, con base en el pretexto de responder a requerimientosme-todolgicos que garanticen la construccinde un conocimientoslido y til. No obstante, en los hechos encontramos que esteconocimiento tiende a desvincularse de cualquier prctica queno sea de las que definee impone el discurso dominante; a pesar

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    de lo cual cabe sealar elconocimiento, aunque todava embrionario, que se est construyendo en el mbito de proyectos sociales vinculados a actores concretos, como son, entre otros ejemplos, el caso del conocimiento que puede estar construyndosedesde las prcticas del Movimiento Zapatista en Mxico, el quese genera en los marcos del Movimiento de los Si n TIerra enBrasil o por el movimiento indgena de Bolivia y Ecuador, paracitar algunas experiencias promisorias.La particularidad del momento es que el capitalismo muestra hoy sus aspectos ms encubiertos y a la vez deleznables. Alainjusta distribucin de la riqueza que resulta de la concentracin del ingreso en una minora, debemos agregar la asimtricarelacin de intercambio entre l os p as e s del tercer y del primermundo, lo que permite hablar de una nueva etapa de colonialismo econmico, con pretensiones de ser tambin cultural, lo quese expresaen la postura genuflexa, servil y sometida de las clasesdominantes, contrastando co n lo qu e fuera en el p as ad o i n me -diato su compromisode lucha por proyectos nacionales. Sehacemanifiestala debilidad de los grupos dominantes por su incapacidad para enfrentarninguna oposicin, menos todava ningunapugna, con el gran capital. Los actuales grupos dominantes delos pases latinoamericanos estn despojados de capacdad yvocacin dirigente, confirmndose el antiguo diagnstico referido a que antes qu e empresarios so n seores; pero, m s an, antes que seores so n simple rentistas y especuladores.

    La clase poltica se ha colocado al servicio de estos sectoressubalternizadosy entreguistas, sin ambicin histricay,porconsiguiente, sin visin de futuro para el pas, limitndose a legitimar y defender a estos simples jugadores que buscan transforma r su s inventarios en recursos lquidos para continuaracumulando ganancias si n importar fronteras, ni objetivos estratgicos colectivos.

    Fuerzasdominantes y clase poltica, invertebradas en su apertura econmica y comercial indiscriminada, que so n cmplicesde los intereses extranjeros, o bien confusas comparsas en laidea de construir una sociedad en alianza co n fuerzas claramente depredatorias; a pesar de lo cual,buscan legitimarse para afianzarse como bloque de poder mediante una retrica qu e desorganice ydescalifique cualquierproyecto social alternativo fundadoen intereses colectivos contrapuestos al dominante. Para ello re-24

    quieren de intelectualesqu e permanezcan ensimismados en su scampos de especialidad, sin inters ni sensibilidad para contribuir a forjar caminos por donde puedan transitar los hombresque buscan una sociedadms justa.Desafo este ltimoque, porel contrario, requiere de intelectuales co n disposicin y capacidad paraubicarse histricamente, en ve z de solazarse en el ma-nejo de informacin especializada pero fragmentada, o en la utilizacin de tcnicas qu e no siempre garantizan preservar un avisin integrada de la realidad social.El esfuerzo por mantener y desarrollar una visin histricarequiere reorganizarel sistema del conocimiento social partiendo de premisas muy diferentes a las actuales. Adiferencia de loacontecido en dcadas anteriores, cuando se pretendaestructurar el conocimiento en el marco de grandes teoras, ho y no parece posible por la variedad de situaciones y la dificultad de predecir el devenir de los fenmenos considerando las constantesemergencias sociales: en un a palabra, po r la complejidad qu emuestra la realidad social con base en la articulacin de mltiples dimensiones co n sus respectivos tiempos y espacios. Lo qu edecimos no puede significar qu e se tenga qu e renunciar a un avisin histricaqu e sirva de fundamento para construirel cono-cimiento; ms bien, que tendr que forjarse desde otras bases ycuyo esclarecimientotendra que ser elpropsito principal de ladiscusin epistrnica en el continente.

    En primer lugar, se plantea la necesidad de definir nuevosngulos desde los que pensar la sociedad, y que no puede serotro que el momento histrico, ya qu e ste permite organizarun a articulacin dinmica y concreta entre memoria y futuro,en razn de encamar el momento histrico la conjugacin deambas dimensiones: el pasado como recuerdo, vivencias, errares, aciertos, pero tambin de expectativas cumplidas, de bio-grafas individuales y colectivas; y de otro, los sueospendientesde realizar, l os d e se os y esperanzas tanto individuales como co -lectivas. Es en elmomento histrico donde elpasado reclamaunfuturo; as c om o s te encuentra su s races en la vida de l os p u e-blos y no en la simple normatividad de los discursos, muchasveces ajenosa los sujetos concretos, como los de la ideologa y lateora. En el momento histrico se pueden encontrar el o lossujetos reales y, en consecuencia, la vo z que lo s exprese. Paraello,las ciencias sociales debenreformular sus fundamentos epis-

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    tmicos y metodolgicos, de manera que el futuro no sea un invento o una simple extrapolacin sino, ms bien, el espacio deuna potenciacin de lo dado que rompa con los l mites en losque son atrapadas y ocultadas, a la visinde los hombres, otrasopciones de futuro. Un pensar histrico que no puede confundirse con una teora general de la historia.Desde esta perspectiva se requiere abordar la cuestin de laformacin de los intelectuales para romper con su limitacin alas exigencias de habilidad y destreza propias de la capacidadoperativa o instrumental. Necesitamos un pensamiento que noest limitado a la capacidad de procesar informacin y a la uti li zacinde tcnicaspara asumir el desafo de que el pensamientono se restrinja, por lo tanto tampoco el conocimiento, a ser unsimple reflejo de las condiciones prevalecientesy menos todavade los parmetros que impone el discurso dominante como recortede realidad. Se trata de reconocerlos espacios que ocultanlas mismas circunstancias del contexto histrico.Recuperar la esperanza en su funcin forjadora de la subjeti

    vidad. Y, en este sentido, romper con un estereotipo de intelectuallimitado al manejo de la acumulacin universal de conocimientos; atrapado en los cnones de una cientificidad mutiladaen su capacidad para da r cuenta del devenir de los fenmenos.Se requiere de un conocimiento que facilite a quien lo construyeya quien lo utilice el darse cuenta de lo que significa ser sujeto:en suma, que contribuya al desarrollo de su conciencia comoprotagonista de la historia, por lo tanto constructor de las circunstancias que conforman el espacio de su destino. En ltimainstancia, que pueda dar cuenta de esos espacios indetenninados de la historia en los que descansa la posibilidadmisma de suconstruccin por los hombres.En el trasfondo de esta argumentacin est presente la tareade incorporar nuevas estrategias de investigacin (en algunamedida, embrionariamente iniciadas) para da r cuenta de los fenmenos sociales desde la exigencia de su constitucin comoprocesos, no limitndonos a describirlos como productos, a veces espectacularmente estructurados. Es la condicin para leerla realidad social no como una simple constelacin de objetoscristalizados, sino como campo de opciones segn las necesidades de los diferentes sujetos y de acuerdo con sus capacidadespara construir proyectos, de manera de precisar los nudos pro-26

    blemticos desde los cuales se pueda activar la potencialidad,trascendiendo los parmetros de lectura que impone el ordenhegemnico.Estrategia de investigacin que tiene que volcarse en programas capaces de reconocer su orientacin, a partirde ejes problemticos que incluyan reas de la realidad hasta hoy desconectadas entre s, de modo de ir construyendo un mapa integradopartiendode diferentes dimensiones y fragmentos, peroque tambin refleje las dinmicas constituyentes que subyacen a lamorfologa de los fenmenos. Y as da r cuenta de la direccin posible de desenvolvimiento de las situaciones ms estructuradas.'Lodicho es fundamental si queremos producir conocimientos vinculados con la capacidad y voluntad de los hombres paraconstruirsus realidades comombitos de sentidoen los que desplegarse. Y superar el divorcio sujeto-realidad como objetividadexterna que, adems de se r falsa, favorece la imposicin de laidea de que la realidad, al ser precisamente ajena a los sujetos,no se puede transformar ocultando con ello la t rampa fundamental de la hegemona, como es su exigencia de que sta, por lomenos en la direccin de desenvolvimiento que se privilegia, esinevitable; versin dolosa porque siempre toda realidad es unaconstruccin de actores aunque stos aparezcan ocultos (v.gr. elcaso de la globalizacin).Como conclusinse desprende la necesidadde impulsarunarenovacin de las ciencias sociales latinoamericanas para colocarlas alservicio de los hombresque luchan porhacer concretassus esperanzas de vida en una sociedad diferente. Para este cometido histrico se requiere de un conocimiento que est al servicio del hombre, enriqueciendo su conciencia y fortaleciendosu voluntad para hacer posible el suelo de esa sociedad. El pensamiento crtico en particular, aunque es un rasgo en general delpensar,es un acto de resistenciaal orden.

    l. Paraestos efectos pensamos en la necesidadde impulsar reunionesde especialistas de diferentes instituciones acadmicas, pero que tambinincluyan a cientficos sociales vinculados a movimientos sociales concretos, para trabajar la elaboracin de una estrategia de investigacin que tenga. adems, traduccin en laspolticas de formacin tanto en los nivelesde graduacin como de postgrado. Creemos que es una responsabilidad que debera asumir el Consejo Latinoamericanode Ciencias Sociales (CLACSO),

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    II. El pensamiento crtico como expresinde lo inacabado: cuestiones

    Rastrear el significado del pensamiento crtico, m s que dela teora crtica, lleva a Marx, que se neg terminantemente aconsiderar su teora acabada, cerrada, autorreferida. La idea deGramsci de qu e el paradigma del pensamiento dialctico plan-tea construiruna ciencia que sea capaz de crecer histricamen-te, implic en su momento tomar conciencia de la complejidadde esta teora, Desafio que est contenido en la naturaleza mis-ma del pensar dialctico.De ah que la crtica no sea parte solamente de un a forma deconstruccinterica, sino que adems representa una actitud dels er humano a lo largo de su historia. No es de extraarse que laencontremos en distintosmomentos, de forma que, sinprofundi-za r en ello, debemos entender que sta representa un a posturaracional en laque el conceptodepostura tiene preminencia sobreel de explicacin. Es m s amplio y complejo, porque la crticasupone incluir,adems de las dimensiones cognitivas que se vin-culan con las construcciones tericas, a las dimensiones relativasal ejercicio de la razn en su acepcin gnoseolgica ms ampliaque hacen parte del esfuerzopo r enfrentarse co n lo desconocido.En efecto, lacrtica involucra muchas otras dimensiones queno son, estrictamentehablando, cognitivas (enel sentido analticode la palabra), ya que pueden se r dimensiones gnoseolgicas. Lodichosignifica querompe no solamentecon el conocimiento, sinocon muchos patrones culturales, lo que se ha podido constatar alo largo de la historia: po r ejemplo, el pensamiento presocrticoresulta un pensamientogigantesco desde esta perspectiva Puedeque ninguna de sus aseveraciones tengan vigencia; no obstante,sigueteniendo vigenciaporque los autores presocrticos enseanalgo que no est contenido en la filosofia construiday que sepue-de mantener comovlidahasta hoy.Enseamos a romperno conteoras sino con cosmogonas, pudiendocolocaral hombreanteeluniverso en una postura ms fecunda que ha permitido retroali-mentar toda un a lneade pensamiento hasta nuestrosdas. He ahun ejemplo que tiene que ver con nuestra discusin.Otros ejemplos podramos encontrarlos en el propiomedioe-vo, donde se desarroll, al interior de los marcos de referenciade la escolstica, un a postura crtica que r ompi c on sta, co n el28

    mismoAristteles, llegando a definirse frente a la naturaleza deuna manera diferente a como lo estaban sosteniendo, en esemomento, las ideologas dominantes como eran las encarnadasen las sagradas escrituras. Sonmuc hos los nombres que podrancitarse de quienes no crearon teoras vlidas hasta hoy, pero querealizaron un ejercicio de razonamiento crtico enorme, como elde r o mp e r c on las verdades del dogma, cuando ellos mismoseran parte del dogma escolstico, p er o q ue fueron capaces deromperco n la escolsticay asomarsea un a pticadiferente (comoel caso, po r ejemplo, de Bacon).

    La criticidad como postura racionalHegel, m s all de su s oscuridades y obsesiones propias de lapoca, inaugura, aunquequiz no logredesarrollar-y se es par-tedel cometido de Marx-, una nueva postura racional. La criti-cidad como desafio ha estado presente a lo largo de la historia,

    pero no como teora sino como actitud frente a lo desconocido.Fu e la capacidad de romper co n lo establecido lo que permi-ti alhombreasomarse a lo no conocido, constituyendo una delas grandesenseanzas del marxismodel siglo XIX. Agostado po rsu deformacin, en el llamado discurso del socialismo real,sta tuvo enormes consecuencias, ms all de las deseadas, puesla capacidad crtica del marxismofue eliminadacuando se trans-form en discurso de poder.H a yque decirlo, pues tenemos toda un a tradicin intelectualy poltica que rescata el propio marxismo. No de ben llama r a

    sorpresa los discursosde la postmodemidad, porque en la tradi-cin del propio marxismo, no ya europeo sino de Amrica Lati-na, estaba presente la advertencia de las deformaciones de lateora crtica, tan fecunda histricamente en el pensamiento deMarx. Elmarxismo como forma para organizar la crticade un arealidad concreta tuvo influencia en los pases latinoamerica-nos. Sin embargo, tambin en Amrica Latina se encuentra encrisis en estosmomentos, por elhechode que, junto con el Murode Berln, se derrumb la criticidad del marxismo.Rescato la postura racional en Marx, y en sus seguidores.pero, en este marco histrico m s amplio, la c ri ti cidad no seinicia con Marx pues es una tradicin antigua y tiene muchas

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    expresiones. Es parte de la sobrevivencia del ser humano, porque si el hombre no fuera capaz de pensar ms all de sus certi-dumbres, si no hubiese especulado y,en esa especulacin, acertar o equivocarse, probablemente no hubiera sobrevivido.Hoy tenemos nuevamente este desafo, el de especular, e!dea su mi r u na p os tu ra m s all de las verdades tericas. Pero loque constatamos es un gran silencio, una suerte de estupefaccin, de parlisis intelectual. Anadie se le ocurre pensarde manera diferente en relacin almarxismo, en razn de que estamosatados al problemade si las predicciones de Marxcon respectoalcapitalismo eran o no correctas, cuando elmismoMarxsostena que sus predicciones estaban histricamente condicionadas.se es e! significado de! planteamiento de Gramsci de que laciencia tiene que crecerhistricamente, postura asumida, de alguna manera, en la Escue la de Frankfurt de un a forma quizespeculativa y abstracta, qu e no ha tenidotraduccin clara en e!discurso pedaggico, como tampoco en el pensamiento metodolgico. Po r ejemplo, la proposicin dialctica respecto del dficitde los conceptos es un o de los aportes de la dialct ica; esto es,qu e cualquier proposicin qu e construyamos sobre la realidadsie mpr e te ndr un dficit conceptual, precisamente porque lareal idad va a exceder al concepto. La gran conquista de! pensa-miento dialctico no est siendo asumida por el pensamientointelectual, porque hemos asumido, ms que una postura racional, una teora que cumple una funcin crtica. Ah est quizun o de los puntos fundamentales.

    La postura racional crtica no tiene espacios privilegiados.No es que este pensamientose tenga que ejercer en lagran construccin terica, o que se tenga que pensaren la gran accindetransformacin histrica. Se expresa a nivel del sujeto concreto,de la cotidianeidad de ese sujeto concreto, de cmo ste es capazde pensar sus propias circunstancias, aunque no sea terico, niideolgico, ni nunca sea un hombre que transforme nada.En este sentido, la postura crtica se transforma en tica o,para decirlo c on otr as palabras, en forma de conciencia, no deverdad. La conciencia es m s compleja qu e la verdad, porqueno est condicionada a los paradigmas de lo verdadero o falso.Sus exigencias son diferentes. Laconciencia del individuo concreto, desde sus propios espacios cotidianos, cumple la funcinde permitir comprender lo que e stamos viviendo, de ah qu e se30

    ejerce esta postura en forma de retomarel viejo desafo romntico del Fausto.Preguntmonos, tenemos conciencia de nuestros espacios,de nuestra propia cotidianeidad, desde los cuales podemos o noconstruir cosas mayores? La respuesta no es clara, muchos obviamente podrn tener claridad crtica respecto de lo que soncomo sujetos de experienciacotidiana, peromuchosno;muchoscreen que son sujetos porque han ledo un libro de teora crtica.Yeso se vea de manera muy clara en las experiencias del socialismo real. Paraquienes hayan tenido la experiencia de conoceresos pases, antes de que cayera el Muro, era obvio que all nohaba ninguna presencia de pensamiento crtico, ni siquiera enel mundo pensante, quiz con muy pocas excepciones. Menosen el del sujeto cotidiano, que no era capaz de reconocer espacios donde poder recuperar, ya no pomposamente, las grandescategorias de la praxis social y de la transformacin revolucio-naria, sino simplemente su propio accionar como sujeto capazde reactuar frente a sus circunstancias.

    Esto nos lleva a un tema que en este momento es central porque es fundante de la postura crtica que nos sirve de referencia.Merefiero al problema de la historia, c moe st pr ese nte la his-toria en lo que pensamos, en lo que construimos como conocimiento. Creo q ue sa es un a pr egunta me dula r por que no haycriticidad posible si no incorporamos la historia.Retomando un planteamiento de Sacristn: se trata de coloca r a la historia po r sobre todo. Pero ello implica muchos desa-fos. Lahistoria es un conjunto de incgnitas; apunta a todo aquello que todava no ha devenido, pero tambin a aquello que es enun momento dado y que nos est condicionando. Todo lo cualno se agota en ninguna teora. Desafortunadamente el paradigmamarxiano no se desarroll y cay en manos de la burocraciadel poder, lo qu e es un hecho histrico qu e alguien tendr querelevar en un esfuerzode reconstruccinhistrica. Exigencia dehistoricidad qu e fue perdindose, de forma que el d iscurso seontologiz; vale decir que asimil a su estructura argumentaltodo aquelloque er a desconocido o indito. Se cay en un a espe-cie de neo-hegelianismo. De ah que es importante, en este momento, recuperar la exigencia de historicidad porque sta es loque nos permite entenderque una construccin conceptual crtica, por definicin, se niega a s misma.

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    La crisis de las ciencias socialesLoanteriorllevaa la problemtica de replanteare!problemadel concepto. Ques e!concepto o,ms que elconcepto, la re!acin queya de algunamanera est planteando, cuando se leasume desde una perspectiva histrica? Qupasa con el conceptode verdad y falsedad cuando partimos de! presupuesto de queuna teora histricamente condicionada se niega a s misma?Dnde est la verdad y dnde la falsedad?He aqu un problema que alude de manera concreta al quehacer acadmico, a diferencia de! tpico anterior. Yaque la posturaracional, no es un tpico estrictamente acadmico, sino quealude a todos los individuos, sean o no acadmicos, estn o nopreocupados de construir conocimiento. Estamos aqu en unterreno diferente. La exigenciade la historia nos estdando problemas muy complejos en e!plano epstmico y metodolgco.Hay algunos anticipos que se hallan desde fuera del marxismo,pero no desde dentro del marxismo. Los desafos quehoy en danos plantea son enormes y variados.Mencionaremos uno de los menos angustiosos, la hoy llamadacrisis de las ciencias sociales. Tomo el concepto de crisis en unsentido estricto, no como aperturade posibilidades, sino como lainadecuacin del conocimiento social respecto de su momentohistrico. Aqu hemos podido llegar, en qu hemos podido influirconstruyendo conocimientosocial? Loresumo en lapregun-ta cmo explicar las inadecuaciones en la construccin de lasteoras sobre movimientos sociales, o en la construccin delas teoras sobreel Estado, o en lasteoras de lasrepresentacionesy de las etnias, etctera?Lo que queremos rescatar es el desafo de lo que significaincorporarla exigencia de historicidad de los fenmenos. Desdeesta perspectiva queremos formular dos enunciados.En primer lugar, saber qu pasa con e! capitalismo en estemomento, como sistema econmicoycomo sistema poltico.Perono solamente como sistema, sino adems qu pasa con el capita-lismo como campoproblemtico. Cules fueron los errores analticos del marxismo al capitalismo? La contradiccin entre fuerzas productivasy relaciones de produccin esel ejeen eldesarrolloque hace Marx de la crtica al capitalismo. Pero no hay que con

    fundir esos dos planos en que juega la afirmacin, ya que proba-32

    blemente elmismoMarx no lo tuvoclaro. Confusinque llega vincular demanera directa y mecnica la crisis del capitalismo conel surgimiento del socialismo. Es uno de los temas pendientes dediscusin, el que vincula ese concepto que tenninamos de transfonnaren consigna, como fueel concepto de transformacin, quedaba por resultado poder anticipar la direccin de los procesoshistricos. Nunca se cuestion cabalmente cul era la problemtica de sus propios dinamismos. Latransicin hacia un futuro, apartir de la relacinentre fuerzas productivas I relaciones de produccin, apareca como una especie de partenognesis.La problemtica est absolutamente vigente, porque lo queen este momento podemos estar viviendo es precisamente unacombinacin entre crisis y transiciones, donde se complica ladireccinde los procesos. Los procesos sonmuchoms comple-jos que lo que se pensaba quiz a fines de! siglo XIX, lo que llevoa concebirlos demanera lineal. Ladiscusin actual sobreel marxismo incorpora, o deberla incorporar. que la historia no es lineal, por lo tanto no se somete tan simplemente a ciertos juegosde contradicciones. Es un campo problemtico bastante abiertoa las indetenninaciones.y este punto delas indeterminacionesde lahistoria, su resis-tencia, por decirlo as, a someterse a determinadas legalidades-

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    nos mueve hacia algo?, haca donde nos mueve? Estamos lle-nos de objetivos, pero sabemos realmente hacia dnde se estmoviendo esta realidad y cules son los desafos que plantea, entrminos no solamente de construcciones polticas, sino de cons-trucciones analticas? Estamos en un proceso de transicin ha-cia algo que no sabemos, lo que podra llevamos a plantear algoextremadamente importante ymuy complejo, pero que surge dela idea del pensamiento critico como postura y no como teora.Afrmmoslo como hiptesis: nos estamos acercando a un lmiteimportante que nos resistimos a reconocer, a un lmite de lo quees conocer, incluso a un lmite delo que es pensar cientficamen-te y,por lo tanto, de lo que es construir teoras correctas sobre larealidad socio-histrica. En este sentido, hay muchos autoresque teniendo distintos orgenes filosficos, inclusodistintos fundamentos valrico-culturales, nos estn hablandode estelmite.Lnea de pensamiento que tiene, de alguna manera, una razmarxista, como es la llamada filosofa de los lmites que se hadesarrollado en Europa.

    El cuestionamiento de los lmites de las disciplinas cientficas es parte del problema. La proposicin de una teora del error,tan valiosa como una teora de verdad, es parte de la mismaproblemtica. Probablemente nos estamos acercando a un lmi-te en un plano mucho ms analtico, a un lmite de! paradigmacartesiano, esto es, al paradigma de las determinaciones. Es alldonde la postura crtica tiene mucho que decir. Lapregunta es:nos estamos acercando a un lmite de racionalidad, a un lmitede lo que hemos considerado como lo cierto, como lo correcto,en el plano dela construccin del conocimiento?Creemos que loque puede dar respuesta clara a 10que sealamos es precisa-mente lo que estamos rescatando como postura crtica, que hatenido su gnesis en la dialctica de inspiracin hegeliana y ensu desarrollo posterior en Marx, aunque no necesariamente ensus epgonos.

    Esto nos lleva, a fines del siglo XX y comienzos del siglo XXI,a unmomento relevante en elplanode cmo el hombre enfrentaa su mundo desconocido, como los equivalentes probablementeal pensamiento griego y alrompimiento con el pensamientome-dieval y corno tambin equivalente al gran surgimiento de lafilosofa mecnica. Planteamentos corno los de Emest Bloch,algunas de las aportaciones de la Escuela de Frankfurt, algunas34

    afirmaciones de autores como Feuerbach apuntan en esa direc-cin. Hay un lmite de la racionalidad que nos obligue a modificar e! concepto mismo de razn? Y cul va a ser, de todos losparadigmas, e! que nos habilite mejor a una respuesta a estostpicos? Es desde all que tiene sentido rescatar a este paradigma crtico tan potente, pero a lavez tan mutilado, que es el pen-samiento dialctico.

    Algunos problemasEn e! mbito ms acotado de las ciencias sociales, hay retosms especf icos . Si pensamos en trminos de lo que estamosllamandodesajustes de las ciencias sociales, inclusode inspira-cin marxista, quisieramencionar algunos desafos ms preci-sos que se tendran que reflejar en la discusin no slo metodo-lgica sino terica desde esta perspectiva.Se plantean dos tipos de desafos en sentido estricto: tericos

    y metodolgicos.En el orden terico, qu pasa con e! concepto de trasnacionalizaciny sociedad nacional? Estarnosfrente a una lgica quehaba sido prevista por Marx y po r otros autores de! siglo XXcorno Hilferding, Rosa Luxemburg o, ms adentrado e! siglo,por autores como Andrs Gunder Frank o Immanuel Wallerstein. Ques lo que nos desconciertade la trasnacionalizacin?es la transnacionalizacin? No!Lo que nos desconcierta es quelos procesos actuales trasciendenun simple problemade ideologa sobre e! capitalismo, o bien la simple constatacin de unatendencia histrica, ya que estamos enfrentando e! problema enel plano de la vivencia cotidiana. Se estn transformando en experiencias concretas de todos los das constataciones, como al-gunas de Wallerstein, de que lo nico que cuenta no son lospases. sino el mercadomundial.

    Qu pasa con la sociedad nacional? Desde dnde pensarnos la trasnacionalizacin? Si la pensamos desde la sociedadnacional, qusociedad nacional es sa que est globalizada econmicamente?, qu pasa con el r es to de la sociedad nacional,que ya no es, estrictamentehablando, slo economa o estructura productiva? Se plantea un terna complejo sobre la mesa dediscusin. Ya no podemos analizar el fenmeno de la sociedad

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    nacional sin presencia de las dems dimensiones que confor-man el fenmeno de sta, como son, por ejemplo, los fenmenospolticos, institucionales o culturales. En este momento, el con-cepto de sociedad nacional es muchosgrupos, concepto pura-mente cultural; pero entonces cabra preguntarse qu persis-tencia puede teneruna sociedadnacional cultural en un contextode globalizacin econmica?, qu va a pasar con estas socieda-des, con los distintos grupos que las conforman?Qu pasa con la marginalidad? La marginalidad que esta-mos enfrentando es lamismamarginalidad teorizada hace trein-ta aos atrs?Qu pasa, po r ejemplo, con los sectores socialesque surgen po r una sobrepoblacin absoluta, creciente y queestn conformando en Amrica Latina, un lumpen, un contin-gente de miserables excluidos del sistema que no son dignos nisiquiera de explotacin? Qu pasa con esas dinmicas socio-culturales? Quva a pasar en el futuro? Dnde estn las pri-meras respuestas a eso? Fuera de los programas, que estn muybien financiados, de asistencia a la pobreza extrema, tenemosque pensar en las dinmicas que eventualmente pueden emer-gerde los marginales o de es te Iumpenaje, para emplear un tr-mino ms ortodoxo.Qu es la democracia? Qu es la participacin? Qu es elorden? Est claro? Podemos seguir aplicando las teorizacio-nes sobre orden poltico, regulacin y participacin en la acep-cin de Bobbio? Qu pasa con las dinmicas internas de la de-mocracia, en trminos de participacin, de ejercicio del poder yde alternancias en el ejercicio del mismo?Qu pasacon el anlisis de los sujetos sociales?, los conoce-mos, sabemos cmo se comportan sus dinmicas reproductivas,sus dinmicas de extincin y nacimiento? Peroms an, sabe-mos siquiera de la subjetividad social? Quest detrs del fen-meno de los sujetos sociales? Sin embargo, todos los fenmenosde la sociedad sociohistrica estn de alguna manera pennea-dos po r la subjetividad. Nos estamos encontrando con proble-mas que resisten ser analizados en [uncin del recorte discipli-nario. Es desde esa perspectiva que planteamos los problemas.Pienso que una postura a partir de un pensamiento crtico deinspiracindialctica debidamente desarrollada spodriahablarsobre estos tpicos con gran fecundidad. Pero cabria hacer lasiguiente pregunta: dnde est formulada esa teorizacin?36

    Por ltimo, cules son los desafosmetodolgicosquesupo-nen estos discursos tericos? Po r ejemplo, el problema del indi-vidualismo metodolgico en oposicin a los otros enfoques me-todolgicos. Qu grado de sensatez tiene la discusin?, esrealmente tan opuesto un esquema del otro?, no hay presenciade ideologismos?, qu pasa, por ejemplo, con todas las teorassobre la eleccin racional?, qu con las opciones de los marxis-mos analticos?, son realmente aportacionesmetodolgicas?, oson simplementeconsecuencias de una asimilacin de un para-digma no desarrollado? Hay libros y bibliotecas enterassobre eltema, recursosy programas dedicadosa esto. Es un viejo proble-ma: el que pretende abordar el individualismo metodolgicocomo una gran escuela de pensamiento en oposicin almarxis-mo, alcual acusa de reduccionismo.Una idea que estaba presente en Marx, incluso en los clsicosno marxistas como Simmel, recuperada de manera genial porGramsci con su formulacin de los movimientos moleculares, esla dimensin de lo micro y del individuo, las dinmicas de lo queSimmelllamlo microlgicoy que est presenteen elpensamien-to de Marx pero que todava est hoy pendiente de desarrollo.

    En otro sentido, qu pasa con los giros lingsticos?, qusentido tiene la discusin?, dan respuesta a aquello que no sepudo responder antes, a partir de las exigencias de una posturacrtica? Es lo que habra que preguntarse, o ms bien represen-tan formas para soslayar problemas que s podrian abordarse ala luz del paradigma critico?En este sentido, la hermenutica acaso no estaba presenteen el pensamiento critico; el concepto mismo de historicidad,por ejemplo, no es un concepto de raz hermenutica? Lacues-tin de la significacin estaba ya ah, en la medida en que seexigan especificidades histricas y,por lo tanto, se planteaba elproblema de que las proposiciones y conceptos eran parte deuniversos semnticos, pues no estaban flotando en el aire. Tene-mos que tomar conciencia de que no ha habido un desarrollometodolgico del paradigma de la postura critica, lo que tene-mos que asumir porque es la tarea que habr que impulsar.Finalmente, qu pasa con el sujeto?, qu pasa con sujetosaltamente complejos, burocratizados y tecnologizados?, se eli-min al sujeto?, cules son sus espaciosde construccin?, cu-les sus espacios protagnicos?, qu pasa con larelacin sujeto y

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    tecnologa?, entresujeto y economa?, qu ocurre con la capa-cidad del sujeto para crear posibilidades a partir de mltiplesespacios, no slo macroespacios, sino tambindesde los mcroespacios y otros variados determinismos histricos?stas son cuestiones que deben ser abordadas en el discursode las ciencias sociales, pero que deben encontrar respuestas noslo axiolgicas sino epistmicas. Creemos que el paradigmacritico nos permite encontrar respuestas, pero que requiere dedesarrollos metodolgicos.Otro reto en el plano metodolgico es el de poder relacionarnos con la acumulacin de conocimiento. Es un viejo problema.Tema importantehoy da, porque enfrentamos elriesgo de perdernuestra memoria, no slo histrica, sino de perder nuestra me-moria terica y de entrar en un vrtigo de modas intelectuales,absolutamentebanales, insustanciales, trivialese inconducentes.Estamos enfrentados a desafosquenos deben llenarde optimismo. Disponemos de una cantidad de instrumentos de razo-namiento, de modos de construccin conceptual que, de algunamanera, estn contenidos dentro del paradigma que ha seguidoel dramtico derrotero de discursos polticos, a diferencia quizde otras posturas racionales que no se identificaron tanto constos. Un hecho de la cultura contempornea es lo quepas conel marxismocuando fue asimilado como discurso de poder. Elloconstituye un objeto deanlisisen s mismo, parallegar a discer-nir lo que es eldiscursode poder,que se expres en el socialismoreal, y lo que es un discurso trascendental que, obviamente, nose agota en la construccinde un tipo de sociedad, porquealudems a la capacidad del hombre para construir su historia que aun modelo de sociedad. Por ello, debemos insertarel pensamiento critico, de inspiracin dialctica, en la historia ms general dela critica como expresin del espritu humano. Solamente en-frentndose a lo desconocido , a lo po r conocer, el hombre hapodido progresar. sa es la gran aportacin del marxismo comoexpresin de la historia de la creatividad del hombre."El hombre ha podido progresar porque la razn se ha atrevido a pensar en contra de la razn, sostena Lakatos. O sea,porque el hombre ha sido capaz de enfrentar lo que concebacomo verdadero y estable, abordando lo dudoso e incierto. Yesoes lo que permite el paradigma del pensamiento critico.

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    PENSAR LA SOCIEDAD YA LOS SUJETOS SOCIALES(Ideas para un programa de investigacinsobre la herencia olvidada de la rebelda)

    Uno de los problemas tericos sustantivos de las ciencias so-ciales es el tema de los sujetos sociales, cualquiera que sea suexpresin histrica. Por ello, interesa analizar la problemticadel sujeto y, desde luego, tomar conciencia de la dificultad que,en gran medida, se desprende de dos exigencias que se plantean: la primera, que apunta al hecho de que tal problema esdinmico, y se agota slo en la medida en que el investigador escapaz de estudiarlo en su propio movimiento; de tal suerte quelos estudios respectivos no siempre logran, necesariamente, di-cho propsito; la segunda dificultad (que se deriva de la anterior) se explica por la heterogeneidad de dinamismos que con-tiene la problemtica del sujeto: se trata de una dinmicacorrespondiente no slo a un plano de la realidad sino a planosentrecruzados de sta.Para entrar a la cuestin, convendra partir de una antiguaproblemtica - que se presentaba ya con los clsicos- que noha sido del todo resuelta a pesar de los esfuerzos que hoy en dase hacen para resolverla. Pensemos en los intentos de los llama-dos individualismos metodolgicos que tienen su origen, fun-damentalmente, en el mundo sajn, como respuesta a lo que sehan dado en llamar los enfoques colectivistas, o colectivo-estructurales. Enfoques del individualismo metodolgico que son unarespuesta al anlisis de clase, en lamedida en que se considera-y se es el punto de discusin- que ste ha resultado insuficiente. Se trata de saber hasta qu lmitela categora de clase esinsuficiente, aunque ms all de lo metodolgico se trata de uncuestionamiento ideolgico de la categora.

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    Las primeras cuestiones que ha y que afrontar son las distintas acepciones que se puede conferir al concepto de sujeto. Sitomramos en cuenta los desarrollos tericos que al respecto sehan venidodando desde comienzos de! siglo pasadohasta e!presente, observamos que ha n sido muchos los conceptos que seha n utilizado para da r cuenta del problema. Al respecto conviene recordarlos: una primera gran conceptualizacin es el concepto de masa, que fue trabajado en do s direcciones, casi enforma simultnea, comomasa espontnea y como masa unificada en organizaciones. Debate de gran importancia que se desarroll en los primeros diez o quince aos del siglo xx, especialmente a partir de lo que fueron los escenarios europeos en unmomento e n que se presentaba como expectativa el hecho deque, po r ejemplo, en pases altamente desarrollados como Alemania se observaran revoluciones sociales. se fue un parmetro de la discusin po r lo menos hasta 1920: la posibilidad deque ocurrieran grandes transformaciones en esas sociedades, loque origin un debate que gir fuertemente en tomo al conceptode masa,comomasa espontnea, en la acepcin de Rosa Luxemburg, I o de masa unificadaen la organizacin, en e! enfoque deKautsky, Parvus, etc.'Al continuarcon esta explicacin, vamos a encontramos conel hecho de que el concepto de masa e comienza a complejizaren trminos de situaciones histricas, dando inicio a un a seriede disquisiciones orientadas a rescatar la idea de sujeto: pero yano solamente como el gran sujetotransformador, en la viejaacepcin de! actor histrico que fue - po r ejemplo- utilizada porLenin o po r Rosa Luxemburg, a pesar de sus discrepancias, precisamente, en relacin al concepto de masa; sino, po r el contrario, se comenz a trabajar el concepto dentro de su s propiaslimitaciones estructurales, surgiendo ah u na plyade de conceptos a los cuales habra que aludirms adelante como es, porejemplo, la reciente discusin de Maffesoli en tomo al conceptode socialidad,Ello nos induce a planteamos una lnea de razonamientoorientada a definir cmo estudiar al sujeto; y,por otro lado, se

    l . Rosa Luxemburg. La crisis de la socialdemocracia,MartnezRoca, ColeccinDebates, Barcelona, 1976.2. Parvus Kautsku, ..Debate sobre la huelga de masas, en Cuadernos PasadoyPresente, Siglo XXI, Mxico, 1976.

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    plantea como trasfondo la cuestin que y a vena emergiendodesde los clsicos respecto a la relacin entre individuo y sociedad. En qu consiste la re!acin entre individuo y sociedad?,es una dicotoma polar?, o habraque entenderla como polosde un continuo?

    Si razonamos la relacin entre individuoy sociedaden trminosdinmicos, tenchiamos que alejamos de una concepcin dicotmica, por10que sera menester incorporar el planteamiento metodolgicoque concibela relacin entreindividuoy sociedad como dospolos extremos de un continuo; pero si procedemos de este modo,entonces tendriamos que preguntamos qu es ese continuo?Surgen distintas interpretaciones, pero cualquiera que ellassean giran siempre - s i se quiere resolverel problema y para noquedarse en la mera reduccin de un polo en otro- en tomo adar cuenta de la ideamisma de continuo, negndosea optarporun discurso de reduccinde la sociedada lo individual(comoesel caso de los individualismos metodolgicos) o, inversamente,subordinar el individuo a la sociedad (como podran se r los enfoques estructuralistasms estticos).En qu consiste ese continuo? Si al respecto se revisa la literatura, se constata la existencia de dos conceptos (uno ms trabajado que el otro) que, de algunamanera, pudieran estardandocuenta del proceso de este continuo. Continuo que, desde ciertopunto de vi sta , es un razonamiento dinmico, es un proceso;pero un proceso constitutivo que apunta a dos direcciones: poruna parte hacia la dimensin de! individuo, pudiendo llegar aexpresarse en un concepto forjado po r la psicologa y retomadopo r ciertascorrientes antropolgicas comoDumont,' entre otros,que es el concepto de individuacin); por otra parte, el procesoconstitutivo, no solamente constitutivo de la individuacin, sinotambin de lo colectivo. En este sentido, habra que preguntarse: constitutivo de qu cosa social: de grupos, de clases, de etnias? Es precisamente aqudonde se puede pensar el inicio de ladiscusin paraabrire!juego de las categoras y as dar cuenta delo que entendemos por la constitucin de la dimensin social yno solamente de la individual.En este marco cabria recuperar la discusin --que no podemos da rpor superada-de las grandescategoras forjadas duran-

    3. l.cuis Dumont, Ensayos sobre el individualismo, Alianza, Madrid, 1987.

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    te los ltimos cien aos para dar cuenta del problema, como sonlas de clase y de etnia, esta ltima fecundamente recuperada en laactualidad en muchos anlisis antropolgicos; pero incorporan-do tambin, en un plano metodolgico, la categorade gnero.Desdeese horizonte pudiramosestar en presenciade un juego de categoras con el propsito de respondera la cuestin de loconstitutivo de lo social y,en consecuencia, enfrentados a estosdos polos unidos por un continuo. Continuo que es un procesoque puede expresarse en individuacin, y tambin en lo que sepuede definir como la conformacin de las subjetividades socia-les. El concepto de subjetividad social lo usamos entrecomi-llado porquepara algunos es, o eventualmente contiene, una apora; sin embargo, sa es una parte de la discusin sobre la cualno podemos detenemos en esta oportunidad. Lo que interesadejar claramente destacado es eljuego de categoras que podraestar en marcha o disponible, incluso, para dar cuenta de esasegunda dimensin de lo constitutivo que es lo social.En otros trminos, lo anterior constituye un marco proble-mticoen una primera aproximacin. Pero parapoderlo ver conmayor profundidad, tendramos que hacer un repaso detenidode cmo ha sido discutidc el problema en los ltimos cien aos,lo que obviamente no se puede haceren el marco del presentetrabajo. No obstante, quisiramos fijar algunos hitos de referen-cia que son fundamentales (por lo menos desde el ao de 1900hasta hoy), eligiendo para tal e fecto a cinco o seis autores quenos parecenrelevantes;ello en un esfuerzo muy complejo y siem-pre inacabado de revisar esta reflexin que es, como podr observarse, entre terica y metodolgica.Vaya agrupara estos autores en dos grandes categoras: aque-llos que se caracterizan por llevar a efecto una reflexin de ca-rcterpoltico y quefueron predominantesen los primeros treintaaos del siglo, con la excepcin de algunos aportes de la psicologa de masas; y un segundo grupo, ms afin a aquellos que organizaron los discursos acadmicos. En ambas vertientes, nos en-frentamos con discursos cuyas problemticas son distintas,y portanto se responde a cuestiones diferentes.Po r el lado del grupo al que pertenecen los autores acadmi-cos, a los cuales me referir ms adelante, se trat de encontraruna explicacin a este continuo, no solamente en un recorte deobservacin, en un tiempoy en un momento histrico dado; ms42

    all de esa visin, algunos de ellos, ambiciosamente, han procu-rado hacer recortes longitudinales, llegando con ello a establece r que la problemtica de la constitucin de lo social puede se runa clave para entenderla evolucin mismadel hombre presen-tndose, por tanto, como pensamiento a gran escala.Inversamente, aquellos autores que podran ser caracteriza-dos como polticos se plantearon problemas no menos comple-jos, aunque en otra escala temporal. Estos no buscaron hacergrandes interpretaciones acerca del papel de los sujetos en lahistoria o en la explicacinde los procesos histricos; lo que msbien se propusieron fue responder a la siguiente pregunta: quhacer con los sujetos y qu pueden hacer los sujetos? sta es,indudablemente, un a discusin fundamental del siglo XX que,en nuestra opinin, ideolgicamente se ha pretendido sepultarcalificndola de obsoleta, pero que, como podr observarse, semantiene vigente hasta nuestros das y probablemente lo s igaestando en el prximo siglo, toda vez -y ste es un presupues-to - que sigamos pensando en el hecho de que el hombre an esresponsablede s mismo y de que contina asumiendo, frente as mismo, su funcin de constructor.Por tanto, estas reflexiones respecto al siglo xx siguen siendovigentes porvarias razones:laprimera-a pesarde todos los ajus-tes histricos que puedatener la discusin de estos autores polticos- es que ellos plantean el problema del actor o del sujeto dentrode lo que sena una teora del cambio social; teora cuyo temaes, indudablemente, un punto interesante a discutiry que, desdeluego, no necesariamenteest reguladoymarcado po r leyes,siendoms bien, en una medida importante, una construccin de losactores. sta es una idea que estuvo presente en el marxismo cl-sico e incluso en el propio pensamiento bolchevique, aunque eneste ltimo con matices importantes. ParaBujarin, por ejemplo,el cambio del sistema econmico y poltico (llmese o no capitalismo) no iba a se r el resultado fatal de leyes internas sino que,ms bien, sena el resultado de una accin colectiva consciente.Esta idea tuvo diversas formulacones que llevaron a plantearselos grandes temas tericos en relacin con el sujeto.Alrespecto veamos algunos de estos planteamientos: el pri-mero es el problema de la espontaneidad y, po r tanto, el de lasubjetividad como expresin de una espontaneidad colectiva, opara decirlo en trminos de la poca, el problema de la esponta-

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    neidad de lamasa; una espontaneidad que se contena a s mis-ma, esto es, que se autodiriga. Concepto de autodireccin queno hay que olvidar en tanto puede tener formulaciones actuali-zadas; su vigencia depender de la significacin que tenga el es-pacio con que se le opere.As, vale la pena diferenciar el pensar en masas espontneasautodirigidas en lalgicade Rosa Luxemburg' (quien pretendaque esta masa fuera el gran actor de la transformacin de lasociedad nacional y tambin de la internacional) de lo que hoyen da podramos entenderpor espontaneidad tambin autodi-rgida, cuya inflexin supone coordenadas de tiempo y de espa-cio muchoms restringidas, tal y como hoy podran ser ciertostipos de movimientos locales. Aqu surge uno de los primerosproblemas tericos cuya duracin alcanza a nuestro presente:qu relacin hay (y cmo se puede resolver) entremasa y orga-nizacin? sta es una cuestin que -hasta el presente- ha sidoabordada a travsde distintas fonnulaciones.Para usar una de las terminologas ms usuales: la relacinpartido y movimiento que es una discusin de hoy, no obstanteremontarse a su origen en el ao 1905, o quiz antes, tiene quever con el continuo al que me he referido; esto es, entre la indivi-duacin, por una parte, y los procesos de constitucinde la sub-jetividad social, por la otra, como es e! concepto de voluntadsocial. En apariencia, el concepto de voluntad tiene una gnesisu origen psicolgico, pudiendo entonces estar mucho ms vin-culado al individuo; sin embargo, aqu no se echa mano de laacepcin del individuo, sino que se dispone de una concepcinms amplia, como seria e! conferirlevoluntad a un colectivo quepuede surgir de una masa y que,junto con esa voluntad atribui-da, se asocia al comportamiento de esta subjetividad de masas,sobre la base de la idea de telos, es decir, de finalidades; por lotanto, se comienza a argumentarquela masa espontnea es algomsque la mera espontaneidad, quepasa a una etapa de organi-zacinde la voluntad con e! fin de construir proyectos.sta es la discusin sostenidaentre Rosa Luxemburg, Kauts-kyy Lenin, siendoal respecto diferentela postura de Rosa Luxem-burg f rentea la de Kautsky y a la de Lenin ;y aunque la posicin

    4. Humberto Cerroni, et al., "Teoramarxista del partido poltico, en Cuader-1105 Pasado y Presente, Siglo XXI, Mxico, 1969.44

    de Lenin y Kautsky difieren, no obstante, ambos defienden e!elemento de la voluntad organizadora de la masa; las diferenciasapuntaran a lo que podramos llamar, para usar tal vez un tr-minoms nuestro y actual, el ritmo de esta espontaneidad orga-nizada; y aunque estos son hechosbastantes conocidosy eviden-tes, no obstantese plantea ah un problema importante que tieneque ver con ciertos colapsos que hemos comenzado a vivir a par-ti r de 1989 con el derrumbe del Muro de Berln.

    La idea bsica de dos destacados autores de esta discusin,Pannekoek y Rosa Luxernburg" (inte!ectuales activos y no de es-critorio, quienes en su momento establecenuna relacin intere-sante) es que el concepto de masa es o contiene una estructuraracional, sin embargo, lo importante no est ah sino en cul esla funcin de esta estructura, siendo ste el espacio en el que sedeposita la esperanza de! cambio. sta es, desde luego, una ideaque se puede trabajaren muchas direcciones. Precisemos dos:una en trminos estrictamente ideolgicos y que consistira enapostar a la capacidad de esta voluntad social que se encuentraen la masa; y la otra que puede se r quiz ms interesante y queestuvo presente en la crtica deKarl Korch a la anterior orienta-cin en 1922, que esla idea de la potencia, es decir, e!problemade la esperanza en el cambio, que posteriormente vaa ser obje-to de distinto tipo de formulaciones, la ltima de las cualesfueformulada en la dcada de los setenta, en la versin de ErnestBloch, con una enorme fuerza, mediante la invocacin, o comoen esa dcada se deca, a travs de una convocacin, como es sulibro El principio esperanza.Sin embargo, la idea de potencia no se trabaj como podraderivarse en ciertamedida de la postura de Korchen los aosvein-te. Si rastreramos la idea de potencia, es posible encontrarla enalgunos de los pocos escritosque sobreel problemade laorganiza-cin poltica redact George Lukcs' cuando era dirigente activoen los primeros cinco aos de la poca de los veinte. Como quieraque sea, lo que interesa destacar es el problema de cmo se co-mienza a transformar esa masa en una estructuraque contiene laesperanzade cambio, esdecir, e!concepto de masa con esperanza.

    5. Antn Pannekoek, Derrumbe del capitalismo o sujeto revolucionario. enCuadernos Pasado y Presente, Siglo XXI, Mxico. 1978.6. Humberto Cerroni, op. cit.

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    Es muy interesanteconfrontareste planteamiento con el texto de Elas Canet ti , Masa y poder, pues en la visin de Canettiaparece, de maneramuy aguda y con muchas ejemplificacioneshistricas, el concepto de masa. Este autor aplica e!concepto demasa a determinados tipos de actores sociales o de movimientosociales de inspiracin escatolgicao religiosa. Como quiera quesea, hay que mantener con reserva esta idea demasa con esperanza, pues ocurre que (y esto tiene que ver conuno de los grandes problemas que se han observadoposteriormente) si esamasaya no puede tener un comportamiento autodirigido de acuerdoa la cri ti ca de Kautsky a Rosa Luxemburg, y que alcanza a casitodos los dirigentes posteriores con excepcin de los anarcossindicalistas, entonces el problema de la autodireccinse vincula con la siguiente cuestin que, curiosamente, va a retomarmuchos decenios despus Jean-Paul Sartre en el contexto europeo de los aos cincuentay sesenta: me refiero al hecho de que,esta organizacin, esta masa organizada, debilita la fuerza dela masa misma y, po r lo tanto, esta debilidad de la fuerza de lamasa se puede expresar en que deja de se r depositaria de todaesperanza de cambio.La idea de Sartre tiene afinidad -aunque no es la mismalnea de pensamiento- con los actuales planteamientos de Alberoni, en relacin al problemaque hay entre masa, espontaneidad y organizacin; o, para decirlo en trminos weberianos, entre lo que podramos llamar una cierta fuerza carismtica quepodra ser esta esperanza de cambio y la rutinizacin inevitablede la institucionalizacin, de la que indudablemente forma parte e! partido poltico.

    Desde luego que sta es una lnea de razonamientoque,comose ha mencionado, no est agotada nimucho menos. Pero ocurre que el problema po r su misma complejidad siempre tiende aestar resuelto. Ello porque podemos manejar conmucha dificultad -ante una situacin no resuelta-lo que sucede en la relacin conceptualy prctica entre todos los problemas, tendiendosiempre a dar resoluciones a los dilemas de dichas relaciones alo largo de todo el siglo xx, po r lo menos hasta la gran produccin acadmica.

    Las soluciones han consistido en reducir: primero hay quesubordinarel individuo al colectivo, una solucin que caracteriz fuertementealpensamiento poltico marxista o, mejor di-46

    cho, a una suerte de pragmticamarxista en poltica. Alrespecto, lo que importa discutir no es solamente la solucin que, enrelacin a ello, todos conocemos, sino encontrar en qu consiste e! razonamiento de dicha solucin, siendo ste el punto fundamental.Tal razonamiento que fundamenta la reduccin de! individuo al colectivo propici la emergencia--en Amrica Latinade un fenmeno an ms grave: la subordinacin de los movimientos sociales, mediante distintas formas de presin, a voluntades orgnicas que muchas veces se burocratizaban, casi sinexcepcin. steera, desdeluego,un razonamiento histrico; peroen qu consista tal razonamiento histrico?: consista simplemente en considerar que el hombre en todo momento, inevitablemente-y sin mediar ningn espacio-s-, era un producto delas circunstancias sociales, antes que el resultado de un ciertomecanismo de lo que los italianos mucho despus, al estilo deMarramao, llamaroncartesianismo obrero.Lo dicho equivale a plantearque, por el hecho de estar sometidos a determinados condicionamientos econmicos, a cadaquien le sea atribuida, necesariamente, una determinada conciencia. Representaba una premisa fundamental: dada determinada condicin de explotacin y de subaltemidad, o, marginalidad, tena como efecto que quien era objeto de esa condicintena que ser, necesariamente, critico. Empero, la historia demuestra que las cosas no son as. Los factores econmicos puedenseruna regularidad explicativademuchos otros fenmenos,por ejemplo, de carcter cultural, poltico o inclusopsicolgico,pero slo en ciertos rangos de tiempo, en ciertas escalas de temporalidad; de tal suerte que la premisa podra se r (manejemossta como hiptesis) verdadera en la gran escala del tiempo y,probablemente, no serlo en las pequeas escalas de tiempo.

    Comenzar a razonar en las pequeas escalas de tiempo conuna lgica tan determinista condujo, inevitablemente, a errores.As,por ejemplo, uno de los errores ms tpicos consistaen pensar que mientras peor se estabamejor estaremos; razonamientoque esgrima el argumento de que, mientras ms deterioradasestuvieran las condiciones de vida de las masas, stas tenan necesariamente que reaccionar frente a esta situacin; pero sabemos que ello no es as, pues entre las condiciones econmicas ye! comportamiento humano hay mediaciones complejas de di-

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    versa naturaleza: mediaciones institucionales, ideolgicas, val-ricas e incluso psicolgicas; mediaciones que pueden alterar.porejemplo, la relacinque se plantea desde elcartesianismo obrero.Lo que constatamos no es una relacin de causa y efecto;ms bien en esa relacin un fenmeno complejizado por mu-chas mediaciones; precisamente en virtudde la presencia de es-tas mediaciones entre el factor determinista de carcter estruc-tural y el comportamiento a nivel individual o grupal, es queellas no estuvieron presentes, desafortunadamente, en el anli-sis de clase, el cual perdi toda su riqueza a consecuencia de nohaberlas considerado. Desde luego, esto no significa que la cate-gana de clase no tenga pesoni relevancia; lo que no es importan-te y relevante es el razonamiento mecnico desde la clase.As, por ejemplo, es ms fcil razonar la clase en trminosreduccionistasque complicarse el problema preguntando: quhay entre la clase y e! individuo?, qu hay entre la clase y e!grupo primario?, qu hay entre la clase y el grupo secundario oterciario? Esta forma de plantearse los problemas es un proce-der ms complejo; ello supone, desde luego, no proceder po rreduccin a lo simple; pues, salvando este simbolismo, la cate-gana de clase podra permitir resolver e! problema.sta es una larga discusin que, por el momento, no quisi-ramos retomar.pues hay otra que es crucial en elpresente y que,indudablemente, merece nuestra atencin. Nos referimos a aque-lla que reduce lo colectivo al individuo, en cuyos marcos metodolgicos se han realizado trabajos importantes, po r lo menosen ciertas vertientes de la sociologa de los movimientos socia-les. Son los llamados individualismos metodolgicos.Quienes han sostenido tales planteamientos, a veces se dancuenta de que estn cometiendo desaciertos, buscando de inme-diato inculpar de ello a Max Weber. Ello resulta complicado, todavez que no es acertado e! que al fijar un planteamiento no de!todo correcto, ste no se asuma de forma suficientemente clara,al constatar que el problema no se termina de resolver, teniendoello que ver con el problema del continuo entre estos dos polosque mencionbamos al comienzo; es decir, la dinmica entreindividuo y sociedad que es menester manejar . Qu es lo queune a esos dos polos en trminos dinmicos? Cules la articu-lacin? Estamos ante un proceso que supone un esfuerzo traba-jarlo. Como se recordar, a tal proceso le hemos estado dando48

    un nombre sin precipitar, desde luego, un juicio terico al res-pecto; nos referimos a los procesos constitutivos.La idea de que ese continuoentre individuo y sociedad-paradecirlo en trminos temticos- es un proceso constitutivo, su-pone precedentes histricos que deberan ser suficientementerecuperados. Con relacin a ello hay variasideas como po rejem-plo el concepto de lucha (Lagarde o Preobrazhenski)' que, evi-dentemente, no se agota en la idea de reivindicacin gremial eco-

    nmica, polticao cultural:ms bien, e!concepto de lucha aludea una dinmica mucho ms profunda, que podra ser entendidacomo una dinmica constitutiva que hizo necesario plantearsela idea del sujeto como proceso.

    Estamos hablando de planteamientos que tienen ms de cuarenta aos, recuperando de ellos lneasque han quedado sueltasy perdidas y que son, desde luego, parte de la acumulacin deproblemas inherentes al siglo xx . Una de esas l neas es e! con-cepto de sujeto como proceso del cual se ocuparon diversosautores -bajo distintas acepciones- como Reich, entre otros;concepto que est vinculado con grandes problemasde! presen-te, como es el de la llamada cri