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3/3/2015 La libertad para aprender :: Universidad Unitierra — YES! Magazine http://www.yesmagazine.org/issues/liberatuespacio/2178 2/10 Una escuela primaria en la villa Zapatista de Oventic, en el estado sureño de Chiapas, México. Foto por Aaron Cain. Subscribe Donate Yes! By Email Store Commonomics Climate in Our Hands Magazine Issues For Teachers About Store Search Search Reclamando nuestra libertad para aprender 71 7 Gustavo Esteva posted Dec 03, 2007 Años atrás comenzamos a observar en pueblos y barrios, particularmente entre pueblos indígenas, una reacción radical contra la educación y las escuelas. Unos pocos cerraron sus escuelas y expulsaron a sus maestros. La mayoría evitaron este tipo de confrontación política y empezaron en cambio a pasar por alto a la escuela, mientras reclamaban y regeneraban las condiciones en la cual la gente tradicionalmente había aprendido a su propio estilo. La gente de los pueblos sabe muy bien que las escuelas impiden a sus hijos aprender lo que ellos necesitan saber para continuar viviendo en sus comunidades, contribuyendo al bien común, al de la tierra y al de sus lugares. Y la escuela no los prepara para la vida o el trabajo fuera de la comunidad. En muchas comunidades en Oaxaca y Chiapas, México, los padres ya no delegan en la escuela el aprendizaje de sus hijos. Ellos saben por experiencia lo que usualmente sucede a los que abandonan sus comunidades para lograr una “educación superior.” Se pierden en las ciudades, en trabajos degradantes. Un reciente estudio oficial halló que Close

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3/3/2015 La libertad para aprender :: Universidad Unitierra — YES! Magazine

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Una escuela primaria en la villaZapatista de Oventic, en elestado sureño de Chiapas,México. Foto por Aaron Cain.

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Reclamando nuestra libertad para aprender

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Gustavo Esteva posted Dec 03, 2007

Años atrás comenzamos a observar en pueblos y barrios, particularmenteentre pueblos indígenas, una reacción radical contra la educación y lasescuelas. Unos pocos cerraron sus escuelas y expulsaron a sus maestros. Lamayoría evitaron este tipo de confrontación política y empezaron en cambioa pasar por alto a la escuela, mientras reclamaban y regeneraban lascondiciones en la cual la gente tradicionalmente había aprendido a su propioestilo.

La gente de los pueblos sabe muy bien que las escuelas impiden a sus hijos aprender lo que ellos necesitansaber para continuar viviendo en sus comunidades, contribuyendo al bien común, al de la tierra y al de suslugares. Y la escuela no los prepara para la vida o el trabajo fuera de la comunidad. En muchas comunidadesen Oaxaca y Chiapas, México, los padres ya no delegan en la escuela el aprendizaje de sus hijos.

Ellos saben por experiencia lo que usualmente sucede a los que abandonan sus comunidades para lograr una“educación superior.” Se pierden en las ciudades, en trabajos degradantes. Un reciente estudio oficial halló que

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Apprenticeships enseñan habilidades tradicionales en Unitierra. Foto www.berkana.org

sólo el ocho por ciento de los graduados de las universidades mexicanas serán capaces de trabajar en el campoen el cual se graduaron. Los abogados e ingenieros están manejando taxis o montando puestos. A pesar desaber esto, la gente todavía mantiene la ilusión de que la educación superior les ofrece algo a sus hijos. No sesienten cómodos negándoles una “oportunidad” tal.

La vida sin maestrosUna vez realizamos un experimento de reflexión en el cual tomamos una sugerencia del autor John McKnight,imaginando un mundo sin dentistas, y lo aplicamos a la profesión de la enseñanza. Durante algunos minutosvarias descripciones apocalípticas circularon por nuestra mesa mientras imaginábamos un mundo sin maestrosni enseñanza. Pero luego algo radicalmente diferente comenzó a infiltrarse en nuestra conversación.Imaginamos una miríada de formas en las cuales la gente misma pudiera crear un tipo diferente de vida.

Una de las conclusiones más importantes de nuestra conversación fue el reconocimiento explícito de queaprendemos mejor cuando nadie nos está enseñando. Podemos observar estoy en cada bebé y en nuestra propiaexperiencia. Nuestras competencias vitales provienen de aprender haciendo, sin ningún tipo de enseñanza.

Luego del ejercicio,una pregunta muypráctica llegó a lamesa. Hemos

aprendido, con los Zapatistas, que mientras cambiar el mundo es muy difícil, tal vez imposible, sí es posiblecrear un mundo completamente nuevo. Eso es exactamente lo que los Zapatistas están haciendo en el sur deMéxico. ¿Cómo podemos crear nuestro propio mundo, a nuestra propia pequeña escala humana, en nuestrorinconcito de Oaxaca? ¿Cómo podemos des­escolarizar nuestras vidas y las de nuestros hijos e hijas, en estemundo real, donde la escuela todavía domina a mentes, corazones e instituciones?

El aprendizaje fomenta las habilidades tradicionales en UnitierraLa lección más dramática que deducimos del ejercicio fue descubrir lo que realmente nos estábamos perdiendoen el entorno urbano: las condiciones para el aprendizaje. Cuando todos nosotros exigimos educación einstituciones en las cuales nuestros hijos y jóvenes puedan permanecer y aprender, cerramos los ojos al trágicodesierto social en el cual vivimos. No tienen acceso a oportunidades reales de aprender en libertad. En muchoscasos, ya no pueden aprender con sus madres, padres, tíos, tías, abuelas y abuelos —nada más hablarles,escuchar sus historias u observarlos en sus ocupaciones diarias. Todo el mundo está ocupado, yendo de unlugar a otro. Ya nadie parece tener la paciencia para compartir con la nueva generación la sabiduría acumuladaen una cultura. En vez de educación, lo que en realidad necesitamos son condiciones para una vida decente,una comunidad.

Nuestro desafío, entonces, es encontrar maneras de regenerar la comunidad en la ciudad, para crear un tejidosocial en el cual todos nosotros, en cualquier edad, podamos ser capaces de aprender y en la cual puedaflorecer cualquier tipo de aprendizaje. Al hacer esta investigación radical, nos sorprendimos a nosotrosmismos, cada día, cuando descubríamos cuán fácil puede ser crear alternativas y cuánta gente está interesadaen la aventura.

Hemos aprendido, con los Zapatistas, que mientras cambiar el mundo es muy difícil, tal vezimposible, sí es posible crear un mundo completamente nuevo.

Así que creamos nuestra universidad, Unitierra. Hombres jóvenes y mujeres sin ningún diploma, y mejor aúnsin escolarización, pueden venir a nosotros. Ellos aprenden cualquier cosa que deseen aprender—oficiosprácticos, como agricultura urbana, producción de video, o investigación social, o campos de estudio talescomo filosofía o comunicación. Aprenden las competencias del oficio o campo de estudio como aprendizajesde alguien que practica tales actividades. También aprenden cómo aprender con herramientas modernas yprácticas no disponibles en sus comunidades.

Tan pronto como los jóvenes llegan a Unitierra, comienzan a trabajar como aprendices. Descubren que

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Una sala de enseñanza enUnitierra. Foto dewww.berkana.org

necesitan habilidades específicas para hacer lo que quieren hacer. La mayor parte del tiempo, logran esascompetencias practicando el oficio, con o sin sus mentores. Pueden elegir atender a talleres específicos, paraabreviar el tiempo necesario para lograr esas competencias.

Nuestros “estudiantes” han estado aprendiendo más rápido de lo queesperábamos. Luego de unos pocos meses usualmente son llamados pararegresar al presente cotidiano de sus comunidades para hacer allí lo quehan aprendido. Parecen ser muy útiles allí. Algunos de ellos estáncombinando diferentes líneas de aprendizaje en una forma creativa. Uno deellos, por ejemplo, combinó la agricultura orgánica y la regeneración desuelos (su interés original), con la arquitectura local. El no está ofreciendoservicios profesionales que le permitan moverse hacia un estándar de vidade clase media vendiendo sus servicios y artículos. Está aprendiendo acompartir, como los campesinos, lo que significa ser un miembroapreciado de su comunidad y de su pueblo, como ha sido hecho desdetiempos inmemoriales—antes de la ruptura moderna.

Disciplina y libertadEn Unitierra no estamos produciendo profesionales. Hemos creado un lugar de convivencia, donde todosdisfrutamos mientras aprendemos juntos. Al mismo tiempo, tanto los “estudiantes” como sus comunidadespronto descubren que una permanencia en Unitierra no son vacaciones. Es cierto, los estudiantes no tieneclases o proyectos. De hecho, no poseen ningún tipo de obligación formal. No hay actividades obligatorias.Pero tienen disciplina, y rigor, y compromiso—con su grupo (otros “estudiantes”), con nosotros (participandoen todo tipo de actividades para Unitierra), y con sus comunidades.

Nuestros “estudiantes” no pertenecen a comunidades. Ellos son sus comunidades. Por supuesto, puedendisfrutar y tienen largas noches de pachanga y muchas fiestas. Pero tienen una responsabilidad hacia suscomunidades, es decir, hacia sí mismos. Y esperanza. Por eso es que pueden tener disciplina, y rigor, ycompromiso.

Nuestros “estudiantes” tienen la estructura interna y social que es condición fundamental para la verdaderalibertad. Si no las posees, si eres un átomo individual dentro de una masa colectiva, necesitas a alguien a cargode la organización. Los trabajadores de un sindicato, los miembros de un partido político o de la iglesia, losciudadanos de una nación—todos ellos necesitan organizadores y fuerzas externas para mantenerlos juntos. Ennombre de la seguridad y el orden, ellos sacrifican la libertad. La gente real, nudos en redes de relaciones,pueden permanecer juntos por sí mismos, en libertad.

“El verdadero aprendizaje,” dijo una vez Iván Illich, “sólo puede ser la práctica pausada de la gente libre.” Enla sociedad de consumo, también dijo, somos tan solo prisioneros de la adicción o prisioneros de la envidia.Tan sólo sin adicción ni envidia, sólo sin objetivos educativos, en libertad, podemos disfrutar el verdaderoaprendizaje.

En Unitierra hemos estado siguiendo fructíferamente una sugerencia de Paul Goodman, un amigo de IvanIllich, y su fuente de inspiración. Goodman dijo una vez: “Supón que has logrado la revolución de la cual estáshablando o soñando. Supón que tu lado ganó, y que tienes el tipo de sociedad que querías. ¿Cómo vivirías, túpersonalmente, en esa sociedad? ¡Comienza a vivir así, ahora! Lo que fuera que harías entonces, hazlo ahora.Cuando te enfrentas a obstáculos, gente, o cosas que no te dejen vivir de esa manera, entonces comienza apensar cómo pasar por encima o al lado o por debajo del obstáculo, o cómo empujarlo fuera del camino, y tuspolíticas serán concretas y prácticas.”

Llamamos a Unitierra una universidad para reírnos del sistema oficial y para jugar con sus símbolos. Luego deuno o dos años de aprendizaje, una vez que sus colegas piensan que ya tienen suficiente competencia en suoficio específico, les damos a los “estudiantes” un magnífico diploma universitario. Así les estamos ofreciendoel reconocimiento social que el sistema educativo les niega. En vez de certificar el número de horas­burro,

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como hacen los diplomas convencionales, certificamos una competencia específica, inmediatamente apreciadapor las comunidades, y protegemos a nuestros “estudiantes” contra la discriminación usual. La mayoría denuestros graduados nos están sorprendiendo, sin embargo, al no solicitar ningún diploma. Ellos no sienten quelo necesitan.

También estamos celebrando nuestra sabiduría y a nuestros ancianos con símbolos modernos. Así ofrecemosdiplomas de Unitierra a gente que tal vez nunca asistió a una escuela o universidad. Su competencia escertificada por sus colegas y la comunidad. La idea, otra vez, es utilizar a nuestra propia manera, con muchaalegría y humor, todos los símbolos de dominación. O más bien, como dice Illich, explotar para nuestrospropios fines lo que el estado o el mercado producen.

Nuestros diplomas no tienen ningún uso para aquellos que desean exhibirse o pedir un puesto de trabajo ocualquier privilegio. Son una expresión de la autonomía de la gente. Como un símbolo, representan elcompromiso de nuestros “estudiantes” hacia sus propias comunidades, no un derecho para demandar algo. Noobstante, 100 por ciento de nuestros “graduados” están haciendo un trabajo productivo en el área queestudiaron.

Pero jugar con los símbolos del sistema no sólo es una expresión de humor. También es un tipo de protección.Lo que estamos haciendo es altamente subversivo. En un sentido, estamos subvirtiendo todas las institucionesde la sociedad económica moderna. Al empaquetar nuestras actividades como una de las vacas más sagradasde la modernidad—la educación—estamos protegiendo nuestra libertad de los ataques del sistema.

En mi lugar, cada Yo es un Nosotros. Y así vivimos juntos, en nuestro presente cotidiano, enraizados en unnuestro suelo social y cultura, alimentando las esperanzas en un tiempo en el que todos nosotros, inspiradospor los Zapatistas, estamos creando un mundo enteramente nuevo.

Gustavo Esteva escribió este artículo para una serie sobre Libera tuespacio, en la edición de invierno 2008 de YES! Magazine. Gustavo es unactivista de base e intelectual desprofesionalizado. Autor de varios librosy ensayos, fue consejero de los Zapatistas y miembro de variasorganizaciones y redes independientes, mexicanas e internacionales;reside en una villa indígena en Oaxaca, al sur de México.

Traducción por Guillermo Wendorff.

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