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DOSSIER 15 16. Las Ardenas. Hitler juega a todo o nada David Solar 22. Amistades peligrosas José Díez Zubieta 26. Rebatiña en Yalta. Stalin lleva la batuta Pablo J.de Irazazábal Entre el 4 y el 11 de febrero de 1945, hace ahora sesenta años, Roosevelt, Stalin y Churchill se reunieron en Yalta para reorganizar el territorio europeo ante la inminente derrota nazi. Mientras los ejércitos británico y estadounidense, por el Oeste, y soviético, por el Este, cerraban la tenaza en torno a Hitler, los Tres Grandes preparaban en Crimea la posguerra, en una Conferencia en la que la astucia de Stalin le permitió sacar ventaja sobre sus dos huéspedes Alegoría de la derrota del nazismo gracias al esfuerzo de norteamericanos, soviéticos, británicos y franceses. el despiece de Europa YALTA

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DOSSIER

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16. Las Ardenas. Hitlerjuega a todo o nadaDavid Solar

22. AmistadespeligrosasJosé Díez Zubieta

26. Rebatiña en Yalta.Stalin lleva la batutaPablo J.de Irazazábal

Entre el 4 y el 11 de febrero de 1945, hace ahora sesenta años,Roosevelt, Stalin y Churchill se reunieron en Yalta para reorganizar el territorio europeo ante la inminente derrota nazi. Mientras losejércitos británico y estadounidense, por el Oeste, y soviético, por el Este, cerraban la tenaza en torno a Hitler, los Tres Grandespreparaban en Crimea la posguerra, en una Conferencia en la que laastucia de Stalin le permitió sacar ventaja sobre sus dos huéspedes

Alegoría de la derrota del nazismo gracias al esfuerzo de norteamericanos, soviéticos, británicos y franceses.

el despiecede EuropaYALTA

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Cuando Hitler reunió a sus ge-nerales en su cuartel generalsecreto de Ziegenberg, en laretaguardia del Frente Occi-

dental, el III Reich había perdido la gue-rra desde hacía muchos meses. El mo-mento que permitió pronosticar con se-guridad su derrota acaso estuvo en elotoño-invierno de 1942, tras los fiascosde Stalingrado y del Alemein. Quizás losmenos perspicaces intuyeron el cambiodefinitivo de la fortuna nazi en el veranode 1943, después de su fracaso en Kursk,del desastre en África, del desembarco

aliado en Italia y del hundimiento del fas-cismo. Pero, tras la derrota en Norman-día, ya ni los partidarios del Führer –ex-ceptuando a los más ciegos o fanáticos–se atrevían a soñar que pudiera inver-tirse la tendencia nefasta de la guerra.Ésa era la situación aquel 12 de diciem-bre de 1944, cuando Hitler reunió a unostreinta generales y mariscales en su cuar-tel general del Oeste para arengarles:“Nos corresponde, de inmediato, la tareade demostrarle al enemigo, asestándoledespiadados golpes victoriosos, que to-davía no ha ganado nada, que la gue-rra continuará de un modo ininterrum-pido (...). Que, haga lo que haga o dejede hacer, nunca, nunca, en ningún caso,

podrá contar con nuestra rendición. Elenemigo tiene que saber que no saldrávictorioso de esta guerra. Si esta idea leresulta manifiestamente clara gracias a laactitud de nuestro pueblo y de nuestrasfuerzas armadas y, además, sufre seriosreveses en el campo de batalla, a la pos-tre, más tarde o más temprano, sus ner-vios se derrumbarán...”.

El “golpe despiadado y victorioso” queHitler se proponía asestar a los aliadostenía nombre, lugar y fecha: Bruma Oto-ñal, Las Ardenas y 16 de diciembre de1944. Y los reunidos eran, justamente,los encargados de dirigir el ataque. Allíse hallaban los mariscales Gerd von Run-dstedt, comandante en jefe del Frente

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DAVID SOLAR es autor de El último día de Hitler.

En diciembre de 1944, la Wehrmacht sorprendió a los aliados occidentales consu ofensiva en el Oeste. David Solar narra la audaz maniobra y su fracaso porfalta de medios, mientras los soviéticos arrollaban las pobres defensas alemanasdel Este, originando un pavoroso éxodo de ocho millones de civiles

Hitler juega a todo o nada

Cuerpo especial de esquiadores de la Wehrmacht en una misión de exploración durante la primera fase de la batalla de Las Ardenas.

LAS ARDENAS

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Occidental y Walter Model, jefe del Gru-po de Ejércitos B, sobre los que recae-ría la responsabilidad de la acción; tam-bién estaban los jefes de las tropas en-cargadas de romper el frente, los gene-rales Hasso von Manteuffel (5º EjércitoAcorazado) Sepp Dietrich (6º EjércitoAcorazado) y Erich Brandenberguer(7º Ejército) y los jefes de los respecti-vos estados mayores, de las diversas di-visiones y de las armas y servicios.

Los reunidos aplaudieron tímidamen-te el final de las dos horas de discursoy regresaron a sus unidades sobrecogi-dos por la responsabilidad y los peorespresagios. Ni el ataque era disparatadoni estaba mal elegido el escenario: Hitlerhabía logrado reunir, contra todo cálcu-lo angloamericano, tropas suficientes pa-ra propinar un fuerte golpe en sus líne-as; esas tropas, utilizadas a la defensi-va, se hubieran consumido sin resultadomilitar alguno; sin embargo, en Las Ar-denas, clave del éxito alemán en la vic-toria sobre Francia, en 1940, cabía laposibilidad de sorprender nuevamentea los aliados y de embolsar y aniquilar

a buena parte de las fuerzas angloame-ricanas contra las costas belgas.

Una sorpresa para todosEn el grandioso plan hitleriano había, sinembargo, graves deficiencias: las fuerzasreunidas eran escasas para alcanzar se-mejante objetivo; el combustible acu-mulado apenas alcanzaba para avanzarcien kilómetros cuando la meta se ha-llaba a doble distancia; parte de las fuer-zas eran demasiado jóvenes o excesiva-mente veteranas, perteneciente a los úl-timos recursos humanos del III Reich, yenviadas a la lucha con escasa prepara-ción; las comunicaciones en Las Ardenaseran pocas y precarias, menos propiciasque en la primavera de 1940, tanto por-que los caminos invernales, embarradosy cubiertos de nieve, eran más difíciles,como porque los blindados y transpor-tes de 1944 eran mucho más grandes ypesados. Además, el éxito se confiabaa la presunción hitleriana de que los sol-dados norteamericanos eran gente pocoavezada a guerras tan duras como aqué-lla; hombres con poca correa que se

derrumbarían ante la ferocidad de un po-tente ataque acorazado y abandonaríana la desbandada los nudos importantesde comunicaciones. Para el éxito se re-quería, también, que el mal tiempo pre-visto por los meteorólogos durase dossemanas, impidiendo los vuelos aliados.

El ataque alemán del 16 de diciembre,con cuatrocientos mil hombres y un mi-llar de tanques, sorprendió y descon-certó al mando norteamericano, cuyasmedidas defensivas fueron apropiadas,pero lentas. Sin embargo, tal como se te-mían los mandos de la Wehrmacht, losproblemas de sus fuerzas y las desacer-tadas presunciones de Hitler saldríanpronto a relucir. La mayoría de las uni-dades norteamericanas –en una inferio-ridad inicial de 3 a 1– se defendieroncon energía, dificultando y desviando losataques y reduciendo la velocidad depenetración de las fuerzas acorazadasde Dietrich y Manteuffel; las comunica-ciones en Las Ardenas constituyeron unatortura para los atacantes; la falta decombustible les dejó indefensos a me-dio camino; el cielo, despejado a partir

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YALTA, EL DESPIECE DE EUROPA

Batido en todos los frentes, la situación del III Reich era, a finales de enero de 1945, la que expresa la caricatura del soviético Kukruniksi.

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del 24 de diciembre, permitió operar, conla habitual superioridad, a los cazabom-barderos angloamericanos.

Las Ardenas, con un número similarde bajas –unos 80.000 hombres perdi-dos por cada bando– y con mayoresquebrantos materiales –artillería, blin-dados y aviones– por parte de los nor-teamericanos, supuso un desastre parael III Reich, que ya no podría reponeraquellas pérdidas. Por el contrario, suobstinada resistencia –con el hito de ladefensa de Bastogne– constituyó paralos norteamericanos la mejor prueba dela madurez militar de su infantería.

La Batalla de Las Ardenas, aunque aúnregistraría algunos coletazos y aunquelos aliados tardarían semanas en recu-perar lo perdido, ya estaba terminadacuando, en el Este, estalló la más temi-da de las tormentas. El Ejército Rojo, quellevaba dos meses casi inactivo, refor-zándose y situándose para la ofensiva fi-nal, se lanzó al ataque el 12 de enero.

Pánico en el Este“¡Matad! ¡ Matad! No hay inocentes en-tre los alemanes. Obedeced las órdenesde vuestro camarada Stalin, destruyen-do para siempre a la bestia negra en suguarida. Mancillad el orgullo racial delas mujeres alemanas. Tomadlas comolegítimo botín”, arengaba el activista ro-jo, Ilia Ehrenburg, a los ejércitos de Ro-kossovski, Koniev, Zukov, Malinovski y

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Epopeya norteamericana en Bastogne

Las vanguardias acorazadas del 5º Ejérci-to de Von Manteuffel esquivaron peno-

samente Bastogne el 19 de diciembre. La to-ma de la ciudad fue encomendada a la in-fantería de los granaderos populares pobre-mente armada y rebañada por Himmler en-tre las últimas reservas. Mientras Dietrichestaba parado y Von Manteuffel avanzadalentamente hacia el Mosa, el general nor-teamericano MacAuliffe escribía su epope-ya en Bastogne, rechazando la capitulación,que se le ofreció el 22 de diciembre. Unosaseguran que escribió:

“¡Narices!”. Como el interlocutor alemán no com-

prendiera, se le hizo una traducción acla-ratoria:

“¡Váyase al cuerno!”.Otros afirman que su frase fue mucho más

rimbombante, como pensada para los ma-nuales de las academias de guerra:

“La guarnición muere, pero no se rinde”.De una u otra manera, la resistencia de

MacAuliffe privó a los alemanes de aquelnudo de comunicaciones. Su resistencia irri-taría tanto a Hitler que, perdiendo de vis-ta la finalidad de la operación, destinó al ase-dio fuerzas importantes, con la orden de to-mar la ciudad a cualquier precio, y buenaparte del apoyo aéreo que en esos días tuvola Wehrmacht se cebó en el bombardeo delos cercados. Así, 45.000 alemanes, que hu-bieran debido avanzar hacia el Mosa, ase-diaron una ciudad defendida por 18.000norteamericanos.

El 22 de diciembre, séptimo día de la ofen-siva, Von Manteuffel aún se hallaba lejos delMosa, que debería haber alcanzado el tercer

día. Ante el estancamiento y el evidente pe-ligro en que se hallarían las tropas alemanasen caso de mejorar el tiempo, Rundstedt pi-dió a Hitler permiso para detener la ofensiva,que ya no prometía nada. Hitler se negó y or-denó que continuara el ataque y se tomaraBastogne. El día 24, Von Manteuffel se acer-có a diez kilómetros del Mosa, en la máxi-ma penetración alemana. Ese día cambió eltiempo y salió el sol, lo que permitiría la ac-tuación de los aviones angloamericanos. Laretaguardia alemana fue bombardeada y Bas-togne, abastecido, mientras los cazabombar-deros se cebaban en las fuerzas acorazadas deVon Manteuffel y Dietrich. La batalla de LasArdenas había terminado, no así el asedio deBastogne, que Hitler alimentó hasta el 9 deenero, en que los contraataques norteameri-canos terminaron liberando a los sitiados.

xxxxxXXI Ejér.

Montgomery

xx

xxxxCrerar

xxxx

xxxxSimpson

xxxxGerow

xxxxHodges

Brandenbergerxxxx

Manteuffelxxxx

Foertschxxxx

Dietrichxxxx

Zangenxxxx

Model

xxxxxG.E. B

Balck

xxxxxG.E. G

ALEMANIA

FRANCIA

LUX.

• Rotterdam

• Lieja

• Monschau

• Duren

Hotton •

• Aerschot

Gante •

Breda•

Linnich•

Walcheren•

• Bastogne

• Amberes

• LUXEMBURGO

a

MAR DELNORTE

0 25 50 km

NFRENTE OCCIDENTAL OTOÑO 1944

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Tolbukin –que se disponían a atacar enun frente de 1.200 kilómetros, desdeHungría al Mar Báltico.

Los propósitos bárbaros y vengativosdel Ejército Rojo no extrañaban a Hitlerni a nadie en Alemania, pues eran con-sonantes con el bestial trato dispensadopor los ejércitos del III Reich a las po-blaciones conquistadas en la URSS y,también, estaba de acuerdo con la pro-paganda de Goebbels, que incitaba a lastropas a la resistencia a ultranza para quesalvaran a su patria y a sus familias dela miseria, la infamia y la muerte.

Pero lo que Hitler –que despreciaba alos soviéticos y que siempre les suponíaal borde del agotamiento– no hubierapodido ni soñar es que a comienzos de1945 iba a tener cinco grupos de ejér-citos rojos, con tres millones de hom-bres, 8.000 carros de combate, 50.000 ca-ñones y 20.000 aviones frente a sus fron-teras orientales.

Cuando su último jefe del Estado Ma-yor de la Wehrmacht, Guderian, le ad-vertía del gravísimo peligro en que sehallaban Prusia Oriental, Pomerania y Si-lesia, además de Checoslovaquia, Aus-tria y Hungría, Hitler montaba en cóle-ra creyéndose objeto de un engaño; senegaba a aceptar que aquello pudieraser verdad y suponía que se le exage-raban las cifras para que ordenase el re-pliegue de sus ejércitos. Así se negó areforzar aquellos frentes, sacando tropas

de zonas donde no había actividad, co-mo en Curlandia.

Las consecuencias se comenzaron a verel 12 de enero, cuando el mariscal Ko-niev inició la ofensiva soviética en la ca-beza de puente de Baranov. Los alema-nes, combatiendo en una inferioridad ar-tillera de 1 a 5, de 1 a 3 en carros de com-bate, de 1 a 12 en aviones y de 1 a 2 eninfantería, fueron arrollados. Los sovié-ticos entraron en Varsovia el 17 de ene-ro; el 21, penetraron en Silesia; el 26 de

enero, sus cañones alcanzaban Koenigs-berg; el 27, los alemanes eran forzados aevacuar la Alta Silesia; el 11 de febrero,los soldados de Stalin conquistaban Bu-dapest; el 15, cercaban Breslau; el 23 defebrero, tomaban Posen...

El espanto ante las violencias soviéti-cas contra la población civil –aumenta-das por la propaganda y los rumores– yla sensación de culpabilidad por los in-mensos atropellos cometidos por sus tro-pas en la Unión Soviética y en Polonia,originaron un éxodo sin precedentes.Ocho millones de personas se lanzarona las carreteras heladas en busca de sal-vación en el Oeste. Padecieron penali-dades sin cuento, huyendo bajo tem-pestades de nieve y soportando tempe-raturas de hasta 25º bajo cero, sin me-dios de transporte, ni alimentos, ni abri-go. Caminaban aterradas, temiendo losametrallamientos aéreos o ser rebasadaspor las columnas motorizadas soviéticas,que hubieran cortado las comunicacio-nes con el Oeste o, peor, hallarse en elcamino de una división acorazada queles hubiera hecho papilla con las cade-nas de sus blindados, como ocurrió envarias ocasiones. Marchaban con la má-xima celeridad posible, abandonandoa los que se retrasaban o arrollando alos que se encontraban en el camino. Enaquel terrible éxodo se calcula que pe-recieron más de millón y medio de ci-viles alemanes, cuyos cuerpos quedaron

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LAS ARDENAS. HITLER JUEGA A TODO O NADAYALTA, EL DESPIECE DE EUROPA

Los soldados norteamericanos contraatacan en Las Ardenas, gracias al agotamiento del combustible alemán y del dominio del espacio aéreo.

Mariscal Gheorghi K. Zukov, jefe del Grupo deejércitos soviéticos 1er Frente de RusiaBlanca, que apuntaba directamente a Berlín.

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insepultos en las cunetas de los caminoso entre las ruinas de las ciudades don-de creyeron hallar cobijo seguro, comoKoenigsberg, Posen, Glogau, Küstrin,Breslau o Francfort del Oder.

La misma tragedia que se veía en lascarreteras sucedía en los puertos del Bál-tico, donde toda la población ribereña

trataba de ponerse a salvo en los cadavez más escasos buques. Libau, Koe-nigsberg, Piccau, Danzig, Gdynia dieronlugar a escenas dantescas para conse-guir plaza en un barco. Como las per-sonas que llevaban niños tenían priori-dad para alcanzar la tarjeta de refugia-do, se denunciaron centenares de robosde niños. Pudo verse a soldados que

trataban de salir de un puerto con un ni-ño en brazos, asegurando que era su hi-jo; otros intentaban colarse llevando enbrazos un muñeco de trapo. En mediode aquel pandemonium, aún funciona-ban patrullas de las SS, que cazaban alos desertores y los reexpedían hacia elfrente o los colgaban de una farola.

A finales de febrero de 1945, los cin-co ejércitos soviéticos que se habíanpuesto en marcha a mediados del mesanterior habían profundizado entre 400y 500 kilómetros dentro del dispositivoalemán, alcanzando la línea del Oder encasi toda su longitud. Berlín se hallabatan sólo a 80 kilómetros.

En cinco semanas habían desbaratado

por completo 70 divisiones alemanas ydañado gravemente a muchas otras, oca-sionando la muerte a medio millón desoldados, hiriendo a cerca de doscien-tos mil y capturando a un número si-milar. Los ejércitos alemanes del Este ha-bían dejado de existir y la Wehrmachtse disponían a reunir sus restos para for-mar la última barrera ante los soviéticos.

Las esperanzas perdidas“Cuando Hitler se vio perdido quiso,conscientemente, aniquilar al pueblo ale-mán y destruir las bases de su mismaexistencia. Ya no conocía límites mora-les. Para él, su fin significaba el fin detodo”, escribía uno de los ministros delIII Reich, Albert Speer, refiriéndose a laactitud de Hitler en aquellos días, cuan-do todo se derrumbaba.

Speer, que hasta entonces había rea-lizado el milagro de intensificar la pro-ducción armamentística alemana incluso

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Enloquecida ante la amenaza soviética,la población civil trató de escapar portierra y, cuando quedó aislada, por barco

La tragedia del Wilhelm Gustloff

Afinales de enero de 1945, llegó la or-den de evacuación a la base naval de

Gotenhafen, en la bahía de Danzig, dondeaún se adiestraban tripulaciones de subma-rinos. Éstos se hicieron de inmediato a lamar y los cuatro buques que allí había fue-ron cargados con el material y las armas queaquéllos no pudieron recoger, y con todoel personal de la base y los astilleros, y aúnembarcaron unos 12.000 refugiados, algu-nos mediante sobornos, y otros, por todo ti-po de argucias.

Tres de los buques navegaron hacia elOeste bordeando la costa, pero el cuarto, elWilhelm Gustloff, de mayor calado, salió amar abierta. A parte de su carga militar,llevaba unas ocho mil personas a bordo, deellas quizás seis mil refugiados. Partió ha-cia las 18.00 horas del 30 de enero, avan-zando a unos 12 nudos en medio de unamarejada moderada y sufriendo un fuerteviento helado.

Hacia las de las 21.00 horas, a unas25 millas de la costa, el buque registró unasacudida y los pasajeros, por encima del ru-gido del viento y del choque del oleaje con-tra el casco, escucharon una explosión. Enmedio del general miedo y expectación, si-guieron dos nuevos impactos, unidos a sen-das explosiones. Las luces se apagaron.Salones y camarotes vomitaron millares de

personas que, empavorecidas, trataron deganar las cubiertas.

La marinería, barrida por la avalancha fu-riosa de los que trataban de subir a los botes,no pudo dirigir el ordenado embarque ni sudescenso hasta el agua. Algunos volcaron, pre-cipitando a sus ocupantes al helado oleaje;otros se desplomaron, durante el descenso,

reventando al llegar al agua. En torno al cas-co chapotearon los náufragos durante bre-ves minutos antes de ser tragados por el mar.

El buque, herido por tres torpedos, esta-ba escorado, pero las puertas estancas lomantenían a flote y los fogoneros alimenta-ban las calderas permitiendo una navega-ción lenta y el achique del agua. El pasajesuperviviente al pánico inicial se serenó yacomodó a la espera de la ayuda que ya es-taba en camino.

Poco después de las diez de la noche se lesacercaron un remolcador y el torpedero T.36.La llegada del socorro coincidió con la quie-bra de los mamparos: el Gustloff se recostósobre las olas; las cubiertas formaron un án-gulo obtuso con el mar y quienes se encon-traban en ellas se precipitaron a las olas.

En pleno desesperado salvamento, el tor-pedero detectó al submarino soviético quehabía torpedeado al buque, con lo que pro-siguió el salvamento en condiciones difici-lísimas hasta que, ante la presencia de un se-gundo submarino, desistió y se alejó de lazona con 564 rescatados, que sumados a losque salvó el remolcador, un segundo tor-pedero y los que alcanzaron la costa con losbotes, sumaron un millar de personas; el res-to, quizás seis o siete mil, perecieron en latragedia recreada por Günter Grass en sunovela A paso de cangrejo, publicada en 2002.

Una de las refugiadas que logró plaza en elWilhelm Gustloff. Sus esperanzas inicialesse convertirían pronto en tragedia.

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bajo las circunstancias más adversas, co-mo la carencia de materias primas y losestragos causados por los bombardeosaliados, había ya arrojado la toalla. A fi-nales de enero, con ocasión del duodé-cimo aniversario de la subida de Hitleral poder, le entregó la memoria anual deproducción y las previsiones de futuro.El documento comenzaba de forma la-pidaria: “La guerra está perdida”. Fun-damentaba su afirmación en las pérdidasde las materias primas de Silesia, Pome-rania, Alsacia, Lorena y Hungría; en lacrisis industrial desencadenada por lasdestrucciones provocadas por los bom-bardeos aliados en las fábricas y en lasredes de comunicaciones y en la escasezde trabajadores, perdidos los de los te-rritorios ocupados y esquilmados los deAlemania por los reclutamientos.

Hitler le escuchó malhumorado, guar-dó el documento en la caja fuerte quetenía en su habitación del búnquer y dioórdenes de que, en adelante, Speer novolviera a verle en privado.

Sueños y locurasHitler no quería ni oír hablar de derrotay seguía maquinando combinaciones pa-ra cambiar el curso de la guerra. El pro-yecto que acariciaba en febrero era unpoderoso contraataque en Hungría quedevolviera a Alemania los campos pe-trolíferos de Ploesti y alejase a los so-viéticos de Checoslovaquia y Austria, paí-ses donde aún funcionaban grandes fá-bricas de armamentos. Además, cerca deViena, estaban las últimas fuentes de su-ministro petrolífero del III Reich.

Por algunas indicaciones que dio Hi-tler a los gauleiteren austríacos sobrela formación de partidas de voluntarios,adiestrados en la lucha antitanque, se su-pone que acariciaba la idea de formaren toda esa zona y sur de Alemania unaúltima isla de resistencia, a la espera dela ruptura entre los aliados occidentalesy los soviéticos que, según creían los je-rifaltes nazis, estaba a punto de produ-cirse. Allí esperaba contar con mediosmateriales importantes, con una geo-grafía favorable a la defensa y con suspartidarios más fanáticos.

Por eso, Hitler se disponía a jugarse elresto en Europa central. A espaldas desu jefe de Estado Mayor, Heinz Gude-rian, dispuso que el 6º Ejército Acora-zado de las SS, al mando de Sepp Die-trich, se trasladase a Hungría.

Esa formación acorazada había sido lafracasada punta de lanza en la batalla deLas Ardenas. Tras su retirada de aquelfrente, fue reorganizada y rearmada enla zona de Bon, donde recibió el mejormaterial acorazado producido por Ale-mania: tanques Panther y Königstiger ycazacarros Jagdtiger y Hertzer. En total,Sepp Dietrich había reunido unos150.000 hombres, 800 carros y cazaca-rros y 3.200 cañones y morteros.

Guderian planeaba trasladar ese puñode hierro a Pomerania y golpear el aladerecha soviética, cortando sus alarga-das líneas situadas junto al Oder y pa-ralizando su avance. Hitler desoyó losargumentos de Guderian y, sin su co-nocimiento, ordenó que el 6º Ejército setrasladase a Hungría. Era una decisión

en consonancia con su mentalidad: nole interesaba una guerra defensiva que,ineluctablemente, conduciría a la derro-ta; buscaba acciones decisivas, que pro-vocaran un vuelco en la situación y, eneste caso, estaba en juego no sólo ungolpe de efecto contra los soviéticos, si-no la propia supervivencia del III Reich.El memorándum de Speer lo decía cla-ro: “el colapso de los ejércitos alemanesse produciría en seis u ocho semanas,por falta de combustible y municiones”.

Ésa era la perspectiva nazi cuando losTres Grandes se reunieron en Yalta. Evi-dentemente, tal como había ocurrido enLas Ardenas, Sepp Dietrich no pudo cam-biar la situación en Hungría y, tras algu-nos éxitos iniciales, fue rechazado. Peroésta es otra historia. ■

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LAS ARDENAS. HITLER JUEGA A TODO O NADAYALTA, EL DESPIECE DE EUROPA

LITUANIA

LETONIA

SUECIA

HUNGRÍA

POLONIA

URSS

ALEMANIA

Cherniakovski

xxxxxIII G.E. RUSIA

BLANCA

Rokossovski

xxxxxII G.E. RUSIA

BLANCA

Zukov

xxxxxI G.E. RUSIA

BLANCA

Petrov

xxxxxIV G.E.

DE UCRANIA

Koniev

xxxxxI G.E.

DE UCRANIA

Reinhardt

xxxxxG.E. CENTRO

Harpe

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• Breslau

Steinau •

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• Torun

• Konitz

• Koenigsberg

Labiau•

• Grodno

• Memel

• Libau

Danzing•

Wollin•

Koszalin•

Hundimiento del Wilhem Gustloff

30-I-1945

•a

•Wielun

•Radom

Lodz•

Kutno•

•Magnuszev

•Grudziadz

•Lublín

• VARSOVIA

BERLÍN

• CracoviaKatovice

•Francfortdel Oder

OFENSIVA SOVIÉTICA INVIERNO 1945

es sov

ánn

MARBÁLTICO

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El 9 de octubre, por la tarde,aterrizamos en Moscú, dondeMolotov y numerosos altosfuncionarios soviéticos nos

brindaron un efusivo recibimiento contodo el ceremonial correspondiente”,escribe Winston Churchill en sus Me-morias, recordando su viaje a Moscú,en otoño de 1944, que tendría profun-das repercusiones en la política eu-ropea del siguiente medio siglo.

Reconoce el premier británico que hu-bo de realizar un auténtico esfuerzo per-sonal, para realizar esa visita. Aún nohacía un mes en que se habían rendi-do los últimos combatientes del EjércitoNacional Polaco, a los que Stalin negósu auxilio para evitar su victoria e im-poner más fácilmente al Gobierno títe-re polaco que había organizado en Lu-blín. Más aún, paralizó la ofensiva de susejércitos a la espera de que los patriotaspolacos fueran exterminados por los ale-manes y, más ofensivo para Londres yWashington, denegó el permiso paraque los aviones de abastecimiento bri-tánicos y norteamericanos que socorríana los sublevados, pudieran aterrizar y re-postar combustible en la URSS.

La indignación del Gobierno británi-co y de su opinión pública fue extraor-dinaria, pues no en vano se habían im-plicado en la II Guerra Mundial por sos-tener sus acuerdos con Polonia, en Lon-dres existía un Gobierno polaco en elexilio, reconocido por el Reino Unido,y 150.000 polacos combatían codo concodo junto a los británicos.

En el ánimo de Churchill se impuso elinterés político. Los ejércitos soviéticoscontrolaban Rumania y Bulgaria, avan-zaban en los Balcanes y en Hungría;

había que resolver el contencioso pola-co y, tras el repliegue nazi, la situaciónen Grecia era confusa. Por tanto, debíasuperar la indignante traición, pues “só-lo podríamos alcanzar buenas decisionescon la URSS mientras disfrutáramos de lacamaradería que nos proporcionaba elvínculo de tener un enemigo común”.

El repartoHoras después de su llegada a la capi-tal soviética, Churchill y su ministro delForeign Office, Anthony Eden, fueronrecibidos en el Kremlin por Stalin y suministro de Exteriores, Viacheslav Mo-lotov. Para evitar que Polonia fuese unaespina atravesada en la garganta, abor-daron el asunto de inmediato, solici-tando que viajaran a Moscú variosmiembros del Gobierno polaco en elexilio. Eliminado el malestar, abordaronlos múltiples asuntos pendientes. En unclima distendido, Churchill propuso aStalin resolver el problema de influen-cias en los Balcanes y, mientras esbo-zaba su idea, fue escribiendo:Rumania: URSS, 90%. Los demás, 10%Grecia: Gran Bretaña y EE. UU., 90%.URSS, 10%.Yugoslavia: 50-50%.Hungría: 50-50%.Bulgaria: URSS, 75%; los demás, 25%.

22

El encuentro de los Tres Grandes en Yalta tuvo importantes prolegómenos,entre ellos la visita del premier británico a Stalin en otoño de 1944. José Díez-Zubieta narra lo ocurrido: el reparto de influencias en losBalcanes, Grecia y Hungría y el debate sobre las fronteras de Polonia

Churchill en Moscú

AMISTADESPELIGROSAS

JOSÉ DÍEZ-ZUBIETA es historiador y profesorde Relaciones Internacionales.

Winston Churchill, a su llegada a Moscú.

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Stalin leyó la cuartilla y trazó en ellauna gruesa raya aprobatoria. Luego, elbritánico expresó su temor a que el pa-pel pareciera un signo de ligereza, al de-terminar cuestiones que afectaban a mi-llones de personas, por lo que propu-so quemarlo. Pero Stalin se lo entregó:“No. Consérvelo usted”.

Churchill escribe en sus Memorias:“Todo se arregló en menos tiempo delque se tarda en escribirlo”, y hace cons-tar que llevaba muy meditados aquellosporcentajes de influencia que se referían,naturalmente, al tiempo de guerra. A se-senta años de aquellos sucesos, muchosanalistas creen que aquel acuerdo –quecontenía un elevado porcentaje de ci-nismo, constituía una violación a la Car-ta del Atlántico y daba pábulo al impe-rialismo soviético– sirvió para algo: an-te la insurrección comunista en Grecia,Inglaterra envió tropas y Stalin se abs-tuvo de actuar; quizá la independenciade que gozó la Yugoslavia de Tito tu-vo cierto respaldo en aquella cuartilla;en Hungría no sirvió de nada; respectoa Bulgaria y Rumania, de poca utilidadpodía ser, pues estaban ocupadas por laURSS y eran países distantes de las in-fluencias británico-norteamericanas.

La cuestión polacaEn las jornadas siguientes, Stalin y Chur-chill trataron de la marcha de la guerra,del futuro yugoslavo, de la intervenciónsoviética contra Japón, o de lo habla-do en Dumbarton Oaks respecto a la fu-tura organización internacional. Peroesos temas estaban casi al margen delprograma: el gran asunto era Polonia.

Cuando llegaron los representantesdel Gobierno polaco en el exilio, Chur-chill les dejó claro que las fronteras po-laco-soviéticas se fijarían en la LíneaCurzon, la teórica frontera de 1919 en-tre la URSS y Polonia. Había sido tra-zada por el entonces ministro de Exte-riores británico, pero no sirvió de nada,pues la guerra victoriosa de Polonia, en1920, la había empujado unos 150-200kilómetros hacia el Este. A cambio deesa renuncia territorial, los polacos re-cibirían compensaciones en el oeste, acosta de Alemania. El segundo sapo queChurchill les hizo tragar fue el obligadoentendimiento con el Gobierno polaco-comunista de Lublín, pues entre ambosdeberían lograr una Polonia unificada ydemocrática.

No hubo un entendimiento definitivoen cuanto a las fronteras. Stalin impusoque el acuerdo dijera que la Línea Cur-zon, serviría “como base para una fron-tera entre la URSS y Polonia”: en efec-to, fue rectificada, a favor de la URSS.Aunque no se negoció entonces, tam-bién hablaron, de la frontera occidentalde Polonia, conviniendo establecerla

sobre la línea del Oder, pero en Yaltase vería que Churchill hablaba del ríoOder y Stalin del Oder-Neisse, peor pa-ra Alemania y mejor para la la URSS, cu-yos designios sobre Polonia eran claros.

Respecto a la concordia entre ambosGobiernos, no hubo acuerdo, pues Sta-lin lo vinculaba al establecimiento deunas fronteras definitivas. Éstas fueron

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YALTA, EL DESPIECE DE EUROPA

LITUANIA

ALEMANIA

ALEMANIAORIENTAL

POLONIA

HUNGRÍA

HUNGRÍA

RUMANIA

POLONIA

URSS

URSS

PRUSIAORIENTAL

POLONIA, 1938

Gdansk•

Poznan•

Poznan•

Kutno•

Rovno•

Lodz •

•Lublín

•Lublín

•Torun

•Torun

•Breslau

•Minsk

•Baranovici

•Piotrkow

•Cracovia

•Cracovia

•Suwalki

•Suwalki

•Luwicz

Kutno•

Lodz •

•Luwicz

•Lvov

•Lvov

• Brest-Litovsk

• Szczecin

• Brest-Litovsk

• Koenigsberg

• Kaliningrado

• Vilna

• Vilna

VARSOVIA•

•BERLÍN

•BERLÍN

VARSOVIA•

Oder

Elba

Elba

Oder

Neisse

Neisse

Vístula

Vístula

Vístula

Bug

Vístula

Bug

Fronteras

POLONIA, 1945Frontera defendida porChurchill y RooseveltFrontera impuesta por StalinFrontera polaca 1938

0 100

N

Polonia camina hacia Occidente. En el este, retrocedía, en favor de la URSS, hasta la LíneaCurzon, con algunas rectificaciones. En el oeste, ganaba hasta la línea Oder-Neisse, gracias ala obstinación de Stalin, pues Churchill y Roosevelt pretendían situar la frontera en el Oder.

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trazadas, provisionalmente, en Yalta (fe-brero, 1945), se reconocerían en Pots-dam (julio-agosto, 1945) y fueron acep-tadas por la RDA y por la RFA en las dé-cadas siguientes.

El 17 de octubre celebraron la últimareunión, con cena y brindis sin tasa.

Camino de YaltaMientras los ejércitos soviéticos refres-caban y abastecían sus unidades paralanzar su definitiva ofensiva, mientras las

tropas anglonorteamericanas avanzabanpenosamente en un frente de casi mil ki-lómetros, desde Suiza a Bélgica, Fran-klin D. Roosevelt concurría por cuartavez a las elecciones presidenciales. Pe-se a la progresiva enfermedad de su pre-sidente, visiblemente demacrado y per-manentemente reducido a una silla deruedas, los norteamericanos optaron porno “cambiar de tiro en medio del río”y volvieron a darle la victoria el 7 de no-viembre de 1944.

Entre tanto, en noviembre, Churchillvisitaba a De Gaulle, fortaleciendo su de-cisión de instalar a Francia en el grupode los Grandes, de implicarla en el con-trol de Alemania y, por tanto, en la fu-tura defensa de Europa central, asuntoque tanto le inquietaba. Luego, en Na-vidad, visitó Grecia, donde sus tropascolaboraban con los monárquicos, arrin-conando a los comunistas.

Stalin también se movía. En diciembrefirmó un tratado de alianza con Francia,

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Hitos políticos de la victoria

Las relaciones interaliadas durante laII Guerra Mundial fueron trascendenta-

les tanto para su victoria, como para el des-tino de varios países y para las relaciones in-ternacionales del resto del siglo XX,

Ley de Préstamo y arriendo: Autori-zaba al presidente a ceder equipos bélicos siasí interesaba a la propia defensa de EE. UU.De ella se beneficiaron, principalmente,Gran Bretaña a partir de marzo de 1940 yla URSS, tras la invasión alemana, en 1941.

Carta del Atlántico, agosto de 1941. Ela-borada por Roosevelt y Churchill, recono-cía el derecho de los pueblos a elegir su sis-tema de gobierno, impulsaba la libertad decomercio y la cooperación económica y exi-gía la renuncia al empleo de la fuerza en losconflictos internacionales.

Alianza de las Naciones Unidas, 1 deenero de 1942. Churchill fue huésped deRoosevelt durante tres semanas en las Na-vidades de 1941-42. En ese tiempo pusie-ron las bases para la victoria y coordinar losesfuerzos de todos los implicados en la lu-cha contra el Eje. Fue firmado por los 26 pa-íses entonces implicados en la guerra y cons-tituía la primera semilla de la ONU.

Operación Torch. En el verano de 1942,

Roosevelt y Churchill acuerdan el desem-barco aliado en el norte de África. En agos-to, Churchill viaja por vez primera a Moscúpara informar a Stalin del proyecto.

Conferencia de Casablanca, enero de1943. Aunque invitado, Stalin no acudió.Allí, Roosevelt y Churchill acordaron que,terminada la guerra en África, desembar-carían en Sicilia e Italia y que la capitula-ción alemana sería “incondicional”. En Ca-sablanca, ambos reconocieron a De Gaulle ysu Francia Libre, como representación ofi-cial de los asuntos de Francia.

Conferencia de Quebec, agosto de1943. Se reúnen Roosevelt, Churchill y el

primer ministro canadiense MackenzieKing. Allí se acuerda la apertura del segundofrente, Francia, con importante aportaciónde tropas canadienses.

Conferencia de El Cairo, noviembre de1943. Se reúnen Churchill, Roosevelt yChiang Kai-shek. Camino de Teherán, pro-metieron más ayuda a su aliado chino paraque sostuviera su guerra contra Japón. Chi-na recuperaría sus territorios históricos.

Cumbre de Teherán, noviembre-di-ciembre de 1943. Primera reunión de losTres Grandes. Allí comenzaron las excelen-tes relaciones de Roosevelt y Stalin, en de-trimento de Churchill. Se habló de la fun-dación de la ONU, del aplastamiento deAlemania y del juicio de los criminalesde guerra, del desembarco en Francia, de laposesión soviética del territorio polaco ocu-pado en 1939, de acuerdo con Hitler.

Dumbarton Oaks, agosto-octubre de1944. Representación a nivel ministerial deEE. UU., Reino Unido, URSS y China, pa-ra debatir la organización y funcionamien-to de la seguridad colectiva tras la guerra.Pusieron las bases de la Carta de las Nacio-nes Unidas: Consejo de Seguridad, ConsejoEconómico y Social y Tribunal de Justicia.

EE UU

REINOUNIDO

ALEMANIA

URSS

MALTA

FRANCIA

Gibraltar•

Londres•

Londres - La Valettaaprox. 6.000 km

La Valetta - Sakiaprox. 2.500 km

Moscú - Sakiaprox. 1.800 km

Saki - Yalta200 km

Washington - La Valettaaprox. 10.000 km

Berlín•

Moscú•

•París

• Washington• Roma

Nueva York•

Saki •• Yalta

EL CAMINO A YALTA

“Un nuevo mapa o la faz de la tierra”.Caricatura española del acuerdo de fronterase influencias por parte de los aliados.

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aunque no dejó de considerarle un alia-do menor, y el 5 de enero, desprecian-do las peticiones de Roosevelt y Chur-chill, reconocía a los comunistas de Lu-blín como Gobierno Provisional polaco.

Y la diplomacia de todos ellos iba or-ganizando la nueva reunión de los TresGrandes, que sólo se habían juntado unavez, en Teherán, en el otoño de 1943.Realmente, la segunda cumbre de losTres Grandes hubiera debido celebrarsetras los éxitos aliados del verano de1944, pero Roosevelt alegó que no po-dría abandonar Estados Unidos en épo-ca electoral, de modo que condicionó elviaje a la toma de posesión presidencialdel 20 de enero, fuera quién fuese elcandidato elegido.

La elección del lugar planteó nume-rosos chalaneos. En Washington hubie-ran deseado que fuera cerca de EstadosUnidos, a unos días de viaje en barco,dada la precaria salud de Roosevelt y desu asesor Harry Hopkins y de la pre-vención que los viajes aéreos causabanen el presidente. Groenlandia o Islandia

hubieran sido bien vistas, pues no seríandestinos muy lejanos ni para Churchillni para Stalin, pero éste se negó en re-dondo, alegando que la dirección de laguerra le impedía tal desplazamiento.

Por ello se buscó un lugar más pró-ximo a la URSS y se tanteó una cita enMalta, pero el soviético quería jugar encasa y contraofertó Crimea como puntode cita. Roosevelt, encandilado por elUncle Joe –como denominaba a Iosif Sta-lin– accedió, provocando la indignaciónde Churchill: “Si nos hubiéramos pasa-do diez años buscando, no habríamospodido encontrar en todo el mundo unsitio peor que Yalta. Sólo es bueno pa-ra pillar el tifus y caer victimas de pio-jos mortíferos que medran por doquier”.

Negros presagiosEl premier cedió y, a cambio, obtuvo unencuentro en Malta con Roosevelt, queacudió a esa cita un tanto forzado, puesni quería desatar los recelos de Stalin nisoportar a Churchill, respecto al que cadadía tenía más prejuicios, considerándoleun colonialista impenitente.

El encuentro se produjo en La Vale-ta, a bordo del crucero norteamericanoQuincy. La impresión de Churchill fuemuy pesimista, pues “Roosevelt y Hop-kins parecían más moribundos quehombres dispuestos a negociar dura-mente con un interlocutor en plena for-ma como Stalin. La poliomielitis sempi-terna del presidente estaba a punto deconsumar su victoria, así como el cán-cer que padecía Hopkins”.

El presidente y el premier almorzaronjuntos y, tras la siesta, trataron sobreasuntos militares: el cruce del Rin, Gre-cia, Italia, el Pacífico, la guerra subma-rina y el frente del Este, asunto que preo-cupaba sobremanera a Churchill. Por esoaconsejó que los ejércitos aliados avan-zaran rápidamente en Austria para que“los soviéticos no ocuparan más de lonecesario en el oeste de Europa”.

En sus Memorias, Churchill omite ladura respuesta de Roosevelt, sintomáti-ca de la deriva de su pensamiento en suúltima época: “Al menos, estoy conven-cido de una cosa. Stalin no es un impe-

rialista (...), Winston, usted tiene en lasangre cuatrocientos años de conquis-tas. No puede admitir la posibilidad deque una nación no se apodere de un te-rritorio si tiene la posibilidad de hacer-lo. Pero se está abriendo un nuevoperíodo de la historia del mundo y us-ted debe adaptarse a él (...). No puedoadmitir que estemos combatiendo la es-clavitud fascista y que, al mismo tiem-po, rehusemos liberar a todos los pue-blos que viven bajo una denominacióncolonial. La paz no deberá tolerar elmantenimiento de despotismo alguno...”.

Churchill supo que iba a hallarse muysolo en Yalta, pues Roosevelt ni cono-cía a Stalin ni percibía su juego y deque, a cambio de sacar adelante las Na-ciones Unidas, estaba dispuesto a ce-der en todo.

Poco después, los aviones comenzarona salir hacia Crimea, transportando losseis centenares de personas que compo-nían ambas delegaciones. 2.200 kilóme-tros les separaban del aeropuerto de Sa-ki, que estaba cubierto de una espesa ca-pa de nieve. ■

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CHURCHILL EN MOSCÚ, AMISTADES PELIGROSASYALTA, EL DESPIECE DE EUROPA

Los brindis de Stalin

Anthony Eden, el ministro británi-co del Foreign Office, le conside-

raba un negociador invencible: “Era ine-xorable y sabía donde iba. Jamás pro-nunciaba una palabra inútil, nunca seenfadaba, apenas se irritaba. Impasible,tranquilo, siempre a media voz, evitabalos eternos niet de Molotov, que tantoexasperaban. Métodos más sutiles le per-mitían alcanzar lo que deseaba sin darpruebas de obstinación” (Anthony Eden,Memorias).

Evidentemente, un negociador tan te-mible como éste no podía estar perma-nentemente borracho en sus almuerzos ycenas de trabajo, siempre rematadas conincontables brindis. Al respecto, JesúsHernández cuenta: “Uno de los colabo-radores de Roosevelt, muy atento a lo quesucedía en la mesa, descubrió el truco deStalin para mantenerse sobrio pese a losinacabables brindis. El líder soviético,tras servirse un vaso de vodka, bebió lamitad y a partir de ahí fue llenando di-simuladamente el vaso con agua.

La afición de Stalin al alcohol teníalugar en el ámbito privado. En una oca-sión, un colaborador suyo, al entrar ensu despacho, en donde había estado tra-bajando toda la noche, recogió un to-tal de ¡siete botellas de vodka comple-tamente vacías!” (Las Cien mejores anéc-dotas de la Segunda Guerra Mundial).

Roosevelt ni conocía a Stalin, ni advertíasu juego y cedería en todo a cambio de suapoyo en la fundación de la ONU

Stalin consumía mucho alcohol enprivado. Mientras negociaba, sólo fingíaque bebía.

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Mientras las delegacionesde Estados Unidos y GranBretaña llegaban al aero-puerto de Saki, cerca de

Eupatoria, a 200 kilómetros de Yalta, enel mar, buques de ambos países vigila-ban todas las posibles contingencias ydos cruceros –el británico Franconia yel norteamericano Cacoctin– forzaron lateórica neutralidad de Turquía y fon-dearon en el Mar Negro, para servir co-mo enlaces de comunicaciones.

Se necesitaron seis horas para recorrerel penoso camino desde Eupatoria has-ta Yalta, entre bruscos cambios de tem-peratura, que pasaban de la nieve a unsol tórrido. Acompañaba a Roosevelt suhija Ana, que le llamó la atención so-bre los soldados que cubrían la carreraa lo largo de todo el camino: “¡Mira, pa-pá, muchos son mujeres...!”.

Stalin se había esforzado en prepararlo mejor posible el escenario. El Palaciode Livadia, en donde se habría de ce-lebrar la mayor parte de las reunionesde los Tres Grandes, había sido resi-dencia de verano de los zares, luego ca-sa de reposo para tuberculosos y, final-mente, cuartel general de la ocupación

nazi. Cuando los alemanes se retiraron,se lo llevaron todo y lo que no pudie-ron rapiñar, lo destruyeron. Tan sóloquedaron dos cuadros, que sirvieron pa-ra decorar la habitación de Roosevelt.

Los soviéticos realizaron casi una ma-ravilla. Transportaron desde Moscú has-ta el menor detalle en 1.500 vagones deferrocarril, que tardaron cinco días en rea-lizar el viaje. El personal de servicio, queno había sido advertido de antemano,

creyó que se trataba de una deportaciónmasiva a Siberia. Se transplantaron, in-cluso, árboles para mejorar el paisaje de-solado por la guerra y bastó que el ma-riscal del Aire británico, Charles Portal,exclamase: “¡Oh, yo creí que estos es-tanques estarían llenos de peces ro-jos...!”, para que, al día siguiente, estu-vieran allí los peces.

Este aparente confort engañó a losRoosevelt: en la habitación presidencialno faltaba detalle, lo mismo que en lasdel general George Marshall y del al-mirante Ernest King, alojados en laalcoba imperial y en el boudoir de la za-rina. Peor se alojaban sus subalternos:16 coroneles durmieron en un salón. Enel Palacio Vorontsov, Churchill consi-guió una cama grande, a su gusto, pe-ro lo más florido del ejército y del Fo-reign Office se distribuyó a razón decuatro a cinco personas por habitacióny algunos hubieron de desplazarse has-ta viejos y lejanos sanatorios. Tan sóloexistía un cuarto de baño por cada vein-te albergados y, para remediar las ne-cesidades básicas, se llevaron palanga-nas y orinales del Franconia.

El mariscal Iosif Stalin se albergó, es-tratégicamente, en la villa Koreiz, en elpaso obligado entre las residencias deestadounidenses y británicos. Cualquiercomunicación entre ambas delegacio-

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PABLO J. DE IRAZAZÁBAL, periodista, profesorde Relaciones Internacionales, es autor deLos ocho espíritus de la Cumbre.

Hace sesenta años, se celebró la segunda cumbre de los Tres Grandes.Pablo J. de Irazazábal narra el ambiente y los resultados de aquellaconferencia en la que, bajo estricto control soviético, se decidió el futurode Europa, del Lejano Oriente y de las relaciones internacionales

Stalin lleva la batuta

REBATIÑA

Churchill y Roosevelt, recibidos por ladelegación soviética, presidida por Molotov,izquierda, en el aeropuerto de Saki.

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EL DESPIECE DE EUROPA

EN YALTA

La imagen de Yalta. Sentados, los Tres Grandes: Churchill, Roosevelt y Stalin; en pie, los jefes de sus diplomacias: Eden, Stettinuis y Molotov.

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nes aliadas sería detectada por sus ob-servadores. Stalin llegó a Yalta el do-mingo, 4 de febrero de 1945, un díadespués que los angloamericanos, ydesde el comienzo puso en práctica suestrategia: visitó a Roosevelt a las 4 dela tarde, pero no vio a Churchill hastauna hora después, cuando las delega-ciones tomaron asiento en torno a laenorme mesa redonda del salón de bai-le del Palacio de Livadia para dar co-mienzo a la primera sesión plenaria.

“En Yalta –según Raymond Cartier– rei-nó semejante caos, o mayor, que en Te-herán: los Grandes trabajaban sin ordendel día, aportando en cada momento loque buenamente se les ocurría”. En cam-bio, según John T. Flynn: “El orden deldía (4 de febrero) constaba de tres asun-tos: 1. Adopción del plan de DumbartonOaks, para la organización de las Na-ciones Unidas. 2. Condiciones para obli-gar a Alemania a rendirse. 3. Trato re-servado a Polonia y demás naciones li-beradas” (El mito de Roosevelt).

Al terminar la Conferencia de Yalta, seredactó un comunicado, pero no se di-vulgaron los detalles de su desarrollo.Diez años después, el 17 de marzo de1955, el diario The New York Times pu-blicó una extensísima edición especial,titulada “Los papeles de Yalta”. Se tra-taba de la transcripción de las notas deCharles –Chip– Bohlen, consejero pre-sidencial y una de las mejores cabezasdel Departamento de Estado durante másde un cuarto de siglo. Hasta el momen-

to no se ha conocido otra referencia deYalta y, por tanto, hay que acudir a ellacomo fuente única. Véanse las síntesisde las transcripciones de algunas reu-niones, comenzando por la preliminar.

Roosevelt, indiscretoEntrevista Roosevelt-Stalin, Palacio de Li-vadia, 4 de febrero de 1945, 16.00 ho-ras. Presentes (además de los dos Gran-des): Charles Bohlen (EE. UU.), Molotovy Pavlov (intérpretes) (URSS). Califica-ción: top secret.

Ambos estadistas examinaron distin-tos aspectos de cómo marchaban lasoperaciones militares y Roosevelt dijoque, durante el viaje, había realizadoapuestas, asegurando que los nortea-mericanos conquistarían Manila antesque los soviéticos llegaran a Berlín. Sta-lin estuvo de acuerdo en esto. Acerta-ron: los estadounidenses reconquistaronManila el 24 de febrero y los soviéticostomaron Berlín el 1 de mayo.

Roosevelt, a la vista de las destruc-ciones observadas en Crimea, afirmóque se sentía mucho más sanguinariocontra los alemanes que un año antesy esperaba que Stalin repitiese su brin-dis sobre la ejecución de 50.000 oficia-les nazis. Stalin también le dio la razón.Aseguró que todos se sentían muchomás vengativos y que las crueldades deCrimea no eran nada comparadas conlas que los nazis habían perpetrado enotras partes de Ucrania. Por eso se ex-tendieron en las represalias que habríande tomar contra el III Reich.

Refiriéndose al general De Gaulle, Sta-lin manifestó que no le parecía una per-sona demasiado complicada, aunque es-taba fuera de la realidad, pues los fran-ceses apenas habían participado en laguerra y De Gaulle pretendía los mismos

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Franklin Delano RooseveltNueva York, 1882-Warm Springs, 1945Senador demócrata por el Estado de NuevaYork desde 1910, fue nombrado secretariode la Marina (1913-1921), a la que refor-mó. En 1921 enfermó de poliomielitis.Sucedió a Hoover en la presidencia deEE. UU. en 1933, cuando el país pasabapor la crisis económica más grave de suhistoria tras el crac de 1929. Contra todaslas tradiciones, logró un tercer mandato en1940, en el que acentuó su ayuda a lasdemocracias europeas que luchaban contrael nazismo y el fascismo en Euopa. Tras elataque japonés a Pearl Harbour en 1941,

entró en guerra.Logró ser reele-gido para uncuarto mandatoen 1944, ya quelos norteameri-canos prefirieronno cambiar delíder en mediode la contienda.Murió el 12 deabril de 1945,en vísperas de lavictoria.

Sir Winston ChurchillOxfordshire, 1874-Londres, 1965Corresponsal de guerra en India, Sudán yTransvaal, entró en política en 1900,siendo elegido diputado por el PartidoConservador. Se inclicó después haciaposturas liberales y fue sucesivamenteministro de Comercio, Interior y Marina,hasta que en 1915 dimitió tras el fracasode la expedición de Gallípoli. Preocupadopor la amenaza comunista, regresó haciaposturas políticas más conservadoras. En1939 volvió a ser Lord del Almirantazgo ycuando Chamberlain dimitió, en 1940, elrey le pidió que liderara un gabinete de

unión nacional.Tras perder laselecciones enjulio de 1945,regresó al poderen 1951, hastaque lo abando-nó, al cumplirlos 80 años, de-jando al partidoen manos deAnthony Eden.

Iosif StalinTiflis, 1879-Moscú, 1953En 1900 era ya un revolucionario profe-sional; en 1905 conoció a Lenin y en1913 ya se había ganado el sobrenombrede Stalin (acero). En 1922 fue elegidosecretario general del Partido Comunista.En su testamento político, Lenin pedíaque se apartara a Stalin por ser demasia-do brutal, pero el texto no llegó alXIII Congreso del Partido. De 1924 a1929 eliminó a las principales figurasque pudieran hacerle sombra y en losaños treinta mandó a millones de oposito-res, supuestos o reales, al gulag siberia-

no. La invasiónalemana en1941 le pillópor sorpresa,pues no creíaen los informesque le llegabanen ese sentido,pero la guerraacrecentó final-mente su presti-gio popular, quemantuvo hastasu muerte.

LOS TRES GRANDES

Stalin separó a Churchill y Roosevelt, alque entregó la presidencia de la Cumbre,lo que le daría el control de los acuerdos

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derechos que norteamericanos, soviéti-cos o británicos. Roosevelt contó sus ex-periencias con el general francés y, en-tre ellas, que, dos años antes, se habíacomparado a sí mismo con Juana de Ar-co, como jefe espiritual de Francia y conClemenceau, como jefe político.

A propósito del tema, Roosevelt entróen el terreno de las confidencias res-pecto a Churchill: “Os quiero contar al-go indiscreto, de lo cual no quiero ha-blar delante del primer ministro...”, quepretendía incrementar artificialmente elpoderío de Francia para que pudieramantener 20.000 hombres en su fron-tera oriental. “El inglés –concluyó Roo-sevelt– es un pueblo muy especial: quie-re tener su pastel y comer de otro...”.

Por eso, ambos examinaron breve-mente si Francia debería tener, o no, unazona de ocupación en la Alemania de-rrotada. “El presidente dijo que, despuésde todo, no le parecía mal, pero que esose haría simplemente a título de favor”.Stalin estuvo de acuerdo: “Ésa sería laúnica razón para conceder a Francia unazona de ocupación”.

El asombro de ChurchillYa eran las 17.00 horas, momento fijadopara la sesión de apertura de la Confe-rencia, y los dos estadistas pasaron al sa-lón donde se celebró la primera sesiónplenaria Allí se les unió Churchill. LosTres Grandes fueron asistidos por susministros de Exteriores, Edward Stetti-nius, Vyacheslav Molotov, Anthony Edeny 22 especialistas más, militares y diplo-máticos en buena parte. Entre estos últi-mos, se hallaba Andrei Gromyko, la úni-ca personalidad de primer rango que semantuvo activo en la URSS más de trein-ta años, en diversos cometidos diplo-máticos y como ministro de Exteriores.

El presidente norteamericano, al queel habilísimo Stalin propuso como pre-sidente de la Conferencia, pronunció unbreve discurso inicial en el que, entreotras razones de buena voluntad, dijo:“Nos hemos convertido en ciudadanosdel mundo, miembros de la comunidadhumana. Hemos aprendido esta sencillaverdad tan bien expresada por Emerson:‘El único medio de tener un amigo escomportarse como un amigo’”. Stalin de-bía estarse partiendo de risa ante el idea-lismo del presidente norteamericano,que durante muchos momentos de laConferencia pareció ausente.

Los debates de aquella primera reu-nión plenaria comenzaron por la situa-ción militar, examinando lo ocurrido entodos los frentes. Cada una de las par-tes hizo la exposición de sus respectivasposibilidades y de cómo podía mante-nerlas o incrementarlas en las fechas in-mediatas. Si acaso, es de destacar un ro-ce más entre Stalin y Churchill, cuandoéste quiso averiguar cuál era la realidaddel ataque soviético para compensar loque realizaban los angloamericanos enel oeste, de acuerdo con la simultanei-dad que se había previsto en Teherán.Stalin respondió que él no se conside-raba ligado a ningún compromiso na-cido en Teherán respecto a las fechas delas operaciones militares; inmediata-mente terció Roosevelt para darle la ra-zón, pues en Teherán se había dicho:“Tan pronto como fuera posible...”.

La sumisión de Roosevelt a su anfitriónse puso de manifiesto hasta en los máspequeños detalles. Churchill le miróasombrado varias veces, como cuandoagradeció a Stalin “la hospitalidad conque se les había recibido y las extraor-dinarias comodidades que les habíanproporcionado”, o cuando, con voz tré-mula, afirmó: “Al saber que los ejércitosrojos habían penetrado 25 kilómetros enterritorio alemán, era difícil precisar quié-nes se habían emocionado más, si elpueblo de la Unión Soviética o los deEstados Unidos y Gran Bretaña...”.

Todavía se habría de celebrar otra reu-nión más en aquel 4 de febrero: una ce-na tripartita en el propio Palacio de Li-vadia, a 20.30 horas. Los Tres Grandes,estuvieron acompañados por sus minis-tros de Exteriores, tres miembros de lasdelegaciones de Estados Unidos y laURSS y dos de la del Reino Unido.

El derecho de los pequeñosEn un ambiente de buen humor –con-seguido por primera vez en Crimea–, sur-gió la cuestión de las pequeñas poten-cias en la posguerra. El asunto estaba re-lacionado con la Conferencia de Dum-barton Oaks –un edificio situado enGeorgetown, Washington, a la que ha-bían asistido representantes de EstadosUnidos, URSS, Gran Bretaña, Francia yChina–, donde se había tratado sobre laestructura de la Organización de Nacio-nes Unidas, ya perfilada por el presidenteRoosevelt, y se esbozó la personalidaddel Consejo de Seguridad y la especialcalificación que habría de tener el votode los Grandes, es decir, de los allí pre-sentes, frente al de los demás países.

En la cena se volvió sobre el tema. Laposición de los soviéticos demostró queellos, más que nadie, deseaban la claradiferenciación futura entre los grandesy los pequeños. Stalin dijo que “sería ri-dículo que Albania tuviera un voto deigual importancia al de las tres potenciasque habían ganado la guerra”.

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STALIN LLEVA LA BATUTA, REBATIÑA EN YALTAEL DESPIECE DE EUROPA

Churchill saluda a Stalin a su llegada al palacio de Livadia para participar en la primera reuniónde los Tres Grandes en Yalta; antes, ya se habían entrevistado el dictador soviético y Roosevelt.

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Fue casi imposible hablar un lengua-je común, porque los angloamericanos–aun admitiendo que las naciones pe-queñas no deberían imponer su crite-rio a las grandes– pretendían que Sta-lin comprendiese el valor de la demo-cracia, empeño realmente vano ante elmayor de los dictadores del siglo.

Ahí chocaron, una vez más, Churchill

y Stalin. El premier, para recordar losderechos de los pequeños pueblos, co-mentó: “El águila permite cantar a laspequeñas avecillas y no se preocupapor lo que éstas cantan”. El mariscal so-viético se rio a carcajadas y, cuandoChurchill explicó que, de los presentes,él era el único que respondía a la vo-luntad del pueblo, pues unas eleccio-

nes convocadas con carácter extraor-dinario podían terminar con su man-dato, Stalin bromeó: “¡Parece que temeusted esas elecciones!”.

A lo que replicó Churchill: “¡Y estoyorgulloso de temerlas! ¡Estoy orgullosodel derecho del pueblo británico a cam-biar de Gobierno cuando le parezcaoportuno!”.

La sobremesa concluyó en un am-biente tenso.

Abundante alcoholEl siguente encuentro tuvo lugar duran-te un almuerzo celebrado en el PalacioYusupowsky, al día siguiente, 5 de fe-brero. Asistieron los tres ministros deAsuntos Exteriores, acompañados portres miembros de la delegación nortea-mericana, tres por la británica y cincopor la soviética. Siempre bajo el califi-cativo de top secret, la reunión, carac-terizada por los numerosos brindis, tra-tó del nombre de la Conferencia y, acontinuación, sólo se habló sobre Ale-mania: del trato que debía dispensárse-le y de cuestiones económicas.

Los brindis fueron 45 y por los moti-vos más diversos: por la llegada de las

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CRIMEA

Feodosia

Ruta de los Tres Grandes,de Saki a Yalta

Aeródromode Malta,2.500 kmaprox.

Moscú,1.800 km

aprox.

AeródromoYalta

Simferopol

Sebastopol

SakiYevpatoria

DzhankoiMAR DE

AZOV

MARNEGRO

Roosevelt, entre cándido y moribundo

Antes de Yalta, Franklin D. Rooseveltle decía a su amigo y diplomático Wi-

lliam Bullitt, que trataba de alertarle so-bre la peligrosidad de Stalin: “Bill, no dis-cuto sus afirmaciones: son exactas. Tam-poco la lógica de su razonamiento. Sin em-bargo, me da la impresión de que Stalin noes una persona de ese tipo. Harry –se re-fiere a Hopkins, su asesor personal– diceque no lo es y que sólo quie-re la seguridad de su país.Creo que si le doy cuantopuedo darle y no le pido na-da a cambio, noblesse obligue,no intentará anexionarse na-da y aceptará trabajar con-migo por un universo de de-mocracia y de paz”.

Roosevelt fue objeto de to-das las atenciones del líder so-viético, pero no logró ni unasola concesión, ni cuando –co-mo ocurrió respecto a las fron-teras polacas– estaba en abier-ta oposición a su amigo Iosif.

La sensibilidad ante los halagos y su debili-dad para oponerse a los designios de Stalinse explican en parte por su enfermedad ter-minal.

Lord Moran, el médico personal de Chur-chill, que le visitó durante su estancia enYalta, dejó estas apreciaciones:

3 de febrero: “El presidente, delgado yavejentado, parecía agotado. Llevaba un chal

sobre los hombres y miraba al frente con laboca abierta, como si no comprendiera loque ocurría”.

4. “Llama la atención no sólo su dismi-nución física. Durante la discusión perma-neció sentado, con la boca abierta, intervi-niendo en contadas ocasiones. Antes, cuan-do no estaba al corriente de los hechos, suhabilidad ocultaba la falta de información.

Pero esa habilidad ha desapa-recido y nada queda de ella”.

7. “A ojos de un médico, elpresidente es un hombre muyenfermo. Presenta todos lossíntomas de un avanzado en-durecimiento de las arteriasdel cerebro; apenas le doyunos meses de vida”.

La enfermedad era tan cla-ra y estaba tan avanzada queFenia, la camarera rusa que leatendió en Yalta, comentaríaa su regreso a Moscú: “¡Quéhombre tan amable y educa-do! ¡Y qué enfermo, el pobre!”

“Se adaptanperfectamente a

nuestra bandera”,dice Roosevelt

(sátira alemanaanónima).

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tropas norteamericanas a Manila, por lasalud de los presentes y de distintas per-sonalidades ausentes, por el éxito de laConferencia, por los soldados comba-tientes, por el futuro de la Humanidad...

La Conferencia fue bautizada oficial-mente, a petición de Molotov, comoConferencia de Crimea, aunque la pos-teridad la ha llamado siempre Confe-rencia de Yalta y los técnicos de clavey otros especialistas de la comunicaciónmilitar le dieron el nombre de Opera-ción Argonauta.

Se habló de la división de Alemania,pero los reunidos se mostraron, extra-ñamente, de acuerdo en que no estabanen condiciones de discutir el tema y loremitieron a ulterior estudio. Algo pare-cido sucedió con las cuestiones econó-micas, pero aquí los soviéticos estuvie-ron más precisos: plantearon importan-tes compensaciones, no sólo a costa delos bienes de los alemanes, sino tambiéndemandando créditos a EE. UU. Stetti-nius remitió la cuestión a un examenmás detenido y menos etílico.

Comunicado y acuerdosHasta el día 11 de febrero, fecha de laclausura, se celebraron siete plenariasmás y otras tantas reuniones de minis-tros de Asuntos Exteriores, dos cenas yun almuerzo de trabajo. Al término delas reuniones, los Tres Grandes hicieronpúblico un comunicado que abarca lospuntos siguientes:

1. La derrota de Alemania: desarme ydesmilitarización.

2. La ocupación, división en zonas yel control de Alemania.

3. Reparaciones de guerra alemanas.4. Conferencia de las Naciones Uni-

das.5. Declaración sobre la Europa libe-

rada.6. Polonia.7. Yugoslavia.8. Reuniones posteriores de los mi-

nistros de Asuntos Exteriores.9. Unidad, tanto en la guerra como en

la paz.Y, al pie de todo ello, las firmas de

Winston Churchill, Franklin D. Roosevelty Iosif Stalin.

Hasta el 12 de marzo de 1957, doceaños después de la Conferencia, el De-partamento de Estado norteamericanono entregó a la prensa el protocolocompleto, con 14 apartados, que fueacordado y mantenido en secreto porlos Tres Grandes, sin que se sepan lasrazones.

Lo más destacado de aquellos acuer-dos es la consumación del reparto deAlemania, las fuertes reparaciones quese le habían de exigir, la introduccióndel concepto “criminales de guerra”, laconvocatoria de la Conferencia de SanFrancisco –la que había de ser madrede la Organización de Naciones Uni-das– para el 25 de abril de 1945. Los 14apartados que, realmente, constituye-ron la Conferencia de Yalta, fueron fir-mados por los ministros de Asuntos Ex-teriores.

Hay un acuerdo más, a propósito de

Japón: en los tres meses siguientes a lacapitulación de Alemania, la URSS de-clarará la guerra a Japón en estas con-diciones:

a) Se mantendrá el estatus de Mon-golia Exterior.

b) Se restablecerán los derechos de laURSS violados por la “perfidia” de Japónen 1904. Estos derechos son:

– La devolución a la URSS de la partemeridional de las islas Sajalin y vecinas.

– Internacionalización del puerto deDairen, garantía de las prioridades de laURSS y establecimiento del puerto dePort Arthur como base naval de la URSS.

– Explotación en común del ferroca-rril del sur de Manchuria, respetando lasprioridades de la URSS y la soberaníachina sobre Manchuria.

c) Se devolverán a la URSS las islasKuriles.

Este acuerdo fue firmado por los TresGrandes.

El coste de los honoresEl reparto estaba previsto. El máximo be-neficiado sería Stalin, y ello se ve en lasimple lectura de los textos. Sin embar-go, los norteamericanos –o, al menos elpresidente– partieron de Yalta como sihubieran conseguido una gran victoria.Elliot Roosevelt, que no estuvo en Cri-mea, pero escribió a través de los rela-tos de Hopkins, se permitió este co-mentario: “... la unidad de Churchill, Sta-lin y Roosevelt fue más firme y más tan-gible en Yalta que en Teherán. Y resul-tó evidente que el papel de mi padre,más aún que en conferencias anteriores,fue el de dirigente. No fue cosa del azarque él estuviera sentado en medio de losotros dos cuando se tomaron las foto-grafías...”. Elliot no hace alusión algu-na a la cortesía de los otros dos Gran-des, en consideración a la situación deenfermo terminal en que se encontra-ba el presidente norteamericano.

Aquella presidencia tributada a Roo-sevelt le costó al mundo la presencia for-talecida de la URSS en el este de Euro-pa y todas las reivindicaciones deseadasen Asia, a cambio de una declaración deguerra al Japón que no pasó de meraformalidad.

Una herencia muy pesadaA sesenta años vista, la Conferencia deYalta presenta más sombras que luces.Con agenda previa o sin ella, queda claro

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STALIN LLEVA LA BATUTA, REBATIÑA EN YALTAEL DESPIECE DE EUROPA

Bajo la presidencia de un preagónico Roosevelt y la sutil dirección de Stalin, en Yalta, sedecidirían a grandes rasgos numerosos asuntos que tomarían cuerpo en la posguerra.

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que fueron tres los temas que se trata-ron con mayor intensidad.

En cabeza figuraba, naturalmente, Ale-mania. Las exigencias de Stalin para re-sarcirse de los daños ocasionados por elIII Reich y las garantías solicitadas paraque no se repitiese algo semejante en elfuturo fueron tales que se optó por lacómoda solución de quienes temen darun paso en falso: no hacer nada.

La idea general de los reunidos que-dó fijada en el único consenso de lossiete días gastados en el análisis de lasituación: una paz que durase, al me-nos cincuenta años. Un tiempo que nose había conseguido tras la derrota

francesa en Sedán, en 1870, ni en la tur-bia diplomacia del Tratado de Versalles,en 1919.

Pero, en cuanto quisieron profundizaren la cuestión, Roosevelt manejó el ar-gumento de que deseaba retirar –engran parte– sus tropas de Europa y, an-te ello, no ocultó su temor, reclaman-do soldados franceses, no tanto para ga-rantizar la seguridad de Alemania, cuan-to para poder guardar de lejos las es-paldas de las Islas Británicas.

De modo que, amparándose en la fal-ta de estudios “completos, políticos, et-nográficos, industriales...”, se acordó ladivisión del país en zonas de ocupación,

pero dejándolo todo en el aire, lo quepermitió la presencia omnímoda de laURSS en todo cuanto llevase el apelli-do alemán, el enredo de las relacionesinternacionales hasta los años setenta yla realidad histórica que se consumaríaen la caída del Muro en noviembre de1989, no precisamente por el apoyo delos Grandes en Crimea.

Mal principio para la ONUOtro tanto ocurriría con la preocupa-ción generada por la creación de unaOrganización Internacional en la reu-nión previa de Dumbarton Oaks. LaSanta Alianza no había sido capaz deasegurar lo que se creó en 1815, en elCongreso de Viena; la Sociedad de Na-ciones fue un esperpento a la hora deponer fin a la atmósfera de la posgue-rra de 1919, y las Naciones Unidas só-lo conservaron el nombre que les ha-bía regalado Roosevelt, en homenajea su muerte antes de que se celebrasela Conferencia de San Francisco. Todopor culpa de la importancia que se qui-so dar a los cinco miembros perma-nentes del Consejo de Seguridad, aúnno concebido en Yalta..

Desde 1945 hemos asistido a un len-to derrumbe de las Naciones Unidas pordistintas causas: primero, por la bipo-laridad Estados Unidos-URSS; segundo,por el paso inevitable y rápido al mul-ticentrismo y luego al ensayo de orga-nizaciones regionales (OTAN, Pacto deVarsovia, OEA, Unión Europea...);

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A L E M A N I A

CHECOSLOVAQUIA

POLONIA

AUSTRIA

ZONABRITÁNICA

SECTORBRITÁNICO

ZONAFRANCESA

SECTORFRANCÉS

ZONANORTEAMERICANA

SECTORNORTEAMERICANO

ZONASOVIÉTICA

SECTORSOVIÉTICO

EL REPARTO DE ALEMANIA

•Hamburgo

Munich•

•Hannover

•Stuttgart

•Francfort

BERLÍN

BERLÍNMAR DELNORTE

Churchill se cuida

En conjunto, Churchill estuvo en buenaforma durante la Conferencia de Yalta.

La fiebre que había sufrido en Malta no serepitió y su principal problema era que ledolían los ojos. “El primer ministro pareceestar bien –escribe Cadogan–, aunque bebecantidades ingentes de champán caucásicoque acabarían con la salud de cualquier hom-bre corriente”.

Si Churchill disfrutó en Crimea no estáclaro.... Cuando, al final subió a bordo deltrasatlántico británico en el puerto de Se-bastopol, dejó pasmado al capitán porque“quiso que le desparasitasen su ropa”.

Las sesiones de la Conferencia habitual-mente empezaban entre las cuatro y las cin-co de la tarde. Proseguían durante cuatro

o incluso cinco horas, con un breve descan-so, durante el cual Churchill se manteníacon whisky y sopa de pollo. Había una ce-na hacia las nueve y media, tres de las cua-les fueron banquetes formales tripartitosofrecidos por cada uno de los líderes que,con la pauta usual de abundantes brindis,duraron hasta pasada la medianoche....

Las cuatro noches en que no hubo cena ofi-cial, Churchill lo hizo en petit comité en su vi-lla de Vorontzov, con su hija Sarah, AnthonyEden y un complemento variable de gene-rales, almirantes y secretarios. Estas reunio-nes tranquilas no terminaban temprano. Co-mo consecuencia de ello, se levantaba mástarde de lo usual y existía el problema de ha-cer encajar el trabajo matinal en la cama, su

copioso almuerzo y su sueño obligatorio deprimera hora de la tarde antes de las cuatro.

Sarah Oliver informó de que se solucionóabandonando el desayuno y el almuerzo, ins-tituyendo un opíparo brunch en el dormito-rio a las 11.30, y Churchill se quedaba en lacama hasta primera hora de la tarde. Este ré-gimen parecía irle bien y se dijo que “lo to-lera muy bien (...) esta conferencia no pare-ce tan dura como alguna de las anteriores”.

A Churchill los viajes, casi con indepen-dencia del destino, y las conferencias al másalto nivel, casi con independencia del con-tenido o las consecuencias, le resultaban másreconstituyentes que agotadores.

Roy Jenkins,

Churchill

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tercero, por el aumento del número demiembros, que muy pronto hicieron ol-vidar a Washington su idea de la paxamericana, cuando la ONU eran 52miembros y el poder nuclear se con-vertía en garantía indefinida.

Parece casi una burla que, desde 1945,no se haya modificado más que en dospuntos: el aumento de miembros no per-manentes del Consejo de Seguridad y elaumento de miembros del ECOSOC (elConsejo Económico y Social).

Polonia, víctima de todos“Se habló de Polonia –ha escrito Chur-chill– nada menos que en siete de lasocho reuniones plenarias que se cele-braron en la Conferencia de Yalta y losdocumentos británicos contienen un in-tercambio sobre este tema de casi 18.000palabras entre Stalin, Roosevelt y yo.Con la colaboración de nuestros minis-tros de Asuntos Exteriores y sus subor-dinados, que también celebraron un de-bate tenso y minucioso en las reunionesque mantuvieron entre sí, al final pre-sentamos una declaración que constituíatanto una promesa al mundo como unacuerdo entre nosotros acerca de nues-tras futuras acciones. La triste historia noha concluido aún, y hasta hoy no se co-noce del todo la verdad”.

Y eso ocurrió pese a que en este ca-so los debates fueron tan minuciosos co-mo tensos: cómo formar un gobiernoprovisional único, terminando los go-biernos polacos, de Lublín y de Londres.Cómo y cuándo celebrar elecciones li-bres. Cómo establecer las fronteras po-lacas en el Este y en el Oeste y cómo sal-vaguardar las zonas de retaguardia y lasvías de comunicación de los ejércitos so-viéticos que avanzaban.

Una de las más duras controversias deYalta fue la fijación de las fronteras oc-cidentales de Polonia, pretendiendo laURSS que se situara en el curso delOder-Neisse; mientras los occidentalesdeseaban que se fijara en el Oder, “pa-ra no cebar a la oca polaca con tantopienso alemán que termine por cogeruna indigestión”, en frase de Churchill.

En defensa de los postulados soviéti-cos, Molotov argumentó que se tratabade las antiguas fronteras polacas conPrusia Oriental. Roosevelt preguntó:

–¿Cuánto tiempo hace que esas tierrasfueron polacas?

–Hace varios siglos, replicó Molotov.

–Ese principio pudiera llevar a que losingleses pidieran la devolución de lo quehoy son los Estados Unidos.

Churchill apoyó la argumentación deRoosevelt, exponiendo que ese corri-miento fronterizo acarrearía la expulsiónde ocho millones de alemanes.

Stalin rechazó esa objeción, asegu-rando que eso ya había ocurrido y quesi “para Inglaterra, el asunto polaco esuna cuestión de honor; para la UniónSoviética también lo es, además de untema prioritario de seguridad”. Pese ala oposición anglonorteamericana, Sta-lin logró la frontera en el Oder-Neis-se, porque sus ejércitos ocupaban yaesa tierra.

Por muchas horas y palabras que de-dicasen en Yalta a sus asuntos, Poloniasólo debe a aquella Conferencia el bru-tal corrimiento de fronteras, la terribletragedia de la población civil, la crimi-nal purga del Gobierno exilado en Lon-dres y medio siglo de comunismo.

Regalo en OrienteAcuerdo inadvertido debería llamarse alque se filtró, casi de manera misterio-sa, para garantizar las posiciones de laURSS en Extremo Oriente. Los analistasque hablan de Yalta no suelen destacarla extraordinaria tajada que consiguió laURSS introduciendo el tema de Japón.

La declaración soviética de guerra con-tra Japón el 8 de agosto, dos días antesde que Tokio pretendiera negociar larendición, estaba dentro de lo fijado en

Yalta, pero es muy probable que no sehubiera producido de no haber media-do el lanzamiento de la primera bom-ba atómica, el 6 de agosto.

Esa precipitada declaración de guerraproporcionó a Moscú todos los derechospara las reivindicaciones que aún man-tiene Rusia en el Imperio del Sol Na-ciente, se llamen islas Kuriles o Sajalin.Hasta pueden producir sorpresa las de-mandas sobre problemas derivados dela guerra de 1904-1905, de la que aho-ra se cumple un siglo.

La URSS conseguía en Yalta la mássustanciosa victoria de la Conferenciaque selló el acuerdo de reparto y de lasinfluencias mundiales. ■

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STALIN LLEVA LA BATUTA, REBATIÑA EN YALTAEL DESPIECE DE EUROPA

Mientras en Yalta se discutía, las tropas soviéticas tomaban las decisiones definitivas, poniendoen fuga a la población civil alemana que habitaba al este de la línea Oder-Neisse.

CHURCHILL, W., Memorias, Madrid, La Esferade los Libros, 2002.

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