PALAVRASDA VIDA ETERNA TU TENS PALAVRAS DA VIDA ETERNA. SIMÃO PEDRO - JOÃO, 6: 68.
¿Y que es la vida eterna?
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10 O d i s e a C r i s t i a n a | N ú m e r o 3 7 Comunión Internacional de la Gracia
¿Y qué es la vida eterna? uando se escucha hablar de vida eterna,
inmediatamente nuestros procesos menta-
les nos llevan al concepto de Dios, porque
todos sabemos que Dios es eterno. Quizá por
nuestra naturaleza temporal no somos capaces de
imaginarnos el vivir eternamente sin que nos vengan
a nuestra mente las imágenes del ciclo de la vida
(nacer-crecer-reproducirse-morir), vida física, tem-
poral, finita.
Sin embargo, Dios nos comparte su naturaleza espiri-
tual en un paquete que incluye la vida eterna, que tal
vez para muchos no tenga sentido vivir para siempre
soportando las malas influencias, los dolores y el dete-
rioro de nuestro cuerpo. Tal vez esto también nos impi-
da buscar a Dios, aún después de que Él nos ha llevado
a su Hijo Jesucristo. Pero Dios nos ama de tal manera
como Él sólo puede amar (eternamente) y nos ha lle-
nado de eternidad; invitándonos a vivir una vida santa
para que, cuando nuestro cuerpo se deteriore por com-
pleto, Él nos regale otro pero de naturaleza gloriosa, así
como se lo dio a nuestro Señor Jesús.
Veámoslo desde el principio: nuestro origen no es físi-
co, sino espiritual y eterno: Alabado sea Dios, Padre de
nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en las
regiones celestiales con toda bendición espiritual en
Cristo. Dios nos escogió en él antes de la creación del
mundo, para que seamos santos y sin mancha delante
de él. En amor nos predestinó para ser adoptados como
hijos suyos por medio de Jesucristo, según el buen
propósito de su voluntad, para alabanza de su gloriosa
gracia, que nos concedió en su Amado. (Efesios 1:3-
5).
Ser santos y sin mancha delante de Él es para siem-
pre, porque estar delante de Dios, verlo cara a cara (1
Juan 3:2-3; Apocalipsis 22:4), no es para un rato
sino por la eternidad, ya que Él es eterno.
Y, ¿Cómo es que se nos ha dado la vida eterna?
Las Sagradas Escrituras dicen en Juan 6:40 y Juan
6:44 que hemos sido llevados por el Padre al Hijo, y el
Hijo nos hace una promesa de seguridad y verdad al
enunciar que seremos resucitados en el día final; para
eso Jesús ya ha sido resucitado con un cuerpo glorioso;
y tal como Él es, así seremos nosotros, sus hermanos.
Al ser resucitados por el poder que resucitó a Jesús y
que el apóstol Pablo anhela que conozcamos, la muerte
ya no tiene poder sobre nosotros, porque será el último
enemigo que caiga a los pies de Jesús.
El poder que tiene Jesús y la autoridad que le ha sido
conferida hace posible que simples mortales, pero con
orígenes eternos, puedan gozar de esa vida que com-
parten el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
El mismo Jesús, nuestro hermano, Salvador, Reden-
tor, Señor y Dios nos quiere en Él, que seamos uno con
Él, así como Él es uno con el Padre y el Espíritu (Juan
17:22-23)
Entonces, ¿Qué es la vida eterna?
En palabras de Jesús, la vida eterna es: “que te co-
nozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo a
quien tú has enviado” (Juan 17:3)
Ahora veamos este nuevo cuestionamiento: ¿Cómo
llegamos a conocer a Jesús?
Conocemos a una persona cuando pasamos mucho de
nuestro tiempo con ella, de tal manera que llega el día
en que sabemos lo que le agrada o disgusta, sabemos
cómo reacciona ante las manifestaciones de la vida,
adivinamos sus pensamientos y nos identificamos to-
talmente con ella.
Así como el Padre conoce al Hijo y al Espíritu; así co-
mo el Hijo conoce al Padre y al Espíritu; de tal manera
quiere Jesús que lo conozcamos y nos conozcamos para
poder gozar de la eternidad de Dios, traducida en rego-
cijo y amor desbordante; que hace que las cosas del
mundo nos parezcan insignificantes.
Dios nos ha abierto la mente y el corazón a sus ver-
dades, así que no desechemos esta gracia tan enorme
y eterna que se nos ha dado porque así ha sido su vo-
luntad.
Aceptemos la invitación a conocer más a Dios pasan-
do mucho tiempo con Él en soledad, en silencio, en
oración, en estudio de su palabra, en ayuno; pero
además, pasemos tiempo llevando su presencia ante
quienes aún no lo conocen para que el gozo sea cum-
plido allá en cielo cuando los pecadores se arrepienten;
así como haciendo el bien, tal como Jesús lo hizo cuan-
do vivió su vida física. Regalemos de nuestra vida
(tiempo), a quienes lo necesitan. Habrá que anunciar
que fuimos destinados desde la eternidad para ser san-
tos y sin mancha delante de Dios, por y para la eterni-
dad.
En esta temporada cuando recordamos a los niños, a
la madre y al padre, no nos olvidemos que pertenece-
mos también a una familia de dimensiones eternas la
cual quiere que pasemos muchas horas en comunión
familiar, llámese hogar, iglesia o comunidad.
Anhelemos pasar la vida eterna en una comunión di-
námica y viva, que no tiene fin.
¿No le emociona esto? No desechemos la voz de Jesús
que pide: “Padre, quiero que los que me has dado es-
tén conmigo donde yo estoy. Que vean mi gloria, la
gloria que me has dado porque me amaste desde antes
de la creación del mundo” (Juan 17:24).
C
R E F L E X I O N E S Por Rubén Ramírez Monteclaro