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Voces de mar, canciones del fuego Antología literaria de alumnos de 1º y 2º de ESO

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Voces de mar,

canciones del fuego

Antología literaria de alumnos de 1º y 2º de ESO

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Índice

Parte I: Voces de Mar………. 9

A la música y a la pintura……10

Al alma de los paisajes………33

A los mares fantásticos……...44

Parte II: Canciones del fuego….73

Cánticos contra la indiferencia...74

Canciones comprometidas……89

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“Sea cualquiera el camino que nos lleva a ello, vivir es

preferir”.

Julián Marías, Tratado de lo mejor

“Era una persona que ya no creía sino en lo que toca-

ba, hecha excepción de la libertad, que creyó en ella

muchos años pero no pudo tocarla nunca”.

Leopoldo Alas “Clarín”, La Regenta

“Eres tú, corazón, triste o dichoso,

ya del dolor y del placer el árbitro,

quien seca el mar y hace habitar el polo. “

Rosalía de Castro, En las orillas del Sar

A los alumnos de El Valle y a todas las personas que luchan.

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Queridos alumnos:

No existe un libro igual a este que ahora dialoga con nosotros. Para mí

tiene todo el respeto de una gran obra de arte porque os lo habéis

inventado vosotros, como si la clase fuera el mar, la Edad Media, el ser

invisible que nos habla en la encimera o el futuro ideal de una canción

solitaria. Un precioso conjunto de cuentos y poemas en los que unís

de forma mágica el paisaje exterior, vuestro mundo interno y “la fingi-

da realidad del sueño”, es decir, vuestra verdad desconocida. Es una

creación vuestra. Una breve antología de los textos-portavoces que

representan lo que habéis inventado en dos años de escritura y con-

versación en clase de Lengua.

Admiro que todo lo habéis escrito con el corazón. Por eso os han sali-

do textos tan parecidos a vosotros mismos y tan diferentes a los clási-

cos. Pocos ejemplos tan buenos de una literatura natural, tan sincera

como la que en vuestras creaciones habita. Porque vuestro libro nos

demuestra que la verdad que se siente, se piensa y se sueña puede

hacerse, en palabras, más real todavía.

Sus páginas me recuerdan lo que una vez se debatió en una clase:

“¿Cuál es el poema que más os ha gustado de todos los que hemos

leído en estos dos años?” Entonces unos nombraron a Gloria Fuertes,

otros a Miguel Hernández y a Espronceda. Hasta que una alumna nos

convenció a todos: el poema más bonito que hemos leído era ese en el

que cada uno de la clase escribió unos versos sobre Filipinas y luego

juntamos lo mejor de todos en un único poema colectivo. Confieso

que a mí me ocurre lo mismo. Que me gusta mucho más la literatura

actual y sincera que leéis vosotros que algunas de las obras maestras

conocidas. Ya sabéis, la mejor literatura para mí es la que remueve, la

que transforma y la que no solo nos hace sentir, sino que nos moviliza.

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Si además aporta buenas ideas al mundo y demuestra que la palabra

puede ayudarnos, para mí, esa literatura es un arte absoluto.

Pero lo que aquí contáis, nos parece no solo arte, sino algo que podría

entrar en una categoría nueva de “arte secreto” llamado así por varias

razones. Primera, porque muchas veces no sabíamos lo que iba a des-

velarnos el papel antes de ponernos a escribir. Segunda, porque la

mayoría de estos textos se leyeron en clase, pero otros muchos se

escribieron como privados y se quedaron en un cuaderno, o fueron

otros, cuentos y versos de aquellos que guardábamos ocultamente en

la caja de la mesa del profesor destinada a los escritores anónimos. Y

cada vez que se abría la caja se escuchaba el mensaje impactante de

estos autores, que transmitían una verdad a la clase, un sentimiento

útil a los demás generosamente entregado sin nombre alguno. Aquí, en

esta breve antología, se resume todo aquello que unos pocos vivieron

y escucharon.

Vuestro libro se gana también el apelativo “arte secreto” porque lo

escriben personas sin fama que nos convencen de que todos tenemos

palabras hermosas para cantar a la vida. Por eso Gabriel Celaya, Blas

de Otero, José Hierro, y otros poetas que creyeron en la literatura del

pueblo, estarían orgullosos de leer vuestro trabajo, surgido de vuestra

pequeña clase-pueblo. Y la razón más importante. Lo nombramos

“arte secreto” porque después de que leyerais cada texto se producía

un debate que generaba nuevos pensamientos. Porque algunas palabras

se escucharon con emoción palpitante y otras se perdieron en el aire

de la clase y cobraron forma en vuestros ojos. Arte en definitiva se-

creto, porque lo original, lo revolucionario y lo inolvidable de lo artís-

tico es la propia experiencia que vivimos. El arte es la experiencia.

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Hemos preparado con mucha ilusión este merecido libro. Perdonad

que pongamos en su introducción nuestras opiniones de personas ma-

yores. Vosotros sois los literatos juveniles que habéis hablado de todo

lo que os gustaría poder leer, de lo que no entendíais y de lo que os

parecía importante. Habéis hablado de vosotros y de los demás, pero

siempre con vuestro propio acento. Así que espero que esta antología

viaje por muchas manos y dé oportunidad a otros de aprender de lo

que habéis escrito, como yo he aprendido.

Los cuentos y las poesías se ordenan en capítulos dedicados a los te-

mas que más nos han preocupado: literatura sobre paisajes, sobre

música y pintura, literatura fantástica, textos que expresan sentimien-

tos y, por último, renglones que hablan de problemas sociales.

Creo que la literatura puede y debe ser útil para uno mismo y para

nuestra sociedad. Por eso la libertad ha sido uno de los temas que más

hemos analizado en las clases de Literatura. Vivimos una búsqueda de

la “Libertad bajo palabra” como diría Octavio Paz. Y, por la utilidad

que tiene, os agradezco mucho este libro y recomiendo que muchos lo

lean. Solo quiero expresar un ardiente deseo: que la libertad de lo que

habéis escrito viva con vosotros, se acreciente en vuestro mundo y se

refleje, como aquí, en vuestra alegre mirada.

Pablo José Velado Pulido,

colegio “El Valle”

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Parte I

Voces de mar

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A la música y a la pintura

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Barrio lunar, habitación de viento, Daniel

Martín Vidal

Prólogo

Entro por la puerta de atrás. Creo que les he despistado.

-Todo ha sido muy rápido-pienso.

¡Pero empecemos desde el principio!

Cinco horas mas tarde…

Capítulo 1

Me llamo Daniel. Tengo trece años. Me acabo de mudar a un barrio

muy moderno lejos del centro de Madrid llamado Las Tablas.

Es una soleada tarde de Verano. Dentro de un mes empezaré las clases

en un nuevo colegio, situado en un nuevo barrio con gente nueva y to-

talmente desconocida.

Mis padres se han ido de vacaciones a Valencia, Oliva. No volverán has-

ta dentro de tres días.

Intento buscar una manera de matar el tiempo, pero a medida que pasa

el tiempo me voy sintiendo más exhausto y aburrido. Decido salir a la

calle.

Hace un calor sofocante. Siento que la acera se cierne sobre mi. Deci-

do tomarme un helado. Me sienta genial. Es de cereza y chocolate.

Y de repente pasó. A lo lejos, en las mesas de la esquina junto a los

baños están Alex y su pandilla. Tienen mala fama por eso de romper

cristales y tirarles piedras a los gatos.

Me ven y se levantan. El otro día estaban pegando a un niño y me metí

por medio. Me metieron una patada y me dijeron que si me volvían a

ver aprendería lo que es el dolor.

Así que me levanto y me adentro corriendo en los oscuros callejones

de Las Tablas.

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Capítulo 2

Cojo un autobús sin preguntar hacia donde se dirige. ¡Menos mal que

siempre llevo cinco euros para las emergencias! Miro por el cristal y

compruebo si me siguen, pero veo que no.

Le pregunto a la anciana que hay a mi lado a donde se dirige el vehícu-

lo, y me responde:

-Va directo al centro de Madrid hijo, cerca del museo de Thyssen.

Le doy las gracias y pienso en una alternativa para volver. Quizá coja un

taxi, pero con cincuenta céntimos difícil.

El autobús frena en seco. Ese lamento indica mi parada.

Bajó de un salto y contemplo el centro. Nunca había estado en un lugar

parecido. A lo lejos diviso el museo, que emerge de la nada.

De repente, el corazón me da un vuelco. Bajándose de un taxi no están

ni más ni menos que Alex y dos chicos más. Su aspecto alto y robusto

resulta amenazante.

Entonces, una palabra se me viene a la mente.

Thyssen.

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Capítulo 3

Me dirijo hacia el gran edificio cuando compruebo que me ven y corren

hacia mí.

Entro por la puerta de atrás. Creo que les he despistado.

-Todo ha sido muy rápido-pienso.

Me encuentro en una sala oscura y polvorienta. Palpo la pared en busca

del interruptor. De repente todo se ilumina y descubro que me en-

cuentro en la sala de los productos de limpieza.

Diviso una puerta y me dirijo hacia ella abriéndome paso a través de

todos estos botes y utensilios.

La abro y veo un paisaje admirable. Columnas y paredes llenas de cua-

dros de personas, objetos, paisajes y animales. Pero hay uno que me

llama la atención.

Debajo suya hay una pequeña placa de metal en la que pone: nubes de

verano.

Capítulo 4

Me quedo absorto en el paisaje. Tantas tonalidades, tantos colores que

no había visto en toda mi vida.

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De repente noto como las olas van subiendo y bajando ferozmente y

como las nubes lentamente se desplazan sin rumbo fijo.

Noto hasta la sal del mar y el calor sofocante del grandioso Sol. Todo

parece precioso cuando de repente diviso un gran resplandor a lo lejos

seguido de un gran estrépito.

El cuadro es tan real que hasta me parece sentir el azotado viento y las

olas revolviéndose y lamentándose.

No me gustaría estar en medio de esta tormenta sacudiéndose sin fin.

Pero al fin y al cabo es solo un cuadro. Esto no es como en cierta peli

que por la noche las figuras y cuadros de un museo cobran vida, pero

me lo parece.

De repente oigo un gran portazo que me indica que ya es por la maña-

na. ¿Tan rápido ha pasado la noche?

Me parece que me he recreado mucho con ese cuadro.

Cuando llegue a mi casa me imprimiré una copia y me lo pegaré en mi

habitación. No será lo mismo pero…

Epílogo

Ya han pasado dos meses desde mi noche en el Thyssen.

He empezado el colegio. Alex y yo hablamos del problema y lo solucio-

namos. ¡Resulta que ahora se ha vuelto un íntimo amigo! El nuevo cole-

gio no está mal. Pero sin duda lo que más me gusta de Madrid es un

museo en el centro en cuyo interior se encuentra un cuadro…

FIN

Daniel Martín Vidal, 1º ESO B

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Poesía al cuadro “Surtidor en Madison Square”

Bajo la Luna y todas sus estrellas,

Con vestidos preciosos los de ellas,

Contemplando el esplendor de la fuente,

Y a su alrededor toda esa gente.

Enamorados quedaban al verla,

Por su belleza al igual que el de una perla,

Y rodeada de naturaleza,

Un perro se asoma entre la maleza.

Todos esos niños ríen y cantan,

Mientras las gotas les saltan,

Querida Fuente de la sabiduría,

Eres grande yo a ti te diría.

Andrea Rico de Miguel, 1º ESOA

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Poesía sobre “Sueño causado por el vuelo de

una abeja alrededor de una granada un se-

gundo antes del despertar” (Salvador Dalí)

Qué sueño más extraño.

me acaba de suceder

pensaba que era una abeja

en un mundo al revés.

Mordí una granada sin querer

y de ella salió un pez

de su boca dos tigres salieron a la vez

todo ocurrió en un atardecer.

De ese pez volador

con su boca de terror

dos tigres de muy mal humor

a Gala atacaron sin temor.

En el fondo un elefante

muy pero que muy extravagante

blanco como la luna y muy grande

con sus patas de araña, ande que ande

se va el elefante.

Sergio de la Cal Guijarro, 1º ESO A

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Malditos carteles de “no tocar”, Victoria

Martín Quiles

Raúl, Marta y Sonia se reúnen en la puerta del museo.

-Esta noche es la alineación ¿no?

- sí, ¿Raúl sabes el plan?

-puede…

- Cállate. Raúl primero nos metemos en el museo, después en los ba-

ños y nos escondemos, luego nos vamos a la sala 33 que tiene la venta-

na, vemos la alineación de los planetas y por último, nos volvemos a

esconder en los baños.

- Cuidado con los guardias. Di-

ce Sonia a Raúl

Los chicos van según el plan,

pagan las entradas, entran en el

museo, ven unos pocos cua-

dros, y se esconden en los ba-

ños. Pasa una hora, dos horas,

tres, cuatro. Son las 10:00 y el

museo cerró hace una hora.

Los chicos salen de los baños y

se dirigen a la sala 33.

-Id despacio que no se os oiga.

De repente Raúl hace crujir la madera bajo sus pies. Sonia se desespe-

ra cada vez más con este chico.

-Vamos ya estamos cerca de la sala 33.

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Cuando llegan, un gran espectáculo les esperaba. Abrieron la ventana y

se sentaron a contemplar la alineación de los planetas. De repente

Raúl observa un cuadro de unas bailarinas basculando. Le parecen pre-

ciosas y al lado un cartel de NO TOCAR.

-Malditos carteles de no tocar, pues sabéis qué, lo voy a tocar. Raúl

acerca el brazo y de repente dos brazos salen del cuadro y lo introdu-

cen dentro.

Marta y Sonia se quedan contemplando a su amigo dentro del cuadro

con unas bailarinas. Sonia, al no creérselo, se arrima peligrosamente y

como al anterior dos brazos salen del cuadro y la arrastran al interior.

Marta escucha unos pasos, presa del pánico se lanza hacia el cuadro

donde están atrapados sus compañeros.

Ante ellos, un gran telón, un escenario y unas bailarinas practicando, al

fondo, Raúl sentado en una silla con Sonia. Marta va corriendo hacia

ellos y descubre que en realidad son otras personas, pero no sus ami-

gos. Decide investigar y descubre que sus camaradas se han ido han

pasado a otro cuadro. Recuerda que al lado de este cuadro había otro

de una sombrerería. Las bailarinas muy amables le indican el camino.

Cuando llega a la sombrerería ve a sus amigos discutiendo por un

sombrero, que si es más bonito, que no, es más feo… Los coge de la

mano y casi se los lleva arrastras. Sin darse cuenta se introducen en

otro cuadro en el que hay una chica sencilla, pelirroja, delgada, les ob-

serva con sus ojos turquesas y después con su voz afinada les cuenta:

-Si queréis salir de aquí, un enigma habéis de resolver, pero tres inten-

tos tenéis pues, sino aquí os quedareis.

- Pregunta. Responde Raúl insolente. -Un árbol con 12 ramas, cada

rama con 4 nidos, cada nido 7 pájaros, cada pájaro con su apellido

¿Qué podrá ser?

ic

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- Un árbol. Responde inconsciente Raúl, sin verlo venir se llevó 2 tor-

tas .

- Cállate la pregunta está clara es un nido con pájaros. Menciona Marta.

- Incorrecto solo os queda un intento.

La tensión se notaba en el aire, sin verlo venir Sonia respondió “El

año”.

-Correcto. De repente apreció un agujero en el que aparecía el mu-

seo. Los niños sin pensárselo dos veces saltaron al interior del portal,

tele transportándose al museo. Cuando llegaron todavía era de noche

y la alineación ya había pasado, con lo que volvieron a los baños y

nunca más volvieron a hablar de este tema.

Victoria Martín Quiles, 1ºESO B

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Una noche en el Thyssen, Celia Martín Vidal

Siempre había querido ir al Museo Thyssen – Bornemisza, pero nunca

habíamos tenido la oportunidad.

Mis compañeros iban todos los fines de semana, y al día siguiente no

hablaban de otra cosa más que esa.

Siempre les suplicaba a mis padres, pero su respuesta era siempre la

misma: no, no y no. Hasta hoy, que supongo que su respuesta habrá

sido un sí.

Ahora mismo nos encontramos en la fila esperando a que abran las

puertas hacia la felicidad (al menos para mí); la fila es enorme y hay

gente de todas las edades. El problema es que faltan aun tres inmensos

e insoportables minutos, y yo ya no puedo aguantar más, necesito en-

trar… hasta que… ¡la fila se empieza a mover! Y, sin pensar ni un se-

gundo empiezo a correr pensando que mis padres me seguirían, pero

cuando me gire ellos no estaban, en un segundo me había perdido. Los

busqué por todos los rincones del museo, por todas las salas, pero

nada, ya no sabía qué hacer, me entraron las ganas de llorar, pero tenía

que ser fuerte , tenía que aguantar, hasta que todo cambió, me hallaba

sobre un bonito y húmedo césped donde podía sentir la brisa fresca

del aire, donde podía divisar a lo lejos a un corro de personas tumba-

das a la sombra, donde unos niños jugaban y se reían plácidamente sin

preocupación, y donde unas bonitas y algodonosas ovejas comían la

fresca hierba que se expandía en torno a todo el paisaje. De repente

un impulso me hizo adentrarme en el bonito y verdoso bosque que

había a lo lejos; pero, y si mis padres me estaban buscando, y si me

perdía entre las ramas de ese frondoso bosque, pero sin darme cuenta

ya estaba en él. Parecía que estaba viviendo uno de mis sueños, los

pájaros piando, los animales correteando, y yo disfrutando de todo

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cuanto podía ver; pero en un abrir y cerrar de ojos me encuentro en

frente de un volcán, le sale humo, habrá estado en erupción (me digo a

mí misma), pero detrás del siniestro volcán una gruesa capa de color

naranja se extiende a través del cielo, está anocheciendo, me siento

sola y tengo frío, todo esta oscuro, estoy al borde de la desesperación

cuando me giro y veo que emerge de la nada un castillo blanco, es el

palacio de Caserta, es mi salvación, pero está muy lejos y yo estoy

hecha polvo, quizás sea la hora de volver, vuelvo a pasar por el bos-

que, pero parece que ha cambiado de imagen, ahora es siniestro y son

ahora los búhos los que retumban en mis oídos, sigo sin tener fuerzas

para correr, pero lo tengo que intentar, y de repente vuelve todo a su

ser, me encuentro en la una de las salas del museo, todo está en silen-

cio, es de noche y el museo ya ha cerrado, no se que ha pasado, estoy

ensimismada y mareada cuando se me aclaran todas las ideas, enfrente

mía hay un cuadro, igualito al de mi imaginación pero… será una sim-

ple coincidencia, caigo en que estoy atrapada, pero ya que no he podi-

do aprovechar mi visita decido ir investigando planta por planta, sala

por sala, cuadro por cuadro, hasta que me harto de ver tantos rostros

de animales, personas o paisajes que me contemplan sin cesar; diviso

una puerta a lo lejos, y aunque esta visita al Thissen haya sido un poco

extraña la recordaré así por siempre.

Celia Martín Vidal, 1º ESO A

POES- ÍA

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Poesía de Bucintoro

Bucintoro, cuadro de oro,

Tu cielo azul ciega mis ojos.

Barco de sueño,

góndolas y gondoleros,

palacios de mis anhelos,

mar tranquilo y sereno.

Venecia, tierra bella,

Bucintoro, barco de toros,

Góndola, marca su rumbo sola.

Multitud pintada, Multitud pintada,

en una parte del cuadro olvidada, en una parte del cuadro olvidada,

multitud sin rasgos,multitud sin rasgos,

que admiran la bella Venecia desde abajo.que admiran la bella Venecia desde abajo.

Alejandra Bertolá León, 1ºCAlejandra Bertolá León, 1ºC

23

Capri

Que bellos parajes italianos,

que bellos hombres con helados,

que bellos montes empinados,

y qué belleza vemos sentados!

Esto es Capri en su esplendor,

con comida y olor embriagador;

esto es Capri sin turistas,

sin sus paparruchas y revistas.

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Madre mía qué maravilloso templo,

y qué casas tan antiguas y de pueblo,

tanto que parece sacado de un cuento,

Allí florecen las flores fácilmente,

y hay mucha gente sobre balcones,

el tiempo no atacará próximamente,

y los niños seguirán usando balones.

Las señoritas van vestidas de morado,

como la bella luna y su rayo plateado,

y los hombres y niños de blanco van,

como tanta felicidad pueden dar.

Este cuadro muestra mucho arte,

como tanta ilusión puede darte.

Jorge Bachiller Cordero,

1º ESO A

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La Boda Campesina

¡Hoy es un día importante!

se vive un gran momento

la novia esta radiante

y el novio está muy contento

Suena una alegre música

y hasta los pájaros trinan

todo el pueblo está invitado

es la “boda campesina”

Se baila, se come y se bebe

esta es una gran fiesta

todo el mundo participa

la gente está muy dispuesta.

El día se va acabando

los novios están felices

esperan llegar a casa

y empezar a comer perdices.

Alba Segovia García, 1º ESO A

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El caballero del cuadro, Marta Croche Trigo

El recién nombrado caballero se prepara para enfrentarse a su peor

enemigo, es consciente del riesgo que corre, su enemigo posee una

gran destreza en el manejo de la espada. Hasta los animales pueden

sentir la tensión en el aire. Saben que el joven caballero está asustado.

Sí, está asustado, teme por su vida, pero no puede huir como un cobar-

de y esconderse para siempre. No, debe recordar el lema de los caba-

lleros “Malo mori quam foedari”. “Prefiero morir que mancharme”. Su

mano sujeta con fuerza la empuñadura de su espada. Ahora, a punto de

desenvainarla recuerda todo lo que le ha pasado hasta ahora y el por-

qué está allí.

Todo empezó un día como cualquier otro. Jaime volvía de su clase de

esgrima, todo parecía tranquilo, pero cuando abrió la puerta de su ca-

sa… estaba enfrente de un castillo medieval, vestido con ropa de la

época. Miró hacia atrás, pero la puerta ya no estaba allí. Se dió cuenta

de que acababa de ser transportado al pasado, a la edad Media. De re-

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pente vio unos bandidos robando joyas en el castillo. Como por instin-

to echó a correr para detenerlos. ¿Por qué tenía que ser siempre tan

impulsivo? Cogió lo primero que vio, una sartén, y empezó a aporrear-

les con ella hasta que soltaron todo y salieron corriendo como cone-

jos. De pronto notó una presencia a sus espaldas, pensó que sería otro

bandido y se dio la vuelta rápidamente dispuesto para darle un sartena-

zo. Pero al darse la vuelta y fijarse en sus atuendos se percató de que

debía de ser alguien importante. Éste era un noble, el dueño del casti-

llo, el conde Ramiro, que al ver-

le enfrentarse a ellos sólo con

una sartén apreció su valor y le

ofreció entrenar para ser un

caballero.

Él pensó que aquellos bandidos

eran simples ladrones, unos

rateros que robaban joyas para venderlas y hacerse ricos. Pensó que no

le generarían ningún problema más. Pero estaba muy equivocado.

Aquellos bandidos estaban a las órdenes de alguien mucho más podero-

so y malvado.

Jaime asumió que por ahora no tenía ninguna forma de volver al siglo

XXI, así que aceptó la propuesta del noble pensando en que debía em-

pezar una vida en la época en la que se encontraba.

Desde entonces se alojó en una academia para caballeros, con los de-

más aprendices. Entrenaba todos los días desde el alba, con su mentor,

Augusto, un gran caballero hábil en el manejo de cualquier arma. Pron-

to empezó a demostrar grandes habilidades en el manejo de la espada,

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y mejoró con rapidez su forma física, además de aprender rápidamente

algunos trucos de combate.

Varios meses después se encontraba muy orgulloso de su mejoría, su

rapidez y su imprevisibilidad.

Un día los mentores reunieron a los aprendices y les contaron que

pronto se celebrarían unas justas en las que podrían participar diez de

ellos, y el que ganara sería nombrado caballero. El

corazón le dio un vuelco, estaba claro que él no es-

taría entre los diez, ya que era el más nuevo en la

academia. Por ello se sorprendió al oír su nombre

entre los diez participantes. Durante los siguientes

días se entrenó duramente para las justas. Y no sin

dificultad consiguió ganar las justas y fue nombrado

caballero.

Aquella noche iba a agradecer las enseñanzas que le

había impartido su maestro Augusto, cuando al otro

lado de la puerta escuchó unas voces que decían

que ya habían conseguido reunir suficiente dinero

para pagar a los mercenarios, derrotar al conde Ra-

miro y quedarse con el castillo y todas sus riquezas.

Se alejó sigilosamente y decidió que al día siguiente

retaría en duelo al traidor, su maestro Augusto.

Ahora se enfrentaba a él, y debía ganarle como fuera para impedir que

se quedara con el castillo. Desenvainó su espada y se preparó para en-

frentarse a él.

Marta Croche Trigo, 1º ESO B

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Mi amiga y el sueño, Patricia Barahona García

Hace unos años, mi colegio organizó una excursión

al museo, la verdad es que no me apetecía para na-

da ir, pero Ana, mi mejor amiga, iba. Asique me

animó para que fuese con ella. Sin dudas, acepté y

me preparé una mochila con lo indispensable, un bocadillo, una botella

de agua y una cámara de fotos con el flash desactivado.

A la mañana siguiente, llegué al colegio con mi mochila de Nike y con

ropa muy cómoda para poder andar sin que mis huesos se resintieran.

Me acerqué al autobús y vi que Ana ya había cogido los dos asientos

para nosotras y conversaba alegremente con unos chicos que se sen-

taron delante. Al acercarme, les dijo a los chicos que se fueran y me

hizo un hueco a su lado. Conversamos todo el camino y la hora y me-

dia de camino se esfumó entre risas, chillidos y cotilleos. Las tres

horas en el museo tampoco fueron tan malas. En el autobús de vuelta,

más risas y secretos y el tiempo pasó en un abrir y cerrar de ojos.

Llegue a casa y lo primero que hice fue dar un paseo con mi perro

para que me diese un poco el viento en la cara, pero nada más subir el

teléfono no paraba de sonar, lo cogí y era Ana.

-No sabes lo que me ha pasado- se notaba que estaba nerviosa por su

tono de voz.

-Si no me lo dices, claro que no- dije intentando quitar hierro al asun-

to.

-¿Sabes la mochila que he llevado hoy al museo, la de cuadros?- dijo

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muy despacio.

-Sí, claro. Te la regalé yo.

-Tengo en su interior el cuadro “Flor-concha” de Max Ernst.

-¿Qué?- dije yo, ahora nerviosa.

-No sé cómo ha podido llegar ahí, pero estoy muy nerviosa. Voy a

volver al museo antes de que cierren y lo voy a devolver antes de que

se den cuenta.

-Tú estás loca, Ana. Como vas a ir a estas horas.

-Bueno, yo voy, si no quieres venir, pues nada- Y la

llamada finalizó.

En ese momento, cogí las llaves y le dije a mi madre que

iba a tirar la basura. La casa de Ana estaba unas manzanas más

allá, así que no tardaría demasiado el llegar. Llamé tres veces con los

nudillos y una al timbre a su casa, como me dijo que hiciera cuando

fuera una urgencia, y rápidamente salió y cerró la puerta tras de sí.

-Vámonos, no tenemos tiempo- dije mientras tiraba de ella escaleras

abajo.

-Voy, voy- afirmó recogiendo la mochila del suelo.

Cogimos un autobús y a las siete y media estábamos en la puerta del

museo. Entramos corriendo y nos dirigimos a la sala 44. Allí estaba el

espacio vacío del cuadro, lo sacamos de la mochila y lo pusimos en su

sitio. Mucho más aliviadas, volvimos a la salida momentos antes de

darnos cuenta de que ya habían cerrado. Entre tanto agobio no nos

habíamos dado cuenta de que había advertido de que cerraban en diez

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minutos y nos habíamos quedado dentro. Sin cobertura, sin nadie a

quien avisar, nos dimos por vencidas y nos sentamos en el banco más

cercano. Minutos más tarde, oímos un ruido en la segunda planta,

donde subimos corriendo y nos encontramos con “El caballero

Cristóbal” de Hans Wertinger

aturdido en el suelo.

-¡Un ladrón!- gritó Ana.

-Que va a ser un ladrón, es el

del cuadro de Wertinger- añadí

yo.

Le ayudamos a levantarse y mi-

nutos después estábamos ro-

deadas de todas las personas de

los cuadros más famosos.

-¿Qué vamos a hacer ahora?-

dije asustada

-Divertirnos un rato- añadió

riéndose Ana

Fue una noche muy divertida,

nos reímos un montón y nos lo

pasamos muy bien con los per-

sonajes de diversos cuadros. Ya de madrugada, nos quedamos dormi-

das en un banco, y al despertarme, me encontré en mi cama. ¡Todo

había sido un sueño!

Patricia Barahona García, 1º ESO B

32

33

Voces al alma de los paisajes

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El otoño

El otoño observaba

atentamente la arboleda

mientras los pájaros se van.

El viento se agitaba,

Las hojas temblaban,

Una brisa pasaba

Y las hojas que caían cambiaban de color.

Las nubes iban y volvían,

Se movían rápidamente

¿A dónde querían ir las nubes?

Anuska Alonso de la Puente, 1ºESO A

El viento se agi-

taba

Los pájaros se

van

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La luna

Brilla, brilla, preciosa luna

tan bonita como la princesa Duna.

Se refleja en ti un misterio irresoluble,

de la preciosa que es tu hija Duna.

El Sol, La Tierra, Júpiter, Luna,

esa eres tu, tan pequeña como una canica

pero acogible como una casita.

Un poema nace en tu imagen cada vez

que lo pienso tal vez no siempre lo escribo

pues te pienso demasiado y viviría escribiendo

poemas a ti Luna.

La Luna bonita, la Luna piensa que

veré mañana cuando no te escondas.

Gonzalo Leonor de Santos, 2º ESO A

36

La Luna

Una esfera, rodeada de estrellas,

cambia de forma,

¿Tiene cara?.

El único astro que siempre observamos

El único astro que te persigue a donde vayas

El único astro con huellas

Pero…,¿Es tan importante?

Es una simple esfera,

o eso cree la gente

La luz de la noche del pasado,

La luz de la noche del presente,

La luz de la noche del futuro ,

Nunca se apagará la luna.

Julia Sánchez, 2º ESO A

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Sueño

¿No os parece increíble soñar?

Cuando tu imaginación vuela,

como una estrella fugaz,

y te dan ganas de cantar

una canción sin final.

¡Oh, sueño! amor espantoso,

nadie se puede escapar de tus garras,

ni el que comparte trono con la luna,

ni la mar espumosa,

ni la misma luz.

¿Cómo se puede ser tan grandioso y vulnerable a la vez?

¿Cómo, gigante blanco, eres nuestro mundo?

¿Cómo, gran rey, amo de la noche,

con tus fríos y brillantes ojos

eres tan poderoso?

Ana Prieto Camarero,

2ºESO B

38

La luna

Una luna blanca, brillante y blanda,

que vive en el agua; posada en un ancla,

sal del agua y luna del mar,

que el tesoro te esperará.

Tu corona de oro, tu collar de plata,

pero sobre todo tu corazón de cristal.

Tú … luna del mar me sorprendes con tu blancura y hermosura,

tú … luna bella con ojos azules, azules del mar.

Mira la arena parece que llegará algo de verdad,

mira la sirena que llega, ya con su viento te irás al cielo.

Mira el marinero, el marinero mira al cielo,

mira esa bola, esa bola del mar, parece que es una luna de cristal.

Este es el día en el que te marchas,

este es el día en el que te despedirás,

adiós luna hermosa; adiós luna del mar,

que tu hermosura nunca debe acabar.

Elena Pasamón Bardaji, 2ºESO B

39

Poema a la luz del mar

Hacia la luz su creador

colores y esplendor,

como pájaro vuela

sobre la luz de la luna llena.

Luz centrífuga al amanecer

y en primavera yacer,

ya sean puntos, líneas, curvas por

hacer,

o cielos, campos, mares que esconder.

Pero, arco iris de alegría y de saber

al, tocar el límite, poder,

espinas clavadas, puntos sin fin,

al oír cantar la lluvia con retintín.

Andrea Colino Castillo, 1ºESO C

40

En el claro de un bosque

En el claro de un bosque me encuentro,

cerca de un molino de viento,

que da vueltas a mis sentimientos.

En el claro de un bosque me encuentro, cerca de un árbol esbelto,

que almacena mis recuerdos.

En el claro de un bosque me encuentro,

cerca de un rio de cauce lento,

que consigo arrastra todos mis momentos.

Por eso molino de viento,

amado árbol esbelto y

querido rio de cauce lento…

Jurarme que ni en invierno ni en carnaval,

os moveréis de este sitio,

que son bastantes las experiencias de este lugar

y son lo único que no quiero olvidar.

41

La infancia la e pasado contigo,

Molino de viento, fuiste tu

quien con tus aspas alejaste tristeza.

La adolescencia a tu lado,

Árbol esbelto, fue a tu vera

Donde disfrute como nunca de la primavera.

Y ya lo que me quede,

Rio de cauce lento, a tus orillas

hasta que tus aguas me lleven al cielo.

Irene García, 1º ESO, B

42

La primavera

La primavera floreada,

con flores doradas,

que a la luz de la luna,

se vuelven plateadas.

Dulces aromas vuelan,

los niños cantan y juegan,

cuando viene la noche y el frío,

los pájaros se acurrucan en el nido.

En mayo todo es floreado,

perros y niños juegan,

alegres en el descampado.

No hay una cosa mejor,

que tomarse un batido fresquito

de melocotón.

Hojas preciosas,

en los árboles rosas.

Muy bonita la primavera,

pero con la alergia,

no hay quien pueda.

Patricia Portela Espinosa, 1ºB

43

Samuel Ramírez Tarifa, 2º ESO B

44

Voces de mares fantásticos

45

46

La Cueva, Gala Giráldez Trujillo

Durante mis viajes he visto millones de cosas que dejarían boquia-

biertos a cualquiera. He conocido a gente que vive en lugares de los

que muchas personas dudan de su existencia. He contemplado fenóme-

nos de la naturaleza de los cuales estoy segura que ni el mejor científi-

co del mundo sabría explicarles, pero… nada de todos aquellos lugares

a los que he viajado se comparan con “La Cueva”.

Lo recuerdo perfectamente, recuerdo perfectamente aquel día. Llevaba

ya por lo menos tres semanas entre rocosas y escarpadas cordilleras,

por fin había salido de allí, y las frías y duras montañas se habían con-

vertido en suaves y tibios montes de árboles anaranjados y rojizos, típi-

cos de aquella época del año.

47

Miré la posición del sol, estaba justo en medio del cielo, y pensé que

debía encontrar un lugar donde pasar la noche antes que se se hiciera

más tarde.

Acampé en un claro cerca de un lago. En lo que hice un fuego y colo-

que mis cosas ya había oscurecido. Me tumbé bajo las estrellas y me

quede dormida.

En mitad de la noche, desperté, la verdad no sé por qué, pero de re-

pente abrí los ojos, estaba desorientada, parecía no estar en el mismo

lugar, miré al cielo, las estrellas se veían como luces de colores chispe-

antes, estaban más brillantes que núnca, pero no, no era eso, era otra

cosa.

Miré alrededor del claro, todo seguía igual. Justo cuando me iba a vol-

ver a dormir, observe que en una de las esquinas, entre los árboles,

había una especie de agujero que juraría que no se encontraba allí cuan-

do llegué por la tarde.

Con curiosidad me acerque a él, y al verlo pude apreciar, que al fondo

de aquel hueco había una luz azul.

Sin pensarlo, me metí, y entonces me di cuenta que en las paredes se

mostraban una especie de signos y esculturas de caras y figuras de ani-

males que no había visto en mi vida tallados en piedra, ¿en que clase de

lugar estaba? Continué andando, la luz cada vez brillaba más y más.

Llegó a brillar hasta tal punto que ni podía ver lo que tenía ante mis

ojos, y me deslumbró, cerrando los ojos.

Cuando conseguí abrirlos, era de día, me encontraba en un lugar dife-

rente, todo era distinto, los animales, las plantas, los árboles el cielo,

parecía que estaba en otra dimensión. Me pasé el día entero en aquel

extraño paisaje.

Al llegar la noche volví a ver aquella luz y me deslumbró de nuevo,

cuando abrí los ojos, aparecí de nuevo en el claro, acababa de amane-

cer, la cueva ya no estaba.

Todo lo que viví pareció haber sido un sueño, pero no, estaba segura

que aquel lugar, tras la luz azul existía, y me prometí a mi misma que

algún día volvería.

Gala Giráldez Trujillo, 2º ESOB

48

Parsel y la caja de la armonía,

Blanca Santón López

Capítulo 1

Encuentro el museo, a lo lejos. Destaca por sus enormes portones y

por estar rodeado de turistas curiosos con intención de pasar. Es por

la tarde, voy dando pasos cortos y firmes, voy caminando junto a mi

prima Cristina.

-¡Mary! -grita Cris, saltarina- ven, te va a encantar el Thyssen, es muy

bonito. Si quieres mañana podemos ir al Retiro, o a la Plaza Mayor…-

me coge de la mano y me lleva corriendo.

-¡Ve más despacio!-digo yo, riéndome.

Prefería quedarme en casa de mi prima, pero mis tíos me han obligado

a venir de turismo, pues no vengo mucho por Madrid. Soy española,

pero hace varios años -cuando era muy pequeña- que me mudé a Lon-

dres con mis padres.

44

49

Caminamos por pasillos de un color yema de huevo. Nunca me han

gustado mucho los cuadros, así que juego a enrollarme el pelo con el

dedo. Meto la mano en el bolsillo y

saco una cajita con flores doradas de

estampado. Es bonita pero no sé lo

que hay dentro, si es que hay algo.

La compré en un museo de Londres

pensando que me darían la llave que

lo cierra, como una caja del tesoro

o algo así. Pero no fue así. Al pare-

cer es una caja amuleto. Ahora se ha

convertido en mi caja de la suerte y

punto. Me la vuelvo a guardar en el bolsillo.

Sigo aburrida y empiezo a contemplar a Cristina. Ha crecido mucho

desde la última vez que la vi. Parece algo mayor de lo que es, y nadie

pensaría ni un segundo que tiene doce, un año menos que yo. La ver-

dad es que es muy guapa: su pelo rubio dorado, inmensamente liso le

cae por los hombros, y choca con su cintura. Tiene los ojos color ver-

de esmeralda. Se la ve curiosa y risue-

ña.

Al cabo de unas horas rondando

por el museo, tengo ganas de ir al baño.

Me dirijo a una puer- ta y entro, mien-

tras me esperan fue- ra, escucho que

están a punto de cerrarlo. Me doy

toda la prisa que puedo y salgo co-

rriendo. Cuando vuelvo fuera, hay

mucha gente hacien- do un círculo y no

veo nada. Escucho algo de una niña

50

alemana desaparecida, pero no encuentro a mis tíos por ninguna parte.

Decido que lo mejor será avisar a algún policía o esperarme en la

puerta hasta que los encuentre, porque no tiene sentido buscarlos ya

que me podría cruzar con ellos, y no conozco bien el sitio.

Mis ojos observan algo y se detienen. Recorro el pasillo y voy directa

hacia una manta de seda roja, algo deshilachada, que parece que cubre

algo cuadrado. Quito la manta resplandeciente con cuidado y descubro

un cuadro de un paisaje. La imagen muestra un castillo de ladrillo, ro-

deado de un bosque y muchos árboles. A lo lejos se ve una montaña

algo peculiar, pues no se observa con claridad, además de que las nu-

bes la cubren en algunas partes.

Su nombre no es muy original: “Paisaje montañoso con un castillo”,

pero sus pinturas hacen que el cuadro cobre vida.

Acto seguido, me empiezo a marear. Las rodillas me tambalean y sien-

to ganas de vomitar. Una fuerza sobrenatural, tan fuerte como un adul-

to pero más irreal me empuja hacia adelante. Se me nubla la vista. Es-

toy a punto de rozar el lienzo cuando salta la alarma del museo. El cua-

dro me absorbe. No veo nada.

51

Capítulo 2

Un susurro me despierta. Tengo las rodillas amoratadas y me duele la

cabeza. Meto suavemente los dedos entre el pelo, y al tocarme la ca-

beza reconozco levemente un chichón. Parpadeo al descubrir el entor-

no que me rodea: un bosque con largos troncos y copas con muchas

hojas. Vuelvo a escuchar el sonido que me ha despertado, pero ahora

lo distingo con más claridad: “Ayuda… “ Suena desesperado, triste y a

la vez amenazador, a pesar de que es una voz dulce. Observo atenta-

mente de donde viene la voz y distingo una pequeña figura, con alas

semitransparentes y un pequeño traje de cuero. Diría que es un hada,

pero su cara es más amenazante que las de las historias que me conta-

ban de pequeña. Ésta tiene los reflejos violetas en el pelo y los ojos del

mismo color. Violeta.

Estaba segura de que no existían… Me empieza a entrar el pánico

“¿Estaré soñando?”-me pregunto a mí misma.

-Ayuda-repite el hada.

-¿Ayuda? ¿Qué quieres? ¿Qué es esto? ¿Dónde estoy?

47

52

De repente, me doy cuenta que, un poco más lejos de donde estoy,

los árboles están muertos y el campo esta marrón, y aún más allá es

todo cenizas.

-Estás en Parsel, más conocida

como la tierra soñada, ya que

no todos pueden llegar hasta

aquí, por mucho que deseen o

sueñen con ella.

-Ah, sí, vale, vale… ¿Y cómo

he llegado yo hasta aquí?-

pregunto yo, confusa.

Me doy cuenta de que este

lugar me suena de algo, aun-

que no sé de qué. Puede que

me el golpe de haya afectado,

porque no me acuerdo de

nada. Me preocupo: quiero

volver con mis tíos.

-Se desconoce qué personas pueden llegar aquí y por qué. Algo de tu

alma, puede que del cerebro… Yo que sé.

-¿Cómo te llamas? Soy Marina, pero mis amigos me llaman Mary. –

siento curiosidad acerca de este extraño ser.

-Soy Amatista, todo el mundo me llama así. Soy un hada. ¿Qué clase de

criatura eres tú? Me recuerdas a mi reina, que es una chica humana.

¡Ah, sí! Se me olvidaba. Necesitamos tu ayuda. Yo y el resto de Parsel.

¿Me ayudarás?

-¿Ayudarte? ¿Ayudarte en qué?

53

-Se nota que te gustan las preguntas. Quizás seas tú la elegida. Ven,

acompáñame.

Me aprieta con su pequeño índice en la nariz y empiezo a flotar. Me

dice que la siga, así que voy volando junto a ella. Durante el camino

me pellizco para asegurarme de que no es un sueño. Me duele. Es real.

Capítulo 3

Aterrizamos en un poblado situado en medio del bosque. Las casitas

tienen diferentes colores y me recuerdan a minerales. En medio de las

casas hay un castillo construido de ladrillo. Entonces lo recuerdo: este

lugar es idéntico al cuadro. Recuerdo cautelosamente lo que me pasó

hace unas horas, pero parece que fue hace días. Empiezo a pensar:

¿Estarán buscándome mis tíos? ¿Habrán denunciado mi desaparición?

¿Seguirá sonando la alarma del museo? Y de repente, la pregunta que

más me inquieta: ¿Saldré de aquí?

Se abre una de las puertas de una casa roja y aparece un hada macho.

Sus ojos son rojos, pero no dan miedo. Son muy brillantes. Su traje es

bastante parecido al de Amatista, pero el suyo no tiene una pequeña

faldita.

-¡Rubí!-grita Amatista, y se funde en un abrazo con el tal Rubí.

-¡Amatista! ¿Has encontrado ayuda? Ven, acompáñame… esto…

-Mary.

-Sí, Mary. Acompáñame hasta el castillo. Mica, la sabia del poblado te

dirá qué hacer.

Sigo a Rubí y Amatista hacía el centro del poblado. Hay una torre muy

54

alta rodeada por unas murallas. Rubí dice algo al guardia en un idioma

que no logro entender y nos dejan pasar. Al pasar dentro de la muralla

encuentro una puerta de un material muy bonito, yo diría que de dia-

mante. Queda bastante mal con la fachada del castillo, que es de un

ladrillo desgastado. Por alguna razón la puerta me recuerda a la del

Thyssen.

Entro dentro y, para mi sorpresa, el interior no tiene nada que ver con

el exterior. El suelo es de oro, las paredes de plata… Hay estatuas de

diamante y oro. Más oro, más oro… Mucho oro. Se nota que es digno

de una reina.

Aunque las hadas son muy pequeñas, no más que la palma de mi ma-

no, el castillo está a una mayor medida, como para mi estatura. Segui-

mos caminado por un pasillo, torcemos a la derecha y entramos en la

primera puerta a la izquierda. Dentro hay una pequeña habitación con

un hada anciana sentada en una simple silla de madera. Debe de ser

Mica. Hace un gesto con la

mano y nos indica que la

sigamos.

Subimos unas alargadas esca-

leras de caracol y llegamos a

una habitación en lo alto de

la torre. La habitación es

humilde, y dentro de ella hay

una chica más o menos de mi edad durmiendo profundamente. Es mo-

rena de ojos azules y en su cara siento algo familiar. Tiene el pelo largo

y rizado y tiene algunos ronchones rojos en la cara. De vez en cuando

tose. Parece muy enferma.

Dejamos atrás la sala de la chica y Mica nos lleva a una sala en las que

55

hay un sol y una luna dibujados en una pared.

-Hace muchos años,-empieza a hablar- Parsel era un lugar de paz y

tranquilidad en el que vivían hadas, duendes, fénix y toda clase de cria-

turas fantásticas. Nuestra reina, Dulcinea, que acabas de observar era

feliz y vivía en armonía. De repente, un día apareció un dragón de alas

doradas que le dio un regalo algo malvado, una tableta de un dulce

chocolate. Dulcinea pensó que era un regalo, ya que iba a celebrar la

semana próxima sus 100 años gobernando. De repente, se empezó a

poner muy enferma y el bosque se empezó a quemar y a secar. La pro-

fecía dice que solo un elegido tiene la cura para su enfermedad y podrá

liberar la paz. Pero hay un problema: sólo el Dragón contiene, en su

tripa, la llave que abre esa pequeña caja. El Dragón vive en lo alto de la

montaña fantasma, en la Cueva Helada. Y bien, ¿eres tú la elegida?

Me siento decepcionada, no soy la elegida. De repente, recuerdo la

caja que compré en Londres y se la doy a Mica.

-Bien, veo que los rumores son ciertos.-afirma- tu eres la que nos sal-

vará de la destrucción y nos liberará del miedo. Pere creo que necesi-

tarás esto. Pone la huella en la pared y saca una espada. Me la da.

56

Capítulo 4

Ahora entiendo por qué la llaman la montaña fantasma. En el cuadro

no daba tanto miedo, pero en la vida real se ha convertido en uno de

mis muchos miedos. Hay almas flotantes, seres repulsivos y gritos

muertos a medida que vas escalando. En este lugar los poderes que no

son oscuros no funcionan (incluido el vuelo) y, a medida que más avan-

zas te das cuenta que más te falta por terminar.

Llegamos cerca de un lago y Amatista y yo paramos a descansar. Cuan-

do intento subir por una pendiente me resbalo y caigo al lago. De re-

pente, el agua empieza a flotar y me saca fuera, intacta. Descubro a

una chica, capaz de transformarse en agua que me lleva a la orilla. Tie-

ne el pelo azul, por los hombros. Tiene la nariz muy fina y delicada y

los ojos grisáceos. Se la ve atlética.

-Hola-dice la chica-soy Celeste. Ten más cuidado, estos lagos son pro-

fundos. Soy una ninfa de agua, por eso puedo volverme de líquido o de

carne. Sé que eres la elegida, pues he heredado un poco de telepatía

por parte de padre, pero no sé nada más. ¿Cómo os llamáis?

-Soy Marina, y ella es Amatista. Estamos buscando al Dragón de alas

doradas. ¿Sabes dónde se encuentra su cueva?

-Sí seguís con el ritmo que lleváis ahora,

probablemente llegaréis en 20 años como

mínimo. Pero tranquilas, conozco un atajo

para llegar en dos días. Con suerte, Parsel

no se habrá destruido para entonces.

-¿Nos puedes indicar el atajo?-pregunta

Amatista-no tenemos mucho tiempo-dice en

tono cortante y algo brusco.

57

-Me tendréis que dar algo a cambio.

-No tenemos dinero-contesto yo

-No quiero dinero. Solo pido una cosa: Que me dejéis acompañaros.

Asiento con la cabeza y le digo que puede ir con nosotras, pero Ama-

tista no parece convencida.

-Si os tomáis estas algas,-empieza Celeste-podréis respirar bajo el agua

duranre una doce horas. Pero no os preocupéis. Tengo reservas para

un mes entero.

Nos comemos un alga cada una. Sabe a vómito, pero me acostumbro

al sabor. Nos sumergimos y seguimos a Celeste por las profundidades

del inmenso lago. Cuando estamos cruzando un túnel submarino, noto

como Amatista se acerca a mi oído:

-No me fío de ella.-susurra

Llevo todo el rato la espada atada a mi cintura con una cuerda que me

fabriqué con una hoja muy gruesa por el camino. Acaricio el filo con la

yema de los dedos suavemente. Me hace cosquillas.

Cuando llevamos unas cuatro horas nadando, parando de poco en po-

co para descansar en el fondo del mar, -que está lleno de ninfas y sire-

58

nas majísimas-Celeste nos dice que podemos seguir por tierra, que el

trayecto submarino está no nos servirá para llegar a la cima.

Seguimos con la caminata, -que gracias a la ayuda de Celeste parece

más fluida- y cuando llevamos tres horas andando paramos a acampar,

pues ya se ha puesto el Sol.

Hago una hoguera, como me enseñaron en los Scouts, y dormimos

alrededor de ella. Según Celeste, el fuego espanta a los malos espíritus.

Capítulo 5

Por la mañana, descubrimos que nuestra encantadora ninfa acuática se

ha marchado, llevándose nuestra comida y nuestro oro con ella.

-Te dije que no me fiaba de ella-masculla Amatista entre dientes, pero

no parece enfadada.

Con suerte, he dormido pegada a la espada y es lo único que Celeste

no se ha llevado. Mica me dijo antes de marcharnos que era la única

capaz de matar al dragón, y también me enseñó a plegarla y desplegarla

por eso la he llevado siempre conmigo con facilidad.

Seguimos caminado durante horas, charlando, contándonos nuestras

vidas. Ella me habla sobre su novio, Rubí. Yo le hablo sobre mi prima

Cris. Nos contamos anécdotas y hablamos sobre nuestras diferentes

vidas, que tienen detalles en común a pesar de todo.

Le empiezo a contar a Amatista sobre una cosa muy graciosa que me

pasó resbalándome con una piel de plátano cuando empieza a hacer

mucho frío. Me cubro con los brazos hasta que me doy cuenta de

dónde proviene la helada: la Cueva de Hielo.

Entro con la espada en alto. El Dragón me está esperando. Sus ojos

amarillos son tan grandes como mi cabeza. El Dragón abre las alas y

empieza a echarme fuego. Lo esquivo de milagro y doy una voltereta.

59

Encuentro unas escaleras de piedra idóneas, así que, cuando el Dragón

no se lo espera le rajo la pata y echo a correr hacia las escaleras. La

cueva está oscura, pero no tropiezo. Cuando llego arriba del todo, el

Dragón, que ya parece recuperado de la herida, no muy profunda; da

alazos para llegar hasta mí. Justo en ese momento, me tiro desde arri-

ba del todo. Coloco la espada en posición, justo al estómago. El

Dragón echa fuego y me quema una parte del hombro. Grito desespe-

radamente y, cuando éste cesa, la espada se clava. Extraigo la llave y el

dragón muere.

60

Epílogo

Al matar al Dragón, los poderes vuelven a surgir en la montaña. Vamos

volando hasta el poblado y todo el mundo nos aplaude en nuestro re-

greso. Abrimos la cajita y dentro descubrimos una flor dorada. La rein-

a se la toma y todo vuelve a la normalidad. Pregunto a Mica cómo vol-

ver a mi mundo y me ofrece un pétalo de rosa. Antes de irme abrazo

con todas mis fuerzas a Amatista y descubro que se va a casar. Me co-

mo el pétalo.

Se me vuelve a nublar la vista y vuelvo a aparecer en el museo. Ya va a

amanecer y descubro que he pasado una noche en el Thyssen. Cuando

abren las puertas por la mañana, están mis tíos esperando. Corro a

abrazarles, como nunca. Me piden explicaciones. Se lo cuento. No me

van a creer. Se lo toman a broma.

FIN

Blanca Santón López, 1º ESO A

61

Si bailo sé que vivo, Lola Sánchez Sánchez

Paula estaba triste porque sus padres no querían que su hija fuera bai-

larina, se lo habían comentado muchas veces pero esta vez decidieron

desapuntar a Paula de la academia de ballet.

Paula se encerró en su habitación y lloró como nunca antes había llo-

rado. Encendió el móvil, la había llegado un mensaje de su amiga Marta:

“ HOLA PAULA, MI PADRE ME HA CONSEGUIDO UNA ENTRA-

DA PARA LA EXPOSICIÓN DE BAILE EN EL MUSEO THYSSEN PE-

RO NO PUEDO IR. SI QUIERES VEN A MI CASA DESPUÉS DE CO-

MER Y TE LA DOY”

Paula no sabía si sus padres la dejaran ir. Había pensado en decirles

que dormiría en casa de su amiga Marta porque tenían que hacer un

trabajo de inglés.

Se recogió el pelo en una trenza, se subió los vaqueros, se colocó su

jersey rosa y se calzó las new balance. Ya estaba lista para ir al museo

Thyssen, lo había mirado en mapas y solo estaba a algunas manzanas

de la casa de su amiga Marta aunque tendría que coger el bus para lle-

gar a ella. Preparó su bandolera marrón donde metió un par de bolsi-

tas de oreo, un paquete de pañuelo, su cacao, su móvil, un par de ma-

pas y sus cascos.

Estaba lista para pasar una noche en el museo.

Tuvo que esperar 16 minutos hasta que llegó el autobús, subió en él y

esperó a llegar a su destino.

Marta estaba en su habitación estudiando, la contó sus planes y ella

aceptó colaborar, al fin y al cabo era su mejor amiga.

Cuando por fin tenía la entrada salió del edificio dispuesta a llegar a

aquel museo.

62

Tardó al menos casi medio hora aunque se lo pasó rápido escuchando

el nuevo tema de Taylor Swift. Cedió la entrada al guardia y guiada por

el mapa llegó a la sala 23 donde se expone el baile.

Pasó dos horas observando los cuadros del museo y examinando las

figuras artísticas. Cuando dieron el primer aviso de cierre, Marta se

aproximó al baño de mujeres y se encerró en el último, pues sabía que

tenía que esperar para hablar con las bailarinas de el cuadro. Pasó mi-

nutos esperando hasta que por fin solo se escuchaba silencio y salió

del baño.

Volvió a entrar a la sala, esta vez vacía. Se puso enfrente de el cua-

dro:”Bailarina Basculando” de Degas donde se había pintado una joven

bailarina que lucía un tutú azul. Y empezó a hablarle como si la bailari-

na fuese real, ….de carne y hueso.

- Necesito tu consejo. Mis padres no

quieren que sea bailarina, pero es mi

mi sueño desde que tenía cinco años,

..estoy perdida. Yo sé quién quiero

ser, el baile me hace feliz, es lo que

me mueve. Pero si es verdad que

nadie puede detener tus sueños…

creo que en mí cambia.

No había terminado de hablar cuan-

do la bailarina empezó a dar vuelta y

salió del lienzo.

- Pequeña princesa, que nadie rompa

tus sueños, lucha por ellos y de-

muestra quién eres. Los sueños

siempre nos ponen a prueba. A to-

dos nos cuesta llegar donde quere-

63

mos estar, por eso debemos seguir hacia delante para conseguir lo

que queremos. Por favor, nunca dejes esa pasión que tienes por el bai-

le, sigue hasta donde puedas y algún día te darás cuenta que has cum-

plido tu ilusión.

- Tienes razón, voy a luchar por lo que quiero, muchas gracias.

La bailarina la cogió de la mano y empezó a sonar una cancioncita. De

repente las bailarinas de los cuadros cobran vida y empezaron a bailar

con Paula, hasta las figuras bailaban.

Paula se despertó en el puf de su habitación, no entendía nada. Donde

estaban las bailarinas, el museo…

Su madre abrió la puerta de su habitación y comprendió que todo hab-

ía sido un sueño.

- Mamá nadie va a detener mis sueños, yo quiero ser bailarina y lu-

charé para serlo, es lo que quiero y si fracaso, volveré a intentarlo

porque es lo que quiero, y espero contar con vuestro apoyo porque

no podré conseguirlo sola.

Lola Sánchez Sánchez, 1º ESO C

64

Jacobo Alma Libre, Sara Bezón Zoydo

Había una vez…

Un humilde campesino llamado Jacobo, con una adorable familia, cuyo

deseo primordial era poder cuidarla y alimentarla. Éste tenía una espo-

sa llamada María, amable y cariñosa, que intentaba ayudar a la gente

más desfavorecida. María, se encargaba de la casa y Jacobo, del pasto-

reo y de labrar la tierra. Esta sencilla familia vivía en Roma.

Eran esclavos y no tenían derechos, al igual que otra mucha gente. Viv-

ían bajo el reinado de Julio César, un emperador romano al que sólo le

importaban las riquezas y las conquistas. Éste no les daba nada a cam-

bio en compensación por el duro esfuerzo que hacían los esclavos día

a día trabajando para él.

Un día, Jacobo estaba más triste que nunca. El menor de sus hijos, lla-

mado Tommy, estaba enfermo y se estaba muriendo. Jacobo no sabía

qué hacer para que el pequeño se curase. La familia no tenían tan si-

quiera el poco dinero necesario para poder alimentarlo y salvarlo. Así

que decidió ir a visitar al curandero, para que le diera consejo. El cu-

randero le dijo que para salvar a su hijo, Jacobo tendría la dura tarea

de buscar cuatro elementos (necesarios para crear la poción que sal-

varía a su hijo). Estos eran:

- “Una flor multicolor que sólo encontraría en la tumba de su padre”

“Las lágrimas de una niña pequeña”

“Un mechón de pelo de un león de la guardia romana”

- Y “El diente de oro de un anciano”

En cuanto el curandero le dio la lista de elementos, Jacobo no perdió

tiempo y se dispuso a encontrarlos. Pero antes de que marchase en su

busca, le dijo que si no tenía los cuatro elementos antes de que se pu-

siera el ocaso, su hijo moriría.

65

Jacobo no tenía tiempo que perder. Lo primero de todo iría a la tumba

de su padre.

La tumba, estaba a las afueras de Roma. Y a los esclavos no se les per-

mitía salir de la ciudad. Pero Jacobo no se paró a pensarlo, no le im-

portaba si le detenían o le mataban. Lo único que le interesaba en ese

instante, era que Tommy se salvase.

Después de pasar el peligro por fin llegó a su destino, un pequeño pue-

blo muy pacífico, y entre unas ruinas abandonadas, encontró la tumba

de su padre.

Para él, ésa fue la prueba más dura porque se acordaba de los precio-

sos momentos que había vivido con su padre, y le daba tristeza no po-

der estar con él. Aún así sacó fuerzas de flaqueza...sabía que su padre

le estaría dando fuerzas. No quería volver a perder a otro miembro de

su familia. No perdería a su hijo. ¡Jamás!.

Al llegar a la tumba, Jacobo cogió la flor.

Ahora se disponía a volver a Roma, pero a unos pocos metros vio a

una niña llorando, se acercó y le preguntó porqué estaba tan triste. La

pequeña le respondió que aquella tumba le recordaba a su padre. Jaco-

bo se acercó a consolarla, le acarició la cara y así fue cómo recogió

una lágrima de su rostro.

Ya tenía dos elementos, sólo le faltaban otros dos.

Decidió regresar a Roma, e ir a por el tercer elemento que se encon-

traba en el palacio del César, y para poder llegar hasta allí, no tendría

que ser reconocido, sino le matarían. Había que pasar desapercibido.

Se vistió con ropas de los guardias que había robado.

No le fue fácil llegar hasta la jaula de los leones, pero lo consiguió, y

cuidadosamente le cortó a un león un mechón de su pelo. Pero justo

antes de salir del palacio, los guardias lo descubrieron y le apresaron.

66

Lo encarcelaron y le metieron en los calabozos. Allí conoció a un an-

ciano con un diente de oro. Jacobo le preguntó si le podría dar su

diente de oro. Éste le dijo que sí, pero con la condición de que antes

tendría que sacarle Jacobo de allí. Y así lo hizo, salieron los dos del

calabozo con vida, y a cambio el hombre le dio el diente de oro.

Ya con todos los elementos en sus bolsillos, Jacobo corrió hasta el cu-

randero lo más rápido que sus piernas le permitieron. Debía estar en

la casa del curandero antes del ocaso.

Pudo llegar a tiempo. Su pequeño se salvó. Fue el día más feliz para

ambos, para Jacobo y su hijo. Y su esposa y hermano irradiaban felici-

dad.

En ese instante, Jacobo supo, que en toda esa aventura, su padre, en

ocasiones, había jugado un papel muy importante. Pues desde donde su

alma se encontrara le había estado acompañando y ayudando en su

suerte.

Sara Bezón Zoydo, 1º ESO C

67

El ajedrez de Morfeo

Aquella noche Tasio soñó con su profesora de Lengua, la señorita

Soledad; soñó, jugaban una partida de ajedrez a muerte; la prueba

del salto del caballo había hecho que algo se removiera en su sub-

consciente.

En el sueño, él se encontraba en un tablero de ajedrez gigante con

fichas del tamaño de rascacielos, se sintió insignificante en compa-

ración con ellas; comenzó a dar vueltas por el tablero con nervio-

sismo, tratando de guardar todo aquello en su memoria. Hasta que,

de repente, la SOS apareció entre volutas de humo, le dirigió una

mirada maliciosa al joven estudiante, chasqueó sus delgados y ende-

bles dedos y Ana apareció de la nada metida en un gigantesco reloj

de arena.

- Si me ganas en una partida de ajedrez en el tiempo exacto antes

de que la arena del reloj sepulte a tu amiga os podréis marchar

tranquilos- dijo la profesora de lengua.- Sin embargo, si no lo lo-

gras, aparte de que Ana morir, serás mis siervo para el resto de la

eternidad, ¿qué dices? ¿aceptas?

68

Tasio dirigió su mirada hacia el colosal reloj de arena y se topó con

el semblante desolado y suplicante de Ana.

- Claro que sí- dijo aceptando el reto

- Bien, empecemos- La maestra avanzó un peón negro. Tasio tam-

bién hizo avanzar sus peones hasta la cuarta casilla.

Tasio movió su caballo en forma de ele hacia la derecha; la docente

desplazó su alfil en diagonal hacia la izquierda, movieron los caba-

llos, las torres y los alfiles, los reyes y las reinas.

Tasio se dio cuenta de que la arena le llegaba a Ana casi por la zona

del labio superior, calculó que le que-

daban tres minutos como máximo

para idear una jugada y evitar que su

amiga pareciese sepultada por la are-

na, comenzó a pensar en qué jugada

podía mover su caballo de manera

que pudiese comerse a las fichas ne-

gras; su mirada se volvió a dirigir a

ANA, ¡1 minutoooo! De repente, ella

comenzó a hacerle gestos, señaló a su alfil, el cual se encontraba en

diagonal con respecto al rey del bando contrario, la señorita Sole-

dad se estaba emocionando, Iba a conseguir librarse de uno de los

alumnos más vagos e ineptos y convertirlo en su ayudante y sir-

viente; estaba tan ensimismada que no se dio cuenta de que su rey

estaba en Jaque. Al llegarle el turno a Tasio, éste, movió su alfil, se

comió al rey y gritó emocionado.

- ¡Jaque Mate! ¡¡¡¡SIIIIIII!!!! ¡¡Lo conseguí!!

- N o puede ser- murmuró la mujer- es imposible.

- Libere Ana, le quedan apenas unos segundos de vida.

La señorita Soledad chasqueó los dedos a regañadientes y Ana

quedó liberada de aquella horrible y asfixiante trampa mortal, Ana

69

lloraba de alegría, abrazó a Tasio y huyeron de la profesora antes

de que tuviese tiempo de cambiar de idea y les matara.

Tasio se despertó sobresaltado, tenía la frente empapada de sudor

y estaba enrollado en las sábanas; suspiró aliviado, todo había sido

un sueño, pero había sido tan realista, tan vívido…

Se levantó de la cama y tropezó con algo, lo cogió y pudo observar

que se trataba de un trozo de turmalina negra, el mismo material

del que estaban hechas las piezas de ajedrez de su sueño,

<<No puede ser>> se dijo a sí mismo, volvió a la cama y cerró los

ojos.

Violeta Ruiz López, 2º ESO B

70

¿Cómo será el futuro?

¿Cómo será el futuro ?

¿Cómo él será?

¿Será una caja de sorpresas por desarrollar?

La abres y ¡bum!

Un montón de objetos raros aparecerán

Esta es la idea futurista de un futuro fugaz

Casas flotantes

Con forma de elefante

Casas del sueño

Hechas con empeño.

Un mundo inimaginable ,

Con carreteras en el aire.

Hechas por androides,

Con mucho metaloide.

Olvidaos del chuletón,

Olvidaos de la tortilla,

Llegan las nuevas y minis pastillas.

Adiós al pasado, adiós al pasado

Hoy es presente

Mañana es futuro

Adiós al pasado adiós. Antonio Ramírez Marín, 2º ESO A

71

72

73

Parte II

Canciones del fuego

74

Cánticos contra la indiferencia

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Una luna, un reflejo...pero mereció la pena

Andrea Pajuelo Gallego

Se estaba volviendo loco, pero algo cambió en su forma de pensar.

No se equivocaba era una hermosa mujer con un un magnifico fisico, res-

plandecía como el sol de la mañana. Allí estaba,ella, su corazón palpitaba a

cien, pero….. En ese momento apareció otro hombre trás ella y la rozó el

rostro delicadamente con su suave piel. Él se preguntaba quién sería aquel

76

hombre y qué hacía con su hermoso resplandor, se alejaban juntos y él

intentó desviar sus penetrantes miradas, pero su amor parecía tan mu-

tuo y fuerte que nada rompió ese intenso intercambio de miradas.

Este se enfureció y decidió seguirles, espiarles noche trás noche. Lo

que sentía más que enfado era tristeza,envidia,dolor, era una derrama-

ción continua de lágrimas. Esa mujer le había robado el corazón y lo

único que podía hacer era un hermoso mar de aguas cristalinas en su

habitación. Desde entonces nadie pudo arreglar esa enorme cicatriz de

su interior.

Hasta que un día la vio, a ella, sóla, ¿Dónde estaría el hombre?, había

esperado ese momento tantas veces que no supo cómo reaccionar, se

colocó sobre el borde de la ventana para intentar alcanzarla pero la

distancia se lo impedía y no perdería esta ocasión, dio un suspiro y

saltó hacia ella.

Su vida pasó entera, pero al fin consiguió lo que tanto había estado

esperando, al fin la tenía cara a cara como tanto había soñado. Le die-

ron ganas de besarla, pero ella se adelantó y roció de besos su mejilla.

Nada pudo remediar su muerte.

Desde este momento ella se dedicó el resto de las noches mandando

besos al cielo con el fín de que algún día los recibiera y que la perdona-

ra ya que al fin y al cabo ella también sintió cosas por él.

El daño causado fue anulado y su inmensa cicatriz fue cosida con su

cadena de besos.

Había merecido la pena desperdiciar tantas lágrimas para ver, aunque

sea sólo una vez a la persona que amas y tenerla junto a tí, aunque fue-

se sólo por unos instantes. Porque una vida sin ella, era una vida des-

perdiciada, apagada, sumergida en una intensa oscuridad.

Andrea Pajuelo Gallego, 2ºESO A

77

Mi muerte

Qué me ocurre, no sé,

siento un vacío en mi interior,

no es daño,

es algo superior.

Mi mente queda en blanco.

Sonidos,

sentidos.

Nada tiene color

Pues ahora me doy cuenta,

pensando,

inquieta,

que mi vida escapó.

Todo dentro se fundió.

Que este vacío no cayó por suerte,

que hasta aquí llegó mi vida,

hasta aquí;

Llegó mi muerte.

Clara Martín Gascó, 2º ESO A

78

Alicia Sanjurjo Barrio, 2 ESO B

79

El amor es una verdadera batalla,

Paloma Benítez Núñez

Me disponía a disparar. Protegía a mi grupo porque nuestras vidas

estaban en grave peligro. Juntos preveníamos a nuestro pueblo, el

lugar en el que nacimos, de posibles ataques de guerra.

Desde la frontera del norte al final habían entrado; un gran grupo

de soldados que, liderados por el rey Kosvin querían apoderarse

de Hienston, nuestra tierra.

En mi grupo no había muchos profesio-

nales y no teníamos tan buen material

para contraatacar al equipo enemigo,

pero aún así estabamos dispuestos a

morir por aquellas indefensas perso-

nas. Liderábamos Mark, al hombre que

yo amaba, Cristina, Dani y yo, Katheri-

ne. Disparábamos y matábamos, cada

vez con menos piedad, cada vez con

menos munición. Nos rodeaban, cada

vez eran más, no teníamos escapato-

ria, con destino a morir. Pero aún así

no parábamos de combatir. Nos habían

cogido por sorpresa.

Me giré, justo cuando alguien me estaba apuntando. Apunté para

defenderme, aunque sabía que iba a morir, allí, en ese instante.

Repentinamente Mark se interpuso entre el enemigo, que acertó

en su pecho. Disparé hacia este, que cayó rendido, en mi defensa,

pero ya era tarde. No me lo podía creer cuando vi a Mark tirado en

el suelo, sin vida. Tras sentarme a su lado, de rodillas, le susurré al

oído “Te amaré para siempre”. Le besé apasionadamente, y tras

cerrarle los ojos, me marché junto a mi grupo, que, con esfuerzo

habíamos conseguido derrotar al bando contrario.

Paloma Benítez, 2ºESO B

80

Ya tienes edad para saber,

Lía Elizabeth Rivero Ruiz

Mamá me puedes decir como papá te pidió matrimonio - pregunta la

hermana pequeña a la madre.

-Si, si dice la hermana mayor, yo también quiero saber.

Claro…. todo pasó el día de San Valentín. Fuimos a celebrarlo en

Amsterdam porque nos habían dicho unos amigos lo romántico que

es pasear por los canales .Así que dos semanas antes de San Valentín

nos pusimos de acuerdo, sacamos los billetes para el fin de semana y

solo quedaba esperar. El vuelo saldría a las nueve en punto así que

antes de ir a la puerta de embarque le dije a vuestro padre que yo

tenía que ir al baño y si él también quería ir pero me dijo que no que

iba a ir de tiendas para ver si encontraba algo bonito, yo no sospeche

nada. Fuimos a la puerta de embarque para subir al avión de una vez y

por todas. Todo fue bien, no nos pararon por ningún problema, solo

nos faltaba esperar casi dos o tres horas de vuelo en el avión . Des-

pués de aquel viaje fuimos al hotel para pedir la habitación. Nos dije-

ron que tardarían hasta las cinco en darnos la habitación porque tenían

que limpiarla pero mientras se podía ir a comer por los restaurantes

que hay en el hotel o salir de turismo .No se podían dejar las maletas

en el hotel si salíamos, porque nos las podrían robar y el hotel no sería

el culpable, entonces decidimos quedarnos en el hotel para comer,

después se buscaría algo por las tiendas hasta las cinco y dejaríamos las

maletas en el dormitorio. Pensé que las cinco nunca llegarían se me

hizo eterno pero al fin dejamos las maletas nos duchamos nos cambia-

mos y fuimos a cenar con música en directo , acabamos muy cansados

esa noche después de aquel día tan largo, nos acostamos pronto para

mañana que sería un San Valentín y nunca lo olvidaría.

A la mañana siguiente me desperté con el desayuno en la cama ,con

una rosa y una nota muy peculiar que decía ¿Feliz San Valentín! , don-

de los puntos de las “ i” estaban sustituidos por corazones. Miré por

toda la habitación pero no encontraba a vuestro padre pero se me

81

había olvidado un lugar, el baño. Entré y ahí estaba esperando que lo

encontrase , se acercó a mi ,me felicitó y me dijo que hoy tendríamos

una noche especial que nunca olvidaría y así fue.

Llegó la noche y yo estaba muy nerviosa por lo que me había dicho

vuestro padre. .Le esperé en la entrada del hotel tal y como habíamos

quedado, mire por todos lados cuando lo vi estaba muy elegante con

aquel traje negro a juego con la pajarita , me cogió por un brazo y

nos fuimos andando a un restaurante muy romántico con pétalos de

flores que mostraban el camino hasta las mesas. La comida fue esplén-

dida, después cogimos una góndola para pasear por los canales. A mi-

tad de camino se vieron fuegos artificiales cuando se puso de rodillas y

me pidió que fuera su esposa . Yo dije que „Sí‟. Y aquí estamos diez

años después tenemos dos maravillosas hijas y un maravilloso matri-

monio feliz, dijo el padre que lo había escuchado todo, finalizando la

historia de aquel San Valentín. Lía Elizabeth Rivero Ruiz, 1º ESO A

82

La Felicidad

Es un sentimiento que se puede apreciar

Es un sentimiento parecido a la amistad

Es un sentimiento que no lo puedes agarrar

Es un sentimiento que no puedes tirar

La felicidad es una verdad

también una mentira

la gente piensa que la tiene,

casi nunca la consigue.

Te hace estar contento

al igual que animado

es lo mejor de tu vida

es la FELICIDAD.

Borja de Alba, 2º ESO A

83

Un beso por la vida, Julia Valdeolmillos Vargas

Existen muchos tipos de amor, el amor familiar, el amor entre amigos,

y el amor que todos conocemos. En esta historia voy a hablar de un

amor imposible…

Un hombre, atractivo y con dinero, y soltero a pesar de esto, se prepa-

raba para la guerra. Como ya lo tenía todo y había viajado a todos los

sitios posibles, no le quedó más que apuntarse al ejército, para añadir

una experiencia más a su vida.

Fue una mañana de sol cuando vio a una mujer muy bella, Iba recta,

muy recta, tanto que si se estiraba un poco más o se ponía de puntillas

sería más alta que el. Sus cabellos morenos iban recogidos en un moño

descuidado, del que sobresalían algunos mechones que caían sobre su

hombro. Rápidamente se acercó a preguntarle su nombre . Cuando

llegó hasta ella se paró, Le tocó el hombro, puso su mejor sonrisa y ahí

se quedó, porque en el momento en el que abrió la boca , la mujer le

calló, interrumpiéndole ”Yo nunca te diré mi nombre, ni nada sobre mí, lo

único que te voy a decir es que estoy en el otro bando, en el bando con el

que vas a entrar en guerra dentro de unas semanas, nuestros países están

enfrentados, tú, y yo también. Lo siento” Y entonces se fijó en el uniforme

que la mujer sin nombre lleva-

ba. ¿Una mujer en el ejército?,

si en el suyo también había

una, pero era horrible..

Sumido en sus reflexiones no

se dio cuenta de que la mujer

se alejaba. Se preguntó enton-

ces por qué habría venido al

lugar donde acampaba el ejér-

cito contrario. No le importó,

lo único que quería era volver

a verla, pero eso tenía un in-

conveniente, que si la veía en

la guerra, tendría que matarla,

y no estaba dispuesto a hacer-

lo. Se pasó las siguientes no-

ches en vela, pensando en ella

porque cuando dormía tenía

84

pesadillas. Soñaba que le obligaban a dispararla, sin piedad, sin hablar siquie-

ra. Llegó el día. Se intrincaron en los complicados caminos del bosque a las

3 de la mañana. No distinguía más que árboles y el resto de personas que

le acompañaban en su grupo. En un momento dado llegó a la conclusión de

que si se la encontraba, y no la disparaba delante de todos sus compañeros

del ejército, iban a pensar que estaba compinchado, así que decidió sepa-

rarse, y se desvió del camino. Estuvo andando durante largo rato, perdido,

pensando. Entonces empezó a oír los gritos, y los disparos. Intentó acer-

carse al lugar del que provenía el sonido, solo para ver, sin darse cuenta de

que alguien le estaba siguiendo. Mientras iba andando desaparecían los ar-

bustos en el camino, y disminuía la cantidad de arboles. Entonces, tras aso-

marse a un árbol, la vio a ella. Se quedó paralizado de horror. Ella le vio a

él. Pegó un brinco, y asustada cogió la pistola, la cargó y apuntó, pero no

disparó. Bajo un poco el arma al darse cuenta de que había estado apunto

de disparar al chico al que había contestado tan secamente aquel día. No

bajó el arma del todo, se quedó esperando a que algo pasase, hasta que

una voz a la espalda del chico, les llamó la atención a los dos. Alguien dijo:

-¿Pero es que no vas a dispararla o qué?- mudo de horror se dio la vuelta y

vio a un hombre que apuntaba a la mujer. No tuvo tiempo de pensar, el

hombre cargó la pistola y cuando disparó algo se interpuso en su camino,

pero ya no puedo retroceder, pues había matado a su compañero, que en

un acto de valor y sacrificio, se había interpuesto entre la bala y la mujer a

la que admiraba tanto.

Cuando abrió los ojos, se encontraba

en una cutre cabaña, que no era de

su ejército, ni de su campamento.

Entonces vio el deslumbrante rostro

de la más bella de las mujeres,

era “la mujer”. Ella le explico

que estaba en la enfermería de su

campamento, que los de su país

no había querido intentar salvarle,

pues él había decidido anteponer

su vida a otra persona del bando contrario.

Lo último que oyó aquel soldado de guerra fue

el nombre de ella: Marlene, y lo último que sintió

fueron sus labios contra los de ella, antes

de cerrar los ojos para siempre. Julia Valdeolmillos Vargas, 2º ESOB

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Expulsando a Lucifer y a los ángeles rebeldes

Terror en las vidas de toda alma,

En alma muerta descansan en calma

O ardiendo sus pecados en el infierno ,

Sus penas nuca se van, es eterno .

Espadas, flechas y escudos,

Plantados en la palma de la mano,

Agudos llantos de los hermanos ,

Donde el mal acaba, estalla

Por la patria rendimos la batalla.

Los gritos te arma de valor,

El silencio te hacer mayor,

Y pero la cobardía ,

la retirada ,te hace inferior.

El cielo se alza en contra del mundo,

Los soldados abatidos por los enemigos ,

Que al darles en lo profundo ,notaron que

Corazón si tenían.

Enmanuel Oyakhire Akweh, 1º ESO C

86

Oda al velero

Velero mío,

Tú que mueves el mar,

Tú que hablas a la mar,

OH velero mío,

Velero,

Tú que cabalgas sin mirar,

Velero grande y solo,

Pero velero,

Tú que con tus blancas sábanas,

Arropas la mar,

Velero que cabalga sin miedo.

Tú que has visto el horizonte,

Velero sin miedo.

Velero sin temor

Velero con compasión.

¡Velero eres un amor!

En tus proas y popas

Hay marcas de amor.

Madera eres,

Velero eres.

Claudia Vázquez Rosales-Nieto, 1º ESO C

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88

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Canciones comprometidas

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Poema de Waterloo

Tu sol al amanecer y tu luna al anochecer,

mi sonrisa aparece y la tuya desaparece.

Puente de piedra y de lágrimas cuando llueve,

de sonrisas y chistes con el sol,¡jajajaja!

Niños jugando,riendo,llorando…

que divertido es este puente,¡jajajaja!

Y con sus aguas que en verano te refrescan,

me despido yo con una sonrisa.

Juan María Bachiller Mateo, 1º ESO A

91

Libertad

Aunque rotas estaban las casas,

Aunque la miseria invadía su tierra,

Había algo que no le podían quitar,

La felicidad, la libertad y la esperanza.

No importaba que tan roto estuviera,

su felicidad, su pasión por la vida

seguía latiendo fuertemente sin descanso,

No importaba nada para el lo único era ser feliz.

La libertad, el mar simbolo de tan raro tesoro,

era su símbolo, su chaqueta azul como el mar,

no importaba nada, importaba su libertad,

el placer, el poder de hacer lo que quería.

Aunque todo mal parecía encaminado,

él no la perdía, aunque las casas se cayeran,

él no la perdía, aunque el cielo se caiga,

él no la perdía, no perdía la esperanza,

de que en algún momento todo iba a mejorar.

Franco Salinas Pytel, 1º ESO C

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Ponte en mi lugar, Paula Martín Aguayo

Y corrió, y corrió, hasta quedar exhausto. Fatigado, se sentó en un

prado verde y observo los árboles, y admiro los pájaros, y escuchó el

agua de aquel riachuelo, y por un momento se olvidó de todo. Dejó la

mente en blanco, aunque el solo veía negro. Abrió los ojos lentamente

93

y se preguntó cómo era posible que aquel paisaje transmitiera tanta

vitalidad. Y vitalidad viene de vida. Y él vivía, pero la hermosa chica que

tenía a su lado, no. Pero... Parecía tan real; sus gestos, su cabello, su

respiración... ¡No! No volvería a caer en su propia trampa, no se vol-

vería a engañar a sí mismo para luego encontrarse cara a cara con la

dura realidad.

Empezaba a ponerse nervioso, otra vez negro, oscuridad, le dolía la

cabeza, las voces, otra vez esas odiosas voces, quería gritar, contarle a

todo el mundo que no estaba loco, que solo era un adolescente de 15

años que quería ser feliz. Y de verdad necesitaba contarle a alguien por

todo lo que estaba pasando, y, por ahora, el único que se había presta-

do a escucharle era aquella muchacha rubia que ahora le contaba algo

sobre los pájaros. Ahora solo le quedaba escribir, simples palabras que

en el fondo se llevaban un pequeño trozo de su corazón. Que le ayu-

daban a expresar todo lo que llevaba dentro. Que le ayudaban a darle

sentido a su vida.

"Estoy desgarrado por dentro, la oscuridad es lo único que veo. Se

acerca a mi, lo siento, lo huelo, lo percibo. Frío, ella me persigue, me

mira constantemente. Es como una sombra, perfecta, oscura, tenebro-

sa. Pastillas, drogas, solo quiero olvidar, quiero que me deje. Ella me ha

cambiado, ella me acobarda. Y nadie me comprende, solo ella, y me

hace sufrir, y quiero que me deje, que pare esta oscuridad, este frió,

esta soledad. Quiero droga para que cese, para que me comprendan,

para que pare este miedo, este horrible miedo, miedo a la muerte, a

mi mejor amiga"

Eran palabras, simples palabras, que luego quemaría, y echaría sus ceni-

zas al riachuelo. Riachuelo que ya oía, pájaros que ya admiraba, árboles

que ya observaba. Y volvían sus ganas de vivir, de ser feliz. Se olvidaba

de ella y era la persona mas feliz del mundo, aunque solo fuese por

unas horas. Agradecía poder observar y no ver, escuchar y no oír, sen-

tir y no tocar. Agradecía su existencia. Agradecía que los adultos le

viesen pequeño y los niños, grande. Agradecía que crecieran plantas y

que el sol saliese cada día. Agradecía una lista de cosas estúpidas para

alguien normal, pero él, no era normal. Porque, al fin y al cabo, ¿quién

puede entender a un esquizofrénico?

Paula Martín Aguayo, 2º ESO A

94

Las torres gemelas

Un once de septiembre

en una bonita ciudad

donde un gran golpe

interrumpió sin avisar.

Un avión tripulado,

con malas intenciones,

chocó con el edificio

más grande de todas las ciudades.

Mucha gente triste,

mucha gente asustada,

y sin saber qué hacer,

porque están atrapadas.

Gente escapando de la ciudad,

gente llamando a sus familias,

para simplemente decirles,

que son lo mejor de sus vidas.

Marta Zaragoza Rodríguez-Patón, 2º ESO B

95

El Alamein, Víctor Vicente de la Lama

Estimados papá y mamá estamos hoy en el Alamein, tras la victoria

alemana.

Yo con mi mejor amigo John nos vamos avergonzados con esta batalla.

Yo le dije a John que era una muy buena estrategia la del “Zorro del

Desierto” (Rommel). Entonces John me gritó diciendo: ¡¿Vas con ellos

o vas con nosotros?!. Yo le dije entonces: voy con vosotros, pero no

es mi culpa que Montgomery haya preparado tan mal la defensa; bue-

no pues ahora nos toca estar bajo el sol en una trinchera.

Ya eso es lo que pasa si eres un simple soldado me dijo.

Entonces me pregunte que estaría tramando Rommel.

Después de unos minutos lo vi. Tres divisiones de tanques

y vehículos acorazados con 5000 hombres se acercaban nosotros con

un miedo que nos recorría todo el cuerpo y empezamos a disparar a

todo lo que se movía, entonces vi un tanque que nos estaba apuntando

con su cañón.

Le dije a John: ¡correeee! Pero el me cogió del brazo y me tiro al sue-

lo; en ese mismo instante disparó su cañón y alcanzó a un mortero

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que estaba encima de nosotros.

Yo en ese momento me alegre de no haber estado allí.

Luego oí una voz que nos gritaba: ¡atacar!. Nosotros como unos fieles

perros obedecimos.

Yo estaba aterrorizado porque no veía John pensando que lo habían

matado; de repente sentí una mano que me tocaba la espalda era John,

entonces le dije: malvavisco donde te habías metido, pensé que habías

muerto. Él me contestó: pues estaba a cubierto para que no me di-

eran; hablando de que no te den creo que te han dado. Claro que me

han dado por que te crees que estoy aquí – le conteste.

Pasaron 9 horas y se acabo la 1ª batalla con John y yo casi enteros por-

que me tuvieron que vendar media pierna derecha.

FIN

Víctor Vicente de la Lama, 1º ESO B

97

Hoy he visto un vídeo, Alejandra Jusdado Gil

Hoy he visto un vídeo, ¿sabéis?, y he aprendido. Estaba en mi habita-

ción, pensando en qué texto podía ponerme a escribir para Lengua, y

una amiga me ha mandado un vídeo de unos dos minutos. Lo he empe-

zado a ver, ella me había dicho que lo mirara, que era muy bonito, así

que le he hecho caso. En el vídeo aparecían varias parejas de descono-

cidos, separados entre sí por una especie de pared móvil, y les pregun-

taban que qué era lo más importante en la vida para ellos, qué era lo

que más felices les hacía. Pri-

mero respondía uno de los

miembros de la pareja. To-

dos decían cosas diferentes y

a la vez parecidas: un viaje,

pasar tiempo con su familia y

sus amigos, había incluso una

chica que decía que le encan-

taba dormir. Después le to-

caba el turno a la otra perso-

na, y la diferencia con las an-

teriores, es que éstas padecían, habían superado, o alguien muy cerca-

no a ellas tenía cáncer. Ahora muchas personas dirán que estos vídeos

son muy típicos, que están hechos para que sintamos pena, está bien,

puede que sí, pero al menos yo he aprendido con este. Bien, pues las

respuestas de estas personas eran cosas tan simples como poder salir

solos a dar un mísero paseo, disfrutar de las flores, despertarse por las

mañanas y saber que sus hermanos están bien, saber que sus padres

no tienen ninguna preocupación, y una niña en silla de ruedas dijo que

si tuviera que pedir un deseo sería poder caminar, y que lo que más

feliz le hacía era que el aire le tocase la cara, otros deseaban que no

existieran enfermedades. Al escuchar estas respuestas, los demás se

quedaban sorprendidos, había quienes lloraban, y encogían el cuerpo

como arrepintiéndose de sus respuestas, arrepintiéndose de ser egoís-

98

tas con sus deseos cuando había gente que lo que más quería era lo

que ellos hacían en su día a día. Al final, los individuos con la enferme-

dad explicaban brevemente su historia, y sus parejas se levantaban a

darles un abrazo, y no por compromiso, por voluntad propia.

Estoy segura de que a todos os habrán dicho alguna vez eso de: “Tú

tirando comida, y en otros países la gente muriéndose de hambre.” O

lo de: “Estás todo el día pidiendo cosas, y hay gente que no puede ni

respirar, que lo único que quiere es vivir sin enfermedades.” Pues,

¿sabéis qué?, ahora me doy cuenta de que es verdad. Siempre nos han

enseñado a apreciar las pequeñas cosas, y ya sé que todo eso lo teneis

muy visto, pero hoy me he puesto a pensarlo, y tienen toda la razón.

Le damos más importancia a las cosas materiales que incluso a noso-

tros mismos. Hoy me he dado cuenta de que la famosa frase “No

apreciamos lo que tenemos hasta que lo perdemos.” es verdad, que

que alguien se preocupe por ti día a día y que te tenga en cuenta en su

vida es mil veces mejor que que te regale un reloj de 300€, y que de

eso no nos damos cuenta, porque claro, que alguien se preocupe por

ti es normal, es algo que lleva haciendo desde que forjasteis una amis-

tad, y eso, a la larga, se convierte en rutina. Quiero que os detengáis a

pensar en todas las personas que se preocupan por vosotros, que os

tienen en cuenta, que os ayudan, que os alegran el día, quiero que

penséis en ellas y les deis las gracias por todo lo que hacen por voso-

tros, y que no lo hagáis solamente cuando os regalen esos zapatos que

tanto os gustaban, zapatos que en poco tiempo, no usareis más, pero

en cambio, ¿la persona que os los ha regalado?, esa persona la tendréis

para siempre. Quiero que os deis cuenta de que las pequeñas cosas en

la vida, se convierten en las grandes cuando las estamos perdiendo, así

que vamos a hacerlas grandes antes de que eso ocurra, vamos a disfru-

tar de ellas, y a dejar de pensar en lo feliz que nos hace la ropa de

marca, la última consola que ha salido o la tele nueva que nos van a

comprar. Vamos a apreciarlas, vamos a cuidarlas, y vamos a darnos

cuenta de que, en realidad, son las que más nos gustan.

Alejandra Jusdado Gil, 2ºESO B

99

¿Sociedad?... No gracias

La sociedad ¿a quién le importa?, da igual si eres hemo, gótico, divina,

empollona, otaku. son sólo palabras que nos separan a los unos de los

otros, sinceramente creo que todos tenemos un lado friki, tan sólo

hay que saber "aceptarlo".

No quiero continuar con el "todos somos iguales, y bla bla bla" porque

no es verdad, es cierto que nos parecemos los unos a los otros

(órganos y tal) pero no somos iguales.

Es más, me niego a parecerme a otra persona, actuar como ella, pen-

sar como ella... tan sólo pensarlo me dan escalofríos. Me gusta mi for-

ma de pensar, es mi forma de ver las cosas, la tengo cariño, aprecio,

¿sabes?.

A veces intento ser más diferente y única de lo que soy y por un mo-

mento mi cuerpo acaba tocando la "normalidad" (...más escalofríos...).

No sé si me estoy explicando bien, es complicado entenderme, lo sé,

sólo un puñado de gente con el mismo nivel de estupidez que yo es

capaz de comprender y asimilar lo intento "explicar".

En serio, lo digo de verdad, no me quiero meter en problemas, pero

es que hay gente más falsa que el "si, lo entiendo" de la clase de ma-

temáticas. Mucha gente quiere parecerse a otra copiando su imagen y

su manera de ser, a mí no me importa, que hagan lo que quieran... pe-

ro ¿en serio?, ¿clones?, alguien puede venir aquí y explicarme detallada-

mente por qué, es que no lo entiendo, sólo pensar un poco, si tú te

pareces a otro (u otra) y el / ella se parece al de más allá, ¿para qué

ser tú? total, tiene que ser mucho mejor ser la "hermana gemela perdi-

da" del de más allá...

En fin, como he dicho antes no sé si me estoy explicando bien, y esto

se me esta yendo de las manos, así que creo que me voy a despedir

con un "nos vemos”.

Manuela Caballero Castillo, 2ºESO A

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Vida cotidiana

Todas las mañanas me despierto,

pegando un salto y sonriendo, pero cuando estoy contando ovejitas,

ya suena la alarma diciendo: ¡Vamos, deprisa!

Luego a desayunar, me lavo los dientes y al colegio, cojo el autobús hacia el norte,

y a las nueve comienzo.

Entre estudios y deberes, no descanso ni un momento, pero luego bajamos al patio,

muy alegres y contentos.

Ya salimos del colegio, después de todo el día,

luego seguimos estudiando, ¡Vaya pesadilla!

Ya llega la noche, y toca descansar,

porque mañana es un nuevo día, y vuelta a empezar.

Paula Alcaín Arranz, 2ºESO A

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Efecto de la lluvia

Es cuestión de días,

que llore el dios que nos guía

mojando el suelo de las calles que pisamos,

tan valioso que es, pero que no apreciamos.

Paraguas rotos por el suelo,

almas perdidas rumbo al cielo,

obligadas a vagar por las calles inundadas de tristeza, agua y cristal.

¿Los niños?

conservantes de la imaginación y felicidad ,

cabeza insegura y empedrada, alma esperanzada,

juegan en la plaza sin ansia de

poder, riqueza, popularidad .

Inconscientes de lo real y lo irreal.

Esperanza, sinónimo de infancia.

El tiempo sabrá ,

cuando abrirle los ojos a la humanidad.

Clara Poza, 1º ESO C

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Pequeña historia de un es-

clavo, Gonzalo Moneo Gómez

Corría el año 123 d.C, todavía el Imperio

Romano no había caído en las invasiones

bárbaras. Por ello la vida en las ciudades

se desarrollaba con total naturalidad.

Ahí es donde se centra esta historia. En un

gran óvalo situado en el corazón de Roma.

El Coliseo Romano.

Hassan no era más que un pobre esclavo

que se jugaba la vida en cada combate para

la diversión de otros. Sus padres murieron

defendiendo su poblado natal al norte de

Túnez. A él le capturaron y le enseñaron

el arte de matar.

Ahora iba a disputar un combate pero no uno cualquiera, debido a que

había cogido mala fama ya que pocos podían vencerle y el público le

quería verlo muerto a los pies del emperador.

Se disponía a entrar en la arena. Para hacer la lucha más “divertida”

solo le habían dado una espada casi rota por el filo. Su aparición vino

seguida de abucheos, giró la cabeza y vió a su adversario. No lo conoc-

ía pero sabía que era otro de los mercenarios del emperador.

Por supuesto este iba blindado con todo tipo de escudos y armaduras.

El César dio la señal y comenzó la batalla. Los primeros segundos fue-

ron de tanteo, conocer al oponente. El gladiador dió la primera esto-

cada, Hassan la paró y contraatacó. Viendo ya realmente al rival que se

enfrentaba se dijo -Pronto estaré contigo padre-.

El combate transcurría de forma tradicional, el público tenía su favori-

to y el otro era el objetivo a eliminar. Aun así Hassan lo dió todo en la

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arena, era más ágil sin armadura y es-

quivaba bien los golpes, pero en una de

estas el fuerte gladiador le hizo un cor-

te que debilitó a Hassan. Luego le dio

un puñetazo con el escudo y cayó des-

plomado sobre la arena. Ante esta si-

tuación de impotencia Hassan intentó

continuar combatiendo hasta que en

un ataque derribó a su oponente y

lanzó su espada lejos de su alcance. Se

le dibujó una sonrisa en la cara pensan-

do que tenía el combate solucionado.

Unos segundos después, vio como el

César mandaba dar otra espada al

mercenario para que acabase con Has-

san de una vez por todas.

Siguieron luchando y Hassan se sentía

cada vez más pesado lo que facilitaba

las cosas al emperador.

De repente en unos momentos de ig-

norancia hacia el combate, cuando ten-

ía su mente demasiado abierta para

concentrarse en la realidad, el bien

pagado gladiador le hizo un corte en el

abdomen y lo dejó en el suelo deba-

tiéndose entre la vida y la muerte.

El público colocó el pulgar hacia abajo

expresando su deseo de sangre y el

César viendo que su plan había resulta-

do un éxito ya que no podía permitir

que un gladiador-esclavo quedase por

encima suyo dio la orden de ejecución.

Lo que solo pudo saber Hassan es que

antes de que le hundieran la espada en

el pecho, su espíritu ya estaba con su

familia y no sufrió dolor alguno.

Gonzalo Moneo 2ºA E.S.O.

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Algún día recuperaré la conciencia,

Samuel Ramírez Tarifa

Hace muchos, muchos años un hombre multimillonario se aprovecha-

ba de sus familiares, empleados y de los pobres. A su familia le contaba

que era pobre y necesitaba una ayuda. A sus empleados les explotaba y

a los pobres les robaba.

Un día su hermano mayor se enteró de que trabajaba en una gran em-

presa siendo el creador y fundador ya que vio un enorme cartel en

medio de una autopista de la ciudad en la que vivían. El hermano con

todo el rencor acumulado se lo contó al resto de su familia.

La mujer del hermano menor sabía hacer muñecos de vudú. Sin

pensárselo la madre cogió un gorrito de lana que tenía guardado en un

cajón de cuando era un niño y con sus dedos rugosos de la edad

agarró un pelo que se había quedado enganchado en la lana.

Se dice que ahora el hombre vaga sin conciencia por los barrios po-

bres repartiendo su dinero, con la cabeza gacha la mente en blanco y

con un paso lento y torpe. La maldición dice que no volverá a su vida

cotidiana hasta que haya repartido su dinero a todos los vagabundos

existentes.

Samuel Ramírez tarifa, 2º ESO B

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