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Vincencio Juan de Lastanosa y sus prodigios Fermín GilEncabo «El que va a Huesca y no ve casa de Lastanosa, no ve cosa». El dicho, sugeridor de inefables maravillas, sigue arraigado en la ciudad del Isuela a modo de testigo de lo que, según tradición no apócrifa asegura, probablemente ha sido el mayor esplendor a lo largo de toda su historia. (1) Y, al contrario de cuando la imaginación popular fabula, en este caso no da abasto para sospechar lo extraordinario de la realidad que fue. Sin embargo, de todo ello queda poco más que su memoria en algunos libros y, por lo común, libros sobre Gracián, a cuya sombra Lastanosa que ha franqueado los límites locales y la prueba del tiempo. (2) Porque, como apuntó Adolphe Coster en su obra básica sobre el bilbilitano, «Lastanosa tiene un lugar tan preponderante en su vida; de tal manera ha influido sobre él, ya estimulando sus producciones, ya proporcionándole los libros que había menester, ya censurando sus escritos, acaso colaborando en ellos, que merece un puesto de honor en este estudio». (3) Pero no ha de ser siempre necesariamente ese vínculo con Gracián lo que faculte para hablar del prócer, mecenas, coleccionista, erudito, editor, contertulio y amigo. Lastanosa tiene entidad suficiente como para reclamar nuestra atención y, más, cuando, a la luz de lo que sabemos, se atisba lo que queda por descubrir y decir sobre él; y cuando, para aminorar el contraste entre la fama pasada y el olvido actual, intentamos responder esas preguntas elementales que surgen al oír su nombre. ¿Qué ostentador de maravillas fue aquel «discreto Salastano» capaz de desviar de su ruta al propio Felipe IV? ¿Qué podía admirarse en su palacio para que Gracián lo denominase «teatro de prodigios»? ¿Qué Huesca, qué España, qué mundo compendiaba aquel «culto camarín» donde no entraba «sino lo muy perfecto» y aquel jardín que aturdía incluso a los que lo conocían de oídas, pasmaba a la más alta nobleza española y extranjera y ante el cual el mismísimo duque de Orleans confesaba: «[nJo tiene el rey de Francia cosa como esta ... »? Retrato de Lastanosa. Anónimo. Siglo XVII. B.N.M. 111 Huc usque et inde cepit reza el mote que corona las armas infanzonas de don Vincencio Juan de Lastanosa y Baraiz de Vera. Obliga a considerar con ojos barrocos el boato desde una vanitas cifrada en esa calavera heredada que va sobre la cimera y da pie para entender el Vetustate fulget del lema elegido como amparo de la obra personal: «... esta noble familia empieza donde otras acaban; amonestando con esto a mis descendientes, correspondan en el hecho a la empresa, procuren de que no acabe su buena forma con la vida, sino que el día de la muerte renazca el buen nombre como fénix». Orígenes y postrimerías flanquean simbólicamente la memoria de la estirpe que Vincencio lega a los suyos con el envío del último mote de las armas: «La más segura nobleza / es la que el fin no acabó, / antes en él comenzó». Vincencio declara y glosa los lemas de su imagen heráldica a los veinticuatro años y hasta el final de sus días se empleará en acomodar vida terrenal y esperanzas de ultratumba a estos nortes emblemáticos para gloria de su apellido, de su ciudad y de su siglo. (4) El abolengo que Vincencio Juan puede exhibir hace memoria de trece generaciones y está, según palabras del cronista Andrés, ilustrado «de varones insignes en santidad, letras y armas» asiduamente vinculados a reyes y príncipes mediante acciones bélicas y cargos de servicio y gobierno en puestos de confianza desde que un Gombal de Lastanosa, caballero que habría de ser su abuelo undécimo y cuyas primeras noticias se ubican a comienzos del siglo XIII, cuidó en Monzón de la crianza de Jaime 1. Hacia 1210, su hermano Ramón era canónigo y preboste de Lérida, donde educó a sus sobrinos Guillén y Gombal, luego participantes en la conquista de Mallorca y Valencia. El décimo abuelo de Vincencio, Gilbert, tras haber seguido la causa de los Templarios gozó del favor del infante don Pedro, el hijo de

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Vincencio Juan de Lastanosa y sus prodigios

Fermín GilEncabo

«El que va a Huesca y no ve casa de Lastanosa, no ve cosa». El dicho, sugeridor de inefables maravillas, sigue arraigado en la ciudad del Isuela a modo de testigo de lo que, según tradición no apócrifa asegura, probablemente ha sido el mayor esplendor a lo largo de toda su historia. (1) Y, al contrario de cuando la

imaginación popular fabula, en este caso no da abasto para sospechar lo extraordinario de la realidad que fue. Sin embargo, de todo ello queda poco más que su memoria en algunos libros y, por lo común, libros sobre Gracián, a cuya sombra Lastanosa sí que ha franqueado

los límites locales y la prueba del tiempo. (2) Porque, como apuntó Adolphe Coster en su obra básica sobre el bilbilitano, «Lastanosa tiene un lugar tan preponderante en su vida; de tal manera ha influido sobre él, ya

estimulando sus producciones, ya proporcionándole los libros que había menester, ya censurando sus escritos, acaso colaborando en ellos, que merece un puesto de honor en este estudio». (3) Pero no ha de ser siempre necesariamente ese vínculo con Gracián lo que faculte para hablar del prócer, mecenas, coleccionista, erudito, editor, contertulio y amigo. Lastanosa tiene entidad suficiente como para reclamar nuestra atención y, más,

cuando, a la luz de lo que sabemos, se atisba lo que queda por descubrir y decir sobre él; y cuando, para aminorar el contraste entre la fama pasada y el olvido actual, intentamos responder esas preguntas elementales

que surgen al oír su nombre. ¿Qué ostentador de maravillas fue aquel «discreto Salastano» capaz de desviar de su ruta al propio Felipe IV? ¿Qué podía

admirarse en su palacio para que Gracián lo denominase «teatro de prodigios»? ¿Qué Huesca, qué España, qué mundo compendiaba aquel «culto camarín» donde no

entraba «sino lo muy perfecto» y aquel jardín que aturdía incluso a los que lo conocían de oídas, pasmaba a la más alta nobleza española y extranjera y ante el cual el mismísimo duque de Orleans confesaba: «[nJo tiene

el rey de Francia cosa como esta ... »?

Retrato de Lastanosa. Anónimo. Siglo XVII. B.N.M. 111

Huc usque et inde cepit reza el mote que corona las armas

infanzonas de don Vincencio Juan de Lastanosa y Baraiz de Vera. Obliga a considerar con ojos barrocos el boato desde una vanitas cifrada en esa calavera heredada que va sobre la cimera y da pie para entender

el Vetustate fulget del lema elegido como amparo de la obra personal: « ... esta noble familia empieza donde otras acaban; amonestando con esto a mis

descendientes, correspondan en el hecho a la empresa, procuren de que no acabe su buena forma con la vida, sino que el día de la muerte renazca el buen nombre como fénix». Orígenes y postrimerías flanquean simbólicamente la memoria de la estirpe que Vincencio

lega a los suyos con el envío del último mote de las armas: «La más segura nobleza / es la que el fin no acabó, / antes en él comenzó». Vincencio declara y

glosa los lemas de su imagen heráldica a los veinticuatro años y hasta el final de sus días se empleará en acomodar vida terrenal y esperanzas de ultratumba a estos nortes emblemáticos para gloria de su apellido,

de su ciudad y de su siglo. (4)

El abolengo que Vincencio Juan puede exhibir hace memoria de trece generaciones y está, según palabras del cronista Andrés, ilustrado «de varones insignes en santidad, letras y armas» asiduamente vinculados a

reyes y príncipes mediante acciones bélicas y cargos de servicio y gobierno en puestos de confianza desde que un Gombal de Lastanosa, caballero que habría de ser su abuelo undécimo y cuyas primeras noticias se ubican a comienzos del siglo XIII, cuidó en Monzón de la

crianza de Jaime 1.

Hacia 1210, su hermano Ramón era canónigo y preboste de Lérida, donde educó a sus sobrinos Guillén

y Gombal, luego participantes en la conquista de

Mallorca y Valencia. El décimo abuelo de Vincencio, Gilbert, tras haber seguido la causa de los Templarios

gozó del favor del infante don Pedro, el hijo de

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Arbol genealógico de VincencioJuan de Lastanosa. E.N.M. .\Is. 22609.

Jaime 11, como gobernador de sus estados. Casado con .\na Donosa de Salazar, tuvo a Pedro, quien fue

camarero y también gobernador del mismo infante y

llegó a servir al propio rey en 1348 cuando el problema de la Unión. Hermano de Pedro fue Juan, abad de Villa Beltrán. A Pedro sucedió otro igual en el nombre y

cargos, que tuvo por hermano a Ramón, doncel de

Pedro IV, y por descendiente a Antonio 1, quien se trasladó de Calavera -donde se ubicaba la casa

solariega de la familia- a Pomar. La línea siguió con

Pedro 111, Antonio 11 y Antonio 111. Juan 1, tercer abuelo de Vincencio, se mudó a Monzón, fue

ma\·ordomo de María de Austria, hermana de Carlos V,

sinió a este en Flandes y casó con MaríaJuana de Rivas

\" Silva. Su hermano Pedro llegó a ser embajador de

Fernando de Austria en Constantinopla.

Ya en tiempos de Felipe 11, para quien también luchó en Flandes, Juan Luis 11, de Monzón, casó con María

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Cortés y Claramunt en Huesca, donde se afincó en la

casa que sería de su biznieto Vincencio y luego moriría

en 1574. A su hermano Pedro Juan, el experto en obras hidráulicas y fortificaciones que trabajó para el rey

como «maquinario» y estuvo al senricio de su Consejo de Guerra, han sido atribuidos Los veintiún libros de los

ingenios y de las máquinas. (5) Hijo del segundo de su

nombre, Juan 111 casó con Inés de Arnedo y Vargas, representó a su estamento como diputado del reino de

Aragón en 1579 y cuidó de la edición póstuma de la Historia de Fernando el Católico de Zurita. Su hermano

Pedro fue canónigo y preboste de Huesca además de catedrático en la universidad de la misma ciudad. Sus

hermanas Ana y Beatriz casaron, respectivamente, con

Pedro Iriarte yJerónimo Climent.Juan Agustín Lastanosa Arnedo y Vargas 111, el padre de Vincencio,

casó con Esperanza Baráiz de Vera y Navarro de Azpilcueta; como militar desempeñó el cargo de

general de galeras de Felipe 111 y como hombre culto animó -bajo el nombre de «el Modesto»-

la academia literaria instituida en Huesca en 1610.

Lastanosa podrá ostentar enlaces con apellidos notables pero sobre todo brillará como ninguno de su familia y

como pocos de sus convecinos al repristinar el viejo orgullo estamental en un periodo oscense -si bien cada vez más distante del relativo auge económico de finales del siglo XVI y principios del XVlI- de indiscutible desarrollo artístico y cultural, incluso

franqueados sus años centrales, y capaz de propiciar rebrotes de aquella virtú renacentista que otorga al hombre común la posibilidad histórica de deberse sólo

a sus obras y en el noble tiñe su obligación de protagonismo social incluso cuando esa virtud derive hacia un sentido ético definitivamente barroco. (6)

Los hitos vitales de Lastanosa señalan una trayectoria muy vinculada a Huesca, donde nace un 25 de febrero de 1607. Elll de enero de 1626 casa con Catalina Gastón y Guzmán, de ascendencia oscense pero nacida en Sevilla un 9 de enero de 1612, que moriría en 1644

en el sobreparto del decimocuarto de sus hijos. (7) Su vida conoce las inevitables zonas sombrías: la viudedad, problemas con alguna hija, el enfriamiento ocasional de las amistades, tiranteces con familiares como los

Climent, la pérdida de los más próximos (su hermano Orencio, Andrés de Uztarroz, Gracián ... ), los achaques de la vejez. Morirá en Huesca el18 de diciembre de

1681, poco antes de cumplir los 75 años. (8) De sus viajes, al margen de los desplazamientos previsibles (a Figueruelas, a Zaragoza ... ) o circunstanciales (en 1627

asiste a cortes en Barbastro; en 1637 visita el colegio de los jesuitas de Calatayud; en el verano de 1676 está en

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Madrid ... ), descuella el de Francia. En 1637 ó 1638 viaja

hasta París acompañando al duque Gastón de Orleans, a quien había alojado de incógnito en su casa mes y medio y con quien se había carteado al menos desde

1631. Probablemente es en esa ocasión cuando visita en Toulouse a su amigo el canónigo coleccionista Francisco Filhol. Las cartas, los encargos y las visitas que

recibe, más que los viajes, le mantienen en contacto con el exterior.

No dedicó su vida a la Iglesia, aunque fue devoto y benefactor. Construye a sus expensas una capilla familiar en la catedral de Huesca entre 1646 y 1648 Y vela porque sus familiares eclesiásticos vivan «conforme a su calidad»: su hermano Orencio, canónigo de la

catedral, siempre con trato preferente, o sus hijos José Paulino, prior de San Lorenzo, y Francisco, a quien presenta para racionero de la misma iglesia y para el que al testar arbitra recursos «en consideración de no estar acomodado», preocupación que vuelve a aflorar

en el codicilo. No obstante, cuando Catalina, su hija, profese como carmelita descalza, lo hará en contra de la voluntad del padre.

No desempeñó grandes cargos militares pero obtuvo su

cuota de gloria en el campo de batalla, aunque por vía de panegírico de amigos como Andrés de Uztarroz; así, cuando en 1640 es nombrado capitán de Infantería

para socorrer con doscientos hombres la plaza de Salses,junto a Perpignan, si bien no hubo necesidad de actuar al llegar antes la noticia de su recuperación; así,

en 1641, durante la guerra de Secesión, cuando es uno de los capitanes que han de ayudar a Monzón contra los franceses, tras la pérdida de la villa contribuye eficazmente a defender los pasos del Cinca hasta que desaparece el peligro. (9)

No pretendió un hueco en la trama cortesana, antes bien se aplicó al buen gobierno de la ciudad. Sus tareas en el concejo oscense nos lo presentan en 1636 (y varias veces hasta 1654) como consejero municipal,

ostenta el cargo de lugarteniente de justicia en 1652 y llegará a estar al frente del municipio cuando, a los 68 años, es elegido por sorteo para el cargo anual de prior

de jurados en octubre de 1675. Hay otras páginas de su actuación municipal, como su tarea de catalogador de

documentos, (10) pero las más brillantes son las de su ejemplar comportamiento cuando, durante la peste de 1651-1652, es nombrado regidor del Hospital. Tal

impronta en la ciudad se complementa con facetas

como las mostradas en días de júbilo: en 1650 es uno de los jurados de la Palestra numerosa austríaca, el certamen con que Huesca celebra el matrimonio de Felipe IV con

Mariana de Austria y, singularmente, más adelante, en

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enero de 1658, con motivo del nacimiento de Felipe

Próspero, es protagonista indiscutible de unos festejos que dan renombre a Huesca.

Ni siquiera frecuentó las aulas universitarias pero el

entorno familiar, la labor del preceptor Francisco Antonio Fuser, el autodidactismo y sus múltiples contactos intelectuales le permitieron crear para sí \­

para otros un marco más enriquecedor que el de las enseñanzas regladas. Se le supone conocedor del latín. el griego y quizás el hebreo y el árabe y, entre las lenguas modernas, del italiano, debido al trato con artistas y científicos que trabajan en su casa, y del francés por razones similares, a las que hay que añadir su relación con Francisco Filhol y Gastón de Orleans. los jardineros franceses suministrados por éste y la

traducción de los Elementos químicos de Jean Béguin como parte de su bagaje intelectual, en el que también entraban los conocimientos matemáticos y la mecánica de precisión. De sus habilidades artísticas podrían ser

testigos las pinturas al temple que Carderera decía haber visto, los planos del Palacio de los Reyes en

Huesca o del castillo de Loarre que le reclama su amigo el conde de Guimerá, los «diseños» de estatuas que le pide Gastón de Orleans, así como los dibujos de

búcaros, piezas de marfil, lucernas romanas y ciertos croquis y vistas parciales de sus jardines. (11)

Algunas poesías de las que queda texto o noticia darían poca cuenta del alcance de sus escritos. No por mm­

conocidas han de dejar de consignarse sus dedicatorias en las obras de Gracián: la de El Discreto, al príncipe Baltasar Carlos -así como el prefacio «A los letores»-.

la del Oráculo, a Luis Méndez de Haro y la de la A.gudr...a

y arte de ingenio, a Antonio Ximénez de Urrea, conde de Aranda, aunque ya no tenga sentido insistir sobre la

antaño propuesta de coautoría, incluso a título de antólogo, del Oráculo manual. La perdida Dactilotera nos dice de sus conocimientos sobre los camafeos, anillos y

piedras preciosas que poseía y las publicadas y

fundamentales Museo de las medallas desconocidas

españolas (1645) Y Tratado de la moneda jaquesa (1681 ) acreditan como experto numismático al coleccionista Lastanosa y le reservan un indiscutible lugar en la historia de las monedas. Fruto de tareas semejantes

pero aplicadas al catálogo de documentos es la Rúbl1ca

de los registros, libros, procesos y papeles que había

antiguamente en el Archivo del Reino de Aragón, manuscrito al que se añadiría, si realmente es suyo, un impreso de

1648, el Índice o cabreo de todas las escrituras y papeles que

la ciudad de Huesca tiene en su Archivo. De sus afanes por estudiar la nobleza queda la noticia de un Monumento di'

claros e ilustres varones del Reino de Aragón, el manuscrito

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de Linajes de Aragón, Cataluña, Navarra, Castilla y León y su anotación y ampliación de la Genealogía de la noble

rasa de Lastanosa, recopilación manuscrita de 1651 en la

que, entre múltiples materiales de diversas épocas, Yincencio adjuntó el Recuerdo histórico de doña Catalina

Gastón y Guzmán.

De subido interés para recuperar, aunque sea por cauce

erudito, lo que fue el mundo lastanosino resultan las descripciones de su casa y jardines que se dan como suyas. Así, el Catálogo de sus libros y curiosidades, de

1635, Las tres cosas más singulares que tiene la casa de

Lastanosa en este año de 1639, (12) la Narración de lo que

pasó a D. Vincencio de Lastanosa a 15 de octubre del año

1662 con un religioso docto y grave o el Catálogo de los libros,

llamado Sparvenfeldt. (13)

.-\ún cabría, para cerrar esta mención de lo escrito por Lastanosa. anotar algunas obras, menores aunque curiosas. q~le yan añadiéndose al arqueo realizado por Latassa y transmitido por Ricardo del Arco. Así, el

-Borrador del Medallón de Baco», el texto sobre las lucernas y los dos tratadillos formulados como

eyacuación de consultas; uno sobre los perros de caza y otro sobre el carbunclo. (14)

Si trabajos como los dedicados a las monedas hubiesen sah-ado el apellido Lastanosa del olvido, su renombre hubiera sido a todas luces mayor con sola su faceta de

mecenas y, en este sentido, bastaría evocar, por ya conocido, lo que de ayuda material e intelectual y,

sobre todo, amistad significó para Gracián. El remanso de paz y libertad que supuso la casa de Lastanosa, la riqueza de contactos de su círculo, la oportunidad de disponer de tal biblioteca, la suerte de contemplar sus

colecciones y de disfrutar de los jardines son aspectos que explican en gran medida desde la misma posibilidad de materialización de las obras de Gracián

hasta rasgos de su trasunto, pergeño e intención. Pero por más que el nombre de Lastanosa de puertas afuera \-aya uncido al del bilbilitano, cabe consignar la

contribución de Vincencio al esplendor de la cultura y el arte barrocos en su área de influencia más inmediata,

aunque sólo sea apuntando nombres, a propósito de la edición de libros, como con Uztarroz y, especialmente, con Gracián para El Héroe (1637), El Discreto (1646), El

Orámlo manual (1647), Agudeza y arte de ingenio (1648) y El Cliticón, 11 (1653); en la imprenta, impulsando las

tareas de Nogués y Larumbe; en la pintura, dando obra

aJusepe Martínez y Juan Jerónimo Jalón; en la escultura, llevando a trabajar a su casa al napolitano ~Iicaelo Angelin ...

Hijo de su época y situado en ese cruce de tradición y renoyación, Lastanosa adquiere su perfil histórico al

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actuar en los años del cambio de referencia de las

armas a las letras. Lo heroico va cediendo ante lo ético; su trasfondo es el de la cultura; su ámbito, el de un

círculo de amigos con quienes poder conversar de materias intelectuales. El foco de interés que supo crear y mantener a su alrededor trascendía la enriquecedora y espontánea tertulia en que se había transformado el modelo más reglamentado de las

academias. (15) Junto a los asiduos como Manuel de Salinas y Lizana, primo lejano, canónigo y profesor universitario, y Gracián en los años en que reside en Huesca (1636-1639 y 1645-1649), pasando por el

grabador Jerónimo Agüesca, la poeta Josefa de Sayas, el conde de Atarés, el marqués de Torres, el conde de

Guimerá, Andrés de Uztarroz o el duque de Villahermosa;junto a ellos, residentes en Huesca o

visitantes y huéspedes temporales, están los que mantienen el contacto a distancia, como Francisco

Filhol desde Toulouse y Ana Abarca de Bolea desde el monasterio de Casbas. El lazo intelectual y artístico que

traba Lastanosa incluye a quienes por carta o personas interpuestas intercambian noticias o encargan y envían libros, semillas, monedas, restos arqueológicos, joyas,

animales y toda suerte de curiosidades y antiguallas. La correspondencia conservada, desde las cartas de jesuitas a los billetes de los propios, suministra rica

información sobre esta red, que, en sí misma, es una manifestación más de vida cultural. De manera similar,

los contactos previos y posteriores a las estancias en casa de Lastanosa de visitantes ilustres y poderosos explican el origen, trasiego y destino cambiante de

tantos objetos y, sobre todo, el contexto de admiración mutua que expertiza y autentifica lo exhibido. Por la casa de Lastanosa pasan, entre otros -y casi todos estos ya antes de 1639-, el duque de Orleans, el

de Ferrara, el conde de Mirandola, el marqués de Pescara, el cronista Francisco Ximénez de Urrea, el

virrey de Aragón Príncipe de Esquilache, los duques de Arcos, Béjar, Infantado, Lerma, Medina de las Torres o Medinaceli, los marqueses de Ay tona y Camarasa, el condestable de Castilla Bernardino

Fernández de Velasco ... y hasta el propio rey Felipe IV, que al menos lo hizo «de vuelta de

Cataluña ( ... ) y dos vezes con pretesto de cazar desde Zaragoza».

Lastanosa, inmortalizado literariamente bajo anagrama en la crisi 11 de la segunda parte de El Criticón - «Los prodigios de Salastano»-, atrae a los visitantes por la

fama de sus maravillas y los gana por la hospitalidad y liberalidad que acompaña a la realidad que contemplan. Como consignan por sistema los inventarios y relaciones, tres son los prodigios en

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Fachada de la casa de Lastanosa. Acuarela de Valentín Carderera.

que se aquilata el fénix de su empresa más que las glorias de su escudo nobiliario: la librería, la armería y los jardines. Equiparándose a los grandes coleccionistas del pasado en la inenarrable acumulación de tesoros y curiosidades imponderables, sintoniza con los coetáneos en las categorías, disposición y valores atribuidos a lo que encierran sus cámaras maravillosas. Gastón de Orleans, aunque en el caso de la armería no pudiera decirlo, al contemplar los jardines concluía: «[n] o tiene el rey de Francia cosa como esta, y como la librería»; (16) y en la historia de las cámaras maravillosas españolas, en los orígenes de los museos modernos, queda claro que «Lastan osa fue uno de los máximos exponentes, si no el mayor, del coleccionismo ético», (17) el mismo sentido con que, aludiendo a Lastanosa, El Criticón codifica simbolismos como el del basilisco, el unicornio o el ave fénix.

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El palacio, ubicado en los actuales números 27 y 29 del Coso Alto, frente a la iglesia y colegio de la Compañía

de Jesús, tenía tres alturas, en la primera de las cuales se contaban 26 salas. La fachada daba al oriente y en su parte izquierda se elevaba la Torre de Hércules coronada por una estatua del mismo con un globo

celeste a sus espaldas. Según refiere Lastanosa, la librería, ubicada en el segundo piso, «tiene zinco piezas grandes, tres al poniente y dos al mediodía y ai en ellas 80 estantes, todos con puertas de lienzos pintados de fábulas, cerrados con llaue porque estén los libros

guardados del polvo y de algunos curiosos que los quieren sin gastar las sumas que me han costado ( ... ) Tienen los 80 estantes 6.698 cuerpos de libros (los más de folio patente, enquadernación de París) de todas facultades ... ». (18) Entre ellas enumera en una ocasión:

«De Matemáticas, de la Geometría, de la Astrología,

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Cosmografía, Hidrografía, Geografla, Perspectiva, Óptica, Dióptica, Catóptrica, Pintura, Arquitectura, de arte militar, de relojes, destreza de armas, de

fortificación, de tomar escuadras, de adiestrar caballos, de ~lúsica, de dividir tierras ... » (1'1) ya las que habría

que ai1adir, sin poder concluir: inventos, lenguas, Retórica, Historia de Espai1a y Universal, Heráldica, biografías, ficción (de la Celestina y el Lazarillo a

Gracián, pasando por Cervantes; de Garcilaso a

Góngora; de Lope a Calderón, más los clásicos), juegos, artes mecánicas, Filosofía Natural, Agricultura, Jardinería, Zoología, lapidarios, Anatomía, Medicina, .-\lbeitería, Química, Hermetismo, Emblemática, Derecho, Política, Religión, y apartados específicos de mapas y láminas ... Como cuando comenta, al hablar de

la erudición varia, «apenas se puede apetecer asunto que no se halle». (20)

Si es considerable la diferencia entre los más de mil

trescientos libros que consigna el «Catálogo SpalTenfeldt» de Selig y los 6.698 volúmenes que

computa Lastanosa en 1639, mucho mayor hay que

suponerla para los que acabaría por reunir al final de sus días, 42 ai10s después. Ahora bien, en la misma relación de 1639 aún habría que ai1adir lo que se

guarda en otra sala, la de los Emperadores, que

L"lstanosa conceptúa como uno de los «agregados»:

2-1 tablas que ocupan la parte alta de seis estantes llenas

de "los papeles y libros de mi casa y de otras que han recaído en ella». Las dificultades para ajustar la

cantidad de libros que llegó a reunir, más que deberse

a la mezcla de criterios y a la discrepancia de títulos entre épocas e inventarios o más que a la imposibilidad de identificar los mencionados genérica o

colectiyamente, en especial cuando se trata de manuscritos, se origina, sobre todo, en lo que trasluce

el modo de consignarlos. La evidencia del orgullo de tenerlos en tan gran cantidad, tan yaliosos y tan

costosos se superpone a la sensación de imprecisión numérica. Contando con tales condicionantes y junto a la abundancia de materias, de autores clásicos y

modernos, en libros técnicos y artísticos, científicos y literarios, para consulta teórica y aplicada, se puede

atender a otros aspectos para ponderar este tipo de

biblioteca más cerca de la acumulación que de la selección y que vendría a ubicarse en los límites entre la

curiosidad universal y el criterio utilitario, entre lo

artístico y lo científico: nada más significativo que las

ausencias cartesianas y baconianas y la destacada

presencia de Athanasius Kircher. (21)

L"lstanosa concibe los libros y las armas como «los dos

polos del mundo», (22) pero, aunque la armería ostente

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en sus colecciones, como en las coetáneas, una categoría equiparable a la librería, su declaración ocupa menos, sin que ello le reste variedad o motivos

para el asombro. Su valor simbólico no podía pasarse por alto, «al representar el componente heroico que cualquier figura política había de tener en su imagen exteriOr» por más que ese aspecto heroico se fuese reduciendo en la época barroca a una función decorativa. (23)

Poco se insiste en la Narración de 1662; allí todo es hablar de libros pero hay hueco para las curiosidades e

incluso para un inventario de obras pictóricas. Existen menciones genéricas cuando en una pieza se ve «cantidad de armas antiguas y modernas, aderezos de caballos ... » o alguna individualización de catanas. Algo

más ai1ade la media docena de párrafos que Uztarroz le dedica en la descripción de mediados de siglo. Con todo, ubicada en la misma planta segunda que la biblioteca, la armería se repartía en seis salas como

pormenoriza el manuscrito de 1639. El pasmo que según Lastanosa producía en todos los visitantes

naturales y extranjeros es explicable al saber que allí se podían contemplar, entre gran variedad y cantidad de animales acecinados, 2.000 arcabuces, 600 picas, 100 partesanas, 200 alabardas, 100 arcos con toda la dotación de flechas, 200 ballestas dotadas de aljabas llenas de flechas, 100 mosquetes, 76 banderas moras y turcas, 100 armaduras completas y en sus maniquíes,

5 armaduras reales identificadas, unas 20 espadas individualizadas, 20 arneses de caballo, 100 sillas de

montar, 3.200 frascos de pólvora para los mosquetes y arcabuces, 100 morrales para caballos, 2.500 mochilas para soldados, 20 camas con colchones inflables, 200 tiendas de campai1a y la inevitable mención genérica de «otras muchas armas antiguas», más curiosidades como

el pui1al con el que, dice, se cortó los dedos Pedro IV al romper los privilegios de la Unión y la saeta «con que los moros mataron al rey don Sancho en esta ciudad, entrándosela por la escotadura baxo el brazo drecho».

Sumadas a las de libros, armas y, a veces, a las pinturas,

las colecciones de las más variadas materias se distribuyen por salas como las de la biblioteca y de la armería y se extienden a los componentes de los jardines. De puertas adentro, las cámaras maravillosas compendian y cifran el mundo. Los naturalia y los

artificialia, lo sacro y lo profano, lo científico y lo mágico, lo histórico y lo fabuloso, todo tiene su representación. Su sentido se ai1ade a su valor: los

objetos se cotizan tanto por su materia como por su elaboración artística y sus propiedades y aplicaciones, sean obvias o atribuidas (taumatúrgicas, eruditas,

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lúdicas, experimentales, deyocionales, patrióticas). Acumulación y rareza, ayaladas por el renombre de los

donantes o por el precio, más que la selección o la especialización de lo que luego serán laboratorios o

museos. La Naturaleza y el Arte en competencia para proponer una lección moral al hombre barroco que

busca modelos de conducta y pautas de interpretación de un mundo que ve periclitar sus gloriosos valores.

Sin poder dar cuenta exacta de ellas ni evocar lo que

supusieron, las curiosidades lastanosinas contenidas en casa incluirían la capilla, las vidrieras, el sistema de agua corriente, la decoración (terciopelos, brocatel es de seda, tapicerías de Flandes, damascos verdes, paredes

con ágatas, espejos, bóvedas cubiertas de conchas de madreperla en la sala-gruta), los muebles utilitarios

(sillas de Moscovia, negras, de terciopelo carmesí ... ) y suntuarios (mesas de lapislázuli, de jaspe; escritorios de marfil y ébano reales y fingidos, de terciopelo negro, de

plata, de nogal; bufetes de mármol, de ágata, bufetillos de plata, escribanías de laspislázuli; vajillas (entre ellas,

dos servicios de mesa chinos, otro de venturina, dos docenas de cubiertos de oro).

En estatuas,junto a las individualizadas por diversas razones (una vanitas de un niño de mármol sobre

calavera con culebra; el horror en una madre que ve cómo un soldado mata a sus hijos ... ) y además de las

inevitables alusiones genéricas (bustos, cabezas humanas, ecuestres de diversos tamaños y materiales: mármol, azabache, jaspe, bronce, marfil, cera) y

adornos asociados, como las urnas (de barro purpúreo, funerarias romanas y una de barro de Rafael de Urbino) y los obeliscos y pirámides (las hay de jaspe de Tortosa rematadas en bola), sólo en una sala se

cuentan 8 estatuas de bronce, 3 de mármol, 1 de barro cocido, 5 bustos de yeso; en otra, ocupando las esquinas, cuatro estatuas ecuestres de tamaño natural

de «mazonería» (san Jorge, Santiago, san Martín y san Lorenzo); con la misma disposición, en otra sala, cuatro representaciones de otros tantos trabajos de Hércules. De «charol» o cartón-piedra, una ecuestre de Carlos V, dos de centauros grandes, cuatro de diosas.

Varias religiosas compradas en Nápoles, entre las que destaca un san Vicente. En alabastro, leones. En

bronce, dioses y animales (cabeza de ciervo, ratón, dos lagartos muy realistas, dos dragones ... ). Ídolos

americanos (uno, de esmeralda; otro, del Amazonas con ojos de marfil), egipcios (entre ellos, un Apis de

bronce), romanos en bronce y en piedras preciosas; otros diversos (de pórfido, de serpentina, más otros

ocho de piedras desconocidas). Múltiples vaciados de piezas escultóricas romanas; restos arqueológicos ...

117

Escudo de armas de Vincencio Juan de Lastanosa. Genealogía de la noble casa de Lastanosa ... B.N.M. Ms. 22609.

En el capítulo de instrumentos y aparatos, los había de

Óptica, Geometría, Matemáticas, Astrología,

Fortificación, Perspectiva, Química (pantómetras.

compases de proporción, cuadrantes, anillos,

astrolabios, niveles, escuadras, cartabones, péndulos.

brújulas, calibres, alambiques ... ), globos terráqueos \"

celestes, cuerpos geométricos, cristales de precisión.

espejos convexos, cóncavos y deformantes (uno de ellos

«haze una figura tan estrecha y larga que es un traslado

de Don Quixote»), un clavicémbalo y «buen número de

cosas mecánicas de todas las artes y materias». l:!~'

Perspectivas en caja o urnas: una batalla (con espejos.

sonido y movimien to); perspectivas «firmes»: una

montería, una danza, paisajes (con pájaros que cantan 1:

grupos de cera: una Pasión y un Baño de Diana: "al;os

«escaparates» desplegados al abrir las arquimesas. con

espejos y nichos llenos de escenas; una Primayera

fingida mediante pinturas y esp~jos; imitaciones de la naturaleza, como acantilados de cristales, un

«montecillo con una casa de campo, con estanques.

surtidores y jardines» y los peñascos de la estancia­

gruta, que incluyen 40 cuevas, cada una con su santo de

metal. De las miniaturas, dos piezas de artillería de

bronce entre otras muchas «cosas extremadas por la

pequeñez y el arte». Los autómatas incluyen serpientes.

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Empresa de Vincencio Juan de Lastanosa. Genealogía de la sucessión de los reyes de Aragón ... B.N.M. Ms. 22609.

dragones, leones, leopardos, grifos, elefantes,

rinocerontes, camellos, panteras, tigres, osos, lobos,

cocodrilos ...

Entre los objetos artísticos de materiales preciosos y semipreciosos, como múltiples retratos y medallones en plata, bronce y plomo, el marfil está presente, además de en varias arquimesas de ébano y marfil, en una estatua de Lucrecia abriéndose el pecho con un puñal,

en dos arquillas con muchas figuras, una bocina de casi una vara de larga de un rey del Japón, un elefante con

un castillo y hombres en él, un san Miguel...

Las piedras ocupan un lugar especial, al margen de su

presencia en objetos de devoción (un crucifúo con esmeraldas) y armas. La cantidad y variedad de camafeos y piedras talladas y sin tallar es sorprendente:

116 zafiros, 22 diamantes, 3 esmeraldas, 8 amatistas,

3 jacintos, 4 rubíes, 23 topacios, 2 lagartijas de esmeralda, 2 zafiros, 100 piedras preciosas más sin identificar, 2.000 camafeos. Entre los minerales en bruto: 10 bloques con vetas de oro (equivalen a unas 22

118

onzas de oro), 14 de mineral de plata (unas 48 onzas);

en pedazos pequeños: 19 libras de oro, 25 de plata; 3 diamantes en bruto (cinco libras), 30 diamantes labrados; 4 de rubíes sin tallar, 100 tallados; 5 de esmeralda, 50 talladas; 2 de zafiro, 30 tallados ... y «topacios, jacintos y otras piedras» sin tallar.

En medallas y monedas: 90 gavetas (cada una con 18 lóculos, totalizan l.620) de medallas romanas, griegas,

púnicas, hebreas y españolas, más 30 cajones (cada uno con 32 lóculos, totalizan 960) de medallas de plata y oro; 4.895 monedas de oro, 5.700 monedas de plata, 422 monedas de oro, plata y cobre, cómputo que en parte ha de suponerse acumulativo.

«Monstruosidades» o rarezas naturales, además de muchedumbre «de las más desechadas sabandijas que no se nombran»: «huesos de gigantes» (un trozo de

fémur atribuido a Caco, 4 muelas); conchas: «casi cuanta variedad de conchas y caracoles se hallan en los mares»; coral (2 corales grandes y blancos, coralinas, una Virgen del Pilar de coral); huevos de avestruz, aves

y peces: más de 2.000; huevos de escarabajo; cocos: sólo en la sala de los Emperadores, hay más de 160, la mayor

parte <<labrados»; esqueletos de aves, peces y otros animales; disecados o acecinados: 5 leones, 6 tigres,

3 leopardos, 5 panteras, 2 osos, 2 jabalíes, 1 puerco espín, 2 cocodrilos, 3 cabezas de elefante, 2 cabezas de rinoceronte, 10 galápagos, peces ... y un basilisco; fósiles: gran multitud de «empedrimentos» del Pirineo

de personas, animales y plantas, más otros de figuras artificiales: botones como manzanas con alma de diamante, rosas, pájaros; un «cristal congelado» (con

lagartija en su interior) ... y un mosquito dentro de

ámbar.

En fin, de antídotos y elementos mágicos: además del bezoar, «[a] quí se admira la piedra que por una parte

atrae el hierro y por otra le despide; la que recoge las pajas, la que anda en el vinagre, la que representa el iris, la que detiene la sangre, la que recoge la madre [matriz], la que quita el dolor de hijada»; dos alfanjes

que fueron de Solimán con empuñadura «de oro y varias piedras preciosas y medicinales, tanto que, tomándolos en la mano, instantáneamente se siente en el brazo mucha más que doblada fuerza»; entre los

cuernos: de bueyes salvajes y de unicornio ... y un báculo de encantador.

Al igual que las más prestigiosas Wunderkammem

europeas y españolas, las cámaras de maravillas del palacio lastanosino se organizan sobre los numerosos y variados muebles contenedores, con su disposición

relativa, apariencia externa, materiales, articulación,

compartimentos y contenido que, a su vez, remite a

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texturas, calidades, escenografía, efectos sensoriales, funcionamiento y simbolismo. A ello se suma la unidad

de concepción y exposición de objetos cuya contemplación, uso y disfrute interrelacionan los

componentes de cada gabinete. La ubicación relativa

dentro del edificio, del piso y del ala de cada estancia, la dedicación o especialización sui generis (religiosa, mitológica, científica, de burlas, familiar), la

disposición interna de las salas, las numerosas pinturas murales o sobre distintos soportes, el más diverso mobiliario de utilidad y decorativo adosado a los muros

o en el centro, los dispares adornos ubicados encima y debajo de anaqueles, escritorios, armarios y arquimesas o dentro de sus gavetas, las esculturas que delimitan y estructuran espacios, los objetos colgados de paredes y techos e, incluso, los efectos visuales que producen

espejos y cristales y la sensación de continuidad con las perspectivas ilusorias mediante aparatos y las reales creadas a través de ventanas, (25) todo ello remite a una experiencia que explica un efecto de admiración

multiplicadora de la producida por cada uno de los elementos capaces de maravillar por sí solos. Aún más: las salas se agrupan por unidades mayores como las

dedicadas a libros o a armas, pero, a su vez, tienen piezas agregadas y vinculantes que a la consulta aislada

añaden la implicación de visitas guiadas por plantas y zonas del edificio. Las conexiones temáticas que se alían con las espaciales al integrar las vistas a los

jardines e incluso al horizonte y con los recorridos, espontáneos o pautados por las distintas descripciones, sugieren una itinerancia laberíntica. (26) Y todo el edificio queda englobado en una unidad con los

jardines para asociarse a las excelencias de su propietario y proclamarlas mediante la ostentación y la sensación de incapacidad de abarcarlas o explicarlas.

A pesar de las remo delaciones constantes y aun siendo

por naturaleza más efímeros que las otras maravillas

lastanosinas, es posible hacerse una idea de sus jardines

gracias a la descripción de Juan Francisco Andrés en

prosa de mediados de siglo (27) y a la de Vincencio de

1639. Esta última incluye bosquejos de las partes más

importantes, aunque no sea fácil ensamblarlas o

concordarlas con el diseño más global e impreciso de

los la Genealogía. A grandes líneas, los jardines se

extendían desde el palacio del Coso hasta la fuente del

Ángel (hoy bajo el Pabellón Polideportivo del parque)

y, hacia la izquierda de este eje, hasta los terrenos

ocupados por el edificio del Casino, coincidiendo con

una gran parte del parque Miguel Servet.

Ordenados por una calle mayor que se prolongaba desde la parte trasera del edificio hasta la tapia del

119

fondo y por los cauces de varios «arroyos», los jardines se dividían en dos grupos: los próximos y adosados al edificio (dos pequeños) y, tras una monumental puerta

adornada con dos salvajes, el gran jardín, en el que, a su vez, se distinguía una parte izquierda hacia mediodía, con un bloque de cuatro jardines con fuentes, dotadas de balsas amplias con peces, y grupos escultóricos en medio y, en el centro de los cuatro, un cenador de cobertura vegetal, más un grupo de tres sin

fuentes entre estos cuatro y la tapia de la parte de occidente. AlIado derecho de la calle principal, la variedad era mayor: los jardines no tenían fuentes pero estaban adornados con muchas más esculturas yegetales que los de otras zonas. A las complejas muestras de ars

topiana se sumaba el recurso lúdico de los surtidores

sorpresa, que constituían una parte de la red de tuberías para riego y desagüe de que disponían todos los jardines. En el extremo noroccidental, el próximo a la fuente del Ángel, se ubicaba un laberinto vegetal

circundado de una calle cubierta, con la puerta coronada por un león de murta, al igual que el sátiro y

el centauro que la flanqueaban, y, en el centro, un «montecito» con cuevas y santos que, cuando lo

describe Uztarroz, está ocupado por uno de los gabinetes repartidos por los «huertos», como también se denominan los jardines. Entre el laberinto y los cercanos a la casa había un estanque, abundante en

tencas, anguilas, barbos, tortugas y aves acuáticas \" adornado con estatuas. Disponía de un embarcadero donde podían tomarse tres barcas para pescar o para

acceder a un islote coronado con un complejo paisaje miniatura y dotado de múltiples surtidores ocultos que regaba a los navegantes con una inesperada y copiosa

lluvia. Al final de la calle mayor había una gruta con paisajes miniatura entre dos cuevas que contenían, respectivamente, un tigre y un leopardo. El conjunto se repetía en cada uno de los extremos de la calle que

cruzaba la mayor de septentrión a mediodía en busca de sendas puertas: en un caso, con un león y un oso; en el otro, con dos avestruces. Numerosas volátiles, «desde el pavo real hasta la gallina ordinaria», se ubicaban

preferentemente en varias dependencias en torno a una plaza próxima a la casa.

Los «cuadros» o parcelas de cada jardín, delimitados por ladrillos barnizados o paredes vegetales de árboles frutales, álamos, parras o rosales que permitían ver su interior y las pinturas de las paredes, encerraban «quantas flores y frutas conozen Ytalia, Francia et Yngalaterra, y aun de parte del África», aunque, debido a que, como comenta genéricamente Uztarroz, «describir estas cosas extensamente fuera casi imposible», sólo se mencionen álamos, pinos, cipreses.

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laureles, naranjos, limoneros, árboles de pimienta, árboles enanos, madroños, parras, bojes, rosales genéricos, mosquetas, jazmines, junquillos, murtas, rulipanes ... , además de aludir a «huertas» ya los campos de mies vecinos. Harto elocuente resulta que Lastanosa diga: «yo proveo a los iardineros de Su \Iajestad». (28) El gran jardín estaba rodeado por una

tapia con pinturas de fábulas mitológicas y escenas de caza de «bestias fieras» y pesca de «monstruos marinos» y motiyos similares adornaban todas las paredes y

puertas que se prestaban a ello. Sobre la que permitía el acceso a los primeros jardines, además de Vertumno \ Flora. podía yerse aJúpiter con el águila y a Venus con los payos reales. Las estatuas, de barro cocido o \'egetales, representaban desde animales colocados junto a las fieras reales y figuras mitológicas por doquier, pasando por el dios Término del principio y la \"enus que echa agua por los pechos, hasta los ocho feísimos jardineros franceses que servían a los Lastanosa desde hacía más de medio siglo.

Tales componentes plásticos e icónicos, sumados a los

minerales, animales y vegetales, configuran unos

jardines que, según los visitantes extranjeros, si no son los mayores que han visto, son los más hermosos. A su

aspecto ornamental se le añaden los no declarados (el

honícola y, presumiblemente, el botánico) y los simbólicos implícitos de su diseño y uso. Las

experiencias concretas sugeridas no sólo se refieren a

los sentidos, con «la fragancia y los matices» de las

flores, el «armonioso murmullo» de un arroyo; pasan a la curiosidad y recelo ante las cuevas de los animales, el

contraste entre belleza generalizada y fealdad de los

jardineros; implican la evocación amorosa de la esposa muerta a la vista de las señales hechas en las cortezas de

los alisos, el aspecto figurado del acceso al islote y de la

sorpresa ante los juegos acuáticos combinada con el recorrido del laberinto -gracianescos laberintos de

azares-, los álamos dedicados al Hércules de la

monarquía católica española, cuya estatua corona la

torre del mismo nombre del palacio y se refl~ja en el estanque como transición de los jardines a la Huesca

que se ye más allá del conjunto ...

Casa \" jardines constituían una unidad de concepción

que implicaba el exterior. (29) La interdependencia entre el mundo cifrado como microcosmos en lo atesorado, la naturaleza sometida a norma codificada

en los jardines y el legado sapiencial de la erudición

libresca permite extraer la lección histórica certificada de las monedas y medallas, interpretar simbólicamente

los jardines y ver en el diente izquierdo del narval macho el unicornio talismánico que trasciende su uso

120

como antídoto, interroga sobre las claves de lo arcano y, sobre todo, dicta pautas morales. (30) De ahí la posible huella de obras como el Polifilo (31) sobre la traza de los

jardines manieristas, cuyos componentes dieron pie a Coster para ver en el peñón del estanque un trasunto de la Isla de la Inmortalidad a la que se dirigen Critilo y Andrenio; (32) de ahí la suma histórico-artísca de la obra numismática de Lastanosa o la transfiguración ética de los jardines cuando Gracián interpone la iconografía de

los emblemas al consignar que allí «estaban los camaleones en alcándaras de laureles, dándose hartazgos de vanidad».

Preguntarse por el origen y mantenimiento de estos

prodigios trae a la mente de forma inmediata nombres como el del duque de Orleans, de quien tantos y tan preciados regalos recibe Lastanosa. La red

de amigos de su círculo y especialmente el cronista Andrés, el conde de Guimerá y el duque de Villahermosa contribuyeron notablemente a engrosar la colección. Objetos significativos eran de patrimonio

familiar. .. No obstante, siempre aflora la pregunta sobre cómo podía mantener tal tren de vida. Aunque se

pudiese especular con no probadas ni quizá probables actividades como asentista en torno a la guerra de Secesión, el hecho es que a la altura de 1639 y seguramente ya ocho años antes, los libros, las monedas

y las piedras preciosas que posee Lastanosa suponen una fortuna. Otros son los derroteros que, aunque por vía paradójica, al plantear hipotéticas explicaciones,

arrojan algo más de luz sobre la vida y las actividades de Lastanosa. Cuando enjulio de 1658 Lorenzo Matheu publica su difamadora Crítica de reflección con la intención de demoler sin misericordia a un Gracián

próximo a la muerte que le espera en diciembre, como culminación de los supuestos agravios desprendidos de

El Criticón, escribe: « ... injurias a tu mayor amigo Salastano, pues entre los prodigios de su casa no cuentas la cueva de cristal, ni el arte de ejecutar testamentos

para hacer fábricas prodigiosas quien no tiene blanca ... ». (33) Aunque no tenga sentido replicar a un

libelo, lo que sugiere no queda aclarado con quitarle importancia. (34)

Lo de la «cueva de cristal» puede implicar, obviamente, la susceptibilidad de Gracián, que le lleva a enemistarse con Manuel Salinas -y ofender a su familiar Lastanosa

y aun distanciarse algo de él- a raíz de la desproporcionada y quizás impuesta presencia de sus traducciones de Marcial en la segunda versión de la Agudeza (1648) y de la publicación de La casta Susana

(1651). Si bien Salinas llega incluso a calificar a Gracián de «amigo de cristal, mejor dijera de vidrio», es más

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plausible pensar en el uso entre lúdico, mágico y científico de los numerosos espejos, cristales y

elementos ópticos que poseía Lastanosa. La hipótesis se perfila más si es que Matheu está aludiendo a prácticas alquímicas, bien por expectativas económicas, bien por lo que implicaban en sí mismas de heterodoxia,

aunque sepamos que actividades similares fueron fomentadas hasta por Felipe 11. (35) En este sentido

todo lo que sabemos que poseía Lastanosa, incluidos aparatos y plantas, unido a la estancia en su casa durante tres años de Nadal Baronio, preparador de aceites esenciales y elaborador del oro potable, pudo dar

pie a las palabras de Matheu, máxime si se observa la destacada presencia de Baronio en la Relación de las

fiestas que la ciudad de Hvesca de el Reyno de Aragón ha

hecho al nacimiento del Príncipe nuestro Señor D. FeliPe

Próspero, precisamente de 1658, (36) Y cómo Lastanosa todavía parece tener que dar explicaciones en la Narración de 1662. Finalmente, la Relación resalta la

complejidad y espectacularidad de los dispositivos preparados por Lastanosa, lo que vale decir «fábricas prodigiosas» ...

La clave del «arte de ejecutar testamentos» radicará, lógicamente, en lo económico y remite a casos de pleitos y enfrentamientos. Con todo, por más que pudiera haberlos conocido sonados -y el que sostendría con los Climent no fue breve ni discreto-, no parecerían más que circunstanciales desde el

momento en que nos obligan a pensar, aluda a ello o no, en las bases de la fortuna de Lastanosa. Que obtuviese parte de sus ingresos mediante préstamos más o menos encubiertos es posible a la vista de las actividades usuales entre quienes podían tener un tipo de vida como el suyo; así, la burguesía zaragozana coetánea. (37) De las fuentes documentales que custodia el Archivo Histórico Provincial de Huesca -entre ellas,

el testamento y el codicilo- y en las que para estos fines no recalaron Coster ni Arco, se desprende que Lastanosa tenía sus buenas rentas. Pero, sobre todo,

permiten comprobar que la fortuna no se gestó, como se creía, por un crecimiento «natural» del patrimonio

aportado por su padre Juan Agustín (que muere en Barcelona en 1619 con escasos bienes), a quien el abuelo de Vincencio tampoco había legado gran cosa.

Fue más bien fruto de la herencia y de las gestiones económicas de la línea materna, en especial, de su abuelo, Juan de Baraiz y Vera. Este, que curiosamente

es el propietario del cancionero Jardín divino (38) de 1604, muestra una señalada predilección hacia su nieto Vincencio, sobre todo desde que le reserva el señorío de Figueruelas en las proximidades de Huesca. Es más: Esperanza Baraiz, la madre de Lastanosa, casó en

121

Vista parcial de los jardines de Lastanosa. E.N.M. Ms. 22609.

segundas nupcias con el acaudalado Juan Martín Gastón (de Loscertales), que habría estado haciendo negocios en la «babilónica» Sevilla de El Criticón. Ylo

más interesante: este padrastro resultó ser el suegro de Lastanosa, pues, al mismo tiempo que la boda de los padres, se ajustó la del futuro prócer con Catalina

Gastón, la hija de Juan, con lo que quedó asegurada. para cuando prescribiese la minoría de los hijos, una considerable fortuna, manejada en gran medida por el

hábil Juan de Baraiz y luego acrecentada por Vincencio. (39)

A los tres conocidos prodigios de Lastanosa, Matheu

contrapuso malévolamente dos inauditos que, lejos de

desdorar el pasmo provocado por lo atesorado en la

biblioteca, la armería y los jardines, permiten atisbar

algo de su intrahistoria. Ahora bien, como era de

esperar en él, Matheu no pareció calibrar el auténtico

alcance de lo que para Gracián supone «el mayor

prodigio» cuando habla de 'Salastano' en El Criticón,

esto es, un amigo. Por eso no pudo destruir esa relación

ni su recuerdo. Y, además, nos indicó la pista para

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comprobar que, como escribiera Andrés de Uztarroz a

propósito de tales prodigios, «es más la realidad que no la fama». (40)

:Qué fue de todo aquello? Para Del Arco, gran porción de lo atesorado por Lastanosa habría pasado al oscense José Cabrero, quien depositaría una pequeña parte en la biblioteca del Colegio de la Merced, donde aún perduraría algo en 1797, según testimonia el P. Huesca. El resto posiblemente haya llegado a museos y colecciones privadas extranjeras. La documentación que Lastanosa entregó al Archivo del Reino estaría en el de la Corona de Aragón. La biblioteca habría llegado a los Ladrón de Cegama, herederos por línea femenina. Ha\' yolúmenes en las Bibliotecas Nacionales de Madrid y París. (41) La temprana fecha de ingreso en la francesa reyela que la dispersión comenzó muy pronto. El mismo Lastanosa ya confía directamente o a través de su heredero Vicente Antonio, casado con Ana, la

sobrina de su gran amigo Juan Francisco Montemayor de Cuenca, en que éste se haga cargo de parte de la biblioteca ... (42) De vez en cuando se localizan documentos desconocidos o ejemplares con ex libris,

SOTAS

11) El propio Lastanosa ya lo documenta al mencionar que el Condestable de

Castilla propone nlodificarlo así: «Quien va a Huesca y no ve la casa de

Lastanosa dexa de ver quanto tiene el Mundo», según la carta de 8 de abril de 1636 transcrita en IASTANOSA (1639). Vid. COSTER (1912). pp. 580-581.

I:! I La excepción es, evidentemente, Ricardo del Arco, quien transcribió ntunerosos documentos relativos a Lastanosa en artículos luego recopilados en

el imprescindible libro de 1934. Vid. también ARCO, R. del (1950).

Posteliormente. COSTERo A. (1947); EGIDO, A. (1979); PELEGRÍN. B. (1984), 11885. a), (1985, b); MORÁN, M.; CHECA, F. (1985);ALVAR, M. (1987).

G.\RCÍ.\ TAPL\, N. (1990), p. 28, menciona una tesis de licenciatura inédita del

Cannen López sobre los Lastanosa, leída en la Universidad de Zaragoza.

di COSTER, A. (1947), p. 15.

1-1) Las noticias aquí compendiadas sobre la ascendencia de éste, recopiladas fundamentalmente de Zurita y Blancas en ANDRÉS,]. F. (1644) Y LATASSA, F.

IS. "-"\llI).las recoge ARCO (1934), pp. 7-24. Allí transcribe los resúmenes de l.atassa que dan cuenta del texto del «Árbol de la noble descendencia de la

antigua Casa de Lastanosa», incluido en LASTANOSA, V.]. (1651), donde este

traslada la RFlación de la descendencia de la casa de Lastano"" (1.'i73), de Baltasar Lastanosa, y otros documentos.

13) Lo propone GARCÍA TAPIA, N. (1990). Otro punto de vista, en FRAGO, ]. .\.; G.\RCÍA-DIEGO, ]. A. (1988).

(6) Detalles de este momento histórico-artístico oscense en NAVAL MAS, A.

(1980), pp. 660-671, y, ahora, en LALIENA CORBERA, C. (1990).

(7) "En once de janero año 1626 oyeron misa nllptialJuan Vicencio Laslanosa y

Cathalina Gastón en Figaruelas. Testigos mosen Francisco Mor i Esteban de fanlo» (Libro de matrimonio, A.E.H.).

IR) Testamento: A.H.P.H., protocolo 1943, fols. 77lv-776v; notario, Diego

\'incencio de Vidania; Codicilo: protocolo 1945, lols. 748-750. La partida de

defunción reza aSÍ: «En 18 de Deciembre de 1681 murió Don Vicencio Lastanosa. recivió todos los Sacramentos. Hizo testo, Nq Vidaña. Se enterró en

La .\seo con el Cavildo en su capilla». Ubro de muertos, A.E.H. Desde Latassa se

\·enía repitiendo que la nluerte se prodl~o en 1684. Don Vicente Arnal, párroco

de San Salvador, fue quien encontró la partida de defunción, según

B.\L\GUER. F. (1958).

122

donde se lee como timbres de gloria: «De la Bibloteca de Vincencio de Lastanossa, Cauallero Infanc;:on, Ciudadano de Huesca, y Señor de Figaruelas».

Se extinguió el apellido Lastanosa por línea directa. Desapareció la biblioteca. La dispersión acabó con las colecciones. Se abandonaron los jardines. Hace cien años, el 20 de septiembre de 1894, el Ayuntamiento acordaba derribar, ante su ruina inminente, la casa. Una casa donde durante medio siglo brilló como nunca el arte y la cultura. Justo es que Huesca, y -al aire del dicho- no sólo quienes visitan la ciudad, rinda un recuerdo agradecido a aquel cuyo apellido evoca tales prodigios asociados a ella. Cualquier excusa bastará para comenzar: ojear un impreso debido a su mecenazgo, percibir algún destello en unas armas dormidas, calibrar el valor de unas monedas o, simplemente, sobrecogerse

ante el hipido de los pavos reales que han vuelto a lo que fueron jardines de Lastanosa. Cualquier gesto será suficiente con no olvidar lo que decía un amigo suyo: «Sólo la virtud es la Fénix, que, cuando parece que acaba, entonces renace, y eterniza en veneración lo que comenzó en aplauso». (43)

(9) Vid. SA,l\JZ CAMAÑES, P. (1993).

(10) Vid. LASTANOSA, V.]. de (l6411); vid. BALAGUER, F. (1977).

(11) Por ejemplo, la "Bozina de marfil que está entre las antigüedades de Vinccnc;;io Lastanosa en el ailo lfi35>~ quizá corresponda a la citada en ARCO,

R. del (1934), p. 247.

(12) Editado por COSTER, A. (1912).

(13) Editado por SELlG, K. 1.. (1960).

(14) El primero empieza: "Pídeme Vm. paret;er de la empresa ... "; el del carbunclo, que lo da por posible tras consultar fuentes clásicas y citar un

testimonio de un capitán Escanilla que lo vio en el valle de Arán, «Abiendo

preguntado el señor Conde Guimerá a Vincencio Lastanosa le diga lo que siente de la piedra llanlada carbúnculo, responde lo siguiente a 23 de julio del

año 1636".

(15) Vid. SÁNCHEZ,]. (1960); KING, W. F. (1963); EGIDO, A. (1984, a),

(1990).

(16) En COSTER,A. (1912), p. 607.

(17) MORÁN,]. H. (1981); MORÁN, YI.; CHECA, F. (1985), p. 196. Vid. SCHLOSSER,]. von (1978) y BROWN,.J.; ELLIOT,.J. H. (1981).

(lH) En COSTER, A. (1'112), pp. 570 Y 572.

(19) En ARCO. R. del (1934), p. 254.

(20) En ARCO, R. del (1934), p. 266.

(21) Cf MORÁN, M.; CHECA, F. (19H5), pp. 179 Y 197. No obstante, en 1662,

Lastanosa cita libros de algún atomista como Maignan que interesará a los novatores españoles; (1 ARCO, R. del (1934), p. 256. Los recelos ante posibles

itnplicaciones heréticas de un Descartes, sumados a la imposibilidad de separar radicalmente el pensamiento mágico del científico en casos COlllO el de Bacon

-lo que se extendería de Galileo a l'\ewton-, lejos de privar a la biblioteca de Lastanosa de un aire moderno, la ubican en la nonnalidad epocal. Cf VlCKERS, B. (1990), pp. 11-145; 24, 33. GÓMEZ de LIAÑO, [ (1986), pp.

13-41. MARAVALL,.J. A. (1980), pp. 38, 375. 451.

(22) En COSTER, A. (1912), p. 570

(23) MORÁN. M.; CHECA, F. (1985),47; ef 269-270.

(24) En ARCO, R. del (1934), p. 269.

(25) Cf ARCO, R. del (1934), pp. 233, 236, 239.

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(26) MORAN, M.; CHECA, F. (1985), 1'1'.189,203.

(27) ANDRÉS,]. F. (h. 1647). Propuse la situación relativa más plausible de los

elementos del jardín y la ubicación de éste en el trazado urbano oscense a

partir de aUlbas. En 1990 José Luis JiIn(:llez Cerezo trasladó la propuesta a una carpeta de dibujos con la perspectiva de C(nnpromiso hacia 1650 aunque no

ajustada en algunos aspectos a los croquis del IUS. 22609.

(28) La descripción en verso de Ac"JDRÉS,j. F. (1647), añade, entre otros,

lirios, azucenas, claveles, como más s~jeta a convenciones de la ficción literaria.

Vid. EGIDO, A. (1979) Y (1981).

(29) el, para la tradición del orgullo de la casa y su ostentación, MARAVALL, ]. A. (1980) Y (1984). A ello se une la dimensión social, patente, además de en

las fiestas de 1658, en las continuas muestras de Lastanosa. Cf ARCO, R. del

(1934), pp. 343 Y 578 (para las monedas), 248 (para las t1ores) y COSTER, A. (1912), pp. 586 Y 600 (para la librería). Para los variados aspectos histórico­

culturales de los jardines, a propósito de los modelos italianos, vid. BATTISTI, E. (1972); RAGIONIERl, G. (1981), pp. 1-17, 125-146, 197-210, 251-277, 355-

361; BAZJN, G. (1990), pp. 59-123.

(30) c¡: EGIDO,A. (1984, b).

(31) Cf. GÁLLEGO,]. (1972), p. 59.

(32) COSTER,A. (1912), p. 568.

(33) En GORSSE, O.;JAMMES, R. (1988), p. 157. Para la hipótesis que

expongo uso, modificada, una parte de GIL ENCABO, F. (1993).

(34) Por ejenlplo: « ... falsedad manifiesta, porque la posición económica de

Lastanosa era más que desahogada». el ARCO, R. del (1934), p. 40 Y nota 24.

123

(35) Cf RODRÍGUEZ MARÍN, F. (1928); TAYLOR, R. (1992), Apéndices J, JI.

(36) c¡: los preliminares de la edición facsimilar, en prensa, del Ayuntamiento

de Huesca.

(37) Vid. GÓMEZ ZORRAQUINO,j. 1. (1987).

(38) R.N.M. rns. 4154. Por su identidad se preguntaba BLECUA,j. '.1. (19861.

(39) Cf el inventario de los bienes del abuelo paterno en ARCO, R. del (19:H l.

1'1'.175-182. En el testamento de Juan de Baráiz (1622) se lee "oo. dexo de gracia especial a Vi,enciojuan de Lastanosa (oo.) el castillo y pardina de Figueruelas ... )-), En las capitulaciones entre Esperanza Baráiz yJuan ~[arún

Gastón (1622) se mencionan liasta las lO sábanas de Ruán que '.Iartín trajo de

Sevilla y sale a colación lo legado por juan Agustín cuando se alude a que Esperanza reserva para Vincencio 6.202 escudos para su matrimonio con

Catalina «haziendo lo que puede con lo poco o casi nada de hazienda que ha\ de dicha universal herencia». Juan de Baráiz y.Juan Martín capitulan en 16::?J. En 1624 Esperanza, embarazada, testa. El 23 de diciembre de 1624 capillllan

Vinccncio y Catalina, el mismo día que "Llelven a capitular Juan y Baraiz \ Juan Martín. A.M.P.H., prot. 1314, 1530,5970 Y 11654-11655 (bastardelosl.

(40) En ARCO, R. del (1934), 1'.167, v. 252.

(41) CfARCO, R. del (1934), pp. 190yss.; H2, 96.

(42) «Ilnn dexo de gracia especial a Donjuan Francisco .Montemayor de Cuenca (oo.) el usso y havitación del quarto alto y vaxo de mi cassa llamado la

tore de Hércules con elusso de la librería que está en él y del jardín \umediato a dicho quarto». Tes/amen/o. A.M.P.H., prot. 1943,101. 774 yO.

(43) GRACJÁN, B. (1967), 110.

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