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    Se autoriza la copia, distribucin y comunicacin pblica de la obra, reconociendo la autora, sin fines comerciales y sin autorizacinpara alterar, transformar o generar una obra derivada. Bajo licencia creative commons 2.5 Mxicohttp://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/mx/

    DELPATRIMONIOCULTURALINMATERIALOLAPATRIMONIALIZACINDELACULTURA

    Isabel Villaseor Alonso y Emiliano Zolla Mrquez

    La nocin de patrimonio cultural inmaterial ha sido recibida de ma-nera entusiasta por los Estados miembros de la UNESCO, entre

    ellos Mxico. Sin embargo, existen muy pocos anlisis crticos sobrelos diversos fenmenos sociales, econmicos y polticos detrs de lapatrimonializacin de las prcticas culturales. La nueva conceptua-lizacin del patrimonio por parte de las instituciones culturales estheredando los vicios de la conceptualizacin tradicional, entre losque se encuentra la visin esencialista del patrimonio, la apropiacinmaterial y simblica de ste por parte de los grupos hegemnicos,el nfasis en lo grandioso y espectacular, y la bsqueda por la con-servacin de la autenticidad, definida sta desde pticas externas a

    las de los sujetos que construyen dicho patrimonio. A pesar de losdiversos lineamientos de la UNESCO, los procesos de declaratoriay difusin de las expresiones culturales con frecuencia conllevanel riesgo de folclorizacin y de la prdida o deslocalizacin de loscontenidos y significados culturales, aunque tambin abren nuevosespacios y posibilidades para los agentes sociales vinculados a di-chas expresiones.

    * Isabel Vil laseor Alonso es restauradora por la Escuela Nacional de Conservacin

    del INAH, y maestra y doctora en arqueologa por la University College London, Rei-no Unido. Sus intereses de investigacin y docencia incluyen la caracterizacin demateriales arqueolgicos, tanto para fines propiamente arqueolgicos como de con-servacin, as como las discusiones en torno a la conceptualizacin del patrimoniocultural y los impactos de patrimonializar a las prcticas culturales. Actualmenterealiza una estancia posdoctoral en el Instituto de Investigaciones Antropolgicasde la UNAM.

    ** Emiliano Zolla Mrquez es licenciado en historia por la Facultad de Filosofa y Le-tras de la UNAM, maestro y doctor en antropologa por la Universidad de Londres.Ha trabajado temas relacionados con la historia de la relacin entre el Estado, laantropologa y los pueblos indgenas. Su trabajo etnogrfico gira en torno a las con-cepciones de la geografa y el espacio entre los pueblos de la Sierra Mixe de Oaxaca.

    En la actualidad realiza una estancia posdoctoral en el Instituto de InvestigacionesAntropolgicas de la UNAM cuyo tema principal es el intercambio entre los pueblosmesoamericanos.

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    Abstract: From intangible heritage to the heritarization of culture. The notion of in-tangible heritage has been enthusiastically received by the State members of UNESCO,among them Mexico. Nevertheless, few critical studies exist that analyze the variety ofsocial, economic and political dynamics behind heritarization of cultural practices. Thenew way of conceptualizing cultural heritage is inheriting flaws from the traditional view,

    including an essentialist way of conceiving heritage, the material and symbolic misappro-priation of cultural practices by hegemonic groups, the emphasis on outstanding featuresand expressions, and the search for authenticity, the latter being defined by externalactors. Despite the guidelines established by UNESCO, listing and promotion of culturalpractices frequently entail the risk of folklorizing and relocating cultural contents and me-anings, although they also open new opportunities and possibilities for the social actorsthat create and live such cultural practices.Key words: intangible heritage, heritarization of culture, authenticity, cultural practices

    Introduccin

    En las ltimas dcadas se ha generado una amplia discusin sobrela forma de conceptualizar el patrimonio cultural: lo que stees o debe ser, los valores adscritos, las formas de reconocimiento ydeclaratorias, as como los sistemas legales y marcos institucionalesde proteccin. Un avance importante ha sido la Convencin parala Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial, aprobada por la

    Asamblea General de la UNESCOen 2003, la cual entr en vigoren 2006 y que hasta el momento ha sido ratificada por 136 Estadosmiembros, entre ellos Mxico.

    Si bien numerosos autores han sealado que hablar de unpatri-monio inmaterialen contraposicin con unpatrimonio material o tangiblerepresenta una dicotoma conceptual innecesaria (Gimnez, 2007:221), nosotros enfatizaremos en este artculo que la ampliacin delconcepto de patrimonio para incluir ahora a las expresiones inmate-riales puede resultar en el tratamiento inadecuado de stas ltimas,

    utilizando bases conceptuales y aproximaciones de gestin inapro-piadas. Y tal es el motivo de reflexin en este artculo.

    El patrimonio cultural inmaterial: laevolucin de un concepto

    A pesar de que actualmente la nocin depatrimonio inmaterialse havuelto familiar, el concepto es relativamente reciente. En el caso

    de Mxico, este entendimiento procede del trabajo realizado en lasreuniones internacionales y asambleas generales de la UNESCO, as

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    como de los lineamientos y documentos normativos que este orga-nismo ha generado.

    Durante las dcadas de 1970 y 1980 se dieron algunos inten-

    tos por producir un documento internacional para la proteccin delfolclor, intentos que se centraban en la proteccin de la propiedadintelectual y que fueron preparados en conjunto con WIPO, la WorldIntellectual Property Organization (Aikawa, 2004). En 1989 la Confe-rencia General de la UNESCOadopt de manera unnime la Reco-mendacin sobre la Salvaguarda de Cultura Tradicional y Popular(UNESCO, 1989), y en 1992 este mismo organismo comenz con el

    programa de Patrimonio Cultural Intangible, a partir del cual se es-tablecieron muchos de los principios actuales para la salvaguarda dedicho patrimonio. Algunos de los aspectos que se enfatizaron desdeese entonces fueron la revitalizacin y la transmisin de las prcticasculturales como estrategias centrales para asegurar la proteccin delas expresiones, la necesidad de emplear aproximaciones distintas ala conservacin del patrimonio material, y el evitar el congelamientoy la folclorizacin de las prcticas culturales (Aikawa, 2004:139).

    En 1997 comenz el programa de Proclamacin de Obras Maes-tras del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, con lo quese dio inicio a la inscripcin de las expresiones que se considerabancomo las ms destacadas de cada pas. Este programa tena comofinalidad subsanar las carencias de la Lista del Patrimonio Mundial,en tanto ste era concebido nicamente como patrimonio materialcultural o natural.

    Al final de la dcada de los 90 comenzaron a cuestionarse lasestrategias de salvaguarda del patrimonio inmaterial, por lo que laconferencia internacional de 1999, organizada en conjunto por laUNESCOy el Instituto Smithsoniano de Washington, critic el n-fasis en la documentacin y el registro. Asimismo, la conferenciaenfatiz el respeto y reconocimiento de los practicantes de dichasexpresiones para asegurar la produccin y transmisin de las mis-mas (Aikawa, 2004: 140).

    En 2002 se llev a cabo la Reunin Internacional de Expertos dela UNESCOen Ro de Janeiro, en donde se recalc la relevancia de

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    adoptar un concepto flexible de salvaguarda del patrimonio culturalinmaterial. Ese mismo ao se llev a cabo la Reunin de Expertosen Terminologa, con el fin de generar un glosario de trminos para

    el instrumento normativo internacional. En esta reunin se acu eltrmino portadores de cultura, para designar a aquellos miembrosde una comunidad1que de manera activa reproducen, transmiten,transforman, crean y forman cultura. En esta misma reunin se en-fatiz que los miembros de las comunidades practicantes son quie-nes deben decidir sobre las prcticas culturales a ser salvaguardadas,as como las formas en que stas deben ser protegidas. Asimismo, se

    expres la inquietud de que personas externas se apropiaran de losrecursos culturales, y surgi la preocupacin sobre la autoridad en laproclamacin del patrimonio cultural inmaterial (Arizpe, 2009:57).

    El patrimonio cultural inmaterial: untrmino inconveniente?

    La ampliacin del concepto de patrimonio ha representado un avan-ce importante para la comprensin cabal de los legados culturalesde los grupos sociales. Sin embargo, poco se ha discutido respectoa las implicaciones de esta nueva conceptualizacin. Es decir, quconsecuencias tiene el hecho de que ahora consideremos como pa-trimonio inmateriala aquello que los antroplogos y otros cientficossociales haban considerado como cultura? Qu implica la patrimo-nializacin de las formas culturales? Para qu se busca?

    1 En antropologa existe una amplia discusin del trmino comunidad, ya que sesabe que stas no son grupos cerrados, bien delimitados y con caractersticas per-manentes, como a menudo se aborda en el lenguaje patrimonial y en las visionesde la antropologa culturalista. En este escrito entendemos a una comunidad comoaquel grupo de individuos que poseen, en mayor o menor medida, un sentido decomunidad, entendido ste, entre otras cosas, como un sentimiento de pertenenciapor medio experiencias compartidas, dentro de las que se encuentran las expresionessimblicas (McMil lan, 1996). Asimismo, y siguiendo a Cohen (1985: 12-14), conside-ramos que lo que define a las comunidades no son los lmites reales del grupo, sino la

    construccin simblica que sus miembros hacen del grupo y de sus lmites. Por estarazn, sostenemos que el sentido de pertenencia y las prcticas culturales comparti-das constituyen elementos identitarios de las comunidades.

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    Las implicaciones comienzan desde el uso mismo del lenguaje.Un aspecto problemtico es el uso singular del trmino patrimo-nio, como haceEl Patrimonio Cultural Inmaterial de Mxico,uno de los

    libros recientes de Lourdes Arizpe (2009). Si bien Arizpe es cuidado-sa en contextualizar las expresiones culturales en realidades socialesespecficas, el trmino en singular nos transmite implcitamente laidea de la singularidad del legado cultural mexicano, con un mismosentido de pertenencia grupal, y no de un conjunto de manifestacio-nes diversas creadas por los distintos pueblos de Mxico.

    Por otra parte, est el problema de que, invariablemente, el trmi-

    no patrimonio va seguido de una nocin de propiedad, ya sea pa-trimonio cultural inmaterial de Mxico o de la humanidad. As,cabe cuestionarse por qu razn la UNESCO, a pesar de que desdela dcada de 1990 ha subrayado la importancia de los portadoresde cultura como los agentes responsables de la definicin de los

    valores y las estrategias de salvaguarda de sus expresiones, este orga-nismo intergubernamental enfatiza tanto la nocin del patrimoniocultural de la humanidad, generando as una ambigedad en el sentido

    de propiedad2de dichas expresiones.En el contexto de las polticas culturales mexicanas, esta discu-

    sin se inserta dentro de una larga historia por la bsqueda de refe-rentes culturales unificadores para la consolidacin de la identidadnacional, la cual tiene sus orgenes en los intentos de los criollosdel siglo XVIII por crear una identidad propia, diferenciada de lametrpolis colonial (Cottom, 2008: 62). Actualmente la discusincobra relevancia ante los movimientos de resistencia que intentan li-mitar tanto la hegemona de la cultura nacional como la penetracinde ciertas formas de globalizacin, y lograr as el reconocimiento delos derechos culturales, especialmente para los pueblos indgenasy otros grupos minoritarios o tradicionalmente marginados de laestructura de los estados nacionales modernos.

    2 Tal y como afirman Deacon y Dondolo (2004), si bien la propiedad exclusiva de lasexpresiones inmateriales representa mayores dificultades prcticas y retos legales encomparacin con la posesin de bienes materiales, es importante reconocer el pa-

    pel tan importante que desempean las comunidades practicantes en la realizacin,transmisin y proteccin de sus propias prcticas, lo cual tambin est refrendadopor la Convencin de la UNESCO del 2003.

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    Es evidente que hablar de un patrimonio inmaterial de Mxiconoreconoce de manera explcita a los portadores de cultura como losdueos legtimos de sus manifestaciones culturales, ni tampoco con-

    tribuye al entendimiento de dichas prcticas como derechos cultura-les que deben ser respetados en todas sus dimensiones. A pesar deldiscurso oficial sobre el carcter pluricultural de la nacin (refrenda-do por la Constitucin), el discurso patrimonialista que prevalece enMxico contina dominado por la idea tradicional y nacionalista dela existencia de una sola expresin de la cultura nacional.

    Por otra parte, el reconocimiento de ciertas prcticas culturales

    como parte del patrimonio inmaterial de un pas relocaliza a stasdentro de un conjunto de estructuras polticas, econmicas y sim-blicas que rebasan el mbito en el que habitualmente se desarrollan(el de la cultura local), por medio del involucramiento de una seriede agentes e intereses localizados en distintos mbitos y niveles degobierno (nacionales e internacionales), en la industria turstica oen los medios de comunicacin. La inclusin de prcticas cultura-les especficas como parte del patrimonio inmaterial, lejos de ser

    una prctica polticamente inocua, tiene el efecto de situar a stasdentro de otros discursos y formas de representacin, asignndo-les nuevas significaciones y valores, y jerarquizndolas de acuerdocon criterios distintos a los que tienen en el mbito local. El actomismo de declarar una prctica como perteneciente al reino de lopatrimonial relocaliza expresiones culturales locales dentro de cate-goras construidas con criterios distintos a los de los portadores decultura y cuya racionalidad es generalmente definida por grupos deexpertos3que se valen de procedimientos que no siempre reflejanlas preocupaciones de los actores locales, sino las normas y precep-tos de instituciones y burocracias culturales.

    Desde un punto de vista del anlisis crtico del discurso, comoanaliza Van Dijk (1993), el lenguaje puede constituirse como un ver-dadero discurso que permite la dominacin y su reproduccin, en

    3 Algunas de las reuniones internacionales de trabajo de la UNESCO sobre patrimo-

    nio cultural inmaterial utilizaron precisamente el trmino expertos, como en elcaso de la Reunin de Expertos Reunin Internacional de Expertos, y la Reunin deExpertos en Terminologa, ambas realizadas en el 2002 (vase UNESCO 2012).

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    donde el ejercicio del poder, por parte de instituciones o grupos delite, genera una desigualdad social, ya sea poltica, cultural, racial,de clase o de gnero. As, puede argumentarse que el discurso patri-

    monial, tanto nacionalista como cosmopolita, puede, en ocasiones,constituirse como un instrumento de dominacin por medio delcual las instituciones culturales nacionales e internacionales estnen posibilidades de apropiarse de las expresiones culturales, ya seamaterial o simblicamente.

    Lo anterior no implica que la nocin de patrimonio inmaterialseanecesariamente un instrumento opresivo a travs del cual las prcti-

    cas locales son expropiadas y vaciadas de su sentido original, peros es necesario sealar la relacin problemtica entre prctica culturaly clasificacin institucional, as como la existencia de contradiccio-nes entre actores locales, expertos e instituciones culturales. Lasdeclaratorias de patrimonio inmaterial lejos de ser un simple acto deconservacin o un instrumento de salvaguarda de la integridad deuna prctica cultural especfica, ponen en movimiento una serie deprocesos (econmicos, polticos y culturales) y juegos de poder que

    inciden sobre el conjunto de relaciones sociales que les dan origen y,en consecuencia, conllevan la posibilidad de modificarlas.

    En este sentido vale la pena referirnos a las crticas expresadas porSusan Wright al informeNuestra Diversidad Creativaredactado por laUNESCO, en donde afirma que dicho informe pierde la dimensinde la cultura como un proceso de disputa sobre el poder, trans-mitiendo la idea de cultura como consenso. Paradjicamente, estereporte oculta su propio poder mediante una voz no identificada, lacual hace definiciones y juicios de valor (Wright, 1998: 137), que enocasiones son claramente etnocentristas.

    Las escalas y sujetos de valoracin

    Con relacin a la Lista Representativa del Patrimonio Oral e Intan-gible de la UNESCO, es necesario reparar en que este organismo

    intergubernamental, a pesar de enfatizar la diversidad cultural repre-sentada por las expresiones inmateriales, tiene una fuerte tendencia

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    a exaltar lo espectacular, lo grandioso, las masterpiecesu obras maes-tras del patrimonio oral e intangible, lo que tiene su origen en la no-cin del Valor Universal Sobresaliente o Outstanding Universal Value,

    requisito indispensable para inscribir a los sitios y monumentos enla Lista del Patrimonio Mundial vinculada a la Convencin de 1972(UNESCO, 1972). Ya estudios anteriores han cuestionado la validezde esta nocin y puesto en duda la veracidad de la excepcionalidady universalidad de los valores culturales de los sitios y expresionesdeclaradas patrimonio (Avrami et al., 2000: 69-73, Villaseor Alonso2011). A pesar de que en el listado del patrimonio inmaterial de la

    UNESCOse opt, tras un largo debate, por el enfoque de repre-sentatividad sobre aqul de obras maestras (Hafstein, 2009), anexisten muchas inercias, especialmente de los Estados miembrosque promueven las postulaciones, de favorecer a las expresionesms espectaculares. As, sin restar relevancia a estas prcticas, es pre-ciso reflexionar sobre las distintas escalas de valoracin y el sentidosocial relacionado a stas.

    Al establecer que ciertas prcticas son dignas de ser declaradas

    como patrimonio y en consecuencia, susceptibles de reconocimientoy proteccin, las listas elaboradas por la UNESCOcrean, de maneraimplcita, una escala de valor que jerarquiza las expresiones cultura-les entre s. La consecuencia de dicha jerarquizacin es la produc-cin de un grupo de expresiones sobresalientes diferenciado deotro tipo de manifestaciones modestas as como la segmentaciny fragmentacin de procesos culturales producto de la exaltacin deciertos aspectos (generalmente visuales, auditivos y paradjicamen-te, materiales) por encima de otros. Por otra parte, aunque los cri-terios de la UNESCOpara determinar qu constituye el patrimonioinmaterial se enmarcan dentro de un discurso multiculturalista quepromueve la diversidad y la defensa de las expresiones de puebloshistrica y polticamente excluidos, en la prctica suele predominarun criterio de utilidad que privilegia el potencial que ciertas prcticastienen para reforzar la identidad de los Estados-nacin o las posibi-

    lidades que stas tienen para el desarrollo econmico.

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    Los Estados-nacin suelen promover como patrimonio a aque-llas prcticas que tienen un potencial especial para proyectar al pasal extranjero (tal es el caso las danzas del Totonacapan o la Celebra-

    cin del Da de Muertos, las cuales aportan importantes beneficiospara las economas regionales) mientras que muchas otras expre-siones, quizs menos espectaculares y aparentemente humildes, songeneralmente ignoradas. Sin embargo, muchas de las expresiones nopromovidas institucionalmente son practicadas por grupos sociales,que, sin necesariamente concebirlas como patrimonio, las valorany promueven por considerarlas centrales para el desarrollo de su

    vida comunitaria.De esta manera, los pases suelen postular a la Lista Representa-tiva del Patrimonio Oral en Intangible nicamente las expresionesms espectaculares y aquellas que sean coherentes con las polticasnacionales. Con frecuencia, por lo tanto, el resultado de esta listano es representativo de la diversidad y riqueza cultural de un pas,sino de la capacidad de los actores institucionales para identificar ygestionar las expresiones que consideran sobresalientes, o aquellas

    que resultan convenientes de promocionar por razones polticas oeconmicas. Sin embargo, ms all del problema de qu tan repre-sentativas son, est el hecho de que la intencin por salvaguardarestas prcticas parece ser la conservacin de un muestrario cultural,ms que la proteccin del conjunto de relaciones sociales que pro-ducen y se manifiestan en dichas prcticas.

    Nuevamente, la nocin de cultura que subyace en las prcticas deconservacin del patrimonio vuelve a revelarse como problemtica,pues privilegia una visin taxonmica y ms bien esttica de la iden-tidad cultural, en la que sta aparece como una entidad con lmitesy rasgos reconocibles en vez de un proceso abierto y fluido, sujetoal cambio, y en donde el conflicto y la contradiccin son elementoscentrales.

    El criterio utilizado por la UNESCOpara determinar qu es el pa-trimonio inmaterial privilegia la salvaguarda de productos culturales

    especficos en detrimento de los procesos y relaciones que deter-minan la produccin de stos. As, las declaratorias suelen concen-

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    trarse en el rescate, proteccin y promocin de los rasgos visiblesy materiales de una prctica (sea una fiesta, una danza, un ritual oun mercado), y no en la lgica social que le dio origen. Este acento

    sobre la manifestacin en s misma y sobre la cultura material quele es inherente, es precisamente lo que hace posible que la patri-monializacin se constituya en un acto de poder, no slo porqueel acto de definicin recae sobre todo en el actor institucional, sinoporque la proteccin no est dirigida a las condiciones de produc-cin de la expresin sino a la expresin misma. Lo anterior abre laposibilidad de modificar la funcin social de aquello que se declara

    como patrimonio por medio de su insercin en prcticas y discursoscontrolados por el Estado, la industria turstica o los medios. Podradecirse que la lgica que gua el concepto de patrimonio inmaterialde la UNESCOsalvaguarda la manifestacin pero se olvida de lasrazones que le dieron origen y sentido; protege el signo pero no seocupa del significante.

    La patrimonializacin de la culturaLlegados a este punto es necesario analizar qu se entiende por pa-trimonio cultural inmaterial. Tal y como se define en la Convencindel 2003, ste incluye...

    ... los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y tc-nicas junto con los instrumentos, objetos, artefactos, y espaciosculturales que le son inherentes, que las comunidades, grupos, yen algunos casos los individuos reconozcan como parte integrantede su patrimonio cultural. [Este patrimonio incluye...] tradicionesorales, artes performativas, prcticas sociales, rituales, eventos fes-tivos, conocimiento y prcticas relacionadas con la naturaleza y eluniverso, o el conocimiento y habilidades para la produccin deoficios tradicionales (UNESCO, 2003).

    Es decir, la definicin de patrimonio cultural inmaterial es una de-finicin tan general que cabe preguntarse qu actividad humana no

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    podra calificar como patrimonio cultural inmaterial. Ms an, esnecesario cuestionarse, vale la pena usar indistintamente el trminocultura y aquel de patrimonio cultural inmaterial?

    En este sentido nos preguntamos cul es la razn por la cual Lour-des Arizpe considera al trueque como patrimonio cultural inmaterialde Mxico. Su argumento se fundamenta en que esta tradicin es unlegado mesoamericano que se define por un conjunto de normas,estilos y prestigios (Arizpe, 2009: 91-109). Si bien es cierto que estatradicin tiene sus orgenes en los tiempos prehispnicos, tambines verdad que el trueque es simplemente la forma econmica de

    muchas comunidades en las cuales se prescinde de la moneda comomedio de intercambio en situaciones contemporneas. No existen,al menos a priori, razones para pensar que el trueque es un patrimo-nio que debe ser salvaguardado, sino que ste es el producto de unaserie de relaciones sociales, polticas y culturales que constituyen unaforma de economa.

    Aunque detrs de la intencin de incluir al trueque como unaforma de patrimonio inmaterial puede existir el propsito de de-

    fender una forma de vida amenazada por la economa dineraria,nuevamente nos encontramos frente a la concepcin problemticade la cultura que gua el pensamiento y la prctica de la UNESCO.Si se piensa en el trueque como una institucin social en vez decomo una expresin cultural, estamos obligados a entender el tipode relaciones sociales que produce, y a pensar con seriedad en lasconsecuencias de su proteccin. En el caso especfico de esta formade intercambio, es probable que encontremos formas de recipro-cidad y de solidaridad social que refuerzan un tipo especfico deconvivencia comunitaria, incluso una forma de proteccin frentea prcticas econmicas destructivas, pero tambin debemos estarabiertos a la posibilidad de que una economa basada en el truequequizs sirva tambin para reforzar ciertas formas jerrquicas, mo-dos de produccin y patrones culturales que no necesariamente son

    valorados por todos los miembros de esa comunidad. Justificar su

    proteccin a partir de invocar su origen prehispnico, significa insis-tir en el uso de un discurso nacionalista sobre la identidad mexicana

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    fundada en una construccin imaginaria (o quizs, intangible) delpasado, la cual, entre otros problemas, tiene el gran inconvenientede exaltar la alteridad en ausencia del otro por medio de incorporar

    un fenmeno social (en este caso el trueque) a una categora quenosotros consideramos como positiva (el patrimonio).

    Lo anterior nos lleva a reflexionar sobre el problema de la au-toridad en la proclamacin de los patrimonios. Como afirma Prats(2009:74), existen diversas formas de activacin patrimonial, esdecir, diversas maneras para legitimar el valor asociado a las prc-ticas culturales para que stas sean reconocidas como patrimonio.

    Estas activaciones incluyen no slo acciones macro, provenientesde organismos estatales, nacionales o internacionales, sino tambinaquellas de escala micro, como pueden ser las iniciativas locales ocomunitarias. Sin embargo, es innegable que las instituciones esta-tales o nacionales y los grupos acadmicos o polticos hegemnicostienen mayor influencia para lograr que sus activaciones patrimonia-les tengan un alcance mayor que las activaciones impulsadas desdelos mbitos micro. Es decir, existe una jerarqua de factoen la au-

    toridad para la definicin de aquello que es digno de considerarsepatrimonio; una relacin de poder en la que los grupos de lite olas instituciones (en este caso acadmicos, polticos e institucionesculturales nacionales), se otorgan a s mismos la autoridad moral olegal para dicha definicin.

    El problema de patrimonializar los estilos de vida no estriba enel simple reconocimiento del valor cultural, sino que trae consigo almenos tres riesgos. Por una parte, est el peligro de la folclorizacinde la alteridad o de la cultura ajena a la vida de los intelectuales urba-nos, a travs de la patrimonializacin de formas de vida indgenas ono occidentales (es decir, de legitimar las expresiones de la otredadpor medio de su incorporacin a las categoras formuladas por unalite), como en el caso del trueque mencionado anteriormente.

    Por otra parte, existe el riesgo de transformar las formas cultu-rales locales en productos meramente comerciales, sujetos a las de-

    mandas de la industria turstica o las necesidades de representacinde los medios de comunicacin masiva. Como afirma Prats (2009:

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    42), este ltimo tipo de activaciones patrimoniales constituyen ac-ciones de carcter abiertamente turstico y comercial, en donde losreferentes activados y los significados conferidos desde los centros

    emisores de turismo corresponden y satisfacen a la imagen externa(a menudo estereotipada) que se tiene de la identidad de los pro-tagonistas. Existe el peligro, como seala Churchill Conner (2010:253), que al incorporar las prcticas culturales al mbito de la indus-tria turstica, stas sean valoradas principalmente por su rentabilidadcomo espectculo, a expensas de su sentido social y significado cul-tural.

    Finalmente, cuando la activacin patrimonial se lleva a cabo den-tro de un discurso nacionalista, como suele ser el caso de Mxico,sta implica necesariamente un cambio en el sentido de propiedadde las prcticas culturales, lo que potencialmente atenta contra losderechos culturales de los grupos sociales, entendiendo a estos de-rechos no slo en trminos de acceso (como lo hace el artculo 4constitucional) sino como prerrogativas que tiene el individuo parademandar al Estado su intervencin en los mbitos culturales que

    le competen (Bolfy Cottom en Mrquez, 2010). Al momento depatrimonializar las prcticas de grupos minoritarios, por ejemplo,se pueden mermar los derechos culturales de estos grupos sociales.Esto sucede porque las prcticas patrimonializadas son susceptiblesa la injerencia de las polticas nacionales, en tanto que el Congresode la Unin est facultado para legislar en materia de cultura (DiarioOficial de la Federacin, 2011, artculo 73), lo que es potencialmentegrave debido a la ausencia de ley secundaria para el reconocimientode los derechos culturales en Mxico (Cottom, 2010: 71).

    En este sentido, un aspecto que debera recibir atencin es la cre-ciente intervencin de gestores externos en la gestin y salvaguardade las prcticas culturales, especialmente en el caso de comunida-des de pequea escala, particularmente entre las rurales. Es decir,la decisin sobre cmo tratar a las manifestaciones culturales y quaspectos deben protegerse o salvaguardarse, debe provenir de los

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    miembros de las comunidades practicantes4, como ya se ha habladodesde hace varias dcadas y como est estipulado en la Convencinde la UNESCOdel 2003.

    Asimismo, es necesario llamar la atencin sobre la tendencia queexiste en el mbito patrimonial de pensar que los profesionales for-mados con grados universitarios deben ser la autoridad en la tomade decisiones para la definicin de las acciones de gestin, promo-cin y salvaguarda del patrimonio cultural, pasando por alto queste es ante todo un derecho cultural para los grupos productoresde las prcticas culturales. Lo anterior ha sido criticado duramente

    por Muoz Vias (2005: 147-170), quien afirma que en el mbitode la conservacin del patrimonio cultural predomina el discursoobjetivista, ya sea cientfico o retrico, en el que los profesionalesconstituyen una zona de expertos que inhibe la participacin so-cial en la toma de decisiones. Ms an, critica Muoz Vias, las pre-ocupaciones en este mbito se centran en la conservacin del patri-monio cultural por s mismo a partir de una visin esencialista quepone en segundo plano a los actores sociales que confieren valores

    y significados a las prcticas culturales. Sin negar la importancia delos gestores formados de manera profesional, creemos firmementeen la importancia de que su accionar se lleve a cabo con un ampliomargen de participacin social (vase discusin en Schneider, 2011;Escalante, 2011).

    La patrimonializacin de la vida ritual (refrendada en la conven-cin del 2003 que considera que los actos rituales pueden convertirsetambin en patrimonio cultural inmaterial), puede ser especialmentegrave, ya que implica la posibilidad de generar conflictos entre los

    valores culturales conferidos por los individuos e instituciones ex-ternos y el sentido religioso de quienes los practican. Aunque estetema excede los alcances de este escrito, es claro que la patrimoniali-

    4 En este punto es necesario reconocer, sin embargo, que rara vez existen consensosintracomunitarios. Asimismo, existe el problema de representacin, es decir, la se-

    leccin de los individuos que pueden representar a su comunidad de manera fidedig-na en la comunicacin con instituciones o gestores culturales externos (Schneider,2011).

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    Cultura y representaciones sociales

    zacin de los actos y espacios sagrados puede provocar el distancia-miento de los practicantes con sus lugares y vida ritual.

    La difusin y los procesos de cambio enlas expresiones culturales

    Tras la ampliacin en la definicin de patrimonio cultural, y al noexistir un instituto mexicano encargado de catalogar y proteger al asllamado patrimonio cultural inmaterial, el Conaculta es el organismoque se ha dado a la tarea de enlistar las expresiones inmateriales que

    dicho organismo considera como patrimonio cultural, creando as elSistema de Informacin Cultural (SIC).

    El SIC ha elaborado fichas de las distintas expresiones culturales,muchas de las cuales incluyen un apartado de riesgo. En el caso dela Ceremonia Ritual de los Voladores, por ejemplo, se menciona queesta prctica sobrevive al proceso homogeneizador de la moderni-dad al adaptarse a las exigencias del mercado turstico y comercial(Conaculta, 2010). Sin embargo, lo que no se menciona es que estesupuesto proceso de homogenizacin y mercantilizacin est aso-ciado a la difusin que se le ha dado a esta prctica como patrimo-nio de Mxico, lo cual ha significado que la danza ha entrado enun nuevo rgimen de valor(Appadurai, 1988), en el que los danzantestotonacos estn en contacto con agencias tursticas cuyo inters espromoverlas como objetos de consumo. Sin embargo, es necesarioreconocer la posibilidad y validez del deseo de los practicantes de

    comercializar su propia prctica, como se discute ms adelante.Lo mismo sucede con la inclusin de esta danza en la Lista Re-presentativa del Patrimonio Oral e Intangible de la UNESCO. A pe-sar de que en el portal electrnico de este organismo interguberna-mental se describe que el lugar de realizacin de dicha prctica es

    Veracruz (esto, por cierto, un tanto impreciso), lo cierto es que elnfasis est en que estas danzas son patrimonio de la humanidad, enuna declaratoria de Mxico como Estado parte. Es decir, inevitable-

    mente existe una ambigedad acerca del contexto de produccin yde su carcter como expresin cultural local, por lo que esta difusin

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    es responsable, en gran medida, de situar a la danza dentro de uncontexto turstico y comercial, lo cual conlleva cambios en su con-textualizacin y en la produccin de significados. As, la UNESCO

    se ha convertido muchas veces (sin buscarlo), en una especie deapoyo mercadotcnico global para los Estados-nacin y para unaserie de actores polticos y econmicos situados fuera del mbitodel Estado.

    Tal y como lo afirma la convencin de la UNESCOdel 2003, lasexpresiones culturales tienen una naturaleza dinmica, por lo queno es conveniente buscar el congelamiento de sus formas. Sin em-

    bargo, evitando ser tradicionalistas, es imperativo reflexionar sobrela gnesis y la naturaleza del cambio. Es necesario distinguir hastaqu punto los cambios en las prcticas culturales se relacionan condinmicas internas de los grupos sociales y en qu medida las trans-formaciones son producidas por polticas nacionales o intereses tu-rsticos que promueven la mercantilizacin o la folclorizacin de lasexpresiones. Lo anterior implica, obviamente, una reflexin sobre lamanera en que se estructuran las fronteras y se establecen los lmites

    entre los niveles de lo local, nacional y global, y sobre la forma enque los actores locales se vinculan con procesos generados en otrosespacios pero que inciden sobre la vida de sus comunidades.

    Sin embargo, el cambio de las prcticas culturales producido porlos intereses econmicos y polticos no es el nico aspecto preocu-pante en el tratamiento y promocin de las expresiones culturales.El otro extremo, tambin alarmante, es la bsqueda por la conserva-cin de la autenticidad, sta definida por gestores e institucionesexternos, en donde se condena la modificacin de las formas expre-sivas, sin entender las razones del cambio cultural. Esto es evidenteen las evaluaciones de riesgos que efecta el Conaculta a travs de suSistema de Informacin Cultural. En el caso de la Petatera de Villade lvarez, Colima, por ejemplo, se menciona:

    El riesgo que presenta esta tradicin constructiva es la sustitu-

    cin de los materiales tradicionales por materiales modernos, trans-formando el sistema constructivo original de influencia prehispni-ca y tcnica artesanal. Las medidas de salvaguardia debern ser la

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    Cultura y representaciones sociales

    valoracin de parte de los constructores conscientes de las ventajasdel uso de los materiales y del proceso constructivo antiguo paracontinuar con la tradicin [] (Conaculta, 2009a).

    Y en el caso de los huipiles amuzgos, el SIC afirma:

    Los textiles amuzgos se encuentran en peligro de transforma-cin por la introduccin de las telas comerciales: encajes que sus-tituyen las gasas elaboradas en telar de cintura, los cuales se unena travs de listones de color en lugar de la randa. El brocado estsiendo sustituido por el bordado en punto de cruz, el empuntadoya no se practica en los huipiles o blusas, slo en los rebozos (Co-naculta, 2009b).

    Estas evaluaciones de riesgo dejan claro que existe muy poco in-ters por entender las razones de cambio de las prcticas culturalesy, por otra parte, muestran que se fundan en una concepcin esen-cialista de la cultura, basada en una versin simplificada de la antro-pologa indigenista que considera a las comunidades productoras de

    artesanas, danzas y otras expresiones aparentemente amenazadas,como sociedades cerradas, cuya integridad y coherencia identitariadepende de no tener contacto con el exterior y que, en definiti-

    va, considera la innovacin y la transformacin como aberraciones.Por qu enfatizar que las prcticas deben conservar los materiales ysistemas constructivos originales? Esto es importante para las co-munidades? Por qu no se analizan las razones econmicas, socialeso ambientales que puedan estar detrs del cambio en la preferencia

    de materiales? Por qu valorar la supuesta autenticidad de la formapor encima del contenido cultural y el significado social? Ms an,en el primer caso, por qu se dice que la valoracin, por parte delos constructores conscientes de las ventajas de estos aspectos debeser la base para la conservacin? Por qu no considerar la posibi-lidad de que la conservacin de estos aspectos no es relevante si lospracticantes no lo consideran as? Por qu pensar que los gestores

    externos conocen de mejor forma las expresiones culturales loca-les y tienen la autoridad para definir los valores y las estrategias de

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    salvaguarda? No es esto una muestra de dominacin cultural porparte de las instituciones? El hecho de que los lineamientos de laUNESCOy de las instituciones culturales mexicanas no consideren

    estas preguntas, muestra hasta qu punto los procesos de construc-cin del patrimonio inmaterial son impuestos de arriba hacia abajo yel grado en que prevalece una visin esencialista de la cultura.

    Para qu hacer una lista?

    Otro de los problemas que la nueva conceptualizacin del patrimo-

    nio inmaterial est heredando de la visin patrimonial tradicional esla obsesin de las listas y declaratorias.

    Ya la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCOnos dio unbuen ejemplo sobre cmo un mal planteamiento de los criteriospuede llevar a un listado poco representativo. En el caso de estalista, por estar sustentada en nociones de monumentalidad, euro-centrismo y arquitectura de lites, el patrimonio de pueblos noeuropeos, y especialmente el de los grupos indgenas, estaba cla-ramente subrepresentado, fenmeno que fue criticado durante ladcada de 1990 (Labadi, 2005). Sumado a esto, predominaban con-cepciones occidentales sobre nociones tales como la autenticidadque claramente resultaban inadecuadas para evaluar al patrimoniode pases no occidentales. Gracias a la discusin generada durante

    varios aos, principalmente lidereada por Japn, se lograron mo-dificar los criterios para que stos fueran ms incluyentes, y se im-

    plement la Global Strategy for a Balanced, Representative and CredibleWorld Heritage List (UNESCO, 2011). Sin embargo, a pesar de que elCentro del Patrimonio Mundial cambi sus criterios, ahora es muydifcil revertir estos efectos, ya que actualmente los Estados miem-bros de la UNESCOslo pueden presentar dos postulaciones porao (UNESCO, 2008: 16), por lo que muy difcilmente se alcanzaruna verdadera representacin del patrimonio cultural de los diversospueblos del orbe. Con estos antecedentes es importante reflexionar

    acerca de los posibles impactos generados tanto por las listas de laUNESCOcomo por los distintos listados nacionales.

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    Cultura y representaciones sociales

    Esto nos lleva a una reflexin central acerca del patrimoniocomo categora conceptual y de las listas como instrumentos deoperacin, ya que la patrimonializacin (y su consagracin en listas)

    conlleva la valoracin y jerarquizacin de determinadas obras o ex-presiones a expensas de otras. Es decir, la patrimonializacin centrala atencin y dirige recursos hacia una seleccin de manifestaciones,necesariamente excluyendo y privando de recursos a otras (Hafs-tein, 2009). Por lo tanto, no slo es necesario reconocer la exclusincomo elemento inherente a las prcticas patrimoniales, sino que esimprescindible reflexionar acerca de quin posee la autoridad legal

    o moral para seleccionar y jerarquizar bienes y expresiones (y por lotanto tambin de excluir a otros), as como de los impactos de dichajerarquizacin.

    Con base en la revisin de los listados, tambin cabe cuestionarsequ se entiende en Mxico por patrimonio cultural inmaterial. Apesar de que, como ya mencionamos, la Convencin de la UNESCOdel 2003 ofrece una definicin antropolgica de la cultura para deno-tar al patrimonio cultural inmaterial (en donde prcticamente todo

    cabe), es claro que en nuestro pas esta definicin ha estado acotadaprincipalmente a las prcticas de comunidades indgenas o rurales.Basta revisar con detalle el Inventario del Patrimonio Cultural Inma-terial del Sistema de Informacin Cultural de Conaculta (Conaculta,2011), para descubrir, con sorpresa, que de las 249 prcticas quese tienen enlistadas en el pas, no existe ninguna proveniente delDistrito Federal. Cmo es posible que esta demarcacin, siendoun importante foco artstico e intelectual del pas, no tenga ningnpatrimonio inmaterial enlistado? Qu acaso las numerosas repre-sentaciones escnicas y artsticas efmeras que se llevan a cabo en laciudad, as como las fiestas de barrio, entre muchas otras prcticas,no son expresiones destacadas? Es claro que los criterios que nor-man las activaciones patrimoniales son inadecuados, ya que quienesconfeccionan las listas privilegian a aquellas expresiones producidasen mbitos rurales e indgenas para ser considerados patrimonio

    cultural inmaterial, lo cual no deja de tener algo de fascinacin por

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    lo folclrico, lo diferente a la cultura urbana occidental de quienconfecciona las listas.

    Un aspecto delicado en la elaboracin de listas se refiere, como

    ya se mencion, a quin posee autoridad para definir qu es pa-trimonio, as como a los aspectos relacionados con la difusin delas expresiones inmateriales. Actualmente la UNESCOrequiere queexista un consentimiento explcito por parte de las comunidadespara incluir sus expresiones en la Lista Representativa del Patrimo-nio Oral e Intangible, ya que la falta de consulta a stas puede de-rivar en conflictos relacionados con derechos de propiedad intelec-

    tual, as como con las formas de manejar, difundir y proteger dichasprcticas (Deacon y Luvuyo, 2004: 44). Sin embargo, cabe mencio-nar, por ejemplo, que el portal electrnico del SIC de Conaculta nohace ninguna mencin acerca de la consulta con las comunidades olos individuos practicantes, lo que indica que los lineamientos parala confeccin de listas de la UNESCOno son implementados de lamisma manera en los listados nacionales.

    El papel de los actores locales

    Pese a los problemas sealados (el peso excesivo del papel de losexpertos, las dificultades conceptuales implicadas en la definicinmisma de patrimonio inmaterial, los obstculos por encontrar unaalternativa a los criterios de excepcionalidad, la herencia de con-cepciones esencialistas de la cultura y el potencial disruptivo de las

    declaratorias), la poltica de la UNESCOsobre el patrimonio inma-terial ha permitido abrir espacios que han sido aprovechados pormuchas comunidades y pueblos para ampliar y consolidar su pre-sencia, garantizar la integridad de prcticas y espacios amenazadospor la accin de gobiernos nacionales y locales o intereses privados.El hecho de que muchas expresiones culturales se lleven a cabo ennuevos espacios, que sean vistas por otros pblicos e incluso quese comercialicen, no implica necesariamente que entren en crisis o

    pierdan su significado local o emic. La insercin de las prcticas ennuevos espacios polticos, econmicos y simblicos implica, por

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    Cultura y representaciones sociales

    supuesto, la posibilidad de crear conflictos o exacerbar tensionespre-existentes, pero aunque esto debe ser considerado y atendidopor los gestores, slo puede ser considerado como una fuente de

    preocupacin si la nocin depatrimonio inmaterialse sustenta en unaconcepcin consensual y esencialista de la cultura que ignore el pa-pel de la tensin y el conflicto en la produccin cultural, as como elcarcter cambiante de sta.

    La entrada de muchas expresiones en los espacios institucionalesdel Estado con frecuencia es aprovechada en un sentido estratgico,como va para demandar reconocimiento o hacer visible la existen-

    cia de demandas y reclamos. Por otra parte, los nuevos contextosson fuentes potenciales de innovacin, ya que pueden constituirseen vas para adquirir nuevos conocimientos, experimentar tcnicasnovedosas o materiales no tradicionales. En ese sentido, los estudiossobre el patrimonio y la patrimonializacin deben prestar atencina los significados que adquiere una prctica especfica al pasar de unespacio y volver a otro, tener la suficiente sensibilidad para recono-cer que los procesos de cambio no siempre ocurren en forma lineal

    ni pueden ser siempre definidos a priori, sino que siguen diversastrayectorias que slo pueden ser verificadas empricamente.

    As por ejemplo, es necesario investigar cmo los totonacos queprotagonizan la danza de los voladores de Papantla perciben el cam-bio de ejecutar la ceremonia en el contexto local a llevarla a caboen lugares como el Museo de Antropologa, en Teotihuacan o en laCumbre Tajn. No podemos asumir automticamente que el cambiode espacio necesariamente va acompaado de un proceso de secu-larizacin, de la prdida del significado cosmognico original, nitampoco suponer que la comercializacin de la ceremonia equivalgaa una distorsin de sus connotaciones rituales.

    Tambin cabe mencionar que muchas comunidades buscan lainclusin en listas como estrategias de revitalizacin o proteccin,especialmente en los casos en que los mismos gobiernos nacionalesatentan contra su supervivencia. Un ejemplo de este tipo es el de

    Wirikuta, la ruta sagrada de la Sierra de Catorce y el Altiplano po-tosino de los wixarika, quienes estn evaluando someter esta prc-

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    tica cultural a la lista de la UNESCOdebido al otorgamiento de 22concesiones mineras por parte del gobierno federal mexicano queponen en riesgo la continuidad de esta prctica ritual (Frente en

    Defensa de Wirikuta, 2011).

    Conclusiones

    La ampliacin del concepto de patrimonio cultural demanda anali-zar crticamente las implicaciones de patrimonializar a las prcticasculturales. A pesar de los lineamientos establecidos por la Conven-

    cin de la UNESCOdel 2003, la patrimonializacin de las expresio-nes culturales con frecuencia resulta en la folclorizacin, mercan-tilizacin y alteracin del sentido sociocultural de dichas prcticasdebido a que la autoridad de las proclamaciones sigue recayendo enlos actores institucionales, quienes an poseen una visin esencia-lista y consensual de la cultura, impregnada de concepciones tradi-cionalistas. Esto ltimo queda de manifiesto en las valoraciones deriesgo del Sistema de Informacin Cultural del Conaculta, donde sepercibe una bsqueda por la conservacin de la autenticidad sinentender las razones del cambio cultural. La nocin de propiedadsobre las expresiones culturales, la injerencia del Estado en las prc-ticas comunitarias tradicionales, los intereses polticos y econmicosde las diversas instancias pblicas y privadas, as como la exclusinque necesariamente generan los listados, son aspectos que tienenque analizarse a profundidad.

    Tambin es importante cuestionar los criterios de los listados.Especficamente en el caso de Mxico, el patrimonio cultural in-material ha sido entendido slo como las prcticas de los gruposindgenas o rurales, definidas desde la ptica del mundo urbano ylas instituciones culturales nacionales. Es necesario, por lo tanto, quetambin se consideren las expresiones urbanas, mismas que no estnrepresentadas en el Sistema de Informacin Cultural de Conaculta.

    A pesar de los posibles impactos negativos, los cambios ocurri-

    dos tras la convencin del 2003 pueden generar nuevos espacios yoportunidades para los agentes sociales que construyen a las expre-

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    Cultura y representaciones sociales

    siones culturales, quienes buscan obtener el reconocimiento de susprcticas, junto con diversos beneficios econmicos y sociales.

    Debido a que existe un profundo desconocimiento sobre los in-

    tereses, motivaciones y valoraciones de los individuos y comunida-des que crean y reproducen las expresiones culturales, es indispensa-ble llevar a cabo etnografas sobre la conceptualizacin y los valoresadscritos a las diversas prcticas culturales, as como estudiar las per-cepciones de los impactos de los procesos de patrimonializacin.

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