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VALDÉS HANSEN, Felipe: “Balleneros vascos en Brasil”, Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, 8, Untzi Museoa-Museo Naval, Donostia-San Sebastián, 2016, pp. 725-740.

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VALDÉS HANSEN, Felipe: “Balleneros vascos en Brasil”, Itsas

Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, 8, Untzi Museoa-Museo Naval, Donostia-San Sebastián, 2016, pp. 725-740.

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Balleneros vascos en Brasil Felipe Valdés Hansen

Recep.: 07.03.16

BIBLID [1136-4963 (2016), 8; 725-740] Acep.: 06.04.16

Resumen La pesca de ballenas en Brasil es uno de los episodios menos conocidos del pasado ballenero vasco, ensombrecido por la gran empresa de Terranova, históricamente mucho más importante. En 1602 una real cédula de Felipe III concedió el derecho de pesca en Brasil durante diez años a dos armadores de Bilbao. Los balleneros desarrollaron su actividad en la bahía de Todos os Santos (Bahía), estableciendo su factoría al norte de la isla de Itaparica, en el lugar o puerto denominado por tal razón Punta de Biscaya. Antes del final de la concesión la actividad de los balleneros se vio dificultada por el apresamiento de un barco implicado en un caso de contrabando y por el pleito con los colonos portugueses que empezaron a reclamar su derecho de pesca. Los vascos introdujeron y enseñaron esta actividad marítima en Brasil, extendiéndose después a lo largo de la costa brasileña. La pesca artesanal o tradicional en Itaparica perduró hasta el siglo XX, más de tres siglos después. Palabras clave: balleneros vascos, ballenas, Brasil, Bahía, Itaparica, siglo XVIII. Laburpena Brasilgo balea arrantza euskal balea arrantzaren iraganeko gertaerarik ezezagunenetakoa da, Ternuako enpresa handiak, historikoki garrantzia historiko handiagokoak, ilundua. 1602an Felipe II.aren erret zedula batek hamar urtez Brasilen arrantza egiteko eskubidea eman zien Bilboko bi armadoreri. Baleazaleek Todos os Santosko badian (Bahía) egin zuten lana, beren faktoria Itaparica uharteko iparraldean ezarriz, Punta de Biscaya izenez ezagututako portuan. Emakida bukatu aurretik balezaleen lana oztopoak izaten hasi zen kontrabando kasu batean harrapatutako itsasontzi baten atxiloketagatik eta kolono portugaldarrekiko auziagatik, hauek hasiak baitziren bere arrantzarako eskubidea aldarrikatzen. Euskaldunek itsas lan hau sartu eta irakatsi egin zuten Brasilen, ondorioz Brasilgo itsasertz guztira hedatuz. Artisau arrantzak XX. mendera arte iraun zuen Brasilen, hiru mende geroago arte. Gako-hitzak: euskal baleazaleak, baleak, Brasil, Bahía, Itaparica, XVIII. mendea. Abstract Whaling in Brazil is one of the least known episodes of the Basque whalers’ former activities, overshadowed by their big undertakings in Terranova, much more significant historically. In 1602 a royal warrant given by King Philip III granted fishing rights in Brazilian waters for a period of ten years to two shipowners from Bilbao. Basque whalers carried their activity at Todos os Santos Bay in Bahia, setting up their factory in the north of Itaparica Island, at a port therefore known by the name of Punta de Biscaya. Before the grant expiration, from 1609 onwards, the whalers’ activity became hindered by the seizure of one of their ships, involved in a smuggling case, as well as by a lawsuit with the Portuguese colonists, which claimed their fishing rights in the area. Thus, Basque whalers brought this activity to Brazil and in so doing they set in motion an industrial activity which with time extended to a great deal of the Brazilian coast. Traditional fishing lasted in Itaparica for three centuries, until well into the 20th century. Keywords: basque whalers, whales, Brazil, Bahia, Itaparica, 17th century.

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“Se a Bahia forem biscainhos ou outros homems que saibão armar as baleas, em nenhuma parte entram tantas como nella, onde residem seis mezes do ano e mais de que se fará tanta graixa que não ajão embarcações que a possam trazer a Hespanha.”

Gabriel Soares de Sousa (1587)

En 1603 los balleneros vascos llegaron al paraíso. La isla de Itaparica y Salvador de Bahía en poco o nada se parecían a los inhóspitos puertos de Terranova1. Playazos, manglares, una cada vez más populosa ciudad –capital del Brasil colonial– en la bocana de la bahía, plantaciones de azúcar, iglesias, clima tropical con temperaturas cálidas y suaves todo el año. Arroz, algodón, jengibre, maderas… Una tierra exuberante y fértil según un manuscrito de la época2. Ni rastro del hielo en el mar que en Terranova amenazaba el postergado regreso de los balleneros a la espera de las últimas ballenas, las de Groenlandia, empujadas por la banquisa ártica. Sin temor a las invernadas forzadas que dejaron tras de sí cementerios improvisados, naufragios y los primeros documentos fechados en el actual Canadá: sus testamentos. Los balleneros vascos llegaron a Brasil empujados por el mismo viento a favor que les había llevado hasta Terranova: el capitalismo en el cual habían enmarcado la actividad ballenera. Las diferentes etapas que se sucedieron después vinieron dadas fundamentalmente por hitos tecnológicos, como los hornos de cocción a bordo de los barcos o los cañones y arpones explosivos, pero todos –ingleses, estadounidenses, noruegos o japoneses– navegaron ya a lomos del capitalismo. La pequeña edad de hielo propició el auge de la empresa ballenera y, en el siglo XVI, las ballenas que pasaban a lo largo del Cantábrico dejaron de ser suficientes para los armadores y mercaderes. Incluso en el caladero peninsular más importante: el de Galicia. En torno al negocio del saín se convirtieron en pudientes armadores que fletaron un barco tras otro con marineros de las dos orillas del Bidasoa y, en menor medida, de otras partes. La empresa ballenera de Terranova era ante todo, y por encima de la prosopopeya de la gesta, una empresa capitalista. Se caracterizaba por la concurrencia de socios inversores o prestamistas, comerciantes, seguros y mano de obra extirpada del marco gremial o local. El acentuado riesgo empresarial sobre la base de unos pingües beneficios y un comercio de largo alcance o internacional también la definen. Al igual que la especulación en el precio de la barrica o la sobreexplotación de los recursos naturales a larga distancia, diluyéndose una hipotética conciencia comunal sobre los mismos. La ruta del noroeste –ballenera y bacaladera– se desarrolló al margen de la Carrera de Indias con sus monopolios y privilegios. La de Terranova sin oro, metales preciosos y otros codiciados producto será una empresa de marineros y armadores anónimos, estacional, sin ánimo de conquista o colonización, al margen de la política expansionista de la corona 3 . Las aguas de Terranova y la costa de Labrador, al no fructificar los primeros intentos de encontrar el paso del noroeste, eran poco atractivas excepto para los balleneros y bacaladeros. El siglo XVI es el de Terranova y en el siguiente aquella referencia se diluye a medida que el caladero deja de ser tan rentable, iniciándose la diáspora de los balleneros vascos por el Atlántico: Islandia, el cabo Norte e incluso Spitzbergen. Y es entonces cuando llegan también a Brasil. Sin embargo, debemos sustraer el caso brasileño de aquel otro fenómeno. La marcada estacionalidad de la pesca en el norte peninsular había llevado a identificar las ballenas con las aguas de Groenlandia y Noruega, de donde se sabía que venían cuando llegaba el invierno, el mal tiempo, considerando el clima frío o el mar tempestuoso algo consustancial a su naturaleza. Y así explicaban que las ballenas (empujadas por la tramontana según el italiano Lorenzo Magalotti) acudiesen en mayor número a los puertos menos abrigados del norte peninsular (los “puertos bravos” según el Licenciado Molina)4.

1 Empleamos el término de Terranova en su acepción histórica –la de los balleneros y bacaladeros– geográficamente más extensa que en la actualidad, incluyendo la costa de Labrador a lo largo de la cual se establecieron los puertos balleneros. 2 CAMPOS, Diogo de: Livro que dá razâo do Estado do Brasil-1612 (edición de H. Vianna), Recife, 1955, pp. 139-140. 3 VALDÉS HANSEN, Felipe: “Balleneros del norte rumbo al sur: Las primeras compañías balleneras en Sudamérica (siglos XVII y XVIII)”, Balleneros del sur. Antropología e historia de la industria ballenera en las costas sudamericanas, Colección Mocha Dick, Santiago de Chile, 2014, p. 19. 4VALDÉS HANSEN, Felipe: Los balleneros en Galicia (siglos XIII al XX), A Coruña, 2010, p. 111.

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Por tal motivo, y por la estrecha relación con la pesca del bacalao, el norte siguió siendo el caladero ballenero de los vascos. Campomanes, el ministro de la ilustración, nos informa de la ruta que seguían los últimos balleneros vascos de altura. Partían de Donostia directamente hasta Spitzbergen y desde allí, en abril o mayo, se trasladaban al estrecho de Davis para cazar las ballenas de la Gran Bahía (la Balaena mysticetus o ballena de Groenlandia) que antaño habían cazado más al sur, en Terranova, en la Gran Bahía de la que tomaron aquel nombre, actualmente Red Bay. En agosto navegaban hacia el este para cazar las sardas (la Eubalaena glacialis o ballena franca) en Islandia, subiendo hasta el paralelo 73 o 75 de latitud norte antes de volver5. Las ballenas del sur, las de Brasil, emergieron fugazmente en el contexto de los nuevos intereses coloniales de la corona, tras la anexión de Portugal en 1580. SI A BAHÍA FUESEN VIZCAÍNOS: GABRIEL SOARES DE SOUS A

Cinco palabras –se a Bahia forem biscainhos6– soltaron las amarras de la nao Nuestra Señora de Begoña, pero cuando los vascos fondearon en la bahía de Todos os Santos el colono portugués Gabriel Soares de Sousa ya había muerto. Lo hizo a orillas del río Paraguazú, mientras marchaba al frente de una compañía de bandeirantes. Seguía el rastro de su hermano y del oro que éste aseguraba haber encontrado antes de morir en el curso alto del río San Francisco7. Soares de Sousa (ca. 1540-1591), oriundo de Lisboa o Ribatejo, habría llegado a Brasil con la expedición del conquistador portugués Francisco Barreto. La flota fondeó en la bahía de Todos os Santos en 1569, antes de proseguir el viaje de conquista al reino de Monomotapa (parte del actual Zimbabue y Mozambique). Soares de Sousa fue uno de los que desembarcó y se estableció como colono en Brasil durante los diecisiete años siguientes, amasando fortuna y tierras. Regresó a Europa para garantizarse las prebendas de los descubrimientos que esperaba alcanzar tierra adentro, continuando la empresa inconclusa de su hermano. Dejó atrás la seguridad de su hacienda de Jaguaripe (al sur de la bahía) y, por si acaso, hizo testamento en Salvador de Bahía en 1584, subiendo después hasta Pernanbuco para cruzar desde allí al otro lado del Atlántico8. No sabemos con certeza la fecha de su llegada a Madrid, la cual pudo retrasarse hasta 1586. En Portugal y Madrid, por aquel entonces epicentro también del imperio portugués, esperó durante años (hasta diciembre de 1590) una audiencia con el todopoderoso Felipe II. En un intento por despertar su interés escribió el primer gran tratado sobre Brasil y sus increíbles riquezas naturales que entregó al consejero portugués del rey, Cristóbal de Moura, en 15879. En su detallada y monumental descripción de la costa del Brasil se vislumbra un territorio todavía casi intacto, escasamente explotado por la magnitud del territorio a colonizar. Y entre todas las riquezas naturales sin explotar o aprovechar nadaban pacíficamente ellas: las ballenas que cada invierno entraban en la bahía de Todos os Santos, para guarecerse en su seno y parir la siguiente generación de ballenatos. Cuando las ballenas se enseñoreaban de la bahía:

“Quando estas baleias andam na Bahia acompanham-se em bandos de dez, doze juntas, e fazem grande temor aos que navegam por ela em barcos, porque andam urrando e em saltos, lançando a água mui alta para cima; e já aconteceu por vezes espedaçarem barcos, em que deram com o rabo e matarem a gente deles”10.

La obra de Soares de Sousa, que en no pocos de sus capítulos recuerda la de un naturalista adelantado a su tiempo, demuestra un trasfondo que va más allá del mero interés colonialista. Se ha

5 VALDÉS HANSEN, Felipe: Op. Cit., 2014, pp. 29-30. 6 El gentilicio vizcaíno tenía un sentido más amplio que el actual y no se refería únicamente a los naturales de Bizkaia. Incluía también a los guipuzcoanos a semejanza del actual gentilicio vasco, reconociendo la identidad común de ambos territorios. VALDÉS HANSEN, Felipe: Op. Cit., 2010, p. 138. 7 VALDÉS HANSEN, Felipe: Op. Cit., 2014, pp. 20-21. 8 SOARES DE SOUSA, Gabriel: Derrotero general de la costa del Brasil y memorial de las grandezas de Bahía (manuscrito del siglo XVI), edición de Claudio Ganns, Madrid, 1958, pp. IX-XIV. 9 SOARES DE SOUSA, Gabriel: Notícia do Brasil, edición de Varnhagen y Pirajá da Silva e Edelweiss, San Paulo, 1974, p. 287. Se conserva una copia manuscrita en la Biblioteca Nacional (Madrid) con el título Roteiro geral con largas informações de toda a costa que pertenece ao Estado do Brasil, e a descripção de muitos lugares delle, especialmente da Bahia de Todos os Santos. Hay otras dos copias incompletas en esta misma biblioteca y una más en el Museo Naval, además de otra –completa y traducida al castellano– en la biblioteca del Palacio Real (editada por Claudio Ganns). Hay otras copias en Brasil y Portugal. No se conserva el manuscrito original entregado por Soares de Sousa al valido de Felipe II Cristóbal de Moura en Madrid en 1587. 10 SOARES DE SOUSA, Gabriel: Op. Cit., 1974, p. 151.

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llegado a afirmar que podría haber sido el naturalista más importante de su tiempo de haberse publicado su obra antes y con ilustraciones, considerando que dedica más de un centenar de capítulos a la descripción de plantas y animales11. De hecho, siete años antes de entregarla en Madrid al consejero portugués de Felipe II, el varamiento de una pareja de ballenas ya había captado su atención instando a que se midiese el ejemplar del que todavía no habían arramblado la carne:

“Entram na Bahia muitas em o mês de maio, que é o primeiro do inverno naquelas partes, onde andam até o fim de dezembro que se vão; e neste tempo de inverno, que reina até o mês de agosto, parem as fêmeas à abrigada da terra da Bahia, pela tormenta que faz no mar largo e trazem aqui os filhos, despois que parem, três e quatro meses, que eles têm disposição para seguirem as mães pelo mar largo; e neste tempo tornam as fêmeas a emprenhar, em a qual obra fazem grandes estrondos no mar; e enquanto as baleias andam na Bahia foge o peixe do medio dela para os baixios e recôncavos onde elas não podem andar, as quais às vezes pelo irem seguindo dão em seco, como aconteceu no rio Pirajá o ano de 1580, que ficaram neste rio duas em seco, macho e fêmea, as quais foi ver quem quis; e eu mandei medir a fêmea, que estava inteira, e tinha do rabo até a cabeça setenta e três palmos de comprido, e dezessete de alto”12.

En la actualidad la ballena franca austral (Eubalaena australis) es una especie poco frecuente o esporádica en la costa de Bahía. El jibarte (Megaptera novaeangliae), en cambio, está catalogado como invernante en el banco de los Abrolhos, a unas trescientas millas náuticas al sur de la bahía de Todos os Santos; habiendo sido además una especie intensamente explotada en el estado de Bahía en el siglo XX. Por ello se ha considerado que también lo fue en los siglos anteriores, mientras la ballena franca habría sido objeto de captura más al sur13. Otros autores han sugerido la posibilidad de una pesca simultánea de ambas especies en Bahía, con mayor protagonismo de los jibartes a medida que escaseaban las ballenas francas australes 14 . Y es que en la costa de Bahía podríamos encontrarnos ante un caso similar al de otros antiguos caladeros, es decir, una zona de presencia histórica de la ballena franca donde la especie prácticamente ha desaparecido en la actualidad, siendo excepcionales los avistamientos aunque cada vez más frecuentes. Las verdaderas ballenas, la franca y la de Groenlandia, fueron las dos especies por las que los vascos cruzaron el Atlántico. Por su gran tamaño, por la producción de aceite que se obtenía con la cocción de su grasa, la longitud de sus barbas y la flotabilidad del cadáver; mientras que los jibartes y las trompas (los cachalotes) ocuparon un lugar secundario y ocasional entre las capturas. Su industria se sustentó sobre la explotación de uno de los dos balénidos, ya fuese en el Cantábrico, Terranova, Escandinavia o Spitzbergen. Probablemente también en Bahía, donde el jibarte cobraría más importancia al escasear la ballena franca. Y ello pudo acontecer muy pronto. En el siglo XVIII Campomanes ya sitúa el límite norteño de la ballena franca a la altura del cabo Frío, cerca de Río de Janeiro, por lo tanto lejos de la costa de Bahía en el Brasil meridional15. Es revelador el gran provecho que los vascos sacaron de las barbas de las ballenas de Bahía, si tenemos en cuenta que en 1609 uno de los barcos volvió de Brasil con una carga de quince mil piezas, de las cuales mil habían sido compradas a unos colonos portugueses que ese año se iniciaron en la pesca por su cuenta16. Y eran de ballena franca, cuyas barbas pueden superar los dos metros, las láminas que se utilizaban para la fabricación de objetos y prendas de lujo. En 1822, en cambio, sabemos que los cetáceos que se estaban pescando en Bahía eran más pequeños que los

11 PAPAVERO, Nelson; LLORENTE-BOUSQUETS, Jorge; ESPINOSA-ORGANISTA, David: Historia de la biología comparada desde el Génesis hasta el siglo de las luces. Volumen III. De Nicolás de Cusa a Francis Bacon, México D.F., 1995, p. 46. 12 SOARES DE SOUSA, Gabriel: Op. Cit., 1974, p. 151. 13 COMERLATO, Fabiana: “A pesca da baleia no nordeste do Brasil durante o século XX: Entre o artesanal e o industrial”, Balleneros del Sur. Antropología e historia de la industria ballenera en las costas sudamericanas, Colección Mocha Dick, Santiago de Chile, 2014, pp. 176-177. COMERLATO, Fabiana: “A baleia como recurso energético no Brasil”, Anais do Simpósio Internacional de História Ambiental e Migraçoes, Florianópolis, 2010, p. 1.125. 14 ALDEN, Dauril: “Yankee Sperm Whalers in brazilian waters, and the decline of the Potuguese whale fishery (1773-1801)”, The Americas, vol. 20, núm. 3 (enero, 1964), p. 270. RICHARDS, Rhys: “Past and present distributions of southern right whales (Eubalaena australis)”, New Zealand Journal of Zoology, vol. 36, núm. 4, 2009, p. 452. REEVES, Randall R. y SMITH, Tim D: “A taxonomy of world whaling. Operations and Eras”, Whales, whaling and ocean ecosystems, University of California Press, Berkeley, 2006, p. 90. 15 RODRÍGUEZ DE CAMPOMANES, Pedro: Reflexiones sobre el comercio español a Indias, edición de V. Llombart Rosa, Madrid, 1988 (1762), p. 211. 16 Archivo de la Real Chancillería de Valladolid (ARCHV), Pleitos civiles, Alonso Rodríguez (fen.), caja 1.467, núm. 5, pieza 2, fol. 73v.

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capturados en el Atlántico Norte y sus barbas de peor calidad no tenían valor comercial, razón por la cual eran abandonadas en la orilla junto al resto de desperdicios y huesos17; información que nos remite ya al jibarte. De hecho, ese mismo año el historiador brasileño José de Souza Azevedo relativizó la importancia de las armazones de Bahía, por estar dedicadas al aprovechamiento de los jibartes, cazándose esporádicamente alguna ballena cuyas barbas sí eran útiles:

“Na Bahia porém se venderam as duas armaçoens que allí existiam, de Itaparica e de Itapoan, e se fizeram outras cujos lucros naõ podem ser taõ felices por constar a pesca de gibartes (uma das vinte e tantas especies de baleas) que apenas rendem de 8 a 12 pipas de azeite, ficando inútil a barbatana e muito por acaso pescar-se n’aquelles mares alguma balea do mar do sul, mais rendoza em azeite e de barbatana servivel”18.

En cuanto a los cachalotes es significativo que no apareciese ámbar en ninguno de los muchos cetáceos cazados en Bahía durante las primeras décadas del siglo XVII, encontrándose tan sólo en uno diferente –un cachalote– muerto por causas naturales19; lo cual descarta a esta especie entre las capturas habituales y las especies más comunes dentro de la bahía. Además la trompa o tronpa, que es como los vascos denominaban al cachalote, tampoco aparece mencionada en la documentación vasca relacionada con Brasil. Aparte de ballenas, la obra de Soares de Sousa alude a otros mamíferos marinos como la orca, el delfín y el peixe boi o manatí, cuya caza –un remedo o genero chico de la pesca ballenera– describe detalladamente20. Sin embargo, a pesar de todo este conocimiento, Soares de Sousa no se involucró en un negocio cuya importancia intuía y del que se lucrarán otros muchos años después. Ensimismado con su particular búsqueda de El Dorado no aprovechó su larga estancia en la metrópoli para asociarse o promover una campaña ballenera vasca en Brasil; aunque tampoco el momento era el más propicio al coincidir su presencia aquí con la organización y desastre de la Gran Armada. Hoy sabemos que el verdadero oro, lo realmente valioso, estaba y está en cada página de su manuscrito.

Caza de la ballena en la bahía de Todos os Santos (Bahía). Ilustración de Hippolyte Taunay (1822), en Myriam Ellis (1969).

17 TAUNAY, Hippolyte y DENIS, Ferdinand: Le Brésil ou histoire, moeurs, usages et coutumes des habitans de ce royaume, París, 1822, pp. 53-55. 18 SOUZA AZEVEDO E ARAÚJO PIZARRO, José de: Memórias históricas do Rio de Janeiro e das provincias annexas a’ jurisdicção do vice-rei do Estado do Brasil, vol. 9, Río de Janeiro, 1822, p. 293. 19 “Mas con se haver morto tanta multidao de baleias em nenhuna se achou ámbar, que dizem ser o seu mantimento, nem era do mesmo talho e espécie outra que saiu murta há poucos anos nesta Bahia, em cujo bucho e tripas se acharam 12 arrobas de ámbar gris finíssimo”. SALVADOR, Vicente do: Historia do Brasil, cap. XL, 1627. 20 SOARES DE SOUSA, Gabriel: Op. Cit., 1974, p. 152.

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Caza, remolque y descuartizamiento de ballenas francas en una misma escena. Bahía de Guanabara (Río de Janeiro). Óleo de Leandro Joaquim (ca. 1738- ca. 1798). LA LLEGADA DE LOS VASCOS: URRECHA Y MICHEL

“Eu sou informado que na costa do Brazil se pescará baleas como se faz em outras. Sera grande o proveito do azeite delas por aver muitas nos mares daquela costa, pelo que vos encomendo que antes partais procureis levar alguns biscainhos, que nesta pescaria tem mais uzo, porque fazendoa elles e ensinando outros se venha a conseguir este tamaño proveito do azeite”.

De Felipe III al gobernador de Brasil Diogo Botelho.

Es probable que Felipe III tuviese noticia de la abundancia de ballenas en la bahía de Todos os Santos a través de la obra de Soares de Sousa, ya fuese directa o indirectamente. Al nombrar el nuevo gobernador del Brasil, al clarear el siglo XVII, le encomendó que reuniese un grupo de balleneros vascos para poner en marcha y enraizar allí la actividad ballenera21. Después, en 1602, el rey otorgó una real cédula a dos mercaderes de Bilbao, Pedro de Urrecha y Julien Michel, “para que puedan hir o ynbiar a las partes del Brasil o el reyno de Portugal a pescar ballenas, no obstante que ellos no son naturales del dicho reyno de Portugal, con tres navíos por tienpo y espaçio de diez años” 22 . Se trata de una concesión excepcional sin parangón en otras áreas balleneras como Terranova o el Cantábrico, abarcando toda la costa brasileña e incluso Portugal. Hay que esperar hasta 1789 para encontrar una real cédula similar en este sentido, la misma por la que se instituyó la Real Compañía Marítima; aunque el peso mercantil, político, económico e incluso estratégico de aquel otro concesionario nada tenía que ver con el de los dos armadores de Bilbao. La concesión tenía una vigencia de diez años hasta 1612, estableciendo la recurrente fecha del día de San Juan para marcar el inicio y fin de la misma. Imponía un límite de tres barcos, la obligación de pasar por Portugal para pagar los derechos de alfandega o aduana, previo testimonio de las autoridades coloniales de haber proveído con aceite aquella tierra, exigiendo por todo ello una fianza de mil cruzados portugueses o mil ducados castellanos23. Se contemplaba la posibilidad de no pasar por Portugal en el caso de impedirlo un temporal durante el tornaviaje. En julio de 1602, en Bilbao, Urrecha y Michel se obligaron notarialmente al cumplimiento de todo ello y otorgaron una fianza por la cuantía exigida en la real cédula. Finalmente, en agosto, Felipe III expidió en Valladolid un “alvará” o privilegio en portugués dirigido a las principales autoridades coloniales: el gobernador y sus representantes de justicia y hacienda. En el mismo ordenaba que no impidiesen ni obstaculizasen la actividad de los balleneros en Brasil, recapitulando los términos y obligaciones de la concesión24. De Pedro de Urrecha sabemos que era un mercader de Bilbao, pero es de su socio Julien Michel del que tenemos más información gracias a la crónica del explorador François Pyrard de Laval (ca. 1578

21 ELLIS, Myriam: A Baleia no Brasil colonial, San Paulo, 1969, pp. 33-34. 22 Archivo Histórico Provincial de Bizkaia (AHPB), Fondo notarial, protocolo 4.978, Antonio Landaverde, año 1602, fol. 45r. 23 AHPB, Fondo notarial, protocolo 4.978, Antonio Landaverde, año 1602, fols. 45v-46r. 24 ELLIS, Myriam: Op. Cit., pp. 31-33.

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-ca. 1623) que le conoció en Bahía en 161025. A través de la documentación también se deduce que, al menos desde la última década del siglo XVI, fue uno de los mercaderes más importantes de la colonia francesa establecida en Bilbao. De hecho, antes de involucrarse en el negocio ballenero en Brasil, Michel ya aparece defendiendo los intereses de los herederos de otro mercader francés instalado en la ciudad26. Todos los años se desplazaba a Brasil a bordo de uno de los dos barcos que partían de Bizkaia, residiendo en la ciudad de Salvador de Bahía como cualquier otro burgués durante los meses que duraba la campaña. Pyrard afirmó que la concesión le fue reconocida en buena medida por su labor diplomática ante la corte española, donde estaba muy bien considerado. Hasta finales de 1602 no tenemos noticia de los preparativos del viaje. Ese mes los dos armadores contrataron a un grupo de marineros de Castro Urdiales (un contramaestre, nueve marineros y un carpintero), para completar las tripulaciones vascas de los dos barcos que partirían a Brasil desde “la ría y canal de Bilbao”27. La particularidad de la contratación de los cántabros, sobre todo el hecho de no ir a la parte de la pesca, nos indica que no iban en condición de balleneros o pescadores en sentido estricto, sino como marineros –también el carpintero– para la travesía y estancia en Brasil pudiendo involucrarse en la pesca llegado el caso28. El sueldo mensual oscilaba entre los quince ducados del contramaestre y los diez o doce del resto de marineros. La mitad se entregaría antes del regreso para, de esta manera, permitirles adquirir azúcar en los ingenios bahianos y embarcarlo de vuelta. Es probable, por lo tanto, que para este primer viaje los armadores estén recurriendo veladamente a marineros de Castro con experiencia en la travesía atlántica al margen de la flota de Indias. Después, entre enero y abril de 1603, Urrecha y Michel lograron recaudar en Bilbao toda la financiación para el flete de los dos barcos, siendo una de las aportaciones más elevadas la del también francés Julien Dureau29. Además de como inversor, Dureau acabará involucrándose en la empresa brasileña hasta organizar la campaña de 1609 en nombre de los concesionarios ausentes en Brasil30. La nao Nuestra Señora de Begoña y otra de menor porte se hicieron a la mar en verano. En unos pocos días llegaron a la costa de Galicia y Portugal, donde debieron de haber iniciado la navegación de altura tomando la ruta portuguesa al Brasil. Los alisios del hemisferio norte (del nordeste), la corriente de Canarias (sur-sudoeste) y la Ecuatorial (de este a oeste) facilitaban un viaje que duraba más de un mes31. Iniciada la travesía atlántica tardarían en torno a una semana en llegar a las islas Canarias, otra más en alcanzar las de Cabo Verde, navegando después al sur-sudeste para arrimarse a la costa africana y desde allí, tras cruzar la línea ecuatorial al cumplirse el mes de travesía, dar el salto al otro lado del Atlántico a lomos de la corriente ecuatorial del sur (de este a oeste), para alcanzar la costa brasileña a la altura de Pernambuco o Bahía. Fondearon e iniciaron la pesca en agosto teniendo en cuenta que,mediado aquel mes, el nuevo gobernador del Brasil Diogo Botelho –todavía en la capitanía de Pernambuco antes de desembarcar en Salvador– ordenó registrar y cumplir el “alvará” de Felipe III que debió recibir por mano del propio Urrecha o Michel32. La fecha de llegada coincide con la otra arribada documentada, la de 1609, que tuvo lugar el 10 agosto33. Así pues, los vascos llegaban algo tarde teniendo en cuenta que las ballenas entraban en la bahía desde mayo según Soares de Sousa y desde junio según Vicente do Salvador. Se trata de una circunstancia casual o que responde al interés de los vascos por una especie determinada presente o abundante en la bahía sólo a partir de entonces. Finalizaban la campaña y se marchaban de vuelta a Europa mediado el mes de noviembre. Muchos años después el cronista –y religioso– Vicente do Salvador rememoró con tintes bíblicos la llegada de los primeros balleneros:

25 PYRARD, François: The voyage of François Pyrard of Laval to the East Indies, the Maldives, the Molucas and Brazil, edición de Albert Gray, vol. 2, parte II, Hakluyt Society, Londres, 1890, Londres, p. 322. 26 Archivo de la Real Chancillería de Valladolid (ARCHV), Registro de Ejecutorias, caja 1901, 60. 27 GONZÁLEZ ECHEGARAY, Rafael: Balleneros cántabros, Santander, 1978, pp. 89-92. 28 VALDÉS HANSEN, Felipe: Op. Cit., 2014, pp. 24-25. 29 PRIOTTI, Jean-Philippe: “Des financiers de la mer: les marchands de Bilbao au XVIe et au début du XVIIe siècle”, L’aventure maritime, du golfe de Gascogne à Terre-Neuve, Pau, 1993, p. 196. PRIOTTI, Jean-Philippe: Bilbao y sus mercaderes en el siglo XVI. Génesis de un crecimiento, Bilbao, 2005, p. 188. 30 ARCHV, Registro de ejecutorias, caja 2091, 65; caja 2100, 3; Pleitos civiles, Alonso Rodríguez (fen.), caja 1.467, núm. 5. 31 MEDEIROS MACHADO, Théa Mirian; MAGELA MACHADO, Maria Márcia; HAMAKAWA, Paulo José: “As rotas marítimas do Brasil colônia, os suprimentos e as mercadorias a bordo”, Anais do I Simpósio Brasileiro de Cartografia Histórica, 2011, p. 8. 32 El documento fue registrado en Olinda entre el 16 y 18 de agosto de 1603 y en Salvador de Bahía el 26 de diciembre de ese mismo año. Transcrito y publicado por ELLIS, Myriam: Op. Cit., pp. 31-33. 33 ARCHV, Registro de ejecutorias, caja 2091, 65.

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“Era grande a falta que em todo o estado do Brasil havia de graxa ou azeite de peixe, assim para reboque dos barcos e navios, como para se alumiarem os engenhos, que trabalham toda a noite, e se houveram de alumiar-se com azeite doce, conforme o que se gasta e os negros lhe são muito afeiçoados, não bastara todo o azeite do mundo. Algum vinha do Cabo Verde e de Biscaia por via de Viana, mas era tão caro e tão pouco que muitas vezes era necessário usarem do azeite doce, misturando-lhe destoutro amargoso e fedorento, para que os negros não lambessem os candeeiros. E era uma pena como a de Tântalo padecer esta falta, vendo andar as baleias, que são a mesma graxa, por toda esta bahia sem haver quem as pescasse, ao que acudiu Deus, que tudo rege e prova, movendo a vontade a um Pedro de Orecha, biscainho, que quisesse vir fazer esta pescaria. Este veio com o governador Diogo Botelho do reino no ano de mil seiscentos e três, trazendo duas naus a seu cargo de biscainhos, com os quais começou a pescar e ensinados os portugueses se tornou com elas carregadas, sem da pescaria pagar direito algum, mas já hoje se paga e se arrenda cada ano por parte de sua majestade a uma só pessoa, por 600 mil-réis pouco mais ou menos”34.

Todo indica que los vascos se establecieron en la isla de Itaparica, a la cual se referían como “la isla del Brasil”35, concretamente en su extremo norte, en la actual Punta de Itaparica. Este lugar fue el primer y más importante enclave ballenero de toda la bahía hasta el siglo XIX. Los colonos probablemente ocuparon el espacio abandonado por los balleneros vascos, de los cuales aprendieron el oficio. Sobre todo si consideramos la cartografía. Justo en ese punto, entre todos los topónimos portugueses y de origen indígena recogidos en un mapa del siglo XVII de João Teixeira Albernaz o Velho, destaca una inequívoca Punta de Biscaya (Ponta de Biscaya): el puerto ballenero vasco. El mapa forma parte de una las series que este cosmógrafo hizo para las copias manuscritas de la obra Rezão do Estado do Brasil; un trabajo encargado por Felipe III y realizado por Diogo de Campos en torno a 1612. Fechado –como el resto de mapas de su serie– en 1626, se conserva hoy en el Instituto Histórico y Geográfico Brasileiro, habiéndose publicado hace unas décadas con motivo de un volumen conmemorativo36. La huella en la toponimia acabó desapareciendo al sucederse las campañas balleneras de los colonos portugueses en ese mismo lugar, tras la marcha de los vascos, y al recuperar Portugal su independencia (1640). El nombre primigenio fue sustituido por el de Ponta das Baleas que ya aparece en el mapa del nieto de Teixeira, João Teixeira Albernaz o Moço, realizado varias décadas después (1666) y en el del alemán Georg Marcgraf (1647)37. Por lo tanto, los vascos se instalaron en un punto desde el que tenían rápido acceso a casi toda la bahía. Los cetáceos se descuartizarían al abrigo de la referida punta y barra, en el remanso que allí conforma el canal de Itaparica con el calado suficiente para hacerlo desde la orilla, cerca dela cual existe hoy una edificación vinculada en su origen a esta actividad (el Solar do Rei, antaño Casa do Contrato das Baleias). En torno a esta actividad (y al fuerte que se construyó después, el de S. Lourenço) fue surgiendo la localidad más populosa de la isla, la cual tenía en el aceite de ballena una de las ramas más importantes –o la más importante– de su comercio38. La epidemia de cólera de 1855 a 1856 puso fin a la ya de por sí decaída actividad ballenera. Las autoridades locales, como medida preventiva de salud pública, prohibieron el descuartizamiento de cetáceos dentro del casco urbano en el que había quedado inmerso el antiguo puerto ballenero, reubicando las “armações” en otros puntos más alejados de la isla39. Por lo tanto, el origen o al menos el desarrollo inicial de la localidad de Itaparica está relacionado con el pasado ballenero vasco, al igual que otros puertos del Cantábrico e incluso Canadá.

34La transcripción utilizada ha sido reinterpretada, corrigiendo un par de presumibles errores. SALVADOR, Vicente do: Op. Cit., cap. XL. 35 ARCHV, Pleitos civiles, Alonso Rodríguez (fen.), caja 1.467, núm. 5. 36 CAMPOS, Diogo de: Livro que dá razao do estado do Brasil, edición del Instituto Nacional do Livro, Río de Janeiro, 1968, p. 45. 37Cartografía disponible en línea: Mapa de J. Teixeira Albernaz (1626) en História da Bahia-mapas históricos da Bahia (http:// www.historia-bahia.com); mapa de G. Marcgraf (1747) en la Biblioteca Nacional de Portugal-Biblioteca Nacional Digital; mapa de J Teixeira Albernaz o Mozo (1666) en la edición digital de la Junta de Andalucía del libro colectivo Salvador y la Bahía de Todos los Santos. Guía de arquitectura y paisaje (Sevilla, 2012). 38SANTOS VILHENA, Luiz dos: Recopilação de notícias soteropolitanas e brasílicas contidas en XX cartas, vol 1, Bahía, 1921 (1802), p. 42. 39 REIS DAVID, Onildo: O inimigo invisíbel: A epidemia do cólera na Bahia em 1855-56, Universidade Federal da Bahia, Salvador, 1993, p. 63. COMERLATO, Fabiana: Op. Cit., p. 172.

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Mapa de la bahía de Todos os Santos de João Teixeira Albernaz o Velho (ca. 1626). Livro que dá razao do estado do Brasil (edición de 1968).

Detalle del mapa anterior. Isla de Itaparica, puerto ballenero de Punta de Biscaya. Livro que dá razao do estado do Brasil (edición de 1968).

LA CAMPAÑA DE 1609: ADAM DE CHIBAU

Tras la campaña de 1608 Julien Michel y Pedro Urrecha optaron o no pudieron volver con el resto de la expedición a Europa. Por la crónica del viajero François Pyrard sabemos que Michel se ha adaptado e integrado en Salvador de Bahía enriqueciéndose notablemente, quizás diversificando sus negocios en la colonia. De hecho, cuando la expedición del explorador francés parte de vuelta a Europa, Michel les agasaja con suministros de mandioca y carne de vacuno del estuario de La Plata. Por lo tanto, la organización y financiación de la campaña de 1609 corrió por cuenta de otro mercader francés, Julien Dureau (también llamado Julián Dureo40), que para ello volvió de Brasil con un poder de ambos armadores41. Dureau, de Nantes y del ducado de Bretaña como Michel, se involucró en la

40 El nombre de Julien Dureau aparece en los documentos transcrito al castellano con mayor o menor acierto: Julián Dureo, de Ureo, Durco o Urco; esta última fue la forma utilizada en un trabajo anterior: VALDÉS HANSEN, Felipe: Op. Cit., 2014, pp. 17-54. 41 ARCHV, Pleitos civiles, Alonso Rodríguez (fen.), caja 1.467, núm. 5, fol. 20v.

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aventura brasileña desde los comienzos. En 1603, como ya vimos, fue uno de los principales prestamistas para el flete del navío Nuestra Señora de Begoña. Y en 1612, cuando vence la concesión de pesca en Brasil, lo volvemos a encontrar documentalmente. Esta vez involucrado en el flete de un barco a la costa de Guinea42. Por lo tanto, la actividad en Brasil no fue ajena al progresivo monopolio de las importaciones peninsulares de saín por parte de los franceses, establecidos para ello en los principales puertos del norte y, especialmente, en Bilbao. No obstante, la mayor parte del capital invertido siguió siendo vasco. Para la campaña de 1609 Dureau recaudó casi veinticuatro mil reales en Bilbao y Vitoria a unos tipos de interés más elevados que los de Terranova, probablemente por la mayor distancia de la travesía43. Mientras que Bilbao fue el centro financiero de la primera campaña, ahora es Vitoria la ciudad que aporta los casi dos tercios del capital necesario. Ello, unido al tipo más elevado por el dinero dado en préstamo (un 60% de interés frente al 40% de Bilbao), deja entrever una mayor dificultad para obtener el dinero en la ciudad bilbaína44. En abril de 1609 Dureau llegó a un acuerdo definitivo para el flete de dos navíos con uno de los navieros más importantes de toda la costa vasca: Adam de Chibau, de San Juan de Luz. La capacidad de Chibau era tal que, coincidiendo con la actividad de Urrecha y Michel en Brasil, él estuvo enviando hasta siete barcos por campaña para la pesca del bacalao en Terranova, dos de los cuales enviará después a Brasil: la Santa Clara y el Santa Engracia45. La tripulación de ambos barcos fue contratada por Dureau excepto los maestres, dos marineros de confianza puestos por Chibau al mando de sus barcos. Como propietario del barco le correspondía un quinto de la carga en aceite y barbas, mientras que los maestres recibirían 25 barricas de grasa y cien barbas cada uno46. A su hermano Martín de Chibau le confió la nao de mayor porte de su flota, la Santa Engracia, de unas trescientas toneladas y tripulada por setenta marineros; mientras que a su cuñado Juanes de Echeberri –hasta entonces al mando de otro barco de su flota– le entregó la de menor tamaño, la Santa Clara, de doscientas toneladas47. Del considerable tamaño de la Santa Engracia tenemos constancia por un arqueo realizado en Pasaia, tras su regreso de Brasil. Tenía una capacidad de carga estimada en 897 barricas o 757 en el caso de llevar 70 pipas de bastimentos, es decir, una pipa por tripulante48. La mayor parte de la carga, 809 barricas, se estibaba debajo de la primera cubierta en la bodega del barco, incluyendo el equivalente a dieciséis barricas en terceroles encajados en los huecos del cargamento49. Las 88 barricas restantes iban en entrecubiertas compartiendo espacio con un batel, las chalupas, las anclas, las velas, el aparejo y los pertrechos propios de la pesca y navegación 50 . Sin embargo, otros marineros que fueron a Terranova a bordo de aquel barco o asistieron a su botadura en el astillero de Ascain (a una legua río arriba de San Juan de Luz) aludían también a una tercera cubierta (quizás un sollado en los baos), aumentando su capacidad a más de novecientas o mil barricas, siendo uno de los barcos más grandes del puerto: “de manera que el dicho navío es tan grande que no ay en todo San Juan de Luz sino otros dos navíos que sean mayores que el dicho navío”51. Tras la escritura de fletamento, firmada el 25 de abril de 1609, llevaron el barco del puerto de San Juan de Luz al de Pasaia mediado el mes de mayo52. Allí se embarcó el resto de la tripulación y la carga, partiendo después al Brasil en cuya bahía de Todos os Santos fondeó la nao el 10 de agosto. Desembarcaron en el puerto de destino –la Punta de Biscaya– dos días después, momento en el que iniciaron y cazaron la primera ballena a la que siguieron otras muchas, como evidencian las miles de

42 ARCHV, Registro de Ejecutorias, caja 2.358, 7. 43 BARKHAM, Michael: “French Basque New Found Land entrepreneurs and the import of codfish and whale oil to Northern Spain, c. 1580 to c. 1620: The case of Adam de Chibau, burgess of Saint-Jean-deLuz and Sieur de St. Julien”, Newfoundland Studies, vol. 10, núm. 1, 1994, p. 18. 44 ARCHV, Pleitos civiles, Alonso Rodríguez (fen.), caja 1.467, núm. 5, fols. 39r-40v. 45 BARKHAM, Michael: Op. Cit., 1994, p. 11. 46 ARCHV, Pleitos civiles, Alonso Rodríguez (fen.), caja 1.467, núm. 5, pieza 2, fols. 21v, 22r. 47 ARCHV, Registro de ejecutorias, caja 2091, 65; caja 2100, 3. 48Cada pipa equivalía en tamaño a dos barricas. ARCHV, Registro de ejecutorias, caja 2100, 3; Pleitos civiles, Alonso Rodríguez (fen.), caja 1.467, núm. 5, pieza 2, fols. 57r-59v. 49 Ibídem. 50Ibídem. 51 ARCHV, Pleitos civiles, Alonso Rodríguez (fen.), caja 1.467, núm. 5, pieza 7. 52 ARCHV, Pleitos civiles, Alonso Rodríguez (fen.), caja 1.467, núm. 5, pieza 5.

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barbas y cientos de barricas obtenidos al final de la campaña53. Ello demuestra la abundancia de ballenas en este período inicial de la actividad. De hecho, veinte años después todavía se están cazando de treinta a cuarenta ballenas por campaña54. Sin embargo, la campaña de 1609 se truncó al perderse la grasa de la mayor parte de las barricas expuestas a la intemperie antes de su embarque. Según Julien Dureau los maestres de las dos naos –familiares y tripulantes de confianza de Chibau a bordo– desoyeron las peticiones de estibar la carga o, al menos, desembarcar los toldos de los barcos para proteger las barricas en la orilla. El calor y la humedad abrieron las juntas de las dovelas derramándose el contenido de medio millar de barricas, hasta que los maestres aceptaron entregar unas velas viejas previo acuerdo de venta55. La Santa Engracia volvió de Brasil a media carga de saín o algo más con la consiguiente pérdida económica, entablándose a su llegada un pleito entre Chibau y Dureau ante el corregidor de Gipuzkoa y la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid después. Tanto Chibau como sus testigos arguyeron que la protección de la carga en tierra era responsabilidad de los armadores, los cuales solían llevar a Terranova teja o toldos para tal fin. Allí levantaban los tejadillos donde almacenaban las barricas o, en su defecto, las cubrían con ramaje de pinos56. El barco descargó en Pasaia 475 barricas y 54 pipas de grasa, lo que equivalía a una carga de 519 barricas una vez descontada la merma producida durante el tornaviaje 57 . Además de la grasa desembarcaron 15.000 barbas y una partida de madera de palo santo. La sentencia del corregidor de Gipuzkoa falló (en julio de 1610) que Dureau sólo debía entregar la quinta parte de esta carga a Chibau 58 . Sin embargo, ambas partes apelaron la sentencia al no ver Dureau reconocida su reclamación sobre la pérdida económica que estimó en nueve mil ducados (a 18 ducados la barrica); mientras que Chibau pedía lo que le habría correspondido de haber vuelto el barco con la bodega llena. La sentencia de la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid falló en 1611 a favor de este último, reconociéndole la quinta parte de la capacidad de carga estimada por los arqueadores, además de la correspondiente cantidad en barbas de ballena59. Este fiasco vino a sumarse a otro problema, como fue el apresamiento de uno de los barcos balleneros por orden del gobernador de Brasil. Según François Pyrard el capitán había ordenado levar anclas en plena noche, para recoger al sur un cargamento de palo de Brasil; madera muy apreciada para el tinte de las prendas de lujo y, por tal razón, monopolio de la corona portuguesa. El barco fue traído de vuelta a Salvador de Bahía donde fue desprovisto de sus velas y aparejos, mientras el capitán y un grupo de marineros fueron encarcelados. A Julien Michel le bastó con desautorizar al capitán para eludir su parte de responsabilidad, una prueba de su influencia en la colonia. Cuando Pyrard llegó en agosto de 1610 a Salvador de Bahía, coincidiendo con la época de pesca de las ballenas, sólo estaba fondeado delante del puerto el barco retenido. Y todavía seguía ahí al partir su expedición en octubre, comprometiéndose a llevar las cartas de los tripulantes –casi todos de Bayona– a sus familiares60. DE PUNTA BISCAYA A COSTINHA

“The methods of capturing, killing, and processing whales, which was introduced by the Basques, remained virtually unchanged for nearly two centuries”.

Dauril Alden (Yankee sperm whalers in Brazilian waters, 1964).

Seguramente no fue la primera incursión de los balleneros en el contrabando colonial. Hay que tener en cuenta que la ruta ballenera, al margen de la Carrera de Indias, pudo representar una gran

53 ARCHV, Pleitos civiles, Alonso Rodríguez (fen.), caja 1.467, núm. 5, pieza 2, Registro de ejecutorias, caja 2091, 65; caja 2100, 3. 54 SALVADOR, Vicente do: Op. Cit., cap. XL. 55 ARCHV, Pleitos civiles, Alonso Rodríguez (fen.), caja 1.467, núm. 5, pieza 5. 56 ARCHV, Pleitos civiles, Alonso Rodríguez (fen.), caja 1.467, núm. 5, pieza 5. 57 La merma fue estimada en 64 barricas. ARCHV, Pleitos civiles, Alonso Rodríguez (fen.), caja 1.467, núm. 5, pieza 3. 58 ARCHV, Pleitos civiles, Alonso Rodríguez (fen.), caja 1.467, núm. 5, pieza 1. 59 ARCHV, Registro de ejecutorias, caja 2091, 65; caja 2100, 3. 60 PYRARD, François: Op. Cit., p. 322.

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oportunidad en este sentido61. Por ello convendría contextualizar el apresamiento en un ambiente de progresiva oposición, como se desprende del pleito que en 1609 enfrenta a Pedro de Urrecha con un “homen do mar” llamado Antonio Fernandes da Mata sobre el derecho de pesca en la bahía. La cuestión se resolvió judicialmente a favor del portugués, extendiéndose la libertad de pesca al resto de colonos62. Todo ello fue anticipando el final de la presencia ballenera vasca en Bahía que, aun siendo breve, dejó tras de sí la base sobre la que se desarrolló después una pesca local con sus particularidades y diferencias a medida que perduraba en el tiempo. François Pyrard destacó el riesgo que implicaba esta actividad, sobre todo por la costumbre de los vascos de arponear primero a las crías para impedir la huida de los ejemplares adultos; recogiendo el caso de un ejemplar que consiguió liberar a la cría y destrozar una chalupa63. Tras la marcha de los últimos balleneros vascos los colonos portugueses recogieron el testigo, extendiendo las armazones a lo largo de la costa brasileña. Su método era el de los vascos, de los cuales aprendieron, aunque con la salvedad de emplear mano de obra esclava. La descripción de Vicente do Salvador, publicada en 1627, deja entrever aquella herencia. Las cálidas aguas de Bahía permiten, además, algo impensable en Terranova o el Cantábrico en invierno: que un grupo de marineros –probablemente esclavos– se lancen al mar para amordazar la boca del cetáceo e impedir que se hunda lleno de agua:

“E a primeira coisa que fazem é arpoar o filho, a que chamam baleato, o qual anda sempre em cima da água brincando, dando saltos como golfinhos, e assim com facilidade o arpoam com um arpéu de esgalhos posto em uma haste, como de um dardo, e em o ferindo e prendendo com os galhos puxam por ele com a corda do arpéu, e o amarram, e atracam em uma das lanchas, que são três as que andam neste ministério, e logo da outra arpoam a mãe, que não se aparta do filho, e como a baleia não tem ussos mais que no espinhaço, e o arpéu é pesado, e despedido de bom braço, entra-lhe até o meio da haste, sentindo-se ela ferida corre, e foge uma légua, às vezes mais, por cima da água, e o arpoador lhe larga a corda, e a vai seguindo até que canse, e cheguem as duas lanchas, que chegadas se tornam todas três a pôr em esquadrão, ficando a que traz o baleato no meio, o qual a mãe sentindo se vem para ele, e neste tempo da outra lancha outro arpoador lhe despede com a mesma força o arpéu, e ela dá outra corrida como a primeira, da qual fica já tão cansada, que de todas as três lanchas a lanceiam com lanças de ferros agudos a modo de meias-luas, e a ferem de maneira que dá muitos bramidos com a dor, e quando morre bota pelas ventas tanta quantidade de sangue para o ar que cobre o sol, e faz uma nuvem vermelha, com que fica o mar vermelho, e este é o sinal que acabou, e morreu, logo com muita presteza se lançam ao mar cinco homens com cordas de linho grossas, e lhe apertam os queixos e boca, porque não lhe entre água, e a atracam, e amarram a uma lancha, e todas três vão vogando em fileira até a ilha de Itaparica”64.

“E amarram a uma lancha e todas três vão vogando em fileira até a ilha de Itaparica” (Vicente do Salvador, Bahía, 1627). Ilustración: Balleneros vascos remolcando una ballena en Spitzbergen, acuarela de Robert Fotherby (1613), American Antiquarian Society.

61 PRIOTTI, Jean-Philippe: Op. Cit., 2005, p. 188. 62 ELLIS, Myriam: Op. Cit., p. 36. 63 PYRARD, François: Op. Cit., p. 321. 64 SALVADOR, Vicente do: Op. Cit., cap. XL.

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La actividad se fue extendiendo hacia el sur, en primer lugar a Río de Janeiro, hasta llegar a la isla de Santa Catarina avanzado ya el siglo XVIII. Sin embargo, la libertad de pesca reconocida a los colonos portugueses terminó casi tan pronto como desaparecieron los vascos del horizonte, imponiéndose en Bahía el primero de los arrendamientos en 1614 65 . La costa se fue jalonando de “armações”, alcanzando su apogeo en el siglo XVIII. Después la actividad costera fue declinando hasta la irrupción en Brasil de la industria ballenera moderna en el siglo XX, la cual desplazó el marco de operaciones mar adentro. En 1790 el naturalista brasileño José Bonifácio de Andrada e Silva ya había alertado sobre las funestas consecuencias de seguir empleando un método de captura que impedía el recambio generacional de la especie, razón a su juicio por la que esta pesquería había decaído en todo Brasil y, especialmente, en los dos primeros enclaves balleneros de Bahía y Río de Janeiro:

“Debe certo merecer tambem grande contemplaçao a perniciosa pratica de matarem os baleotes de mamma, para assim harpoarem as mais com maior facilidade. Tem estas tanto amor aos seus filhinhos que quasi sempre os trazem entre as barbatanas para lhes darem leite; e se por ventura lhos matao nao desamparao o lugar sem deixar igualmente a vida na ponta dos harpoes he seu amor tamanho, que podendo demorar-se no fundo da agua por mais de meia hora sem vir respirar assima e escapar assim ao perigo que as ameaça, folgao antes expor a vida para salvarem a dos filhinhos que nao podem estar sem respirar por tanto tempo. Esta ternura das mais facilita sem duvida a pesca e o methodo de matar primeiro os baleotes pequenos para segurar as mais, que enraivecidas muitas vezes virao as lanchas, parece visto a vulto excelente, mas olhado de perto he mao e trará consigo, a nao se prover nisso, a ruína total desta tao importante pescaria (…). Eis-aqui huma das razoes porque as armaçoes da Bahia e Rio de Janeiro estao abandonadas e em geral por que tem vindo grande quebra á pesca do Brazil”66.

En la isla de Itaparica la pesca tradicional o artesanal iniciada por los vascos subsistió hasta el siglo XX, más de tres siglos después. Coexistió con la industria ballenera moderna introducida en el estado de Bahía –y también en Brasil– en 191167. El éxito inicial de esta última fue rápidamente secundado al año siguiente por otras tres compañías extranjeras, entre ellas la Companhia de Pesca Norte do Brasil, participada por capital brasileño y la única que perduró en el tiempo estableciéndose –como su nombre indica– al norte, en el estado de Paraíba68. En 1985 el último barco de la compañía, único en su clase en toda la costa brasileña, simbolizaba bien la soledad de los balleneros poco antes de la prohibición internacional impuesta por la Comisión Ballenera Internacional. El barco estaba al mando de japoneses, al igual que lo estuvieron otros barcos y la propia empresa, COPESBRA, participada por capital japonés desde finales de los años cincuenta. Desde la factoría de Costinha, en Paraíba, el ballenero Cabo Branco fue trazando sobre la carta náutica las últimas singladuras de una larga ruta iniciada por una nao vasca. La historia ballenera brasileña que entonces llegó a su fin fue introducida por los vascos más de tres siglos antes. Su presencia en unas aguas tan distantes de su marco habitual de operaciones en el Atlántico Norte coincide con la diáspora ballenera, tras el declive de Terranova que obligó a emprender la búsqueda de nuevos caladeros. Sin embargo, el caso brasileño tiene su origen en el ánimo de la corona española por establecer la pesca en un dominio colonial ávido de aceite, con el consiguiente rédito hacendístico. Para llevarla a cabo Felipe III recomendó al gobernador de Brasil el concurso de los expertos balleneros vascos, tal como se había reclamado desde la propia colonia unos años antes. Por lo tanto la empresa tiene un origen exógeno, aunque en esencia es tan vasca como cualquier otra en financiación, organización y ejecución69.Su carácter coyuntural e instructivo en la más importante colonia portuguesa determinó lo más característico y particular de la etapa vasca en Brasil: su brevedad y trascendencia en el tiempo. Todo lo contrario que en Terranova, donde la intensa actividad allí desplegada a lo largo del siglo XVI no tuvo, sin embargo, continuidad en un territorio todavía sin estructuras coloniales. El inicio y enseñanza de la pesca de la ballena en Brasil constituye lo más importante de la etapa ballenera vasca en Sudamérica. No será hasta mucho después, durante el último cuarto del siglo

65 ELLIS, Myriam: Op. Cit., p. 38. 66 ANDRADA E SILVA, José Bonifacio de: “Memoria sobre a pesca das baleas e extracçao do seu azeite com algumas reflexoes a respeito das nossas pescarias”, Memorias economicas da Academia Real das Sciencias de Lisboa, tomo II, Lisboa, 1790, pp. 398-400. 67 COMERLATO, Fabiana: Op. Cit., pp. 167-185. 68 TØNNESSEN, Johan Nicolay y JOHNSEN, Arne Odd: The history of modern whaling, Berkeley, 1982, pp. 205-206. 69 VALDÉS HANSEN, Felipe: Op. Cit., 2014, p. 28.

Page 15: VALDÉS HANSEN, Felipe: “Balleneros vascos en …...Mocha Dick, Santiago de Chile, 2014, p. 19. 4VALDÉS HANSEN, Felipe: Los balleneros en Galicia (siglos XIII al XX) , A Coruña,

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XVIII, cuando los balleneros europeos y estadounidenses arrumben al hemisferio sur e incluso lleguen al Pacífico a través del estrecho de Magallanes70. Pero los vascos no participan ya de esta otra gran empresa. La gran plaza y mercado europeo del saín que fue el golfo de Vizcaya se trasladó al mar del Norte en el siglo XVII. Nada pudieron hacer los vascos frente a la competencia de ingleses, holandeses, alemanes y escandinavos. Faltó conciencia colectiva, respaldo político, apoyo financiero y sobraron guerras. Las sanciones no impidieron la fuga de marineros a sueldo de las compañías extranjeras y cuando por fin surgió una –la Compañía de Ballenas de San Sebastián– fue a destiempo (1734) y sin pujanza. El belicismo crónico de aquel período con sus levas y embargos fue retrayendo marineros, barcos y capitales. El mar, trabajar o tener un barco de gran porte dedicado al comercio, la pesca o el transporte a larga distancia, dejó de ser un buen negocio. Y aquellos balleneros, especializados en dos tipos de balénidos, fueron desapareciendo al mismo tiempo que lo hacían “sus” ballenas (la sarda y la ballena de la Gran Bahía) a ambos lados del Atlántico: en el Cantábrico y Terranova. Hombres y ballenas enganchados por la misma estacha del arpón. AGRADECIMIENTOS A Hiurika, Hana y Jonás. BIBLIOGRAFÍA

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