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Un Mar de Historias
Mónica Pineda y Elisabeth Aranda
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• Almuñécar Fenicia … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … 3 • Almuñécar Romana … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … 5
• Los Salazones … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … 5
• El acueducto romano … … … … … … … … … … … … … … … … … 6
• La cueva de los Siete Palacios … … … … … … … … … … … … … … 7
• Las Termas … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … 8
• El Majuelo … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … 9
• Almuñécar Árabe … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … .. 10 • Almuñécar Cristiana … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … 12
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En el año 1500 a.C. las gentes de la cultura argárica se establecieron en la zona de
Almuñécar. Desde aquella lejana fecha, numerosos pueblos que han elegido este
enclave privilegiado a orillas del Mediterráneo para vivir, algunos de ellos, como los
fenicios, procedentes de los confines del Mare Nostrum.
De aquellos primeros pobladores de la
Edad del Bronce han aparecido
enterramientos en cistas en el Pago
del Sapo y Peña Parda, así como
varios puñales, cuchillos y restos
cerámicos. Destaca la cista hallada en
la necrópolis de Puente de Noy,
situada en la parte más elevada de la
colina, cuyo cadáver se encontraba en
postura fetal acompañado de cuatro vasos de cerámica.
Durante el Bronce Final, en el s. VIII a.C. el área de poblamiento se localizó sobre
el promontorio rocoso que hoy ocupa el casco histórico de la localidad. Por aquel
entonces los fenicios, procedentes de Asia Menor, llegaron a las costas andaluzas
para fundar colonias, una de las cuales sería la primitiva Almuñécar, a la que
pusieron el nombre de Ex.
Pueblo navegante y comerciante, con los fenicios Ex se convirtió en una próspera
población productora de salazones de pescado, de cuya importancia escribieron
numerosos autores.
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El mundo de los muertos es una valiosa fuente de información para conocer las
sociedades del pasado. En las distintas campañas de excavaciones arqueológicas
realizadas en la necrópolis de Puente de Noy han sido localizadas hasta 200 tumbas
con sus ajuares funerarios. A partir del estudio de estos restos materiales ha podido
obtenerse una amplia visión de la población fenicio-púnica que habitó Almuñécar
desde el S.VIII a.C. Los fenicios importaron los rituales de enterramiento y el
panteón de sus lugares de origen, en Oriente. El ritual predominante era la
inhumación; el cadáver ataviado con sus joyas se depositaba en una fosa
rectangular excavada en la roca, en cuyas esquinas se colocaba el ajuar funerario y
se sellaba con maderas y barro rojo.
Los vestigios hallados en las excavaciones efectuadas en el casco antiguo de
Almuñécar han aportado más información sobre los antiguos pobladores fenicios y
púnicos.
Todos estos restos arqueológicos reflejan la importancia que debió tener la colonia
de Ex en el Mediterráneo como centro de intercambio entre Oriente y Occidente, así
como el impacto cultural que supuso para la población indígena del Bronce Final la
llegada de este pueblo que introdujo en la Península Ibérica avances como la
cerámica a torno, que sin duda supusieron un gran paso en el devenir histórico
peninsular.
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Durante la Segunda Guerra Púnica entre Cartago y Roma se produciría la llegada de
los romanos a la Península, en el año 218 a.C. Los pueblos del interior opusieron más
resistencia a la dominación, mientras los de la costa levantina y andaluza, acostumbrados al contacto con otras culturas, se romanizarían con más rapidez.
Bajo los designios de Roma no perdió su
esplendor, ya que fue nombrada municipio
romano en el año 49 a.C. con el nombre de
Firmum Iulium Sexi. La principal actividad
económica continuó siendo la industria del
salazón de pescado, elaborando el preciado
garum (especie de paté realizado con vísceras
de pescado) que se exportaba a todo el Imperio.
En los S.I y II d.C. la Almuñécar romana vivió su
esplendor.
En casco antiguo de Almuñécar, se encuentran los restos de una factoría romana de
salazones. Conocidos por la importancia que tuvo para la economía y alimentación
de la población mediterránea la introducción de la industria de salazón de pescado y
el garum. De la misma se puede distinguir tres áreas:
- El sector sur, que comunicaba la factoría con el mar, donde se conservan los
restos de varias estancias rectangulares, presumiblemente destinadas a almacén y
labores administrativas.
- El sector central, núcleo de la factoría, donde se conservan las piletas de salazón,
donde se maceraba el pescado destinado a la fabricación del delicioso garum, que
posteriormente era introducido en ánforas y distribuido a los lugares más refinados
del Imperio.
- En el sector norte se cree que estaría ubicado un templo dedicado a la diosa
Minerva.
Los Salazones
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Los salazones de la antigua Sexi tenían gran prestigio en la Antigüedad. Autores como
Estrabón, Plinio o Marcial hablan del célebre salazón de Sexi, en
Hispania, mencionando el segundo el colias sexitanus, pez abundante en las costas de Sexi, utilizado junto con el atún como materia prima por la industria del salazón.
Fue entonces cuando se construyeron obras públicas como el imponente Acueducto,
algunos de cuyos tramos siguen utilizándose hoy en día en los regadíos tradicionales.
Con más de 7Km. de recorrido, su tramo más espectacular es el que transcurre por el
barrio de Torrecuevas, junto al cauce del río Verde.
Los cinco acueductos que se conservan, el de Torrecuevas, los tramos I,II y III y el tramo
de la Carrera de la Concepción en dirección aguas abajo del río Seco, conforman un
conjunto de gran unidad, similar por su estilo al acueducto de Baelo Claudia.
El tramo de Torrecuevas, de 130m. de longitud y con 17 arcos de luz normal y dos de luz
reducida que flanquean uno normal, discurre por un bosque de aguacates y chirimoyos,
un paisaje de gran belleza que hace aún más atractiva la visita a esta obra romana,
declarada Bien de Interés Cultural, que ha sobrevivido a los avatares de la historia.
El Acueducto Romano
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Otro monumento romano declarado Bien de Interés Cultural es la Cueva de Siete
Palacios. El edificio consta de una gran bóveda longitudinal con siete naves
transversales, de donde procede la denominación popular del recinto como “Cueva de
Siete Palacios”. Esta peculiar construcción romana es la sede del Museo Arqueológico
Municipal, donde se exponen interesantes piezas arqueológicas pertenecientes a las
distintas culturas que han pasado por Almuñécar a lo largo de la historia, incluyendo
valiosas piezas egipcias llevadas a la antigua Sexi por los fenicios.
Entre ellas destaca el vaso cinerario del faraón Apofis I, datado entre los siglos XVII y
XVI a.C., que contiene el texto escrito más antiguo conservado en la Península
Ibérica, y puede que en el Mediterráneo occidental.
La Cueva de Siete Palacios
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Las termas fueron descubiertas en 1996 por Molina Fajardo, y no fue hasta el 2001
cuando se terminaron las excavaciones por parte del equipo del arqueólogo Antonio
Burgos.
El resultado fue el hallazgo de un conjunto de cuatro habitaciones interpretadas como
vivienda o dependencias, además de quince estructuras correspondientes a los
circuitos caliente y frío de las termas, entre las que se han identificado, un aljibe, y al
menos seis piscinas. El suelo de las piscinas estaba realizado con una mezcla
impermeable de cal, arena y fragmentos cerámicos que los romanos llamaban opus
signinum. El sistema de abastecimiento hídrico de las piscinas podría provenir del
mismo acueducto cercano.
Las Termas
También se encuentran en este yacimiento
restos del hipocausto u horno. El
hipocausto es un sistema basado en la
distribución mediante túneles y tubos de
agua caliente y vapor, que se extendía por
debajo de los suelos de las estancias y
piscinas, alimentado por los hornos que se
encontraban en los sótanos.
Los baños públicos se convirtieron en un
lugar de encuentro social. El conjunto,
está datado en el siglo I de nuestra era, y
estuvo en uso hasta el siglo IV d.C.,
momento en el cual se abandonaron la
mayor parte de las dependencias.
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El microclima especial del que disfruta Almuñécar hace de esta población
mediterránea un auténtico vergel para las especies botánicas subtropicales. En El
Majuelo se pueden contemplar una selección de plantas representativas de todas
las zonas tropicales del mundo como el Centro y Sur de América, África, Filipinas
o Nueva Zelanda, destacando los numerosos ejemplares de palmas. Cuenta
además con el atractivo añadido de estar situado en pleno casco histórico de la
ciudad, junto a la antigua factoría de salazones de pescado romana y a los pies
del Castillo de San Miguel y es un lugar de referencia en las actividades
artesanales y lúdicas al contar con el auditorio diseñado por el maestro
Urrengoechea.
El Majuelo
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A comienzos del S.VII comenzó la expansión
por el norte de África de la nueva religión
fundada por Mahoma. La Península Ibérica,
llamada al-Andalus por los musulmanes,
constituiría el límite occidental de los vastos
territorios controlados por el Islam tras la
conquista de Hispania visigoda en el S.VIII.
Con la llegada de los árabes se inauguró un
nuevo periodo de esplendor para Almuñécar,
que permanecería ocho centurias bajo la
dominación islámica.
Almuñécar pasó a formar parte de la cora de
Elvira. En sus costas desembarcó, procedente
de Damasco, el príncipe Omeya Abd al-
Rahman I En el año 755, antes de instaurar el
Emirato independiente de Córdoba.
Tras el periodo del Califato (S.X), en el S.XI al-Andalus se dividió en reinos taifa. Fue
entonces, bajo la taifa de Granada gobernada por la dinastía Zirí, cuando Almuñécar se
convirtió en una próspera medina (ciudad), al amparo de su castillo. La ciudad, que
poseía puerto, mezquita mayor, mercados y arrabales, producía caña de azúcar, pasas,
seda y todo tipo de frutos, además de una buena pesca.
La dominación de almorávides y almohades, dinastías del norte de África que
reunificaron el territorio de al-Andalus, dio paso al reino Nazarí de Granada, el último
reducto del Islam en la Península.
Almuñécar, la principal ciudad costera del reino granadino, fue elegida por la dinastía
nazarí como lugar de descanso. Por sus mazmorras pasaron personajes importantes,
como sultanes y otros cargos de la corte nazarí.
La Guerra de Granada entre los partidarios de Boabdil y los Reyes Católicos concluiría
con el triunfo de las tropas cristianas sobre los caballeros de la media luna.
En 1489 caía en manos castellanas la ciudad de Baza; ese mismo año se firmaron en
Almuñécar las capitulaciones por las que se rendía la Costa Granadina, poniendo fin a
ocho centurias de poderío musulmán.
Tres años más tarde Boabdil, el Rey Chico, entregaría con lágrimas en los ojos su
querida Granada a los Reyes Católicos. Desaparecía así el último reducto de al-
Andalus.
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Testimonio del esplendoroso pasado andalusí de Almuñécar es el Castillo de San Miguel,
residencia real de descanso de la dinastía nazarí. Erigido sobre el Cerro de San
Cristóbal, coronando la población, bajo sus muros se han hallado vestigios
arqueológicos de los periodos púnico y romano, aunque sin duda destacan las
estructuras musulmanas y las edificaciones realizadas a finales del reinado del rey
Católico Fernando ya en el S.XVI, que construye el foso, el puente levadizo y la
imponente fachada de entrada con sus cuatro torreones circulares.
Durante la Guerra de la Independencia contra los Franceses sufrió el bombardeo de las
tropas inglesas, quedando en estado ruinoso, y sería utilizado como cementerio hasta
fechas recientes.
El patrimonio medieval de Almuñécar se complementa con las torres vigía como la de
Velilla, la de la Golondrina, la torre de La Herradura o el torreón de Taramay, todas ellas
declaradas Bien de Interés Cultural, testimonios de aquellos tiempos lejanos en los que la
inseguridad obligaba a un férreo control y vigilancia de la línea costera.
Herencia de Al-Andalus aún perdura en la población, en las casas encaladas de claro
sabor morisco que jalonan las estrechas y abigarradas callejas del casco antiguo, en los
detalles llenos de encanto que enamoran a todo aquel que, sin rumbo fijo, pasea por este
lugar donde el tiempo parece haberse detenido.
Torre de Velilla Torre de La Golondrina
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Con la conquista cristiana de 1489 se abría una nueva etapa en la historia de
Almuñécar. Tras un breve periodo de paz y convivencia entre vencedores y vencidos, al
amparo de las Capitulaciones que respetaban a la población morisca (musulmanes que
viven bajo poder cristiano), estalló en Granada la primera revuelta morisca.
Las autoridades endurecieron la presión hacia los antiguos pobladores de al-Andalus,
hasta que en 1568 Aben Humeya inició en La Alpujarra una rebelión que fue seguida por
miles de moriscos granadinos hasta que fue sofocada en 1571 por las tropas de Don
Juan de Austria.
A finales del S.XVIII contaba con
casi 800 habitantes. Durante esa
época la principal actividad
económica era la agricultura,
especialmente el cultivo de la
caña de azúcar.
Ya no había esperanza para una
convivencia pacífica entre cristianos y
moriscos, que se vieron obligados a
abandonar la tierra en la que habían
permanecido durante siglos.
Almuñécar no fue una excepción, y
en 1571 ya no había moriscos en la
población.
Sus propiedades fueron confiscadas
y repartidas entre los cristianos que
repoblaron la zona, que sufriría los
efectos de la despoblación hasta el
S.XVII, cuando numerosas crisis
acecharon a la población.
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El movimiento ilustrado del “Siglo de las Luces” (S.XVIII) tuvo su repercusión en
Almuñécar donde, a semejanza de otras poblaciones españolas, se inauguró la
Sociedad Económica de Amigos del País, aunque la Guerra de la Independencia, con la
que se inaugura la Edad Contemporánea, causaría la desaparición de este tipo de
actividades.
El legado monumental de la ciudad se vio enriquecido con edificios como la Iglesia de La
Encarnación, uno de los emblemas de la Almuñécar cristiana.
Iglesia de la Encarnación
Se desconoce el emplazamiento de la primera
iglesia levantada por los cristianos una vez
conquistada la ciudad, aunque la norma era
que el primer templo se instalara en la antigua
mezquita mayor, adaptada al cambio de culto.
De aspecto monumental en su exterior, la
Iglesia de La Encarnación destaca por ser el
primer templo de la provincia de Granada
construido en estilo protobarroco. Sobre la
construcción se eleva la torre, esbelta y
elegante, rematada por un chapitel.
Anterior en el tiempo es el Pilar de la Calle
Real, que conserva una inscripción donde
reza la fecha de 1559. Inspirado en el estilo
renacentista, presenta un frontal de mármol
decorado con una diosa de la fertilidad, de
cuyos senos manaba el agua, enmarcada
por dos mascarones de león, todo ello
coronado por el escudo real español.
Durante las labores de restauración
realizadas en el año 1994 se descubrió la
antigua canalización que abastecía de agua
al pilar, datada en los inicios del Imperio
Romano.