TUKARAM Y SUS ENSEÑANZAS

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~ 1 ~ TUKARAM Y SUS ENSEÑANZAS Por Ada Albrecht l maravilloso, profundo y amado lema de Tukaram era el siguiente: “La Realidad del Ser descansa en la contemplación de Dios, con exclusión de toda otra cosa”. Enseñaba a “sentir a Dios en todas las criaturas”, no sola- mente en palabras, sino también en acción. Cierta vez fue alertado por los aldeanos con respecto a un perro rabioso que andaba suelto, y al que todos temían. Mas Tukaram ignoró dicha advertencia, prosiguiendo su camino y pronunciando con toda devoción el Nombre de Dios. El feroz animal tardó más en divisar la figura del santo que en arrojar- se a sus divinos pies, como si fuera un dulcísimo cachorro. Además, se dice también que hablaba con los pájaros, espe- cialmente con las palomas, a quienes amaba profundamente. Su historia, en verdad, se halla repleta de milagros. Cierta vez, defendiendo a un rey devoto, hizo que todos los asistentes a su prédica, ostentaran sobre sus verdaderos rostros, el del E

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TUKARAM Y SUS ENSEÑANZAS

Por Ada Albrecht

l maravilloso, profundo y amado lema de Tukaram era el

siguiente:

“La Realidad del Ser descansa en la contemplación de

Dios, con exclusión de toda otra cosa”.

Enseñaba a “sentir a Dios en todas las criaturas”, no sola-

mente en palabras, sino también en acción.

Cierta vez fue alertado por los aldeanos con respecto a un

perro rabioso que andaba suelto, y al que todos temían. Mas

Tukaram ignoró dicha advertencia, prosiguiendo su camino y

pronunciando con toda devoción el Nombre de Dios. El feroz

animal tardó más en divisar la figura del santo que en arrojar-

se a sus divinos pies, como si fuera un dulcísimo cachorro.

Además, se dice también que hablaba con los pájaros, espe-

cialmente con las palomas, a quienes amaba profundamente.

Su historia, en verdad, se halla repleta de milagros. Cierta

vez, defendiendo a un rey devoto, hizo que todos los asistentes

a su prédica, ostentaran sobre sus verdaderos rostros, el del

E

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mismo rey, quien era perseguido por malhechores, salvándolo

así, de una muerte segura.

Sin embargo, las cumbres espirituales logradas por Tuka-

ram, no fueron conquistadas por el vuelo súbito: mientras sus

compañeros dormían, él trabajaba labrando su perfección, en

la noche.

Siempre decía a sus discípulos:

“No desperdicien sus vidas en frivolidades; todos de-

bemos apuntar, constantemente, a nuestra purifica-

ción mental”.

Por “purificación”, él quería significar mucho más que las

abstinencias convencionales. Él fue a la raíz del problema, a

fin de atrapar a la mente en su genuina fuente de origen. Así

nos dice:

“La eterna vigilancia es el precio de la real libertad”.

“La mente requiere el aguijón de una vigilancia lúcida,

día tras día, sin pausas”.

También enseñaba:

“Nosotros, los esclavos de Vishnu (Dios), somos blan-

dos como cera y, paradójicamente, más duros que el

diamante. Somos más cariñosos que una madre, pero

al mismo tiempo más feroces que cualquier enemigo si

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se ha de luchar contra los deseos que nos apartan del

Señor”.

Con respecto a la devoción, decía:

“Bhakti (devoción), es como un pastelillo ensartado

sobre el extremo de una lanza: aquel que logra darle

alcance, es un héroe difícil de encontrar. Para ello, pa-

ra el logro de la santidad, se deben soportar sin ren-

dirse las bofetadas del mundo. La piedra asume una

forma divina solamente después de soportar los gol-

pes de martillo y cincel, dispuestos por el escultor”.

Acerca de los lugares de peregrinación decía:

“Ayudan a recordar que Dios está fuertemente inma-

nente en los Sadhus1 y los sabios2”.

Su Vittala3 le resultaba más real que toda la gente que lo

rodeaba. Así, le hablaba, le suplicaba, y hasta discutía con Él;

por este hecho de humanizar a Dios, Tukaram se divinizó a sí

mismo. Para Tukaram, Su presencia colmaba su persona ente-

ra, y gobernaba cada una de sus acciones. Así, decía:

“Vittala es mi pariente y acompañante. Vittala está

sentado en mi corazón. Vittala llena mi cuerpo y mis 1 Santos; monjes mendicantes.

2 Los amantes de los Libros Sagrados.

3 Otro Nombre de Vishnu, o sea, Dios.

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miembros. Vittala es para mí, y yo soy para Vittala.

Vittala se sienta sobre la punta de mi lengua. Yo no

hablo de otra cosa que no sea Vittala”.

“Cuando medito sobre mi Señor, la mente y el cuerpo

quedan transfigurados. ¿Dónde, entonces, hallar una

habitación vacía para hablar de otra cosa que no sea

Dios?”

Esta práctica constante sobre la existencia de Dios, poseyó

a Tukaram luego de una intensa, prolongada y absoluta abne-

gación. Por eso decía:

“El cuerpo es el hogar de la felicidad y la miseria, pero

es también el instrumento para la Realización de Dios.

El cuerpo no es ni bueno ni malo en sí mismo: él ac-

tuará de una u otra forma, según se lo conciba”.

“La mente está en su propio lugar, y por sí misma

puede hacer un cielo de un infierno y un infierno de un

cielo”.

La evolución de la santidad de Tukaram

Tukaram era poeta y músico, además de santo. Así, él co-

menzó por memorizar poesías de los más antiguos poetas san-

tos, como Namadeva, Kabir, Ekanath, etc. Las estudió en la so-

ledad de la colina Bhandara, y por este atento estudio, “las pa-

labras se adhirieron a su lengua”. Con sentimiento de amor,

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Tukaram las aprendió íntegramente de memoria. Se familiari-

zó con las narraciones del Bhagavata Mahapurâna, libro de

profunda ciencia y misticismo donde se narran las glorias y di-

vinas acciones de Vishnu, como Dios manifiesto a través de

Sus Avataras1.

Estudió el Laghu Yoga Vasishtha2 y otros libros de rele-

vante valor. Los profundizó y trató de desentrañar su signifi-

cado. Nos dice:

“Si el corazón no está purificado, a pesar de que uno se

refugie en la soledad adorando a Dios, la mente co-

mienza a recolectar sus propios deseos, y estos hacen

que la mente se torne vagabunda y se aleje del libro

sagrado que se está estudiando”.

Tukaram ama especialmente a los pobres, si bien la simpa-

tía por todas las criaturas se domicilia en su corazón, y así nos

dice:

“¿Cuántas veces debo yo repetir esto?: Ese hombre,

cualquier hombre, es la propia hechura de Dios”.

Era inútil explicarle qué era la dualidad1: él no la veía ni

aun en sueños, pues para él, todo era Dios. Al adorar a Dios,

1 Los Avataras son los Descensos o Encarnaciones de Dios sobre la Tierra para bien de la

Humanidad. El Bendito Krishna y el Príncipe Rama son, entre otros, Avataras del Señor.

2 Un célebre libro hindú, escrito por el Sabio Valmiki.

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con su amor entusiasta, él mismo se transfiguraba en Dios, y

así, en la cumbre de su éxtasis, decía:

“Si sólo Dios existe, ¿quién está adorando a quien?”

Uno de sus grandes modelos, de sus más apreciados ejem-

plos, era el santo Ekanath, quien había servido a leprosos e in-

tocables, y regresado a la vida a un asno muerto. Alguien, que

en cierta ocasión le escupiera en el rostro por ciento ocho ve-

ces, ¡recibió de él toda clase de postraciones y agradecimien-

tos...! Le había permitido entrar en las aguas sagradas del

Ganges por ciento ocho veces, y adquirir así mayor destreza en

el difícil arte de la paciencia y el amor al prójimo que nos hie-

re.

1 Como sabemos, la criatura humana, de la mano de la mente inquieta, va siempre de un ex-

tremo al otro, de lo lindo a lo feo, de lo bueno a lo malo, de la sombra a la luz, y así dice: “esto

quiero”, “esto no quiero”, “odio a Juan”, “amo a Pedro”, etc. Tener dinero mueve sus senti-

mientos hacia la satisfacción, y carecer de él lo torna desdichado. Este movimiento dual de la

mente le quita paz. Lo dual es, precisamente, lo que despeña al hombre en el abismo sombrío

de la inquietud. Es por eso que todas las grandes religiones y filosofías nos enseñan cómo, pa-

ra ser felices, debemos conquistar “el camino del medio” (Budha), el “mesotés o equilibrio en-

tre los dos extremos” (Aristóteles), la “separación de Râga (placer) y Dvêsha (dolor)” (Filoso-

fía Vedânta). Este “camino del medio” no se puede lograr en el ámbito de la mente, porque

ella tiene una cualidad: la inquietud. Es por eso que se la define como “la que fluctúa”. Para

salir de esto el hombre tiene un sendero, y este es el del discernimiento. “Nitya Anitya Vastu

Vivekaha”, o sea, saber diferenciar lo Real de lo falso. Lo que fluctúa —el mundo y sus objetos,

el quehacer del tiempo, nuestros pensamientos, etc.—, no perdura, se mueve constantemente

y cambia. Cuando, a través del discernimiento, el ser humano llega a la comprensión de esto,

toma el único camino que le queda, y este es el de la ascensión a un plano superior, o sea, el

salir de esta dualidad y llegar a Bhavana: “fijación en Dios a través de un Sentimiento Di-

vino”. Esto lo divorcia totalmente del universo mental, y por lo tanto, hace posible que la dua-

lidad cese, lográndose así la muerte del dolor, de la angustia, la tristeza, el regocijo efímero,

que son los hijos dilectos generados por la mente.

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Estos, pues, fueron los modelos para su futura santidad, la

que lo llevaría luego a pregonar:

“Batan el gran tambor de Bhakti (devoción): muy ate-

rrador para esta Edad de Hierro1”

“Mi muerte está muerta: yo me he transfigurado en un

inmortal”.

“El ciervo almizclero vagabundea con frenesí a través

de la selva, buscando el almizcle, sin percatarse de que

lo lleva dentro de sí2”.

Enseñaba que los Vedas3 son Maestros en muchas cosas,

pero que su importancia capital residía en ser la Morada de

Dios:

“En la críptica y enigmática esencia de la fórmula sa-

grada „Om Tat Sat‟4, en los acentos y entonaciones al-

tas y bajas, y en la adoración del Creador del Univer-

1 Se llama así a Kali Yuga, o Edad en la que la Fe desmaya en el corazón humano. Los Yugas

son las grandes edades que conforman la duración de un universo. Según la metafísica de la

India, existen cuatro Yugas: Krita, Treta, Dvapara y Kali, siendo Krita la edad en que reina la

mayor espiritualidad, y Kali la más baja (que es la edad actual).

2 Haciendo esto referencia a que el hombre busca a Dios afuera, sin darse cuenta de que Él

reside en su corazón.

3 Los Libros Sagrados de India.

4 Om Tat Sat es —según nos dice el Bhagavad Gîtâ—, “la triple enunciación del Eterno”. Om

es el Nombre de Brahman, es Dios Mismo; Tat significa “Aquello”, lo Absoluto; y Sat es “Su-

prema Realidad”.

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so1, en todo esto, y más allá de todo esto, se encuentra

Pânduranga2”.

Vemos, pues, que la visión obtenida por Tukaram sobre-

vuela muy alto lo que comúnmente se entiende por devoción.

Por eso, él nos dice:

“Bebed la Esencia Divina y, mentalmente, sumergíos

en Dios”.

La naturaleza de Bhakti o Devoción

Generalmente se mira al Camino de la Devoción como

siendo el más fácil de todos para acercarnos a Dios. Sin em-

bargo, Tukaram nos dice:

“El Bhakti es duro, muy duro; resulta como tragarse

carbones encendidos, y es peligroso como sumergirse

en una correntada, o tragar veneno. Hace que uno de-

sespere de su propia vida. Resulta agudo como el filo

de una espada. Piensen bien en esto, y sobre todo, se-

pan que pese a lo que digo, todo se torna posible en

compañía de los santos”.

1 Dios como Îshvara, el Supremo Hacedor del mundo.

2 Dios, como Causa Infinita, que Tukaram unificaba con Vishnu o Pânduranga.

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Además, es bueno pensar que para ganar la Gracia de Dios,

debemos pagar el precio. Las pruebas a las que somete Dios a

Sus elegidos no son fáciles:

“La señal del favor de Dios, de Su toque de elección, es

que Él hará añicos todo el círculo de complacencia que

pudiera rodear al alma elegida. Él la privará de todas

sus posesiones, si bien, comparado con Él, nada hay

que sea invalorable. Él no permite que los deseos po-

sean a Sus devotos, ni que sean contaminados por los

deseos mundanos. Él controla nuestras palabras para

preservarlas de la mentira. Él despoja las telarañas de

la ilusión y del engaño, permitiendo así que concien-

ciemos que el mundo entero no es nada sino Dios. Él

subyace por doquier. Esto es, verdaderamente, el

signo de Su Gracia”.

Es importante explayarse sobre el Bhakti. Aquellos que

pretenden ser un dechado de devoción, generalmente no pro-

fundizan lo suficiente en estas implicancias. Es fácil cumplir

con todos los signos exteriores de la devoción, todos los signos

de la compasión, etc., sin sufrir los rigores de una disciplina

espiritual interior.

Acerca de la devoción, el Señor Krishna dice a su discípulo

Uddhava:

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“En tu corazón, Mi perpetua meditación.

Tus labios, siempre balbuceando Mi Nombre.

Tus oídos, siempre escuchando Mis Historias.

Tus manos, entrelazadas en Mi adoración.

Tus ojos, contemplando Mi imagen.

Tus pies, sobre el sendero que conduce a Mi Templo.

Tu lengua, saboreando Mi celestial dulzura,

y recibiendo los alimentos que te doy,

con exquisita reverencia.

Postrándote ante Mí, con el cuerpo entero.

Y abrazando a Mis devotos con gran júbilo.

En suma, no permitiéndote pasar un solo momento

sin un amoroso servicio a Mí”.

Reafirmando estas enseñanzas, otro gran santo hindú, lla-

mado Ekanath, nos dice con respecto al Señor y nuestra acti-

tud para con Él:

“Sirviéndome de este modo los devotos Me ven sólo a

Mí en todas las criaturas. Este es el más alto Dharma1,

y no hay en ello el menor peligro. Cuando alguien Me

ve así, Omnipresente, la verdadera renunciación y el

conocimiento real son el resultado. La conciencia cor-

1 La palabra “Dharma” puede ser traducida como “deber”, aquello que cada criatura debe rea-

lizar, pero su significado va mucho más allá de este simple término. Es aquello en correspon-

dencia con la naturaleza esencial de cada ser, y por ende, lo mejor a ser realizado.

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poral es destruida, y así, todo lo creado aparece como

ilusorio. Aquel que comprenda esto, verdaderamente

trasciende la mente ordinaria. Este es, con toda certe-

za, el más alto conocimiento”.

En Dehu, Tukaram trabajó como albañil, reparando un

Templo semi-destruido de la vecindad, haciendo trabajo ma-

nual como un acto de servicio a Dios. Sin embargo, su ense-

ñanza era:

“Para ver a Dios, es necesario ir a los Templos, por

hacerlo así, a veces, Dios se revela a Sí Mismo. Por

Templos, quiero significar algunos cuerpos, en donde

Dios reside en forma de individuos”.

Esto es lo que Tukaram pudo hacer. Él contempló al cuer-

po físico como un Templo, puro por dentro y por fuera. Enton-

ces fue cuando vio a Dios en todas las criaturas. Finalmente

logró integrarse con todo lo existente.

La religión de Tukaram

Sin lugar a dudas, Vishnu, el Creador del Universo, a quien

Tukaram llamaba Pânduranga o Vittala, era su razón de ser y

su finalidad ultérrima. Vivió exclusivamente para Él, y quiso

hablar solamente de Él. Su mente y su corazón permanecieron

rebosantes de Pânduranga. Estaba enamorado de Su imagen.

En el Templo de Pandharpura, se recreaba contemplándola, y

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jamás se cansó de concluir en un éxtasis, motivado por la fas-

cinación que le producía. Existen centenares de canciones y

poemas escritos por nuestro santo que describen cada rasgo de

Su Forma. No se podrá, sin embargo, decir jamás que era idó-

latra. La imagen divina le servía simplemente para mantener

la presencia de Dios, sin cortes, en su corazón, como el fluir de

un recuerdo constante. Él mismo dice al respecto:

“En quince días Vithoba se reveló a Sí Mismo como

una presencia desprovista de formas, y así, el cuerpo

se torna indistinguible de Dios Mismo, como se amal-

gaman el alcanfor y la llama en ignición”.

“Este cuerpo de ignorancia quedó disuelto en Dios; to-

do fue liquidado en el desprendimiento de la concien-

cia corporal. Enlazado en el Conocimiento de Dios, yo

percibí dentro de mí la llama reveladora; la mente se

torna entonces enraizada en Dios1, y el cuerpo halla su

lugar de descanso a Sus plantas”.

“Nosotros hacemos una estatua de piedra del Dios

Vishnu; la adoración enfila y se dirige hacia Vishnu, y

la piedra permanece como lo que es: una piedra”.

1 Âtman o Dios en nosotros.

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O sea que toda imagen material opera como un radio-

transmisor. El mensaje lo atraviesa, mientras que el dispositi-

vo permanece como el mero mecanismo que en realidad es.

Nos dice también que:

“Cuando alguien se halla rebosante de Dios, todas las

virtudes divinas convergen en tropel, por lo cual, el ci-

clo de reencarnaciones se dirige hacia su fin. La mera

pronunciación del Nombre de Dios en todo momento

es suficiente. „Narayana‟ es el Nombre de Dios santifi-

cado por los Vedas; para los Yogis es Brahman”.

En cuanto a Dios manifiesto, es decir, cuando el Señor se

presenta bajo una forma visible, dice Tukaram:

“Dios con atributos es excelente para gente simple co-

mo somos nosotros. En realidad, la concepción de Dios

sin atributos es posible tan sólo cuando la criatura

humana pierde su ego personal; mientras lo tenga,

mientras su yo mortal lo posea, la imagen de Dios, en

cualquiera de Sus miles de formas, le es de incalcula-

ble ayuda para la ascensión espiritual”.

Por otra parte, con respecto a los hombres dogmáticos,

Tukaram nos dice lo siguiente:

“¿Por qué esa riña respecto de las diferencias? Perma-

neced en el éxtasis de la Unidad. Dios es lo que noso-

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tros pensamos respecto de Él. Por la Fe, y solamente

por la Fe, abracemos, creyendo, donde no podemos

probar. La prueba es una cuestión de la mente. Dios

permanece más allá de nuestra facultad de razonar”.

“Cuando medito sobre el Señor de Pandhari1, cuerpo y

mente se transfiguran. ¿Dónde hay, entonces, alber-

gue para las discusiones? Mi ser íntimo se transfigura

en Hari (Dios)”

El misticismo de Tukaram

El misticismo es a la religión lo que la fragancia es a una

flor, o la luz a la llama. Tukaram compartió esto con todos los

otros santos. Él comenzó cuidando el pabilo: el espíritu de la

devoción era el aceite, y la compañía de los santos era el oxí-

geno que mantenía la llama ardiendo. Los santos permanecen

despiertos, cuando la mayoría de la gente se halla profunda-

mente dormida.

Ekanath, el célebre santo que mencionáramos anterior-

mente, nos dice:

“El recuerdo de Dios, si es constante, da como fruto la

liberación de la ignorancia: olvido de Dios es regre-

1 Pandhari, también conocida como Pandharpura, es la ciudad en la cual se levanta el famoso

Templo de Vithoba. Recordemos que Vithoba, una de las formas de Sri Krishna, encarnación

de Vishnu, también es conocido bajo los nombres de Vittala, Pânduranga y Pandharinâth.

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sión. Para la invocación de Dios, la devoción es esen-

cial. Con ello se obtiene la repugnancia y el rechazo

por lo mundano”.

Tukaram nos enseña:

“Hay una marea que sube más alto que el éxtasis di-

vino: es el „bote salvavidas‟ del Nombre de Hari (Dios),

cuyas velas están flameando. Los Vedas hablan de

muchas cosas, pero su importancia esencial es única-

mente esta: albergar a Vithoba (Dios) en el corazón, y

entonar Su Nombre con constante ardor. Entonces co-

nocerás lo que es desconocido; verás lo que no ha sido

visto; pronunciarás lo que no es pronunciable; te re-

unirás con lo que siempre antes te faltó; tu ganancia

estará por encima de toda ponderación”.

“La vida de apegos y esclavitud quedará trascendida

por la pronunciación del Nombre de Vithoba (Dios).

Arrodíllate allí donde estés, pero con la mente en repo-

so, todo el tiempo entonando: “Rama... Brahma...

Krishna... Hari... Vittala...” Y si se pensara que existen

otros medios más eficaces, juro que no existe nin-

guno”.

Esto realza la profunda profesión de Fe que tienen todos

los santos, respecto de la eficacia del Nombre de Dios.

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La mentalidad moderna no comprende con facilidad el

significado de todo esto, y ello es así porque se apoya o des-

cansa en lo que habitualmente se denomina “raciocinio”. Lo

que ocurre es que ella no profundiza lo suficiente en el asunto.

El raciocinio, para ser consistente, debe ir más allá de sí mis-

mo, y trocarse en experiencia.

Dice Tukaram:

“La constante y continua meditación coloca a Para-

brahman (Dios Absoluto) dentro de nuestras manos:

esta es mi experiencia personal, y yo la proclamo al

mundo”.

Otro santo hindú, de nombre Chokamela, enseñaba:

“Dios no tiene Forma, Dios no tiene Nombre. El Nom-

bre en sí mismo es Forma; la Forma, en sí misma es

Nombre. Ambos no son diferentes. Dios asume una

Forma determinada, y entonces se transmuta en cog-

noscible; por lo tanto, los Vedas establecieron el Nom-

bre. Por detrás del Nombre no hay fórmula sagrada.

Solamente el ignorante piensa de otra manera. En

realidad, el Nombre mismo ya es Dios: Sus devotos

comprenden esto muy bien”.

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Las maravillosas palabras de Tukaram, este sublime santo

entre santos, elevan nuestros corazones, haciendo que despier-

te en ellos un profundo anhelo por Dios Nuestro Señor.

¡Cuánto dolor, cuánta angustia golpea a la conciencia hu-

mana por la simple razón de que ella, como los niños rebeldes,

se sumerge en el lodo, se mancha, se inquieta, desconociendo

en sus enojos, el regazo dulcísimo de su Madre-Padre, que con

gusto la llenarían de contento!

Dice Tukaram:

“Yo he construido mi morada en lo inmaculado, estoy

diluido en lo que está más allá de las formas, y soy

Uno con lo no-ilusorio. He alcanzado la indestructible

Unidad. Ahora no hay albergue para el egoísmo: yo

estoy identificado con lo Eternamente Puro. Hablan-

do, yo permanezco silencioso, y estando muerto, sigo

con vida. Estando entre la gente, no permanezco en

ella: mi renunciación es un disfrute. No soy lo que pa-

rezco: interrogad a Pânduranga (Dios) por este enig-

ma”.

La Sâdhana de Tukaram

Entendemos por Sâdhana una forma de vida que involucra

esfuerzo espiritual por alcanzar el Sendero que conduce a

Dios.

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Tukaram había realizado ayunos de quince días, vigilias y

retiros en soledad. Sin embargo, el Sendero a Dios, a este san-

to, jamás le demandó mortificantes disputas con una voluntad

rebelde. Decía:

“Lo importante es tener a Dios como Gran Amado en

nuestro corazón, tener siempre a Dios en la mente.

Todos los excesos son vanos. Discutir esto nos arroja

en los brazos del error. Él pide a los hombres que rue-

guen seriamente por la Gracia de Dios”.

“Conténtate con todo lo que Dios te ha otorgado, y

permite aposentarse en tu mente la serena satisfac-

ción. Renuncia a tu sabihonda vanidad, y despréndete

de las distracciones de la mente... permítete ser, como

el cielo, impasible a las nubes transeúntes”.

Este mundo era, para Tukaram, “una escuela de discipli-

na”. Es importante que recordemos que:

“La esencia de las Sâdhanas no es otra cosa que des-

prenderse de la conciencia corporal, y contemplar a

todo ello como una mera vanidad. El cuerpo es la ciu-

dadela del ego: el subyugarlo y amasarlo es lo crucial

en la vida espiritual. Por ello, verdadero Bhakta es

aquel que es indiferente al cuerpo, y que ha trascendi-

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do la servidumbre del deseo. En efecto, Narayana

(Dios), constituye todo su interés”.

“Si el miedo permanece en el sendero, el infierno es el

lugar de arribo”.

Pero no se refiere al infierno post-mortem, sino al infierno

aquí, en la Tierra, el horroroso infierno de convivir de conti-

nuo con una mente temerosa y despiadada que, en el fondo,

nos roba, como una ladrona, la alegría de vivir. Nuestro peor

enemigo es el temor: temor a enfermarnos, a no ser queridos,

a perder un ser querido, fortunas, bienes... Todo ello proviene

del ego personal, que es quien vive a los pies del temor. Por

todo esto, exclama Tukaram:

“¡Oh Dios! Ahora no me hagas sino un favor:

Hazme totalmente olvidadizo de mi cuerpo (ego)”

Confiando sólo en el Amor a Dios, exclama:

“¡Oh Hari! Dime, ¿cómo podría yo adorarte? Mi mente

está desviada del deber. Desconozco el Japa1 y el Ta-

pas2. No tengo controlados mis sentidos ni puedo en-

focar la mente en un solo punto, y desconozco la natu-

raleza del Bhakti. Necesito el apoyo de los santos. Mi

entendimiento es inestable. Las asechanzas del engaño 1 La práctica de la oración y la meditación. Plegarias a Dios.

2 Disciplinas espirituales.

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y la ilusión no cesan. No hay serenidad ni renuncia-

miento en mí. Lujuria e ira tienen su fortaleza en mi

cuerpo. Ahora, protégeme, de algún modo, Hari, sé fiel

a Tu reputación de Padre amoroso”.

Dios escuchó su fervoroso llamado, y Tukaram obtuvo la

total Emancipación. Anunció a sus discípulos que él presencia-

ría la muerte de su propio cuerpo, ligándose al Ser Universal.

El logró este estado, por querer ser no el más grande, sino el

más pequeño, el más pequeño de todos.

¡Bendito sea Nuestro Señor!

¡Benditos Sus hijos ilustres, los científicos del Ser, los san-

tos!

Del libro Santos y enseñanzas de la India, Ed. Hastinapura