Temas para retiro_de_catequesis

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PARROQUIA SAN FRANCISCO DE ASIS EN APODACA, A.R. 1

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INDICE

SACRAMENTOS EN GENERAL 3 SACRAMENTO DE LA CONFIRMACION 8 SACRAMENTO DE LA EUCARISTIA 14 EL PECADO Y LA RECONCILIACION 20 LA FAMILIA 28

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LOS SACRAMENTOS EN GENERAL NATURALEZA DE LOS SACRAMENTOS

Como el amor es algo que no es fácil de demostrar, ya que es invisible e interior, como invisible es Dios, se necesita descubrirlo por medio de signos, que son realidades que el hombre puede entender y ver. Por ejemplo, no basta con sentir o pensar que se ama a alguien, hay que demostrarlo con palabras y gestos para que el otro se sienta amado.

El vocablo sacramento proviene del latín sacramentum, con la cual en las traducciones más tempranas del griego al latín se buscó traducir el griego mystērion (µυστήριον). Morfológicamente, sacramentum es una derivación del verbo sacrare (”hacer santo”) mediante el sufijo denominalizador -mentum (instrumental, "medio para"), esto es, sacramentum equivale gramaticalmente a “instrumento para hacer santo”. Este vocablo se usaba a la llegada del cristianismo a Roma para designar un juramento de los soldados romanos de servicio incondicional al ejército imperial. En cuanto a mystērion, refiere a lo que hoy en día llamamos con la palabra “misterio” o con “místico”. El griego bíblico, hace referencia a "lo que, estando fuera de la comprensión natural, puede ser conocido solo por revelación divina". Los sacramentos —en la teología de la Iglesia católica— son signos sensibles y eficaces de la gracia invisible de Dios a través de los cuales se otorga la vida divina, es decir, ofrecen al creyente el ser hijos de Dios. Según el Catolicismo, fueron instituidos por Jesucristo y confiados a la Iglesia.

Los sacramentos se administran en distintos momentos de la vida del católico y simbólicamente la abarcan por entero, desde el bautismo (que se suele administrar a los niños) hasta la unción de los enfermos (que antes del Concilio Vaticano II se aplicaba sólo a los que estuvieran en peligro de muerte).

La mayoría de los sacramentos sólo pueden ser administrados por un sacerdote. El

bautismo, en ocasiones excepcionales, puede ser administrado por cualquier seglar, o incluso no católico, que tenga la intención de hacer con el signo lo que la Iglesia hace. Además, en el sacramento del matrimonio los ministros son los mismos contrayentes.

DIVISION DE LOS SACRAMENTOS • Sacramentos de Iniciación: son los que ponen los fundamentos de la vida cristiana, Bautismo,

Confirmación y Eucaristía.

1º Bautismo: Iniciación al cristianismo.

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2º Confirmación: Confirma y refuerza la gracia recibida en el bautismo. 3º Eucaristía o Comunión: Sacrificio mismo del Cuerpo y de la Sangre del Señor Jesús; signo de unidad, vínculo de caridad y banquete pascual, en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se otorga una prenda de la vida eterna.

• Sacramentos de Curación: son los que curan, así como Cristo, médico de cuerpo y alma curó y

perdonó durante su vida terrena y quiso que la Iglesia continuase, con la fuerza del Espíritu Santo, su obra de curación y de salvación. Esta es la finalidad de la Reconciliación y la Unción de los Enfermos. (Cfr. Catec. no. 1421)

4º Penitencia: Sacramento del perdón, arrepentimiento y confesión de los pecados. 5º Unción de los enfermos: Une más íntimamente al enfermo a la Pasión de Cristo.

• Sacramentos al Servicio de la Comunidad: los sacramentos de Iniciación fundamentan la

vocación a la santidad y la misión de evangelizar al mundo. El Orden y el Matrimonio, son los que van ordenados hacia la salvación de los demás

6º Orden Sacerdotal: Sacramento mediante el cual, la misión confiada por Cristo a sus apóstoles, sigue siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos. 7º Matrimonio: Celebración de la unión de un hombre y una mujer ante la comunidad y Dios.

SIGNO: MATERIA Y FORMA

Dios - que conoce la naturaleza humana - quiso comunicar su gracia de manera sensible para que al hombre le fuera más fácil entender. También Jesucristo quiso utilizar signos sensibles que demostraran la acción invisible del Espíritu Santo, utilizando elementos materiales y comunes a la vida diaria de los hombres.

A estos elementos materiales los denominamos "materia" y las palabras que la acompañan son la "forma". La materia y la forma son elementos constitutivos de los sacramentos y son la esencia misma de cada uno de ellos. Ambas son inseparables, significan una sola acción. Si falta la forma, no hay sacramento, si falta la materia, tampoco. La Iglesia, en su calidad de custodia de estos medios de salvación, no puede variar la esencia misma, solamente puede cambiar el rito. (Cfr. Ef. 5, 26; Hechos 6, 6; Sant. 5, 14).

La Materia es la "cosa sensible" "lo que se realiza" que se emplea cuando se administran y que se percibe a través de los sentidos. Por ejemplo el agua en el Bautismo. el pan y el vino en la Eucaristía. Esa cosa sensible y unida a la forma es "signo" de otra cosa, la "gracia".

La Forma son las palabras que se pronuncian, guardan una relación con la materia y ambas le dan sentido completo a la acción, que allí se está llevando a cabo. Ejemplo de palabras: "Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo", dichas mientras se derrama el agua sobre el bautizado.

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NECESIDAD

La Iglesia afirma que los sacramentos son necesarios para la salvación porque contienen la gracia que nos hace posible la santidad. Especialmente el Bautismo, que es el que nos abre las puertas a todos los demás sacramentos.

Los sacramentos son medio para recibir la gracia, y obtener la salvación, por lo tanto, todos los hombres tienen necesidad de recibir la mayoría de ellos. Hemos dicho que para todos es necesario el Bautismo (Cfr. Dz. 388, 413, 996). La Reconciliación es necesaria para los que hayan pecado mortalmente, después de recibir el Bautismo. La Eucaristía también es necesaria para quienes hayan llegado al uso de razón. (Cfr. Jn. 6, 53). Todos los demás sacramentos acrecientan la gracia, por tanto sería muy conveniente recibidos. Pero no todos los sacramentos son necesarios para todas las personas, algunos de ellos responden a un llamado especial de Dios, y ese llamado no es para todos. Ejemplo: el sacramento del Orden, o el sacramento del Matrimonio.

LA GRACIA

Es un DON sobrenatural que Dios nos concede para poder alcanzar la vida eterna, y esta gracia se nos confiere, principalmente, por medio de los sacramentos. Es algo que Dios nos regala, nadie ha hecho nada con su propio esfuerzo para obtenerla. Solamente por medio de la gracia, el hombre puede alcanzar la vida eterna, que es el fin para el que fue creado.

Ella produce tres efectos muy importantes en nosotros:

1. Borra el pecado, es decir nos hace justos. La justificación es el paso del pecado a una vida de gracia.

2. Nos hace posible la participación de la vida divina. Al borrarse el pecado, se nos comunica la vida de Dios, nos da una vida nueva.

3. Por medio de la gracia, nuestras buenas obras adquieren méritos sobrenaturales.

LA EFICACIA DE LOS SACRAMENTOS

Los sacramentos son medios de salvación, son la continuación de las obras salvíficas que Cristo realizó durante su vida terrena, por lo tanto, siempre comunican la gracia, siempre y cuando el rito se realice correctamente y el sujeto que lo va a recibir tenga las disposiciones necesarias, sin oponer resistencia. La recepción de la gracia depende de la actitud que tenga el que lo recibe.

La disposición subjetiva, es lo que se conoce como ex opere operantis. Esto quiere decir "por la acción del que actúa". Los sacramentos son los signos eficaces de la gracia, porque actúan por el sólo hecho de realizarse, es decir, ex opere operato = por la obra realizada, en virtud de la Pasión de Cristo. Esto fue declarado por el Concilio de Trento como dogma de fe.

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EFECTOS DE LOS SACRAMENTOS

Por medio de los sacramentos nos identificamos con Jesucristo, esto fue declarado por el Concilio Vaticano II y esto se logra por la gracia que se confiere en ellos. (Cfr. L.G.np.7). Los tres efectos que producen los sacramentos son: La gracia santificante, que se nos infunde o se nos aumenta. Esta gracia es la que nos borra el pecado. Hace posible que Dios habite en nuestra alma y nos hace hijos de Dios y herederos del cielo. En el caso de que la persona ya estaba en estado de gracia, al recibir un sacramento, entonces se aumenta el grado de gracia en su alma. La gracia sacramental que es la gracia particular que confiere cada sacramento, una energía especial que nos ayuda a cumplir mejor los deberes de cada quien.

• En el Bautismo se recibe la gracia de la vida sobrenatural. • En la Confirmación, Cristo nos otorga la gracia de la madurez cristiana y nos hace

testigos de Él. • En la Eucaristía es la gracia del alimento del espíritu - pan y vino - la que se recibe. • La Reconciliación o Penitencia nos hace posible que nos reconciliemos con Dios, a

través del arrepentimiento y el perdón de Dios. • La Unción de los Enfermos es el que nos da la fortaleza para enfrentar la enfermedad. • El Orden se recibe el poder que Cristo les da - a algunas personas - el sacerdocio

ministerial. • En el Matrimonio, Cristo hace posible la unión sacramental de un hombre y una mujer

para toda la vida.

El carácter que se imprime en tres de los sacramentos (Bautismo, Confirmación y Orden Sacerdotal), es verdad de fe. (Cfr. Dz. 852; Catec. n. 1121). Este carácter es una huella indeleble e invisible que se imprime en el alma, es una marca espiritual y que nos marca como pertenecientes a Dios o en el caso del Orden, el carácter que imprime es el de ministro de Dios. Estos tres sacramentos no se pueden repetir. (Cfr. Catec. no. 1121).

INSTITUCION DE LOS SACRAMENTOS

Todos los sacramentos fueron instituidos por Cristo. Él determinó la gracia y el signo sensible correspondiente para cada uno de ellos. Esto fue definido por la Iglesia en el Concilio de Trento como verdad de fe. Los sacramentos instituidos por Cristo fueron siete, ni más, ni menos.

Aunque en ninguna parte de la Biblia encontramos un texto que hable de todos ellos juntos, encontramos diferentes pasajes que hablan de ellos de manera clara y explícita:

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• Bautismo: " Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". (Mt. 28, 29). "Y les dijo: Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la Creación. El que crea y sea bautizado, se salvará, el que no crea, se condenará." (Mc. 16, 15-16). "Respondió Jesús: En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios" (J n.3,5).

• Confirmación: "Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo". (Hechos 8,17; 19,6).

• Eucaristía: "Mientras estaban comiendo, tomó Jesús el pan, y lo bendijo, lo partió, y dándoselo a sus discípulos, dijo: Tomad, comed, este es mi cuerpo. Tomó luego una copa y, dadas las gracias se la dio, diciendo 'Bebed todas de ella'." (Mt. 26, 26-27). "Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y les dijo: 'Tomad, éste es mi Cuerpo'''. (Mc, 14,22)

• Reconciliación: "Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo". (Mt. 18, 18). "A quienes les perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; a quienes se los retengáis, les quedaran retenidos". (Jn. 20,23)

• Unción de los Enfermos: "expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y se curaban".(Mc. 6, 13). "¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor". (Sant. 5, 14)

• Orden sacerdotal: "No descuides el carisma que hay en ti, que se te comunicó por intervención profética mediante la imposición de manos del colegio de presbíteros". (1Tim4,14)

• Matrimonio: "De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre". (Mt. 19, 6). "Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne. Gran misterio es éste, lo digo con respecto a Cristo y a su Iglesia". (Ef. 5, 31-32)

MINISTRO Y SUJETO

En todo sacramento tiene que existir la materia y la forma, de la misma manera tiene que haber un ministro que lo administre y un sujeto que lo reciba.

El Ministro es aquél - que en nombre de Jesucristo y habiendo recibido el poder de Dios - pone el sacramento, es decir, que es quien, teniendo la intención de hacer lo que hace la Iglesia, pronuncia la forma y aplica la materia. Con excepción del Bautismo y del Matrimonio, en todos los demás sacramentos es necesario que el ministro haya recibido algún grado del sacramento del Orden.

El Sujeto es aquella persona viva, que con las debidas disposiciones, lo recibe. Un

muerto no puede recibir los sacramentos porque estos confieren o aumentan la gracia en el alma. Con la muerte se separan el cuerpo y el alma.

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EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN

¿QUÉ ES LA CONFIRMACIÓN?

Con el sacramento de la CONFIRMACIÓN, la persona acepta voluntariamente la fe de Cristo. Esto significa que, cuando eres mayor y recibes la Confirmación, aceptas ser católico. La CONFIRMACIÓN es el sacramento en el que Dios te da su Espíritu Santo.

NATURALEZA

El sacramento de la Confirmación es uno de los tres sacramentos de iniciación cristiana. La misma palabra, Confirmación que significa afirmar o consolidar, nos dice mucho.

A partir de la Confirmación nos convertimos en cristianos maduros y podremos llevar una

vida cristiana más perfecta, más activa. Es el sacramento de la madurez cristiana y que nos hace capaces de ser testigos de Cristo.

Se puede también comenzar hablando de los atletas y deportistas que se preparan

fortaleciendo sus músculos para salir vencedores en las pruebas. Y cómo Jesucristo, que conoce nuestra debilidad y dificultades, nos ha dado el sacramento de la Confirmación

¿CUÁNDO EMPEZÓ LA CONFIRMACIÓN?

• Cincuenta días después de que Cristo murió y resucitó, estaban reunidos los 11 apóstoles (Hch 2, 1-55). Todos tenían mucho miedo. Entonces bajó sobre ellos el ESPÍRITU SANTO de Dios en forma de lenguas de fuego.

“Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo

lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse” (Hechos 2,1-4)

En ese momento su debilidad y miedo se convirtieron en fuerzas sobrehumanas para ir a enseñar y a defender delante de todos, lo que Cristo les había enseñado. Este día se llamó ¨PENTECOSTÉS¨. La Confirmación es "nuestro Pentecostés personal".

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• Después la Biblia, en una parte que se llama los Hechos de los Apóstoles nos cuenta que los apóstoles imponían (les ponían en la cabeza) las manos a otros hombres para que recibieran el ESPÍRITU SANTO. Así fueron las primeras confirmaciones. "Al enterarse los apóstoles que estaban en Jerusalén de que Samaria había aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos bajaron y oraron por ellos para que recibieran al Espíritu Santo; pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos; únicamente habían sido bautizados en nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían al Espíritu Santo". (Hechos 8, 15-17;19,5-6).

• Los Apóstoles ya habían recibido el Espíritu Santo antes de la Ascensión del Señor a los Cielos; en la tarde de su Resurrección se les apareció Jesús en el Cenáculo y sopló sobre ellos, diciendo: «Recibid el Espíritu Santo» (Juan 20, 22). Pero en Pentecostés se llenaron del Espíritu Santo y de dones excepcionales (Hechos 2, 1-4).

• También nosotros recibimos en el bautismo el Espíritu Santo junto con la gracia, pero el Señor ha instituido el sacramento de la Confirmación, que nos lo da de un modo especial, fortaleciéndonos para mostramos ante los demás como verdaderos discípulos de Cristo.

INSTITUCION

El Concilio de Trento declaró que la Confirmación era un sacramento instituido por Cristo, ya que los protestantes lo rechazaron porque - según ellos - no aparecía el momento preciso de su institución. Sabemos que fue instituido por Cristo, porque sólo Dios puede unir la gracia a un signo externo.

Además encontramos en el Antiguo Testamento, numerosas referencias por parte de los profetas, de la acción del Espíritu en la época mesiánica y el propio anuncio de Cristo de una venida del Espíritu Santo para completar su obra. Estos anuncios nos indican un sacramento distinto al Bautismo.

MINISTRO, SUJETO, MATERIA Y FORMA (Se les puede ir preguntando para ver si ya lo saben)

• Ministro ordinario de este sacramento es el Obispo, aunque en los casos establecidos

por la Iglesia puede administrarlo un sacerdote.

• El sujeto es toda persona bautizada que no lo ha recibido. Para recibirlo se debe estar en gracia de Dios, conocer los principales misterios de la fe y acercarse a él con reverencia y devoción.

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• La materia es la unción en la frente con el Crisma (mezcla de aceite y bálsamo consagrado por el Obispo), que se hace con la imposición de la mano. La unción significa uno de los efectos del sacramento: robustecer la fe.

• La forma la constituyen estas palabras que pronuncia el Ministro: «N., recibe por esta

señal el Don del Espíritu Santo». Se responde: «Amén». El signo de la Confirmación es la "unción". Desde la antigüedad se utilizaba el aceite para muchas cosa: para curar heridas, a los gladiadores de les ungía con el fin de fortalecerlos, también era símbolo de abundancia de plenitud. Además la unción va unida al nombre de "cristiano", que significa ungido. Todo confirmado debe tener un padrino o madrina que lo ayude espiritualmente, tanto en la preparación para su recepción, como después de haberlo recibido. Sí, hay un padrino si el que se confirma es hombre o una madrina si la que se confirma es mujer. El padrino debe ser un católico que viva como tal y que ya esté confirmado. El padrino debe hacer cuanto pueda para que su ahijado lleve una vida católica plena. Las condiciones para ser padrinos son las mismas que para los de Bautismo.

¿QUE SE NECESITA PARA PODER CONFIRMARSE? a) Tener uso de razón, esto es, tener edad suficiente para pensar y decidir. b) Profesar la fe católica y estar bautizado. c) Querer recibir el sacramento. d) Estar en gracia, es decir, no tener pecado alguno. e) Estar preparado para ser testigo de Cristo.

EFECTOS DEL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACION

De manera parecida a lo que sucedió a los Apóstoles en el día de Pentecostés, este sacramento produce en nuestra alma lo siguiente:

a) Aumenta la gracia. La vida de la gracia que recibimos por primera vez en el bautismo, adquiere un nuevo resello con la Confirmación.

b) Imprime carácter. Por la Confirmación somos marcados para siempre como soldados de Jesucristo y colaboradores de su Reino. Por eso, sólo se puede recibir una vez en la vida.

c) Crecen nuestras fuerzas espirituales. La palabra Confirmación significa fortalecimiento. Igual que les pasó a los apóstoles, se hace más fuerte nuestra fe. El sacramento de la confirmación es como un PENTECOSTÉS para cada uno de los bautizados.

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d) Nos hace soldados de Cristo Ser soldado de Cristo significa que: a) Somos leales a Cristo nuestro Rey, enseñamos sin miedo a todos, que somos católicos. b) Le defendemos cuando alguien habla mal de Él o de su religión. c) Le servimos, tratando de extender su reino de amor entre los hombres

e) Nos unimos más a Cristo y a la Iglesia. Porque por nuestra propia voluntad decidimos formar parte de ella. f) Aumenta en nosotros los dones del Espíritu Santo que son:

1. Sabiduría, que nos comunica el gusto por las cosas de Dios. Por medio de él vos gustando de todo lo relacionado con Dios. 2. Inteligencia, que nos comunica el conocimiento profundo de las verdades de fe, es decir, la capacidad para entender las cosas de Dios. 3. Ciencia, que nos enseña la recta apreciación de las cosas terrenales, entender las cosas de la tierra tal y cómo son. 4. Consejo, nos ayuda para formar un juicio sensato, acerca de las cosas prácticas de la vida cristiana. 5. Fortaleza, nos da fuerzas para trabajar con alegría por Cristo, haciendo siempre el bien a los demás, tal como Él lo hizo. 6. Piedad, que nos relaciona con Dios como Padre, ya que Él es el ser más perfecto que existe en el universo y es nuestro Creador y nos ayuda a aceptar la autor' dad que tienen algunos sobre nosotros. 7. Temor de Dios, nos lleva a tener miedo de ofender a Dios, por amor a Él y por lo tanto, a tratar de no pecar para no alejamos de Él.

¿CÓMO SE HACE LA CONFIRMACIÓN? - La CONFIRMACIÓN debe hacerla el SEÑOR OBISPO o un delegado suyo (alguien a quien él le da permiso especial para hacerlo). Sólo en caso de que haya peligro de muerte puede confirmar cualquier sacerdote. - El Obispo unta el SANTO CRISMA en forma de cruz en la frente de la persona. El santo crisma es un aceite especial que el Obispo bendice cada año en la misa del Jueves Santo.

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- Después el Obispo le IMPONE LAS MANOS, y le dice: “¨RECIBE POR ESTA SEÑAL EL DON DEL ESPÍRITU SANTO” El que es confirmado responde: «Amén». - La CONFIRMACIÓN termina con un pequeño golpe en la mejilla. Esto posiblemente se debe a que antiguamente, cuando a un hombre lo hacían caballero o soldado, le hacían esto en la ceremonia. - La CRUZ que se hace sobre la frente es un símbolo poderoso si se entiende de verdad. ¿Vivo todos los días como si llevara una cruz de mi Rey Cristo marcada en la frente? NECESIDAD

El Bautismo es el único sacramento absolutamente necesario para la salvación. La Confirmación, no es absolutamente necesaria para la salvación, pero sí para vivir correctamente una vida cristiana, ya que da las ayudas necesarias para lograrlo. Por eso, el derecho vigente, prescribe que todos los bautizados, deben recibir este sacramento. El no hacerlo por desprecio o por no darle importancia, será materia grave de pecado.

FRUTOS

• Somos llamados a vivir como miembros responsables del cuerpo de Cristo.

• Podemos construir el Reino de Dios en la tierra, a través de nuestras buenas obras, de nuestras familias, haciéndolas un semillero de fe, ayudando a nuestra parroquia, venciendo las tentaciones del demonio y la inclinación al mal.

• Nos mueve a seguir las huellas de Cristo. Nos ayuda a ser perseverantes, luchadores, generosos, valientes, amorosos, llenos de virtudes y en caso de ser necesario hasta mártires.

• Sostiene e ilumina nuestra fe. Sostiene y fortalece nuestra esperanza. Sostiene e incrementa nuestra caridad.

OBLIGACIONES

• El día de la Confirmación, el confirmado se convierte en apóstol de la Palabra de Dios.

• Desde ese momento recibe el derecho y el deber de ser misionero.

• Tratar de tener una buena cultura religiosa, para poder defender la fe contra sus enemigos.

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• Los confirmados debemos de compartir los dones recibidos sirviendo a los demás en nombre de Dios y transmitiendo la Palabra de Cristo.

• Cuando hables de tu religión católica, no te importe lo que opinan otros de ti. Recuerda, somos soldados valientes de Cristo.

• Ser "confirmado" significa darse por amor a los demás,

• A hacer apostolado, esto es trabajar para ayudar a los otras personas en sus necesidades humanas y a que conozcan a Cristo y todas sus enseñanzas

• También la Confirmación nos compromete a la santidad. "Sed pues perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto". (Mt. 5, 48). A tratar de vivir en gracia, esto es, vivir sin pecado en nuestra alma

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EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA

LA EUCARISTÍA es el sacramento en el que el pan y el vino SE CONVIERTEN EN EL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO. Es quizás el más hermoso de los sacramentos que nos dejó Jesús

La Eucaristía es el ALIMENTO DEL ALMA. Así como nuestro cuerpo necesita comer para vivir, para no estar débil sino fuerte, para no estar enfermo sino sano... así nuestra alma necesita COMULGAR para estar sana y fuerte. Cristo mismo dijo: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo le resucitaré el último día”

IDEAS PRINCIPALES

Jesús vino para que tuviésemos vida (Comparar la vida del alma con la del cuerpo)

Jesús vino a la tierra para que tuviéramos vida sobrenatural, que comienza con el bautismo

y se perfecciona con la Confirmación. Para conservarla y aumentarla, instituyó el sacramento de la Eucaristía. La Eucaristía es el sacramento más grande porque contiene al mismo Jesucristo, autor de la gracia que nos confieren los demás sacramentos.

La Eucaristía es un misterio de amor divino (Hacer ver que, cuando dos personas se quieren, desean estar siempre juntas)

Este misterio se entiende un poco con el corazón, porque es fruto del Amor del Señor hacia nosotros. Se tenía que ir, pero quería quedarse, y lo que para los hombres es imposible, lo pudo hacer Dios: el Señor se quedó realmente presente en la Eucaristía con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. En la Eucaristía se contiene el verdadero Cuerpo de Jesucristo, el mismo que nació de la Virgen y que está sentado a la diestra de Dios Padre. Desde el principio, los cristianos creyeron en esta verdad.

Jesucristo instituyó la Eucaristía como alimento para nuestras almas (Usar el texto de Juan 6, 48-69, en que se promete, y el de Mt 26, 26-29, en que se instituye)

En Cafarnaúm prometió Jesús a los Apóstoles que daría a comer su carne para vida del mundo y prenda de vida eterna: «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo le resucitaré en el último día. Porque mi Carne es verdadera comida y mi Sangre es verdadera bebida; el que come mi Carne y bebe mi Sangre permanece en mí y yo en él» (Juan 6, 54-56).

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En la Ultima Cena se cumplió la promesa y el Señor instituyó la Eucaristía:

Jesús, la noche antes de comenzar su Pasión, quiso tener con sus apóstoles una ÚLTIMA CENA. El sabía que pronto moriría y no estaría más en este mundo. Entonces quiso dejarnos ¨algo¨ para que los hombres SIEMPRE PUDIÉRAMOS TENERLO CON NOSOTROS. Ese algo que nos dejó Jesús fue LA EUCARISTÍA.

En la última cena Cristo tomó un pedazo de pan en sus manos, dio gracias, lo partió y se los dio a sus discípulos diciendo: “Tomad y comed todos de él porque esto es mi cuerpo, que será entregado por vosotros “.

Después tomó la copa de vino y dijo: “Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados. Haced esto en memoria mía. “

Lo más hermoso de la Eucaristía es ver cuán grande fue el AMOR DE JESÚS que no sólo dio su vida sino que quiso QUEDARSE para siempre con nosotros.

Como Cristo dijo ¨Hagan esto en memoria mía, desde entonces los apóstoles y los primeros sacerdotes empezaron a CONSAGRAR. Consagrar significa transformar el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Jesús.

El Concilio de Trento declaró como verdad de fe, que la Eucaristía es verdadero y

propio sacramento porque en él están presente los elementos esenciales de los sacramentos: el signo externo; materia (pan y vino) y forma; confiere la gracia; y fue instituido por Cristo.

Doctrina de la Iglesia sobre la Sagrada Eucaristía

(Procurar dejar muy claros esos puntos)

La doctrina de la Iglesia sobre este Sacramento se puede resumir en tres puntos, que conviene conocer y creer con todas nuestras fuerzas:

a) El hecho de la presencia real permanente: está el mismo Jesucristo. Cuando el sacerdote dice en la Misa las palabras de la Consagración: «Esto es mi Cuerpo...», «éste es el cáliz de mi Sangre...», la sustancia del pan se convierte en el Cuerpo de Jesucristo y la del vino en su Sangre. Y afirmamos una presencia real permanente porque, acabada la Misa, el Señor se queda en las formas consagradas que se guardan en el Sagrario. Esa luz que arde día y noche junto al Sagrario nos recuerda que Jesús está allí realmente presente.

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b) La transustanciación. Como se ha dicho, por las palabras de la Consagración el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. A esa admirable y singular conversión se llama transustanciación porque se cambia toda la sustancia del pan y del vino en el Cuerpo y Sangre de Cristo, quedando solamente lo que suele denominarse «especies consagradas». Es importante permanecer muy atentos desde el momento en que el sacerdote, poniendo las manos sobre las ofrendas, invoca a Dios para que se realice la transustanciación.

c) Jesucristo está realmente presente en todas las formas consagradas y en cada una de sus partes. Cuando el sacerdote consagra un copón con muchas hostias, los cristianos creemos que Jesucristo está realmente presente en cada una de ellas. También creemos que, si una forma se rompe en diversos trozos, Jesucristo está todo entero en cada uno de ellos. De ahí que el sacerdote recoja cuidadosamente las partículas de las hostias consagradas por pequeñas que sean.

Obligación de comulgar y necesidad de la Comunión frecuente (Comparar con lo que pasa cuando alguien no come o se alimenta mal)

Comulgar realmente no es necesario para salvarse; si un niño recién bautizado muere, se

salva. Pero Jesucristo dijo: «Si no coméis la Carne del Hijo del Hombre y no bebéis su Sangre, no tendréis vida en vosotros» (Juan 6, 53). En correspondencia con estas palabras, la Iglesia ordena en el tercer mandamiento que, al menos una vez al año y por Pascua de Resurrección, todo cristiano con uso de razón debe recibir la Eucaristía. También hay obligación de comulgar cuando se está en peligro de muerte; en este caso la comunión se recibe a modo de «Viático», que significa preparación para el «viaje» de la vida eterna.

Esto es lo mínimo, y el precepto debe ser bien entendido; de ahí que la Iglesia exhorte a

recibir al Señor con frecuencia, incluso diariamente. Si algún día no podemos comulgar, es bueno hacer una comunión espiritual, expresando el deseo que tenemos de recibir al Señor sacramentalmente.

La comunión espiritual.

Cuando no es posible recibir la comunión en una Iglesia, puedes hacer una Comunión Espiritual, esto es, recibir espiritualmente a Jesús en tu alma, rezando con fe la oración siguiente:

¨Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Quédate conmigo y no permitas que me separe de ti. ¨

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Disposiciones para comulgar bien (Puede usarse 1 Cor 11, 23-29)

a) Se debe estar sin pecado.

• Si tienes un pecado mortal, de ninguna manera puedes comulgar sin ir antes a confesarte. • Si tienes un pecado venial, pequeño o leve, basta con que tú pidas a Dios perdón de

corazón para que puedas acercarte a comulgar. • Mucha gente piensa que siempre te tienes que confesar antes de comulgar. Esto es un

error, recuerda que solo es necesaria la confesión si tienes pecado mortal.

b) Se debe cumplir el ayuno, o sea, no comer nada una hora antes de comulgar, por respeto y como sacrificio. • La Iglesia recomienda recibir la comunión siempre que vayamos a misa. Es obligación

recibir la comunión al menos una vez al año, si es posible en tiempo pascual, después del domingo de resurrección.

• Cuando comulgas es la mejor oportunidad que tienes de PLATICARLE a Dios nuestro Señor todas tus cosas: lo que te alegra, lo que te preocupa...

• Dale gracias por todas las cosas buenas que te ha dado. • Dile que lo amas mucho y que tratas cada día de ser bueno y de cumplir su voluntad. • Pídele que te ayude a ti y a todos los hombres. • Ofrécele cada acto que hagas en tu vida.

MINISTRO, SUJETO, MATERIA Y FORMA

1. Ministro: Únicamente el sacerdote ordenado puede consagrar, convertir el pan el

vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sólo él está autorizado para actuar en nombre de Cristo. Fue a los Apóstoles a quienes Cristo les dio el mandato de "Hacer esto en memoria mía", no se lo dio a todos los discípulos. (Lc. 22,).

Los que han sido ordenados diáconos, entre sus funciones, está la de distribuir las hostias consagradas, pero no pueden consagrar. Actualmente, por la escasez de sacerdotes, la Iglesia ha visto la necesidad de que existan los llamados, ministros extraordinarios de la Eucaristía. La función de estos ministros es de ayudar a los sacerdotes a llevar la comunión a los enfermos y a distribuir la comunión en la Misa.

2. Sujeto: Todo bautizado puede recibir la Eucaristía, siempre que se encuentre en

estado de gracia, es decir, sin pecado mortal.

3. Materia: Como en todos los sacramentos, la Eucaristía, también, tiene un signo externo que unido a las palabras pronunciadas por el ministro, confiere la gracia. Cristo en la Última Cena utilizó dos elementos muy sencillos, pan y vino. Estos dos elementos son

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los que constituyen la materia. El pan debe de ser de trigo y el vino de la vid, esto fue declarado en Trento, ya que existe la seguridad que fueron estos los elementos utilizados por Cristo.

4. La forma: Son las palabras que utilizó Cristo al instituir el sacramento: "Esto es mi Cuerpo...Esta es mi Sangre".

EFECTOS DEL SACRAMENTO

• Por medio de este sacramento, se nos aumenta la gracia santificante. Para poder comulgar, ya debemos de estar en gracia, no podemos estar en estado de pecado grave, y al recibir la comunión esta gracia se nos acrecienta, toma mayor vitalidad. Nos hace más santos y nos une más con Cristo. Todo esto es posible porque se recibe a Cristo mismo, que es el autor de la gracia.

• Nos otorga la gracia sacramental propia de este sacramento, llamada nutritiva, porque

es el alimento de nuestra alma que conforta y vigoriza en ella la vida sobrenatural.

• Por otro lado, nos otorga el perdón de los pecados veniales. Se nos perdonan los pecados veniales, lo que hace que el alma se aleje de la debilidad espiritual.

PARTICIPACIÓN LITÚRGICA

1. La Iglesia desea que recibamos a Jesús con gran fe, esperanza viva y amor sincero; por ello nos invita a que digamos con devoción antes de comulgar:

«Señor, no soy digno de que entres en mi casa pero una palabra tuya bastara para sanarme» (Del Ordinario de la Misa).

2. El modo ordinario de preparamos para recibir a Jesús en la Comunión -si estamos en gracia de Dios- es participar en el santo sacrificio de la Misa.

¿Cómo se hace la Eucaristía?

- En la Misa, después de rezar el Credo tiene:

1) El Ofertorio 2) La Consagración 3) La Comunión.

1) ¿Qué es el OFERTORIO? Es el momento cuando unas personas llevan al altar el pan y el vino, se lo dan al sacerdote y éste da gracias a Dios por ellos y dice que serán para nosotros pan de vida y bebida de salvación.

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2) ¿Qué es la CONSAGRACIÓN? Es el momento más importante de la misa, cuando el Padre repite las palabras que Jesús pronunció en la última cena: “Tomad y comed.... Tomad y bebed...”. - Al decir estas palabras el pan y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo.

3) ¿Qué es la COMUNIÓN?

Comulgar es recibir a Cristo mismo. Es tomar el cuerpo de Cristo. Imagínate ¡recibir en tu alma al mismo Dios!

3. En la Bendición con el Santísimo la Iglesia adora a Jesús Sacramentado y manifiesta su

fe y amor hacia la Sagrada Eucaristía. (Explicar con detalle cada devoción y su sentido) - El Jueves Santo, en que celebramos la institución de la Eucaristía y especialmente del

Sacrificio de la Misa. - La fiesta del Corpus Christi, que celebra la presencia real de Jesucristo, y el Santísimo

es llevado en solemne procesión por las calles de la ciudad. - Las Bendiciones con el Santísimo, donde nos arrodillamos en señal de adoración y el

sacerdote nos bendice con la Hostia consagrada. - Las Exposiciones y Velas al Santísimo, como en la noche anterior al primer Viernes. - Las visitas al Sagrario por parte de los fieles. - Las oraciones que recitamos: comuniones espirituales; Adoro Te devote; actos de fe en

la presencia real; oraciones para antes y después de comulgar; etc. - El cuidado por ofrecer a Jesús en el Sagrario lo mejor: vasos sagrados y sagrarios

ricos; limpieza; en el mejor lugar, bien visible, etc.; y sobre todo la actitud de respeto y adoración: arrodillarse al pasar por delante de un Sagrario; acudir con frecuencia -físicamente o con el pensamiento y deseo- al Sagrario; acordarse al pasar por delante de una iglesia; etc.

FRUTOS Y OBLIGACIONES

• La unión íntima y profunda con Cristo.

• La Eucaristía es prenda de vida eterna.

• Cuando recibimos la eucaristía, debemos de estar sumamente orgullosos de que Cristo haya venido a nosotros, que no hemos hecho nada para merecerlo.

• Después de acudir a este sacramento debemos salir renovados y compartir con los demás lo que hemos recibido, por medio de palabras, y obras, es decir, dar verdadero testimonio.

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EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN O PENITENCIA

El pecado es, ante todo, ofensa a Dios, ruptura de la comunión con él. Al mismo tiempo, atenta contra la comunión con la Iglesia. Por eso la conversión implica a la vez el perdón de Dios y la reconciliación con la Iglesia, que es lo que expresa y realiza litúrgicamente el sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación (cf LG 11).

Sólo Dios perdona los pecados (cf Mc 2,7). Porque Jesús es el Hijo de Dios, dice de sí mismo: "El Hijo del hombre tiene poder de perdonar los pecados en la tierra" (Mc 2,10) y ejerce ese poder divino: "Tus pecados están perdonados" (Mc 2,5; Lc 7,48). Más aún, en virtud de su autoridad divina, Jesús confiere este poder a los hombres (cf Jn 20,21-23) para que lo ejerzan en su nombre.

Se le denomina sacramento de conversión porque realiza sacramentalmente la llamada de Jesús a la conversión (cf Mc 1,15), la vuelta al Padre (cf Lc 15,18) del que el hombre se había alejado por el pecado.

Se denomina sacramento de la Penitencia porque consagra un proceso personal y eclesial de conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte del cristiano pecador.

Es llamado sacramento de la confesión porque la declaración o manifestación, la confesión de los pecados ante el sacerdote, es un elemento esencial de este sacramento. En un sentido profundo este sacramento es también una "confesión", reconocimiento y alabanza de la santidad de Dios y de su misericordia para con el hombre pecador.

Se le llama sacramento del perdón porque, por la absolución sacramental del sacerdote, Dios concede al penitente "el perdón y la paz" (OP, fórmula de la absolución).

Se le denomina sacramento de reconciliación porque otorga al pecador el amor de Dios que reconcilia: "Dejaos reconciliar con Dios" (2 Co 5,20). El que vive del amor misericordioso de Dios está pronto a responder a la llamada del Señor: "Ve primero a reconciliarte con tu hermano" (Mt 5,24). NATURALEZA

Penitencia en su sentido etimológico, viene del latín "poenitere" que significa tener pena,

arrepentirse. Cuando hablamos teológicamente, este término se utiliza tanto para hablar de una virtud, como de un sacramento.

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VIRTUD DE LA PENITENCIA

Esta virtud moral, hace que el pecador se sienta arrepentido de los pecados cometidos, tener el propósito de no volver a cometerlos y hacer algo en satisfacción por haberlos cometidos.

Cristo nos llama a la conversión y a la penitencia, pero no con obras exteriores, sino a la conversión del corazón, a la penitencia interior. De otro modo, sin esta disposición interior todo sería inútil. (Cfr. Is. 1, 16-17; Mt. 6, 1-6; 16-18)

SACRAMENTO DE LA PENITENCIA

La virtud nos lleva a la conversión, como sacramento es uno de los siete sacramentos instituidos por Cristo, que perdona los pecados cometidos contra Dios - después de haberse bautizado -, se obtiene la reconciliación con la Iglesia, a quien también se ha ofendido con el pecado, al pedir perdón por los pecados ante un sacerdote. Esto fue definido por el Concilio de Trento como verdad de fe. (Cfr. L.G. 11).

La Reconciliación es un verdadero sacramento porque en él están presente los elementos esenciales de todo sacramento, es decir el signo sensible, el haber sido instituido por Cristo y porque confiere la gracia.

Este sacramento es uno de los dos sacramentos llamados de "curación" porque sana el espíritu. Cuando el alma está enferma debido al pecado grave, se necesita el sacramento que le devuelva la salud, para que la cure. Jesús perdonó los pecados del paralítico y le devolvió la salud del cuerpo. (Cfr. Mc. 2, 1-12).

Cristo instituyó los sacramentos y se los confió a la Iglesia - fundada por Él - por lo tanto la Iglesia es la depositaria de este poder, ningún hombre por sí mismo, puede perdonar los pecados. Como en todos los sacramentos, la gracia de Dios se recibe en La Reconciliación ex opere operato - obran por la obra realizada - siendo el ministro el intermediario. La Iglesia tiene el poder de perdonar todos los pecados.

El Concilio de Trento declaró que Cristo comunicó a los apóstoles y sus legítimos sucesores la potestad de perdonar realmente todos los pecados. (Dz. 894 y 913)

Solamente si alguien se niega - deliberadamente - a acogerse la misericordia de Dios

mediante el arrepentimiento estará rechazando el perdón de los pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo y no será perdonado. "El que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón nunca, antes bien será reo de pecado eterno". (Mc. 3, 29) Esto es lo que llamamos el pecado contra el Espíritu Santo. Esta actitud tan dura nos puede llevar a la condenación eterna. (Cfr. Catec No. 1864)

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INSTITUCION Después de la Resurrección estaban reunidos los apóstoles - con las puertas cerradas por miedo a los judíos - se les aparece Jesús y les dice: "La paz con vosotros. Como el Padre me envío, también yo los envío. Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid al Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedaran perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos". (Jn. 20, 21-23) Este es el momento exacto en que Cristo instituye este sacramento. Cristo - que nos ama inmensamente - en su infinita misericordia le otorga a los apóstoles el poder de perdonar los pecados. Jesús les da el mandato - a los apóstoles - de continuar la misión para la que fue enviado; el perdonar los pecados. No pudo hacemos un mejor regalo que damos la posibilidad de liberamos del mal del pecado.

SIGNO: MATERIA Y FORMA

El Concilio de Trento, siguiendo la idea de Sto. Tomás de Aquino reafirmó que el signo sensible de este sacramento era la absolución de los pecados por parte del sacerdote y los actos del penitente. (Cfr. Dz. 699, 896, 914; Catec. no. 1448). La materia es: el dolor de corazón o contrición, los pecados dichos al confesor de manera sincera e íntegra y el cumplimiento de la penitencia o satisfacción. Los pecados graves hay obligación de confesarlos todos. La forma son las palabras que pronuncia el sacerdote después de escuchar los pecados - y de haber emitido un juicio - cuando da la absolución: "Yo te absuelvo de tus pecados, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo".

LOS ACTOS DEL PENITENTE

El examen de conciencia es el primer paso para prepararse a recibir el perdón de los pecados. Se debe de hacer en silencio, de cara a Dios revisando las faltas cometidas como cristianos, revisando los Mandamientos de la Ley de Dios, de la Iglesia y nuestros deberes de estado (de hijos, padres esposos, estudiantes, patrones, empleados, etc.). Hay que revisar las acciones moralmente malas (pecados de comisión) y las buenas que se han dejado de hacer (pecados de omisión).

El acto más importante que debe hacer un penitente es la "contrición", o "dolo de corazón, o arrepentimiento". Este es un acto de la voluntad, que procede de la razón iluminada por la gracia y que demuestra el dolor de alma por haber ofendido a Dios y el aborrecimiento de todo pecado. (Concilio de Trento; Catec. no. 1451). No es necesario que haya signos externos del dolor de corazón.

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"La contrición es "perfecta" cuando el arrepentimiento nace por amor a Dios. Esta contrición -por sí sola - perdona los pecados veniales. La contrición "imperfecta" o "dolor de atrición", nace por un impulso del Espíritu Santo, pero por miedo a la condenación eterna y al pecado. De todas maneras es válida para recibir la absolución.

El propósito de enmienda, es la resolución que debemos tomar una vez que estamos arrepentidos, haciendo el propósito de no volver a pecar, mediante un verdadero esfuerzo. Este debe de ser firme, eficaz - poniendo todos los medios necesarios para evitar el pecado - y universal, es decir, rechazar todo pecado mortal.

El segundo acto más importante que se debe de hacer, es la "confesión de los pecados". El simple hecho de decir los pecados libera al hombre, se enfrenta con lo q e le hace sentir culpable, asumiendo la responsabilidad sobre sus actos y por ello, se abre nuevamente a Dios y a la Iglesia. Esta confesión de los pecados debe ser sincera e íntegra Lo que implica el deber de decir todos los pecados mortales, incluyendo los que en se reto se han cometido. Así mismo hay que manifestarlos sin justificación, sin aumentado, ni disminuirlos.

Corno la mayoría de los pecados dañan al prójimo, es necesario hacer lo posible para repararlos. Además el pecado daña al pecador y sus relaciones con los demás. La absolución quita el pecado, pero no remedia los daños causados, por ello es necesario hacer algo más para reparar los pecados. Hay que hacer y cumplir la penitencia que el sacerdote imponga, corno una forma de expiar los pecados. El no cumplir con alguno de estos actos invalida la confesión.

RITO Y CELEBRACION

La celebración de este sacramento, al igual que la de todos los sacramentos, es una

acción litúrgica. Encontramos dos elementos fundamentales e su celebración: • Uno de los elementos son los actos que hace el penitente que quiere convertirse,

gracias a la acción del Espíritu Santo, como son el arrepentimiento o contrición, la confesión de los pecados y el cumplimiento de la penitencia.

• El otro elemento es la acción de Dios, por medio de los Obispos y los sacerdotes, la

Iglesia perdona los pecados en nombre de Cristo, decide cual debe ser la penitencia, ora con el penitente y hace penitencia con él. (Cfr. CIC nO.1148).

Normalmente, el sacramento se recibe de manera individual, acudiendo al confesionario, diciendo sus pecados y recibiendo la absolución en forma particular o individual.

Existen casos excepcionales en los cuales los sacerdote pueden impartir la absolución general o colectiva, tales corno aquellas situaciones en las que, de no impartirse las personas se quedarían sin poder recibir la gracia sacramental por largo tiempo, sin ser por culpa suya.

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De todos modos, esto no les excluye de tener que acudir a la confesión individual en la primera ocasión que se les presente y confesar los pecados que fueron perdonados a través de la absolución general.

Cuando una persona hace una confesión de todos los pecados cometidos durante toda la vida, o durante un período de la vida, incluyendo los ya confesados con la intención de obtener una mayor contrición, se le llama confesión general. Se le debe de advertir al confesor de que se trata de una confesión general.

Cuando una persona está en peligro de muerte - no pudiendo expresarse verbalmente por algún motivo - se le otorga el perdón de los pecados de manera condicionada. Esto quiere decir que está condicionada a las disposiciones que tenga el enfermo o que tuviese de estar consciente.

EFECTOS

El efecto principal de este sacramento es la reconciliación con Dios. Este volver a la amistad con Él es una "resurrección espiritual”, alcanzando, nuevamente, la dignidad de Hijos de Dios. Esto se logra porque se recupera la gracia santificante perdida por el pecado grave.

Aumenta la gracia santificante cuando los pecados son veniales.

Reconcilia al pecador con la Iglesia. Por medio del pecado se rompe la unión entre todos los miembros del Cuerpo Místico de Cristo y el sacramento repara o robustece la comunión entre todos. Cada vez que se comete un pecado, la Iglesia sufre, por lo tanto, cuando alguien acude al sacramento, se produce un efecto vivificador en la Iglesia. (Cfr. CIC nos. 1468 - 1469).

Se recuperan las virtudes y los méritos perdidos por el pecado grave.

Otorga la gracia sacramental específica, que es curativa porque le devuelve la salud al alma y además la fortalece para combatir las tentaciones.

NECESIDAD

Todas las personas que hayan cometido algún pecado grave después de haber sido bautizados, necesitan de este sacramento, pues es la única manera de recibir el perdón de Dios. (Concilio de Trento, cfr. Dz.895).

Debido a esto, la Iglesia dentro de sus Mandamientos establece la obligación de confesarse cuando menos una vez al año con el fin de facilitar el acercamiento a Dios. (Cfr. CIC 989).

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Los pecados graves cometidos después del Bautismo, como se ha dicho, hay necesidad de confesarlos. Esta necesidad fue impuesta por Dios mismo (Jn. 20, 23). Por lo tanto, no es posible acercarse a la Eucaristía estando en pecado grave. (Cfr. Juan Pablo n, Reconciliatio e Paenitentia, n. 27).

Estrictamente no hay necesidad de confesar los pecados veniales, pero es muy útil hacerlo, por las tantas gracias que se reciben. El acudir a la confesión con frecuencia es recomendación de la Iglesia, con el fin de ganar mayores gracias que ayuden a no reincidir en ellos. No debemos reducir la Reconciliación a los pecados graves únicamente.

MINISTRO Y SUJETO

Como ya se mencionó, Cristo le dio el poder de perdonar a los apóstoles, los obispos como sucesores de ellos y los sacerdotes que colaboran con los obispos son los ministros del sacramento (Cfr. CIC 965). Los obispos, quienes poseen en plenitud el sacramento del Orden y tienen todos los poderes que Cristo le dio a los apóstoles, delegan en los presbíteros (sacerdotes) su misión ministerial, siendo parte de este ministerio, la capacidad de poder perdonar los pecados. Esto fue definido por el Concilio de Trento como verdad de fe en contra de la postura de Lutero que decía que cualquier bautizado tenía la potestad para perdonar los pecados. Cristo sólo le dio este poder a los apóstoles (Cfr. Mt.18, 18; Jn. 20, 23).

El lugar adecuado para administrar el sacramento es la iglesia (Cfr. 964). Siempre se trata de que se lleve a cabo en un lugar sagrado, de ser posible.

Al administrar el sacramento, los sacerdotes deben de enseñar sobre los actos del penitente, sobre los deberes de estado y aclarar cualquier duda que el penitente tenga. También debe de motivar a una conversión, a un cambio de vida. Debe de dar consejo sobre la manera de remediar cada situación.

En ocasiones el sacerdote puede rehusarse a otorgar la absolución. Esto puede suceder cuando está consciente que no hay las debidas disposiciones por parte del sujeto. Puede ser que sea por falta de arrepentimiento, o por no tener propósito de enmienda. También se da el caso de algunos pecados que son tan graves que están sancionados con la excomunión, que es la pena eclesiástica más severa, que impide recibir los sacramentos. La absolución de estos pecados, llamados "pecados reservados", según el Derecho Canónico, sólo puede ser otorgada por el Obispo del lugar o por sacerdotes autorizados por él. En caso de peligro de muerte, todo sacerdote puede perdonar los pecados y de toda excomunión. Ej: quienes practican un aborto o participan de cualquier modo en su realización.

En virtud de la delicadeza y el respeto debido a las personas, los sacerdotes no pueden hacer público lo que han escuchado en la confesión. Quedan obligados a guardar absoluto silencio sobre los pecados escuchados, ni pueden utilizar el conocimiento sobre la vida de la persona que han obtenido en el sacramento. En ello no hay excepciones, quienes lo rompan son acreedores a penas muy severas. Este sigilo es lo que comúnmente llamamos "secreto de confesión".

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El sujeto de la Reconciliación es toda persona que, habiendo cometido algún pecado grave o venial, acuda a confesarse con las debidas disposiciones, y no tenga ningún impedimento para recibir la absolución.

Las personas que viven en un estado de pecado habitual, como son los divorciados vueltos a casar, que no dejan esta condición de vida, no pueden recibir la absolución. El motivo de ello es que viven en una situación que contradice la doctrina de la indisolubilidad del matrimonio. Pero, la Iglesia no olvida en su pastoral a estas personas, exhortándolos a participar en la vida de la Iglesia y que no se sientan rechazados. Únicamente en el caso, de estar arrepentidos de haber violado el vínculo de la alianza sacramental del matrimonio y la fidelidad a Cristo y no puedan separarse - por tener hijos - teniendo el firme propósito de vivir en plena continencia, se les puede otorgar la absolución. En esta situación se les indica que para acercarse a la Eucaristía, lo deben hacer en un lugar donde no sean conocidos, pues podría ser causa de "pecado de escándalo ", dado que la pareja y el confesor son los únicos que conocen la situación.

FRUTOS

"Los frutos de este sacramento son muchos:

• Por este medio se perdonan todos los pecados mortales y veniales. De esta manera a los que tenían pecados graves, se puede decir que se les abren las puertas del cielo.

• Se recuperan todos los méritos adquiridos por las buenas obras, perdidos al cometer un pecado grave o se aumentan si los pecados eran veniales.

• Robustece la vida espiritual, por medio de la gracia sacramental, fortaleciendo el alma para la lucha interior contra el pecado, así evitando el volver a caer en lo mismo. Por ello, es tan importante la confesión frecuente.

• Se obtiene la remisión parcial de las penas temporales como consecuencias del pecado. La Reconciliación perdona la culpa, pero queda la pena. En caso de los pecados mortales esta pena se convierte en temporal, en lugar de eterna y en el caso de los pecados veniales, según las disposiciones que se tengan se disminuyen.

• Se logra paz y serenidad de la conciencia que se encontraba inquieta por el dolor de los pecados. Se obtiene un consuelo espiritual.

OBLIGACIONES

Una vez confesados los pecados hay que cumplir la penitencia. Dado que ha que tener un propósito de enmienda, se deben hacer los esfuerzos necesarios para no reincidir en los pecados.

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LAS INDULGENCIAS

Sabemos que todo pecado lleva una culpa y una pena. Dijimos que la confesión perdona la culpa, pero queda la pena que hay que expiada de alguna manera, ya sea en esta vida o en la otra. Las indulgencias son un medio para la remisión de la pena temporal debida por los pecados y que la Iglesia otorga, siempre y cuando se cumplan unas condiciones.

Todo pecado necesita de una purificación, ya sea aquí o después de la muerte, en cuyo caso la purificación se lleva a cabo en el Purgatorio.

Hay dos tipos de indulgencias: parcial o plenaria. La primera perdona toda la pena y la segunda solo una parte de la pena debida por los pecados.

Para poder adquirir las indulgencias es necesario estar en estado de gracia y cumplir con ciertos requisitos. En el caso de la plenaria, se necesita confesar y comulgar un tiempo antes o un tiempo después de haber realizado la acción prescrita, y orar por las intenciones del Papa. Para lograr la indulgencia parcial se necesita el estado de gracia y el arrepentimiento y el realizar la obra prescrita. Si no se cumplen con los requisitos de la plenaria o no hay las debidas disposiciones, la indulgencia plenaria se convierte en indulgencia parcial.

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LA FAMILIA

LA FAMILIA EN EL PLAN DE DIOS

La comunidad conyugal está establecida sobre el consentimiento de los esposos. El matrimonio y la familia están ordenados al bien de los esposos y a la procreación y educación de los hijos. El amor de los esposos y la generación de los hijos establecen entre los miembros de una familia relaciones personales y responsabilidades primordiales.

Un hombre y una mujer unidos en matrimonio forman con sus hijos una familia. Esta disposición es anterior a todo reconocimiento por la autoridad pública; se impone a ella. Se la considerará como la referencia normal en función de la cual deben ser apreciadas las diversas formas de parentesco.

Al crear al hombre y a la mujer, Dios instituyó la familia humana y la dotó de su constitución fundamental. Sus miembros son personas iguales en dignidad. Para el bien común de sus miembros y de la sociedad, la familia implica una diversidad de responsabilidades, de derechos y de deberes.

IDENTIDAD Y MISION DE LA FAMILIA

"¿No habéis leido que al principio el Creador los hizo varón y hembra? Y dijo: «por esto dejará el hombre al padre y a la madre y se unirá a la mujer, y serán los dos una sola carne». De manera que ya no son dos sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios unió no lo separe el hombre. Mt. 19, 4-8.

En el designio de Dios Creador y Redentor la familia descubre no sólo su "identidad", lo que "es", es decir una comunidad de vida y amor, sino también su "misión", lo que puede y debe "hacer". El cometido, que ella por vocación de Dios está llamada a desempeñar en la historia, brota de su mismo ser y representa su desarrollo dinámico y existencial. Toda familia descubre y encuentra en sí misma la llamada imborrable, que define a la vez su dignidad y su responsabilidad" familia, ¡"sé" lo que "eres"!

La familia tiene la misión de ser cada vez más lo que es, es decir, comunidad de vida y amor, en una tensión que, al igual que para toda realidad creada y redimida, hallará su cumplimiento en el Reino de Dios.

Hay que decir que la esencia y el cometido de la familia son definidos en última instancia por el amor. Por esto la familia recibe la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor, como reflejo vivo y participación real del amor de Dios por la humanidad y del amor de Cristo Señor por la Iglesia su esposa. Todo cometido particular de la familia es la expresión y la manifestación concreta de tal misión fundamental. En este sentido, partiendo del amor y en constante referencia a él, estos son los cuatro cometidos generales de la familia:

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1) Formación de una comunidad de personas; 2) servicio a la vida; 3) participación en el desarrollo de la sociedad; 4) participación en la vida y misión de la Iglesia.

IMPORTANCIA DEL MATRIMONIO

"Vosotros, los maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella para santificarla, purificándola mediante el lavado del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí gloriosa, sin mancha o arruga o cosa semejante, sino santa e intachable. Los maridos deben amar a sus mujeres como a su propio cuerpo. El que ama a su mujer, as í mismo se ama, y nadie aborrece jamás su propia carne, sino que la alimenta y la abriga como Cristo a la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo". Ef. 5, 25-30

La familia, fundada y vivificada por el amor, es una comunidad de personas: del hombre y de la mujer esposos, de los padres y de los hijos, de los parientes. Su primer cometido es pues vivir fielmente y desarrollar dicha comunidad de personas.

La comunión primera es la que se instaura y se desarrolla entre los cónyuges en virtud del pacto de amor conyugal. Hombre y mujer que, "no son ya dos, sino una sola carne" (Mt 19, 6; cfr. Gén 2, 24), están llamados a crecer continuamente en su comunión a través de la fidelidad cotidiana a la recíproca donación total.

Dicha comunión conyugal hunde sus raíces en el complemento natural que existe entre el hombre y la mujer y se alimenta con la voluntad de compartir todo su proyecto de vida, lo que tienen y lo que son. En Cristo dicha exigencia humana viene asumida, purificada y elevada a perfección con el sacramento del matrimonio: el Espíritu Santo infunde una comunión nueva de amor, que es imagen viva y real de la unión de Cristo con la Iglesia.

La poligamia y el divorcio contradicen radicalmente dicha comunión siendo la causa de la disolución de la familia; la primera niega directamente el designio de Dios desde los orígenes, porque se opone a la igual dignidad personal del hombre y de la mujer en una donación total, única y exclusiva. Asimismo a esta misma donación personal y total de los cónyuges, como también al bien de los hijos, se opone el divorcio.

"Hizo, pues, Yavé Dios caer sobre el hombre un profundo sopor; y dormido, tomó una de sus costillas, cerrando en su lugar con carne, y de la costilla que del hombre tomara, formó Yavé Dios a la mujer, y se la presentó al hombre. El hombre exclamó: «Esto sí que ya es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta se llamará hembra, porque del varón ha sido tomada». Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre; y se unirá a su mujer; y vendrán a ser los dos una sola carne". Gen. 2, 21-24

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El criterio moral de la autenticidad de las relaciones conyugales y familiares consiste en la promoción de la dignidad y vocación de cada una de las personas, las cuales logran su plenitud mediante el don sincero de sí mismas.

De la mujer hay que resaltar, ante todo, la igual dignidad y responsabilidad respecto al hombre; tal igualdad encuentra su singular realización en la donación de uno mismo al otro y de ambos a los hijos, donación propia del matrimonio y de la familia.

Creando al hombre "varón y mujer" (Gén 1, 27), Dios da la dignidad personal de igual modo al hombre y a la mujer, enriqueciéndolos con los derechos inalienables y con las responsabilidades que son propias de la persona humana.

La verdadera promoción de la mujer exige que sea claramente reconocido el valor de su función materna y familiar respecto a las demás funciones públicas y a las otras profesiones. Es por ello necesario descubrir el significado original e insustituible del trabajo de la casa y la educación de los hijos. La sociedad debe estructurarse de manera tal que las esposas y madres no sean de hecho obligadas a trabajar fuera de casa.

Dios los bendijo, diciéndoles: «Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla. (Gén 1, 28).

Dios, en su poder de Creador y Padre, lleva a la perfección la obra de la creación del hombre y de la mujer llamando a los esposos a una especial participación en su amor mediante su cooperación libre y responsable en la transmisión del don de la vida humana:

El cometido fundamental de la familia es el servicio a la vida, el realizar a lo largo de la historia la bendición original del Creador, transmitiendo en la generación la imagen divina de hombre a hombre (Gen 5, 1-3).

Paternidad y maternidad son en sí mismas una particular confirmación del amor, cuya extensión y profundidad originaria nos descubren. Sin embargo, esto no sucede automáticamente; es un cometido confiado a ambos, marido y mujer. La experiencia enseña que el amor humano, orientado por su naturaleza hacia la paternidad y la maternidad, se ve afectado a veces por una crisis profunda.

La paternidad y maternidad son el fruto y el signo del amor conyugal, el testimonio vivo de la entrega plena y recíproca de los esposos:

La fecundidad del amor conyugal no se reduce sin embargo a la sola procreación de los hijos, aunque sea entendida en su dimensión específicamente humana: se amplía y se enriquece con todos los frutos de vida moral, espiritual y sobrenatural que el padre y la madre están llamados a dar a los hijos y, por medio de ellos, a la Iglesia y al mundo. Los hijos son don preciosísimo del matrimonio y contribuyen grandemente al bien de los padres. (cfr. GS, FC, Grat. sane).

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LA FAMILIA EDUCADORA DE LOS VALORES CRISTIANOS

"Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor, porque es justo. «Honra a tu padre y a tu madre». Tal es el primer mandamiento, seguido de promesa, «para que seáis felices y tengáis larga vida sobre la tierra». Y vosotros, padres, no exasperéis a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y en la enseñanza del Señor".: Ef. 6, 1-4

Es principalmente mediante la educación de los hijos como la familia cumple su misión de anunciar el Evangelio de la vida. Con la palabra y el ejemplo, en las relaciones y decisiones cotidianas, y mediante gestos y expresiones concretas, los padres inician a sus hijos en la auténtica libertad, que se realiza en la entrega sincera de sí, y cultivan en ellos el respeto del otro, el sentido de la justicia, la acogida cordial, el diálogo, el servicio generoso, la solidaridad y los demás valores que ayudan a vivir la vida como un don.

Aun en medio de las dificultades, hoy a menudo agravadas, de la acción educativa, los padres deben formar a los hijos con confianza y valentía en los valores esenciales de la vida humana. Los hijos deben crecer en una justa libertad ante los bienes materiales, adoptando un estilo de vida sencillo y austero, convencidos de que el hombre vale más por lo que es que por lo que tiene.

La tarea educadora de los padres cristianos debe ser un servicio a la fe de los hijos y una ayuda para que ellos cumplan la vocación recibida de Dios.

IGLESIA DOMESTICA

"Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él" (Lc 2,39-40).

A través de la educación cristiana, los padres, ayudan a sus hijos a ser más conscientes de su fe. La familia cristiana es una iglesia doméstica. La familia, es una comunidad de fe, esperanza y caridad. Por eso le podemos llamar Iglesia doméstica.

La familia cristiana es una comunión de personas, que reflejan la comunión que existe en Dios entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Así como Dios es creador, la familia comparte con Él esa obra, al procrear y educar a los hijos. ¡Qué gran dignidad tiene la familia que se asemeja a Dios en su obra creadora!.

La familia cristiana, como Jesús, que cuando vino al mundo se dedicó a llevar la palabra de su Padre a todos los hombres, así, la familia tiene la misión de seguir sus pasos, de evangelizar; primero que nada, a sus propios hijos y a todos cuantos le rodean.

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La familia cristiana también es misionera, pues querrá que otras personas también conozcan a Dios, y serán testimonio del amor de Dios por todos.

También, la familia cristiana esta llamada a la oración. A orar juntos a Dios, quien ha creado a la familia. Así, una familia que reza unida, permanecerá unida, pues juntos, los miembros de la familia se ayudarán mutuamente a vivir como auténticos cristianos.

Con la oración diaria, es decir, platicando con Dios en todo momento, contándole todo lo que pasa entre la familia para así estar más cerca de Él, es como se va a fortalecer la unión y el amor que existe entre los miembros familiares. Y, si una familia está unida con Dios por medio de la oración común, el respeto a todas las personas (que somos imagen y semejanza de Dios) se vivirá continuamente, como Dios lo ha planeado.

Es muy bueno el que todos los días, en familia se lea la Palabra de Dios. Si Dios está presente en las conversaciones, el comportamiento de los miembros de la familia será reflejo del amor de Dios. Si únicamente se habla de fútbol, chismes, envidias,..., el comportamiento de la familia será de la misma manera.

La familia cristiana es privilegiada entre las que no son cristianas, ya que es llamada por Dios nuestro Padre a ser en donde se dé la educación en los valores cristianos como el amor, la ayuda mutua, el servicio a los demás y sobre todo, a seguir a Cristo como lo hicieron sus apóstoles.

¡Qué hermoso es encontrar familias que viven ese amor por los demás! ¡Qué felicidad se ve en los rostros de aquéllos que aman a Dios!

Cuando Dios habita en una familia, la felicidad abunda en todos sus miembros.

LA FAMILIA EVANGELIZADA Y EVANGELIZADORA

Evangelizar constituye la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa (EN, 14).

Todos los bautizados hemos recibido la misión, el encargo, la vocación, la responsabilidad de participar solidariamente en la misión de la Iglesia, porque por el bautismo que nos une en la Iglesia a Cristo, participamos de la misión de Cristo y de su triple función: sacerdotal, profética y regia. Esta misión se centra en “evangelizar”. La Iglesia se santifica y se salva evangelizándose; evangelizando, santifica y salva a los demás. Al hablar de la Familia como evangelizada y evangelizadora, necesariamente tenemos que tomar como punto de referencia al Santo Padre Paulo VI en su Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi en donde nos habla exhaustivamente de esta misión fundamental de la Iglesia que es evangelizar.

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La evangelización es un proceso que va del testimonio y el anuncio explícito de Cristo a

la formación e inserción en una comunidad de creyentes que viven el Evangelio, meditan la Palabra y se santifican por los sacramentos, viven en la caridad y la esperanza cristiana y son impulsados por el Espíritu a ser fermento de nuevas comunidades.

La Iglesia tiene como objetivo especial de su acción evangelizadora a la familia, a la que todo hombre hace referencia: Entre los numerosos caminos, la familia es el primero y el más importante. Es un camino común, aunque particular, único e irrepetible, como irrepetible es todo hombre; un camino del cual no puede alejarse el ser humano. En efecto, él viene al mundo en el seno de una familia, por lo cual puede decirse que debe a ella el hecho mismo de existir como hombre.

En el seno del apostolado evangelizador de los seglares, es imposible dejar de subrayar la acción evangelizadora de la familia. Ella ha merecido muy bien, en los diferentes momentos de la historia y en el Concilio Vaticano II, el hermoso nombre de "Iglesia doméstica". Esto significa que en cada familia cristiana deberían reflejarse los diversos aspectos de la Iglesia entera. Por otra parte, la familia, al igual que la Iglesia, debe ser un espacio donde el Evangelio es transmitido y desde donde éste se irradia.

Dentro, pues, de una familia consciente de esta misión, todos los miembros de la misma evangelizan y son evangelizados. Los padres no sólo comunican a los hijos el Evangelio, sino que pueden a su vez recibir de ellos este mismo Evangelio profundamente vivido. Una familia así se hace evangelizadora de otras muchas familias y del ambiente en que ella vive. (EN, 71).

De manera muy especial el modo propio de la evangelización es el amor, característica constitutiva de la realidad familiar; evangelizar significa amar:

En virtud del ministerio de la educación los padres, mediante el testimonio de su vida,

son los primeros mensajeros del Evangelio ante los hijos. Es más, rezando con los hijos, dedicándose con ellos a la lectura de la Palabra de Dios e introduciéndolos en la intimidad del Cuerpo de Cristo mediante la iniciación cristiana, llegan a ser más plenamente padres. Por tanto uno de los campos en los que la familia es insustituible es ciertamente el de la educación religiosa, gracias a la cual la familia crece como "iglesia doméstica". La educación religiosa y la catequesis de los hijos sitúan a la familia en el ámbito de la Iglesia como un verdadero sujeto de evangelización y de apostolado. Se trata de un derecho relacionado íntimamente con el principio de la libertad religiosa