Suma Saranqaña

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Agronomia social. Critica y compromiso para el cambio social rural.

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R E V I S TA D E A G R O N O M Í A S O C I A L

N º 1 o c t u b r e 2 0 1 2

critica y compromiso para el cambio social rural

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Suma-Sarnaqaña Revista de Agronomía SocialAño 1, N°1 – octubre 2012www.ssq.com.uy/revista - [email protected]

Consejo editor: Mariana Scarlato, Ignacio Paparamborda, Carlos Brasesco y Ramón GutiérrezApoyo permanente: Matilde NauarDiseño y diagramación: Inés GarazaImagen de tapa: Luisa CardeneteImpresión: Empresa Gráfica Mosca (Meralir S.A.)

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#2 Editorial

7 Políticas públicas, fortalecimiento institucional y sectores populares rurales

Carlos Brasesco

15 Marx y los campesinos Gabriel Oyhantçabal

21 La ganadería y el campo nativo, viejos problemas y nuevos desafíos

Santiago Scarlato

27 ¿Qué fue del Proyecto Uruguay Rural?

Jorge “Turco” Azzis

31 Una mirada sobre la realidad, algunas reflexiones para abonar nuestra identidad

Julián Cabrera

36 El campo de las políticas sociales y las políticas del campo

María Ingold

41 Rincón cultural: Canción del “Buen día”

Ezequiel Fascioli

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La dictadura ideológica

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Aprincipios de año Irigoyen nos sirvió un plato más de sus contundentes guisados de amor al libre mercado radical*. El condimento nuevo, fue una ofensa cuasi

histérica con la “imposición ideológica” que presume tras el Impuesto a la concentración de inmuebles rurales (ICIR) del gobierno. Un impuesto para las risas en términos recaudato-rios y de su impacto en el fenómeno de concentración de la tierra, pero que sirve para que los orgánicos defensores del agronegocio cierren filas como advertencia de su poder retóri-co y de amplificación de su visión de mundo en la media rural.

Comienza su intervención con dos artilugios fabulosos: 1- re-amplificando la importancia del revuelo que generó el impues-to. Por supuesto que el revuelo al que hacía referencia era de unos pocos actores políticos y económicos de consabido interés corporativo como propietarios rurales, previamente amplificados por sus medios y cuadros políticos amigos. No fue un revuelo ni polvareda real, en ningún lado más que en su imaginación (y los medios), lo cual le sirve para colocar como puesta en escena de su intervención un respaldo de preocupación social general por el asunto. 2- Le pega a la incapacidad de gestión del gobierno, no al papel recaudador del estado, pero comenzando a “rehogar” las primeras ver-duritas del guiso afirmando su doctrina de pensamiento: al estado le compete “administrar lo que recauda” y “controlar”. Después sigue profundizando con una ya popular falacia: todo lo concerniente al mercado es racional, todo lo concerniente a la ideología es estúpido, ridículo, vetusto.

Viene entonces lo contundente, los chorizos y la carne: ubicar una medida menor como el ICIR en el polo socialista-estatista-burocrático-autoritario de la URSS, o bien recurrir al cliché de los resabios sesentistas en los errores del gobierno. Acá se despacha abiertamente y aprovecha para descargar toda su artillería de salsa de tomate y laurel en su denodada lucha por la libertad de negocios y de transacción de tierras. Por si quedaba algún distraído tecnócrata dentro de la izquierda, lo anima a que cambie a su religión: fe en los negocios, fe en la ciencia y la tecnología. Materialismo y positivismo puro y duro. Todo va a salir bien, el mercado es el mejor administrador de los recursos y quien mejor organiza la sociedad.

En esta última cruzada recurre a algunos artilugios para nada novedosos pero no por eso menos eficaces: la libertad de ven-der bien en tiempos de alza de los pequeños propietarios así se van al pueblo con una linda casa y montan alguna pyme; la igualdad entre sectores económicos: por qué querer tierra poco concentrada si vivimos en una economía mundial capi-talista en fase monopólica en prácticamente todas las ramas.

Como postre recurre a la equiparación de las empresas públi-cas con las corporaciones trasnacionales... sin palabras.

Estamos entonces ante un artículo que utiliza como platafor-ma el ICIR pero que tiene como objetivo tender un velo im-preso con una única visión posible del Uruguay y del mundo: aquel donde mande y organice la sociedad en su conjunto quien más tiene capital. Lo fabuloso es que teje una trama de acusación a su adversario coyuntural de su mismo pecado: imposición ideológica. Por religioso devoto del libre mercado sólo ve atributos en sus ideas y ningún problema: señala “el crecimiento, la riqueza y el bienestar del conjunto de la socie-dad”, pero ni uno de los males más terribles para los hombres y las mujeres parecen para él relacionarse con su visión de mundo: el sometimiento, la exclusión social, la violencia, la miseria, la discriminación, las guerras, la depredación… Los hombres son libres cuando “venden su propiedad” y “cuando emigran para vender su trabajo” reza su artículo. Todos estos fenómenos ocurren por libre opción. La religión que promul-ga, por doctrinaria, jamás dirá que nuestra libertad individual (y colectiva como pueblo) está encorsetada duramente en los antojos del capital monopolista.

Se menciona brevemente este último fenómeno, no como problema sino como parte del paisaje natural: “si todos los sectores de la economía están concentrados, por qué la tierra como factor de producción no puede estarlo”. Pero la historia, de la que no procura entender más que aquellos fenómenos que corroboren su visión política de la economía, muestra no sólo que fracasó la URSS, sino que el capitalismo monopo-lista es responsable de los peores fenómenos que conoce la civilización: guerra, hambruna y devastación ambiental. Los fenómenos que ponen en jaque la vida misma. ¿Por qué obvia decir que el neoliberalismo también fracasó estrepitosamen-te y destrozó las sociedades de América latina, entre ellas la nuestra?

Los seguidores de esta ideología sostienen que la responsabi-lidad sobre los problemas que ocurren a la sociedad la tiene: 1- el estado incapaz, lento, burocrático. 2- Los políticos de turno por incompetentes y 3- la izquierda sobreideologizada (más que él imposible!) que alienta a la gente a organizar-se por sus derechos en lugar de someterse con tranquilidad como un niño con sus padres, a lo que el capital disponga para su futuro. Este último sabrá qué es lo que más te conviene: en qué conviene que te eduques, en donde trabajarás, en qué lugar del mundo vivirás, etc.

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Pero hay una parte de la realidad que no gusta de ver y que seguro levantó mas polvareda que este pequeño impuesto. Durante el verano, UTAA volvió a movilizarse, ocupó tierras, marchó, realizó actos, se entrevistó con autoridades en pro-cura de tierra para trabajar y vivir. Volvió a acampar frente al palacio legislativo a fines de abril. Esta parte del paisaje no aparece en las fotos de Irigoyen, salvo cuando su religión la señala con el dedo acusador cual demonio o cual pobre po-seído por el espíritu maligno del sesentismo. Porque aquellos que osen mirar más allá del paisaje natural de la economía de mercado, serán rápidamente golpeados con un garrote y acusados de irresponsables para arriba, todo lo imaginable.

La ocupación de tierras muestra que la libertad individual y colectiva de estos compañeros está absolutamente limitada. El productor propietario será libre de vender o arrendar, pero en la tierra bajo poder del capital, nadie es libre de entrar. Hay sólo camino de salida para el chiquitaje, nunca de entrada. Y este fenómeno/problema, le ocurre al asalariado de la caña, del arroz, del citrus como al productor familiar y sus hijos de cualquier sector, que muchas veces deben asalariarse para obtener un ingreso y seguir viviendo en el campo. Las familias rurales saben que solo hay camino de salida de la tierra.

Esta dictadura ideológica es vieja, por más que insista en ca-muflarse de pensamiento moderno, racional y retoce en sus avances tecnológicos. El mismo estado que la religión del libre mercado critica, es quien protege que exista sólo vía de salida para los de abajo en la economía. La propiedad privada de los medios de producción que su fe propagandea, es un asunto sacralizado por la constitución y defendido a sangre y fuego por las fuerzas de represión si llega el caso. Irigoyen sabe eso. Sabe lo que es la hegemonía del estado por el interés del capi-tal. Sabe el poder que significa controlar la economía y tener el perro guardían al lado de la caja registradora. Pero también es vieja la lucha de los pueblos y los sectores populares por la tie-rra, una lucha donde la historia de América Latina nos ofrece,

;casi cotidianamente, el más rotundo mentís a las teorías de la “tierra-mercancía”. Basta recordar que en torno a la tierra se llevó adelante la primera revolución social del sigo XX (no en Rusia, donde también se luchaba por la tierra obviamente, sino en México en 1910). Fue el asunto de la tierra, o mejor de la tierra como garantía de la libertad, lo que condujo a la primera gran reforma agraria de América Latina y con ella a una reformulación sustancial del con-cepto de “propiedad de la tierra que convendría retomar en estos días de debate sobre el asunto de la concentra-ción y extranjerización de la tierra. Escribieron los consti-tuyentes mexicanos, al calor de la pólvora de tantos años de luchas, el siguiente artículo que dice mucho sobre la América Latina actual:

Artículo 27: la propiedad de las tierras y las aguas compren-didas dentro de los límites del territorio nacional correspon-de originariamente a la Nación, la cual ha tenido y tiene el derecho de transmitir el dominio de ellas a los particulares, constituyendo la propiedad privada”

Como puede verse, la propiedad (privada, ejidal, colectiva, etc.) se constituye, de acuerdo a razones de utilidad pública. No es un hecho de la naturaleza sino de la historia y la socie-dad y por ende sujeto a debate…

Los peludos de la Bella desafiaron una vez más esta insti-tución como acto simbólico de enorme potencia pedagógica para todos los que buscan una agricultura con agricultores. Lo hicieron durante un día, trasladándose luego a acampar en tierras fiscales, para discutir y comunicar al conjunto de la gente lo que buscan. Van varias generaciones de peludos a los que el libre mercado no les arrimó “ni crecimiento económico ni bienestar social”, por lo que saben de sobra que la tierra hay que conquistarla porque el que la posee, como un perro, no soltará el hueso sino se lo arrancan o le dan otro hueso más jugoso.

Tomaron esas medidas de lucha por justicia, por libertad, por soberanía alimentaria: lo hicieron “por tierra para trabajar y para vivir”. Esto último desafía demasiados mandatos de la religión de Irigoyen: quién debe poseer los medios de pro-ducción, por lo tanto quién determina dónde debe trabajar la gente y dónde debe vivir la gente. Querer forjar-crear el lugar para trabajar y vivir es, en el mundo del capital monopolista, una tarea de titanes. Una verdadera hazaña.

Y los productores familiares están también en este mismo di-lema, embarcados en esa misma misión de titanes. Y sabien-do que todo está en contra en las reglas de juego existentes, deben evitar por cualquier modo caer en la trampa que suelen

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día internacional de lucha campesina

Los orígenesEl 17 de abril de 1996, fueron ejecutados por la Policía militar brasilera 19 campesinos sin tierra en el municipio de Eldorado dos Carajás, ubicado al norte de Brasil. Fueron heridos más de 60 campesinos en una confrontación con más de 150 policías. Hombres, mujeres y niños cayeron en el embate. 12 campesinos fueron fusilados con tiros en la cabeza y torax y 7 fueron asesinados con herramientas cortantes. 7 fueron desaparecidos.

En noviembre de 1995 el Movimento dos trabalhadores rurais sem terra (MST) montó un campamento integrado por 1400 familias en vista de la Ha-cienda Macaxeira, originalmente de 42000 hectáreas que había pertenecido a la familia Pinheiro y que en parte aun le pertenecía.

En abril de 1996 marchan en reclamo de la expropiación de la hacienda. Cortan la ruta 150 que une Marabá con el sur de Carajás. La orden, bajo presión de los propietarios rurales, fue despejar la ruta cueste lo que cueste. Diversos testimonios dan cuenta de que la masacre fue planificada y pre-meditada por la policía.

Lejos de oficiar de escarmiento, el movimiento aumentó su lucha, organi-zación y ocupación de tierras. En los siguientes 2 años, fueron repartidas más tierras que en toda la década anterior. En 1997, acamparon más de 8000 personas frente al INCRA (Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria) en Marabá para forzarlo a cumplir sus promesas políticas.

Esta masacre es el acto de violencia estatal más importante efectuado con-tra la lucha por la tierra. Sin embargo, la Comisión Pastoral de la Tierra registra más de 770 personas muertas en conflictos rurales en el estado de Pará entre 1971 y 2004. La débil presencia del estado y el enorme poder latifundista hicieron del sudeste de ese estado el más violento contra los pobres rurales.

Desde 2006, los jóvenes sin tierra acampan en la curva donde ocurrió la masacre, recuerdan a los caídos y aprenden con sus militantes la importan-cia de la lucha popular. El 17 de abril es hoy día internacional de la lucha por la reforma agraria o día internacional de luchas campesinas. Recién en 2012, 16 años después de la masacre fueron condenados y puestos en prisión apenas dos policías: el Coronel Mario Colares Pantoja y el mayor José Maria Pereira de Oliveira.

Morissawa, M. 2001. A historia da luta pela terra e o MST. Ed. Expresao popular.

Sao Paulo, Brasil. Carter, M. 2010. Combatendo a desigualdade social. O MST e a

reforma agraria no Brasil. Ed. UNESP. Sao Paulo, Brasil..

imponer los mismos que los niegan corriéndolos de sus tierras o imponiéndoles formas de vida y produc-ción que no desean.

La sacralidad de la propiedad privada de la tierra no está hecha para proteger a los trabajadores, sino para garantizar el poder de unos pocos que poseen la ma-yor parte del territorio. La sensación que despierta en muchos productores y gremiales de base la medida de ocupación de tierras es de miedo, de inseguridad, de inestabilidad. La pregunta que se hacen es qué harían si les ocuparan sus tierras. Responden entonces soli-darizándose con los propietarios directa o indirecta-mente, con el silencio o con la antipatía explícita frente a la medida de lucha de UTAA.

Pero este dilema no se presenta jamás en la realidad, porque un trabajador rural, una organización no ocu-pará tierras de productores familiares. Saben de sobra los productores familiares que son sus hijos el grueso de las filas de quienes trabajan la tierra por cuenta aje-na. En Bella Unión, UTAA se organiza y forma alianzas con los pequeños productores granjeros. Ocuparon las tierras de un prestamista que usuró y expolió a los pequeños productores.

El asalariado como el productor familiar no debe estar preocupado por el resguardo de la propiedad privada de la tierra, sino por el resguardo de que la tierra sea un lugar donde se pueda y deba producir y vivir. La tie-rra debe ser por excelencia el sitio forjador de la vida, creador de alimentos y servicios, garantía de bienes-tar y salud del pueblo. El futuro está por construirse, que no nos veten ningún sueño, que no nos impidan ensayar formas superiores de organización social, ni formas mejores de producir y vivir en la tierra.

* * *

* Irigoyen R. La imposición ideológica. El país agropecuario, febrero de 2012. http://www.elpais.com.uy/suplemento/agropecuario/la-

imposicion-ideologica/agrope_627173_120229.html

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“sueña Antonio con que la tierra que trabaja le pertenece,sueña que su sudor es pagado con justicia y verdad,sueña que hay escuela para curar la ignorancia y medicina para espantar la muerte,sueña que su casa se ilumina y su mesa se llena,sueña que su tierra es libre y que es razón de su gente gobernar y gobernarse,sueña que está en paz consigo mismo y con el mundo.Sueña que debe luchar para tener ese sueño,sueña que debe haber muerte para que haya vida.Sueña Antonio y despierta...” Cuentos del Viejo Antonio (del EZLN)

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Políticas públicas, fortalecimiento institucional y sectores populares rurales

Carlos [email protected]

IntroducciónEstas líneas abarcan la temática de las políticas públicas de fortalecimiento institucional para el desarrollo rural llevadas adelante a partir del año 2005 en el Uruguay y los efectos que han podido apreciarse en la capacidad de desarrollo, bienes-tar y autonomía de los sectores populares rurales como consecuencia de las mismas.

Es indispensable consignar que el enfoque esco-gido para este muy sucinto análisis es el de la implicación crítica con los procesos de activación y desarrollo de niveles crecientes de autonomía y bienestar de los sectores populares rurales. Quien escribe, ha participado de los procesos analizados y por tanto descarta toda “distancia crítica” de los mismos, y se sitúa para el análisis en medio de las peripecias de las organizaciones vinculadas a la producción familiar, que son las que se conocen con mayor profundidad.

Políticas públicas de fortalecimiento A partir del año 2005, el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), en base a sus nuevos lineamiento estratégicos, definió la promoción de la “organización” de los productores familiares y asalariados rurales como una estrategia transversal a sus distintas herramientas de acción sobre la realidad agropecuaria (en particular Programa Ganadero, Programa Uruguay Rural y Proyecto Producción Responsable, de ahora en más, PG, PUR y PPR, respectivamente).

Era en estos tres “programas” de financiamiento internacional donde existía mayor flexibilidad para la re-definición de objetivos, planteles gerenciales y técnicos y estrategias de intervención, y a su vez, recursos “frescos” (es decir, de fácil realización en el corto plazo) para aplicar al Fomento y la Extensión Rural en el marco de un MGAP y una institucionalidad agropecuaria que desde los años 90 venía desarmando todas sus estructuras de extensión rural (obviamente sin que ningún trabajador rural las echara mucho de menos…).

“La cabeza solo piensa bien donde los pies pisan”

Frei Betto

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No es objeto de este artículo analizar el período de consagración y crisis del modelo de extensión rural basado en las diversas teorías y nociones “desarrollis-tas” que desde los años cincuenta hasta fines de los ochenta inspiró las principales políticas agropecuarias del país. Sí es necesario dejar sentado el hecho de que el modelo neoliberal, en el período 1973-1990, se propuso y logró desarticular todos y cada uno de los elementos constituyentes del modelo anterior, y reestructurar la institucionalidad agropecuaria en base a la semi-privatización de las agencias estatales de investigación y extensión, la reducción y aislamiento de aquellas que subsistieron como entidades estatales (el Plan Agropecuario y la JUNAGRA por ejemplo) y el diseño de un MGAP como institución principalmente dedicada a la definición de las grandes políticas agro-pecuarias y a tareas de contralor vinculadas al mejor desempeño de los sectores agrarios mas vinculadas al mercado internacional.

Así pues, el MGAP a partir del año 2005 se propuso reactivar las funciones de promoción del desarrollo ru-ral y la extensión rural, a los efectos de re-equilibrar su peso con respecto a las funciones de contralor y monitoreo y de incidir más activamente en la realidad agropecuaria, llegando a sectores sociales rurales tradicionalmente relegados en las políticas públicas agropecuarias. Para ello desplegó una serie de instru-mentos, que detallaremos brevemente. En primer lugar estableció como objetivo la creación y/o reactivación

de organizaciones de los múltiples actores rurales so-cialmente vulnerables frente a los procesos de agudi-zación de los fenómenos de concentración y extranje-rización de la riqueza y del territorio rural. Fenómenos que venían de décadas atrás pero que se acentuaron tras el despegue económico inmediatamente posterior a la crisis del 2002, de la mano de la “revolución agrí-cola” que trajo la expansión de la agricultura sojera y la forestación, entre otros fenómenos muy conocidos actualmente.

De ese modo el PUR (y en menor medida los otros Pro-gramas, sujetos a mayores restricciones de acuerdo a las diferentes fuentes de financiamiento y a ciertas “disonancias” y ruidos en la aceptación de esta polí-tica por parte de algunos actores clave del MGAP en-cargados de ejecutarla sin demasiada convicción…), desarrolló una serie de Convenios con Organizaciones Sociales de la Producción Agropecuaria Familiar, en general sociedades de fomento rural, y otras entidades de naturaleza gremial y de fomento. Estos Convenios preveían la instalación de Equipos Técnicos Multidisci-plinarios (diremos ETM para ahorrar espacio), que in-cluían como novedad la incorporación de profesionales de las áreas sociales (psicólogos, antropólogos, traba-jadores sociales, etc.) a los tradicionales agrónomos y veterinarios. Además, se incluía apoyo para soporte administrativo, y otras erogaciones que fueran nece-sarias para el arranque de la organización. Estos ETM se constituyeron de forma variada, con mayor o menor

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en la población objetivo ha estado muy alejado de las expectativas generadas en el marco de las organiza-ciones apoyadas por estos programas y proyectos. A las limitaciones de la Ley (que taxativamente establece una función meramente instrumental y asesora para las MDR, alejada del menor atisbo de participación en la definición y el diseño de las políticas públicas agropecuarias), se sumaron las obvias relaciones con-flictivas entre las lógicas políticas, burocráticas y de los actores sociales organizados, sobre todo en un contexto de evidentísima debilidad institucional de las organizaciones sociales implicadas. También, dicho diseño descentralizador fue rápidamente interpretado por muchos jerarcas del MGAP y demás instituciones públicas agropecuarias, como un valioso espacio de le-gitimación “a posteriori” de sus decisiones, cuando no, de sus propias estrategias de conflicto con alguna otra institución pública agropecuaria participante de dicho espacio. A la vez, la ruidosa ausencia en todo el esque-ma de instituciones como el BROU, y la participación cuasi nula de dependencias del MGAP como JUNAGRA, INAVI, etc., agregó nuevos motivos de desencuentros y desarreglos que la Ley ni siquiera previó.

En muchos casos fue la especial pericia del Director Departamental del MGAP (Coordinador de la MDR) lo que permitió ciertos procesos de generación de es-trategias colectivas locales para hacer presión en la definición de ciertas políticas públicas, o su adaptación a las características de una zona o región en particular. En otros casos, la unión regional de las organizacio-nes locales por fuera de la MDR, fue lo que aportó una cierta elevación de los niveles de debate y acción en el marco de las Mesas (intentó acercarse a eso la experiencia de la Coordinadora de Organizaciones del Noreste y Santoral de Canelones, nucleada en el seno de la Comisión Nacional de Fomento Rural a partir de 2008).

Políticas para el fortalecimiento de las organizacionesAquí nos concentraremos en la acción de las políticas de fortalecimiento institucional a nivel de las organizaciones locales, particularmente aquellas vinculadas a la Producción Agropecuaria Familiar (PAF).

El primer efecto visible de estas políticas, en una pers-pectiva de largo plazo, ha sido la generación de nuevos cuadros directivos en más de un centenar de organi-

{ }intervención del MGAP, según fuera la capacidad de decisión previa de la organización y/o de los cuadros directivos de la misma que estaban comenzando su reactivación.

Conjuntamente con esto, se generaron y/o adaptaron herramientas financieras para los sectores rurales más vulnerables (microcréditos, fondos de inversión predia-les, fondos rotatorios para planes colectivos de pro-ducción y/o comercialización) y se coordinó (con éxito muy dispar) con los otros dos programas (PG y PPR) y con otras instituciones como el Instituto Nacional de Colonización y DIGEGRA, por ejemplo, a los efectos de generar mejores condiciones de acceso para los pro-ductores familiares y asalariados rurales de mas bajos recursos y mayores dificultades de acceso a los cen-tros de decisión.

Por otro lado, el MGAP impulsó la aprobación de la Ley de Descentralización de la institucionalidad pública agropecuaria (en realidad parte de ella), la cual creó el Consejo Agropecuario Nacional (CAN), los Consejos Agropecuarios Departamentales (CAD) y las Mesas de Desarrollo Rural (MDR). Estas últimas constituirían el ámbito formal de confluencia en el territorio de las ins-tituciones públicas agropecuarias y las organizaciones sociales de los productores familiares y asalariados ru-rales con presencia en cada zona. Los dos primeros or-ganismos fueron diseñados como espacios de articula-ción del vasto archipiélago de instituciones que operan a nivel agrario (MGAP, intendencias municipales, INIA, IPA, INC), y las Mesas de Desarrollo fueron concebidas como ámbitos propicios para la “instrumentación” (tal cual dice la Ley) en el territorio de las políticas agro-pecuarias nacionales y departamentales. Ilustrativo de este enfoque del concepto de “descentralización” es la exclusión de las organizaciones sociales agrarias de carácter nacional del ámbito de los CAN. Podría decirse que las MDR fueron la creación más notoria de la Ley, además de los dos Encuentros de la Producción Agro-pecuaria Familiar realizados, donde las organizaciones sociales de todo el país confluyeron para debatir sus respectivos procesos de reactivación y desarrollo.

No podemos aquí entrar en detalles acerca del des-empeño de los distintos instrumentos desplegados por las políticas de desarrollo rural, aunque cabría desta-car, en líneas generales, que, más allá de las diver-sas experiencias que se han generado, su efecto real

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zaciones a lo largo y ancho del país. Efecto difícil de ponderar, y aún de valorar en el corto plazo, pero in-dispensable para cualquier esfuerzo de transformación social agraria que no descanse en vanas esperanzas de espontaneidad de los sectores populares rurales (y de cualquier otro sector de la sociedad, por cierto). Desde la perspectiva de quien escribe, es este, por lejos, el efecto más alentador de las políticas desa-rrolladas, pese a sus insuficiencias y a su acentuada heterogeneidad regional y territorial. Centenares de productores, técnicos, asalariados, se han visto inmer-sos en procesos de organización que, inevitablemente incidirán, en algunos más que en otros, en su toma de consciencia acerca de los fenómenos políticos, eco-nómicos, y sociales que condicionan la realidad rural en la que se desenvuelven. Con que algunos de ellos saquen de todo esto conclusiones transformadoras que los estimulen a meditar y actuar críticamente en sus prácticas cotidianas se habrá ganado mucho, aún te-niendo en cuenta a los desencantados o a los oportu-nistas que se perderán en el camino…

Muchos dirigentes, militantes y técnicos de estas organizaciones sabrán apreciar de otra manera, con

mayor madurez sin duda, las im-plicancias de la dependencia de las organizaciones respecto del Estado, los costos de la debili-dad institucional de las orga-nizaciones, las dificultades de las relaciones entre técnicos y productores en la gestión del desarrollo rural, los efectos sutiles pero implacables de las asimetrías de “poder” (aún las más mínimas) en la conducta de los

i n d i v i d u o s , y s o b r e t o d o , e l p e s o d e procesos económicos, sociales y culturales de alcance nacional y mundial sobre lo que efectivamente se hace en cada lugar.

Por otro lado, por primera vez en mucho tiempo, con la modalidad de Convenios ensayada con las organizacio-nes de productores familiares, los “técnicos” agrarios han dejado de fungir (por lo menos formalmente) como “intermediarios” entre el Estado y los productores indi-viduales, y han sido ubicados (siempre en el plano del diseño teórico de la política) en el exacto lugar que les corresponde como modestos compañeros de ruta de los sectores con quienes trabajan.

Sabemos que la realidad, muy porfiada ella, nos mues-tra a cada minuto su distancia del planteamiento teóri-co, pero éste por si solo ya generó una nueva situación que, gradualmente, irá mejorando la autoconfianza de los sectores populares rurales con respecto a su papel en el proceso de desarrollo. A través de estos Con-venios las organizaciones no solamente debían selec-cionar a los integrantes de los ETM, sino realizar el seguimiento, contralor y evaluación de sus tareas, “a medias” con el organismo financiador. Más allá de las obvias dificultades generadas en esta triple relación Estado/Organización/Técnicos, que muchas veces no pudieron ser resueltas satisfactoriamente, el planteo general tiende a reafirmar que son los trabajadores de la tierra (productores familiares y asalariados) los sujetos centrales de la transformación agraria, y esta no será si su autoestima y autoconfianza individual y colectiva no se fortalece significativamente.

En tercer lugar, la lógica intrínsecamente subordinado-ra del Estado, unida a la debilidad institucional de las organizaciones sociales rurales participantes, muchas

de ellas recientemente creadas o reactivadas, con-figuró una permanente relación de dependencia de las mismas respecto a las diferentes agen-cias estatales financiadoras, en particular en el ámbito del MGAP. En muchos casos esta de-pendencia resultó acentuada por el propio sen-tido de responsabilidad de los directivos de las organizaciones que, ante el hecho de que una buena relación con los organismos del Estado involucrados significaba el acceso a distintas políticas públicas de sus asociados o vecinos, no fueron capaces de decidir acciones más

Políticas públicas, fortalecimiento institucional y sectores populares rurales

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audaces que hubieran redundado en fortalecer a las propias organizaciones, concentrándose en aquellas actividades prioritarias para sus asociados. Es decir, se generaba un círculo vicioso de dependencia donde los apoyos que se disponían para fortalecer, terminaban obstruyendo o dificultando los procesos de autoafirma-ción institucional de la organización.

Muchas veces, la propia toma de consciencia por parte de las organizaciones de que no se era parte de la toma de decisiones en materia de políticas públicas agrarias, llevó a muchos a resignarse a administrar las existentes con el mayor beneficio posible para sus aso-ciados, lo cual, siendo lógico desde el punto de vista de la organización, desvirtúa el papel de las organi-zaciones sociales rurales como factor de cambio en las estructuras sociales. Lo más grave es que una vez asumida la conducta del dirigente “administrador”, se generan fuertes presiones para asumir el discurso y las técnicas de manipulación de cualquier burócrata: atribuir a su gestión todos los logros y a “la gente” todos los fracasos.

De ahí el “leit motiv” que cualquiera puede notar cuan-do habla con los directivos y gerentes de experiencias asociativas rurales fracasadas: todo se reduce a que los productores son individualistas y no tienen sentido cooperario. Es que la propia especialización y transmu-tación de los directivos en administradores de políticas públicas conduce al desprecio por los “legos” del que ostenta todo burócrata digno de tal sello. Y es obvio que la propia apatía que todo esto genera en la masa de los productores, acentuada por los escasos efectos de las políticas de desarrollo rural en el desempeño de sus predios (y por ende en sus vidas cotidianas), no hace más que reforzar la desconfianza recíproca entre asociados y dirigentes, llevando a estos últimos a preocuparse más de la “organización” como tal, como fin en sí mismo, desvirtuando el carácter de herra-mientas para la resolución de problemas comunes a sus integrantes.

En cuarto lugar, la misma dependencia de los recur-sos estatales para renovar los Convenios y los apoyos económicos establecidos para las organizaciones, re-plantea el viejo tema de la “teoría del serrucho” que, comentan a menudo quienes han sido protagonistas de distintos impulsos de apoyo estatal a la producción fa-miliar y la extensión rural, aparece como la alternancia continuada en el tiempo de períodos de auge y caída

(igual que los dientes de un serrucho) de los niveles de organización y desarrollo de propuestas alternativas agrarias, de acuerdo al nivel de apoyo que en cada instancia brinde el Estado de acuerdo a sus prioridades políticas. Estos vaivenes en los procesos de organización de los sectores populares rurales, asociados a la mayor o me-nor benevolencia de las políticas públicas y la acción del Estado en la economía agraria, están vinculados a una concepción de raíz tecnocrática según la cual, tras un período de subsidio temporal para que los pro-ductores organizados contraten técnicos y obtengan otros apoyos en la gestión de las organizaciones, se harán cargo gradualmente del sostenimiento tanto de las organizaciones (o sea, su aparato administrativo) como de las actividades de asistencia técnica y exten-sión rural que se desarrollan en torno a las mismas. Lo que llama poderosamente la atención es la insistencia (y reincidencia) en este supuesto que la realidad se encarga todos los días (programa tras programa) de desmentir escandalosamente.

Desconozco si se llevan cuentas a nivel del MGAP de los miles de millones de dólares del presupuesto na-cional y de endeudamiento externo que se han apli-cado a “subsidiar” asistencia técnica para pequeños productores en condiciones de “pobreza”, en el enten-dido que, una vez superada esa condición, concurrirían felices a contratar a esos técnicos otrora subsidiados, lo cual efectivamente no pasará… Y no pasará porque la asistencia técnica y extensión rural por si sola no modifica la calidad de vida de los produc-tores y sus familias, y por lo tanto, una vez que desapa-rece el subsidio desaparece la “necesidad” de asistencia técnica y extensión rural. Solo si esta con-tribuye a modifi-car (mejorándo-la) la inserción comercial y la fortaleza eco- nómica de los sistemas de producción

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familiar estos apreciarán su necesidad, y eso es aún un hecho no conocido por estos lares.

Y lo mismo que pasa con la asistencia técnica pasa con las organizaciones: las mismas son “asumidas” por los productores cuando efectivamente contribuyen a mejorar su calidad de vida, y a resolver problemas que individualmente no son pasibles de ser resueltos. Sino vegetan a la sombra de un subsidio y mueren de muerte natural, como ya murieron muchas veces en la historia agraria del Uruguay y de cualquier parte.

Convendría, a los diseñadores de políticas públicas de desarrollo rural con un sentido transformador, pensar, antes de establecer apoyos y equipos técnicos, en qué cosas hacen las organizaciones de productores fami-liares en los momentos en que carecen de todo apoyo, y muy probablemente ahí hallen indicios de cuáles son las verdaderas necesidades y prioridades de los pro-ductores organizados. La propia historia del sistema de fomento nos enseña para qué se empezó juntan-do la gente: para aprovisionarse de insumos a menor costo, para comercializar en común, para procurarse servicios de apoyo a la producción a los que no podían acceder de forma individual, para conseguir atraer la atención de las autoridades para establecer servicios comunes como caminos y demás infraestructuras que mejoraran la calidad de vida de la región… cosas rela-tivamente sencillas que no requieren ninguna millona-ria consultoría para ser detectadas y acordadas con la gente… Si se opera de esta forma se podrán generar organizaciones que constituyan un instrumento válido para sus integrantes más allá de las quebradizas (y resbalosas) muletas del Estado.

En quinto lugar, subsiste un tema de fondo: el modelo de desarrollo rural que inspira las políticas de fortale-cimiento institucional de las organizaciones. Una cosa sería que el modelo apueste a una agricultura familiar “complementaria” (o sea, subordinada) al patrón de desarrollo agrario pautado por la expansión del agro negocio transnacional, otra cosa será que se apueste a un modelo de organización de la producción familiar cooperativizada controlada por la burocracia estatal corporativa (llena de regulaciones, controles y subsi-dios) y otra cosa será si se apuesta al desarrollo de la producción familiar en base al fortalecimiento de los sistemas productivos familiares existentes o posi-

bles de generar en el mediano plazo y su asociación voluntaria de acuerdo a sus propios intereses y ne-cesidades. Es necesario explicitar cual es la realidad agraria que se pretende instaurar como resultado del “desarrollo rural”, para discutir el mismo sobre bases ciertas: la agricultura familiar vendedora de servicios al agronegocio, la agricultura familiar “asalariada” del Estado al estilo socialista clásico o la producción fa-miliar propiamente dicha basada en un paisaje de mu-chos pequeños productores dispersos en el territorio y asociados por sus necesidades… Sin duda puede ha-ber, y de hecho hay, más opciones que las planteadas pero parece un buen esquema para discutir el tema en profundidad.

Para terminar, podemos concluir de estos procesos de fortalecimiento institucional, una cuestión bien senci-lla: si nos asiste un poco de suerte y logramos apren-der de estos procesos, los mismos pueden servir a los protagonistas (productores familiares, asalariados rurales, técnicos comprometidos) para reajustar las organizaciones sociales, de la única manera posible, haciéndolas coincidir lo más exactamente posible con las necesidades y pririodades de sus integrantes, for-mando cuadros dirigentes capaces de escuchar, sin-tetizar y operar sobre la realidad con sentido crítico y constructivo, generando tanta autonomía como sea posible de las instituciones del Estado y del Mercado, ya que no hay que olvidar que el mismo palo que sirve de muleta puede servir de garrote, llegado el caso, por lo que conviene estar prevenido…

Inevitablemente muchas organizaciones no serán ca-paces de superar la falta del apoyo estatal, pero mu-chas otras tal vez si y eso es suficiente para emprender una nueva etapa, sabrán que deben pensar en elaborar políticas agrarias para el desarrollo de la producción familiar y presionar por ellas, sin esperar que vengan desde el Estado, aprovechar las capacidades econó-micas generadas para transformarlas en capacidades políticas de negociación, tanto a nivel del Estado como del Mercado. Porque no hay alternativa para la pro-ducción familiar, organizada o no, si no se conquista un espacio económico más importante en el merca-do nacional que habilite otra presencia política. Los pobladores somos demasiado pocos numéricamente, tanto que ya ni el fantasma de los exiliados rurales en las periferias de la ciudad da para conmover a las clases medias urbanas y por lo tanto, solo la iniciativa

Políticas públicas, fortalecimiento institucional y sectores populares rurales

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La caída del presidente del Paraguay, Fernando Lugo, fue pla-neada en sus menores detalles (…) Se trató de una manifes-tación de la confrontación continental y mundial de dos con-ceptos antagónicos de democracia: aquella que la ve como el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, y aquella que la ve como el gobierno de las clases dominantes, por las clases dominantes y para las clases dominantes.

Fue manipulada cínicamente la legítima ocupación de una tie-rra mal habida, por campesinos que necesitan tierra para cultivar. (…) El incidente de Curuguaty, que está todavía sien-do investigado, demuestra que el asesinato de policías fue realizado con armas de alto poder, usadas por francotiradores profesionales.

La velocidad con que fue armado el juicio político es critica-da en el continente y el mundo(…) Pasará a la historia este episodio bochornoso en que un Presidente de la República fue acusado sin pruebas, con un plazo irrisorio para preparar su defensa. Los argumentos de la defensa, de altísima calidad a pesar del escaso tiempo permitido para prepararla, no fueron analizados por los senadores, simplemente porque la senten-cia condenatoria ya estaba escrita.

Del escenario político-agropecuario

• La intensificación de la lucha de los campesinos por ac-ceder a la tierra y su creciente organización.

• El aumento de la prohibición de semillas transgénicas lo que puede afectar a los enormes lucros de la multina-cional norteamericana Monsanto.

• La propuesta de aplicación de impuestos a la exportación de commodities.

• La fiscalización de pulverizaciones tóxicas por aviones por el SENAVE.

• La decisión de realizar una Reforma Agraria que tenga en cuenta que el 82 % de la tierra está en manos del 2% de los propietarios (…).

Díaz Bordenave, J. Extractos de “El golpe parlamentario en el Para-

guay”/ Díaz Bordenave es paraguayo, agrónomo y doctor en comuni-

cación agrícola.

para lograr mayor presencia económica en el mercado interno (por ejemplo logrando el abastecimiento de las compras estatales por parte de la producción familiar) y exter-no puede hacer que la producción familiar reconstruya la fisonomía que supo tener y con ello aportar a un modelo de desarrollo rural más justo, democrático y equilibrado territorialmente. Ojala sea posible, aunque como todo ideal, tal como sostenía Vaz Fe-rreira comparando los ideales con los glo-bos aerostáticos, debe elevarse tanto como sea posible sin desprenderse de la barqui-lla, con toda la carga. De poco servirá ele-varse hasta las mayores alturas del ideal, si la carga de la acción y el sentido de realidad quedan en tierra….

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¿hasta dónde llega el agronegocio?

El golpe parlamentario en Paraguay

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l “Afirmar que el fondo de la realidad es conflic-tivo, significa postular un universo inacaba-

do. La totalidad existe en una totalidad abierta. Las posibilidades de cambio no se reducen a meros estadios distintos de la misma totalidad. Son posibilidades de modificar sustancialmente la totalidad en cuanto tal. No son transformacio-nes meramente cuantitativas, sino verdaderas alteraciones cualitativas. La totalidad no es algo a ratificar, sino a transformar en forma perma-nente. Los valores morales no estan dados, no se encuentran ante mí, no pueden deducirse de una ley natural preestablecida. Los valores morales son el resultado del esfuerzo creativo de los hom-bres en el intento de modificar la totalidad o de mantenerla estable”. José Luis Rebellato, 1986.

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PrefacioEl artículo que aquí presentamos inicia una serie que busca aportar a la sistematización de las ideas de los principales intelectuales que, desde una perspectiva pos-capitalista, han analizado al grupo/clase/sujeto social conocido como campesinado. Se trata de un pri-mer aporte, necesariamente parcial e incompleto, que se propone promover otros aportes que dinamicen la reflexión y la polémica desde esta herramienta de co-municación y encuentro que es Suma Sarnaqaña. En este artículo esbozaremos algunas de las principales reflexiones que nos legó Karl Marx sobre el campesina-do. En artículos subsiguientes esperamos poder avan-zar sobre el análisis de otros autores como Vladimir Ilich Ulianov (Lenin), Karl Kaustky, Alexander Chayanov y Theodor Shanin. De más está decir que serán bien-venidos artículos de otros autores/lectores interesados en amplificar la discusión sobre la temática.

Por qué ocuparnos de autores que escribieron sobre el campesinado y la cuestión agraria hace más de 150 años se preguntarán con razón los lectores de la re-vista. La respuesta, aunque pueda parecer sencilla, radica en que algunos de los autores mencionados han tenido una influencia trascendental en el pensamien-to contemporáneo a nivel social, político y académico, en lo que hace a cómo entender al campesinado y su devenir histórico en la sociedad capitalista1. Se trata, creemos, de elaboraciones de gran solidez teórica y que, producto de la orientación ideológica de sus au-

1 El capitalismo es una forma histórica de producir riqueza en la sociedad que, simplificando, podemos caracterizar por los siguientes elemen-tos: (1) se producen mercancías para vender en el mercado con el objetivo último de obtener ganancias (y no de satisfacer las necesidades humanas); (2) propiedad privada de los medios de producción (tierra, maquinarias, infraestructura); (3) uso generalizado de trabajo asalariado porque existen trabajadores separados de los medios de producción. En la sociedad capi-talista existen por tanto clases sociales, es decir, grandes agrupamientos humanos con intereses contrapuestos. De forma muy sintética, y con fines didácticos, se distingue entre los burgueses (dueños de los medios de pro-ducción), los obreros (que venden su fuerza de trabajo por un salario), y en una situación intermedia los campesinos y artesanos que controlan parte de los medios de producción, utilizan trabajo familiar (no asalariado), y son su-bordinados a las empresas capitalistas que les venden insumos y les compran la producción.

tores (algo que no menoscaba su rigurosidad), genera lineamientos concretos para la acción o, poniéndolo en otros términos, para la praxis social y política.

La última aclaración que queremos hacer antes de pa-sar al artículo en sí, refiere a la utilización del concepto campesinos/campesinado. Como es bien sabido este concepto es de escasa o nula utilización en la jerga ha-bitual a nivel político, social y académico en Uruguay. Estamos acostumbrados a escuchar términos como pequeño productor, productor familiar o más reciente-mente y cada vez con mayor utilización agricultor fa-miliar. En particular desde la academia se ha generali-zado el uso de este concepto. La principal organización representativa de este tipo social, la Comisión Nacio-nal de Fomento Rural (CNFR), se autodenomina como representante de los agricultores familiares, así como desde esferas gubernamentales (Dirección General de Desarrollo Rural) se utiliza indistintamente agricultura familiar o producción agropecuaria familiar (hay una definición oficial al respecto) y a nivel regional se ofi-cializó la Reunión Especializada sobre Agricultura Fa-miliar (REAF). No es objeto de este artículo polemizar sobre los usos y desusos en la nomenclatura nacional de los sujetos/clases sociales del medio rural, aunque esta es sin duda una tarea importante, sin embargo vale la pena enfatizar que los conceptos no son neu-tros, que entrañan aspectos críticos y/o legitimadores del orden establecido, y que son resultado de la dispu-ta de ideas. Así por ejemplo en el artículo del Maestro Miguel Soler Roca en el Número 0 de Suma Sarnaqaña, aparece el término campesinos en la declaración sobre “Reforma Agraria” de la Primera Convención de la Fe-deración Uruguaya de Magisterio.

En este sentido es que optamos por utilizar el término con el que desde 1800 se denomina a los productores rurales que trabajan la tierra con su familia, sea para autoconsumo y/o para la venta de mercancías, y con el que en la actualidad se auto-definen los más de 70 millones de campesinos organizados en La Vía Cam-pesina.

Marx y los campesinos

Gabriel Oyhantçabal [email protected]

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Los campesinos franceses Es fundamental señalar que Marx nunca se abocó es-pecíficamente a estudiar al campesinado como clase social y su inserción en el capitalismo. Su objeto de estudio, para lo cual desarrolló el materialismo dialéc-tico como método de investigación, fue la economía capitalista. Por este motivo se encuentran en su obra abordajes parciales y no específicos del campesinado, no obstante lo cual, su aporte a la discusión teórica y práctica sobre este tipo social ha sido de gran rele-vancia, tanto por el aporte de conocimiento específico que realizó como por la influencia que tuvo, y tiene, en el pensamiento de las sociedades contemporáneas en general y en las ciencias sociales en particular.

En su obra es posible encontrar abordajes diferentes, sino contradictorios, sobre el campesinado. Uno de los pasajes más difundidos y polémicos se encuentra en El 18 Brumario de Luis Bonaparte (1852), donde analiza cómo la revolución de 1848 en Francia desembocó en el golpe de Estado de Luis Bonaparte (sobrino de Luis XVI) en 1851 a impulso de la burguesía francesa. En este estudio histórico-concreto sobre la lucha de cla-ses en Francia, Marx realiza una severa crítica sobre el papel desempeñado por los campesinos franceses en este período, refiriéndose a ellos en un célebre pasa-je de la siguiente forma: “Los campesinos parcelarios forman una masa inmensa, cuyos individuos viven en idéntica situación, pero sin que entre ellos existan mu-chas relaciones. Su modo de producción los aísla a unos de otros, en vez de establecer relaciones mutuas entre ellos (...) Cada familia campesina se basta, sobre poco más o menos, a sí misma, produce directamente ella misma la mayor parte de lo que consume y obtiene así sus materiales de existencia más bien en intercam-bio con la naturaleza que en contacto con la sociedad. La parcela, el campesino y su familia; y al lado, otra parcela, otro campesino y otra familia. Unas cuantas unidades de éstas forman una aldea, y unas cuantas aldeas, un departamento. Así se forma la gran masa de la nación francesa, por la simple suma de unida-des del mismo nombre, al modo como, por ejemplo, las patatas de un saco forman un saco de patatas. (...) Por cuanto existe entre los campesinos parcelarios una articulación puramente local y la identidad de sus intereses no engendra entre ellos ninguna comunidad, ninguna unión nacional y ninguna organización políti-ca, no forman una clase. Son, por tanto, incapaces de

Karl Marx

Seguramente conocido, al menos de nombre, por casi todos dada la influencia y difusión que tuvieron sus ideas durante el siglo XX, en particular luego del triunfo de la Revolución Bolchevique en Rusia (1917) y la posterior generalización de diversas experiencias socia-listas en el mundo. Karl Marx (1818-1883) es indudablemente el autor que sintetizó mejor el más potente arsenal crítico sobre el sistema capitalista y la sociedad burguesa, expuesto en su obra magna El Capital (1867). Nació en Tré-veris (hoy Alemania) en una familia de “clase media”, estudió filosofía en la Universidad de Jena de la cuál se graduó en 1841, sin embargo debió dedicarse al periodismo por las sucesivas persecuciones políticas de las que fue víctima. Formado bajo la influencia del idealismo dialéc-tico del también filósofo alemán Friedrich Hegel (1770-1831), se distanció de esta perspectiva a partir del descubrimiento del materialismo de la obra Ludwig Feuerbach (1804-1872) que lo lle-vó a la elaboración de su concepción de mundo conocida como materialismo dialéctico (Netto, 2009), y que es brillantemente sintetizada en las Tesis sobre Feuerbach de 1845.

No fue un académico como se los conoce hoy en día, dedicó su vida a la militancia política por la superación del capitalismo y la construcción de una sociedad comunista (Netto, 2009), y fue desde esa perspectiva que elaboró un marco doctrinario para el análisis crítico del modo de producción capitalista. En este sentido que An-tonio Gramsci (1891-1937) denominó la teoría de Marx como filosofía de la praxis, en la medi-da que filosofía y conocimiento son puestos al servicio de la acción y la transformación social, y no son un fin en sí mismo.

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hacer valer su interés de clase en su propio nombre, ya sea por medio de un parlamento o por medio de una Convención. No pueden representarse, sino que tienen que ser representados (...) por consiguien-te, la influencia política de los campesinos parcelarios encuentra su última expresión en el hecho de que el poder ejecutivo somete bajo su mando a la sociedad” [negritas del autor] (Marx, 2003: 115-116).

La interpretación de este pasaje es clave a la hora de determinar las características del campesinado en la sociedad capitalista, ya que se lo interpreta como un juicio de alcance universal (para todo tiempo y lugar), o como un análisis histórico y concreto de una coyuntura particular, como entendemos fue el objetivo de Marx. En otro pasaje igualmente polémico se refiere a la in-surrección de los campesinos en la Francia revolucio-naria de 1848 como “bufonada histórico-universal, je-roglífico indescifrable para la inteligencia de hombres civilizados, este símbolo ostentaba inequívocamente la fisonomía de la clase que representaba la barba-rie dentro de la civilización” (Marx, 2001a: cap. 2) [negritas del autor]. Estas ideas se relacionan con los escritos de Marx sobre el papel positivo y progresista del imperialismo inglés en la India2, de la colonización francesa en Argelia y de la invasión de México por los Estados Unidos.

Posteriormente en El Capital, a la luz del caso del de-sarrollo industrial en Inglaterra, Marx esboza la ley de tendencia de la diferenciación social de los pro-ductores directos de mercancías en burgueses por un lado y obreros por otro, tendencia precedida por el proceso de acumulación originaria donde la naciente burguesía utilizando la violencia del Estado expropia las tierras comunales, según la cual los campesinos son una clase en transición dentro del capitalismo que tiende a desaparecer. Esta idea aparece en el Prólogo a la edición de El Capital de 1867 en la célebre frase sobre el desarrollo capitalista según la cual “El país industrialmente más desarrollado no hace sino mostrar al menos desarrollado la imagen de su propio futuro” (Marx, 1975: 7).

2 Dice Marx en su artículo La dominación británica en la India (1852): “a pesar de todos sus crímenes, Inglaterra fue el instrumento incons-ciente de la historia al realizar dicha revolución. En tal caso, por penoso que sea para nuestros sentimientos personales el espectáculo de un viejo mundo que se derrumba, desde el punto de vista de la historia tenemos pleno dere-cho a exclamar con Goethe: `¿Quién lamenta los estragos, si los frutos son placeres?`”

Según Da Costa Neto (2003) esta concepción denota, al menos parcialmente, un esbozo de teoría general de la historia de corte evolucionista-determinista, que parece sugerir que el desarrollo capitalista de Europa Occidental y en particular de Inglaterra, es el rumbo que inexorablemente seguirán el resto de las socieda-des del mundo, lo que supone, entre otros aspectos, la tendencia a la extinción del campesinado. Esta idea será desarrollada con mayor profundidad en la obra de Lenin El desarrollo del capitalismo en Rusia de 1899, y por Karl Kaustky en La cuestión agraria editada tam-bién en 1899.

El Marx “tardío”Sin embargo, y este es un aspecto no exento de polé-mica, varios autores sostienen que es posible observar en la última etapa de la obra de Marx (1871-1883) un abandono definitivo de cualquier concepción fatalista-evolucionista de la historia, en un proceso caracterizado por la auto-depuración crítica de su propio pensamien-to y por el análisis crítico de los primeros “marxistas” que estaban fuertemente influidos por el positivismo3 burgués. Entre los principales factores que influyeron en las reflexiones del último Marx, Shanin destaca: (1) la derrota de la Comuna de París (1871), (2) el descu-brimiento de la pre-historia, (3) el mayor conocimiento de las sociedades rurales pre-capitalistas, y (4) el caso ruso (Da Costa Neto, 2003). En esta etapa cobran es-pecial relevancia los estudios sobre la comuna rural rusa4 como base para la construcción de una sociedad pos-capitalista. Los textos donde aborda esta cuestión son su carta al director de Otiechéstvennie Zapiski5 de fines de 1877, su carta a Vera Zasulich6 con sus tres

3 Corriente de la filosofía de la ciencia (epistemología) de fines del siglo XIX. Sostenía que la ciencia podía estar libre de cualquier “preconcepto ideo-lógico”, sin representar intereses políticos y sociales, para lo cual el científico debía “abstenerse” de introducir sus ideas durante el proceso de investiga-ción. Es una concepción fuertemente legitimadora del orden establecido, que acusa de “ideológicas” a las teorías críticas del capitalismo.4 La comuna rusa, el mir, estaba conformada por unidades domésticas campesinas que controlaban tierras comunales donde vivían familias extensas (varias generaciones) que contaban de 2 a 6 ha por familia. La distribución de las tierras comunales se realizaba en asambleas según las necesidades de cada familia, de forma tal que una misma familia podía modificar la cantidad de hectáreas controladas a lo largo de su evolución demográfica.5 “El Memorial de la Patria”. Revista rusa publicada entre 1818 y 1884.6 Revolucionaria rusa (1849-1919). Inicialmente milita en organizacio-nes del populismo ruso, funda junto a Plekhanov la organización “Disidencia negra” en 1880 y luego el Partido Social Demócrata Ruso (PSDR). Finalmente se integra a la fracción minoritaria del PSDR conocida como mencheviques (1903).

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borradores de marzo de 1881 y el Prefacio a la segun-da edición rusa de El Manifiesto Comunista de 1882.

La preocupación de Marx por el caso ruso también se relaciona con el éxito de la divulgación de su obra en Rusia. El Capital (redactado en alemán) se tradujo y publicó en Rusia en 1872 y en un sólo año vendió 3000 ejemplares como señala el propio Marx en el epílogo de la segunda edición de El Capital (1873), cuando por ejemplo la primer traducción al inglés, cuna del capitalismo, data de 1882 y con ventas en el primer año de alrededor de 1000 ejemplares. En Rusia la obra tuvo una gran repercusión entre los intelectuales de izquierda y los populistas rusos (narodniks), de ahí la correspondencia con Vera Zasulich, en la que el tema crucial era si debía esperar la disolución de la comuna rusa como paso previo a la construcción del socialis-mo, o por el contrario era posible utilizar la comuna como base para la construcción del socialismo. La lec-tura de El Capital despertó una fuerte polémica entre los populistas por un lado, que colocaban al campesi-nado como vanguardia revolucionaria, y los primeros “marxistas” rusos por otro, que a partir de las ideas de El Capital rechazaban la idea del campesinado como vanguardia7.

En la correspondencia con Zasulich, Marx (2001c: 8) sostiene que “El análisis presentado en El Capital no da, pues, razones, en pro ni en contra de la vitalidad de la comuna rural, pero el estudio especial que de ella he hecho, y cuyos materiales he buscado en las fuentes originales, me ha convencido de que esta comuna es el

7 Apuntes de las aulas del Prof. Manuel de Jesús Masulo (Univer-sidade Federal da Amazonia, Brasil, 2011).

punto de apoyo de la regeneración social en Rusia, mas para que pueda funcionar como tal será preci-so eliminar primeramente las influencias deletéreas”. Para luego afirmar que: “la existencia simultánea de la producción occidental, dominante en el mercado mundial, le permite a Rusia incorporar a la comunidad todos los adelantos positivos logrados por el sistema capitalista sin pasar por sus Horcas Caudinas” [negri-tas del autor]. Esta idea ya estaba presente en la carta de Marx (2001b) al director de Otiechéstvennie Zapisk cuando señala que “si Rusia sigue por el camino que ha seguido desde 1861, perderá la mejor oportunidad que le haya ofrecido jamás la historia a una nación, y sufrirá todas las fatales vicisitudes del régimen capi-talista. El capítulo sobre la acumulación primitiva no pretende más que trazar el camino por el cual surgió el orden económico capitalista, en Europa Occidental”.

El principal argumento para sostener la posibilidad histórica de la construcción de una sociedad pos-capitalista a partir de la comuna rusa radica en la propiedad colectiva de la tierra, mientras que en la Europa Occidental “la propiedad privada, fundada en el trabajo personal... va a ser suplantada por la propie-dad capitalista fundada en la explotación del trabajo de otros, en el sistema asalariado (...) se trata, pues, de la transformación de una forma de propiedad privada en otra forma de propiedad privada” (Marx, 2001c: 2).

Queda en evidencia entonces la ausencia de una filoso-fía de la historia supra-histórica, lo que el propio Marx (2001b) señala al criticar al director de Otiechéstven-nie Zapisk porque “Se siente obligado a metamorfosear mi esbozo histórico de la génesis del capitalismo en el Occidente europeo en una teoría histórico-filosófica de

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BibliografíaDA COSTA NETO, P. L. 2003. Marx Tardio: notas

introdutórias. Crítica Marxista. 17: 80-95. Dispo-nible en http://www.unicamp.br/cemarx/critica-

marxista/cm17pedroleao.htm

MARX, K. 2000 [1852]. La dominación británica en la India. Disponibleen http://www.marxists.

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MARX, K. 2001a [1850]. Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850. Disponible en http://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/francia/

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MARX, K. 2001b [1877]. Carta al Director Otie-chéstvennie Zapiski. Disponible en http://www.

marxists.org/espanol/m-e/cartas/m1877.htm

MARX, K. 2001c [1881]. Carta a Vera Zazu-lich. En http://www.marxists.org/espanol/m-

e/1880s/81-a-zasu.htm

MARX, K. 1975 [1872]. El Capital: El proceso de producción del capital. Tomo I. Vol. 1. Traducción

Pedro Scarón. Buenos Aires, Siglo XXI.

MARX, K. 2003 [1852]. El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Buenos Aires, Prometeo Libros. 126 p.

NETTO, J. P. 2009. Introdução. Inédito. 17 p.

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la marcha general que el destino le impone a todo pue-blo, cualesquiera sean las circunstancias históricas en que se encuentre”.

A modo de síntesis (provisoria)Con estas líneas intentamos poner a discusión las prin-cipales ideas que atravesaron las reflexiones de Karl Marx sobre el campesinado, relacionándolas con sus concepciones de la historia y el cambio social. Dado lo breve del artículo y nuestras propias limitaciones, se trata de una primera aproximación y no de un ensayo concluyente, que esperamos pueda ser leído crítica-mente. Tampoco abordamos las ideas de Marx a la luz del devenir histórico de las sociedades capitalistas y dentro de estas del campesinado en los últimos 150 años, lo que queda pendiente para artículos posterio-res. Sí intentemos sintetizar algunas de las principales contribuciones de este brillante intelectual alemán, buscando saldar cuentas acerca de qué dijo y qué no dijo Marx al respecto del campesinado y su devenir en la historia. Lo que nos parece más interesante es destacar la ausencia en el “último” Marx de una teoría general de la historia que pre-establece las etapas que es inevitable atravesar para “llegar” al socialismo sino que, muy por el contrario, su método nos ofrece orien-taciones para el análisis riguroso de cada formación social como requisito para una acción más consciente. En nuestro caso, estamos convencidos que sus ideas son un punto de partida fundamental para pensar hoy, en Uruguay y en pleno siglo XXI, cuáles pueden ser las vías para acumular fuerzas y conciencia de cara a un cambio social rural que nos permita construir una sociedad pos-capitalista.

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“Es sabido, por lo menos dentro de los movi-mientos populares y organizaciones socia-

les del campo, que la estructura de producción contemporánea es agroexportadora, cuya raciona-lidad tecnológica implica la artificialización de la producción a partir del monocultivo, el uso inten-sivo de fertilizantes de origen industrial, semillas transgénicas, plaguicidas, la continua destrucción de los biomas y la explotación de la fuerza de trabajo. Por tanto, es un modelo tecnológico y productivo anti-social.

La agroecología será capaz de convertirse en una plataforma eficaz para transformar las rela-ciones sociales de producción, si es asumida por los movimientos sociales populares. Sólo así, la agroecología podrá convertirse en un movimiento de masas y estar presente en el contexto político.”

Adaptado de: Horacio Martins de Carvalho. 2007. Desafios para o agroecologista como portador de uma nova matriz tecnológica para o campesinato.

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La ganadería vacuna y ovina es una de las principa-les actividades productivas del agro uruguayo. Si bien desde una perspectiva tal vez excesivamente urbana, se identifique a la ganadería con un estanciero pitu-co con miles de hectáreas, la realidad muestra que la gran mayoría de los productores ganaderos en el Uruguay son productores de tipo familiar, sien-do el sustento fundamental de una gran proporción de la población en el medio rural. Sin embargo, al igual que en otros rubros, los productores familiares de nuestra ganadería se vienen reduciendo en nú-mero, existiendo dificultades muy grandes a la hora de permitir a hijos y nietos continuar en la actividad productiva. La baja productividad de los sistemas1

ha sido planteada desde hace ya mucho tiempo, como una de las grandes limitantes para el desarrollo de la ganadería familiar. Los bajos niveles productivos, que no son exclusividad de los ganaderos familiares, sino que caracterizan a nuestra ganadería en general, de-terminan a nivel de cada sistema de producción ingre-sos económicos que muchas veces no logran satisfa-cer las necesidades del productor y su familia.

Históricamente, y aún en nuestros días, tanto produc-tores como técnicos han intentado explicar los bajos niveles productivos de la ganadería por la baja produc-tividad del campo nativo. Si bien es claro que la pro-ducción de carne de nuestra ganadería se explica en gran medida por la productividad del campo nativo, en tanto es la base dominante de alimentación del gana-do, cabe preguntarse si la baja producción de pasto es una característica intrínseca de nuestros campos, o es consecuencia de un manejo inadecuado por par-te de los productores y técnicos.

La investigación en campo natural tuvo un desarrollo muy importante durante las décadas del ´30 y ´40 de la mano del equipo del Profesor Bernardo Rosengurtt.

1 En este artículo nos referiremos a “sistema” o “sistema de producción” como sinónimo de predio o establecimiento agropecuario; entendiéndolos como la unidad de producción: el campo propiamente dicho, los animales, instalaciones y el productor y su familia.

Sus aportes, aún hoy vigentes, se centran en el manejo del campo a través del conocimiento de las especies nativas, y el manejo del pastoreo de los animales como herramienta para la mejora de la producción (1). Sin embargo, lejos de difundirse o implementarse a nivel de la producción, estas propuestas fueron durante dé-cadas desestimadas y dejadas de lado. Hacia las dé-cadas del ´50 y ´60, bajo un fuerte impulso estatal, se promocionó el incremento de la productividad de la ganadería en base a la adopción del llamado “mo-delo neocelandés”. El mismo proponía incrementar la producción de forraje a partir de la sustitución de las especies del campo nativo por especies introducidas desde Nueva Zelanda y el uso masivo de fertilizantes fosfatados. Este impulso “modernizador” fue acompa-ñado además por un freno en los intentos de investiga-ción en pasturas nativas. Sin embargo, lejos de lograr los objetivos que se proponía, el intento de adopción del modelo neocelandés, no logró el impacto espera-do a nivel productivo, explicado en gran medida por la falta de adaptación de las especies introducidas a nuestras condiciones ambientales, de suelos y produc-tivas. La masificación de estas propuestas en muchas zonas del país determinó además, un impacto negativo muy importante al eliminar áreas de campo nativo, que permanecieron productivas por unos pocos años con las especies introducidas, pero que luego sufrieron enormes mermas en la producción y evolucionaban a campos degradados y enmalezados.

Frente a los fracasos notorios de esas propuestas, la investigación nacional durante las décadas posterio-res centró la gran mayoría de los recursos económicos hacia el intento de adaptación de especies foráneas, siendo muy escasos los esfuerzos destinados a la mejora del manejo del campo natural, a comprender y manejar especies que llevan cientos de años adapta-das a nuestras condiciones. Incluso la investigación en campo natural durante las últimas décadas del siglo XX y principios del XXI se ha centrado casi exclusivamen-te en la introducción de especies leguminosas exóti-cas al tapiz nativo y el uso de fertilizantes fosfatados (“mejoramientos de campo”) (2). Si bien estas nuevas propuestas logran muchas veces potenciar la produc-ción del propio campo natural, requieren de niveles de

````La ganadería y el campo nativoviejos problemas y nuevos desafíos

Santiago Scarlato [email protected]

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inversión importantes que de ninguna manera pueden ser incorporados a toda el área de los predios. Si bien existen numerosas experiencias exitosas de sistemas productivos que trabajan con parte de la superficie productiva con mejoramientos de campo (5 a 20 % de la superficie), la gran mayoría de la base forrajera de los sistemas ganaderos continúa siendo el campo nativo. Desde el asesoramiento técnico, muchas veces, las propuestas de mejora de estos sistemas de produc-ción se han centrado únicamente en actuar sobre ese 5 a 20 % del área, contándose con escasos elementos técnicos para la mejora del manejo del área restante de campo natural.

Afortunadamente, en los últimos años distintas insti-tuciones de investigación a nivel nacional y regional, han venido generando información que evidencia el potencial de distintas medidas de manejo del pasto-reo del campo nativo sobre la producción de forraje y carne. A diferencia de las propuestas anteriores, estas nuevas líneas proponen que para incrementar los ni-veles productivos no es necesario, en un primer tér-mino, la incorporación de forma masiva de insumos externos (3). Por el contrario, la manipulación de la intensidad de pastoreo2 a lo largo del año, mantenien-do un balance adecuado entre la cantidad de forraje disponible en el campo y la cantidad de animales que sobre él pastorean, constituyen la base de mejora de la producción (4,5). El cambio en el enfoque de inves-

2 Definimos “intensidad de pastoreo” como la relación entre la cantidad de forraje disponible y la cantidad de animales (en número o suma total de kg de animal). La intensidad de pastoreo determina la cantidad y calidad de forraje que es consumido por cada animal, y a la vez, la proporción de hojas y tallos que permanecen en la pastura y condicionan su producción futura. En la práctica, la intensidad de pastoreo puede ser ajustada tanto con un método de pastoreo continuo (cuando los animales permanecen de forma continua en un mismo potrero) como con un método de pastoreo rotativo (cuando los animales rotan entre distintas parcelas).

tigación, propone dejar de ver a la producción animal en pastoreo como un proceso meramente “industrial”, en el que el producto generado se asocia linealmen-te con el nivel de insumos incorporados, para pasar a comprender que, como proceso biológico complejo que es la producción ganadera a pasto, existe espacio para intervenir sobre los procesos biológicos y generar mayor cantidad de producto partiendo de un mismo nivel de recursos.

La producción ganadera pastoril, como es desarrolla-da en Uruguay, implica generar producto animal (car-ne, lana, leche) a partir de pasto. En otras palabras, para ser buen productor ganadero, es decir, producir carne de forma eficiente sin deteriorar los recursos productivos, es necesario producir mucho pasto y lo-grar una cosecha y conversión eficiente por parte del animal. Sin embargo, esto que parece tan sencillo, y que implica la base del funcionamiento de los sistemas ganaderos pastoriles, conlleva la necesidad de promo-ver de forma simultánea dos procesos que, desde el punto de vista biológico pueden ser contrapuestos: la producción de forraje y su cosecha por parte del ani-mal (6).

Producir forraje implica transformar la energía solar, los nutrientes del suelo y el agua en tejido vegetal. Para ello, el desarrollo de una masa de hojas que sean capaces de captar la mayor proporción de luz solar y raíces que exploren un gran volumen de suelo y absor-ban una gran cantidad de agua y nutrientes, constitu-yen la clave para alcanzar buenos niveles productivos. Desde el punto de vista de la producción de carne, lo-grar una cosecha eficiente del forraje por parte del ani-mal, logrando que consuma una cantidad adecuada de forraje de buena calidad es indispensable al momento

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de generar producto animal. Sin embargo, la cosecha del forraje por parte del animal, implica remover tejido aéreo de las plantas, que constituye como se mencionó la herramienta para captar luz solar, base del proceso de fotosíntesis, a partir del cual se produce el forra-je. El manejo del pastoreo entonces, procura interve-nir simultáneamente sobre estos procesos, intentando lograr altos niveles de producción de forraje, y a la vez, su utilización y conversión eficiente por parte del animal (7).

Cabe entonces preguntarnos... ¿qué vemos a nivel de los sistemas ganaderos comerciales?... en términos generales: muy poco pasto y animales flacos. Es de-cir, una excesiva utilización de la pastura, en detri-mento de la producción de forraje. En esta situación, si bien se es “eficiente” en cosechar el forraje (el ani-mal utiliza gran proporción del pasto producido), esa cosecha se realiza sobre una pastura que produce muy poco forraje, por lo que la cantidad de producto ani-mal generada será indefectiblemente baja. Si bien es posible que muchos productores hayan tenido razones válidas para trabajar con dotaciones animales muy al-tas y muy poco pasto en el pasado, la ganadería actual, debe necesariamente elevar los niveles de producción sin elevar en exceso los costos económicos, y al mismo tiempo preservar los recursos naturales, en particular el recurso suelo y el campo nativo.

Pero, ¿qué implicancias tiene trabajar constantemente con los campos “pelados”?... Desde el punto de vista de la conservación de los recursos, el sobrepastoreo genera la degradación del campo nativo, a través de la pérdida de especies valiosas y la invasión de especies exóticas y malezas. La aparición de áreas sin cober-tura vegetal genera además erosión de suelo. Desde

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el punto de vista productivo, un sistema ganadero que durante todo el año mantiene en promedio 2 o 3 cm de altura de la pastura, tiene severamente limitada la capacidad de producir forraje, siendo muy ineficiente al momento de captar la radiación solar, sencillamen-te porque no hay tejido vegetal suficiente. Sumado a esto, la menor exploración de suelo por parte de las raíces, producto de un menor desarrollo de cada plan-ta, determina una menor capacidad de obtener agua y nutrientes (4). Desde el punto de vista de los animales, un sistema productivo con estas características no solo dispone de poco alimento para los animales, sino que genera además un incremento en el gasto de energía por actividad física, producto de la dificultad de cose-char el forraje. A modo de ejemplo, veamos un cálculo simple: una vaca adulta necesita comer diariamente entre 8 y 9 kg de pasto (expresado en materia seca). Un vacuno que pastorea sobre un tapiz de 2 o 3 cm de altura cosecha en cada bocado aproximadamente 0,2 g de forraje. Si tenemos en cuenta que como máximo el animal puede realizar 45 bocados por minuto, ob-tendríamos que una vaca adulta en estas condiciones debería estar pastoreando durante 15 a 16 horas por día. Si consideramos además, que los rumiantes deben dedicar parte del tiempo diario a rumiar (re-masticar el forraje ingerido previamente), normalmente entre 6 y 8 horas por día, obtenemos que en las 24 h del día, un animal en estas condiciones de la pastura cuenta solamente con 1 a 2 horas de descanso. Resultados de experimentos nacionales demuestran que, en estas condiciones, los animales no logran mantener tiempos de pastoreo tan elevados, determinando que consuman menos forraje del que requieren, generando pérdidas de peso y mermas en la producción de carne (8). Un sistema productivo que trabaja durante gran parte del año en estas condiciones, no solo alcanza bajos ni-veles de producción e ingresos económicos, sino que además se encuentra mucho más expuesto a variacio-nes de precios, y a eventos climáticos extremos como las sequías.

Lejos de ser un tema concluido desde el punto de vista de la investigación científica y la innovación, el manejo del campo nativo y su impacto sobre el resultado pro-ductivo y económico de los sistemas ganaderos son

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temas que aún se encuentran en desarrollo, tanto a nivel de Uruguay como en el mundo. En tiempos en los que temas como la variabilidad climática y las crisis económicas se encuentran “sobre la mesa”, re-pensar nuestros sistemas productivos resulta ineludible. Urge la necesidad no solamente de incrementar los nive-les de producción en base a tecnologías de proceso que no eleven excesivamente los costos de produc-ción, sino también de diseñar sistemas que sean capaces de afrontar la variabilidad climática y de precios de la mejor forma posible. La intensificación de nuestros sistemas ganaderos no debe ser pensada desde la perspectiva clásica del incremento en el uso de insumos externos que ingresan al predio. Recorrer este camino ya ha demostrado que resulta en sistemas más productivos en el corto plazo, pero más vulnera-bles en el mediano plazo, e inviables en el largo plazo. La intensificación de nuestra ganadería debe pensarse a partir de mejorar el control de los procesos biológi-cos en los cuales se basa, intentando potenciarlos en nuestro favor. Los sistemas ganaderos deberían ser intensivos en el uso del conocimiento y la informa-ción, para lo cual es indispensable la capacitación y actualización continua de productores y técnicos, así como disponer de un vínculo horizontal y fluido con la investigación.

En épocas actuales, en las que los principales institutos de investigación de los países del primer mundo des-tinan millones de dólares para intentar regenerar am-bientes degradados por la acción humana, entre ellos los pastizales nativos, Uruguay se encuentra frente al dilema de incrementar la producción de carne y a la vez conservar sus recursos naturales y biodiversidad. Afortunadamente, la investigación nacional y regional de los últimos años, viene demostrando contundente-mente, que partiendo de las condiciones promedio de nuestros sistemas de producción ganaderos, existe un margen por demás interesante para incrementar de forma sostenida la productividad y los ingresos eco-nómicos, y a la vez mejorar el estado de los recursos naturales (suelo, agua y campo nativo) (4).

Este necesario cambio de paradigma, desafía tanto a investigadores, asesores técnicos como a productores, al momento de mejorar los sistemas de producción. A nivel de la investigación y la innovación, resulta im-prescindible continuar con los esfuerzos por mejorar la comprensión del funcionamiento de los sistemas productivos con un enfoque integral, que logre incluir tanto las bases biológicas del funcionamiento de las plantas y animales, las alternativas tecnológico-pro-ductivas, así como los procesos de toma de decisiones y aprendizaje del propio productor y su familia. La in-novación a nivel de los sistemas productivos mediante tecnologías de proceso, no se hace en base a recetas ni recomendaciones genéricas. Requiere ineludible-mente del análisis pormenorizado de cada sistema de producción, siendo imprescindible la participación di-recta del productor y su familia, tanto en el diagnóstico de la situación de partida como en la elaboración de las alternativas de mejora. En este sentido, el apoyo técnico en este proceso resulta muy importante, tal vez mucho más importante que el subsidio en dinero efec-tivo a los productores.

La importancia social, económica y ambiental de nues-tra ganadería demanda cambios profundos en la forma de abordar problemas que no son nuevos y llevan más de un siglo sin encontrar soluciones. La complejidad del funcionamiento de los sistemas productivos re-quiere, a nivel de la investigación, la integración de múltiples disciplinas y el involucramiento directo de productores y técnicos asesores, en el proceso de generación de alternativas de mejora. El desarrollo de un sistema de investigación-comunicación a nivel nacional y el fomento del trabajo a nivel de grupos de productores podrían constituir herramientas importan-tes a la hora de impulsar los cambios que la ganadería nacional requiere.

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````¿Río + 20?La economía verde:

el lobo se viste con piel de cordero

El informe reconoce que el modelo económico actual es inadecuado en la me dida en que no incorpora en su cálculo de costos las externalidades, y con ello, el impacto ambiental de los procesos productivos. Sin embargo, incapaces de mirar un poco más allá del fundamentalismo neoliberal, no pueden siquiera plantearse la posibilidad de que puedan existir otras formas de relación de los seres humanos con su entorno, y explorar el significado de otras cosmovisiones y/o patrones culturales como los basadas en el reconocimiento de los derechos de la naturaleza o de la Madre Tierra. Por el contrario, radicalizando el antropocentrismo instrumental que recorre todo el informe, buscan que los mercados incorporen todos estos otros “factores” en su cálculo económico. No se trata por lo tanto de cuestionar el que las decisiones fundamentales de la sociedad sean tomadas por “el mercado”, sino de ampliar el ámbito de información y acción del mercado para que éste incorpore a la naturaleza expresamente en su lógica de valorización. Esto exige la superación de todos los obstáculos y resistencias a la plena mercantilización de la naturaleza. Para el buen funcionamiento de los mercados todo tiene que tener un precio. Con esto se abren nuevos ámbitos de especulación y valorización del capital. Desde estos supuestos, no debe llamarnos la atención que defiendan el papel fundamental que debe rían desempeñar los mercados de carbono y REDD+, con relación a los cuales ni siquiera se reconoce la existencia de polémicas, desacuerdos y resistencias.

Lander, E. 2012. Extracto del Capítulo IV Sobre el reduccionismo de la economía.

Bibliografía1 Rosengurtt, B. 1943. Estudios sobre praderas naturales del Uruguay. Tercera Contribución. Barreiro y Ramos, Montevideo, Uruguay. 281 pp.

2 Risso, D; Montossi, F. 2002. Mejoramientos de campo en la región de Cristalino. Serie Técnica Insti-tuto Nacional de Investigación Agropecuaria INIA N° 129. Tacuarembó, Uruguay. 187 pp.

3 Soca, P.; Olmos, F.; Espasandín, A.; Bentancor, D.; Pereyra, F.; Cal, V.; Sosa, M. y Do Carmo, M. 2008. Impacto de cambios en la estrategia de asignación de forraje sobre la productividad de la cría con diversos grupos genéticos bajo pastoreo de campo natural. En: Seminario de actualización: Cría vacuna. Serie Téc-nica Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria INIA N° 174. pp 110-119. Treinta y Tres, Uruguay.

4 Nabinger, C.; Carvalho, P.; Pinto, E.; Mezzalira, J.; Brambilla, D.; Boggiano, P. 2011. Servicios eco-sistémicos de las praderas naturales: ¿es posible mejorarlos con más productividad? Asociación Lati-noamericana de Producción Animal. Vol 19, número 3-4: 27-34. Disponible en: http://www.alpa.org.ve/ojs/index.php/ojs_files/article/viewFile/1637/645

5 Altesor, A.; Ayala, W.; Paruelo, J. 2011. Bases eco-lógicas y tecnológicas para el manejo de pastizales. Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria. Serie FPTA N° 26. Treinta y Tres, Uruguay. 234 pp.

6 Parsons, A.; Leafe, E.; Collet, B.; Penning, P.; Lewis, J. 1983. The physiology of grass production under grazing. 2. Photosynthesis crop growth and animal intake of continuously grazed swards. Journal of Applied Ecology 20: 127-139.

7 Agnusdei, M. 2011. Rol de la ecofisiología en el diseño de manejos especializados en pasturas. XXII Reunión de la Asociación Latinoamericana de Pro-ducción Animal. 24-26 octubre de 2011. Montevideo, Uruguay.

8 Scarlato, S. 2011. Conducta de vacas de cría en pastoreo de campo nativo: efecto de la oferta de forraje sobre la expresión del patrón temporal y espacial de pastoreo. Tesis de Maestría. Facultad de Agronomía. Universidad de la República.

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re f o r ma ag ra r i a sobe ran ía a l imen t a r i a

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^“U no de los asombros que contienen la mayo-ría de los proyectos de reforma agraria es el

olvido de las características mentales del presunto beneficiario. Se aplican a nuestro paisano supuestos falsos; se dispone con displicencia de su destino, imaginando para él algo completamente ajeno a su formación, a sus hábitos, gustos, conceptos. Mientras al obrero metalúrgico, por ejemplo, se le propone un mundo en el cual pueda ser, en ple-nitud, obrero metalúrgico, al peón de estancia, al vaquero, al jinete, se le propone que renuncie a todo ello y devenga agricultor. A eso se llama “ubi-cación y radicación”, siendo evidente que se trata de desubicar y desarraigar gente. Se teoriza mane-jando supuestos que son pertinentes en reformas agrarias extranjeras, en vez de precisar los perfiles sicológicos del campesino nuestro” Eliseo Salvador Porta, 1961.

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re f o r ma ag ra r i a sobe ran ía a l imen ta r i a

“¿No es injusto para esos estancieros de 3000, 4000 u 8000 hectáreas expropiarles su exceso

sobre 2500 sin indemnización?No, ellos han estado usufructuando por años

en forma exclusiva una parte de la riqueza natural que es del país, del pueblo de los

3 millones, no de un millar de ellos.”1

En momentos que el país discutía si aprobaba o no un impuestito a la concentración de la tierra sin bombos ni platillos se le bajo la cortina al PUR y muchos se afloja-ron la corbata… aliviados. Seguramente la mayoría de nosotros ha tenido acceso a las palabras de evaluación y cierre del proyecto que el mismo ministro de agricul-tura pronunció en setiembre del 2011, en donde se ha-bló de millones de dólares y cantidad de beneficiarios y otros indicadores de evaluación básicamente econó-mica. Son ese tipo de evaluaciones a la que tantos técnicos de izquierda se han afiliado, en mal momento. Pero en el territorio, en medio del paisaje de nuestro transformado mundo rural: ¿en que quedaron sus ac-ciones de fuerte intención transformadora? El tiempo lo dirá, mientras asumo el desafío de contar algunas cuestiones, que a nivel personal, se me ocurren luego de haber tenido la posibilidad de compartir trabajo con grandes compañeros, que eso son antes que nada.

Algo de HistoriaEn el año 2005, el actual presidente de la Republica asume como ministro de agricultura. La idea de que el sector más radical del Frente Amplio asumiera la con-ducción del ministerio, en donde se asienta la repre-sentación vernácula del poder local representado por los agricultores y ganaderos, puso alerta y los pelos de punta a los empresarios del sector y por ende a sus voceros políticos y gremiales. Es a partir del minis-tro que podemos establecer una cadena de confianza interna que pasa por el subsecretario, un senador de reconocida solvencia en el tema agropecuaria y con un importante legajo de trabajo académico en la Fa-

1 Cartilla de Raúl Sendic, citada por Zabalza en Raúl Sendic el tu-pamaro

cultad de Agronomía, sigue luego en un director de proyecto con amplia militancia política en el sector de referencia y aportes académicos de relevancia en un sector desconocido por los representantes del lobby agropecuario: los cerdos. El eslabón de esta cadena se complementó con un grupo de compañeros jóvenes (de ambos sexos y con variada formación profesional) con escasa actividad laboral dada su edad, alguno de ellos sin militancia política especifica, pero con algunos ras-gos comunes en su perfil, que yo creo se plasman en acciones futuras del PUR. Así, con un ministro floricul-tor, un director de proyecto dedicado a los chanchos y una dirección colectiva compuesta de jóvenes con ganas de transformar algunas facetas de la realidad rural, el país se dispuso a negociar con el Fondo Inte-ramericano de Desarrollo Agrícola (FIDA) una extensión de sus créditos con baja tasa de interés para seguir haciendo “desarrollo” en el país.

Las principales accionesCon ese escenario particular en un contexto general marcado por la asunción del primer gobierno de iz-quierda se procede a redefinir las acciones que se lle-varían adelante en el país con los generosos dineros del FIDA, sabiendo que en los períodos anteriores esos dineros generaron endeudamiento en muchos produc-tores y enorme cantidad de puestos de trabajo para agrónomos que formaban grupos de asistencia técnica que escasas veces generaron impacto en los produc-tores y sus familias. Esa fue la vieja forma en que se pretendió reducir la pobreza rural, supuestamente me-jorando la productividad, los ingresos y la calidad de vida de los beneficiarios. A partir del 2005 se redefi-nen líneas estratégicas y metodológicas, destacándo-se como las más importantes:

• Priorizar a la población rural más excluida ypor tanto de más difícil acceso para los servicios de extensión

• Tomar como referencia a la familia rural y susorganizaciones

• Asignara laEscuelaRuralelroldecentrode lacomunidad, al ser la única institucionalidad presente

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^¿Qué fue del Proyecto Uruguay Rural?

Jorge “Turco” Azzis [email protected]

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en las zonas de mayor exclusión•Descentralizar lasaccionesdelProyectoconsoli-dando las Mesas de Desarrollo Rural en las regiones de mayor concentración de pobreza rural•ImpulsarlainstitucionalizacióndelDesarrolloRu-ral en el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca

• Contemplar lasáreasproductivaysocialapos-tando a la integralidad del desarrollo rural

• Incorporara técnicosde lasCienciasSocialesen todos los niveles del Proyecto

• Coordinaciónconotras institucionesvinculadasal desarrollo rural

• Promover la inserciónencondiciones justasenCadenas Agroindustriales

•FortalecerlasorganizacionesdebasedeProduc-tores Familiares y Asalariados Rurales

• Impulsarherramientasfinancieraspara lapobla-ción excluida del medio rural

Se definen nuevas líneas estratégicas que conduci-rían a espacios de trabajo que el FIDA ya encaraba y a otros, hasta ahora desconocidos para el fondo y al que también le implicaba innovar:

•EspaciosdeDiálogodePolíticasPúblicasparaelDesarrollo Rural•FortalecimientoOrganizacionaleInstitucional•AsistenciaTécnicayExtensiónRural•ServiciosFinancierosRurales•AccesoalaTierra•AccesoaServiciosBásicos•AsalariadosRurales•GéneroyJuventudRural•InstitucionalizacióndelasaccionesdelPUR

La principal consignaPara quien escribe en estas líneas, el principal cambio que el PUR le proponía al ministerio y al FIDA estaba en que el objetivo deja de ser la reducción de la po-breza y pasa a centrarse en las causas que originan la pobreza, desde una perspectiva de país productivo con justicia social. Esto implica una visión de clase no vista en el MGAP, porque en definitiva los factores

de producción concentrados en pocas manos son los generadores históricos de la miseria del sector rural. Es bueno reforzar el concepto de que el FIDA asume también el desafío de cambiar el modelo, no sin difi-cultades por cierto. Tal vez ésta aceptación anclara en el convencimiento de que sus anteriores programas en el país poca cosa habían logrado.

Los aprendizajesLa situación no fue homogénea porque dada la ins-trumentación territorial del proyecto, se establecieron representantes técnicos y Mesas de Desarrollo Rural (anteriormente Comité de Aprobación de Proyectos), que justamente permitía que el proyecto se adecuara a las potencialidades y realidades locales. Pero de todas maneras es posible saber que:

1) El PUR debió salir a generar organizaciones para poder canalizar los apoyos porque se comprueba en el territorio que el público objetivo no estaba representa-do en las organizaciones validadas anteriormente

2) Llegar a los mas excluidos de las políticas y los derechos significa también llegar a los mas excluidos desde el punto de vista geográfico y esto es una dificultad para una enorme can-tidad de técnicos de todas las áreas, a quienes cuesta mover mas allá del largo de su cadena

3) El trabajo con asalariados rurales es un campo a profundizar y que solo con al-gunos asalariados que tienen vinculación con la industria fue posible coordinar ac-ciones de trabajo conjunto. Mientras que con la gran cantidad de asalariados de la ganadería las acciones son mas difíciles y requieren un tipo de intervención co-munitaria que involucra necesariamente a sus compañeras/os e hijos

4) La modalidad de co-gestión con las organizaciones de los proyectos de asis-tencia técnica e inversión significó un avance sustancial respecto a la modali-dad anteriormente utilizada

5) Las herramientas de apoyo financiero son rápidamente aprobadas y gestiona-

¿Qué fue del Proyecto Uruguay Rural?

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das por la gente, lo que habla de la necesidad de ac-ceder a recursos que de otra forma son inexistentes en el medio rural

6) Aun no se puede hablar de ejercicio de derechos plenos en un país que posee una enorme extensión territorial sin acceso decente a servicios básicos como agua potable, electricidad y salud

7) Es necesario un largo tiempo para que podamos decir que una organización ha sido fortalecida, sobre todo a nivel social, es decir cuánto de representativa, participativa y autónoma es esa organización a la que pretendimos fortalecer

8) La inclusión de técnicos del área social generó una renovación de la concepción del desarrollo rural que hay que mantener e institucionalizar en el MGAP

9) Para la gran mayoría de beneficiarios del programa en el quinquenio, esta fue la primera vez en que la institucionalidad pública se acercó a su lugar de vida, y lo demostró en la enorme concurrencia que tuvieron los encuentros de la producción familiar

10) No se puede hacer desarrollo rural sin que los que hasta hoy sostienen en sus manos el poder (sea a la di-mensión que sea: desde las 5000 hectáreas y la fuente de trabajo para una comunidad, hasta la vecina que tiene la llave del salón comunal) se sientan amenaza-dos e intenten boicotear las acciones

El comienzo del finEl cambio de gobierno del 2010 acarrea la renovación del ministerio y con esto aparecen nuevas cadenas de confianza. Hay un dato no menor para recordar: Muji-ca ve amenazada sus posibilidades de ganar las elec-ciones y se lo ve en largas instancias de negociación con su actual vicepresidente Astori. Aquí es posible se acuerde el nombre de Aguerre como ministro. Hombre del riñón de la aristocracia rural, arrocero, ganadero y plantador de caña de azúcar, habitante del norte y dicen buen productor. Era el período en donde se su-ponía que muchas de las acciones del PUR deberían de cristalizar o al menos ayudar a poner más sobre el tapete público los problemas que los pobres del campo afrontan: avance del agro negocio, concentración de la tierra, extranjerización de recursos naturales, explota-ción de los asalariados… Porque si algo estaba claro

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luego de un quinquenio, es que un proyecto sólo no genera una política, y si bien se habían plasmado una cantidad de acciones positivas, algunos indicadores negativos habían aumentado en ese período. La apues-ta era a que germinara la semilla de la organización y la reivindicación de derechos que se suponía plantada.

¿Por qué nunca el ministro le comunica al director del PUR que no renovaría su contrato?, ¿Por qué el ministro no recibe nunca a la dirección colectiva del PUR?, ¿Por qué el MPP dejó que todo esto pasara? Son preguntas sin repuestas que desencadenaron el final del PUR más allá de que el término del plazo estaba estipulado en setiembre del 2011.

La sorpresa del FIDAPara la mayoría de las organizaciones de base y grupos de asalariados y productores que tenían convenios fir-mados con el MGAP a través del PUR, la interrupción de trabajo que se avizoraba en el horizonte más allá de los discursos contrarios, significaba un golpe duro y la sensación de que algo se terminaba sin retorno. Esto marcó las acciones del comienzo del 2010. Tampoco los consultores del fondo salían del asombro, estaban sacando al mejor de la clase y nadie sabía por qué. Los niveles de ejecución de lo proyectado habían estado en niveles más que satisfactorios, y las lecciones apren-didas permitían al FIDA implementar en otras regiones del mundo proyectos que incluían estas innovaciones. Era incluso mas que posible un nuevo proyecto FIDA en Uruguay. Se sacaba del trabajo además a un grupo de compañeros que integraban la dirección del PUR, con amplias posibilidades de aporte al proyecto y de institucionalizar las acciones a la interna del MGAP (lo que en la práctica tomaría la forma de la Dirección General de Desarrollo) y de quienes creo el FIDA podría aprender mucho más aun.

¿Se fueron para siempre?Las intenciones que demostró el PUR en el territorio, de permitir la expresión de las necesidades mas sen-tidas por los olvidados de siempre y la amplitud de conducción democrática, generó un ejercicio del poder desconocido en el país y significó una práctica bastan-te más cercana a la idea de gestión que debería en-carar un gobierno de izquierda. Las ganas de llegar a los lugares mas alejados del país para apoyar, aunque fuera a un solo poblador, porque ese era el mandato de la sensibilidad política del PUR.

Está claro que se cometieron errores y que hubiera sido posible mejorar muchas de las cosas que se ha-cían mal, pero la rancia prepotencia de la oligarquía pegó en donde debía pegar: en la interna del MGAP con la cómplice mirada del sector del presidente, y no se tuvo la oportunidad de hacerlo. Hoy se fueron del MGAP, pareciera que para siempre, las viejas causas de la injusticia y de la desigualdad, las generadoras de la pobreza. Los pobres también se fueron, y como pobres que son, parece que deben ser atendidos por el Ministerio de Desarrollo Social…

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¿Qué fue del Proyecto Uruguay Rural?

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…por la puerta abierta de mi cocina que da al Este, entra un viento caliente que achicharra y que más que invitar obliga a quedarse a la sombra, …estamos en la primera semana de enero y una seca que guasquea fuerte…el reloj marca 15:40 …me cebo un mate, miro mi cocina económica y mi vista comienza a recorrer una nueva rajadura de la pared que sale desde atrás de ella hasta perderse cielorraso arriba, “así es al nudo cerrar la casa temprano para que no se caliente”, pien-so. …afuera todo es silencio, ni animales ni pájaros parecen moverse, solo se escucha el roce áspero de las hojas con el viento de un sorgo apunado. Decido “aun no salgo a trabajar”.

Tengo la dicha de ser mi propio patrón entonces solo tengo que lidiar con mi conciencia y como me gustaría haber hecho mío aquello de que la palabra es trabajo pues así me sentiría bien, pero no puedo, soy produc-tor rural y para mí, la palabra no es trabajo sino nada más que el elemento que puede ser de utilidad para la preparación del mismo (sí le doy el valor de trabajo al periodista y al educador en tanto se atrevan -si fuera necesario- a enfrentar al poder).

En síntesis decido quedarme adentro y tratar de es-cribir mis sentires, desde una posición absolutamente personal, esta vez no colectiva.

Pienso qué puedo escribir que sea de utilidad para generar discusión –única forma válida para llegar a verdades- desde esta publicación, …sonrío pensando en que a mi lenguaje no lo he actualizado y creo que no voy a poder incluir los términos: “sinergia”, “proactivo” o “sistematizado”, y eso tal vez le quite vuelo intelec-tual.

Sé lo que les quiero contar, ahora, no sé cómo hacerlo pues tengo el temor de que algunos de mis conceptos sean hirientes y no hay nada más contraproducente

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^Una mirada sobre la realidad

algunas reflexiones para abonar nuestra identidad

Julián Cabrera [email protected]

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para una dialéctica que el ofender al interlocutor, y a esta revista me la imagino más leída por intelectuales, (que es a quienes precisamos) con sensibilidad hacia la problemática de la tierra, que por los de mi raza: los que viven de su trabajo en el campo.

Cuando defino a “los de mi raza”, estoy marcando que no me determina, aunque sí me importa, la cantidad de hectáreas que exploten, o la cantidad de vacas que ordeñen, lo que sí me determina es que vivan, sufran, disfruten, sueñen y trabajen en el campo. No pretendo negar la plusvalía, pero he aprendido que sentimos, pensamos y hablamos más parecido los que vivimos del trabajo en la tierra que nuestros “hermanos de cla-ses” citadinos.

Reitero y aclaro: si ofendo es por torpe. Lo que quie-ro es tener la capacidad de transmitir tres conceptos básicos, el lugar del campesino o productor rural, la mirada necesaria de su rol por el resto de la sociedad y un quemar axiomas en aras de un futuro en el que no exista el hambre.

Para el primero imagino que ladran los perros indi-cando que llegó gente, golpean las manos y salgo pensando qué me van a decir que necesito y además casualmente es lo que ellos ofrecen, mercachifles con ropa, gitanos con tachos, ingenieros con planes de de-sarrollo…

La historia de nuestro país está muy marcada por la educación formal, y desde los orígenes varelianos con su raíz sarmientista y un gran desprecio a lo “bruto”

o “barbarie” que significamos los habitantes del medio rural y sus recetas de qué eran lo que debían darnos, hasta la universidad actual donde muchas veces no es más que la pista de aterrizaje de los intereses de los po-deres económicos para usarnos como campo experimental o como fuente de sus riquezas económicas. Así por ejemplo la Facultad de Agronomía desde mediados del 70 y princi-palmente en los 80 daba como única expli-cación válida a los problemas económicos de los productores rurales, su no incorporación de tecnología y su poco carácter empresa-rial para asumir riesgos. Se nos despreciaba con el término “atrasados” y “conservado-res”. Nadie dijo jamás que es imposible ser

empresario cuando se es productor de poca escala, puesto que no tienes manera de agregar una ganancia razonable sobre los costos fijos más los variables, pues somos tomadores de precios, tanto de nuestros insu-mos como de nuestros productos; la única herramienta económica que dispone el productor rural es el ahorro.

Del otro lado del mostrador estábamos los productores rurales que en lugar de elaborar una fundamentación para nuestra forma de vida y de producción aprehendi-mos el discurso de los académicos, hicimos como las hormigas, con muchísimo esfuerzo llevamos el veneno hacia nuestra propia casa.

A modo de ejemplo, nos hablaban de praderas perma-nentes cuando en realidad su vida útil no sobrepasaba los tres años y esa tierra inexorablemente había que seguirle incorporando nuevas variedades si no quería-mos que se transformara en un gramillal improductivo. Tres años, ¿es sinónimo de permanente en ciclos cen-tenarios?

Así nos avergonzamos de nuestras curas con palabras o yuyos, pasando a depender absolutamente de los la-boratorios trasnacionales, dejamos nuestro té de sauce para el dolor de cabeza y comenzamos a consumir As-pirinas que no es más que su extracto, pero hoy ya no lo sabemos hacer.

Así tomamos créditos, así aumentamos nuestros índi-ces de producción, así terminamos viviendo peor, así terminamos perdiendo nuestros campos.Fueron los menos los intelectuales con formación aca-démica que denunciaron que los problemas del agro

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estaban de la portera “pa fuera”, fueron pocos los que nos hablaron del atraso cambiario, esa pasta base para el consumo y que bien caro se terminó pagando en el 2002. Fueron pocos, muy pocos, los intelectuales o académicos que denunciaron la corrupción y usura del sistema financiero; a la mayoría les fue más cómodo sumarse al corruptillo discurso tilingue y mal inten-cionado del presidente del BROU de llamarnos “contu-maces”, mientras que las tasas de recálculo para las deudas del agro –nunca hechas desde el origen de la deuda- oscilaron entre un 7 u 8%, mientras que para los empleados del banco su refinanciación fue de un 1%.

En ese enmarque fue que muchísimos productores perdieron su bien material más sagrado, que era su tierra, con su historia, su trabajo y sus sentires; y todo esto ¿para qué?, para favorecer a una importante clase ociosa dirigida por banqueros y especuladores, inte-grada por políticos que en general más que tratar de servir al bien nacional buscan su lucro personal sin más rol que el traducir al español los planes de go-bierno, teniendo como cómplices por un lado a aca-démicos que con su disfraz de cientificidad neutral los respaldaban y muy pocos empleados estatales para los cuales la plusvalía funciona al revés, pues reciben más salario de lo que generan.

A todo esto no podemos dejar de verlo en el marco de este último medio siglo de la lobotomía mediática, puesto que los mayores ingresos por publicidad de los medios de comunicación lo obtienen de las empresas estatales, difícilmente permitan opiniones denuncian-tes o contrarias al monopartidismo ideológico instala-do en nuestro paìs hace ya más de cuatro lustros en lo que a matriz económica y tenencia de la tierra se refiere.

En síntesis, se nos paran en la portera, nos miran el campo con ojos de sabedores, denuncian nuestras necesidades, nos ofrecen las soluciones, claro, todos, absolutamente todos lucran con ello, mientras que los errores de dichas sugerencias van a caer únicamente sobre nuestros lomos, así nos hablan de desarrollo y de productividad como sinónimos de mayores ingresos y mejor bienestar familiar, INSOLENTES!!!!!!!!

¡Cuánto daría porque algún día llegara la universidad a éste o a cualquier otro ran-cho olvidado para pre-guntarnos cuáles son nuestras necesidades, por qué creemos que nos pasan las cosas y qué soluciones cree-mos serían las mejores!

¡Cuánto daría porque esos pocos que nos vengan a escuchar tu-vieran la disposición de sacrificar una parte de su billetera, -puesto que cada vez que nuestros principios coincidan con beneficios económicos propios, dudemos de nosotros mismos-, si ello fuera necesario y estuvieran determinados a ser portadores de nuestros gemidos torpes y trasmitirlos al resto de la sociedad en palabras académicas para elaborar soluciones en común!

El segundo aspecto que me parece básico es que la sociedad toda debe de discutir el rol del productor rural y su importancia, si es que la tiene.

Voy a tirar mi punta, que no es más que mi verdad, an-helando que forme parte del debate hacia una verdad colectiva nacional que trascienda nuestros tiempos.

Tengo el convencimiento de que no todas las tareas o roles de los integrantes de una sociedad favorecen el funcionamiento de la misma, pero me remitiré a las otras, a las útiles, por ejemplo: médicos, educadores, albañiles, curanderos, bomberos. Triste sería una so-ciedad sin estos actores, pero sin ellos, funcionaría. Funcionaría mal, pero funcionaría.

Sin productores y recogedores de alimento, la sociedad moriría. Por ende, creo que la función social del que produce la comida para el resto de la sociedad es muy valiosa y ha sido históricamente despreciada.

La historia marca la continua traslación de recursos de los productores primarios hacia las clases ociosas, en general gobernantes, sus séquitos en segundo lugar y en tercer lugar y en menor escala, las poblaciones

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geográficamente más cercanas a los centros de poder, hoy día en los moradores-votantes próximos, bajo la excusa de priorizar al consumidor. Baste analizar cómo Montevideo monopoliza históricamente con recursos estatales la salud, la educación, como manera de apo-deramiento de recursos generados en todo el país.

Si ojeamos la historia vemos que en el 1800 en la Banda Oriental, se había despoblado la campaña, más atrás en la historia, escribía Traversoni que en la Grecia de los siglos VIII y VII antes de Cristo “…los campesi-nos pequeños y medianos vivían en una mala situación, la extensión de sus tierras era insuficiente y el precio de venta de sus cosechas sufría por la competencia de los cereales que se traían del exterior. No tenían más remedio que endeudarse, solicitando préstamos a alto interés y cuando no podían pagarlo, ellos y sus familias eran vendidos en el extranjero o perdían sus tierras y quedaban en ellas trabajando para los nuevos dueños.” ¡Qué similitud con nuestra realidad de fin de siglo!

Interesante por anterior es la historia escrita del pueblo judío, Abraham compró las tierras que rodeaban las tierras de Macpelá en Hebrón hace 4000 años, mien-tras todos trabajaban el pueblo mantuvo una relativa armonía; luego en el período del rey David, el aumen-to de los ejércitos implicó un mayor gravamen a los campesinos, con Salomón esto se agrava para soste-ner la construcción de ciudades, desembocando en el reinado de Omri del que historia Paul Johnson: “las grandes fortunas y las propiedades se acumularon. Se incrementó la distancia entre ricos y pobres. Los cam-pesinos se endeudaron, y cuando no podían pagar, se los expropiaba.”

El derrumbe de todas estas sociedades es sabido y es lógico, al faltar los productores rurales, faltó el gancho del que se prenden y dependen todos los eslabones posteriores de la economía. Para monitorear qué tan cerca estamos de nuestro derrumbe, veamos si el cen-so de población rural refleja realmente cuánta gente vive en la tierra que trabaja y desde ahí o revertimos la realidad o seguimos nuestra cuenta regresiva como sociedad.

Si coincidiéramos en que el rol social de mayor utilidad para la humanidad, son los productores de comida, po-dríamos concluir que bastaría con darles una onerosa retribución, pero en lo personal creo que es insuficien-

te. Digo esto porque creo que la tierra tiene techo en su producción si no queremos esquilmarla, pues no podemos olvidar su finitud, entonces creo que sobre ella no basta con que alguien esté sacando alimentos, sino que es necesario alguien que además la conozca, la quiera y la respete. Alguien que sepa que la tierra es tan viva como quien está leyendo este artículo ahora y que no es posible dominarla, sino únicamente enten-derla.

Eso, nada más ni menos que eso es lo que le ofrece un productor rural que vive en su medio al resto de la so-ciedad. Esa relación de afecto que lo hace seguir en el medio con un capital que lo definiría como pudiente y muchas veces viviendo como un mendigo. Esa relación de amor dónde su mayor sueño es que sus nietos vivan en ella, lo inhibe de esquilmarla.

Pero seamos conscientes que será imposible hablar con seriedad de la radicación del hombre en el medio rural si no hacemos un control sobre la propiedad y un límite a la acumulación, inexorablemente previo a las decisiones sobre el uso.

El tercer y último aspecto solo lo encararemos si buena parte de la población ha llegado a compartir estos dos anteriores y es la necesidad de quemar axiomas, eli-minemos todos los “ismos” eurocentristas que poco han podido explicar las realidades de América “la pobre” y menos aun han servido para que las socie-dades vivan más en paz consigo mismas.

¿No se podría pensar en que la sociedad le asegure al productor rural un bienestar económico independiente de los vaivenes del mercado y como contraparte le exi-ja producción y cuidado de la tierra?

Creo que los tiempos históricos que nos está tocan-do vivir a los campesinos uruguayos en particular y a todos los humildes de la Latinoamérica en general, exigen la aventura de intentar nuevas formas de abor-daje y lectura de las claves que mejor expliquen los movimientos socio-político-económicos para también desde esas nuevas lecturas mejor atender, entender y castrar de antemano los movimientos de los grandes intereses económicos (en general del hemisferio Nor-te) que histórica e inalteradamente nos han expolia-do. Para ser más preciso con los lectores, no tengo la arrogancia de creerme el nuevo teórico sino que tengo

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la profunda necesidad de sentir que América Latina es leída, analizada y propuesta por una analítica parida desde sí misma.América Latina es un crisol de culturas milenarias que su choque-unión, su encuentro-desencuentro dio por resultado un producto diferente a la sumatoria de to-das y cada una de las expresiones culturales que en ella anclaron. Así podemos hablar de todo el aporte in-dígena en cuanto a la relación de respeto con la tierra, de todo el aporte de la cultura de Europa occidental vinculado mayormente a la educación formal, a la cul-tura africana en lo referente a la música y a la mística, pero todo esto no es más que una burda simplificación.

Creo que nuestros tiempos, como sociedades en su conjunto, con sus diferencias intra y extra regiones, intra y extra naciones, con sus contradicciones y sus marchas unidas, con nuestras armonías y nuestras in-justicias, con todo eso y mucho más, aun así no hemos podido desprendernos de esa marca grabada a fuego que tenemos y que la podemos culpar, como una de las principales fuentes de nuestros desatinos, que es el “malinchismo”. No hemos podido bajarnos del caballo del conquistador –al decir de Nestor Ganduglia- para ver a nuestros congéneres y nuestras realidades.

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^Considero imprescindible respetarnos lo suficiente como para sabernos y sentirnos no mejores ni peores que otras sociedades o culturas y solo desde ese lugar de respeto por nosotros mismos, empezar a buscar esa tan anhelada identidad. Identidad que iremos encon-trando y desencontrando día a día, que iremos tallando artesanalmente, identidad que nos permitirá pararnos con más dignidad frente a los procesos de opresión, de exclusión. Hasta el día en que no nos leamos a nosotros mismos como latinoamericanos, reitero, ni mejores ni peores, simplemente latinoamericanos, difícilmente encontremos la senda por la que demos los pasos para una América Latina más armónica, más solidaria, con una más justa distribución de la riqueza, con una erradicación absoluta del hambre, en fin una América Latina en la que quepamos todos.

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foto: G. Picos / R. García / R. Gutiérrez35 SSQ

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En este artículo planteamos algunas valoraciones acer-ca del conjunto de las políticas sociales nacionales vi-gentes en el medio rural, observándolas no de modo aislado, sino en un doble juego de relaciones. Por una parte, en sus lazos con la esfera económica, de la que están separadas sólo de forma ficticia. Por la otra, en su vinculación con la vida cotidiana de las personas que es donde, efectivamente, se hacen carne y dejan sus huellas.

Políticas sociales y EconomíaEl avance del capitalismo no se reduce a la esfera económico-productiva, sino que también opera a nivel del modo de regulación encargado de crear y mante-ner las condiciones necesarias para la reproducción del modelo. Dentro del modo de regulación se ubica la intervención del Estado desplegada por medio de instrumentos diversos. Las políticas sociales, en tanto formas de accionar estatal, constituyen un campo pri-vilegiado donde problematizar la combinación entre los procesos económicos y el modo de regulación.

Para aprehender la esencia de las políticas sociales, es preciso profundizar el análisis, puesto que, si nos remitimos a su apariencia, no será posible tomar dis-tancia de la conclusión que las cataloga como el “bra

zo bueno” del Estado. Sólo una perspectiva histórica tiene la capacidad de captar las múltiples mediaciones que determinan el modo de ser de las políticas socia-les, amplificando sus silenciosas imbricaciones con la economía.

Como enseña Harvey (2004), un régimen de acumula-ción se configura cuando se consolida un determinado modo de producir y sus respectivas condiciones de re-producción. Para que la acumulación sea efectivamen-te posible, no basta con un esquema perfecto a nivel productivo, el modelo debe materializarse en normas, instituciones, hábitos, prácticas políticas, redes de re-gulación, políticas públicas, leyes, formas culturales. Es así que se instauran las condiciones de “orden” bá-sicas que permiten que la dinámica capitalista fluya. El modo de regulación así configurado imprime uni-dad al proceso, favorece comportamientos individuales coherentes con el esquema general de acumulación. Hoy, esa unidad resulta cuando al poder dominante del mercado se suman las presiones ejercidas, directa o indirectamente y en sentidos diversos, por distintos actores: instituciones religiosas, políticas, sindicales, empresariales, culturales, medios masivos de comuni-cación y, fundamentalmente, el Estado. (Harvey: 2004)

María Ingold [email protected]

El campo de las políticas sociales y las políticas sociales del campo

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En particular, las políticas sociales, concentran desde su propia génesis una triple función: social, económica y política. Buscan “reparar” las carencias sufridas por la clase trabajadora como efecto inherente al modelo. A la vez, favorecen la socialización de los costos de reproducción de la fuerza de trabajo, contrarrestando el sub-consumo, permitiendo una mayor acumulación para el capital. Finalmente, contribuyen a garantizar el “orden” y la disciplina necesarios para la reproducción de este modo de acumulación. (Pastorini: 2000)

A nivel rural, el campo de las políticas sociales se encuentra diversamente compuesto. Decisiones cen-tralizadas por pesados andamiajes burocráticos que aplican medidas con jerarquía de leyes nacionales, co-existen con múltiples programas y proyectos fo-calizados, transitorios, escasos, pre-diseñados desde organismos internacionales, con efectores dispersos, que hacen de la coordinación la función “estrella” den-tro de la modernización administrativa que pretende inundar las instituciones, con la eficiencia como norte de su brújula.

En este marco, se apuesta a procesos de descentra-lización que devuelven a los territorios locales, ge-neralmente empobrecidos, la responsabilidad por la satisfacción de las necesidades de las familias y el desarrollo regional, incluido el cuidado de los recursos naturales y la biodiversidad. Dicho proceso se combina con un afán por lo colectivo, no como modo genuino de cooperación con un sentido para las personas, sino como simplificado pre-requisito de acceso a presta-ciones, con un sentido para la política. Se imponen los dispositivos de diálogo entre el Estado y las organiza-ciones sociales, que desdibujan las funciones de uno y los objetivos de las otras, al tiempo que ocultan las contradicciones estructurales con efectos significati-vos para la correlación de fuerzas.

Sin embargo, las políticas sociales no se juegan en el mundo de las instituciones efectoras ni en sus docu-mentos programáticos sino, centralmente, en la vida cotidiana de las personas que resultan “incluidas”, “excluidas”, “obligadas”, “beneficiadas” y “agradeci-das”.

Políticas sociales y pequeña producción rural familiarEn primer lugar, la propia definición de producción fa-miliar fue tomada por la política, reconociendo al sector como un conjunto con particularidades. Sin embargo, desconoce uno de sus rasgos característicos como es la integración de la familia toda al proceso productivo, que no se reduce a la relación proporcional entre mano de obra familiar y mano de obra asalariada. Además, ubica los proyectos familiares como empresas, dando por sentada una determinada lógica de funcionamiento y un cierto margen de acción.

Co-existe con tal definición un variado elenco de me-didas que delimitan al sector de maneras diferentes, más o menos amplias según los objetivos que persi-guen. Si bien puede tratarse sólo de una cuestión de palabras, y no es posible decretar quién es productor familiar y quién no lo es, vale considerar que es en las definiciones de la política donde se compromete la inclusión/exclusión de las personas en el acceso a las prestaciones, la focalización o la universalidad de los programas.

Las dinámicas particulares que se procesan en la pe-queña producción familiar, por la conjunción de dos espacios (el productivo y la reproducción de la fami-lia) que el capitalismo globalmente disocia, coloca al sector como portador de una contra-tendencia. Frente a ello, por aplicación de las generales de la ley o por medio de políticas diferenciadas que tienen por fin igualar, se producen movimientos de homogenización y diferenciación. Homogenización de la pequeña pro-ducción rural familiar en la categoría de empresarios y, por ello, diferenciación respecto de los trabajadores. Agrupar a un conjunto de personas en una misma ca-tegoría diferenciada de otras, es un primer momento de intervención en sus modos de vida. Esto habilita o inhibe el acceso a determinadas políticas, al tiempo que propicia u obtura determinadas alianzas1.

1 Las alianzas entre iguales siempre parecen las más sencillas. Cuando los sectores se diferencian, aunque sean diferencias meramente no-minales o formales, el riesgo de la fragmentación se profundiza. Por ejemplo, si dos personas son reconocidas como trabajadoras, no costará demasiado pensar que comparten algunas dificultades o potencialidades y esto puede contribuir a su organización colectiva. En cambio, si a una de ellas se la ca-lifica de otro modo, se la incluye en otra categoría, es posible pensar que sus preocupaciones serán diferentes, lo que puede detener o dificultar los caminos de la unidad.

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El campo de las políticas sociales y las políticas sociales del campo

En segundo término, la determinación misma de las po-sibilidades y condiciones para desarrollar la actividad productiva: las relaciones con los medios de produc-ción. La pequeña producción rural familiar se levanta como lugar de coherencia, donde hay (al menos para algunos) relación de identidad entre quienes aparecen como productores y quienes aportan el trabajo humano necesario e imprescindible para la generación de toda nueva riqueza. Esto ocurre contrariando al proceso más general que separa al verdadero productor (que aporta su trabajo) de quien figura como tal por aportar capital y controlar el proceso.

Sin embargo, la cuestión no resulta tan simple como identificar una tendencia y una contra-tendencia. En la pequeña producción rural familiar, los productores/trabajadores, acaban separados de la concepción de su trabajo, tanto por el desdoblamiento de los procesos productivos en el marco de la flexibilidad, como porque aquella coherencia al momento de producirse la rique-za tiene sus costos en el momento de su realización, es decir, en el mercado. Así, queda relativizado el ca-rácter de independencia que podría pensarse a priori para la pequeña producción familiar, pues no controla el proceso global de producción y se ve, entonces, su-bordinada a las lógicas predominantes impuestas en nuestro medio rural por los agro-negocios. Este primer nivel de subordinación responde a que el control par-cial y precario de algunos medios de producción es insuficiente para generar autonomía.

Las políticas orientadas al acceso a los medios de pro-ducción y, en general, las que impactan directamente en el desarrollo de la actividad productiva, se cons-tituyen como mediación entre la pequeña producción rural familiar y las posibilidades de producir e inser-tarse en las cadenas. Con el declarado objetivo de que la pequeña producción se integre a los complejos agro-industriales en forma sustentable y equitativa, promueven medidas transitorias, focalizadas, con re-cursos escasos. Se espera que las familias transfor-men rápidamente su precariedad en desarrollo social, productivo y ambiental para toda la comunidad. Las familias deben abandonar sus valores particulares y tomar los hegemónicos, aunque sean contradictorios. Esto último pone en juego otros dos niveles de subor-dinación, donde se compromete la pequeña producción rural familiar como proyecto desde una perspectiva de clase. Familias contratando trabajadores asalariados o desarrollando estrategias de auto-explotación. En cualquier caso, lo afectivo, se impone como mediación,

y como telón de fondo se ubica la finalidad principal que orienta el desarrollo de la actividad productiva: sa-tisfacer las necesidades de la familia y hacer posible su reproducción.

Tercero, las políticas orientadas a la reproducción de la “familia rural” ofrecen mínimos2 volviendo engorroso el despliegue de la vida cotidiana. Los derechos resul-tan retaceados con medidas escasas y lejanas. La vida cotidiana se ve exaltada en su multi-dimensionalidad, desafiada en el saber que le es propio, y determina-da en su estructura jerárquica. Propuestas educativas monótonas, invisibilización de procesos complejos de salud-enfermedad, lugares de vida uniformados. En re-lación con las necesidades, cumplen con los mínimos de alfabetización, capacitación para el empleo, asis-tencia en casos graves de enfermedad, protección y abrigo. Reducen, sin embargo, la infinita capacidad de las personas de resolver cada vez mejor sus necesi-dades, porque lo inmediato inunda el panorama y no permite dibujar un horizonte más amplio. Esto compro-mete el mundo de los proyectos. A las limitaciones del proyecto productivo, se suman las que afectan a los proyectos familiares relacionados más directamente con lo doméstico y lo afectivo. Al mismo tiempo, en la medida que las familias no pueden ser concebidas a-críticamente como unidades armónicas, los proyectos que cada una de las personas que la integran puede construir son determinados y se enfrentan entre sí y con los familiares, en movimientos de mutua exclu-sión. Estos movimientos, en que las relaciones de gé-nero e intergeneracionales ofician como mediaciones principales, dadas sus incidencias en la división del trabajo, no se explican atribuyendo caracteres egoís-tas, materialistas o mezquinos a las personas. Sólo es posible comprenderlos inscriptos en aquel primer nivel de subordinación, donde la insatisfacción de necesida-des, la pobreza como tradición, el lugar de “olvidados”, en estrecha relación con la hegemonía económico-productiva y el modo de regulación asociado, asumen indiscutida relevancia.

En cuarto lugar, considerando a la pequeña producción rural familiar como sujeto colectivo, pensamos sus

2 Lo “mínimo”, lo “menos”, no puede generar grandes cambios, justamente porque es insuficiente, es “menos”. Conviene pensar en el “bá-sico”, la “base”: aquello que necesariamente debe estar para habilitar desa-rrollos ulteriores. La plena satisfacción de las necesidades “básicas” es indis-pensable para el desarrollo de las múltiples capacidades de la humanidad; los “mínimos” nunca son cimientos firmes.

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posibilidades de organización y movilización. Aquí se agregan al análisis algunos valores contra-hegemóni-cos que efectiva o potencialmente se ven contenidos en los proyectos familiares. La tensión es entre la re-sistencia y reivindicación de modos alternativos de tra-bajar, producir, consumir y vivir, y la lucha por superar la pobreza y satisfacer las necesidades, insertándose por completo en el modelo predominante, ocupando el lugar que corresponde a los típicos empresarios capi-talistas o a los trabajadores dependientes.

Las más de las veces, las necesidades inmediatas y el gran esfuerzo que requiere satisfacerlas, incluso en niveles mínimos e insuficientes, nublan las posibilida-des de ver colectivamente más allá e imaginar cambios estructurales, donde no sea el último el lugar reserva-do para los modos de vida de la pequeña producción familiar.

La inserción a la cadena como empresarios y las con-secuentes posibilidades de satisfacer las necesidades a través del mercado, es la intencionalidad declara-da por las políticas vigentes. La proletarización, es su efecto. Este fenómeno es claro y evidente cuando las familias son expulsadas del medio rural y empleadas en las ciudades, pero se encubre y matiza cuando los pequeños emprendimientos participan en la cadena de forma absolutamente subordinada al capital.

Las políticas contribuyen al debilitamiento de las po-tencialidades de reivindicación de un proyecto alter-nativo, fortaleciendo formas de organización colectiva impuestas, inducidas y mediadas por las instituciones, ocupadas en negociar derechos cambiándolos por dádivas voluntaristas mínimas y demoradas. Así, un “modelo participativo asistencial”, con omnipresen-

cia del Estado y escasa autonomía para los sujetos, toma el lugar de la ciudadanía que se desnaturaliza al reducirse a su faz de obligaciones o contra-partidas, perdiéndose la idea de derechos. La fragmentación se favorece con la territorialización de las políticas, que asignan primacía a lo local, resaltando sus particulari-dades, pero pensadas como rasgos únicos, que les ha-cen diferentes de “otras realidades” con las que, ver-daderamente, comparte la esencia de los fenómenos.

A modo de cierre...Luego de este intento por conectar las distintas dimen-siones de la pequeña producción rural familiar con el heterogéneo mapa de políticas sociales, es necesario pensar en la práctica.

Las políticas sociales se presentan bajo modernos enunciados de participación e integración social. Fren-te a tal apariencia, corremos el riesgo de entusiasmar-nos con la idea de autonomía y la lógica de contrapar-tida, con la percepción de todo territorio como espacio de potencialidades, con los éxitos de las coordinacio-nes y articulaciones, con las medidas educativas y pro-mocionales que hacen confianza ciega y absoluta en la posibilidad de la autogestión de las personas como salida de la pobreza. (Baraibar: 2005)

La opción antagónica es la de rechazar toda política social en virtud de sus efectos para la reproducción de los modos de vida de la pequeña producción rural familiar, por dificultar las alianzas de dicho sector con el resto de la clase trabajadora, por reducir las posibi-lidades de organización en busca de transformaciones estructurales.

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^El campo de las políticas sociales y las políticas sociales del campo

A nuestro entender, esta vía de la bifurcación y el ra-zonamiento dual no es la más apropiada, por lo que apostamos a pensar desde la complejidad, consideran-do que las políticas sociales son un fenómeno esencial-mente contradictorio. Es preciso captar el movimiento dialéctico entre su faceta de concesión estatal y su carácter de conquista de la clase trabajadora. Si el Es-tado concede para evitar el conflicto, nunca lo hace de primera mano, sino en respuesta a la lucha de la clase trabajadora. El desafío de la clase está en resaltar esta mediación determinante, y pensar cada conquista, no como horizonte realizado, sino como trampolín para las luchas que vendrán.

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BibliografíaBaráibar (2005) “Transformaciones en los regímenes de protección social y sus impactos en el Trabajo Social.” En: Revista Katálysis. Volumen 8. Nº 2. Universidad Federal de Santa Catarina. Florianópolis.

Harvey (2004) “La condición de la posmodernidad. Inves-tigación sobre los orígenes del cambio cultural.” Editorial Amorrortu. Buenos Aires.

Ingold (2009) “Campo travieso: Un primer recorrido por las relaciones entre las políticas sociales y los modos de vida de la pequeña producción rural familiar en el Uruguay.” Tesis de Grado de la Licenciatura en Trabajo Social. Facultad de Ciencias Sociales. Universidad de la República. Montevideo.

Pastorini (2000) “Las Políticas Sociales y el Servicio Social.” En: “La Naturaleza del Servicio Social. Un Ensayo sobre su génesis, su especificidad y su reproducción.” 2da. Edición. Cortez Editora. Sao Paulo.

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r i ncón cu l t u ra l Canción del

“buen día”

Ezequiel Fascioli Poema-Canción inédito, escrito en el marco del “2do. Campamento de Formación y Trabajo” del Centro de Formación Popular Bella Unión. Diciembre 2011

Un dulce y tibio aire de gramíneas, crecía verde y nuevo

en la mañana y un horizonte urgente, tras la caña,

auguraba la luz que se avecina.

Aquí, se luchó sin dar mucha vuelta

-que vueltas, dio esta Historia, en su agonía-: temblaron ‘los gringos’ con su avaricia,

cuando un Sendic planteó ajustar las cuentas!

(…)Sabidas las derrotas -y asumidas-

un Pueblo zurce lento la esperanza,

conversa de salarios que no alcanzan y amasa nuevamente la Utopía!

El campo fue tomado por la fuerza,

amable, de quien sabe la injusticia;

sobraban las espinas y las chircasy ahora danzan flores en la huerta.

Parece que sobran ‘pocas’ hectáreas libradas

al encuentro y la alegría,

para ensayar caminos que un “Buen Día”

¡¡¡Nos llevarán a miles de estas chacras!!!

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Suma sarnaqaña es una publicación que busca promover la reflexión crítica y sistemática por parte de diversos actores comprometidos socio-políticamente con la transformación de las estructuras agrarias del país. Ésta herramienta, apunta a incluir la reflexión y el trabajo de todos aquellos que trabajan y piensan desde y para los sectores populares del campo, desde su inserción laboral o militante, desde el trabajo directo en el medio rural, o en el trabajo intelectual y científico volcado a estos sectores.

Suma sarnaqaña significa en aimara saber caminar y es uno de los componentes del vivir bien (suma qamaña), que los pueblos originarios de nuestra América están impulsando como nueva referencia paradigmática, frente al modelo hege-mónico de desarrollo, organización social y relación del hom-bre con la naturaleza.