Soy de Chachoapan
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SOY DE CHACHOAPAN, DISTRITO DE NOCHISTLÁN
Nací por allí de 1916 en Santa María Chachoapan, Distrito de Nochistlán,
Oaxaca, y nos venimos a Tequila porque los carrancistas estaban matando mucha
gente; a los que se encontraban que iban a trabajar, los agarraban y los colgaban
del mero cuello y ahí los dejaban… dos o tres, los que cayeran. Los mataban
porque en la lucha estaban los de Carranza y los de Zapata; entonces, cuando los
carrancistas se encontraban a la gente les preguntaban que con quién andaban y
si les decían que con los zapatas, entonces luego luego los mataban.
A mi papá y a mi tío Isidro los respetaban un poco, pero aún así los
zapatistas les quitaron como 12 bestias mulares; entonces, mi mamá se fue pero
corriendito al refugio de los zapatistas, que estaba en el Cerro del Jazmín, a
buscar a su primo Pedro para rogarle que siquiera le regresara la mitad de las
bestias, porque si no con qué iban a comer.
- Pedro, por favor, devuélveme las bestias, aunque sea la mitad; siquiera
para que coman mis hijos; piensa ¿con qué van a comer?; ¡devuélvelas!
Él le dijo que sí, pero cuando acabara la revolución, porque esas bestias
eran para cargas los armamentos que pesaban mucho.
- No podemos dártelos ahorita, pero en cuanto se acabe la revuelta te
prometo que te las devolvemos.
Y así iba seguido mi mamá y siempre le dijo que sí, pero nunca le devolvió
nada.
Un día que mi mamá regresó del Cerro del Jazmín se encontró con la
novedad de que su hermana de ella, que se llamaba Julia, se había ido a traer
agua con cántaro a la plaza y como en la plaza estaban unos árboles grandotes,
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los carrancistas los usaban para fusilar y colgar a toditita la gente; y allí, nomás
porque sí, les metían de tiros a los que encontraban y mi tía Julia, cuando vio eso,
se espantó mucho, mucho, mucho y se quedó tullida del susto y mi mamá ya no
quiso que fuéramos a traer agua allí, sino a una especie de río, como un arroyo
que estaba por allí cerca; entonces, en la noche nos íbamos a traer agua; ya en el
día para nadita… y las bestias ya nunca las devolvieron.
Para entonces mi tío Isidro, -el papá de Aureliano-, mi papá y mi tío Pancho
ya habían quedado bien pobres; ya no tenían para trabajar, porque ellos
trabajaban la harina. Primero cosechaban el trigo y luego lo llevaban a los molinos
para que se los molieran y ya entonces la harina la vendían; de eso se la pasaban
ellos. ¡Ah, pero un poco de harina se quedaba para nosotros, porque como
teníamos panadería, pues allí la usábamos.
Para entonces –ya sin bestias- ni los burros de mi abuelo servían para
mover la harina, pues un burro no se aguanta la carga de los cartuchos; entonces
mi abuelito les dijo:
- Pues ahora, ¿qué cosa van a hacer…?
Tenían otro hermano que se llamaba Antonio –el que está en el retrato ahí-
que ya se había venido para Tequila, y trabajaba en una tienda pero bien re
´grande, el dueño de esa tienda se llamaba Julián Andrade, Antonio les escribió a
sus hermanos que se vinieran, que aquí estaba bueno el trabajo, que había
bestias bien baratas, que se vinieran; entonces se vinieron, pero de escondidas,
de escapada, se vinieron de pelada los tres hermanos: Pancho, Isidro y mi papá;
se vinieron de noche, para que no les fueran a caer los carrancistas.
Y luego que llegaron a Tequila compraron bestias, tenían como 12 mulas
grandes, y mi tío Antonio les dio el trabajo de que acarrearan alcohol; alcohol, no
azúcar. Porque para entonces había un lugar aquí por Naranjal que se llamaba
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Chapoapita que era un ingenio, aunque había otros dos más; el Ingenio del
Carmen y el Ingenio de Tuxpango; bueno, pues de ahí acarreaban el alcohol; lo
iban a comprar y lo llevaban a vender a Tequila, porque como venían los de San
Martín Atlahuilco, los de Tehuipango, los de Tlaquilpa, los de Astacinga, los de
Xoxocotla, de todos esos lugares venían a Tequila a comprar alcohol.
Pero para entonces las cajas eran de madera; ahí metían dos latas de
alcohol en cada caja de madera; era bien barato, a ocho pesos la caja, luego, ya
que se vendían, iban por otro viaje.
Y ya que más o menos estaban bien con su trabajo, nos escribieron para
decirnos que nos viniéramos poco a poco, que vendiéramos todo: la casa, la
panadería; todo, todo, todo; que vendiéramos los burros, porque los burros allí
estaban nomás de sobra, entonces que vendiéramos todo y que nos viniéramos
para Tequila.
Y un buen día, con harto miedo, nos venimos por Nochistlán para llegar a
Tehuacan y de ahí para acá, para Orizaba; viajamos en tren, pero no de esos que
hay ahora: en tren de vapor. ¡Ah pero cómo llorábamos!, porque el tren de vapor
era muy feo, ¡ay!... que era una cosa bien horrible; que le van echando leña y
ardía así…así de alto, así prendía la leña; ardía pero alto, alto… ¡ay!, cómo
llorábamos por el calor; porque cuando uno se sube para adentro, parece que ya
le va agarrar a usted la lumbre, así parece que ya lo va agarrar a uno la lumbre.
¡Ay!, pero es re´feo, se espanta uno y hace re´feo hace:uuu, uuu, uuu, por la
lumbre; chilla, pero feo: uuuu, uuuu, uuuu y ¡ talán! ¡talán! ¡talán! ¡talán! … hacen
las campanas; chillan, repican así: ¡talán! ¡talán! ¡talán!; y las cornetas van: ¡buuu!,
¡buuu!, para que vayan oyendo que ya va el tren, que se hagan a un lado, que no
estén en la vía porque ya va el tren; que ya saquen el boleto en cualquier estación
que llega uno y ahí van a sacar el boleto.
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Ya llegamos acá y ya nos estaban esperando mi papá, mi tío Pancho y mi
tío Isidro; ya tenían las bestias preparadas para el viaje. Les echaron la carga a las
mulas y nosotros encima de la carga… y ahí vamos para Tequila.
Pero el camino era un atascadero, pero atascadero; como de un metro;…
así las piedras; para brincar una piedra, para brincar otra piedra;…así de feo;
estaba horrible el camino, eran puros atascaderos, pero grandes … y ahí vamos,
poco a poco, todo el día de camino.
Nos venimos en tiempo de frío y todo el día caminamos; ya para cuando
llegamos a Tequila ya mi tía Sofía –como ella se había adelantado- nos dio de
comer; era una casa de tarima y ya tenían panadería. Esa fue la gracia de que
ellos se adelantaron, pues mi mamá todavía se quedó a vender todas las cosas: la
panadería, el trigo, los cochinos, los burros… todo, todo, todo.
¡Ah!, pero nos pasó una cosa bien cabrona, porque cuando nos subimos al
tren se le olvidó a mi abuelito –que se llamaba Juan- darle a mi mamá el dinero y
luego ya iba caminando el tren –ya ve usted que empieza a caminar poco a poco-
y que chifla mi abuelo, que se le había olvidado dar el dinero y que lo enreda;
entonces se usaban puras “culebras” de dinero, así que lo enrolla y que lo avienta
por la ventanilla; era un chipote de dinero… ¡ya mero se quedaba el pinche
dinero!.
Pues el abuelo se quedó para después alcanzarnos, y nosotros llora y llora,
pues se quedó la abuelita Manuela; ellos se quedaron a acabar de vender la
panadería. Hacían unos panes, pero así de grandes y sabrosos, sabrosos; y
hacían el chocolate, pero de metate. Allá no bebíamos café, puro chocolate de
metate. Allá en nuestra tierra puro chocolate de metate; y luego, pues veníamos
llora y llora.
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Y así fue que llegamos a Tequila bien espantados por el tren. Nos agarró
calentura y había una viejita que le decían Cuapinto y esa viejita nos curó de
espanto; nos curó con huevo y una hierbita que le dicen hierba de espanto,
chiquitita, así las hojitas; allá en Tequila había harta; nos curó con esa hierbita,
con aguardiente y con huevo. Mi tía Sofía conocía muy bien la hierbita, entonces
fue que buscó a la viejita y ella nos fue a curar; y así sanamos, nos curó.
Conmigo se vinieron mis hermanas Concha, Margarita y Avelina; mi
hermano Pepe todavía no nacía; él nació en Tequila, ése no vio nada: Luego ya
nos compusimos, pusimos una tienda y ya vendíamos, ya estábamos bien; ya
tenía harta gallina mi mamá y harto huevo, pero grandotes. Venían de México a
traer gallinas y a comprar huevos y mi mamá echaba muchas gallinas; y también
vendía unos chayotes grandotes; allá donde vivíamos también se daba mucho el
chayote y vendíamos bien barato: un huevo cinco centavos, un chayote cinco
centavos y bien sabrosos los chayotes, no como ora, no están sabrosos, están
muy feos.
En aquel tiempo, en las mañanas de los domingos, vendía café hervido con
pan a los que llegaban a la plaza; vendía pan de burro, esos panes así redondos
gruesos, y temprano solevantaba y hervía el café. A cinco centavos la taza y a
diez una rebanada de pan; y si no un cocole, así, bien sabroso, a cinco centavos;
y a los borrachitos, su copa, una copa por cinco centavos, y luego le echaban el
aguardiente al café y re´sabroso.
Mi mamá era muy luchona, porque cosía las camisas y los calzones y ya
con eso nos íbamos ayudando; mis hermanas lavaban ajeno y planchaban con
almidón, como usted quisiera. Iban los mayordomos a verlas para que les lavaran
y les plancharan sus ropas de fiesta, pero nomás que muy barato: 25 centavos la
docena de ropa lavada y planchada; pero bueno, era uno buena ayuda.
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Pero luego vino la revolución de la Huerta y cómo se veían los soldados, los
veía que bajaban, pero diría usted que eran hormigas, las hormigas ya ve como se
ponen en fila, así eran los soldados, querían quemar el palacio de Tequila, pero no
los dejaron. Se juntó mucha gente y defendieron el palacio, pero cuando después
los soldados se pusieron cabrones, se enojaron y una parte la prendieron, donde
estaba todo el documento lo quemaron y donde no tenía nada, no lo quemaron.
Entonces, como estaban duros los cocolazos, mi papá y mi mamá que
cierran la tienda y que nos traen para Orizaba. Ahí estuvimos viviendo con una tía.
Era muy peligroso quedarse en Tequila.
Bien dura estaba la Revolución; mi papá y mis tíos tenían sus buenas
mulas, y mejor se las llevaron a un lugar que le dicen Santocomusco. Allá las
fueron a esconder y luego ellos se escondieron por allá entre el monte. Como
había harto pasto, las mulas comían, pero para ellos estaba más cabrón; entonces
había una profesora que se llamaba la señorita Sergia; ella no tenía miedo,
agarraba y se colgaba su morral y se ponía pantalón y su sombrero, y ahí se iba
camina y camina como perdida, pero ya sabía el camino donde estaba
Santocomusco y ya llegaba allá y les chiflaba a los escondidos; sabía chiflar.
Luego ya la oían y la venían a encontrar, ella les llevaba de comer y les llevaba
agua, llevaba tortillas, llevaba totopos; llevaba chile molido, pero en seco y les
llevaba un jarrito con sal y el chilito molido y allá hacía lumbre, ponían el jarrito de
aguay hacían sus frijoles ya molidos y con eso comían y ya iban a dar una vuelta a
las bestias; ya sabían dónde había agua, las llevaban a beber y las volvían a
regresar y ellos allá escondidos. La maestra luego se venía; cada tercer día les
llevaba de comer; era valiente la maestra.
Y mi tía Sofía, mi tía Chole y mi mamá, las tres viejas se quedaron en la
casa. Como ya estaban viejas no les hicieron nada, pues luego las violaban. Las
tres viejitas luego estaban moliendo, pero no sabían para quién, hacían memelitas
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para que comieran y pan de burro les mandaban, estuvieron escondidos como tres
meses.
Ya poco a poco se fueron yendo, pero por aquí por los cerros andaban los
soldados curioseando, por San Andrés, por San Juan del Río, por todo eso; para
subir estaba muy feo y los hombres de Los Reyes que eran muy fuertes, se
cargaban a las viejitas para traerlas con el doctor; las bajaban de Tequila a
Orizaba y al otro día las llevaban otra vez, así las andaban cargando para que no
se cansaran…
Estuvo duro, pero muy duro; ya no recuperamos la tienda, mi papá siguió
trabajando con las bestias y mi mamá cosía, vendía comida, café, frijoles, tortillas,
pero ya no recuperamos la tienda, la perdieron porque la mercancía que había,
toda se la robaron los de la Huerta y ya no pudimos levantarla; eran muy ladrones
esos revolucionarios; mis papás tenían una bolsita así, de pura plata, la tenían así,
arriba, en una esquina, y creyó mi papá que no se la iban a robar, pero sí se la
robaron. Fue duro, muy duro.
Entonces mis hermanas se metieron a la escuela, les dieron trabajo de
maestras, pero ganaban muy poco: 300 pesos al mes. No les Alcanzaba, sólo
para vestirse, pero así acabaron; luego se casaron. Bueno, primero me casé yo y
ellas seguían trabajando; después se casaron ellas, pero mi mamá era muy
pegona, entonces de que servía que trabajaban. ¡Cómo les pegaba mi mamá!
Mucho, mucho les pegaba…
¡Ah!, una vez, que me manda mi mamá por un kilo de manteca, pero antes
de que me mandaran yo estaba parando las orejas para oír qué cosa estaban
platicando; entonces, bien que oí que le dijo una señora que era amiga de mi
mamá. “…oiga usted, acompáñeme usted, vamos a ver a mi´ja que no puede
tener su chamaco y ya la colgaron, ya todo y no puede nacer el chamaco”.
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Entonces que yo estaba parando la oreja y que me voy a traer el kilo de manteca;
mi papá trabajando, yo entré por la cocina y ahí estaba la viejita y que me dice:
-¿Qué cosa quieres?
-Dice mi mamá que le mande un kilo de manteca.
-¿Tu mamá dónde está?
-Mi mamá se fue en ca´doña Josefina.
-¿Qué cosa fue a hacer?
-Yo oí que la acompañara porque su hija no podía tener su niño, que ya la
colgaron, que le hicieron muchas cosas, pero que no puede tener el niño, que la
fuera acompañar y a mí me dijo que yo viniera a traer la manteca porque mis
hermanas van a hacer la comida.
Y que me despacha la viejita, pero como era muy chismosa que va y que le
dice a mi mamá; y mi mamá me pegó bien duro. Luego, que ya llega mi papá y
que la regaña, que le dice que por qué me había pegado, que vieja chismosa, que
no estaba bueno que me pegara y ya que la regaña otra vez y que le dice: “…si le
vuelves a pegar a mi hija, te voy a dar a ti para que se te quite la maña”.
Mi papá nunca me pegó. Mi mamá era de carácter fuerte, igual que su
papá; mi abuelo así era, era pero malo el viejito, era malo; arreglado que, cuando
fue mayordomo de Santo Cristo en Chachoapoan, como era muy bravo se subió
hasta arriba del altar y se rodó el viejito; de arriba se cayó para abajo; se vino
rodando y se quebró una pata, lo levantaron los que estaban adornando y lo
llevaron a su casa, ya no fue a la fiesta. Era malo, se llamaba Juan ése es el que
tenía la panadería, el que acarreaba la harina con puro burro.
Aquí en Tequila iba yo a la escuela; fui a primero, segundo y tercero, luego
a caminar con mis hermanas. Como eran profesoras, les hacía yo de comer; mis
hermanas andaban en las comunidades.
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Cuando conocí a mi esposo estaba yo en la escuela. Mis hermanas estaban
trabajando, pero cuando yo lo conocí ya no fui con mis hermanas, porque ya
habían encontrado una casa; donde vivían había muchachas y yo ya no fui, allá
hacían de comer; todo lo llevaban: manteca, arroz, papas, bisteces; llevaban fideo
y llevaban cualquier otra cosa que les ponía mi mamá; llevaban para comer.
Salían los chamacos y ellas hacían de comer, todo llevaban: su carbón, poquito,
así, carboncito.
Cuando me pidieron, el difuntito Jorge me escribió una carta donde decía
que si quería yo que me pidiera. Como mi mama nos pegaba mucho, yo le dije
que si, que me pidiera entonces; entonces fue un señor que se llamaba mariano
xocua, que su papa de mi novio lo fue a ver para que me fuera a pedir, pero como
tenían miedo porque decían que mi papa era muy bravo, fueron a ver a su padrino
José Cerezo; el padrino de el, entonces, fue don Mariano; también fueron Don
José Cerezo y Don Emiliano, no me acuerdo de que es, porque ese era sindico y
Martín no me acuerdo, su apellido, pero era secretario, llevaban mucha gente
porque le tenia miedo a mí papa.
Y que va siendo que no. Mi papa los recibió muy bien, llegaron y saludaron
a mí papa, les dijo que pasaran adentro, y pusieron las sillas y todo. Entonces ya
empezaron a platicar entre mi mama y los señores y mi papa; ya después de la
platica que tuvieron, ese Mariano Xocua empezó a hablar: “….en el nombre de
Dios, de la Virgen y de San Pedro”…Iban a pedir mi mano; mi mama y mi papa no
sabían que iban a pedirme y se sorprendieron, pero los trataron bien y mi papa
respondió -porque mi mama todavía no hablaba- y les dijo:”…pus yo no se si tiene
trato la chamaca, porque esta muy chamaca, tenia 17 años entonces – esta muy
chamaca y no sabe hacer nada ¿qué cosa va a saber hacer? ¿nomás para que la
corran allá? No, mejor voy a platicar con mi hija para que me diga a ver qué cosa,
a ver qué ha tratado con ese muchacho, porque nosotros no lo conocemos;
porque ellos son de un rancho y nosotros somos de acá de Tequila y no se qué
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cosa habrán platicado y qué cosa decida, que si tiene compromiso con este
muchacho entonces voy a platicar con ella. Vienen dentro de 15 días a saber.
Cuando se fueron, mi mama les dijo que muchas gracias que habían ido
y que iban a platicar, ya se despidieron y se fueron y mi mamá entró bien enojada,
pero ahí estaba una profesora de aquí de Los Naranjos, era una muchacha
también, muy respetuosa y empezaron a platicar y mi mama decía:..”chamaca
tonta que se quiere casar, adivinar qué gente será; como nosotros nunca andamos
en los ranchos no sabemos “. Así empezaron a platicar, bebimos café y nos
fuimos a acostar.
Al otro día temprano se fueron mis hermanas Avelina y Concha a
trabajar; se fueron temprano, como a las 5 de la mañana para que llegaran a dar
clases, una trabajaba en Tiotzacoalco y la otra en Ostotitla, así se llaman unas
rancherías. Yo me levanté y saqué el nixtamale de la cubeta y lo eché a la olla
para ir al molino; ya me fui al molino, como no estaba lejos estaba cerquita en
orita regresé y dice mi mamá “¡Ven acá!” y ahí voy y que me comienza a decir el
“Padre Nuestro y el Ave María”, bien enojada y que me dice:
-¿-qué cosa haz pensado?-
-¿Te vas a casar con ese indio?-
-te van a tener debajo de los tzimpiles,
-no te van a llevar a ninguna parte, ahí te van a encerrar.
-¿Qué tan tonta eres? Si quieres te voy a dejar a México para que ya no
sigan viniendo, te voy a ir a dejar a México con mis hermanas. Todavía no sabes
moler, todavía no sabes hacer de comer, lavar; tampoco sabes planchar; tampoco
sabes remendar, porque se remienda así –y me jalaba las manos, y me pegaba en
las manos.
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Entonces que me echa el sermón toda la mañana hasta la una de la tarde
que me dio de beber. Yo no le respondí nada, nada, ni una palabra, porque me
agarraba a cachetadas, entonces no le respondí; calladita.
Ya cuando terminó su sermón me fui a hacer las tortillas. Como era otra
cocina. Me dio de beber y ya me fui a hacer las tortillas. Ya acabé con las tortillas,
lavé el metate y me vine a alcanzarla. Y que me dice: “¡Ora haz la comida!”, y qué
cosa era, nomás éramos tres: mi mamá, mi papá y yo; entonces le digo:
-¿Qué cosa voy a hacer?
-Pues haz caldo, pero de res y échale sus verduras y haz la sopa.
Ya que hago la sopa; la verdad es que yo ya sabía cocinar, desde
chamacas nos ponía mi mamá a hacer la comida. Pues ya que hago el caldo de
res con su col, sus chayotes y sus papas.
Para cuando llegó mi papá nos pusimos a comer, y la viejita bien enojada,
sin hablar; cuando terminamos de comer, lavé los trastes, puse el nixtamale para
el otro día, poquito, pues, y la viejita bien enojada. Entonces mejor que agarro mi
costura y ahí estaba yo haciendo mi servilleta, agachadita, no hablaba yo. Así nos
agarró la noche y fuimos a beber cafecito.
Al otro día fui al molino, eché las tortillas y luego nos fuimos a lavar al río,
cada quien su batea de ropa; ella me dijo: “...vámonos al río a lavar”, y ahí vamos;
antes se lavaba bien, no como ahora, se lavaba costura por costura y con jabón,
no como ahora con jabón de polvo. Cuando regresamos del río luego, luego me
ordenó que calentara la comida. Ya en la noche nos fuimos a tender la ropa; a ella
no le gustaba que ya luego de enjuagar se tendiera; había que tender la ropa para
que en la noche se serenara y al otro día recogerla después de que le pegara el
sol tantito, y otra vez al río a darle una nueva enjuagada, ya enjuagada iba uno a
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tenderla; si había donde tender para que se secara allí mismo, la tendíamos y si
no, se la llevaba uno así mojada hasta el tendedero de la casa.
Y así se fue bien rápido el tiempo y sin darnos mucha cuenta llegaron los
quince días.
Ese día me di un buen baño en la tarde y entonces que me llama mi papá a
donde esta el horno y que me dice:
-Mira hija a la noche van a venir los señores, qué cosa piensas, ¿te vas a
casar?
-yo que le digo sí, sí me voy a casar –pues tanto que ya había yo sufrido
con los golpes de mi mamá-
-Entonces, hijita, les vamos a decir que sí, pero cuando lo digamos tienes
que ir a decir tú que sí te vas a casar.
El mero día fue una noche del mes de noviembre, era un sábado, llegaron
entonces “las visitas” y dijeron a lo que iban, y entraron y saludaron, platicaron. Y
entonces mi papá les preguntó: -¿Vinieron a lo que hablamos, verdad? Voy a
llamar a mi hija a ver qué cosa dice- Ya que me va a llamar y llegué dando a todos
las buenas noches.
-Pues aquí vinieron los señores ¿qué si te vas a casar con este muchacho?
-Sí, sí me voy a casar con él.
-Ya, nomás eso, pues ahora vete para allá.
Nomás quería que yo dijera eso y que el muchacho dijera que sí me quería
y entonces mi papá les dijo que sí. Y ya se quedaron ellos platicando y mi papá les
dijo que él quería que luego nos casáramos porque no iba a estar de alcahuete:
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-Yo no voy a estar de alcahuete de mi hija y que a cada ratito la venga a ver
el muchacho, si van a casarse que sea luego.
Ellos le contestaron que en diciembre me iban a dar el rosario para que ya
se cerrara el compromiso. Pero él no me llevó rosario, me llevó una mascada,
pero bien bonita y me llevó un anillo; ahora está delgadito, porque ya está bien
gastado; llevaron pan, chocolate, un totole , tamales de chile, mole, tamales de
frijol, tortillas, todo, todo; cerveza, refresco, todo eso llevaron para cerrar el trato.
El 8 de diciembre llevaron la sortija y todos los regalos; llevaron 2 cartones de
cerveza, 2 cajas de pan –pero de puro huevo- pero pan mandado a hacer,
pusieron el mole, pusieron el totole y los tamales de frijol y los tamales de chile, -a
esos les dicen nagatamales- , y entonces así se cerró el trato. Todo lo que llevaron
lo metió el muchacho para adentro, para la cocina y al otro día lo repartió mi mamá
entre los padrinos, los tíos, a Aureliano, a mi tía Sofía, a mi tía Chole, a toda la
familia le mandó; lo demás se nos quedó.
Al otro día llegaron otra vez las visitas a recoger sus cosas: las canastas,
los cartones, los platos, las cucharas y para cuando llegaron, ya mmi mamá había
puesto chocolate y había partido una hojaldra para que estuvieran contentos; y
luego les repartió cerveza de la que llevaron y dieron las gracias, recogieron sus
cosas y se fueron.
¡Ah!, pero para esto, antes de que se fueran, mi papá les dijo:
¿Y cuándo es que se van a casar?, porque para diciembre va a estar la
familia de Xalapa y para que les toque, estaría muy bien que fuera en esas fechas
y se pusieron de acuerdo para el día 23 de diciembre de 1933, para que ese día
estuviera todo comprado; no como ahora, que los padrinos compran lo de la novia;
no, eso no, eso le tocaba al muchacho, entonces ya se fueron, y dijeron que el 23
de diciembre.
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Ya luego, como a los 8 días, llegó el muchacho a tomar medidas, ya había
mandado a traer el catálogo a México y entonces me dijo:
-Ora, escoge el vestido.
Y como allí traía las medidas, ya me midieron y lo escogimos y lo mandó a
traer a México. Lástima que no lo tengo acá, está en Puebla y las fotos ya se
acabaron, pus como mi mamá se quedó en Tequila, allá se quedó con todas las
cosas y adivinar; yo le preguntaba, pero siempre me decía que ya no se acordaba
dónde quedaron.
Y que se va llegando la fecha de la boda. Se prepararon 50 totoles para la
fiesta y mi mamá mandó traer cocinera de acá de Orizaba. Prepararon la comida,
primero sopa y... ¡no!...primero, consomé y luego sopa. Se hizo una sopa de
macarrón y la de arroz, y a los que no querían de macarrón pues la de arroz; luego
el mole con los tamales de frijol... ¡ah!, pero cuando me casé, entonces temprano
me fueron a traer y Leonor, la mujer de don Rafael, ésa me vistió. Llevaba yo
diadema con velo y vestido largo...y la cola.
Pero en la noche anterior hubo velación, que es toda la noche de baile con
los músicos que fueron de acá... los que le digo a usted de la Cervecería
Moctezuma... y al otro día temprano me vistieron y ya se adelantaron los músicos
para la casa de don José el Chico, ahí me casé... ¿pues no ve usted que entonces
estaban cerradas las iglesias por eso de los llamados “cristeros”...? Antes de salir
de la casa tendieron el petate nuevo y me echaron la bendición mi tía Sofía, mi
mamá, mi papá, mi tío Isidro, todos me echaron la bendición mientras yo estaba
hincada en el petate nuevo, y luego Aureliano, mi primo, me llevó del brazo y me
entregó allá donde me casé.
Y ya que me entregó Aureliano con el difuntito, el padre nos casó; primero
me casaron, después la misa y ya... nos paramos y salió toda la gente, mucha,
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mucha gente que invitaron: de Zongolica, amigos de mi esposo y de mi suegro,
tenían muchos amigos, y ya nos paramos y nos fuimos para la casa de la madrina
Julita al chocolate... Ella dio el desayuno: dio chocolate con leche y chocolate solo,
porque a unos no les gusta, y buen pan que dieron, mandado a hacer, luego los
tamales, y ya acabando el chocolate, luego luego sirvieron los tamales de chile,
pero con carne y bien hechecitos, chiquitos, pero bien hechos... pero pusieron
montones, así, charolas, harto tamal y cada quien su plato y su cuchara.
Ya acabando el desayuno nos fuimos a casar a lo civil en el Palacio, allá me
casaron. Cómo dilató el casamiento a lo civil, entonces ya de ahí nos fuimos para
la casa del novio, ahí iba a ser la comida; le dieron de comer a los músicos y
acabando de comer, me fueron a la cocina, pero con música, pues, y luego allá
me llevaron hasta donde esta el tlecuile, donde está la lumbre, entonces allá me
dicen:
-Ora te sientas.
Ya me llevaron la silla y el difuntito Jorge también se sentó y vienen los
consejos de mi tía Sofía y nos dijeron el “Padre Nuestro y el Ave María”...- que
obedecer, que no andar como quiera, que si da permiso el marido de ir a alguna
parte puede uno ir y si no, no; que yo le diera las gracias a todos así, besando la
mano a los de la familia; que muchas gracias. Y ya terminando allí, me llevaron
para el otro cuarto para quitarme el vestido blanco, me pusieron uno anaranjado y
nos fuimos al baile, que fue en casa de mi tía Sofía.
Al otro día les pagó mi suegro a los músicos con pura plata, con puro dinero
0.720. Yo, entrada la noche del baile, me despedí de todos y me fui a dormir...
dizque a dormir, pero no dormí nada, pues había mucho ruido de los trastes y
todo.
Ya temprano llegó el arriero con las bestias, con un caballo para mi marido,
y a mí me ensillaron una mula; nos dieron de beber, de almorzar y ya nos
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montamos cada quien y ya nos fuimos para el rancho; hicimos 5 horas. Cuando
llegamos allá ya estaba la viejita, la que se llamaba Marcelita, esperándonos; ya
había hecho una cazuela de arroz con costilla de puerco. Llegamos y comimos y
luego luego a pesar café, a trabajar la tienda “...y esto vale tanto, y esto tanto, y yo
voy a pesar en lo que tu despachas”; y así ellos fueron a pesar café pero
temprano, porque a las 3 de la mañana ya estaban cargando las bestias para que
fueran a vender el café a Chapoapa y a Chapoapita.
Luego, al otro día, a trabajar y le digo a la tía:
-Ya no hagas más de comer, ya con eso.
-No –dice- voy a hacer más.
Ya hizo más de comer, entonces donde vi cómo hacen el fideo, nomás
hervido y le digo:
-No, no se hace así, se hace así.
Y ya las empecé a enseñar. Sí sabían guisar, pero a su modo, y muchas
cosas que no sabían hacer yo se las empecé a enseñar.
¡Ah!, mi suegro y la tía, la otra hermana, ellos se habían quedado en
Tequila levantando todo y repartiéndolo... Y como a los 8 días llegaron de la fiesta,
pues fue grande lo que hicieron y repartir todo les tomó mucho tiempo: la comida a
sus compadres, a los padrinos, a las amistades; también le llevaron un totole a mi
mamá y otro al padrino de casamiento y mole, tamales y tortillas. Para esto, mi
mamá todavía estaba enojada y cuando me casé le pegó a mi hermana Concha
de cachetadas, pues decía que por su culpa me iba yo a casar.
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UN VIAJE AL TERRUÑO DE ORIGEN
Mi mamá me llevó una vez a Oaxaca –mis tías no fueron- era yo chiquitita;
me tocó llevar las estampas y el platito de plata para dárselos, a media misa, al
cura y que se los ofreciera a La Purísima.
Y me acuerdo de ese viajecito por las fiestas tan re´bonitas que me tocó
ver, esas que le llaman calendas y los casamientos, úchale, de esos como hacen
y con mucha fiesta, dura una semana, porque ahí se presentan, se casan a lo civil,
y luego la autoridad va a traer a la novia y la va a dejar a la casa de la madrina y
ahí una noche de baile, luego hacen el casamiento en la iglesia y después la
tornaboda.
-¿Qué es la tornaboda?
Es que por ejemplo, ora te casas, pero no luego duermes con tu marido,
sino hasta el otro día, hasta que te entregan, ésa es la tornaboda y se alarga la
fiesta, hacen mucho mole, mucho chilcaldo de borrego; la fiesta del casamiento
dura una semana, comen borrego, hacen pozole, tamales, mole, barbacoa, mole
negro de Oaxaca, pozole de cochino, el chocolate molido y el pan resobado, el
marquesote, el mamón, hacen el champurrado con atole de chocolate; útale, todo
eso hacen y para almorzar hacen chilcaldo del hígado, bofe, gañota, hacen un
chilcaldo especial con sus verduras, su cilantro, su hierbabuena y luego, para otro
día, hacen higadito: se pica el jitomate, se pica la cebolla, el ajo, el orégano, el
gañote, el hígado, el bofe, todo eso, pero ya cocido, y en ese caldo le muelen chile
y le muelen todos los olores, ¡unos platos y unas tortillotas!, así ¡de trigo!, de maíz
y órale a comer, así es la fiesta de mi tierra Chachoapan, pero también lo hacen
en mero Oaxaca, ¿No ve usted que hacen mucha fiesta y hacen buñuelos? Uno
en cada plato, y el chiste es que cuando te acabaste el buñuelo quiebras el plato,
que es de barro de ese corriente, pero el chiste es quebrar el plato.
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Cuando ya no venimos, yo volví a ir, me tocó romper mi plato, ése el chiste,
quebrar el plato, soltarlo y así amanece todo y tiene que barrer todas las calles, las
banquetas, el parque, las fuentes, todo amanece lleno de tepalcates, así es la
fiesta. Acá en Tequila no lo acostumbran ni saben, no saben hacer el pozole, sólo
tamales, xocotamales, tamales de carne, eso sí, en las mayordomías... Está bonito
romper el plato. Si todavía vivo, y Dios no dispone otra cosa, sí quiero ir a las
fiestas porque dan muchas cosas de comer, no son miserables: unos pansotes
con chocolate y así las tazotas de champurrado, las dan en cualquier fiesta, en los
casamientos, en las fiestas de mayordomías. La música es de viento que le dicen,
los que van tocando los tambores y flautas; usan el violín y el arpa, Tequila no lo
iguala.
La comida de Oaxaca es muy sabrosa, sabrosísima, más sabrosa que en
Tequila, todo asado, si quiere usted cecina: asada y con los totopos; si quiere
usted los chorizos: asados; si quiere usted la carne... no me acuerdo de la carne...
¡ah! la carne costeña ¡ay que rica!, es seca, pero así de ancha como de dos
cuartos de ancha; es seca, pero tiene un sabor especial, como la cecina, pero la
cecina está como fresca y aquélla es seca, pero muy sabrosa; lo gordo que tiene
está riquísimo, todavía la venden y un chorizo como molidito lo venden en Oaxaca
y en Mitla.
En Santo Domingo está el museo...¡ay!, pero yo cuando acabé de caminar
el museo, yo sentí que las patas se me durmieron de tanta cosa que vi; ahí fui
cuando estaba yo casada con Agustín...¡ay! pero caminamos de veras. Tiene
como quince años que fuimos, pero esa carne y ese museo...preciosos...¡ay...pero
que lindos platones, que lindos metates, que lindos metlapiles, las cazuelas donde
hacían el mole, todo tan lindo...!
A hablar “mexicano” me enseñó mi esposo, ya una vez que estábamos
casados; y mi tía Sofía me decía y me decía:
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-Aprendiste porque te besó la boca, por eso aprendiste pronto.
Con Jorge tuve 4 hijos, uno cada dos años; primero, Berta; luego Abel y
luego la niña que se murió, Modesta; luego Blanca, pero entonces, cuando nació
Blanca en 1940, cuando tenía 10 días de nacida, en el mero día de San Pedro, en
la fiesta, mataron a mi esposo; ya para eso era Presidente Municipal. Re´duro,
porque mi suegro estaba bien enojado, yo tuve que hacerme cargo de la tienda,
luego se acabó toda la mercancía y ¿quién iba a traer?. Mi suegro era puro dormir,
puro dormir, ya no hacía caso de matar cochino, nada, nada. Así ya quedamos
pobres, pobres; las tías aguantaron. Cuando se acabó la tienda, se acabó todo; de
viuda alimentaba a mis hijos con puro chilito, cafecito, frijolitos y pura salsita, y con
sus memelitas para que bebieran su café, una época muy dura, por eso ora me da
muina, porque pues después de que los crecí y todo, ora me tratan mal; como
Berta, nunca me viene a ver; Abel no salió malo, pero Blanca salió mala porque
nomás se huyó, no se casó y Berta, igual, nomás se huyeron y mucho los quería
mi suegro. Como a los ocho años que enviudé me junté con Agustín. Él empezó a
levantar la tienda, empezó a pedir mercancía fiada; como él conocía bien de ese
negocio, porque estuvo como dependiente en una casa cuando era chamaco,
entonces ya sabía el movimiento. Era de Tlecuaxco también, yo me junté a los 8
años de que enviudé. Pusimos 2 tiendas, pero la más importante era donde
comprábamos el café; esa tienda la pusimos re´bien: compramos la secadora,;
compramos la majadora; compramos todo, todo lo necesario para un trabajo de
despulpar café; eso lo compré con Agustín. También se hizo el asoleadero para 30
quintales de café, se hizo el tanque de fermentación y ya trabajábamos parejo,
con esa variedad de café verde: Desde Huatusco nos apoyaba Guillaumín,
inclusive él nos ayudó para levantar nuestra casita, pero también trabajamos con
uno de Córdoba.
Cuando pusieron esa porquería de comprar café... no me acuerdo cómo se
llama...¡ah sí!... Cuando pusieron la “Conasupo del café”, también trabajamos con
ellos 20 años; teníamos nuestros cafetales y aparte se compraba café porque nos
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daban dinero, lo iban a traer a Tuxpanguillo, una camionada de 20 bultos de café
preparado para vender; y ya se compuso, porque cuando llegó la primera tanda de
mercancía que vino a pedir acá con uno que se llama Antonio, pero no me
acuerdo de qué –a su hijo le dicen “El bandido”-, Agust´pin vino a pedir azúcar,
sal, jabón, chile, salmón, sardina, tequila, vino a pdir presidente, pidió todo de a
poco, de a 1 caja; compró jabón chico, jabón grande; y me dice:
-Sacudes la tienda, abres y sacudes todo, todo: los casilleros, los botecitos
de chilitos –porque eso mucho se vendía para los borrachos. Entonces todo
sacudí y todo compuse, ya en la tarde llegó con la mercancía, como teníamos
mulas, y ya surtimos. Al otro día ya amaneció surtida la tienda y fue a traer más
mercancía, fue a pagar ésa y pidió más mercancía para mi suegro, y fue así que
abrió la otra tienda, porque allá nomás quedaban puros jarros, puras cazuelas,
puras costaleras, jabones, manteca, como 20 latas de manteca; entonces ya surtió
de jabón, surtió de chilito, de tequila, de sal, de azúcar, de todo surtió otra tienda.
Y la tienda donde estaba el beneficio se me quedó a mí y la otra tienda se
le quedó a mi suegro; entonces él mataba cochino, iba yo a ayudarlo en la
mañana, le llevaba yo de comer, porque sus hermanas preparaban temprano
tortillas calientes, atole, café; ya llegaba yo y ya estaban poniendo la cazuela para
freír, y ya está despachando la carne y todo, acabando de sacar el chicharrón.
Luego ya me venía yo a la otra tienda a ayudarlos a comprar el café, porque ése
había que comprarlo con dinero contadito; llegaba como medio costal de dinero,
de puro billete de a cinco y de a peso, de a veinte; así fue como se pudo comprar
otro motor para la majadora, para majar el café y que ya pudiera salir limpio y ya
fue así como nos levantamos...
Pero no falta un pelo en la comida: uno que puso una tienda era muy
pleitista y muy chismoso y le fue a contar un montón de chismes a mi suegro.
Entonces, un día, mi suegro se emborrachó, sacó la pistola y le echó de tiros al
Julio Yopihua, porque el chismoso le había calentado la cabeza en su contra, pero
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no le echó tiros adentro de la casa, los echó al aire; y así fue que el Julio mandó a
matar a mi suegro, pero todo por culpa de ese chismoso.
Las hermanas de mi suegro vivían todavía, estaban contentas de que ya
les iba bien y yo les servía, porque cuando se enfermaban yo las curaba; una vez
a una de ellas le salió un chipote así en la rodilla y mejor le mandé traer un brujo,
pero no de acá, sino de por San Martín; de por allá mandé traer un brujo con un
sobrino de ella y ese brujo vino y la curó, así rapidito le reventó la bola aquella, le
sacó como una bandeja de pus. Pero no va a creer usted cómo fue que la curó: la
curó con 4 huevos y como medio cuartillo de aguardiente, pidió petróleo y una
hierba que le dicen xometl, y con el xometl la limpió y con los huevos la limpió y
luego esos 4 huevos los aventó para arriba a medio patio en la noche los cuatro
puntos cardinales y entonces dijo:
-Ya está curada, temprano va a arrojar el agua –porque se había puesto así
panzona-, pero no se vayan a espantar; luego va a pedir de comer...
Y le dijimos que sí y le pagué; 70 pesos me cobró y le di 4 ceras más para
limpiar a la enferma y que las llevara a Tlacotepec... y mire usted, yéndose el
brujo, al otro día, la enferma se fue al patio y tronó como cántaro y sacó toda el
agua, como nejayote; y ya quedó así flaquita y nos dice:
-Ya tengo hambre, ya quiero comer...
Entonces su hermana ya había desgranado 2 mazorcas y le había
preparado un jarro de atole de ceniza... así le dicen, atole de ceniza; ya le dio y
luego le mató un pollo y le dio de comer caldito y ya, santo remedio.
Aparte de esa curación que hizo el brujo, siempre las curaba yo; las vestía
yo bien: su liete, su rebozo bueno, su chal, su sarape, su cama, aunque fuera de
tabla y las vi en todo. La verdad, cada una se murió en mis brazos. La primera se
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murió, pero rapidito, apenas cuando iba a ser el mes de que mataron a su
hermano y me dijo:
-¿Sabes qué?...yo me adelanto, yo me adelanto, pero antes yo quiero
comerme una naranja.
Entonces, como tenía yo mozos, mandé al cafetal a buscar una naranja, se
la pelé y se la di, ella me dijo:
-Tú la mitad y yo la mitad.
Entonces que la parto a la mitad; se comió la mitad y yo la otra mitad y
luego me dice:
¿Sabes?...yo ya no quiero vivir, porque ya se murió mi hermano y a quién le
voy a servir.
-Pero ¿por qué? –le dije-. Si estás bien.
-Sí, pero aquí siento en el corazón que ya no voy a vivir, ahí cuida a mi
hermana, ahí te la dejo...
Bueno –le dije- y ya como a las 12 de la noche murió; luego, pus a esas
horas di parte al Agente Municipal y unos hombres se fueron a buscar la caja
hasta Tequila. Pusimos las tortillas... y los muchachos todos se juntaron; me
acompañaron, hicieron la camilla y ya que nos vamos para Tequila. Como ya tenía
yo los totoles, ya tenía yo el frijol, y ya tenía yo todo, ya nos fuimos.
Porque el día que ella se murió ya habíamos matado los totoles para
hacerle “los recuerdos” a mi suegro, porque allá se usa el mes, no los nueve días;
entonces, cuando ya teníamos todo, todo, que cargan las mulas y yo me cargué a
mi chamaco, a Pepe, mi kokonete como de un año; y unas mujeres nos
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acompañaron y ahí vamos con nuestra difunta y llegamos, y llegó la caja; la
echamos a la caja y ya nos fuimos a ver si ya habían ido a ver al padre para que
le hiciera su misa. Esa noche la velamos y temprano le hicieron su misa; y ya nos
fuimos al panteón y la sepultamos en una bóveda.
Regresamos del entierro a poner el agua para matar otros totoles, poner el
frijol para los tamales, cocer la carne, todo eso, todo lo que era para el mes de mi
suegro. Fuimos a enterrar una y levantamos la cruz del otro. ¿A ver...que tal he
sufrido? Mucho he sufrido, y dice doña Plácida que yo me conforme; pues sí, me
conformo porque todavía estoy viva, pero ya, ya es mucho...
Bueno...entonces ya empezamos a preparar todita la comida, porque al otro
día era la levantada de cruz; empezamos a tostar chile y especias, todo para el
mole y los tamales para en la noche, porque cuando se levanta la cruz da uno
tamales, pero de chile; ya para el otro día pasó la misa con la cruz y ya nos fuimos
a dejar la cruz al panteón, y cuando regresamos le dimos de comer a los
compadres... pero yo sentía horrible; lo único que me ayudaba era la copa. Tanta
desvelada, el sentimiento de uno, el sentimiento de la otra, así sentía yo, eso ya
es mucho...entonces sentía yo que me balanceaba y le echaba yo a la copa para
tener fuerza.
Mi esposo se había quedado en la casa mirando que no se fueran a robar el
café, porque había 20 sacos de café que iban a traer de Córdoba... y yo llorando
en Tequila y él allá en Tlecuaxco... como no me va a dar tristeza.
Ya acabando todo, les di las gracias a mis compadres, le di de comer a mi
gente que llevé, a los que me ayudaron y nos preparamos para venirnos para el
rancho a ver a la otra tía... ¡Ay no...! Yo me acuerdo cómo le decía a mi suegro:
-Tenga usted mucho cuidado, no meta usted a cualquiera...
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Un trabajador que teníamos en San Martín, le robó la ...¿cómo se llama...?,
una central que teníamos chiquitita, se la robó. Yo digo que ese fue el que se la
robó y luego, después de eso, la pistola... Ese que lo mandó matar, ése mandó a
unos que fueron a verlo a la tienda y le invitaron cerveza y estuvieron tomando –
dicen que eran como seis -se emborracharon con él y luego él les enseñó la
pistola y que le dicen:
-¡Ah!, pero nosotros también traemos, mira, ésta está más bonita, ésta,
mira, es empavonada, ésta sirve, ésta quien sabe qué...
Y así lo fueron “embabucando”, hasta que le quitaron la pistola y le dejaron
la otra que no servía para nada; entonces, cuando llegó a la casa, él me llamó y
me dijo:
-Pasaron unos –ya me dijo quiénes pasaron- y echamos cambio. Mira ésta
es la pistola...
-¿Porqué dio usted su pistola...? Si la pistola de usted era colt, caballo, ésta
nomás porque esta empavonada, pero es una porquería, no sirve; ¿para que la
cambió usted?
A mí me dio muina, mucha muina...entonces él se me quedó viendo medio
asustado y me dijo:
-Pero no te enojes, voy a comprar otra.
-Sí, pero mientras, no sabe usted qué cosa piensa.
Y dicho y hecho, porque como a los 15 días lo mataron con esa pistola y 37
puñaladas y todavía le echaron otro tiro en la pierna y luego le quitaron la pistola
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empavonada. Así lo fuimos a encontrar, de ladito, cerquita de mi casa, adonde da
la vueltecita, donde ahora hay un beneficio...allá a lo lejos.
Y tanto que lo cuidábamos... hasta le pusimos un mozo y luego le
mandábamos de comer para que no fuera a comer a la casa, para que no viniera,
pero necio que era, que se le metió ir para donde vivíamos, porque le había dicho
a uno de los mozos que fuera a vender el huevo a Orizaba –porque tenía mucho
huevo- porque unos cuando no tenían dinero iban y cambiaban los huevos por
mercancía; quería que el mozo vendiera el huevo y que comprara chile, porque iba
a ser ya la fiesta de San José y se quería comer un totole.
Entre Abel y el mozo que tenía ya habían compuesto la canasta para que
no se quebrara el huevo y cuando se iban, dicen que vieron un bulto que estaba
tirado, pero les dio mucho miedo y nomás el perro. “El Payaso” dicen que los
rodeó así, y que los alcanzó, que les hacía así, que se regresaran, y ellos no le
hicieron caso, se fueron para Orizaba a vender los huevos; vendieron el huevo y
compraron todo: compraron melones, fruta, compraron todo y ya iban a agarrar el
carro, cuando les dice uno de los del pueblo:
-Abel, no se vayan, porque mataron a tu abuelito...
Qué susto se llevaron. Y luego se fueron a dejar las cosas a la casa de mi
hermana Concha y se fueron con los muchachos que ya llevaban la caja, porque
para esa hora nosotros ya habíamos mandado a traer la caja... y así fue su muerte
de mi suegro.
Y entonces subieron con la caja hasta Tequila y cuando ellos llegaron con
la caja ya estábamos en el Palacio haciéndole la autopsia al difuntito; y aunque lo
queríamos cambiar ya no se pudo, ya nomás le pusimos encima la camisa y lo
enterramos; juntos están enterrados el hijo y el papá...¡ah!, y también la hermana
que se murió de tristeza. La otra tía duró como otros 5 años.
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Cuando nació Pepe fue cuando mataron a mi suegro; luego nació el niño
que se murió...bonito, pero bonito el chamaco...le pegó alferecía...pues tantos
sustos. Nació a los dos años de Pepe. Después nació Rebeca, a los dos años, y la
tienda seguía en pie...Ahora, Abel nos ayudaba, él mataba los cochinos; Abel
quedó como carnicero, tenía como 18 años y como le gustó mucho la carnicería,
pues él era el que nos ayudaba. Por eso ahora él anda metido de carnicero en
todas, toditas las fiestas de Tequila...
Nació entonces Agustín, y entonces tenía a Rebeca, a Agustín y a Pepe
chicos; entonces, la más grande, Berta, ésa ya se había pelado; se largó con el
hombre y yo me quedé con mis chamaquitos y empezó Agustín a estar enfermo y
enfermo...así, así estaba mi Pacheli y el otro, Pepe, estaba ya más grandecito y
había que meterlos a la escuela, entonces mi mamá me dijo:
-Me voy con los chamacos, buscamos un cuarto y me voy con ellos a
Orizaba. Entonces le dije a mi hermano Pepe, y él me dijo:
-Pues busca la casa, tú pagas la mitad y yo la mitad y que se vengan con
mi mamá...
Pues me salió cola... busqué la casa en Orizaba y mi mamá se vino con los
chamacos; se trajeron a la Rebeca para que les lavara la ropa y para que se
estuviera acompañando a mi mamá.
A Pacheli y a Pepe los metimos a la escuela y ya estaban bien instaladitos
en Orizaba, por allá por donde esta la iglesia del Carmen, atrás, en la mera
esquina; allí encontré casa, tenía dos recámaras, tenía sala, comedor, tenía
cocina, patio, baño, estaba bonito y nomás 500 pesos mensuales; pero luego mi
mamá, como era de esas viejitas calientes, que comienza a pelear con mis hijos...
que no que le habían 2 pesos; que no, que la habían robado 2.50; que no y que
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no; que le habían robado, que ella tenía su dinerito bien guardado en el baúl y que
le registraron el baúl y que le robaron el dinero.
-Pero abuelita –le decían los chamacos-, ¿qué cosa te vamos a robar?, si
mi mamá nos manda todo.
Yo les mandaba huevo, les mandaba carne, les mandaba de todo; como
seguimos matando, les mandaba yo chicharrón, manteca, café molido, todo les
mandaba yo y les daba yo para el jitomate, la cebolla, una fruta... Y ya se pelearon
y todo, que agarra su rebozo mi mamá y que se larga para la casa de un sobrino
que tenía. Ora ya es difunto, se llamaba Pedro – hijo de una hermana de ella- y
que se pelea entonces con su sobrino. Entonces, quién sabe cómo, mandé yo a
José a Orizaba:
-Vete a dejarles huevos, vete a dejarles manteca, ve si no les hace falta
algo.
Y luego regresó José a decirme que me mandaban a traer los chamacos,
porque se “pelado” la viejita y ellos no podían faltar a la escuela... Bueno, la
Rebeca ya estaba grande, ya les hacía todo: les lavaba, les planchaba, les hacía
de comer, les hacía el café, iba a traer el pan; todo les hacía.
Llegando llegando, que me cuentan todo y les dije que ya no quedaba otra,
que ahora ya no nos quedaba más que buscar casa. Ese día me vine yo con
Agustín y cuando llegamos los chamacos ya estaban empacando todo: los platos,
las cazuelas, las bandejas –así grandes- allá acomodaron todos los platos y tazas
y todo; ya llegamos nosotros y me fui a buscar a una comadre que tenía yo –
porque ahora ya es difunta- allá donde le decían “El Caballito” –donde se cayó
cuando el temblor- atrás vivía mi comadre; y ya que la hallé le dije:
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-Comadrita, rénteme usted un cuarto, nomás voy a dejar las cosas, no voy
yo a vivir allí, nomás dejo las cosas: las camas, el ropero, la estufa; todo,
todo;...rénteme usted un cuarto.
Y ya que me lo renta, y ya se buscó un camión para acarrear las cosas –
creo que aquí abajo vino a traer el camión- ya estamos todo y fuimos a la casa de
mi comadrita... Mi comadre me cobró 300 pesos por dos o tres meses, creo;
entonces ya nos pusimos Agustín y yo a buscar casa y encontramos esta casa: De
eso hace como 30 años.
LAS FIESTAS GRANDES DE MI NUEVO PUEBLO
Cuando me quedé viuda fui mayordoma de la Virgen María allá en Tequila,
en el mes de mayo.
Me fui a nombrar el 5 de agosto, pero no me acuerdo de qué mil, ya se me
olvidó; útale, tenía yo como 40 años... y luego recibí en febrero la mayordomía, y
de ahí que la recibí, comencé a prepararme para el día 1 de mayo. Fuimos a ver a
los que iban a sacar la música, a los que iban a sacar el alba, a los que iban a
sacar el adorno del altar de la iglesia y a los que iban a hacer la comida; todo
anduvimos preparando. Sólo compré un toro de 13 arrobas, no muy grande, no
muy grande...
Y ya se llegó el día del primero de mayo. Ya de antes fuimos a ver al curita
para que hiciera la misa, y fuimos a ver a los que cantan y a las muchachas que
enseñan la doctrina, a ellas fuimos a verlas para que juntaran a los niños para
ensayar los cantos en el rosario, porque todas las tardes hay que ir a ofrecer flores
y a rezar el rosario.
Y como digo, ya que se llegó el día, mataron el toro. Llegaron los que iban a
dar el alba, los que echaron cuetes un día antes; se puso el nixtamale, se puso el
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café, pero ollas así grandes para el café y para el nixtamale; en un cazo de 50
kilos se puso el maíz y se pusieron también hartos frijoles... así los chimpiles de
frijoles para darle de comer a los que iban llegando. Y se partió harto
guachinango, en rajitas o redondito, harto guachinango y harta cebolla y eso bien
fritito, fritito, y luego se le voltea a los frijoles, a la comida ésa, y ya con esa
comida, empieza uno a dar de comer, cuando van llegando los que van a hacer la
comida, los que vana hacer los xocotamales, que son unas bolas así de masa con
una hoja especial que se llama la hoja paniswatl.
El toro lo matamos en la víspera y de ahí empezaron a hervir la carnita;
pero primero la sangre con las tripas y la panza para darle de comer a los alberos,
a los que dan el alba, los de los cuetes que llegan con las mañanitas
acompañando a los músicos; entonces, esa comida que hacen las purititas
mujeres la hierven y le ponen también cilantro, hierbabuena, tomate de cáscara y
jitomate; le ponen unos chileanchos para que tenga color el caldo de tripa, de
panza, de hígado, del bofe....¡ah!, pero la tripa gorda debe ir con la tripa gruesa,
porque la tripa amarga se tira; porque la vaca tiene dos tripas: la tripa buena que
se come, y la tripa amarga que se tira.
Y bien tempranito, el día de la virgen, llegan las niñas vestidas de blanco y
allí están ya los músicos y los alberos; también llegan las que van a cantar; todas
las niñas de los rosarios. Y los hombres llegan con el “palio de sombra”, que son 4
varillas de fierro niqueladas y una sombra de tela grande; y ya llegan y se les da
de comer a todos ésos, pero ya la carne... ajá, les da uno de comer su carnita y ya
nos vamos para la iglesia.
Es una marcha bien bonita, porque abajo del palio de sombra lleva uno el
platito en una mesita, así, chiquita; allí lleva uno el platito, pero el platito es de
plata, y ahí debajo va la mayordoma. Pero los invitados llevan a otros que invita
uno; invita a otros platitos como es de San Pedro, el Santísimo, la Virgen de
Guadalupe, la Virgen del Carmen, la Virgen de Santa Teresita, a todos esos
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platitos los invita uno; pero de a de veras todos son platitos de plata con el santito,
allí va uno.
Adelante van formadas las niñas con su varita de flor: cartuchos, margaritas
o cualquier flor que llevan; gladiola, la otra que huele bonito, que huele mucho, es
una vara... ¡nardo!; cada quien lleva su varita y van por delante, y luego va la
mayordoma con el palio, atrás van las señoras con la cera, van para la misa , las
señoras llevan alumbrando las ceras prendidas y ahí van con uno...¡ah!, pero la
música va tocando y ya llega uno a la iglesia y comienzan las campanas: ¡tilín,
tilín, tilín! ¡talán, talán, talán!... y comienzan los cuetes: ¡pum, pum, pum...!
Y ya llegando a la iglesia pone uno el platito en el altar mayor que ya está
bien, pero bien adornado por la persona que uno buscó para esa tarea, para esa
ayuda... y entonces empiezan las campanas a repicar para la misa.
Cuando termina la misa, otra vez le da uno las flores a las niñas y las
señoras otra vez agarran las ceras y todo; sale uno con la música y el palio para
la casa, donde ya las señoras están preparando el chilcaldo y otras ya hicieron los
xocotamales; por eso invita uno a muchos para que hagan las cosas de la fiesta:
unos hacen los xocotamales y otras echan las tortillas. Los xocotamales se ponen
en la mesa, ya sea en un tenate, en una canasta o en un plato y ahora sí, todos a
comer...¡Ah!, pero para esto, al llegar de la iglesia nos reciben las que le dicen
ancianitas: son unas señoras que se encargan de recibir el santito y que cuando
uno llega lo sahúman a uno con el sahumerio y de ahí entra uno y pone el santito
en el altar; entonces le dan a uno –yo que soy la mayordoma- le dan a uno los
rosarios –eso si ya buscó usted otras señoras que hacen los rosarios de flor de
sempoaltzin. ¿ya sabe usted qué cosa es sempoaltzin? Es la flor de muerto,
sempaxuchitl; bueno, de eso hacen un rosario, así chiquito y le va usted poniendo
a cada santito un rosario y otro adorno que le dicen xochimanale, que es una flor
de sempoaltzin y hojas de naranja, amarradas con un hilo, y a cada santito le pone
usted rosario, su xochimanale y ya después lo pasan a acomodar a cada quien en
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su lugar en la mesa. Ya sentaditos, uno está juntito al que usted le va a entregar la
mayordomía para el otro año. Allí están también los que dan el “cuete”, los que
dan la música, los que adornaron la iglesia; a todos esos los sienta uno en la mesa
y les da uno café aguado y aguardiente; una botella de aguardiente al encargado y
él le da a otro compañero, a la persona que le guste le da la botella y así ya se
empieza a repartir el aguardiente a todos los señores, hasta donde se acaba. Pero
aquí ya fue usted a traer otra canasta de tazas y otro jarro de café, al jarro le dicen
maxalo, y cada quien su maxalo de café y ya toman el café, ya dan las gracias y
ya que tomaron todos café con aguardiente –aguardiente, no vino- vienen los
xocotamales, vienen las tortillas, viene el chilcaldo y órale, a comer todos, todos:
los de la música, los del alba, los del adorno, los que ayudan a uno, todos los que
la acompañan a uno y entonces todos, todos empiezan a comer chilcaldo,
xocotamales calientes. ¡Ah!, los xocotamales son unas bolas de masa que deja
uno tantito que se agrie y los envuelve con esa hoja que le digo que se llama
paniswatl; más bien macuiliswatl, porque tiene 5 hojas; y ya acabando de comer,
todos dan las gracias y uno le da otro jarro de café y otra botella de aguardiente a
cada uno de los que nos acompañan... y luego, la música toca y toca, allá afuera,
pues.
Entonces empieza ”la bailadera”, porque ya allí está la música con el arpa y
el violín y los músicos se paran y empiezan a tocar puros sones; empiezan a tocar
el venadito, cafexochitl, sempoaxxochitl todo eso; esas piezas son especiales para
bailar, pero no bailar de a pareja sino así: tingo, tingo, tingo, tingo, tingo, tingo;
empiezan a bailar, pero no bailan hasta por allá, bailan enfrente del altar, le
ofrecen el baile a la virgen.
Ya los que se quieren ir, pues se van yendo, se van despidiendo, ya se van
yendo porque se van al rosario de la virgen. A las niñas se les da de comer
primero para que se vayan a ofrecer flores; ya nosotros nos quedamos, los que
queremos bailar, pues nos quedamos, porque allí está la música, toca y toca; toca
el violín y el arpa y ya se emborracha uno, porque uno se abraza una botella de
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tequila, de presidente, de aguardiente; empieza uno a tomar y a bailar... y ya se
despiden todos, ya se acabó eso.
Pero todavía hay que dar las gracias a las cocineras; también va uno a
darles de comer a todas las cocineras: la que hace el café, la que hace los frijoles,
la que hace el chilcaldo, la que se encarga de los xocotamales, la que se encarga
del nixtamale, a todas, a todas...Entonces les da uno de comer, pues ya es de
noche el día, de noche la fiesta...Yo ya no fui al rosario porque ya estaba yo peda.
Al otro día le da usted de comer al que sacó la música, al que sacó el alba,
al que adornó, al que es el encargado de ofrecer las flores; ya están preparadas
las cocineras, haciendo unos racimos de carne partidita...como que la tasajean y
luego la amarran como en gajos y eso lo hierven y ya estando todo listo, el
tligankeh, mi tligankeh, ya va con una cervecera de aguardiente a visitar a estos
ayudantes, los va a llamar a su casa para que vayan a comer, para que vayan a
recibir las gracias y ya ellos agarran y llegan saludando; pero primero van a ver al
santito, le hacen popochwis, lo sahúman con el incienso y ya uno les dice que se
sienten y les vuelve uno a dar café con aguardiente y luego les sirve uno el
chilcaldo con xocotamales; y ya acabandito de comer, entonces viene la canasta
que trae adentro un racimo de carne, tortillas, xocotamales y una botella de
aguardiente; y así les da uno un cartón de cerveza y su canasta; le da usted las
gracias. Y como ellos también llevan su tligankeh –es uno que buscan para
responder lo que va a decir el mayordomo, como el que un Informe y que luego
buscan otro que responda el Informe- ellos dicen que lo van a recibir, porque Dios
así dijo, porque Diosito, la virgen Santísima, les regala esa ofrenda, y ya se
agarran su canasta; si trajeron canasta, la cambian; si no trajeron se la llevan y
después la regresan con la servilleta con la que va tapada y ya ahí se acaba.
Ya de ahí, lo mismo que se hizo el día primero se hace el día último de
mayo, se hace lo mismo, pero son otros los que busca uno, son otros los que dan
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la mayordomía, busca usted otros para el alba, para la música, no los mismos,
porque esa virgen tiene tres misas.
Para el día último maté como 20 totoles y aparte como 5 ó 6 totolas para el
momatoc, porque como el día primero maté un toro, les di un racimo de carne;
entonces, para el día último, a cada quien le da uno un totole entero, pero cocido;
le meten las piernitas para adentro y se hace una bolita, se le pone un
sempoalxochitl en el pico; pero ya muerto, pues, ya hervido, ya cocido todo, ése
es el momatoc.
También se hace mole –ya no chilcaldo-, se les da de comer mole. Es un
mole de chileancho con comino, clavo y jitomate, no se hace como el que nosotros
comemos; mole de olores no se hace. Se limpia el chileancho y se lava, se le da
una o dos enjuagadas, luego se echa a remojar en el agua caliente y ya que está
remojado, se le pone un puño así de chile serrano, el chilito chiquito; se le ponen
cominos, se le pone clavo, poquito; comino es mucho: si son 5 kilos de chile se le
pone como un cuarto de cominos; clavo, poquito, pórquese pica mucho y se le
pone jitomate hervido y ya se calienta la manteca, se fríe y se le echa el caldo de
los totoles . Sale bueno, y ya con eso da uno de comer... pero las cazuelas...así
grandes. Se fríe primero el chile y ya que se sazonó se le voltea el jitomate y
luego se le voltea el caldo, todo eso lo hace una mujer que sabe bien preparar esa
comida. Y si quiere uno dar arroz, entonces lo da uno en platos largos, unos platos
que hay redondos, pero grandes y ya empieza uno a dar de comer. Pone uno los
platos de arroz, para que el que quiera se sirva arroz y a veces frijoles, y si es
pobre el mayordomo –vaya que hay unos mayordomos pobres- entonces pone
frijoles fritos, pero yo les puse arroz y ya se les da otra vez de comer, se les dan
las gracias y, entonces se les da su momatoc y empieza uno a bailar el
xochipitzawac y ya tocan los del arpa, el violín y órale a bailar... útale, baila uno
hasta que uno quiere y ya se empiezan a ir y ya se acaba, ahí se acaba el día
último.
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El día 4 de junio a mí me tocó la otra misa, que es la del Corazón de Jesús,
pero ya nomás la misa y llevar el santito con los sacristanes. Acabando la misa se
viene uno con los sacristanes, vienen con las campanillas a dejar a uno y ya el
tligankeh les invita un taquito, porque uno busca su tligankeh para que la
acompañe; entonces se fríen frijoles y se hacen tortillas calientitas, de comal, y les
da uno de comer, nomás a los sacristanes, y ya, ahí se acaba.
Pero luego viene la entrega de la mayordomía y al que le va usted a
entregar la mayordomía ya sabe que para tal fecha en febrero le va usted a
entregar; entonces, otra vez un “gastito”, pero ya no hace uno mole o chilcaldo
toro; nomás frijoles y arroz, café, cerveza, aguardiente y otra vez llama uno al
violín y el arpa.
Primero viene el que va a recibir y le entrega usted todas las cosas de la
virgen: su vestido, sus floreros, el palio de sombra, el estandarte y todas las cosas
que tiene la virgen; se tienen unos cajones así grandes y allá guardan toda la
cera...¡cuántos kilos de cera!, y la limosna que se junta; todo lo entrega usted, y se
llevan la alcancía.
Entonces todo eso le entrega usted, y el que recibe ya lleva sus ayudantes,
llevan su mekapale para que carguen las cajas. Ya cuando se van, se llevan todo,
nada mas se queda la virgen con el platito; ya llegando ellos a su casa uno se
sale con los invitados y con el platito, y si lleva uno música, pues la lleva uno y si
no, nomás con la campanilla va: tilín, tilín, tilín, va la campanilla: Ya llega uno allá y
reciben a la virgen en la puerta; después, entra uno a la casa y lo sahúman yle
echan flores, es decir, rosas desmoronadas. Ya entra uno y le entrega al
mayordomo o mayordoma el platito, que lo recibe, le ponen el rosario y lo
sahúman y entonces el tligankeh dice que se siente uno y se sienta uno en donde
está la mesa y ya nos dan de comer; también ellos ya se prepararon con frijoles
fritos, con chile guachinango y arroz; ya acabando uno de comer da las gracias.
¡Ah!, pero le dan a uno su botella de aguardiente y su maxalo de café y ya da uno
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las gracias y ahora sí.. ¡a bailar! Para acabar, se despide uno de todos los que
están allá, se sahúma enfrente del altar, enfrente del santito y ya uno da las
gracias y se regresa uno a su casita, y ya se acaba ahí todo; se acaba, ahora si, la
mayordomía.
Pues la mayordomía está bonita, nomás que se necesita tener mucho
dinero, pues se gasta mucho. Porque un gasto que también es fuerte es el de la
cera, “la comida de los santos”
Primero tiene que ir a ver al que va a hacer la cera. No como ahora, que no
hacen la cera pura. Ahora ya no, ahora compran cera blanca, antes no, pues era
pura cera pura;...bueno, entonces busca uno al cerero y va siquiera 8 días antes
para hacer la cera. A mí me tocó hacer la cera, busqué uno que supiera. Cuando
uno va a hacer la fiesta, busca usted a las personas que sí saben, a los cereros
los invita uno y les dice que para que lleven la cera: Llevan las marquetas una o
dos o tres marquetas y llevan la mitad de una marqueta los que son pobres, a mí
me tocó invitar a los que llevan la marqueta.
La marqueta la deshacen y luego la cuelan, por eso hay un hombre especial
que hace la cera, lleva su cacito, cazo de cobre, luego deshace la cera y la cuela,
la deshace en un bote y luego la cuela en el cacito; y lleva su arco, una ruedita,
luego le cuelga el pabilo y lo va bañando, pero el que sabe, pues, y esa cera la
lleva uno en la víspera. Va la música tocando, lleva uno la flor y la cera. A mí me
tocó cuando hicimos el Santísimo, porque ya cuando hicimos de San Pedro ya no,
ya no había cera.
Cuando me casé hicimos la mayordomía de la virgen de Guadalupe y
después, cuando era yo viuda, hice de la virgen María; después hicimos la del
Santísimo, el Jueves de Corpus, pero la hicimos en grande. Ya después hicimos la
de San Pedro, ésa fue la última; bueno, pero esa que le conté fue la de la Virgen
María... Ahora que yo descanse le cuento la del Santísimo.
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La mayordomía de la Virgen de Guadalupe no fue grande; nomás una vez,
nomás una misa tiene; pero igual, hay que prepararse. Mi suegro quiso que
hicieran la aparición de la virgen y mandó a pintar uno como “babero” donde se
aparece la virgen; mandó a pintarla virgen y buscó un chamaco que tuviera grande
su cabello, esa era Juan Diego y le pusieron eso, pero lo mandó a hacer a Puebla,
porque él iba seguido para allá y le pusieron eso al chamaco y lo vistieron de indito
con su calzón enrolladito y cuando soltó el mantito, la manguita, cuando lo soltó...
se regaron las flores y quedó estampada la virgen... fue grande, pero bien grande
la emoción de toditita la gente.
MIS CREENCIAS
Lo que ahora le cuento yo sé bien que no me lo va a creer, pero es la
puritita verdad... No, no son mentiras, son cosas que así pasan, que uno bien que
las ha vivido.
-No me sigas, ahí te quedad, yo te vengo a alcanzar.
Eso es para que a uno no le pase nada. Y verá usted que hay otra creencia
que tenemos, es la del hombre vestido de negro: cuando uno le ve, eso es de
mala suerte. Antier que me caí vi a un hombre de negro que venía caminando en
la calle. No se si venía del panteón, lo vi en la mañana y en la tarde me caí.
También, cuando vaya a enterrar a un muerto, pero que al escarbar se entierra
una ropa de la persona unas veladoras o unas velas, todas esas cosas no son
buenas; eso de que entierran la ropa y las veladoras, eso no es bueno... es de
mala suerte.
Eso lo platica mucha gente en Tequila, también esa señora que me lava se
vio muy grave y dice que fue a ver a un señor y le dijo:
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-...A ti te pusieron 7 veladoras y por eso no puedes sanar, porque te
pusieron 7 veladoras... un hombre que andaba con un brujo.
Su marido andaba con un hombre y ese hombre lo embrujó, porque cuando
hizo el Palacio de Tequila, trabajaba mucho; entonces, el señor todas las tardes se
emborrachaba y su familia aunque no comiera, pero todas las tardes se
emborrachaba; y un día agarró el hermano de mi cuñada la Chepa, que estaba
borracho, y que lo empuja; se fue rodando hasta la barranca y quedó cojo, no
caminaba; y ya cuando la señora lo empezó a curar, entonces empezó a caminar
poco a poco, per4o ya nunca trabajó. Y un día que se encuentra al diablo, el
hombre se encontró al diablo y se puso mudo, mudo y ya nunca habló, y útale, de
veras lo curaron, pero ya no volvió a hablar, la señora lo curó, le buscó brujos y
todo; él dice que lo atajó... se acuerda bien que lo atajó un charro, lo atajó y le dijo:
-Yo te voy a dar mucho dinero, pero vente conmigo.
Y el hombre tuvo miedo y de ahí quedó mudo y luego se murió, y esa
señora fue a la que le echaron las 7 veladoras, a mi comadrita, y le ha de haber
echado alguno de los que no querían al hombre, porque hay gente buena y gente
mala. Y entonces, mi comadrita molía ajeno, lavaba ajeno, planchaba ajeno, para
mantener a sus hijos, ésa que viene a lavarme, viene a planchar... pero sí hay
buenos y malos.
A mí también me pasó cuando fui mayordoma de la virgen María... creo...
no me acuerdo cuál de mis hijos estaba yo criando, entonces acá, en esto de acá
de la cadera, me dolía. ¡Ah!, parecía que me metían huesos...¡Ay!, me dolía, me
dolía, parecía que tenía yo huesos. Entonces tenía yo una comadre que se
llamaba Santa, ésa sí sabía curar con carrizo, y me sacó unos huesos de muerto
acá en mi cadera, me sacó huesos de pollo, me sacó uñas de pollo, me sacó
huesos de pescado, me sacó una cadera y con el carrizo lo chupó así, y le iba
jalando hasta que salió y sí me compuse. Luego, al otro día no tenía yo nada y no
supe quién me hizo la maldad.
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La casa tenía un hoyo arriba y por allá entraba y por allá salía la que me
curaba, y esa señora sí sabía curar y al otro día estaba usted bien, jalaba con
carrizo como de un metro, iba chupando, iba jalando y luego ya al otro día fui yo y
me dice:
-Ya, ya salió todo –me decía- ya no tenga usted miedo.
Pero ésa ya hace mucho tiempo que se murió; y luego estaba otra señora
de Río Blanco, que también curaba, pero también ya se murió. Esa curaba con
huevo, lo limpiaba a uno y soltaba los huevos en el agua, todo, todo lo limpiaba, lo
soltaba en el agua y allí salía todo lo malo y allá se quedaba pues, a adivinar qué
cosa le dieron. A mí sí me curaron varias veces con ramas de somiate, ruda,
albahaca; también me curaron con alcohol. Hay muchas cosas para curar, es
bonito saber, porque a veces se está uno muriendo y no sabe uno de qué, yo no
aprendí a curar... quién sabe la suerte de no saber curar.
A mi esposo también le hicieron daño en la garganta... de acá le hicieron la
maldad y lo curaron, pero ya nunca sanó; hasta ahora vive el hombre que le hizo
daño, vive en el rancho; yo no voy, luego me dicen: “ ¡... Vamos!”, pero yo no voy,
me da miedo. No me quieren, porque un día fue un Ingeniero a medir terrenos,
entonces se metió ese hombree y me dijo:
-Pos aquí estamos ordenando los terrenos, a ver si tú te comprometes a
arreglar tus terrenos.
-Mira, yo vine a arreglar con el ingeniero no con pendejos.
Y le dolió, por eso no quiero ir y si voy, como ahora me voy, y al otro día
luego me regreso. Era yo brava, no me dejaba yo, por eso entonces era yo mala,
pero a unos les parece y a otros no.
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También hay un aguardiente que se prepara que se llama del primero de
marzo; ése es fácil de preparar, porque lleva pura yerbita: lleva gardenia, azucena,
violeta, bugambilia, hojas de zacate limón, cordón de Jesús, hojas de naranjo,
hojas de limón, cáscara de limón agrio, cáscara de naranja, clavel, flor de clavel,
flor de azahar, hojas de sidra o la cáscara o la sidra, hierba del tapón, que es
olorosa –de ésa lleva la hoja- hojas de capulín, hojas de durazno, un pedacito de
sábila se le echa, si tiene flor, entonces se le echa la flor; todo esto se echa al
alcohol, primero lo enjuaga en una bandejita y luego lo va echandoen una botella
de alcohol. Ahí lo deja, y cuando lo necesita usted se lo unta uno, se lo talla, ya
sea para la reuma, o para un golpe; ¡ah...!, también lleva ruda, hierba maestra, la
albahaca, flor de geranio. Esas recetas son antiguas, de los viejos, lo hacían mi
mamá, mi papá, mis tíos, todo eso sabían hacer. Esta receta la trajimos de
Oaxaca, antes la gente no acostumbrara, ora apenas lo hacen; primero lo hicieron
en Tequila y luego bajaron acá a venderlo, también lleva la flor de zopilote. Si no
compro, recojo de las que tengo y las demás las compro, hay un chingo, pero
ahora ni tantito me acordé de comprarlas. Yo le mando luego a Aureliano de acá,
mis tíos también se lo untaban, como ya estaban viejos, se lo untaban;...mi tía
Sofía era mero de Oaxaca y estudió en Puebla, allá se educó con las madres.
Yo ya tengo mi vestido para cuando me muera, ya me lo hicieron. Es negro,
pero como acampanadito y con su saquito de manga larga; me lo mandé a hacer
para que cuando me muera yo, no digan: “...a ver qué cosa le vamos a poner, para
que no esté yo dando guerra, ya tengo todo, hasta dónde me voy a enterrar; no
junto a mi esposo, mejor que lo saquen y me lo echen; con agustín, porque el otro
está enterrado en Tequila. Agustín está enterrado acá en Orizaba, pero yo quiero
quedar aparte. Ya compré un pedazo a la entrada del panteón, entonces allá que
lo pasen, ya les dije que cuando yo me muera que lo saquen de allá y lo echen
acá donde yo voy a quedar; ya está arreglado que quede junto, porque mi papá y
mi mamá están juntos. Sacamos a mi papá y luego enterramos a mi mamá y en
los pies de ella ... ¡allá fueron los huesitos de su viejito!; yo así quiero que me
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