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    "El miedo fue el ter de la

    Transicin". Entrevista

    Juan Andrade(1980) es uno de los jvenes historiadores crticos ms relevantes de la actualidad.

    Andrade, doctor en Historia Contempornea y profesor de la Universidad de Extremadura, public

    en 2012 El PCE y el PSOE en (la) Transicin (Siglo XXI), reeditado ahora al calor del cambio de ciclo

    poltico. Carlos Prietole entrevist para El Confidencial sobre los parecidos y diferencias entre la

    crisis del Franquismo y el surgimiento del rgimen de 1978 y la situacin actual.

    Hasta hace poco se haba impuesto un relato benevolente (cuando no hagiogrfico) de la

    Transicin como mito fundacional. Por qu?

    Pues por dos razones bsicamente. Una es de tipo generacional. La historia de la Transicin se

    corresponde con la historia vivida por una generacin que ha sido y en parte sigue siendo muy activa

    en la vida poltica, meditica y cultural espaola. El problema es que algunos de estos protagonistas

    han confundido la historia de la Transicin con su memoria personal de los hechos y han atribuido al

    proceso una bondad proporcional al ascenso profesional y social que vivieron durante la Transicin y

    posteriormente. Por eso algunos de estos protagonistas conviven muy mal con los relatos crticos de

    la Transicin, porque los ven como una impugnacin a su memoria y tambin como una

    impugnacin a su papel en el proceso, como un cuestionamiento de sus biografas.

    La otra razn es de mayor alcance. Todo proyecto poltico de pas necesita de un mito fundacional

    que lo legitime. Antes de la Transicin Espaa no haba tenido un acontecimiento identitario que

    generase un reconocimiento amplio de la ciudadana. Constatada esta debilidad, en los ochenta se

    trat de levantar una identidad nacional renovada sobre dos bases: sobre la base material de un

    proyecto de modernizacin del pas del que podramos hablar mucho y sobre la base simblica de

    una identificacin colectiva de los ciudadanos con la Transicin. Para lograr esta identificacin

    colectiva haca falta un relato que devolviera la autoestima a los espaoles al presentarles como un

    gran pueblo que gracias a la reconciliacin nacional, al consenso y a la moderacin consigui

    recuperar las libertades e incorporarse a Europa. As que ese relato se convirti en memoria oficial y

    en conmemoracin constante por todos los gobiernos.

    Este relato hiperblico de la Transicin se ha quebrado en parte en los ltimos aos...

    Si en parte se ha quebrado, ha sido por varias razones. Algo ha tenido que ver la normalizacin

    historiogrfica. Cada vez hay ms trabajos rigurosos ajenos a esa memoria y conmemoracin

    oficiales. Mucho ha tenido que ver tambin la propia inconsistencia formal de ese relato hiperblico,

    Juan Andrade Blanco 21/06/2015

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    que se ha movido entre un tono muy naif y una extraordinaria rigidez que le ha impedido incorporar

    algo de los relatos discrepantes para parecer ms ecunime y verosmil. La verdad es que entre

    amplios sectores ese relato hagiogrfico ya no conmueve y a veces sonroja, aunque tambin es

    cierto que el contra-relato crtico empieza a perder frescura y a convertirse, en algunos mbitos, en

    moda o consigna.

    Pero, en cualquier caso, si ese relato hagiogrfico de la Transicin ha decado ha sido sobre todo

    por la crisis del proyecto poltico al que iba unido. Este proyecto descansaba al menos en tres

    pilares: en un sistema poltico representativo; en un pacto social que generase unos niveles

    aceptables de bienestar material o, en su defecto, un nivel de conflictividad asumible; y, finalmente,

    en la integracin en una Europa concebida como espacio de normalidad y prosperidad. Hoy el

    sistema es percibido por mucha gente como poco representativo y corrupto; el pacto social, si es que

    alguna vez se cumpli, se ha roto definitivamente con la salida antisocial que se le est dando a la

    crisis econmica; y la convergencia europea ya est siendo percibida como una transferencia de la

    soberana nacional a instancias no susceptibles de control democrtico.

    Dentro de ese relato hagiogrfico de la Transicin jug Carrillo el papel de tonto til? Lo

    digo porque el contraste entre las abalanzas a Carrillo por parte del poder y el fracaso de su

    proyecto poltico no puede ser ms acusado

    Bueno, yo creo que primero habra que distinguir el papel de Santiago Carrillo en la Transicin del

    lugar que ocupa en el relato cannico de la Transicin. Carrillo era un gran tctico pero un psimo

    estratega, y la tctica sin estrategia es, en el mejor de los casos, puro funambulismo. Carrillo fue un

    dirigente inteligente y sagaz que, sin embargo, tena un concepto todava ms elevado de s mismo,un dirigente que pens que poda hacer frente a una situacin sumamente compleja a golpes de

    ingenio y ocurrencia. Los golpes no surtieron mucho efecto y al darlos tension demasiado a su

    partido.

    Por otra parte, si la Transicinha operado como el mito fundacional del actual sistema poltico,

    Santiago Carrillo ha sido presentado como una de sus figuras ejemplares: un dirigente que fue

    capaz de dejar a un lado el peso lacerante de su tradicin desestabilizadora, sus intereses

    partidarios y personales a fin de llegar a un acuerdo con sus adversarios para traer las libertades a

    Espaa. Visto de otra forma, lo que en este relato parece que se celebra de Santiago Carrillo es su

    capacidad para alejarse del proyecto de ruptura democrtica por el que vena apostando el PCE.

    Adems, como bien sealas, llama la atencin que lo que ms se valore de la amplia trayectoria de

    Santiago Carrillo sea su papel durante la Transicin cuando al final de este proceso su partido

    termin roto por dentro y con unos resultados electorales malsimos. Por mucho que esta derrota sea

    atribuible a un complejo conjunto de factores, que lo es, indudablemente alguna responsabilidad se

    le podr atribuir. Entonces, y as visto, los elogios a Santiago Carrillo resultan ser muchas veces una

    celebracin encubierta de la derrota del PCE y de los proyectos de ruptura democrtica en la

    transicin.

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    La pregunta interesante es si la actitud de Carrillo se prest a esta utilizacin de su figura. Para eso

    no tengo una respuesta definitiva, pero s la sensacin de que Santiago Carrillo fue un dirigente muy

    preocupado por obtener el reconocimiento de sus adversarios y muy tentado por la satisfaccin que

    le reportaba dejar de ser considerado un paria en el exilio para ser considerado un hombre de

    Estado. Pero tambin creo que esto ltimo, ms que un rasgo de la personalidad de Santiago

    Carrillo, es un rasgo de una de las principales culturas polticas del PCE en la Transicin: la

    necesidad de participar en los grandes consensos y de ser homologado y reconocido, en un nuevo

    contexto ms o menos aceptable, por aquel al que no has logrado vencer. Esta ha sido una cultura

    poltica fctica en el PCE e IU durante mucho tiempo, que yo creo que solo se rompe con Julio

    Anguita.

    Empieza a imponerse la idea de que estamos viviendo una segunda Transicin. Est de

    acuerdo?

    Ms que en un proceso de transicin yo creo que ahora mismo estamos ante algo parecido a una

    crisis orgnica de lo que se ha dado en llamar el Rgimen del 78. Una de las razones de esta crisis

    orgnica ha sido la crisis econmica; es decir, el colapso del modelo de crecimiento de los ltimos

    aos y el empobrecimiento y la falta de expectativas vitales que ha dejado tras su implosin, amn

    de la precariedad y la exclusin social que ese modelo ya vena arrastrando. La crisis econmica

    rompi los automatismos en los comportamientos colectivos y abri espacio a la difusin de nuevas

    formas de pensar, de actuar y de plantear soluciones a los problemas pblicos.

    Yo creo que la fecha simblica de esa ruptura cultural fue el 15M. Lo que se visibiliz entonces

    fueron al menos dos cosas. Por una parte, el fracaso de las lites en el desarrollo de un supuesto

    proyecto de modernizacin del pas y su incapacidad, al mismo tiempo, para sostener un relato

    aglutinador en torno a ese proyecto y a formas cotidianas de gobierno. Por otra parte, con el 15M se

    produjo la activacin de amplios sectores sociales, que salieron del consenso pasivo, se politizaron

    de forma crtica y luego pasaron a orientar sus expectativas a la conquista de las instituciones.

    Sin embargo, una crisis orgnica no garantiza un cambio de rgimen, ni a veces siquiera un simple

    cambio de gobierno. Una crisis orgnica es un momento de oportunidad donde todo eso puede

    suceder y todo eso puede frustrarse. A veces el cambio se frustra por el simple desgaste de lamovilizacin o la volatilidad de la voluntad de cambio de la gente. Otras veces ya que estamos un

    poco gramscianos- el cambio avanza pero se ve muy limitado por la respuesta adaptativa de las

    lites, que, en una operacin de reformismo preventivo, integran parte de las reivindicaciones de sus

    antagonistas o cooptan a una parte de sus dirigentes. Hoy da, entre el continuismo gubernamental y

    el proceso constituyente, hay toda una gama de situaciones posibles, donde lo ms probable es que

    lo ya acontecido suponga al menos un punto de no retorno al estado anterior.

    En definitiva, ms que como un proceso lineal (y la nocin de transicin invita muchas veces a ver

    los procesos de forma lineal), creo que el momento hay que verlo como una encrucijada en la que, altiempo que se abren nuevos caminos, esos caminos desaparecen si no se toman a tiempo o con

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    paso decidido.

    Una de las similitudes ms evidentes entre ambas pocas es la dicotoma seguridad/cambio...

    En la Transicin las opciones electoralmente exitosas fueron aquellas que supieron conjugar cambio

    y seguridad, los dos polos entre los cuales vena movindose el grueso del electorado. Pero eso no

    significa que tenga que ser as hoy, pues la historia no es cclica, aunque si en algn momento

    parece repetirse suele hacerlo, como deca el clsico, en forma de farsa. Hoy se dan condiciones

    lo cual no significa que vaya a pasar - para que una opcin amplia y aglutinadora de cambio pueda

    ganar.

    Pero adems esos valores de la seguridad y el cambio tienen hoy un significado distinto. Detrs de

    lo que llaman seguridad est generalmente el miedo, y el miedo de la Transicin es de distinta

    naturaleza e intensidad al de ahora. El miedo en la Transicin era sobre todo el miedo a que una

    accin de cambio demasiado decidida provocase un golpe de Estado del ejrcito. El miedo fue el

    ter de la transicin, una sustancia invisible que lo envolva todo, que algunos trataban de vencer y

    otros rentabilizaban.

    Hoy el miedo tiene que ver ms con la posibilidad de que una opcin decidida de cambio acabe con

    lo que algunos interpretan como el comienzo de la recuperacin econmica, frene la inversin

    extranjera, propicie la salida de capitales o encarezca la financiacin exterior que se obtiene por

    medio de la venta de deuda pblica.

    Aunque tambin opere el miedo ms prosaico a que Espaa se convierta en Venezuela, que

    alimentan de forma ms tosca algunos medios de comunicacin, hoy el miedo es sobre todo el

    miedo a, digmoslo de manera metafrica, un golpe de Estado financiero. Y ese es un miedo muy

    efectivo porque se alimenta de un discurso aparentemente tcnico (los partidos del cambio son un

    peligro porque desconocen las leyes de la economa), del reconocimiento de esa coaccin evidente

    (si voto por el cambio nos pueden cortar la financiacin) o de la sublimacin de esta coaccin a ese

    imperativo tcnico que la hace ms digerible. Efectivamente, se pueden trazar paralelismos entre

    ambas amenazas golpistas, la militar y la financiera, lo que nos llevara a cuestionarnos cunto

    hemos avanzado en trminos de democracia y soberana de la Transicin a hoy, pero no hay que

    dejar de considerar que son dos coacciones distintas.

    Los momentos de crisis lo son porque la necesidad de seguridad (eufemismo del miedo) convive con

    una fuerte voluntad de cambio muy heterognea, y porque ambas pulsiones conviven muchas veces

    en el seno de una misma persona. Frente a eso los partidos polticos pueden hacer muchas cosas

    que se resumen en tres: bien azuzar el miedo y ofrecerse como garantes de la seguridad, bien tratar

    de vencer el miedo y galvanizar el deseo de cambio de la gente, bien conjugar ambas pulsiones. En

    la Transicin las dos opciones electoralmente exitosas fueron las que conjugaron este binomio del

    cambio y la seguridad. Primero lo hizo la UCD, contando a su favor con todo el aparato del Estado

    heredado del franquismo. Y luego el PSOE, que lo hizo con el discurso ideolgicamente msasptico de la modernizacin y gracias, entre otras cosas, al desplome de sus rivales a izquierda y

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    derecha.

    Se resolver el dilema seguridad/cambio del mismo modo que en el 77?

    Hoy parece que el PP se erige como garanta de la seguridad y que Podemos y las candidaturas

    municipales de unidad popular lo hacen como fuerzas del cambio. Habra que ver quin ganara el

    pulso a nivel nacional si la confrontacin electoral se polarizase en estos trminos tan expresos.

    Quiz una candidatura de unidad popular por el cambio muy muy amplia pudiera hacerlo. Pero otra

    pregunta interesante sera quin podra conjugar hoy este binomio del cambio y la seguridad de

    manera electoralmente exitosa, ms all de que el PP hable de reformas y Podemos se afane en no

    meter miedo?

    La respuesta es que a diferencia de la Transicin hoy en da no parece que haya un solo partido que

    pueda conjugarlo de forma exitosa por s solo y que, si se conjuga exitosamente, ser por medio de

    compromisos entre varios de ellos. El PSOE, por ahora, es percibido ms como un soporte del

    rgimen del 78 que como una fuerza de cambio y la operacin Ciudadanos, que ha logrado

    conjugar ese binomio de forma efectiva para frenar en seco la expansin de Podemos por la

    derecha, no tiene credibilidad para aglutinar en esos trminos a una mayora.

    La conjuncin exitosa de cambio y seguridad, tan lampedusianapor otra parte, requerira a da de

    hoy de pactos en los que estuvieran los dos o alguno de estos dos partidos, y ah caben muchas

    combinaciones, como estamos viendo.

    Aunque sean contextos diferentes, el tacticismo del PCE durante la Transicin -ese juego de

    la moderacin que llev a la desmovilizacin- no recuerda en algunos aspectos a la

    estrategia moderada de Podemos tan criticada ahora por las bases. Cules son los peligros

    del centrismo?

    No solo son contextos muy distintos, sino que no s si se trata de organizaciones comparables. Pero

    si jugramos a hacer una lista de semejanzas y diferencias, probablemente las segundas superasen

    a las primeras. Ahora se me ocurren bsicamente dos. El PCE que entra en la Transicin es un

    partido histrico, al que lastra la imagen deformante que de su historia han difundido cuarenta aos

    de franquismo y otros muchos de Guerra Fra cultural. Me refiero a su identificacin capciosa con la

    URSS y con el recuerdo de la Guerra Civil que tanto rechazo generaban.

    Podemos es un partido nuevo cuyo atractivo radica en parte en su novedad y virginidad, con el

    inconveniente de que, como es lgico, la novedad empieza a diluirse a medida que pasa el tiempo y

    la virginidad se ir perdiendo en los pactos institucionales. Por otra parte, el PCE era un partido con

    mucho empaque, con una estructura organizativa muy fuerte por arriba y en la capilaridad social, con

    una militancia y unos cuadros muy activos en los movimientos sociales, con un extraordinario capital

    que luego - por las circunstancias, por contradicciones acumuladas y por sus propias decisiones - se

    dilapida en la Transicin. Podemos no tiene hoy todo ese capital humano y organizativo, aunque s

    ha tenido la capacidad de generar ilusin y una poltica de comunicacin mucho ms hbil.

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    En cuanto a la desmovilizacin, ese es un tema ms complejo, porque esta no suele ser el resultado

    directo - mucho menos hoy - del golpe de corneta de la direccin de un partido. La responsabilidad

    del PCE en la desmovilizacin en la Transicin fue ms por omisin que por accin. Pero, cuidado,

    en la Transicin hubo mucha ms conflictividad y movilizacin de lo que suele pensarse, por ejemplo

    en las fbricas contra los despidos por la crisis econmica. Lo que declin, y en eso la direccin del

    PCE tuvo responsabilidad, fueron las movilizaciones con mayor contenido poltico y alcance

    nacional. Pero no quiero evadirme de la comparacin que propones, aunque no la vea del todo

    viable. Digamos que la responsabilidad por dejacin del PCE en la desmovilizacin fue entonces

    mayor - en tanto que partido que ms la haba impulsado - que la que hoy puede tener Podemos - en

    tanto que partido que ni siquiera exista cuando estos aos atrs la movilizacin ha sido ms fuerte -.

    Evidentemente hoy da Podemos no se dedica a estimular la movilizacin social, no son esas sus

    prioridades, y tambin es cierto que los buenos pronsticos que ha llegado a tener en las encuestas

    han generado un espejismo electoral entre algunos sectores afines al cambio que ha redundado enbeneficio de una considerable desmovilizacin, que, por otra parte, tambin se debe a otros factores.

    En cuanto a lo de la moderacin, en el libro planteo que esta terapia de la moderacin aplicada a dos

    organismos distintos, el PCE y el PSOE de la transicin, tuvo efectos diferentes. Para el PSOE fue

    revitalizante, para el PCE abrasiva. Podemos es un organismo distinto a estos dos, y al que yo creo

    que esta terapia de la moderacin ni abrasara ni llevara a la victoria. Tambin creo que esta terapia

    le restara ms de lo que le sumara.

    Dedica un captulo del libro al papel de los medios de comunicacin en la Transicin. Dice

    que se pas de la censura al consenso, que tambin era un tipo de lmite. Cules fueron los

    lmites polticos de dicho consenso?

    S, en la Transicin se pas de la prohibicin expresa de lo que poda decirse al acuerdo tcito de lo

    que deba decirse. El consenso de la prensa fue el correlato meditico del consenso en el

    parlamento. Para m ah cobra sentido la expresin parlamento de papel que suele emplearse para

    referirse a la prensa de la poca. Polticamente este consenso meditico consisti en moverse, a la

    hora de dar noticias, seleccionar articulistas y redactar editoriales, dentro de los mrgenes del

    proceso de reformas negociado entre el gobierno y la oposicin, y luego dentro de los mrgenes demaniobra que permita el respeto a las pautas econmicas establecidas en los Pactos de la Moncloa

    y la arquitectura institucional de la Constitucin.

    Aquello que se saliera de esos mrgenes era presentado en los medios, dependiendo de si eran

    ms progresistas o conservadores, como un arcasmo o como un elemento de desestabilizacin.

    Algunos apelaban al miedo y otros a lo moderno, y para algunos peridicos lo moderno no era el

    franquismo, pero tampoco los proyectos e idearios del antifranquismo. Es ms, con frecuencia

    presentaban la cultura poltica del antifranquismo como un subproducto obsoleto de la dictadura.

    Adems te en cuenta que en un contexto en el que la confrontacin poltica se desplaz en buena

    medida de la lucha social al debate meditico el consenso en los medios restringi el pluralismo

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    poltico y el margen de maniobra de otras opciones, que estaban fuera del parlamento o, sobre todo,

    que convivan dentro de los partidos de la izquierda con representacin parlamentaria, que era lo

    que realmente ms preocupaba. Y esa preocupacin se puso de manifiesto cuando la mayora de

    las bases del PSOE rechazaron la propuesta de Gonzlez de abandonar el marxismo e impugnaron

    muchos aspectos de la Transicin. Ah los medios cerraron filas en torno a Gonzlez como si la crisis

    en el PSOE, el principal partido de la oposicin, fuera una crisis de Estado.

    Escribe que los peridicos jugaron un papel fundamental: marcar el paso a los partidos

    polticos. Al ser la Transicin un momento fundacional tambin para la prensa, cabra pensar

    que de aquellos polvos vinieron estos lodos: los peridicos en democracia han parecido

    muchas veces satlites de los partidos polticos y viceversa, quiz ms que en otros pases

    europeos. Es as?

    S, se ha dicho que, como venamos de una dictadura en la que los partidos estaban prohibidos y no

    haba libertad de prensa, en la Transicin se dio demasiado poder a los partidos y demasiadacredibilidad a la prensa. Es cierto que la Constitucin del 78 y las dinmicas polticas posteriores han

    generado un modelo partitocrtico que desprende mucho miedo a la participacin de la gente, y que,

    de forma paralela y complementaria, se ha gestado un modelo de comunicacin muy vertical,

    basado en el monopolio de la produccin y difusin de informacin por parte de grandes

    conglomerados mediticos. Una cosa y otra explican en parte por qu en la democracia muchos

    medios privados se han beneficiado de su proximidad al poder poltico, por qu muchos partidos han

    necesitado y siguen necesitando de un partenaire meditico, por qu hay medios que quitan y ponen

    candidatos dentro de los partidos o por qu algunos tertulianos defienden a un partido u otro con

    mayor cerrazn que sus militantes.

    Ahora bien, en los ltimos aos esto se ha roto gracias a las nuevas tecnologas de la comunicacin,

    a internet, a las redes sociales y al uso que de ellos ha hecho la gente. Esto tambin ha tenido

    mucho que ver con la ruptura de los consensos establecidos y la produccin de un nuevo imaginario

    a favor del cambio. Gracias al uso creativo de estas tecnologas de la comunicacin se ha roto el

    verticalismo y el monopolio informativo de los grandes medios y han proliferado formas de

    produccin y difusin directa de la informacin ms plurales y horizontales.

    La crisis econmica de los grandes diarios no solo tiene que ver con el acceso ms barato a la

    informacin a travs de internet, sino con la prdida de credibilidad que acarrea la existencia de

    miles de focos informativos que les contradicen en tiempo real. Y con las crisis de estos grandes

    medios tambin ha entrado en crisis la capacidad de produccin de discurso de los grandes partidos

    a ellos vinculados. Por ah se ha abierto igualmente la oportunidad de cambio, aunque tambin el

    riesgo de caer, como apunta Csar Rendueles, en un cierto ciberfetichismo que te atrape en una

    realidad social disminuida donde no se pueden tejer las relaciones comunitarias que requiere un

    proyecto de cambio.

    Juan AndradeBlanco (1980) es uno de los jvenes historiadores crticos ms relevantes de la

    actualidad. Andrade, doctor en Historia Contempornea, es profesor de la Universidad de

    Extremadura

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    y public en 2012 El PCE y el PSOE en (la) Transicin (Siglo XXI), que acaba de ser reeditado.

    Fuente: http://www.elconfidencial.com/cultura/2015-06-14/el-miedo-fue-el-eter-de-la-

    transicion_881515/

    URL de origen (Obtenido en 13/02/2016 - 17:24):

    http://www.sinpermiso.info/textos/el-miedo-fue-el-ter-de-la-transicin-entrevista

    http://www.sinpermiso.info/textos/el-miedo-fue-el-ter-de-la-transicin-entrevistahttp://www.sinpermiso.info/textos/el-miedo-fue-el-ter-de-la-transicin-entrevista