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Psicoanalizando en la era digital.1
Ana Lía López Brizolara2
Resumen
En este trabajo se presenta un caso clínico psicoanalítico que se desarrolló en sus primeros
años con un encuadre clásico, presencial y posteriormente a través del correo electrónico
y sesiones con la utilización de Skype. Está atravesado por el imaginario de que la
realización de un movimiento o traslado en el espacio augura cambios en la existencia
personal. Se interroga si viajar, irse lejos, al fin del mundo, propicia cambios en la relación
con nuestros objetos de amor, con la consecución de ideales y proyectos. El método
psicoanalítico es interpelado cuando trabajamos a distancia, en tanto se establecen
variaciones en ese encuentro singular, íntimo, de cercanías, donde el discurrir es de
palabras en asociación libre por parte del paciente y el analista en abstinencia de juicio y
deseo, escucha con atención flotante. La dificultad que la distancia implicaba para la
joven analizante debió resolverse dada la necesidad de buscar ese objeto transferencial
ineludible para poder “hablar” y decir lo que no sabía que era suyo, y así encontrarse con
algo de su verdad. Ella buscó poder hablar con su analista.
Introducción
La movilidad contemporánea y la frecuencia de las migraciones evocan imágenes de
trashumancia y nomadismo, a la vez que desafían nuestra comprensión de las experiencias
subjetivas en lo que refiere a las coordenadas espacio-temporales, a la noción de límite y
lugar.
La comunicación global y la mediación electrónica interpelan la dialéctica presencia-
ausencia, el efecto en nosotros de la ausencia del otro. La presencia material y fáctica del
1 Trabajo publicado en Eros,Tecnología,Transhumanismo. FAPERJ. Río de Janeiro. Brasil. (2015) 2 Psicoanalista. Magister. Miembro de la Asociación Psicoanalítica del Uruguay
[email protected] 2598-99647564. Silvestre Blanco 2460. Montevideo
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cuerpo parece desdibujarse frente a la potencia de la comunicación virtual instantánea;
sin embargo su dimensión erógena esencialmente dependiente del otro no cesa en su
demanda. Se genera así un escenario con peculiares “angustias de época”.
Pensemos el siguiente imaginario: con frecuencia las personas esperan que la realización
de un movimiento o traslado en el espacio -en sus diversas modalidades como por ejemplo
un viaje al exterior del país- augure cambios en la existencia personal; por lo que hace
interesante investigar si existe un correlato entre el cambio espacial y la posición del
sujeto en relación a sus expectativas. Viajar, irse lejos, al fin del mundo, es relacionado
con cambios en la relación con nuestros objetos de amor, con la consecución de ideales y
proyectos.
El caso clínico psicoanalítico que se presenta en este trabajo se desarrolló en sus primeros
años con un encuadre clásico, presencial y posteriormente con comunicaciones realizadas
a distancia a través del correo electrónico y sesiones con la utilización de Skype. Está
atravesado por este imaginario en relación a los efectos del desplazamiento e interpela
algunos aspectos que el método psicoanalítico privilegia en la relación entre el
psicoanalista y su paciente tales como que se trata de un encuentro singular, íntimo, de
cercanías, donde el discurrir es de palabras en asociación libre mientras el cuerpo se
encuentra en estado de reposo y el analista escucha con atención flotante.
A continuación ilustro a través de un relato el trabajo psicoanalítico con una joven, donde
aparecen partidas, desarraigos y retornos provocando angustias e interrogantes que la
llevarán a buscar hablar con su analista.
Desde mi posición como psicoanalista
Mi lugar como psicoanalista me brinda la posibilidad de escuchar en las asociaciones de
mis pacientes, ese ir y venir, pendular metafórico entre los lugares conocidos o
imaginados y la irrupción de un nuevo lugar-posición del sujeto que habla; momento
fugaz que como la luz de un faro alumbra lo que antes no se ha podido ver. En ocasiones
el deseo inconsciente – que aparece como un guiño que nos sorprende- toma como
señuelo una representación “conocible” de la realidad.
Mientras escuchaba en sesiones presenciales a Natalia, esta joven estudiante universitaria
en análisis, vislumbraba que su búsqueda de autonomía se iba enlazando con fantasías de
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mudanza, hasta que en un momento decidió irse lejos; ella quería vivir y estudiar en un
país desconocido para ella. Ella quiere irse a un fin del mundo. Desea alejarse de su madre
también geográficamente. Emprende así cambios en su vida para hacerle lugar a lo que
se va imponiendo como una decisión impostergable. Siente que debe partir para poder
mejorar, continuar sus estudios, crecer, ser feliz.
Esto ocasiona la interrupción del psicoanálisis. Habitar en un lugar lejano impide
obviamente la concurrencia física a las sesiones. El encuadre de trabajo es sacudido por
este acontecimiento de interrupción y queda en evidencia un corte. En el trabajo
transferencial ella no sólo estaba tratando de separarse de figuras endogámicas en su
dimensión subjetiva sino que necesitaba actuarlo en la realidad. La separación con la
figura del analista acompaña paradojalmente este proceso de distanciamiento de las
figuras familiares.
Pasado más de un año de su partida recibo una llamada suya desde el exterior del país. Su
voz evoca y denota rasgos de su presencia. Algo de ella está presente. Allí se inaugura el
comienzo de una comunicación a distancia apoyada en el correo electrónico, un intento
de análisis donde el encuadre deberá ser distinto al utilizado con ella hasta entonces.
La llamada telefónica permitió que nos escucháramos: el sonido de la voz de cada una
aparece como signo material y forma subsidiaria de la presencia del otro. Este hecho me
lleva a pensar en ese momento en que el niño necesita que su madre (adulto) hable en la
oscuridad para que no se sienta solo, para que los miedos cesen y así pueda conciliar el
sueño. A través de la voz el niño reconoce el cuidado y el amor. “La añoranza en la
oscuridad puede convertirse en angustia a la oscuridad” (Freud, Conferencia 25 sobre la
angustia, 1916)3. La joven necesitó escuchar mi voz para reasegurarse que estaba yo del
otro lado a pesar de la distancia y así anunciarme que me escribiría pues estaba angustiada
y necesitaba hablar conmigo. Allí retomamos de una forma sui generis la comunicación
a través del correo electrónico.
3 Freud, Sigmund (1916). “Una vez oí, desde la habitación vecina, exclamar a un niño que se angustiaba en la
oscuridad: «Tía, háblame, tengo miedo». «Pero, ¿de qué te sirve, si no puedes verme?»; y respondió el niño: «Hay
más luz cuando alguien habla». Por tanto, la añoranza en la oscuridad se trasforma en angustia frente a la
oscuridad”. Conferencia 25 sobre la angustia. Vol. 16. Amorrortu Ed. Bs.As.
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La cadencia de los correos electrónicos era pautada por ella, y se me representaba como
una coreografía que con las formas de letra escrita en movimiento acompasaba las
vicisitudes de la angustia. Por un tiempo el lapso entre mi respuesta escrita y su nuevo
envío era la demora tolerada y formaba parte de ese modo de encontrarnos y encontrarse
con los cambios en su vida.
Esa distancia temporal parecía ser usada inconscientemente para darle fuerza a su
decisión de habitar lejos de su casa y su país de infancia. Las coordenadas de tiempo y
espacio no son disociables de la persona y tampoco del devenir sujeto, aunque estén
interpeladas en esta sobre modernidad4. Mucho de esta joven se expresaba a través de sus
formas peculiares de lidiar con el tiempo y el espacio.
Durante meses la escritura de los correos electrónicos le permitió describir, detallar,
relatar su nuevo escenario: el encuentro con personas y lugares antes desconocidos, sus
adaptaciones no exentas de incertidumbre. En su escritura surgieron las descripciones de
su nuevo espacio geográfico que se iría convirtiendo poco a poco en su nuevo espacio
biográfico al decir de Leonor Arfuch: “La cultura contemporánea se caracteriza por la
exaltación de lo vivencial, por la recuperación de la propia experiencia como valor
privilegiado para la construcción del sujeto social”. (Arfuch, 2002, págs. 232-38) Por
momentos la narración de sus vivencias adquiere un valor de puesta de sentido a su vida
como sujeto. Sin embargo cuando escribe de sí en su correo, no está solamente
escribiendo su biografía, ni la novela de su vida, ni compartiendo su cotidianidad a través
de publicaciones diarias de Facebook. No busca el “me gusta”. Busca replantearse
preguntas y dudas ante cuestiones que la angustian y espera que yo escuche y algo
comprenda de qué habla y la ayude a encontrar un sentido.
En momentos de contestar un correo percibo con intensidad algo que no debía naturalizar:
esta joven dirigía su demanda hacia mí como analista; fui su analista y no había dejado
de serlo, pero ese gerundio instalado me coloca ante una pregunta inevitable
¿Cumplíamos con la regla fundamental del método analítico si nos comunicábamos por
correo electrónico? ¿Asociaba libremente mientras escribía su correo? Ella podía borrar,
volver atrás, releer, corregir el lapsus y mi escucha distaba bastante de la atención flotante.
Recibir el correo, y establecer una pausa en mi respuesta iba apareciendo como modo de
4 Como le dice Marc Augé (2007) a la nueva modernidad en Por una antropología de la movilidad. Ed.Gedisa. Barcelona
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establecer un encuadre parcialmente acordado. Estaba disponible en determinados
momentos, la respuesta no era inmediata y fui fijando un día por semana para escribirla.
El análisis anterior en presencia condicionaba favorablemente este nuevo encuadre,
recurrentemente aparecieron imágenes de que hablaba y no escribía: “lo que te dije de…”
y en su movimiento analizante registraba sus fallidos, sus traspiés, parecía tratar de no
ocultarlos en la medida que no sucumbieran rápidamente a la represión.
El concepto de espacio transicional winnicottiano me resulta útil para pensar al espacio
de mediación electrónica y este tiempo de ida y vuelta de correos, que como el juego en
los niños ocupa un espacio intermedio que no es ni el espacio exterior objetivo ni el
espacio interno subjetivo. Los correos, esa letra escrita, esa imagen en el monitor que
cada una lee y escribe no son sólo de ella ni sólo míos, pueden representar un espacio
potencial que permite crear, algo de la paciente viene a mí y le permite tener algo de mí
como analista. “Este tercer espacio se sitúa en la intersección de ambos, y está ocupado
por los objetos transicionales, los cuales son reales como objetos, pero al mismo tiempo
son la representación lo ausente”. Esta zona intermedia de experiencia, “no discutida
respecto de su pertenencia a una realidad interna o exterior (compartida), constituye la
mayor parte de la experiencia del bebé, y se conserva a lo largo de la vida en las intensas
experiencias que corresponden a las artes y la religión, a la vida imaginativa y a la labor
científica creadora”. (Winnicott, 1971)
Con mi paciente, ese tiempo-espacio mediado por algo escrito digitalmente que se
traslada en la web, no está adentro ni afuera, no es sólo de ella ni tampoco mío, parece
haber servido para desplegar aspectos nuevos de su vida subjetiva.
En mis reflexiones recurro a los rastros inaugurales dejados por Freud. La
correspondencia de Freud con Fliess –su amigo e interlocutor científico-, fue un recurso
buscado para su autoanálisis y fuente de controversia y discusión del descubrimiento
freudiano. “La primera carta de Freud a Wilhelm Fliess está fechada en noviembre de
1887. Esta correspondencia durará 17 años, la conforman 284 cartas de Freud, en la
edición completa. Para Lacan las relaciones Fliess-Freud no son una amistad entre pares
compartiendo el mismo saber, se trata de un amor del mismo orden que aquel que se
instalaba con sus pacientes, una transferencia.” (Laurent, 2006). Como analizantes
descubrimos la necesidad de ese objeto transferencial ineludible para atrapar las
escurridizas producciones del inconsciente. Natalia volvió a buscar en mí la manera de
echar a andar la palabra, de “hablar”, de decir lo que no sabía que era suyo.
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Esa palabra aparece de un modo singular, Freud escribía con su mano y algo del aura de
lo manual está presente en la letra manuscrita. El correo electrónico está intermediado
mecánicamente, y aparece en la virtualidad de una imagen en la pantalla. En ambas
situaciones tan dispares algo insiste.
Después de un año de escrituras y silencios, Natalia decide visitar a su madre porque debe
tomar decisiones respecto a los cuidados de su salud bastante quebrantada. Viene a
Montevideo por pocos días, y la recibo en una sesión presencial. Es un momento
significativo. En su actitud, en como mira el consultorio -que era el mismo al que había
venido antes- presiento su necesidad de encontrarse con lo que había dejado antes de
partir. Algo de lo ominoso, “lo siniestro”, lo unheimlich y a su vez heimlich se vislumbra
en su ansiedad inicial. Ella es la misma, algo de lo familiar sigue estando y a la vez ya no
lo es. ¿Lo conocido familiar, está fuera de lugar? ¿Lo familiar y lo oculto han perdido su
oposición? Siente inquietud, desasosiego, miedo. ¿Continuamos teniendo la misma
relación de antes? La pregunta que se hacía respecto de la madre que dejó y que ahora
rencontró se había instalado transferencialmente en la sesión.
Sus palabras acompañaban la mirada, y poco a poco en esa sesión el impacto del retorno
transitorio resinifica la anterior partida. En la medida que fue comprendiendo algo de lo
que sentía, fue reapareciendo la confianza, se alegró de haber venido pero constantemente
refiere a lo revelado en los correos, ya que hemos hablado, nos hemos escrito. La
continuidad de su existencia debe ser corroborada lo mismo que la mía en tanto lugar de
escucha. Para que esto ocurra yo debía ser la misma en ese lugar tercero, la que escribió
en respuesta a sus cartas.
Ésta sería una sesión que marcó un nuevo destino también para este análisis. Volvió a irse
y pasaría un año donde la comunicación fue casi nula.
Skype
Algunos acontecimientos sacuden la paz de la lejanía, Natalia se siente empujada a dar
un paso más, entonces me reclama una presencia distinta como analista más allá de mi
lectura y mi respuesta escrita.
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Ese diapasón enlentecido se conmueve con un sonido de nota casi olvidado cuando al
volver de mis vacaciones de verano me encuentro con un mensaje de voz donde me dice
que su madre ha fallecido. A continuación en un correo escribe:
La cosa que me pone triste es que me gustaría tener sesiones en persona, cosa imposible,
porque delante de un computador es difícil crear esa atmósfera que se crea en la sesión,
pero bueno apenas vuelvas necesito absolutamente tener sesiones semanales.
Ya hacía un año de su visita a Montevideo. La demanda de un acercamiento que aún en
condiciones de intensa angustia debe ser virtual me recoloca una vez más como testigo
de aquel alejamiento de su tierra natal de una manera singular. Nuevamente ha vuelto y a
la vez no. Después de conversarlo y analizarlo con ella, propongo comenzar a tener
sesiones por Skype. En esta toma de decisión vuelve a adquirir un peso de singular
importancia el recorrido de su análisis presencial previo, antecedente que considero
condición sine qua non para que pudiera instalarse lo que advendría. El valor de la voz,
la posibilidad de habilitar la “presencia en la ausencia” se sostiene en la experiencia
anterior de encuentro material. Para que el campo transferencial tenga lugar, debió haber
un tiempo inicial presencial, algo del fantasma a ser desmontado e interpretado necesita
de la presencia del otro, del reconocimiento del otro también en su corporeidad. Hasta
ahora el instrumento virtual había servido para salvar la dificultad que implicaba la
distancia. Ante el dolor intenso que imagino entonces, me pregunté si era una alternativa
válida. Recuerdo esa sesión presencial aislada, entre dos partidas. Yo también retorno
como analista a puntos de anclaje para desde allí poder lanzarme a un viaje inédito.
Es así que acordamos trabajar por Skype con una frecuencia semanal, con un horario fijo,
donde su “llegada” es anunciada por un mensaje por el mismo medio. Enfrentamos dos
circunstancias de precariedad: la inestabilidad de la conexión de aquellos años y la imagen
deficitaria que permitía mi cámara. Ante ello privilegié la continuidad de la comunicación
a través de la voz por sobre la visibilidad. Decidí comenzar a trabajar sin cámara y poco
a poco pude sentir que esta modalidad nos acercó al setting conocido donde al reclinarse
el paciente en el diván, la mirada entre analista y paciente queda restringida y la voz y su
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escucha adquieren prevalencia. Inauguramos un trabajo donde no está el cuerpo con las
señales que esa presencia transmite, pero está la voz, la cadencia de sus palabras, las
asociaciones, el llanto, la risa. La modernidad ha privilegiado lo visual, la imagen, sin
embargo este uso del Skype trae la voz de Natalia, y me remite a la presencia de su imagen
y en algún sentido a su cuerpo. El director de teatro Eugenio Barba5 sostiene la
concepción de cuerpo dilatado que construye la voz como una extensión de sí, como un
devenir extensivo de la corporalidad. También puede plantearse en el performer que el
cuerpo es la parte visible de la voz y puede verse en él, dónde y cómo nace el impulso
que se convertirá en sonido y palabra. La voz es cuerpo invisible que obra en el espacio.
Véase: (Comandú, 2012, págs. 512- 559). La voz de Natalia trae al cuerpo, algo de ese
“cuerpo dilatado” que se hace presente, localización ubicua de la voz que liga ambos
extremos de la comunicación. (Carlino, 1911)
Lo que sigue me alienta a creer que fue posible la renuncia a una sesión “clásica” y vuelve
a generarse un espacio de psicoanálisis.
En sesión
La sesión por Skype da comienzo y sin dilación empieza a hablar.
“Desde que se murió mamá se han movido muchas cosas dentro de mí y la verdad viajo
entre la culpa y la compasión, todavía no se bien en qué lugar colocarme”.
Al escucharla resuenan en mí las palabras viaje y lugar al intentar dar cuenta de su
sufrimiento ante una pérdida tan importante, entonces pronuncio una frase que hoy
reconozco en su polisemia: Qué difícil saber dónde estar en este momento de tanta
angustia.
Natalia se conmueve y recuerda-asocia con el momento en que decidió irse:
“Necesité irme al otro lado del mundo, a un lugar donde lo conocido no llegara creo. Yo
me tenía que salvar, pedir esa beca era como el boleto de salvación. Yo me fui a un lugar
sin ningún conocido, llegué de noche, mi primera noche en X –un antiguo monasterio-,
5 Eugenio Barba, fundador del Odín Teatre
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me quedé sola en el lugar donde comenzarían los cursos a la mañana siguiente, me
atendió el sereno, no sé qué vio en mí, me dijo: Sra.: si quiere puede quedarse aquí, pero
no hay nadie.
Así fue que dormí sola en una habitación abierta, con una ventana sin vidrios, sintiendo
el frío raro de la cima de la montaña. Me acosté sobre el suelo, sin nadie a mí alrededor.
Hoy tendría miedo, pero sé que si no hubiera sido así, si no me hubiera ido no hubiera
podido nunca verla distinta (haciendo referencia a su madre)”
Dice R. M. Rilke: “Nacemos, por así decir, provisoriamente en algún lado. Poco a poco,
componemos en nosotros el lugar de nuestro origen, para nacer después en él y cada día
más definitivamente” Encontrarme con esta frase citada por G. Mango en “Fragmentos
hacia lo natal” (Gómez Mango, 2000) me obliga a repensar esa inquietante necesidad
humana de encontrar sentidos, de como para ser necesitamos reconocer lo que no somos.
Algo en relación a esto es lo que interpreto, mostrando la fuerza imperiosa que la llevó a
irse, generar situaciones que permitieran esa partida.
Percibo que el psicoanálisis que se venía reinstalando a la distancia se despliega.
El recuerdo de su presencia anterior actualizado en la sesión es tan intenso que puebla
también el espacio que yo le he dado para atenderla por Skype. Ella confía en que la
escucho y en que he logrado preservar la intimidad de la sesión. Así como desde la
cercanía del diván escuchamos la voz de nuestro paciente en actitud abstinente para
dejarnos sorprender por lo puntual e inesperado, escucho a Natalia.
El analista atiende flotantemente y entonces tiene ocurrencias y recuerdos. Buscando no
perderse en lo propio sino sosteniendo una basculación riesgosa entre sus apetencias y la
soberanía del discurso del paciente, de lo que habla. Se hace lugar en su discurso a la
sucesión encadenada de significantes, guías para comprender los vaivenes del amor, las
gratificaciones y las pérdidas.
Cuando relata el lugar de llegada, algo del lugar mítico aparece. Es el afán de llegar a un
lugar desconocido, al “fin del mundo”. El viaje hacia un lugar mítico en tanto desconocido
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y deseado, de partida significa ampliar el campo de la experiencia6. Dar lugar a un
recorrido y un desprendimiento de lo conocido.
Puede resultar una experiencia subjetiva en la que se reavivan los sentimientos de
unicidad, de singularidad y autonomía: en la búsqueda de lo diferente, el encuentro con
la alteridad sería a su vez una forma de encontrar algo propio. Se constituye de este modo
en una paradoja: sólo el encuentro con lo que no somos, permite encontrarnos con algo
de lo que somos. Este anhelo reviste la ilusión de encontrarnos con una imagen verdadera
de nosotros mismos.
Continúa hablando:
“Ahora que no está mi madre la depositaria del rol de loca ¿quién será la loca? Mientras
que ella era loca todos los demás éramos los sanos y podíamos creer que éramos sanos
justo por este motivo, ahora la "loca" no está más, así que la loca podría ser yo, ¿quién
lo sabe?
Hablo y digo: Hubo un tiempo donde mirar a tu madre te permitía pensar quién no eras…,
y así quién eras.
Natalia dice: Ella me dio la omnipotencia pero no pudo desprenderse, el destete fue muy
difícil. ¿También me pregunto porque “se fue”, fue culpa mía que haya perdido ganas
de seguir viviendo porque se dio cuenta que ya no había enganche enfermo entre
nosotras, o porque sabía que se estaba muriendo y quiso saludarme?
Natalia se pregunta por su búsqueda de un lugar distinto, cómo encontrar un límite a la
invasión, cuáles son los movimientos necesarios para encontrarse con el espejo
defectuoso, con la desilusión y la falta, imprescindibles para constituirnos como sujetos.
Buscar lo desconocido aparece entonces como un acto de resistencia que contradice al
tramposo argumento de que la continuidad de lo conocido nos asegura cómodamente la
verdad acerca de las cosas. Los humanos también necesitamos huir de la insoportable
angustia que provoca lo idéntico, las aguas donde Narciso se mira son las mismas en las
6 Véase Winnicott (1953)
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que se funde y encuentra la muerte. Ella también se fue huyendo del horror a la confusión,
a la repetición7.
El carácter especular de la imagen es engañosa, nuestros fantasmas poblarán el lugar
recién descubierto y el viajero deberá volver sobre ella, con el relato y el recuerdo para
reconocer ese cambio de lugar, y con suerte reconocerse en la experiencia y reencontrarse
en ese viaje.
La palabra entraña una pregunta respecto de sí, una interrogación del sentido que ello
tuvo para sí. Cumpliría su cometido cuando es legitimada por el Otro-otro. Necesita un
analista en un lugar-Otro que pueda escuchar esa palabra.
Continúa diciendo: Busco cosas para leer en internet cuando no puedo dormir. Leyendo
algo que me habían recomendado para la crianza de los niños descubro lo que significa
el amor primitivo y ahora que mi madre murió me doy cuenta que con ella aprendí el
amor primitivo, esa necesidad desesperada de devorar a la persona amada, y al final
destruirla, creo también que ella me amaba en ese modo, pero ahora entendí que en estos
últimos años algo entendió, pues en otro momento jamás se hubiera hecho un viaje así
para venir a ver a su hija, creo que fue su último acto de amor , tal vez ese amor que
nunca pudo expresar en modo sano, pero que algo de sanidad dejó.
(Fue un esfuerzo muy grande para la madre este viaje ya que se encontraba bastante
enferma)
El temor a la fusión enloquecedora, al peso del deseo materno retoña ante la pérdida de
la madre. Se acortan las distancias. La angustia es motor de cambio, de movimiento y
Natalia encuentra lo que asocio con Winnicott en su soledad de cibernauta “… el destete
constituye un problema más amplio: no significa solamente lograr que un bebé acepte
otros alimentos, o emplee una taza o las manos para comer. Incluye también el proceso
gradual de la desilusión, que forma parte de la tarea de los padres”. (Winnicott, 1953)
Las lógicas respecto al vínculo con el otro prevalentes en la cultura de hoy contradicen
algunos enunciados que sostiene el psicoanálisis. El discurso contemporáneo sobre la
7 Véase: Freud, S. Más allá del Principio del Placer (1920)
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felicidad difícilmente integre la desilusión como un logro. Para poder tolerar la desilusión
debió transitarse un tiempo de ilusión fascinante pero que ha de ser perentoria. Por
momentos creemos confusamente que cumplir con la maniobra indicada según la
puericultura de adecuar el crecimiento y el alimento asegura el sentimiento de ser amados.
Pero el amor implica tanto los desprendimientos como los imprescindibles juegos de
alienación en el otro para el bebé, se juegan en el deseo de ese otro amparador, ese deseo
inconsciente del Otro y su capacidad de renuncia a la completud.
Continúa: Me deja serena que cuando nos vimos con mi madre –en una visita hace menos
de un año- no sentía ningún tipo de rabia o algo relacionado con los viejos conflictos, y
ella esto lo sintió, solo que tal vez tenía ganas de mimarla un poco más y por miedo a
generar en ella un pegoteo morboso, como por lo general ella tenía conmigo, traté de
poner un poco más de distancia de la cual en realidad mi corazón hubiera querido poner.
La madre necesitó buscar a su hija, ir hacia ella. Transitar esa geografía desconocida. No
alcanza con estar juntas, importa dónde, en el lugar de quién.
Creo que la parte más difícil que mi mente debe aceptar es existir aunque ella no exista,
y creo que aquí está el punto que creo me traslada a ese "destete" que nunca pudo tener
lugar en el momento que tenía que tener lugar, y si existo entonces tengo que ocupar el
lugar dejado por ella, el lugar de la "loca"…
“Gracias por haber tenido la sesión” Me vas a tener que ayudar, pero ahora siento mejor
que mi lugar es este (nombra la ciudad donde vive).
La tendré que ayudar, pero me advierte acerca del riesgo a que yo responda a sus
demandas transferenciales ya que de proponerme como una madre que no desteta la
enloquecería. Se reafirma en la lejanía de su lugar geográfico para alentar la continuidad
del trabajo de análisis.
Acercando una segunda mirada sobre lo ocurrido
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El psicoanálisis a distancia y la incorporación de nuevas tecnologías es hoy un tema de
debate dentro de nuestra disciplina, se ha popularizado el uso de internet para la
comunicación donde voz e imagen están presentes, y la clínica psicoanalítica no ha
quedado al margen de estos cambios y desafíos.
Las variaciones en el encuadre nos exigen pensar acerca de la conservación del método
analítico, el despliegue transferencial, el lugar del cuerpo y la voz en la sesión analítica.
Estas cuestiones son motivo de investigación para muchos psicoanalistas en diversas
partes del mundo. Ricardo Carlino (2012) se plantea si elementos tan esenciales a un
análisis como la transferencia-contratransferencia, regla fundamental y atención flotante
son pasibles de transitar, ser percibidas y elaboradas dentro de este modo de trabajo.
(Carlino, 1911). Marcelo Viñar (Viñar, 2002) distingue entre el ritual del proceso y el
acto analítico, y sostiene que es en el acto donde reside la eficacia y esencia de la
intervención operativa y no así en la ritualidad de la frecuencia de las sesiones y otros
parámetros fijos.
Simón Brainsky sostiene que el psicoanálisis no debería adherirse –sin un
cuestionamiento cuidadoso- a toda innovación técnica, pero si mantener una flexibilidad
frente a las transformaciones sociales, e intentar incorporarlas a su praxis. (A.P.I., 2003)
Lo relatado en este trabajo es una experiencia psicoanalítica, que como tal debe pensarse
en el caso a caso, y abre el campo clínico a la utilización de variaciones en el encuadre,
que tensan las cuerdas del método freudiano.
Escuchar a Natalia en una sesión por Skype, llena de imágenes, llena de referencias al
espacio, hace que las distancias y las cercanías potencien un estar mío paradojal. Me
olvido donde está ella, que está tan lejos, la escucho y me impacta como si estuviera aquí,
sin embargo en la despedida algo de la distancia reaparece.
¿Hacia dónde se vuelve Natalia como sujeto? Se volverá a esa ciudad localizada
lejanamente para resguardarse de un engolfamiento asfixiante o estará transitando
marcas, lugares de amor y odio en su relación con esa figura de madre. Al recordar la
visita también se hace presente la muerte. Se hace preguntas, asocia, recuerda, elabora.
Tal vez se vuelve hacia lo ignorado, abriendo de esta manera una posibilidad de cambio
y ahora sí, más que nunca, de movimiento. La angustia servirá de señuelo para el
encuentro con un sentido, con la posibilidad fragmentaria de encontrarse con la alienación
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y la pérdida. Otros límites son buscados, no sólo geográficamente, aunque retornan una
y otra vez las búsquedas de ir al encuentro con una experiencia entre última y primera,
inédita y resignificada, que haga contraste con lo conocido, que delimite como un fondo
claro la oscuridad de nuestra existencia como sujetos.
¿Es la luz del “faro del fin del mundo” la que la alumbra o es la metáfora que con su
inherente alusión a las distancias sostiene la atractiva promesa del encuentro –no sin
dificultades- con algo inédito? En el ensayo literario “Tierra de Fuego: la creación del
fin del mundo”, Guillermo Giucci plantea que “cuando en 1520, durante la expedición de
Fernando de Magallanes a las Islas Molucas, se nombró a Tierra del Fuego, la designación
no correspondía a ningún territorio delimitado. El bautismo funciona como una
apropiación a distancia, como la toma de posesión simbólica de un territorio
inexplorado… Tierra de fuego denomina un territorio imaginado (…) El fin del mundo
carece de existencia propia: es una metáfora que expresa la naturaleza relacional de la
conciencia" (Giucci, 2014, págs. 9-22)
El camino transitado espacialmente no parece ser neutro, colabora en la creación de una
metáfora a develar, que tiene que ver con aspectos subjetivos de como dirimimos el yo-
no-yo y cómo aceptamos la pérdida. En el juego del carretel de la observación freudiana8
o juego del Fort-Da, el niño logra transitar la ausencia materna jugando, a que algo pierde
y lo recupera. De todos modos la repetición del juego lo enfrenta una y otra vez a la
angustia ante la ausencia, no todo es placer y elaboración. Este juego le permite entre
otras cosas adueñarse de la pérdida, jugarla activamente a la vez que introducir el
lenguaje. El viaje al modo del juego estaría introduciendo la posibilidad de representar
pérdidas y encuentros, habilitando un relato por el cual se cuele algo de lo que el sujeto
quiere decir.
En este relato he puesto el acento en el imaginario de que llegar al fin del mundo,
descubrir lo diferente y desconocido es una representación cultural que se nos aparece
como señuelo para el deseo y argumento para salir a la búsqueda de nuevas experiencias
transformadoras. Hoy la aparente desaparición de sitios vírgenes en términos geográficos
8 Freud, S. Más allá del principio de placer, (1920) Se trata de Ernest es el nieto de Freud que creó, siendo un bebé de 18 meses, el
famoso juego del "carretel" o "Fort Da" al cual Freud hace referencia en su célebre libro "Más allá del principio de placer."
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no acota la necesidad humana de buscar lo desconocido, andar, desarraigarnos aunque
sea para poder volver.
La experiencia analítica presentada se nutre de este afán aventurero y a la vez en su
peripecia desnuda la necesidad humana de encontrarnos con nuestras propias topografías,
nuestros mapas de amor, nuestro cuerpo, para poder encontrar el sentido del viaje
realizado. Podría decir que partieron distintas expediciones: la de una joven en búsqueda
de una vida propia, la de una madre en búsqueda de su hija, la del retorno a lo olvidado,…
la de una analista aventurando un modo de analizar desconocido para ella. En todas ellas
reconozco la luz que alumbra y desaparece, que guía ese encuentro efímero con algo de
la verdad.
Bibliografía
A.P.I. (2003). Análisis por teléfono. En profundidad. Asociación Psicoanalítica Internacional, Vol
12.
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