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    Histria & Perspectivas, Uberlndia (40): 81-115, jan.jun.2009

    HISTORIA SOCIAL, HISTORIA MILITANTE: UN

    PRODUCTO COLECTIVO

    Pablo A. Pozzi1

    RESUMEN: El objetivo de este ensayo es, a travs de una resea

    de la labor historiogrfica personal, intentar una reflexin queaporte a la discusin de lo que Raphael Samuel llam historiaobrera, historia popular. En todo caso, y a pesar de los esquemasrgidos de la academia, la historiografa reseada no es ortodoxasino ms bien que es lo que en una poca se llam historiamilitante, en el sentido de un compromiso poltico, ideolgico ysobre todo social. De hecho, el planteo es que intenta ser unaespecie de sntesis histrica para intentar buscar una nueva formay ms acabada de comprender a la clase obrera. La ideasubyacente en los trabajos discutidos, y tambin en este ensayo,es que la historia cientfica es aquella que articula teora con

    empiria, la que puede leer un trabajador y comprenderla, la quete hace reflexionar sobre la realidad circundante y no te dejaindiferente.PALABRAS CLAVE: Historia social. Historia argentina. Historiapopular.

    ABSTRACT: This essay presents a review of the authors personalwork as an historian. The main idea is to contribute to thediscussion set out by Raphael Samuel in terms of working classhistory, popular history. Thus, and in spite of several fashionableprofessional criteria, the historiography discussed belongs to whatonce was called radical or militant history in the sense of havingan overtly political, ideological, and social commitment. In fact,the underlying premise is that this history belongs to an ongoingsearch for a fuller, more complete comprehension of the working

    1 Profesor Titular Regular, Departamento de Historia, Facultad de Filosofa yLetras, UBA.

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    class history and processes. In addition, another assumption inthis essay is that scientific history articulates theory with empiricalresearch, can be read and understood by the average educatedworker, and that helps us rethink existing reality without ever leavingyou indifferent.KEYWORDS: Social history. Popular history. Argentine history.

    As que no tengo derecho a la desesperacin. Insisto con laesperanza. S, es un sentimiento. Pero no es irracional. La genterespeta los sentimientos pero quiere razones. Razones paraseguir adelante, para no rendirse, para no refugiarse en el lujoprivado o la desesperacin privada. La gente quiere pruebas deesas posibilidades de la conducta humana de las que acabo dehablar. Suger que hayrazones. Pienso que haypruebas. [] Loque elijamos enfatizar en esta historia compleja determinarnuestras vidas. Si solo vemos lo peor, lo que vemos destruyenuestra capacidad de hacer algo. Si recordamos los momentosy lugares y hay tantos... en los que la gente se comportmagnficamente, eso nos dar la energa para actuar, y por lomenos la posibilidad de empujar a este mundo, que gira como untrompo, en otra direccin.2 Cuando le este ensayo del granhistoriador y militante marxista norteamericano Howard Zinn, haceya muchos aos, sent que sintetizaba lo que estaba en micorazn como persona y como historiador. De ah que tuviera lapedantera de comenzar a garabatear algunas notas queexplicaran, y me explicaran, los ejes de mi propio trabajo. Tengola suerte de que esa labor de historiador no haya sido jams unproducto individual ni de gabinete, sino que fue abonadocolectivamente por las preguntas y las perspectivas de

    muchsimos compaeros.Hacer un balance de la propia obra y trayectoria historiogrfica

    2 Howard Zinn, Por qu tener esperanzas en tiempos difciles?. PabloPozzi y Fabio Nigra, comps. Huellas Imperiales. Historia de los EstadosUnidos 1929-2000. Buenos Aires: Editorial Imago Mundi, 2001; pg. 34.

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    siempre es un problema. Cmo retratar un proceso sumamentecomplejo %y muchas veces casi inconsciente% de construccinprofesional e intelectual sin divorciarlo de la experiencia personal?Podra decir que mi obra es profundamente personal, o que intentaacercarse a lo mejor de la historia social, o que trata de analizarla complejidad de la clase obrera en funcin de su emancipacin.Tambin puedo hacer referencia a lo metodolgico puesto que

    adems de la historia tradicional me he visto obligado, por latemtica abordada, a recurrir a la historia oral, a los estudiosculturales, a la antropologa, a la sociologa y a las cienciaspolticas. En todo caso, y a pesar de los esquemas rgidos de laacademia, siento que mi obra no es ortodoxa sino ms bien quees lo que en una poca se llam historia militante, en el sentidode un compromiso poltico, ideolgico y sobre todo social. O sea,intenta ser una especie de sntesis histrica para, creo yo, intentarbuscar una nueva forma y ms acabada de comprender a la claseobrera. Mi eje como historiador, y tambin en este ensayo, es ysiempre fue que la historia cientfica es aquella que articula teoracon empiria, la que puede leer un trabajador y comprenderla, laque te hace reflexionar sobre la realidad circundante y no te dejaindiferente. El objetivo de este ensayo es, a travs de una reseapersonal, intentar una reflexin que aporte a la discusin de loque Raphael Samuel llam historia obrera, historia popular.

    A m me interes, desde un principio, esa historia que la gentecomn hace suya, y como tal me interesaba el proceso por elcual esa gente haca historia; o sea, el cmo sus intereses ysus acciones se convertan en el motor de la historia. Inicialmenteme dediqu a la historia espaola del siglo XIX. En particular meinteres un movimiento llamado carlismo que protagoniz sietelevantamientos contra el gobierno central. Fue ste un movimiento

    tradicionalista, catlico y profundamente reaccionario y a mi meinteresaba el porqu el pueblo vasco-navarro ms humilde podahacerse carlista, en lo que era una decisin, desde mi punto devista, totalmente irracional. Y el porqu tena que trascender lasrespuestas poco profundas del tipo eran atrasados o no tenanconciencia. En sntesis, ya en ese entonces me interesaba el temade la conciencia de clase y cmo esta operaba en la realidad.

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    Al mismo tiempo, esa era una poca de militancia poltica enlo personal, donde lo acadmico pareca transitar por una va y larevolucin por otra. Recuerdo que mi responsable de clula decaque ambas cosas no eran contradictorias, pero que haba queestudiar cosas tiles como computacin o ingeniera y no perderel tiempo con la historia. Ms adelante le cont esto a un obreroautomotriz cincuentn (en ese entonces l era para mi un viejo

    lleno de experiencia). El me mir y me dijo que ojala hubiera podidoestudiar letras o historia, por que el estudio te abre la cabeza y lahistoria de los pueblos ms todava, reformulando el viejo criteriode que la educacin te hace libre. Pods ser historiador -dijo- perosi lo vas a ser para que sirva a la revolucin vas a tener que pensarno slo el para qu y el para quin sino el cmo. De alguna formaeso me gui y me tortur: el cmo hacer una historia cientfica y declase que no fuera simplemente la terminologa marxistasuperpuesta a las consabidas prcticas de la academia burguesa.

    Mi primera reaccin fue absolutamente esquemtica:abandon la historia de Espaa para volcarme a la historia de laclase obrera argentina. En mis estudios de aquel entonces cadaproblema, cada idea, cada obra que lea y cada cosa que escribao planteaba eran como una lucha de vida o muerte, conmigosiempre paradito en las barricadas, banderas rojas al viento. Yun buen da, all por 1979 en Estados Unidos, el socilogo ycompaero norteamericano James Petras me invit a su claseen la Universidad de Binghamton para hablar de la clase obreraargentina. Yo pel mi esquema panfletario y Petras, con unasuavidad y diplomacia notable, me seal que realmente yo notena la ms mnima idea de lo que estaba hablando y queconfunda la historia cientfica con el panfleto poltico. Avergonzadome puse a estudiar, sin tener la ms mnima idea de la importancia

    y la relacin que poda tener esto con el trabajador comn. Haceun tiempo le cont esto a Petras que, como corresponde, ni seacordaba el tema. Para l aquello fue una crtica sin demasiadatrascendencia, pero para m el aporte de un intelectualcomprometido con la clase, al igual que las crticas fraternalesde muchos otros compaeros, fueron hitos claves en mi vidaintelectual y poltica.

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    Un ao despus, en 1980, por eso de las circunstancias dela vida y de la poltica, gracias a un compaero solidario habaconseguido un trabajo en el Centro de Estudios Laborales de laUniversidad del Estado de Nueva York. Mi tarea era ensearhistoria del movimiento obrero norteamericano dentro delprograma de aprendices de la Hermandad Internacional deObreros Electricistas (IBEW). Era un desafo que ampliamente

    exceda mis habilidades. Por un lado yo no saba nada del tema,y tampoco me interesaba mucho que digamos, al fin y al cabo yocrea firmemente que la clase obrera norteamericana disfrutabade los beneficios del imperialismo. Por otro lado, mis alumnoseran bastante especiales: casi todos hombres, casi todos blancos,que trabajaban nueve horas diarias para luego enfrentarse a cuatrohoras de formacin universitaria. Era un programa progrepuesto que inclua, a la formacin tcnica tradicional, historiaobrera, sociologa laboral, poltica sindical, y economa del trabajo.Sin embargo, realmente, era un filtro para un grupo detrabajadores que tena una jornada agotadora por poca plata peroque queran convertirse algn da en jornaleros3. Digamos quemis alumnos no queran estar ah y lo demostraban con un nivelde agresin hacia los docentes como no he visto desde entonces. As combinamos sus pocas ganas con mi aburrimiento eignorancia del tema para obtener una mezcla letal a mi futurolaboral. Tena que mantener su inters como forma de controlarla clase y sobrevivir en el empleo. Y al mismo tiempo tena quehacer que mi trabajo no fuera la tortura china que yo senta queera. En medio del descontrol de la clase y preocupado por laposibilidad de mi despido, un da se me ocurri contarles lo poco

    3 Para una serie de gremios norteamericanos, sobre todo los que tienenque ver con la industria de la construccin como la IBEW, la estructurasindical retiene elementos del artesanado. Eso les permite mantener uncierto control sobre el mercado de trabajo y tener sueldos relativamentealtos. As un jornalero de la IBEW ganaba en 1980 cuatro veces el salariomnimo, mientras que un aprendiz reciba slo 50% ms del mnimo. Parapasar de aprendiz a jornalero haba que cumplir una serie de requisitosgremiales entre los cuales estaba aprobar de dos a tres aos de cursosdel Centro de Estudios Laborales.

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    que yo saba del movimiento obrero norteamericano desde laperspectiva de un argentino. Habl del Primero de mayo enChicago y en Chivilcoy, de la IWW, y algunas otras pocas cosasque yo conoca, ms por militancia que por estudios. Deboconfesar que me apasion, y ellos comenzaron a entusiasmarseconmigo. Creo que nunca se haban imaginado que sus vidaspodan influenciar las de otros seres humanos, y menos aun que

    fueran un ejemplo para muchos. La historia dej, repentinamente,de ser algo muerto para convertirse en algo vivo y de actualidad.Volaba la imaginacin y de ah a ver cmo la historia tena algoque ver con sus necesidades de la poca fue solo un paso. Deah en ms tuve que estudiar a lo loco y no solo sobre historiaobrera sino tambin sobre el sindicato IBEW y sobre sus afiliados.Y aprend algo fundamental: la historia era importante para el serhumano comn, pero slo cuando estaba vinculada a la vida real.

    Esto ltimo me era difcil de comprender porque me habanformado en la tradicin de una historia objetiva. Levene, Romeropadre, Gallo y Corts Conde, Braudel, Witold Kula, William Langery Miguel Artola eran considerados serios por el mundilloacadmico y para m eran muy, muy aburridos. En cambio losrevisionistas eran divulgadores poco serios, pero fascinantes.Me tom mucho tiempo darme cuenta que unos y otros podantener investigacin o simplemente inventar conclusiones comohaba hecho Gino Germani. Pero aun ms tiempo me tom darmecuenta que los segundos eran populares no por su baja cientificidadsino porque eran relevantes y discutan apasionadamente temasy problemas que eran de actualidad para la mayora de lapoblacin.

    Para el curso de la IBEW tuve que leer a mucha gente quepara m eran ilustres desconocidos. As pude ver los trabajos de

    historiadores como Howard Zinn, David Montgomery y StaughtonLynd. Para ellos ser de izquierda y estar con los trabajadores noera tener un discurso marxistoide, sino que era una prcticasocial, un lenguaje, una relacin entre lo intelectual y la vidacotidiana de los trabajadores. No slo era buena historia sino quedescubr, tratando de ensersela a estos obreros-alumnos quehaba que saber mucho para poder explicarla en una forma

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    accesible y que no fuera superficial. Y a pesar de mis prejuiciosde universitario, mis alumnos se daban rpidamente cuenta decuando yo estaba chanteando. Para dar un ejemplo puntual:unos aos antes me haban enviado a una clula para ensearmarxismo a un grupo de obreros y obreras. Y ah estaba, yo, quesaba marxismo, y ellos que deban aprenderlo. Entre ellosestaba Pepa, una vieja obrera del vestido. Y yo dale a explicar

    qu era plusvala. Entendistes Pepa? No. Y dale otra vez.Obrera ignorante, atrasada, pensaba yo. Al tercer intento, hartode sus negativas, se me ocurri preguntarle cmo eran las cosasen su fbrica. Al rato habamos discutido explotacin, alienaciny plusvala. Y Pepa se dio vuelta y me dijo: Eso era? Peroporqu no lo dijistes antes? Hablas taaaan raro vos. Y me dejpensando que el que realmente no entenda nada era yo. Mucholeer El Capital y nada de conocer la realidad. Digamos: mimaterialismo histrico y dialctico no lo era mucho.

    A partir de estas experiencias, y de encontrarme con la obrade historiadores como Montgomery, comenc a percibir que lateora no era un fin en si mismo sino que era una forma, a vecesinacabada e inexacta, de explicar la realidad. Y la historia era,por definicin, absolutamente social4 en un sentido mucho mscompleto de lo que me haban enseado mis profesores: paraPepa y para mis obreros-alumnos la historia no era un sujeto deestudio, era su vida. Digamos de otra forma, clase social comoconcepto terico puede ser insuficiente para describir una realidadsumamente compleja, pero al mismo tiempo describe una realidadexistente y viva en Pepa y millones de otros obreros. De ah queyo piense, aun hoy, que la teora no es ni perfecta ni un fin en simisma, sino que es una forma de explicar el funcionamiento dela realidad y por ende siempre hay que articularla con la base

    emprica. El concepto de clase social es til no porque lo hayanutilizado Marx y Weber, sino porque, aun con sus problemas, eslo que mejor describe una serie de comportamientos y prcticascolectivas realmente existentes.

    4 Lucien Febvre. Combates por la historia. Barcelona: Ariel, 1970, pp. 39-40.

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    El gran historiador norteamericano, David Montgomery, quehaba sido obrero mecnico durante muchos aos explic que lhaba sido expulsado de su fbrica por militante comunista. Comola lista negra no le permita volver a ser obrero se dedic a hacer lasegunda cosa que ms le gustaba, ser historiador. Y l no escribala historia de la clase obrera, l escriba suhistoria5. Creo que yoescribo la historia de la clase obrera y escribo, tambin, mihistoria.

    I.

    Hoy en da mis campos de estudio son dos,fundamentalmente. El primero es el estudio de la clase obreraargentina sobre todo despus del golpe de estado de 1955 quederroc al gobierno del general Juan Domingo Pern. El segundose ha centrado en el estudio del movimiento obreronorteamericano a partir de 1945. Si bien aqu vamos a hacerreferencia al primero, quiero dejar en claro que entre amboscampos se ha dado una relacin fructfera en cuanto a planteos,hiptesis y mtodos que en uno pueden estar ms desarrolladosque en el otro. As, los estudios sobre la recomposicin de clasesen Estados Unidos, o la segmentacin laboral, me han servidopara aproximarme desde un lugar distinto a la clase obreraargentina. Dentro de mi estudio sobre la clase obrera argentinahay tres grandes investigaciones en mi haber, todas ellasarticuladas en lo que ha sido una investigacin de largo aliento entorno a las prcticas clasistas, la politizacin de los trabajadoresy, por ende, la conciencia de clase. Por debajo de todo esto elhilo vinculante son una serie de nociones derivadas de los estudiosde Herbert Gutman, posiblemente el ms importante historiadorde la clase obrera norteamericana, y que se sintetizan en

    conceptos como cultura subterrnea o sentido comn.6

    5 Mark Naison and Paul Buhle. Interview with David Montgomery, en MARHO.The Radical Historians Organization. Visions of History (Nueva York:Pantheon Books, 1976), pgs. 174-175.

    6 Herbert Gutman, en su principal obra Work, Culture and Society in

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    El primero de estos estudios fue hace ya casi dos dcadas,y como resultado escrib un libro sobre la resistencia de lostrabajadores a la dictadura de 1976-1983.7 El objetivo de aquellaobra era plantear que los trabajadores argentinos no haban sidomeros observadores pasivos de una de las dictaduras msrepresivas en la historia nacional. Para m esta obra de historiaera tambin un aporte a la militancia poltica. Todo buen estudio

    histrico comienza por la conclusin. Esa conclusin siemprees el resultado de una posicin poltica e ideolgica. No importacunto lo disfracemos, o cun inconcientemente lo hagamos,nuestra opinin sobre el desenlace de la historia siempre esta alprincipio. En general la profesin tiende a tratar de silenciar esteaspecto central del trabajo del historiador centrndose, en cambio,en una aparente objetividad positivista que hace eje en la precisiny el cmulo de la investigacin. Lo que se deja de lado es ladiscusin sobre los significados de la experiencia humana y elcmo nosotros la interpretamos. La obligacin moral y polticaque todos tenemos de interpretar la totalidad de un hecho histricono debe confundirse con la tarea de asignar responsabilidadespolticas y morales por crmenes especficos. El comprender unhecho histrico es en s mismo un hecho moral y poltico, y lacapacidad de comunicar esa interpretacin histrica es algo quepuede, en principio, brindar instrumentos para tomar mejoresdecisiones polticas y morales en el futuro. En este sentido, ladiscusin sobre la clase obrera argentina bajo la dictadura de1976-1983 no ha sido una mera disputa acadmica. De hecho,la conformacin de una perspectiva particular, que postula laderrota histrica de la clase obrera argentina, se ha convertidoen la base material para renunciamientos polticos e ideolgicosde todo tipo. Sin embargo, la realidad de la clase obrera siempre

    reabre el debate. En esta discusin los desacuerdos continuarn

    Industrializing America (New York: Vintage Books, 1977), desarrolla unacantidad de conceptos para el estudio de la clase obrera norteamericanasobre todo a partir del marxismo de Raymond Williams.

    7 Pablo Pozzi. Oposicin obrera a la dictadura 1976-1982. Buenos Aires:Editorial Contrapunto, 1988.

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    sin resolucin definitiva a largo plazo. Por un lado, porque losprocesos de la investigacin y su interpretacin son siempreabiertos, planteando conclusiones tentativas hasta que losmodifica una mejor investigacin. Pero ms aun, porque losdesacuerdos, como casi todos los debates histricosimportantes, contienen un componente ideolgico esencial quehace a la visin del historiador en cuanto al papel histrico de la

    clase obrera.Ese primer trabajo se centr en las formas de resistencia yen las luchas, casi inconscientes, que realizaban los obrerosargentinos frente a una dictadura sangrienta y despiadada.Encontr huelgas, sabotajes, formas de organizacin y todo unmundo subterrneo y clandestino que me sorprendi. En estome result de suma utilidad la obra monumental del historiadoringls Tim Mason sobre la clase obrera alemana bajo el nazismo.8

    En esta obra Mason demostraba fehacientemente que los obrerosalemanes, a pesar de la represin, se haban rehusado a colaborarcon el rgimen nazi no slo con indiferencia o apata sino conformas claramente identificables de accin colectiva. Esta accinllev al fracaso de la poltica social de Hitler. As, Mason recurra auna comprensin muy poco dogmtica del concepto de clase,rescatando su significado poltico subterrneo. El resultado erasumamente til puesto que se alejaba de la dicotoma triunfo-derrota para aproximarse a un proceso histrico producto de lasdiversas expresiones de la agencia humana.

    Para poder hacer la investigacin tuve que recurrir, ademsdel tradicional trabajo de archivo, a la historia oral. Necesitabaque fueran los mismos trabajadores los que me contaran suexperiencia; aquella que no quedaba registrada en los informesoficiales, en los peridicos o en los partes de los jefes de personal.

    Aqu haba otra forma de hacer historia; de hacerbuena historia.Por que no se trata slo de hacer entrevistas y contar cuentos,sino ms bien de expresar cuestiones complejas a partir de la

    8 Tim Mason. Social Policy in the Third Reich. The Working Class and theNational Community. Oxford: Berg, 1993.

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    experiencia real de la gente. Se trataba de rescatar la memoriaviva para que las futuras generaciones pudieran construir sufuturo. La buena historia oral es una forma que, a partir deexperiencias individuales, puede un ser humano comn sentirsereflejado, aprender de las experiencias y que le sirva para repensarsu propia realidad.

    Esto es as por un lado, pero por otro la historia oral es tambin

    una forma de recuperar aquella historia que ha sido silenciadapor los poderosos. En general, hemos considerado a la historiacomo algo profundamente ligado a las fuentes escritas. Estanocin derivada de la visin rankeana (y considerada cientfica)tiene algo que ver, pero no mucho, con la historia de los pueblos.Los irlandeses tenan sus bardos, los griegos sus tragedias, laoralidad de los incas; todas fueron formas de transmitir la historia.sta tiene varias funciones: una es la legitimacin de un tipo desociedad determinado; otra es el de la memoria y la transmisinde experiencia, digamos las lecciones del pasado; una ltima, esla de la constitucin de un grupo social a travs de la creacin deuna historia compartida que define identidades colectivas. As, lahistoria oral se converta en la base material necesaria del sentidocomn y de las estructuras de sentimiento imprescindibles tantopara la dominacin como para la liberacin del oprimido. En estesentido, la oralidad es la forma ms antigua de transmisin delconocimiento histrico. Sin embargo, no toda cuestin oral eshistoria oral. Existen mltiples formas de testimonios, que sonvlidas y tiles, pero que no son historia oral. La labor de entrevistaque hace un periodista es oralidad; el trabajo de antropologacultural tambin lo es; y ni hablar del anlisis lingstico y deldiscurso. En el caso de la historia oral sus pautas distintivas tienenque ver sobre todo con el hecho de que a travs de la oralidad se

    trata de disparar la memoria para construir una fuente que nosaporte a lograr una forma mas completa de comprensin delproceso social. As comprender que haba ocurrido con lostrabajadores argentinos durante la dictadura no poda prescindirde los testimonios orales de sus protagonistas. Si la historia esel ser humano, en sociedad y a travs del tiempo, entonces lahistoria oral prove una fuente al investigador para aprehender

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    tanto la subjetividad de una poca, como para percibir una seriede datos que de otra manera no ha quedado registrada. Digamos,el testimonio (ms all de su belleza o cualidad emocionante)tiene sentido para el historiador mucho ms all de su construccincomo discurso, como narracin, o como imaginario. Su sentidolo da (o no) el que prove una ventana particular para mejorarnuestra comprensin de una sociedad determinada. As, el

    historiador oral debe utilizar no slo las tcnicas del entrevistadorsino sobre todo las del historiador, tomando todos los recaudosnecesarios tanto al interrogar la fuente como al construir unaexplicacin a partir de ella. Si no hay explicacin, si no hay proceso,si el uso de la oralidad no sirve para explicar el proceso histrico,entonces el anlisis puede ser vlido y hermoso pero no es historiaoral.

    Por otro lado, y debemos aclararlo, de ninguna manera es lahistoria oral la historia de los sin voz. Como toda historia, esuna construccin del historiador con los historizados. Lo que sipermite, es acceder a sectores no dominantes de manerasinnovadoras. O sea, sino fuera por la historia oral en general todolo que podemos hacer es ver a los oprimidos a travs de lasfuentes gestadas por los opresores.

    En el mismo proceso de realizar docenas de entrevistasdescubr, para mi gran sorpresa, que mi trabajo se encontrabaimbuido de una cantidad de preconceptos sobre la dictadura de1976 que se derivaban de mi propia extraccin clasista.Cuestiones que yo saba por experiencia propia como obrero fabril,no las haba tomado en cuenta como historiador. Por ejemplo, elmero hecho que la violencia no es algo externo y ocasional, sinoque es parte de la vida cotidiana del trabajador. De hecho esa fuemi experiencia como obrero mecnico, como grfico y como

    pulidor de oro. La vida en la fbrica implica violencia; la explotacines violencia; las huelgas se defienden con violencia. Sin embargo,y a pesar de la experiencia propia, esto me lo tuvieron que explicarmis entrevistados. Uno me dijo: el huelguista iba a defender eltrabajo con uas y dientes, y no abundaba la gente que se fueraa hacer romper la cara por dos mangos. Otro me seal:Empec a recordar la vida donde nosotros vivamos. En los

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    obrajes cmo viva la gente. Los compaeros me hablaban; mesorprenda el conocimiento que tenan de la situacin en que vivala gente, por ejemplo ah en Santiago del Estero, los Santuchosaban bien lo que pasaba, que haba superexplotacin, que noles pagaban sueldo, que les pagaban con papeles, conmercadera, que no tenan atencin mdica, que se morandesangrando por heridas, por picaduras de vbora, qu se yo,

    hasta lepra haba habido en el pueblo en el que yo viva; y ellosme decan eso es violencia, eso tambin es violencia. Otroejemplo es que para m, como intelectual y militante izquierdista,la dictadura de 1976 haba sido un hito histrico y personal. Peropara los trabajadores comunes esa dictadura, con lo terrible quehaba sido, era slo un evento ms en la negra noche que venansufriendo desde el derrocamiento del general Juan DomingoPern en 1955.

    Por supuesto que todo lo anterior gener fuertesdiscrepancias tanto en el mundo acadmico como en la militancia.Para los primeros mi investigacin estaba reida con la historiaoficial que, en el mundo forjado por la cada de la Unin Sovitica,restaba todo protagonismo histrico a la clase obrera. En cambio,para los segundos haba existido una derrota histrica puestoque equiparaban su propia decadencia con la de la clase. Esindudable que la dictadura tuvo logros pero tambin fracasos.Tuvo xito en destruir una generacin de activistas y en modificaraspectos claves de la estructura econmica, sin embargo nolograron construir la Argentina que tenan proyectada. Slo aspuede entenderse que las transformaciones socioeconmicasllevadas a cabo por el proyecto neoliberal del presidente CarlosMenem fueran necesarias para la burguesa.9

    Al investigar la actividad subterrnea de la clase obrera

    argentina entre 1976 y 1983 tuve que repensar categoras,mtodos, perspectivas y formas de aproximacin a la historia de

    9 Esto lo discut en profundidad en: Pablo Pozzi y Alejandro Schneider.Combatiendo al capital. Crisis y recomposicin de la clase obrera argentina

    (1985-1993). Buenos Aires: El Bloque Editorial, 1994.

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    los trabajadores. En todo anlisis sobre la clase obrera subyacela discusin en torno a conciencia. Para todo estudioso del tema,sea cual fuere su orientacin poltica, este es un tema clave puestoque implica una apreciacin sobre la capacidad de lucha de lostrabajadores y, en ltima instancia, una definicin de los mismoscomo alternativa posible al sistema capitalista. El problema msserio, para el cientfico social, en torno a esta discusin es que la

    conciencia del obrero ha sido vista principalmente en trminospositivistas. En otras palabras, lgicamente avanza o retrocede,o es socialista y revolucionaria o aburguesada y conservadora, oes verdadera o es falsa. El problema con esto es que laconciencia del ser humano refleja numerosas cosas,contradictoria y dialcticamente. Adems, no es ni lineal niesttica. Su dinamismo se basa en la realidad de la existenciamaterial del ser humano. La experiencia vivida en el lugar detrabajo, en el vecindario y en la familia se articula, a travs depautas culturales, en una interpretacin de la realidad y de losproblemas que rodean al trabajador. Esa interpretacin tambinimplica esbozos de soluciones que pueden tener significados mso menos revolucionarios. En este sentido, la conciencia de unobrero se expresa en formas distintas a travs del tiempo, enculturas distintas, o en diversos procesos histricos. De ah quela conciencia no sea lineal ni unvoca. Esto no quiere decir que eltrabajador tenga siempre la misma conciencia. En cambio siimplica que esta conciencia puede ser muy fuerte o muy dbil,dependiendo de la experiencia vivida por el trabajador. Ms allde las propuestas polticas concretas, de la fortaleza de estaconciencia depende la profundidad del antagonismo expresadoen la lucha de clases. Esta experiencia puede haber llevado alobrero a sentirse ms o menos parte del conjunto de clase, a

    visualizar o no a sus patrones como antagonistas, a cuestionarparte o el conjunto del sistema capitalista. Pero al mismo tiempo,no implica que el obrero sea socialista. Es perfectamente factibleque tenga una fuerte conciencia como obrero y que la manifiestea travs de otras expresiones polticas e ideolgicas, como porejemplo el anarquismo o el peronismo. Inclusive, el obrero puedeno cuestionar abiertamente la existencia del capitalismo pero una

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    fuerte conciencia como tal puede llevarlo a un comportamientoque en la prctica se manifieste anticapitalista. Por supuesto,estos criterios de medicin son de difcil aplicacin en la Argentinadonde, por un lado, el nivel de conflictividad ha sido alto en relacincon otros pases, mientras que el nivel de adhesin a lasorganizaciones izquierdistas por parte de la clase obrera ha sidobajo desde 1946. La mayora de los obreros argentinos han sido,

    durante casi medio siglo, peronistas. Esto significa que suconciencia ha sido falsa, baja o qu? Por otro lado, este tipo decaracterizacin deja totalmente de lado importantes expresionesde cohesin de clase como la solidaridad, la cultura, el lenguaje,la tradicin. Pero que el obrero tenga una cultura propia queexpresa e interpreta su realidad material sobre la base designificados propios y de resignificaciones de expresionesculturales burguesas10, no significa que tenga una concienciarevolucionaria. Sin embargo, las luchas en torno a la productividad,el ritmo y las condiciones de trabajo, y las tradiciones obrerasconforman una disputa por el control de la produccin que encierraun profundo cuestionamiento implcito a la propiedad privada delos medios de produccin.

    La conciencia de la clase obrera tiene una dialctica que laaleja de visiones de un desarrollo lineal hacia una especie derevelacin evanglica socialista. Movilizado por su realidad y suexperiencia, cohesionado por su cultura obrera, el trabajador secomporta segn sus intereses individuales que al coincidir conlos de miles de otros en su misma situacin se convierten enintereses de clase. As, lo que en apariencia es una clase obreraaburguesada repentinamente puede protagonizar jornadasrevolucionarias, para luego regresar a una aparente quietud. Almismo tiempo, el planteo de reivindicaciones avanzadas o

    socialistas no quiere decir que no se mantengan,

    10 Un buen ejemplo de esto es la resignificacin realizada durante laResistencia Peronista. Vase la excelente obra de Ernesto Salas. La tomadel frigorfico Lisandro de la Torre y la Resistencia Peronista (Buenos Aires:CEAL, 1990), 2 vols.

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    contradictoriamente, otras percepciones al mismo tiempo. Laconciencia socialista se manifiesta clara y abiertamente cuandolos intereses de clase y particulares se unen con una solucinrevolucionaria a problemas concretos. Evidentemente, que eltrabajador tenga una conciencia anticapitalista no equivale a quesea socialista. Pero a su vez, la conciencia socialista pocas vecestiene contenidos y expresiones similares a las que aparecen en

    las definiciones tericas o de los manuales del marxismo.Por otro lado, el problema de la conciencia obrera vinculadaa la experiencia me llev a replantearme la periodizacin de lahistoria a partir de comprender que el proceso histrico no es unabstracto en s sino que se debe organizar a partir de la propiaexperiencia de la clase. Este primer trabajo llev a otrossucesivos. La resistencia de los obreros argentinos a la dictadurade 1976 era slo comprensible si uno postulaba que la relacinentre la clase obrera argentina y los revolucionarios del 70 habasido mucho ms estrecha de lo que suponamos. As, comenca investigar la relacin entre la guerrilla y la clase obrera. Yo querasaber porqu un obrero se haca guerrillero. Una vez ms fuisorprendido por la realidad. Fueron numerosos los obreros quese hicieron guerrilleros, y fueron muchas las organizacionesarmadas que se nutrieron de la clase obrera. Eventualmente, mecentr en el PRT-ERP convencido de que represent unaexperiencia central en la historia de las luchas revolucionariasargentinas. Lograr comprender esa experiencia me pareci algofundamental para poder avanzar una vez ms. Publiqu esa obraen el 2001 y no pretenda ser esa sntesis, simplemente intentabaaportar para que cada uno de los sobrevivientes haga la propia.En este sentido, me plante dos interlocutores privilegiados: losantiguos militantes del 70 y aquellos jvenes que aun hoy los

    miran con admiracin. De por s esto ha sido ms que complejopuesto que las necesidades y expectativas de cada uno de estosinterlocutores son distintas: algunos esperaban una reivindicacinhistrica y acrtica, otros buscaban confirmar su propia visin dela militancia setentista, mientras que hay quines se interesabansobre todo por las ancdotas, y todos se sienten dueos de lahistoria. Esto significa que el texto se vio recorrido por una tensin

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    subyacente entre la crtica, la comprensin y la simpata. A vecesqueda ms claro un aspecto que otro. Sin embargo, mi objetivoes que ese libro contribuya a repensar el perodo y la experienciadel PRT-ERP. Quizs donde ms claramente surge esto es enla relacin entre democracia y lucha armada. La nocinhegemnica el da de hoy equipara democracia a instituciones ylegalidad existente. Desde el hoy, y cuando se lo critica como

    antidemocrtico, el accionar del PRT-ERP estaba reido con estadefinicin de democracia. En cambio, para el PRT-ERP y para elactivismo setentista el trmino democracia equivala a poderpopular. En aquel entonces, era concebible que la lucha armadapoda profundizar y ensanchar los espacios democrticos depoder popular. No se trata de debatir quin tena razn, sinosimplemente ubicar la discusin en sus trminos histricos.

    II.

    Ese libro fue ms complejo que otros en mi historia personalpuesto que lo encar como historiador, como tarea militante ycomo intento de aportar algo al necesario balance que posibiliteun mejor futuro. Como toda obra sta era profundamente personale involucraba una cantidad de inquietudes con mi propio pasado junto con interrogantes sobre el presente mientras intentabadevelar algunas de las tendencias hacia el futuro. En la prcticaiba mucho ms all que intentar hacer simplemente una historiadel PRT-ERP. Al igual que otros de mis libros, este estudioobedeca al intento por trazar las caractersticas de la sociedadargentina y, muy particularmente, de la clase obrera. En eseproceso se abrieron numerosos interrogantes en torno a larelacin entre la izquierda marxista y los trabajadores argentinos,

    sobre la conciencia de clase y la cultura, acerca de las prcticaspolticas y respecto de la articulacin entre partidos polticos ysociedad. Era, y es, mi hiptesis que las expresiones polticas deuna poca determinada tienen una relacin estrecha con lasociedad que las genera. En ese sentido, la guerrilla (y, podramosdecir, tambin los partidos burgueses, la derecha militante o lasFuerzas Armadas) fue una expresin de esa sociedad, con todas

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    sus virtudes y defectos. Esto implicaba que mi aproximacin altema estaba profundamente reida con la visin hegemnicaimpuesta, sobre todo, por el partido Unin Cvica Radical del expresidente Ral Alfonsn, ms conocida como la teora de losdos demonios. En esta visin, la guerrilla era un subproducto dela pequea burguesa juvenil radicalizada, motivada por la anomiay la desesperacin generadas por el cierre de canales de

    expresin democrticos durante la dictadura del general JuanCarlos Ongana. La dictadura, a su vez, haba sido una respuestaparticularmente cruel y virulenta al desafo armado de estos gruposde jvenes que, en su mayora, no expresaban al conjunto social.Al mismo tiempo, para el alfonsinismo hegemnico, los partidosburgueses representaban la expresin de la democracia porantonomasia.

    Mi visin era profundamente distinta. Para m la guerrilla erala expresin de dcadas de violencia institucional, donde partidoscomo la UCR o el Peronismo haban sido partcipes ycolaboradores. Lejos de ser una expresin antidemocrtica, laguerrilla al igual que las puebladas como el Cordobazo o laviolencia de los anarquistas y los comunistas y de la ResistenciaPeronista, era la forma que tenan aquellos trabajadores y sectoresmedios ms politizados de intentar reclamar una verdaderademocracia en el sentido de las amplias mayoras, o sea delgobierno del demos. A su vez, esto chocaba con algunas de lasnociones ms comunes que conformaban la identidad de lossobrevivientes setentistas. En su visin, los militantes de la dcadade 1966 a 1976 haban sido los mejores hijos del pueblo y sufracaso representaba un retroceso en el conjunto social. Param, tambin, la derrota del intento de tomar el cielo por asaltoera algo muy doloroso, cuyas consecuencias las continuamos

    padeciendo hasta el da de hoy. Pero la investigacin me generabatoda una serie de preguntas que, por lo general, no me habaplanteado previamente. Y tambin me facilitaba respuestas. Lossetentistas fueron expresin de la sociedad de su poca, mejoresque muchos, similares a otros. Al mismo tiempo, me quedabaclaro que cada organizacin potenciaba valores en los individuosque las componan, que les permita trascender humanamente.

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    Esto se sintetizaba en la figura del lder guerrillero Mario RobertoSantucho cuyo herosmo, sacrificio, decisin, y compromiso conla sociedad que lo haba engendrado es, para m, absolutamentemaravilloso. Pero tambin, descubr una persona profundamentehumana. Santucho era tambin un guerrero convencido quetena la razn y la historia de su lado y por ende reacio acomprender las crticas o a compartir su liderazgo. Esta

    humanidad del lder guerrillero era fundamental para comprendertanto su liderazgo como el mito que se gener al respecto.Asimismo, Santucho y la guerrilla en general, entroncaban conpautas culturales y estructuras de sentimiento que la sociedadargentina vivenciaba como sentido comn. Siendo ateospertenecan a una cultura clasista, cristiana, machista,homofbica y caudillista. Al igual que la sociedad argentina, dondelo urgente siempre desplaza a lo importante debido a lasconstantes crisis sociales y polticas, la guerrilla tena una grancuota de urgencia que a veces lindaba en la desesperacin. Apesar de hablar de la guerra popular y prolongada, la realidadera que nadie vea el horizonte de la revolucin en un plazo mayora unos cinco aos. Todo esto permiti una decisin revolucionariaexcepcional mientras que muchos argentinos podan identificarsecon el sentido comn de lapraxis guerrillera. Esto me permitaexplicar avances y retrocesos ms all de las relativas virtudesen la lnea poltica. Y tambin me permita visualizar el porqutantos obreros ingresaron al PRT-ERP y a la izquierda en general,o porqu los guerrilleros marxistas se nutrieron de militantes cuyasfamilias eran peronistas o radicales, e inclusive explicar el crucede activistas de derecha a izquierda y viceversa.

    Por otro lado, esto me llevaba a preguntarme una serie decosas sobre la clase obrera argentina. La cantidad de obreros

    peronistas que se hicieron del PRT revelaba que stos, a pesarde su supuesta ideologa, no eran estructuralmenteanticomunistas. Es ms, lo que yo recoga era que el proceso depolitizacin tena que ver con la calidad humana y la prctica delmilitante ms all de la lnea poltica en s. As, surga la sospechaque para la clase obrera el clasismo no es una postura ideolgicasino ms bien unapraxis social.

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    Si la clase obrera no haba rechazado uniformemente a laguerrilla y si yo poda probar que la incorporacin de obrerospolitizados a las organizaciones armadas (y a la izquierda engeneral) era cada vez mayor, a su vez tena que plantearme elporqu una guerrilla que era numerosa y en crecimiento, aguerrida,y con una relativa insercin de masas haba sido aniquilada en unplazo de un ao y medio de represin. Indudablemente la represin

    haba sido salvaje e indudablemente la guerrilla haba cometidoerrores. Sin embargo, esto no alcanzaba puesto que en lugarescomo Colombia, Nicaragua, El Salvador o Guatemala lasorganizaciones armadas revolucionarias haban sobrevivido amomentos de derrota tan profundos como el de Argentina. Msaun, la experiencia chilena del MIR con la guerrilla de Neltume11 ola del Partido Comunista con el Frente Patritico ManuelRodrguez, demostraba que se poda sobrevivir y desarrollaractividad armada en medio de las peores dictaduras.

    Esto me llevaba a realizar una serie de preguntas en torno ala conciencia y la cultura de la sociedad argentina. A partir de misentrevistas, de la visin de mis alumnos, y de mi propio entornofamiliar empezaron a surgir temas que, espero, se puedanprofundizar en futuras investigaciones y que comenc a volcarlosen la conclusin de este libro. A diferencia de interpretacionescomo la de Nstor Garca Canclini12 o la de Marcelo Cavarozzi13

    11 Vese la interesantsima obra del Comit Memoria Neltume. Guerrilla enNeltume. Una historia de lucha y resistencia en el sur chileno (Santiago deChile: LOM Ediciones, 2003). Uno de los aspectos ms interesantes deesta obra es el rastreo del apoyo popular y de la estructura urbana que aunmantena el MIR en Chile en 1981 y 1982.

    12 Vase Nstor Garca Canclini. Culturas hbridas. (Buenos Aires: EditorialSudamericana, 1992).

    13 Marcelo Cavarozzi.Autoritarismo y democracia (1955-1983) (Buenos Aires:CEAL, 1983). En este ensayo impresionista, casi carente de sustentoemprico y de investigacin, este autor plantea que la tensin entre lostrminos del ttulo planean sobre la sociedad argentina. De esta manera,retoma los planteos perimidos de Samuel Baily en torno a la antinomialiberales versus autoritarios, dando sustento a la teora de los dosdemonios.

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    yo encontraba que en la Argentina haba una persistencia de unacultura izquierdista en un nivel subterrneo vinculada con elsentido comn popular que permeaba la sociedad, incluyendoen esto a los pueblos chicos. Esta cultura expresaba un nivel deconciencia en s que permiti la subsistencia de la izquierdaorgnica a pesar de la represin y que, adems, aportara aexplicar la persistencia y la dureza de la conflictividad social a

    travs del tiempo.14

    Pero, al mismo tiempo, para muchsima genteel capitalismo argentino, entre 1943 y 1967, haba sido exitosogenerando movilidad social y un relativo bienestar econmico.La tensin entre ambos sentidos comunes generaba unaestructura de sentimiento que se emparentaba con el populismodando sustento a la subsistencia del peronismo y a unamovilizacin en defensa de ese estado de bienestar social queera profundamente democrtica y antidictatorial. As, unapraxispopulista en el sentido de la confianza en la posibilidad de uncapitalismo ms humano, marcaba profundamente toda lapoltica argentina, incluyendo en esto a la izquierda comunista.

    El resultado, en trminos de la clase obrera, fue reseadopor James Petras. Para l exista una homogeneidad clasistaque estaba reforzada por lo que Petras ha llamado redesfamiliares, sociales y polticas en torno a las cuales organiza suvida. En este sentido, Petras notaba que exista una diferenciaentre el obrero y sus dirigentes o clase poltica. Las relaciones,actividades, valores, y posicin social [del obrero comn] sondistintas de aquellas de la clase poltica, an cuando compartencon esta clase una membreca organizativa en comn, uncomportamiento electoral, y una oposicin a los militares y la clasedominante. Sin embargo, existe una subcultura que une a la clase

    14 Para un primer planteo en torno a esto vase Pablo Pozzi y AlejandroSchneider. Los setentistas. Izquierda y clase obrera (1969-1976) (Buenos Aires: EUDEBA, 2000). Y tambin Pablo Pozzi, Conciencia y culturaizquierdista en la Argentina. Ponencia, V Jornadas de Sociologa Argentina:Descomposicin, ruptura y emergencia de lo nuevo, Facultad de CienciasSociales, Universidad de Buenos Aires (Buenos Aires: 11 al 16 denoviembre).

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    obrera independientemente de la organizacin formal, que abarcaparentesco, vecindario, lugar de trabajo y clubes sociales. Estasexperiencias en comn separan a la clase obrera de la clasepoltica. Estas diferencias se manifiestan en formas distintas deexpresin, y fundamentalmente en la nocin de compaerismo,que surge de compartir la vida cotidiana, los eventos sociales,las tragedias, los eventos deportivos.15 En su anlisis Petras

    sealaba cuatro caractersticas fundamentales de la clase obreraargentina. Estas son: primero, un alto grado de solidaridad yorganizacin de clase; segundo, un rechazo generalizado a losvalores y la dominacin del Estado y de la burguesa; tercero,una clara nocin de intereses de clase con un bajo nivel demistificacin, que se evidencia en el rechazo a sacrificar suestndar de vida a cambio de un ilusorio desarrollo nacional; ypor ltimo, poderosos lazos informales, expresados a travs dela familia, el vecindario y el lugar de trabajo, que refuerzan launidad de la clase en contra de la clase dominante.16

    Lo anterior aportaba a explicar el alto grado de cohesin yautoidentificacin clasista sin necesariamente romper con lospresupuestos del capitalismo. Al mismo tiempo, aportaba aexplicar por qu la guerrilla contaba con un importante grado desimpata popular que no necesariamente se traduca en adhesin.Esto explicara por qu, a pesar de esa simpata, la guerrilla sesepar de las masas a partir de mediados de 1975 facilitando suaniquilacin fsica y su derrota ideolgica. Al mismo tiempo, estono implica plantear que el perodo 1969 a 1975 no era el momentode la guerrilla, puesto que la incorporacin de cada vez mspersonas sugiere que comenzaban a haber rupturas en esa culturapopulista. La dictadura, y su salvajismo, junto con el apoyo que lebrindaron los partidos tradicionales y la burguesa en su conjunto

    se explicaran as por la profunda amenaza derivada de estecomienzo de ruptura en la hegemona capitalista. Debera quedar

    15 James Petras, Terror and the Hydra: The Resurgence of the ArgentineWorking Class; en James Petras, et al., Class, State and Power in theThird World(New Jersey: Rowman and Littlefield, 1981), pg. 259.

    16 Ibid., 260-261.

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    en claro que esto no es ms que una hiptesis de trabajo surgidade los interrogantes planteados en la investigacin sobre el PRT-ERP, a ser probada por investigaciones posteriores. Sin embargo,la misma aporta en una direccin nueva en el anlisis de la historiacontempornea argentina.

    Quizs lo que ms llama la atencin en torno a todo lo anteriores que, pese a proliferacin de obras periodsticas, testimoniales

    y literarias, hay una escass notable de discusin sobre muchosde los interrogantes centrales del perodo histrico. Unoimportante es la consideracin en torno a los procesos histrico-sociales que generaron un movimiento armado revolucionario queinvolucr a decenas de miles de argentinos. Hubo muchos obrerosque se hicieron Montoneros o PRT-ERP, adems de muchsimosms que se volcaron a la izquierda peronista y marxista, tantoarmada como reformista, en la poca. Es evidente que estosugiere una gran cantidad de cuestiones en trminos de laconciencia y la cultura obrera del perodo. Y tambin dice muchosobre la adhesin de los trabajadores argentinos al peronismo.Siempre me llam la atencin que la ecuacin que equipara obrerocon peronista jams fue puesta a prueba, ni siquiera fueronexaminados sus componentes bsicos, con la posible excepcinde la obra de Jeane Kirkpatrick.17 De hecho la investigacin y lostestimonios disponibles sobre obreros guerrilleros deberanhacernos repensar muchos de nuestros supuestos en torno alperonismo como ruptura poltica y cultural entre los trabajadores.En realidad el ejemplo de Los muchachos peronistas sugiereque lo que existi fue ms un sincretismo que una ruptura, dondecoexistan varias tradiciones culturales en tensin y equilibrio. Deser as, esto explicara no slo porqu muchos obreros no vivieronal peronismo como ruptura en sus estructuras de sentimiento,

    sino tambin como una cantidad importante de obreros, en ladcada 1966-1976, pudieron ser izquierdistas sin vivenciarlo comocontradictorio con un sentido comn peronista.

    17 Jeane Kirkpatrick. Leader and Vanguard in Mass Society. A Study of PeronistArgentina. (Cambridge, Mass.: The Massachusetts Institute of Technology,1971).

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    III.

    Todo lo anterior implica la importancia de estructurarproyectos que puedan trazar la evolucin de la cultura y laconciencia obrera, comparativamente, desde la dcada de 1930hasta la de 1970.18 En la prctica si entre 1966 y 1976 hubo tantosobreros marxistas y guerrilleros procedentes de pueblos

    medianos y chicos del interior argentino, esto deba ser productode un proceso de conformacin de la cultura que haba generadoesa politizacin.

    Hace ya dos dcadas Raphael Samuel public suinvestigacin sobre la militancia del Partido Comunista ingls(CPGB), centrndose en la zona del East End de Londres.19 Atravs de testimonios, cartas, poemas, autobiografas y novelasSamuel logr reconstruir un rico mundo poltico y social asentadoen una cantidad de tradiciones y expresiones culturales quemostraban un submundo izquierdista de una riqueza y vitalidadinsospechada para la mayora de los historiadores. Eldeslizamiento y la resignificacin cultural de estas tradiciones enotras nuevas, l las llam los teatros de la memoria.20 Eranpautas y criterios izquierdistas que se vivan no como poltica oideologa sino como comportamiento correcto, como sentidocomn.21 La capacidad que tuvo el CPGB, y luego el laborismo yel trotskismo, para entroncar con estos teatros de la memoriafue lo que le permiti arraigarse entre amplios sectores detrabajadores, aun cuando no tuviera casi impacto sobre la

    18 Esta investigacin la estoy realizando conjuntamente con MarianaMastrngelo.

    19 Raphael Samuel. The Lost World of British Communism. New Left Review154 (November-December 1985). Y Raphael Samuel. The Lost World ofBritish Communism: Two Texts. New Left Review155 (January-February1986). El texto completo de la investigacin fue publicado en 1988 comoThe Lost World of British Communism.

    20 Raphael Samuel. Theaters of Memory. 2 vols. (London: Verso Books, 1994).21 Muchos de estos planteos se basan en la sugerente obra de Raymond

    Williams. En particular, vase Resources of Hope. Culture, Democracy,Socialism (London: Verso Books, 1989).

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    superestructura poltica y electoral. As se dio un sincretismo entrenociones izquierdistas y tradiciones radicales y artesanales delsiglo XVIII que generaron una cultura obrera inglesa en particularcon una fuerte impronta clasista y combativa. De hecho, seconformaron en tradiciones, memorias, experiencias y un sentidocomn que dieron por resultado una fuerte conciencia en s delos obreros ingleses que fue el elemento subyacente y

    homogeneizador clasista desde la huelga general de 1926 hastalas huelgas de los mineros del carbn durante la dcada de 1980.22

    La investigacin y las conclusiones de Samuel sonsumamente sugerentes, y contrastan con los enfoques de granparte de la historiografa que considera a la izquierda comorelativamente ajena a las tradiciones populares argentinas. Enaquellos que si consideran relevante a la izquierda, tienden aconcentrar su atencin en las grandes ciudades: Buenos Aires,Crdoba, Rosario. Sin embargo, la historia argentina encuentranumerosos conflictos obreros y rurales en ciudades medianas ypueblos pequeos del interior.23 Segn el Boletn del InstitutoHistrico de la Ciudad de Buenos Aires, Brinkmann, en eldepartamento de San Justo en Crdoba, fue la primeraintendencia comunista de Amrica en 1958.24 En la dcada de

    22 Otro caso importante que se dedica a temas similares, particularmente ala relacin entre los comunistas y los afro-norteamericanos, es RobinD.G. Kelley. Vase Sidney Lemelle and Robin D.G. Kelley. Imagining Home.Class, Culture and Nationalism in the African Diaspora (London: VersoBooks, 1994). Si bien Kelley tiene una amplia y muy interesante obra paraeste trabajo es particularmente relevante el artculo, en el libro ya citadocon Lemmelle, titulado Africs Sons with Banner Red: African AmericanCommunists and the Politics of Culture, 1919-1934". Tambin vase PaulBuhle. Marxism in the US (London: Verso Books, 1987).

    23 En la Argentina los principales aportes e investigaciones en torno aconflictos de obreros rurales los ha realizado Eduardo Sartelli. Tambines interesante considerar una primera aproximacin en la teorizacinhistrica de este tema hecha por Waldo Ansaldi desde la sociologahistrica. Vase Waldo Ansaldi, comp. Conflictos obrero-ruralespampeanos. 3 Vols. (Buenos Aires: CEAL,1993.

    24 Jorge Gmez y Andrs Gutirrez. Primera intendencia comunista enAmrica Latina. En Voces Recobradas. Revista de Historia OralAo 2, No.

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    1930, la Federacin Obrera Local, del suroeste de la provincia deCrdoba, liderada por comunistas, socialistas y anarquistas,organiz 68 sindicatos locales en 28 localidades tales comoHernando, Alejandro Cabrera, La Carlota, Adelia Mara y Elena. Almismo tiempo el Partido Comunista en la zona organiznumerosas Asociaciones Comunistas Femeninas en pueblosrurales. De hecho el archivo del dirigente riocuartense de la

    construccin Vctor Barrios revela el amplsimo trabajo realizadopor los activistas sindicales de izquierda en el interior cordobs.Slo la imaginacin puede dar cuenta del significado de organizarcentros femeninos comunistas entre las obreras y esposas delos peones rurales de localidades como Alejandro Cabrera.

    Esto no se limit a las dcadas de 1920 y 1930. En la ciudadde San Francisco, en el este cordobs, por un lado tenanpresencia la UCR y el Partido Demcrata. Este ltimo tenda aapoyar al primero en las elecciones municipales.25 La causa deesto era que el principal partido de la ciudad era el Comit Popularde Defensa Comunal (CPDC), dirigido por don Serafn Triguerosde Godoy.26 Este partido, contaba con una amplia base obrera27 ypopular y adhera al espectro poltico de la izquierda anti-stalinista,

    5 (Agosto 1999: Instituto Histrico de la Ciudad de Buenos Aires). Estaafirmacin parece, por lo menos, exagerada puesto que Villa Huidobro enla provincia de Crdoba puede tambin ostentar dicho ttulo en 1928.Asimismo, habra que revisar con mayor profundidad la historia comunistaen Amrica Latina, particularmente en pases como Chile y Uruguay dondeel Partido Comunista tiene una dilatada historia como partido de masas.

    25 Vase diario El Independiente, San Francisco diciembre 1929.26 Trigueros era de nacionalidad espaola y fue presidente del Consejo

    Deliberante en 1918 e intendente cinco veces entre 1922 y 1954. Entreotros, estaba vinculado con Carlos Washington Lencinas, los hermanos

    Cantoni, Deodoro Roca, Tristn Maroff. El diario La Voz de San Justo lollam el padre de los pobres y el terror de los ricos.

    27 Es de notar que San Francisco, al igual que Ro Cuarto, tena una importantebase industrial y una temprana organizacin gremial desarrollada en ladcada de 1920 por los comunistas. De hecho, San Francisco, a pesar desu imagen rural, ha sido la segunda ciudad ms industrializada de Crdobadesde 1918 en adelante, contando con una de las fbricas de pastas msgrandes de Amrica Latina, la fbrica Tampieri.

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    reivindicando una poltica econmica basada en el radicalismoagrario georgiano28. Bajo las intendencias de Trigueros seimpulsaron la educacin obrera y popular, los controles de tarifasde los servicios municipales, los impuestos al consumo conspicuoy a la riqueza. Como ejemplo de su postura basta sucaracterizacin de la situacin Argentina en 1932: La sociedadha llegado ya al extremo de la curva ascendente a que la impulsara

    el capitalismo, bajo la falsa apariencia del ejercicio de lademocracia [...] habra que preguntarles en qu pas hagobernado, alguna vez, la democracia. Bajo espejismoscambiantes los que han impuesto y siguen imponiendo directivasal mundo y a la sociedad son los tentculos del capital...29

    Trigueros fue el fundador del peronismo en San Francisco, conlo cual nos encontramos con una base obrera e izquierdista,claramente distinta a la del peronismo de la ciudad de Crdoba.30

    Este entramado izquierdista se puede trazar en otrasciudades y pueblos del interior cordobs. En marzo de 1928 enVilla Huidobro (estacin Caada Verde), el Bloque Obrero yCampesino, organizado por los comunistas, triunf en laselecciones municipales llevando como candidato al independienteJos Olmedo, obrero rural y secretario general del Sindicato deOficios Varios. El Bloque hizo cumplir la jornada de ocho horas,aument los salarios de obreros y empleados municipales, rebaj

    28 Vase Henry George. Progreso y Pobreza (1879). Entre otras cosas Georgepropona el impuesto a la renta potencial de la tierra.

    29 Intendente Serafn Trigueros de Godoy. Memoria del ejercicio econmicode 1932(San Francisco: Municipalidad de la Ciudad, 1934), pg. 30.

    30 O por lo menos a la formulacin clsica de Csar Tcach en sus variostrabajos. Vase Tcach. Sabattinismo y peronismo. Buenos Aires: EditorialSudamericana, 1991. Un aspecto notable en la obra de Tcach es que noparece haber consultado censos provinciales, memoriales de intendencia,y la nutrida documentacin de poca. As supone que sus conclusionespara la ciudad de Crdoba son vlidas para el conjunto provincial. Msaun, realiza algunas afirmaciones sorprendentes como el insistir que elperonismo cordobs tuvo una base obrera dbil. Esto no se condice conlos testimonios y la documentacin de poca de ciudades del interiorcordobs como San Francisco, Ro Cuarto, Bell Ville, y Villa Mara.

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    los impuestos a los pequeos propietarios y bautiz una callecon el nombre de Sacco y Vanzetti. El 17 de diciembre, algunosactivistas del Bloque izaron una bandera roja en la plaza central,hecho que fue utilizado como excusa por el gobierno provincialpara intervenir el municipio.31 A su vez en 1938 los comunistasde Caada Verde ganaron la municipalidad pero no se les permitiasumir. Veinte aos ms tarde, el 23 de febrero de 1958, el Partido

    Comunista gan la intendencia de Brinkmann, en el departamentode San Justo, por 753 votos contra 699 de la UCRP y 409 de laUCRI. Esto ltimo es revelador. Brinkmann contaba, en esa poca,con cerca de 2800 habitantes mientras que el PCA tena 250afiliados locales o sea casi el 10% de la poblacin y cerca del14% de los votantes. Esto evidencia que los comunistas enBrinkmann eran un partido de masas aceptado localmente comouna parte del espectro poltico local. Sin embargo, el hecho deque obtuvieran slo tres votos por cada afiliado tambin revelaque los miembros del partido distaban mucho de ser militantesleninistas, ms bien podramos decir que se asemejaban a losde cualquier partido tradicional. Por ende, lo ms probable esque, a esa altura del desarrollo poltico zonal, el izquierdismo tannotable de los comunistas en San Francisco, Villa Huidobro oCaada Verde se hubiera diluido lo suficiente como para quefueran una alternativa progresista pero no revolucionaria a lospartidos tradicionales de la zona.

    Asimismo, un anlisis de la procedencia de la militanciasetentista demuestra que muchos de estos eran oriundos deesos mismos pueblos chicos. Lugares como Cruz del Eje, RoCuarto, Morteros y San Francisco en la provincia de Crdoba, oVenado Tuerto, Rafaela, Felicia y Reconquista en Santa Fe, oDiamante y La Paz en Entre Ros tuvieron una cantidad importante

    de sus hijos militando en el PRT-ERP. Asimismo, en Ro Cuarto,ciudad de importantes terratenientes donde la UCR fue siempreuna fuerza poltica esencialmente conservadora, los comunistas

    31 Roberto Ferrero. Sabattini y la decadencia del yrigoyenismo (Buenos Aires:Ediciones del Mar Dulce, 1981), pg. 63.

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    cordobs (Rio Cuarto, Villa Mara y San Francisco) para trazar laconflictividad social y su relacin con distintas formas de expresinde la izquierda orgnica y cultural en la zona entre 1918 y 1976.

    La continuidad de estas tradiciones puede ser vista alcomparar la huelga de 1929 con la de 1973 en San Francisco. Laprimera de estas huelgas33, conducida por los comunistas de laUnin Obrera Provincial, se destac por su combatividad y

    radicalizacin y tambin porque en la vanguardia de loshuelguistas se contaban las obreras de la fbrica Tampieri y lastelefnicas de los pueblos vecinos, muchas de las cualespertenecan a la Asociacin Comunista Femenina. El conflicto de1929 revel un profundo y complejo entramado poltico y culturalizquierdista en la ciudad. Como era de esperarse, los obreroscontaron con el apoyo del CPDC, del Partido Comunista y de lasagrupaciones anarquistas. Pero tambin surgieron una red debibliotecas populares, sociedades culturales, y grupos depequeos comerciantes que se solidarizaron con los huelguistas.Las movilizaciones obreras contaron con un promedio de milquinientos asistentes o sea cerca del 15% de la poblacin adulta.

    En las dcadas siguientes a 1929 San Francisco mantuvoun alto nivel de conflictividad, con una presencia importante delos comunistas hasta la dcada de 1970. A su vez, el CPDC fuela principal fuerza que conform el Partido Laborista localdiferencindose del peronismo de la ciudad de Crdoba que contcon la adhesin principalmente de caudillos conservadores.34 Sinembargo, y a diferencia de 1929, esta cultura izquierdistasubterrnea se manifest por canales que rara vez se dieron atravs del Partido Comunista.

    El 30 de julio de 1973 San Francisco una vez ms protagonizuna eclosin social que certificara la persistencia de esta cultura.

    33 Vase el estudio de Mariana Mastrngelo. Cultura y poltica en la Argentina.Los comunistas en la huelga de 1929 en San Francisco, Crdoba. BuenosAires: Facultad de Filosofa y Letras, UBA, 2006.

    34 Segn distintos testimonios, muchos obreros comunistassanfranciscanos adhirieron al peronismo.

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    En ese momento la ciudad tena poco ms de 60.000 habitantes.El conflicto comenz cuando 300 obreros de la fbrica Tampieriocuparon la empresa reclamando salarios atrasados. La medidacont con la adhesin de la poblacin incluyendo el apoyo demuchos pequeos comerciantes. Como consecuencia al dasiguiente, 31 de julio, la Regional San Francisco de la CGT declarla huelga general que paraliz 430 fbricas y 2.500 comercios de

    la zona. Los trabajadores realizaron una movilizacin en la sedede la CGT Regional que cont con cerca de diez mil asistentes.Cuando estos se desconcentraron fueron reprimidos por losbatallones de control de disturbios enviados por el gobernadorprovincial Ricardo Obregn Cano y su vicegobernador, el dirigentede la UTA, Atilio Lpez. En la refriega resultante los trabajadoresincendiaron dos residencias de los Tampieri y la casa del abogado,accionista de Tampieri y director del diario La Voz de San Justo,Joaqun Martnez. El enfrentamiento policial dej el saldo de unmuerto y varios heridos. El conflicto cont con el apoyo delMovimiento Sindical Combativo (MSC) cordobs, dirigido porAgustn Tosco, y por la CGT provincial. La principal consigna dela movilizacin fue expresada en una pintada callejera que deca:Mientras no derrotemos a los explotadores, no habr paz en SanFrancisco. Mientras tanto, en la ciudad de Crdoba, losComandos Populares de Liberacin colocaron una bomba en lasucursal de la empresa Tampieri. El conflicto finaliz cuando elgobierno provincial se comprometi a hacerse cargo de lossalarios adeudados.35

    Una vez ms lo notable del conflicto sanfranciscano en 1973fue la masividad y su rpida radicalizacin. Sin bien falta investigarms, queda claro que el movimiento obrero local contaba connexos con el tosquismo y el MSC. Asimismo, y tomando en cuenta

    el reciente triunfo electoral nacional del justicialismo y de suTendencia Revolucionaria en la provincia de Crdoba que haban

    35 Diario As, No. 514, 2 de agosto 1973; Clarn 1 de agosto de 1973; ElCombatiente, rgano del Partido Revolucionario de los Trabajadores, No.85, 10 de agosto de 1973.

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    proclamado el Pacto Social, revela que la combatividad localtrascenda los lmites que intentaba imponer el peronismo. Porotro lado, el hecho de que el paro fuera acatado masivamente yque en las movilizaciones participara un alto porcentaje de lapoblacin local es testigo de la subsistencia a travs de mediosiglo de criterios y sentires similares a los que dieron pie al conflictode 1929. Si bien en aquella poca estas estructuras de sentimiento

    se canalizaron a travs del CPDC, del sindicalismo conducidopor el Partido Comunista y de los anarquistas, en 1973 estos seexpresaban a travs del movimiento obrero local dirigido por elperonismo.

    Lo que todo lo anterior parecera indicar es la persistencia,durante por lo menos medio siglo, de una fuerte conciencia en sde la clase obrera local expresada a travs de la adhesin a susorganizaciones gremiales, de la identificacin de individuosespecficos como explotadores y enemigos (los Tampieri), yde la violencia clasista en el enfrentamiento con las fuerzas delorden. Aun as la investigacin debe explorar tanto el cmo seconform esta conciencia, las particularidades especficas y lasdiferenciaciones con aquella que se fue gestando en las grandesciudades, y la relacin entre la experiencia, la estructura desentimiento y la conciencia. En particular, habra que pensar entorno a los significantes y las resignificaciones que operan enuna ciudad obrera, cuyas industrias se derivan principalmentede la produccin agrcola de la zona. Por ende, si bien no es unaciudad rural en el sentido tradicional, por su magnitud y susvnculos agropecuarios, tampoco es una ciudad industrial en elsentido ms acabado del trmino. Por otra parte, las experienciascomunistas de Villa Huidobro, Caada Verde y Brinkmannpareceran indicar que aqu opera un fenmeno poltico-ideolgico

    y cultural bastante complejo. Si a estas experiencias le sumamoslos datos disponibles de ciudades como Ro Cuarto y SanFrancisco, lo que emerge son una serie de procesos socioculturales y tradiciones que se combinan para ofrecer algunasexplicaciones de fenmenos histricos sumamente complejoscomo los orgenes del peronismo obrero, la supervivencia de laizquierda, el desarrollo de la guerrilla a travs del pas, la oposicin

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    obrera a las distintas dictaduras, y la pervivencia de tendenciasclasistas en medio del neoliberalismo ms salvaje.

    IV.

    Mis trabajos han generado algunas crticas y discusiones.Un sector objeta fuertemente al nfasis en clase y en conflictividad

    social. Para este sector acadmico mi obra es esencialista yestructuralista. Por estos trminos hacen referencia a que pongonfasis en determinantes econmicos y que opino que la claseobrera siempre lucha. En parte tienen razn. Es mi opinin quelas motivaciones, los condicionantes, y las relacionessocioeconmicas son lo fundamental para determinar ycondicionar el comportamiento de grupos humanos. En esto noconfundo al individuo con el conjunto social; si bien las decisionesindividuales tienen motivaciones complejas y complicadas, lascolectivas son producto de mucho ms que la mera sumatoriade deseos individuales. Esto no es una conclusin terica, sinoms bien prctica de haber observado y reflexionado durante todauna vida sobre los comportamientos humanos. La crtica deesencialismo hace referencia a una supuesta opinin ma porla cual la clase obrera siempre lucha y contiene una esenciapositiva. Una vez ms, tienen absolutamente razn. El problemaes el cmo definen cada cuestin. La clase no siempre lucha,pero si sobrevive constantemente en condiciones deantagonismo de clase. Esto en s mismo no es ni bueno ni malo,pero si describe la realidad de la sociedad clasista por la cual laconflictividad, la violencia, la explotacin son parte inescindiblede su existencia. Al mismo tiempo, la clase contieneefectivamente una esencia positiva, aunque no en el sentido de

    alguna supuesta bondad cristiana. Su propia realidad, suscondiciones de vida, generan intereses, unas pautas, una cultura,que llevan indefectiblemente a un accionar que contiene elementosde una sociedad distinta. Esto no quiere decir que esa sociedadsea buena, sino simplemente que esos elementos no sernsimilares a los conocidos hasta el da de hoy. Una vez ms, estono es una conclusin terica sino ms bien vivencial: el haber

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    sido obrero demasiados aos me demostr en carne propia cmola produccin establece pautas colectivas que modifican elcomportamiento individual para ir forjando un conjunto de obreros.

    Otro tipo de crtica, desde la vereda ideolgicasupuestamente opuesta a la anterior, hace nfasis en la crtica apartir de escasa ortodoxia terica de mi obra. Una vez mstienen razn. Lo que pasa es que percibimos la teora de formas

    distintas. A mi me interesa explicar la realidad, o sea me interesaconstruir una interpretacin histrica social y poltica de la claseobrera argentina y no elaborar algn tipo de aporte terico marxista.Para explicarlo de otra forma, mi proceso analtico va desde losdatos de la realidad a buscar formas explicativas (teora) pararegresar a lo emprico. Nuestra tradicin intelectual francfila hace,en cambio nfasis en la teora para buscar los datos de la realidadque la comprueben. Esta es una forma de idealismo que resultapor dems seductora y fcil, pero tiene escaso poder explicativode los procesos sociales. La diferencia entre ambos enfoquesencuentra su razn de ser en mi percepcin de clase social nocomo una construccin terica sino ms bien como unaexperiencia vivencial. En este sentido, para m el trmino clasesocial no una abstraccin sino que trasciende la teora paraconvertirse en una interpretacin de la realidad. Tanto teoricistascomo sus aparentes contrarios comparten un aspecto centralde la interpretacin: ambos reducen a la clase obrera en unaconcepcin aparentemente neutral, cientfica, y objetiva. Ladiferencia es crucial: mi uso del trmino remite inmediatamentea una visin partidista, poltica, ya que alude inevitablemente a lalucha de clases, al antagonismo clasista, a algo fundamental eineludible en el orden social capitalista. Pero ms aun, mipercepcin de clase hace referencia a que esta llena de seres

    humanos de carne y hueso.Hace ya muchos aos entr a trabajar en una fbrica

    automotriz (realmente era una especie de taller autopartistagrande y de baja tecnificacin). Yo haba ido para hacer larevolucin y ganarme el pan. Aprend muchas cosas: por ejemploque sala tan cansado de trabajar que no quera que me hablarande poltica ni de otras boludeces. Pero lo que aprend

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    principalmente fue que la clase social era algo que exista en lavida cotidiana, como cuando yo, que me crea un obrero igualitoa los dems, descubr que no lo era. Por que, como me dijo unode los compaeros viejos de la seccin: vos cuando quers tevas de aqu. Lo mo es de por vida. Estuve all un tiempo y luegopas a otros trabajos. Quince aos ms tarde decid que si, queraser historiador. Y all decid que mi trabajo era para aquellos

    compaeros que estaban condenados de por vida. Escribo paraellos. Para que algn da puedan ser libres.

    Recebido em outubro de 2008

    Aprovado em maro de 2009