Literatura renacentista dante alighieri y la novela picaresca lazarillo
Picaresca y Narco 23Feb2014
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DE LA PICARESCA HASTA LA SICARIESCA
La narconovela como una extensi de la novela picaresca hispanoamericana
Cada cultura encarna sus valores en un tipo muy particular de h oe, mismo que refleja lo que esta
sociedad aspira a que sean sus individuos. Los pueblos n dicos ten n como ep ome humana a
Sigfrido y a los Nibelungos, guerreros brutales, pero valientes, que se burlaban de la muerte en su cara.
En sus momentos m gidos, los japoneses encontraron la inspiraci para unirse como pueblo en la
leyenda de los 4 ronin, aquellos guerreros descastados que desafiaron al Shog mismo con tal de
vengar a su amo, v tima de una injusticia, y que encarnan los valores de la fidelidad, el esfuer!o y la
paciencia, tan caros al pueblo nip . Los pueblos hispanoamericanos, aventuro, tenemos nuestro modelo
de conducta en un antih oe" el p aro, personaje que encontra sus m imos e#ponentes al
Lazarillo de Tormes $%e autor desconocido, publicado en &''4(, a Guzm de Alfanche$publicado en
&')), de la autor de *ateo +lem(, aDon Pablos el Busc$Escrito por rancisco de -uevedo en
&/(, alPeriquillo Sarniento$de la pluma de ernande! de Li!ardi, en * ico, en &0&(, e incluso en
ejemplos tan recientes y en apariencia tan lejanos al siglo de oro espa1l como la Violetta de Diablo
Guardi $2avier 3elasco, /5(, personaje que encarna a la perfecci la desfachate!, iron y
pragmatismo del p aro.
Sin embargo, hay otros personajes que, al tiempo que comparten caracter ticas con el p aro
hispanoamericano, se muestran como una evoluci l ica del mismo. 6ombres y mujeres que han
declinado el ingenio de don 7ablos para optar por una Escuadra de quince tiros8 que han guardado la
desfachate! del L aro de 9ormes y, en lugar de ello, se han arropado con la crueldad8 que
abandonaron la alegr por vivir :a pesar de todas las desventuras:, del 7eriquillo para cambiarla por
un fastidio nihilista que s o busca llenar las horas que lo separan de la muerte . El sicario, figura
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preponderante en la narrativa latinoamericana actual, no es sino la tima rama que ha dado elbol de
la picaresca hispanoamericana.
El p aro como $anti( h oe.
En primer lugar, habrque definir al h oe y su funci como elemento unificador en el Contrato Social.
Los grupos humanos surgen como un proceso adaptativo por medio del cual el hombre busca mejorar
sus posibilidades a la hora de enfrentarse al entorno. Los hombres encontraron que era mejor asociarse
para el bien mayor, y sobrevivir en un medio ambiente que les era hostil. En palabras de ;ean ;aques
Encontrar una forma de asociaci que defienda y proteja con la fuer!a com la
persona y los bienes de cada asociado, y por la cual cada uno, uniendose a todos, no
obede!ca sino a smisma y permane!ca tan libre como antes. /
Este contrato $tambi llamado 7acto Social(, es un conjunto de normas, impl itas y e#pl itas,
&
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encaminadas a regular las interacciones entre los miembros de una comunidad. 7ara que funcione
serrequisito indispensable"
=...> La enajenaci total de cada asociado con todos sus derechos a la comunidad entera,
porque, primeramente, d dose por completo cada uno de los asociados, la condici es
igual para todos8 y siempre, siendo igual, ninguno tiene inter en hacerla onerosa para
los dem . +dem , efectu dose la enajenaci sin reservas, la uni resulta tan
perfecta como puede serlo, sin que ning asociado tenga nada que reclamar, porque si
quedasen algunos derechos a los particulares, no habr ning superior com que
pudiese sentenciar entre ellos y el publico, cada cual siendo hasta siendo punto su propio
jue!, pretenderpronto serlo en todo8 consecuentemente, el estado natural subsistir
y la asociaci convertir se en tir ica e in il.
En otras palabras, los individuos renuncian a una parte sustancial de su libertad con el fin de adscribirse
al pacto social a cambio de la protecci e identidad que este les ofrece. Este pacto social no es sino un
acuerdo en el cual los individuos pondr una parte de sus recursos :de trabajo, de ingenio, materiales:,
al servicio de la colectividad.
La cohesi al contrato social se logra cuando los individuos se adscriben a cumplir un conjunto
de valores que los lleven a ejecutar conductas positivas para la conservaci del grupo. %e igual manera,
al ser parte de este contrato social, tienen que recha!ar otras conductas que, de ser reali!adas por la
totalidad de los miembros de la comunidad, la llevar n a irremediablemente a su disoluci .
Estas conductas positivas son las que se ejemplifican por medio de la figura del h oe. Este
personaje mostrarlas ventajas sociales de ejercer las cualidades necesarias para que dicho pacto se
sostenga. En una sociedad guerrera, el h oe servaliente, incluso cruel, y arrojado al punto de la
irrefle#i . En otra sociedad, m sedentaria y pac ica, el h oe cultural se mostrarcomo laborioso y
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sabio, y las caracter ticas del h oe de la cultura guerrera le parecer dele!nables.
Sin embargo, no todos los h oes apuntalan en pacto social. Algunos incluso, lo cuestionan
o buscan su disoluci . El p aro pertenece a esta categor. El La!arillo, don 7ablos, el 7eriquillo
son hombres que desde muy j enes se han dado cuenta que no tienen un lugar dentro del pacto social de
su tiempo y de su espacio, y que, por lo mismo, tienen que hacerse uno. 9ambi son conscientes de las
profundas contradicciones que e#isten en los valores que e#isten en dicho pacto social" un rey que
prometiproteger a sus s ditos, pero que en el fondo, s o vive para smismos8 magistrados que con una
mano sostienen la ley y con la otra toman los doblones para corromperla8 damas que de d e#hiben su
virtud y de noche se desnudan frente al caballerango8 sacerdotes que venden la salvaci eterna mientras
encuentran el para o entre las piernas de las monjas o que e#altan la pobre!a que jam ejercer.
Es en este universo en que se mueve el p aro.
Aien hace el lingista Bon! e! Echeverr al refle#ionar que"
=...> En realidad, Cervantes revelaba los or enes de la novela picaresca, no s o al
aludir al notorio clima de delincuencia que prevalec en esas obras, que requiere la presencia
de la ley encarnada de diversas formas, sino m t nicamente al modelo real del te#to
picaresco" la deposici o confesi de un delincuente dirigida a alguien investido de
autoridad.5
Aasado en la anterior, se puede estar de acuerdo con la siguiente definici "
=...> 9radicionalmente se caracteri!aba la novela picaresca recurriendo a una constante en
temas o en argumentos que se centraban en la figura del protagonista, del p aro, tipo
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de persona descarada, traviesa, bufona y de mal vivir que, por lo general, hac un
relato autobiogr ico en el que se suced n situaciones o pasajes variados y jocosos
que daban pie al autor para presentar un amplio muestrario de caracteres propios de la
oca.4
La picaresca hispanoamericana es un g ero de raigambre dilatada, que tiene a en nuestros d s
ejemplos notables, que estmuy enrai!ado con la identidad espa1la e hispanoamericana y que refleja con
precisi la relaci de estos pueblos con sus autoridades" una convivencia ambigua, que fluct casi
siempre entre la confrontaci pasiva y la aceptaci c plice. En este rango de ica gris es en el que se
mueve el p aro" admira a la figura de autoridad al tiempo que trata de enga1rla yDo de vivir a su lado
sin aceptar del todo sus responsabilidades como ente social.
El protagonista indudable de este g ero narrativo es :no estde m decirlo, el 7 aro, antih
oe que ante un entorno dif il, en el que es sometido por figuras de m fuer!a:potencia:autoridad,
trata de sobrevivir por medio de su ingenio, encanto y falta de escr ulos. Ejerce lo que se le podr
llamar una tica de la Superiencia,en la que su bienestar personal es el ico valor a perseguir.
La novela picaresca es tambi un retrato fiel de las costumbres de la oca y del lugar en
donde se sit la acci . + diferencia de otros g eros narrativos, la narrativa picaresca resalta el lado
sucio y amoral del mundo" los arrabales, las tabernas, los cuarteles8 sus protagonistas son las barraganas,
los carteristas y salteadores. Casi por norma, estnarrada en primera persona. Es el propio rapa! el que
habla sobre smismo, y al hacerlo, se dota de sustancia e identidad. Su discurso tambi es una v de
escape ante su situaci . En palabras de
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=...> En las novelas picarescas del siglo 23 el ser que narra tambi emerge
enmara1do en una ley escrita que lo oprime. El p aro no es un ser encerrado en una
jaula sino que su ser son las barras mismas de la jaula'
7ero el hecho de que sea el propio p aro el narrador no es fortuito. +l contar su historia, tambi
estinterpelando a una entidad que considera por encima de smismo, alguien a a quien respeta y de
quien desea reconocimiento y comprensi . El mismo acto de la palabra lo dota de identidad, y lo
inscribe dentro del contrato social del que estaba e#cluido. 9enemos, por ejemplo, el inicio del La!arillo
de 9ormes"
=...> 7ues sepa usted, vuestra merced, ante todas cosas, que a mi llaman L aro de
9ormes, hijo de 9omBon! e! y de +ntonia 7 e!, naturales de tejares, aldea de
Salamanca. *i nacimiento fue dentro del r 9ormes, por la tal causa tomel
sobrenombre, y fue de esta manera" mi padre, que %ios perdone, ten cargo de proveer
una molienda de una ace1 que estribera de aquel r, en el cual fue molinero m de
quince a1s8 y estando mi madre una noche en la ace1, pre1da de m t ole el parto y
pariome ah %e manera que con verdad me puedo decir nacido en el r. 7ues siendo yo
ni1 de ocho a1s, achacaron a mi padre ciertas sangr s mal hechas en los costales de
los que alla mover ven n, por lo cual fue preso, y confes y no neg y padecipersecuci
por justicia. Espero en %ios que esten la gloria, pues el Evangelio los llama
Aienaventurados.
7or otro lado, el %on 7ablos, el Ausc de -uevedo, declara"
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=...> 7ues yo, se1r, soy de Segovia. *i padre se llamClemente 7ablo, natural del
mismo pueblo8 %ios lo tenga en el cielo. ue tal, como todos dicen, de oficio barbero8
aunque eran tan altos sus pensamientos, que se corr de que le llamasen as diciendo
que era tundidor de mejillas y sastre de barbas. %ec n que era de muy buena cepa, y
seg el beb, es cosa de creer
+l igual que el La!arillo de 9ormes, %on 7ablos inicia su e#posici hablando de sus or enes. 6abla
de su padre, su lugar de procedencia y su oficio. 7oco se refiere a su madre. Esta caracter tica
serimportante para definir al p aro" la orfandad $de padre, mayormente(, que despoja al p aro de
identidad por herencia y, por eso, tiene que forjarse una propia. +mbos le hablan a una autoridad
superior" a un magistrado o a un jue!, figuras que son, en el fondo, proyecciones de este gran padre que
es el
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quienes no son sino un sbolo de la posteridad. inalmente, el p aro"
=...> Es hu fano, o ileg imo. Criatura de la ciudad, el centro de la nueva burocracia
patrimonial. Ausca legitimidad a trav de los c igos en los que la nueva autoridad est
objetivada" la ret ica del nuevo estado. %esahoga su conciencia culpable con el relato
de su vida.
Con este acto de confesi frente a una figura de autoridad :literal o figurada, como es el caso del
Periquillo''':, el p aro trata de unirse al pacto social del cual fue e#cluido, o al cual nunca perteneci
Ha! "ue recordar "ue, en la Espa del siglo #$I, iir al %argen de la le! signi&icaba no e'istir
desde el punto de ista ciil. Por ello el discurso del p aro representa su inclusi en la
e'istencia. 7ero, por supuesto, el p aro no pod volver a nacer con sus imperfecciones8 es por ello
que en ese discurso hay muchos elementos de verdad, pero tambi , muchos de ficci . El p aro se
crea una nueva personalidad ante el jue!:magistrado:posteridad, en la que oculta sus peores rasgos
:aunque no los oculta totalmente:, al tiempo que resalta los mejores y 7or qunoG Se atribuye unos
nuevos que nunca tuvo, pues"
=...> En la picaresca, el di ogo estimpl ito en la e#culpaci y en las protestas de
inocencia. 9ambi estpresente en el acto de conversi , que se supone hace que el p
aro escriba porque ha optado por el buen camino. Esta conversi estpresente en la
cr ica, como tambi en la novela, en el acto %is%o del acata%iento a la nor%a
ret ica , que es una forma de imitar a la autoridad, de asumir su forma y liberarse asde la
fuente e#terna de poder que la determina =...> en cualquier relaci , el p aro:cronista no
solo relata su vida, sino que revisa y corrige la versi que de esta han dado previamente
las autoridades. L aro responde a 3uestra *erced para rectificar las versiones de sus
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actividades que se han comunicado a tal personaje
La picaresca tradicional se sit en ambientes marginales, con personajes de moral cuestionable y con
un protagonista que nadie podr considerar ejemplar. Sin embargo, el acto mismo con el que el p
aro hace su mea culpafrente a alguna autoridad lo dota de personalidad social y jur ica.
En la rama m reciente de la picaresca no se cuenta con este acto de contrici , ni mucho
menos, con un intento de ser incluido en un pacto social. En la Novela del Narco, el personaje central
tambi es e#cluido, un hu fano que vive y se alimenta de la marginalidad8 sin embargo, a diferencia
de la picaresca cl ica, en la narconovela no e#iste este petu jocoso del p aro, sino el deseo de
revancha social del resentido, que se manifiesta, por lo genera, con dilatada crueldad.
La Sicariesca, o la picaresca de la novela del narcotr ico.
Se puede definir a la narrativa del narcotr ico como aquella cuyos personajes de alguna manera est
vinculados tanto al tr ico de drogas como a sus fen enos perif icos :asesinato, prostituci ,
consumo de drogas, corrupci policiaca, violencia:. Estas narrativas :casi siempre enmarcadas dentro de
los g eros del cuento y la novela:, se caracteri!an por mostrar tambi un retrato de costumbres de
los estratos bajos de la sociedad que retratan, y de tener su epicentro en !onas geogr icas muy
definidas" la frontera me#icana, *edell, en Colombia, el frica mediterr ea, etc era. En general,
la narrativa del narcotr ico se centra en los elementos que est m abajo del escalaf del negocio
del narcotr ico" sicarios, mulas, vendedores de droga8 muy pocas veces se ocupan de los grandes
lavadores de dinero, de los capos trasnacionales o de los gobernantes coludido. La narrativa del narcotr
ico tiene casi siempre una intenci de denuncia social, pues al igual que en la novela negra de la
segunda y tercera d adas del siglo 22, muestra sin tapujos la colusi entre las fuer!as de la ley, las
instituciones de justicia y las mafias dedicadas a los negocios il itos.
B?N LE Echeverr, b em, p &&.
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La narrativa del narcotr ico cuenta tambi con un innegable aire ico, heredado de una de
sus fuentes m directas" los narcocorridos. Este g ero musical da fe de las ha!a1s de
narcotraficantes famosos en su eterna confrontaci con las fuer!as de la ley. 6ay un aire magn imo en
la figura del delincuente que estpresente en este tipo de canciones que indudablemente tambi
estpresente dentro de las narrativas del narcotr ico.
El n! leo de la narratia del narco es la iolencia, tan presente en regiones en donde el tr ico de
estupefacientes es una de los principales :si no la principal:, empresa productiva. En palabras de Elmer
*endo!a $Culiac, &)'(, su autor estandarte"
=...> 9rabajar con la violencia implica emplear ciertos elementos, muy pocos, para crear s
bolos que sean representativos de la realidad. E#ige tambi elegir mi punto de vista
en funci de lo que se desea tratar =...> buscamos crear efectos, no un discurso ingenuo,
sino una obra de arte que represente la realidad sin dejar de ser vanguardista =...> los
escritores pugnamos por encontrar las palabras precisas, el tiempo ideal, el tono, el estilo
candente para sacudir a los lectores desconcertados, felices o aterrori!ados. 7retendemos
una propuesta estil tica que sea lenguaje, ritmo, narrativa e historia.
7or lo mismo, en un mundo en donde la violencia es la moneda de cambio cotidiana, el sicarioD narco es
un sobreviviente nato. +l igual que su ilustre antecesor, el p aro, la ica ica que conoce es la de
la supervivencia propia. Sin embargo, muchas veces tiene que dejar de lado el ingenio y el enga1 para
empu1r la fuer!a. En su mundo, la astucia siempre es mejor si va acompa1da con granadas y cuernos
de chivo.
El sicario( narco, al igual "ue el p aro, es un hu &ano. %esarraigado, sin m esperan!a que la
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vida al d , su ica consiste en sobrevivir. Sin embargo, tambi cuenta con otro anhelo" ser
reconocido con ese gran padre que le abandon conden dolo al desarraigo. Como apunta Sabes que carnalG %urante el a1 tres meses y diecisiete d s que llevamos
camellando juntos te he estado Iachando Iachando y siento que eres un bato ac buena
onda, de los m s. No scomo e#plicarte, es como una vibra, carnal, una vibra chila que
me dice que no eres chivato y que puedo confiar en ti, a poco no. )
7or otro lado, enLas mu)eres matan me)or, de ?mar Nieto, la sicaria Celeste
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=...> %icen que las mujeres matan mejor. Ho no ssi esto es verdad. No creo que en este
negocio ninguna de nosotras estpensando en ser m cabrona que la otra, s o por
hacerse la chingona. Esa si es una diferencia entre ustedes los hombres y nosotras las
mujeres. %e cualquier manera s lo confieso, yo misma lee apunta las caras. 9ra una
Colt. Los hijos de puta ya me hab n dado tel" onos, carteras y reproductores de m#
ica. Le dije a Sandra" listo, ya estuvo, pero le encabronque el puto chofer de mierda nos
dijera pinches viejas. 7inche tu puta madre. Sandra le apunta la cabe!a. H no fall &
En ambos casos, curiosamente, publicados en un intervalo de casi veinte a1s, se observan semejan!as
notables. El personaje principal es que cuenta su historia ante un interlocutor e#terno. Sin embargo, a
diferencia del p aro, quien le habla a una entidad que considera superior, el sicarioD narco le habla a un
igual o a alguien a quien considera inferior. Esta diferencia es importante, pues muestra que el
protagonista de la narconovela ya no busca incorporarse :o reincorporarse:, al pacto social8 muy por el
contrario, hace patente su desprecio por . H es que, a diferencia de la Espa1 del siglo 23, en la +m
ica Latina de fines del siglo 22 y principios del 22 una persona e#iste :en el sentido social del t
mino:, sin importar de qulado de la ley se encuentre.
Sin embargo, lo que sbusca :tal como el p aro:, es que el reconocimiento del otro lo dote de
identidad.
Eluropeo"personaje de *endo!a, habla con un amigo que apenas conoce, pero que identifica como
semejante a . Celeste se narra a smisma ante un hombre, adelant dole, con soberbia, que las
mujeres son mejores asesinas. Ha sea desde la camarader, o desde la arrogancia, ambos personajes se
crean al contar su historia.
& Nieto, ?mar,Las mu)eres matan me)or" /&5, ;oaquin *orti!, p. &&
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Celeste Es que enti deme, mi rey, no me partla madre en la polic, luego en el ej cito,
y sobre todo all en lo de -uintana
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llama el mismo narrador:, una inocencia homicida que lo hace entregarse sin reservas. 6ay, adem, una
cierta semejan!a en la relaci entre +le#is y el Bram % ico y el La!arillo de 9ormes con su se1r, el
6idalgo ciego. +mbos llegan a ser el instrumento por el cual sus tutores :llam' osles asa falta de mejor
t mino:, transitan en un mundo hostil y deshumani!ado. Los enga1s y audacias del La!arillo
encuentran macabra resonancia en las balas del joven sicario.
%escendiente del esclavo, el mendigo, el tonto y el loco" los encarna y representa a
todos pero viene armado de una carga centenaria de resentimiento y de una fuer!a
vengativa y destructiva... En es m imo el ejercicio de la h$bris y su nilhismo es
creciente :como el @bermensch niet!cheniano:, act sin el aval de los dioses, sin
justificaci racional o e#terna, no encarna ideales colectivos, su interior es un caos, un
laberinto, o mejor, un abismo&5
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+osario Ti)eras, novela de ;orge ranco, ejemplifica tambi esta incapacidad del sicario de enunciarse
a smismo. +quel narrador es uno de los amantes de
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sicario, siempre e#iste el vinculo emocional que permite la empat con el medio ambiente.
Ejemplo puntual de esto es el retrato que hace ernando :El Bram% ico:, de la violencia citadina"
=...> Las comunas cuando yo nacni e#ist . Ni siquiera en mi juventud, cuando me fui.
Las encontra mi regreso en plena mata! , florecidas, pesando sobre la ciudad como su
desgracia. Aarrios y barrios de casuchas amontonadas unas sobre otras en las laderas de
las monta1s, atron dose con su m # ica, envenen dose de amor al pr imo,
compitiendo las ansias de matar con la furia reproductora. Banas con ganas a ver cual
puede m . En el momento en que escribo el conflicto aun no se resuelve" siguen
matando y naciendo. + los doce a1s un ni1 de las comunas es, como quien dice, un
viejo" le queda tan poquito de vida... Ha habrmatado a alguno y lo van a matar. %entro de
un tiempito, al paso que van las cosas, el ni1 de doce que digo reempl & enlo por uno
de die!. sa es la gran esperan!a de Colombia.&'
H por supuesto, casi siempre hay una mirada cargada de iron en ambos g eros.
7or ejemplo, en el siguiente fragmento de la novela l !anillitas, de +rtemio de 3alle:+ri!pe, se aprecia
el mundo delincuencial del * ico decimon ico.
=...> Se levantel *ochil preso a la cadena, pasuna temporada de descanso en la C cel
de la Corte, con m ro1 que la de costumbre y muy saboreado de chinches y piojos
que gustan de ella golosamente, y luego, un buen d , o m bien, un mal d, entre
honroso acompa1miento, compuesto por lo m l! ido, eclesi tico y seglar de la
corte, se le condujo a la pla!a mayor en donde, a pesar de no ser el d de su santo, lo
&' 3+LLE;?, ernando,La vir%en de los Sicarios, /&, * ico, Colecci 7unto de Lectura, Editorial Santillana, p./0
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colgaron. Le pusieron ce1da corbata de #tle, y bendijo asmuch imas veces con los
talones a la multitud mitotera que fue a ver c o lo e#terminaban. &
*ientras que, en la novela del narco 9iempo de +lacranes, escrita por Aernardo ernande! AE, un par
de asesinos finiquitan a un cristiano de la siguiente manera"
=...> @na ligera sonrisa, la curvatura involuntaria de la comisura de los
labios de *icey traicionaron su rostro. Era claro que no jugaba tan bien las cartas como
3alen!uela, que supo que estaba dominando la situaci .
:Cheque personalG
:9ransferencia electr ica. +hora.
:@sted es muy duro.
:%e eso vivo.
: % de estla catsupG :interrumpiChabelo:. qui puede comer
salchichas sin catsupG
: 7uedes decirle al cabr marrano que deje de atragantarse mi alacenaGM
9ras decir sus timas palabras, el cr eo de 3alen!uela saltastillado por los
aires. Su masa encef ica se estampcontra la pared, escurriendo lentamente, dej dola
como el lien!o de un cuadro abstracto. @no muy malo. El gordo, con la mirada inyectada
de furia, sosten su escopeta *ossberg recortada desde la cocina. + humeaba. 9am
ni siquiera hab tenido tiempo de reaccionar. 3alen!uela jam se enterde lo caro
que le hab salido envalentonarse.
:Nadie... Nadie, pinche 9am, me llama marrano',-
& %EL 3+LLE:+
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Conclusiones
En apariencia tan lejanas en el tiempo, la novela de la picaresca y la novela del narco tienen los
suficientes puntos en com como para que la segunda pueda ser considerada una evoluci natural de
la primera. +mbos g eros nacieron en ocas parad icas y desiguales" la Espa1 del Siglo 23
go!aba de las inmensas rique!as que le prove el Nuevo *undo, pero la mayor de su poblaci
estaba empobrecida y desocupada. El * ico de finales del siglo 22 y principios del 22 es el *
ico de los supermillonarios globales y de los cincuenta millones que est por debajo de la miseria
e#trema8 la Colombia de 7ablo Escobar, un hombre que gastaba /', d ares al mes s o en las ligas
con las que amarraba los d ares que le daba su negocio de drogas.
En dichos entornos la corrupci , la impunidad y la desigualdad son la norma. Es por ello que
personajes como el 7 aro o el narcoD sicario no son e#tra1s" representan el impulso social por
sobrevivir en un ambiente tan adverso. +mbos, con las armas de las que los dota su oca :el ingenio, el
enga1, la violencia:, buscan e#istir en un mundo en el que, de antemano, no hay lugar para ellos.
El p aro y el sicario son tambi h oes culturales en la medida en que representan el corpus
de valores real :no el anunciado:, de una sociedad. En un lugar en donde los pol icos se llenan la
boca con discursos a favor de la honestidad mientras que roban a manos llenas8 que combaten al narco
mientras por debajo de la mesa pactan con 8 de eclesi ticos que hablan de amor al pr imo y lo
demuestran encerr dose en el confesionario con sus monaguillos8 de empresarios horrori!ados por la
violencia a los que no les da asco recibir a un socio que lava dinero del crimen organi!ado8 a senadoras
mujeres que derogan leyes contra la trata mientras sus se1res maridos son habituales en los lupanares de
lujo. En dichos entornos, en donde la hipocres es la verdadera norma, antih oes como el p aro y
el sicario desenmascaran, a trav de su lucha por la supervivencia, a una sociedad cuya ica ica
parece ser la de la depredaci sin freno.
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+%ar Delgado
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