Pavarini Massimo Control y Dominacion Teorias Criminologicas Burguesas y Proyecto Hegemonico

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    nuevcriminolo a

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    tr duccin eIGN CIO MU GORRI

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    CONTROL Y DOMIN CIONT e o r i u ~ rintinoZgicus bar ga e~ asproyecto hegemnico

    orM SSIMO P V R N I

    pilogo deROBE RTO BERG LLI

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    Siglo veintiuno editores Argentina s. a.LAVALLE 1634 11A C1048AAN),BUENOS AIRES, REPBLICAARGENTINASiglo veintiuno editores s.a. de C.V.CERRO DELAGUA 248, DECEGACIN OYOACN, 04310, MXICOD F.

    364 Pavarini, MassimoPAV Control y dominacin: teoras criminolgicasburguesas y proyecto hegemnico.- 1 .d.

    Buenos Aires: SigloXX Editores Argentina, 2002.224 p. ; 21x13 cm.- (Nueva cnminologa y derecho)Traduccin de: Ignacio MuagornISBN 987-1105-19-31.Ttulo. 1. Cnminologa

    Ttulo original: La niminologiO 1980, Le MonnierO 1983 SigloXXI Editores, S.A. de C.V.Edicin al cuidado de Jorge TulaPortada original de Anhelo HernndezAdaptacin de portada: Daniel Chaskielberg1 dicin argentina: 1.000 ejemplaresO 2002, Siglo XX Editores Argentina S.A.ISBN 987-1105-19-3Impreso en Industria Grfica ArgentinaGral. Fructuoso Rivera 1066, Capital Federal,en el mes de enero de 2003Hecho el depsito que marca la ley 11.723Impreso en Argentina Made in Argentina

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    f NDICE

    P R E S E N T A C I ~ NADVERTENCIA DEL AUTOR A L EDICIN ESP NOLPREMISA

    PRIMERA PARTE: CRlMlNOLOGfA Y ORDEN BURGUS

    r La primaca de la politica en las primeras formas de conocimientocriminolgico 27; 11 Derecho a castigar y libertades burgueses 40;i r i IJroceso productivo y necesidad disciplinar 31; iv. Saber crimi-nolgico y estrategia del control social en el Iluminismo SS; V Lainvencin penitenciaria: de la eliminacin a la reintegracin delcriminal 3G; VI Conocimiento criminoldgico e institucin arce-laria. 8;vil. La revolucin industrial: miseria y criminalidad 40;vrir. La criminologa de la segunda mitad del siglo xrx: hombredelincuente y clases peligrosas 43; IX Luces y sombras de unaciencia comprometida desde su inicio 47; x Positivismo crimino-16gico e ideologa de la dcfeiisa social 49: xr. El modelo integradode ciencia penal 52

    r Malestar .social y anomia en la crisis del liberalismo clsico 55;ti. El derrumbe del enfoque positivista 56 111 La primada delanlisis sociolgico en la criminologfa estadounidense 60; N. Lag6riesis del concepto de desviacin 62; v. Desviacin e ideologia delmelting pot 64; n Demorden y ciudad: la ecologia criminal. 67;nr Capital monopolista y control difuso 71; mi. Estado asistencia1y politica del control social 75; ix. edad opulenta y pesimismocriminolgico 76; x Crisis del welfare 79; xr Dainstitucionaliza-ci6n y guetizaci6n en la crisis fiscal del estado 82; xrr. Nuevas ten-dencias en la politica segregativa 85; xrir. La radicalizacin de lasposiciones en la criminologfa contemportinea 89

    SEGUNDA PARTE: INDIVIDUO AUTORIDAD Y CRIMEN:LAS TEORfAS CRIMINOLOGICAS1 LAS T E O ~ S RIMINOL ICAS D E L A IN T E C R A C I~N SOC IA L

    1. El paradigma etiolgico en la interpretacin positivista de la151

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    criminalidad. 89; ir Algunas criticas al enfoque positivista en crimi-riologia, 98; III Las teorias psicoanalticas sobre la acci6n criminaly la sociedad puiiitiva; iv. Las teorias de la anomia y de las sub-culturas criminales, 108, V La naturaleza histdrica y polticamentedeterminada de la teora funcionalista de la anomia y de las inter-pretaciones subculturales, 112.

    2. LAS INTERPRETACIONES CRIMINOL IUS AGNSTICAS EN LASOCIEDAD PLURALlSTA 119r La teora de la asociacin diferencial y de la criminalitla

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    Poco antes de comenzar la traduccin de este libro tuve la des-dicha de ver un programa en la televisin espaola sobre las cr-celes de mhxima seguridad. digo la desdicha porque aun sabiendo de la voluntad desinformativa de la mayoria de losmedios de informacin uno mantiene la pequea ilusin, quequiz surge del pesimismo y la desesperanza, de que incluso atravs de esos medios, en algn momento, pueda infiltrarse al-guien que diga realmente lo que pasa. El programa fue desdi-chado y desinformativo, si los hay, aunque pudo haber alguienque alguna utilidad ideolgica, supongo, obtendra.

    Las desdichas, no es que se compensen, ahi quedan, pero jun-to a ellas tambin hay momentos gratos y otras miradas y otraslecturas que no slo permiten la comprensin de la realidadsino tambin la solidaridad y la perplejidad suficientes para se-guir vivos. Creo que este libro que he tenido el placer de tradu-cir pertenece a ellas. La amistad que me une con su autor Massi-mo Pavarini, entraable compaero de mis das boloeses, lacalidad belleza de su libro y la enorme utilidad que, estoyconvencido, ofrece para la informacin y la discusin, tan nece-sarias, sobre eso que se llama Criminologia, explican sobrada-mente esta traduccin.

    Es peculiar la presencia oficial de la criminologia en Espaa.Singularmente, en la primavera de 1980 entre una serie de pun-tos programticos que el Ministerio del Interior relacionaba enun proyecto de lucha contra la criminalidad apareca, en unpunto, la criminologia como nueva arma, entre otras, para inten-tar acabar con el infiel. en aquel conjunto de deseos de lucha-proteccin contra los enemigos de la propiedad privada, contrala droga, contra la honestidad, deshonestidad en grado sumo,surga, como no, un intento de legitimacin a travs de una cien-cial social vacia de objeto, pero en la que se empeaban un sin-nmero de finalidades absolutamente injustificadas e injustifi-cables. Era una manera de recuperar lo que la ceguera de la

    xactamente s pmyectb el de septiembre de 1981[ ]

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    dictadura anterior haba ocultado y recuperarlo en las nuevaslides de las nuevas necesidades del consenso recuperarlo juntoa los departamentos especiales eufeniismo que encierra las cir-celes aun ms seguras recuperarlo eii la crisis recuperarlo en ladesocupacin galopante recuperarlo a la vez que descle la normay aun ms en la prctica se pretenda negar la libertad constitii-cional apenas estrenada. Era la recuperacin de un aliado por-que el estado social tambin respecto de la criminalidad nece-sita presentarse como garanta en caso de trastorno del procesoeconmico y de lo que encierra de las situaciones de privilegiode la desigual distribucin de la riqueza de la renta condicio-nada estructuralmente.

    Este libro nos ayuda a comprender nos es til en el largo ydifcil camino de redescubrir el objeto y las vas nos acerca a1lenguaje real de los conflictos y por esto abre camino para iidesentraando tambin cuando se trata de la criminalidad rea-lidades aparentemente tan imponentes como la soberana I idisciplina la planificacin ideolgica y la dominacin la autori-dad el cientificismo la contundencia normativa y el sistemapoltico econmico. y para comprender tambin la fragilidady el hundimiento de la legitimacin de la represin penal y delestado llamado social.

    I. MUAWRRISaii Sebastidn diciembre de 1981

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    ADVERTENCIA DEL AUTOR A LA EDICION ESPAOLA

    En el mes de diciembre de hace tlos aos, exactamente comoahora, disfrutando el periodo de las fiestas navideas, terminabaeste pequeo libro. Diidaba entonces (como sinceramente durloen parte an hoy) de que mi trabajo satisficiese la finalidad ex-presa de una obra de carcter introdiictorio: ser simple sin caeren la banalidad; ciertamente -y al pasar el tiempo cada ve1estoy ms convencido- este empeo ha servido, y mucho, aquien lo liat~ia siimitlo: a mi mismo. En resunien: consideroque para realizarlo han fiincionado los fines no declarados perolatentes de los que --a medida qiie el trabajo creca- me hiceescrupuloso servidor. esto, para iin joven lector it a 1' ano, aten-to y sensible al clima ciiltiiral de estos tiempos, puede resul-tar de fcil comprensin; qiiiz no a quien no lia vivido estosltimos diez aos en Italia. Dirigindome ahora a iin pblicode lengua espaola -y pienso en particular en quienes sern mislectores latinoamericanos- siento el deber de incluir esta sinceranota intro

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    lo que ha sido la investigacin criminolgica en Italia. Para elautor de este pequeno volumen, que no ha tenido del todo cla-ro las ideas sobre "qu es" la criminologa, criminlogo puedeser s610 aquel que institucionalmente es definido tal (y en estecaso me siento inclinado a compartir incondicionalmente elenfoque interaccionista ); lo que significa, para la realidad cien-tfica italiana, que criminlogo es s610 quien es tal acadmi-camente. Si as es -y desafio a demostrar lo contrario- loscriminlogos italianos son algunos profesores universitarios- e n verdad pocos- de estricta formacin mdica y psiquitricaque combinan algunas lecciones universitarias (ipoqusimas.Italia es en esto un verdadero Edn ) con bien retribuidos peri-tajes y consultas mdico-legales. Les conozco a casi todos tam-bin personalmente: son personas dignisimas y merecedoras dela mxima consideracin sobre todo por la capacidad de "ven-der" -y se me dice que a buen precio- su propio "saber". In-creble pero cierto. Pero precisamente porque seriamente inten-tan "venderse" (lo cual, y lo digo sin irona, es algo muy serio)no tienen el tiempo ni la oportunidad de explicar a los demscmo "se sacan los conejos de la galera". Y pienso que precisa-mente es por esta razn por lo que el profesor Sergio Moravia,llegado a la desesperacin, se ha visto obligado a llamar a mipuerta, a pedir ayuda a quien de la criminologia se ha intere-sado siempre como el impenitente vagabundo, quien, y con ra-zn, ha sido siempre visto como un intruso, y por aadiduradescarado.. . que sin haber sido nunca invitado se ha encon-trado en un p rty muy exclusivista y de repente li puesto lasmanos sobre la vajilla y sobre la camarera.

    Desgraciadamente, como el que suscribe no hay muchos enItalia: un pequeo grupo de "liantes", todos ms hurfanos depadre qiie respetables: el que se deleitaba con la filosofa, quiense ocupaba de la historia del movimiento obrero, qiiien creaque el derecho penal fuese algo serio, quien soaba en el granviaje por continentes desconocidos porque haba estudiado an-tropologa cultural. . quien simplemente estaba desocupado.Les ha viciado la poltica, ese vicio inconfesable que ha conta-giado miseramente y contaminado irremediablemente a nuestros"muchachos del 68 , a aquellos que el gran poeta americano delos aos sesenta llamaba "las mejores cabezas de mi generacin",

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    que desgraciadamente, para ellos, no se han perdido en los sue-os psicodlicos de las drogas duras sino que se han obstinadoen querer comprender, estupidez imperdonable , que estaba su-cediendo, por qu nunca cambiaban las cosas y cmo cambia-ban.. . y al final, muchos de ellos, de estudiantes que eran, sehan encontrado, despues de apenas diez aos, siendo pequeos"barones" en la universidad (otra particularidad, esta completa-mente italiana). Bien: este grupito de intelectuales y digo inte-lectuales sin pudor a pesar de la descalificacin de este trminoal menos en Italia), capaz de sentirse bien m9s all de su realconsistencia numrica (jsomos cuatro gatos ), es el que, bien omal, lleva adelante la revista a questione criminale (aprecia-da, me dicen, tambin en el extranjero) y es tambin el que in-ternacionalmente es reconocido como el ala avanzada de la "nue-va" criminologa.. y no slo de la italiana.

    As hemos nacido, a comienzos de los aos setenta, en el climade las transformaciones e involuciones del estado de derechofrente a las grandes campaas de las luchas obreras y estudian-tiles, animados por un proyecto tan simple como seductor paraaquellos tiempos: mostrar "el rey desnudo".' Comprender, bajola apariencia legitimadora de la forma jurdica, los modos enque se producan las relaciones sociales y de drlse. Fue as comonos encontramos con la criminologa con sus nuevos ropajes deciencia de los procesos de criminalizacin; fue as como comen-zamos a practicar, como aprendices de brujos, sus enunciados;fue as como sin prejuicios la utilizamos y disfrutamos como ins-trumentos delpara la crtica del sistema de la represin penal.A posteriori es quiz posible liquidar esta experiencia, ms

    poltica que cultural, tachndonos de ingenuidad; no niego, enefecto, que la mayora de las veces, con el entusiasmo del alqui-mista en la bsqueda de la piedra filosofal, terminamos por des-cubrir "el agua caliente", pero tambin es cierto que llegamosa descubrirla por primera vez. En resumen, aquel exaltante pe

    I Q u ~reciosos son los vestidos nuevos del Emperador1 [Que magnifiacolal [Que hermoso es todo1 Nadie permita que los dems se diesen cuentade que nada veia, para no ser tenido por incapaz o por estpido. Ningntraje del monarca haba tenido tanto xito como aquel. {Pero si no llevanadal, exclamb de pronto un ni b. . [No lleva nada; es un niflo el que diceque no llwa nadal lPero si no lleva nadal gritb, a1 fin el pueblo enteroH. C Andenon, os vestidos nu vos del emperador [ N del T.] .

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    riodo de ilusiones fue posible no tanto porque prestsemos feciega en lo correcto de nuestro mtodo (el de una aproximaciniiiacrosocioldgica al problema criminal) ciianto porque actuandoas nos sentatiios en armona con el movimiento de masas quereclamaba y polticamente presionaba para iina transformacinsocial radical.

    Si con el final de los aos setenta los inicios de los ochenta,bajo el eiiipiije de la crisis econmica y fiscal y coincidiendo coi1las grandes derrotas del movimiento obrero, aquel periodo enItalia, y ms en general en el mundo occidental, puede decirseque ha sido definitivamente superado, tambin nuestra expe-riencia, aun siendo limitada y ciertamente marginal, no lia po-dido ms que extinguirse. No ciertamente en el sentido de ;oexistir ms sino ms bien en la necesidad de cambiar profunda-mente para poder continiiar existiendo. es en este precisomomento en el que se sita el problema central de un anlisiscrtico y tambin piadoso tle lo qiie haba sido nuestra aven-tura ; y es tambin en este preciso momento en el que he escritoeste libro.

    La oportunidad que casualmente se me ofreci de poder escri-bir, con estilo libre y no acadmico y para iin pblico no espe-cializado, lo que personalmente pensaba (pero honestamente:lo que cada iino de nosotros pensaba) sobre/de la criminologame ha parecido una ocasin que no se poda perder, precisa-mente porque de esta manera poda por fin recorrer crticamen-te el camino de estos diez ltimos y confusos aos. considerosta una confesibn necesaria: fundamentalmente, entre otrosniotivos, para comprender cmo las dudas, la perplejidad y tam-bin la amargura ,han terminado por dejar poco sitio a lo quepiadosameiite se acostiimbra llamar lo positivo de toda expe-riencia.

    Escrito todo de un tirn en no ms de tres meses, sin abrir unlibro ni consultar bibliografa, ni utilizar viejos apuntes.. solofrente a la pgina en blanco y a la mquina de escribir, he hecholo que est tan de moda: una reflexin sobre mi mismo. Quientenga la paciencia de leerme hasta el final, observar, con unacierta contrariedad y una pizca de irritacibn, que es bastante di-ficil si no imposible deducir ciil es mi punto de vista, que todome sea un poco estrecho, que en cada cosa veo s610 y nicamen-

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    te los lniites, los riesgos. Que al final de todo continuo sloocupndome de estas cosas, no porque me las crea sino porqueparece ser la nica cosa que. bien o mal, s todavia hacer.como se suele decir en Italia, cada cual tiene una familia queiiiantener y esto viene a cuento porque precisamente mientrasescriba este libro me ha nacido una esplndida hija que sellama Reberca, a quien deber, antes o despus, responder a lainquietante pregunta: ~Papi , u haces en la vida? Pero esto,entendmonos bien, es slo tina apariencia.. y por dems falsa.

    Si el tono general del libro puede inicial y superficialmenteIiacer pensar en una desesperacin chica, hasta ahora y por esoinismo reivindico, como autor, el derecho de declarar que cuan-to he escrito tenda y tiende, aun ahora, a afirmar una esperan-za: que sea posible, sobre la base de lo que ha sido mi experien-cia, encontrar o al menos buscar, un fundamento ms seguro

    menos contingente para tina ciencia criminolgica emancipa-dora. Terminado el tiempo en el cual era posible satisfacersecon mostrar el rostro violento de la represin de clase, ha llegadoahora el momento de comprometerse en la construccin de unconocimiento crtico de la cuestin criminal, el cual pueda pro-ponerse en trminos positivos como ciencia de las transformacio-nes y de la liberacin. Pero tal proyecto tan ambicioso supo-ne la solucin de problemas todava lejanos de ser simplemen-te encuadraclos en forma correcta, como lo son el de saber siexiste cuiil debe ser la reEerencia objetiva en criminologia;si se puede poner como Eiindamento de la nueva ciencia crimi-nolgica y de la poltica criminal emancipatoria una teora delas necesidades; cules relaciones deben establecerse entre cien-cia penal criminologia critica, etc. En resumen, estamos toda-va en el comienzo. y bastante distantes de tener las ideasclaras.

    De todo esto el lector no italiano deba ser informado; de todoesto debe tomar conciencia. De otro modo es intil que me lea.S perfectamente que no ser aceptado por quien entiende quela situacin actual de la criminologa critica es ya, por si misma,revolucionaria; es decir, de estar en condiciones para ofrecersecomo conocimiento de la/por la liberacin del hombre. En uncontexto politico iiacional distinto una fe semejante es quizsexplicable y hasta legtima. Mas es asi mismo legtimo, en una

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    realidad como la italiana de principios de los aos ochenta elhaber perdido esa fe. 0 por lo menos sta s mi modesta y per-sonalisima opinin. Pienso por el contrario poder ser todaviay parcialmente til como un saludable antdoto contra demasia-dos fciles entusiasmos. Y por lo tamo permitaseme escribirlo:sta no es una cosa que cuente poco.

    Finalmente dos palabras para quienes han tenido la pacienciade introducirme ante ustedes: Roberto e Ignacio. Dos amigosdos personas vinculadas por una idntica fe poltica. La nicay mejor referencia para invitarles a leerme lo constituyen lasfirmas de ambos. Gracias.Bolonia diciembre de 1981

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    PREMIS

    Este rabe que, por otro lado, ser un buen calcu-lador. un eminente qumico, un astrnomo exacto,aeer que Mahoma ha metido la mitad de la lunaen su manga. Por que ir ms all del sentido comn en las tres ciencias de las que hablo y est rpor debajo del sentido comn cuando se trate de esmitad de la luna? [ ] mo puede operarse esaextraa marcha atrs en el espiritu? l ~ i oas ideasque caminan con un paro tan regular y tan firmeen el cerebro respecto de un gran nilmero de objetospueden errar tan miserablemente en otros. m l vecesms palpables y ms fciles de comprender? [ ]{De que manera est viciado el rgano de este rabeque ve la mitad de la luna en la manga de Mahoma?Lo est por el miedo.(Voltaire, Diccionario filosdfico voz: sentido co-mn .)

    Singular historia la de la criminologa: una y otra vez, en situa-ciones distintas, el saber criminolgico Iia sido reivindicado porel moralista, por el poltico, por el filsofo, por el jurista, por elcultivador de las ciencias estadsticas, por el mdico, por el psic-logo, por el psiquiatra, por el socilogo. Para entenderlo mejor,muchas ciencias Iian visto como apndice propio lo que nosotrosllamamos criminologa. En los manuales todo esto ha animadoel mis descarado sincretismo. Un capitulo dedicado a cada unode los mil saberes: criminologa clnica, antropologa criminal,sociologia criminal, psicologa criminal, psicoanlisis criminal.sociologa de la desviacin, etc. Todos juntos, aun cuando reci-procamente tienden a excluirse, a negarse el uno al otro todadignidad.

    Pienso que si se quiere comprender el objeto-criminologa espreciso negar que el objeto tenga un sentido por si mismo; es ne-cesario comenzar a pensar que ha tenido y tiene un sentido enfuncin de algo distinto. E x t m o Pienso, en efecto, que bajoel trmino criminologia se pueden comprender una pluralidadde discursos, una heterogeneidad de objetos y de metodos no

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    homageneizables entre s pero orientados -aun movindose des-de puntos de partida muy lejanos- hacia la solucin de un pro-blema comn: cmo garantizar el orden social. Una exigenciainmediatamente politica por lo tanto una preocupacin sentiday necesaria en cualquier organizacin social; una necesidad ca-

    de legitimar una y otra vez cualquier saber terico que spreste a este fin prdctico. Ciertamente cada discurso tiene silfuerza de inercia parece sobrevivir as ms all de su fin seperpeta a veces por sus propias razones internas. Las polmi-cas las disputas las escuelas son generadas a veces por interesescorporativos de casta por los pontifices del conocimiento cri-minolgico. Pero en el fondo de cada reflexidn criminolgicaexiste siempre esta preocupacin por el desorden social por laamenaza al orden constituido. El criminlogo en efecto difi-cilmente se ha sustrado y s sustrae a la tentacin de vulgarizarsus reflexiones en sugerencias prcticas operativas. En reglasciertas y adecuadas.

    Desde esta perspectiva me parece que se puede darle la vueltaa la exposicin tradicional que de esta ciencia se tiende a pro-poner. Ya no una historia de la idea criminolgica ya no elproducirse casi partogenCtico de un conocimiento dellsobre el cri-men. Ms all de cada una de las sugerencias innegables deprogreso cientfico se impone ahora una lectura que destaquelos saltos las antinomias la heterogeneidad del discurso. estoporque es razonable afirmar la insensatez intrnseca del disciir-m criminolgico. Su racionalidad est como deca en otra par-te en la respuesta politica que estas reflexiones vienen a dar anecesidades siempre diversas a exigencias de orden cambiante.El hilo de Ariadna de una posible comprensin de los lenguajescrirninolgicos es asi buscado en las demandas cualitativamentedistintas de politica criminal.

    Movi6ndonos a lo largo de esta direccin no s en absolutoarbitrario buscar la epifania del cliscurso criminolgico en lasencilla razn de que en cada organizacin social no pueden notener un puesto exigencias de orden a las que alguien no puedeno haber buscado respuestas. Decimos entonces que cuando lis-Mamos de criminologia pensamos en un lenguaje altamente profesionaliurdo por tanto nos referimos al momento en que bajola necesidad de una divisin del trabajo alguien lia hecho de

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    2 PREMISEn el curso de dos siglos de historia -se lia d i c l i e la crimi-

    nologa Iia venido ofreciendo respuestas distintas a demandassiempre diversas de orden social. Este patrimonio de conocimien-to criminolgico se muestra sin embargo altamente refractario atoda sistematizacin: no existe as modelo organizativo que nodetermine exclusiones y peligrosas deformaciones. En tanto queconscientemente crtico, todo proyecto de sistematizacin se ofre-ce como lecho de Procusto en relacin con la produccin aimi-nolgica, y esto -lo repito- depende, en primer lugar, de laelevada heterogeneidad e los discursos de esta ciencia. El riesgose corre normalmente porque no puede ser evitado de otramanera.

    El esquema que en este mbito se utiliza para exponer critica-mente algunas y quede claro, 1~610algunas ) de las teorascriminol6gicas ha sido el de asumir como criterio sistemtico lainterpretacin que se da de las relaciones entre ind ividu o au-t i d a d . Me explico.

    Como se sabe, nuestra comprensin de la realidad no es unasimple coleccin o conjunto desordenado de los significados asig-nados a los sucesos y a las cosas que la invisten y la rodean; porel contrario, es una jerarquia -ms o menos sistemticamenteorganizada- de estos significados, a travs de los cuales interpre-tamos la realidad. Esta perspectiva organizadora funciona porlo tanto como un filtro sin el cual no conseguiremos dar ningunainteligibilidad a las cosas, ningn significado a la realidad; sloordenando jerrquicamente conseguimos atribuir un significadocoherente al mundo.Y esto vale .tambin para cmo interpretamos la criminalidad.

    Las ideas que podemos tener a propsito de este fenbmeno socialdependen en resumidas cuentas de la particular perspectiva conla que ordenamos nuestras ideas a propsito de que cosa es, ode qu cosa debe ser, la sociedad eii general. Depende pues denuestra concepcin del m u n d o o sea de nuestra ideologia. Ysiendo diversas las ideologfas, diversas sern las explicaciones dela criminalidad.

    Uno de los contextos especializados en los que intentamosinterpretar la realidad es ciertamente el de la investigacin cien-tifica. Por lo que se refiere al fenbmeno criminal, junto a lasdiversas opiniones que la gente tiene de esta realidad, existe

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    PREMISA 1tambidn la opinin mejor: las opiniones) de una ciencia: lacriminologa. Digo opiniones porque tambidn, en lo que con-cierne a este contexto especializado, el peso de la ideologa es dealpina manera determinante. El conocimiento cientfico es, d1mismo, producto de ciertos principios organizadores de la reali-dad. Al nivel de la investigacin cientfica, las perspectivas gene-rales sobre cmo una parte limitada del mundo - e l fenmenoparticular que se estudia- debe ser interpretado, lleva a desarro-llar un cuerpo relativamente consistente de conocimientos quereflejan la acumulacin de aplicaciones realizadas de aquellasperspectivas. Cuando este conjunto consistente de conocimien-tos acerca de iin determinado fenmeno crece, nos encontrare-mos frente a una teoria cientifica o sea un cuerpo de interpreta-ciones que, durante un determinado periodo de tiempo, sonaceptadas como vlidas por muchos cientificos y que sirve paradar explicaciones consideradas satisfactorias a algunos problemas.

    Las teoras cientficas tienden pues a diferenciarse de las ideo-logas en cuanto son ms limitadas en el objetivo, resultando enprimer lugar del estudio de una particular categora de fenme-nos, ciertamente mnimos respecto de la ,totalidad de los abarca-dos por las ideologas, y, en segundo lugar, siendo ms tdcnicasen relacin con el objeto examinado e interpretado de cuantolo son las ideologas.

    Sin embargo son tambidn similares a aqullas, en la medidaen que en el corazn de cada teoria cientifica permanece parasiempre un conjunto de principios organizadores que influirnen las mismas conclusiones, en los descubrimientos, porque estosprincipios sugerirn ellos mismos los problemas a afrontar asfcomo el tipo de soluciones a buscar. Aun cuando la teoria sepresenta como un modelo reconocido como vlido, en efecto,tambidn en una comunidad bien restringida de cientficos exis-ten diversas teoras. Diferentes teorias, tantas como diferentesson las ideologas. todo esto es particularmente cierto en loque concierne a la criminologia.

    El criminlogo, al afrontar tambidn una temtica especifica-como podra ser la criminalidad juvenil, la ilegalidad de losdetentadores del poder econmico, el uso de las drogas ligeras,etcetera-, se adhiere -la mayora de las veces inconscientemen-te-. a un determinado modelo de sociedad, y en particular da

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    por implcita una particular concepcin de la l y penal de lasorganizaciones sociales y de las relaciones entre los ciudadanosy el estado.Como he indicado la ciencia criminolgica nace con la apa-ricin del sistema capitalista y acompaa las vicisitudes de lasociedad burguesa. Desde la segunda mitad del siglo XVIII hastahoy se han sucedido diversas explicaciones de la criminalidad engeneral o de fenmenos criminales singulares; esta pluralidadde interpretaciones y de teorias criminolgicas pueden ser rea-grupadas en una serie bastante limitada de perspectivas genera-les capaces de dar cuenta de las relaciones entre la ley y la socie-dad. Cada una de ellas reEleja diferentes principios organizado-res y diEerentes valores acerca de la naturaleza del Iiombre y dela sociedad y por lo tanto diferentes enfoques del estudio de lacriminalidad.Siguiendo este criterio me dispongo a exponer las teorias cri-minolgicas que considero que han marcado en los trminos msincisivos la historia de esta ciencia.Algunas precisiones de mtodo.En el tratamiento de las materias en las dos perspectivas ante-riormente indicadas me he preocupado de dar cuenta crtica-mente ms de los problemas que de las soluciones. En cuantointroduccin a la criminologia he hecho lo posible para que esteescrito no se asemejase a un pequeo manual de criminologa.Razones de espacio hubieran frustrado en todo caso tal finali-dad y adems no creo que hubiera ofrecido un buen servicioal lector que se acerca por primera vez a esta disciplina. Y porltimo lo confieso yo mismo no conseguirfa escribir un manualde criminologia porque no sabria decir con certeza qu s lacrimonologia; ms modestamente pienso en ayudar a compren-der qu ofrece y para qu sirve esta criminologia. Y precisamen-te es esto lo que he intentado hacer en estas pginas.Por estas razones he privilegiado las cuestiones politico-tericasafrontadas por la criminologia y por el contrario consciente-mente he descuidado la exposicin y la documentacin de laproduccin cientifica en sentido estricto. Y en efecto en los bre-ves capitulas de este texto no he citado casi autores obras escue-las tendencias etc.; he hablado s610 -lo repito- de algunosproblemas.

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    PREMIS 3Esta eleccihn le mtodo me ha obligado as a lar amplio

    espacio a la nota bibliogrfica en la parte final del volumen.Individiializadas las cuestiones de fondo, el lector que lo deseetiene as la posibilidad de profundizar los problemas singulares,esto es de entrar en el fondo de las posiciones doctrinales. 1,aI~ibliografiarazonada se ofrece como medio para este fin: poresto he diferenciatlo con atencin las fuentes las obras clsicas)tle los con~entarios rticos que sobre ellas se han propuesto enel tiempo, biiscando, tambin en este caso, conducir al lector atravs de los mismos niidos ~~olitico-tericosfrontaclos en eltexto.

    Una ltima observacii,n, que es, en lin, una esperanza: piensoque la curiosiclad que puede impulsar hoy a leer y a informarsesollre criminologa es dictada por la relevancia creciente que eltema del orden pblico y de la liicha contra el crimen ha verii-

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    PRIMERA PARTECRIMINOLOGf ORDEN BURGUS

    El delito, y ms en general las cuestiones planteadas sobre lasdiversas alteraciones y desobediencias al orden social, est ob-viamente presentes en cada sociedad, en todas partes y siempre.Decir esto es una obviedad. Menos obvio, pienso, es afirmar quelas formas a travds de las que nosotros, hoy, nos relacionamoscon estas cuestiones -esto es nuestra criminologia- determinanun conocimiento terico y prctico marcado por algunas carac-teristicas que lo diferencian de otros que le han precedido his-tricamente o que incluso ahora son expresados por culturasextraas a nosotros.

    I,a reflexin criminolgica que nos pertenece surge, en efecto,del anlisis de formas muy determinadas de desorden social, estoes del estudio de concretos y especficos atentados a esta socie-dad, a una sociedad en la que ha reinado y reina un cierto ordensocial una cierta disciplina. Reconstruir pues las vicisitudesrelevantes de esta sociedad equivale a recorrer la historia de losproblemas de orden y control social de esta sociedad.

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    1. LOS ORfGENES LOS PRIMEROS DESARROLLOSTEORICOS

    Ida traiisicin de la sociedad en la qiie reina el modelo de pro-rluccin feudal a aquella en que domina incontrastado el sistemade procluccin capitalista cubre iin arco de tiempo relativamenteamplio. Desde el siglo XVI hasta el XVIII especialmente en lospases econmicamente ms avanzados Inglaterra, Holanda, laLiga Ansetica en Alemania) asistimos a ese complejo fenmenoeconmico-social qiie KarI Marx llam de acumulacin origina-ria y que determinar en la segunda mitad del siglo XVIII latransformacin qiie es conocida por nosotros como revoluci6iiindustrial.En estos siglos se rompe pues un viejo orden sociopoltico-el feudal, que haba dominado diirante casi un milenio- yse colocan al mismo tiempo los funclamentos para un nuevo or-den: el capitalista.

    Las primeras formas

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    por lo tanto tambitn de la violacin de las leyes que la nuevasociedad se da.

    Tradicionalmente se quiere limitar el surgir de las primerasreflexiones sobre el crimen en la sociedad burguesa al pensa-miento reformador del siglo XVIII a las obras de los iluministasen temas de legislacin penal. Eleccin viciada por el reduccio-nismo: se termina por dirigir la atencin slo a algunos autores-Beccaria en Italia Benrham en Inglaterra Hommel en Ale-mania por ejemplo o sea a los autores ms directamente com-prometidos en los problemas de legislacin criminal- y porlimitar el inters nicamente a los problemas poltico-jurdicosrelacionados con la codificacin el proceso penal las garantasdel imputado etc. En efecto la produccin criminolgica delliberalismo clsico debe por lo menos comenzar por las obrasde Hobbes puede ser comprendida slo a travs de una lec-tura que recorra transversalmente todo el pensamiento poltico-filosfico de los siglos XV XVIII.

    S610 el esfuerzo por leer la cuestin criminal dentro de lams amplia reflexin poltica del periodo permite evitar la in-terpretacibn an hoy dominante que ve o quiere ver del pensa-miento poltico-jurdico de la poca slo el aspecto igualmentepresente de la afirmacin de lu libertad civil en relacin conlas arbitrariedades del Poder de la defensa del ciudadano con-tra el Prncipe. IJna interpretacin esta que quiere privilegiarsolamente el momento negativo de la crtica de los Iiorrores dela justicia penal todava impregnada de herencias feudales quetiende a enfatizar entre otras medidas la pretensin voluntaristae ideolgica de hacer de la legislacin criminal la magna cartade la libertad del ciudadano-imputado ms que el instrumen-to de la represin del estado. Se oscurece de este modo unarealidad cultural mucho ms compleja que no deja nunca deacompaar el momento destructivo de la critica al viejo ordensociopoltico una reflexin por otra parte profunda sobre losmodos de preservar la concordia de garantizar el control socialen el nuevo ordenLa nueva geografa socioeconmica que se determina con laprogresiva ruptura de los vnculos feudales con la emergenciade una economa capitalista impone la necesidad de elaborar unnuevo atlas sobre el cual ordenar la prctica poltica.

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    Si el infringirse de la original relacin de corue entre soberanoy sbditos libera a estos ltimos de las cadenas de su sujecin-haciendo as libre al siervo- simultneamente la acumulacindel capital en manos de pocos despoja de los medios de produc-cin a las masas productoras -liberando de este modo al siervode los medios para su propio sustento. Si la libertad adquirida,los derechos civiles, los nuevos espacios de autonoma fueronpara la clase burguesa condiciones necesarias para su propiaactividad comercial e industrial, para las amplias masas de cam-pesinos y pequeos productores liberados de los vnculos feuda-les y expulsados de las tierras o en cualquier modo privados desus medios de produccin, estas mismas condiciones constituye-ron el presupuesto para su transformacin en fuerza de trabajoasalariada.Las nuevas leyes del mercado determinaron una minora depropietarios de los medios de produccin frente a la mayora deno propietarios, o propietarios solamente de la fuerza de trabajoproletariado). Ningn vnculo jurdico obligar ya a nadie asometerse a otro como en el pasado a travs de la relacin decorote); nicamente la imperiosidad de satisfacer las propiasnecesidades vitales a pesar de estar privados de bienes obligara las masas expropiadas a ceder contractualmente su propia ca-pacidad laboral a la clase patronal a cambio de un salario. Enlas relaciones privadas reinar incuestionado el contrato, esque-ma jurdico que exalta la autonoma de las partes y es capaz dedisciplinar las mltiples formas en que se entrelazan las rela-ciones entre sujetos libres e iguales. La explotacin del hombrepor el hombre no podr encontrar as ninguna forma de reco-nocimiento en la teoria poltica; la sujecin de muchos a pocosser consecuencia casi natural de una realidad objetiva, la eco-nmica, donde reinan las leyes frreas del mercado y de la pro-duccin. La reflexin poltico-juridica de la poca deber hacerlas cuentas con esta realidad; en particular las sentidas preocu-paciones de garantizar el orden la paz sugieren la nueva estra-tegia del control de la disciplina social.Los nudos a desatar no son pocos, aunque todos giran alrede-dor de una nica central cuestibn: cmo educar a los no pro-pietarios a aceptar como natural su propio estado de proletarios,cmo disciplinar a estas masas para que no sean ms potenciales

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    5 C R I M I N O L O G ~ Y ORDEN B U R G U ~atentadores contra la propiedad y a1 mismo tienipo, cmo ga-rantizar que en la sociedad civil se realicen las esferas de libertady autonoma que son las condiciones necesarias para el libreautorregularse del mercado. La cuestin, incluso en su unidad,se presta a ser afrontada en los diversos frentes.

    11 DERE HO C STIG R Y LlBERT DES BURGUES S

    El primer aspecto -ciertamente el ms ideologizado de la his-toriografa jiirdica contempornea- es el de la reforma penal

    procesal. El criterio inspirador de esta vasta obra reformadoraes precisamente el de refundir el derecho de castigar las formasde su ejercicio sobre la base de las nuevas libertades burguesas;lo que equivale a garantizar jurdicamente en la relacin con laautoridad las esferas de autonoma de los particulares. Por nece-sidad, el eje sobre el qiie girar si1 teorizacin interna ser elcontrato. La misma legitimacin del poder punitivo -por quse castiga y por que este derecho pertenece al Prncipe- en-contrar su fundamento en el pacto social, en un postuladopoltico que quiere sbditos y soberanos ligados por un contratoen el que recprocamente es cambiado el mnimo posi.ble de laslibertades de los sbditos por el orden social administrado porel principe; el prncipe, piies, como nico titular del poder re-presivo. De esto deriva el principio de legalidad en materiapenal: solo el principe podr determinar qii es lcito y que espenalmente ilcito, y su voliintad se expresar en la ley; stadeber ser clara e ineqzlivoca para qiie los particulares seansiempre conscientes de la esfera de su propia autonoma y liber-tad; el juez iio podr nunca transformarse en legislador, por lotanto la intcrp~.etacinde la ley deber ser rigl~rosarnentecir-cunscrita y disciplinada: la ley penal podr decidir shlo para elpresente y el firtrrro, niinc;i para el pasado, a fin de que, en elposible coiiociiniento de la voliintad del principe, se tenga cer-t e a de las roiisecuencias de las propias acciones relaciones. Yan ms: precisamente porqiie el potler de castigar lia sido otor-gado contracti~;ilmente por quienes son los destinatarios de laley penal, no se podr adiiiitir la pena de mtrertc en cuanto el

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    derecho a la vida es un bien supremo para el particular y nopiede haber siclo pactado a cambio de un bien ciertamentemenor como es la paz social. Y asimismo la entidad de la penadebe ser siempre niedida por la gravedad de la ilicitud cometida:el criterio de la sancin penal ser asi el de la retribucin estoes el de i i t i sufrimiento contractualmente equivalente a la ofensa.Con parecida intransigencia se invocar la codificacin comoinstrumento para poner orden en la ley, para eliminar las nu-iiierosas cotitratlicciones entre las fuentes, y una vez ms parallar certeza a la esfera de la licitud, a la esfera, pues, en que laautonomia privada es libre de explicarse. En el fondo de estareflexin politico-jurdica se obtiene una constante preocupa-cicin: limitar la esfera tle la autoridad, circunscribirla entre li-niites precisos, nicamente como salvaguardia de las reglas mi-iiimas del vivir social qiie piiedan garantizar el libre juego delmercado.

    111. PROCESO P RODU T IVO Y NECESIDAD DISCIPLINAR

    Sin embargo, la condicin primera para qiie la organizacinplit ica piieda clesarrollarse en el sentido arriba indicado es quelos excluidos cle la propiedad acepten estas reglas de juego comonaturales. De aqiii el segiintlo aspecto del problema: educar esteuniverso -compiiesto por ex campesinos y artesanos habitiiadosa vivir bajo el sol y segfin el tiempo de las estaciones- paraevenir clase obrera para aceptar por lo tanto la lgica del tra-

    bajo asalariado, para recoiicx.er en la clisciplina de la fbrica silpropia conclicin natural.

    la solucin de este problema fundamental se habia llegadoa travds de politicas diversas y contrapuestas. En iin primer mo-mento el violento proceso socioeconmico, qiie durante la caidadel sistema fe~iclal le l>ro

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    duccin, ya no campesinos todava no clase obrera y por lotanto un universo de marginados, potenciales atentadores contrala propiedad), estuvo tristemente caracterizado por una violentareaccin en lo que respecta a estas masas de pobres y vagabundos.Una poltica criminal de tipo sanguinario, en la que a travsde la horca, la marca a fuego y el exterminio se habia buscado.contener la amenaza creciente al orden constituido determinadapor esta excedencia de marginales. Esta reaccin era dictada porrazones objetivas: cuando los niveles cuantitativos de la fuerzade trabajo expulsada del campo fueron superiores a las posibi-lidades efectivas de su empleo como mano de obra de la manu-factura reciente, la nica posibilidad de resolver la cuestin delorden pblico fue la eliminacin fisica para muchos la polfticadel terror para los demris. La consideracin politica respecto delas clases marginales cambi a su vez gradualmente con el des-arrollo, en los inicios del siglo xv~i ms an en el siglo xvrri,de la manz~factura,despues de la fabrica y por lo tanto con lasiempre creciente posibilidad de transformar aquellas masas enproletariado. Y es precisamente en presencia de este cambio enla situacin del mercado de trabajo cuando comenz a surgiruna consideracin distinta y una poltica diversa respecto de lamarginalidad social. A la brutal legislacin penal de los siglos xvr

    XVII le sigue progresivamente un complejo de medidas diri-gidas a disciplinar a la poblacidn fluctuante y excedente a travsde una variada organizacin de la beneficencia pblica por uiilado y a travs del internamiento institucional por otro. Surgeuna nueva polftica social que, sobre el iinico fundamento de laaptitud para el trabajo subordinado, discriminaba entre el pobreinocente el anciano, el nio, la mujer, el invlido) y el pobremlpable el joven y el hombre maduro desocupado): a las nece-sidades de supervivencia del primero se intentad hacer frentea travs de la organizacin asistencia]; para el segundo se usar4la internacin coactiva en el vasto archipilago institucional quesurgir un poco por todas partes en la Europa protestante ytambidn en la catlica de los siglos x v i ~ XVIII {Qu es y en quconsiste esta internacin coactiva? Quien lleva en Francia elnombre de Hpital Gknkral, de Rasphuis y Spinhuis en Flandes.de Rridewell y TVorkhowe en Inglaterra, de casa i lavoro ycasa di correzione en Italia, etc., cumple una idntica funcin:

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    4 C R I M I N O ~ ~ OR EN ~ U R U Smento una tica utilitarista: en cuanto que los hombres son pornaturaleza egostas slo para eliminar el peligro de una guerraperenne de todos contra todos es por lo que se llega al acuerdode mantener la paz y el orden con la limitacibn de alguna liber-tad dentro de los limites de cuanto se habia pactado colectiva-mente con la autoridad. En este sentido el delito es el ejerciciode una libertad o un modo de ejercitar una cierta libertad a laque se habia renunciado contractualmente.

    En cuanto el hombre es sujeto de necesidades posibles deser satisfeclias slo con el dominio de los bienes el pacto socialdeber disciplinar las relaciones sociales d e propiedad. Conse-cuentemente la legislacin ya sea civil o penal definir los di-versos comportamientos humanos sobre la base cle su ~i t i l i t laden una sociedad de clases donde a una minora de poseedoresse contrapone una mayora de necesitados excluidos de la pro-piedad. La recompensa por las actividades tiles y la condenade las tlaosas no podr fundarse ms que en la aceptaciih aprio-rstica de una distribucin desigual de la propiedad desigualdadreconocida como definitiva e inmutable. La satisfaccin de laspropias necesidacles a travs del contrato ser reconocida comotil moral lcita; fuera de este esquema jurdico la accibn serconsiderada socialmente nociva inmoral criminal. Se consigueque el ntasis puesto sobre el principio de la igualdad de loshombres en el estado de naturaleza no se extienda nunca a lacritica < lc la d istri bu ci n clasista de las oportunidades de losasociados en relacin con la propiedad.

    Slo la ley penal -como voluntad del prncipe nico titu-lar del poder represivo- podr definir las formas ilcitas en quepuede realizarse la satisfaccin de las necesidades. Sobre el pre-supuesto de la igualdad de todos los ciudadanos frente a la leyno se piiede sino atribuir a cada uno igtial responsabilidad parasus propias acciones. El inters para quien viola la norma penalqueda as resuelto al nivel puramente formal de la accicin impn-table no pudindose de hecho aceptar un conocimiento distintodel hombre que delinque en cuanto supondra el reconoci-miento de las desigualdades sociales e individiiales frente a lapropiedad. Pero al mismo tiempo como efecto de la desgarra-dora contradiccin entre principio de igualdad formal y distri-bucin clasista de las oportunidades la accin criniinal est

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    este ejercicio del poder poltico y de la adquisicin de conoci-mientos ser la penitenciaria.

    Ya se ha indicado cmo la institucin penitenciaria surge entrelos siglos XV y XIX de la experiencia de la gran internacin.Es oportuno a esta altura dedicar algunas palabras a la gnesisde esta institucin que todava hoy la opinin piiblica consideraque ha existido siempre como si fuese un dato obvio que quiencomete un crimen sea castigado con la privacin de la libertadpor un cierto periodo de tiempo mientras este tipo de pena eshisthricamente una realidad que no tiene ms de dos siglos.

    En efecto antes de que se impusiese la pena de crcel losordenamientos penales contemplaban un complejo sistema desanciones que sacrificaban algunos bienes del culpable -la ri-queza con las penas pecuniarias la integridad fsica y la vidacon las penas corporales y la pena de muerte el honor con laspenas infamantes etc.- pero que no consideraban la perdidade la libertad por un periodo determinado de tiempo un castigoapropiado para el criminal. esto simplemente porque la liber-tad no era considerada un valor cuya privacin piidiese consi-derarse como un sufrimiento como un mal. Ciertamente existaya la circe] pero como simple lugar de custodia donde el impu-.tado esperaba el proceso; antes de la aparicin del sistema deproduccin capitalista no exista la crcel como lugar de ejecii-cin de la pena propiamente dicha que consista como se hasealado en algo distinto a la prdida de libertad. Slo con laaparicin del nuevo sistema de produccin la libertad ntlquiri5un valor econdtnico: en efecto slo cuando todas lns formas d eln riqueza social fueron reconocidas al comn denominadorde t rabajo hum ano med ido en el t iempo o sea de trabajo asala-rindo fue concebible una pena que privase al culpable de unquanlrim de libertad es decir de un quantum de trabajo astc-lariado. desde este preciso momento la pena pri7rativn de lal ibertad o sea la crcel se convierte en la sancihn penal ms

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    difundida, la pena por excelencia en la sociedad productora demercancias.

    Esta forma de sancin permite la ms completa realizacinde la misma idea retributiva de la pena que, como se ha obser-vado anteriormente, no es otra cosa que una consecuencia de lanaturaleza contractual del derecho penal burgus: la libertadmed i da en el t i empo constituye de hecho la forma ms simpledel valor d e cambio. La heterogeneidad de las acciones crimi-nales -.delitos contra la vida, el patrimonio, el estado, etc.-poda encoiitrar en el momento sancionador su propio equiva-lente en la privacin de un bien por definicin fungible comoslo puede serlo la moneda: el t iempo como riqueza. Pero stano fue ciertamente la nica razn por la que la pena carcelariase impuso como pena principal en la sociedad del capital. Unasancin que permita disponer autoritariamente de un sujetopara un determinado periodo de tiempo venia tambin a ofre-cerse como la ocasin ms propicia para ejercitar sobre ellos unpoder disciplinar o sea aquella prctica pedaggica de educa-cin del desviado segn las necesidades del proceso productivo.La crcel, pues, hered la experiencia de aquella originaria ins-titucin que haba sido la casa di lavoro la W o r k h o w e la Ras-plruis etc., y en efecto, como ella, cambi la propia organiza-cin interna de la manufactura, de la fbrica situ el momentode aprendizaje coactivo de la disciplina del trabajo como su fi-nalidad.

    La invencin penitenciaria se situaba de esta manera comocentral en la inversibn de la prctica del control social: de unapoltica criminal que haba visto en la aniquilacin del trans-gresor la nica posibilidad de oposicin a la accin criminal(ipinsese en lo que haba sido la poltica de represin de lacriminalidad en los siglos xv xvr ) se pasa ahora, precisamentegracias al modelo penitenciario, a una poltica que tiende a rein-tegrar a quien se ha puesto fuera del pacto social delinquiendo,en su interior, pero en la situacin de quien podr satisfacer suspropias necesidatles solamente vendindose como fuerza de tra-bajo, es decir en la situacihn de proletariado.

    Con esto se realizaban, por primera vez, las condiciones paraun nuevo conocimiento: en los restringidos espacios de la peni-tenciaria el criminal perda definitivamente los contornos abs-

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    tractos de quien viola la norma penal para transformarse en unsujeto concreto de necesidades materiales en algo que finalmentepoda ser observaclo espiado estudiado en ltima instancia co-nocido. En este sistema de control distinto la crcel cumpletambidn una funcin instrumental hacia una exigencia emer-gente con el tiempo cada vez ms sentida: el conocimientocriminal. En este sentido es correcto afirmar que el saber crimi-nolgico es ante todo en sus orgenes conocimiento del crimi-nal. La criminologa sus vicisitudes estn as estrechamenteunidas a la crcel a su historia; esto no slo por lo queconcierne .al origen contemporneo de esta institucin de esteconocimiento sino como veremos a continuacin esta conexininicial se reproducir tambidn en el futuro creando un haz decondicionamientos recprocos.

    De esta manera algunas de las formas sobre las que se organi-zar el conocimiento criminolgico burguds estarn fuertementecondicionadas por esta relacin original con la institucin car-celaria; examinemos las principales:

    La criminologia desde su inicio autolimita su propio inte-res nicamente por el delincuente que puede ser conocido en lacrcel ignorando de este modo la realidad social en la que havivido en la que volver a vivir. El objeto de esta criminologano es as tanto el delincuente cuanto aquel delincuente reducidoa desviado institucionaliurdo esto es a encarcelado. Desde estapersApectivaes ya posible ver el equvoco sobre el que se fundarcasi todo el saber de la criminologia: exactamente la estrechaequiparacin entre delincuente encarcelado. Sobre la identifi-cacin acritica de estos dos sujetos se funda todo un tipo deproduccin criminolgica; mejor sera llamarla una ideologaque confundir la agresividad y la alienacin del hombre insti-tucionalizado con su intrnseca maldad que clasificar y tipifi-car como modos diversos de ser criminal tanto las formas desupervivencia a la realidad penitenciaria como las adaptacionesa los modelos impuestos a la violencia clasificatoria sufrida.

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    miento parece ser una y slo una: sugerir prcticas de manipu-lacin, experimentar tratamientos, educar para el conformismo.stas son algunas y slo algunas- de las caracteristicas quemarcaron, con intensidad diversa, las vicisitudes de la crimino-loga hasta tiempos muy cercanos a nosotros y que hacen queentre ella y la institucin penitenciaria se pueda individualizaruna serie de relaciones condicionadas recprocamente. En efecto,slo desde hace poco tiempo la criminologia, aunque sea par-cialmente, se ha liberado de estos vnculos que no le permitanser ciencia critica de la sociedad. Y ser instructivo observarmo esta emancipacin en la ciencia criminolgica todavacoincide con un suceso que se refiere a la penitenciaria: su crisissin solucin y su progresiva obsolescencia como instrumentoprincipal de control social.

    Otro momento central en esta sintktica reconstruccin histricade la reflexin criminolgica burguesa es el que se desarrollen la Europa de la segunda mitad del siglo X X como respuestaa las trans formaciones sociales y a los nuevos problemas delorden en el periodo que sucedi a la revolucin industrial.Con la consolidacin del dominio capitalista en la Europade la Restauracin, la interpretacin poltica de la criminalidadque haba caracterizado la tpoca de la conquista del poder porparte de la nueva clase burguesa, incluidas las contradiccionesdel pensamieiito iluminista, siempre indeciso entre el momentocritico y las exigencias de racionalizacin parece resolverse defi-nitivamente en una lectura apologtica del orden social exis-tente. La ambigedad que caracterizaba las primeras formas deconocimiento criminolgico estaba realmente dictada por la do-ble exigencia de criticar las formas liostiles de poder (el feudal)al mismo tiempo proyectar las formas de un nuevo poder (elburguts); pero una vez que el poder poltico fue definitivamenteconquistado, los intereses de la clase hegemnica se limitaron ainventar la estrategia para conservarlo. En esta perspectiva escomprensible como fuese precisamente el modelo contractiial

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    -aquel esquema jurdico-poltico que vigorizaba y daba consis-tencia tedrica a la necesidad de autonoma del burgus frenteal aparato del estado aristocrtico-feudal- el que entrase pro-fundamente en crisis. es precisamente en la negacin defini-tiva, a travds de u n tortuoso camino de progresivas revisiones, deaqiiella afirmacin poltica tan eversiva que quera a los indivi-

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    asociaciones laborales, etc.- el proletariado se colocaba comoel adversario irreductible y perjudicaba toda certeza burguesaen el futuro liacindose portador de tina esperanza consideradainadmisible: la revolitcin para una sociedad sin clases. La reac-ciii en.el frente buigus fue inmediata: las asociaciones de tra-bajadores fueron definidas como asociaciones de malhechores yel proletariado como potencial criminal. Se conoce asf la primeraforma de criminaltzazarin del adversario de clase.

    Este proceso que tenda a fijar el atributo de peligrosidad enla clase obrera estaba en efecto facilitado por la observacin dealgunos teiimenos. En primer lugar la nueva ciencia estadsticaIiaba mostrado cmo la criminalidad liaba sido una prerroga-tiva casi exclusiva de las clases ms pobres. La ecuacin miseria-criminalidad no pareca poder ya ser negada. En segundo lugar,las incontrolables leyes del mercado capitalista haban enseadocmo un descenso de los niveles salariales o un aumento de losndices de desocupacin podan lanzar a los estratos ms dbilesle l clase obrera a la indigencia a la miseria. La laboriosidad

    proletaria era un estado siempre precario: el trabajador podasiempre devenir el pobre. De aqu el crculo vicioso: proletario-pobre-rl iminnl.

    Como se podr examinar a continuacin, la criminologa po-sitivista se aprovech, en parte, de la ruptura de esta identidatl:subrepticiamente intent definir las clases peligrosas como natu-ralmente distintas de las trabajadoras, atribuyendo a las primerasla cualidad de degeneradas y a las segundas la cualidad de tiles.S610 estas ltimas podan gozar todava y mientras aceptasenlas reglas de juego que las queran disciplinadas y sometidas a laautoridad- de los privilegios del estado de derecho, de las garan-t i r~ .~el derecho burgus; las clases criminales -precisamenteen cuanto cargadas de los atributos de degeneradas, inmaduras,salvajes, ms semejantes a las bestias que a los hombres, etc.-deban ser sometidas a una especie de no derecho, esto es podianser eliminadas, reprimidas o reeducadas fuera y contra de todagaranta jurdica, por simple necesidad de higiene social.

    Ciertamente, la criminologa de la segunda mitad del siglo x xno fue slo esto; decimos que sirvi tambin para esto.

    Ms en general, lo que caracteriza el conocimiento crimino-lgico de la poca es la voluntad de dar respuestas poltica-

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    mente tranquilizadoras; precisamente porque la criminalidatles socialmente percibida como sntoma de malestar, de enfer-medad de la sociedad, se torna necesario capturar, relegar, cir-cunscribir el saber criminolgico a un 8rea no poltica, a unespacio neutral en el que no sea ya posible atribuir ningunainteligibilidad a la accin criminal, en la cual la cuestin crimi-nal de aquella criminalidad) no induzca ms a nadie a poneren cuestin el orden de aquella sociedad).

    Visto de otra manera, una ulterior escisin, tambin sta en-gaosa, entre poltica criminal - c o m o poltica de la prevencihny represin de la criminalidad- poltica t ou t -co i~r t ; n otraspalabras, esto significa que toda posible solucin del fenmenocriminal --como el bandolerismo mericiional, las organizacionesanarquistas, la delincuencia juvenil, etc.- debe necesariamenteser expuesta dentro del ciiadro institucional dado. Entre teoradel estado por un lacio y conocimiento del fenmeno criminaly poltica criminal por otro, debe ser construida una barrera.La primaca de la poltica en el conocimiento criminal propiadel lluminismo es as negada.

    VIII L CRIMINOLOG~A DE LA SEGUNDA MIT D DEL SIGLO XIX:HOMBRE DELINCUENTE Y CLASES PELIGROSAS

    Conviene, en este momento, adelantar una doble observacin:en primer lugar, ms que en sus resultados y en sus intenciones,la criminologa positivista se caracterizar por su mktodo; ensegundo lugar, si bien esta aproximacin marcar todo el pen-samiento criminolgico de fines del siglo XIX algunos de lospresupuestos epistemolgicos de aquel saber, si no todos, conta-minarin tambin la criminologa burguesa del siglo xx; unaherencia -la del positivismo- que es posible encontrar todavahoy en las teoras criminolgicas ms acreditadas.

    Intentemos ahora obtener las caractersticas comunes del en-foque positivista de la criminologia:

    Laos progresos obtenidos en las ciencias naturales -con susreflejos tobre la renovacin tecnolgica ligada a las exigenciasde la prodiiccin- atribuyeron a su mtodo la ~r imacia omo

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    nico mtodo cientifico. La criminologia, igual que otros saberessociales, si quera emanciparse y llegar a ser conocimiento cien-tfico de la sociedad deba aplicar a su propio objeto de estudioaquel mtodo. Entre mundo fsico y mundo social se suponanleyes comunes y, como tales, cognoscibles a travs de un mtodocomiin. Como fundamento del conocimiento criminolgico po-sitivista -de manera no diversa que para otras ciencias socia-les- se colocaba por ende una interpretacin mecanicista de lsocierlad.

    Pero para qiie se pudieran descubrir las leyes del compor-tamiento criminal era necesario que este fuese determinado Noes preciso aqu insistir mucho sobre la polmica de aquella po-ca entre partidarios del libre arbitrio y partidarios tiel determi-nismo; fue una polmica que interes mas a la filosofa engeneral y la penal en particular. Quien ejerca la profesicinde criminlogo -la criminologia como saber profesionalizadonace entonces- no poda n o creer en el deierminismo social.

    La interpretacin causal del obrar humano (determinismo)permiti que el paradigma epistemolgico de la criminologapositivista fuese de tipo etiolgico, esto es el de una ciencia queexplica la criminalidad examinando las causas y los factores.Con esto neg implcitamente cualquier inters al hecho de queiin comportamiento humano es criminal porque es, en primerlugar, definido como tal. Investigar las causas y los factores (in-dividuales y sociales) que llevan a algunos a robar o matar,prescindiendo de investigar las razones (polticas) de por queste comportamiento est prohibido, significa, una vez ms, acep-tar priori una hiptesis no tlemostrada: la de que la diversidadcriminal tiene un fundamento ontolgico-nattid. La accindesviante y el liombre delincuente son pues realidades naturales-jalgunos positivistas llegarn a sostener qiie la criminalidadexiste tambin en el mundo vegetal y animal - y no efectos deun proceso poltico-cultural que define cierto comportamientohumano o cierto sujeto como criminal. En consecuencia la cri-minologa positivista, no prestando ningn inters a las razonesque subyacen l proceso de definicicin -por qu ciertas accionesson definidas como criminales y otras no - , implcitamente ati-i-buye al mismo poder represivo -o sea al poder estatal- laautoridad sobre lo que no poda ser tliverso. El positivismo cri-

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    OR~CENES PRIM ROS DESARROLLOS TERICOS 5minolgico, no poniendo por lo tanto en cuestin el problemadel orden social, hace ciencia acritica fcilmente instrumenta-lizable para la tinalidad de legitimacin del orden constituido.Colocando como fundamento de su saber la naturaleza de-terminada del obrar humano, la criminologa positivista cree enla posibilidad de una resolucin racional cientfica de la cues-tin criminal. Si el hombre delincuente est condicionado aldelito, a travs de una operacin de ingeniera mdico-socialpodr ser tambin determinado para la accin conformista. Ailidonde esto resultase sobre la base de los conocimientos cienti-ticos obtenidos) imposible, las necesidades de defensa de la so-ciedad legitimarn toda reaccidn, aun la eliminacin fsica delcriminal incorregible. Por estas razones el inters originario porla naturaleza retributiva d l a pena un sufrimiento equivalentea la gravedad de la accin criminal) se sustituye por un juiciosobre la peligrosidad del autor del delito, esto es por un juiciopronstico sobre la predisposicin a cometer nuevos delitos.Como hombre de ciencia, el criminlogo reivindic la neu-tralidad de su saber. Como ciencia neutral, la criminologa, siaplica correctamente el mtodo cientfico, no puede sino decirla verdad. Es iin saber no opinable.Precisamente por ser ciencia, la criminologa no habra de-bido aceptar las definiciones legales de criminalidad. Si criminales slo quien viola la ley penal, ante la verificacin histrica deque la ley penal cambia en el tiempo y en las diversas realidadespolticas, la criminalidad dejara de ser un fenmeno analizablecientificamente: los resultados de la criminologa seran relativosy contingentes en vez de ser universales; el criminal sera unarealidad cognoscible slo normativamente y no desde un puntode vista natural o social. De esta contradiccin el positivismocriminolgico en parte se dio cuenta. As, en la bsqueda de unfundamento no legal para la definicin de su objeto de estudiooscil dentro de iin rea de posiciones que hacan referencia aun criterio distinto, aunque an normativo: el consenso social.Pero precisamente en cuanto la naturaleza del consenso socia1poda ser clestacada y definida como hecho social sociolgica-mente perceptible, se consider a este parmetro como una rea-lidad natural. Toda socieclad -ahora siempre- expresa va-lores y creencias aceptadas por la mayora: ste es un hecho

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    natural como es natural el hecho de que el agua hierve. Cier-tamente: los valores podrn cambiar pero no rambiar el con-senso de la mayora. Violar a travs del hecho criminal elconsenso no podr ms que atribuirse a quien precisamenteporque es minora es algo dis t in to de todos los dems esto esde la niayora; as como ser tambin un hecho na.tural que laniayora reaccione neutralizando a quien viola tales valores.

    En la bsqueda de la cualidacl que hace distinto al desviadode la mayora observatlora y conformista la criminologa positi-vista no piido escapar a la tentacin de explicar en trminosaliistriros y apolticos la criminalidad en la medida en queasume sil adliesin a los valores sociales dominantes como natu-rales. Lo diverso deba ser buscado en el criminal mismo en sunaturaleza biopsquica en su carcter en su historia personal.La j?kitologizacirn del criminal encontr en esta reduccin sufundamento epistemolgico.

    Si en cuanto la cuestin criminal -temida precisamen-le porque es considerada como sntoma de malestar social-es reducida a un problema de patologa individual la reaccinsocial respecto de la criminalidad pierde todo carcter proble-mtico: cl aparato represiuo es de cualquier modo y siemprel ~ g i t i t ~ r n d o .il fundamento no es ya pol t ico -como en la teoracoiitractiialista- sino natural : el cuerpo sano de la sociedad quereacciona contra su parte enferma. La fascinacin de explicarbiolcgicaineiite lo que es y permanece esencialmente polticoresiilti> irresistible.El positivismo ofreci as un modelo de naturaleza humanaqiie en cuanto postula el consenso respecto de rdenes socialesdactos permite a la sociedad histricamente determinada consus contradicciones y sus irresoliibles conflictos de clase presen-tarse coino ininipiignable: exorcis torlo cambio radical comoobjetivamente improponible y favoreci todo su progreso grad i ~ l n trniinos de evolzicionismo social. Paradjicamente fueuiia teora e la conservacibn precisamente porque extiende alo social las leyes de la evolucin natural. en esta aparentecontradiccicn se explica el espritu sinceramente progresista demuchos criminlogos positivistas y las propiiestas reformistas pa-trocinadas por ellos en muchas ocasiones.

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    estudiar un fenmeno entendido como realidad social. Aunqueesta direccin pudo desarrollarse y en parte fue rpidamenteasumida en las obras ms maduras del positivismo sociolgicode finales de siglo, es innegable que el determinismo biolgicoa l elito como manifestacin morbosa determinada por la es-tructura biolgica del sujeto criminal- toma la supremaca so-bre cualquier otra orientacibn criminolgica.

    Se pueden dar diversas explicaciones de este reduccionismocientifico; ciertamente un papel fundamental en todo esto fuedesempeado por el temor

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    OR~GENES PRIMEROS DES RROLLOS TE~RICOS 9e iluminista y que muchas de las polkmicas y de las discusionespolticas en que estuvo implicado le vieron oponerse violenta-mente a los prejuicios del pensamien.to conservador y reaccio-nario. Ms exactamente: fue pensamiento prog~esista,pero almismo tiempo siempre expresin de los intereses de la clase he-gemnica.

    Como se ha destacado anteriormente, la aportacin determinan-te del positivismo criminolgico respecto de las instancias decontrol social presentes en la sociedad de la poca consisti envalorar, por un lado, una concepcin abstracta y ahistricade la sociedad y, por otra parte, interpretar a sta como realidadorgnica que se funda en el consenso alrededor de los valoresy los intereses asumidos como generales, o sea que significabaproponer a la sociedad como un bien y a la desviacin criminalcomo un mal y por lo tanto a la politica criminul como leg-tima y necesaria reaccin de la sociedad para la tutela y la afir-macin de los valores sobre los que se funda el consenso de lamayora.

    En esta perspectiva el positivismo criminol gico -reordena-das o progresivamente negadas las instancias originales que ha-ban podido desarrollarse en el sentido de una interpretacincrtica del orden constituido- se mostr como un formidableaparato de legitimacin respecto de la poltica criminal de lapoca. fue precisamente por la aportacin determinante delpositivismo aiminolgico que el sistema represivo se legitimbcomo defensa social.

    El concepto de defensa social tiene subyacente una ideologiacuya funcin es justificar y racionalizar el sistema de con-trol social en general y el represivo en particular. Como talfue y es la ideologa propia de la ciencia penal, a travCs de lacual se justifica como conocimiento y praictica racional. La de-fensa social reivindica el mrito de haber liberado a la polticacriminal y en particular a la penal) de las hipatecas de viejasinterpretaciones transcendentales y mfticas y de haberla recon-

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    duc:ido a tina prctica cientifica a travks de la cual la sociedadse clefientle del crimen.

    La defensa social es por lo tanto una ideologa extremada-mente sediictora, en cuanto es capaz de enriquecer al sistemarepresivo vigente) con los atributos de la necesidad de la legi-timidad y de la cientificidad.

    l sistema penal estatal pudo justificarse en trminos de de-fensa necesaria porque tutelaba los intereses sociales generalesde la agresin de la minoria criminal. E indudablemente la in-sistencia con qiie el positivismo criminolgico propone el con-senso social como realidad natural no pudo ms que valorar lainterpretacin de la reaccin a la criminalidad asimismo comonatural.

    La cualidad de naturalidad no parece sin embargo suficiente,por s misma, para atribuir a la actividad represiva estatal lanaturaleza de rcaccicin legitima. La legitimidad, que es un juicioCtico-jurdico, no .se puede fundar sobre la base de un clculoestadistico, como si se afirmase que la reaccin social a la crimi-nalidad es legtima simplemente porque tiene la defensa de unbien o de un valor considerado merecedor de tutela por la ma-yora. Para que sea legtimo necesita que el sistema represivopueda justificarse como positivo y por 1 tanto deslegitimar laaccin criminal como accin simplemente negativa. Al autor deun delito no puede atribuirsele ninguna racionalidad, ningunavoluntad libre dirigida a la realizacin de un interks o a la afir-macidn de un valor porque esto supondra el reconocimientode otros valores e intereses aunque antagnicos a los dominantes.Por ejemplo: la accin delictiva de u anarquista, como unatentado politico, deba interpretarse como la accin de un loco,de un individiio deseqiiilibrado, de alguien determinado a aque-lla accin porque es distinto; de este modo el acto delictivo eradeshumanizado de toda intencionalidad poltica, de toda expre-sividad alternativa. La represin se legitima de esta manera comoaccin dirigida a neutralizar a quien es socialmen.te peligrosono como testimonio de una alteridad de valores no reconocidos

    por lo ,tanto temidos sino precisamente como privado de racio-nalidad. Una actitud en parte similar a la tenida por los padresy educadores en relacin con el comportamiento no deseado delos nios. Y el positivismo criminolgico era capaz de negar

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    toda racionalidad a la accin criminal interpretando sta comopatolgicamente necesitada.

    Conviene probablemente insistir sobre este aspecto que con-sidero importante para una interpretacin correcta de las rela-ciones entre conocimiento criminolgico positivista y polticacriminal. Tomemos otro ejemplo histricamente dado: la repre-sin del bandolerismo meridional en Italia en el periodo post-unitario. Hoy se estd en condiciones de explicar el bandolerismode aquellos aos como desesperada resistencia a la accin vio-lenta de transformacin de las poblaciones campesinas del suren masas proletarias, segn las exigencias de una industrializa-cin forzada advertida por la burguesa de la poca. La sangui-naria represihn de esta ilegalidad -se hizo uso del ejrcito ydel exterminio de masas- fue la reaccin a una violencia que,aunque prepoltica, era en todo caso la expresin radical devalores los de una cultura preindustrial) y de intereses los liga-dos a una economa agrcola-pastoril) antagnicos y profunda-mente conflictivos con los dominantes. La lucha contra el ban-dolerismo fue pues una verdadera guerra civil, tanto que du-rante decenios las regiones del sur fueron sometidas por el ejr-cito y su poblacin se vio afectada por el rigor de la legislacinpenal militar. Pues bien, la densidad poltica de este conflictofue ocultada por la interpretacin criminolgica de la poca queestigmatiz el comportamiento ilegal de las masas como biolbgicamente determinado por un retraso en la evolucin de laespecie, por lo cual aquella violencia no era violencia de clasesino violencia gratuita de razas inferiores, que en su obrar mos-traban ser similares ms a las bestias que al hombre. Su repre-sin se justific como benefica obra de civilizacin. Y an ms,se consideraba el crimen como acto inexpresivo e irracional; larepresin por el contrario, com o accin racional dirigida a finespositivos. l mundo e los valores -o sea de las elecciones tico-polticas que premian una conducta humana porque es consi-derada positiva y castigan otras porque son nocivas- se reduceal mundo de los hechos a la nica realidad en que pueden serpercibidos por los sentidos y analizados cientficamente. La criminalidad se envilece en patologa individual; sta en biologanatural.

    Es cierto, por lo tanto, que esta voluntad de negar toda inte-

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    5 C R I ~ ~ I N O L ~ C ~ AORDEN URGUESligibilidad al comportamiento desviado se realiz gracias tam-bin al hecho de que la accin de prevencin-represi6n de lacriminalidad adquiri la dignidad de ciencia. Ahora ya todolo que se refera al control social a la legislacin en materiapenal, a la actividad de la polica, al funcionamiento de lasinstituciones carcelarias, etc.) poda evitar el riesgo de una cri-tica politica la critica poda incluso ser slo de ,tipo tcnicoen cuanto que el positivismo criminolgico, a travs de su m-todo cientfico, eliminaba los errores, negaba toda arbitrariedad,crea slo en la objetividad de los hechos y no en la subjetividadde las opiniones. es por eso comprensible por qu t la cienciacriminolgica positivista tom prestado el lenguaje de la cienciamdica, por qiit el criminal fue considerado como enfermo, elmetodo criminolgico como diagnstico, la actividad de controlsocial como esencialmente terapzitica. Para darse cuenta de estopuede ser til consultar los ensayos criminolgicos de fines desiglo, y para quien no tuviese tiempo ni ganas le aconsejaravivamente visitar el museo criminal de C. Lombroso en Turin.El lector encontrar as la forma de adentrarse en un verdaderoy preciso jardn zoolgico de las monstruosidades humanas don-de la paciencia clasificatoria del gran criminlogo positivista hareducido al comn denominador de lo patolgico las diversas for-mas histricas en que pudo histricamente expresarse la crimi-nalidad. Ms exactamente: una criminalidad histricamente de-finida -la de las clases subalternas en la Italia de fin de siglo-es conocida en la ptica clasificatoria de algunas tipologas cri-minales asumidas como naturales.

    XI EL MODELO INTEGR DO DE CIENCI PEN L

    Es cierto que no siempre, y mucho menos en trminos absolutos,las teorizaciones mhs radicales del positivismo criminolgico fue-ron recogidas por 13 ideologa de la defensa social. Decamosque sta utiliz selectivamente las aportaciones de la criminolo-pa positivista haciendo suyas slo aquellas teoras que se pre-sentaban como funcionales para las necesidades de justificar elsistema represivo vigente y la ciencia penal como racionales, cien-

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    tficas y neutrales. Se realiza as -en Italia y Alemania, entrefines del siglo pasado y los aos treinta de ste- una integra-cin entre ciencia del derecho penal y criminologia positivistael as llamado modelo integrado de ciencia penal .

    En efecto, esta integracin de ciencias heterogdneas ya sea porlo que concierne al obje to la norma penal para la ciencia pe-nal, la fenomenologa criminal para la criminologia) o por lo quese refiere al mt odo normativo-deductivo en el primer caso,emprico-inductivo en el segundo) fue posible slo y en cuantola criminologa positivista se convierte en ciencia auxiliar y de-pendiente de la ciencia penal. Este proceso de subordinacindel positivisnlo criminolgico a la ciencia del derecho penal ticne distintos niveles. Examinmoslos:

    El objeto de la criminologa positivista -como hemos expli-cado varias veces- es el fenmeno criminal analizado a travs delparadigma etiolgico: esto es, la investigacin de las causas de lacriminalidad. Pero en la medida en que la accin criminal per-manece siempre como fenmeno que interesa a la criminologiaslo en cuanto est definido por una norma -conocemos comocriminal solamente a quien ha violado la norma penal- el in-ters de la criminologa positivista se circunscribe slo a compor-tamientos y a sujetos relativos que definimos criminales sobre labase precisamente de un parmetro normativo. No existen na-turalmente ni ladrones ni estafadores; stos existen solo porquese tutela la propiedad privada de cierta manera y a travs deciertas prohibiciones. La criminologia positivista -a pesar de latan repetida insistencia en su autonoma- no pudo ms queaceptar las definicion es legales de criminalidad. Pero las defini-ciones legales de criminalidad, por otra parte, no son ms que elderecho penal vigente. En este primer nivel se realiza ya unasubordinacin de la criminologa por lo que se refiere al objetode sil propio saber.

    La ciencia criminolgica - c o m o saber empfrico-inductivo-deber por lo tanto interesarse por las causas de la criminalidad,y para hacer esto deber poder analizar y estudiar a los delin-cuentes; en efecto, su interes est limitado nicamente a losdelincuentes detenidos en la crcel o internados en la institucindel manicomio o en cualquier caso controlados por la polica.Su laboratorio habra debido ser por lo tanto la sociedad; en la

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    prctica ha sido slo, o casi slo, la crcel el manicomio la co-misaria de policin.En conclusin: la criminologia positivista se interesa por unobjeto la criminalidad) resultante de una doble seleccin: laoperada por las definiciones legales d e criminalidad y la puestaen prctica por los aparatos de cotztrol social magistratura, poli-cia, etc.). Insistimos con un ejemplo: el criminlogo no cono-cer nunca el fenbmeno de la prostitucin; podr slo conoceralgunas mujeres que han cometido acciones contrarias a las bue-nas costumbres o que han tenido la desgracia de haber sido con-denadas por un ju z a la pena de crcel. esto vale evidente-mente para todas las formas de criminalidad. Una conclusinverdaderamente paradjica: el positivismo criminolgico que sehaba dirigido hacia la bsqueda de un fundamento natural, on-tolhgico, de la criminalidad, contra toda su buena intencin esla demostracin inequvoca de lo contrario. o sea de que la cri-minalidad es un fenmeno nor ma tivo. Ciertamente imposiblede ser conocido desde un punto de vista slo fenomenolgico.Pero esta conciencia critica no es patrimonio del positivismocriminolgico. el cual se ilusion, y contina ilusionndose anhoy de ser conocimiento cientfico de las causas de la crimina-lidad. Pero en su obstinada torpeza lia dado en particular enel periodo en que domin el modelo integrado de ciencia penal)y, de manera ms reducida, contina todava lioy dando. unaaportacin determinante para la ideologa de la defensa social. Enefecto, en cuanto subsisten acriticamente las definiciones legalesde criminalidad y la puesta en prctica del proceso de criminali-zacin no puede sino valorar como cientfica y por tanto comoneutral esta doble seleccin hecha realidad por el sistema penaly los aparatos de control social. El resultado al que se llega espor lo tanto el de justificar las opciones de poltica criminalsegn las cuales no existe otra criminalidad que la conocida porla legislacin penal y que los nicos delincuentes son los contro-lados por la polica, castigados por la magistratura, detenidos enlas crceles y en los manicomios judiciales.

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    2 LAS NUEVAS DEMANDAS DE ORDENY LA SOCIOLOGfA DE LA DESVIACION

    1 M LEST R SOCIAL Y ANOMIA EN L CRISIS DELI.IBERAI.ISM0 CLSICO

    En la Europa de fines del siglo xrx -completada la revolucinindustrial- es posible encontrar una serie de fenmenos relati-vos a la crisis de la vida econmico-social comnmente denomi-nada Gran depresin . sta llega asumiendo, en la considera-cin de los liistoriadores y de los economistas, la caracterstica(le linea demarcatoria entre dos fases del capitalismo: animada deemprendedor optimismo la primera; la segunda mis atormentada e incierta, carente sin duda de fe en una natural e ilimitadapotencialidad expansiva del sistema econmico. Fase de paso ypor tanto contradictoria. Por un lado el sistema parece goLarde una salud envidiable: los excedentes de capitales y la reno-vacin tecnolgica unida a las conquistas de la ciencia parecenalentar un aumento constante de la produccin. La misma em-presa sufre profundos cambios: es la poca de los crteles finan-cieros, de los trusts, es la poca en la que las dimensiones de laproduccin industrial tienden a ampliarse cada vez mPs hasta elpunto (le que la actividad de algunas empresas absorbe toda laprodiicrin de un sector. La misma competencia, que habaconocido momentos de despiadada catica agresividad, dejaprogresiyamente el puesto a una competencia ms disciplinada,a una programacin de la produccin, a una intervencin cadavez ms penetrante del estado en el mundo de la produccihn ydel mercado. Pero junto a estos fenmenos de crecimiento hayotros de signo decididamente negativo, como la cada de los pre-cios y de la tasa de ganancia. En la Gran depresin la crisisafecta a las empresas marginales y gradualmente a las empresasen general, y la reduccibn de las ganancias parece resquebrajarirremediablemente la tica misma del sistema, donde el riesgo enla inversibn productiva no encuentra ya necesariamente una re-compensa natural en el crecimiento de las ganancias.

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    56 C R I M I N O ~ ~ A OR EN BURGUSEntre los efectos necesarios de este contradictorio proceso eco-nmico algunos afectan ms directamente las cuestiones de orden

    social: la concentracin industrial lleva a la expulsin del mer-cado de las empresas ms dbiles determinando un incrementode los ndices de desocupacin y en consecuencia un aumento dela conflictividad obrera; en fin, la renovacin tecnolbgica em-puja a la parcelacin del proceso productivo, a una fase avanra-disima de divisin del trabajo. Se rompe el viejo tejido sociocul-tural unitario, abriendo un vaco, una ausencia de valores y denormas sociales sobre las cuales cimentar alguna forma de solida-ridad. Este estado de ausencia de normas y valores sociales ano-mia) pone en terminos imperiosos la cuestibn de cmo garanti-zar el orden, de cmo asegurar el control en una sociedad indus-trializada en fase de avanzada divisin social del trabajo.La obra de mile Durkheim es una primera tentativa racionalde dar respuesta a esta inquietante interrogante; primero, por-que, como se demostrar a continuacin, a la solucin del mis-mo problema se dedicaron tambin los socilogos de la escuelade Chicago y, en terminos no muy distintos, el anlisis sociol-gico estructurd funcionalista. En este momento lo que interesaes la cuestin ms limitada y concreta de cmo se interpreta elfenmeno de la criminalidad y