Para Vencer El Miedo

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WILLIAM FERNANDO TORRES, AIDA JULIETA QUIONES, JUAN MANUEL CASTELLANOS, ARLOVICH CORREA, HILDA SOLEDAD PACHÓN Documental anexo: El silencio no perdona PARA VENCER EL MIEDO Respuestas a los impactos de la guerra en el centro y sur de Colombia entre 1980 y 2010 PARA VENCER EL MIEDO Respuestas a los impactos de la guerra en el centro y sur de Colombia entre 1980 y 2010 Universidad del Tolima L a agudización del conflicto político militar colombiano entre 1978 y 2010 exigió momentos de tregua y negociación. En ellos, los actores del conflicto hablaron, desde 1984, por medio de comisiones de notables; luego, con el apoyo de países amigos, desde 1989; después, las guerrillas reinsertadas participaron en la Constituyente de 1991 para construir un nuevo pacto social; más tarde, en 1998, se reunieron representantes de la sociedad civil –en realidad, de gremios y políticos de diversas tendencias- con una de las guerrillas en un país extranjero; y, por último, entre 1999 y 2002, hubo un intento de diálogo nacional en el que participaron organizaciones –universidades, cooperativas-, y actores sociales –mujeres, niños, artistas-. Este proceso indica que las negociaciones han ido siendo cada vez más incluyentes, pero poco se ha escuchado en ellas la voz de los habitantes de las zonas afectadas por el conflicto. Tales desconocimientos, silencios, estigmas, nos exigieron ocuparnos de los impactos de la guerra colombiana en los tejidos comunicativos cotidianos y de las respuestas que los pobladores dieron a los mismos, en el periodo que va entre el Estatuto de Seguridad del gobierno Turbay y la política de Seguridad Democrática del gobierno Uribe. Pero, también, en unos años en los que las nuevas tecnologías de la comunicación y la información se expandieron en el país y suscitaron nuevos modos de relacionarse. Para enfrentar estos interrogantes, elegimos territorios estratégicos en la historia del país y no suficientemente investigados: los territorios nasa, la zona de colonización antioqueña, el piedemonte amazónico. Es reconfortante que en la mayoría de las respuestas haya habido una exploración de los más diversos lenguajes, géneros, medios y oportunidades, para conseguir expresar la dimensión de su dolor pero también el reclamo de dignidad. Este narrar en colectivo los eventos traumáticos para intentar sanarse, el crear espacios y monumentos que impidan olvidar, y que sirvan para apostar por democracia local, surgieron –en especial- donde hubo luchas previas por el acceso a tierra, carreteras, créditos, salud, educación, energía. Asimismo, donde hubo organizaciones de base que consolidaron identidades y propusieron políticas de la memoria. Grupos de investigación: Culturas, Conflictos y Subjetividades (Universidad Surcolombiana) Ciencias de la Información, Sociedad y Cultura (Universidad Javeriana) Comunicación, Cultura y Sociedad (Universidad de Caldas) Literatura del Tolima (Universidad del Tolima). Lea en: Para vencer el miedo, canal B Presentación 1. Los mapas 2. Los contextos: el conflicto político militar colombiano en el centro y sur de Colombia entre 1980 y 2010 3. Las respuestas de los pobladores frente a los impactos del conflicto en sus tejidos comunicativos hoy 4. La propuesta: investigar la comunicación cotidiana en medio del conflicto político militar Bibliografía Proyecto de investigación “Impactos del conflicto político militar en la comunicación en la vida cotidiana colombiana”. Investigadores principales William Fernando Torres Universidad Surcolombiana Aida Julieta Quiñones Pontificia Universidad Javeriana Coinvestigadores Hilda Soledad Pachón Universidad Surcolombiana Juan Manuel Castellanos Universidad de Caldas Arlovich Correa Manchola Universidad del Tolima Autores Simeón Pérez José Castro Antonio Albarracín Stephanie Andrade Porras Clara Elisa Jacanamejoy Juan Pablo Franco Nathalia Gómez Oscar Javier Neira Pau Torres Felipe Pérez María Rosa Helena del Pilar López Facultad de Ciencias Humanas y Artes Canal A Canal A

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William Fernando Torres, aida JulieTa Quinones, Juan manuel CasTellanos, arloviCh Correa, hilda soledad PaChón

Documental anexo: El silencio no perdona

PARAVENCER ELMIEDO

Respuestas a los impactos de la guerra en el centro y sur de Colombia entre 1980 y 2010

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Universidad del Tolima

La agudización del conflicto político militar colombiano entre 1978 y 2010 exigió momentos de tregua y negociación. En ellos, los actores del conflicto hablaron, desde 1984, por medio de comisiones de notables; luego,

con el apoyo de países amigos, desde 1989; después, las guerrillas reinsertadas participaron en la Constituyente de 1991 para construir un nuevo pacto social; más tarde, en 1998, se reunieron representantes de la sociedad civil –en realidad, de gremios y políticos de diversas tendencias- con una de las guerrillas en un país extranjero; y, por último, entre 1999 y 2002, hubo un intento de diálogo nacional en el que participaron organizaciones –universidades, cooperativas-, y actores sociales –mujeres, niños, artistas-. Este proceso indica que las negociaciones han ido siendo cada vez más incluyentes, pero poco se ha escuchado en ellas la voz de los habitantes de las zonas afectadas por el conflicto.

Tales desconocimientos, silencios, estigmas, nos exigieron ocuparnos de los impactos de la guerra colombiana en los tejidos comunicativos cotidianos y de las respuestas que los pobladores dieron a los mismos, en el periodo que va entre el Estatuto de Seguridad del gobierno Turbay y la política de Seguridad Democrática del gobierno Uribe. Pero, también, en unos años en los que las nuevas tecnologías de la comunicación y la información se expandieron en el país y suscitaron nuevos modos de relacionarse.

Para enfrentar estos interrogantes, elegimos territorios estratégicos en la historia del país y no suficientemente investigados: los territorios nasa, la zona de colonización antioqueña, el piedemonte amazónico. Es reconfortante que en la mayoría de las respuestas haya habido una exploración de los más diversos lenguajes, géneros, medios y oportunidades, para conseguir expresar la dimensión de su dolor pero también el reclamo de dignidad. Este narrar en colectivo los eventos traumáticos para intentar sanarse, el crear espacios y monumentos que impidan olvidar, y que sirvan para apostar por democracia local, surgieron –en especial- donde hubo luchas previas por el acceso a tierra, carreteras, créditos, salud, educación, energía. Asimismo, donde hubo organizaciones de base que consolidaron identidades y propusieron políticas de la memoria.

Grupos de investigación:

•Culturas, Conflictos y Subjetividades (Universidad Surcolombiana)

•Ciencias de la Información, Sociedad y Cultura (Universidad Javeriana)

•Comunicación, Cultura y Sociedad (Universidad de Caldas)

•Literatura del Tolima (Universidad del Tolima).

Lea en:Para vencer el miedo, canal B

Presentación1. Los mapas2. Los contextos: el conflicto político

militar colombiano en el centro y sur de Colombia entre 1980 y 2010

3. Las respuestas de los pobladores frente a los impactos del conflicto en sus tejidos comunicativos hoy

4. La propuesta: investigar la comunicación cotidiana en medio del conflicto político militar

Bibliografía

Proyecto de investigación “Impactos del conflicto político militar en la comunicación en la vida cotidiana colombiana”.

Investigadores principales

William Fernando TorresUniversidad Surcolombiana

Aida Julieta QuiñonesPontificia Universidad Javeriana

Coinvestigadores

Hilda Soledad PachónUniversidad Surcolombiana

Juan Manuel CastellanosUniversidad de Caldas

Arlovich Correa MancholaUniversidad del Tolima

Autores

Simeón PérezJosé CastroAntonio Albarracín Stephanie Andrade PorrasClara Elisa JacanamejoyJuan Pablo FrancoNathalia GómezOscar Javier NeiraPau TorresFelipe PérezMaría Rosa Helena del Pilar López

Facultad de Ciencias Humanas y Artes

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Para vencer el miedoRespuestas a los impactos de la guerra

en el centro y sur de Colombia entre 1980 y 2010

William Fernando TorresAida Quiñones

Juan Manuel CastellanosArlovich Correa

Hilda Soledad Pachón

ColcienciasPontificia Universidad Javeriana

Universidad SurcolombianaUniversidad del TolimaUniversidad de Caldas

2012

Documental anexo: El silencio no perdona

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© Sello Editorial Universidad del Tolima, Colciencias, Universidad Javeriana, Universidad Surcolombiana, Universidad de Caldas, 2012

© William Fernando Torres Aida Julieta Quiñones Juan Manuel Castellanos Arlovich Correa Hilda Soledad Pachón

Primera edición: 1000 ejemplares ISBN: 978-958-8747-03-3Número de páginas: 256Ibagué-Tolima

Para vencer el miedo. Respuestas a los impactos de la guerra en el centro y sur de Colombia entre 1980 y 2010

Impresión, diseño y diagramación por León Gráficas Ltda.Foto portada: Olmo TorresCorrección de estilo: Andrés Felipe Bernal

Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción total o parcial por cualquier medio, sin permiso expreso de los autores.

Para vencer el miedo: Respuestas a los impactos de la guerra en el centro y sur de Colombia entre 1980 y 2010 / William Fernando Torres… [et al.]. - 1a. Ed. - Ibagué: Universidad del Tolima, 2012. vii, 256 p.: il. - (Documental anexo: El silencio no perdona)

Contenido: La guerra del Caquetá (1978-1982). - Los efectos de la triple alianza:

Narcotraficantes, paramilitares y miembros de las fuerzas armadas. - Las movilizaciones campesinas y los múltiples intereses en juego (1992-1996). - La expansión paramilitar (1993-2005). - Idas y venidas de las farc en el sur (2001-2006). - Resonancias de la guerra en el centro. - Indígenas.

1. Violencia – Colombia 2. Conflicto armado – Colombia 3. Guerrillas – Colombia I. Quiñones, Aida Julieta ii. Castellanos, Juan Manuel iii. Correa, Arlovich iv. Pachón Hilda v. Colciencias vi. Universidad Javeriana vii. Universidad Surcolombiana viii. Universidad de Caldas ix. Universidad del Tolima.

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AgradecimientosA los pobladores de los municipios y de los territorios indígenas investigados porque nos acogieron sin mayores prevenciones, nos abrieron las puertas de sus casas y de sus talleres, y nos llevaron a sus sitios de encuentro. Ellos nos enseñaron a escucharlos.

A los tesistas de maestría y pregrado que participaron en la investigación porque al encontrarse descubrieron entre sí un país que no conocían, nos re-velaron el que quieren construir y, en especial, nos plantearon nuevos retos pedagógicos.

A Jesús Martín-Barbero por creer en este proyecto cuando apenas era pro-puesta de investigación.

A Amparo Cadavid, Adriana Ordoñez, Hernando Cruz y Antonio Roveda por su acompañamiento en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá.

A Angélica Barrantes de colciencias por su paciencia, comprensión y apoyo. Y a las funcionarias y funcionarios de colciencias y nuestras universi-dades que facilitaron realizar esta investigación.

A Iván Arturo Torres Aranguren, de la Fundación Rayuela, por la genero-sidad con que apoyó nuestro trabajo de campo.

A Marco Ceballos por sus sugerencias editoriales.A Ingrid Gerena, por el rigor y eficacia con el que organizó y mantuvo el

archivo de esta investigación.A Héctor Villarraga, por el impulso que le dió al proyecto desde sus ini-

cios en la Universidad del Tolima.

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ContenidoAgradecimientos .......................................................................................................v

Presentación ............................................................................................................ ix

1. La guerra del Caquetá (1978-1982) ...................................................................... 1Un testimonio: las vueltas de mi vida ............................................................................3

Simeón Pérez. Líder campesino de El Pato

2. Los efectos de la triple alianza: narcotraficantes, paramilitares y miembros de las fuerzas armadas..................................................................... 15El fracaso de lo imaginado: Gramáticas y texturas del pasado de las víctimas de la Unión Patriótica en Manizales, Caldas, desde 1985 ........................ 17

José A. Castro, Universidad de Caldas

Impactos del conflicto político militar en la vida cotidiana de los habitantes de Trujillo, Valle, entre 1990 y 2010 ............................................................................ 25

Antonio Albarracín, Pontificia Universidad Javeriana, Cali

3. Las movilizaciones campesinas y los múltiples intereses en juego (1992-1996) ..55Memorias de una pequeña caficultora del Líbano sobre las movilizaciones cafeteras del Tolima desde 1992 .................................................................................. 57

Stephanie Andrade y Arlovich Correa, Universidad del Tolima

4. La expansión paramilitar (1993-2005) .............................................................. 77“Para el miedo, ningún sastre cose pantalones”. Respuestas ante el temor colectivo creado por el conflicto armado en Puerto Asís, Putumayo entre 1991 y 2007 .................................................................................................................... 79

Clara Elisa Jacanamejoy, Universidad de Caldas

La memoria espacial del conflicto en Samaná, Caldas entre 1985 y 2010 ............. 87Juan Pablo Franco, Universidad de Caldas

Estrategias de adaptación al conflicto en Caldas. El caso de Aguadas ................. 106Juan Manuel Castellanos y Nathalia Gómez, Universidad de Caldas

5. Idas y venidas de las farc en el sur (2001-2006) ............................................. 135Las fronteras definidas. Apuntes para una comprensión de los impactos del conflicto en San José del Fragua, San Vicente del Caguán y Florencia, Caquetá ...137

Óscar Javier Neira Quigua, Universidad Surcolombiana

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6. Resonancias de la guerra .................................................................................. 153Conflicto político militar, memorias y tejidos comunicativos en Neiva entre 1980 - 2010 ........................................................................................................ 155

William Fernando Torres, Universidad Surcolombiana, y Pau Torres, Universidad Nacional

Pactos, subjetividad y ciudadanía en las localidades de Ciudad Bolívar y Sumapaz de Bogotá, d.c., entre 1991 y 2007 ........................................................... 173

Felipe Pérez, Pontificia Universidad Javeriana

7. Las respuestas nasa al conflicto ........................................................................ 185Territorio nasa: conflicto político militar y tejidos comunicativos....................... 187

Aida Julieta Quiñones, Pontificia Universidad Javeriana

Con el futuro a cuestas. Construcción cultural de un territorio nasa en Íquira, Huila, después de la avalancha del río Páez en 1994, y en medio del conflicto político militar ............................................................................................. 215

María Rosa Helena del Pilar López Silva, Universidad Surcolombiana

Bibliografía. (en: Para vencer el miedo, canal B)

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Presentación

Trazos de brocha gorda

Durante la segunda mitad del siglo xx, los gobiernos colombianos impulsa-ron guerras contra el comunismo y el narcotráfico. En unas ocasiones, ellas se unificaron; en otras, se superpusieron; y en otras más, los narcotraficantes reclutaron (o acogieron) a miembros de las fuerzas públicas para liquidar a opositorxs y críticos de la gestión gubernamental o enfrentar a guerrillas. Las que, por su parte, terminaron vinculadas al tráfico de drogas y compitiendo con los carteles en producirlas.

Con todo, estas confrontaciones no eran nuevas en el país. Ellas continua-ban la batalla que traían desde el siglo xix los partidos hegemónicos tradicio-nales –el conservador y el liberal- por el poder y la tierra. Pero que, en 1958, se convirtió en alianza para compartir el manejo del gobierno hasta 1974, de manera formal; porque de manera informal tuvo continuidad hasta 1986. Con este pacto, los gobiernos intentaron detener el río de sangre desatado por la Violencia desde 1946 y, también, apaciguar la creciente inconformidad de di-versos sectores sociales.

Ella se expresó durante los cincuentas, a través de las protestas universi-tarias, la creación de sindicatos nacionales –como el de los educadores-, y la insurgencia campesina que había emergido en algunos lugares del territorio colombiano -como en los llanos orientales, el sur del Tolima y el piedemonte amazónico-, y alimentó el surgimiento de guerrillas campesinas y nacionalis-tas, en los sesentas. A las anteriores movilizaciones se sumaron las tomas de tierras de los campesinos organizados en la anuc, en los setentas, o los nume-rosos paros cívicos urbanos, en medio de un país que se había vuelto urbano y laico de manera acelerada.

Entre 1978 y 2010, el periodo que aborda este libro, el conflicto político militar colombiano pasó por cinco grandes etapas. La primera fue la marcada por el Estatuto de Seguridad con el que el gobierno Turbay Ayala (1978-1982)

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enfrentó el accionar de las guerrillas y la protesta que creció durante la década. Este Estatuto introdujo en Colombia las pautas de la Doctrina de Seguridad Nacional impulsada por Estados Unidos en América Latina.

Esa doctrina propició la serie de dictaduras impuestas en el sur del con-tinente, entre los setentas y ochentas, que se propusieron liquidar al “enemigo interno”; es decir, a todos aquellos que no compartieran las bondades del ca-pitalismo. Con ese fin, desconocieron los derechos humanos, recurrieron a la desaparición de personas, y permitieron que las fuerzas nacionales de seguri-dad pasaran fronteras y asesinaran a los ciudadanos disidentes que se habían refugiado en otros países. Todo este plan tuvo como propósito último el garan-tizar el ascenso del modelo neoliberal. Para mostrar sus logros se experimentó esta propuesta en el Chile de Pinochet a costa de la fragmentación emocional del país por el numeroso exilio de sus ciudadanos y el consiguiente empeora-miento de la salud mental de su población, así lo han explicado el periodista John Dinges, en su libro de 2003 sobre la Operación Cóndor, y el profesor Steve Stern en su trilogía La caja de la memoria del Chile de Pinochet publicada entre 2004 y 2010. El amplio repudio de opinión influyente a estas antidemocráticas prácticas gubernamentales, llevó a los impulsores de este proyecto a profundi-zar la llamada “guerra sucia”.

En ella se aliaron miembros de las fuerzas armadas nacionales, paramili-tares y narcotraficantes -en países como Bolivia y Colombia-, para liquidar a sectores progresistas y de izquierda, e intimidar y silenciar a la mayoría de la población. Estas acciones caracterizan la segunda etapa del conflicto político militar colombiano durante el período en estudio, y a la que conocemos como la de la Triple Alianza (de narcotraficantes, paramilitares y miembros de las Fuerzas Armadas). Ella es la que va entre mediados de los ochentas y media-dos de los noventas y se caracteriza por el genocidio de la Unión Patriótica y otras fuerzas de izquierda, masacres como la de Trujillo, en el Valle, entre 1986 y 1994, y el asesinato de cuatro candidatos a la presidencia de la república en-tre 1986 y 1990. Como se sabe, este río de sangre fue uno de los motivos que exigieron la creación de un nuevo pacto social -mediante Carta de 1991-, y además presionaron al m19, el epl, el prt y el mql para que abandonaran las armas.

La tercera etapa es la que se da por el escalamiento de la confrontación que hace las farc, entre 1994 y 1998, con el objetivo de responder al ataque del Ejército al Secretariado de su organización el 9 de diciembre de 1999, justo el día en que los colombianos eligieron a quienes los representarían en la Cons-

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tituyente. Este ataque supuso el desconocimiento de las conversaciones en las que avanzaban las farc con negociadores de la presidencia para tener cupo en ella; así lo afirmó el excanciller conservador Augusto Ramírez Ocampo en una entrevista que difundió el noticiero Caracol del 16 de junio de 2011, dos días después de su muerte.

Esta agudización del conflicto fue paralela a las movilizaciones campesinas de los afectados por la ruptura del Pacto Internacional del Café en 1989-, entre 1992 y 1995, en la zona de colonización antioqueña. También fue paralela a las marchas con las que los cultivadores y raspachines de coca en el piedemonte amazónico reaccionaron a las fumigaciones con glifosato a los sembrados. Ta-les acciones se superpusieron al principio con las de las farc o el eln; luego, se entrecruzaron y, en el caso de los cocaleros, se confundieron, después de que la mayoría de los departamentos de la Amazonia occidental colombiana fueran declarados Zonas Especiales de Orden Público por el presidente Samper, en mayo de 1996.

La cuarta etapa fue la de la expansión paramilitar. Ella se dio para integrar a las autodefensas regionales en un ejército nacional bajo las siglas de las Au-todefensas Unidas de Colombia –auc-, y enfrentar a las farc en los territorios bajo su dominio. Esta iniciativa surgió en el primer lustro de los noventa pero se ejecutó a partir del 2 de julio de 1997 (Semana, 1536, 10 a 17/11/2011: 48), cuando los paramilitares partieron de Urabá para tomarse Mapiripán, entre el 12 y 21 de julio de 1997. Después continuó en el Caquetá y en el Putumayo, según las declaraciones de víctimas a la Fiscalía del primer departamento. Pero esta expansión no sólo tocó al sur del país sino a otras localidades de la zona de colonización antioqueña entre las que estuvieron Samaná y Aguadas, en Caldas, donde las FARC también hacían presencia.

La última etapa fue la de los diálogos del Caguán y la de la confrontación abierta. Esta última se inicia el 22 de febrero de 2002 con la ruptura de las con-versaciones en el Caguán, decretadas por el presidente Pastrana, y para la que puso en marcha todos los apoyos norteamericanos que había obtenido con la firma del Plan Colombia en 2000. Y que se mantuvo durante los ocho años del gobierno Uribe Vélez.

En suma, la agudización del conflicto entre 1978 y 2010 exigió momen-tos de tregua y negociación. En ellos, los actores del conflicto hablaron, des-de 1984, por medio de comisiones de notables; luego, en la negociación en países amigos, desde 1989; después, las guerrillas reinsertadas participaron en la Constituyente de 1991 para construir un nuevo pacto social; más tarde, en

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1998, se reunieron representantes de la sociedad civil –en realidad, de gremios y políticos de diversas tendencias- con la guerrilla del eln en un país extranje-ro; y, por último, entre 1999 y 2002, hubo un intento de diálogo nacional en el que participaron organizaciones –universidades, cooperativas-, actores socia-les –mujeres, niños, artistas-. Este proceso indica que las negociaciones han ido siendo cada vez más incluyentes, pero poco se ha escuchado en ellas la voz de los habitantes de las zonas afectadas por el conflicto.

En estos contextos y procesos, quienes han sufrido los impactos del con-flicto de manera constante e implacable son lxs habitantes de pequeñas pobla-ciones y zonas rurales, así lo han demostrado los estudios de caso realizados por la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación desde 2008. Tam-bién, las investigaciones sobre conflicto armado y salud mental revelan que en localidades apartadas la violencia no sólo es directa, y cultural, porque los pobladores son sometidos al silencio y al estigma; si no que además viven una violencia estructural porque suele haber ausencia de reconocimiento a las vícti-mas (MSF, 2010). A lo anterior se añade que estos lugares sólo reciben atención de los medios masivos cuando ocurren hechos de sangre que dejan numerosos muertos; pero al narrarlos, con frecuencia ellos desconocen los antecedentes y las disputas territoriales de los armados, o no se enteran de las respuestas que los habitantes van dando al conflicto político militar degradado en el día a día de sus vidas.

Tales desconocimientos, silencios, estigmas, nos exigieron ocuparnos de los impactos de la guerra colombiana en los tejidos comunicativos cotidianos y de las respuestas que los pobladores dieron a los mismos, en el periodo que va entre el Estatuto de Seguridad del gobierno Turbay (1978-1982) y la política de Seguridad Democrática del gobierno Uribe (2002-2010). Pero, también, en unos años en los que las nuevas tecnologías de la comunicación y la informa-ción se expandieron en el país y suscitaron nuevos modos de relacionarse.

Entre las preguntas que nos planteamos estaban las de cuáles eran los te-jidos que más rápidamente deterioraba o acallaba el conflicto; también la de cuáles tejidos comunicativos reelaboraban las nuevas tecnologías; y la de quié-nes fueron los habitantes con mayor iniciativa para responder. Si eran los de lugares con memorias e identidades más consolidadas, o quienes contaron con prontas solidaridades, o quienes aprendieron a utilizar las nuevas tecnologías para divulgar la situación.

Para enfrentar estos interrogantes, elegimos territorios que han sido estra-tégicos en la historia del país y no suficientemente investigados. Ellos fueron

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territorios nasas de Cauca y Huila donde perviven memorias desde la época colonial, como lo han demostrado Joanne Rappaport y Mónica Espinosa (Rap-paport, 1990; Espinosa, 2009); la zona de la colonización antioqueña donde, desde mediados del siglo xix, numerosos grupos de migrantes fueron asen-tando el cultivo del café, tan trascendental en la vida económica colombiana; y la zona del piedemonte amazónico donde, desde mediados del siglo xx, hubo nuevas colonizaciones campesinas e insurgencias guerrilleras, y –desde finales de los setentas- se expandió el cultivo de la coca y el tráfico de cocaína, que cambió de manera acelerada –e, incluso, radical- los imaginarios y valores de lxs colombianxs.

Por consiguiente, los lugares donde trabajamos fueron los de los nasa de Toribío y del resguardo Wila relocalizado en Rionegro, Íquira (Huila). En la zona de la colonización antioqueña, indagamos en Aguadas y Samaná, en Caldas, en Trujillo, Valle, y en Líbano y Chaparral, Tolima. En el piedemonte amazónico, fuimos a San Vicente, Florencia y San José de Fragua, en Caquetá, y a Mocoa y Puerto Asís en el Putumayo. Y para establecer las resonancias de la guerra en zonas próximas y distantes, hicimos trabajo de campo en Neiva, Rivera y Pitalito en Huila, y en las localidades de Sumapaz y Ciudad Bolívar en Bogotá. También compartimos con miembros y parientes de víctimas de la Unión Patriótica, en Manizales, y con maestrxs de Neiva. Como se puede advertir, el territorio estudiado coincide en buena parte con el que los autores del Informe sobre Desarrollo Humano en Colombia llamaron el del mapa de la U (pnud, 2003).

Pese a las distancias que las separan y las divisiones departamentales, estas localidades han tenido vínculos a lo largo de la historia nacional que produje-ron mestizajes, reelaboraciones culturales y difusión de ideas políticas que no han sido suficientemente examinadas. Colonizadores del Eje Cafetero y Valle se asentaron en el Líbano y en Chaparral, desde finales del siglo xix; y algunos de ellos llegaron hasta el Caquetá y Putumayo desde mediados del siglo xx. En los años cincuenta salieron de campesinos en columnas de marcha des-de Chaparral y Sumapaz, atravesaron la cordillera Oriental, y se afincaron en el piedemonte amazónico. Huilenses y tolimenses migraron al Caquetá desde finales del siglo xix. Los indígenas del sur del Tolima y norte del Huila acom-pañaron las luchas de Quintín Lame desde la primera década del xx por el acceso a la tierra, la defensa de su raza y el restablecimiento del gran resguardo de Ortega-Chaparral. Hoy los nasa de Toribío e Íquira se declaran herederos de sus luchas.

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Para realizar este proyecto, trabajamos entre 2009 y 2011 con graduandxs de pregrado o maestría en comunicación o ciencias sociales de las universida-des públicas Surcolombiana, del Tolima y de Caldas, y de la Pontificia Javeriana de Bogotá. Con ellxs hicimos, en primer lugar, un seguimiento a la vida coti-diana de municipios y comunidades de Caldas, Valle, Cauca, Tolima, Huila, Caquetá y Putumayo a partir de la memoria de los pobladores; en segundo término, establecimos los hostigamientos, las extorsiones, las tomas, los se-cuestros, los asesinatos, que realizaron en ellos los grupos armados; en tercera instancia, inferimos los impactos en los tejidos comunicativos y, por último, analizamos las reacciones de los habitantes a estas intervenciones e intentamos a la creatividad y eficacia de las mismas para enfrentar la guerra. La mayoría de los estudiantes indagó en los sitios donde había nacido, crecido, habitan, o con los que aún tienen afectuosas relaciones. Los productos de la investigación fueron el documental El silencio no perdona, los dos tomos del libro Para ven-cer el miedo, seis artículos científicos y diecisiete trabajos de grado o tesis de maestría y doctorado.

El primer tomo que ahora entregamos, Para vencer el miedo, Canal A, si-gue las etapas que ha tenido la confrontación durante los últimos treinta años, esbozadas más arriba. Él parte de un testimonio que refiere los procesos de colonización en el Caguán, la guerra del Caquetá entre 1978 y 1982, y las luchas políticas en el Bajo Caguán. Luego, explora la memoria sobre el genocidio de la Unión Patriótica en Manizales, desde 1985, y sobre la hegemonía narcopa-ramilitar en Trujillo, Valle, entre 1986 y 1994. Continúa con las movilizaciones de campesinxs cafeterxs en el Tolima, en el primer quinquenio de los años no-venta. De ahí pasa al relato de la expansión paramilitar en Caldas, Putumayo y Caquetá, y a su enfrentamiento con las farc desde 1997. Complementa lo pre-cedente con la reacción de las farc en el Caquetá durante la primera década del siglo xxi. Después, indaga las resonancias del conflicto en la cercana Neiva y en el centro del país, en los casos de Sumapaz y Ciudad Bolívar en Bogotá. Por último, se acerca a las actuales luchas de los nasa por la defender la vida y su identidad en medio de la guerra.

Con los relatos que aquí proponemos aspiramos a esbozar un panorama que contribuya a establecer si en estas guerras más que actos aislados, como se supone, hay estrategias que corresponden a lógicas sistemáticas y cínicas. A unas que, incluso, son capaces de inyectarnos indiferencia, de hacernos olvidar que con cada persona que muere en el conflicto se alarga la guerra, y por consi-guiente le estamos restando posibilidades a quienes vienen detrás de tener una

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vida propia y creadora.En Para vencer el miedo, Canal B, exponemos los marcos teórico e histó-

rico de la pesquisa y presentamos las respuestas de lxs habitantes que revelan una ejemplar capacidad de iniciativa y esperanza. A partir del análisis de los resultados obtenidos, hacemos una propuesta para investigar la comunicación en medio de la guerra.

Las respuestas más creativas y eficaces frente a los propósito de los arma-dos -amedrantar y desunir a los habitantes, controlarles sus espacios y tiem-pos cotidianos, y disponer de sus vidas-, surgieron con mayor frecuencia en lugares donde había memorias de luchas previas, se contaba con identidades establecidas, organizaciones de base o fuertes vínculos vecinales. Al lado de ellas, hubo otras iniciativas debidas a la movilización solidaria de personas u organizaciones externas que propiciaron el asumir duelos y exigir reparación, o acompañaron la apertura de espacios simbólicos y artísticos para reclamar sus desaparecidos o conservar la memoria de lxs ausentes. También hay unas localidades donde el conflicto cercenó tanto las confianzas que los dolientes permanecen sumidos en la perplejidad y aún no deciden qué recordar o para qué hacerlo. Hay otras donde algunos no comparten los rituales de la memoria porque los condenan a vivir de la compasión ajena, a permanecer en estado de minusvalía. Y otras en los que los habitantes utilizaron su situación de víctimas para conseguir alivios que durante años les habían sido negados pero que ter-minaron dividiéndolos más.

En la mayoría de las respuestas ha habido una exploración de los más diversos lenguajes, géneros, medios y oportunidades, para conseguir expresar la dimensión de su dolor pero también el reclamo de dignidad. Este narrar los eventos traumáticos para intentar sanarse, el crear espacios y monumentos que impidan olvidar, y que sirvan para apostar por democracia local, surgieron donde hubo luchas previas por el acceso a tierra, carreteras, créditos, salud, educación, energía. Asimismo, donde hubo organizaciones de base que conso-lidaron identidades y propusieron políticas de la memoria.

Hemos recurrido a presentar los resultados escritos en dos canales, para seguir la propuesta de Orlando Fals Borda en su Historia doble de la Costa, de poner el relato de los habitantes en el canal izquierdo, y la interpretación aca-démica en el canal derecho (y a veces integrándolos), pero –en este caso- ha-ciéndolo en dos textos diferentes y acompañados por el documental El silencio no perdona, donde hablan habitantes de seis de los municipios investigados.

Al elegir esta estrategia queremos animar a lxs lectorxs a relacionar y

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contrastar los relatos escritos con los visuales y con los contextos históricos para que discutan la interpretación que proponemos, pero sobre todo para que construyamos respuestas incluyentes que contribuyan a detener la guerra y, sobre todo, inventar nuevo país.

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Antioquia Santander

Boyacá

BogotáCaldas

Huila

Caquetá

Guaviare

Mapa de la “U” a partir de la imagen original (PNUD 2003).

Meta

Putumayo

Cauca

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1. La guerra del Caquetá (1978-1982)

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Un testimonio: las vueltas de mi vida

Simeón Pérez. Líder campesino de El Pato

Mi papá era del Cesar y se volvió trabajador de los Ferrocarriles Nacionales en Puerto Wilches, en Puerto Liévano, en Cundinamarca. Él estuvo en un paro de los ferrocarriles que apoyó Jorge Eliécer Gaitán. Y contaba que, en las ne-gociaciones, el sindicato hizo que los patronos les dieran treinta días de trans-porte gratis para ir a buscar empleo a cualquier parte del país. Entonces, mi papá aprovechó y se fue a Puerto Leguízamo, en el Putumayo, donde trabajó en la carretera Puerto Leguízamo-La Tagua. Nos dijo que por allá había mucho mosco; que para comer tocaba meterse en el mosquitero; que había tanto mos-co que a algunos ciudadanos los picaba hasta en la pupila de los ojos.

Mi papá regresó a Neiva, se encontró con unos amigos y decidió venirse para la región de El Pato, por la vía Algeciras-Guacamayas... Y se incorporó, se hizo colono en la zona Pato. Quiero decirles que ahí arrancó la vida estable de mi papá. Ahí se conoció con mi mamá y abrieron una finca que todavía existe en San Vicente del Caguán, en la que vivo. Yo soy de San Vicente del Caguán, en la zona de El Pato, neto patuno, y aquí estoy bien; aunque nos estigmaticen por la violencia.

Debemos de entender que la violencia no es de ahorita, la violencia en Colombia existe desde el Descubrimiento. Cuando nos descubrieron, según la historia, aquí nos confiscaron a punta de sometimientos; de robarnos nuestras culturas, de robarnos nuestros dioses, de robarnos nuestro idioma, de robar-nos nuestras riquezas, el oro, y todo lo que tenían nuestros indígenas. Nos lo

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robaron y nos convirtieron en esclavos. Vean ustedes, señores, si será justo que cuando uno pierde una contienda, lo sometan como esclavo por más de cien años, quitándole todas las garantías. Entonces, no es solamente ahora que vivimos la violencia, sino que la violencia nos la trajeron los españoles en el Descubrimiento. Y a raíz de todos esos genes que tenemos, seguimos siendo genes de violencia.

Porque, según la historia de Colombia, cuando los conservadores manda-ron cuarenta años, nos sometieron a que los liberales no podían existir; y para erradicarlos, crearon una figura que se llamaba la chulavita. Esa descomposi-ción se agrandó con la muerte de Jorge Eliécer Gaitán, en la época que yo nací, y desde ese tiempo soy desplazado de la violencia, por los mismos gérmenes de violencia que están radicados en nuestros ancestros.

Pero eso no es porque nosotros lo queramos así, sino por los gobernan-tes que siempre han querido vivir desconociendo a su perdedor; siempre han querido someterlo a la fuerza. Y yo considero que mientras existamos en esas desigualdades, no es fácil conseguir la paz.

Entonces, con la muerte de Gaitán, yo apenas estaba nacido, se empezó el desplazamiento y todavía a esta época sigue. La primera vez que nos desplaza-mos de El Pato, lo hicimos por órdenes del teniente Cascante. Él ordenó que nos saliéramos todos los campesinos de El Pato porque él iba a invadir esta zona.

A nosotros nos atropelló esta situación. Un sargento Silva se llevó a mi papá amarrado. Entonces, nos tocó irnos con mi papá y los otros campesinos para la Macarena, refugiados. Allá estuvimos en la fundación del municipio de la Macarena. En ese tiempo había allí un chulavita, que se llamaba Hernando Palma; él traía un avión cada mes con víveres; era un personaje al margen de la ley que manejaba helicópteros, aviones y todo. Allí trabajo mi papá por cinco años.

Después, ya con el cambio de presidente, con la caída de la dictadura de Rojas Pinilla, llegó el proceso democrático de Alberto Lleras Camargo, el cual nos permitió volver a la zona de El Pato; volver a trabajar la finca que habíamos dejado abandonada por cinco años. Nos pusimos a trabajar con la conciencia de que la pérdida de trabajo de cinco años en la finca no era porque hubiéra-mos querido, si no por causas de la incomprensión de los mandatarios con los campesinos y el pueblo; pues, siempre los paganos han sido los campesinos, el pueblo.

Ahí trabajamos otro período, organizados en un Sindicato Agrario de El Pato, cultivando. Nos ayudaba el Sindicato al mercadeo del marrano, el fríjol,

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el arroz y todos lo que producíamos, y allí nos sosteníamos, trabajábamos bien. Luego, vino otra de las arremetidas del gobierno y nos tocó salir otra vez des-plazados.

Ahí fue cuando dijeron, en el parlamento, que se estaban formando unas repúblicas independientes, simplemente porque unos campesinos pensaron que la paz del país no es pensar lo que piensa el Estado, sino pensar otras propues-tas de conciliación. Dijeron que las repúblicas independientes eran unos si-tios donde no podía entrar la fuerza pública. Pero Marquetalia, Riochiquito, El Pato, Guayabero, El Duda, Alto Sumapaz, eran unos sitios de gente desplazada que se había asentado en esas regiones y se había inspirado en la izquierda para formar un nuevo modelo de vida, donde todos luchábamos por la igualdad del hombre. Por eso nos perseguían.

El Congreso de ese tiempo empujó para que en lugar de mandarnos lo que pedíamos los campesinos -vías que todavía estamos peliando por ellas, asistencia técnica que todavía estamos luchando porque la den-, nos mandaran unos gringos a bombardearnos, al Ejército a asediar las poblaciones para que dejáramos de joder, para que no pidiéramos lo que no se debía de pedir.

Por ese motivo tuvimos el segundo desplazamiento que fue más duro, más aguerrido, ya que la fuerza pública no nos avisó que teníamos que salirnos. Nos llegó de sorpresa. A los campesinos los cogió la Fuerza Pública, a casi todos los jóvenes de mi edad, la Fuerza Pública los mató; y a los otros los pusieron a tra-bajar cargándole el equipo, la remesa, a hacerles trocha, a hacerles campamen-to, hacerles de comer y aguantar calamidades, como las que aguanta un militar que no sabe qué es este trabajo. Ahí acabaron su vida porque los trataban como los españoles a los indígenas, cuando no daban más: los mataban, no volvían a salir. Con ese trato a los pocos campesinos que quedamos nos tocó mandarnos a perder; los otros se fueron a la guerrilla como expresión de rebeldía.

El Ejército quemó las casas, las plataneras, se comieron los marranos; es decir, no pudimos vivir, nos tocó salirnos, emigrar. Nosotros hemos sido con-vencidos de que el cambio debemos de hacerlo políticamente, enseñándole a las personas qué son las injusticias y qué es la justicia; por lo tanto, nunca nos ha gustado enfrentar por la fuerza a nadie, no nos ha gustado enguerrillerar-nos, hacer mal a nuestros semejantes. Nosotros nos quedamos en la vía pací-fica. Nos desplazamos y perdimos todo y dejamos la finca botada por quince años. Tratamos de tirarnos a salir a Leticia, pero no fuimos más allá del río Caquetá con el Caguán. En este desplazamiento salimos golpeados muy duro.

Como estaba joven, me fui buscando camino a Puerto Leguízamo, cerca

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de La Tagua, y por allí trabajé con mi mujer, con mis hijos. Ya habían nacido ahí los mayores, Israel y Fidel, que ya son profesionales y me acompañan. Lue-go, volvimos a trabajar a un pueblito que se llama Remolinos del Caguán, muy conocido, porque allí se organizó un área de reserva forestal con la Universidad Nacional y la Universidad Incca.

Al principio llegamos sabroso porque se trabajaba con agricultura, gana-dería, marranos, y también organizamos la Junta de Acción Comunal y la mili-tancia en células del Partido Comunista. Eso nos permitió organizar muy bien a la comunidad, nos permitió vivir en sana paz porque no había un ladrón, no había un violador, no había desacuerdo entre la comunidad, ni necesitábamos de policía ni Fuerza Pública para vivir, porque la misma comunidad crea sus mecanismos para conservar su integridad económica, física y moral.

Entonces apareció la coca. Apareció la coca y eso nos trajo ya más descon-trol, porque ya vino gente de otros países, otras ciudades, gente aspirando al dinero, gente con muchos resabios, gente con armas. Eso ya exigía otra dimen-sión de organización. También, en ese mismo escenario aparece la guerrilla en el Caguán, detrás del dinero, porque la guerrilla y las Fuerzas Armadas se mueven y funcionan cuando hay plata; cuando no hay plata, los campesinos apenas tienen economía para ellos vivir, no para darle a nadie.

Ahí vino otra dimensión en el estilo legislativo, porque ya era con el arma. Los dueños de fincas y plantes iban con gente armada; la guerrilla también se movía por todas partes con armas. De todas maneras, el arma –puedo expli-car-, mientras esté en buenas manos, no hace daño al ser humano; ya cuando el arma está en malas manos -en esas personas que no tienen conciencia de estimar al ciudadano-, es cuando comienzan los asesinatos, las desapariciones y los desmanes que conocemos en nuestro país. Pero allí nos organizamos en una figura que se llamó Coordinadora de Juntas de Acción Comunal y se orga-nizó la comunidad y fundamos los pueblos de Remolinos, el Caguán, Camelia, Santafé, Santo Domingo y Peñas Rojas.

Cuando esos pueblos y veredas, estaban ya poblados, fueron punto de fuerza para que el gobierno levantara la reserva forestal. Eso se consiguió a raíz de las presiones políticas que hicimos: hicimos un foro invitando a toda la comunidad, y luego hicimos el segundo y el tercer foro –sobre la reserva forestal- y el cuarto, que fue cuando hicimos el Plan de Desarrollo para la zona del Bajo Caguán. Con él, realizamos la distribución de la tierra, la reforma agraria. Hicimos una distribución de la tierra que consideramos que era justa en esa toma, como era tener uno unas doscientas hectáreas para finca ganadera

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y agrícola. Vivíamos integrados en paz, porque la guerrilla estaba involucrada con la comunidad, lo mismo que los líderes comunitarios.

En eso fue la marcha de El Pato, cuando Turbay Ayala, una de las primeras marchas históricas que se hicieron en Colombia después de la gran marcha de José Antonio Galán, la de los Comuneros. La gente de El Pato salió a Neiva y a San Vicente de Caguán. Por ahí unos amigos tienen el acta que se dio entre el gobierno y algunos campesinos de El Pato en ese entonces.

Ahí se hicieron los acuerdos de volver a las tierras en El Pato y seguir organizados, pero yo me quedé en Cartagena del Chairá, porque por allá con mi familia logramos poner una finquita. Siempre he sido agricultor, he sido ganadero, de negocio de ganado o agricultura pero no de tiendas, porque la tienda es una negocio amarrado a unos precios, un negocio de explotación...

En ese tiempo hubo lo electoral. Es cuando se registró la uno -la Unión Nacional de Oposición-. En Cartagena del Chairá nosotros éramos 113 votos -integramos los comunistas en la uno-, y los liberales eran 600 votos, y 300 los conservadores. Esa votación en Cartagena no se me olvida; como cuando aprendí a leer.

En esta compenetración de comunidad y guerrilla y Estado -como cuando se levantó la reserva forestal-, aparece el proceso de paz de Belisario Betan-cur y la guerrilla de la farc. También aparece el movimiento político de la Unión Patriótica. Luego, se da la primera elección de alcaldes y concejales por voto popular. Los líderes comunales más reconocidos nos presentamos para el Concejo; y sacamos un candidato para la alcaldía de Cartagena por la Unión Patriótica de Rionegro, una inspección de policía, donde principia el tráfico por el río. De ahí salimos los concejales; yo salí como candidato al concejo por la vereda de Santo Domingo y, de Remolinos, salieron otros. De 7 concejales sacamos 6. Después de ser 113 votos –cuando la uno-, alcanzamos como 1.500 votos y los liberales quedaron con 600. Es decir, no porque le hubiéramos ga-nado a los liberales, sino porque penetramos el abstencionismo; porque a los que no les había gustado votar, les presentamos una propuesta política contra el abstencionismo y logramos convencerlos. Entonces, eso fue lo que nos llevó a la Alcaldía y al Concejo.

Como yo ya era funcionario público, me tocó estudiar la ley y la admi-nistración pública. De ahí salimos bien librados, porque como no sabíamos de peculados, de robo, y estábamos en contra de eso, hicimos una administración ejemplar. Hicimos la Alcaldía, porque ahí la Alcaldía estaba pagando arriendo; construimos la sede –nosotros, la administración de la Unión Patriótica-, en la

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puerta pusimos el emblema, el escudo de las tres cordilleras. Administramos bien, pasamos los proyectos; sacamos cien familias para regalarles de a millón de pesos y con esa semilla hicimos el fomento ganadero en Cartagena de Chai-rá y el río Caguán.

Que uno trabajando bien, por el pueblo, se disfruta más adelante; pero si lo hace con el mal, entonces uno aprende y le da el castigo a sus líderes.

Pero este impulso no se queda ahí, como decimos nosotros; porque los que siempre han gobernado -la oligarquía, como la llamó Jorge Eliécer Gaitán- se sintieron muy inconformes con la propuesta política de la Unión Patriótica. Nosotros sacamos 5 senadores, no me acuerdo cuántos concejales, cuántos al-caldes, cuántos diputados en el país. Y, en el Departamento de Caquetá, tuvi-mos 2 alcaldes propios; de los 10 diputados, tuvimos 4, y un representante a la Cámara. El Caquetá tiene para 2 representantes y nosotros cogimos uno. Tuvi-mos un senador en coalición con un sector del Partido Liberal, que encarnaba a revolucionarios como Jorge Eliécer Gaitán, como hoy en día Piedad Córdoba, un sector progresista. Pero que, como siempre, la oligarquía no los ha dejado surgir porque mataron a Jorge Eliécer Gaitán, mataron al liberal Luis Carlos Galán. Después siguieron con nosotros, con la Unión Patriótica.

Este genocidio muestra de nuevo que la extrema derecha, la oligarquía, no quiere dejar el poder, quiere arraigarse en el poder a las buenas o las malas. Está comprobado: a nosotros nos mataron los cinco senadores, los representantes a la Cámara, los concejales, los alcaldes, hasta que la dirección nacional de la Unión Patriótica decidió recoger todo, que renunciáramos. Ahí en Cartagena del Chairá, nos mataron un concejal, a Gabriel Soto. Los otros renunciamos a cualquier orientación nacional y nos refugiamos porque nos exigían el exilio.

A mí me cogieron. El coronel Grijalba me tuvo ocho días amarrado de patas y manos. Me trataron mal por solo el hecho de que era concejal y era comunista. Pero, en el pueblo, el padre Jacinto Franzoi, el inspector de policía, la Junta y toda la comunidad, sabiendo que yo no era guerrillero, no era bando-lero, era concejal con mi credencial, el padre vino y dijo estas palabras: “No me ha tocado hacerlo sino una vez en la vida, pero si me toca hacerlo dos veces lo hago”, dijo, “sólo una vez me tocó hacerle una maldición a alguien, pero si me toca hacerlo otra vez lo hago por usted”. Por eso me dieron libre.

En el aspecto organizativo con la comunidad pensamos que un ciudadano debe entender para dónde va, debe entender quién lo está robando, esta pobre-za, y porqué somos desiguales. Y eso se ha podido explicar mostrando lo que hace la oligarquía, que siempre quiere explotar, no le interesan los ingresos de

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los demás, no le interesa la gente, no le interesa lo humano. Nosotros, desde aquí de El Pato, conocimos la explotación, las desigualdades sociales, y por eso quisimos explicarle a la comunidad la diferencia de clases. Esta fue una expe-riencia de vida que nos permitió ganar un espacio, porque cuando llegamos al escenario político, la gente nos respetó.

Como fui gestor de ese proceso, pasé después a la dirección departamental del Caquetá. Por ese trabajo, algunos dijeron que de Remolinos salió un par-tido comunista de los mejores porque nació de la nada, porque no nació de la experiencia que llevábamos de San Vicente o de El Pato. Pero esto es como el evangelio, que llega el que es religioso a una parte y, si habla de religión, pues la gente le entiende; pero con la religión se trata del más allá; en cambio, con el marxismo, la gente entiende mejor lo que sucede, lo que estamos viviendo aquí en la tierra. Por eso uno se vuelve de los que no quiere la oligarquía.

Cuando hay uno de los líderes políticos hablando del marxismo, del leni-nismo, de la desigualad social, lo oyen y, enseguida, lo califican de guerrillero y lo mandan a matar. Por eso, mis consejeros -porque los he tenido- me han dicho que me quede quieto. Pero yo me he imaginado y he creado otras estra-tegias para poder trabajar y para poder vivir con la experiencia que he tenido; para abrirme paso aquí y vivir donde otros no han vivido, y volver a mi tierra, aquí a San Vicente del Caguán, donde no pudimos vivir ninguno de los comu-nistas, porque a los líderes de San Vicente que no mataron, nos tocó irnos.

Ah, sí señor, por ser líderes de El Pato nos vinimos de Remolinos, porque como dije al principio, nosotros creamos allá un grupo asociativo para pro-ducción ganadera y estuvimos trabajando en una finca muy buena, con buena casa, con buenas instalaciones. Pero tocó abandonarlo todo, otra vez, porque a raíz de que el gobierno nos dejó desprotegidos, lo que pasaba con la Unión Patriótica, las peleas de los dirigentes políticos y el Coronel Grijalba, las cosas que decía el cura, decidí entonces salirme de la región.

Me investigaban a toda hora, yo tenía mis papeles al día; pero un día sien-do presidente de la Asociación, llegaron a requisarme y me dejaron los papeles en el suelo y la máquina de escribir y todo. Entonces, le dije al procurador que qué eran esas anomalías, que me aconsejara. El Procurador me respondió que aunque dijeran que la Fuerza Pública no podía opinar, era deliberante. Y si el Procurador no tenía potestad para resolver esos acosos, pues menos yo. Me salí y me volví para mi tierra, para San Vicente, y aquí empecé de nuevo a trabajar. Tocó muy duro porque los paramilitares aparecían a cada rato y dejaban un muerto. Me vine con mi familia, mi papá ya estaba ahí con el oxígeno, porque

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estaba muy anciano. Me vine a estarme al lado de él durante sus últimos días.En total: como desplazado me fui y como desplazado volví a la tierra de

El Pato. Aquí no era desconocido; todavía era un ciudadano de prestigio y con liderazgo; así que me puse a trabajar como campesino, honestamente. Pero ahí me inscribieron en una lista contra el turbayismo y salí concejal aquí, en San Vicente de Caguán; también salí como presidente de la Asociación de Juntas Comunales que es una de las más grandes del país porque integra a doscientas juntas. Tenía todo el respaldo de la comunidad porque mi trabajo con los líde-res se veía, pero me armaron un montaje. Fue uno de los primeros montajes del gobierno de Samper con los testigos sin rostro. Esos testigos sin rostro, que nunca los conocí ni a su abogado tampoco, me mandaron para la cárcel dos años y medio. Me acusaron de rebelión contra el gobierno de Samper.

Hubo muchos montajes contra los dirigentes políticos y como no nos pu-dieron sacar, nos asediaron encarcelándonos. Yo era consciente de que había piquiña, por eso vivía mi vida. Y, vean ustedes, a los dos años y medio, se hizo la audiencia sólo con el juez, sin abogado, porque así era la justicia sin rostro. En la sentencia, que la leí, decía que Simeón Pérez tiene un triple liderazgo porque fue concejal en Cartagena de Chairá con votación auténtica por dos períodos; vino a San Vicente del Caguán donde llegó a ser concejal, presidente de la Aso-ciación de Juntas de Acción Comunal, y un líder político, por lo que hay que ponerlo en libertad inmediatamente, ya que no tienen ninguna credibilidad las declaraciones de los testigos frente a los testigos de Simeón: el padre, el alcalde, la misma comunidad. Me dieron la libertad y me dijeron qué pena por los dos años y medio en la cárcel.

Y de ahí sigue lo que estamos viviendo ahora. A mí me gusta la escuela de escuchar a la gente, de hablar sobre desigualdad social, porque es nece-sario un cambio en nuestro país; pero, por eso, lo matan o si no lo mandan para la cárcel. Por ejemplo, lo que acaban de hacer en Remolinos con uno de mis maestros, con la mayoría de mis amigos, que fueron condenados porque no comparten las políticas del Estado, porque piensan que este país se puede salvar de otra manera, por la vía del diálogo, por la vía de la comprensión, por la vía del proyecto de desarrollo de la comunidad, y no por la vía del agravio, por la vía del terror, por la vía del sometimiento como nos sometieron cuando éramos esclavos. Quieren seguir conduciendo todo de esa misma forma: a la fuerza, desapareciéndonos del mapa.

Volver a mi pueblo fue muy lindo. Sobre todo comprobar que uno no debe nada de lo que lo acusan. Comprobar que es un montaje, que es una calumnia.

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Por eso salí con más ganas de seguir trabajando a diario con la comunidad. Claro que no da mucho económicamente, y el prestigio siempre trae mucha responsabilidad. Me puse a trabajar de nuevo en asuntos de la Junta de Acción Comunal y sacamos buenas garantías para las elecciones, para que la gente saliera a votar. Me fui de una vez para Puerto Betania pero allá la guerrilla nos detuvo quince días porque íbamos hacer campaña política.

Como no había espacio para el proselitismo político me quedé quieto, sin participar en nada político. Me fui para la finca y trabajé con la comunidad por medio de la Junta. Lo que quiero resaltar es que durante el gobierno Pastrana se dio un nuevo respiro en nuestro país, se pudieron manifestar las ideas en un escenario de diálogo para ver cómo sacar a este país del atolladero, cómo salir de la explotación porque la constitución dice que debemos trabajar por la equi-dad, por la convivencia política, por la tolerancia ciudadana. Sin embargo, esa tolerancia está apenas en el papel porque los gobiernos no quieren dar espacio a la oposición.

En el gobierno del doctor Pastrana se dio un poco este aspecto que está en la Constitución. Se dieron las audiencias públicas y ahí vimos tolerancia y con-vivencia. Como ya tenía escuela, empecé a trabajar con despeje o sin despeje. Aquí algunos empezaron a irse porque no querían vivir juntos con la guerrilla; pero yo no, yo quería conocer la guerrilla, abrir campo para la convivencia en este país. Pero el despeje pasó. De esa época quiero resaltar sus bondades aun-que a la fuerza pública no le guste. Aquí, en San Vicente del Caguán, se generó empleo, el comercio creció un 100%, las calles se pavimentaron. Y aunque a la fuerza pública no le guste y no quieran saber nada de la guerrilla, ahí andan por las calles que pavimentaron ellos.

Nosotros anduvimos integrados como en Remolinos del Caguán porque estamos acostumbrados a ser buenos ciudadanos con guerrilla o con Fuerza Pública. Cuando uno es buen ciudadano no necesita de grupos armados para vivir; es la misma honestidad de uno la que hace que no se cometan delitos. Durante la Zona de Despeje no hubo un muerto, no hubo un desaparecido; las autoridades sólo tuvieron que atender riñas peatonales, pero no hubo un desaparecido, ni un muerto, que se le pueda culpar a la guerrilla.

Cuando el despeje se terminó, la Policía llegó a la galería y allí ya apare-cieron letreros, propaganda de las autodefensas. Al Comité de Ganaderos, a la parte directiva del de San Vicente del Caguán, nos tocó decirle al oficial de la policía: “Nosotros vivimos el proceso, y aquí no existían esos letreros; y si ustedes los ven y no lo han informado, es porque están de acuerdo con ellos.

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Aquí no necesitamos provocaciones; por eso le pedimos que para guardarles el respeto, ordene borrar esos letreros a la luz del día”. Ellos entendieron y los borraron. Sirvió eso de borrar los letreros.

Pero las cosas se complicaron entonces. Hubo ganaderos que se pusieron a darle plata a la guerrilla. Tuvimos que hacer una reunión del Comité de Ga-naderos para defender nuestras costumbres, porque aquí si queremos comer pescado, comemos todos los días, estamos acostumbrados a vivir con estas costumbres, pero si nos ponemos a revolverle otras costumbres, fracasamos, nos pasa lo del Urabá. Si nos ponemos unos a darle plata a la guerrilla y otros a los paramilitares, nos vamos es muriendo; mejor es entender cómo vivimos. Ese fue el llamado que le hicimos a los ganaderos de aquí, de San Vicente del Caguán. Por eso aquí vivimos tranquilos, en paz, bien con los ganaderos y sin conflictos con guerrilla.

El Pato siempre se ha distinguido por una ser una región que ha resistido a las políticas injustas y de neoliberalismo siempre ha estado ligado a un cambio, a unas transformaciones que nos lleven a vivir en paz, a vivir diferente a lo que vive el capitalismo, siempre ha querido inspirar una política socialista, y por lo tanto salen con ideas de resistencia contra la oligarquía.

Yo me he considerado como uno de los líderes de reserva. Con otros he-mos asesorado a toda la comunidad. Luego, vino el líder Humberto Moncada, él lideró las marchas campesinas hacia el Huila en los ochenta. Su pensamien-to fue inspirado en los mismos contenidos políticos que tengo yo, que tiene Guillermo, de concebir una sociedad más justa. Ese líder tenía una facilidad de expresión y estaba al frente de la comunidad pero lo mataron en Neiva. Entonces iban matando a todos los líderes. Hoy la gente lo recuerda en la Junta de Acción Comunal, en las veredas, porque fue el líder que trajo a la zona del Pato la historia de cómo habían maltratado y masacrado a los campesinos en Colombia. Los lideres de todo el territorio hoy no dejan olvidar las peticiones que se le hicieron al gobierno en los ochenta y la capacidad de liberar que tenía Humberto Moncada, el espíritu creador que dejó en las zonas de paz.

Esas marchas campesinas que realizamos nos ayudaron a crear la resis-tencia para recuperar lo que habíamos hecho por la paz, por la tranquilidad de la comunidad, y también por nuestro patrimonio. Entonces decidimos entrar a colaborar por defender nuestra organización; como queríamos que la ma-yoría de la gente tuviera conciencia, logramos convencerlos de que tocaba ir a defender lo nuestro. Que no nos bombardearan las tierras porque nos aca-baban lo que quedaba de ellas; que, en cambio, llegara la inversión social a las

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comunidades. Nosotros no necesitábamos batallones ni Fuerza Pública; lo que necesitábamos era tecnología. Y eso se lo dijimos al gobierno tiempo después de la marcha de Humberto Moncada, después de las protestas en Remolinos del Caguán.

Pero después ya fue el tiempo de Samper y de Horacio Serpa, que era el ministro de gobierno. Por cierto, él nunca podrá llegar a la presidencia porque se portó tan mal con todos que hasta los liberales que trabajaban en la zona dijeron que Serpa nunca salió a defender a su pueblo, nunca salió a defender a los liberales. Se portó muy mal con los campesinos, los cocaleros, los agricul-tores del Caquetá.

Nosotros, por la parte campesina, hicimos esa gestión de protesta de mo-ver el pueblo y dejar un precedente para que la política tenga en cuenta que el pueblo exige cuando ve amenazados sus intereses. Y si nos toca volverlo a ha-cer y estamos en capacidad de volverlo a hacer, cuando hayan las condiciones, lo volveremos a hacer.

Testimonio recogido por Oscar Neira y editado por William Fernando Torres

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2. Los efectos de la triple alianza: narcotraficantes, paramilitares y miembros de

las fuerzas armadas

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El fracaso de lo imaginado: Gramáticas y texturas del pasado de las víctimas de la Unión Patriótica en

Manizales, Caldas, desde 1985

José A. Castro, Universidad de Caldas

Mímesis IIIRicoeur CortázarEste momento de la mímesis corresponde a la etapa de re-figuración del mundo de la acción, por parte de un oyente o un lector.

Como tal, tiene una función de revelación y transformación: “Lo que se comunica, en última instancia, es, más allá del sentido de la obra, el mundo que proyecta y que constituye su horizonte.

En este sentido, el oyente o el lector lo reciben según su propia capacidad de acogida, que se define también por una situación a la vez limitada y abierta sobre el horizonte del mundo” (148)

Jadeando me quedé frente a ellos; no había necesidad de avanzar más, el juego estaba jugado. De la mujer se veía apenas un hombro y algo de pelo, brutalmente cortado por el cuadro de la imagen; pero de frente estaba el hombre, entreabierta la boca donde veía temblar una lengua negra, y levantaba lentamente las manos, acercándolas al primer plano, un instante aun en perfecto foco, y después todo él un bulto que borraba la isla, el árbol y yo cerré los ojos y no quise mirar más, y me tapé la cara y rompí a llorar como un idiota.

Ahora pasa una gran nube blanca, como todos estos días, todo este tiempo incontable. Lo que queda por decir es siempre una nube, dos nubes, o largas horas de cielo perfectamente limpio, rectángulo purísimo clavado con alfileres en la pared de mi cuarto. Fue lo que vi al abrir los ojos y secármelos con los dedos: el cielo limpio, y después una nube que entraba por la izquierda, paseaba lentamente su gracia y se perdía por la derecha. Y luego otra, y a veces en cambio todo se pone gris, todo es una enorme nube, y de pronto restallan las salpicaduras de la lluvia, rato largo se ve llover sobre la imagen, y poco a poco el cuadro se aclara, quizá sale el sol, y otra vez entran las nubes, de a dos, de a tres. Y las palomas a veces y uno que otro gorrión”

(Ardila, 2010, p. 151)

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Las gramáticas se superponen y coexisten, habitando simultáneamente un mismo lugar. Las gramáticas son una de las formas en que las víctimas articu-lan las experiencias de un pasado violento y un presente de invisibilidad, las gramáticas son una forma de reconstrucción, son la textura y fisionomía del recuerdo.

Las gramáticas buscan responder la forma en que se articulan las texturas del silencio, del olvido y del recuerdo al reconstruir el pasado de las víctimas de la up, ¿De qué forma se articula esta experiencia de dislocación histórica, fractura y discontinuidad?, ¿Cuáles son los lenguajes, olvidos y recuerdos que atraviesan esta experiencia?, ¿De qué forma surge el intersticio, lo indecible, el silencio y su textura en todo este proceso?, ¿De qué forma se ha naturalizado la muerte en medio de la indiferencia de una ciudad que desconoce el rostro del otro?

Toda memoria, como lo plantea Jelin (2002), es más una reconstrucción que un recuerdo. Una reconstrucción en la que se involucran recuerdos y ol-vidos, narrativas y actos, silencios y gestos. Una reconstrucción donde habitan simultáneamente el pasado y el presente, donde los recuerdos y los olvidos se entrecruzan de manera constante y donde el silencio surge como intersticio y posibilidad.

La reconstrucción del pasado no implica una reconstrucción lineal, im-plica hablar de contornos, posibilidades y limitaciones. Implica hablar simul-táneamente de recuerdos, de olvidos, de silencios. ¿Qué implica referirnos a la memoria en estos términos?, implica reconocer que el pasado es profunda-mente maleable, que lo que deja son huellas (Ricoeur, 2000), cuyos contornos pueden ser invisibilizados, negados y silenciados, como lo plantea Jelin (2002).

Al reconstruir el pasado de las víctimas de la UP sin reproducir el olvido impuesto y el silencio evasivo, ni las micropolíticas particulares en las que se ha constituido el silencio histórico, la invisibilidad y la extracción del testimonio, intento acercarme a la forma en que las víctimas han articulado las experien-cias de un pasado violento y a la forma en que se relacionan las gramáticas del recuerdo, del olvido y el silencio al reconstruir un pasado caracterizado por las tensiones que se presentan entre la voz y el silencio, el reconocimiento históri-co y la invisibilidad.

De esta forma y siguiendo a Albert Camus en el Mito de Sísifo, intento acercarme a la forma en que estas experiencias se recortan y concuerdan - en el tercer momento de Mímesis - en el que se presenta la re-figuración del mundo de la acción, donde lo que se comunica, en última instancia, es mas allá del sentido de la obra, el mundo que proyecta y que constituye su horizonte.

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Una de estas experiencias se refleja en la entrevista realizada a Walter Cas-taño (2009), cuya experiencia se recorta y concuerda con la de su padre, Rubén Castaño, asesinado el 28 de noviembre de 1985, dos semanas después del lan-zamiento del movimiento en la ciudad.

En Caldas y Manizales el proyecto arranca a finales del 84, pero arranca con un golpe mortal, el asesinato de Rubén en noviembre del 85 y una oleada de asesi-natos ese mismo fin de año en todo el país… el día que matan a mi padre, matan a otros dos o tres importantes dirigentes en Urabá, en el oriente antioqueño y en los Llanos (Castaño, 2009).

Las gramáticas del recuerdo de Walter Castaño, su textura y fisionomía, se recrea entre el lanzamiento de la up y el asesinato de su padre, al igual que el de Luis Alberto Cardona, Libardo Rengifo y Josué Giraldo.

También se recrea y reconstruye a partir de las imágenes de la muerte de su padre, del momento en que asesinan a Gonzalo, su hermano, y a partir del silencio de su madre. Imágenes que se interponen y coexisten en el presente, imágenes de los amigos que estuvieron en el exilio, de las amenazas que recibió constantemente contra su vida.

No obstante, entre los intersticios de las imágenes con las que reconstruye su pasado, se encuentra la necesidad de saber la verdad sobre la muerte de su padre y su hermano. Durante la entrevista, se refirió al deseo que tenía de ha-blar o de escribirle a Ernesto Báez para preguntarle si él sabe algo de la muerte de su padre…

Igualmente Macaco, que está en Estados Unidos, él trabajó fue en el sector de Risaralda, básicamente en Dosquebradas… porque él es de Marsella y en los años ochenta cuando comenzó a delinquir en Dosquebradas, se hacía llamar Javier Montañés… él tiene mucho que ver con los asesinatos de acá… estoy comple-tamente seguro que él tiene que ver con los crímenes que se cometieron en el occidente y también en Chinchiná (Castaño, 2009).

Es la misma necesidad que se encuentra en el relato de María Cardona, al referirse a la muerte de su hermano, Luis Alberto Cardona, asesinado en 1989. Siempre en puntos suspensivos, al igual que el relato de Isaías Gil al recrear la muerte de las víctimas de la up. Surge un indecible, un intersticio que se recrea entre los recuerdos, los olvidos y los silencios.

Al reconstruir el pasado de las víctimas, siempre es una imagen recurrente el exilio, las amenazas, los atentados. El exilio de Ramón Castillo en Suecia, el

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de Jaime Jurado en Uruguay, el de Isaías Gil en Ecuador… las llamadas intimi-dantes, las listas, los puntos suspensivos de un pasado que ha sido invisibiliza-do, olvidado y silenciado.

Este es el caso de Jaime Jurado, quien fue amenazado constantemente has-ta que tuvo que salir exiliado. Lo mismo ocurrió con Ramón Castillo, exiliado en Suecia después de varios atentados en Manizales, (uno de los cuales le costó la vida) y con María Cardona, quien estuvo exiliada en Asturias.

Yo recuerdo que a él (Jaime Jurado) lo conocía la gente de afuera, (porque él era una persona muy conocida en Manizales), él era abogado litigante (…) por eso lo buscaba mucha gente, pues él también había sido abogado de muchos sindicatos. Y recuerdo que la gente le daba estampitas, que la virgen de no sé qué… y él, bien ateo, me decía: “pero mirá lo que me da la gente, mirá”; yo era muy amiga de él y lo confortaba diciéndole “bueno, las oraciones de algo tenían que servir y por lo menos la gente estaba pensando en él” y pues eso de alguna manera era una conexión que tenían con él y era muy valioso. Eh, él tuvo que salir ¡ya!, lo amena-zaron a él y al escolta de él y tuvo que irse ¡ya! (Parra, 2009).

De esta manera, sobreviviendo al exilio interno, las amenazas y los atenta-dos, continuar con la propuesta de la up, en medio de un contexto de ruptura y discontinuidad, era un riesgo que muy pocos querían correr...

Es que nos sentimos como huérfanos, quedamos todos desconcertados, sentimos pues que se nos había venido el mundo encima, que esto era un previo aviso y que era muy peligroso militar ahí, y entonces estuvimos como quietos, sin volver ni siquiera a reunirnos, todo el mundo quieto, paralizado, pensando que esto se iba a generalizar a todo el mundo, y lentamente la gente se volvió a contactar, porque es que ahí estaba Gonzalo que era muy entusiasta y él no se dejó amedrentar, y él volvió a reunir su gente, volvió a llamarla ahí, y volvimos a hacer reuniones que las sentíamos en ese momento casi clandestinas (Marín, 2011).

En esta parte de la trama, surge la imagen de Jaime Jurado, de Gonzalo Castaño y de Isaías Gil Henao. Cada uno de ellos continuó la coordinación de la up hasta que las amenazas se hacían insostenibles o la muerte, como forma de invisibilizar y de silenciar era utilizada por los grupos paramilitares y las fuerzas oscuras que ya se encontraban en la ciudad.

En medio de la muerte, surgía inmediatamente la invisibilidad, la confu-sión, e incluso la justificación. La muerte de Gonzalo Castaño, hijo de Rubén Castaño, quien llegó a ser concejal en representación de la up en Manizales,

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siempre fue presentada como un suicidio, invisibilizando de manera directa los responsables de su asesinato el 19 de julio de 1990.

Sí… Se pegaron de ahí los entes investigativos de Policía y Fiscalía, para asegurar que eso fue un suicidio. Nosotros siempre hemos sostenido que un hombre de ese talante y un revolucionario no se suicida, se hace matar, pero no se suicida, de modo que eso es absurdo. Lo que pasa es que Gonzalo le daba mucha confianza a los escoltas, y resulta que le gustaba mucho el traguito, tomaba y estaba con ellos, y a mí esos tipos siempre me parecieron… nunca me gustaron, por el mero hecho de ser escoltas y del das siempre me inspiraron desconfianza y nosotros no los vimos nunca más, se desaparecieron: A los tipos los sacaron de circulación del medio nuestro, no sé para donde se irían. Y eso nunca lo investigaron más, se quedó con la versión de que había sido un suicidio (Marín, 2011).

Si bien la muerte de Gonzalo Castaño fue invisibilizada al anteponer la versión del suicidio, las otras muertes fueron invisibilizadas de una manera más sutil, como la muerte Marlene Rengifo, hermana de Libardo Rengifo, quien fue asesinada cuando empezó a investigar la muerte de su hermano, ase-sinado el 30 de abril de 1989 en Palestina.

Su historia, al igual que la de su hermano ha sido invisibilizada constan-temente, su pasado se ha diluido entre las diferentes intervenciones que se han hecho para recordarlos, como la que se realizó el 13 de abril de 2011 en Chin-chiná, fecha en la que se conmemoraba el nacimiento de Luis Alberto Cardona.

De esta forma, al reconstruir el pasado de las víctimas de la UP surgen simultáneamente los recuerdos y su textura, los silencios y los olvidos. Surgen imágenes y entre ellas los intersticios, que trazan nuevos contornos.

Surge, junto al silencio y sus texturas, junto al espacio entre las palabras, el olvido impuesto, que en lugar de posibilitar nuevos trazos, como lo plantea Jelin (2002) elimina sus contornos. Esta forma de olvido, es impuesta por diferentes actores que elaboran estrategias para ocultar y destruir pruebas y rastros, impi-diendo de esta manera su reconstrucción; por lo tanto, retomando nuevamente a Jelin (2002), es el producto de una voluntad o de una política de olvido y silencio.

El movimiento tuvo fuerza, arrancó muy bien… con Pardo alcanzamos a sacar (…) por ahí tengo las estadísticas, no sé si las botaría… porque esta es otra cosa que le quería contar… toda la documentación de la up, toda la historia de la UP hubo que desaparecerla por miedo a los allanamientos, tanto a las sedes como a las casas nuestras porque donde encontraran un papel de la Unión Patriótica, éra-mos sindicados inmediatamente de terroristas y de aliados de las farc, entonces,

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para evitar ser encarcelados o asesinados, optamos por desaparecer los archivos de la Unión Patriótica (Gil, 2011).

De esta manera, desaparece la historia, desaparecen las huellas, desapare-cen los contornos, la historia de la víctima es olvidada, su tiempo desaparece y el pasado se vuelve completamente maleable.

Así, representar el pasado, reconstruirlo a partir de imágenes que ya no existen, de contornos que han sido invisibilizados, es una de las formas en que las víctimas del genocidio contra la up han articulado las experiencias de un pasado violento y un presente de invisibilidad.

En todo este proceso de construcción, como lo plantea Jelin (2002) el olvi-do y el silencio ocupan un lugar central: “toda narrativa del pasado implica una selección. La memoria es selectiva; la memoria total es imposible. Esto implica un primer tipo de olvido “necesario” para la sobrevivencia y funcionamiento del sujeto individual y de los grupos y comunidades. Pero no hay un único tipo de olvido, sino una multiplicidad de situaciones en las cuales se manifiestan olvidos y silencios, con diversos usos y sentidos” (Jelin, 2002).

Y es precisamente en este contexto donde emerge el silencio, surge la im-posibilidad de darle sentido al acontecimiento pasado y de interiorizarlo narra-tivamente, en medio de un contexto de aislamiento, fragmentación y silencio.

De esta forma, el mundo del confinamiento solitario, del olvido impuesto y del silencio evasivo, también se convirtió en una forma de articular las ex-periencias del pasado violento. En ese momento entendí que era precisamente este silencio, y las formas y fisionomías que tenía, lo que constituía la textura del recuerdo de las víctimas.

Junto al silencio y su textura, también surge el olvido impuesto y la invi-sibilidad…

Se habla de los personajes, se habla de los hechos, se habla de las obras, de los textos… se habla de muchas cosas… pero lo humano, el factor… el dolor de la gente que los perdió… no se valora. Y en este momento, caigo en cuenta de algo y es que los que quedan son los que desaparecen de algún modo … y estoy pensado esto porque yo veo el ejercicio de mucha gente que ha… y entonces si… ellos hablan efectivamente de quienes eran… su familiar, su padre, su hermano, su pa-reja… de qué hacía, de cómo vivía, de porqué luchaba y de ellos no tienen mucho que decir… o no dicen nada… no porque no haya nada importante, sino porque sencillamente no nos interesa… estamos buscando al que se fue y anulamos de algún modo el que aún queda (Espinosa, 2011)

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En este momento, toman sentido las reflexiones de Marta Tafalla (2007), en su texto “Violencia y Memoria en Milán Kundera”

Someter a otros no es solo someter sus cuerpos, controlar sus acciones, imponer-les lo que deben decir, sino sobre todo someter su tiempo. El dominio del otro alcanza su éxito completo cuando el tiempo del otro es olvidado, porque eso es lo que permite que la violencia sufrida sea olvidada por la sociedad en el presente y en el futuro, y no llegue a aparecer nunca en la historia oficial. Entonces la historia individual de la víctima desaparece en la nada bajo el relato perdurable del ver-dugo, e incluso la misma víctima deja de ser capaz de narrar y contar su historia. Cuando la memoria de la víctima perece, es como si nada hubiera sucedido. Por ello, la forma extrema del dominio no es explotar al otro, torturarlo o matarlo. Es conseguir que su nombre sea borrado de la historia, nadie lo recuerde ni lo añore, ni él mismo pueda ya recordarse y añorarse a sí mismo (Tafalla, 2007).

¿De qué forma desaparece el tiempo de las víctimas de la up?, ¿Cómo se diseña esa compleja red de no-sitios y no-tiempos que impiden que las vícti-mas se reconozcan en un pasado cuyos contornos están siendo invisibilizados?

El asesinato literal, las desapariciones, las amenazas, el universo del con-finamiento solitario, fueron las estrategias de los victimarios para invisibilizar los contornos del pasado de las víctimas de la up.

La prensa juega ahí un papel vital… yo creo que la prensa está en el eje central de todo el proceso de construcción de amnesia, porque los relatos de prensa… todos eran hechos aislados, anécdotas sueltas y en todo se asomaba un ligero intento de justificación… eso lo manejaron los medios muy sutilmente, algunos pues más de frente, y con eso se construyó toda esa idea y la gente… pues aparentemente aceptó y olvidó y pues ya después de tanto bombardeo y de ver tantas cosas in-conexas, sencillamente son muchas casualidades amarradas… (Espinosa, 2011)

Una de estas cosas inconexas, es por ejemplo, la propuesta de Jaime Pardo Leal y Braulio Herrera de realizar un paro cívico con los caficultores y el asesi-nato y desaparición de los integrantes del sindicato de la Federación Nacional de Cafeteros, los asesinatos y exilios constantes (Asturias, Suecia, Uruguay) de los coordinadores y representantes de la up y las condenas por rebelión contra Sergio Díaz y Rubén Darío Patiño por su pasado relacionado con la up y las diferencias que aun sostienen con el establecimiento.

No obstante, el reconstruir el pasado de las víctimas de la up también evo-ca una ruptura frente al silencio y el olvido que se expresaba de múltiples for-mas. En este contexto, los recuerdos, sus gramáticas y texturas, han tomado la

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forma, por ejemplo, de hijos que se niegan al olvido y al silencio y reconstruyen la vida de sus padres, de madres que exigen conocer la verdad frente a lo que pasó con sus familiares, de marchas del silencio, de monumentos, de encuen-tros y desencuentros, de lugares físicos y simbólicos, en los que se representa de nuevo el pasado, trazando nuevos contornos, como una forma de enfrentar la invisibilidad, el olvido y el silencio.

Al comprender esto, se puede ver la forma en que cada una de estas expe-riencias concuerda y se recorta. Al reconstruirlas, se puede ver la forma en que los recuerdos, los silencios y los olvidos habitan simultáneamente un mismo lugar… entre las imágenes y los contornos que han sido invisibilizados, surgen intersticios que reconstruyen de nuevo el pasado.

Al mirar hacia atrás, pienso en la forma en que he intentado reconstruir el pasado de las víctimas, haciendo lo posible por no reproducir el olvido im-puesto y la invisibilidad, intentando comprender sus silencios y su textura, de-jando otros intactos…

En este momento pienso en cada instante que pude compartir a su lado, cada recuerdo, cada contorno que se trazaba de nuevo… cada imagen que se reconstruía, cada intersticio, cada encuentro en el que pude estar.

Mi intención nunca ha sido llevar a cabo una reconstrucción lineal, como lo planteaba desde un comienzo, quería reconstruir el pasado de las víctimas de la UP a partir de lo que dicen y lo que callan, a partir de sus recuerdos y sus olvidos, del silencio y sus fisionomías… en medio de esta reconstrucción, la sensibilidad, el rostro del otro y los contornos que han sido invisibilizados, me llevaron a comprender la necesidad de reconstruir a partir de lo indecible, del silencio y de la ausencia.

Cada una de estas muertes debe conectarse con lo estructural y en cierto sentido con lo político, pero en medio de esta relación, que es lo que se debe visibilizar, surgen vidas y existencias avasalladas por la imposibilidad… voces acalladas por el temor y el silencio.

No obstante, surge también la rebeldía, como pequeño haz de luz en me-dio de la infranqueable oscuridad… emerge la voz y el recuerdo de las víctimas en medio del silencio, con la intención de hacer visible la invisibilidad de lo visible.

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Impactos del conflicto político militar en la vida cotidiana de los habitantes de Trujillo, Valle, entre

1990 y 20101

Antonio Albarracín, Pontificia Universidad Javeriana, Cali

Este capítulo describe los hitos del conflicto político militar en el municipio de Trujillo, departamento del Valle del Cauca, Colombia, entre los años 1991 y 2007; a la vez, examina sus impactos en la vida cotidiana, y explora las respues-tas que les dieron los habitantes del territorio.

Estos resultados fueron producto del cruce entre el trabajo de campo y los referentes teóricos de la investigación: Conflicto militar, tejidos comuni-cativos y vida cotidiana. El trabajo de campo consistió en una serie de visitas al municipio, en las cuales se realizaron entrevistas y diálogos informales con sus habitantes y se accedió a archivos locales escritos, visuales y audiovisuales. Estas tareas se complementaron con observación de actividades cotidianas y festivas del municipio, y con la revisión documental de informes oficiales y do-cumentos de investigación académica, ubicados en universidades y bibliotecas.

Esta revisión de los textos escritos producidos por investigadores y acadé-micos externos a Trujillo, permitió advertir que ellos han ido construyendo un

1 Este capítulo está construido a partir de la tesis Impactos del conflicto político militar en los tejidos comunicativos cotidianos de los municipios colombianos de Toribío, Cauca y Trujillo, Valle, entre 1991 y 2007, presentado por John Alexander Giraldo Lizcano y Marco Antonio Ceballos Albarracín, como requisito de grado de la Maestría en Comunicación de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, en 2010.

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análisis del contexto social, económico y político del municipio en el período en estudio.

El material recolectado con fuentes primarias, se convirtió en la infor-mación de base (principalmente las entrevistas), para construir un texto que identifica y describe los hitos e impactos del conflicto político militar desde las miradas de los pobladores, una narrativa oral múltiple y compleja desde el saber y experiencia de los habitantes de la localidad de estudio.

A continuación se presentará, primero, la perspectiva de los investigado-res sociales, describiendo sus análisis e interpretaciones sobre el conflicto polí-tico militar a nivel nacional y local, para luego proponer unas inferencias sobre el impacto de ese conflicto en la vida cotidiana del municipio y las respuestas de los habitantes, con base en dichos análisis e interpretaciones. Segundo, se proponen los hitos del conflicto político militar que se infieren de la narrativa oral de los pobladores, para luego presentar sus impactos en la comunicación y la vida cotidiana, así como respuestas de los habitantes a dicho conflicto. Tercero, se muestran las inferencias producto del cruce, complementariedad o divergencia de las dos miradas construidas. Y cuarto, se señalan algunas con-clusiones generales.

El municipio de Trujillo queda ubicado en la parte noroccidental del de-partamento del Valle del Cauca, Colombia, con una extensión de 221 Km2, su territorio se establece entre la margen oriental de la cordillera occidental y el margen occidental del río Cauca. Su conformación geográfica contiene una zona plana y otra montañosa, lo que permite diversos cultivos debido a la va-riedad de climas.

Trujillo hace parte de los 42 municipios del departamento del Valle del Cauca, limita al norte con el municipio de Bolívar, al oriente, teniendo como límite el río Cauca, con los municipios de Bugalagrande y Andalucía, al sur con el municipio de Riofrío, y al occidente con el departamento del Chocó. Dista 1.241 Km. de la capital del departamento, Cali.

1. La perspectiva de los investigadores sociales: Narrativa escrita especializada sobre el conflicto político militar en Trujillo en el período 1991 - 2007

1.1. Temáticas de las investigacionesa. Procesos históricos de la violencia en el Valle del Cauca y TrujilloDesde su fundación en 1924, la historia sociopolítica de Trujillo en el siglo

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xx ha estado signada por la violencia. Su conformación está asociada a la co-lonización antioqueña y a la lucha violenta partidista, lo que generó procesos periódicos de dominio violento entre los partidos Liberal y Conservador; do-minio Liberal en los 30 y de “conservatización” en los 50; hegemonías polí-ticas violentas que definían la repartición de territorios y establecimiento de bastiones partidistas en medio de odios ideológicos-religiosos que produjeron procesos continuados de violencia a lo largo del siglo y que, en el último tercio, fueron integrando otros actores como las guerrillas, el Ejército y los narcotra-ficantes, quienes además de seguir la herencia violenta de las relaciones políti-cas, identifican a Trujillo y sus municipios aledaños como espacios geográficos estratégicos para el control y dominio militar en un principio, y también para la producción y circulación de drogas ilícitas, dada su ubicación en las estriba-ciones de la cordillera occidental, en conexión con el cañón del Garrapatas y la salida al Pacífico (cnrr, 2008: p. 92).

Un aspecto histórico de mucha importancia, sobre todo después de mitad de siglo, fue la acción social, económica y política de la Iglesia Católica, princi-palmente de los Jesuitas, quienes han tenido mucha incidencia en la conforma-ción y fortalecimiento de procesos asociativos, comunitarios y campesinos en la región, a partir, por ejemplo, de la creación de instituciones como el Instituto Mayor Campesino, quienes con una visión del desarrollo económico y social basada en el cooperativismo y la pequeña y mediana propiedad generaron ten-siones con los proyectos dominantes de los latifundistas, en un principio, y luego con los narcotraficantes.

Estos procesos hicieron parte de una época intensa de movilización social, tanto en el Valle del Cauca como en otros departamentos de Colombia, y de conflictos entre obreros e industriales, por un lado, y terratenientes y colonos, arrendatarios y parceleros, por otro. La creación en la década del 70 de la Aso-ciación Nacional de Usuarios Campesinos –anuc-, orienta los procesos orga-nizativos campesinos hacia una lucha por la redistribución de tierras y por la reforma agraria, desarrollando tomas de tierra por todo el departamento (y el país), que duraron más de una década.

De esta forma, los municipios de Trujillo, Bolívar y Riofrío se convirtieron en localidades donde se consolidó fuertemente la organización campesina, la cual ganó autonomía frente a los partidos tradicionales locales y sospechas so-bre su filiación comunista (cnrr, 2008: pp. 97-99).

Iniciada la década del 80 se intensifica el conflicto político armado en todo el país. En esta década, reporta el Centro de Estudios Regionales, Cafeteros y

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Empresariales en su texto Dinámicas socioeconómicas del espacio colombiano (1999), los homicidios se concentran en las cordilleras Central y Occidental, principalmente el corredor del río Cauca, que coincide con el territorio geográ-fico de la zona cafetera, ubicada en el llamado “triángulo de oro de Colombia” (conformado por los puntos Bogotá, Medellín y Cali) y donde se encuentran parte de las tierras más productivas del país, lugar de acción insurgente y, pos-teriormente, de masiva inversión de narcotraficantes.

Los años previos a la masacre de Trujillo, 1985-1988, conforman una pri-mera fase de agudización de la violencia del fin del siglo xx, en la cual los ho-micidios y la violencia se expanden geográficamente por el territorio nacional, en una lucha por el control territorial entre guerrillas, paramilitares, narcotrá-fico y Estado, para asentar regiones de consolidación para el cultivo y el tráfico de droga, generando una contrarreforma agraria de facto (Centro de Estudios Regionales, Cafeteros y Empresariales, 2009: 114).

b. La época de la masacre de Trujillo 1986-1994Es en el contexto nacional y local antes descrito que se gesta la masacre de Tru-jillo, cuyo designio criminal se ha identificado como una reacción frente a las acciones políticas y militares de la guerrilla, orientando la estrategia violenta hacia los procesos sociales que allí se gestaban, los cuales fueron interpretados por los victimarios como generación de base social para la insurgencia (cnrr, 2008: 92). Un momento que además coincide con la consolidación territorial del narcotráfico en las zonas que había logrado colonizar en diferentes partes del territorio nacional, incluido el municipio en estudio.

En el período 1988-1990, se detuvo la expansión territorial de los grupos armados ilegales y la concentración de la violencia homicida se trasladó a las ciudades capitales (principalmente Medellín y Bogotá), producto de la lucha frontal entre carteles de la droga y el Estado. En ese momento, el gobierno en-tra en procesos de negociación con algunas guerrillas (epl y M19, entre otras). Sin embargo, los narcotraficantes mantuvieron su accionar homicida contra la subversión y junto con los paramilitares (quienes se reactivan y expanden por Meta, Magdalena Medio, Córdoba y Urabá, como respuesta a la reorganización de la guerrilla en la llamada Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar); desa-rrollan acciones sistemáticas y continuadas (masacres, asesinatos selectivos, entre otros) contra sindicalistas, líderes políticos principalmente de la Unión Patriótica, y población civil.

Según reporta el texto Dinámicas socioeconómicas del espacio colombiano

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(1999: 114) si bien el escenario principal de este período son las capitales, los homicidios progresan de manera acelerada en algunos municipios pequeños alrededor de Medellín y los ubicados en el centro y norte del Valle del Cauca.

El informe de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación –cnrr- (2008) hace un estudio histórico y sociológico que busca comprender los determinantes y procesos que marcaron trágicamente la vida de este muni-cipio, principalmente durante el período 1986-1994.

Dentro de su análisis proponen entender este momento trágico de la vida del municipio como un fenómeno complejo de cruce de intereses, acciones y actores locales y regionales, que entran en conflicto al superponerse sus pro-yectos de expansión y dominio en la localidad (específicamente la guerrilla del eln; el Ejército y la Policía del estado colombiano; organizaciones narco-traficantes y agentes de la política local). En estas dinámicas se vieron involu-cradas las organizaciones campesinas surgidas de procesos auspiciados por la parroquia local y posteriormente articuladas con la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos.

Según los autores, “la masacre continuada de Trujillo”2 obedeció a una alianza temporal y territorial entre agentes de las Fuerzas Armadas (Policía y Ejército) y narcotraficantes, con el propósito de contrarrestar las acciones del grupo insurgente eln establecido en la zona. Esta alianza realizó una serie de acciones criminales caracterizadas como de “limpieza” social, política e insti-tucional durante un período aproximado de cinco años (pues no hay un acuer-do sobre estos límites temporales). Un proceso de degradación del conflicto político y armado que utilizó la masacre con un triple propósito: preventivo (garantizar control), punitivo (castigo ejemplar a quien desafiara la hegemonía) y simbólico (demostrar que se pueden romper todas las barreras éticas y nor-mativas) (cnrr, 2008: 17).

En términos cuantitativos, el informe citado de la cnrr 2008, caracteriza de la siguiente forma los hechos:3

• Una violencia continua pero variable en su intensidad en el tiempo, refle-

2 La nominación de “masacre continuada” es adoptada por el Grupo de Memoria Histórica de la CNRR, con el propósito de reconocer la dimensión colectiva y prolongada de los crímenes, la crueldad y sevicia en sus ejecuciones y el impacto social y cultural de los mecanismos empleados.

3 Los datos están definidos sobre la base de 245 víctimas que el informe reconoce como pertenecientes a la denominada masacre continuada de Trujillo, en la cual se incluyen 80 casos en estudio y las muertes por pena moral cuyo determinante se infiere por la desaparición o asesinato de un familiar. Tomado del informe Trujillo: una tragedia que no cesa. (2008).

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jando una tendencia creciente entre los años 86 y 90 (donde llega al punto máximo de 98 víctimas) y decreciente hasta el año 94 (20 víctimas).

• Los focos de la acción delictiva se concentran en el casco urbano con el 66,5 por ciento de las víctimas. El resto se reparte en los corregimientos de An-dinápolis, Venecia y La Sonora, del municipio de Trujillo; corregimiento El Naranjal del municipio de Bolívar; y corregimiento Salónica del municipio de Riofrío.

• Las principales modalidades de violencia en el caso Trujillo son los homici-dios selectivos (67,7 por ciento) y las desapariciones forzadas (13 por cien-to).

• Los móviles identificados son: persecución política 41,6 por ciento (en el año 90 sube a 64,3 por ciento); la eliminación de testigos 10,2 por ciento; “limpieza social” 4,1 por ciento. Se resalta que hay una alta proporción de víctimas sin móvil identificado (44,1 por ciento) (cnrr, 2008: p. 42).

• El Ejército y la Policía estuvieron presuntamente involucrados en el 34,7 por ciento de los crímenes. Su participación en asesinatos y desapariciones en 1990 es del 51 por ciento. El Ejército concentra su acción en el año de 1990 con propósito contrainsurgente. La acción perpetrada por la Policía fue continuada en el tiempo (de 1988 a 1993) con propósitos de limpieza social y eliminación de testigos. A las estructuras criminales del narcotrá-fico se les imputa el 31 por ciento de los casos en el mismo período y el 40 por ciento en el año 90. Henry Loaiza sería el coordinador de la estructura narcotraficante, combinando el móvil contrainsurgente con el de elimina-ción de testigos y despojo de tierras.

• La mayoría de las víctimas estaba compuesta por hombres (91,4 por cien-to), principalmente entre los 26 y 45 años (51 por ciento), seguidos por edades entre 18 a 25 (32,9 por ciento), la mayoría campesinos o jornaleros (54,2 por ciento), y pequeños comerciantes (motoristas y tenderos 16 por ciento).Según el informe (2008: p. 160), la masacre de Trujillo no fue producto

de una política estatal sino que fue consecuencia de una “cooptación” local y regional del mismo. Cooptación producto de varios factores como la debilidad de los estados locales y su falta de articulación con el Estado central; la Doc-trina de Seguridad Nacional del momento diseñada para enfrentar el denomi-nado comunismo en época de la guerra fría; y las acciones políticas y militares del eln y el Jaime Bateman (grupo disidente del movimiento insurgente M19 que no estaba de acuerdo con el proceso de paz que adelantaba ese grupo con

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el Gobierno); contra los narcotraficantes y las Fuerzas Militares, acompañado de la penetración y apoyo al movimiento campesino. Colapso del Estado local que generó la desinstitucionalización de la lucha contrainsurgente y el uso de métodos ilegales violatorios de los derechos humanos (cnrr, 2008: 161-172).

c. Dinámicas nacionales y locales del conflicto político militar durante y posterior a la masacre de Trujillo, 1990 – 2007A nivel nacional, la década del 90 estuvo convulsionada por varias situaciones: los procesos de paz con grupos insurgentes (algunos exitosos, otros no tanto); la intensificación o escalamiento de la confrontación bélica no sólo en la guerra del Estado contra grupos insurgentes sino también contra el narcotráfico (el cual evidenció en este período su capacidad de penetración de la instituciona-lidad política, social y económica del país); y las consecuencias de empobreci-miento y recesión económica producto de las políticas nacionales de apertura económica.

Para el período 93-95, la investigación Dinámicas socioeconómicas del es-pacio colombiano (1999) resaltó una situación territorial de aislamiento de la capital Bogotá del resto del país, a través de unos “cordones de violencia” gene-rados por las acciones violentas de guerrilla, paramilitares y narcotraficantes, que tenían el dominio de esos límites aislantes. Esto estableció una división territorial en el país donde los diferentes grupos ilegales ocupaban y domi-naban zonas estratégicas en términos de comunicación, generación de rique-za y productividad de las tierras (incluyendo producción de droga), y desde los cuales se asediaban las principales ciudades, en un proceso de violencia e inseguridad generalizada (secuestros, extorsiones, acciones sicariales contra funcionarios públicos, entre otros), con un profundo impacto en la economía nacional, tanto en la productividad como en la concentración de la tierra (por desplazamiento y ocupación ilegal y violenta de tierras), y la expansión de cul-tivos ilícitos (cnrr, 2008: 118).

Frente al conflicto político armado, tanto el Estado como los grupos in-surgentes que no se acogieron a los procesos de paz, desarrollaron estrategias ambiguas frente a una salida política negociada. De esta forma, los acercamien-tos para los diálogos se combinaron con la intensificación de la confrontación, ofensivas militares de un lado y de otro que llevaron a muchos analistas del conflicto a pensar en una nueva etapa de la guerra donde los insurgentes aban-donaban la “guerra de guerrillas” para pasar a la guerra de posiciones y control territorial.

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De manera paralela, empezaron a emerger iniciativas de la sociedad ci-vil organizada que quería participar activamente de la solución negociada del conflicto o, en su defecto, proponer procesos que llevaran a los actores arma-dos a una “humanización de la guerra”, dando fuerte impulso a la aplicación del Protocolo II de Ginebra. Estas iniciativas y procesos fueron poco atendidos por los principales contrincantes. Al respecto, es importante resaltar la creación en Cali de la Asamblea de la Sociedad Civil por la Paz en el año 1995 y el impulso a los diálogos regionales de paz un año después.

Respecto al escenario político y el narcotráfico, un hecho central marcó profundamente la vida nacional, la del departamento del Valle del Cauca y de municipios como Trujillo: el conocido comúnmente como “Proceso 8.000” que llevó a una de las mayores crisis institucionales en la vida contemporánea de Colombia, cuando la Fiscalía investigó y condenó a una serie de personajes sociales y líderes políticos por su vinculación con el narcotráfico para beneficio propio en las elecciones populares de representantes, escándalo que afectó sig-nificativamente la gobernabilidad y legitimidad del presidente electo Ernesto Samper, aunque este nunca fue juzgado ni condenado.

Esta crisis desató una descomposición y deslegitimación del régimen de-mocrático representativo por la evidencia de la infiltración del narcotráfico en financiación de campañas electorales. Al respecto, el Valle es uno de los de-partamentos más duramente afectados dado que los actores ilegales tienen sus bases en ese territorio. Se generó un clima de desconfianza y crisis en la vida política local.

El Centro de Investigaciones y Documentación Socioeconómica, (Cidse) publicó en 1999 el texto Coyuntura Socio Económica Regional - Fase II - 1990 a 1997. Parte III: Análisis Político Regional. Allí registra que el Proceso 8000, que inició en marzo de 1995, afectó al Valle del Cauca: el principal actor ilegal en los hechos fue el Cartel de Cali y varios políticos vallecaucanos fueron impli-cados en el proceso. Entre abril de 1995 y julio de 1998 fueron vinculados 13 dirigentes regionales, incluyendo el alcalde de Cali de ese entonces. A la fecha referenciada, siete habían sido condenados.

El Partido Liberal recibió casi toda la carga de los hechos. Las facciones fue-ron la Fuerza Liberal Socialdemócrata o “kikismo” liderada por Manuel Francisco Becerra; Democracia Liberal dirigida por Armando Holguín Sarria; y Nuevo Li-derazgo, impulsado por Mauricio Guzmán, alcalde de Cali (Cidse, 1999: p. 332).

Otras personas conocidas del departamento fueron vinculadas también, como Juan José Bellini (dirigente deportivo), Jairo Varela (artista), Ricardo

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Maya (en ese momento rector de la Universidad Santiago de Cali) y Mario Alfonso Escobar (locutor de radio).

La evidencia de la infiltración narcotraficante en la campaña presidencial y la persecución a los miembros del cartel de Cali desató una guerra interna en este territorio por el control y el mando. En el norte del Valle, cuya orga-nización es tan fuerte como la de los llamados Cartel de Cali, fue donde se reacomodaron las fuerzas a sangre y fuego. Sin embargo, esto no implicó el reacomodo de fuerzas políticas institucionales representativas, pues el Partido Conservador siguió al mando de la zona.

El efecto de cambio sí se vivió sobre todo en la ciudad capital donde el mismo alcalde electo del momento fue condenado durante el Proceso 8.000, generando crisis y una búsqueda de opciones tanto en los partidos como en la sociedad. Es en este contexto donde se evidencia el grado de penetración, connivencia y complicidad de la esfera política y social regional con el narco-tráfico.

Estos hechos preceden y enmarcan un año electoral atropellado y marca-do por la guerra y la movilización social por la paz. Es así como entre octubre de 1997 y junio de 1998 se realizaron cuatro jornadas electorales que cubrieron todas las instancias de poder representativo institucional. En octubre de 1997, se marcó un hito a favor de la paz cuando millones de ciudadanos de todo el país votaron el Mandato Ciudadano por la Paz, la Vida y la Libertad.

De otra parte, las guerrillas intentaron afectar, como nunca antes, los co-micios electorales del período: las declararon ilegítimas, propusieron zonas de distensión en diferentes partes del país, intensificaron sus acciones y el 20 de octubre de 1997 decretaron un paro armado con repercusiones importantes a nivel nacional.

Este ciclo electoral fue de gran importancia para el departamento por el escenario generado y las dinámicas políticas desarrolladas allí (Cidse, 1999: 330). Trujillo y esta zona del Valle se encontraron en una encrucijada entre la transformación y recomposición de los carteles del Valle por la arremeti-da militar, judicial y legislativa contra la insurgencia y sobre todo el narco-tráfico. Algunas políticas de confrontación del Estado tuvieron resultados y fueron acogidas, pero otras generaron polémica (cooperativas de seguridad, zonas especiales de seguridad, operativos de Fiscalía sin consulta a autoridades locales). Y el escenario de la organización social y política de Trujillo se dina-mizó, no sin problemas y conflictos, en el campo de la lucha por la memoria, la justicia y la dignidad.

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Según el análisis de coyuntura regional del Cidse de la Universidad del Valle (1999), en la confrontación entre insurgencia y Fuerzas Militares dos mo-mentos fueron cruciales en el período de 1995 a 1997: i) El paro armado que promovió la guerrilla a nivel nacional, que tuvo un pico de tensión de febrero a septiembre de 1996. ii) Las elecciones populares de octubre de 1997.

Estos momentos se vivieron fuertemente en centro y norte del Valle con la actividad del grupo Jaime Bateman Cayón y de los frentes de las farc y el eln.

El año 1995 se caracterizó por el escalamiento del conflicto armado, la transformación de la estrategia militar y el debilitamiento de las salidas políticas. En el Valle del Cauca la intensificación de la confrontación obtuvo éxitos para el Gobierno, como fue la captura de algunos de los máximos capos de la zona: los hermanos Rodríguez Orejuela; Henry Gallego “Jerry”, segundo jefe del brazo armado del cartel de Cali; Pablo Emilio Cano, segundo de la organización de Henry Loaiza, alias “el alacrán” y vinculado al caso de la masacre de Trujillo; y 11 personas sindicadas de conformar un grupo paramilitar al mando de “el alacrán”.

A mitad de ese año, el mismo jefe militar del cartel, Henry Loaiza, se en-tregó a la justicia. Sin embargo, todas estas acciones generaron tensiones en algunos momentos y en diversas zonas del departamento entre las mismas au-toridades estatales. Por ejemplo, en Tuluá los operativos judiciales agenciados por la Fiscalía General no eran consultados o informados a las autoridades locales, produciendo desconcierto, incertidumbre y desconfianza.

En el contexto nacional de 1996 se expresó que la insurgencia estaba pa-sando de una guerra de guerrillas a una de posiciones y control territorial, apli-cando la fuerza sobre factores de legitimidad y funcionamiento del Estado y la presión por modernizar el Estado y controlar la función pública (Cidse, 1999: 204). El equilibrio del conflicto en ese momento pareciera estar a favor de la insurgencia, la cual según los analistas, se encontraba en una fase de consolida-ción de ejército, opción que los había vuelto autónomos en su accionar político militar y alejados de base social. La dinámica de la confrontación cambia, se urbaniza y predominan las bombas y uso de armamento pesado, se intensifican las desapariciones, retenciones y secuestros (económicos y políticos), de perio-distas, políticos y ciudadanos en general.

En este contexto, grupos de sectores medios de la sociedad insisten en en-cuentros y salidas negociadas y encuentros locales. Sin embargo, estas iniciati-vas no tienen impacto en la dinámica del conflicto armado pues este sufre una traumática transformación caracterizada por una relación entre criminalidad, lucha política y guerra sucia.

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El 8 de abril de 1996 ocurrió el paro armado en seis departamentos del país. Y en septiembre se desarrolló una de las ofensivas más agresivas de la guerrilla en su historia, desvaneciéndose de esta manera los diálogos de paz. La arremetida de las farc y las movilizaciones masivas en algunos departa-mentos hicieron pensar a algunos analistas en la posibilidad de una guerra civil. Elites económicas y gobierno interactuaron para generar una respuesta de tipo militar a la ofensiva guerrillera. Los empresarios ofrecieron un histórico aporte económico como apoyo a esta iniciativa, además avalaron las iniciativas de gobierno en torno a fortalecer las Fuerzas Armadas, la creación de bonos de guerra, generar zonas de orden público y limitar controles como los de la Procuraduría.

En este mismo año, una serie de operativos demostraron el vínculo de la guerrilla con la producción de narcóticos y se empezó a popularizar el término de “narcoguerrilla”.

En noviembre del mismo año, Henry Loaiza, alias “el alacrán”, fue llamado a juicio, acusado de conformar los grupos paramilitares autores de la masacre de Trujillo. De igual forma continuó la investigación por homicidio agravado en el mismo caso. En abril de 1997 la Fiscalía reiteró la acusación y llamamien-to a juicio a “el alacrán” por estos mismos hechos.

En diciembre se expidió la ley de extinción de dominio, lo que les per-mitió a las autoridades ocupar y confiscar los bienes de los narcotraficantes, operación que alentó la guerra contra el narcotráfico, ya que antes estas incau-taciones quedaban en un limbo jurídico a favor de los ilegales.

Durante este año, en el departamento del Valle, el comandante del Co-mando Especial Conjunto del momento hizo un balance de uno de los grandes operativos contra el narcotráfico, la operación “Simbiosis”, informando que en el norte del departamento se habían incautado propiedades que llegaban a acu-mular más de 300 hectáreas dedicadas a la ganadería y de las cuales el 80 por ciento perteneció a personas vinculadas con el narcotráfico. Producto de la ac-ción de las autoridades durante el período se informó que los narcotraficantes extendieron su radio de acción a Quindío y Risaralda.

En 1997 fueron las elecciones a las distintas instancias de representación gubernamental a nivel local y nacional, las que marcaron la pauta del conflicto. La guerrilla las definió como objetivo militar y tuvo una presencia muy activa en esta época, controlando la realización de elecciones en sus zonas de domi-nio e intentando boicotearlas en otras zonas a través de atentados y amenazas.

La respuesta militar del Estado fue la confrontación directa contra el nar-

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cotráfico, desarrollando grandes operativos que se propusieron el desmantela-miento de los carteles. En este proceso se produjeron múltiples allanamientos, capturas de capos y mandos medios así como destrucción de campamentos de producción de drogas. Muchos de estos desmantelamientos ocurrieron en el centro y el norte del Valle con acciones muy intensas durante todo el año.

Según el estudio del Cidse (1999: 264), el narcotráfico es el escenario más importante en el departamento y aquel que explica de manera más clara la coyuntura por la que atravesó la región durante el período 95-97. La compene-tración narcotráfico-sociedad fue profunda y abarcó las más diversas esferas.

A finales de la década del 80 y principios de la del 90, el narcotráfico era el puntal de la modernización económica regional, del crecimiento de la eco-nomía y la razón de un sentimiento de bienestar económico, especialmente de los sectores de poder que nunca pudieron distanciarse críticamente de lo que puede significar una modernización sobre la base de un negocio ilegal, incluso en el período de recesión económica de fines de la década hizo falta esa distan-cia, pues se añoraba el pasado de bonanza ilegal.

En otras palabras, la sociedad regional legitimó el narcotráfico y sus miembros aparecieron como empresarios exitosos y ciudadanos a imitar en sus modos de consumo, relación con las mujeres, el deporte, el arte y la educa-ción superior. La acción contundente del Estado frente al narcotráfico se debió sobre todo al trabajo nacional y la presión internacional (Cidse, 1999: 265).

Los investigadores del Cidse plantean que durante el período en referen-cia, el fenómeno de delincuencia y criminalidad común fue muy fuerte en la región, con una estructura permanente en el tiempo que le permitió desligarse de coyunturas o fases que mostraran picos o bajos relacionados con otras situa-ciones estructurales como el desempleo y la crisis económica. Pareciera que el desmantelamiento del narcotráfico fortaleció la delincuencia organizada:

Se tiene en el fondo una sola tradición y organización de la criminalidad que ha permitido desarrollos sobre diferentes objetos particulares, desde la producción y comercio de drogas ilegales hasta la industria de la extorsión y el secuestro pa-sando por el contrabando. Algunas veces articulados con grupos insurgentes para cometer y negociar actos delictivos (Cidse, 1999: 316).

Los análisis de los procesos de violencia en la región llevan a los investi-gadores a indicar el uso frecuente de la violencia como medio para lograr lucro económico. Además, la facilidad con la que entonces se recurría a la violencia, se extendió como mecanismo “legitimado” entre autoridades y ciudadanía, en

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parte por la percepción de debilidad del Estado y las Fuerzas Armadas, lo que generó una tendencia a la solución armada privada como respuesta a la des-protección y el apoyo a salidas militares para los casos de seguridad ciudadana. En términos generales, para los investigadores, la sociedad y el Estado estaban atravesando una encrucijada, un momento crítico de orden social civilizado, de ciudadanía y Estado débiles (Cidse, 1999: 321).

Como conclusiones generales, los investigadores proponen que al lado de los núcleos del conflicto (político armado, narcotráfico y delincuencia organi-zada), de sus principales agentes y de quienes participan de forma más o menos directa, se organiza y sobrevive gran parte de la población. Frente a la violencia como medio, resaltan su carácter endémico a pesar del cambio de circunstan-cias, un rasgo de exceso, de donde se deduciría que otros factores (de orden simbólico por ejemplo) entran en juego.

Esta caracterización es definida por los autores con el concepto de Daniel Pécaut de “banalización de la violencia”, la expansión del uso del terror que ter-mina siendo parte de la cotidianidad, así como su compaginación con el orden social histórico, que según los autores caracterizan rasgos de una civilización precaria, permeada por la barbarie, que no ha podido resolver sus problemas estructurales, donde la violencia es rutina en la solución de los conflictos (Cid-se, 1999: 323).

En este escenario, se advierte que el narcotráfico se ha insertado de mane-ra profunda en la sociedad y el Estado. Este fenómeno histórico de más de 30 años no fue tratado con la atención correspondiente y contemporáneamente se reproduce de manera menos latente. Escenario en el que según el informe del Cidse (1999: 324), la delincuencia organizada es un actor clave para el nar-cotráfico, en la medida en que la primera hace referencia a tejidos y formas de organización más tradicionales que permearon todos los sectores sociales. De esta forma, los escenarios y actores del conflicto político armado, la delincuen-cia y el narcotráfico se entretejen de diversas y complejas formas, afectándose mutuamente.

Al lado de estos escenarios aparecieron diversos conflictos sociales que contuvieron formas incipientes de organización civil pero que no lograron con-solidar espacios. Esto condujo a que su resolución conllevara salidas violentas y estigmatizadoras (por ejemplo, la militarización del conflicto generacional con los jóvenes), una sociedad que en medio de la guerra política y la violencia del narcotráfico no logró establecer y consolidar organización y propuestas que equilibraran la violencia producida por estos actores (Cidse, 1999: 326).

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De otra parte, el informe de la cnrr (2008) expone que, con base en el boletín informativo de Justicia y Paz y la revista Noche y Niebla, entre los años 1995 a 1999 hubo un notable descenso de los homicidios en los municipios de Trujillo, Bolívar y Riofrío, pero del año 2000 al 2001 los niveles subieron, acercándose a los registros del período de la masacre (90 y 91) producto de la confrontación entre las estructuras criminales de los nuevos capos Diego Montoya y Wilber Varela.

Esta dinámica disminuyó de nuevo de 2002 a 2006, lo que no se reflejó in-mediatamente en la reducción de las acciones de violencia continua sino en su baja intensidad. Las modalidades más usadas fueron los homicidios selectivos y las masacres; disminuyeron significativamente las desapariciones forzadas. Según los boletines mencionados, de 1995 a 2006 se registraron 76 víctimas en Trujillo, Bolívar y Riofrío. Además de las continuas amenazas y ataques contra la organización de familiares de víctimas de masacre de Trujillo (Afavit), y con-tra la organización Justicia y Paz (cnrr, 2008: p. 64).

Con el sugerente título del informe 2008 de la cnrr, Trujillo, una trage-dia que no cesa, los investigadores han concluido que las acciones de violencia contra las víctimas y los habitantes del municipio continúan hasta el momento, pues, si bien la alianza criminal temporal y regional terminó, se han presentado presiones y hostigamientos de actores locales (viejos y nuevos) contra los pro-cesos de reclamación de justicia y memoria.

Esta violencia se prolonga a través de la impunidad que genera tanto la inoperancia de la justicia como la falta de soporte político y mediático (es decir falta de reconocimiento y acompañamiento al proceso de exigencia de justicia y reparación). Impunidad e injusticia que prolonga el sentimiento y estado de indefensión y vulnerabilidad efectiva de las víctimas, impulsándolas a recurrir urgentemente a la construcción de la memoria como forma de justicia y de resistencia, a construir y consolidar organización social y a aliarse con actores nacionales e internacionales en búsqueda de apoyo, solidaridad y la solución efectiva de su situación. Estas acciones han permitido logros esenciales como el reconocimiento y admisión del caso por la justicia internacional de la cual han derivado acciones y medidas, entre ellas el reconocimiento de la participación del Estado en estos crímenes. Sin embargo, la mayoría de las recomendaciones de la justicia internacional no han sido atendidas, y las promesas de reparación del Estado han sido insuficientes e incompletas.

Para dar cuenta de las debilidades de la gestión jurídica y administrativa del Estado, el informe de la cnrr (2008) resalta las situaciones que generan

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bloqueos al proceso como son las acciones de intimidación e interferencia di-rectamente hechas por actores locales y nacionales interesados en el oculta-miento de los hechos, la insuficiencia en la capacidad de las instituciones para atender estos casos (falta de personal asignado, congestión de casos, etc.), la terminología y conceptualización judicial y legislativa que limita el caso Tru-jillo, ya sea fragmentando los hechos (y en este sentido quitarle judicialmente su contenido de intención criminal sistemática y planificada) o por la mirada limitada o inadecuada de los conceptos jurídicos aplicados.

De otro lado el programa de reparación a las víctimas directas de la masa-cre y a la población del municipio ha tenido múltiples dificultades en su reali-zación, como la falta de articulación, coordinación y desorden administrativo, corrupción, falta de seguimiento y veeduría.

En este mismo sentido, reporta la cnrr (2008: 299) la situación de debi-lidad institucional en el período del presidente Ernesto Samper (1994-1998), generó desde 1999 una dispersión y debilitamiento de los esfuerzos institu-cionales respecto a las recomendaciones y compromisos asumidos en el caso Trujillo, y si bien se ha mantenido todo el tiempo niveles de discusión entre el Gobierno y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el caso sólo se reactivó en 2005 (en parte gracias a las acciones de seguimiento, denuncia y presión a nivel nacional e internacional que hizo permanentemente la Co-misión Intercongregacional de Justicia y Paz –cijp-). En esta fecha, durante la audiencia de la cidh se reconoció el incumplimiento del Estado en sus obliga-ciones y se emitió un comunicado al Gobierno de Álvaro Uribe, anunciándole la intención de ruptura de la solución amistosa por parte de las víctimas y su paso a la Corte Interamericana. El Gobierno reaccionó en su momento crean-do el Grupo Operativo Institucional para la defensa jurídica del Estado ante organismos internacionales, donde le propone a la cidh y a las víctimas con-tinuar con la solución amistosa y con el plan de inversión social para Trujillo.

1.2. Inferencias de los impactos del conflicto armado en la vida social, cultural y comunicativa de Trujillo desde la perspectiva de los investigadores socialesLa revisión documental que se hizo sobre el municipio de Trujillo y el contexto nacional del conflicto político militar, permitió acercarse tanto a una caracte-rización muy general del municipio en lo geográfico, demográfico, político-administrativo, económico y, sobre todo, con más detalle, a un relato de la vio-lencia y el conflicto político militar que ha afectado al municipio en su historia larga y reciente.

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Como se puede observar en ese punto, el informe de la cnrr (2008) ha sido un referente obligado y valioso para dar cuenta de la historia, el presente y el futuro de Trujillo en relación con el conflicto social y político violento.

El informe, por su actualidad y perspectiva investigativa, no sólo arroja nuevos y actuales datos frente al esclarecimiento de los hechos violentos y los procesos de justicia y reparación, sino que entrega elementos que permiten identificar impactos del conflicto político armado en la vida cotidiana del mu-nicipio, así como respuestas de los habitantes.

Al respecto se destacan:a) El significado simbólico y social de las acciones de la masacre: más allá

que una mera estrategia de guerra en su componente específicamente mili-tar, la masacre de Trujillo se ha definido como una alianza criminal que se establece sobre la base de entender y someter al enemigo en el marco de una guerra descompuesta no regular y sin límites normativos, de allí el sentido de los excesos y las crueldades sobre cuerpos sociales e individuales como acción válida para doblegar al contrario, una guerra degradada y criminal donde lo que importaba era ganarla, no cómo.

Por eso el ataque a actores sociales claves en la constitución y dinámica de la vida comunitaria (el caso emblemático de las torturas y asesinato del padre Tiberio Fernández, pero también de motoristas, tenderos, educadores, enfer-meras, quienes eran considerados en su momento por los victimarios “la base social de la insurgencia” o simplemente parte integrante de estos grupos), bus-caban demostrar la ruptura y trasgresión de los limites simbólicos y morales de la violencia así como herir el sentimiento religioso de la comunidad (cnrr, 2008: 65).

Los cuerpos fragmentados, producto de las acciones de los victimarios, representaban un mensaje de estos sobre el alcance de la violencia que ejercían, su reputación frente al alcance del ejercicio de su violencia (cnrr, 2008: 73). Y también la tortura no sólo como instrumento para sacar información sino como forma de ejecución de la muerte del enemigo, de una forma de ver y ha-cer ver al enemigo (cnrr, 2008: 80).

b) Impactos sobre la vida, integridad e identidad de familiares: al respecto dos aspectos son importantes de resaltar. El primero es referido a la transfor-mación social y cultural de Trujillo a partir de la inserción y colonización del narcotráfico en la vida del municipio. El informe destaca testimonios de habi-tantes que identifican estas transformaciones sobre todo en las generaciones jóvenes, cambios relacionados con las representaciones y sentidos sobre el tra-

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bajo y sobre todo el trabajo rural o campesino, el cual ya no es mirado como una opción y la búsqueda permanente por acceder al consumo de bienes y servicios a través de la economía ilegal y con la ética del menor esfuerzo (cnrr, 2008: 132).

De igual forma, según indica el informe de la cnrr (2008: 147) la intensi-ficación de la compraventa de tierras ha incrementado el número de visitantes y compradores foráneos, y han empezado a surgir nuevos servicios y propues-tas comerciales como discotecas, bares y tiendas de mascotas. Se identifica ade-más una generalización del comportamiento agresivo, ostentoso, arrogante e individualista.

Ahora bien, el efecto del narcotráfico en todas las esferas de la vida de Trujillo, fue un fenómeno que afectó la vida regional y nacional. El municipio, como el Valle del Cauca y otras zonas colombianas, fueron penetradas por este fenómeno ilegal. Como se referencia en este informe, el caso del Valle del Cau-ca fue emblemático, líderes de la vida social y política del departamento se vie-ron involucrados en casos de narcotráfico, la economía regional era dinamiza-da fuertemente por los dineros ilegales y la vida social (ética y estéticamente), era mediada permanente y fuertemente por los valores y referentes apropiados por los narcotraficantes.

El segundo aspecto se refiere al impacto que el terror, las acciones violentas continuadas y la impunidad generan en las personas y los núcleos familiares, explicitado sobre todo en la incertidumbre y la tortura psicológica, los cuales se configuran como instrumentos de terror de largo alcance (CNRR, 2008: 68).

Además del padecimiento de la desaparición o asesinato, los familiares de las víctimas se enfrentan al descrédito de sus parientes asesinados cuando autoridades militares y políticas han entregado informes o comentarios don-de afirman la vinculación o participación de la víctima en estructuras ilega-les como la guerrilla (cnrr, 2008: 69). De igual forma, las víctimas han sido amenazadas cuando indagan por sus familiares desparecidos, imponiendo el silencio e impidiendo la denuncia y el duelo.

Luego de los hechos de marzo-abril de 1990, la población fue hostigada por el Ejército con detenciones arbitrarias, torturas y generación de rumores sobre grupos armados que “acabarían con la población” (cnrr, 2008: 71).

Lo que se ha generado es un drama irresuelto a nivel personal, familiar, comunitario y social. La desproporción del terror infundido en ese período así como la respuesta insuficiente del Estado en términos de reparación y la per-vivencia de los victimarios, hace que los pobladores se cubran con un manto

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de silencio sobre los hechos, no mencionándolos, incapaces de nombrar, de compartir el recuerdo, dejando inconclusos los procesos de duelo; la muerte por pena moral y el suicidio fueron algunas derivaciones de esta situación para algunos familiares (cnrr, 2008: 85).

Al respecto el informe analiza que las acciones por la memoria en este marco de constante agresión y persecución corren el riesgo de generar o pro-mover unas memorias suspendidas en el tiempo y sin proyección hacia la re-construcción de la vida, la presencia pública y la acción política. En palabras de la cnrr (2008: 178-179), lo que también viene ocurriendo en este contexto es que el trauma colectivo no ha sido superado.

c) El impacto del terror sobre las redes sociales y comunitarias: Las víctimas escogidas en los hechos violentos de Trujillo, tuvieron un impacto desintegra-dor de la vida social del municipio, no sólo fueron el número y las acciones cometidas, también a quiénes. Los roles y reconocimiento social que tenían las víctimas constituían nodos de articulación y socialización cultural y comuni-taria, impacto profundo que generó la estrategia contrainsurgente de ataque a la población para aislar socialmente al enemigo. Víctimas que además pertene-cían a la población económica activa del municipio, agregando al dolor por la pérdida, la generación de crisis económica e incremento de la pobreza.

El tejido social y comunitario se vio más debilitado cuando tras la masacre se generó el desplazamiento forzado masivo, suceso que si bien no cuenta con cifras, los testimonios recogidos por el informe aluden al carácter masivo del hecho sobre todo entre 1990 y 1994.

El caso más emblemático de este fenómeno de disolución social fueron los hechos violentos contra el padre Tiberio Fernández, quien con su acom-pañamiento e impulso a la organización campesina y comunitaria, fue uno de los principales promotores de procesos sociales y económicos locales. Su des-aparición, tortura y asesinato disolvió y bloqueó la organización comunitaria y el cooperativismo por una parte, y por otra afectó la autoridad moral y la identidad del pueblo.

Estos impactos del terror se evidencian hoy con el bajo capital social en el municipio y desconfianza de los pobladores hacia la institucionalidad del Estado (cnrr, 2008: 80-83).

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1.3. Inferencias sobre las respuestas de los habitantes de Trujillo al impacto del conflicto político militar desde la perspectiva de los investigadoresComo elementos pertinentes a la presente investigación respecto a las respues-tas de los habitantes a los impactos del conflicto político militar, se resalta del informe ya citado el trabajo de las organizaciones locales y las organizacio-nes de derechos humanos nacionales e internacionales, las cuales han venido agenciando diferentes propuestas (algunas de ellas diferentes y en tensión) que apuntan a la construcción de la memoria histórica, la justicia y la reparación a las víctimas, la reconstrucción del tejido social y construcción de sociedad civil, a través de lo organizativo político y las acciones simbólicas, sociales y jurídicas.

Tal es el caso de la construcción y adecuación del Parque Monumento; las marchas o peregrinaciones de los años 1995, 2002, 2003; las acciones civiles, políticas y jurídicas de la Asociación de Víctimas de la Masacre de Trujillo (Afavit); el trabajo cultural y lúdico desarrollado por la organización juvenil “La Orden Perdida”, el seguimiento a las investigaciones sobre el caso y presen-cia en los juicios a victimarios; procesos y acciones que según los autores del informe son inicios para la reconstrucción de sociedad civil y fortalecimiento de la proyección política de las organizaciones.

Trujillo es quizá una de las experiencias de mayor creatividad cultural y simbólica en Colombia, generada en el proceso de confrontación de la violen-cia. El monumento de Trujillo puede ser interpretado como una cosmogonía del sufrimiento y un panteón a sus aliados nacionales e internacionales en la resistencia. A partir de una comunidad religioso moral se construye pues una comunidad cívica (cnrr, 2008: 26).

Estas iniciativas y procesos han estado acompañados permanentemente por organizaciones externas principalmente y, desde el principio, por la Comi-sión Intercongregacional de Justicia y Paz –cijp-, donde el padre Javier Giraldo ha sido un actor fundamental en el trabajo de recuperación de la memoria, las demandas nacionales e internacionales y la organización social. Estas accio-nes tuvieron como resultado la conformación de la Comisión de Investigación para los Sucesos Violentos de Trujillo y, finalmente, en 1995, el reconocimiento de la responsabilidad del Estado en los hechos (cnrr, 2008: 181).

Este proceso ha llevado a la conformación y consolidación de organiza-ciones orientadas directamente al esclarecimiento, la justicia y la reparación de los hechos violentos como Afavit, quienes han venido liderando el proceso a

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nivel local, acompañadas por Justicia y Paz, y articulándose a otras organiza-ciones de nivel nacional e internacional, lo que permite identificar dinámicas propias de reconstrucción de sociedad civil donde lo comunitario y social con-vergen con la acción política.

Según el informe de la cnrr (2008: 185), Afavit ha sido protagónica en las acciones de reparación simbólica como la construcción del Parque Monu-mento y las peregrinaciones, los seguimientos a investigaciones y juicios sobre la masacre, así como la asociación con otras entidades para la denuncia y la presión nacional e internacional.

Lo simbólico, estético y comunicativo ha sido parte esencial en todo este largo proceso en busca de memoria, justicia y reparación, es en lo simbólico y comunicativo donde se concentra gran parte de las acciones de reparación, lo cual es un componente importante para la superación del drama personal y colectivo, sobre todo cuando la impunidad y la violencia permanecen.

Reconstruir la memoria a través de testimonios, obras plásticas y arqui-tectónicas, y peregrinaciones se hace imprescindible para los familiares de las víctimas y la población en general. Estas son formas de elaborar los dramas, de proponer otras miradas y salidas a lo sucedido, de hacer reconocible y legítimo (tanto en lo local como lo nacional y lo internacional) las versiones borradas o escondidas por el relato oficial.

Sobre este punto, es importante resaltar el trabajo en torno al teatro y la pintura que en 1997 realizaron Carlos Ulloa y Stella Guerra (cnrr, 2008: 188), y las obras escultóricas para el Parque Monumento en 2002; los talleres en 2003 sobre reconstrucción de los hechos con los familiares, coordinado por la her-mana Maritze Trigos (que tuvo como resultado el libro manuscrito “¡Tiberio vive hoy! Testimonio de la vida de un mártir, Tiberio Fernández Mafla”) (cnrr, 2008: 192).

También es importante señalar el trabajo de la organización juvenil “La Orden Perdida”, que desde el 2002 viene desarrollando, desde una perspectiva diferente a la de Afavit, procesos relacionados con la reconstrucción del tejido social poniendo énfasis no tanto en lo doloroso de los hechos ni la victimi-zación de las personas sino en la perspectiva de “sujetos activos de su propia reconstrucción como comunidad” (cnrr, 2008: 197).

En este sentido buscan desarrollar procesos de identidad local desde el rescate de la imagen del padre Tiberio no sólo desde su martirio sino desde sus ideales comunitarios. Paralelo a este proceso se inicia con jóvenes en la ciudad de Cali un trabajo producto del proyecto Colombia Nunca Más, que busca do-

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cumentar los crímenes del paramilitarismo en el Valle y quienes en 2007 abren en esa capital una galería de la memoria.

Esta serie de iniciativas y procesos no ha estado exenta de retaliaciones periódicas que no han cesado y que producen debilitamiento del trabajo rea-lizado y el repliegue de sus organizaciones. Es así como, en 1998, las persecu-ciones y amenazas hicieron que muchos integrantes de Afavit se exiliaran en otros países y que hasta el año 2000 existiera el silencio producido por el terror. También, desde la inauguración del Parque Monumento en 2001, han habido cuatro atentados a la memoria y sus símbolos (cnrr, 2008: 211): incendios, disparos y destrucción de partes de la obra escultórica “La sombra del amor” y la profanación de la tumba del padre Tiberio en 2008.

El informe de la cnrr (2008: 212) muestra las potencias y las contradic-ciones de las acciones simbólicas frente a estos casos; un trauma que no se ha resuelto solamente por la imposibilidad de las víctimas de olvidar y “estancarse en ese pasado”, sino también por la búsqueda permanente de victimarios viejos y nuevos por borrar y acallar las huellas del drama y el terror. Tales situaciones han impedido de alguna manera la resignificación de la condición actual y las propuestas de futuro social y político compartido.

2. Hitos del conflicto político militar en Trujillo, Valle, entre 1991 y 2007, desde la perspectiva de los pobladoresLos referentes del conflicto que se presentan a continuación fueron construi-dos a partir del diálogo con pobladores de Trujillo.

a) La masacre de la Sonora, la desaparición de los ebanistas y la desaparición, tortura y asesinato del padre Tiberio Fernández. Hechos que ocurrieron entre el 29 de marzo y 17 de abril de 1990.. Referenciados como los hechos emblemáticos de llamada masacre continuada de Trujillo, durante este período perdieron la vida personas importantes de la vida del municipio entre ellos Esther Cayapú, enfermera y partera de la zona, y el padre Tiberio Fernández. La impronta que dejó en la vida individual y colectiva el Padre Tiberio, a través del proyecto social, político y económico que él agenciaba; su condición de sacerdote en una colec-tividad profundamente religiosa, y la forma de su muerte, se convirtieron en un hito histórico del conflicto que partió la historia del municipio en dos. División que referencia un antes de prosperidad, esperanza y confianza en lo colectivo y en un proyecto de futuro, y un después desesperanzador, de confusión personal y colectiva sobre el futuro individual y social.

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b) La condena de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, y la alocución del presidente Ernesto Samper en 1995, asumiendo la responsabilidad del Estado por acción y omisión en los hechos violentos de la masacre. Después de aproxi-madamente cinco años de confusión, zozobra y temor de los habitantes, una vez ocurrido el hecho emblemático de la masacre, es de destacar el trabajo del sacer-dote jesuita Javier Giraldo, y organizaciones como Justicia y Paz, que desarrolla-ron un trabajo delicado y arduo de reconstruir los hechos violentos y divulgarlos internacionalmente. Lo que produjo todo un proceso de justicia internacional que desembocó en la condena de la cidh, generando un debate público sobre los hechos, presiones para investigaciones en Colombia y finalmente el pronuncia-miento del presidente Samper.

Esta alocución hace parte de la historia nacional al ser la primera aceptación de la participación de Estado en un crimen de lesa humanidad. El significado de esta intervención, para muchos fue de ganancia y esperanza en los mecanismos de la justicia y la posibilidad de un camino para la imposición de límites a la degradación del conflicto armado; para otros, sobre todo para los habitantes y las víctimas de la masacre, significó una intensificación del terror y la violencia en tanto la reactiva-ción de las amenazas y el desplazamiento forzado.

La condena y la alocución generó sorpresa e incertidumbre, sobre todo entre los habitantes de Trujillo, pues los victimarios seguían (y siguen) en el territorio ejer-ciendo poder y violencia. El efecto práctico para muchos pobladores fue el des-plazamiento forzado, pues ni la condena, ni la alocución presidencial significaron inmediatamente protección del Estado.

c) La construcción del Parque Monumento para las víctimas de la masacre y el traslado de los restos mortales del padre Tiberio de la iglesia al Parque, en el año de 2002. Después de todo el trabajo realizado por Justicia y Paz, más otras organi-zaciones nacionales e internacionales, se gestó un proceso organizativo entre los familiares de las víctimas de la masacre de Trujillo cuyo resultado fue la Asocia-ción de Familiares de Víctimas de la Masacre de Trujillo - Afavit. Dicho grupo lo-gró tener mucha fuerza interior y presencia local, nacional e internacional como respuesta organizada de la sociedad civil frente al conflicto armado.

Sin embargo algunas acciones lideradas por Afavit para reivindicar su reclamo de justicia y reparación conllevaron divisiones al interior del municipio. Todo el proceso de reparación y construcción de memoria histórica agenciado por esta organización ha tenido, al menos de manera explícita, dos miradas referidas a qué

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se entiende por una reparación efectiva, y cómo hacer y mantener la memoria colectiva.

Esto se evidencia en las diferentes miradas sobre cómo utilizar los dineros de la reparación (dilema entre acciones simbólicas y acciones materiales-económicas), y cómo hacer uso del símbolo del padre Tiberio. Hacer uso del cuerpo y el símbo-lo del Padre es también un conflicto en el municipio, cuyo punto central pareciera ser la disposición o apropiación privada (o al menos no suficientemente acorda-da) por parte de Afavit de un símbolo de la comunidad.

Es de mencionar un elemento importante asociado al contexto de los hi-tos del conflicto: En los recuerdos de los pobladores de Trujillo se evidencia un pasado de fuerte integración comunitaria, expresada en sus rituales sacros y profanos; una construcción de la comunicación cotidiana con caracteres fuer-temente familiares y locales (por ejemplo, el uso extendido de apodos entre personas y familias, que se convierten en marcas distintivas de la vida comu-nitaria), y el significado de espacios públicos como lugares congregadores y movilizadores de la vida colectiva: el teatro, el parque, la iglesia.

2.1. Inferencias sobre los impactos del conflicto político militar en Trujillo, desde la perspectiva de los pobladoresEl trabajo de campo que recogió información a través de entrevistas y diálogos evidencia las múltiples y diferentes miradas que, respecto a los impactos del conflicto político militar, existen en Trujillo.

Se exponen a continuación, a manera de glosas:

a) Lo primero que se evidencia es que la historia de Trujillo se parte en dos con la “masacre continuada”, que para los pobladores entrevistados tiene su punto de referencia en 1990 con la desaparición, tortura y asesinato del padre Tiberio Fer-nández. Para los habitantes entrevistados es reconocible un antes y un después a partir de este trágico suceso. Se identifican (y evocan con nostalgia) las prácticas que se tenían, los lazos sociales construidos, las formas y dinámicas de los espa-cios colectivos y cotidianos, y cómo la guerra y el terror impactan la vida cotidia-na y los tejidos comunicativos locales, transformando la estructura comunitaria.

b) Haber indagado por los referentes históricos de la vida del municipio antes de 1991 reveló dos formas de construir el tiempo pasado en los relatos: uno lineal, donde se describen los hechos cronológicamente, y uno circular, donde las res-puestas hicieron referencia sobre todo a los rituales cotidianos y periódicos de la

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vida local donde se afirmaban permanente los lazos comunitarios y la vida fami-liar. Todos los recuerdos referencian una vida rural y campesina que era la que dinamizaba fuertemente la economía, la sociedad y la cultura de la localidad, una comunidad que vivía activamente su religiosidad católica y su identidad basada sobre todo en la cultura paisa.

c) Frente a las temporalidades lineales, se encuentran actores con un relato es-tructurado de la historia de violencia política bipartidista de la cual Trujillo fue un escenario representativo de lo que ocurría a nivel nacional, la transformación de la productividad y la entrada de las tecnologías de la información y el entre-tenimiento. Relato de actores que han participado activamente de la vida pública local y que se compagina con las narrativas de los investigadores sociales.

d) En la mayoría de los pobladores se referencian las transformaciones econó-micas que fue viviendo el municipio, producto de elementos naturales, políticas nacionales, y colonización del narcotráfico y lógicas del conflicto político militar.

e) De otra parte se expresaron recuerdos con temporalidades circulares, los cuales hicieron referencia a rituales religiosos y paganos, así como a lugares de encuen-tro comunitario. En este sentido muchos hechos que se identificaron tenían que ver por ejemplo con los rituales católicos. Todos son ritos de fortalecimiento y actualización de vínculos familiares, comunitarios, de género y de generaciones, la familia y lo comunitario se entretejen dada la extensión de las familias y de es-tos ritos. Es interesante el uso de las casa y las fincas para hacer estas actividades que precisamente relacionan y solapan lo familiar con lo comunitario, lo privado con lo comunitario.

f) El deporte, sobre todo el fútbol, jugaba un papel central en la integración co-munitaria, mantenía muy unidas las veredas. O los festivales que se hacían para recoger fondos y celebrar actividades comunitarias. Una lógica parecida a la min-ga donde la comunidad hace esfuerzos en conjunto con la junta de la vereda para alcanzar un objetivo. Los festivales y torneos de fútbol eran actividades conjuntas que integraban las veredas y ordenaban un circuito de visitas y festivales

g) También se enuncian los espacios de encuentro. Al respecto se resaltan el par-que y el teatro y la iglesia, escenarios emblemáticos de construcción e integración comunitaria para el municipio, lugares de convergencia y encuentro, esenciales para la dinámica comunicativa cotidiana, escenarios de recreación cultural y so-cial que se eran puntos nodales de los tejidos comunicativos y que se ven impac-

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tados negativamente por el conflicto armado hasta llegar casi a su desaparición física o simbólica.

h) Lo que se evidencia como impactos del conflicto político armado en la comu-nicación cotidiana es la incomunicación física y simbólica del territorio, deses-tructuración comunitaria a través del asesinato de miembros conectores de la sociedad y que resolvían prácticamente muchas situaciones de las personas de las veredas y el casco urbano. Se modifican o disminuyen en periodicidad e intensi-dad (familiaridad) los espacios, ritos y actividades comunitarias. Los asesinatos y masacres van acompañados de desplazamiento, recolonización por agentes exter-nos al territorio y transformación de los modos de producción habituales o tra-dicionales. Dinámica que acompañada por los procesos de uso de tecnologías de la información, comunicación y entretenimiento, la entrada de otras religiones, cierto pragmatismo de las prácticas religiosas o comunitarias (del hacer al com-prar, por ejemplo), generan toda una transformación de las formas de relación social, de hábitos sociales que los entrevistados asumen negativamente para la vida comunitaria en la actualidad y expresión de añoranza por lo perdido.

2.2. Inferencias de las respuestas de los habitantes de Trujillo frente al conflicto político militar desde la perspectiva de los pobladores

a) Frente a las respuestas o resistencias que construyeron algunos pobladores del municipio (principalmente las víctimas directas de los hechos violentos), se iden-tifican en los procesos organizativos de los familiares de las víctimas de la ma-sacre, pues es en su proceso organizativo y sus acciones relacionadas con la me-moria, las acciones sociales y políticas de exigencia de justicia, y el seguimiento a los casos judicializados, como se ha venido enfrentando de manera identificable ejercicios de resistencia frente al conflicto armado y sus secuelas. Es de anotar que este proceso ha tenido como aspecto importante el agenciamiento y acom-pañamiento de personas y organizaciones externas, sobre todo las vinculadas a la iglesia católica. Es a través de estas instituciones que se inicia todo el proceso organizativo, social, político y judicial de la masacre de Trujillo, así como las que han mantenido y recuperado el proceso cuando este se ha visto impactado por la violencia. Esto no quiere decir que no existieron otros actores internos y externos que estuvieron en el proceso, pero sí que son las personas y organizaciones de la iglesia católica las que tienen un protagonismo central en el proceso más visible de resistencia frente a los hechos violentos de Trujillo.

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b) Sin embargo, pareciera que el proceso organizativo de las víctimas no impacta como tal la vida comunitaria de Trujillo, la cual se encuentra colonizada por otras lógicas económicas, sociales y culturales (donde juega fuertemente el narcotrá-fico) que hacen marginales acciones en torno al conflicto violento y sus conse-cuencias.

c) La acción y organización externa desactiva en las víctimas de la masacre un sentimiento de soledad y vulnerabilidad en un contexto violento que desestruc-turó los vínculos comunitarios, las relaciones vecinales. Impacto profundo y de-moledor que impedía que cada víctima dimensionara la tragedia del municipio y, por lo tanto, no se generara una voluntad de acompañamiento en la tragedia. El terror permanente genera una inmensa soledad, pues las pautas culturales tra-dicionales, donde la compañía y familiaridad son elementos constitutivos de las relaciones, son fuertemente golpeadas por los victimarios que perviven en el te-rritorio.

d) De esta forma actores externos al municipio se convierten en soporte funda-mental para las respuestas de los habitantes a los impactos del conflicto político militar. La peregrinación del año 95 y el informe de la cidh, lo que generan en las víctimas es entonces una sensación de reconocimiento y compañía, que les permite buscar relaciones y comunicar su estado, su drama, organizarse. Y es en el trabajo familia a familia que los religiosos iban juntando relatos y reuniendo parientes. Y fueron éstos los que poco a poco, cada uno contando lo que le suce-día, quienes reconocieron un drama compartido. Comprendieron que compar-tían un drama, que hacían parte de un relato de hechos comunes y que eso era lo que les permitía sentirse acompañados y construir voluntad de acción, voluntad construida a partir de relatar y compartir su drama, construir un relato colectivo. Espacios como la parroquia y espacios aislados dentro y fuera del municipio fue-ron los escenarios desde donde se iniciaba este proceso.

3. Relaciones entre los hallazgos de las perspectivas de los investigadores sociales y los pobladores del municipio frente a los impactos del conflicto político armado en la vida cotidiana de TrujilloEn ambas perspectivas se reconoce una historia local caracterizada por fuertes y violentas disputas partidistas y una fuerte tradición campesina cafetera pai-sa que fue desestructurándose por los fenómenos de violencia, narcotráfico,

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reconversión productiva e ingreso de las tecnologías de la comunicación y el entretenimiento.

En ambas resalta el papel esencial y constituyente que la Iglesia Católica jugó y juega en la vida comunitaria, una institución reproductora de la tradi-ción católica que influye fuertemente en las relaciones y normas sociales, la ética y moral de los individuos. El protagonismo de la iglesia como institución, entendida ésta como unidad de sentido y praxis (Vizer 2003: 129-130), se debe tanto al proceso histórico colonizador de la Iglesia Católica como al servicio social que organizaciones y representantes de la iglesia han hecho en el terri-torio, dejando profunda huella en la vida personal y colectiva de los habitantes del municipio. Pareciera que los actores armados ilegales del conflicto (espe-cialmente paramilitares y narcotraficantes) sabían muy bien esto, por eso bus-caron golpear la médula de la vida comunitaria, desestructurarla, golpeando una de sus instituciones constituyentes, su moral católica. Quizás en este sen-tido desmembrar cuerpos de individuos emblemáticos significa desmembrar el cuerpo colectivo, de igual forma era clave impactar la vida del municipio al eliminar los puntos nodales del tejido comunicativo de la vida cotidiana: los motoristas, el sacerdote, la enfermera, el parque y el teatro.

También las dos perspectivas reflejan los impactos del conflicto político armado en la vida cotidiana de Trujillo, a partir de la ineficacia de las institu-ciones reproductoras de la normatividad legitima de vida social, la inoperancia de la justicia, la corrupción de los entes gubernamentales locales y naciona-les, la participación de agentes del Estado en la violencia contra la población, desorientó la acción individual y colectiva. La sensación de desprotección, la soledad, el silencio, y en algunos casos la búsqueda de venganza personal, son consecuencia y expresión de individuos y comunidades que se ven sometidos a definir sus acciones sin referentes normativos claros y con una tradición cul-tural fuertemente golpeada por la violencia.

Según ambas perspectivas, una característica de las respuestas de los ha-bitantes de Trujillo a los impactos del conflicto político armado es que han ge-nerado conflicto al interior de la misma comunidad; algunas iniciativas que los familiares de las víctimas de la masacre han desarrollado (después de un largo y delicado proceso de reconstitución de la confianza en sí mismos, la colecti-vidad y ciertas formas de institucionalidad), han generado rechazo en ciertos sectores de la población. El manejo de los restos del cuerpo del padre Tiberio y el Parque Monumento han sido objeto de discusión y conflicto en torno a qué y cómo debería ser un proceso de reparación integral de la población. Para

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algunos es importante mantener viva una memoria traumática y dolorosa, y establecer referentes materiales y simbólicos que mantengan la memoria pre-sente; para otros, es necesario superar los recuerdos trágicos, y hacer inversión económica y material en la vida personal y familiar de quienes fueron directa-mente afectados en términos de la pérdida de sus propiedades y sus familiares. Lo que se encuentra entonces es un conflicto sobre las memorias colectivas y los imaginarios de futuro que deben permanecer en el municipio, un conflicto que, pareciera ser, carece hasta el momento de espacios de mediación.

Un hallazgo que se considera central en el cruce de las dos perspectivas es la evidencia del cruce de varios factores que en su conjunto afectaron la vida y la comunicación cotidiana de Trujillo en el período estudiado. Además de un período complejo y exacerbado de conflicto político militar, tal como lo expo-nen las investigaciones referenciadas en este informe, se encuentra también todo un proceso de reconversión de la vocación agrícola de la zona producto de las políticas cafeteras, la plagas contra el café y toda la propuesta que movili-zaba en ese momento tanto los poderes económicos nacionales (monocultivos, construcción o consolidación de ventajas comparativas para la exportación, orientación de la productividad de acuerdo a los lineamientos de la llamada en su momento “apertura económica”), como del narcotráfico (apropiación de tierras para control territorial e inversión en otros procesos productivos de mayor rentabilidad económica individual como la ganadería extensiva y el co-mercio). Y también se identifica la entrada y expansión de las tecnologías de la información, comunicación y entretenimiento en la vida personal, familiar y económica del municipio. Estos tres elementos (conflicto armado, reconver-sión productiva y disminución de capacidad adquisitiva, y tecnologías de la in-formación y el entretenimiento) triangulan todo un proceso que ha impactado históricamente y en su conjunto, los tejidos comunicativos de la vida cotidiana del municipio.

ConclusionesEn Trujillo, lo que se puede inferir de las respuestas de los habitantes frente al conflicto político militar, es la construcción de unas acciones de la sociedad civil cuya característica es que son apoyadas de una manera determinante por actores externos para su emergencia y desarrollo.

Esta es una característica distintiva de las respuestas que conducen a la construcción de sociedad civil en el municipio, un agenciamiento de acciones civiles que parten de actores externos a la vida local y nacional, pues es la lla-

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mada comunidad internacional y las organizaciones no pertenecientes al Esta-do colombiano, las que generan confianza y empiezan a reconstruir de alguna manera los tejidos de confianza y apoyo colectivos perdidos por el conflicto armado. Es reconocer una instancia por fuera de un Estado nacional (que no es efectivo en la solución del problema), lo que genera acción colectiva entre un grupo de los habitantes de Trujillo.

Otra característica de las respuestas de los habitantes se puede leer desde la noción de tejidos comunicativos propuesta por esta investigación, pues el conflicto generado en el municipio por algunas acciones de Afavit, refleja la tensión y negociación por la construcción de sentidos en torno a qué pasado reconocer, qué memoria mantener colectivamente y qué imaginarios de futuro construir.

Tensión que se mantiene actualmente en el municipio, al parecer, sin es-pacios de mediación que permitan un diálogo más amplio y abierto en torno a cuál es la característica de los impactos significativos del conflicto político armado y cómo construir respuestas colectivas donde la mayoría de los pobla-dores se sientan incluidos y partícipes.

Otro hallazgo que se considera importante dentro del proceso de inves-tigación y que queda por desarrollar es la exploración de la articulación entre conflicto político militar, transformación de la producción económica del mu-nicipio, e impacto de las tecnologías de la comunicación y el entretenimiento, como una triada que actuó conjuntamente y de la cual es necesario dar cuenta para comprender los impactos del conflicto armado en los tejidos comunicati-vos de la vida cotidiana del municipio de Trujillo.

Lo que se impacta negativamente de manera profunda y constituyente en Trujillo es su tradición cultural en lo ritual religioso (la moral cristiana, el cato-licismo), en lo económico (la cultura paisa del emprendimiento y amor por el trabajo), y los rituales de integración cotidiana (las fiestas, el deporte, el teatro, entre otros). La cultura en los tejidos comunicativos juega un papel preponde-rante en Trujillo como objetivo militar de los contendientes en su carrera por ganar hegemonía.

En el municipio de Trujillo se ha encontrado un hallazgo respecto a la construcción de la subjetividad o el lugar de la personalidad en la vida cotidia-na de los habitantes atravesada por el conflicto armado. Si se asume la idea de vida cotidiana como un lugar de la realidad donde cultura, sociedad e identi-dad/subjetividad se articulan para la construcción sobre el sentido de la acción (Habermas, 1999), se puede hacer una inferencia exploratoria acerca de una

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“desestructuración” de las subjetividades de los habitantes de Trujillo (sobre todo de las víctimas directas de la masacre), producto, de un lado, de un im-pacto del conflicto político militar que golpea significativamente la tradición y el marco simbólico de una comunidad fuertemente articulada en torno a la religión católica y la cultura campesina paisa, y del otro, de unas instituciones estatales que muestran su ineficacia, y algunos de sus agentes complicidad, con uno de los actores armados ilegales.

Es decir, una normatividad social reconocida como legítima que no opera en la vida práctica producto de la fuerza de actores violentos que imponen las condiciones para el establecimiento de unas formas de relación. En este escenario se enfrentan pues individuos que no tienen marcos claros de acción, una perplejidad y confusión sobre cómo actuar y qué relaciones construir. Las sensaciones de soledad, el mutismo inicial frente a los hechos violentos, y la expresión permanente de una memoria dolorosa y lacerante, quizás signifique una expresión de esas subjetividades sometidas no solamente a la fuerza de la violencia material, sino también a una incertidumbre sobre quiénes son como tradición cultural y qué tipo de relaciones legítimas se pueden construir en el marco de la guerra donde ellos no toman partido por uno de los bandos.

Quizás sea por esto el protagonismo de las organizaciones externas para la construcción de respuestas de la sociedad civil frente al conflicto armado en el municipio de Trujillo.

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3. Las movilizaciones campesinas y los múltiples

intereses en juego (1992-1996)

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Memorias de una pequeña caficultora del Líbano sobre las movilizaciones cafeteras del Tolima desde

1992

Stephanie Andrade y Arlovich Correa, Universidad del Tolima

El Líbano surgió hacia 1864 como resultado de “la invasión humana que salió de Antioquia hacia el sur en los comienzos del siglo xix” (Henderson, 1984: 191). Está asentado en la zona andina del norte del Departamento del Tolima, entre la ecorregión cafetera y los ecosistemas estratégicos que se agrupan en torno al Parque Nacional de Los Nevados.

1. Café y conflicto en el Líbano durante el siglo xxDesde principios del siglo xx, la calidad del café y el rápido crecimiento de su cultivo convirtió a este municipio en un lugar que atrajo capitales nacionales y extranjeros, en particular alemanes y norteamericanos. Estos inversionistas impulsaron la producción del grano a gran escala y su comercialización fuera del país porque contaron con tecnologías para exportarlo desde las hacien-das. Por tales razones, entre 1900 y 1926, el municipio se convirtió en el tercer productor de café en el país y se integró a la economía nacional y al mercado mundial (Errázuriz, 1986: 45).

En el 1926 mencionado, el 1.5% de las haciendas, tenía entre 100.000 y 250.000 matas de café, que sumaban 1.22 millones, y producían el 20% de la cosecha local; el 34% de las fincas, tenía entre 5.000 y 100.000 matas, que al-canzaban los 3.57 millones de arbustos, y contribuían con el 62% de la cosecha

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local; y el restante 18%, lo producían cultivos de menos de 5.000 matas, que correspondían al 64.5 % de fincas, que contabilizaban 1.02 millones de palos (Monsalve, 1927, en Henderson, 1984: 196). Seis años después, hacia 1932, la producción había crecido. La localidad contaba ya con 15 haciendas que te-nían sembrados entre 60.000 y 300.000 cafetos; 67 fincas que cultivaban en-tre 20.000 y 60.000 arbustos del grano; y 898 que cuidaban menos de 20.000 (Meertens, 2000: 95).

Como se puede suponer, tal economía requirió despulpadoras, molinos, trilladoras (Sánchez, 1976: 39), a las que se sumaron, entre 1927 y 1936, nuevas fundiciones, molinos de harina de trigo, fábricas de jabón y bebidas gaseosas (Santa, 1961: 166). Es decir, no sólo necesitó campesinos que cuidaran las co-sechas, sino también recolectores de café, seleccionadoras del grano, obreros para las pequeñas industrias y, desde luego, artesanos y comerciantes.

Esta modernización tecnológica transformó las estructuras productivas agrarias del municipio. La hacienda desplazó al minifundio familiar pero esto no contribuyó el mejoramiento de la calidad de vida de los campesinos sino al aumento de las ganancias de los propietarios porque, además, pagaban bajos salarios. El descontento y las manifestaciones de inconformidad no se hicieron esperar. Pronto campesinos y artesanos crearon organizaciones que estaban in-fluidas por las ideas de izquierda que circulaban en el país y habían escuchado el rumor de las luchas indígenas de Manuel Quintín Lame.

Estas organizaciones cuestionaron las barreras con que las haciendas im-pedían a los campesinos acceder a tierra, sembrar sus propias hectáreas de café y apropiarse del beneficio económico de la cosecha (Errázuriz, 1986: 115). Asi-mismo, enfrentaron las crisis del café en el curso de los años veinte y, en especial, la suscitada por la Gran Depresión de 1929. Pero, además, habían recogido los ecos de la agitación social que vivía el país debida a la masacre de obreros de las bananeras realizada por las fuerzas oficiales en la costa Caribe, el año anterior.

Esta agitación propició la creación de un movimiento nacional de diver-sos sectores sociales que se propuso realizar una insurrección. Sin embargo, como el gobierno descubrió el plan, obligó a sus dirigentes a cambiar la fecha del levantamiento; pero la orden no le alcanzó a llegar a Pedro Narváez, el jefe de los conjurados en el Líbano. Por tal razón, Narváez continuó con los planes y organizó la insurrección el 29 de julio de 1929, pero pronto fue reprimida por la Policía y por militantes de los Partidos Liberal y Conservador (Santa, 1961: 111-114). No obstante, ella ha quedado en la memoria de los movimientos sociales como la gesta de los Bolcheviques del Líbano, uno de los primeros mo-

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vimientos sociales en el país que integraba a diversos sectores (Sánchez, 1976).Con el surgimiento de la República Liberal, a partir de 1930, en el Líba-

no –como en las demás regiones cafeteras- al lado de la expansión del cultivo, se fue agudizando el enfrentamiento entre Conservadores y Liberales. En este contexto, las confrontaciones tuvieron “unas características específicas y una amplitud particular: sin duda el valor comercial del producto (principal ri-queza de la sociedad colombiana en la época) y las fuertes oposiciones en el seno de la sociedad cafetera tradicional explican la intensidad y duración de los conflictos” (Errázuriz, 1986: 115).

Esta batalla produjo entre tres mil y seis muertos en el municipio durante la Violencia de los años 50, según Santa (1961) y Henderson (1984). Gonzalo Sánchez ha anotado además que los grandes y medianos propietarios se vie-ron obligados a trasladarse a la cabecera municipal o a otros centros urbanos, mientras sus haciendas decaían (Sánchez, 2008 [1991]: 150). Y ha añadido que “quienes se apropiaron de las fincas abandonadas fueron numerosos tenderos [que] se quedaron con las fincas de campesinos endeudados y se convirtieron en nuevos terratenientes. Pero el caso más generalizado, al igual que en otras zonas de violencia, fue el de los comerciantes de café que hicieron fortunas amasadas con sangre. Sus métodos eran muy variados: amenazas a pequeños propietarios, contratación de “pájaros” para que mataran campesinos sin que importara su afiliación política (…); apropiación de dineros dejados en de-pósito para evitar la acción de los salteadores de caminos; la compra a menor precio aprovechando temporadas de confusión o situaciones de emergencia. Con estos y otros procedimientos hubo quienes en muy corto tiempo pasaron de arrieros a comerciantes millonarios, o de comerciantes a prósperos terra-tenientes. Adicionalmente, puesto que los compradores de café tradicionales, terratenientes y casa exportadoras habían huido de la región, los nuevos ricos encontraron una coyuntura favorable para su mimetización social” (Sánchez, 2008 (1991): 151).

Por estas razones, concluye que en el Líbano –donde se había iniciado un proceso de modernización capitalista en la década del cuarenta- hubo una transformación regresiva “a viejas formas de explotación de las haciendas” (Sánchez, 2008 [1991]: 151).

La última década del siglo xx estuvo marcada por los hitos socio-políticos y económicos en las zonas cafeteras del país. La llamada década de la inter-nacionalización de la economía cafetera por unos, o la década perdida de los cafeteros por otros, a causa del rompimiento del Pacto Internacional del Café,

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las políticas de reestructuración organizacional y económica de la Federación Nacional de Cafeteros, las políticas de apertura económica del gobierno nacio-nal e incluso asuntos derivados del impacto ambiental y las políticas institu-cionales fitosanitarias (Rincón, 2001), impactaron la tenencia de la tierra y la financiación a pequeños caficultores.

El 3 de julio de 1989 se produjo la ruptura del sistema de cuotas dentro del Convenio Internacional del Café, seguido de un desplome de las cotizaciones internacionales del grano en casi un 60%. El sector cafetero, tradicionalmente uno de los más apoyados y protegidos por el Estado, es el primero en recibir el impacto de la economía del mercado y en sufrir profundas afectaciones que impactaron el empleo, la inversión y el ahorro en más de 500 municipios de 16 departamentos.

Sumado a esto, el marco de apoyo y protección interinstitucional empieza a cambiar durante la administración del presidente César Gaviria con la llama-da apertura económica. Los cafeteros contaban hasta ese momento con que el Estado centraba su atención en problemas de financiamiento, de investigación tecnológica y de relaciones laborales entre otros. Además, el crecimiento del crédito de los bancos privados hacia el sector tenía el respaldo de la política monetaria del gobierno por medio de tasas de interés reducidas, en algunos casos por debajo del costo real del dinero (Vallejo, 1998).

Los pequeños y medianos propietarios caficultores eran el grupo mayo-ritario de finqueros en el municipio del Líbano, representados en el 91.4 % de propietarios de fincas de menos de 5 hectáreas según datos de Planeación Municipal del Líbano. Son ellos las primeras víctimas de los cambios ocasiona-dos por la caída del precio internacional, el alza en los precios internos que no compensan con el ritmo inflacionario, los costos financieros y de producción.

La realidad es que mientras las exportaciones crecieron en un 33%, los ingresos de estos caficultores disminuyó en un 15%. El precio del grano tam-bién disminuyó en un 58%. De manera que Colombia había exportado más, pero había recibido menos ganancias. El efecto inmediato en la política estatal es que desatienden una serie de gastos y programas de financiación, de salud, educación, tecnología y créditos.

Como si fuera poco, la broca es detectada en 1988 en Ecuador y seguida-mente en Colombia para lo cual la Federación de Cafeteros intensifica los pro-gramas de control de la plaga que implicó el alza en los fertilizantes e insumos importados y la renovación de cultivos a variedad caturra, estrategias que no fueron rentables para los pequeños y medianos campesinos.

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La recesión económica de los productores, aceleró su endeudamiento con el sector financiero al que ponían como garantía sus propiedades cafeteras. Los intereses por mora rebasaron los límites de la usura, pasaron del 3% según el Fondo de Crédito Cafetero, a un 5,4%. Esto significó un 65% anual.

En el Líbano, al igual que en otras regiones cafeteras del país, el punto central de la crisis del pequeño y mediano caficultor es la deuda con las ins-tituciones bancarias. Contando con las fuentes de la Caja Agraria, para 1995 fueron contabilizadas 743 deudas vencidas de las cuales el 68% no superaban los 5 millones de pesos, y de las cuales 317 ya estaban en proceso jurídico para embargo.

La organización y el movimiento campesino logró algunas condonacio-nes de estas deudas, luego de paros, movilizaciones, concentraciones en plazas públicas, bloqueo de vías estratégicas del departamento del Tolima, y lamen-tablemente la muerte y persecución de algunos líderes campesinos. Con la ley 223 de 1995 se aprobó la condonación de deudas de 5 millones de pesos, la que abarcó a solo un 28% de los deudores nacionales.

Como si faltara, los precios descendieron porque la oferta aumentó rápi-damente: Vietnam que producía 2 millones de sacos en los años noventa pasó a producir 15 millones, en el 2001, y Brasil que había cosechado 28 millones de sacos en 2001, recogió 40 millones de sacos en 2002. Otra causa que incide en el desplome de los precios se refiere al estancamiento per cápita del consumo de los llamados “cafés tradicionales”.

En el caso colombiano, la disminución de los precios externos, aunada al alza de los costos de producción internos, tornó muy precarias las condiciones de vida de los campesinos dedicados a este monocultivo. Como puede inferir-se, pese a la creación de organizaciones gremiales y a la tradición de lucha de los campesinos, todos estos factores terminaron afectándolos. Al lado de estas circunstancias, la intensificación de las confrontaciones entre el Ejército Nacio-nal, los grupos paramilitares Bloques Tolima y Pijao, y los grupos insurgentes epl, eln y farc, terminaron cerrándoles el horizonte.

En estos contextos, es pertinente preguntarse entonces por los impactos que produjeron los procesos del café y el conflicto político militar entre los campesinos del Líbano, en especial, entre 1991 y 2008. Pero, también, por las respuestas que ellos dieron a estos conflictos. Y por los traumas que viven, por la memoria campesina que construyen, y por los tejidos comunicativos me-diante los que la ponen en circulación.

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2. Estado del arteEl conflicto político militar colombiano es resultante de la histórica desigual-dad social existente en Colombia –entre las más altas del mundo-, hasta el punto que ha permitido que hoy el 52% de la gran propiedad territorial esté concentrado en las manos del 1.1% de la población y que el coeficiente de Gini sea del 0.58% (pnud, 2011). Esta desigualdad ha sido sostenida por el modelo político y económico hegemónico en Colombia, y se ha apoyado en políticas norteamericanas como la Doctrina de Seguridad Nacional, desde 1978, el Plan Colombia, desde 2000, y la política de Seguridad Democrática, desde 2002. Además, tolera o estimula fenómenos como el paramilitarismo –apoyados por el narcotráfico-, y enfrenta a los grupos insurgentes con el ejército más nu-meroso en hombres en relación con el tamaño del país y mayor tecnología de guerra, en el continente.

En este contexto, es constante la violación de los derechos humanos. Entre ellos están el utilizar el desplazamiento forzado no sólo para “limpiar” los terri-torios donde enfrenta a las guerrillas sino como estrategias para apropiarse de grandes extensiones de tierra y ponerlas al servicio de la agroindustria; el mi-litarizar la vida cotidiana, el criminalizar la protesta social, y perseguir líderes sindicales y organizaciones que han construido movimiento social en el país.

Sobre los procesos referidos, existe un cúmulo de investigaciones, y en menor cantidad existen trabajos sobre las acciones colectivas y el movimiento social en el norte del Tolima que tienen trascendencia nacional.

Entre ellas están las de autores que destacan el conflicto y la violencia con base en el análisis de la política, la economía, lo militar y la seguridad (Sánchez y Peñaranda, 1986; ces, 1998; pnud, 2003; Cinep, 2003; Sousa y Villegas, 2004; Iepri, 2006; Sandoval, 2006; Leal, 2006; Sánchez, 2007) y que dan cuenta de los alcances, impactos y factores del conflicto en diversos órdenes a nivel nacio-nal. Otros autores han liderado los análisis de la dinámica del conflicto a nivel regional y local en la época de la Violencia (Henderson, 1984) y las respuestas sociales a estas expresiones del conflicto como lo fueron los Bolcheviques del Líbano a principios de siglo xx (Sánchez, 1976).

El desarrollo del café en la economía y la configuración territorial nacio-nal y regional ha sido estudiada desde la historia, la economía y la sociología, con especial énfasis en el proceso de transición a la economía capitalista en el sector rural (Santa, 1961; Bergquist, 1981; Errázuriz, 1986; Machado, 1998; Ramírez, 2000). Los trabajos sobre el período de crisis de la producción cafe-tera reciente y los impactos en los productores han permitido caracterizar los

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procesos organizativos y la movilización social (Rincón, 2001; Ramírez, 2004; Bautista, 2010).

Estos trabajos se han ocupado de los impactos económicos y sociales en la transformación de la economía del café, y de la afectación de los pobladores víctimas de la violencia. Sus trabajos no se han detenido en los tejidos comu-nicativos al interior de la organización campesina. En el presente trabajo se intenta presentar la mirada de una mujer vinculada a la lucha campesina del Líbano, por cuanto hemos constatado el protagonismo de muchas de ellas en estos procesos.

3. MetodologíaEl trabajo de campo posibilitó acceder a la memoria existente sobre las res-puestas de pobladores y pobladoras a los hechos del conflicto político-militar. Con frecuencia esa memoria parte de las acciones colectivas y los movimientos sociales que garantizaron la supervivencia misma de las comunidades en me-dio del conflicto político militar degradado.

Según Jorge Riechmann y Francisco Fernández Buey en su libro Redes que dan libertad. Introducción a los nuevos movimientos sociales (1994), la ac-ción colectiva constituye el sustrato mismo de lo social, en cuanto implica la coordinación de un individuo con otro para el logro de sus fines vitales y mas inmediatos. Cabe resaltar que la articulación de individuos y diversos grupos sociales es posible por dos procesos paralelos que convergen: uno, económico-material en el que se definen los intereses concretos y, otro, cultural-simbólico que expresa los sentidos y valores del movimiento social. Se entiende así que el movimiento social es un agente colectivo movilizador, que persigue el objetivo de provocar, impedir o anular un cambio social fundamental, obrando para ello con cierta continuidad, un alto nivel de integración simbólica y un nivel bajo de especificación de roles, valiéndose de formas de acción y organización variables.

Teniendo en cuenta esto, se recogió información documental sobre los procesos económicos, políticos, sociales, culturales, ambientales y tecnológi-cos en el Líbano, con el fin de contar con un contexto que permita comprender los impactos y transformaciones que ha generado en ellos el conflicto. De ma-nera que se recorrió por la bibliografía sobre la economía y la política desde principios del siglo xx hasta el período comprendido en el presente proyecto, que dan cuenta del papel del café y de la violencia en el municipio. También al seguimiento de prensa específicamente el periódico El Tiempo en el período

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que acoge la investigación, tratando de encontrar qué hechos han trascendido a la memoria pública nacional.

La información recogida se clasificó según el lenguaje en que está regis-trada, con el fin de establecer las narrativas que cada uno de ellos construye. Por otra parte, se ordenó de manera cronológica y se contrastó para inferir los temas, silencios, tramas e intenciones de cada narrativa. Y se estableció en cada una de ellas las nociones de memoria y de imaginarios de futuro que proponen.

Además, se realizó trabajo de campo para establecer los hechos militares que han ocurrido en la localidad -amenazas, hostigamientos, tomas, atentados, extorsiones, violaciones, secuestros y asesinatos-, y para observar los tejidos orales, escritos, audiovisuales digitales e icónicos que configuran el ecosistema comunicativo.

Las entrevistas a campesinos se orientaron a la reconstrucción del pro-ceso histórico a partir del reconocimiento de las experiencias, las acciones y las representaciones de la “gente común”, de “los anónimos” protagonistas de la historia local a partir de la oralidad. Esta oralidad registra testimonios que antes no existían, aflorados algunos con naturalidad y otros reserva, por la vi-gencia de conflicto en la zona. Los entrevistados fueron protagonistas y testigos anónimos de procesos importantes que han contribuido a la consolidación del proceso organizativo de los campesinos, y que además permitió conocer la ma-nera como perciben desde su subjetividad la propia actuación en los procesos históricos del municipio.

4. Memorias de una crisis…Doña Amanda es una mujer campesina nacida en Pajuil del municipio de Vi-llahermosa en 1949 y don Manuel es un campesino del Líbano con la misma edad de doña Amanda. Ellos coinciden en el mismo relato referido a la vin-culación al trabajo desde muy niños y específicamente a las labores arduas de la tierra y del cultivo, en especial la caña de azúcar y su proceso para molerla (trapiches con mayal), y por supuesto del café. Además la memoria de los adul-tos mayores hablan siempre de la prosperidad del Líbano, su industrialización: fábricas, comercio, otros. Esta es una memoria nostálgica de un campo próspe-ro que se comparte con otros productores de la memoria local.

Doña Amanda reconoce como uno de los grandes hitos del municipio la crisis que tuvo el café en la última década del siglo xx:

Me fui a vivir con mi marido al municipio del Líbano, vereda Lutecia, finca Por-

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venir, cuando llegamos era solo rastrojos, allá llegamos el 23 de diciembre, del 66, y allá nosotros sembramos café, plátano, yuca, tomate, habichuela, todo eso daba, pero vivíamos del café… hasta que el café nos dio de comer por ahí hasta el año 91. De ahí para acá todo fue un desastre. Porque le cayeron todas las plagas al café, cayó primero la araña roja, de ahí cayó la roya, la misma que cayó ahora y de ahí últimamente cayó la broca y para completar … cayó la broca más brava que es el gobierno….Ese nos acabó de rematar… Mientras hubo préstamos … como uno toda la vida ha sido pobre, hemos sobrevivido de los créditos. Yo por ejemplo, pedía un préstamo para el café, y cuando veía que no me alcanzaba la cosecha para pagar me venía dos meses antes de cumplirse el tiempo para pagar esa plata y hacía un sobre préstamo con eso yo sacaba más, pagaba el préstamo viejo y yo hacia cuentas para seguir trabajando y ahí iba…

Pero ya después no pude seguir haciendo eso. Después de que llegaron la broca y las deudas, no pudimos vivir tranquilos. Ya que porque debíamos, querían sacar-nos, y a muchos sacaron. Yo lloraba, no dormía pensando con que iba a pagar, al ver todas las plagas que nos llegaron en vez de darnos subsidios, haber hecho al-guna cosa, antes nos dio la espalda al campesino, cuando yo vendí eso era ya puro rastrojo... … Se cogía 40 o cuarenta y pico cargas de café cuando vivía mi marido, ya ahora último salían solo kilitos, y eso…. Figúrese una deuda para pagar con kilos... Y eso le pasó a muchos, les tocó irse. Se fue mucha gente.

Este relato evidencia no sólo una memoria nostálgica, sino una memoria política que es compartida solo por el sector campesino. Este conflicto social promovió la organización campesina y la interpelación al estado de sus obli-gaciones ante la descomposición social, la pobreza en el campo y el conflicto armado que empieza a evidenciarse en la ultima década del siglo xx.

Si bien la crisis está en los relatos de Amanda o Manuel, las respuestas a este no fluyen naturalmente, debido a la persecución y represión a los partici-pes del movimiento campesino por parte de grupos paramilitares en la primera década del 2000.

La asociación campesina nace como producto del anhelo de cambio en búsqueda a soluciones de la crisis cafetera que azota al país a comienzos de los noventas. Un grupo de campesinos inquietos se reúnen en la vereda La Honda, deciden que ante la crisis se deben unir y contrarrestar el abandono a que está sometido el cafetero libanense. Es así como conforman lo que inicialmente se llamó Gremio Cafetero Unido del Líbano.

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Nosotros nos reuníamos por la vaina de las deudas, todos desesperados, sin saber que caminos coger, bueno entonces de pronto nació una idea no sé de quien, de irse reuniendo y organizando algo para enfrentar la situación. Yo me di cuenta de esas reuniones una vez que yo traje café, había subido el precio, y entonces yo dije con estas dos cargas de café yo alcanzo a pagar en el banco lo que yo debía y traer mercadito… hasta anoté las cositas que uno necesita y bueno estaba contenta …y resulta que no me alcanzó para pagar en el banco.

Me toca antes avivarle, digo yo, a otro cafecito para completar en el banco y salir a hacer el mercado, porque conforme traje ese café ese mismo día o el día antes se había ido abajo el precio, entonces yo vendí ese cuncho de café y yo dije voy a depositar esto en el banco porque de pronto se me pierde. Dejé eso en el banco, saqué por ahí para un kilo de arroz y una libra de papa, y ahhh llegué y me senté ahí en el parque, estaba así…aburrida… cuando llegó un señor amigo de mis padres y me dijo: Amanda ¿usted que hace ahí aburrida? ¿es que está enferma?, y yo le dije: no es que estoy aburrida. Y por qué si trajo café, ahí tiene los costales… dije yo: como no voy a estar aburrida si el gobierno cuando no hay café lo sube y cuando hay café no vale nada…y me dijo eso hay que tener paciencia, y yo le dije... porque es que con el pobre juegan así, y con el campesino… ¿Por qué será que los estudiantes hacen huelga, hacen paro, los profesores, esos que trabajan en esas oficinas? Pero ¿cuando se ha oído que un campesino haga un paro? Nunca. Y eso como que nunca lo vamos a ver…. Soltó la risa y me palmoteó el hombro y me dijo si, y de verdad usted quisiera eso, que hubiera un paro campesino, o una reunión así, una rebelión de campesinos, yo le dije claro que sí, a todo tiro… uno ahí esperando que le den en la cabeza. Me dijo verdad quiere…sí señor, mejor di-cho no hablemos más que me está dando hambre y no tengo ni con que comprar nada. Ni pa que echarle viento a los bofes…. Me dijo: de aquí a 15 días sábado, venga a tal parte…. yo fui y estaban en reunión, habían por ahí unas 15 personitas no mas, y fue aumentando y aumentando…

Esta asociación sufre una división entre sus dirigentes debido a la mez-cla de intereses políticos que afectaban su funcionamiento. Algunos campesi-nos que venían promoviendo este proceso organizativo, deciden consolidarse como Asociación de Pequeños y Medianos Agricultores del Tolima-asopema y como primer acción política se plantean llevar a cabo un paro municipal pidiendo reivindicaciones para el sector cafetero de la región. Es así como el 18 de febrero de 1995 alrededor de 8.000 campesinos provenientes de varios municipios del norte del Tolima se toman el parque Isidro Parra en el Líbano.

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El primer paro acá fue el 18 de febrero de 1995, era para el 20, y yo no sé porqué resolvieron adelantarlo, a mí me dijeron venga el sábado y ahí se cuadra todo para que quede bien para el 20, y cuando yo me vine a mercar ese sábado fue la revolución…que era ese día el paro…y la familia sin tener allá con que comer, me obligó a hacer rapiditico el mercado y lo mandé en el carro. Y yo me quedé, cuando arrancamos, de donde estábamos reunidos, llegamos con el presidente hartos a la puerta principal de la galería y ahí estaba la policía, alegaban que no fueran a hacer revolución en el pueblo. Nos dijeron que no estaban permitidas esas manifestaciones, entonces el presidente nos dijo: “Bueno, ¿estamos resueltos de que sí, muchachos?”, y nos fuimos para el parque y esa policía detrás de no-sotros, y nosotros eche pa abajo al trote aquí por la quinta, ya habían puesto un lazo ahí una cuerda, no se si era Policía o Ejército, unos se fueron metiendo por debajo de esa cuerda, y a lo que yo me fui a meter me dijo uno “no puede pasar”, y yo más ligero pasé la cabeza para el otro lado, y me dijo “se devuelve o la meto a la cárcel”, y yo me acuerdo que le respondí: “y ¿por qué?” Y me dijo “porque no tiene porque tomarse el parque”, “pero si yo no he robao ni nada, entonces ¿por qué me va a llevar a la cárcel?” Y antes le alcé la cuerda a los otros que se quedaron quietos, y les dije “pasen”, y el soldado alzó el fusil y yo le dije “si yo he robado o he matado, pégueme o métame a la cárcel”, hasta que se miraron un soldado al otro y se sonrieron, y pues todos pasamos. Y así como que estaban por todas cua-tro esquinas del parque. Y eso en un momentico se llenó. Cuando por la noche, eso era piiipii pipiiiii, piiipiiii….esos carros llenos y todos “uy, tan bueno, vienen más, vienen más”. Cuando al momentico otra caravana viene más. Y ¿de dónde venían? Eso venían de varias veredas…Los que ya sabían, los que estaban yendo a las reuniones, porque como fue aumentando a las reuniones, y de allí también los que no sabían se fueron enterando del paro y fueron doblando la cobijita y echándola en un costal una ollita y un plato, y se echaron plátanos, yucas y en veces gallinita muertas pa pelarlas.

Esta toma pacífica dura 19 días con el apoyo del comercio y la ciudadanía del Líbano, que concluye con la conformación de una comisión negociadora para dialogar con el gobierno nacional, donde se le exigía la condonación de las deudas e inversiones para el control de la broca, y luego de unos acuerdos firmados se desmonta la protesta.

Peleábamos que no nos quitaran las tierritas por la deuda, que nos dejaran tra-bajar y nos rebajaran la deuda, porque no teníamos con que pagar. Y pues de ese paro se logró que nos engañara el presidente. Ellos de aquí se fueron a negociar,

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y él dijo que sí rebajaba, bueno negociaron… y nos engañó. No nos cumplieron porque nada quedó fijo, como el cuento, tiene que quedar una cosa bien firme para decir si nos cumplen.

La reacción del movimiento campesino fue más fuerte. Esta vez, la con-signa fue la condonación de las deudas, con la diferencia radical de que no se “gritó” nuevamente en El Líbano: esta vez fue en Ibagué. La capital del depar-tamento del Tolima se convirtió en el epicentro de la movilización campesina durante aproximadamente 3 meses. El desarrollo de ésta jornada implicó para el campesinado un nivel organizativo, de los grandes movimientos sociales con coordinaciones regionales y nacionales. Se pensó entonces, en llevar el proble-ma a la ciudad, hacerlo visible el mayor tiempo posible. De tal manera que se convocó una Unidad Cafetera Nacional para realizar una protesta de 24 horas; sin embargo, la respuesta fue abrumadora, llegaron cerca de 15.000 campesi-nos y se mantuvieron 63 días en el centro de Ibagué.

Duramos más dos meses al sol y al agua, eso llovía… los plásticos se embobaban en donde hicimos los cambuches y cuando uno menos pensaba la chorrera de agua cuando uno estaba durmiendo. Y busque un rinconcito, coja la cobijita para que no se le fuera a mojar. Exigíamos en este nuevo paro que nos rebajaran la deuda y que no nos desalojaran de las tierritas.

Después de varios diálogos con el gobierno, local, departamental y nacio-nal en búsqueda de un acuerdo de arreglo a la situación de los campesinos, el Ministro del Interior de ese entonces, Horacio Serpa, dio la orden de desalojo del parque, orden que se cumplió de manera violenta el 21 de septiembre de 1994 a la 1 de la madrugada por parte del Ejército.

Una nueva negociación se produce con logros importantes y pérdidas va-liosas en la que el Obispo de la diócesis del Líbano, José Luis Serna, sirvió de intermediario y facilitó logros para el campesinado.

Siempre se logró, se lograron rebajas, pero se perdió un gran líder, un luchador por los pobres, [pues] cuando fueron a negociar a Bogotá mataron uno. A él lo mataron allá porque como ese señor sí era estudiado, sabía hablar y sabía de leyes, no les convenía, por eso lo mataron… Era Fernando Lombana. (…) Otra pérdida que recuerda uno con dolor al igual que Luquitas, porque Lucas fue uno que es-tuvo en todo esto con nosotros luchando, fue un gran luchador.

El nuevo contexto se configura a partir de la rebaja de las deudas de los

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cafeteros, auxilios para el control de la broca y el supuesto reconocimiento de la organización campesina, paralelamente se consolida una nueva etapa en el conflicto social del municipio del Líbano, agudizándose con el conflicto polí-tico militar en la medida que se presenta confrontación entre terratenientes y pequeños y medianos campesinos por un lado, y la confrontación de actores armados al margen de la ley.

Entre los impactos del empobrecimiento del campo y el conflicto en este período se identifica la expulsión a centenares de campesinos hacia las ciuda-des, las más altas tasas de suicidio de campesinos a nivel nacional y la modifi-cación de las relaciones laborales de los pequeños y medianos cafeteros.

“ … los cafeteros hablaban del presidente de la Junta de Acción Comunal de la vereda La Betulia de Venadillo, Ricaurte Angarita, quien el sábado intentó dos veces el suicidio. Primero se cruzó al paso de un vehículo. De acuerdo con el médico y dirigente de Asopema, Gabriel Buitrago, el caficultor que resultó con leves lesiones fue trasladado al hospital Federico Lleras Acosta y fue dado de alta.

Los caficultores Medardo Molina, de 54 años, y Álvaro Aranzola, de 36, quienes acompañaban en ese momento a Angarita, dijeron que el hombre llevaba 48 ho-ras sin dormir y se había desplazado desde el miércoles a Ibagué. Me dijo que estaba aburrido porque había dejado a su esposa en la finca, que parece le van a embargar , relató Molina.

Sin embargo, Angarita, quien fue llevado a la casa de un familiar en el barrio Ver-salles, intentó suicidarse de nuevo al herirse con un cuchillo en el cuello, lo que obligó a su reclusión en el Federico Lleras.

Otro campesino, aparentemente por un trastorno mental, empezó a lanzar garro-tazos al aire y a varios de los manifestantes. Según el médico Buitrago, el paciente fue recluido en el hospital.

Los caficultores mantienen su posición de no levantar su protesta iniciada el miér-coles cuando se cumplió el paro nacional cafetero. Solo lo harán cuando se negocie el pliego de peticiones que incluye la condonación de sus deudas. Según el dirigente de Asopema, Oscar Sánchez, así se lo hicieron conocer al ministro de Gobierno, Horacio Serpa Uribe, luego de sostener un diálogo telefónico en el que el funcio-nario les pidió que suspendieran el movimiento para acceder a una negociación.

La abogada y asesora de la Asociación de Campesinos de Antioquia, Amparo

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Escobar, dijo que el sábado fueron retenidos 15 campesinos en el centro de la ciudad”4.

De manera que la represión al movimiento campesino tuvo un saldo de un muerto, el Sr. Fernando Lombana, afiliado a asopema; tres heridos de con-sideración y varios detenidos (sindicalistas de las organizaciones que partici-paron en la movilización).

Este conflicto se degrada cuando aparecen los señalamientos por pertene-cer a grupos insurgentes como el eln y las farc, y se inicia la persecución por parte del Estado y los grupos paramilitares tanto a estos grupos armados como a los campesinos organizados.

En el norte del Tolima las farc inician tareas conjuntas con el eln contra grupos paramilitares lo que generó un éxodo en los habitantes que se desplaza-ron, como pudieron, hacia el casco urbano del Líbano y otros municipios como el ocurrido entre el 16 y el 21 de agosto en el Corregimiento de Santa Teresa en las veredas de la Guajira, Versalles, el Suspiro, el Jardín, el Billar y la Frisolera, que dejó 124 familias desplazadas, es decir 426 personas desplazadas.5

En la década de los noventa llega el fenómeno del paramilitarismo aus-piciado por los grandes hacendados de la zona con quienes montan una base en el Corregimiento de Delicias en el municipio de Lérida. Según alias Daniel, jefe máximo de las autodefensas del Bloque Tolima, en sus indagatorias con el Juzgado Décimo Penal del Circuito Especializado en Bogotá el 30 de octubre de 2008, se pudo reconocer el apoyo político, logístico y económico que recibió su organización de las autoridades locales, de policía y del Ejército Nacional, lo que aumentó el conflicto con prácticas como las masacres y el desplazamiento. Lamentablemente este fenómeno se hizo más agudo en el área rural.

En el norte del Tolima funcionaron directamente el Bloque Tolima, con apoyo de las Autodefensas del eje cafetero, el Bloque Calima y las Autodefensas del Magdalena Medio. Al mando del comandante Diego José Martínez Goye-neche, alias ‘Daniel’ el Bloque Tolima, en poco tiempo consiguió apoderarse de los municipios de Piedras, Líbano, Lérida, Ibagué, entre otros.

El Bloque Tolima surgió entre 2000 y 2002, como resultado de la unifica-

4 Publicación eltiempo.com Sección Información general. Fecha de publicación 24 de julio de 1995. Autor mauricio ojeda tomar. Redactor Tolima Siete Días http://www.eltiempo.com/archivo/documento/mam-372315

5 pastoral social, rut informa. http://www.disaster-info.net/desplazados/informes/rut/20/rut20_03 desplazamientolibano.html

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ción de varios bloques paramilitares como el de Ramón Isaza en el Magdalena Medio y el Bloque Centauros a cargo de Martín Arroyave. Este grupo parami-litar tuvo influencia prácticamente en todo el departamento y las autoridades consideran que fue el responsable del repliegue del frente 21 de las farc y del eln y el erp.

Paradójicamente, con el anuncio y luego la desmovilización en el 2005 de los paramilitares se pensó que se abría una luz de esperanza de pacificación de la zona. En especial de la zona rural. No obstante, el fenómeno paramilitar en el municipio del Líbano evidenció la degradación del conflicto político militar.Sujetos como alias “Daniel”, “Steven” y “Juancho” cabezas de las estructuras que operaron en el norte del Tolima en sus indagatorias relatan y expresan una memoria colectiva que infunde terror y dolor.

“Por esa época, mediados de los años 90, la vida empezaba a cambiarle a José David Velandia alias ‘Steven’. Este hombre de 35 años, de cuerpo macizo y piel morena, pasa sus horas en la cárcel La Picota recontando en su cabeza cada uno de sus crímenes. Ha confesado la muerte de más de 250 personas, muchos de ellos lanzados al río, descuartizados o enterrados en fosas.

En La Dorada salía a matar gente día de por medio. Casi siempre operaciones de la mal llamada limpieza social. Dice que matar se le volvió una adicción. “Si uno se acostumbra a matar a una persona día de por medio, llega el día que no lo puede hacer y siente un desespero como al que le falta la droga. ¡El desespero! ¡El desespero!”.

‘Steven’ se convirtió en comandante de una parte de Caldas y Tolima. Aunque nunca fue el primero, pues estaba bajo órdenes de otros, sí era el más temido por su frialdad. Ahora, no tiene pudor en contar cómo se iniciaron los descuar-tizamientos en su región: “Uno es un instrumento de la guerra. Tiene que actuar como le toque y donde le toque. Yo descuarticé a varias personas vivas... Uno cogía de un lado, el otro del otro, y partíamos aquí y partíamos allá y después botábamos los pedazos a la fosa o al río”. Estos descuartizamientos solían hacerse para que los miembros del grupo tuvieran agallas. Quien no era capaz de cumplir la orden, se le obligaba. “Yo ponía a uno de esos muchachos que andaban con nosotros, de los que creían que ser paramilitar era andar bien vestido, oliendo a bueno, con una pistola y montándosela a todo el mundo”. Los relatos de ‘Steven’ son estremecedores. La manera como mataron a centenares de personas no tenía nada que ver con matar simplemente. Humillaban primero a sus víctimas. A un

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homosexual lo torturó durante horas con un palo de escoba en el ano, antes de matarlo. “La persona se traía vendada, amarrada de pies y manos, se le quitaba la venda y lo primero que veía era al pelao con el machete. Por lo general se em-pieza por la cabeza porque la persona muere cuando le cortan la yugular. Hace gárgaras... sentía la necesidad de terminar ligero porque era incómodo ver a una persona con el suspiro de uff, uff, uff ”6.

Estos relatos muestran una memoria social que caracteriza las indagato-rias de los desmovilizados del paramilitarismo. Hacen un uso político de la memoria social que justifica la degradación de la acción humana.

El testimonio de don Jorge evidencia el ingreso del paramilitarismo y con él, el narcotráfico, la aparición de muertos y desplazados:

Luego del paro….llega a nuestras tierras el fenómeno paramilitar, auspiciado por los ricos de la región. Empezó el holocausto y la desesperanza. Toman control en gran parte de la zona norte del Tolima; se dice que montaron una base en el corregimiento de Delicias, por supuesto, con ayuda de las autoridades locales de Policía y Ejército, y se inventaron miles de patrañas para disimular la realidad. El conflicto crece en la región… llega la ruina, las masacres, el desplazamiento.

Si bien estos testimonios constituyen una memoria social, explícita solo en el gremio campesino. Amanda recuerda:

Yo me acuerdo cuando mataron a Lucas, era un campesino que ayudaba a la gen-te, que estaba pendiente de mejorar la vereda. Estaba enfermo, tenía cáncer, esta-ba así de flaquito y, aún así, lo mataron. No mataron un vivo, mataron un cadáver. Lo descuartizaron y lo tiraron a la quebrada. Y ¿quién lo mató? los paramilitares por ser de asopema.

El 16 de septiembre de 1999 se inicia un nuevo período de persecución, muerte y señalamientos. La organización paramilitar conocida como Auto-defensas Unidas de Colombia (auc) envió un comunicado amenazando de muerte a miembros de organizaciones sindicales, populares, sociales, campe-sinos y de Derechos Humanos del Norte del Tolima. En dicho comunicado se declaró como objetivo militar las personas Margot, Eduardo, Aidalí, Arnulfo y Alicia, miembros del Sindicato Nacional de Trabajadores de Hospitales, Clí-nicas y demás instituciones del área de la Salud (anthoc), quienes laboraban

6 revista semana. Especial Paramilitarismo. En Colombia los DH que? http://www.semana.com/noticias-nacion/tierra-sangre/145045.aspx

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en el Hospital Regional del Líbano y auxiliares de los puestos de Salud de las veredas de Santa Teresa, San Jorge, San Fernando, Tierradentro y Delicias; a los médicos que también laboran en el Hospital: Gastelbondo, Granados y Cadena Pizarro, quien trabaja en el Municipio del Líbano como médico particular; y a los miembros de asopema: Germán, Ermencia, Hermes, Hernán, Rafael, Azu-cena, Tenaura, Ernesto, Hernando, Eli, Manuel, Pastor y Saturnino; y a otros habitantes, como profesores, conductores o propietarios de fincas.

El comunicado paramilitar fue enviado por correo privado a la portería del Hospital Regional del Líbano. En el panfleto se declara objetivo militar su-puestamente por ser auxiliadoras y cuerpo logístico de los grupos subversivos de la zona del Norte del Tolima, a las personas de las que se consigna el nombre pero no el apellido afirmando al mismo tiempo «Los apellidos ustedes los sa-ben y nosotros también», igualmente declaran objetivo militar a sus familiares y terminan ordenando que «desocupen».

De manera que durante toda la primera década del siglo xxi los campesi-nos recuerdan principalmente las violaciones de derechos humanos de los que fueron objeto.

Estos hechos han construido una memoria pública evidenciable en las no-tas periodísticas del periódico de El Tiempo que data en la sección nacional los hechos que fueron noticia nacional caracterizada con la crisis cafetera el 17 de abril de 1994. El paro del Líbano, el paro en Ibagué y la negociación también son noticia nacional en El Tiempo en el transcurso de 1995.

En febrero de 2007, El Tiempo titula “Paras se disputan el territorio y el poder económico del Tolima” e informa que:

Entre noviembre y enero, en Fresno y otros municipios del norte del departamento (como Mariquita, Honda, Lérida y Villahermosa), los organismos de seguridad han contado 19 muertos, entre los que hay taxistas, líderes comunales, agricultores y miembros de la nueva generación de los ‹paras› o bandas emergentes al servicio del narcotráfico. La historia la crisis cafetera, a mediados de la década de los noventa, se convirtió en la oportunidad para que grupos como las farc y los Bolcheviques del Líbano del eln, se asentaran en el norte del Tolima. En el año 2000, para contra-rrestar el accionar de la guerrilla, apareció el Frente Ómar Isaza de las autodefensas del Magdalena Medio y con él una ola de masacres y de homicidios selectivos de supuestos auxiliadores de la subversión. (El Tiempo, 1 de febrero de 2007).

Múltiples son las fuentes que datan de este período lamentable, que ha generado indignación a partir de las declaraciones de los paramilitares que

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accionaron en esta zona. El rastreo a los testimonios de los victimarios eviden-cian el nivel de degradación del conflicto y aun mas allá, el reto que como país tenemos para alcanzar la paz, cuando aun se expresa la pasión y deleite por la guerra.

Steven, es un ejemplo de ello, el reportaje de la revista Semana frente al pa-ramilitarismo y las entrevistas realizadas a este victimario permiten entender este contexto no solo desde los testimonios de la víctimas, sino además desde los victimarios. En este, Steven se queja constantemente de las condiciones de la cárcel en la que está. «Al lado de guerrilleros, ladrones, y toda clase de gen-te», replica. Cuando se le pregunta cuál es el valor más importante para él, res-ponde: «La vida». ¿Cómo, si le quitó la vida a tanta gente? «Ese era mi trabajo», dice. Pero aclara que es su propia vida la que más valora. Y todo estaba permi-tido si se trataba de defenderse. «Si a mí la guerrilla me mataba dos, entonces yo tiraba a matar tres de ellos... Son formas místicas de la guerra», dice.

‹Steven› en cambio no logra salir de su propio mundo. A esta hora sólo le preocupa salvar su vida. «¿Usted cree que los familiares de los muertos y los desaparecidos me van a perdonar porque yo les pida que me perdonen?», se pregunta. Y a renglón seguido dice que está en «peligro inminente». Teme por retaliaciones que puedan tomar los dolientes del caso más atroz que mandó a ejecutar: el descuartizamiento de nueve cazadores de El Líbano, Tolima, en 2004, varios de los cuales eran me-nores de edad, y una mujer que iba en el grupo que fue violada antes de morir. Asegura que el trabajo lo iniciaron los militares que los capturaron en un retén y se los entregaron a las autodefensas asegurándoles que eran guerrilleros. El resto fue obra del odio. Que se hable de esto en público lo perturba profundamente. Tiene un hijo de 8 años que lo vio por la televisión cuando rendía versión libre y se puso a llorar. «Me tocó llamarlo y calmarlo, decirle papito, no soy un monstruo... Es que es un golpe muy duro para un niño de 8 años ver al papá como un Frankenstein».

Pero si las masacres se explican por la disputa de territorio, ¿qué lógica tienen la tortura, la violación y el descuartizamiento? Las personas que fueron blanco de la acción paramilitar y que siguen siéndolo de grupos emergentes y de la guerrilla fueron opositores políticos; imaginarios o reales colaboradores de la guerrilla; personas que a los ojos del sistema autoritario paramilitar no merecían vivir: el ladrón, el drogadicto, el homosexual.

El descuartizamiento de personas vivas, algo que muchos creían episó-dico, ha resultado ser realmente una práctica común entre los paramilitares. Destrozar los cuerpos, con machete o motosierra, tenía un triple objetivo. Pri-

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mero, desaparecer a la víctima física y simbólicamente. Segundo, era utilizada con frecuencia como un ritual de iniciación para los combatientes jóvenes. A través de esta práctica macabra se mataba la sensibilidad de los muchachos que ingresaban a las filas paramilitares. Por último, tenía una explicación práctica: el esfuerzo para cavar la fosa es menor si el cuerpo está partido. Basta con un hueco de unos 60 centímetros para depositar allí un ser humano despedazado. A diferencia de las fosas que van a ras de la tierra, el daño que se ha hecho con la desaparición de los cuerpos de las víctimas es profundo. El “Descuartizador”, relata la ubicación de siete (7) fosas comunes en el departamento del Tolima 7 que son registradas por la Fiscalía General de la Nación.

Sin cuerpo no hay duelo. Y sin duelo se abre una grieta enorme en el alma de las comunidades. Los cadáveres insepultos son un trauma colectivo difícil de superar. La búsqueda de fosas y el conocimiento de la verdad son apenas el principio de la reparación. Pero sólo eso, el principio.

Las denuncias de la ong, y organizaciones sociales son muchas. La base de datos de Noche y Niebla denuncia 58 casos de violación de derechos hu-manos por parte de grupos armados legales e ilegales. De este proceso, entre 1999 y febrero de 2003 de los 1953 casos de violación a derechos humanos en el norte del Tolima, 80 víctimas perecieron por ejecución extrajudicial, 36 por desaparición forzada, 18 fueron desaparecidas y posteriormente asesinadas y 22 fueron víctimas de masacre. Esto sin contar las ejecuciones realizadas entre 2004 y el 2006. Las 20 fosas comunes se encontraron en la parte rural de los municipios de Honda, Mariquita, Villahermosa, Ibagué, Líbano, Palocabildo, Lérida, Valle de San Juan y San Luis. Paradójicamente, entre 1994 y 1999 el Instituto de Medicina Legal de El Líbano registra apenas dos muertes por causa de la confrontación militar entre Ejército y guerrilla.

5. ConclusionesComo vemos, el conflicto político-militar en el Líbano, ocasionó graves hechos en pérdidas de vidas humanas, en la organización social, en la comunicación interveredal y vecinal, y, por lo tanto, en la ruptura de tejidos sociales y comu-nicativos.

Las respuestas del Estado al conflicto político militar en el Líbano, ha implicado la fragmentación y aniquilación de la organización campesina. La

7 fidh. Colombia La desmovilización paramilitar, en los caminos de la Corte Penal Internacional. Octubre 2007 - N°481/3

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política económica que debía atender la crisis de los campesinos los ha empo-brecido aceleradamente. La persecución por pertenecer a asopema o haber participado en el movimiento social campesino implicó el aislamiento y silen-ciamiento de los campesinos. Nos queda de este movimiento social los relatos que evidencian la memoria traumada por el conflicto político militar.

Si bien asopema posibilitó escenarios de articulación nacional y la cons-trucción de tejidos comunicativos en distintos niveles territoriales y con diver-sos sectores sociales, hoy los campesinos sobrevivientes del proceso de asope-ma manifiestan una memoria social de resistencia en la que si bien reconocen las rupturas y la imposibilidad de seguir llamándose asopema por la persecu-ción de la que fueron objeto, construyen discursos ocultos para encontrarse y consolidar otros escenarios de organización y movilización social.

La Comisión de la Memoria del cnrr plantea en su barrido de iniciativas de reconstrucción de la memoria a nivel nacional –Memorias en tiempos de guerra- que los departamentos de Boyacá, Cundinamarca, Tolima y Huila de la Región Andina, con excepción de Bogotá, no se percibe una decidida vocación por la reconstrucción de las memorias de las víctimas, entendiendo por ello la producción de un conjunto de memorias que configuren una fuerza social, movimientos o acciones colectivas que permitan trascender la indiferencia, el silencio, el olvido y la impunidad.

Sin embargo, ya se han venido constituyendo recientemente el capítulo Tolima del movice, en aras de reconstruir las memorias no sólo de las víctimas, sino a demás de los ejercicios de dignidad y reivindicación de sus derechos.

Los impactos en la memoria, en la vida cotidiana y los tejidos comunica-tivos de los campesinos del municipio del Líbano son de los hallazgos más sig-nificativos, en tanto, evidencian la pauperización de las condiciones laborales en el campo, la pobreza, la primacía de la violencia, la persecución y fragmen-tación de las organizaciones campesinas y, por ende, la ruptura de los tejidos comunicativos.

Hoy la organización campesina del paro cafetero, con un pequeño grupo de hombres y mujeres que persisten en la idea de luchar por sus derechos, pero cohibidos para hacerlo pues el conflicto los asedia. Café y Violencia igual que al principio de siglo xx se manifiestan como hitos de la historia y el conflicto.

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4. La expansión paramilitar (1993-2005)

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“Para el miedo, ningún sastre cose pantalones”. Respuestas ante el temor colectivo creado por el

conflicto armado en Puerto Asís, Putumayo entre 1991 y 2007

Clara Elisa Jacanamejoy, Universidad de Caldas

Los habitantes de Puerto Asís suelen decir que “para el miedo ningún sastre cose pantalones”. Con esta expresión revelan el temor que les causa la dinámica del conflicto armado en el Putumayo. Este proviene del sobrellevar la presencia de varios actores armados en su vida cotidiana y de las innumerables acciones violentas que realizan y que, la mayoría de las veces, los afectan. También de que los bandos en disputa los involucren en sus confrontaciones, por omisión o acción. A lo anterior se añade que, así hayan vivido y sentido el enfrenta-miento, casi no pueden describirlo y explicarlo. Por tanto, el temor es una de las características más relevantes de sus relatos sobre el conflicto y sobre su incidencia en la vida cotidiana de la población civil. Otra es la dificultad –o la imposibilidad- para expresarlo.

Pero el temor no es una mera cuestión individual. Pues la presencia simul-tánea de varias fuerzas armadas -regulares e irregulares- ha militarizado la vida cotidiana y, a su vez, ha generado entre los pobladores un temor colectivo. Por tanto, las anteriores características del conflicto armado llevan a preguntarse: ¿Cómo se construye una atmósfera de temor? ¿Cómo el temor es la artimaña más utilizada por los grupos armados para lograr ejercer un dominio sobre el territorio y sus habitantes? ¿Cómo, una vez construida esa atmósfera de temor,

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sus efectos continúan repercutiendo e invadiendo las mentes y corazones de toda una población? Estos son los interrogantes que pretendo responder en este artículo.

Antes de entrar al tema, es necesario reseñar algunos trabajos que han es-tudiado el temor en contextos de violencia. Por cierto, en algunos de ellos no se lo describió como temor, sino como miedo o terror; sin embargo, la diferencia entre estas palabras es de gradación8. Entre estos trabajos encontramos el desa-rrollado por Marcia García (2007), que trata sobre cómo tras la guerra que se vivió en Guatemala, se generó un fuerte despliegue de militarización en la co-munidad maya, que terminó por destruir los lazos de confianza y solidaridad en la población civil. La comunidad acudió al Ejército como protector pero la inculcación de la lógica militar alteró el orden social. Algunos elementos como el poder indígena se mantuvieron por el miedo que causaban las masacres, y las concesiones que recibieron quienes asumieron una posición de autoridad constantemente sometida al poder militar.

En el contexto colombiano es importante señalar los planteamientos de Daniel Pécaut (1999), según los cuales los contextos de terror que se dieron durante la violencia de los noventas en el Putumayo, tornaron frágiles las sub-jetividades, generaron desconfianza entre los habitantes y tacharon o borraron la memoria individual y colectiva. Por su parte, Alejandro Castillejo (2010) en su estudio sobre la vida cotidiana en un contexto de guerra colombiana, analiza el significado que pueden tener los imaginarios de la muerte, las formas como las personas reformulan su orientación de vida al vivir el drama del desplaza-miento forzado, donde la cotidianeidad es un universo lleno de ambigüedad y producto de la colonización del terror.

En relación con los trabajos que se han adelantado en la zona de estu-dio, sobresalen los informes realizados sobre derechos humanos, como el de la Comisión Andina de Juristas (1993), donde destacan el temor que durante la década de 1990 vivieron pobladores de municipios, como Puerto Asís, cuando quedaron en la mitad de la contienda entre los actores armados que hacen presencia en la región. Así mismo, el informe sobre la situación de derechos humanos en el Bajo Putumayo que elaboraron líderes de organizaciones loca-

8 Según María Moliner en su Diccionario del uso del español, miedo es un “estado afectivo del que ve ante sí un peligro o ve en algo una causa posible de padecimiento o de molestia para él” (1994: 410); terror es “sentir…espanto, horror, pánico, pavor. Miedo intensísimo”, que es ocasional (1994: 1300); y temor es un “miedo moderado” y, en especial, “recelo o sospecha de que ocurra, haya ocurrido o pueda ocurrir cierta cosa mala” (1994: 1282).

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les de base y comunidad en general -en Puerto Asís entre el 27 y 29 de agosto de 2001, y se publicó en 2005-, y las fuentes electrónicas que señalan cómo el temor ha sido la herramienta más utilizada por los bandos en contienda para intimidar a la población civil y someterlos a su dominio.

Ante la existencia de esta literatura que de una u otra forma ha abordado el tema del temor, me enfoco en mostrar cómo se propaga hasta convertirse en una atmósfera que invade a la mayoría de pobladores. La producción del temor se incorpora como la táctica que más ha sido utilizada por los grupos armados para hacerse al dominio territorial y, una vez infundido, sus efectos tienen una duración que va mucho más allá del momento en que cesan las acciones vio-lentas. Y una vez que se ha impuesto una atmósfera de temor colectiva, poco pueden hacer las personas desde su dimensión personal y subjetiva. De ahí el ya citado refrán de los lugareños: “Para el miedo ningún sastre cose pantalones”.

Para demostrar lo anterior, dividí el artículo en tres secciones: en la pri-mera expongo la naturaleza de la información con la que trabajé y el método utilizado para sistematizarla. En la segunda muestro los resultados obtenidos y, en la tercera, presento la conclusión a la que llegué.

1. Contexto y tratamiento del material etnográficoEsta investigación es cualitativa, de carácter interpretativo, que buscó com-prender la forma como han vivido las personas en un ambiente caracterizado por el conflicto armado y la militarización de la vida cotidiana. La investiga-ción se realizó con la participación de habitantes del municipio de Puerto Asís, Putumayo, como comerciantes, líderes políticos, campesinos, madres despla-zadas y representantes de organizaciones locales de base, quienes llevan vi-viendo en el municipio entre 10 a 25 años, y por tanto son conocedores de lo sucedido en esta región.

Para abordar la temática general de la investigación, y la que corresponde a este artículo, opté por un enfoque etnográfico. Porque, como bien lo ha seña-lado Pineda Camacho, esta perspectiva posibilita describir y analizar un campo social específico con el fin de tratar de establecer el punto de vista que los acto-res sociales otorgan a sus propias acciones sociales, sus proyectos de vida indi-viduales y colectivos y al entorno socio-cultural en el que los desarrollan. Con este propósito, recogí una serie de relatos de vida, experiencias y testimonios, por medio de entrevistas abiertas en un primer momento y, luego, mediante el profundizar en algunos temas que los pobladores enunciaron, entre ellos el temor. De igual forma llevé un registro de diario de campo personal como una

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opción para captar la experiencia cotidiana de los habitantes en relación con el tema abordado.

Esto me permitió captar la brecha que existe entre el discurso público y privado, es decir, entre lo que se dice y se sostiene en una entrevista grabada, y lo que se narra sin la interferencia de grabadora alguna. Este proceso me posibilitó organizar la información para comparar la entregada por las fuentes orales y las fuentes escritas, valorar la veracidad de los datos, y avanzar en el análisis e interpretación de los mismos. Una vez estuvo organizado el material, lo codifiqué utilizando las categorías que fueron emergiendo como temor y silencio.

2. La construcción de la atmósfera de temor colectivoAl observar las dinámicas del conflicto armado en zonas como Puerto Asís se puede advertir que los distintos grupos armados -Fuerzas del Estado (Ejérci-to, Policía Nacional) y grupos al margen de la ley (farc-ep, paramilitares)-, crean constantemente distintas maneras de hacer. Estas maneras de hacer son tácticas (De Certeau, 1997 [1984]: 29-42), entre ellas las del terror, con las que cada grupo busca consolidar sus propios objetivos. Pero el generar tácticas no es una actividad que sólo realicen los bandos en contienda, sino que también las produce la población civil con el fin de desafiar a los grupos armados que ejercen su dominio y regulan la vida cotidiana de los habitantes.

En la dinámica particular del conflicto armado en Puerto Asís se puede observar cómo cada miembro de los grupos armados practica una combina-ción de tácticas con las que produce un temor que agobia a la mayoría de po-bladores. En respuesta, ellos también utilizan tácticas que chocan con las de los grupos armados y que dejan como resultado una atmósfera de temor colectivo que los lugareños terminan asumiendo como rutina. En últimas, los que han permanecido en el municipio, viven la confrontación, la soportan, a veces la cuentan, pero -en la mayoría de los casos- la callan.

Las tácticas que utilizan cada uno de los actores inmersos en el conflicto son las siguientes:

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TÁCTICAS UTILIZADAS POR LOS ACTORES INVOLUCRADOS EN EL CONFLICTO

Fuerzas Armadas del Estado:• Alianzas con los

paramilitares.• Actitud pasiva.• Se volvieron cómplices de

hechos violentos

Paramilitares, zona urbana• Alianza con Fuerzas del

Estado• Asesinatos y masacres• Señalamientos a población

civil• Regulación de la movilidad

de los pobladores

Respuestas de la población civil:• 1991-1992: Protesta

popular• 1994-1996: Marchas contra

las fumigaciones con glifosato

• 1998-2007: Propuesta de neutralidad

Guerrilla de las farc, zona rural• Atentados• Camuflaje entre la

población civil• Señalamientos• Regulación de la movilidad

de los campesinos

Como puede observarse en la figura anterior, en 1991, la población civil realizó una serie de protestas y marchas por el “derecho a la vida” que fueron impulsadas por organizaciones locales. Estas actividades redujeron la acción de los primeros grupos paramilitares -los “combos” y “los masetos”-, que ade-más fueron atacados por la guerrilla. En buena medida esta movilización impi-dió que continuara la violación de derechos humanos en el período (Comisión Andina de Juristas, 1993). Sin embargo, entre 1998 y 2007, el conflicto armado se tornó más agudo porque los grupos paramilitares realizaron una nueva olea-da en la que amedrentaron a la población civil mediante el aliarse con la Fuerza Pública o conseguir que se mantuviera pasiva ante el aumento de la violación de derechos humanos. Esta situación llevó a los lugareños a sentirse en un es-tado de vulnerabilidad e indefensión absoluta porque ninguno podía referir los hechos de violencia que vivían ni, menos, podían denunciar los hechos atroces de los que eran testigos. Así mismo, los señalamientos, la fuerte regulación, los atentados y las masacres, que cada grupo armado impuso en los quehaceres rutinarios de los habitantes crearon, una vez más, una situación constante de temor y zozobra.

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En este segundo momento, líderes campesinos, organizaciones locales de base, de derechos humanos y víctimas de desplazamiento forzado, intentaron revertir el dominio impuesto por cada grupo armado. Uno de ellos manifestó:

Las marchas siempre se han hecho en contra de esa cantidad de acciones violen-tas, así sea de unos pocos, pero se han hecho. Lo que pasa es que en la mayoría de la gente no tuvo eco, por ese mismo temor (Comunicación personal, representan-te desplazados, agosto de 2010).

Este relato habla del temor, un sentimiento que empezó a calar en la mayo-ría de habitantes. El temor finalmente se convirtió en la táctica más recurrente de los bandos en contienda, orientada a aplacar los intentos de la población civil de manifestarse contra esa dinámica de violencia. Ha estado acompañado de otros elementos, que yo he llamado “microtácticas”, las cuales tienen el efec-to de reforzarlo y ayudar a su propagación.

• Los estilos de muerte (mediante machete, degollamiento, motosierra)

• Reclutamiento forzado• Desplazamiento forzado• Hostigamientos • Retención y desaparición de personas• Señalamiento

TemorMicrotácticas

Estas microtácticas, entre otras, fueron las que más utilizaron los grupos armados en su propósito de propagar el temor entre los pobladores, pero las fueron aumentando ante cada intento de la población civil por liberarse de ellas.

Por parte de la población civil, las microtácticas fueron las que se enun-cian a continuación, pero a ellas respondieron los grupos armados con nuevas microtácticas:

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• Ante las protestas, y las marchas contra la violencia,

• Ante la propuesta de neutralidad, • Ante el surgimiento de

organizaciones locales de base,• Ante la denuncia de los asesinatos

• Han asesinado a los líderes y sus seguidores

• Han señalado a “quienes no son mis amigos” como “mis enemigos”

• Han desestabilizado las organizaciones

• Han eliminado los testigos

Población civil Grupos armados

Con esta combinación de tácticas los armados lograron ciertos dominios territoriales. En consecuencia, el temor caló profundamente en la mayoría de habitantes de Puerto Asís y se mantuvo constante hasta el presente, así la vio-lencia haya disminuido considerablemente, porque la población civil cayó en la sumisión, la pasividad, la indiferencia, o el silencio y el derrotismo colectivo. Estos efectos continúan repercutiendo en la población y han conseguido rede-finir las formas de ser y actuar de la mayoría de habitantes de esta región.

Las siguientes notas de mi diario de campo ilustran mi afirmación mejor:

Puerto Asís, septiembre 6 de 2010

En el pueblo se respira una tensa calma, los hechos ocurridos el mes pasado acer-ca de unas amenazas que se hicieron por Facebook a unos jóvenes, y que luego terminaron en asesinatos ha hecho que el ambiente se vuelva más complejo. Esa zozobra, ese temor lo puedo sentir en la casa de mi Esperanza9, quien hoy, sin ni siquiera yo haberle comentado acerca de mi último trabajo en esta etapa final de mi investigación, con una expresión de temor que alcancé a percibir en su rostro me dijo: “Niña, ¿Qué tienes que hacer ahora?…¡Porque está bien peligroso! da miedo, ahorita toca ver, porque quién se va a meter con eso, mataron muchos jóvenes, unos alcanzaron a escapar y otros están escondidos”. Ante su preocu-pación, yo le respondí que se quedara tranquila, que yo no iba hacer entrevistas hasta que la situación no mejorara.

9 He optado por dar nombres poco descriptivos de las personas que accedieron a las entrevistas por sugerencia de ellos mismos para proteger su integridad.

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El resto del día transcurrió bajo este ambiente. Aun así, en la tarde decidí ir a buscar a unos líderes para intentar organizar unas horas de trabajo con ellos. Llegué y se encontraban en la sala de la oficina, dos de los líderes con los que ya había trabajado, me saludaron amablemente. Hubo un momento de silencio y sin pensarlo mucho me atreví a preguntar: “¿Y cómo ha estado el pueblo estos últi-mos meses?”. Uno de ellos, con una gran preocupación y moviendo la cabeza en señal de negativa, me respondió: “Muy mal, muy mal. Hace unos quince días más o menos ajusticiaron a tres muchachos. Esto estaba bien peligroso y este pueblo se levantó”. Cuando escuché esta última palabra, por mi mente pasó que tal vez la gente se manifestó unánimemente y activamente frente a estos hechos, y quise salir de la duda. Volví a preguntar: “¿Cómo así que se levantó todo el pueblo?”. El líder comunitario enseguida me respondió: “La gente se llenó de temor, mucho miedo. El comercio fue afectado; eso dejó secuelas hasta ahora que las cosas están como más calmadas. Gracias a Dios eso pasó, pero eso quedó… Ahora en este pueblo, cerca de las diez, once de la noche, los muchachos, los niños que jugaban, nada, todos a sus casas. Los billares que abrían hasta la una, dos de la mañana, nada, cierran a las once, entonces el comercio bajó. Los muchachos que se habían dejado crecer el pelo, mechudos, corrieron a cortarse ese pelo. Pero sí mataron… y como siempre aquí se ajusticia dos, o tres personas, y no pasa nada. En forma de comentario, yo continúe diciéndole: “Al parecer ustedes ya como que han nor-malizado estas cosas ¿cierto?”. Él me respondió: “Para nosotros ya no es extraño que ajusticien a uno o dos, antes era tres, cuatro y hasta más, pero diario. Ahora ya no es tanto, pero entonces uno como dice, no pues ya eso es normal… pero en el fondo uno siente el terror, la gente aquí sonríe de dientes para fuera, pero por dentro estamos llenos de miedo”.

3. ConclusiónLa atmósfera de temor es resultante de una combinación de tácticas utilizadas por los agentes del conflicto armado. Pero, además, estos recurren a acentuar la propagación del temor cuando la población civil enfrenta sus tácticas. Esta ar-timaña estratégica es la herramienta que utilizan con mayor frecuencia los gru-pos armados para aplacar los intentos de la comunidad que ha desafiado su do-minio. De esta manera buscan impedir que las comunidades den una respuesta unánime y activa ante las múltiples acciones violentas que ellos cometen. Y con frecuencia consiguen que el temor quede como una huella imborrable en la memoria individual y colectiva, que sus efectos continúen repercutiendo.

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La memoria espacial del conflicto en Samaná, Caldas entre 1985 y 2010

Juan Pablo Franco, Universidad de Caldas

1. IntroducciónCon el paso de los kilómetros la carretera principal se transforma en trocha, a medida que el carro serpentea por el camino de tierra y piedra y después de trepar desde el valle del Magdalena Medio hasta la cordillera se llega al munici-pio de Samaná. Trazado de la misma forma que todos los pueblos de la región, se llega desde Manizales a la calle principal: son tres cuadras irregulares que se van transformando de lo residencial a lo comercial a medida que se acercan a la plaza.

En el parque principal comenzó todo, después del asentamiento de los colonizadores. Ellos eran mineros que trabajaban varios kilómetros más abajo de donde hoy se encuentra el casco urbano. Allí se comenzó la construcción de la iglesia, se trazaron las calles y las carreras que convergen desde la periferia. Con el crecimiento demográfico, Samaná, municipio del oriente de Caldas, lle-gó a convertirse en el epicentro económico para la población rural del sector. La necesidad de productos de consumo fue satisfecha con la apertura de nu-merosos almacenes y tiendas de abarrotes que se ubicaron en la primera calle que salía de la iglesia, en la que se congregaban los campesinos, lo que propició la apertura de numerosas fondas que, luego, pasarían a convertirse en cantinas.

El municipio fue creciendo y cambiando de acuerdo con las necesida-des de la población rural que iba en aumento; más tarde integró la actividad

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comercial a su economía. Como era un municipio pequeño gran parte de su actividad social se concentraba en pequeños focos. Así, pues, la actividad re-ligiosa, política, comercial encontró su punto de encuentro en la plaza que, con el pasar de los años y con el auge demográfico, se fue desplegando hacia el norte, donde queda la calle “rial”, denominada así por ser muchos años atrás un camino de herradura. El hospital y las escuelas formaron otros epicentros al generar la apertura de muevas calles y callejuelas residenciales con lo que la plaza dejó de ser el centro geográfico. Samaná con diez calles y diez carreras ha sido un pueblo pequeño y de lenta urbanización.

La estructura espacial del municipio es el objeto del análisis en este artícu-lo. El concepto de espacio está determinado por la percepción y el sentido que el sujeto que lo habita le da en la medida que el espacio mismo se lo permita. Michel de Certeau en La invención de lo cotidiano (1996 [1980]) observa que cada espacio recobra valor con su apropiación, y añade que la naturaleza de cada espacio depende de manera estricta de quienes lo ocupan, lo explican y lo significan, de quienes lo experimentan y después lo narran. Estos espacios de identidad dependen de una interiorización espacio-temporal porque la cons-trucción de sujeto como todos los fenómenos culturales, económicos, políticos y sociales se desarrolla en un lugar y en un tiempo y son estos mismos los que caracterizan y definen las particularidades individuales de la conducta y de práctica social humana.

La distribución espacial de Samaná está determinada por las necesidades sociales que a su vez determinan las prácticas. El primer asentamiento de la vida política municipal fue la plaza y allí se concentraron las actividades coti-dianas; a su alrededor se construyeron los edificios en donde se tomaban las decisiones sobre la vida comunitaria. La fuerte tradición católica que impuso la colonización antioqueña sobre la zona impulsó la construcción de la iglesia que fue el primer edificio en el pueblo. Después se creó una oficina que se con-virtió en la administración municipal cuando el corregimiento se convirtió en municipio.

Los espacios por sí mismos no tienen significado, las actividades llevadas a cabo de manera específica y repetitiva en un mismo lugar configuran la sig-nificación individual o social del mismo, las necesidades generadas por diná-micas de trabajo y las relaciones sociales condicionan el espacio. La naturaleza y frecuencia de una acción en un sitio determinado transforma los ambientes, porque los quehaceres de lugar que son estandarizados generan identidad es-pacial al ser legitimados, es decir reconocidos.

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Con el paso del tiempo y el crecimiento demográfico y económico, las relaciones sociales se volvieron más complejas y transformaron las demandas espaciales. La construcción del colegio y del hospital generó vías alternas con posibilidades residenciales y comerciales que focalizaron el crecimiento del pueblo hacia otro lado con dirección opuesta a la plaza principal.

La disposición espacial del pueblo se da a través de dos procesos. Primero por tecnicismos institucionales que establecen la espacialidad “legal” y segun-do por sectores de la población que tienen en su haber gran variedad de modos de re-apropiarse del espacio organizado, de “maneras de hacer”. Estas maneras de hacer son muchas: maneras de hacer políticas, maneras de hacer económi-cas, maneras de hacer religiosas. Para Michel De Certeau, en La invención de lo cotidiano (1996 [1980-1984]), ellas son el componente de la cotidianidad, porque son también formas de pensar y de utilizar. La cotidianidad se refiere pues a la retórica de la acción que posee una lógica estratégica y una lógica táctica. La lógica estratégica es un pre-juicio hecho con base en el conocimiento del terreno a intervenir, que depende de la inmovilidad y predictibilidad de una circunstancia específica, mientras que la lógica táctica se ejecuta en vivo, simultáneamente con el desarrollo de la situación, opera sobre un terreno en movimiento; así, aunque la vida cotidiana se desarrolla a partir de códigos pre-establecidos tiene su lugar a partir de la creatividad del sujeto o del grupo para con lo que está ocurriendo. La cotidianidad no se ve, no tiene escritura, sus lí-mites no son definidos, pero es el hilo conductor del resto de prácticas sociales.

El lineamiento espacial es una manera de hacer lugar. Las dimensiones cognitivas, afectivas y conativas de un espacio se fundamentan en la manera de querer, de relacionar y de practicar de una comunidad. Por lo tanto su aná-lisis tiene valor como fuente de datos sobre la misma gente que lo construye, lo ocupa, lo habita y lo hace. La cotidianidad se ejerce siempre sobre un lugar.

El conflicto político militar colombiano sacudió la cotidianidad de los habitantes del municipio de Samaná. Ésta ruptura de la normalidad impactó también en la práctica de los espacios, de ahí que el análisis espacial debe tener distintos estadios de abordaje. Su estudio exige una evaluación horizontal de la relación del espacio con otros espacios y una evaluación vertical de la rela-ción del lugar con las personas. La primera evaluación parte de la autonomía de los espacios que condicionan las prácticas sociales a su naturaleza física y la segunda donde las prácticas sociales se desarrollan independientemente del con-dicionamiento espacial. La primera, aborda el lugar como factor geográfico, es decir como elemento estático, y la segunda lo aborda desde su relación social

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y temporal, es decir como elemento dinámico. Ésta mirada se acerca a la pers-pectiva de De Certeau cuando marca la diferencia entre el concepto de espacio y el concepto de lugar, refiriéndose el primero al espacio físico, geométrico, y el segundo al espacio simbolizado, a la significación que las personas le dan. Para De Certeau (1996) el espacio “es un lugar practicado”.

La identidad como ciudadano está asociada con una fuerte relación con el lugar. El tejido familiar y social se encuentra determinado por la casa, el lugar de trabajo, la casa del vecino, la cancha de fútbol, la iglesia, la plaza de mercado, etc., por ser en estos lugares donde han tenido desarrollo las tramas sociales del “yo civil”.

Las situaciones de conflicto sacuden la cotidianidad. Las normas sociales y la estructura cultural necesitan adaptarse a cada nueva situación a fin de so-breponerse a los momentos de crisis; el sistema se adapta de diversas maneras al conflicto, a través de la transformación de las estructuras que se ven compro-metidas. Así, los roles dentro de la comunidad cambian a la par con las rela-ciones sociales; los poderes se transforman: el poder simbólico, el material y el psicológico se ven estremecidos y muchas veces revocados por el nuevo orden. El caos, la incertidumbre y el temor colectivo generan una desconfianza entre las personas que se ve reflejada en el deterioro de las relaciones vecinales y en el detrimento de la conducta solidaria que se evidencia a su vez en las prácticas de espacios físicos determinados. Esto se puede constatar en los ejercicios de juntas de acción comunal, en el trabajo comunal de los trapiches y en el fracaso de los proyectos colectivos propuestos por el programa de Familias Guarda-bosques en el municipio de Samaná.

La pertinencia en el análisis de la espacialidad, sus cambios y transforma-ciones antes, durante y después del conflicto se justifica en su relación con la vida social, temas que serán el epicentro de la observación, entendiendo que la estructura social se desenvuelve en la espacial y, recíprocamente, toda cons-trucción espacial parte de una construcción cultural. Por eso los momentos que permean en la cotidianidad lo hacen también en los espacios físicos vistos como espacios imaginados, espacios vividos y espacios percibidos.

El espacio físico se valora de acuerdo con el papel que juega en la vida de las personas: de la relación que la vida de la gente tiene con él, es que se plantea su importancia en la cotidianidad; de las prácticas que allí se desarrollan, se es-timan sus grados de representación en el universo afectivo de quienes lo prac-tican. El análisis de las nuevas cotidianidades, producto de la guerra, necesita una observación detenida de los escenarios donde se presenta; su historicidad

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da cuenta de la naturaleza del conflicto porque el lugar físico es ante todo un lugar vivido.

Para el caso del municipio de Samaná, el conflicto político-militar colom-biano se involucró en la cotidianidad con el enfrentamiento armado de guerri-lla y paramilitares por el control y dominio de tierras y dinero producto de la gestión de megaproyectos y el narcotráfico. En primera medida el control de los espacios de cultivo, movilización y comercialización fue prioritario y con ello se transformó la geografía social y económica de la región. Para el período que comprende desde el año 1985 al 2010 el municipio de Samaná y sus ha-bitantes enfrentaron cambios ocurridos en su forma de vida relacionados con acontecimientos como la crisis cafetera, el proyecto hidroeléctrico La Miel I y la entrada a la región del frente 47 de las farc y del frente Omar Isaza de las Autodefensas, que transformaron de manera importante el panorama social, los tejidos comunicativos, los tiempos y los espacios cotidianos.

Las dinámicas de intimidación llevadas a cabo por los actores del con-flicto sobre la población civil obligaron la modificación de horarios y de mo-vilidad. De esta manera se pudieron apropiar espacios físicos de importancia social y a tiempos de toque de queda, todo con el objeto de ganar y luego sos-tener el control espacio-temporal, vital para el tráfico de drogas y la coerción social. A partir del año 2001, los lugares periféricos de Samaná empezaron a ser vigilados y vetados por paramilitares y guerrilleros, aislándolos del resto de la cabecera municipal. Este fenómeno siguió creciendo con el paso del tiempo reduciendo los espacios de convivencia social; entonces los habitantes del mu-nicipio se vieron confinados a sus hogares, y dentro de ellos crearon sitios de reunión para las personas excluidas socialmente y fortalecieron otros espacios privados como la cocina y la sala de la casa que volvieron a tomar fuerza como sitio de encuentro. Las canchas de fútbol, la piscina municipal, el mirador se convirtieron en lugares prohibidos y la asistencia a los mismos se volvió un factor de alto riesgo bajo los nuevos criterios “morales” de los grupos armados.

Se ha entendido generalmente que las fuerzas o corrientes de cambio que llegan de afuera y ejercen poder sobre una estructura social (a través del po-der político, religioso o mediático) son rechazadas abruptamente o recibidas sin oposición transformando la dinámica de normalidad. Sin embargo, esta suposición subestima la capacidad que tienen los grupos de subvertir la nor-matividad ajena e impuesta hacia los valores propios sin un rechazo directo. Por ejemplo, la maquinaria productiva del narcotráfico ha tenido como base a los campesinos cultivadores de coca, la agricultura y el comercio, que, a su vez,

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han sido parte de la vida de las comunidades campesinas; y estos modos de vida se mantuvieron cuando llegaron grupos al margen de la ley e implemen-taron el cultivo de coca, pues la comunidad integró rápidamente las demandas impuestas por sus compradores directos y tejió relaciones de cercanía con los grupos en cuestión.

La llegada de grupos guerrilleros como el frente 47 de las farc, de grupos paramilitares como el Omar Isaza y de nuevos partidos políticos como Acti-tud Renovadora del Partido Conservador representaron las fuerzas políticas de cambio más importantes en la región durante los últimos años. De diferentes maneras la comunidad se asumió activamente en roles políticos y replanteó de manera voluntaria relaciones sociales. “Estas maneras de re-apropiarse el sis-tema producido, creaciones de consumidores, tienden a una terapéutica de los vínculos sociales deteriorados y utilizan técnicas de reciclaje donde se pueden reconocer los procedimientos de las prácticas cotidianas” (De Certeau, 1996).

2. MetodologíaDurante el desarrollo de la investigación el diseño metodológico se planteó tomando como base los efectos del conflicto. Se identificaron y se cuantifica-ron elementos estadísticos siendo la variable el sujeto en su dimensión social, económica, política e histórica y la invariable el lugar, Samaná.

Los espacios para el análisis fueron escogidos porque cada uno tiene una importancia particular en la cotidianidad del sujeto. Su naturaleza en relación a su conactividad, es decir, a las prácticas que en él se ejecutan, algunas de ca-rácter político, económico, religioso, deportivo, de ocio. En todos los lugares trabajados en el municipio de Samaná, se hizo una evaluación de sus dinámi-cas poblacionales, su movilidad, su heterogeneidad social, sus límites físicos e ideológicos y las referencias del paisaje durante los últimos 20 años.

El ejercicio partió del rasgo histórico de los lugares escogidos, de la relación entre tradición, reseñas y memorias, de la comunidad con los sitios. Histórico porque hace referencia a la memoria, pero a la memoria en un sentido más vasto que el del recuerdo, que supera el de evocación. Es decir, es la relación de per-manencia del pasado, evidenciada en las prácticas repetidas en los lugares de costumbre. A partir de ésta selección se mostraron los escenarios de conductas convencionalizadas que dan lugar a la identificación del sujeto con el lugar.

Cada lugar ha sido analizado desde los tres parámetros que propone Amos Rapaport en su libro Aspectos humanos de la forma urbana. Hacia una confrontación de las ciencias sociales con el diseño de la forma urbana (1978):

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• El cognitivo (espacio percibido-mental), que se refiere a la manera en cómo las personas perciben y conocen el lugar.

• El afectivo (espacio concebido-social) son las emociones y sentimientos que el lugar suscita en las personas que lo practican y, por último,

• El conactivo (espacio vivido-físico), que se refiere a las prácticas ejercidas por las personas sobre el espacio.Observamos la relación de las personas con los espacios, y atendiendo a

los procesos de ocupación y práctica de los escenarios en el tiempo, podemos dar cuenta de las transformaciones en las relaciones de la comunidad con los lugares de trabajo, de vivienda, de ocio, de cotidianidad. Estas relaciones pue-den señalar factores relevantes de cambios situacionales.

Los lugares fueron escogidos por su protagonismo en la vida municipal, por ser centros de prácticas cotidianas y por haber sido los más intervenidos durante el período del conflicto. Para la evaluación se formaron dos grupos con base en su ubicación dentro de la cabecera municipal: periferia /centro con respecto a la plaza principal.

PERIFERIA CENTROZona de Tolerancia (prostitución) IglesiaCentro cultural Agua y Miel Bares y discotecasMirador de Villa María Final de la Calle RialCalle Rial PolideportivoLa Virgen Plaza PrincipalPiscina

TABLA 1. Distribución espacial periferia/centro con la Plaza Principal como centro de referencia.

2.1. El espacio cognitivoEl trabajo de campo residencial sobre este tema tuvo una duración de seis me-ses y durante él se analizó la relación entre la espacialidad y el sujeto social con base en sus dimensiones histórica, relacional e identificatoria. Con este fin, se evaluaron los lugares en estudio sobre sus dinámicas poblacionales, movilidad, heterogeneidad social o cultural si la había, y también sobre sus límites físicos e ideológicos y sus paisajes de referencia, durante los últimos 20 años.

Para establecer la percepción de los lugares se entrevistó a ancianas y an-cianos reconocidos como productores de memoria; asimismo, se examinaron álbumes fotográficos familiares y se pidieron prestadas algunas fotografías para estudiarlas; también se aplicó un sondeo a adultos y jóvenes de estratos medios

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altos y se realizaron entrevistas abiertas; además, se realizaron talleres de pintura con niños y niñas y jóvenes escolarizados entre los 8 y los 14 años para establecer su percepción sobre la seguridad o inseguridad relacionada con sus espacios.

2.1.1. Lugares considerados segurosLos anteriores dibujos permiten inferir que los lugares percibidos como segu-ros por los participantes de este ejercicio se ubican en su mayoría en la perife-ria. El río La Miel, a 18 kilómetros de la cabecera municipal, siempre ha sido el sitio de los paseos para los habitantes del pueblo, y en particular para los paseos familiares y escolares, porque tiene un clima más cálido que el del casco urba-no; sin embargo, durante el tiempo del conflicto lo vetó el frente Omar Isaza porque queda en la vía de mayor importancia comercial para Samaná, la que comunica al municipio con el Magdalena Medio, y donde este grupo concentra sus actividades administrativas. Durante los años más violentos del conflicto, entre 2000 y 2005 aproximadamente, desaparecieron muchas personas y sus cuerpos fueron arrojados al río.

Por consiguiente, la percepción del sitio como seguro para los participan-tes llama la atención. Posiblemente ella se debe a que los niños sentían que los sitios más fuertemente estigmatizados eran los ubicados en la cabecera muni-cipal. A la vez en las pinturas se observa que algunos de los lugares conside-rados seguros son de carácter privado como “la finca de mi tía” o “la finca de mi papi” u otros sitios a donde se va en grupo como los ríos o la piscina. En resumen, se asocia la seguridad con la tranquilidad de los parajes soleados en el campo. Asimismo, como otros lugares de la periferia rural, cercanos al munici-pio, no sufrieron los rigores de la guerra, los adultos los consideraron seguros y transmitieron esta percepción a las generaciones posteriores.

2.1.2. Lugares insegurosLa presencia de grupos paramilitares desde el año 2000 fue aumentando, la lle-gada de más hombres permitía la expansión de sus operaciones de monitoreo y en la medida que pasaba el tiempo adquirían mayor autoridad en el pueblo. En la cabecera municipal habitan más personas y algunas operaciones como la extorsión a comerciantes o los plagios de personas y algunos asesinatos se perpetraban a las afueras del pueblo, muchos de estos lugares cargaron durante años con esta marca, pero más allá, en la zona rural cercana a la cabecera las cosas eran más tranquilas, las veredas más alejadas fueron las más intervenidas por la violencia fruto del conflicto. La cabecera municipal se percibía como

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insegura casi en su totalidad durante altas horas de la noche, en entrevistas y conversaciones con los habitantes se devela un miedo generalizado durante esos años al caminar por las calles del pueblo cuando se hacía muy tarde en la noche, doblar una esquina solitaria a sabiendas de las rondas de los paramilita-res ejercía presión sobre cualquier caminante.

2.1.3. Contexto y análisis etnográficoEl material de análisis está fundamentado en dos vertientes, la primera parte del conocimiento del territorio por ser oriundo del municipio en cuestión y la segunda de un trabajo de campo dividido en dos momentos. El primero de dos meses residenciales donde se obtuvo información de carácter oficial sobre economía, cultura, medio ambiente y conflicto y el segundo y último de siete meses hasta la fecha se ha planteado un ejercicio histórico y antropológico del municipio como relación comunidad/conflicto.

El estudio a los impactos del conflicto político militar colombiano en la cotidianidad abordado desde la memoria espacial es de tipo exploratorio, un acercamiento a la cotidianidad y a los espacios donde ésta se desarrolla po-demos reconocer procesos sociales que hacen parte de la vida cotidiana y su papel durante los momentos más estrictos del conflicto.

Los habitantes de Samaná, sus escenarios de vida social y la memoria co-lectiva enmarcada en un tiempo y un espacio específico, el oriente de Caldas durante el enfrentamiento entre las Autodefensas Unidas del Magdalena Me-dio, el Frente 47 de las farc, las Brigadas Cuarta y Octava de Caldas y Antio-quia junto con la población civil durante los primeros años de la década del 2000 son el punto de partida de esta investigación. La historia que se desarrolla en aquel contexto, los procesos de identidad que se afianzan, revaloran o des-aparecen, la relación de sus habitantes con el pasado, sus imaginarios de futuro son elementos diagnósticos para evaluar los impactos en la vida cotidiana de este momento en sus gentes.

2.1.4. Contexto espacialHay dos vías para llegar a las cantinas del prostíbulo, la más utilizada es la calle rial, es generalmente de las cantinas de esa calle de donde salen los clientes de “El barrio”, a las dos de la mañana cuando la regla obliga a cerrar los estable-cimientos en el pueblo es que se prende “el negocio de arriba”, el de Griselda como se llama la anterior matrona de la reconocida fiesta. Griselda trabajó más de 20 años desde los años setenta como administradora de las dos cantinas que

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componen el complejo Buenos Aires, fue la encargada del casting de las chicas y de todo lo concerniente al negocio de compra-venta de licor, aunque es la cabeza de todo el negocio nunca o casi nunca se le ve por la cantina, eso por lo menos hace más de 15 años, dicen algunas de las personas que frecuentan el sitio a quienes se preguntó.

El otro camino para llegar es por otra calle que se desvía desde la plaza y es conocida como el “Divino niño”, las últimas calles para llegar son solitarias y casi no se encuentran urbanizadas. El chongo como es conocido popularmente ha sido sitio de reunión de borrachos desde cuando se organizó. Para el tiem-po de la llegada de los paramilitares a Samaná estas cantinas pasaron a ser el fortín de sus fiestas, aumentaron el número de trabajadoras sexuales y anima-ron el lugar, pero fue quedando aislado de la fiesta municipal no por prohibi-ción directa de parte de los paracos sino por el miedo que causaban las peleas cada vez más violentas protagonizadas por ellos y sus represalias muchas veces contra los clientes del lugar, pues de allí de la cantina en diferentes ocasiones fueron llevados por los mismos paramilitares que se encontraban allí civiles y prostitutas a las afueras del pueblo para ajusticiarlos. Con la guerrilla el sitio fue quedando vetado, la misma presencia paramilitar en el grill relacionaba a cualquier ciudadano con ellos. Por ser sitio de amanecedero las peleas son más regulares que en otros lugares de expendio de licor, principalmente porque a la llegada de los clientes, la mayoría ya se encuentran tomados, las peleas a machete de antaño fueron reemplazadas por tiroteos y secuestros sobre todo durante la época del conflicto. En el día el lugar es utilizado como otro paso para La Plazuela -un barrio que se ubica en la parte más alta del pueblo- y por quienes a un costado, por la carretera, se dirigen a la piscina o a Encimadas.

Las noches de violencia dejaron a su paso sitios de tránsito restringido, si-tios de actividad nocturna como la zona de tolerancia o “El barrio” donde se ofi-cia la prostitución y que eran frecuentados por los grupos en conflicto. Durante ese período fueron asesinadas allí muchas personas entre ellas varias trabajado-ras sexuales que fueron torturadas y arrojadas algunas con el estómago abierto a las aguas de río La Miel. Aunque “El barrio” siempre fue escenario de trifulcas, durante los primeros años del 2000, ésta violencia se intensificó y transformó los enfrentamientos de carácter personal en enfrentamientos de carácter político.

A la bifurcación que hace la carretera principal hacia La Dorada y Ma-nizales y hacia el corregimiento de Florencia, se llama El Codo. Allí fueron asesinados varios habitantes del pueblo originando un miedo colectivo para el tránsito por éste lugar. Dista cinco minutos de la última casa del pueblo en la

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salida para el Magdalena Medio, no hay iluminación para llegar, es la esquina por donde la carretera se divide, no es un sitio de convergencia social, no está ni urbanizado ni habitado, hay un poste que sostiene la señal que distingue los destinos Florencia y Victoria y otro más pequeño que reza “El Codo” (prueba de su historia reciente que lo hizo célebre entre los no lugares son los dos im-pactos de bala que se observan entre sus letras). El lugar ha sido referenciado por todos como un sitio de asesinatos y desapariciones. De mucho movimiento durante el día, transitado sobre todo por carros y motos, pero también por campesinos y su ganado. Durante la noche es de poco movimiento, entre las seis de la tarde y las siete de la noche llegan los últimos carros de transporte público procedentes de La Dorada y de Manizales.

Unos metros más debajo de El Codo en la vía hacia Dorada se encuentra una finca llamada “El Brasil” que fue expropiada por los paramilitares a los dueños originales y tomada como centro de operaciones en el municipio. El asentamiento del bloque paramilitar en esa vereda es el detonante del estig-ma de ese sector por la movilización permanente de los paramilitares por esta carretera. Al parecer no hay muchas historias del quehacer paramilitar que se refieran a la finca; para ellos fue sobre todo un sitio de residencia porque los actos de extorsión, amenaza y demás se hacían en cualquier lugar del pueblo.

Con la llegada del Ejército a la zona, de la Brigada IV de Antioquia y VIII de Caldas, se estableció en La Plazuela una base militar que durante su tiempo de operación sostuvieron desde allí fuertes enfrentamientos con el frente 47 de las farc dejando muchas personas muertas y heridas, entre soldados y pobla-ción civil.

Es importante señalar que años antes éste sitio era visitado por los feligre-ses católicos en peregrinación todos los meses de mayo para llegar a una cruz empotrada muchos años atrás, se le adjudicó al sitio una naturaleza religiosa que se fue transformando a medida que la situación política se hacía más com-pleja y que terminó con la construcción de la base militar. La Plazuela ha sido de los lugares de última urbanización, el sector siempre ha sido habitado pero sus viviendas van en aumento desde el inicio del conflicto en gran parte debido a los desplazamientos de campesinos por amenazas de la guerrilla en la zona rural, la mayor parte de las nuevas viviendas son habitadas por familias campe-sinas. El lugar fue escogido hace muchos años para la construcción de la cruz porque podía ser vista desde todo el pueblo y esas mismas características de ubicación la hicieron también el punto propicio para las operaciones de la base militar, la estrategia ahora funcionaba de otra forma, ya no para ser vista desde

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todo el pueblo sino para desde allí observarlo todo. La cruz se mantiene, ahora reposa entre dos antenas de telefonía celular que se erigieron allí después de la retirada parcial de los soldados en los años que se fueron también parcialmente los paramilitares.

La Piscina ubicada en la vía que comunica a Samaná con el corregimiento de Encimadas (centro de operaciones de la guerrilla) también fue escenario de enfrentamientos entre guerrilla y paramilitares y lugar de ajusticiamiento de muchos civiles por parte de la guerrilla. Durante el tiempo de crisis política fue vetada por los guerrilleros originando un creciente abandono del que luego se recuperaría una vez terminados los enfrentamientos bélicos.

El destino final de la carretera que pasa por La Piscina es el corregimiento de Encimadas, éste corregimiento queda dos horas más allá en bus escalera, el camino se trepa hasta un filo paralelo de otra montaña donde queda el corre-gimiento de San Daniel del municipio de Pensilvania al occidente de Samaná. Estos dos filos hacen parte de uno de los corredores de movilización del frente 47 de las farc que a partir del año 2000 se fue instalando paulatinamente en el caserío de Encimadas. Esta carretera, de alta movilización de guerrilleros, es uno de los primeros sectores tomados por los paramilitares a su arribo al pueblo. Su presencia altera la movilidad y la asistencia popular, varias personas fueron asesinadas por los paramilitares en inmediaciones de La Piscina. Por un lado de la carretera se encuentra el estanque de agua y frente a este al otro lado la casa de su administrador, es una casa de dos pisos, el segundo es residencial y el primero es para la cantina. En la actualidad el sitio sigue gozando de popu-laridad, es la única piscina en Samaná.

En los dibujos realizados por los niños y niñas de los sitios inseguros apa-recen personas muertas en La Piscina, en el barrio y en la base militar. El di-bujo que le corresponde a la vereda El Brasil de Juan Sebastián Palacios, de 11 años, aparece la casa con panfletos y grafitis de las farc y de las auc. Algunos dibujos vienen acompañados de una explicación donde aparecen los tópicos señalados por los dibujantes como generadores de violencia en ellos: el consu-mo de drogas, asesinatos y violaciones que no tienen registro en el lugar pero que evidencian prejuicios con los lugares. Algunos acontecimientos impresos en los dibujos no necesariamente se relacionan con el conflicto político-militar o con la realidad, es el caso de la alusión a la venta de drogas en la casa de leno-cinio y de violaciones en El Codo.

Los dibujos de los sitios considerados inseguros muestran escenas de vio-lencia relacionadas con el conflicto político militar. De las nueve pinturas, dos

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hacen referencia a la vereda El Brasil, adjudicándole historias de secuestros y dibujos de casas pintadas con los nombres de grupos guerrilleros y paramili-tares. Dos niños dibujaron El Codo, lugar al que adjudican secuestro también, asesinatos y quema de vehículos. También hay dos dibujos de la base militar, en uno aparecen dos personas disparándose con metralletas y en otro aparece un militar asomado en un muro mientras observa en el piso a otro militar muerto. Un dibujo corresponde a la piscina donde aparece un hombre con siete puña-ladas al lado de la alberca; la dibujante, Zuly Yojana Ospina Arias, una niña de once años, advierte sobre el peligro de ahogarse y de los enfrentamientos cerca del lugar, y dos dibujos de “El barrio” que describen la zona pero donde se con-signa que el expendio de drogas y las peleas son los riesgos del sitio.

Factores de riesgo naturales no fueron considerados. Siete de las nueve pinturas correspondientes a los lugares inseguros aluden al conflicto político militar pero señalan eventos ocurridos 10 años antes, cuando los dibujantes no tenían conciencia de los mismos. No obstante, en las pinturas están indica-dos como los causantes de su analogía del miedo y el lugar, estas nociones del pasado han sido aprehendidas por medio de la oralidad, las frecuentes con-versaciones sobre el pasado turbulento del municipio, sobre todo en ciertas circunstancias de elecciones políticas o de censo, por ejemplo, dejan rastro en el inconsciente de las nuevas generaciones.

2.2. Espacio afectivo y conactivoLas prácticas repetidas en espacios reconocidos generan identidad afectiva en sus practicantes quienes le otorgan significaciones de distinta naturaleza. Como ejemplo se toman algunos lugares donde se reconoce una identidad de carácter afectiva que se afirma en la importancia que tiene en la configuración mental del pueblo por parte de sus habitantes.

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AFECTIVO CONACTIVOIg

lesia

La significación religiosa de este espacio radica en una mayoría católica en el municipio, gran parte de sus habitantes tienen como puntos referenciales de su historia rituales religiosos llevados cabo en éste sitio; el bautismo, la primera comunión, el matri-monio o el funeral de un cercano se convierten en momentos importantes base de la construcción de sujeto.Es el escenario donde se dicta la catequesis y los cursillos prematrimoniales para el bautismo y el matrimonio respectivamente. Durante la navidad la parroquia ofrece talleres vacacionales para los niños llamados monain o movimiento navideño infantil que tiene lugar en la calle frente a la iglesia y en La Iglesia misma. Otros eventos como graduaciones, conciertos, novenas navideñas también tienen su lugar de práctica en la iglesia.

Éste es el centro de la mayoría de prácticas católicas con excepción de la extremaun-ción, de las procesiones, de parte de los funerales. En la iglesia se oficia misa todos los días, en semana tres y el fin de semana 4 por día, éste número cambia por funera-les o eventos particulares como graduacio-nes y matrimonios.

Escu

ela

Todos los samaneños han tenido algo que ver con la escuela, muchos han pasado varios años de infancia en ella, otros aunque no hayan estudiado la reconocen como sitio de importancia colectiva. Decisivos acercamientos del sujeto social con los demás inician en la escuela.

La actividad de la escuela siempre ha sido diurna, en un principio las dos escuelas existentes estaban separadas por géneros, la escuela de niños y la escuela de niñas. En las escuelas convergen diferentes personas, los niños que conforman la mayoría, el personal docente, el personal de aseo y cocina y los de mantenimiento. La actividad escolar culmina a la 1:00 pm pero en las escuelas se sigue trabajando hasta las 6:00 de la tarde.

Coleg

io Una parte importante de la personalidad se perfila en los años de bachillerato, los lazos de amistad que se tejen en la adolescencia van a esculpir gran parte de la vida.

El bachillerato en el Instituto San Agustín, el único colegio del pueblo fue de tres jornadas una en la mañana, otra en la tarde y otra en la noche la mayor parte de su historia, durante los últimos años solo tiene jornada diurna y nocturna.

Poli-

depo

rtivo

Este sitio de recreación se inauguró en la década de los noventa, con diferentes espacios para la práctica de diferentes deportes el centro deportivo fácilmen-te se incorporó a la cotidianidad de los samaneños, pero la importancia real del sitio radica es en las prácticas cotidianas, visitado durante todo el día por niños y adolescentes ha sido parte activa de la historia reciente del pueblo.

Los juegos municipales e intermunicipa-les, los juegos regionales, las clases de de-portes de las instituciones educativas son algunas de las actividades allí realizadas, otros eventos de carácter cultural también han tenido lugar en éste escenario.

La cu

adra

El primer lugar al que se sale después de estar en casa es la cuadra, allí residen las personas con las que se crece, los vecinos hacen parte del círculo inmediato de la vida social en los márgenes de la vida familiar.

En la cuadra confluyen lo privado con lo público, la historia familiar muy frecuen-temente aquí es la historia de barrio, las actividades familiares y las comunales están estrechamente ligadas, después de lo estrictamente doméstico en la cuadra es donde tiene actividad el rumor.

TABLA 2. Espacios afectivos y conactivos

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A partir de la violencia armada, que rompe de manera abrupta y radical con la cotidianidad, se generan nuevas formas de lectura para el universo social inmediatamente intervenido, cambiando la percepción de realidad a nivel indi-vidual y grupal por el impacto ejercido en la cultura como en el capital lingüístico y en las redes de comunicación por ejemplo. El análisis de esas transformaciones permite visualizar los procesos adaptativos de la población afectada a las nuevas condiciones de vida generadas de la violencia, la adquisición de nuevos hábitos espaciales, la acomodación de nuevos horarios son algunos ejemplos de los cam-bios que hace la comunidad con el objeto de adaptarse a nuevas regulaciones.

1990 2000 2010

Igles

ia

Durante la década de los 90 los horarios de la misa diaria eran 07:00 am, 12:00 m y 07:00 pm.

Finalizando los 90 y con la llegada del conflicto armado al municipio donde varios actores iniciaron un toque de queda el horario de las celebraciones religiosas se vio intervenido, la concurrencia a la misa de la noche disminuyó a causa del miedo para salir hacia las casas cerca de las 08:00 pm obligando a la parroquia a dar misa una hora antes es decir a las 06:00 pm.

En la actualidad el horario de 06:00 pm para la misa nocturna se mantiene aunque los enfrentamien-tos bélicos han cesado.

Escu

elas/c

oleg

ios

El horario diurno para las escuelas y tres jornadas en el colegio, mañana, tarde y noche.

Comenzando la década del 2000 las jor-nadas de mañana y tarde en el colegio se redujo a uno, esto también fue una política del Ministerio de Educación Nacional men. A medida que tenía en cuenta la seguridad de los estudiantes, durante un tiempo la escuela nocturna fue suspendida.

En la actualidad el colegio mantiene dos jornadas, la diurna y el bachillerato nocturno.

Polid

epor

tivo

Durante ésta época fue inaugurado el centro deportivo en el centro del pueblo a una cuadra del parque principal, aquí se congregaban todos los habitantes en días de ocio y en jornadas deportivas y culturales.

A principio del año 2001 el polideportivo quedó vetado junto con otros lugres de la periferia municipal, gran parte de las activi-dades deportivas se llevaban a cabo en horas de la noche, todas fueron suspendidas, los juegos intermunicipales y regionales se sus-pendieron por la renuencia a participar de los equipos foráneos alegando inseguridad.

Hoy en día y bajo progra-mas de la Red de Solida-ridad Social se construyó en el mismo sitio un coliseo deportivo que está sin terminar, solo para éste año se reanudaron las actividades deportivas en éste sitio.

La p

iscin

a

Es el sitio de los paseos escolares y familiares, son dos piscinas una más grande que la otra y enfrente funciona una taberna donde se venden cigarrillos y alcohol.

Ubicada en la vía que comunica al muni-cipio con el corregimiento de Encimadas, centro operativo del frente 47 en el muni-cipio, de fuerte presencia en el lugar quedó vetada a partir del año 2001, representaba un lugar peligroso porque allí tuvieron lugar enfrentamientos armados entre el Ejército y la guerrilla y porque fue sitio de numerosos ajusticiamientos por parte de la guerrilla y los paramilitares.

El lugar volvió a operar como en años anteriores.

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Cent

ro cu

ltura

l Para el año 1991 comenzó a funcionar el centro cultural “agua y miel” en las instalaciones donde antes funcionaba la cárcel municipal.

Este sitio también fue vetado durante los tiempos de conflicto, muchas de las activida-des del centro cultural que involucraban la población rural se vieron suspendidas por la ausencia casi total de los campesinos a las mismas, el papel del centro cultural en la organización de las comparsas que se muestran durante las fiestas de los palenques se vieron reducidas de acuerdo a la nueva situación que redujo considerablemente la llegada de visitantes al pueblo.

Para el año 2010 las acti-vidades de danza y música operan con normalidad y el centro cultural retoma de nuevo el protagonismo que ha tenido en la vida municipal, el eco-parque ubicado más arriba de la edificación es visitado por los residentes y por visitantes.

Parq

ue p

rincip

al

Aquí tienen lugar dife-rentes actividades, reli-giosas, administrativas y comerciales, para ésta fecha es el sitio de reunión por excelencia en el pueblo, los días de mercado desde aquí sale y aquí llega todo el transporte, la actividad comercial está compuesta en su mayoría por tabernas y fuentes de soda y en el parque se sientan los residentes a conversar o a tomar aguardiente.

Después de las seis de la tarde y los días de mercado el parque principal se encuentra vacío, los negocios han cerrado temprano y la iglesia termina de dar su misa a las 06:45, algunas actividades de orden municipal se siguen realizando aquí pero sin la afluencia de foráneos, las fiestas vieron reducidas sus visitas y ahora se hacen por y para los residentes.

La actividad comercial vuelve a tomar fuerza, nuevos negocios se abrie-ron en la plaza y sigue siendo el lugar de mayor concurrencia municipal.

TABLA 3. Sitios municipales de referencia, en línea de tiempo

El espacio enmarca el universo de la cotidianidad, el espacio en términos físicos, afectivos y conactivos porque refiere al lugar de los eventos que hacen el pasado y el presente de una comunidad, las relaciones entre los individuos y las cosas que hacen juntos. El espacio refiere a la maqueta social que tenemos en la mente, los lugares que recorremos, la frecuencia con que lo hacemos, los ofi-cios que desempeñamos hacen parte del espacio vivido. Los escenarios de futu-ro, los momentos de rituales son parte del espacio imaginado y las atmósferas de miedo son parte del espacio percibido. Con el paso del tiempo las relaciones con los espacios se modifican, al cambiar el ambiente, nuevas circunstancias y nuevos entornos condicionan nuevas realidades.

La ampliación de varios sitios debido a las necesidades que surgían en una población en crecimiento, eso sobre todo para el casco urbano en parte a la migración en los desplazamientos del campo hacía el pueblo figura como una de las circunstancias de mayor impacto en las relaciones de las personas con la

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espacialidad. La vida doméstica en muchos hogares fue distinta, la llegada de varios familiares o amigos cercanos a residir en la casa exhibía un nuevo pa-norama, la nueva situación se volvía más compleja a medida que se reconocía el problema del desplazamiento como un evento indefinido; el regreso de los campesinos a las veredas no se veía cercano la mayoría de las veces. Entretanto, la respuesta del Estado a las familias afectadas no resolvía ni un traslado defini-tivo a otra zona ni las condiciones de seguridad de un regreso a las veredas. El aumento demográfico primero se dejó ver en la interrupción del ciclo escolar por ser el Colegio y las dos escuelas los lugares de acopio dispuestos para el recibimiento de los desplazados, seguido por una alteración en las actividades regulares de La Plaza propiciadas por la nueva situación, un número mayor de sujetos en todos los lugares, mesas con trabajadores públicos del Hospital y La Alcaldía en su mayoría haciendo el censo de las personas desplazadas, el ejército rodeando todas las esquinas de La Plaza y un mar de niños y de perros correteando por El Parque.

Para algunos los días se convierten en meses y años. Muchas familias se quedaron a vivir en el pueblo. El aumento de la población originó focos de inva-sión en sectores como La Plazuela, La Inmaculada, El Matadero (La Esperanza), Villa María y La Virgen. Pequeñas tiendas y las áreas residenciales activaron la movilidad por estos sitios. La percepción de algunos lugares cambió, por ser con-siderados blancos de ataque o por la permanencia de paramilitares, los horarios de la vida se alteraron en función de la evasión a los agentes del conflicto. En las noches no se sale y por la estación de policía no se pasa. El creciente miedo obligó a que ciertas tareas que regularmente se hacían en solitario ahora demandaran acompañante, los mandados en la tarde y en la noche por ejemplo.

La cotidianidad remite al entorno necesario de nuestra relación inmediata con las cosas y los demás, la llegada de foráneos y la inclusión de nuevas reglas la alteran, la modifican porque lo cotidiano se nos presenta como el paisaje de actividades de un grupo de individuos realizadas en un contexto espacial de-terminado, cualquier alteración a las variables espacio, sujeto, tiempo modifica la continuidad que les da la naturaleza de cotidianas.

El proyecto de investigación “los impactos del conflicto en los tejidos comunicativos” realizado por las universidades Javeriana, del Tolima, Surco-lombiana y de Caldas con apoyo de colciencias tiene por objeto el análisis de la incidencia del conflicto político militar Colombiano en la cotidianidad de 16 municipios del centro sur del país que comprenden los departamentos de Caquetá, Cauca, Tolima, Huila, Valle del Cauca y Caldas. Estos muni-

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cipios fueron seleccionados porque representan algunas de las principales dinámicas que el conflicto político militar ha tenido en las dos últimas dé-cadas.

El ejercicio se realizó con niños entre los 9 y 11 años quienes nacieron durante los años de enfrentamiento armado. Su percepción de la historia del conflicto y de sus escenarios se hizo a través de la oralidad de la memoria mu-nicipal (Hobsbawm), para eso se propuso un taller de pintura cuyo objeto era resaltar los lugares que ellos consideran más importantes del municipio. El ejercicio con éste grupo se hace relevante porque en las generaciones nuevas se evidencian las dinámicas de permanencia o abandono del pasado. Cuestionan-do a los participantes sobre la seguridad e inseguridad que en ellos suscitaban ciertos lugares se puede dar cuenta de los orígenes de esas percepciones, cuan-do un lugar está estigmatizado se hace necesario reconocer si el estigma ha sido condicionado por momentos en que los participantes han sido testigos o si el estigma viene heredado de otras generaciones.

Se realizó una comparación fotográfica de los espacios con el registro obtenido, la comparación entre las referencias del paisaje durante los últimos 20 años dan cuenta de las relaciones del sujeto con el lugar, proporcionando un panorama histórico de las dinámicas sociales y evidenciando si hubo o no transformación en las relaciones del sujeto con el mismo y si el lugar propone visualmente estos cambios.

Identificamos las prácticas que en los lugares se realizan y a través de un análisis reconocimos su duración en el tiempo.

Diferenciación de las representaciones que se tienen de un lugar desde sus usuarios activos (quienes tienen el lugar integrado en su cotidianidad) como de sus usuarios pasivos (quienes no frecuentan el lugar) y así se hizo un paralelo entre las micro-identidades construidas a partir de las relaciones con el lugar.

Los lugares fueron escogidos por su protagonismo en la vida cotidiana y municipal y por haber sido los más intervenidos durante el período del con-flicto en cuestión. Para la evaluación se formaron dos grupos con base en su ubicación dentro de la cabecera municipal:

PERIFERIA CENTROPiscina Plaza PrincipalZona de tolerancia (prostitución) IglesiaCentro Cultural Agua y Miel PolideportivoMirador de Villa María Calle RialLa Virgen Bares y discotecas

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2.2.1. La memoria colectiva como fuente y los registros fotográficos como evidenciaEl estudio demostró que el conflicto político militar colombiano en sus mo-mentos más crudos de violencia y enfrentamiento durante su desarrollo en el municipio de Samaná, fue el punto de quiebre más significativo en la cotidiani-dad durante los últimos años. Esta ruptura en los tejidos comunicativos pudo ser leída a través de la observación de las relaciones de la comunidad con los espacios de integración social. La mirada a la espacialidad y a los sujetos en su relación afectiva, cognitiva y conactiva con los lugares que esta representa per-mitió elementos de análisis decisivos para registrar la incidencia de la guerra en la vida de las personas a través del acercamiento a los escenarios sociales, donde el tejido cultural de un pueblo se nos muestra en los lugares donde la vida, la cultura, la economía, el medio ambiente se vuelven domésticos.

La memoria espacial determina la naturaleza de muchos espacios, el es-tigma al que se ven sometidos algunos espacios ha transformado el mapa de movilidad y la prácticas de lugar en algunos escenarios, en muchos casos la economía se ve afectada cuando un recuerdo colectivo acusa de manera nega-tiva algunos sitios ocasionando fenómenos migratorios y/o abandono de los mismos. Los momentos de sacudida donde interviene la violencia por ejem-plo en un lugar específico terminan relacionando el espacio por periodos de tiempo incluso mayores a los del conflicto en cuestión, esta estigmatización es transmitida a las generaciones siguientes a manera de memoria espacial de-terminando las lecturas que de estos sitios se harán en un futuro, lo que sig-nifica que el pasado como construcción colectiva teje la historia no solamente utilizando elementos medibles y cuantificables sino que se vale también de la relación afectiva, cognitiva y conactiva que las personas que la viven tienen con los espacios y con los tiempos, es decir con la realidad.

Uno de los problemas de tomar la memoria colectiva como fuente radica en lo voluble de la historia, los acontecimientos tienen la característica de ser cantados de acuerdo a la música que suene, la historia es caprichosa y se desnu-da de manera selectiva, la llegada de subsidios por parte del gobierno para las personas afectadas por la guerra trajo consigo un conflicto de intereses donde la veracidad histórica se vio perjudicada. La omisión de algunas momentos claves y la exageración de otros para conciliar con las características exigidas por el gobierno para pertenecer a los programas en mención incentivó la inclu-sión fraudulenta de varias personas. La historia, sus tiempos y sus escenarios se fueron modificando en la medida que la historia se contaba.

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Estrategias de adaptación al conflicto en Caldas. El caso de Aguadas

Juan Manuel Castellanos y Nathalia Gómez, Universidad de Caldas

Este capítulo analiza las estrategias de los políticos locales para sobrevivir a la presencia de irregulares armados en sus espacios cotidianos.

La denominada zona de colonización antioqueña entró tarde y salió tem-pranamente de la dinámica nacional de conflicto interno armado. La década de 1960 fue escenario de pacificación de bandolerismo tardío, como lo llamaran Sánchez y Merteens (2008 [1983]), el cual tuvo como escenarios cercanos a la re-gión sur de Caldas, ahora Quindío, el occidente de Caldas (Ríosucio y Anserma) y el norte del Tolima. Dos décadas después, ingresaría nuevamente en la geogra-fía de la guerra con la presencia de ejércitos móviles de guerrilla, narcotraficantes y paramilitares. Al comienzo del siglo xxi, parece nuevamente pacificada.

La simultaneidad entre la denominada crisis cafetera de finales de la dé-cada de 1980 y la ampliación del conflicto armado en la región se ha propuesto con alguna frecuencia como una relación causa-efecto (pnud, 2004). En lugar de ello hemos considerado una tesis de multicolinealidad que implicaría la re-troalimentación positiva, entre la crisis de los precios internacionales del café con la finalización del pacto de cuotas, la quiebra de pequeños y medianos pro-ductores cafeteros, lo que generó mayor concentración de la tierra, la llegada de dineros e inversiones del narcotráfico en tierras antes agrícolas, ahora dedi-cadas a la ganadería, y con ello un aumento del desempleo y la disminución de las condiciones de vida en las zonas rurales (pnud, 2004).

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Esas condiciones coincidieron con planes de ampliación de la presencia guerrillera, a partir de 1984 especialmente de las farc y del eln, que vinieron del sur de Antioquia y del norte del Tolima y confluyeron en Caldas, especial-mente en la cordillera central. Hasta allí llegaron, como respuesta, avanzadas de las autodefensas del Magdalena Medio al mando de Ramón Isaza, que cu-brían el oriente de Caldas (Norcasia, Dorada, Salamina y Samaná); y desde Medellín llegó el Bloque Metro, una comisión que se integró con antiguas con-vivir formadas por las ganaderos en los municipios del norte de Caldas, que se convirtió en frente paramilitar en los municipios de La Merced, Filadelfia, Pácora y Aguadas. A comienzos del 2000 se presentaría como el frente Cacique Pipintá, bajo el mando un jefe local como Ernesto Báez, natural de Aguadas.

De esta manera, la primera forma que adopta el conflicto armado en la década de los noventa se caracteriza por las tensiones que se presentan entre los grupos subversivos y las expresiones del paramilitarismo, lo cual explicaría los picos de violencia que se encuentran en los años de 1994 y 1996 (Vicepre-sidencia, 2006: 24). Como lo presentan diferentes informes sobre el conflicto armado en el departamento de Caldas, la crisis cafetera aumentó ostensible-mente la vulnerabilidad de la población frente a los actores armados al margen de la ley, a los cultivos ilícitos y a las políticas neoliberales, todo lo cual produjo sustanciales transformaciones en los territorios y en el ordenamiento social del departamento y porque crearon condiciones para que se asentaran los grupos armados y el fortalecimiento de sus dinámicas bélicas, económicas y políticas (Palacio y Cifuentes, 2005).

Frente a la relación de la crisis cafetera con los cultivos de uso ilícito, el narcotráfico y las diferentes expresiones del paramilitarismo, el informe de in-vestigación sobre “El Conflicto Armado en el Eje Cafetero” (Vicepresidencia, 2006), plantea que la doble condición topográfica de Caldas, con relación a los valles del Cauca y Magdalena, donde hay grandes haciendas con vocación ganadera que atrajeron a narcotraficantes interesados en aprovecharlas para sembrar, fueron el objeto de interés de los inversionistas narcotraficantes, quie-nes aprovechaban las grandes extensiones para sembrar cultivos de uso ilícito, según el informe citado.

Los municipios –plantea el informe- que fueron objeto de compras mode-radas fueron Neira, Filadelfia, Pacora y Anserma, mientras que sectores altos de Riosucio fueron utilizados para el establecimiento de laboratorios para la producción de cocaína. El mismo informe indica que para la época, habían sido notables las inversiones de narcotraficantes de Antioquia en compras de

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tierras localizadas en los municipios de Supía y Aguadas. En el caso del magda-lena medio caldense es públicamente conocida la inversión de narcotraficantes en compras de extensas áreas en los municipios de Dorada y Victoria, los cua-les se han amparado con la protección de grupos de autodefensas (Vicepresi-dencia, 2006).

Las inversiones de los grupos narcotraficantes en Caldas y el Eje Cafetero fue tan alta que el departamento de Caldas se convirtió en uno de los cinco en los que el narcotráfico posee el mayor número de propiedades. El informe presentado por el pnud en el 2003 plantea que el porcentaje de los munici-pios donde han existido compras, corresponde al 56%, es decir, 14 de los 27 municipios que integran el departamento. Este porcentaje, ofrece un marco de referencia importante en el momento de considerar la presencia de fuerzas privadas de seguridad que acompañaban estas inversiones y que por lo general, como lo presentan diferentes informes, estaban asociadas a una presencia con-sustancial de autodefensas (legales primero, ilegales después).

Dimensiones regionales del conflictoLos agentes en conflicto valoran la oportunidad territorial de instaurar órdenes de diferente tipo dependiendo de la estructura de oportunidades que cada re-gión represente para el alcance de sus diferentes proyectos en ellas. Así, según Teófilo Vásquez (2001), durante la década de los noventa se pueden diferenciar dos dinámicas regionales del conflicto político militar. Una, la dinámica macro regional, donde la disputa se concentra por el control de corredores estraté-gicos con el fin de contar con mayor movilidad, refugio y control económico. Otra dinámica meso regional, donde la disputa se produce al interior de las localidades, generalmente en las veredas campesinas.

Dichas dinámicas se habrían producido en regiones donde la contienda se daba entre el gobierno central y agentes insurgentes que pretendían instau-rar un nuevo orden. Así el gobierno ha enfrentado la insurgencia en zonas de frontera, mientras delega en los mecanismos de los partidos tradicionales el manejo o administración de la violencia en aquellos municipios más inte-grados a la nación donde el conflicto se produce alrededor del reparto de la burocracia y no tiene otros componentes adicionales como la disputa por la tierra. En dichos contextos, donde los agentes armados han logrado penetrar o sustituir las estructuras de poder en diferente medida, la disputa no se da contra el gobierno central sino que enfrenta grupos que aspiran a instaurarse como opción legítima de poder.

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La región de la que hablamos corresponde al centro integrado al estado nacional, no solamente por la incorporación efectiva al modelo de desarrollo de economía agrario exportador, sino porque está circunscrito entre los prin-cipales polos de concentración de la renta nacional. Es el área central de un triángulo equilátero existente entre las tres principales capitales del país: Bo-gotá, Medellín y Cali. El corredor vial y urbano que conecta no solamente la principal arteria del país, sino uno de sus mayores centros de exportación agrí-cola: el Eje Cafetero. Si bien, a pequeña escala, en esta región se reproduce un modelo centro-periferia demarcado por algunas zonas rurales, especialmente montañosas, que hace que existan zonas de bajo control y hegemonía estatal. En la selección de los municipios a partir de los cuales hemos propuesto pensar las dinámicas locales y cotidianas del impacto en los tejidos comunicativos y en la vida cotidiana del conflicto interno escogimos algunos con interacciones violentas y presencia de agentes armados irregulares.

El municipio de Aguadas, asentado en la cordillera central, hace parte de la ruta principal de la colonización antioqueña. Está ubicado en una zona de altitud media que marca el límite norte entre Caldas y Antioquia, en una zona montañosa de difícil acceso, que ha servido de tránsito y conexión con el sur de Antioquia, especialmente con el municipio de Sonsón. En la margen oriental de la cordillera central, del otro lado de Aguadas, encontramos a Samaná, en una extensa zona que va de la cordillera central al valle del Magdalena Medio. Esta es una zona de colonización más reciente, pero interconectada por viejas y nuevas vías con el sur de Antioquia y la zona de colonización cafetera. El lomo de la cordillera central ha servido de eje intercomunicador para la movi-lización de contingentes de irregulares, que por esta vía, atraviesan la geografía nacional, con relativa libertad.

Este escrito plantea un análisis de las vías de legitimación del poder local dentro de un contexto violento y las respuestas de la población civil frente a los cambios producidos por dichos procesos. Se lo ha realizado con base en relatos de los individuos que han vivido esta historia. Esto implicó además que los suje-tos recuerden sus historias individuales con relación a un contexto determinado, el conflicto, lo que generaría procesos de autorreflexión sobre las acciones, la his-toria y la capacidad de acción a nivel individual, comunitario o gubernamental.

La extensión del conflicto armado implicó la incursión de nuevos agentes armados que tejieron distintas estrategias para incorporarse en la vida social, económica y política de los nuevos territorios. Ello suscitó interacciones coti-dianas de la población civil con armados regulares e irregulares, a través de las

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cuales se expresaba el propósito de someter y controlar mediante una mezcla de acciones estratégicas que incluían la cooptación, la amenaza y la elimina-ción. Las dinámicas del conflicto, contabilizadas por muertes y muertos, tomas y contratomas, secuestros y encuentros entre cuerpos armados, dejan de lado las interacciones que se dan diariamente entre las poblaciones locales, en sus distintos ámbitos de ocupación (funcionarios, agricultores, comerciantes, estu-diantes, transportadores, para nombrar algunos de una lista extensa y variada). La reconstrucción de un orden social y político local, con la incorporación de un nuevo agente de poder y temor, narra los intentos de construir nuevos or-denes de control y de resistencias a ellos.

Opciones de poder local… Intentos de producción de soberaníasLa instauración del orden y la consolidación de un proceso político autónomo en las localidades se han desarrollado como producto de un intercambio social que se legitima en las urnas, “un proceso de intercambio, tanto coercitivo como consensuado. Donde se intercambia seguridad interna, seguridad externa y se-guridad material por una actitud de obediencia, entrega de impuestos y tributos” (Wickham Crowley, 1995). Cuando la soberanía se desarrolla como un proceso de intercambio social consensuado y las aspiraciones de poder no están media-das por el uso desmedido de la violencia se enuncia como “soberanía racional”, puesto que su objetivo central es generar contextos de bienestar contraponiéndo-se a un tipo de “soberanía predatoria” que se produce en situaciones específicas de debilidad del gobierno que, careciendo de alternativas de solución idóneas, recurre a la violencia como único recurso para legitimar su poder.

El paso de un tipo de estrategia de soberanía hacia otro se produce por varias situaciones específicas, según lo planteara Wickham Crowley (1995). Así, cuanto mayor sea el fracaso de los gobernantes para cumplir el “contrato social” y cuanto mayor o más extrema sea la ausencia de autoridad legítima, más grande es la posibilidad de que el orden social establecido se torne en una orden social coercitivo y así la población se convierta en un territorio propi-cio para la disputa y la consolidación de poderes alternativos o contrapoderes. Frente a contextos de “soberanía predatoria” los contrapoderes se consolidan a partir de un nuevo contrato social, a través de una conversión ideológica y hasta coercitiva que al igual que otros soberanos ofrece lo típico a la población: seguridad interna, externa y material.

Otro momento característico en la constitución de un poder soberano, pro-puesto por Kalyvas (2001), es el momento de la disputa, cuando la soberanía se

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fragmenta. Es decir, cuando el contrato social se incumple y los ofrecimientos típicos -seguridad, bienestar, prosperidad y confianza en las transacciones-, no los garantizan los agentes políticos, y por tal razón dejan espacios que pueden ocupar otros agentes dispuestos a constituirse y a proponer un nuevo contrato social. En este contexto se genera entonces un mayor uso de la violencia; sin embargo esta violencia podría ser más selectiva. Las áreas en conflicto son aque-llas en las que se desarrolla la competencia verdadera entre los gobernantes en ejercicio y los insurrectos. La población de estas zonas tiene la oportunidad (y siente la presión) de colaborar con (o de desertar hacia) cualquiera de los agentes políticos enfrentados. Los agentes políticos hacen uso de la violencia para obligar a la población a tomar partido en una situación de incertidumbre. Y la incerti-dumbre complica en gran medida los cálculos de los civiles. No obstante, el uso de la violencia por sí mismo no genera nuevas soberanías. Por el contrario, el uso de la violencia se combina con otras estrategias que consolidan un contexto favorable para los agentes del conflicto, entre ellos las campañas moralizantes, el ofrecimiento de servicios, el involucramiento en las disputas entre ciudadanos.

Se generan entonces diferentes escenarios en lo político y lo militar al in-terior de las comunidades donde el conflicto se ha desarrollado. Según Arjona (2008) uno de los escenarios posibles sería la ocupación militar que limita su in-tervención al plano militar (Arjona, 2008: 145-146). Se producen generalmente en dos tipos de contexto: el primero de ellos en comunidades donde el sistema de autoridad es débil, lo que favorece la competencia o disputa por el control de la localidad. El segundo contexto que podría favorecer una ocupación militar por parte de un agente armado es frente a comunidades donde la “autoridad existe”, es reconocida por los miembros de dicha comunidad y su función reguladora funciona. Si un grupo pretende instaurar algún control militar en estas circuns-tancias las estrategias de adaptación de la población podrían variar.

Otro de los escenarios posibles, que trascienden el mero control militar sería la infiltración donde, existiendo un sistema de autoridad intermedio, existe una aspiración soberana por parte de los agentes del conflicto. Así los agentes armados tratan de suplantar las funciones propias de los líderes loca-les (Arjona, 2008: 149). Existen, según Arjona (2008) otros dos escenarios, el orden local coercitivo, en el cual los agentes armados se disponen a despejar el territorio a través de la aniquilación de la población civil y, el de gobierno de hecho, donde el agente armado logra instaurar nuevas normas de compor-tamiento, influencia directamente en las decisiones de la comunidad, suplan-ta los espacios que ocupaban líderes anteriores instrumentalizando sus redes

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sociales y su autoridad y logran capturar el proceso democrático a través de manipulación de elecciones y designación de funcionarios públicos mediante la intimidación y la concertación de acuerdos (Arjona, 2008: 152-154).

Del lado de la población local encontramos estrategias de adaptación que combinan mecanismos de supervivencia, cooperación o ayuda. Entre ellos, el más recurrente es el silencio, el aislamiento y la construcción de estrategias de inocuidad política o práctica. Con esto queremos expresar la táctica recurrente de la exposición de puntos de vista, del cerramiento a discusiones o participa-ciones públicas, la censura de la memoria personal y familiar y de cualquier referente público de adscripción o apoyo a con alguna de las fuerzas en disputa. La tragedia personal más narrada es aquella de encontrarse “entre la espada” y la pared, que le ocurre con más frecuencia a las familias campesinas expues-tas al tránsito por sus predios de agentes armados (regulares e irregulares), lo que conlleva con frecuencia a prácticas de cooptación, exigencia de servicios y bienes, cuando no el pillaje, a veces encubierto de confiscación y desalojo. En sus extremos más enfermizos el tratamiento del cuerpo y los bienes de los pobladores como botines y trofeos de guerra.

Es primordial tener en cuenta que el conflicto político militar en Colombia ha tenido un desarrollo temporal bastante extenso. Esta situación devenida en condición ha propiciado fuertes y notorias repercusiones en la estructura polí-tica, económica, social y cultural del país. Por supuesto esta prolongación tem-poral ha complejizado la contienda y la ha posicionado fuera del alcance o la injerencia de los civiles. El conflicto en Colombia tiene un carácter estructural, por cuanto penetró todas las esferas de la existencia social. Es por esta razón que se dificulta determinar sus causas y efectos a nivel nacional y/o regional.

Las respuestas de los sujetos no han sido ajenas al desarrollo particular del conflicto en las diferentes regiones. Las decisiones individuales y las ac-ciones colectivas, como las realizadas por los diferentes movimientos sociales y políticos, han propiciado que el conflicto desarrolle matices que diferencien su desarrollo de región a región y, al mismo tiempo, que se pueda diferenciar su desarrollo entre las regiones y lo nacional. Si bien los individuos no poseen la capacidad de transformar totalmente su realidad, sí tienen la capacidad de generar mecanismos de adaptación, asociación, cooperación o resistencia, que los insertan de maneras específicas en las dinámicas del conflicto. Por ello es preciso indagar por los procesos o proyectos de constitución de relaciones de control y soberanía local propuestos por los agentes del conflicto y las respues-tas de la población civil.

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A diferencia de muchas otras regiones del país, la violencia en Caldas no se caracterizó por ser de corte partidista y de allí que no se rastreen importan-tes indicios y repercusiones de la violencia partidista de mediados del siglo xx, salvo los bandolerismos tardíos descritos por Sánchez y Meertens (2006).

En el caso de Aguadas, este municipio fue dirigido políticamente por “éli-tes” económicas relacionadas con la producción cafetera, que se inscribían en el proceso nacional partidista y que no necesitó la violencia como fuente de legitimación, como ocurrió en otras zonas. La desarticulación de su territorio y la bonanza cafetera ocultaban las contradicciones sociales del municipio en-tre su clase dirigente y la población civil. Aguadas narra la dinámica del área rural de producción cafetera agroexportadora. En el caso de Samaná, con una tradición económica asociada a un proceso de colonización más reciente y una élite política y económica menos configurada e integrada al centro de poder del departamento, sus procesos de violencia reciente, muestran un mayor di-namismo y transformación.

Así la llegada de grupos armados de izquierda se produce en el departa-mento a inicios de los años noventa como consecuencia de la expansión terri-torial de las farc, mientras la llegada de frentes paramilitares solo se reconoce hasta los años 2000, como consecuencia de la búsqueda que hacen esas es-tructuras de nuevos territorios dónde consolidar su proyecto político nacional. Solo hasta entonces se produce una verdadera disputa local por el control del aparato público entre las estructuras paramilitares y los partidos tradicionales. El avance de esta disputa reconfiguró la política local y penetró la vida cotidia-na de los pobladores por el uso excesivo de la violencia como medio idóneo para controlar el aparato público local. Este nuevo contexto conllevó a cambios severos en la vida cotidiana de la población civil que, en adelante, debía aco-modarse exitosamente a las nuevas condiciones.

Intentos por establecer las condiciones de un poder estableEn el municipio de Aguadas han sido dos los principales partidos políticos que han logrado permanecer activos en la localidad, llevando a cabo sus agendas y ocupando la administración pública en las dos últimas décadas. El Partido Liberal y el Partido Conservador cuentan con una larga trayectoria en esta localidad y sus acciones y personajes son parte fundamental de la historia con-temporánea del municipio.

Antes de la promulgación de la Ley 12 de 1986 que permitiría a los pobla-dores locales elegir democráticamente sus autoridades más cercanas, el partido

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Conservador gozó del aval del gobierno departamental para asumir los rum-bos de la administración pública local. Además contó con las mayorías en el Concejo municipal y una amplia participación en el resto de corporaciones por ser el departamento de Caldas un fortín del partido Conservador. Sin embargo, la reforma propuesta por el gobierno central obligaría a los partidos locales a asumir dinámicas diferentes a las ejecutadas hasta el momento.

La reforma constitucional se aplicó por primera vez en los comicios del 13 de marzo de 1988. Dichos comicios fueron antecedidos por un movimiento local que se venía forjando desde 1985 y se movilizaba entonces en un paro cívico que le exigía al gobierno departamental dar pronta solución a la ausencia de acue-ducto y alcantarillado que impedía a la población acceder al recurso del agua. El contexto favorecía a los partidos tradicionales que se enfrentarían en los comi-cios como una coyuntura óptima donde encontrar caudal electoral. Además las elecciones se convertían en un mecanismo de legitimación política en el ámbito local. Este nuevo procedimiento de elección local proponía un nuevo escenario que posibilitaría el consenso entre los partidos políticos. Además la apertura de este nuevo espacio de participación en la política local y la competencia abier-ta de los partidos por mantener el control de las administraciones municipales desencadenaría una serie de acciones y prácticas para generar y activar una base social que se reflejara en los resultados obtenidos en las urnas.

El Partido Conservador en Aguadas ha sido integrado por familias reco-nocidas en la localidad por ser fundadores del municipio, miembros activos de la Parroquia y promotores de los principales eventos culturales y económicos del municipio. Hasta inicios de la década de los noventa, el Partido conservador contó con una larga continuidad en el control del aparato público local. A propó-sito de su dominio establecido en la localidad antes de la reforma constitucional de 1986 que permitiría la elección popular de alcaldes, sus líderes planteaban el manejo del aparato público y la designación de alcaldes como consecuencia de su arbitrio. Sobre este tema, un ex alcalde y líder narra el procedimiento para la designación del alcalde y la estrategia frente a los designios departamentales:

Acá el Partido Conservador tenía las mayorías, se mandaba una terna… el go-bernador va a nombrar alcalde de Aguadas, se mandaba la terna… el primero con una muy buena hoja de vida el resto con una hoja de vida ridícula… ¿En-tonces a qué conllevaba esto? A que ese grupo político estaba condicionando al gobernador a que designara ese candidato… ¿Entonces que hacía el goberna-dor? Decía esta terna no me sirve ¿A quién? A los jefes políticos, a los caudillos.

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En ese momento, entonces, volvían y mandaban otra terna y volvían y metían al que querían y volvían y metían otro relleno. Entonces hasta ese momento el grupo político local casi que imponía el gobernante… Tenía mañas o artimañas para eso… El grupo político en su interés manejaba la terna (Conservadores.txt (23:23)) (Estas citas corresponden al texto de las entrevistas procesadas en Atlas ti.).

Pero la reforma constitucional alteró los alcances de los “partidos tradi-cionales” en los municipios. A partir de este momento tendrían que someterse a competir en las urnas para salvaguardarse como opción de poder local. Los hechos que antecedieron a la primera elección de alcaldes en la localidad no se alejaban de la realidad que vivían muchas ciudades y regiones del país. Un paro cívico local que exigía la construcción de acueducto y alcantarillado para garantizar el acceso de toda la población al servicio, le permitiría al Partido Conservador movilizar una amplia base social alrededor de la prestación de servicios. Así la permanencia del partido se gestionó en las urnas a partir de los servicios y obras públicas que lograron ejecutar a fines de los años ochenta, sin necesidad de posicionar o promover la agenda programática del partido Conservador en la localidad.

El discurso de los miembros del Partido Conservador expresa cómo ésta colectividad logró insertarse exitosamente al nuevo sistema democrático con ayuda de las obras ejecutadas por el último alcalde designado de filiación con-servadora, resaltando la importancia del individuo sobre el partido, lo que ocasiona fisuras en el partido como colectividad, pero fortalece los cacicazgos políticos como agentes efectivos de desarrollo. Estas acciones solo son posibles de ejecución al interior del partido político que legitima las acciones de sus representantes. Los actuales dirigentes del Partido Conservador resaltan sus acciones como colectividad y como individuos para demostrar que son la op-ción más eficiente como poder. Así, un ex alcalde conservador resalta las obras realizadas durante sus dos administraciones:

Que siendo yo personero le fueron a meter a esto alcalde militar. Entonces la diri-gente política de ese momento dijo, -no allá la gente más bien se hace matar-… En-tonces doña Dilia le dice a la gobernadora: “Mire no insista con ese alcalde militar porque el problema de Aguadas es el agua. El mejor candidato que yo le doy es el actual personero del municipio… Él tiene la capacidad de liderarlo, de direccionar-lo y tiene iniciativa de gestión… Si se resuelve el problema del agua no se requiere alcalde militar… Así no se resuelve el paro, así mande alcalde militar, lo que pasa es que pone muertos… Eso fue justamente en ese sentido… Ahí es donde inicia el

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proceso del acueducto, los diseños y nuevamente estudios. Se empieza el proceso de la bocatoma y la construcción hasta el año ochenta y cinco. En ese momento es que sale la alcaldía, por los conflictos políticos que viven el país y los departamen-tos que influyen en los municipios… Cuando por el acto legislativo se ordena ya la elección popular de alcaldes, yo vuelvo a entrar nombrado ya por el pueblo y el acueducto estaba en el mismo sitio donde lo había dejado. Tres años después no se había ni pegado diez o doce tubos que había dejado yo ahí… No querían conseguir un precio de recurso y volví consciente de ese problema de Aguadas y conseguí la plata para acabar ese acueducto… (Conservadores.txt (34:36)).

La dinámica política desarrollada en Aguadas por el Partido Conservador no sólo se ha limitado al plano de ejecución de obras públicas, sino que su estrategia de legitimación con la colectividad, como opción de poder, abar-ca también los ámbitos de producción local del discurso. Libros, artículos y elementos esculturales enarbolan diariamente el nombre y las acciones de los líderes conservadores. Así parte de la literatura histórica producida en este mu-nicipio se ha concentrado en narrar la vida de los partidos políticos, sus obras y coaliciones en tiempos electorales. Además reafirman los discursos de los partidos políticos como únicos agentes que han producido cambios y progre-sos en la localidad. Al respecto un historiador local, expone su punto de vista:

…En la historia de los pueblos siempre se encuentran verdaderos Quijotes que en una u otra forma hacen sobresalir la comarca, unas veces enarbolando la ban-dera del civismo y otras veces amasando grandes fortunas con las cuales pueden realizar obras.

Lo que anotamos primero, es decir, con la bandera del civismo se hicieron conoce-dores en Aguadas Marino Gómez Estrada y su señora esposa Dilia Estrada de Gó-mez. Dos grandes valores aguadeños que han hecho surgir la provincia sacándola del letargo en que se encontraba. Innumerables son las obras que en pro de Agua-das ha realizado este matrimonio; entre las principales tenemos: el barrio Dilia Es-trada y la nueva sede del colegio Francisco Montoya…” (Gaviria Valencia, 1974).

La descripción de los líderes políticos aparece en textos dedicados a resal-tar los valores y tradiciones del municipio, valores que además vienen a repre-sentar estos personajes. Se propone a la comunidad de lectores, en este caso, que sus acciones como individuos o integrantes de una colectividad política enaltecen la historia y tradición de Aguadas como municipio y comunidad. En otros ámbitos culturales como lo son las fiestas, esta misma dirigente, impulsa

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desde 1990 la realización del primer festival nacional del pasillo que años des-pués se convertiría en la festividad central del municipio, desplazando además otras fiestas locales.

Las obras materiales, la realización de importantes eventos, la exaltación de las personalidades de los dirigentes del Partido en la literatura local contribuye-ron para que mantuvieran el control local en las dos primeras lecciones populares a la alcaldía. La tercera elección popular de alcaldes marca un punto interesante en la historia política de Aguadas. Por primera vez se lleva a cabo una coali-ción entre liberales y conservadores para alcanzar la alcaldía. Dicha coalición, realizada en 1993, pretendía impulsar la candidatura de una líder conservadora, hermana del desmovilizado comandante paramilitar Iván Roberto Duque alias “Ernesto Báez” y esposa de quien fuera dos veces alcalde del municipio por el partido Conservador. Al respecto un líder local del partido recordó lo siguiente:

Para el tercer mandato sigue Luz Idalba Duque de Gómez. Es importante saber que ha sido la primera y la única en estos veinte años mujer elegida alcaldesa. Elegida por voto popular… Primera y hasta ahora la única elegida hasta la fecha por voto popular… Hubo mujeres, pero elegidas por el gobernador… Entonces, en el proceso de estos últimos veinte años que ya es el pueblo eligiendo…, en ese período de Luz hay una transición administrativa… Inicialmente los alcaldes fueron para tres años, a ella le tocó la transición de dos años siete meses cuando se reforma a tres años… Y a los actuales cuatro años… Entonces ahí se ve la importancia de ese acto legislativo y la importancia de que a partir de ese acto legislativo y que se modificara y fuera el pueblo el que eligiera el propio alcalde. Porque si uno analiza, no existiendo la elección popular de alcaldes, por ejemplo, cuando Luz Idalba fue alcaldesa, en el noventa y dos, para el período noventa y dos noventa y cuatro, tercer período de elección de alcaldes populares, si eso no se hubiera dado… los partidos no se hubieran sentado a pactar. Por ejemplo, hagamos esta coalición por el bien de la misma ciudad, por bien de los partidos. Lógico que tienen su interés, pero también por una paz política… Si no cada uno hubiera seguido a imponer su candidato. (Conservadores.txt (26:28) y (25:25)).

Es importante observar que el discurso resalta dos elementos: primero, la conveniencia de la reforma que somete a criterio popular las aspiraciones de los partidos como opción de poder. La segunda es la realización de una coalición como camino hacia la búsqueda de una paz política. Las contiendas electorales han sido el principal mecanismo de legitimación tanto del sistema político como de los partidos y, frente a esto, el Partido Conservador habría lo-

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grado insertarse exitosamente en la nueva dinámica electoral para elegir alcal-de en esta localidad. No obstante, el Partido Liberal también había participado históricamente en las contiendas y contaba casi con los mismos recursos que el Partido Conservador. Es decir, sus líderes y representantes también eran parte de reconocidas familias, la literatura local también había dedicado sus páginas para reflejar los valores que como aguadeños se debían practicar10.

A diferencia del Partido Conservador, narra la historia de su fundación local desde el ámbito familiar. Sus primeras acciones como liberales fueron, se-gún lo descrito, llevadas a cabo por una familia campesina y, esto, por supuesto, empezó a jugar como elemento de coincidencia con la comunidad. Así narran la historia del Partido Liberal sus propios militantes y concejales durante una entrevista grupal realizada en el 2010:

La historia el Partido Liberal vino a tener auge aquí hace más o menos (hace) veinte años, porque antes solo era el partido Conservador y el Partido Liberal llegaba solo con un concejal… luego aquí los líderes políticos eran Ortega…(y) en el departamento era el Doctor Víctor Renán Barco…

Pero antes de eso estaba el Doctor Mendoza… aunque hace mucho tiempo atrás… De veinte años para acá sí ha sido el doctor Víctor Renán Barco… Porque anteriormente era Alberto Mendoza Hoyos y Jaime Echeverri y luego el sena-dor Barco llegó al Congreso de la República y cogió lo que el doctor Mendoza dejó… Él salió a buscar y encontró a Luis Guillermo Giraldo Hurtado y ahí se formaron dos vertientes, la de Luis Guillermo Giraldo y la del senador Barco… En Aguadas la orientaba el padre López, la de Luis Guillermo, y Doña Martha Estrada la de Renán Barco… Y entonces, esa coalición permitió que el partido Liberal empezara a crecer en Aguadas; se empezó con ochenta votos, luego con doscientos cincuenta, luego subimos como a ochocientos cuarenta votos y ahí nos quedamos estancados un poco de tiempo. Estaba en ese entonces Don Vicen-te Arango, Don Eduardo Estrada, estaba Carlos Zapata, estaba Octavio Giraldo, Octavio Hincapié en Arma y eso permitió que el Partido Liberal llegara a esos ochocientos cuarenta… Luego Don Alonso Tabares con Don Eduardo Estrada y con Lisímaco Martínez, que ha sido fundamental del partido, porque si nosotros quisiéramos recordar una historia vieja de nuestro Partido Liberal, los Martínez,

10 Un ejemplo de esto se encuentra en “Sonetario agridulce, personajes de la popularidad aguadeña” escrito por Arturo Valencia Monsalve, reconocido escritor en la localidad y quien dedica la mayoría de sus páginas a resaltar las acciones del Partido Liberal y sus líderes más significativos.

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que son de la vereda de Mermita, tienen mucha historia… Historia desde que en Aguadas venían de la vereda de Mermita a caballo y enarbolaban las banderas del partido… votaban y se volvían para Mermita… Esos eran los únicos liberales que habían aquí… eso es historia patria… (Concejales liberales.txt (15:1)).

A pesar de la presencia de dos tendencias liberales en el municipio de Aguadas, los militantes de este partido, sostienen que una tendencia, la del padre López, era tan cercana al Partido Conservador que no se notaba la dis-tinción entre una y otra posición política. Por tales motivos, el Partido Con-servador apoyaba la participación del padre López en el Concejo Municipal, lo que representaba no una contienda electoral abierta sino una negociación entre ambas facciones para mantenerse en el poder, como lo narran los actua-les concejales municipales en representación del Partido Liberal.

No había diferencia entre los conservadores y el padre López… ¿Sabe cuál era más o menos, creo yo, la diferencia?… Localmente, había una coalición del padre López con doña Dilia, que es conservadora. Entonces en la administración, a él, le daban unas prebendas grandes. Como las tiene hoy día el Partido Conservador con Uribe… El Partido Conservador hoy en Colombia tiene más poder que el mismo Uribe… En esa época al padre López le daban la mitad de la adminis-tración por elegir un solo concejal... y a los barquistas les daban palo. Entonces una vez, en unas elecciones que hicimos muy bien hechas -los barquistas-, de los barquistas que llamamos se sacaron cuatro concejales, y ellos, los del padre López sacaron tres, es decir siete. Fuimos mayoría en el Concejo… Se hizo una unión entre las dos tendencias y el Partido Liberal empezó a recoger las mayorías… Aunque para la primera elección popular de alcaldes en el ochenta y ocho ganó Iván Darío, del Partido Conservador. A partir de los noventa se empezó a unir el partido y de ahí para adelante hemos venido sacando mayorías en el concejo. Se han perdido las alcaldías a pesar de que saca la mayoría al concejo. Pero en eso ha habido jugadas política y patrañas. Porque en el Partido Liberal somos muy pulcros en ese sentido, acá en Aguadas… Hemos venido progresando, hemos tenido la mala fortuna de perder a muchos líderes… Se murió Eduardo Estrada, se murió el padre López, se murió Oscar González que hoy día sería el jefe del Partido Liberal en Caldas o en algún ministerio… Otra mala fortuna fue cuando murió el senador Barco, otra mala fortuna fue Gilberto Duque que está muy mal en la clínica, un gran líder cívico, político, un hombre popular en todo sentido. Ahí está en la clínica en Manizales y ayer fuimos a visitarlo… De modo que aquí lo que hemos hecho hasta ahora es de puro corazón, del sentimiento liberal que

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tenemos todos los militantes… Conrado es un hombre que tiene sesenta años y desde cuando estaba en la escuela, hace cincuenta años, está metido en la polí-tica… Hoy tenemos un líder joven en Aguadas que es Jorge Iván. Él estaba muy alejado de la política pero siempre le ha gustado mucho… muy dedicado, le gusta y nos ha estado colaborando en el partido, en el directorio, fue una gran adquisi-ción y estamos muy contentos… (Concejales liberales.txt (15:4)).

Las diferentes coaliciones entre la tendencia no Barquista del Partido Li-beral y el Partido Conservador, además de los triunfos obtenidos en las urnas motivaron a enfrentar la tercera elección de alcaldes mediante mecanismo po-pular a través de una coalición. Esta interpretación por supuesto contrasta con el discurso planteado por los líderes conservadores quienes justificaban la coa-lición como un camino hacia la búsqueda de la paz política. Pero no se encuen-tra en la historia de Aguadas una confrontación violenta entre los partidos. Líderes y militantes compartían tanto la política como los lazos familiares y así mismo la base social de sus partidos en cada coalición realizada. Así justifican algunas de las pérdidas electorales como producto de la maquinación del par-tido opositor. Dicha justificación nombrada como “paz política” solo esconde el hecho de que el Partido Conservador empezaba a perder terreno electoral.

La coalición, que en el discurso político invocaba la convivencia entre los partidos, expresaba el objetivo del Partido Conservador por mantenerse como opción de poder y el afán del Partido Liberal por ampliar su representación política. Dicha estrategia le convenía a ambas colectividades. La coalición pre-sentaba ante la comunidad de electores una imagen renovada de sus líderes basada en la ejecución de obras por parte de ambos partidos políticos como estrategia de negociación con sus electores.

Hablando de la educación, logramos que se profesionalizara el magisterio para que mejorara el desarrollo económico del municipio… Aquí en esa época había 450 empleados del sector educativo que con el escalafón anterior, sin profesionalizarse, ganaba buena plata pero al profesionalizarse duplicaban sus ingresos… El sector educativo es un sector fundamental para el desarrollo de Aguadas porque no sola-mente influye en la formación de los nuevos jóvenes sino que participan de la vida económica, social, cultural, en gestión de proyectos… Dentro de la misma educa-ción se entró a apoyar por medio de Bienestar Familiar el Hogar Michín que es una guardería, porque, también veíamos que había un problema en la niñez cuando la madre tenía que dejar el niño para ir a trabajar… En el ochenta y ocho, debido a las condiciones de nutrición y alimentación de la niñez, se genera en Aguadas, duran-

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te mi segunda alcaldía, un convenio de financiación con el icbf para los hogares comunitarios… El primer municipio que hizo ese tipo de convenio, donde el icbf aportaba unos recursos y el municipio aportaba otros fue Aguadas. Ese convenio se puso en marcha el primero de septiembre de mil novecientos ochenta y ocho… Fue tan exitoso ese proceso del apoyo del icbf al municipio que finalmente se fue extendiendo en la regional de… Esto ayudó a que los niños se incorporaran al siste-ma educativo con el pre escolar el kínder y el pre kínder… Finalmente hacia los ba-chilleres, se buscó establecer unos convenios con el sena y con universidades para ofrecer otro tipo de carreras, ya no orientado solamente al personal docente sino al resto de población… Porque la limitación aquí es de distancia, es difícil que aquí se termine el bachillerato y se desplace a estudiar a la universidad. Entonces ini-ciamos un proceso educativo de formación media universitaria. Todo ese proceso de educación lo lideró el partido Conservador… Fue en un gobierno Conservador que se realizaron estas obras, después, los demás gobiernos fueron siguiendo esa seña porque vieron que eso era bueno… También dentro de la parte de educación se llevó a cabo todo el proceso de educación no formal, amparados en el sena…. (Conservadores.txt (3:11)).

También el Partido Liberal continuó con la participación en los procesos democráticos como principal estrategia para legitimarse a través de la cons-trucción de obras como principio de intercambio social así se apela nuevamen-te a las lealtades políticas y no a la base programática del partido con el objetivo de que dicho intercambio se concrete en las urnas. De ahí que el discurso de sus militantes y concejales gire en torno a las obras realizadas por sus líderes, por el Partido Liberal o durante las administraciones municipales que estuvieron a cargo de los liberales:

Yo creo que lo más importante es la solución de la vivienda en Aguadas… Ustedes conocen que el Doctor Barco fue un apóstol de la vivienda para los pobres… Acá en Aguadas hay un barrio que se llama así, son más de 600 casas que sirvieron como soluciones para la gente más humilde… Hemos tenido líderes, por ejem-plo, don Gilberto, que ahora está recluido en una clínica de Manizales, ha sido un hombre muy preocupado por lo social…Ese hombre así fuera del bolsillo de él sacaba, para dar ayudas para la gente, la fórmula, el mercadito…En vivienda hasta hace poco se entregaron la últimas cincuenta casas…. En el municipio de aguadas decimos que la vivienda ha sido fundamental, tenemos un barrio impor-tante, no solamente en Aguadas sino en el corregimiento de Arma y en el resto del área rural, todas las viviendas con materiales modernos… Eso generó también

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un problema de electrificación…El Partido Liberal en particular Oscar González se metió también en el trabajo de electrificar las veredas … En educación, siendo el colegio Marino Gómez un botín conservador de Doña Dilia, se trabajó para traer computadores, maquinaria para fortalecer la parte industrial… En todas las veredas se llevó el computador. Aguadas fue el primer municipio de Caldas que pudo tener computadores en todas las veredas, y fue tanto el asedio del partido Conservador, que algunas instituciones rechazaron los computadores porque ve-nían del partido Liberal … En lo social el Partido Liberal toda la vida ha estado vinculado a esas cosas, el mejoramiento del hospital, dotación del hospital … En cuestión de vivienda ni hablar, el senador Barco defendió mucho los municipios, la descentralización se hizo gracias a una ponencia del senador Barco… Por eso fue llamado el padre de los municipios colombianos… Le dio la autoridad a los municipios para manejar sus recursos… (Concejales liberales.txt (15:15)).

Los partidos tradicionales implementaron como principal estrategia para proponerse como opción legítima de poder la participación en procesos de-mocráticos que permitieran a cada uno de los partidos asumir los principales cargos del aparato público y conducir los diferentes ámbitos de la vida local. La participación en los procesos democráticos por parte de los partidos fue justificada, tal y como lo demuestran sus discursos, porque los diferentes ám-bitos de la vida social que se encontraban desequilibrados, donde los aparatos estatales funcionaban incorrectamente y había una debilidad de los procesos económicos y sociales de la localidad; proceso que solo podían ser modificados por ellos mismos. Así se presentan los partidos políticos como los únicos agen-tes capaces de producir el cambio necesario. Acompañado a esto se encuentra en dichos discursos la intención de cada uno de los partidos de establecer una diferenciación mutua sobre los mecanismos utilizados durante la contienda, intentando demostrar la transparencia con la que cada uno actuó.

La participación en los procesos democráticos por parte de los partidos locales también ha generado coaliciones para participar en las contiendas elec-torales. A pesar de que las coaliciones expresan convivencia entre los partidos y demuestran una imagen renovada de sus líderes políticos, también son mues-tra clara de escasa construcción programática, lo cual conduce a un debilita-miento de la colectividad a costa del fortalecimiento de los caciques políticos.

Así la dinámica política local de los partidos tradicionales han logrado instaurar mediante la aplicación de sus estrategias para posicionarse como po-der político, suplanta la movilización ideológica y deja de lado el interés por

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generar propuestas programáticas para el municipio, Se traduce además en un trueque, en donde los partidos prestan ciertos servicios a la comunidad y ges-tionan obras públicas a cambio de la lealtad política de sus electores.

Del control armado a la infiltración del aparato públicoPara mediados de la década de los noventa se presentaba en Aguadas un in-cremento en la confrontación armada que registraba acciones asociadas a las Autodefensas Unidas de Colombia en relación con Carlos Castaño (Vicepre-sidencia, 2006). En cuanto a la guerrilla, el Frente 47 de las farc ocupó el territorio rural desde inicios de la década. No se registran acciones armadas en el municipio. Su presencia en Aguadas facilitó la movilización de la subversión entre el oriente caldense y el departamento de Antioquia, siendo este munici-pio un corredor estratégico en la región.

La presencia de las farc en la región norte del departamento coincidió con la profunda crisis cafetera de inicio de los noventas. Esto por supuesto, dismi-nuyó la presencia de la Federación Nacional de Cafeteros. Esta nueva situación de inestabilidad económica e institucional debilitó la estructura de autoridad y abonó el campo para la penetración de agentes que propendían por nuevos órdenes. Las acciones de los grupos armados permiten diferenciar los procesos llevados a cabo en el municipio de Aguadas. La presencia de la guerrilla se limitó a la zona rural. Solo en una ocasión se registró la intervención de las farc en las elecciones presidenciales, además del robo de ganado, el asesinato y secuestro de algunos pobladores. A propósito de esto un poblador del municipio de Aguadas, encargado del desarrollo comunitario en la administración municipal, narra la situación que se vivía en las veredas en época electoral.

En muchos puntos la gente no podía votar, como lo era en vereda La Mermita, como lo era en la vereda de Encimadas, allí la gente no podía votar… Algunos habitantes con ese sentido de patriotismo, con ese sentido de pertenencia con el país y con la democracia colombiana se venían a pié desde las veredas, cuando ese recorrido es de tres o cuatro horas a pié. Aun así se venían a votar… No se les podía pasar la mesa para allá, y así se pusieran la gente no quería votar allá porque era un peligro, quemaban carros, urnas, en Río Arriba quemaron todos los tar-jetones y el carro que llevaba el material… A la gente le quitaron los celulares… (Desarrollo comunitario.txt (347:14)).

El interés de la guerrilla por establecer corredores estratégicos no ocasio-nó que la violencia en el municipio se intensificara. Sin embargo, el uso de una

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violencia selectiva hizo parte de las estrategias utilizadas por la guerrilla de las farc en su pretensión de controlar territorialmente el municipio. Esta situa-ción obligaba a los pobladores a evaluar sus posibilidades de supervivencia y adaptarse a las nuevas condiciones propuestas por el agente armado; así lo expone uno de los líderes comunales de la vereda El Pomo, una de las veredas con mayor presencia guerrillera:

La vereda fue de influencia guerrillera hace más o menos unos seis años que estu-vo Karina. Pero Karina se entregó y ella era la que mandaba todo eso por Sonsón, Arenillal y todos esos lados por donde operaban las FARC… Hubo un tiempo que la guerrilla me amenazó… Me hice pasar por desplazado, allí en la persone-ría, por amenazas, me iban a matar porque el patrón no pagaba vacunas, entonces me hicieron desocupar la finca, yo me fui. Después una hermana mía le pegó a mi mamá, entonces yo la cogí, y le metí una “planera”. Ella fue y me tiró la guerrilla, me iban a matar pero no me mataron por mi mamá… les dijo que yo era el hijo, el que respondía por toda la familia… Pero me iban a matar. (Líder comunal vereda El Pomo.txt (5:6)).

Las nuevas condiciones que impuso el agente armado mediante el uso de la violencia ocasionaron desplazamientos, silencio y obediencia. A través del incremento del temor en los habitantes, el agente armado ganaba espacio en el control de las veredas del municipio y garantizaba con ello el uso pleno del corredor regional.

Fue sólo hasta inicios del año 2000 que en Aguadas se registran accio-nes concretas relacionadas al desarrollo del conflicto político militar. La pe-netración de las autodefensas en la región cobraba ahora nombre propio y en Aguadas fueron agrupadas bajo el Frente Cacique Pipintá comandado por Iván Roberto Duque alias “Ernesto Báez”. El avance del conflicto configuraba un nuevo contexto en el municipio y amenazaba el pleno control hasta enton-ces obtenido por los partidos tradicionales a través de la implementación de sus diferentes estrategias electorales. La aparición de diferentes agentes polí-tico-militares complicaba el contexto en el cual, hasta el momento, estaban acostumbrados a competir los partidos tradicionales. Para las estructuras pa-ramilitares este municipio representaba un avance en términos económicos y políticos y sus primeras acciones fueron conducentes a generar, al igual que la guerrilla, miedo generalizado en la comunidad a través del asesinato selectivo y el cobro de vacunas a comerciantes. Sin embargo, las acciones de violencia selectiva trascendieron del mero control armado y lograron negociar algunos

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aspectos de la administración municipal con los partidos tradicionales a través del homicidio y las amenazas.

El asesinato de supuestos colaboradores de la guerrilla, acompañado del asesinato de líderes tradicionales generó miedo en la localidad y posteriores cri-sis de gobernabilidad en el municipio, que serían aprovechadas por la estructura paramilitar. Así lo anunciaba entonces el periódico departamental, La Patria:

De crítica y delicada calificó la actual situación de los habitantes de Aguadas el pá-rroco de la iglesia de la inmaculada Jairo Salazar Gómez. El presbítero indicó que cerca de 200 hombres de las auc hacen presencia en este municipio. Dijo que ocho personas han sido asesinadas en los últimos 45 días. El primer hecho se registró el 8 de agosto cuando los paramilitares acribillaron a José Benigno González; el 12 de agosto un joven identificado como José María Torres Cardona fue asesinado por el grupo armado; el 26 de agosto, con lista en mano en la vereda La Rueda, sacaron de sus vivienda a Muriel Giraldo y Gabriel Armando Usuga. El 10 de septiembre fue asesinado José Alberto Suaza a quien los paramilitares mataron y luego descuarti-zaron, y finalmente se registró la muerte de tres personas en La Mermita, Javier y Didier Hernández Ocampo (hermanos) y Diego Alejandro Rincón. Con grafitis como “muerte a los sapos de la guerrilla” se encuentran marcadas las paredes de toda la población. Esta situación tiene en alerta a la población aguadeña que por muchos años debió convivir con la guerrilla. Lo más horrible es que los paramilita-res tiene una lista de 20 personas que aseguran asesinarán por ser auxiliadores de la guerrilla, precisó el padre Jairo Salazar, dijo que hay niños de 14 años amenazados ( La Patria [Manizales], septiembre 25 de 2001, pág. 3a)

Los informes oficiales, además del registro en la prensa departamental, mostraron la sucesión de asesinatos de líderes reconocidos como el padre Ló-pez, dirigente del liberalismo no Barquista en la localidad, de Oscar González, líder liberal departamental, además de concejales y el ex alcalde conservador, Iván Rincón Henao, por parte de los paramilitares durante el transcurso de la década que se iniciaba en el año 2000. Esta persecución ocasionó el paulatino desmembramiento de los partidos tradicionales y que la clase política local perdiera, en gran parte, el control de los diferentes ámbitos de la vida local. Los obligó así mismo a negociar el control de la localidad que hasta entonces habían poseído. Según los actuales concejales liberales y tal como lo reportó la prensa regional, las funciones de los políticos eran vigiladas por los agentes armados paramilitares que intentaban influir en la administración local.

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Aquí no se hicieron reuniones con paramilitares, existieron esas reuniones, pero por presión. Acá hubo una vez que los paramilitares citaron a los concejales, a todos, liberales y conservadores a una vereda que se llama Tierra Fría, nos obligaron. Yo tenía un compañero que era carnicero, eso fue un sábado… La vida de un carnicero es el sábado. Allá fueron y lo citaron sábado y domingo… con tanta presión ¿Qué hi-cimos? Asistimos… asistimos a reuniones, pero no se hizo ningún pacto con grupos subversivos…, así fue con el comercio… (Concejales liberales.txt (20:20)).

El control de la política local, los asesinatos selectivos, los chantajes econó-micos y el control social que llevaron a cabo los paramilitares en el municipio de Aguadas, superaron el establecimiento de un control armado que suplantaba las funciones del ejército estatal e infiltraba las funciones de los administradores lo-cales. Ante esto, los partidos tradicionales perdieron autoridad como gobernan-tes legítimos del municipio, pues la situación de inseguridad, violencia y temor se había generalizado en la localidad. Y los afectaba a ellos mismos.

Estrategias de adaptación de los políticos frente al conflicto político militarEl desarrollo del conflicto político militar en el municipio de Aguadas ocasionó la transformación de la vida cotidiana de los pobladores de la localidad. Las acciones de los diversos agentes armados generaron miedo, silencio y descon-fianza; y de esta manera transformaron las relaciones sociales y la política local. Las viejas hegemonías partidarias ya no tenían el control de antes, las unidades y lealtades partidarias se habían fracturado y se fortalecieron nuevos grupos de interés y presión en su interior. Frente a esta nueva situación la población tanto rural y urbana como las diferentes organizaciones políticas de Aguadas –Caldas-, se vieron abocados a ejecutar diferentes acciones y prácticas que les garantizaran tanto su supervivencia como su inserción exitosa en el nuevo con-texto que planteaba el avance del conflicto político militar. Son dichas acciones y prácticas las que aquí se nombran como estrategias de adaptación.

Con el avance del paramilitarismo, las acciones de los partidos políticos se vieron limitadas a la negociación con el nuevo agente armado que aspira-ba también a obtener el control político local. Esto ocasionó que los partidos tradicionales presentes en la localidad cedieran en algunas de sus posiciones, dejado suplantar algunas de sus funciones, permitiendo la vigilancia de sus la-bores y obedeciendo a mandatos de los agentes armados para lograr conservar tanto su integridad física como su continuidad política.

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En los comienzos de la primera década del siglo xxi, el Partido Conserva-dor, desarrolló diferentes estrategias para mantenerse en el control del aparato público. La participación de los procesos democráticos, el posicionamiento de sus colectividades como únicas agentes de cambio, las entregas de dádivas y las coaliciones entre partidos orientadas a mantener una base social que se reflejara en las urnas y garantizara la permanencia del partido en la administración local. Sin embargo, el Partido Conservador a nivel local había perdido, desde inicios de los noventa, las mayorías en el Concejo Municipal y su victoria en las urnas para la corporación a la alcaldía era ahora una apuesta difícil tras la victoria re-petida del Partido Liberal desde 1998. Además el avance del paramilitarismo en el municipio y la violencia selectiva que habían ejecutado contra la clase política local, amenazaba las aspiraciones del Partido Conservador de controlar el apara-to público local ante la incapacidad de generar seguridad interna en el municipio.

En las elecciones a la corporación de alcalde para el año 2000 nuevamente se enfrentaron en contienda los dos partidos tradicionales. En ellas fue elegido el candidato del Partido Conservador Iván Rincón Henao frente a Lisímaco Mar-tínez, candidato del Partido Liberal. Con todo, se frustraron las aspiraciones del Partido Conservador porque la elección fue demandada porque el alcalde electo había celebrado contratos con el municipio mientras ejerció como tesorero del canal comunitario, el último cargo que desempeñó antes de candidatizarse. Por estas razones, el Partido Conservador decidió volver a presentar a Iván Rincón Henao a las elecciones del 2003 y en las que salió triunfador. Sin embargo, el 2 de agosto de 2003 fue asesinado en el municipio de Arma por acción del frente Cacique Pipintá. Su asesinato y la pérdida de terreno en corporaciones como el Concejo Municipal frente al Partido Liberal, aislaría durante un largo período al Partido Conservador tanto de las contiendas electorales como de los eventos pú-blicos y culturales de la localidad. La Patria presentó así el homicidio del alcalde:

El sábado Arma estuvo de fiesta por la inauguración de la pavimentación de las calles del parque central, tal como lo prometió el alcalde en uno de sus 86 puntos. Alrededor de la 1:30 de la mañana se propició una pelea que llamó la atención de la policía, en ese momento dos hombres armados se acercaron a la mesa del alcalde y empezaron a disparar hasta matar con dos tiros a Iván Rincón Henao y herir al patrullero Jhon Mejía, escolta de la autoridad local. Los sicarios huyeron a pie del lugar.

Rincón Henao ocupaba el cargo por segunda vez, pero en la primera elección perdió su investidura a los tres meses por celebración de contratos.

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Los miembros de la junta directiva del festival del pasillo se reunieron hoy para determinar el aplazamiento del festival que se iniciaría el 18 de agosto (La Patria [Manizales], 4 de agosto de 2003: 4c).

Como se puede suponer, este suceso produjo una profunda crisis en el par-tido Conservador, al punto que afectó tanto la integración y acción de la co-lectividad como la gobernabilidad del municipio. En respuesta, el gobierno de-partamental nombró un alcalde encargado mientras se convocaba a una nueva elección de alcaldes. Para elegirlo el Partido Conservador debía proponer una terna. Pese a que este era trámite habitual, el gobernador pidió la terna a la direc-ción nacional del partido, lo que significó un agravio para los dirigentes locales:

Una decisión antidemocrática es para la dirigente conservadora Dilia Estrada de Gómez la determinación del gobernador de Caldas de solicitar una terna para elegir alcalde encargado en Aguadas a la dirección nacional del partido conserva-dor y no al directorio conservador de ese municipio (La Patria, 2003).

Algunos dirigentes del Partido Conservador que ejercieron la alcaldía en diferentes momentos caracterizan como un “río revuelto” la situación del mu-nicipio tras el asesinato de Iván Rincón, pues la alcaldía pasó de mano en mano hasta que se decide elegir por voto popular un nuevo alcalde.

Aguadas vivía un período crítico, un escenario violento, actuaban los grupos irre-gulares, paramilitares, guerrilla, delincuencia común… Hay un río revuelto, hay un caos. Entonces sale Iván Rincón con una votación altísima. Su elección como alcalde fue demandada y lo reemplaza Fabio Gómez. Después de eso el pueblo nuevamente elige a Iván Rincón… Iván Rincón era un líder, con un perfil único, por ese perfil el pueblo nuevamente vuelve y lo elige y alcanza a gobernar un año y es asesinado… Después de eso hay una transición de unos encargados, sale Oscar Diego Trujillo liberal… luego sale otra vez Gilberto Duque por el partido liberal. (Conservadores.txt (26:28)).

A pesar de la convulsión vivida en el municipio, se realizaron las elecciones para la alcaldía. Como consecuencia del asesinato de Rincón, los conservadores quedaron en minoría en el concejo municipal, pero además fueron desconocidos por la dirección nacional del partido y por el gobierno departamental; por tanto, quedaron deslegitimados y desarticulados. El avance del paramilitarismo en la localidad desplazó a los líderes del municipio y del control del aparato público, que fue asumido por el partido Liberal. Los conservadores se vieron obligados a

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adaptarse al nuevo contexto que proponía el conflicto político militar. Y a pesar de no seguir órdenes expresas, como lo plantean algunos de sus militantes y exfun-cionarios públicos, desarrollaron acciones como partido y como individuos:

Nos sentimos con una impotencia tremenda… Los líderes sufrimos de pánico tam-bién, amenazados, silenciados, desplazados muchos tuvieron que ir a vivir a otras partes y otros nos tuvimos que encerrar, no poder volver a salir… Entonces éramos impotentes, cómo estaba el país entero… Aguadas vivió con mucho acento y con mucho dolor esa década de toda esa violencia, de todos esos muertos ¿Por qué?… ¿Qué hace uno como líder? Por ejemplo, nosotros [los que] habíamos sido alcaldes, teníamos también pavor, teníamos miedo, teníamos prácticamente un desplaza-miento tal que incluso nosotros no pudimos volver a la finca… Si íbamos a salir para Manizales o Medellín no se podía madrugar ni se podía llegar a Aguadas de noche… Todo el mundo, y nosotros también, sentimos muy de cerca el rigor… En un momento de esos ¿qué hace uno? A duras penas asumir una actitud prudente y casi de protección personal. Una actitud prudente, porque tú puedes tener todo el amor del mundo por una comunidad (…) uno solo no puede enfrentarse a esa violencia… Cuando ya hay muertos de por medio nos volvemos impotentes, está-bamos llenos de pavor, encerrados, desplazados. Nosotros personalmente tuvimos días de elecciones que no pudimos ni salir a la plaza pública… Yo produje un co-municado, porque era la cabeza visible del partido después de doña Dilia. Pensé que me iban a matar. Saqué el comunicado y me retiré de esto (la política)… primaba la vida mía… Es el instinto de conservación de la vida. (Conservadores.txt (49:56)).

Los líderes tradicionales del partido aún permanecían vivos pero su deci-sión –como se acaba de ver-, tras el asesinato del último alcalde conservador, fue retirarse de la vida política y ausentarse de sus tareas en la plaza pública. Esta situación favoreció el avance de las intenciones de los grupos paramili-tares quienes ahora contaron no solo con control armado sino que lograron desarticular el partido que ostentaba la dirección de los asuntos municipales. El discurso de algunos de los militantes del Partido Conservador presenta a sus líderes como parte de las víctimas de la acción paramilitar en el municipio, intentando además distinguir sus acciones como militantes, de las acciones del Frente Cacique Pipintá, que fue comandado por unos de los hermanos de las dirigentes del Partido Conservador. Esto obliga a los líderes conservadores a que, en su testimonio, tengan que diferenciar sus intenciones de gobierno, de las intenciones de la estructura paramilitar. A pesar de ello su discurso justifica la formación y acción de las estructuras paramilitares como producto de la

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incapacidad del gobierno central de asegurar la vida y permanencia de ciertas clases políticas en Colombia. Frente a esto la ex alcaldesa conservadora –Luz Idalba Duque-, familiar del ex comandante del Frente Cacique Pipintá “Ernes-to Báez” narra lo siguiente:

Nosotros hemos tratado por obvias razones, personalmente yo, de no contempo-rizar con nadie independientemente si es la familia, si es el amigo, si es el pariente. Quien tenga que ver con la problemática del país ese es su proyecto de vida… ¿En dónde está el espejo? Aquí… Sería muy difícil si el pueblo ligara algún hecho oscuro, o de desconfianza, o de no certeza sobre la condición de vida de uno, muy difícil que uno saque un voto en la plaza pública. Porque es el ciudadano el que va a decir…-¡ay no que tal! como lo vamos a poner ahí otra vez si tiene tal o cual vínculo, o se aguan-tó tal cosa, o si no fue claro en todo ese proceso de violencia política ¿Cómo vamos a ayudarlo, cómo vamos a apoyarlo?… (Conservadores.txt (3:22)(3:23)).

Tras la desmovilización de las autodefensas y las acusaciones frente a las alianzas políticas realizadas, los partidos políticos locales que vivieron la pre-sencia de paramilitares construyeron un discurso de diferenciación que les permitiera lanzarse de nuevo a los escenarios políticos. Esto ocasionó confron-taciones con el partido Liberal local, quienes vivieron el conflicto de manera diferente. Algunos de sus dirigentes políticos habían sido asesinados, y su dis-curso expresa la coacción de la que fueron víctimas sus militantes para apoyar la candidatura de 2003. Como tal lo narran los actuales concejales liberales:

Ese muchacho [Iván Rincón Henao] estuvo en la candidatura, y fue alcalde, pero al tiempo lo demandaron. Cuando fue tesorero del canal dio unos contratos. La demanda no fue hecha por el partido Liberal… la persona era independiente, de-cían que era liberal con el ánimo de conseguir adeptos del Partido Conservador en ese momento… Después él volvió a ser candidato y salió electo… Pero eso fue porque hubo presión de los paramilitares… El candidato del partido Liberal era Gilberto Duque, [pero] entonces allí presionó el paramilitarismo y obligó al Parti-do Liberal, nos obligaron a nosotros, a retirar la candidatura de Gilberto y adherir a Iván Rincón … Aquí llegó Oscar González obligado a cumplir, porque llegaron con lista de muertos, nos obligaron a adherir la candidatura de Iván Rincón y nos empapelaron esto con afiches de Iván Rincón, [a] hacer reuniones solicitando el respaldo de la votación liberal para Iván Rincón que era conservador… No se le decía al directorio por qué, pero nosotros si lo sabíamos… y se hizo. Era candidato único y ganó la alcaldía… En cuanto a su muerte se dicen muchas cosas, que tal vez

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incumplió compromisos con ellos, pero esa muerte tampoco se aclara… No se ha podido esclarecer, no se puede hablar con propiedad del tema, lo que se dicen son comentarios callejeros y especulaciones… (Concejales liberales.txt (15:14)).

A diferencia del Partido Conservador, los liberales optaron por una es-trategia distinta que les permitiera sobrevivir el conflicto. No se aislaron de la contienda electoral ni de la cotidianidad del municipio, por el contrario obe-decieron órdenes explícitas de los agentes armados como producto de la fuerte coerción que estos ejercían en la localidad. Además esto obligó, en particular a sus concejales, a reunirse con el grupo paramilitar y rendir cuentas de su gestión; a ello se suma el silencio generalizado de los líderes locales frente a la situación violenta que se vivía.

Como consecuencia, en el transcurso del 2001 y el 2003, los partidos po-líticos locales sufrieron una fuerte desarticulación. Primero, por el asesinato de sus militantes más representativos y, segundo, por la estrategia asumida de no generar actos de resistencia frente al agente armado, la opción de guardar silencio, desplazarse y retirarse de la plaza pública. El problema central en la complicada situación de seguridad frente a la cual los partidos tradicionales se encontraban incapaces de ofrecer soluciones efectivas.

La falta de control de los partidos tradicionales en la administración pú-blica y la debilidad del agente armado estatal para contrarrestar los desmanes violentos del paramilitarismo, exponía a la localidad a una situación de miedo y vulnerabilidad. Al comenzar 2000, circuló por todo el territorio nacional un discurso que adjudicaba los diferentes problemas sociales y económicos a la expansión del conflicto político militar y proponía que la eliminación o control armado de este traería como consecuencia lógica la resolución de los proble-mas sociales y económicos del país. Así, desde el gobierno central, se planteaba una política anti-insurgente que centraba su plan de acción en la eliminación de grupos subversivos por medio de la fuerza. Acompañando a esta política se propiciaba la desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia. Fue con esta misma política que un nuevo partido, el Partido de la U, arribó al mu-nicipio de Aguadas, abanderando “La Seguridad Democrática”.

La política de desmovilización de las Autodefensas despejó el camino para que los partidos políticos regresaran al escenario político. Esto impulsó las candidaturas de los nuevos militantes del Partido de la U en la localidad, conformado por exmilitantes de los partidos tradicionales. Su política de se-guridad motivó el regreso del Partido Conservador a las contiendas electorales

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locales, y en ellas apoyaron ampliamente las prometedoras candidaturas del Partido de la U. La coalición se planteaba una vez más como la posibilidad de fortalecer una base social para los partidos tradicionales. Ex alcaldes del parti-do Conservador exponen sus acciones en el nuevo contexto:

Acá era enconada la cosa cuando entró el conflicto a Aguadas, como entró en toda Colombia. Porque los grupos armados se pavoneaban por las plazas públicas y por todas partes. Entonces ¿Qué hace uno?… La esperanza salió a la vista con el doctor Álvaro Uribe, y los que avalamos en Aguadas la elección de Álvaro Uribe fuimos los conservadores… Personalmente nosotros fuimos incluso los directo-res de su primera campaña y de la reelección… Porque vimos en él la esperanza de la seguridad… No éramos de la U, pero como conservadores respaldamos todo ese proceso… Ese es un compromiso que el partido asumió frente a toda esta desgracia que teníamos…

Con todos los problemas que tengamos ahora con el gobierno de Uribe, con todas las dificultades que tenga, la vida cambió… pudimos volver a salir y pudimos vol-ver a participar por ejemplo en política… (Conservadores.txt (67:70)).

El Partido Conservador se unió a la coalición de gobierno durante las elecciones presidenciales del año 2002 y renovó sus acciones políticas públicas. Propusieron además que la principal tarea era “combatir el conflicto” para así dar paso a nuevas acciones de progreso económico y social. Progreso que, por supuesto, debía ser abanderado en el futuro por el Partido Conservador que, en administraciones anteriores, había demostrado que sus acciones habían sido las más acertadas en dichos ámbitos.

Así en octubre de 2008 el Partido Conservador decidió realizar nueva-mente una acción de proselitismo y organización política en el municipio y acudió a la realización de las consultas internas convocadas por la dirección nacional. En esta misma fecha, el partido Liberal, el partido de la U y el Polo Democrático Alternativo realizaron también sus consultas internas. En esta localidad el Partido Conservador obtuvo la mayoría de la votación tras una campaña pequeña y disimulada. Esto fue indicio suficiente para los líderes de este partido, quienes afirmaron que ya era el momento de regresar a la esce-na política. Nuevamente el partido apelaba a su capacidad de transformación, pues el conflicto se mostraba como una etapa superada gracias a las políticas antisubversivas implantadas desde el centro. Ahora era necesario ocuparse de otras problemáticas asociadas a la salud, la educación y la economía, y para ello

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los partidos tradicionales apelaron a sus antiguos logros en dichos campos y se proponían como agentes óptimos de progreso.

CierreEl conflicto alteró las formas de estar y habitar en los espacios de la vida cotidia-na. En el parque, en el colegio, en la plaza y en la casa, cuando logró colarse en los espacios de la intimidad, especialmente en la zonas rurales. Las formas de estar juntos, de juntarse, de reunirse fueron alteradas por la persecución, el temor a la reunión y a la congregación en la esquina. Para dar cuenta de ello fue preciso re-currir al recuento histórico de las prácticas en los espacios y tiempos del pueblo, en las escenografías urbanas y en las narraciones en que se describe qué se sentía o qué había. Espacios, recorridos, caminatas y entrevistas en movimiento como formas de hacer y pensar en las cuales se muestran los esquemas, las formas de clasificación, las categorías y taxonomías de la vida cotidiana.

En el ámbito de la dimensión política y social del conflicto armado se instalaron las consecuencias cotidianas propias de las dinámicas que suscitan las soberanías en disputa, que se producen cuando se encuentran en un mismo territorio agentes armados, especialmente irregulares. Su presencia se da con la combinación y la mímesis de las estrategias de los aspirantes a soberano, que pueden ir desde prácticas de infiltración, cooptación, toma, ocupación y dife-rentes formas de administración de la violencia y el terror para genera el temor que facilita su dominio (Arjona, 2008; Jacanamejoy, 2011; Gómez, 2011).

Formas como el control territorial expresadas simbólicamente median-te pintas o grafitis, mecanismos de control social y presión enunciadas en el lenguaje popular como “vacunas” o “limpieza social” (Franco, 2011). En los relatos se expresan diferentes maneras de buscar el control político mediante presión en las votaciones, compras, coacciones y amenazas. Así como tácti-cas de control familiar a través del involucramiento, muchas veces solicitado por las propias víctimas, en asuntos íntimos. Todas estas estrategias sumadas, lograron con mayor o menor éxito, por corto tiempo y en espacios circuns-critos a periodos o localidades específicas, convertir a agentes irregulares en autoridades locales, en gobiernos de facto que ofrecían servicios de seguridad, programas de bienestar y ofertas de protección. En la misma medida, se in-corporaron en los negocios locales, en la provisión de puestos de trabajo, en la dinamización de las inversiones, en la generación de “confianza inversionista” y en la provisión de servicios, cuando no su cooptación corrupta, vía la captura de las rentas e inversiones municipales o de la salud.

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5. Idas y venidas de las FARC en el sur (2001-2006)

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Las fronteras definidas. Apuntes para una comprensión de los impactos del conflicto en San

José del Fragua, San Vicente del Caguán y Florencia, Caquetá

Óscar Javier Neira Quigua, Universidad Surcolombiana

A finales del siglo xix se inicia la colonización a la Amazonia colombiana por territorios del Caquetá y Putumayo, siendo necesario romper la cordillera para establecer caminos que comunicaran las nuevas tierras con los mercados del interior del país.

El anterior proceso se dio a través de un camino indígena de la cordillera oriental que comunica a Acevedo, Huila, con Belén de los Andaquíes, y tam-bién por medio de los caminos construidos “a punta de pica” por peones de los quineros y caucheros en los comienzos del siglo xx.

Estos caminos son: de Puerto Rico a Algeciras, Huila, y por esta misma vía de Las Partidas a Guacamayas, en la zona de cordillera de San Vicente del Caguán; y en el Putumayo el camino Mocoa-San Francisco-Pasto (Nariño).

Esta colonización creó asentamientos en el piedemonte y en la altillanura amazónica, entre ellos Puerto Rico, Florencia, San Vicente del Caguán, Belén de los Andaquíes, en el Caquetá.

Los protagonistas de esta colonización, campesinos del centro, norte y sur del Huila, transportaron sus concepciones de propiedad de la tierra, como también su cultura y cosmovisión, todo lo cual ha llamado la atención reciente de investigadores locales de la cultura (Perdomo, 2010: 141).

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Al llegar los colonizadores, se dan una serie de procesos que determinan el devenir histórico, cultural, ambiental del Caquetá. En primera medida, las comunidades indígenas son sometidas a un despoblamiento de las zonas aho-ra habitadas por los colonos, quineros, caucheros. Algunos pueblos como el witoto viajaron desde la planicie amazónica a buscar refugio en las montañas sagradas de la cordillera amazónica al sur del Caquetá en Yurayaco y Fragui-ta, en el municipio de San José del Fragua. Igual ocurrió con los inganos, los cuales poseen hoy un fuerte arraigo en la zona cordillerana del mencionado municipio. Unos casi al borde de la extinción, como los karijonas, kofanes, sio-nas y koreguajes, se ubicaron en los contornos de los ríos Putumayo, Caquetá y Orteguaza.

Los colonos “blancos” al asentarse en zonas anteriormente habitadas por indígenas, despliegan todo su proceder agrícola y campesino con unas tierras frágiles desde el punto de vista ecológico e inhóspitas, pero apropiadas para cumplir el sueño de tener tierra.

Como segunda medida, la historia registra el episodio del conflicto co-lombo-peruano, que prácticamente trajo a la región la mirada de la nación colombiana. En este momento se impulsan asentamientos, por ejemplo, en el corredor La Tagua-Puerto Leguízamo, Puerto Asís y Mocoa en el Putumayo, y en Maguaré en el municipio de El Doncello, Caquetá.

En este momento aparecen en el escenario articulador a la nación, trochas como las de Pasto (Nariño) – San Francisco – El Pepino - Mocoa en el Putuma-yo y Guadalupe (Huila) – Florencia – Venecia en el Caquetá.

Ya en entre los años 50 y 70, el Incora, estimuló la colonización espontá-nea construyendo infraestructura vial y social, a la titulación de baldíos y a la colonización dirigida, planificada desde Bogotá, para los departamentos ama-zónicos de Guaviare, Caquetá y Putumayo. Este proceso fue definitivo para la consolidación de la sociedad caqueteña.

Políticamente, tal vez con el objetivo de mantener una convivencia lle-vadera, las familias colonizadoras se ubican en zonas de acuerdo a su vincu-lación política. De esta manera, los liberales se establecieron en el norte del departamento, en pueblos como San Juan de El Doncello, hoy El Doncello, El Paujil, Las Montañitas, hoy conocido como La Montañita. Los conservadores se ubicaron en el sur donde fundaron a Morelia, San José del Fragua, Albania, Curillo, Solita y Valparaíso.

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San José del Fragua. Dinámicas del conflicto en la frontera Caquetá, Huila, Cauca y PutumayoSan José del Fragua hace parte de lo que se conoce como territorio sur del Ca-quetá y está ubicado en el camino que conduce a Putumayo, según la expresión de Wolfgang Brucher (1974 [1968]). En su proceso de configuración territorial han tenido que ver procesos colonizadores de la Baja Bota Caucana, el Putumayo y el Huila, teniendo en cuenta que el municipio comparte frontera con estos tres Departamentos. De acuerdo con Ramírez (1995: 1), tal dinámica de colonización “no está directamente causada por los efectos de la violencia, como sucede en otras regiones del Caquetá, aunque sí se ha enmarcado en su proceso”.

El municipio ha tenido un aislamiento por diversas razones, entre ellas las que tienen que ver con la poca navegabilidad del Río Caquetá a su salida de la cordillera en Puerto Limón lo que no ha permitido un constante flujo comer-cial entre San José del Fragua y Belén de los Andaquíes.

Casi al tiempo con la creación de la figura municipal, en 1964, se hace la primera conferencia del Bloque Sur de las farc, quienes al año siguiente, en la segunda conferencia tomaron ese nombre y asumieron la ideología comunista. Las farc continuaron extendiendo su influencia sobre todo en el territorio norte del Caquetá, en Guacamayas, San Vicente del Caguán, Puerto Rico y Cartagena del Chairá. En territorio caqueteño conformaron en los años setenta en la zona del Caguán los frentes xiv y xv y entre el departamento del Caquetá y el Huila conformaron el frente ii.

Entonces el Caquetá parecía una idea en la que milagrosamente conver-gían pequeñas localidades establecidas principalmente en el piedemonte de la cordillera, donde ninguna otra actividad económica o de agricultura con-vencional como producción de arroz, maíz, plátano, yuca, soja o frutales, era rentable y sostenible en el mediano o largo plazo. Se trataba también de una población diseminada en un vasto territorio, sin servicios básicos de salud o educación, que comenzaba a alejarse de los poblados del pie de monte y de algunos puertos ribereños como Araracuara, La Chorrera, La Tagua, Curillo, en el sur o Tres Esquinas, hoy una de las bases militares más importantes para las fuerzas armadas del país.

La anterior descripción nos ilustra un poco acerca de los escenarios sobre los cuales San José del Fragua ha perfilado y articulado su cotidianidad muni-cipal gradualmente con el proceso regional del conflicto político militar en el que la mayoría de colonos y campesinos del Caquetá se dedican al cultivo de la hoja de coca.

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El Movimiento 19 de Abril -m19- tiene una mención especial en el espa-cio político militar de la zona sur, cuyo escenario de fortaleza de Sindiagro fue propicio para la llegada de ideologías revolucionarias, algunas de las cuales tuvieron eco en líderes campesinos. Otras ideologías como las propugnadas por el eln, epl y las farc en el sur no fueron aceptadas, según el testimonio de Chalita, a quien Gustavo Arias Londoño, Boris, le habló de “soluciones a la co-lombiana”. Con la toma de Belén de los Andaquíes en 1979, el M19 trasladaría su lucha urbana a los sectores rurales. Los hostigamientos continuos al Ejército y la toma de poblados en el sur por el m19 y en el norte por las farc, le ganaron al Caquetá el calificativo de “zona roja”.

Sobre la llegada de las farc a la zona muy poco se ha dicho. Lo que sí está claro es que para fines de 1997 perdieron el control territorial con los paramili-tares. El sur ya contaba entonces con zonas coqueras que tenían sus centros en poblados como Valparaíso, Solita, Puerto Torres, Santiago de la Selva, Zabale-ta, Fragüita, estos últimos de San José del Fragua.

En este contexto, San José del Fragua se erigió como uno de los munici-pios de confrontación directa entre las farc y los paramilitares y de dominio absoluto de estos últimos por lo menos hasta su desmovilización en 2006. Con-tribuyó para este dominio su estratégica ubicación geográfica, sobre todo por tratarse de un territorio a través del cual los paramilitares podían llegar a las fronteras con el Putumayo y a la Baja Bota Caucana, dominadas por el Frente 49 de las farc.

De esta manera, entre 1998 y 2007, San José del Fragua se convierte en un municipio expulsor de población desplazada. Según el dane, por razones “de orden público” abandonaron la localidad 6.083 personas en total, correspon-dientes a 1.370 hogares. En el mismo período el municipio recibió 748 perso-nas, correspondientes a 179 hogares. En el mismo período, de acuerdo con un estudio realizado por la Pastoral Social sobre el desplazamiento en Florencia, el municipio que con mayor población desplazada es San José del Fragua, con una constante promedio del 3,8% con respecto al resto de municipios como Curillo (3,0%), Belén de los Andaquíes (2,4%) y Valparaíso (2,6%).

Durante un ejercicio de entrevista colectiva, realizada en 2010, se pudo es-tablecer relaciones entre las trayectorias sugeridas anteriormente y el munici-pio de San José del Fragua, uno de las pocas localidades del Caquetá que tienen el privilegio de contar aún con la vida de sus principales colonos fundadores.

Por iniciativa de los fundadores reunidos, la jornada de entrevista colectiva pretendió dar inicio a la construcción de la historia municipal de San José del

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Fragua. La Institución Educativa Parroquial fue el escenario para el desarrollo de la entrevista. Luis Parra, Silvio Castro, Gilberto Collazos, Ligia Valderrama y Esther Collazos coincidieron en que uno de los logros de la historia de San José del Fragua es precisamente “tener vida propia”, lo cual sugiere que éste ha sido un municipio que a partir “de la construcción del puente sobre el río Fragua Chorro-so”, comenzó su lenta articulación con un Caquetá que para la década del sesenta parecía una idea en la que milagrosamente convergían pequeñas localidades es-tablecidas principalmente en el pie de monte de la cordillera.

Don Gilberto Collazos recuerda la llegada del m19: “La guerra no es juego y mucha gente tampoco estuvo de acuerdo con la guerra, sobre todo porque ya tocaba era a los hijos”. No obstante, desde antes, se recuerda la visita al mu-nicipio del Generalísimo Gustavo Rojas Pinilla “cuando se desmovilizaron los pájaros, porque esta era zona de esa gente”, recuerda don Luis.

Pero además de la visita de Gustavo Rojas Pinilla, el grupo recuerda la vi-sita de doña Bertha Hernández de Ospina, “la esposa de don Mariano Ospina”, dos referentes conservadores del país, “porque no nos digamos mentiras, San José del Fragua ha sido conservador, esto hace parte de lo que han llamado la costa azul”, aclara don Gilberto. “Al principio esto era duro por cuestiones polí-ticas”, dice doña Esther, quien relaciona estas confrontaciones con la presencia de los “pájaros”.

Con el Estatuto de Seguridad del Presidente Turbay llega a la población “el Batallón Tarqui que controlaba hasta lo más mínimo de la cotidianidad del pueblo”. Después de historias con muchos silencios, no tanto de parte de los fundadores sino de los mismos hechos que las rodearon, llega el tema de “la violencia más dura que nos tocó pasar después de la del M19 y el Batallón Tar-qui”. Se trata de la violencia paramilitar que apenas hace una década campeaba por el sur de Caquetá.

San José del Fragua “tiene su lugar bajo el sol”, según la expresión del his-toriador Gabriel Perdomo; es un lugar que comparte frontera con los Depar-tamentos de Huila, Cauca y Putumayo. “Imposible no tener esperanza”, dicen los abuelos. “Imagínense, aún estando viejos y queremos seguir trabajando por San José, el municipio donde todos nos queremos”, puntualizan.

San Vicente del Caguán. Horizontes municipales de organización y conflicto político militar.Al tiempo con el discurso nacional, el municipio ha tenido que enfrentar una posición desde dos perspectivas. La primera, que lo ubica como el centro de

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los diálogos de paz, zona de distensión, territorio histórico de las farc-ep, mu-nicipio de la “República independiente” de El Pato, imagen del “acto fallido del Caguán que tuvo la estructura de una emboscada, con la que se impidió que empezara a configurarse un lugar de enunciación de la paz potencial para Colombia”. (Buriticá, 2008).

La segunda perspectiva tiene que ver con el perfil de una identidad muni-cipal con proyección nacional, por medio de publicaciones bibliográficas, mu-sicales y audiovisuales, la mayoría proyectadas con la intención de abarcar toda el área geográfica que corresponde al Río Caguán, pero que por los problemas habituales de orden público corresponden en sus temáticas e imágenes sólo con el entorno municipal urbano. Este registro tiene que ver de alguna mane-ra con la misma realidad municipal, claramente diferenciada entre el mundo rural y urbano, como lugares independientes pero unidos en la dinámica co-mercial y administrativa.

En este marco, a razón del espacio político militar municipal, la comu-nicación adquiere una especial connotación sobre todo cuando se trata de comprender y apoyar lo más urgente: la creatividad y eficacia de las iniciativas locales que le hacen frente a la guerra y sus confusas consecuencias, ahí donde está la realidad y “el secreto del conflicto armado que vive el país. En esas regio-nes apartadas y olvidadas por centurias, donde las oportunidades de progresar son tan escasas, hay un caldo de cultivo para que los actores armados ilegales se mantengan”. Región que no sólo es un “caldo de cultivo” para los actores armados sino también para las ideas, para la dignidad y como diría el líder social y político Domingo Pérez para “superar lo que tenemos y soñar lo que queremos”. (Valencia, 2008).

San Vicente del Caguán en el centro de la confrontación“Combatientes: Esta guerrilla no da cifras concretas sobre sus hombres en ar-mas, pero asegura que le está haciendo frente al Plan Patriota con los llama-dos Bloque Oriental, Bloque Sur –integrado por 11 frentes y Compañía Móvil Teófilo Forero. Son cerca de 8000 hombres”. La intervención corresponde al comandante Urías Rondón, quien como vocero de las farc-ep respondió con su Plan Resistencia a las cifras del Plan Patriota. Para el 2005, este último tenía 108 millones de dólares de ayuda de parte de los Estados Unidos, los cuales serían invertidos en mantenimiento de la flotilla aérea, las brigadas móviles, la fuerza de despliegue rápido, para entrenar y dotar a los batallones comando y lanceros, equipos de comunicación de las brigadas élite móviles del Ejército

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y para los batallones de fuerzas especiales, entre los cuales se encuentra el Ba-tallón Cazadores de San Vicente del Caguán. Todo el enorme recurso militar serviría, como expresó el jefe del Comando Sur del ejército norteamericano, James T. Hill, en zonas donde los militares no han tenido presencia en 20 años, con el fin de desarrollar un plan operativo y táctico que literalmente lleva la guerra a esas zonas del país.

La confrontación armada ha generado toda una dinámica de violación a los derechos humanos, seguida de cerca por organizaciones no gubernamen-tales y a partir de 1998 por la Defensoría del Pueblo, cuya aparición en San Vicente del Caguán y toda la zona de distensión, responde a la ausencia de las autoridades judiciales municipales durante el despeje, por exigencia de las farc-ep. A esta entidad le ha correspondido entonces la recepción de todo tipo de denuncias de parte de los pobladores del área urbana y sobre todo del área rural del municipio.

De esta manera, es posible comprender cómo los niveles de violencia se incrementaron notablemente desde que el ejército retomó la zona, siendo la población civil víctima de ataques sistemáticos tanto de las fuerzas de seguri-dad y sus aliados paramilitares como de la guerrilla.

Para Amnistía Internacional –AI- una de las principales problemáticas del municipio ha sido precisamente la ausencia de un respaldo político y econó-mico, tanto del gobierno nacional colombiano como de la comunidad interna-cional –que tanto interés mostró durante la zona de distensión–. A lo anterior, se suma el estigma que ha sufrido la población civil al ser tachada de “pro gue-rrillera”, debido a que durante los diálogos del Caguán tuvo que actuar como “anfitriona” de las farc; también se la señala de “pro militar”, por la actitud que debe asumir ante las Fuerzas Armadas colombianas.

En la dinámica del espacio político militar de San Vicente del Caguán, los sacerdotes católicos locales y algunas organizaciones humanitarias son quienes tienen el mejor acceso a la realidad municipal, no sólo por el constante diálo-go institución/comunidad, sino también por su capacidad de movilidad por el municipio en las zonas urbanas y rurales, adonde sólo se movilizan las brigadas móviles.

En este contexto, San Vicente del Caguán no sólo ha tenido que enfren-tarse a la violencia histórica heredada desde Marquetalia, sino también de los planes contrainsurgentes del Estado colombiano. En el presente, este problema tiene una particular complejidad por cuanto la población civil, después de la zona de distensión, ha podido de alguna manera hacer introspección sobre la

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importancia de organizarse y proponer alternativas alrededor de temas sensi-bles como la imagen municipal, la defensa de los derechos humanos, el comer-cio, la ganadería, la cultura, entre otros.

Hechos de guerra que confundieron al municipioDe acuerdo con Amnistía Internacional, en 2002, San Vicente del Caguán con-taba con una población urbana de 13.500 habitantes y una población rural de 34.300 habitantes y, por tanto, era el más poblado de los cinco municipios de la zona de distensión. A 2005, las cifras del dane ubicaban la población del mu-nicipio en 56.674 personas, de las cuales 31.011 personas corresponden al área urbana y 25.663 al área rural. Naturalmente, estas cifras muestran un enorme crecimiento de la población urbana, sobre todo entre 2002 y 2005. Para las organizaciones internacionales este crecimiento debe comprenderse teniendo en cuenta la grave problemática de la confrontación militar que ha tenido que vivir el municipio después de la zona de distensión. “Las cifras de la Consul-toría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento –codhes- indican que más de 90.000 personas fueron desplazadas en los tres primeros meses de este año. Según la Defensoría del Pueblo, más de un 5% del número total de des-plazados durante el período de vigencia de la zona de despeje procedían de los departamentos de Caquetá y Meta”, expresa la citada Amnistía Internacional.

No obstante, algunos estudios no ubican a San Vicente del Caguán como uno de los municipios receptores o expulsores de población desplazada, por lo cual la dinámica de las cifras descritas anteriormente generan interrogantes sobre dicho aumento de la población urbana municipal, sus causas y las proce-dencias de los pobladores.

Posterior al despeje, el municipio no sólo tuvo que enfrentar una dura confrontación armada por cuenta de la retoma, sino también por las acciones que las farc realizaron a nivel urbano “con el fin de que la Fuerza Pública se concentre en la vigilancia de la población y disminuya la presión en la zona rural donde ellas tienen presencia”. Aquí cabe recordar algunos de estos hechos que conmocionaron al municipio: la activación de un artefacto explosivo en la estación de Policía en julio de 2003; la explosión en octubre del mismo año de un artefacto explosivo en el barrio Laguito; el atentado contra el “Centro Visual San Vicente del Caguán”, ubicado en pleno centro de la localidad.

Ahora bien, es importante anotar que el 10 junio de 2007 fue cometido un homicidio múltiple de 6 personas, entre ellos el de la docente Marlene Berrío y un menor de edad, en la inspección Balsillas por parte de dos soldados ads-

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critos al Batallón Colombia, que operaban en el Comando Operativo Número 5 de la Brigada 9 del Ejército. Este hecho es considerado por los defensores de derechos humanos municipales como la motivación por la cual es creada la Corporación para la Defensa de los Derechos Humanos, Caguán Vive.

De horizontes y dinámicas actualesSan Vicente del Caguán ha sido un escenario de una larga confrontación ar-mada entre el Estado colombiano y la guerrilla de las farc-ep, en la que su período más álgido ha sido el que se dio después de la clausura de la Zona de Distensión, y en el que se enfrentaron los Planes Patriota y Resistencia, como se mencionó antes.

El fin de los diálogos de paz redefinió la presencia de la guerrilla como uno de los actores armados más influyentes de la vida municipal. Así, su presencia física, injerencia política y forma del control y dominación local y territorial cambiaron radicalmente. Igualmente otros tantos aspectos variaron sustancial-mente: el trabajo de las juntas de acción comunal, el papel de las instituciones estatales presentes en el municipio, el poblamiento urbano, el comercio, las actividades culturales, la administración de la justicia, la educación.

A su vez, la presencia de las Fuerzas Armadas, como ya se expuso, fue fundamentalmente militar –en particular, en cuanto al despliegue táctico y a la movilidad especializada-, en dinámicas que han generado toda una serie de denuncias sobre el actuar de las fuerzas militares con las comunidades rurales y urbanas del municipio.

El espacio político militar municipal, comprendido en el contexto de la presencia histórica de las farc-ep en la zona, ha redefinido sus dinámicas ante una presencia militar cada vez más fuerte del Estado, a quien en lo local le ha interesado el perfil de los discursos históricos y culturales del municipio, en una articulación con iniciativas regionales que buscan tal empresa para todo el Caquetá.

Las organizaciones sociales de base como las juntas de acción comunal y organizaciones sociales, culturales, ambientales y hasta políticas, han tenido que aunar sus esfuerzos para proponer alternativas a la problemática del con-flicto político militar que ha acompañado al municipio casi desde su creación a mediados del siglo xx.

En la actualidad, este tipo apuesta municipal pretende articular los es-fuerzos organizativos de la población rural con la urbana, sin olvidar que se trata de un vasto territorio delimitado en sus horizontes por el río Caguán.

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Para tales efectos, las organizaciones sociales y de base han encontrado apoyo económico para el desarrollo de proyectos y el fortalecimiento de procesos en organizaciones e instituciones nacionales e internacionales como usaid, movi-ce y Ministerio de Cultura, entre otras.

FlorenciaLa pregunta por el lugar que Florencia ocupa en el mundo no deja de sentirse en el ambiente. Se trata de una preocupación que riñe constante y sutilmente con los bombardeos de la globalización. Persiste, entretanto, que Florencia es una ciudad compleja, habitada por los distintos actores de esta convulsa histo-ria, los cuales, además de enfrentarse a los problemas económicos y sociales, tienen que resistir culturalmente, por medio de procesos que han sido poco explorados. Su crecimiento urbano, por ejemplo, se debe a los procesos de des-plazamiento –propiciados además por las guerras que ha atravesado Colombia en el siglo xx– y poblamiento por inmigración–por medio de las políticas de colonización de la selva propuestas por el Estado colombiano–. La adaptación de las gentes llegadas al Departamento ha tenido un ritmo que las institucio-nes políticas no han comprendido o no han querido comprender. Mientras, el proceso diacrónico de conformación del Caquetá continúa con una débil propuesta de Nación, obra del centralismo.

Sur y NorteLa territorialidad sur del Caquetá, se ha configurado a partir de procesos colo-nizadores que tienen una estrecha relación con los procesos de configuración de lo que se ha denominado la Baja Bota Caucana (bbc). Para Ramírez, por ejemplo, tal dinámica de colonización “no está directamente causada por los efectos de la violencia, como sucede en otras regiones del Caquetá, aunque sí se ha enmarcado en su proceso”. Además, se tiene en cuenta dentro de este proceso que la zona ha tenido un aislamiento por diversas razones, entre ellas la que tiene que ver con la poca navegabilidad del Río Caquetá a su salida de la cordillera en Puerto Limón lo que no ha permitido el constante flujo entre este poblado y Belén de los Andaquíes. En esta zona hay una dinámica que muestra particularidades verbigracia en cuanto a los procesos organizativos campesinos e indígenas se refiere. Para trazar nuevos esquemas de interpreta-ción y desarrollar propuestas que orienten a las comunidades por procesos so-ciales que permitan solucionar los conflictos emergidos en esas relaciones que se establecen en un contexto de guerra, particularmente la que en Yurayaco y

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Fragüita se ha venido librando por una de las zonas más ricas y estratégicas del piedemonte amazónico he planteado que tales conflictos están enmarcados, en primer lugar, por aquella reapropiación territorial que se presenta en la zona de estudio y que es inferida en ese relato histórico de una zona que ha estado casi al margen, por distintas razones, de los procesos “más viejos” del Caque-tá. Surge entonces la inquietud por las subjetividades creadas y recreadas por estas comunidades –que en segundo lugar, han tenido una constante relación –quizás mayor– con la Baja Bota Caucana y el Putumayo–, en ese insistente proceso de imposición del conflicto por las distintas razones estructurales a las cuales es necesario seguirles el rastro desde sus distintas expresiones en la comunidad. Se plantea entonces la pertinencia de la siguiente pregunta de investigación: Indagar cuál ha sido la influencia del conflicto político militar sobre las dinámicas sociales, culturales y políticas de la zona y de esta manera trazar nuevos esquemas de interpretación para desarrollar propuestas colecti-vas que permitan solucionar los conflictos emergidos en esas relaciones que se establecen en un contexto de guerra.

En lo que concierne a la particularidad de la historia del conflicto político militar en la llamada región andakí, Balcázar (1995) ha planteado que se puede hablar de presencia guerrillera, sobretodo del m19, en las zonas más recientes en el proceso colonizador, representada en poblados como San José, Yurayaco, Albania, Valparaíso y Belén, lo que puede indicar, de manera general, una de las diferenciaciones con el otro costado de la colonización, en la región de El Caguán, donde ha hecho presencia histórica las farc. El trabajo de Balcázar es revelador en tanto ofrece algunos testimonios que confirman las diferen-cias aquí generalmente esbozadas entre los procesos de las dos territorialidades mencionadas al comienzo del texto.

El camino que conduce a Putumayo, tiene además una estrecha relación con los procesos de configuración de lo que se ha denominado la Baja Bota Caucana (bbc), cuya dinámica colonizadora “no está directamente causada por los efectos de la violencia, como sucede en otras regiones del Caquetá, aunque sí se ha enmarcado en su proceso”.

Aunque, como han coincidido Balcázar y Ramírez, la guerra no fue un motivo de los desplazamientos a la región, para este último, lo que puede lla-marse como un efecto directo de la violencia en el proceso de desplazamiento de no grandes cantidades de colonos, en la bbc se vivió como un constante temor por la aparición de “la chusma” cuya presencia era fuerte en zonas co-rrespondientes al territorio del Caquetá. Teniendo en cuenta el constante flujo

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que desde la zona caqueteña ha habido hacia la baja Bota Caucana, podría decirse que en la región sur aquel proceso de bandolerismo se vivió con mayor intensidad.

Las siguientes ideas se infieren a partir del anterior marco sobre el proceso particular de conformación “del sur” de Caquetá:• En términos generales, la zona sur ha padecido un aislamiento por diversas

razones, entre ellas la que tiene que ver con la poca navegabilidad del Río Caquetá a su salida de la cordillera en Puerto Limón, lo que no ha permiti-do el constante flujo entre este poblado y Belén de los Andaquíes, histórico objetivo de las misiones religiosas. No obstante, con la construcción del puente sobre el río Fragua Grande, en Puerto Bello, y la utilización del ferri en inmediaciones del río Caquetá, en Limón, las comunicaciones se han facilitado mucho más para las distintas actividades de los habitantes de la zona.

• Los procesos sociales y políticos del otro lado de la cordillera sur no fueron tan convulsos como los que determinaron los permanentes flujos coloniza-dores de la frontera norte. Lo anterior se puede justificar en la medida que a pesar de que la complejidad geográfica es mayor del lado norte de la fron-tera colonizadora, el flujo colonizador de esa zona es superior al de la zona sur, cuyas características geográficas serían menos penosas de franquear por los grupos humanos. No de manera fortuita la zona montañosa de San José del Fragua es la mejor conservada del piedemonte cordillerano.

• Además de la frontera con el departamento del Huila, la zona sur tiene lími-tes con los departamentos de Cauca y Putumayo, lo que configura otro tipo de relaciones y de procesos históricos de la zona.

• A pesar de la imprecisión en las temporalidades, el piedemonte, en la fron-tera con los Departamentos de Huila, Cauca y Putumayo, es un territorio por el cual han transitado diversas etnias, entre las que se cuenta a los In-ganos, quienes actualmente hacen presencia en Yurayaco y otras zonas por el mismo camino.

• La colonización y sus conflictos sentaron las bases para el surgimiento de una sociedad regional que comparte entre si un territorio, una historia y una relación particular de transformación campesina del medio amazóni-co. El proceso de Yurayaco y de toda la zona de influencia del movimiento indígena Ingano da cuenta de otras formas de asumir aquella generalizada particularidad territorial, histórica y de relación con el entorno.

• Hablar de los mundos andino y amazónico nos plantea igualmente la nece-

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sidad de identificar las características ecológicas de los territorios. Las dos realidades, además de manifestar particularidades culturales propias, son poseedoras de riquezas ecológicas en estrecha correspondencia –aunque diferenciadas–, lo cual amplía la dimensión de los intercambios que pue-dan llegar a presentarse, en todos los niveles, entre las dos territorialidades. De acuerdo con la Revista The Ecologist, “la dinámica hidroclimática de la cuenca amazónica es fundamental para la estabilidad climática de la región y del planeta. Grandes cantidades de agua son transportadas por los vientos alisios desde el Océano Atlántico tropical hacia la Alta Amazonia, inclu-yendo los Andes, que alimenta los glaciares tropicales, lagos, humedales, punas, páramos y yungas, así como bosques de niebla, de montaña y tropi-cales lluviosos” (Nobre et al., 2004).

• Sin dudas, la afectación que pueda presentarse sobre los ecosistemas que hacen parte de las territorialidades en estudio tendrá una trascendencia so-bre las sociedades que las habitan. Con este marco, aquella noción que se-para la realidad amazónica bajo la iniciativa del pensamiento extractivista y de explotación comercial, deberá ser revisada integralmente y reemplazada por un sistema que propenda por “el entendimiento del sistema integrado Amazonia-Andes, que incluya el funcionamiento de los ecosistemas natu-rales, y su interacción con los sistemas sociales”. La alta Amazonia, enfatiza Bunyard, “es la región mejor preservada de la Amazonia, con las menores tasas de deforestación de toda la cuenca amazónica, la cual mantiene aún un gran depósito de carbono en su biomasa y muchas condiciones de ex-traordinaria biodiversidad” (Bunyard, 2004).

• La historia de la llegada del pensamiento colonizador a los territorios ama-zónicos, tiene igualmente como protagonista, si se quiere, pasivo, al terri-torio piedemontuno, el cual habrá de determinar y perfilar, por sus carac-terísticas y riqueza universal, el futuro de las comunidades que sobre él se han asentado.

• Los cambios ecológicos y la violencia que ha padecido la zona, todo lo ante-rior reproducido en el contexto de una territorialidad colonizada, con este marco, sin dudas, se constituyen como “los hechos históricos más sobresa-lientes de la región”.Con estos estudios, incluyendo, por supuesto los realizados por Jaime

Eduardo Jaramillo y otros y María Clemencia Ramírez (Jaramillo y otros, 1986; Ramírez, 1994), se ha comenzado a responder la pregunta sobre la re-producción y llegada de los fenómenos de la violencia a la Amazonia, en una

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búsqueda que articula las diferentes áreas de las ciencias sociales y con ello, surgen además las inquietudes por los tres grandes problemas a ser resueltos en interlocución con la Amazonia, según Darío Fajardo: “La incorporación de la región al territorio nacional y el traslado hacia ella de los problemas derivados del reparto agrario; la participación de la región en las tareas frente a la crisis ambiental y, por último, la región en la búsqueda de alternativas energéticas” (Fajardo, 2007).

Se desagrega de lo anterior la necesidad de recordar la historia de la men-cionada incorporación, cómo ha sido este proceso y hacia qué horizontes ha llevado a la región, además de indagar sobre los alcances y, por qué no, sobre la naturaleza del conflicto, el cual es de extrema afectación hacia los incipientes procesos sociales, organizativos y comunitarios de unos pobladores además asentados sobre territorios ambientalmente frágiles.

Conclusiones: Más preguntas que respuestasEl proceso colonizador del Departamento tuvo una etapa de desestabilización entre 1980 y 1997. En dicho período se inicia la “guerra del Caquetá”, caracte-rizada por conflictos militares entre el ejército y la guerrilla y por la llegada y consolidación del mercado de la coca. En este período se aceleran las migra-ciones hacia dentro y fuera del Departamento. Las primeras, motivadas por la violencia político militar a raíz de los conflictos entre el ejército y el M19. Con este contexto, la inestabilidad y la desconfianza constituyen el equipaje del nue-vo colono, que termina siendo víctima de la represión militar, de las diferencias ideológicas y de los abusos de los grupos armados. Las segundas migraciones se dan por la llegada masiva de nuevos aventureros de diferentes regiones del país que migran esta vez, atraídos por el negocio de la coca. Unos, con el interés de invertir en la siembra, procesamiento y comercio en pequeña y grande es-cala, otros, en busca de trabajo como raspadores, cocineras, etc. Alrededor de la comercialización de la coca se configura el ser del nuevo habitante de estos territorios.

Podría decirse que difícilmente se puede dar en estas condiciones un de-sarrollo integral en términos de organización y participación. La afluencia de personas de distintas regiones del país, impulsadas únicamente por las moti-vaciones del mercado de la coca, hace que regiones como el Caquetá pierdan la poca identidad que habían logrado alcanzar con la consolidación de la co-lonización.

Una enumeración, muy general, de los problemas relevantes, nos ayudará

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a comprender sobre qué aspectos de la ciudad se debería trabajar en futuras investigaciones interdisciplinarias:• La informalidad que caracteriza el desarrollo urbano de Florencia, ha ge-

nerado un modelo urbanístico con grandes conflictos sobre la estructura ambiental y sobre la calidad de vida de las personas.

• Las características de tenencia de la tierra, ocasionada por los fenómenos del narcotráfico y manifestadas en grandes extensiones de tierra para el ga-nado, explican el éxodo de muchos indígenas y campesinos hacia la ciudad. Las actividades comerciales desarrolladas por ellos llegan a tener éxito, a pesar de la falta de planeación económica. El problema consiste en que se crea un aparato comercial incipiente sin las condiciones de un trabajo dig-no para quienes se integran en el nuevo proceso económico. En el caso de los indígenas, por tener una visión radicalmente opuesta al capitalismo, su inserción en el aparato económico obedece a otras negociaciones, más complejas, con relación al colono blanco. En la mayoría de los casos el des-plazado entra a la informalidad o a la indigencia.

• Las instituciones del Estado no han tenido un desarrollo estructural y de intervención que interprete las demandas de la ciudad. Su presencia ofrece los servicios básicos, algunos subsidios y el cobro de los impuestos.

• El elevado individualismo que se genera en el contexto del narcotráfico, no propicia la organización social y comunitaria. Para los colonos, la organiza-ción social constituyó la única posibilidad de poblar una región “inhóspita y deshabitada”. La bonanza de la coca debilitó las organizaciones sociales existentes, de mujeres, de jóvenes, entre otras. El objetivo de resolver co-lectivamente los problemas, se obstaculiza por la falta de recursos econó-micos, la resistencia al trabajo comunitario, por la ausencia de un proyecto regional y por la falta de articulación entre las instituciones del Estado y de la sociedad.

• La colonización, con todo lo demás, aumentó la progresiva deforestación de la selva, por medio de la potrerización y el cultivo de la coca. Como con-secuencia, los recursos hídricos y naturales de la ciudad están en peligro.

• Los medios de comunicación pertenecen a instituciones privadas o grupos políticos. Los que pertenecen a las instituciones públicas son del ejército, de la policía y de la alcaldía municipal. Este escenario le ofrece a la ciudad una visión muy alejada de la situación social y económica de la ciudad. ¿Cómo dinamizar los medios alternativos de comunicación?

• El esquema de las relaciones en el interior de la familia ha variado radical-

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mente con el influjo del narcotráfico y la globalización. Unos cambios muy favorables, otros generadores de conflictos, por el cambio de los valores, entre hombre mujer, padres e hijos. Al respecto, Adela Santofimio, Ángela González y Martha Cataño, describen cómo la mujer de la clase media flo-renciana ha asumido un nuevo papel de ser mujer: ya no mujer sólo como madre, esposa o hija abnegada, sacrificada, trabajadora, cuya actividad se reducía al espacio de la casa y su desarrollo al ámbito doméstico. Demues-tran cómo la mujer de los sectores populares y medios de la ciudad, han descubierto nuevos espacios comunicativos.

• Los pensum educativos no responden a las necesidades de la región. Aun-que los niños y niñas mantienen un conocimiento elemental del valor, en sus instituciones educativas desconocen sus universos culturales y no se unifican los criterios para la educación.

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6. Resonancias de la guerra

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Conflicto político militar, memorias y tejidos comunicativos en Neiva entre 1980 - 2010

William Fernando Torres, Universidad Surcolombiana, y Pau Torres, Universidad Nacional

Neiva ha vivido un acelerado proceso de ampliación de su capacidad productiva, tecnológica y de consumo, durante los últimos cuarenta años. En los setentas aumentó la extracción petrolera; en los ochentas, la hidroeléctrica de Betania ocupó tierras cercanas dedicadas hasta entonces a la ganadería y el cultivo de arroz a gran escala; en los 90, llegaron las nuevas tecnologías de la comunicación y, además, se instalaron en ella los grandes almacenes de cadena con el fin de aprovechar los alivios tributarios que ofreció la ley para mitigar los efectos de la avalancha del río Páez en 1994. Estas oleadas continúan hasta la fecha.

Ellas transformaron su rostro parroquial de un momento para otro. Y lo hicieron de tal manera que a los muchachos que vienen a las fiestas de San Pedro, por primera vez, la ciudad se les parece a Las Vegas. Lo afirman por su proximidad al desierto de la Tatacoa, por los infatigables letreros luminosos de los casinos, los bares al aire libre, las numerosas piscinas, el aire acondicionado y las radiantes muchachas que encuentran a su paso. Al menos esto es lo que cuentan en internet. También lo hacen los jóvenes neivanos que estudian en otras capitales del país y el extranjero cuando matan su nostalgia haciendo listados sobre las bondades de su urbe. Pero estas son apenas efímeras postales.

Pues tal escenografía no es otra cosa que un producto de la concepción urbana propuesta por el modelo neoliberal y auspiciada por la apertura econó-mica del gobierno de César Gaviria, a comienzos de los noventas. Como para

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ella, lo antiguo –que confunde con lo caduco- sólo vale en la medida en que produzca ganancias económicas, arrasó casonas con sus patios de mangos y mamoncillos, con la segura intención de volverlas improvisados parqueaderos o edificios sin identidad alguna.

Parte de esta historia la narra Jaime Ruiz en su tesis sobre las casas republi-canas. Otro fragmento lo cuentan los antiguos dueños de las casonas porque no pueden cumplir con el sagrado ritual de sacar sillas a los antejardines al atardecer para tomar la brisa y dedicarse, entre gracejos e ironías, a recordar al prójimo. Por su parte, otros veteranos añoran la Neiva que construyeron exiliados de la Segunda Guerra Mundial –como don Vladas Vasiliauskas-, y arquitectos que sabían del flujo de los vientos y hacían casas frescas, austeras, espaciosas, como algunas de El Altico o Quirinal, sin despilfarrar los dineros públicos.

Pocos recuerdan a los periodistas del Diario del Huila que, a finales de los setentas, iban a desayunar a media mañana en la cafetería Zuldama, discutían sobre literatura con alguna solemnidad en la vecina Librería Roma, y se empe-ñaban en conseguir una prosa fluida y precisa. Solo unos cuantos mencionan la opinión que elaboraban los contertulios del café Taurino, y con la que con-formaron un histriónico movimiento independiente para hacerse a una plaza en el Concejo, en los ochentas. Y ahora no se puede traer a la memoria a estos personajes porque ya desaparecieron los lugares con los que se los asociaba: a la Zuldama, la reemplazó un banco; a la Librería Roma, un casino; y al café Taurino, una panadería de cadena.

Sin embargo, la nueva concepción de ciudad no sólo cerró los espacios para conversar; se dedicó a propósitos rentables en efectivo. Entre ellos, el de apiñar a quienes necesitaban techo en “soluciones de vivienda” o en condo-minios sofocantes, a menudo con piscina pero, por paradoja, urgidos de ai-res acondicionados contaminadores. Tras estas operaciones estaban políticos, contratistas, constructores y los numerosos bancos que, durante esa década perdida, fueron inaugurando sucursales, disponiendo cajeros automáticos y graduando de supuestos cosmopolitas a los nuevos portadores de tarjetas. Estos modernizaciones convirtieron al pueblo grande de los sesentas en una fulgurante ciudad vertical pero, eso sí, con menos sombra.

Los ambientalistas radicales denuncian que estos supuestos desarrollos pueden generar más desertización. Según la tesis de Diego Polo sobre el mane-jo del agua en Neiva, no parecen tan descaminados. Pero esto lo desconocen muchos de sus habitantes, pues ahora solo tienen tiempo para correr detrás del dinero con que pagar los nuevos servicios y consumos. Con frecuencia, apenas

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pueden cruzar rápidas palabras en ascensores y parqueaderos; tampoco saben el nombre de quienes conviven en los apartamentos vecinos, aunque compar-tan impudorosos ruidos cotidianos. Menos recuerdan qué pasó en Neiva tres décadas atrás. Tal vez ni les importe, alegaban en la desaparecida Papelería Roma neivanos asumidos, como don Luis Leyton.

Quizás estas transformaciones en los estilos de vida, la pérdida de la co-municación entre vecinos, el refugio en la nostalgia, las denuncias que nadie escucha y las lagunas en la memoria urbana, puedan haber entreabierto la puerta a la larga serie de atentados extorsivos ocurridos durante el siglo xxi. Y, en particular, al del 14 de febrero de 2003, con el que las farc quiso atacar el avión en que iba a llegar el presidente Uribe Vélez. La ensordecedora explosión de la casa bomba dispuesta se escuchó en toda la ciudad al principio del ama-necer, cuando los habitantes apenas se levantaban para ir a sus trabajos, y dejó una veintena de muertos y numerosos heridos. Niñas y niños de toda la ciudad quedaron agobiados por el temor de que sus adultos salieran a la calle y jamás regresaran a sus casas.

Hoy muchos adultos viven en constante zozobra: de esto dan cuenta las ansiosas llamadas a hijos o parejas cuando tardan en volver. Pero lo que ha crecido entre los neivanos –según afirman habitantes del barrio Villa Magda-lena donde el atentado depositó toda su carga de horror-, es la indiferencia. Sin embargo, más que indiferencia, lo que parece haber es un miedo petrifica-do que ha devenido en cinismo, en sálvese quien pueda. La ciudad “soleada y hospitalaria” de los cincuentas, que describió el premiado dramaturgo Gustavo Andrade Rivera, ha desaparecido.

Por tanto, esta indiferencia y miedo petrificado obligan preguntarse por los impactos del conflicto político militar colombiano en la comunicación de neivanas y neivanos. Pero, sobre todo, exige examinar las respuestas que ellxs han dado a estas violencias.

Para enfrentar estos retos, primero nos acercaremos a la ciudad producida por la guerra desde los cuarentas. Luego, reseñaremos los hitos del conflicto en Neiva entre 1980 y 2010. En tercer término, exploraremos los recuerdos compartidos sobre los procesos urbanos y las políticas de la memoria que pro-ponen. En cuarto, las indagaremos las memorias construidas sobre el conflicto. Y en quinto lugar, inferiremos los tejidos comunicativos que esbozan las me-morias anteriores. Con base en estas exploraciones, podremos aproximarnos a los posibles impactos del conflicto sobre los tejidos comunicativos cotidianos y a las respuestas de los habitantes a los mismos. Empecemos.

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La ciudad producida por la guerraLas confrontaciones de los partidos hegemónicos tradicionales –entre los cua-renta y sesenta-, y la posterior alianza de esos partidos contra el comunismo –desde principios de los sesentas-, y contra el narcotráfico –desde principios de los ochentas-, convirtieron a Neiva en permanente receptora de víctimas de la guerra y de catástrofes naturales. A ella llegaron –según los denominó cada gobierno- amnistiados, reinsertados, damnificados, desplazados, reintegrados. A la par, hubo viudas, huérfanos, deudos, enfermos, mútilos, casi apenas con lo puesto. Desde entonces Neiva fue campamento, hospital y lugar de “rebusque”.

Entre los que llegaron, en los cincuentas y primeros sesentas, hubo quie-nes no tuvieron más camino que invadir la orilla sur del río del Oro y las faldas de las colinas centroccidentales. En los primeros días, a uno de esos asenta-mientos lo llamaron Marquetalia, como para dar miedo o revelar la proceden-cia de sus fundadores. Sea como fuere, los habitantes ya establecidos reaccio-naron estigmatizando las invasiones al acusarlas de nido de delincuentes. Con todo, como no pudieron desconocer la capacidad de iniciativa de los labriegos recién llegados, los alcaldes tuvieron que adquirir los terrenos invadidos –re-cibiéndolos en trueque a terratenientes atrasados en impuestos-, y legalizarlos como barrios, pero cambiándoles el nombre por uno menos sospechoso.

A su vez, organismos estatales impulsaron la creación de urbanizaciones en el norte y centroccidente –Cándido, Las Granjas, Calixto- con los propósi-tos de acoger a campesinos a quienes les raparon tierras, o para auxiliar a los afectados por el terremoto de 1967. Pero, además, para promover el surgimien-to de una nueva clase media mediante el facilitarle adquirir vivienda al crecien-te funcionariado público. Con estas acciones consolidaron la ampliación del perímetro urbano y, de paso, valorizaron los terrenos aledaños de las familias que olvidaban contribuir con los impuestos.

Después, a comienzos de los ochentas y en el curso de los noventas, los desterrados por la guerra del Caquetá, entre 1978 y 1982, se fueron asentando en las colinas surorientales en lugares que nombraron, no sin sarcasmo, Filo-dehambre o Panorama. O, para su azar, en la explanada noroccidental junto a la orilla sur del río Magdalena, donde bautizaron a las invasiones con nombres de políticos liberales o conservadores –como Alberto Galindo o Luis Ignacio Andrade- porque fueron apoyados por políticos de esos partidos o porque querían solicitar su protección.

Más tarde, desde mediados de los noventa y bajo el puente de la quebrada Arenoso en la carretera al sur, se acomodaron grupos de campesinos a los que la

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escalada militar de las farc y paramilitar -entre 1994 y 1998- sacó del Caquetá y el Meta -así lo contaron Milena Trujillo y sus compañeras en una monografía para la Especialización en Creatividad para la Docencia. Al lado de estos caque-teños y llaneros, se instalaron los perseguidos por la expansión de las Autodefen-sas Campesinas de Córdoba y Urabá –accu- en el Meta, el sur del Caquetá y el Putumayo, desde 1997. Así lo cuentan los sumarios de Justicia y Paz.

Por último, la apertura de las vías Pitalito-Mocoa y Suaza-Florencia en el primer lustro del siglo xxi, trajo un nuevo aluvión de personas que huían de las masacres del Bloque Central Bolívar –de las auc- en El Tigre, Eldorado, las Piñunas y Orito en el Putumayo, y de los enfrentamientos entre paramilitares y FARC por territorio en el sur del Caquetá y el Putumayo.

No obstante, nunca paró la práctica de estigmatizar a los recién llegados. A cada oleada que aparecía se la acusaba de cuanto delito ocurriera en la ciudad. Sin embargo, estas apresuradas generalizaciones -que las convertía en chivos expiatorios-, sólo sirvieron para encubrir la lentitud de los organismos oficiales y justificarles el disponer cordones de seguridad alrededor de los asentamien-tos. De esta manera, los marcaron como territorios peligrosos, pero en el fondo los volvieron verdaderos campos de concentración: pues eran muy pocos los pobladores que tenían dinero para ir al centro de Neiva y arrestos para cami-narlo corriendo el riesgo de que, de pronto, los consideraran apestados. Así lo susurran los relatos que jóvenes madres cabeza de hogar y empeñadas en gra-duarse de bachilleres, le contaron en 2011, a la profesora Adela Cuenca, sobre la vida en la comuna 8.

Y aunque nadie niega que hubo un niño sicario, y que jóvenes suyos con-forman pandillas –como las que hubo o hay en otras comunas, según lo eviden-ciaban las pintas que marcaban territorios en los noventas-, pocos se pregun-tan si ellas no reproducen las mismas estructuras, jerarquías y mentalidades de la guerra en la que nacieron y crecieron. Tampoco muchos se interrogan si esta confrontación no sólo se instaló en Neiva con volantes intimidatorios, extorsiones, tomas de edificios, secuestros masivos, asesinatos y series de aten-tados, sino que también trasladó a la ciudad prácticas cotidianas suyas como las batallas por el control del espacio, o la depreciación del respeto a la vida.

Por su lado, algunos indiferentes miembros de la clase media cinéfila aña-den que los constantes sobrevuelos de aviones militares y los grupos de heli-cópteros que despegan al atardecer en formación triangular hacia la cordillera Oriental y la selva amazónica, los hacen revivir esas películas norteamerica-nas donde artillados bombardean vietnamitas, mientras en la banda sonora

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resuena el estruendo de “Las valquirias” de Wagner. A otros habitantes, estas operaciones los llevan a consultar noticias en internet de manera compulsi-va para saber qué está pasando. A personas mayores estos ruidos les generan pesadillas: los devuelven a la Violencia de los cincuentas, les recuerdan sus muertos, los sumen en un constante temor ante la posibilidad de que ocurra una tragedia. Su sobresaltos les hacen preguntarse si será verdad que la guerra sólo sucede en las afueras.

A pesar de tantas angustias, las oleadas modernizadora y de nuevos ha-bitantes no sólo transformaron la estructura de la urbe sino su vida cotidiana. El sector salud se apropió de prestigiosos barrios residenciales; la llegada de los grandes almacenes empujó a las afueras a las antiguas galerías y mercados campesinos, con el fin de convertirse ellos y su área de influencia en el nuevo centro de la ciudad. A su alrededor, emergieron nuevos barrios y asentamien-tos en todas las comunas, y fueron apareciendo iglesias de diferentes cultos, empresas de seguridad, casinos, gimnasios, centros de estética y zonas rosas pasadas de decibeles.

Los cultos religiosos y los guardias privados tal vez ayudan a paliar la zozobra cotidiana producida por las múltiples violencias. Los casinos quizás aportan dinero para salir de deudas o acceder a consumos aprestigiadores. Quizás, gimnasios, spas, diseños de sonrisas y escultura corporal ofertan las simetrías requeridas para fortalecer la autoestima y ganar la capacidad de com-petencia que exigen estos tiempos. A la par, las zonas rosas siguen prometiendo espacios de diversión para tejer nuevas relaciones o escapar al agobio laboral. Falta añadir que, desde 1994 hasta los primeros años del siglo xxi, hubo un alarmante aumento de suicidios juveniles en el Huila y en su capital. Todo esto sugiere que Neiva vive ahora entre la velocidad y la desesperación.

Los hitos de la guerra entre 1980 y 2010Precisar si la guerra se volvió urbana –o si ha afectado la salud mental de sus habitantes-, exige listar, en principio y en una inestable línea de tiempo, los hitos del conflicto que alcanzaron resonancia nacional y aún son recordados en conversaciones cotidianas, en algunos escritos, o son referidos en monu-mentos, condecoraciones y actos públicos. Pero, además, exige encuadrarlos en las etapas de la guerra que vivió el país entre 1980 y 2000, para establecer sus conexiones con hechos regionales o nacionales.

En trazos de brocha muy gorda, esas etapas se superpusieron a veces, se entrecruzaron en ocasiones, e incluso se confundieron. Ellas fueron cinco. La

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primera se dio durante el gobierno de Turbay Ayala, entre 1978 y 1982, y fue generada por la implementación del Estatuto de Seguridad. Como la opinión nacional e internacional influyente rechazó este instrumento porque traslada-ba a Colombia la Doctrina de Seguridad Nacional norteamericana -que im-pulsó dictaduras en el sur del continente entre 1971 y 1985-, narcotraficantes, paramilitares y miembros de las Fuerzas Armadas se integraron en una Triple Alianza para aplicar el Estatuto mediante el poner en marcha una guerra su-cia contra miembros de la Unión Patriótica –el partido que había surgido del acuerdo de paz entre el gobierno y las farc en 1985-, entre este año y mediados de los noventa. Con todo, en Neiva comenzó en 1983.

La tercera es la del escalamiento de la guerra. En él se empeñaron las farc, entre 1994 y 1998, para responder al ataque a su Secretariado en diciembre de 1990 y con el que se disolvieron las conversaciones que adelantaban con una comisión gubernamental para tener representación en la Constituyente. A su vez, esta etapa se superpone con las movilizaciones de campesinos cafeteros, entre 1992 y 1995, y se confunde con las marchas de campesinos cultivadores y recolectores de coca, entre 1994 y 1996.

La cuarta es la de expansión que realizaron los paramilitares en diversas partes del país desde 1997 para enfrentar la escalada de las FARC pero, a la vez, con el interés de mantener abiertos sus corredores para traficar cocaína. La última etapa es la que va de las conversaciones del Caguán, desde 1999, a la confrontación abierta entre el gobierno –fortalecido por los Planes Colombia y Patriota- y las farc, entre los últimos días de febrero de 2002 –cuando Andrés Pastrana rompió los diálogos- y el fin del mandato de Uribe Vélez en 2010.

La guerra en NeivaAquí resulta necesario volver a Neiva. En la primera de estas etapas -la del Estatuto de Seguridad-, se vivieron dos hechos centrales. Por un lado, 1.640 campesinos de El Pato marcharon hacia ella para exigir la desmilitarización de su zona y el cese a los bombardeos -entre el 27 de agosto y el 9 de septiembre de 1980-, y mantuvieron su protesta en la ciudad hasta el 22 de noviembre de ese año. Justo en momentos en que el gobierno Turbay impulsaba la Guerra del Caquetá contra el m19 y las farc, y pese a los oficiales del Ejército que asegu-raron la presión de las farc sobre la marcha.

Por otro lado, hubo el acoso contra quienes cuestionaban el Estatuto de Seguridad y el Estado de Sitio, y que –según la denuncia de sindicatos de maes-tros- se evidenció en la desaparición y asesinato del profesor César Charry

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Rivas, en noviembre de 1981. Al mismo tiempo, los hostigamientos de miem-bros de la Policía Nacional contra quienes protestaron por el crimen -como el profesor Luis Ernesto Lasso-, que debió salir del país en diciembre de 1981. Meses después, en 1982, se manifestó en la captura de 14 dirigentes gremiales y políticos reunidos en una sede sindical.

En el periodo de la Triple Alianza hubo cuatro tipos de hechos. En primer lugar, la constante desaparición o asesinato de dirigentes campesinos, popula-res, indígenas y estudiantiles, entre 1983 y 1990. Entre ellos, está la desapari-ción del líder de los campesinos de El Pato, Humberto Moncada, en 1983; y los asesinatos de los dirigentes del sur de Neiva, Stella Vargas y Nevardo Fernán-dez, y los líderes indígenas Carlos Páez y Salvador Ninco, en 1987; de los es-tudiantes de la Universidad Surcolombiana, Tarsicio Medina, en 1988, Liliana Camacho y Reinaldo Cuenca, en 1989, y del egresado de la misma institución José Alberto Peñuela en 1990.

En segundo término, en este periodo, está el comienzo de la guerra que desató el cartel de Medellín contra el Estado al asesinar al ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, en Bogotá el 30 de abril de 1984. A la vez, la respuesta del presidente Belisario Betancur al anunciar, en el entierro del ministro en Neiva, su decisión de extraditar a Estados Unidos los narcotraficantes que fueran pe-didos por la Justicia de ese país.

Por otra parte, hay que tener en cuenta las negociaciones entre el gobierno con el m19 y las farc. En ellas, militantes de la primera guerrilla mencionada, presos en el Panóptico de Neiva, se acogieron -entre enero y marzo de 1983- a la amnistía ofrecida por el presidente Betancur. Al mismo tiempo, el 24 de agosto de 1984, los combatientes del m19 que habían participado en la Guerra del Caquetá llegaron a El Hobo, a una hora al sur de Neiva, para cumplir con la tregua pactada. No hay que olvidar que el 28 de mayo de 1985, las FARC firma-ron un acuerdo de paz con el gobierno en la Uribe, Meta. Y, por último, se debe insistir en que luego de pactar la entrega de las armas con el gobierno Barco, el m19 abrió una Casa de la Paz en la ciudad, en octubre de 1989.

El cuarto hecho es la continuidad de la movilización campesina en el Hui-la. Los labriegos que conformaban la Asociación Nacional de Usuarios Campe-sinos –anuc-hicieron 112 tomas de tierras en el departamento, en la década de los setentas, y sólo fueron superados en el país por los de Sucre que invadieron 199 predios en ese mismo periodo, como lo sostiene León Zamosc en su libro de 1987, La cuestión agraria y el movimiento campesino en Colombia. Y pese a que su sindicato anuc había entrado en crisis, los campesinos huilenses man-

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tuvieron sus exigencias de Reforma Agraria, con movilizaciones como la que se tomó el Parque Santander en la primera semana de junio de 1987.

Pero no ellos pararon allí. En medio del escalamiento de la confrontación militar iniciado por las farc, los trabajadores rurales de Neiva, de diversos municipios del Huila y de El Pato, bloquearon más de tres mil vehículos que iban hacia el Caquetá, Putumayo y Cauca, entre el 4 y 9 de agosto de 1995. Esta protesta tuvo los objetivos de presionar a la Caja Agraria para que pagara los dineros prometidos a quienes sustituyeron cultivos de coca y amapola, cuestio-nar las limitaciones estatales al transporte público, y exigir la condonación de sus deudas debidas a la crisis del café, como en parte lo habían conseguido los campesinos cafeteros del Tolima poco antes. En estas acciones no solo fueron apoyados por campesinos del Tolima y el Putumayo y por transportadores, sino que pervivieron en la marcha a Bogotá para reclamarle al ministro de Agricultura soluciones a la crisis generada por la plaga de broca en el café des-de 1991. De nuevo, oficiales del Ejército aseguraron que estas protestas habían sido presionadas por las farc.

Entre tanto, hubo dos hechos que indicaron la presencia de los paramili-tares. El primero fue la amenaza de las Águilas Negras a un grupo de líderes estudiantiles de la Universidad Surcolombiana, en medio de un confuso pro-ceso para elegir rector, en diciembre de 1999; luego del estudio sobre el nivel de riesgo que corrían, estxs universitarios fueron acogidos como exiliadxs por el gobierno del Canadá. El segundo fueron los letreros que aparecieron sobre vallas publicitarias y señales de tránsito en la carretera de Espinal a Neiva con los que paramilitares anunciaban su llegada a la zona, en agosto de 2003.

En la etapa de las conversaciones del Caguán a la confrontación abierta (1999-2010), hubo tres tipos de hechos en Neiva. Los primeros fueron las cons-tantes acciones de las farc que iban desde tomas de edificios y secuestros de habitantes suyos –en 2001 y 2004-, pasando por el secuestro del senador Gé-chem en febrero de 2002, a la larga serie de atentados –iniciados con el de la casa bomba de Villa Magdalena, en 2003-, los dirigidos contra el Concejo Municipal –entre 2004 y 2009-, contra la alcaldesa Cielo González Villa –entre 2004 y 2007-, contra ferreterías, hoteles, oficinas públicas, almacenes, hiper-mercados y viviendas, entre 2008 y 2010. Todos ellos llevaron al presidente Uribe a ordenar la militarización de Neiva en marzo de 2009. A los anteriores se añade el asesinato del exgobernador Jaime Losada Perdomo, cuando regre-saba a la ciudad, el 3 de diciembre de 2005.

Los segundos, fueron el caso del falso positivo denunciado por el Obser-

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vatorio Surcolombiano de Derechos Humanos –obsurdh- en 2007, y amena-zas contra microtraficantes y drogadictos que circularon, en marzo de 2009, y se cumplieron en la comuna 8 y la 10. Los terceros, las protestas indígenas y campesinas: la de los primeros fue la marcha hacia Neiva, en octubre de 2008, para integrarse a la movilización nacional por sus derechos al territorio y la vida; la de los segundos, fue la marcha de labriegos del Huila y Caquetá, en las dos últimas semanas de julio de 2010, para celebrar el bicentenario de la Independencia, plantear exigencias al gobierno, y participar en la movilización nacional que se dirigiría a Bogotá. Según diversas fuentes ella tuvo entre dos mil y diez mil manifestantes.

Pese a las limitaciones ya referidas de nuestro recuento, al precisar los hechos ocurridos -amenazas, desapariciones, secuestros, asesinatos, atentados, tomas de edificios y, a la vez, de marchas, amnistías, treguas y reinserciones-, el relato sugiere las dinámicas entre los momentos de escalamiento de la con-frontación y los instantes de diálogos. Asimismo, permite advertir que: 1) Los hechos del conflicto se fueron haciendo cada vez más frecuentes y urbanos, durante la primera década del siglo xxi, 2) En este decenio, un buen número de las acciones de las farc se ha dirigido contra parlamentarios, alcaldes, con-cejales, y 3) Campesinos e indígenas han mantenido la continuidad de su pro-testa pese a estar, como lo señaló María Clemencia Ramírez en su libro sobre el Putumayo de 2001, “entre el Estado y la guerrilla”, y –es pertinente añadir- las acciones de los paramilitares en el Caquetá y el sur del Huila.

Memorias sobre la ciudad entre 1970 y 2010En la matriz anexa sobre este tema, exploramos los recuerdos compartidos, las prácticas mnemónicas y las políticas de la memoria que se han ido elaborando en la ciudad durante las últimas cuatro décadas desde lo oficial, lo público (en ocasiones apoyado por lo oficial), y lo social.

Ella permite inferir tres cuestiones básicas. En primer lugar, que los tes-timonios orales recogidos no evocan más allá de seis décadas atrás; en conse-cuencia, deja entrever que la ciudad es una de migrantes por cuanto no existe una memoria elaborada por tres generaciones, como lo han advertido historia-dores orales –entre ellos Alessandro Portelli-, para que los habitantes tengan la posibilidad de contar con una experiencia acumulada y comunicada que les permita asumir una identidad común y, en resumen, garantizar el respeto a las diferencias y la discusión racional sobre las mismas.

En segundo término, plantea que las anteriores circunstancias limitan a

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los pobladores a pensar sólo las urgencias del presente en términos personales o de grupo y, por consiguiente, a perder vista que la construcción de la ciudad exige asumirla en su conjunto. De esto da cuenta, en cierta medida, los lemas que utilizan un buen número de candidatos al concejo en sus campañas –desde 2004-, y en los que a menudo prometen asumir la defensa de sectores e intere-ses particulares, o resaltan sus logros personales.

En tercera instancia, evidencia que en la ciudad circulan diferentes tipos de memorias que batallan entre sí. Entre ellas están las oficiales que proponen una versión celebratoria de la ciudad que tiende a eludir el conflicto, aunque no puede evitarlo; allí está por ejemplo el contraste entre la resistencia a la conquista que plantea el monumento a la Gaitana y la cierta sumisión que deja ver la estatua sobre el mestizaje. Con todo, valga decir que, desde la elección popular de alcaldes, ha habido el interés de las administraciones municipales por conmemorar los oficios populares tal como se presenta en las esculturas dedicada a la Lavandera y al Comunero, y –por un guiño- tiene lejanos antece-dentes en las esculturas de Jaime López sobre mujeres.

Al lado de las memorias oficiales, están las partidistas, las nostálgicas, las crí-ticas y las traumadas. En ocasiones, las tres primeras se contradicen, se superpo-nen o convergen. Pero las traumadas plantean interrogantes sobre cómo se van a superar. Para hacerlo, ellas retan a elaborar duelos, a desenterrar los muertos para volver a enterrarlos con dignidad. Tamaño desafío nos lleva al siguiente punto.

¿Cuáles las memorias del conflicto?Sobre los hechos de la guerra ha habido producciones que han alcanzado altas resonancias. Por ejemplo, sobre el inventarse una nueva vida en la ciudad, lue-go de la Violencia de los cincuentas, está la premiada biografía que el profesor Ananías Osorio publicó sobre el dirigente del barrio Las Granjas, Ricardo Can-tor, y quien –al lado de otros entusiastas líderes, como Jaime Borrero- despertó tal integración en esa comunidad, que no solo llegaron a tener turnos de vigi-lancia comunal, mercado propio, biblioteca, grupos de danzas y teatro –como el Katakandru-, sino que ganaron en repetidas y consiguientes ocasiones el premio nacional al mejor barrio del país.

Sobre la marcha de los campesinos de El Pato, circula el libro Los bom-bardeos de El Pato, de Alfredo Molano, que tuvo circulación masiva en los primeros años de los ochentas, y reedición en los noventas, y también, en la primera década del siglo xxi. A su vez, se difundió el texto Historia de El Pato de Gustavo Bríñez, y su artículo “Desaparecido” dedicado al caso del dirigente

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rural Humberto Moncada, en 2008. Sobre los dirigentes populares del sur de la ciudad y de los indígenas en 1987, se imprimió el libro Los mártires del Huila, en 1988, con breves biografías sobre ella y ellos, testimonios de sus amigos, y sus diarios y creaciones musicales. Tampoco, se puede olvidar que se los re-cordó en el libro de asfaddes de 2003, Veinte años de historia y lucha, donde además alertaron que -entre 1984 y 1988- hubo en Neiva el más alto número de desaparecidos de su historia, desde que se llevan estadísticas sobre el asunto.

Sobre el asesinato del ministro Rodrigo Lara Bonilla, no sólo se creó un retrato para recordarlo, sino que desde entonces se viene entregando una con-decoración que lo conmemora, y el novelista Nahum Montt publicó una novela sobre sus últimos meses, en 2008. En cuanto a la toma del edificio Miraflores, el exgobernador Jaime Losada Perdomo escribió una memoria; después de su muerte, sus seguidores levantaron un busto en las proximidades del estadio de fútbol para recordar su trayectoria como político y, también, como gerente del Atlético Huila.

Al lado de estas memorias escritas, visuales y rituales, se encuentran las que exponen -en actos públicos- los amigos de Liliana Camacho, Reinaldo Cuenca y José Alberto Peñuela sobre las dolorosas circunstancias de sus muertes. A la vez, en uno de los capítulos del último libro de Alfredo Molano, Del otro lado, publicado en 2011, se encuentra párrafo sobre el seguimiento de los aparatos de seguridad del Estado a los opositores del gobierno en Neiva, en los ochentas. Con todo, estas memorias son pocas para comprender lo ocurrido y elaborar los duelos. Tal vez esto se deba a las rupturas de los tejidos comunicativos.

Impactos del conflicto sobre los tejidos comunicativos Los relatos de los habitantes sobre la Neiva de los sesentas y setentas permiten inferir que los tejidos comunicativos entre vecinos de los barrios tradicionales del centro se fortalecieron con las solidaridades que hizo renacer el terremoto de 1967. Mientras tanto, en los sectores que surgieron de procesos de autocons-trucción o de proyectos del Instituto de Crédito Territorial –como Cándido y Las Granjas-, lxs pobladorxs mayores y adultxs conservan cercanías y solidari-dades pero –afirman- la brecha generacional se ha ido ampliando por la dedi-cación de los jóvenes a las nuevas tecnologías. Igual ocurre en las invasiones de los sesentas que se consolidaron como barrios.

A su vez, las fiestas populares de junio se convirtieron en oficiales en 1959. Y aunque en esta decisión estuvo tácito el deseo de controlarlas para evitar confrontaciones como las de 1938 y el primer quinquenio de los cincuentas,

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ellas propiciaron que lxs vecinxs se integraran en las tareas de organizar com-parsas, decorar las carrozas o acompañar a la candidata que los representaría en la competencia para reina de Neiva. Sin embargo, las nuevas nociones de tiempo que impusieron las lógicas del mercado y las nuevas tecnologías, auna-das a la profesionalización de los oficios de la fiesta, debilitaron los entusiasmos por participar.

A principios de los noventas, los barrios -creados por quienes se refugia-ron de la guerra en la ciudad en la década anterior- buscaron legitimarse en ella, y la vía para conseguir su espacio simbólico fue participar en la fiesta. En consecuencia, multiplicaron las candidatas, en los noventas, y –para incluirlas- el reinado procedió a seleccionarlas por cada comuna. Pero, al mismo tiempo, la fiesta oficial fue perdiendo parte de su capacidad integradora porque los sec-tores no seleccionados, no continuaron en las celebraciones, y porque empre-sas y entidades públicas decidieron hacer sus propios reinados. En ocasiones, la integración que la fiesta suscitaba la ganó el fútbol por el ascenso del Atlético Huila a la primera división del fútbol colombiano, en 1994.

Pero en la pérdida de los entusiasmos por participar también cuenta la tensa atmósfera de los años ochenta en la que se dieron las desapariciones denuncia-das por asfaddes y el clima bélico y polarizado de la primera década del siglo xxi. Testimonios de quienes andaban en la mitad de sus veintes en los ochentas, señalan que sus miedos a ser agredidos y torturados provienen desde entonces. Otros agregan que, en esos días, percibieron que el país estaba volviendo a po-larizarse como en la Violencia de los cincuentas. Una señora mayor narra que en esa época advirtió que se estaba perdiendo la compasión, pues, ante el relato de las vejaciones hechas a un joven detenido, alguien respondió que “no se las habrían hecho por andar en misa”; ella concluye que la solidaridad actual sólo se está dando de manera espontánea con las víctimas de catástrofes naturales.

Entre los sectores medios, algunos echan de menos los diálogos que pro-piciaron mirar mundo y permitieron paliar la dureza de esos años. Ellos fueron los espacios que abrieron las conferencias y recitales en la Asamblea, el cineclub de los sábados en el Pigoanza –desde 1976-, las jornadas culturales, las revistas publicadas. Con todo, aunque estas actividades hayan perdido continuidad o se hayan tornado encuentros anuales en los noventas, hoy tienen continuación en eventos como Cinexcusa y el festival de teatro Alarte.

La ciudad producida por la guerra esbozada páginas atrás deja ver que, a los miedos a ser violentados, se ha añadido ahora una constante zozobra co-tidiana por el temor de que algo malo ocurra. Ella ha estado presente desde el

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estruendo de la bomba de Villa Magdalena en 2003. A su vez, los atentados de la última década han puesto a los adultos a hacer seguimientos constantes a sus hijos e, incluso, a volver temprano a casa. Este panorama le ha restado tiempo a la participación en iniciativas públicas.

RespuestasPese a los autoencierros que genera el conflicto, los habitantes le han dado res-puestas que se mantienen en el tiempo. Entre ellas, se destaca el acompaña-miento de los vecinos de Villa Magdalena a sus niños para que narren la tra-gedia vivida, la comprendan, y continúen viviendo muy cercanos. Esta apuesta abre caminos para reducir –a futuro- la brecha generacional. Pero, sobre todo, permite superar el silencio de quienes sufrieron la Violencia de los cincuentas en Neiva y no pudieron narrarla –o no tuvieron entonces herramientas para hacerlo-, como lo relata el psicólogo Julio Jaimes en un libro próximo sobre el asunto. Además, sugiere políticas de la memoria.

A su lado, continúan los esfuerzos de quienes se fueron a vivir con los desplazados de Filodehambre, hace tres décadas, para crear una escuela que le permitiera sus hijos construirse un proyecto de vida. Hoy, las docentes, las madres y padres, y niñas y niños de la Escuela Popular Claretiana no sólo re-piensan los procesos de participación que han ido construyendo, sino que han creado un museo que narra la historia de la escuela y su entorno y –en el nom-bre- recuerda el ejemplo de Ángel Signori. En un sector vecino, maestros y habitantes crearon un mural para hacer que Luz Stella Vargas, Nevardo Fer-nández, Carlos Páez y Salvador Ninco continúen acompañándolos.

Si la creatividad es la que ofrece alternativas eficaces y oportunas a proble-mas relevantes y pertinentes, estas iniciativas de acompañar a los niños, tejer diálogo intergeneracional, y producir memoria sobre procesos y personas, por pequeñas que parezcan, la tienen en alto grado. Nacen del tener perspectiva del largo plazo, del no naufragar en el presente, del recurrir a los lenguajes del arte, trabajar en grupo y aprender a participar.

Su eficacia es la abrir caminos a políticas de la memoria construidas por nosotros mismos. Ellas nacen del ganar la certeza de que todos los esfuerzos que hagamos en colectivo para propiciar la vida -y no repetir el horror-, son museables. Y en un departamento en donde hasta hace poco nos decían los habitantes de municipios -a donde íbamos a explorar sus historias locales- que no perdiéramos el tiempo, que por sus pueblos no había pasado Bolívar y, por tanto, no tenían historia, es un enorme salto.

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Para vencer el miedo | 173

Pactos, subjetividad y ciudadanía en las localidades de Ciudad Bolívar y Sumapaz de Bogotá, d.c.,

entre 1991 y 2007

Felipe Pérez, Pontificia Universidad Javeriana

1. IntroducciónLa presente investigación, hace parte del proyecto macro: “Impacto del con-flicto político militar en la vida cotidiana colombiana entre 1991 y 2007”, cuyo propósito gira en torno a plantearse, cómo se transforman las sociedades, su vida cotidiana, los tejidos comunicativos y con ello, las subjetividades.

La investigación ha tenido un énfasis metodológico fuerte en trabajo de campo, en medio de acontecimientos sobre eventos tanto políticos como mili-tares, donde el conflicto continúa siendo el centro. En los municipios y locali-dades estudiados se puede constatar la amenaza, el hostigamiento, la extorsión, el secuestro y asesinato, así como el desplazamiento gota a gota, como lo enun-cian los mismos pobladores, en contraste con el desplazamiento en masa. Ade-más se ha observado desarticulación, tanto como consolidación de la sociedad civil, expresada esta última en movimientos de resistencia.

La conceptualización sobre el conflicto desde el proyecto, gira en torno a la interpretación del mismo, como un conflicto político-militar degradado, articu-lado a la concepción de guerra que ha orientado al país en las últimas décadas. El reto ha sido comprender y explicar los altos niveles de degradación desplegados y como estos inciden en las relaciones cotidianas, que más allá de los estudios di-rectos sobre actores del conflicto, nos conminan a reflexionar los hechos y trans-formaciones que se vienen suscitando en la vida cotidiana de los pobladores.

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174

El trabajo de grado “Impacto del Conflicto Político Militar en la vida Co-tidiana colombiana, la transformación de subjetividades y la construcción de la Sociedad Civil: Localidades de Ciudad Bolívar y Sumapaz. Bogotá D.C. 1991 a 2007”, hace parte del propósito por integrar tesistas con la idea de formar inves-tigadores, con capacidad de interpretar los acontecimientos, desde las diversas disciplinas aquí involucradas; para el caso desde la Ciencia Política resulta ser un análisis fundamental, ya que plantea una lectura del conflicto y sus efectos en las redes que consolidan sociedad civil, en la mediación que se establece entre conflicto y nuevas subjetividades, cooptadas o transformadas, en la re-configuración social que se viene tejiendo en localidades como Ciudad Bolívar y Sumapaz, donde se evidencian altos niveles de conflictividad.

Por esto, inquieta el impacto en la configuración de realidad, cuando se ad-vierte un realineamiento en la cultura política, frente a las posturas que orien-tan las prácticas cotidianas, donde los despliegues frente a los acontecimien-tos, llevan a interrogar, si lo que allí se opera es temor, miedo, sobrevivencia o convencimiento. Si ha sido un reacomodo o resistencia; analizando, revisando y reflexionando acerca de esas subjetividades políticas, donde el individuo o la colectividad se debaten en medio de pactos, confrontaciones o disensos.

En este trabajo específico se planteó como centro del análisis las localida-des 19 y 20 de Bogotá D.C, seleccionadas por la gran complejidad en términos de dinámicas sociales, políticas y militares.

Además las localidades se identifican por cuanto que Ciudad Bolívar se ha convertido en receptora de población desplazada y Sumapaz históricamente ha sido señalada por la presencia de las farc-ep; actualmente interpretada como contexto de tensiones, producto del ingreso de las fuerzas militares por el con-trol de la zona, a través de batallones de alta montaña; por el afianzamiento de megaproyectos que comienzan a desplegarse en la región rural y que preocu-pan a la población por el posible desplazamiento de campesinos de la zona.

Las dos localidades representan dimensiones micro con contrastes impor-tantes que se definen desde categorías identificadas como: transformación de subjetividades, efectos en la vida cotidiana, y problemáticas frente a la consoli-dación de sociedad civil, donde además se tiene como trasfondo su ubicación en zona rural y urbana, lo cual ha resultado significativo para el estudio.

2. MetodologíaDesde el punto de vista metodológico el desarrollo de la investigación se carac-terizó por un enfoque cualitativo, partiendo de que los objetivos se centraban

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Para vencer el miedo | 175

en la transformación de las subjetividades y en la posible consolidación o no de sociedad civil, lo que remitió como prioridad el diálogo con las comunidades que habitan las localidades.

Igualmente y dadas las características de los fenómenos estudiados, se realizó un estudio bibliográfico, a la vez que se exploró a través de la etnografía los impactos del conflicto colombiano y las respuestas al mismo.

El trabajo de campo permitió aproximaciones a patrones sociales, políticos y socioculturales con los grupos estudiados. Se realizaron observaciones, dado que facilitaba la obtención de cierto contexto no fácil de expresar por los entrevis-tados. Las entrevistas a profundidad fueron fundamentales para la consecución de los objetivos de estudio, especialmente aquellas hechas a diferentes líderes comunitarios, a funcionarios públicos de las localidades, a grupos de personas desplazadas que hoy habitan Ciudad Bolívar, y a quienes han tenido influencia de grupos en zona rural, siendo para el caso la localidad de Sumapaz.

Adicionalmente, el uso de fuentes primarias y secundarias de tipo docu-mental tales como artículos académicos, documentos oficiales y distintas obras, hacen parte de la revisión que fue necesaria para hacer un abordaje previo y durante los fenómenos de estudio que permitiera nuestro contraste analítico.

3. Breves consideraciones sobre el marco teóricoDesde la investigación macro, se consideró al fenómeno de la guerra en Co-lombia como un conflicto político-militar degradado (Torres, 2008). El cual se caracteriza por desplegar dinámicas y procesos en términos políticos, mi-litares y en niveles de degradación particulares. En tal sentido la categoría de degradación del conflicto, no puede separarse del aspecto político, así como de las prácticas militares, en tanto que al principio del siglo xix y durante todo el curso de la guerra, desde la formación de las guerrillas, pasando por la crea-ción de los grupos paramilitares, los asuntos políticos y militares han sido y son articuladores, y dinamizadores del conflicto, dejando evidenciar que estos fenómenos inciden en la degradación del mismo.

En relación al concepto de vida cotidiana, se reflexionó frente a los estudios de la antropóloga Agnes Heller, quien plantea que ésta se conforma gracias al conjunto de actividades que definen e impulsan la acción de los hombres par-ticulares, que posibilitan la reproducción social como un todo (Heller, 1998). Cualquier hombre cuando nace se encuentra con un mundo ya constituido, por tanto, el hombre debe dar cuenta de sí mismo ante ese mundo, demostran-do capacidad y habilidad para conservarse; debe aprender a apropiarse de los

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176

sistemas de expectativas, de usos, de permanencia en entornos institucionales específicos, con ámbitos sociales y económicos determinados (Heller, 1998).

Pero así como se encuentra frente a un mundo predeterminado, su acción y reflexión le posibilitan plantearse, actuar y transformar el mismo; es decir, la vida cotidiana no es sólo un lugar de encuentro en predeterminación, sino el lugar de cambios y resistencias, un lugar donde su acción tiene tránsitos, reconocimientos y distinciones; luego es también un espacio de luchas y sobre-vivencias, de encuentros y desencuentros.

Por esto las nuevas formas de subjetividad se entienden como parte de las lógicas de transformación, donde los fenómenos también se construyen gracias a la interacción en un contexto social y natural a medida que se desenvuelven las actividades de la vida cotidiana. Por tanto, es un producto socio-histórico y cultural (D´angelo Hernández, 2007).

La noción de subjetividad aboca también la idea de una abstracción deter-minada, una forma de ser que se debate entre lo temporario y contradictorio, constituida a través de los procesos de lucha, composición y recomposición (Dinerstein, 2000).

De allí que en esa transformación se podrá construir creativamente acción colectiva, que se traduce en consolidación o no de la sociedad civil, a decir de Bobbio, sociedad entendida como aquella donde tienen lugar los asuntos y conflictos económicos, sociales, ideológicos, religiosos, culturales. Así, dentro de la sociedad civil se ven las distintas clases, asociaciones, organizaciones que representan diversos asuntos y buscan determinados fines en términos políti-cos y de emancipación (...) (Bobbio, 1989).

Por su parte Bejarano propone que la sociedad civil tiene unas funciones que generan procesos de consolidación, entre los que se destacan: contrabalan-ce de poder con respecto al Estado, se convierten en potenciador de la partici-pación ciudadana, promueven la cohesión y la igualdad social, promocionan la capacidad de acción y fortalecen el sentido de comunidad (Bejarano, 1989).

Luego en situaciones de conflicto político- militar, la sociedad en su con-junto se ve impactada pudiendo verse mermada su acción, obstaculizando sus funciones o, en el caso contrario, impelida a consolidar sociedad civil, generan-do procesos que inciten a la acción o a la reacción frente a las dinámicas que el conflicto impone.

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4. Resultados

4.1. Ciudad Bolívar el conflicto en sus dimensiones: vida cotidiana, subjetividades y consolidación de sociedad civilDurante el desarrollo de la investigación, fueron muchos los momentos teó-ricos y prácticos que nos permitían analizar e interpretar cómo se iban de-sarrollando las diversas situaciones de aquellos personajes que habían sido desplazados, pero también cómo se veían afectados quienes habían llegado a constituirse como ciudadanos cuando se hablaba de amnistía en Colombia, o de aquellos que llegaron a poblar estas zonas, que como lugar periférico en la ciudad, les posibilitaba la ocupación de un espacio.

Un testimonio de un joven de la localidad, ilustra como los habitantes de Ciudad Bolívar, especialmente los jóvenes, construyen su mundo a través de entornos particulares en la vida cotidiana mediados por el conflicto político militar y otras circunstancias socioeconómicas. “`Guillermo´ afirma cómo las madres solteras, se fueron convirtiendo en un fenómeno que desencadenó si-tuaciones de violencia que se evidenciaron en el núcleo familiar, pues en la me-dida que sus hijos crecían se desarrollaban con desamparo y vacío, que después se buscaban llenarlo a través de diversos entornos en los que se mezclan vicios y más violencias” (Alape, 1996).

En este lugar se reafirma además la incidencia permanente del conflicto, y la forma en que se replica aquello que se ha vivido en los campos y que una vez los trajo a las grandes ciudades; antes, la amenaza, a través de largas listas; ahora en forma del llamado a la “limpieza social”. Pero a la vida cotidiana se le vinculan toda case de contradicciones, pues resultan llamados a compartir vi-siones moralistas, sobre las cuales la mayoría de las veces los grupos legitiman sus acciones.

A juicio de “Guillermo”, por lo general en las matanzas que provienen de estos grupos siempre caen más inocentes que verdaderos culpables. “En una oca-sión, unos vecinos hicieron un retén por sus medios para darle una lección a algunos jóvenes que supuestamente vendían drogas y robaban a la gente, pero de los seis que hostigaron, cinco no tenían nada que ver” (Alape, Ibid). Así, la vida cotidiana se fue forjando entre aquellos que se sentían juzgadores de los otros, aquellos que buscaban defenderse, o tener poder sobre los demás, reproduciendo de la misma manera las dinámicas que los grupos ilegales iban permeando.

El testimonio de un joven del barrio Vista hermosa, ilustra cómo ha sido esa interacción en el entorno para su vida cotidiana:

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178

Desde mis 10 años, he intentado trabajar pero por la edad era muy difícil salir ade-lante. Mi mamá siempre quiso que yo estudiara porque decía que esa era la única manera si algún día queríamos salir de pobres o irnos a vivir para algún barrio me-jor. Cuando cumplí los 15 años, por esa época había diferentes grupos reclutando jóvenes en los barrios para hacer parte de algo que llamaban cuadrillas de seguri-dad. Eso hacía sentir miedo y angustia. Uno no sabía que podría pasar con esos tipos. A algunos les daban opción, prometiendo cualquier cantidad de beneficios, a otros simplemente los obligaban con amenazas de matar a algún miembro de la familia si no se hacía lo que ellos decían. De repente, amanecían jóvenes asesina-dos, o uno no volvía a ver personas que antes caminaban libremente por el barrio a cualquier hora del día (...). El miedo de que podría ser uno el día de mañana el que estuviera tirado en el piso con cinco balas en la cabeza, era muy angustiante11.

Bajo esta misma mirada, el testimonio de una madre de dos jóvenes “Doña María” con 43 años de edad y habitante del barrio Vista Hermosa, muestra cómo grupos paramilitares hacían circular panfletos de “limpieza social”, que según ella, se ve como:

Algo así como asesinar a nuestros jóvenes que por el hecho de andar en grupos de 3 o más, son asesinados o eran asesinados, por unos grupos que se ofrecían a dar vigilancia, sobre todo a la gente que tenía negocios. Una de mis amigas que se mudó la localidad porque le mataron al esposo, tenía una miscelánea, y ella me contaba todo este tipo de cosas que más que una opción, estaba uno obligado porque si no lo mataban a uno o a un familiar (...) muchas veces en las noches se rumoraba que dichos grupos de seguridad paramilitar iban a matar personas, especialmente jóvenes que estuvieran en las noches dando señales de inseguridad o algo sospechoso12.

La vida cotidiana en la composición de los barrios, transcurrió sin ma-yores conflictos, cuando llegó gente armada proveniente de diversos grupos, la pregunta giraba en torno a ¿Cómo hacían para lidiar con todo ello?, afirma doña María:

Era difícil vivir con ellos ahí, lo mejor era salir a buscar trabajo a otras partes, hablar con personas que trabajaran afuera del barrio para ver si se conseguía algo

11 Entrevista “Mario Gonzalez”. Joven de 25 años perteneciente a la pandilla en proceso de un pacto de desarme. De aquí en adelante se utilizan nombres cambiados para proteger a los habitantes del sector.

12 Entrevista a “Doña María”. Habitante del barrio Vista Hermosa en la localidad de Ciudad Bolívar.

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(…). Se ha vivido con angustia, muchas veces no se sabía qué podría pasar, si a uno o alguno de nuestros hijos, después de ir por la leche o el pan, lo baleaban por solo pensar que era sospechoso, pandillero o le hacía favores a los guerrilleros, o porque alguien del barrio se quejaba de la inseguridad en las noches o en el día”13.

De esta forma, se revela cómo en la localidad muchos de los aspectos, so-ciales, políticos, culturales e históricos, con los cuales interactúan sus habitan-tes, están atravesados por el conflicto político-militar, dando como resultado la construcción de una vida cotidiana y unas subjetividades marcadas por una convivencia resignada a la violencia que imponen los grupos armados:

“Al final, o uno se acostumbra o vive angustiado toda su vida, pensando que ma-ñana uno se queda sin hijos o pierde su propia vida. Además, así como ellos lo decían, mucha gente ha creído que la localidad es mucho más segura con esa gente”14.

La presencia de los grupos armados paramilitares, ha sido permanente, sus acciones se ven reflejadas en la cooptación de algunos pobladores en todas las esferas, ya que las comunidades quedan a merced de sus estrategias y ma-niobras. Para confrontar este fenómeno, se han forjado algunas expresiones de tipo cultural, como el grupo Chispas (conformado por expandilleros) y así, otros grupos que impulsan y promueven actividades culturales como teatro, festivales y ferias, que dan muestra de alternativas a la violencia y al conflicto, desde la apuesta de las organizaciones barriales, las juntas de acción comunal y organizaciones no gubernamentales, que intervienen en la localidad15.

Pero aún persiste la inserción de grupos paramilitares en las estructuras de las comunidades, quienes ven frustradas sus iniciativas por las prácticas fragmentadoras que disminuyen la capacidad de cohesión social.

4.2. Experiencias en la localidad de Sumapaz: vida cotidiana, subjetividades y consolidación de sociedad civilLa región del Sumapaz ha sido un punto geoestratégico importante para la guerrilla de las farc, frente a sus objetivos de expansión militar y política, especialmente desde la década de los años noventa por el control territorial y poblacional. La guerrilla, alcanzaba todas las esferas de la vida cotidiana.

13 Entrevista a “Doña María”. Habitante del barrio Vista Hermosa en la localidad de Ciudad Bolívar.

14 Entrevista a “Doña María”. Habitante del barrio Vista Hermosa en la localidad de Ciudad Bolívar.

15 Entrevista a Funcionario Público.

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Con la presencia de la guerrilla, la vida cotidiana se caracterizaba, según algunos de sus pobladores, por la zozobra, miedo e incertidumbre, dado el fuerte control poblacional que se fue viendo reflejado en el trabajo, los hábitos y en el lenguaje. Las farc ejercían una presencia en todos los corregimientos de la localidad, influyendo en la base social, permeando las prácticas econó-micas tanto como las políticas. La guerrilla estaba presente en las tiendas, en las fiestas y se otorgaron el derecho de irrumpir la vida cotidiana. De acuerdo con testimonios recogidos, Los guerrilleros de las farc, patrullaban la zona, se establecían en los distintos corregimientos como cualquier otro habitante de la localidad, constreñían a sus habitantes a entregar los productos de su trabajo si así lo requerían, se llevaban las gallinas o el ganado sin ninguna posibilidad de reproches por parte de sus dueños16.

“Entre los habitantes reinaba el silencio, eran muy pocos los espacios para compartir las vivencias cotidianas o conversar sobre temas políticos o las no-ticias de la radio y la televisión. En cuestiones como las votaciones, las jorna-das transcurrían con un clima de tensión general y absoluto silencio, no se debatía ni se conversaba acerca de las propuestas de los candidatos debido al miedo17”. En este mismo ámbito, las farc buscaban a toda costa ejercer presión en la constitución de las Juntas Administradoras locales y otras candidaturas. Para ilustrar ello, se presentan varios hechos en el año de 1997, en los cuales la guerrilla de las farc a través de diversas interpelaciones y hostigamientos a diferentes ediles de la localidad, dijeron que no iban a permitir hacer ninguna campaña, ni ninguna elección en la localidad (El Tiempo A: 1997).

Por estas circunstancias los candidatos a la alcaldía de la capital, se mos-traron impedidos para hacer campaña en la localidad 20 del Distrito Capital, aludiendo falta de garantías. Las elecciones del 26 de Octubre del 97, quedaron aplazadas para el 28 de Diciembre, pero aún así, los habitantes se mostraban profundamente temerosos de salir a votar. “Doña Ana”, una mujer de 60 años, afirmó que ni siquiera iba a salir de la casa ese día de la votación.

Los pobladores estaban muy temerosos, no querían hablar y menos que los identificaran; con todo y aunque desde la semana previa a las elecciones, llegaron a la región tres batallones contraguerrilla del Ejército Nacional. Según los pobladores, ellos tenían sus razones para no querer hablar, pues mientras los batallones del ejército hacían presencia en la zona, los guerrilleros conti-

16 Entrevista a Funcionaria pública.

17 Entrevista a “Don Luis”. Adulto Mayor. Habitante de corregimiento de Sumapaz.

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nuaron haciendo retenes y comunicando el mensaje que no iban a haber elec-ciones (El Tiempo B, 1997).

A comienzos del presente siglo, y con el replegamiento de la guerrilla, los habitantes contradicen sus versiones, mientras algunos comentan haber expe-rimentado cambios en sus vidas cotidianas, precisando de mayores libertades, otros exteriorizan que los cambios parecen haber quebrantado su situación. Según el testimonio de un habitante de uno de los corregimientos, la situación ha mejorado, es más tranquila, la violencia es menor, o no es tan manifiesta como antes, y prácticamente no hay desplazamiento. Ya es posible asistir a di-ferentes festividades públicas y privadas sin el temor de antes, además a partir del mantenimiento del orden público dado por ejército, las votaciones se dan sin ningún problema, y hasta es posible debatir entre vecinos y conocidos sobre los candidatos18, otros pobladores sin embargo, dicen que prefieren callar, pero comentan, “ahora es mejor no decir nada a nadie, porque el ejército los acusa de colaboradores y muchas veces se han llevado gente no se sabe para dónde”.

No obstante, existe un miedo generalizado a denunciar y el silencio con-tinúa siendo el lenguaje de los pobladores de Sumapaz. Ellos comentan las no-ticias, hablan de sus trabajos, de sus parcelas, de sus familiares, pero solo entre familiares, vecinos o conocidos, pues afirman que deben ser lo más neutrales posible, para evitar ser asesinados por uno u otro bando. Además, ha habido algunas denuncias y tensiones entre pobladores y el ejército, debido a malos tratos, hostigamientos o robos de animales. De hecho, en la localidad se repar-ten panfletos y volantes con las fotos y los nombres de ciertos líderes de Juntas de Acción Comunal, buscados por presunta pertenencia a frentes de las farc, de tal modo que el miedo y la amenaza siguen apareciendo creando permanen-te incertidumbre en torno a ambientes de zozobra.

Aunada a las tensiones presentes, se suma la presencia de las milicias ur-banas Antonio Nariño de las farc que formulan amenazas a líderes y candida-tos en época de elecciones, como las del 26 de Octubre de 2003 en las que se in-timidaba a candidatos y a Juntas Administradoras Locales (El Tiempo C, 2003).

La situación no ha mejorado según se afirma, pues cuando entró el ejér-cito se esperaba un apaciguamiento en la localidad, lo que hoy se vive según algunos de sus pobladores es un cambio de ejército, igual y a veces más intimi-datorio, pues este cuenta con aval institucional, lo que le permite moverse a sus anchas y tomar decisiones que impactan la vida cotidiana.

18 Entrevista a “Don Carlos”. Adulto Mayor. Habitante de corregimiento.

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Dada la cadena de eventos que ocurrieron en la localidad, ha resultado difícil crear procesos que consoliden sociedad civil, y que se manifieste en ac-ciones concretas, como la reivindicación de temas como la propiedad de la tierra, las desigualdades, el territorio, la expropiación, los derechos humanos, la libertad de pensamiento, el ingreso de megaproyectos que incidan en des-plazamiento.

Cualquier forma de integración es señalada; por ejemplo, instituciones como el Sindicato de Trabajadores Agrícolas, es visto con recelo, debido a sus reivindicaciones frente a los derechos humanos, la propiedad de las tierras, y a las denuncias por hostigamiento; asimismo algunos pobladores, se atreven a manifestar la creación de megaproyectos como el de una represa en el co-rregimiento de San Juan, vereda La Unión, que ha traído serias consecuencias de desplazamiento de campesinos, y lo más grave, según se manifiesta, es que estas empresas son las únicas que reciben seguridad de parte de las Fuerzas Armadas19.

Resulta contradictorio, pero se señala que la amplia presencia institucio-nal a medida que se ha ido fortaleciendo, genera sensación de desesperanza, y disminución de la capacidad de iniciativa de la sociedad civil, ya no se sabe qué se debe hacer, pues las iniciativas vengan de donde vengan, sean grupos juve-niles, profesores, sindicatos y a veces de los mismos políticos, son la mayoría de las veces señaladas como acciones influenciadas por la guerrilla20. En ese sentido, la consolidación de la sociedad civil en la localidad 20 continúa siendo menguada por los diversos actores militares que actúan en este lugar.

ConclusionesEn la localidad de Ciudad Bolívar se dieron diversas manifestaciones del conflic-to que evidenciaron no ser una simple sensación de inseguridad, sino que inci-dieron significativamente en la vida cotidiana de sus habitantes, transformando sus formas de expresión y silenciando sus voces, con la única finalidad de contra-rrestar cualquier acción violenta que pudiera venir en su contra. La idea, lograr sobrevivir, frente a aquellos actores armados que se fueron posicionando.

Manifestaciones como la amenaza, la sospechas, la denominada “lim-pieza social”, los grafitis intimidantes, los panfletos, la violencia selectiva, las masacres a jóvenes, hacen parte de estrategias empleadas por grupos armados

19 Entrevista a “Robert”.

20 Entrevista a “Don Carlos”. Adulto Mayor. Habitante de un corregimiento.

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paramilitares y en menor medida por la guerrilla de las farc, que buscaron y siguen buscando un control territorial y poblacional sobre los habitantes de la localidad.

Los habitantes han tenido que convivir bajo el control de los grupos ar-mados, además del terror, la angustia, los sentimientos de desesperación y des-esperanza, dada la exposición constante a señalamientos de colaboración con uno u otro grupo. Los jóvenes fueron la población más afectada si se suma el reclutamiento constante por parte de paramilitares y guerrilla, así como la sub-contratación de pandillas que incrementaban los niveles de violencia.

Debido al control territorial y poblacional que ejercen los paramilitares a partir del año 2003, las subjetividades de los habitantes se transformaron, pues las percepciones y vivencias se dividieron, entre quienes consideraban estos grupos como primer agente de prestación de seguridad, más allá del reconoci-miento de la policía o el Ejército; y quienes se han sentido asediados, controla-dos, y violentados por la permanente presencia, amenaza, hostigamiento y ase-sinatos de los mismos, pues hay quienes además afirman sobre la permanente infiltración en la base social de la localidad y en organizaciones de la sociedad civil, que fueron desarticulando las diversas formas de acción y participación de la sociedad civil.

Las condiciones son débiles para consolidar sociedad civil organizada, sin embargo, existen algunos logros por la presencia de organizaciones no guber-namentales, que promueven la creación de grupos juveniles artísticos, quienes han desarrollado actividades locales de denuncia, frente a la muerte de varios jóvenes, en los asuntos nombrados como “limpieza social”.

Así mismo hubo formas de fortalecimiento de la sociedad civil, que los llevó a denunciar ante el país, sucesos como los asesinatos de jóvenes que se han llevado engañados con opciones de trabajo, y que luego aparecían en otras ciudades acusados por las fuerzas militares de ser guerrilleros caídos en com-bate, cambiando hasta el lenguaje con que se nombran este tipo de delitos, es decir, de crímenes de Estado a “falsos positivos”.

Con todo, Ciudad Bolívar, sigue siendo una localidad controlada por la acción de los grupos armados, por el crecimiento de pandillas, por la hoy llamada presencia de bandas criminales, pero también con la capacidad que tienen muchos de sus pobladores, por seguir confrontando esta situación, for-taleciendo las Juntas de Acción Comunal, los grupos juveniles, la participación en las prácticas institucionales de ciudadanía, y por buscar formas de esparci-miento que les permita conjugar acción social y acción política.

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Para el caso de la localidad de Sumapaz, la década de los noventa marcó la localidad, la guerrilla de las farc-ep, ejerció un control territorial y poblacional con impactos importantes, las subjetividades de los habitantes se configuraron a partir de percibir a la guerrilla como agente que imponía las condiciones en la vida cotidiana.

Sin embargo, después del repliegue de las farc, se evidenciaron tensiones entre los efectivos del ejército y varios sectores de la población civil más allá del accionar de la guerrilla, a través de las milicias urbanas Antonio Nariño y la propaganda política. Las demandas de muchos habitantes en contra del ejército, en cuanto a malos tratos, sospechas, amenazas y otras prácticas han generado miedo en la localidad.

Los constantes señalamientos y sospechas de colaboración con las farc, plantean una dinámica similar a los ambientes de tensión presentados en Ciu-dad Bolívar, con la diferencia de que hoy en Sumapaz, la incertidumbre, según sus pobladores, proviene de actores directos del Estado. Luego la consolidación de la sociedad civil en la localidad de Sumapaz, se ha visto obstaculizada por el control de la guerrilla de las farc, pero asimismo por las sospechas dirigidas hacia la población por parte del ejército.

La sociedad civil en el caso de la localidad de Sumapaz, trae histórica-mente una cierta incidencia política producto de la influencia de las farc–ep. El panorama de la localidad ha cambiado según dicen algunos de sus pobla-dores, pues la presencia de los batallones de alta montaña, sólo ampara la se-guridad de las empresas que se instalan con grandes megaproyectos que hoy comienzan a desplazar el campesinado, según sus afirmaciones, existe ahora un bunker donde se han llevado a ciertas personas acusadas de colaboradores de la guerrilla, lo que impide que la gente se reúna sin recelo, desarticulando así la sociedad civil.

Al tiempo que se expresa esta percepción, hay quienes enfatizan que con la llegada del ejército y la arremetida a la guerrilla, pueden reunirse al menos con sus vecinos, se guarda silencio, pero no existe tanta zozobra como la que se sentía con la presencia de las farc. Resulta sin embargo, que a pesar de las diversas percepciones y vivencias, las dos posturas se encuentran en que la sociedad civil está muy distante de consolidarse.

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7. Las respuestas nasa al conflicto

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Territorio nasa: conflicto político militar y tejidos comunicativos

Aida Julieta Quiñones, Pontificia Universidad Javeriana

En el presente capítulo se consignan los resultados del proyecto “Impactos del conflicto político militar en la vida cotidiana entre 1991 y 2007”, con la población nasa en el departamento del Cauca, a partir de la investigación documental y del trabajo realizado por los tesistas a mi cargo y el mío propio, quienes tuvi-mos la oportunidad de vivir de cerca el despliegue de los tejidos comunicati-vos por parte de la población nasa, en particular, en el municipio de Toribio ubicado en el Norte del departamento del Cauca, y en otros municipios que también hacen parte de la Asociación de Cabildos del Norte del Cauca, gracias a la Casa del Pensamiento. Asimismo, tuvimos la oportunidad de establecer una estrecha relación con el territorio ancestral Sa´th Tama Kiwe – municipio de Caldono - ubicado en la zona Andina, vertiente occidental de la cordillera central y en el sector oriental del departamento del Cauca; bajo las condiciones de conflicto político militar que permanentemente afectan a estas poblaciones.

En tal sentido, a partir de las gestiones propias de este Proyecto, líderes de dichas comunidades nos brindaron sus generosas reflexiones durante eventos académico-sociales realizados en la ciudad de Bogotá, entre los que cabe men-cionar el “II Congreso de la Red de Universidades por la Paz”, el primer encuen-tro de “Acción Colectiva y Megaproyectos mineros” y varios conversatorios con estudiantes y docentes en el marco de la electiva “Conflicto Armado y Acción Social”, que se brinda a estudiantes de diversas disciplinas en la Pontificia Uni-

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versidad Javeriana, donde, además, son invitados estudiantes de universidades como la Salle, Autónoma, cun y Nacional de Colombia, en el marco de la inicia-tiva interuniversitaria y social “A Viva Voz”; de esta forma, se instauró un clima permanente de comunicación y deliberación propicio para familiarizarnos con espacios, lógicas y lenguajes, en principio extraños para cada una de las par-tes, luego, generando el entendimiento y la confianza necesarios para pensar en común sobre asuntos que nos aparecen a primera vista distantes, pero que sin embargo, nos permitieron avanzar en el desarrollo de la investigación.

En una primera parte se presenta una caracterización histórica, que tal como lo refiere Vitonás (2009), “para entender a los nasa hay que volver a nues-tra historia” 21, demás se evidencian los hallazgos que conciernen a los tejidos comunicativos y festivos en el marco del conflicto político militar, destacan-do que sólo es compresible entenderlos a partir de la conquista española, que marca el inicio de un largo conflicto por la autonomía y los derechos indíge-nas, y que para los nasa continúa siendo la matriz de los conflictos ulteriores, como variaciones de la discriminación y la violencia a la que son sometidos, pese a los diferentes cambios formales en la vida institucional del país. En una segunda parte, se presentan las diversas iniciativas desplegadas a partir de su participación en la Asamblea Nacional Constituyente y la promulgación de la nueva Constitución Política en 1991, donde se crean las condiciones propicias para agenciar una plataforma política protagonizada entre otros por las mi-norías indígenas en el territorio nacional, ampliando así sus tejidos comuni-cativos a otras organizaciones sociales y políticas de Colombia y del resto del mundo, lo cual implica la articulación, no siempre exitosa, entre los procesos y mecanismos de democracia directa como lo son las asambleas comunitarias y la participación en los congresos regionales, propios de sus territorios; con aquellos de democracia representativa que prevalecen en el resto del país, lo que representa una ampliación de la comunicación directa, hasta aquellas me-diadas y de carácter masivo.

Dicha ampliación de los contextos de acción a todo el territorio nacio-nal en el marco de la democracia representativa existente, trae consigo nuevas presiones y exigencias frente al papel de los pueblos indígenas en la ecuación entre insurgencia y contrainsurgencia, tornándolos como objetivo político y militar de las fuerzas en conflicto, que ven en sus territorios y su gente un botín

21 Entrevista con Ezequiel Vitonás. Toribío, diciembre 4 de 2009, realizada por John Giraldo y Aída Quiñones.

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importante en los procesos de acumulación económica, y en la correlación de fuerzas, lo cual exige un desarrollo de los tejidos comunicativos hacia aquellas poblaciones que pueden incidir con su ejercicio de ciudadanía y sus planes de vida, sobre los planes de desarrollo y seguridad diseñados en el país y el extranjero, con implicaciones sobre vida y recursos, a partir de un reclamo permanente de autonomía sobre sus territorios.

Conquista y tejidos comunicativosTal como lo menciona Michel Foucault (1976, 2005: 8), la historia hasta nues-tros días puede ser interpretada como una guerra entre razas cuyo hecho fun-dacional es la invasión y la conquista a partir de la cual se instauran, la Ley, la verdad y lo moralmente aceptable entre otros muchos efectos de victoria y po-der que trizan la sociedad en bandos contradictorios, a través de una violencia permanente y sistemática, que en ocasiones asume la apariencia de pacífica y en otros casos de confrontación abierta y de consecuencias evidentes en térmi-nos de vidas humanas. En estos conflictos, uno de los objetivos más importan-tes es la ruptura de los tejidos que propician la resistencia, ya sea a través de la cooptación de líderes y población en general, por medio de dádivas, o como lo menciona Lira (1991: 21), refiriéndose a otras circunstancias de conflicto, por medio de un terror capaz de instaurar el dilema vital entre la supervivencia o la lealtad a la comunidad y su cultura.

Para el caso de América Latina, la conquista fue una guerra atroz contra las poblaciones nativas donde prevalecieron, el crimen, el saqueo, el secuestro, el terror y una desmedida explotación en minas y plantaciones que diezmó la población originaria; tal como lo afirma Galeano (2010: 58):

Aquella violenta marca de codicia, horror y bravura no se abatió sobre estas comarcas sino al precio del genocidio nativo: las investigaciones recientes mejor fundadas atribuyen al México precolombino una población que oscila entre los veinticinco y treinta millones, y se estima que había una cantidad se-mejante de indios en la región andina; América Central y las Antillas contaban entre diez y trece millones de habitantes. Los indios de la América sumaban no menos de setenta millones, y quizás más, cuando los conquistadores extranje-ros aparecieron en el horizonte; un siglo y medio después se habían reducido, en total, a solo tres millones y medio”.

Quienes caían bajo el dominio español y se percibían como aptos para el trabajo eran incorporados a las minas y haciendas; como lo refiere Galeano (2010: 63):

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“Desde 1536 los indios eran otorgados en encomienda, junto con su des-cendencia, por el término de dos vidas: la del encomendero y su heredero in-mediato; desde 1629 el régimen se fue extendiendo, en la práctica. Se vendían las tierras con los indios adentro”.

Durante la imposición de éste modelo de servidumbre, las avanzadas españolas encontraron la resistencia de las poblaciones allí asentadas; por el Oriente los Paeces, por el nororiente los Pijaos, por el Norte los Quimbayas, por el Occidente y noroccidente de los Noanamás y Chocóes, y por el Sur los Sindagua que controlaban el valle del Patía, donde también se fueron asen-tando las poblaciones negras, mulatas y cimarronas que huían de la esclavitud y de los encomenderos (Vásquez, 2011, p. 300). De hecho, durante los siglos anteriores ya habían enfrentado con relativo éxito las pretensiones del imperio Inca por someterlos al vasallaje.

No obstante, en 1536 los españoles lograron una importante victoria en la batalla de Guasábara, donde vencieron a la confederación de pueblos indíge-nas, muy cerca a la cuchilla del tambo que por esa época era un paso obligado entre los ríos Patía y Cauca; varios de los más importantes caciques fueron muertos y los vencidos hubieron de replegarse hacia las cordilleras aledañas para continuar su confrontación en lo que bien podría denominarse una gue-rra de guerrillas, en alianza con los Pijaos y Yalconas que constantemente ase-diaban a las tropas españolas en su desplazamiento desde Bogotá hacia Popa-yán, ya fuera por la vía de Neiva o cruzando la cordillera central por los lados de Ibagué (Vásquez, 2011).

Las confrontaciones caracterizaron las relaciones entre indígenas y espa-ñoles, hasta que un siglo y medio más tarde Juan Tama, cacique de Vitoncó, llevó a cabo una gran política de alianzas entre los pueblos en resistencia, arti-culando nuevamente los reductos indígenas ubicados en los alrededores de lo que ahora se denomina Popayán, para negociar con los españoles el control so-bre sus territorios y el respeto a las autoridades propias, lengua y cultura. Para ello hubo de aceptarse el trabajo en las encomiendas ya establecidas, lo que de cierta forma favorecía la supervivencia de mano de obra indígena que ya se en-contraba en extinción por los efectos de la explotación a la que eran sometidos.

El territorio Nasa Kiwe o Paéz se subdividía en cuatro zonas, entre las cuales según González (2006), se destaca el cacicazgo de Toribío, que com-prendía las parcialidades de San Francisco, Toribío, Tacueyó y la hoya del río Palo. De acuerdo con este autor, Juan Tama plantea la autonomía territorial de la siguiente manera: “[Los paeces] se opondrán fuertemente y en todo caso

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despojarán a los colonos tomando su terreno como propietarios que son. Tanto en este particular, como con las tierras que les he dado en posesión, las defenderán con los documentos que se les otorga y pelearán hasta quitarlas en limpio”. No obstante lo enfático de su postura, jamás se descartó el escenario político, por lo que en compañía de los caciques Manuel de Quilo y Sicos viajaron a Quito en 1708, para ser escuchados en la Real Audiencia; allí reconocieron las Leyes y autoridades españolas, como punto de partida para solicitar el título de sus cacicazgos, donde habrían de prevalecer su cosmogonía y autoridades. De esta forma los nasas se convirtieron en la única tribu en Colombia reconocida con esta concesión territorial (cric, 1983, Cátedra nasa Unesco, abril 2000, octubre 2001).

Estas negociaciones favorecieron a los nasas por situaciones como: la im-posibilidad de lograr una victoria definitiva de los españoles; la reducción sig-nificativa de la población nativa que amenazaba el modelo de encomiendas ya instaurado; el reconocimiento táctico de la autoridad española por parte de los indígenas, y el argumento de que las tierras reclamadas por los caciques no eran lo suficientemente fértiles como para prolongar la disputa inaugurada desde la conquista. Este logro político posibilitó la unidad política del pueblo nasa22 y con ello la articulación de los territorios indígenas alrededor de sus autoridades y cultura, potenciando de ésta forma la capacidad de resistencia y negociación.

Sin embargo, estas concesiones recíprocas de los encomenderos locales, no desalentaron sus intereses, y constantemente buscaban restarle legalidad y legitimidad a los títulos obtenidos durante las negociaciones de Quito, por lo que en el año de 1774 Moreno y Escandón impulsaron una contra-reforma agraria, persistiendo en apropiarse de las tierras nasa. Esto suscitó, por parte de los nasas, poner en práctica las mismas estrategias de resistencia y negociación llevadas a cabo por Juan Tama. La presión permanente sobre los territorios in-dígenas y las precarias condiciones de vida que llevaban, estimuló la adhesión de amplios sectores de la población nasa al movimiento independentista que se gestaba frente a la corona española, hasta lograr su derrocamiento iniciado el Siglo xix (González, 2006); no obstante y bien pronto, los indígenas fueron so-metidos nuevamente a la discriminación y persecución por parte de los nuevos

22 Según Rapapport Joanne, “Los nasa…eran denominados páez…En la última década, sin embargo, este pueblo ha elegido denominarse a sí mismo mediante un nombre que deriva de su propia lengua (nasa yuwe)”, para no acoger el nombre que impuso el colonizador.

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hacendados, quienes apenas si les tenían en cuenta como mano de obra servil o efectivos para los numerosos ejércitos de las guerras civiles del Siglo xix.

Luego de la Constitución de 1886 se promulgó en Colombia la Ley 89 de 1890, cuyo propósito era asimilar la población indígena al modelo político imperante, por medio de las administraciones locales, la Iglesia, los grandes hacendados y los caudillos políticos. Para las organizaciones indígenas, la Ley 89 fue la oportunidad para mantener el reconocimiento legal de sus territorios, sus autoridades y cultura, lo que les eximía del pago de impuestos y del servicio militar obligatorio. No obstante, formas de producción como la terrajería per-manecían incólumes y es justamente en dichas haciendas donde se incuba bue-na parte de la resistencia indígena, de cuyas acciones se recuerda con especial valor a Manuel Quintín Lame, Gonzalo Sánchez y Eutiquio Timoté, entre otros muchos activistas de la causa indígena durante la primera parte del Siglo xx.

Manuel Quintín Lame nació en 1880 cerca de Popayán en la hacienda San Isidoro, donde su padre laboraba como terrajero o trabajador gratuito de la ha-cienda a cambio de una pequeña parcela para usufructuar en compañía de su familia, lo cual comprometía los hijos menores a las mismas obligaciones, aun cuando con una jornada de medio día (Vasco, 2008, p. 373). En la adolescencia se percibe su desacuerdo con el terraje, por lo que intentó infructuosamente comprar la parcela al hacendado. Sin embargo, estas gestiones fueron trunca-das por su reclutamiento en los ejércitos del Cauca durante la guerra de los Mil Días, lo que le llevó a trajinar por los lados de Buenaventura y familiarizarse con los avatares de la confrontación, y estando en Popayán es nombrado orde-nanza del general Carlos Albán, con quien se trasladó a Panamá, donde muy seguramente pudo conocer las tácticas guerrilleras del indio Victoriano Loren-zo que fueron decisivas para el triunfo de los liberales sobre los conservadores en el Istmo (Vasco, 2008: 374).

Esta participación en la guerra fue la oportunidad para que Quintín Lame accediera a formas de ciudadanía que en la práctica eran restringidas a los in-dígenas, negros y campesinos pobres del país, de hecho y como lo menciona Sánchez (1991: 17), “la guerra es el camino más corto para el ejercicio de la polí-tica y el acceso a la ciudadanía”; es decir, ésta le facilitó el trato con militares y políticos, lo que finalmente le permitió, terminada la guerra de los mil días, en 1902, familiarizarse con el sistema jurídico de la época, tal como lo menciona Vasco:

A su vuelta, Quintín Lame se relacionó con abogados de Popayán y estu-dió las leyes, visitó archivos en búsqueda de los títulos de los resguardos, ela-

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boró y envió cientos de memoriales, demandas y solicitudes, pero todo eso fue inútil para lograr la devolución de las tierras de los indios, llevándolo a tomar conciencia de que, en Colombia, la ley es ilegal, es «subversiva», porque trasto-ca el orden natural de las cosas, y a entender que ese camino legal no constituye solución para los problemas de los indios; comienza entonces a transformar su pensamiento, primero, orientando su lucha a terminar con el terraje y, poste-riormente, a proponerse la liberación de los indígenas (Vasco, 2008: 374).

Quintín Lame proponía además, la constitución de una autoridad central con capacidad de avanzar en la unidad de los nativos para emprender la recu-peración de los territorios usurpados, retomando la tradición de los cacicazgos ya estructurados desde la época de Juan Tama y de alguna forma, expresando su desconfianza frente a las formas de cabildo establecidas por las autoridades, dada su maleabilidad frente a la iglesia y los terratenientes. Se inicia con esto, la recuperación de tierras indígenas, enfrentando para ello a las autoridades y los piquetes armados de las haciendas, que incluso condujeron a la toma armada de Inzá y Belalcázar, como parte de aquella lucha que buscaba la conformación de lo que él denominó un “Gobierno Chiquito”, caracterizado por el desarrollo de un poder territorial, que fuese ganando espacio frente a la hegemonía de los “blancos”. En este proceso, en muchos casos se les daba tiempo a los hacenda-dos para que se retiraran de las tierras, buscando evitar muertes innecesarias frente a un hecho inminente de recuperación; en otros casos, las confrontacio-nes con “pájaros” y autoridades conducían a la pérdida de vidas y numerosos heridos, en una práctica que fue denominada la “Quintinada” (Vasco, 2008, p. 377).

Como ocurre con alguna frecuencia en los procesos de movilización so-cial, Quintín Lame fue denunciado por uno de los miembros de la población, el gobernador indígena de Julumito y llevado preso a Popayán, donde emprendió su propia defensa y con ella la del movimiento indígena, lo que le costó nueve meses de cárcel en medio de numerosas protestas que finalmente favorecieron su liberación. Para continuar con su labor de agitación a favor de un “Gobier-no Chiquito”, organizó entonces gobernaciones indígenas en el Cauca, Huila, Nariño, Tolima y Valle, que también habrían de participar de las elecciones a favor de los dirigentes que mostraran simpatía por la causa de los indígenas.

En 1916 es nuevamente encarcelado, lo que ocasionó un verdadero levan-tamiento indígena que dejó muchas muertes y numerosos heridos. En la cárcel permaneció durante tres meses con grilletes, hasta cuando se le concedió la libertad condicional, mientras el temor a nuevos alzamientos condujo al aban-

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dono de las haciendas (Vasco, 2008, p. 378). En 1917 nuevamente cae preso en medio de vejámenes por parte de las autoridades, los terratenientes, la Iglesia y los criollos.

Coherente con su descreimiento frente al sistema judicial, Quintín Lame asume su propia defensa, reivindicando los derechos indígenas durante 15 días consecutivos, sin embargo, es condenado a cuatro años de cárcel. Ya libre, en agosto de 1921 se dirige al Tolima, donde José Gonzalo Sánchez organizaba la población indígena para la recuperación de sus tierras, al mismo tiempo que se reactivaban los cabildos desestructurados por la oleada de represión desatada durante esos últimos años, logrando constituir el Consejo Supremo de los in-dios (Vasco, 2008: 380).

No obstante, los logros moderados de “la revolución en marcha” em-prendida por los gobiernos de Alfonso López Pumarejo durante la década de los años treinta del Siglo xx y las pretendidas por el candidato Jorge Eliecer Gaitán; las organizaciones indígenas fueron perseguidas a sangre y fuego por los gobiernos conservadores, en especial durante la violencia partidista de los cincuenta y sesenta que dio origen a los procesos de autodefensa liberal, indí-gena y campesina, como germen de las guerrillas insurgentes con alguna ca-pacidad de amenazar la estabilidad del Estado y pugnar por reformas sociales. Finalmente el gobierno demócrata de Kennedy y el gobierno de Carlos Lleras Restrepo en el plano nacional, percibieron la urgente necesidad de intervenir sobre la propiedad de la tierra a través de una reforma agraria; y es en el marco de esta reforma agraria que se da el surgimiento de organizaciones campesinas como la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (anuc), e indígenas como el Consejo Regional Indígena del Cauca cric, constituida formalmente el 24 de febrero de 1971 en Toribío, donde se establece en el programa de lucha “1.- recuperar la tierra de los resguardos y 2.- ampliar los resguardos” (www.cric-colombia.org).

Poco a poco y a medida que la recuperación de sus tierras avanzaba fren-te a un adversario común representado en los terratenientes y autoridades, el cric fue articulando las nuevas experiencias a la tradición cultural, reivindi-cando sus autoridades, títulos sobre la tierra, territorios e identidades.

En el mismo sentido, como una importante respuesta frente al conflicto político militar permanente en la zona y al problema de tierras, se crea la Aso-ciación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca, Cxab Wala Kiwe (Territo-rio del gran pueblo) en 1994, donde se convocan y articulan 14 resguardos y 16 cabildos indígenas: Toribío, Tacueyó, San Francisco, Corinto, Miranda, Huellas

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Caloto, Toéz, Jambaló, Munchique los Tigres, Canoas, Delicias, Concepción, Guadualito, Cerro Tijeras, Pueblo Nuevo Ceral, Alto Naya y el Cabildo ur-bano de Santander de Quilichao, en 7 municipios: Toribío, Caloto, Miranda, Corinto, Jambaló, Santander de Quilichao y Suárez; cada uno desarrollando y fortaleciendo un proyecto; donde se consolida en Toribío el proyecto nasa, trabajo que se atribuye al padre Álvaro Ulcué y que se fortalece bajo la acin (acin, 2010, En: http://www.nasaacin.org/sobre-acin). Así narra el contexto y el nacimiento del Proyecto nasa un miembro del Proyecto23:

El proyecto nasa nació en 1980 y este proyecto de vida, es la continuidad de un trabajo que ya se venía haciendo a nivel del Congreso Indígena del Cauca, y así en 1971 ustedes saben, que el proyecto nasa, nació para apoyar ese trabajo del cric, y era para fortalecer la cultura, la economía, y que la comunidad pudiera recuperar sus tierras, y fortalecer el idioma propio.

En el proyecto nasa, liderado aquí por el padre Álvaro Ulcué Chocué, en 1971, se percibió que había muchos grupos evangélicos que estaban confundiendo a la comunidad, había mucha pobreza, alcoholismo, maltrato familiar, analfabetis-mo, la comunidad era explotada por la gente o los comerciantes del pueblo que los engañaban con alimentos como la “carne”. Iban a las veredas, y la carne era cambiada por café, pero pasaba el tiempo y nunca pagaban esa deuda, igualmente mercancía, ropa, ollas, en fin. Fue acá en Toribío donde faltaba un hospital o un centro de salud que pudiera atender a la gente en el momento oportuno, y los pocos médicos que había eran gente de afuera al igual que los profesores, que en mayor parte no valoraban la cultura nuestra, menospreciaban nuestra comuni-dad, a la cultura.

Toda esa situación se veía, y el padre Álvaro empezó a hacer el trabajo de capaci-tación, de concientización a los jóvenes para que ellos fueran como las personas que más adelante capacitaran a la gente, que los concientizaran y buscaran un cambio, desde allí nace el proyecto nasa, y entonces surgió con cinco programas: Evangelización, Capacitación, Proyecto económico (apoyando algunas huertas), Educación bilingüe y el de familias (…). En el año 1984 fue asesinado el padre Ál-varo por los terratenientes, porque comenzando el proyecto nasa, la gente empe-zó a organizarse y a recuperar sus tierras, entonces los terratenientes empezaron a organizar grupos y al padre Álvaro lo mandaron a asesinar.

23 Entrevista con Ezequiel Vitonás, Coordinador de la casa del pensamiento, realizada por John Giraldo y Aída Quiñones en Toribío, diciembre 4 de 2009.

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Según Giraldo y Ceballos (2010), desde 1987 a 1991, se amplía el proyecto nasa a la zona norte y se consolida en 1991, con base en la nueva constitución, donde se hace mayor reconocimiento a la diversidad de los pueblos. Con este nuevo respaldo, se fortalecen los espacios políticos, a través de la formación del movimiento cívico y la participación indígena en las alcaldías municipales24. Asimismo, se impulsan: la elaboración del plan de desarrollo y el plan ambien-tal agropecuario, profesionalización de profesores, elaboración del Proyecto Educativo Comunitario (pec), creación del Centro de Educación, Ciencia e Investigación para el Desarrollo Indígena Comunitario (cecidic), los centros de alfabetización de jóvenes y adultos, las escuelas de formación de animadores comunitarios, se crean nuevos programas: microempresa piscícola Juan Tama, microempresa de lácteos, café, jugos Finze y la Radio Nasa.

Anotan Giraldo y Ceballos (2010), desde la acin, se consolida el Plan de vida, que se fortalece a través de una estructura conformada por los compo-nentes Político Organizativo: congresos, movilizaciones, proyectos comunita-rios, asambleas y juntas directivas y se crea el componente Técnico Operati-vo, representado en los Tejidos de Vida organizados como: Tejido Económico Ambiental, Tejido Pueblo y Cultura, Tejido de Justicia y Armonía, Tejido De-fensa de la Vida, y Tejido de Comunicación y Relaciones Externas para la ver-dad y la vida, desde el que se incorporan y articulan estrategias comunicativas tradicionales y de medios masivos para informar, reflexionar, decidir y actuar, así como para promover la iniciativa diplomática de la acin con el propósito de defender la vida de las personas, la pervivencia del territorio y del proceso (Tejido de Comunicación y Relaciones Externas para la verdad y la vida, 2010).

Vida cotidiana, ritos y festividades del pueblo nasaA partir de lo expuesto se evidencia que la vida cotidiana de los nasas, no se puede entender por fuera del conflicto y la confrontación, de allí que las con-diciones habituales de vida y las prácticas de comunicación resultan en y para la resistencia, como un medio para extender la voz del sufrimiento y la lucha, con todos los riesgos que ello trae consigo; sólo desde allí se podría entender la manera sigilosa (o de malicia indígena), con la cual se fue tejiendo la con-federación de pueblos indígenas, sin contar en su momento con la tecnología

24 Los alcaldes de los últimos gobiernos municipales han sido elegidos por el movimiento indígena: Gilberto Muñoz (1994-1997), Ezequiel Vitonás (1998-2000), Gabriel Pavi (2000-2003), Arquímedes Vitonás (2003-2007) y Carlos Banguero (2007-2010).

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contemporánea, pero sí con la fuerza de su palabra. Por esto, se valían de co-rreos o alguaciles que rápidamente difundían mensajes verbales entre los jefes de tribus y facciones de resistencia, a efectos de coordinar las directrices en reuniones proscritas por los españoles.

Como afirma Jaramillo (2011):Los pueblos indígenas del Cauca han contado desde siempre con pautas

organizativas y estrategias políticas creadas para responder a sus urgencias y contingencias, que en la mayoría de las veces lo son para hacer frente a sus ad-versarios. Esto lo evidencia su complejo patrimonio cultural; destacamos aquí cultural, en el contexto político-organizativo, pues si algo fundamental ha en-señado esta lucha de los indígenas es que la cultura de los pueblos indígenas no ha estado al margen de los procesos políticos vividos en el Cauca.

En la historia del pueblo nasa, las relaciones entre vida cotidiana y las dinámicas estructurales de confrontación tienen vasos comunicantes en las asambleas públicas y para todos los involucrados, lo que puede contrastar con los sistemas de comunicación masiva donde grupos específicos definen su rea-lidad, sus problemas y las tareas sociales por realizar, mientras otros grupos más numerosos y que desconocen o están ajenos a la información pertinente, reciben las conclusiones e instrucciones correspondientes. De allí que sus cele-braciones festivas y cotidianas, reflejan la resistencia colectiva, en formas que pueden resultar imperceptibles para un observador ocasional.

En las festividades del pueblo nasa se reafirman los lazos con la naturaleza y sus ancestros, realzando su cosmovisión y refrendando las lealtades hacia la comunidad, como ocurre en el ritual sagrado del Saakhelu, el cual se entiende en clave de comunicación con la tierra, cuando los indígenas invocan la ferti-lidad de las semillas y la tierra, previa al ciclo de cosechas; se entiende como la “armonía entre la naturaleza y nosotros… la semilla se potencializa”25; allí se traslada un árbol frondoso desde kilómetros de distancia para plantarlo de nuevo en un lugar previamente convenido y asignado, lo cual requiere cientos de indígenas, gran cantidad de alimentos y cerca de cinco días de esfuerzo con-tinuo, acompañado de música, chicha y jolgorio.

A través de la observación y participación en este ritual, pudimos evi-denciar que es una retoma de lo propio, de los ritos y tradiciones ancestrales, donde se expresa la relación y concepción de los nasa con la naturaleza, es un

25 Entrevista con Ernesto Cunda, (Coordinador del equipo de tierra, ACIN), 17 de junio de 2011, realizada por Aída Quiñones T.

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encuentro con su cosmovisión; además se percibe una forma de comunicación colectiva, que de acuerdo a Giraldo y Ceballos (2010), permite resignificar su cultura y rememorar sus luchas por el territorio.

Los ritos entonces, comportan un gran valor social en sí mismos, por la capacidad que poseen en el mundo colectivo e individual para diferenciar las emociones originariamente biológicas y universales, poniéndolas en corres-pondencia dentro del mundo social, lo cual hace posible la comunicación no verbal, la identidad comunitaria y las relaciones de solidaridad y existencia conjunta. Los ritos contribuyen a la comunión del colectivo con su territorio, porque además de ser parte integrante de la humanidad, lo son de la natura-leza que los contiene y vitaliza. De allí que se recorra, reconozca y ritualice periódicamente el territorio, a la vez que se renueven los lazos de pertenencia e identidad cultural en fiestas como El küçxh wala (el negro grande) o la fies-ta “del Niño”, celebrada del 8 al 24 de diciembre. Tal como lo refiere Miñana (2008), bandas musicales diferenciadas por el tipo de rituales, instrumentos e interpretaciones, realizan un recorrido artístico por las zonas de Tierradentro, al suroriente del territorio nasa, por la zona noroccidente por Pitayó, (Cal-dono-Pueblonuevo, Jambaló, Jebalá, Novirao) y zona de Toribío (Toribío, San Francisco, Caloto, Morales, Santander).

Es así como, desde hace más de cuatrocientos años, los nasas han logra-do pervivir en sus tradiciones que con algunas diferencias de zona, ratifican su vínculo con la naturaleza y la comunidad al tiempo que con los territorios conquistados en largas luchas. Se hace evidente en la cultura nasa el estrecho vínculo y la casi indiferenciación entre el rito y la fiesta que en ocasiones se articulan y entrañan un mismo sentido. A su vez, los ritos y fiestas sirven como expresión tanto de celebración sobre prácticas cotidianas, como de conmemo-raciones y encuentros. Algunos ritos como el del “Baile de la Chucha”, tienen como objetivo la celebración territorial correspondiente a la casa; para este ritual se hace un animal en forma de chucha, con el que un mayor, un Thë´ whala, le da la vuelta a la casa, para realizar una armonización, que se realiza a través de un festejo colectivo26.

Algunos ritos como los de armonización y protección, tienen por finali-dad fortalecer al ser humano y contribuir a que se desarrolle armónica e inte-gralmente; es también una forma de comunicación cosmovisional, porque se

26 Entrevista con Ernesto Cunda (Coordinador del equipo de tierra, ACIN), 17 de junio de 2011, realizada por Aída Quiñones T.

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une lo terrenal con lo trascendente. Estos rituales son compartidos no sólo por los integrantes de la comunidad, sino por quienes se sienten cercanos y partici-pan de intereses comunes. El ritual de protección, busca entre otros, salvaguar-dar la vida, frente a todos los peligros a los que se exponen las comunidades y personas que están cerca de sus procesos de lucha, dadas las condiciones de conflicto por los intereses sobre sus territorios. La protección y la armoni-zación se complementan, pues para lograr protegerse quien participa del rito debe armonizarse. La armonización la realiza un médico tradicional un Thë´ whala, a quien también llaman mayor, él es reconocido por su pueblo, y ha re-cibido el conocimiento y sabiduría de sus ancestros. Para el desarrollo del ritual el mayor usa hiervas, tabaco, chirrinche (alcohol procesado tradicionalmente) y mambeo; que en conjunto ayudan a limpiar. Después de la limpia se continúa con la apertura de caminos, para proveer la protección para la vida, ya sea a nivel personal o colectivo27.

Estas actividades sociales crean así un puente entre el pasado, el presente y el futuro; la comunidad y la naturaleza; el individuo y lo colectivo; lo emo-cional y lo racional; lo cotidiano y lo político, de tal forma que es la propia comunidad la que configura la plataforma de emociones, acciones y represen-taciones colectivas, sobre la cual son posibles los tejidos comunicativos como intercambio de signos, valores y reglas en clave nasa.

De la tierra al territorioSe observa con estos procesos lo que en tiempos anteriores ya se venía estable-ciendo: una diferencia cualitativa del mayor interés entre los movimientos que reivindicaban “la tierra para el que la trabaja”, como acceso a un factor produc-tivo necesario para incorporarse con mayores oportunidades a la formación socioeconómica hegemónica y la reivindicación del territorio como espacio de la vida en colectivo. Señala Rappaport (2005), el territorio nasa, se conci-be como un espacio productivo, simbólico, cosmogónico, espiritual y político; teniendo en lo colectivo una modalidad de resistencia o alternativa frente al capitalismo, que se ha cimentado en la desestructuración de las formas comu-nitarias de relacionamiento social, para la incorporación individualizada de personas desposeídas y emplazadas a la producción en las grandes haciendas o las industrias emergentes.

27 Participación de coinvestigadores en ritual, con médico tradicional, 2011.

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Como lo menciona Gómez (2008):El eje de la discusión ha girado en torno al lugar del campesinado (y de

los movimientos indígenas, (agrego) en la sociedad capitalista, en tanto grupo social que preserva un vínculo directo con los medios de producción y parece sustraerse al efecto desterritorializador con el que se caracteriza la lógica ex-pansiva del capital,…, analizada a la luz de una revalorización y reformulación de la comunidad como principio organizador de las relaciones sociales.

Sobre enfoques como éste acerca del quehacer político y cultural, se mo-tiva la recuperación de los cabildos, aun cuando algunos estuviesen direccio-nados por la Iglesia, los hacendados y líderes políticos de los partidos tradi-cionales, reconociendo en ellos, la matriz organizativa y cultural que habría de fundamentar las luchas de aquella época en su singularidad. Esto significó el desarrollo de investigaciones sobre su lengua, historia y su memoria políti-ca, desde las gestas de la cacica Gaitana, Juan Tama, Quintín Lame y Gonzalo Sánchez, entre otros muchos referentes de resistencia. Por ello, el cambio de estructura organizativa de Comité Ejecutivo a Consejería Indígena en el año 1975, implica simbólicamente un replanteamiento de las visiones revoluciona-rias europeas hacia la revalorización de su ser indígena.

A decir de Gómez (2008), los sujetos indígenas, negros y en menor grado campesinos, “evidencian cierta especificidad en relación con el territorio, a tra-vés del vínculo directo que mantienen con la tierra y con su entorno natural. La territorialidad se concibe como un aspecto constitutivo de la identidad social”, y (añado), de ciertas cosmogonías que riñen con aquellas lecturas instrumen-tales de la naturaleza y la sociedad cuyo propósito central es la acumulación de capital sobre cualquier otra consideración y para lo cual se requiere la despose-sión material, simbólica y cultural de amplios sectores de la población.

Según menciona Giraldo y Ceballos (2010), a propósito del trabajo de Yule, “el territorio para el nasa significa “yat wala txi’ fxiw”, “la gran casa y semilla”28. Yat Wala “La Gran Casa”: la tierra por ser espacio donde se desarro-lla, se recrea la vida y por ser el lugar donde vive todo ser (hombre, vegetales, animales y minerales), es habitación, hogar, vivienda. Txiwe Üus “Corazón de la tierra” es semilla. Es decir, una semilla cambia porque al sembrar se trans-forma: nace, crece, se reproduce y cambia, vuelve a su ciclo de origen, ciclo na-

28 Todas las referencias sobre el significado de las palabras en Nasa Yuwe en este capítulo son tomadas de: Yule, M. (2004) La metamorfosis de la vida: pensar, mirar y vivir desde el corazón de la tierra = Pees kupx fxi’zenxi; Cosmovisión nasa = Nasa usa’s txi’pnxi, Toribío: Cabildo Etnoeducativo Proyecto Nasa, p. 89 y ss.

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tural. Por lo tanto, la tierra es semilla…, el universo y la tierra son concebidos como Kwe’sx Yat Wala “Nuestra Gran Casa”, por ser espacio de vida donde se habita Nwe’sx “familias” pero a su vez es Fxiw “Semilla” por ser célula, corazón generador de vida, allí germina la vida. Por eso se dice que el territorio es Kiwe üus “corazón de la tierra”.

De acuerdo a Giraldo y Ceballos, desde el análisis nasa se entiende que: “El territorio es un proceso a través del cual un pueblo apropia y reapropia un espacio físico, una elaboración del pensamiento humano y tiene sus funda-mentos en la cultura y en el paisaje físico. El territorio es una interpretación social del significado y de la utilidad social de un espacio… se hace con la mi-rada,… con el conocimiento del tiempo y con el imaginario espiritual”.

Se diría entonces, que esta idea de tiempo como parte de la concepción de territorio de las comunidades indígenas, dista mucho de las velocidades de la ha-cienda, y más aún de la producción urbana, de las grandes industrias o del sector financiero. Por esto en muchas de esas poblaciones afirmar que el tiempo es oro, sonaría como una gran insensatez, no solo porque tal metal no es el mismo feti-che del capitalismo, sino, porque en estas comunidades buena parte del tiempo es ricamente invertido en la producción de sociedad y cultura. Se constata aquí un antiguo aforismo según el cual, “El tiempo es el espacio de la libertad” (Marx, 1945), frase que ha trascendido hasta nuestros días y que resulta actual en tanto muchas de las diferencias sobre la concepción del tiempo y el espacio están liga-das a la perspectiva capitalista que traspasan fronteras y por supuesto concepcio-nes de territorialidad; por tanto, no es de poca monta si pensamos en el tiempo que las comunidades indígenas deben invertir para la construcción de acuerdos, diseño de sus planes de vida, organización de sus mingas y el resto de la actividad cultural, prácticas que escandalizarían a un corredor de bolsa, a un industrial o incluso a un habitante urbano, enajenado por la perspectiva del capitalismo.

Más aún, en muchas de las actividades indígenas de producción social y espiritual son bienvenidos los niños, adolescentes, mujeres y los mayores, quienes tienen un lugar muy importante en las deliberaciones; lo cual en pers-pectiva capitalista sería un desgaste de tiempo totalmente repudiable para los ejecutivos postmodernos y neoliberales, que en ocasiones acompañaron la ins-tauración de modelos dictatoriales en América Latina, para garantizar la im-plantación del neoliberalismo, simplificando con esto la toma de decisiones de la embajada y las transnacionales, aun cuando para ello hubiesen de agigantar la corrupción, la maquinaria de guerra bélica y de propaganda, para “persua-dir” a los adversarios o los indecisos.

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El movimiento indígena y su exigencia de autonomía en medio del conflicto político militarLa década de los 70, 80, y 90 marcó fuertemente los territorios por la presencia de grupos insurgentes, con consecuencias adversas para los indígenas, quienes fueron permanentemente señalados y estigmatizados. Esta situación invariable de conflicto y estigmatización, lleva al movimiento indígena a promover su autonomía frente a los grupos armados, lo que a su vez contribuyó en buen grado a que guerrillas como el m19 y el Quintín Lame, expresaran voluntad de negociar con el gobierno.

Sin embargo, este proceso trajo consigo el recrudecimiento de las acciones armadas y de la violencia contra las organizaciones sociales, hasta que justa-mente en Corinto se firma un acuerdo de paz entre el m19 y el gobierno nacio-nal, al que se aúnan el Quintín Lame, el Ejército Popular de Liberación epl, la Corriente de Renovación Socialista crs y el Partido Revolucionario de los Tra-bajadores prt en diferentes lugares del país. En contraste, las farc ven cerrada ésta posibilidad ante la masacre de miles de militantes de la Unión Patriótica y un grupo disidente del M19 continúa operando como movimiento Bateman Cayón, procediendo a dominar y consolidar su accionar en las zonas anterior-mente ocupadas por las organizaciones insurgentes desmovilizadas.

La prioridad del gobierno por contrarrestar el accionar de los grupos in-surgentes había generado al movimiento indígena la oportunidad de ganar un pequeño espacio político dentro de los marcos legales, que permitió y estimuló el deslinde frente a los insurgentes, la participación en las instancias locales y en la propia Asamblea Nacional Constituyente de 1991, donde los indígenas contaron con dos dignatarios y lograron visibilidad nacional, al mismo tiempo que introducir en la Carta Magna varios apartados relacionados con los dere-chos indígenas y la circunscripción especial para las minorías étnicas.

Hasta ese momento y dadas las condiciones de conflicto político militar que afecta la vida cotidiana del pueblo nasa, los entrevistados29 manifiestan desconfianza en la información que se propaga a través de la radio y televisión, y el sentimiento de que allí no se valora el pensamiento indígena, tampoco se dice lo acontecido en las refriegas con la fuerza pública, los móviles de sus pro-testas, ni las afecciones causadas a la población; por ello, en los tejidos comu-nicativos nasa, prevalece la comunicación personal, ya sea en las interacciones cotidianas, los diálogos por celular (donde se recomienda prudencia), los even-

29 Entrevista a modo de conversación cotidiana con algunos integrantes de la ACIN. 24 de agosto de 2010.

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tos festivos o las grandes asambleas comunitarias, estas últimas caracterizadas por el ejercicio de la democracia participativa y directa. Hasta 1996 la informa-ción casa a casa era transmitida por los “alguaciles” quienes en algunos casos repartían volantes y otros impresos, como mecanismo tendiente a garantizar la seguridad y fidelidad de la información, llegando solo a las personas a quienes les corresponde conocer el contenido de la comunicación.

Antes de la conformación de la guardia indígena las labores de control territorial eran ejercidas por los miembros del Cabildo, en un número que so-brepasaba los 100 dignatarios, quienes tenían a su cargo áreas específicas sobre las que debían prestar el mayor interés, sea por la presencia de extraños o la ocurrencia de conductas que pudiesen afectar la seguridad del Cabildo; pos-teriormente y con la constitución de la guardia indígena se redujo el número de cabildantes en virtud de la asignación de éstas tareas de control territorial a la guardia, quienes deben comunicar los acontecimientos preocupantes al gobernador o las autoridades correspondientes, en lo posible personalmente y en casos excepcionales a través del celular.

En lo que corresponde a las tareas colectivas, estas deben ser consultadas en una asamblea general donde el grueso de la población delibera y traza las líneas de acción, mecanismos, tiempos, lugares, responsables y recursos, para luego ser ejecutadas por los miembros del cabildo o los grupos asignados. De dicha asamblea se levantan las actas y documentos correspondientes, siendo esta la voz colectiva que permea la totalidad del tejido comunicativo, para lue-go ser divulgadas a nivel nacional e internacional en los asuntos pertinentes al grueso de la sociedad, de esta forma, los comuneros participan y saben de lo convenido, siendo entonces innecesarios los medios masivos de comunicación en lo que concierne a los asuntos internos.

Conflicto político militar y los tejidos comunicativos nasa, luego de la Constitución Política de 1991A partir de la promulgación de la Carta Magna, se presenta un descenso signi-ficativo de las acciones de violencia contra la población indígena, y ese relativo respiro permite avanzar en la recuperación de tierras, la lucha legal por el re-conocimiento de sus territorios y el establecimiento de nuevas alianzas a nivel nacional e internacional. Todo lo cual respaldado por su trayectoria de lucha y nuevas propuestas políticas en un período donde la decadencia del socialismo burocrático había roto las esperanzas de buena parte de los sectores progresis-tas de Colombia y el resto del mundo.

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En este contexto, se apreciaban las dificultades de una salida negociada al conflicto armado entre el gobierno de Andrés Pastrana y la insurgencia de las farc, que los llevó a consolidar sus corredores de movilidad alrededor de la llamada “Zona de Distensión”, habida cuenta de las pocas concesiones que se brindaban el gobierno y las farc, lo cual trajo consigo la presencia de nuevas unidades guerrilleras y el incremento progresivo de la confrontación en el De-partamento del Cauca.

En tales condiciones de conflicto político militar, las estructuras arma-das incrementaron su presencia en la zona, buscando suplantar las autoridades indígenas en la tramitación de los conflictos entre comuneros, mientras los narcotraficantes cooptaban la población, reclutaban jóvenes y asentaban en su territorio cultivos con fines ilícitos, lo que incentivó en la organización la ins-tauración de una guardia indígena permanente, que retoma la experiencia de la guardia cívica indígena de los años 70s durante la recuperación de tierras.

De esta forma y respaldados por la nueva estructura organizativa de la guardia, los indígenas impulsan el respeto por sus territorios al mismo tiempo que marcan distancias con los grupos armados. En el año 2001 los Coconucos detienen un ataque del eln al puesto de policía de Puracé y por la misma época acuerdan con la columna Jacobo Arenas de la farc, el cese de un ataque a la policía de Caldono; en Jambaló presionaron el retiro de los narcotraficantes; en Santander de Quilichao presionan la libertad de un detenido por la fiscalía e incluso marchan hacia el Caquetá logrando la liberación del alcalde de Toribío, Arquímedes Vitonás, retenido por las farc en el 2004. Asimismo, rechazan el atrincheramiento de la fuerza pública dentro de los centros poblados para la realización de acciones contrainsurgentes, desmontando las fortificaciones ubicadas detrás o al lado de la población civil (Villa y Houghton, 2005).

Estas acciones que tuvieron una gran divulgación nacional, sumadas a la valiosa participación de los indígenas durante la Asamblea Constituyente, su labor de alianza con otros núcleos progresistas de la sociedad y la incursión en la contienda electoral con sus propios representantes, motivaron la creación y desarrollo de formas de comunicación, que trascendieran aquellas afinadas durante siglos de resistencia para el interior de sus comunidades. Se consideró entonces oportuno la utilización de medios tecnológicos para la comunicación o al menos para la divulgación, en otras poblaciones de su cosmovisión y de su agenda política; como lo refiere Almendra (2010: 57) en 1996 salió al aire en el municipio de Toribío la Radio nasa; en 1998 la emisora “Voces de nuestra tierra” en el municipio de Jambaló y posteriormente la emisora comunitaria

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Radio Pa’yumat: la voz del pueblo nasa. Luego, en el año 2001 la acin establece un convenio con el Centro Internacional de Agricultura Tropical, ciat, y la Universidad Autónoma de Occidente, uao, para poner en funcionamiento un Telecentro Comunitario.

Pero pese a todos los esfuerzos la Ministra de Comunicación ordena el cierre de la emisora comunitaria indígena, a lo que responde la comunidad; a decir de Ferro (2008), en julio de 2005, en Caloto, a través de la convocatoria de un tribunal indígena, se “juzgó a la ministra de Comunicaciones por haber or-denado el cierre de la emisora comunitaria indígena…La queja de la comuni-dad radica en que consideraban el cierre de la emisora comunitaria de Toribío como un atropello legal, político, humanitario y cultural”. Todos estos aconte-cimientos, demuestran la fortaleza de la comunidad indígena para pronunciar-se frente a los abusos y decisiones injustificadas de los entes gubernamentales.

Es de destacar que el movimiento nasa apela con mayor intensidad al uso de las tecnologías de la información y la producción de sus propios medios im-presos, con el objeto de llegar a la mayor cantidad de personas en Colombia y el mundo, desde el entendido de que las informaciones oficiales o de los medios privados de comunicación, desvirtuaban la esencia de sus luchas y en muchos casos promueven una actitud social desfavorable hacia el pueblo nasa, legiti-mando de ésta manera las más variadas formas de violencia a que son some-tidos por fuerzas regulares e irregulares. De allí que la articulación de medios propuesta por los nasas en el 2005 se define como “Tejido de Comunicaciones y Relaciones Externas, para la Verdad y la Vida”.

Que como bien refieren, recoge la experiencia y las diversas iniciativas de comunicación en la zona. Para su comprensión y funcionamiento distinguen dos fases: una primera, que corresponde a la definición del tejido mismo, a la vez que busca establecer el papel que juega en la comunidad, en tanto permite un acompañamiento a las acciones del proceso indígena. En la segunda fase, se asume la creación del tejido unificando sus diversas áreas, lo que conlleva conseguir recursos para el sostenimiento (nasaacin.org).

Una de las principales iniciativas que provoca el fortalecimiento comuni-cativo, es la creación de la “Escuela de Comunicación el Camino de la Palabra Digna”, la cual es entendida como un proceso cuyo objetivo es “Capacitar política y técnicamente a multiplicadores de comunicación y conciencia social para que aporten a la conformación y consolidación de un Tejido de Comunicación desde sus pueblos y localidades”, se busca así promover la estrategia del Tejido de Co-municación, en tanto resistencia, a través de la consolidación de un “espacio de

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formación enfocado a la comunicación comunitaria crítica, analítica y propositiva ante las realidades internas y externas que se viven en la actualidad”. Además el proceso de consolidación de la escuela provoca una serie de compromisos pues como bien señalan, las comunidades asumen “la responsabilidad de identificar y explicar realidades que ocultan los medios de comunicación comerciales”. La escuela se ha extendido por el territorio de tal manera que quien asume la tarea de comunicar, se capacita a partir de los ejes: “político administrativo, temas de fon-do, lo técnico y la práctica comunicativa” (http://www.nasaacin.org/ejes-de-capa-citacion-escuela-de-comunicacion). La escuela de formación se ha fortalecido en los últimos años, ya que se consolida a través de las experiencias de otros países que también trabajan para visibilizar sus comunidades a través de otros medios.

Del mismo modo los nasa recuerdan, lo propio y lo apropiado, a lo cual refieren que lo apropiado ha sido el uso de las nuevas tecnologías para comu-nicar, “las nuevas tecnologías no son propias, sino apropiadas y hay que saber comprender la diferencia entre estos conceptos. Es decir, el uso del internet hay que saberlo adaptar, pues es una herramienta útil, pero es sólo eso, es decir, es instrumental”30. Así una forma fundamental de visibilización y comunicación, es el diseño y administración de una página, donde se ingresa a través del enla-ce: www.nasaacin.org, a partir del cual se presenta su historia, sus procesos de lucha, los planes de vida, los cabildos y resguardos; se crean enlaces con otros medios de comunicación alternativa en el país y en el mundo, desarrollan un enlace sobre el tejido de vida, que se convierte en un medio a través del cual se ingresa para conocer sus posiciones y declaraciones; sus intereses; la galería de videos; la multimedia nasaacin; audios de Radio Pa’yumat; los historiales y archivos. Desde esta página se logra articular una gran producción propia, que permite conocer su posicionamiento como pueblo indígena.

La Radio Pa’yumat: la voz del pueblo nasa, es una de sus experiencias más enriquecedoras, siendo una emisora comunitaria fundada en el año 2002, la cual queda bajo la responsabilidad de la acin. La palabra refiere una especie de saludo, y pregunta muy cotidiana, que se usa cuando se llega a una casa que diera la sensación de estar sola; por tanto, expresar la palabra es preguntar si se encuentra alguien allí, es un modo de asegurarse que alguien habita el lugar al que se ha llegado y será recibido. Entre algunos de los objetivos de la emisora,

30 Entrevista a Dora Estella Muñoz Atillo, integrante del Tejido de Comunicación y relaciones externas para la verdad y la vida, el 23 de agosto de 2010, en Santander de Quilichao, Cauca, realizada por Giraldo John y Aída Quiñones T.

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relacionados con el impacto del conflicto político militar se destacan: “Desa-rrollar estrategias de prevención para mitigar el impacto del conflicto armado en la región, y crear una dinámica de acompañamiento a las comunidades en situaciones de confrontación armada, para que a través de este medio se reali-cen las alertas y denuncias necesarias” (www.nasaacin.org).

Para mantener una información permanente, han creado un boletín in-formativo, el cual se difunde a partir de una base de datos de quienes quieren inscribirse, el fin es mantener una comunicación semanal. De esta manera des-de el boletín se trasmite lo producido por el “tejido de comunicación y de rela-ciones externas para la verdad y la vida”, cuya propuesta es “comunicamos para reflexionar, decidir y actuar”. El boletín es un dispositivo para informar aque-llo que ocurre en el Cauca, al tiempo que se presenta información nacional e internacional. El sentido es mantener una comunicación permanentemente desde el presente y con la mirada propia.

El boletín trae un enlace introductorio refiriendo “nuestra palabra”, que resulta ser el camino para contar lo que está sucediendo en sus territorios, cómo son afectados, qué piensan, cuáles son sus preocupaciones y sus accio-nes; entre otros asuntos. También es una forma de expresar sus comunicados a la opinión pública. Asimismo desarrollan enlaces como las “voces de co-lombia”, a partir de los cuales tratan asuntos concernientes a las relaciones y problemáticas; donde además se presentan las noticias nacionales en una pers-pectiva crítica. Igualmente refieren noticias internacionales que se muestran en “panorama sin fronteras”. Los tejidos se envían a través de su amplia base de datos de correo: [email protected]; pero también pueden ser consultados en la página: www.nasaacin.org .

Es interesante evidenciar por medio de la observación, que en el lugar donde se desarrollan las actividades del tejido de comunicación, se ha venido fortaleciendo con equipos y herramientas tecnológicas, las cuales les permite la interconexión. Cuentan con un minicentro de documentación donde reposan los documentos producidos por la acin, y también documentos realizados por investigadores, periodistas u otras personas que han recibido el aval de la co-munidad para trabajar y desarrollar material, escrito, audiovisual, multimedial, audios, afiches, fotografías; los cuales hacen referencia tanto a su sabiduría, como a sus luchas. Igualmente el lugar es aprovechado para promover sus ex-presiones artesanales como otra forma de comunicación31.

31 Observación, Aída Quiñones T., 23 agosto de 2010.

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La expresión artesanal también es vista como una manifestación comu-nicativa simbólica, que tiene que ver con su historia colectiva y cotidiana; allí expresan sus luchas, sus críticas sociales, sus vivencias, sus cosmogonías y su cosmovisión. Se manifiesta a través de códigos que exteriorizan la historia co-lectiva; es decir, en la mayor parte de sus rasgos artesanales se encuentran sím-bolos concertados cuyo carácter es transmitir una narración, que no se queda atrapada en el tiempo, pues hay unos mínimos acerca de su contexto y colec-tividad que se conservan a través de acuerdos y control comunitario. Además, así como se enlazan costumbres y memoria histórica a través de lo artesanal, también se van actualizando sobre hechos de la vida contemporánea.

En consecuencia la comunicación en general, no se reduce a un intercam-bio centrado y objetivo de significaciones, sino que puede entenderse también como un campo de conflictos, donde se pugna por instaurar una definición de la realidad y no otra; ciertos valores en detrimento de otros, y una definición del Otro a la medida de los intereses propios y sin mayores consideraciones, donde la verdad que se pone en juego despliega la lucha habida cuenta de que ésta genera ventajas. Por esto la apuesta nasa ha sido poner en juego sus propias formas de comunicación que alteren la hegemonía que ha sido impuesta desde los medios comerciales.

Por esto mismo, no se puede simplificar la discusión sobre las comuni-caciones a un asunto de medios y tecnologías de divulgación o propaganda masiva, pues ello equivale a retroceder hacia aquellas visiones que escinden la producción, de la circulación y el consumo de “verdades” objetivas, para “concienciar” a personas ajenas a cierta problemática social, movilizando sus emociones, conocimientos y valores sin que ellos participen de la interacción. Bien lo tienen claro las organizaciones indígenas cuando afirman que:

Aquí no se centra la atención en los medios tecnológicos, que no descono-cemos y que por el contrario acogemos, sino en la fuerza y la riqueza de los sa-beres culturales, de los sentidos comunitarios, los rituales y los diversos even-tos en los que se expresa la alegría de vivir y desde donde nace la resistencia para seguir viviendo. Por lo tanto, articulamos tanto medios (radio, Internet, impresos, video) como formas de comunicación comunitarias (asamblea, min-ga, etc.) que nos permiten hacer un trabajo complementario para informarnos, reflexionar, debatir, proponer y tomar decisiones en un ejercicio de democracia y autonomía (acin, 2010: 1).

La comunicación que atraviesa el sentido mismo de la vida y la organiza-ción indígena, ha posibilitado el encuentro permanente con su rastro cultural

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y ancestral, ha permitido la recuperación indisoluble de lo propio, que va desde las prácticas rituales hasta sus fiestas y congresos, ha propiciado el encuentro simétrico y deliberativo con los otros, reconociendo el lugar de cada quien, así como la comprensión, significación y vínculo con la madre naturaleza. A través de la comunicación no sólo se recupera sentido, sino el fortalecimiento de lazos para la resistencia.

La comunicación desde el pueblo nasa, trasciende la comprensión capi-talista que ve en ella un sistema de cooptación y poder; contrario, desde el movimiento indígena se tiene clara la complementariedad entre la comuni-cación como significación de sus procesos y las herramientas o dispositivos que pueden ponerse al servicio de la resistencia y dignidad. Almendra (2010) considera que para consolidar una estrategia de comunicación, se fueron afian-zando algunos dispositivos que ya funcionaban como emisora y telecentro, con procesos de reflexión y formación, propiciando así la creación del Tejido de Comunicación y relaciones externas para la verdad y la vida, con el ánimo de “proyectar el sentido de comunicar y retomar la historia, teniendo en cuenta el contexto de agresión a la comunidad”.

De acuerdo con Muñoz (2010) en entrevista, nos cuenta que se acogió la categoría de Tejido:

Porque el que teje es el que une, entonces nosotros estamos tejiendo vida, y los consejeros acompañan el tejido, cada uno desde la comunicación y relaciones ex-ternas para la verdad y la vida. Nosotros le implementamos además hilos y nudos, porque hablamos de un tejido, como por ejemplo la mochila, pues la mochila está compuesta de hilos y tiene unos huequitos muy chiquitos.

Los nudos, los hilos que bajan, se van anudando y van formando la figura ¿Enton-ces, para nosotros qué son los hilos?, lo que conduce, o para nosotros los hilos son los medios de la comunicación apropiados, los propios. La radio no es propia de los indígenas; internet, menos; pero los hemos apropiado porque a nosotros nos sirven. Entonces decía un mayor alguna vez: “¿Qué es lo propio?, lo propio es lo mío más lo de otro que a mí me sirve (...). Y lo que estamos viendo es que sí estamos visibilizando, estamos dando a conocer y conociendo a otros. Para nosotros esos son los hilos, son espacios de comunicación propios, porque hay unos espacios de comunicación que han estado siempre en todo el proceso32.

32 Entrevista a Dora Estella Muñoz Atillo, integrante del Tejido de Comunicación y relaciones externas para la verdad y la vida, el 23 de agosto de 2010, en Santander de Quilichao – Cauca, realizada por Giraldo John y Aída Quiñones T.

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La comunicación adquiere también sentido como respuesta al conflicto y violencia que han vivido todos los pueblos, especialmente los indígenas; por esto, se ha buscado fortalecer, compartir y aprender de los otros; así, del 8 al 12 de Noviembre del 2010 en el Resguardo Indígena de la María de Piendamó Cauca, se celebró la Cumbre Continental de Comunicación Indígena del Abya Yala, donde habrían de intercambiarse experiencias de comunicación genera-das por las organizaciones indígenas en América Latina, el propósito consistía como bien se afirmó en “articularnos y fortalecer las formas, modos y medios de comunicación propios y apropiados para ponerlos en función de la vida en todas sus manifestaciones y vivir nuestra identidad con dignidad” (Boletín cric, 2010. p 2).

De esta forma, se ha reconocido la necesidad de identificar y diseñar es-trategias de comunicación que en concordancia con los nuevos acuerdos a ni-vel nacional e internacional pudiesen enriquecer la cultura en sus territorios, al tiempo que posibilitar el diálogo y las alianzas que se venían estableciendo con poblaciones de culturas, propósitos y formas de comunicación que hicie-ran frente a las estrategias, formas y tiempos de la comunicación hegemónica.

A través de observación y participación en la cumbre33, se pudo entender que más allá de los sistemas, dispositivos, herramientas y enfoques tradicionales de comunicación, lo que enriquecía la cumbre, era la posibilidad de comprender la comunicación, como un proceso articulado a la cosmovisión indígena, y a su vez como una instancia de emancipación. Desde la Cumbre se reforzaron lazos con los hermanos de otros pueblos que en situaciones similares a las que viven los pueblos ancestrales de Colombia, luchan por la dignidad y la vida.

En su bienvenida, el pueblo nasa planteó:Desde la concepción ancestral de la comunicación, que enmarca el senti-

do profundo de relación entre el ser humano y la naturaleza, donde la comu-nicación trasciende lo tecnológico y, teniendo en cuenta el momento actual de los pueblos y las realidades que se viven en nuestros territorios como la creciente militarización y ocupación, la extracción irracional de los recursos y la desarticulación de los procesos organizativos y comunitarios, entre otros, les invitamos a que nos conozcamos y sobre todo compartamos nuestros dolores y esperanzas, a que no fragmentemos ni dividamos las luchas y la resistencia milenaria de nuestros pueblos (Cumbre, 2010).

33 Observación en Cumbre Continental de Comunicación Indígena del Abya Yala, realizada por Aída Quiñones T. Noviembre 8 a 12 de 2010.

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La minga como proceso comunicativo: el caminar de la palabra, acto comunitario y de resistencia.Respuestas que se dan frente al conflicto como la creación de la guardia en el 2000, y las acciones frente a los armados, llevan a fortalecer sus formas particu-lares de comunicación y resistencia, entre ellas se destaca la minga, de la cual se dice: “es una fiesta, una oportunidad para compartir, intercambiar, consolidar lazos comunitarios, tejer sociedad” (Almendra, 2010). Una de las acciones más significativas del pueblo nasa, se da a partir del bloqueo a la carretera Paname-ricana, donde posteriormente se desarrolla una marcha a la ciudad de Cali, que demostró la fuerza social de sus iniciativas, y dio pie a la Minga de Resistencia Social y Comunitaria de los Pueblos en 2008, a esta se sumaron otras poblacio-nes indígenas, negras y campesinas de todo el país con el fin de marchar hacia la ciudad de Bogotá, en una gran caminata de la palabra que ha buscado abrir conversaciones y alianzas con los sectores populares urbanos de todo el país, mostrando además la fuerza comunicativa y de convocatoria que tiene este caminar de la palabra como resistencia, frente a las problemáticas permanentes en el Cauca. Tal como lo enuncia Aída Quinqué:

…la Minga es eso. Encontrarnos con los otros; que cuenten su historia, su expe-riencia, y que podamos compartir y de ahí empezar a generar una política inclu-yente, que nazca desde la propia gente… Otro objetivo es seguir el debate, cara a cara, pero ya no sólo como hicimos en La María sino que asimismo debe ser mucho más amplio, y en el que muchos expresen su sentir y le digan al presidente lo que pasa en Colombia… Nuestros mayores nos enseñan que la persistencia es legítima. No es lo que digan la ley o el Estado. La ley y el Estado sí, siempre y cuando defiendan los derechos de todos. El pueblo tiene que levantarse (Quin-qué, 2010).

Allí se organizó el Congreso de los Pueblos, desde la idea de que el sis-tema parlamentario no interpreta, no representa, ni cuenta con la voluntad política para promover las aspiraciones más sentidas de la gran mayoría de la población nacional, en una época en que más de 70 congresistas de la bancada de gobierno estaban siendo cuestionados por su alianza con los grupos para-militares y realizaban una labor obsecuente a favor de las transnacionales y el gobierno Norteamericano.

Al igual que muchas de las acciones anteriores, el Congreso de los Pue-blos, fue precedido por una gran marcha hasta la ciudad de Bogotá, donde gran parte de la población de diversas ciudades por donde pasaban los marchantes

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les recibía con entusiasmo y solidaridad, para sesionar del 8 al 12 de Octubre de 2010, en el campus de la Universidad Nacional de Colombia.

En la realización del Congreso se propusieron cinco objetivos:a) formular lineamientos para un Plan de Vida Digna Nacional, b) trazar

un marco para el mandato de mandatos populares, c) construir una plataforma de movilización conjunta durante los próximos años, d) definir criterios organi-zativos para la articulación social y e) fortalecer las alianzas internacionales. Las conversaciones giraron alrededor de 7 ejes temáticos: I) Territorio, identidad y vida digna, II) Economía para la vida (con soberanía y autonomía), III) Derechos humanos, IV) por la globalización de las luchas y la unidad de los pueblos, V) por la vida, justicia y caminos de paz, VI) construcción de poder para el buen vivir y, VII) cultura diversidad y ética de lo común. (Congresodelospueblos.org, 2010).

A manera de conclusiónLas diversas formas y medios de comunicación, el uso de las tecnologías, los rituales, mingas y demás interacciones culturales son el fundamento de la vida social y las luchas del pueblo nasa, no sólo porque establecen referentes para la interacción y la comunicación, sino que permiten además reducir las tensiones al interior de la comunidad, propiciando su identidad frente a otros grupos sociales, ya sea para la construcción de alianzas en condiciones de diversidad o para enfrentar a los adversarios a partir de las diferencias. La consolidación interna de la comunidad indígena a partir de sus historias de lucha, le ha per-mitido acceder a otras poblaciones que pese a estar atrapados en buen grado por relaciones y estructuras de comunicación diferentes, ven con simpatía la experiencia y la palabra de estas organizaciones; ahora bien, abrir las conver-saciones a nivel nacional e internacional significa romper el aislamiento y la estigmatización al que se ha pretendido condenar la población nasa, no obs-tante, significa al mismo tiempo abrir un campo de batalla simbólica y material frente al cual lo que queda por esperar son reacciones muy fuertes de violencia física y simbólica; no solo en los frentes ya establecidos, sino además en la pro-pia retaguardia de la población nasa, es decir, en sus propios territorios.

No solo a nivel de comunicaciones, sino también en lo educativo, territo-rial, electoral y demás campos de lucha simbólica y física, lo que se dirime no se reduce a aquello que pronuncian los interlocutores con pretensiones de verdad (lo que de entrada sitúa a un lado del escenario de conflicto), sino además y quizá sea lo más importante, se define el conjunto de poderes que de antemano precisan las reglas del juego, el lenguaje legítimo, los propósitos adecuados o

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aquellos censurables, el contexto, los emisores, los medios y valores legítimos, los saberes “serios, rigurosos y científicos” y aquellos que no lo son:

Lo esencial de lo que ocurre en la comunicación no está en la comunicación,…, se precisa un emisor legítimo, es decir, alguien que reconozca las leyes implícitas del sistema y que haya sido reconocido y cooptado por ello. Precisa destinatarios a los que el emisor reconozca como dignos de escuchar, lo que supone que el emisor tenga poder de eliminación, que pueda excluir a los que no deberían estar allí… (Bordieu, 2000).

Vida cotidiana, comunicación, educación, actividad política y demás ac-ciones de las organizaciones indígenas, gravitan alrededor de estructuras de legitimidad en muchos casos adversas, sin que por ello puedan negarlas o su-poner que sólo se trataría de ponerlas a su servicio. Frente al primer aspecto conviene recordar a Juan Tama cuando decide reconocer la Corona española y el sistema de terrajería, al mismo tiempo que logra instaurar los cacicazgos como territorio relativamente autónomo sin desistir de la lucha; en contraste, otras organizaciones indígenas seguramente apelando a un cierto tipo de “rea-lismo”, subordinaron sus cabildos a los intereses de la Iglesia, los terratenientes y políticos, mientras que otros, los diluyeron en las llamadas Juntas de Acción Comunal. En cualquiera de los dos casos se asumió un bando en las condi-ciones de conflicto que acompañan permanentemente nuestra historia; en el primero, se creció desde la otredad que posibilita lo propio; en el segundo, la negación no es del otro sino de sí.

De otra parte, importa reflexionar acerca de los cambios acontecidos a partir de la constitución de 1991, cuando la ampliación del escenario políti-co y social de las comunidades indígenas les permite ingresar en el escenario nacional e internacional, implementar alianzas con otros sectores sociales que se perciben como solidarios o con los cuales pueden compartir parte de sus aspiraciones e incluso, a participar de la contienda electoral con sus propios líderes; allí, la democracia participativa y directa ejercida, desde las asambleas comunitarias, resulta insuficiente; por lo que deciden participar en las lógicas de la democracia representativa, en lo que concierne al plano externo, todo lo cual implica la complementación de formas de comunicación interpersonales, entendidas como intercambio de significados, conocimientos y valores entre personas que pueden replicar o reafirmar inmediatamente, lo propuesto por el interlocutor, incorporando formas de comunicación mediadas espacial y tem-poralmente por lo escrito o lo tecnológico.

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Como lo refieren varios de los comuneros entrevistados, estas novedosas estrategias de comunicación han traído consigo, distinciones entre quienes di-vulgan la información y las comunidades, “algunos de los jóvenes que filman los eventos, participan de la radio o de las demás formas de comunicación, tienden a sentirse distintos a nosotros, como de mejor familia, importantes, con tendencia a perpetuarse en el cargo y hacerse indispensables”34, situación que por ahora no prospera, ya que los medios de comunicación son de orien-tación y propiedad colectiva, lo cual no favorece la escisión radical que puede apreciarse con frecuencia en nuestra cultura. Algo parecido ocurrió con los representantes elegidos por las comunidades indígenas, que incorporados a los dispositivos de delegación política desconocieron en ocasiones las orientacio-nes de la comunidad, funcionaron como rueda suelta e incluso, en los últimos tiempos debieron ser juzgados en las asambleas y algunos de ellos “juetiados” por su distanciamiento con los electores.

De allí que el ejercicio de la democracia participativa directa para las in-teracciones comunitarias, a la par con las prácticas de la democracia repre-sentativa en la contienda electoral resultan difíciles de conciliar y, aun cuando permiten encausar la población hacia los representantes de la causa indígena y restarle con ello poder a los adversarios políticos, traen consigo prácticas y, por qué no decirlo, vicios de la política tradicional, que paulatinamente dis-tancian a los delegados de los delegatarios, sustituyéndose así la comunicación por prácticas de disuasión y propaganda de carácter unidireccional, basada en la autoridad, los recursos y la legitimidad que les confiere el acceso a los cargos de elección popular y el sistema electoral vigente.

Probablemente lo que esté esencialmente en juego sea el tiempo indepen-dientemente de los fines y contenidos que se pretenda agenciar, los cambios de velocidad en los procesos de acumulación contemporáneos tienden a constreñir los espacios de libertad; sean estos para pensar, conversar, cooperar en la minga, asistir a la asamblea, participar de la marcha, compartir el ritual; o en fin, cons-truir sociedad, constituir subjetividades o recrear ordenes, símbolos y valores; sin esos tiempos la posibilidad de la vida en comunidad y la existencia de lo colectivo (lo común en diversidad) estarían en riesgo, más aún en el marco de las adversidades propias de la confrontación político-militar que impacta al país.

34 Entrevista a manera de conversatorio en trabajo de campo. Realizadas por John Giraldo y Aída Quiñones. Entrevistados: Cunda, Ernesto. (Coordinador del equipo de tierra, acin). Muñoz Atillo, Dora Estella. integrante del Tejido de Comunicación y relaciones externas para la verdad y la vida. Vitonás, Ezequiel. Toribío, (Coordinador de la casa del pensamiento).

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Con el futuro a cuestas. Construcción cultural de un territorio nasa en Íquira, Huila, después de

la avalancha del río Páez en 1994, y en medio del conflicto político militar

María Rosa Helena del Pilar López Silva, Universidad Surcolombiana

Aquel día se sintió un fuerte movimiento de la madre tierra que sacudió gran par-te del Cauca y, en especial, del municipio de Belalcázar, Páez. Las zonas más cer-canas al nevado del Huila presintieron que iba a ocurrir una tragedia. De pronto, de lo más profundo surgieron olas de polvo que poco a poco consumían lo que encontraban a su paso. La gente llena de pánico, trataba de huir a lo más alto de la montaña para ponerse a salvo. Hubo muertos, heridos, y niños que quedaron huérfanos; también personas que quedaron atrapadas por los derrumbes (…).

Todos estos motivos llevaron a que [los sobrevivientes] se desplazaran a diferentes lugares. Las mujeres y los niños fueron llevados en camiones al municipio de La Plata. Los que llegaron a Ríonegro [una de las zonas de reubicación en el Huila] vieron que este lugar era montañoso; una gran parte era cafetera y amapolera, las carreteras estaban en muy mal estado y los carros que llegaron no podían andar rápido. Ahí estos grupos [los nasa relocalizados] nombraron las veredas igual que las de Tierradentro [Cauca] y se fueron ubicando, en gran mayoría por apellidos. Estos grupos se fueron acoplando al contexto de estas tierras tan diferentes a las que estaban acostumbrados.

Con estas palabras un grupo de jóvenes indígenas nasa de entre 15 y 17

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años me relató la avalancha del río Páez del 6 de junio de 1994. Al escuchar la narración quedé completamente sorprendida por los detalles contenidos en ella, la seguridad de los muchachos al contarla y la gran apropiación que tenían de un suceso ocurrido cuando la mayoría de ellos ni siquiera había nacido.

La situación despertó mi interés por la memoria nasa, especialmente so-bre la manera como las comunidades damnificadas por la avalancha del río Páez la han producido y puesto a circular durante los últimos quince años.

Cuando me decidí a hacerlo me encontraba trabajando como profesional de apoyo en el crihu - Consejo Regional Indígena del Huila, la organización que articula y representa a las tres etnias procedentes del Cauca y que habitan en el Huila desde hace más de 15 años: Los yanaconas, los misaks y los nasas. Allí había conocido a Jairo Alonso Embús, un indio de actitud festiva, pero de carácter firme y compromiso arraigado con su pueblo. Bajo su responsabi-lidad estaban 21 comunidades indígenas dispersas por todo el departamento del Huila, por las cuales trabajaba a diario, casi sin descanso, en la gestión de recursos y defensa del territorio, junto al equipo de trabajo que lo respaldaba como presidente del crihu. Aunque era evidente el afecto que tenía por todos los cabildos y resguardos, me intrigó profundamente el gran amor y compro-miso de líder que Jairo siempre manifestaba por su resguardo al mencionarlo y añorarlo continuamente en su mente y corazón.

Fue entonces cuando comencé a sentir un gran interés por conocer ese, su pueblo nasa damnificado por la avalancha de Páez de 1994, el mismo pueblo al que pertenecen los jóvenes que mencioné al principio de este texto. De este pueblo hablaremos durante un rato.

1. ContextosEl 6 de junio de 1994 un sismo de magnitud 6,4 en la escala de Richter, con epi-centro en la cuenca alta del río Páez, sacudió parte del suroccidente colombia-no, especialmente la zona oriental del departamento del Cauca (municipios de Páez e Inzá). El sismo fue el detonante de una serie de fenómenos naturales35, entre ellos, de una avalancha que ocasionó daños a unas 40.000 hectáreas, la muerte de cerca de 1.100 personas, y el desplazamiento de unas 1.600 familias

35 La secuencia de eventos de acuerdo a INGEOMINAS fue: “Sismo, el cual originó numerosos daños estructurales en viviendas y múltiples fenómenos de remoción en masa de tipo deslizamientos y flujos; a continuación y como consecuencia de los últimos se originó un flujo de escombros o avalancha que se concentró en el cauce principal del río Páez y arrasó con todo lo que se encontraba a su camino. La gran mayoría de víctimas se debieron al efecto de esta avalancha.”

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por la inestabilidad de los terrenos.Hasta esa fecha la tragedia más contundente ocurrida en Colombia había

sido la del municipio de Armero en 1985, en el departamento del Tolima, como resultado de la erupción del volcán Nevado del Ruiz, con más de 20 mil muer-tos y la completa desaparición física de su casco urbano. Aunque la avalancha de Páez no tuvo las mismas dimensiones, se reviste de una característica par-ticular y es que sus trágicos efectos recayeron principalmente en comunidades indígenas: la población más afectada según autorreconocimiento étnico fue la nasa (nasa) con el 85% del total de muertos y el 78% de los desaparecidos tota-les; esta población estaba integrada por los resguardos de San José, Toez, Huila, Chinas, Swin, Belalcázar, Mosoco, Tálaga, Vitoncó, Avirama, Lame, Togoima, Cohetando y Ricaurte (Censo cric – nasakiwe 1995).

De ellos el más perjudicado fue el de Huila, al que pertenecía Jairo: 528 miembros de su comunidad desaparecieron y más de 1800 damnificados fue-ron desplazados. Por tal razón, los sobrevivientes de este resguardo tuvieron que ser trasladados a albergues temporales en La Plata (Huila) y Novirao (Cau-ca), mientras se definía su reubicación definitiva. Con el apoyo de la Corpo-ración para la Reconstrucción de la Cuenca del Río Páez y Zonas Aledañas Nasakiwe, pudieron establecerse de manera definitiva desde el mes de diciem-bre de 1994 en la inspección de Ríonegro, municipio de Íquira (occidente del departamento del Huila). Esta es una zona reconocida a nivel nacional, por la migración hacia allí de colonizadores antioqueños en los años 40 del siglo xx; y a nivel internacional, por haberse convertido en los noventas en una de las zonas de mayor producción amapolera del suroccidente del departamento del Huila. Hoy en día es conocida por hacer parte de una zona estratégica de las farc en límites entre los departamentos del Huila, Cauca y Tolima.

2. ActoresLos nasa (antes paeces)36 son considerados uno de los pueblos indígenas más numerosos de Colombia. De acuerdo con el censo más reciente del dane (2005), la etnia está compuesta por 118.845 personas, que representan el 16.93% de la población indígena nacional. Aunque la mayoría de resguardos se ubican en el Cauca, en la zona conocida como Tierradentro, también hacen presencia

36 Aunque la etnia indígena de que trata esta investigación es mayormente conocida en Colombia con el nombre de paéz, en todo el documento se hará referencia a ella con el término nasa que es la manera como se han autorreconocido las comunidades que pertenecen a ella, en contraposición al primero que históricamente ha tenido una connotación peyorativa.

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en los departamentos de Putumayo, Caquetá, Huila, Tolima y Valle del Cauca. Sus integrantes hablan el nasayuwe, o lengua páez y en su mayoría dominan el castellano (la relación con la sociedad dominante los ha obligado a ello).

Esta etnia se ha caracterizado históricamente por su gran capacidad orga-nizativa y de resistencia frente a las amenazas de su entorno, prueba de ello es haber sido la única que durante casi un siglo se resistió a la dominación de los españoles conquistadores, pues sólo hasta bien entrado el siglo xvii, los blan-cos pudieron establecer en la zona de Tierradentro las primeras encomiendas (Rappaport, 2004) Del mismo modo, por haber gestado en su seno líderes polí-ticos e intelectuales que adelantaron la lucha por la defensa de los pueblos indí-genas como Juan Tama y Manuel Quintín Lame. En las últimas cuatro décadas lideraron la creación de la organización indígena más importante y consolida-da de Colombia -el Consejo Regional Indígena del Cauca, cric-, y las movili-zaciones intersectoriales de resistencia como “La minga social y comunitaria”, dirigidas entre otros por Aida Quilcué y Feliciano Valencia. Además, ha sido una de las pocas etnias que en la actualidad preservan parte importante de sus costumbres y tradiciones cosmogónicas.

Los nasa que integraban el resguardo Huila de Tierradentro eran princi-palmente agricultores, tanto mujeres y hombres, que se dedicaban al cultivo del maíz, el plátano, el fríjol, las habas, entre otros alimentos tradicionales. A su vez, las mujeres se dedicaban también al tejido de jibras, cuetanderas, capi-sallos y otros elementos propios de la cultura nasa, mientas los hombres, por su parte, se dedican a la medicina tradicional. El resguardo Huila, es proveniente de uno de los cinco grandes cacicazgos que surgieron durante la colonia bajo el impulso de Juan Tama: el de Huila, ubicado en Tierradentro. Sus tierras se dis-tribuyeron posteriormente (al parecer durante la república) a las comunidades en calidad de resguardos.

3. Prácticas a analizarUno de los hechos provocados por la avalancha de Páez en la comunidad nasa de Huila fue el desplazamiento de sus pobladores a la inspección de Ríonegro, en el municipio de Íquira, departamento del Huila. A su llegada los nuevos pobladores encontraron que los habitantes mestizos de la zona se encontraban inmersos en la descomposición social generada por la considerable cantidad de dinero que circulaba entre ellos por cultivar amapola para producir látex y venderlo a los narcotraficantes que lo convertían en heroína. Ellos vivían lo que se conoce como el mundo traqueto: consumo descontrolado de bebidas alcohólicas, uso generali-

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zado de armas de fuego, proliferación de actividades delictivas, aumento de con-flictos familiares y vecinales, entre otros. Estas prácticas llevaron a los habitantes a aceptar la presencia de los guerrilleros de las farc como una alternativa válida para recuperar el orden y la armonía perdida, y en consecuencia este grupo ar-mado comenzó a establecer un control en la zona, que mantiene hasta hoy.

En este contexto, los nasas damnificados asumieron el reto de la recons-trucción social y cultural del territorio. Con ese propósito levantaron vivien-das, demarcaron caminos, construyeron el centro educativo, dieron nombres a las veredas y repartieron las parcelas. Ellos fueron haciendo estas actividades paso a paso. Pero, a la vez, debieron enfrentar la gran carga de prejuicios que tenían los habitantes mestizos contra ellos, los que aumentaron cuando vieron amenazada su seguridad territorial y económica, porque, entre otras cosas, se acabó su trabajo en las fincas cafeteras con la llegada de los indígenas.

A pesar de las condiciones adversas, esta comunidad nasa ha logrado consolidar, en los últimos quince años uno de los resguardos más grandes del departamento del Huila, con una población de 1.830 personas que integran 421 familias, y una extensión territorial de 2.103 hectáreas, con predios en los municipios de Íquira, Nátaga, Tesalia y Páez (Cauca). Asimismo, ha logrado mantener una de las mejores instituciones educativas indígenas del departa-mento y en donde reciben enseñanza preescolar, primaria y secundaria más de 500 niños y jóvenes indígenas y también mestizos de la zona. Y, con mu-cho esfuerzo, han conseguido neutralizar al grupo armado de las farc porque aunque controla el casco urbano de la inspección de Ríonegro, habitada por mestizos, no ha logrado dominar el territorio de la comunidad indígena nasa.

De ese panorama surgen tres preguntas: ¿Cómo lograron los nasa del res-guardo Huila avanzar en el proceso de reconstrucción social y cultural de su te-rritorio? ¿Qué procesos sociales políticos, económicos y culturales tuvieron que desarrollar para consolidar el resguardo actual en medio de un ambiente hostil y de conflicto? ¿Qué papel ha desempeñado la producción y circulación de sus propias memorias en este proceso?

Para responderlas, estas páginas buscan establecer los procesos generados por la avalancha del río Páez, la manera como la población construyó el nuevo territorio, y el papel que desempeña la producción y circulación de memorias al interior de la comunidad.

4. Marco referencialEn este trabajo revisé tres investigaciones adelantadas en torno al tema de im-

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pactos y transformaciones generados por la avalancha del Páez de 1994 en las comunidades nasa damnificadas. A partir de ellas se buscó identificar los en-foques elegidos, y los aportes que sobre el tema realizaron, como marco para el estudio que se propuso desarrollar con los nasa del resguardo Huila.

En primera instancia abordé el estudio adelantado por María Teresa Find-ji y Víctor Daniel Bonilla, dos investigadores colombianos con una importante trayectoria en el estudio de la etnia nasa. Los autores desarrollaron una contex-tualización del sismo y de la avalancha del Páez de 1994 en la cultura y tradición de lucha de los nasa, y para ello resaltaron dos aspectos centrales: uno, que las crecientes invernales que barren las cañadas de Tierradentro no han generado en los nasa recuerdos trágicos, por el contrario han sido siempre relacionadas con la llegada de nuevos caciques a sus territorios y, dos, que la historia nasa, es una larga historia de dispersiones y aglutinamientos entre sus miembros, así como de encuentros y desencuentros con la sociedad que los rodea.

En esta parte se evidencia uno de los marcos analíticos que guían el estu-dio: el desastre se asume no tanto como un evento trágico y novedoso para los nasa, sino como parte de una dinámica cultural y territorial: “para los paeces (las crecientes invernales) estuvieron siempre relacionadas con un factor aglu-tinante de su pueblo: la tradición, según la cual fueron ellas las que trajeron a los niños caciques que los gobernaron e impulsaron las acciones gracias a las cuales han logrado existir hasta hoy” (Findji y Bonilla, 1995). Es decir, el ca-rácter social y cultural se superpone al natural, nada se debe al azar sino a las acciones de los seres humanos sobre la madre tierra.

Es por eso que los autores resaltan la necesidad de evocar la larga y trágica historia nasa para comprender y ubicar de manera acertada el significado del sismo y posterior avalancha en la vida de las comunidades damnificadas. Tanto para comprender cómo los comuneros han enfrentado fenómenos de natura-leza similar, así como la manera en que han podido defenderse de los intentos nacionalistas de integrarlos a la fuerza a Colombia, mediante el movimiento indígena que consiguió que la Carta Política de 1991 dejara de verlos como menores de edad y los aceptara como ciudadanos poseedores de otra cultura y con territorio y justicia propia.

De tal modo que si se conocen las dinámicas de construcción territorial que han desarrollado los nasas a lo largo de su existencia, se puede evidenciar una relación lógica de causalidad entre los sucesos sociales, económicos, políti-cos y culturales y la avalancha de 1994. En ese sentido Findji y Bonilla refieren los siguientes hitos en la historia de la etnia nasa:

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•Resistencia y dispersión: En 1538 se da el primer encuentro de los con-quistadores con los ancestros de lo que hoy son los nasa, los cuales, según los cronistas, vivían esparcidos por la región, lo que dificultó su sometimiento. Fue así como los españoles tuvieron que librar tres guerras para que sólo en la última, pudieran obtener una victoria parcial, pues sólo lograron garantizar el tránsito al interior de los territorios nasa durante los siglos siguientes, pero fue tan sólo a finales del siglo xix, cuando se constituye la Colombia contemporá-nea, que pueden establecerse dentro de ellos.

•Segunda dispersión: Los sobrevivientes de la guerra de exterminio buscaron esconderse y escapar para quedar libres de todo sometimiento. Los perseguidos se refugiaban en el monte, volvían a empezar, reconstruían su vida en condiciones muy precarias, además reproduciéndose gracias a la tradición de la rocería.

•Conformación e integración de los pueblos de indios: A pesar de que el ha-cer parte de los pueblos de indios significaba estar ligado políticamente al régi-men colonial, los nasa aprovecharon la situación para garantizar a sus familias un ambiente de paz para la reorganización de las comunidades y el proceso de reunificación que facilitaba la ampliación y consolidación de autoridades pro-pias dentro del marco existente. Esto dio lugar al surgimiento de caciques que encabezaron luchas jurídicas contra los encomenderos y terratenientes empe-ñados en arrebatarles sus tierras.

•Resistencia a la fuerza integracionista nacional: Los nasa pudieron defen-derse de las tendencias nacionales que excluían la diferencia, es por eso que sus resguardos y cabildos cobraron vigencia a raíz del movimiento indígena que ob-tuvo sus principales ganancias en la Asamblea Nacional Constituyente de 1991.

Con base en lo anterior, Findji y Bonilla se preguntan¿De dónde sacaron los paeces las fuerzas para retomar el camino, para

recuperar la idea propia, a pesar de todas las dispersiones y destrucciones que han vivido? La encontraron en la memoria de sus mayores (…) memoria que tiene soporte material en las lagunas, los cerros y los ríos que estructuran su tradición y en la persistencia de los resguardos mismos (Findji y Bonilla: 1995).

De ahí que mayores y médicos tradicionales expliquen que la avalancha de Páez haya sido un castigo para los nasa, por haber permitido el ingreso de blancos a su territorio durante el siglo xix.

Por su parte, Joanne Rappaport y David D. Gow, adelantaron una investi-gación acerca las pugnas que se generaron a partir del desastre sobre la defini-ción del futuro de las poblaciones desplazadas. Para ello se basaron en la inter-pretación textual de documentos relacionados con el proceso de reubicación

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de las poblaciones y observaciones etnográficas en cuatro de las comunidades relocalizadas fuera de sus tierras ancestrales. Lo que buscan es problematizar las categorías Estado – Comunidad para el entendimiento antropológico de la inserción de los indígenas dentro de la sociedad dominante (Rappaport y Gow, 1997). Desde allí, los autores plantean que el problema al que se enfrentaron las comunidades nasas no fue sólo el desastre como tal, sino las acciones posterio-res que implementó el Estado y demás entidades participantes en reubicarlos: su percepción del indio como un ser “incivilizado” desde la noción occidental, dio lugar a la toma de decisiones erradas para la reubicación.

Rappaport y Gow consideran que el futuro de los nasa no debe verse o entenderse mediante una posición dual entre Estado y Comunidad, sino en el marco de la dinámica de otros actores que participaron en las decisiones sobre la reubicación de los damnificados: El movimiento indígena representado en el Consejo Regional Indígena del Cauca –cric-, el Estado con la Corporación Nasakiwe, y la etnia nasa damnificada, a través de sus dirigentes locales. Y para su análisis proponen una tipología de los reasentamientos:• Las comunidades cuyos territorios fueron destruidos casi totalmente por el

desastre, obligando a sus poblaciones a reubicarse sin esperanzas de volver a vivir en Tierradentro, aunque esperen poder regresar en un futuro a tra-bajar a sus tierras;

• Las comunidades cuyas tierras fueron totalmente destruidas;• Los resguardos que fueron parcialmente destruidos. Así, mientras una par-

te de su población continúa habitando sus tierras de origen, la otra parte vive en reasentamientos lejanos de Tierradentro; y

• Las comunidades nuevas que reúnen parte de población procedente de va-rios resguardos de origen.Al caracterizar cada uno de ellos los autores evidenciaron, primero, que

los reasentamientos no fueron establecidos como nuevos territorios desligados de sus comunidades de origen. Segundo, que en todas las comunidades hay un porcentaje de la población que ha elegido permanecer en la zona del desastre a pesar de los peligros que eso representa. Y tercero, que existen diferencias entre las aspiraciones de las distintas comunidades reubicadas y que giran en torno a la naturaleza de la integración buscada dentro de la sociedad regional, la ubi-cación y calidad de las tierras de los reasentamientos, y el papel de la educación en el mantenimiento cultural.

En lo que se refiere a las respuestas de la comunidad, Rappaport plantea que los comuneros afectados, sobretodo los que tuvieron mayor libertad de elección

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de los nuevos terrenos, aprovecharon la oportunidad para mejorar las condi-ciones de vida de la comunidad (en lo que se refiere a acceso a instituciones del Estado, ciudades centrales, vías principales, mejoras en las posibilidades de producción agrícola). Esto, según se puede apreciar en las ideas de la autora, se relaciona con las nuevas dinámicas que generó la promulgación de la Constitu-ción de 1991 y de leyes como la de transferencia a las comunidades indígenas.

En este punto, los dos investigadores plantean las preguntas: ¿Qué sig-nifica ser indígena en este caso? ¿Quién tiene el derecho a hablar por los in-dígenas? El caso de la reubicación de los nasa plantea que hoy en día existen múltiples maneras de reivindicar la indigenidad, sea a través de las autoridades tradicionales, o de los dirigentes del movimiento indígena, por eso sugieren que es indispensable volver a hacer etnografía para entender el juego complejo de ideologías, intereses, de sueños y de proyectos que conforma la realidad actual y la relación de los indígenas con la sociedad dominante.

Finalmente, Hallum Wang, llevó a cabo una investigación sobre los pro-cesos de cambio y reconstrucción en dos reasentamientos nasas después del desastre ocurrido en Páez en 1994. Este autor se propuso como objetivo de su acercamiento el examinar aspectos del proceso de producción continua de identidad en dos reasentamientos: Nuevo Toez y San José de Guayabal (Wang, 1998). Toez fue totalmente arrasado, de modo que la totalidad de sobrevivien-tes fueron reubicados en el municipio de Caloto (Norte del Cauca) en donde se hallaban comunidades negras, mestizas e, incluso, resguardos de indígenas nasas. Por el contrario, el resguardo San José fue afectado en una sola de sus veredas, en las demás los daños fueron menores, por lo que sus habitantes deci-dieron quedarse en ese lugar. Como resultado, su población está dividida entre quienes permanecen en el resguardo de origen y quienes se reasentaron.

En su análisis Hallum tiene en cuenta el “desastre como origen y catali-zador del cambio social” (García Acosta, 1993, 1996, y Saavedra, 1996), y “la catástrofe como movimiento: que se presenta como caos, como ruptura, pero que también abre posibilidades de vida y de reconstrucción de redes sociales en los nuevos espacios que son habitados por los sobrevivientes” (Saavedra, 1996) y que “el nivel de traumatismo social que resulta de una catástrofe es inversamente proporcional al nivel de organización en una comunidad” (Sa-avedra, 1996). De modo que asume el acontecimiento sísmico no tanto como destructor, sino como generador de nuevas oportunidades y posibilidades a las comunidades nasas.

A partir de ahí plantea que la comunidades reubicadas realizaron un proce-

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so de evaluación y reorientación para establecerse como comunidad y enfrentar la vida cotidiana en entornos desconocidos, en las que fueron fundamentales la definición de su propia base común y de las estrategias en la convivencia con los alrededores. La construcción de identidad de los nasa es, pues, un proceso con-tinuo y sus protagonistas son las mismas comunidades damnificadas. El proceso de reconstrucción ha introducido con fuerza discursos de desarrollo y moder-nidad en los reasentamientos. A través del desastre el mundo se dio cuenta de la existencia de este grupo y conoció su difícil situación actual.

En suma, contamos aquí con tres enfoques de estudio: uno que relaciona el sismo y la avalancha con los elementos cosmogónicos de la cultura nasa, así como su larga tradición histórica de dispersión y lucha, que plantea la memoria de los mayores como sustento para la cohesión de la etnia y la preservación de la resistencia. Otro que se centra en analizar el papel político de los nasa y su relación con la sociedad mestiza dominante en el marco del desastre, y las oportunidades que aprovecharon para mejorar sus condiciones de vida, para plantear la necesidad de que los investigadores estudien esta nueva realidad indígena y sus relaciones con el entorno desde un punto de vista etnográfico. Y, finalmente, el estudio que indaga las respuestas de los comuneros al evento desde el punto de vista de la identidad.

Los tres estudios mantienen elementos en común: reconocen a Tierraden-tro como base territorial; consideran que a pesar de la relocalización y las pér-didas, el tejido social y la estructura organizativa en ningún momento se han desintegrado después del desastre; relacionan el desastre (inmerso en un con-texto de cambios relevantes para la sociedad indígena colombiana) no como suceso trágico en sí, sino como un momento social, como un punto de análisis sobre la forma en que las comunidades asumen la modernidad y se relacionan con la sociedad dominante; y evidencian la preservación por parte del Estado y de los miembros de la sociedad mestiza dominante un desconocimiento pro-fundo de la cultura nasa, de las transformaciones y alcances del movimiento y pensamiento indígena de la modernidad.

Sin embargo, los autores reseñados abordaron el caso de la avalancha du-rante los dos años posteriores al suceso, y por tanto lo que indagaron fueron los efectos inmediatos de la avalancha en las comunidades nasa damnificadas. De ahí que, después de quince años de aquella, sea pertinente acercarse nueva-mente a esa realidad para establecer cómo ha sido el proceso de construcción territorial que los nasa han desarrollado, en este caso los del resguardo Huila, teniendo en cuenta los aportes investigativos mencionados.

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5. Fundamentos teórico metodológicos

5.1. Territorio y conciencia histórica nasaPara los nasa el territorio constituye su archivo histórico, por eso le sirve como instrumento mnemotécnico para recordar su historia, así como para delimitar sus resguardos. Los relatos históricos de esta etnia al remitir a referentes topo-gráficos dispersos, son fragmentarios, compuestos por episodios que pueden ser autónomos o bien guardar relación con otros por medio de la observación visual y del movimiento en el espacio (Rappaport, 2004). En esta dirección Joanne Rappaport había establecido previamente que “gran parte de la historia nasa está inscrita en el espacio físico. La geografía no sólo transporta impor-tantes referentes históricos sino que también organiza la forma como estos he-chos se conceptualizan, recuerdan y organizan dentro de una estructura tem-poral” (Rappaport, 2000).

Un ejemplo de ello es la manera como los nasa recuerdan el surgimiento de los caciques: ellos nacen para salvar al pueblo de los invasores y para defen-der la figura de los resguardos. En la actualidad, los historiadores nasa siguen interpretando los hechos posteriores a la independencia en función de la expe-riencia colonial de estos personajes históricos, y su registro en el territorio se encuentra en los lugares sagrados de su nacimiento y muerte: las lagunas y los lugares altos de las montañas. Esta tradición la continúan los médicos y autori-dades tradicionales al acudir a estos lugares a recibir consejo en los momentos difíciles que atraviesan las comunidades.

Según Rapapport los relatos de los nasa se pueden catalogar en dos grandes grupos: los que se refieren a los caciques mitológicos y los que tratan del pro-ceso histórico entre las guerras de independencia y la época contemporánea. Ya sea uno u otro tema, el análisis histórico de los nasa gira en torno al sistema de resguardo (a la integridad del resguardo frente a las acciones de la sociedad do-minante). Los nasas no cuentan historias en sí, sino que relatan el desarrollo de instituciones indígenas pero comprimiendo la narración de tal manera que los hechos separados por más de medio siglo se presentan como si hubiesen ocurrido de modo simultáneo. Un ejemplo de la relación que hay entre territorio e historia para los nasa es el siguiente: “En las historias orales se habla del paraje donde se cree que Juan Tama fue rescatado de las aguas, de la montaña en cuya cima la Ca-cica Angelina Guyumús distribuyó las tierras en tiempos de la invasión española y de las lagunas donde desaparecieron los caciques, todos estos lugares son a la vez centros de peregrinación y de celebración de ritos” (Rappaport, 1984).

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En ese sentido, el territorio no sólo ayuda a los nasa a recordar los sucesos históricos más representativos, sino que constituye un nexo tangible con el pa-sado (algo que funde en uno el pasado y el presente). De ese modo cada comu-nidad tiene sus propios referentes topográficos en torno a lo que estructura sus relatos históricos locales, así le confiere al pasado inmediatez, lo hace tangible y útil para resolver preocupaciones contemporáneas relacionadas, como la his-toria, con problemas territoriales. (Rappaport, 2004).

Es aquí donde Rappaport plantea la construcción de una política de la me-moria desde los nasa. La conciencia histórica de los habitantes de Tierradentro se funda en un vínculo moral con el pasado cuyo objetivo práctico es conseguir fines políticos en el presente. La tradición de resistencia nasa está profun-damente enraizada en el pasado. Los habitantes de Tierradentro han inscrito la historia de su lucha en su geografía sagrada, de tal forma que el pasado y el presente se encuentran en el territorio en el que vive, cultivan y caminan. La memoria se ha construido sobre una compleja estrategia de recuerdos en la que el pasado lejano y reciente se unen con el presente en la topografía de Tierra-dentro (Rappaport, 2000)

En la aproximación que Rappaport hace a los políticos nasa, enfatiza su concepción de la historia como aquello que debería haber ocurrido y no lo que realmente tuvo lugar. A nivel político el pasado nasa utiliza de forma repetitiva y simbólica el motivo del cacique, para, a través de breves referencias a él, fomen-tar una continuidad moral con el pasado sin necesidad de recurrir, a detallados argumentos históricos. El pasado nasa no es una invención que se origine en el presente sino un proceso selectivo mediante el cual las mismas imágenes son perpetuamente rearticuladas, generación tras generación. Es una reinvención continua de la misma tradición en circunstancias siempre cambiantes.

5.2. Análisis de la memoriaAl entender y evidenciar la importancia de la memoria en la cosmovisión nasa y el uso que de ella hacen para resistir y dar cohesión a sus comunidades, surge la necesidad de analizar el papel que esta ha cumplido en el proceso de cons-trucción territorial de la comunidad del resguardo Huila en la nueva zona de Ríonegro.

Para ello, durante la investigación se estudió la memoria de dicha comu-nidad nasa desde la conceptualización propuesta por Frentress y Wickham: la memoria social. Esta recoge tanto la dimensión individual como colectiva de la producción y circulación de la memoria en una colectividad, como alternativa

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a la categoría de memoria colectiva desarrollada por Maurice Halbwachs que se enfoca más en lo grupal como determinante de la acción individual (Frentress y Wickham, 2003).

Para explicar en qué consiste la memoria oral, los autores la relacionan con el caso de los poetas griegos analfabetos y el uso que les daban a las estruc-turas de sus poemas para recordar los versos. A partir de allí, sustentan que la capacidad de una sociedad de transmitir su memoria social de una forma articulada y lógica no depende de la posesión de la escritura, sino que depende, en un sentido más general, del modo en que una cultura se representa en el lenguaje. Es así que tanto la memoria individual y memoria social están com-puestas por una mezcla de imágenes y escenas pictóricas, lemas, ocurrencias y trozos de versos, abstracciones, tipos de trama y partes de discurso e incluso etimologías falsas (convergen lo semántico y lo sensorial). Por tales razones, los dos tipos de memoria se diferencian así:

Memoria individual Memoria social

Las memorias individuales incluyen experien-cia personal recordada mucha de la cual es difícil de articular. De este modo las imágenes de una memoria individual serán más ricas que las sociales, las que en comparación serán más esquemáticas.

Una memoria social es una memoria articulada*, por ende es más conceptualizada. Las imágenes sólo pueden transmitirse socialmente si están convencio-nalizadas y simplificadas: convencionalizadas, porque la imagen tiene que ser significativa para un grupo entero; y simplificada, porque para ser significativa en general y capaz de ser transmitida debe reducirse en la medida de lo posible la complejidad.

En cuanto a la memoria personal, usualmen-te, aunque no siempre, tenemos medios de conceptualizar recuerdos aislados en otros recuerdos, lo cual nos suele permitir regresar a las circunstancias con las que se conecta la memoria.

En la memoria social no es tan fácil de conceptualizar, pues en ella las imágenes suelen hacer referencia a cir-cunstancias que no hemos presenciado y, por lo tanto, no tenemos medios de recuperarlas contextualizando las imágenes en otros recuerdos. Vemos que las imáge-nes de la memoria social están en comparación “des-encarnadas”. Con frecuencia están descontextualizadas y, en un sentido radical, tal vez no tengamos medio de saber si hacen referencia a algo real o imaginario.

* La articulación no supone siempre articulación en habla. Por ejemplo, Jan Vasina, entre otros, ha demostrado cómo una gran cantidad de memoria social africana se conserva en rituales; el significado no se pone en palabras, sino que se representa.

Como complemento de los aportes teóricos de Fentress y Wickham, revi-sé a Wulf Kansteiner quien hace una especie de evaluación sobre las tendencias de los estudios de la memoria y resalta algunos de sus vacíos y debilidades:

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Situación Repercusiones

Los estudios sobre la memoria colectiva todavía no la han conceptualizado suficientemente como una forma distinta de memoria individual.

La naturaleza y dinámicas de las memorias colec-tivas son frecuentemente tergiversadas mediante el uso simplista de métodos psicoanalíticos y psicológicos.

Los estudios no han prestado aún suficiente aten-ción al problema de la recepción tanto en términos de métodos como de fuentes.

Los trabajos sobre memorias colectivas específicas a menudo no pueden iluminar la base sociológica de las representaciones históricas.

(Aporte de Kansteiner) Cabe abordar algunos de estos problemas adoptando y desarrollando los métodos de estudios sobre medios y comunica-ción, especialmente en lo relativo a cuestiones de recepción.

En este sentido, habría que conceptualizar la memoria colectiva como el resultado de la inte-racción de tres factores históricos: las tradiciones intelectuales y culturales que enmarcan todas nuestras representaciones del pasado; los creadores de memoria, aquellos que de manera selectiva eligen y manipulan esas tradiciones; los consumi-dores de memoria, aquellos que usan, ignoran o transforman tales artefactos de acuerdo con sus propios intereses.

Kansteiner propone entonces una metodología para el análisis y concep-tualización de la memoria que se asume en este trabajo de investigación:• Establecer las tradiciones intelectuales y culturales que enmarcan todas las

representaciones del pasado, los creadores o productores de memoria quie-nes de manera selectiva eligen y manipulan esas tradiciones;

• Identificar las formas como estos productores las hacen o no circular y,• Establecer quiénes son los consumidores de la misma, cómo la usan, igno-

ran o transforman de acuerdo con sus propios intereses (Kansteiner, 2007).

6. Resultados

6.1. Procesos sociales generados por la avalancha de Páez de 1994Como consecuencia de la avalancha de Páez de 1994 los miembros del res-guardo indígena nasa Huila tuvieron que enfrentar la muerte de sus amigos y familiares, la de sus líderes cabildantes y la de gran parte de sus adultos entre los 40 y 50 años de edad; asimismo, la destrucción de sus viviendas, escue-las y cultivos. Posteriormente comenzaron un largo proceso de reubicación y adaptación en una zona desconocida para ellos. A continuación se presenta un resumen del contexto social del resguardo Huila en el período previo a la avalancha y una caracterización de la zona de reubicación, para finalmente de-ducir los procesos generados por este cambio de territorio.

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6.1.1. Resguardo Huila antes de la avalancha de Páez de 1994 – Municipio de Páez, departamento del CaucaAntes de la avalancha de Páez el resguardo Huila contaba con una población de 2.913 (1.518 hombres y 1.395 mujeres) que conformaban unas 500 familias, entre las cuales se habían distribuido 1.146 parcelas y 496 viviendas en una ex-tensión de 41.060 hectáreas distribuidas en seis veredas: Caloto, Irlanda, Wila, San Miguel, El Buco y Yusayo. La batuta de la educación estaba en manos de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, mejor conocidas como las her-manas vicentinas. Ellas dirigían el seminario indígena Paez y 8 escuelas en las que laboraban y estudiaban respectivamente 18 docentes y 499 estudiantes así: Escuela de Huila (con 34 estudiantes y 7 docentes), Irlanda (con 66 estudiantes y 2 docentes), Llano Buco (con 54 estudiantes y 1 docente), Yusayú (con 31 estudiantes y 1 docente), Alto San Miguel (con 64 estudiantes y 2 docentes), La Mesa de Caloto (con 40 estudiantes y 1 docentes), Chachucue (con 47 estu-diantes y 1 docente) y Llano Buco Bajo (con 63 estudiantes y 1 docente) (Censo cric – nasakiwe 1995).

La autoridad política estaba en manos del cabildo, elegido por la comuni-dad una vez por año, con el fin de que llevara las riendas de la misma y man-tuviera el orden y la armonía a su interior. Por eso bajo su tutela se ordenaban castigos como el cepo, el destierro, los trabajos, el látigo y el llamado de aten-ción, todos ellos siempre acompañados de consejos y reflexión, con el fin de que la persona cambiara su actitud y trabajara en beneficio de la armonía den-tro de la comunidad. Entre las principales faltas o delitos se encontraban los asesinatos, los litigios por tierras y linderos, los hurtos, las peleas, el maltrato, la infidelidad, los chismes y los maleficios. Los maleficios o brujerías eran muy frecuentes, provocando pérdidas de cosechas, enfermedades y aburrimiento (Plan de Vida: 1995). El cabildo contaba con el apoyo del Consejo Regional Indígena del Cauca -cric-, una de las organizaciones más representativas, si no la más importante de las etnias indígenas en Colombia surgida en la década de los setenta de la centuria pasada. A través de su articulación a dicha organiza-ción el resguardo participaba en importantes movilizaciones por la defensa de su autonomía, cultura y territorio.

En el aspecto económico, los habitantes de este resguardo tenían posibi-lidades de desarrollar una agricultura limpia, libre de fertilizantes, fungicidas, semillas transgénicas y abonos químicos; también, de cultivar la tierra a través de ciclos de rotación que permitían el descanso de los terrenos por lo menos du-rante tres años; y de incluir dentro de su dieta alimentos tradicionales de la etnia

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nasa como la batata, el maíz, la rascadera, el ají, la arracacha, la cidra, entre otros. La producción se distribuía así: en la parte baja (clima cálido) se obtenía café, plá-tano, caña, yuca, arracacha y coca para los trabajos de medicina tradicional; en la parte intermedia (clima templado a frío) maíz, fríjol, arveja, cebolla; y en la parte alta (clima muy frío de páramo) papa, repollo, cebolla y hortalizas. La comercia-lización de los productos se llevaba a cabo todos los domingos en los mercados del casco urbano de Belalcázar, centro de comercio del municipio de Páez. La ganadería bovina por su parte, garantizaba al resguardo la producción de leche y carne. Los equinos también eran de gran importancia para el transporte de las personas, la carga y la molienda de caña. Del mismo modo, las ovejas de las cua-les se extraía la lana para la fabricación de elementos propios de la cultura nasa.

Las formas de trabajo representativas, no sólo en el resguardo, sino en toda la comunidad nasa consistían en el trabajo individual o jornales en fincas propias o vecinas; la mano prestada, que consistía en cambiar días de trabajo entre familias sin tener en cuenta una remuneración, sólo contaba la voluntad de prestar el servicio; y el trabajo colectivo o minga mediante la cual vecinos y familias se reúnen a realizar actividades como rozar, preparar el terreno, lim-piar potreros, arreglar los caminos, entre otras tareas de beneficio común. Los indígenas también desarrollaban trabajo en las minas que estaba localizadas en territorio del resguardo, junto con mestizos de la zona sin ninguna organiza-ción, pero de alguna manera bajo el control del cabildo.

Sin embargo, a finales de la década de los ochenta y comienzos de los noventa de la centuria anterior, el cultivo de amapola se difundió en el departa-mento del Cauca (en 1989 se estimó el área sembrada en 734 hectáreas). El res-guardo Wila no fue ajeno a esta realidad y junto con el de Mosoco, el de Tóez y el de San José presentó sembrados de amapola en las partes altas de sus terri-torios, asociados (o intercalados) con cultivos tradicionales como haba, arveja, fríjol y maíz. En muy pocos casos se presentaba la modalidad de monocultivo disgregados en lotes pequeños (Plan Básico de Ordenamiento Territorial Páez-Cauca, 2000). Esta situación generó un importante impacto social, ya que los ingresos que las familias comenzaron a obtener de esta actividad económica generó cambios en algunas de sus dinámicas sociales y comunitarias: disminu-ción de la siembra de cultivos de pancoger frente a la compra de alimentos en los mercados, adquisición de motocicletas y electrodomésticos, aumento del consumo de alcohol y de los conflictos entre vecinos y amigos. Estos hechos le hicieron más difícil a cabildo y autoridades tradicionales ejercer un efectivo control social al interior de sus comunidades.

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6.1.2. Resguardo Huila en el período posterior a la avalancha en Íquira, Huila,A finales del año 1994 los pobladores del resguardo Wila llegaron a Ríonegro, una inspección del municipio de Íquira en el departamento del Huila, y carac-terizada –como ya mencioné- por su vocación cafetera a gran escala, y en ese momento por haberse convertido en una de las zonas de mayor producción de amapola en el occidente del Huila, y al mismo tiempo por hacer parte de una zona estratégica de las farc en límites entre los departamentos del Huila, Cauca y Tolima.

En la actualidad, el resguardo Huila está constituido por 1.830 personas que integran 421 familias y se encuentra adscrito legalmente al municipio de Íquira, pero su población se encuentra distribuida en predios adquiridos en va-rios municipios: En Íquira, la inspección de Ríonegro y las veredas El Carmen, El Cóndor, El Pato, Los Andes, Zaragoza y Santa Rosa; en Tesalia, la vereda El Palmito; en Nátaga, las veredas Yarumal y Patio Bonito; y en el municipio de Páez, las veredas El Encanto, Dallas y Ciprés (Censo Huila, 2009).

Este resguardo es uno de los más amplios del departamento, con una ex-tensión de 2.103 hectáreas, tan solo 1.030 son laborables (el resto corresponde a zonas de reserva natural: bosques y nacederos de agua y territorios rocosos imposibles de trabajar). En ese sentido, si se hace el ejercicio de calcular qué extensión de tierra le correspondería a cada familia nos daría como resultado entre 2.5 y 2.6 has, cuando la normatividad referente a las Unidades Agrícolas Familiares UAF establece como mínimo 18 has. Según lo estipulado en la Ley 160 de 1994 se entiende por Unidad Agrícola Familiar (UAF), la empresa bá-sica de producción agrícola, pecuaria, acuícola o forestal cuya extensión, con-forme a las condiciones agroecológicas de la zona y con tecnología adecuada, permite a la familia remunerar su trabajo y disponer de un excedente capitali-zable que coadyuve a la formación de su patrimonio.

6.1.3. Procesos sociales generados por la avalancha de Páez de 1994De acuerdo a la tipología propuesta por Rappaport y Gow la situación de la comunidad nasa de Huila corresponde a la de los resguardos que fueron par-cialmente destruidos, en los que una parte de su población continúa habitando las tierras de origen, mientras otra tuvo que reasentarse en sitios lejanos de Tie-rradentro. Un porcentaje de la población eligió regresar a la zona del desastre para reestablecerse allí a pesar de los peligros que eso representa. En 1997 en Ríonegro (lugar del reasentamiento) se contaban 2.520 indígenas (1.310 hom-bres y 1.210) una cantidad mucho menor de la que había llegado en el período

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posterior inmediato a la tragedia en 1994. De modo que el reasentamiento de Ríonegro no fue establecido como nuevo territorio desligado de la zona de origen, sino que durante algunos años siguió, si no dependiendo del resguardo de origen, si desarrollando actividades conjuntas para el beneficio y bienestar de las dos comunidades.

Aunque parte de la comunidad damnificada hoy en día ocupa el territorio de origen, que en 1994 fue arrasado por la avalancha, este estudio se ocupa de quienes se establecieron en otro lugar y tuvieron que enfrentar la construcción de un territorio nuevo. A continuación se reseñan entonces los procesos que los pobladores reasentados tuvieron que desarrollar a su llegada a Rionegro, departamento del Huila:

•Readaptación a la actividad agrícola de pancoger: Parte importante de la comunidad participó durante casi 5 años en la producción intensiva de amapo-la en el municipio de Páez. En ese período descuidó sus cultivos de pancoger, y recurrió a la compra generalizada de productos de remesa y alimenticios en el mercado campesino. Al llegar al Huila, la comunidad se ve enfrentada a reto-mar sus dinámicas agrícolas para sobrevivir.

•Aprendizaje de la producción tecnificada de café y prevalencia de este mono-cultivo: Las grandes extensiones de hectáreas sembradas con café en los predios adquiridos por la comunidad a través del incora los obligó a mantener los cul-tivos y evitar así pérdidas de cosechas y por ende, económicas. Para ello tuvieron que adecuarse a las dinámicas de producción tecnificada para muchos descono-cida. En la actualidad la mayoría de las familias está a cargo de una finca cafetera.

•Aumento intensivo del uso de agroquímicos en la producción agrícola: Las grandes plantaciones de café de los predios adquiridos, ya venían siendo inter-venidos por sus anteriores dueños con productos químicos tales como abonos, fertilizantes y fungicidas (por parte de los anteriores propietarios) lo que obligó a los comuneros continuar con este tipo de procedimientos, mientras llevaban a cabo su proceso de adaptación. El cambio de una zona fría a una de clima templado limitó las posibilidades de cultivo de alimentos tradicionales como el maíz, lo que condujo a disminuir el consumo de mote en su dieta alimenticia. Así mismo, pasaron de un ambiente comercial activo, en el que la mayoría de los comuneros vendía sus productos en el mercado del pueblo, a un territorio en el que se limitan a producir el pancoger.

•Socialización con los pobladores mestizos de la zona: Los indígenas en-contraron un rechazo generalizado de la población mestiza del lugar, la cual sintió amenazada su seguridad territorial, económica y social, pues su fuente

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de empleo, es decir, el jornal en las fincas cafeteras desapareció con la llegada de los indígenas. De modo que asumieron una actitud de inconformidad. Frente a eso, los nuevos pobladores, que no tenían intereses de entrar en conflicto, continuaron su proceso de ubicación con la construcción de las viviendas, la adaptación de los cultivos y la organización comunitaria.

•Delimitación del territorio frente a actores armados: Se enfrentaron a la presencia y accionar del grupo armado ilegal farc, con sus múltiples acciones violentas en contra de la población como: Asesinatos, limpieza social (delin-cuentes comunes), extorsión a campesinos y comerciantes, obstaculización de los comicios electorales y apoyo a los cultivos ilícitos de amapola. El accionar de dicho grupo ha generado impactos negativos en la comunidad indígena ta-les como reclutamiento de jóvenes indígenas en sus filas, amenazas, agresiones verbales y psicológicas. Tal situación ha pretendido contrarrestarse con el esta-blecimiento de acuerdos de convivencia que buscan impedir enfrentamientos verbales y físicos entre guerrilleros y comuneros, prohibiciones frente acciones económicas y comerciales, así como la incidencia de este grupo alzado en ar-mas en los asuntos internos del Resguardo.

6.2. Análisis de la producción y circulación de la memoria nasa al interior del Resguardo Huila¿De qué manera la producción y circulación de la memoria ha permitido a los habitantes construir su nuevo territorio y enfrentarse al contexto de conflicto en el que está inmerso?

6.2.1. Productores de memoriaDesde la perspectiva de Wulf Kansteiner, la memoria al interior del resguardo Huila es producida por los ancianos, que constituyen el sector más reducido de la población interna (4,9%) y por adultos mayores que representan el 23%. Los temas más recurrentes en sus recuerdos coinciden con los indicados por Rap-paport en sus estudios sobre la conciencia histórica nasa, se refieren a sucesos históricos que generaron impactos en la relación territorial de los nasa:• La llegada de los invasores colonizadores o españoles a las tierras ancestra-

les (de los nasa),• La época de la violencia en Colombia (años 40 a 60),• Las vidas y relatos de Juan Tama y Quintín Lame, y finalmente,• La avalancha del río Páez del 6 de junio de 1994.

Como se ve en la mayoría de los casos, la memoria hace referencia a even-

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tos que han generado impactos importantes en la vida y territorialidad nasa en general, no sólo como resguardo Huila, sino como etnia en sí. Además, y hago nuevamente énfasis en este asunto: aluden a momentos específicos no viven-ciados por los productores de memoria. Ejemplo de ello es la conquista: primer evento trágico asumido -en este caso por los nasa- hace más de cinco siglos atrás y que se rememora de manera permanente, no sólo como una situación dolorosa, sino como una prueba de la resistencia y defensa de la etnia frente a una amenaza concreta.

Sobre el suceso más reciente al que nos referimos, que es el de la avalan-cha de Páez, también muy presente en las mentes y relatos de los productores de memoria, podemos encontrar referencia al rescate de los damnificados, la coordinación de los reasentamientos, la búsqueda y consecución de los nuevos predios, la construcción de las viviendas, el manejo y distribución de las parce-las por familias, el conflicto interno que generó la separación de una parte del personal y la constitución del actual resguardo de Llano Buco, la legalización del resguardo y la elección del primer cabildo autónomo.

6.2.2. Circulación de la memoriaTodos estos temas son reapropiados y asumidos por los consumidores de la memoria, en este caso, por las nuevas generaciones en eventos conmemorati-vos como:

•Lafiesta anual o banquete del kuee dsji: El kuee dsji es la institu-ción educativa del resguardo, y su nombre significa Camino de la Juventud. Es un encuentro en el que los estudiantes, docentes y padres de familia consiguen recursos para mejorar las condiciones físicas y de dotación de la institución educativa. La preparación de este evento y de cada uno de sus actos genera un encuentro más cercano entre los docentes y los estudiantes. Del mismo modo abre un espacio de encuentro entre la comunidad nasa y los campesinos y de-más pobladores mestizos de veredas cercanas quienes llegan atraídos por la música, el baile popular y el juego del bingo. En este encuentro se rememoran dos temas de manera concreta:• La avalancha de Páez de 1994, y• El conflicto armado a través de comedias y representaciones musicales,

desde el punto de vista de los jóvenes.•Laconmemoración de la avalancha de páez de 1994 que se reali-

za cada año, permite la integración de todos los géneros y generaciones de la comunidad. Pero su importancia radica en que motiva el encuentro de los di-

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ferentes grupos religiosos que se han conformado en el resguardo (el Católico con incidencia y presencia de las hermanas vicentinas, y el Evangélico con la Alianza Cristiana Colombiana). Conmemoración desde el ritual religioso.

•el festival del mote, una de las festividades más importantes de la comunidad. Se desarrolla en el mes de octubre y permite el encuentro de toda la comunidad. Su importancia radica en que genera el regreso o visita de per-sonas que han salido del resguardo por cualquier motivo a vivir en otro lugar, pero que han sido parte de la comunidad, así como familiares y amigos de otros resguardos o del resguardo de origen en Páez–Cauca.

•Lasmingas y el refrescamiento de varas (Posesión de los nuevos miembros del cabildo) se constituyen como otro espacio de encuentro de la comunidad nasa. Se desarrollan de acuerdo a las necesidades que se les presen-tan a los pobladores.

•Lasiembra de comuneros fallecidos también convoca el encuentro de amigos y familias.

Del mismo modo se encuentran en el desarrollo de los ritos religiosos, católicos por un lado y evangélicos por el otro. Se encuentran en horarios es-tables (horas de las misas y de los cultos). La religión y las actividades que por medio de ella se programan integran a la comunidad, así como a las diversas generaciones.

Frente al tema del conflicto, los recuerdos de reivindicación del accionar del grupo guerrillero M19 y el Manuel Quintín Lame, en su momento, como grupos subversivos que defendían los derechos del pueblo, entran en circula-ción como una especie de crítica a las acciones contemporáneas de las farc en la zona de Ríonegro y en el ámbito nacional. Se los comparte en espacios abiertos con participación de la población joven. Por el contrario, los conflictos presentados con la comunidad mestiza receptora de la inspección de Ríonegro y los procesos que tuvieron que adelantar para hacer respetar su territorio del grupo guerrillero de las farc circulan en ámbitos más privados, de alguna ma-nera restringidos a las nuevas generaciones.

6.2.3. Uso de la memoria por parte de los consumidoresLos mayores y ancianos han logrado calar en la conciencia de las nuevas gene-raciones el suceso de la avalancha como mito fundacional o de origen del lugar que actualmente habitan, así lo demuestra el relato construido por un grupo de jóvenes nasa de entre 15 y 17 años sobre la avalancha del río Páez del 6 de junio de 1994, que se citó al comienzo de este artículo, pero que vale repetir

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ahora para comprenderlo en su contexto e inferir la política de la memoria que implica:

Aquel día se sintió un fuerte movimiento de la madre tierra que sacudió gran parte del Cauca y en especial el municipio de Belalcázar, Páez. Las zonas más cercanas al nevado del Huila presintieron que iba a ocurrir una tragedia. De pronto, de lo más profundo surgieron olas de polvo que poco a poco consu-mían lo que encontraban a su paso. La gente llena de pánico, trataba de huir a lo más alto de la montaña para ponerse a salvo. Hubo muertos, heridos y niños que quedaron huérfanos, también personas que quedaron atrapadas por los derrumbes (…)

Todos estos motivos llevaron a que se desplazaran a diferentes lugares. Las mujeres y los niños fueron llevados en camiones al municipio de La Plata. Los que llegaron a Ríonegro vieron que este lugar era montañoso; una gran parte era cafetera y amapolera, las carreteras estaban en muy mal estado y los carros que llegaron no podían andar rápido. Ahí estos grupos nombraron las veredas igual que las de tierra dentro y se fueron ubicando, gran mayoría por apellidos. Estos grupos se fueron acoplando al contexto de estas tierras tan diferentes a las que estaban acostumbrados.

La seguridad de los muchachos al narrar el suceso, la propiedad sobre el tema y el uso de los detalles llama poderosamente la atención si se tiene en cuen-ta que la avalancha ocurrió cuando la mayoría de ellos ni siquiera había nacido.

Conclusiones¿Qué eficacia tiene esta producción y circulación de memoria y cómo sirve para enfrentar el conflicto?

Desde la perspectiva de Frentress y Wickham, la memoria social de la co-munidad del resguardo nasa de Ríonegro, Huila, ha sido articulada en un nivel muy alto frente al suceso de la avalancha de Páez. La imagen de lo sucedido se ha convencionalizado y simplificado de manera tal, que hasta los jóvenes y al-gunos niños que no presenciaron o vivenciaron el suceso lo relatan como parte de su propia experiencia. Esto se ha logrado principalmente por dos motivos:

1. La memoria nasa ha sido histórica y cosmogónicamente territorial. Esto significa que el grado de recordación de los sucesos pasados está íntimamente ligado al aspecto topográfico. En este caso los miembros del cabildo desarro-llaron dos acciones: por un lado, se encargaron de liderar el proceso de re-nombrar las veredas del nuevo territorio tal y como lo estaban en el resguardo de origen, antes de la tragedia; y por otro, desarrollan anualmente el ritual de

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conmemoración de la avalancha, a través de un recorrido del territorio junto con las nuevas generaciones, durante el cual rememoran lo sucedido.

2. Según Joanne Rappaport “la conciencia histórica de los habitantes de Tierradentro (los nasa) se funda en un vínculo moral con el pasado cuyo ob-jetivo práctico es conseguir fines políticos en el presente”. De esa manera los mayores del resguardo de Ríonegro han implementado una especie de política de la memoria a través de la cual conectan el pasado con su presente ayudando a interpretar la realidad contemporánea de la comunidad a las nuevas genera-ciones.

De ahí que se recurra constantemente a la mención de sucesos que han puesto en riesgo la estabilidad de la etnia como la llegada de los españoles, el período de la Violencia bipartidista y, en tiempos más recientes, la avalancha de Páez. Frente a estas situaciones no sólo se recuerda el problema o tragedia en sí, sino la manera en que la comunidad actuó para resistir y defenderse.

La consolidación de la memoria nasa del resguardo de Ríonegro ha per-mitido lograr una cohesión interna que ha llevado a la comunidad bajo la di-rección de su cabildo y líderes naturales a enfrentar de manera valerosa y ra-dical la presencia de grupos armados legales e ilegales en la zona: tropas del ejército nacional y grupos guerrilleros de las farc, que han pretendido invadir su territorio e incidir en su vida cotidiana.

Desde 1994 hasta 2007, este proceso les permitió defender con firmeza el territorio mediante encuentros entre líderes nasa y comandantes guerrilleros en los que se pactó respetar la comunidad indígena y se establecieron límites en el accionar de las farc.

¿Cuál es la creatividad y eficacia de esta memoria para enfrentar el contex-to hostil mestizo y de miedo generado por el conflicto político militar?

La eficacia consiste en que la población en general no se encuentra ator-mentada ni en situación de zozobra, ni mucho menos sometida a la presencia de los actores armados, como sí se encuentran sus vecinos mestizos del casco urbano del corregimiento de Ríonegro. Antes, por el contrario, han establecido una política de la memoria con apuestas de futuro centrada en los niños y jóve-nes. Han establecido vínculos con los mestizos que hoy en día reconocen a los nasa de esta zona como interlocutores válidos, y no como meros salvajes, hasta llegar al punto de aceptarlos como docentes de sus propios hijos.

Los indígenas nos muestran nuevamente que sí es posible neutralizar la guerra. En el caso específico de la comunidad indígena de Ríonegro, es posible neutralizar a las farc.

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