Ocaso de Occidente

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Sáez Rueda

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  • Ttulos de la coleccin Pensamiento Herder

    Fina Biruls Una herencia sin testamento: Hannah ArendtClaude Lefort El arte de escribir y lo polticoHelena Bjar Identidades inciertas: Zygmunt BaumanJavier Echeverra Ciencia del bien y el malAntonio Valdecantos La moral como anomalaAntonio Campillo El concepto de lo poltico en la sociedad globalSimona Forti El totalitarismo: trayectoria de una idea lmiteNancy Fraser Escalas de justiciaRoberto Esposito Comunidad, inmunidad y biopolticaFernando Broncano La melancola del ciborgCarlos Pereda Sobre la confianzaRichard Bernstein Filosofa y democracia: John DeweyAmelia Valcrcel La memoria y el perdnJudith Shklar Los rostros de la injusticiaVictoria Camps El gobierno de las emocionesManuel Cruz (ed.) Las personas del verbo (filosfico)Jacques Rancire El tiempo de la igualdadGianni Vattimo Vocacin y responsabilidad del filsofoMartha C. Nussbaum Las mujeres y el desarrollo humanoByung-Chul Han La sociedad del cansancioF. Biruls, A. Gmez Ramos, C. Roldn (eds.) Vivir para pensarGianni Vattimo y Santiago Zabala Comunismo hermenuticoFernando Broncano Sujetos en la nieblaGianni Vattimo De la realidadByung-Chul Han La sociedad de la transparenciaAlessandro Ferrara El horizonte democrticoByung-Chul Han La agona del ErosAntonio Valdecantos El saldo del esprituByung-Chul Han En el enjambreByung-Chul Han PsicopolticaRemo Bodei Imaginar otras vidasWendy Brown Estados amurallados, soberana en decliveSlavoj iek Islam y modernidadLuis Sez Rueda El ocaso de Occidente

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  • Luis Sez Rueda

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  • Diseo de la cubierta: Purpleprint Creative

    2014, Luis Sez Rueda 2015, Herder Editorial, S. L., Barcelona

    ISBN: 978-84-254-3442-6

    La reproduccin total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso

    de los titulares del Copyright est prohibida al amparo de la legislacin vigente.

    Imprenta: ReinbookDepsito legal: B-Printed in Spain - Impreso en Espaa

    Herderwww.herdereditorial.com

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  • NDICE

    Prlogo 13

    I VIDA Y GNESIS DE LA CULTURA 21

    1. La comunidad y el pueblo: cultura discorde 231 Vida de la cultura: con-vivencialidad litigiosa 242 Centricidad y excentricidad: sntesis

    de la apercepcin sub-representativa 293 Cultura discorde: tensin entre centricidad

    comunitaria y excentricidad del pueblo 394 Exterioridad en la intimidad (comunidad)

    vs exterioridad en la extimidad (pueblo) 485 Gesta cultural: diferendo entre comunidad y pueblo 586 Excursus sobre el malestar en la cultura:

    distensin del diferendo cultural 70

    2 Topologa gentica: naturaleza y cultura 751 Physis cultural: el ser-salvaje de la cultura 762 Proceder de la gnesis: casmosis 843 Devenir gentico: transductividad tensional

    de lo fsico a lo cultural 104

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  • 4 Geomorfismo El hombre, la alondra y la piedra 1135 Excursus sobre el nuevo malestar en la cultura:

    domesticacin de la physis cultural 129

    3. Cultura y gnesis sociopoltica 1331 La unidad entre ontopoltica y sociopoltica 1342 Gran Poltica Diferendo entre societas socians

    y physis cultural 1373 Geognesis Habitus social y rhythmus cultural 1464 De una ciudadana orgnica y propositiva

    a una ciudadana caosmtica y problematizante 1625 Excursus sobre el nuevo malestar sociocultural:

    desfase entre ryhthmus y habitus 173

    II CRISIS Y ENFERMEDAD DE OCCIDENTE 179

    4 Thanatologa de la crisis 1811 El ser de la crisis: agenesia cultural

    y civilizatoria 1822 El inductor de la crisis: la necedad, aniquilacin

    del autoextraamiento 1913 El ser de la enfermedad: patologas civilizatorias

    como gnesis autfaga 1984 Vnculo entre enfermedad civilizatoria y poderes

    sociopolticos 2195 Elementos para una reinterpretacin

    del psiquismo cultural 2246 El sntoma de la enfermedad Malestar:

    administracin del vaco 242

    5. Figuras de la crisis enfermiza occidental 259Obertura Dialctica del ocaso: clausura/apertura

    fantasmtica/saturacin 260

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  • 1 Colapso del ethos cultural: el dispositivo de la deuda infinita 268

    2 Geopoderes fatdicos: la sociedad con-currente 2873 Totalitarismo democrtico y poltica

    de los desechos 328

    6. Luces de aurora 3511 Centelleo pro-barroco 3532 Destellos del espritu trgico 3793 Fulgores de valor Breve esbozo para una tica

    de la lucidez 391

    Bibliografa 401

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  • A mi hermano Amador,cuya silenciosa sabidura siempre me ensea

    cmo resistir en los ocasosy cmo soar con las auroras

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    Prlogo

    A lo largo del siglo xx y en las primeras dcadas del xxi, el ocaso de Occidente se ha intensificado La crisis en la que se encuentra no es meramente econmica e ideolgica, sino que se funda en el desfallecimiento de su subsuelo cultural en profundidad: es una crisis de espritu Una crisis que camina con patas de paloma, silenciosa pero agitadamente Si la escuchamos con un poco de demora, nos revela, adems, un fenmeno desolador: la penuria espiritual se ha convertido, adems, en un agente patgeno cuyos efectos se extienden en la urdimbre entera de la colectividad Hay que atreverse ya a decirlo sin titubeos: Occidente est enfermo No extraa que un nuevo malestar en la cultura se expanda clandestinamente, como un rumor confuso y constante que termina por no escucharse, en nuestro mundo de movimientos vertiginosos, y que irrumpe con claridad solo en horas precisas, especialmente bajas Estas afirmaciones podran resumir las tesis con las que se compromete, querido lector, la investigacin que aqu se ofrece

    El ocaso occidental no consiste en la decadencia de un supuesto ideal regulativo que yaciese escondido en un origen primordial y pleno, sino en el ensombrecimiento de su lucidez espiritual, que no posee ni una alfa primigenia o inaugural ni una

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    omega lejana a la que se dirige Su lucidez espiritual ha emitido destellos dispersos y heterogneos, pero siempre en el seno de un devenir sin comienzo causal determinante ni fin teleol-gico En el presente, estos frgiles pero proliferantes destellos se apagan, por una inercia interna que amenaza con conducirlos a una noche prolongada Cuando decimos lucidez espiritual no nos estamos refiriendo a una instancia mstica, sino a la riqueza y la vivacidad de la cultura, ese suelo nutricio en el que crecen comprensiones del mundo, interpretaciones de lo real, modos de vida y expectativas valorativas En los primeros pasos del presente siglo se dice por doquier que le ha sobrevenido a Occidente una crisis econmica, acompaada por el yugo de un neoliberalismo poltico opresivo Siendo cierto este diagnstico, resulta, sin embargo, parco de miras, estrecho y, en ese sentido, unilateral Porque la crisis es, ms profundamente, de espritu Es la mus-culatura cultural de Occidente lo que est entrando, desde hace ms de un siglo, en una decrepitud crtica Sobre esta, que es el agotamiento de las fuerzas que dinamizan a toda la colectividad, medran las miserias economicistas e ideolgicas Pero, como el flujo cultural es cualitativo y subterrneo, permanece en la invi-sibilidad y resalta por contraste la visibilidad de otros ocasos ms corticales, que acaparan la atencin y secuestran tanto al anlisis crtico como a la praxis transgresora

    No interprete el lector que esta comprensin de lo que ocurre es reduccionista El autor no piensa que el espacio sociopoltico sea solo una expresin en superficie del fondo cultural Se ha esforzado, por ello, en mostrar que ambas son caras de una misma moneda, haz y envs de un mismo discurrir, aunque disyuntos, heterogneos El devenir de la cultura y el devenir sociopoltico se vinculan en una unidad discordante, que permite la recproca afeccin Ahora bien, la crisis espiritual de la cultura, la din-mica de su ocaso, le lleva muchsima ventaja a aquella que mina la topologa social y poltica De modo que ninguna solucin

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    Prlogo

    perentoria en este segundo mbito nos extraer de la indigencia del primero Se hace necesaria una mirada estereoscpica, ca-paz de iluminar una y otra en su interpenetracin, as como el desfase que existe entre ellas Por lo dems, es este el objeto de estudio de una Gran Poltica, dirigida a examinar lo invisible en lo visible y que es compaera ineludible de una poltica de lo patentemente presentable

    El ocaso de Occidente arraiga, pues, primera y esencialmente, en su fondo cultural Pero qu significa cultura y en qu con-siste su ocaso? Responder a la primera de estas preguntas es el cometido de la primera parte de este libro Frente a perspectivas antropocntricas, el autor entiende la cultura como el estrato ms reciente de la physis entera que genera el mundo, desde la piedra hasta lo humano colectivo, pasando por la vida de la alondra Si hay que emplear el trmino realidad, es necesario resignificar su sentido ms tradicional Lo real no es un todo ordenado estruc-turalmente y fundado en un suelo slido y estable Lo real es, aunque resulte paradjico, la forja de realidad por la potencia de una gnesis autocreadora que lo atraviesa Por eso, la cultura posee su propio ser salvaje, que hunde sus races en la natura naturans Y por eso, tambin, su envs es aqu comprendido como societas socians La fuerza generadora, en toda la amplitud de la physis, no sigue la pauta determinista de una legalidad Procede por casmosis, un trmino que, segn la conviccin del autor, est destinado a conformar un nuevo paradigma de pensamiento, hoy naciente en todos los mbitos del saber Una generacin caosmtica es el devenir auto-transfigurador de plexos problemticos, es decir, de relaciones diferenciales entre dinamismos heterogneos, de cuyo caos emerge un orden siempre auto-alterante y regido por una regla proteica, naciente a cada paso En el estrato de la cultura este devenir procede, no por suplir carencias inherentes, sino por exuberancia de potencia y riqueza vital Restringir el movimiento de la cultura y de su envs sociopoltico a la persecucin de la

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    supervivencia material es cometer un error que cierto darwinismo social propaga en nuestros das El devenir sociocultural es im-pelido por el aumento de potencias y posibilidades, es decir, por la aspiracin a una vida ms prolfica, por el anhelo de la vida a ms vida, por la sobre-vida, en suma Y en su decurso asistimos a la autocreacin proteica, trans-mutante, del espacio humano Tal autocreacin hunde sus races en la que tiene lugar en la na-turaleza entera, como fuerza emergente, es decir, como physis o natura naturans, cuyo impetus no se basa, en toda su profundidad, ni en un fundamento primero ni en la atraccin a distancia ejer-cida por un telos l es su propio fin y su medio, en un camino sin trmino, infinito por principio Su textura general, desde lo fsico a lo humano, la abordamos en el captulo segundo En el estrato de la vida sociocultural humana puede ser analizada desde distintos puntos de vista, entre los que hemos destacado dos Por un lado, el de la tensin entre comunidad y pueblo, que indagamos en el primer captulo porque puede, al mismo tiempo, introducir al lector en la concepcin que desarrollamos Por otro lado, en la diferencia tensional entre societas socians y physis cultural, tema del tercer captulo

    Es en la segunda parte donde intentamos discernir el sen-tido del ocaso occidental La tesis central, que desplegamos en el captulo cuarto, tras este largo recorrido, dictamina que dicho ocaso consiste en una gnesis sociocultural que se vuelve contra s misma, ofreciendo el pavoroso espectculo de lo que hemos llamado gnesis autfaga Una gnesis que, en su dinamismo inma-nente, devora paradjicamente sus potencias Tal es el significado que damos a la enfermedad de Occidente Esta no es producida por anomalas respecto a un estado supuesto de salud o normalidad La enfermedad es el proceso aportico por el cual la vida, por mor de su propio movimiento, desfallece y se vuelve contra s misma Es autfaga y no autoinmune, pues no tiene su causa en la revuelta de sus defensas contra s misma (la cultura no tiene un exterior y

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    Prlogo

    no se defiende de ningn agente patgeno), como algunos hoy sostienen Su causa reside en una vuelta contra-gentica de sus propias fuerzas dinamizadoras Siendo la gnesis autfaga el agente de la enfermedad occidental, da lugar a multitud de patologas de civilizacin, es decir, a procesos, tambin autfagos, por los cuales la comunidad occidental, considerada de modo supra-individual (como un conjunto mayor que la suma de sus partes) ciega su crecimiento cualitativo en el mismo acto en que lo propulsa La enfermedad de Occidente, as considerada, tiene como condicin su crisis, que comprendemos como agenesia, incapacidad para engendrar o crear

    La aportica autfaga es la clave del nuevo malestar en la cultura, que se expande en clandestinidad, gestionada privada-mente, en una civilizacin que impone la felicidad por decreto Para aclarar su sentido nos hemos visto obligados, en este mismo cuarto captulo, a ofrecer una teora del psiquismo colectivo, una teora en la que el autor se ha arriesgado, tal vez, demasiado, pero que queda a la disposicin del juicio por parte del lector En el captulo quinto nos hemos esforzado en sacar a la luz figuras concretas de la crisis y la enfermedad de Occidente, en las que se cruzan incursiones interdisciplinares en la sociologa, la psico-patologa, la antropologa y la filosofa poltica

    Finalmente, en el captulo sexto, el autor ha explorado po-sibles salidas al ocaso occidental, de modo sinttico y en esbozo, pues su estudio riguroso implicara todo un tratado Aunque solo sealadas en sus perfiles generales, el autor las ha incluido porque no ha querido dejar hurfana a esta investigacin de propuestas para un posible amanecer En el ocaso occidental tambin se adivinan luces de aurora

    El libro guarda una estrecha relacin con el que le precede en la trayectoria del autor, Ser errtico. Una ontologa crtica de la sociedad,

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    al que se aludir, como punto de partida, en el primer captulo La ontologa defendida en el texto de 2009 deba hacerse valer en el contexto reticular de la filosofa contempornea Por eso concentr sus miras en la justificacin del punto de partida mismo de una ontologa crtica Los supuestos de esta, que intentaron ser justificados, sustentan ahora la investigacin presente, que los aplica al anlisis de la cultura, la sociedad y la poltica, para in-tentar iluminar, en la medida de nuestras posibilidades, la penuria del mundo occidental Esperamos que, de paso, hayamos podido esclarecer con mayor intensidad que el ser humano, en cuanto ser errtico, no est a la deriva Esta comprensin es monocular Est, en efecto, a la deriva porque carece de orientacin en una sociedad estacionaria dominante en la actualidad y sometida a la administracin del vaco, del desierto que la atraviesa Ahora bien, este sentido peyorativo de la expresin se refera al ser humano en el presente occidental En otro sentido, cuando se lo estudia desde s y no en su concrecin presente, ser errtico significa ser-en-el-trnsito Y esta condicin humana no implica su desorientacin o su devenir arbitrario constitutivos El ser errtico, por el contrario, es autocreador con criterio y normatividad, pero de tal modo que su direccin no es dependiente de un fundamento identitario, sino, paradjicamente, de una ausencia de fundamento que se auto-organiza caosmticamente El autor cree que la primera parte de la presente investigacin justifica la erraticidad no solo del ser humano, sino de lo real en cuanto tal y en toda su generalidad en este ltimo sentido no peyorativo sino noble y elevado La segunda parte dara cuenta de procesos en nuestra cultura que secuestran esta dinamicidad errtica, creativa y con criterio, desvanecindola en una erraticidad en el primero de los sentidos mencionados y, ms precisamente, como errancia de un mundo que se devora a s mismo en su propio proceder

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    Prlogo

    Son tantos los agradecimientos que quisiera expresar que pido, por adelantado, disculpas a aquellos que no nombro, pues el listado se hara excesivamente prolijo Vayan dirigidos, pues, a una parte, m-nima pero inexcusable A Marian siempre, por su paciencia, cuidado y aliento perseverantes; a mis hijos, porque a pesar de su corta edad han soportado con madurez y comprensin mi excesiva lejana A mis padres, Amador y Rosario, que han sufrido, ms que yo mismo, mi largo encierro A mis hermanos y a mi cuado Fernando, al que tengo tambin por hermano: ellos me han impulsado con solo mirarme A los amigos que me han infundido valor en momentos de desaliento: scar Barroso, Javier de la Higuera, Miguel ngel Villamil y su esposa Clara Ins Jaramillo, Juan Pasquau y Roco Hurtado, Ana Prez y Martn Lpez, Magdalena Vera, Andrs Co-varrubias (desde su ausencia tan presente) A Serafina Gutirrez le doy las gracias por la lucidez con la que me ha aconsejado en todo el trayecto A Germn Cano, Jos Moreno, Jorge Novella, Agustn Palomar y Antonio Campillo les debo, especialmente, el impulso para mediar la ontologa con la sociologa y la poltica, sin lo cual el compromiso prctico que estas pginas puedan humildemente portar hubiera quedado cercenado A mis alumnos les agradezco su entusiasmo y su brillo en los ojos cuando ha vibrado la filosofa entre las paredes del aula

    Y, permtamelo el lector, quisiera ofrecerle un agradecimiento especialmente emotivo a un anciano desconocido, al que he con-templado largo tiempo e involuntariamente, desde la distancia y cada vez con mayor admiracin, parapetado en el pequeo balcn al que sala a fumar con frecuencia un pitillo durante el tiempo en que se escribieron estas pginas: ejemplo annimo de ser hu-mano solitario, seguramente aquejado por el malestar en nuestra cultura y por la crisis, pero erguido siempre, sereno, pensativo, como si comprendiese, en la hora de su propio ocaso, el ocaso entero de lo que lo rodea y, sin embargo, estuviese convencido de que, cuando l ya no est, vendrn luces de aurora

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