Mozzarella Mosh - 1 Bienvenido Al Barrio

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Aquiles quiere dejar de ser gomelo, Carlos necesita dinero para reponer unas botellas de licor de su papá, Rebeca no sabe que hacer con Johnny, Vustago no quiere que Aquiles deje de ser gomelo, Johnny quiere conservar a su novia, Juan quiere terminar con su novia, Alberto quiere seguir con su banda, Estefanía quiere que los hombres la dejan en paz, Andrés está enojado todo el tiempo, Andrea está feliz todo el tiempo. Los del Metúfar odian a los del Monjía, los del Monjía odian a los del Metúfar. Y todo esto en el Barrio Chito.

Transcript of Mozzarella Mosh - 1 Bienvenido Al Barrio

Mozzarella Mosh!!! Francisco Muñoz

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– 0 –

Los insultos que salían del computador rebotaban en las paredes con un retumbante eco, en

la pantalla se veía a tres hombres de cabezas rapadas golpeando en el suelo a una persona de

contextura latina, al tiempo que proferían frases xenofóbicas.

– Malditos nazis. – dijo con gesto indignado uno de los tres que estaban viendo el video.

– El man ya está pasando, vamos. – dijo Zacarías entrando apresuradamente y, haciendo un

gesto salió de nuevo.

Los tres apagaron el computador y salieron atrás de él.

Era de noche y en el cielo no se veía ninguna estrella. Un chico pasaba caminado por la calle;

otros dos estaban parados en una esquina, como esperándolo; una puerta se abrió y de ella

salieron Zacarías y los otros tres. Uno de los que estaban parados se acercó a Zacarías – ¿Ese

es? – preguntó. Él asintió con un movimiento de la cabeza y al grito de “Rosquero hijo de

puta” corrieron hacia el que estaba caminando, y arrinconándolo empezaron a golpearlo

hasta que cayó al suelo, donde empezaron a patearlo sin oportunidad de responder…

No era una rutinaria noche en las afueras del barrio Chito, todavía no.

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1. Bienvenido al Barrio

- ¡Está en rojo! – gritó Andrés Rita a la ambulancia que estuvo a punto de atropellarlo al

momento de dar una vuelta cerrada en un esquina.

- ¿Ves? - respondió Juan Etesalo, que caminaba a su lado - por eso no me gusta estar contigo

en público. Deja de ser escandaloso.

- Claro, entonces que nos atropellen nomás.

- Gritando no vas a lograr que regresen a disculparse, además sería un titular interesante:

“Jóvenes atropellados por una ambulancia en el Barrio Chito”.

- Solo porque así te librarías de la Andrea.

- Calla ve, en serio no sé que hacer con esa man.

- Sólo termínale, ¿qué es lo peor que puede pasar? Si sigues así luego solo se va a poner

peor.

- Ya sé, pero si…

El sonido de los pitidos de diferentes autos interrumpió a Juan; ambos se habían quedado

parados en medio de la calle, y el semáforo había vuelto a ponerse en verde. Diversos

insultos de diferente calibre y color empezaron a caerles encima.

- ¡Muévanse idiotas! - gritó el conductor del auto que estaba frente a ellos.

- Idiota tu taita. - dijo Andrés acercándose al vehículo.

- Ya… ¡Fresquéate! - le interrumpió Juan empujándolo hacia la acera, mientras los pitidos y

los insultos continuaban, pero al momento en que se quitaron del camino, el semáforo volvió

a ponerse en rojo. Dos autos no le dieron importancia y aceleraron.

- ¡Está en rojo! - volvió a gritar Andrés.

- Ya sé que ha sido un frustrante inicio de vacaciones, - le dijo Juan mientras empezaba a

caminar por la calle semidesierta - pero no por eso tienes que agarrarte a puñetes con todo

mundo. - Andrés solo respondió con un bufido y una mirada nada amigable. - ¿Ves? - volvió

a decir Juan - de ganita te pones hecho el bravo.

- ¡¿Puedes dejar de decir “¿ves?”?!

- Ya ¡me callé! ¡me callé!

Caminaron un par de cuadras más para encontrarse con la misma ambulancia que casi les

pasa por encima, y alrededor de ésta, una pequeña aglomeración de curiosos, a la que ambos

se apresuraron a unirse. Lentamente se abrieron paso entre la multitud y se encontraron con

Alberto Cado, que trataba inútilmente de esconder un cartón de vino en su chompa.

- ¿Qué fue? - les saludó con un gesto, al que ellos respondieron con un movimiento de sus

cabezas.

- ¿Sabes qué pasó? - preguntó Juan.

- Le han sacado la mierda al Centavo hace ratito. Pero mal…

- Hijos de su madre ¿no dicen quién ha sido?

Alberto negó con la cabeza. La camilla estaba siendo ingresada en la ambulancia, y la

multitud se dispersó tan rápidamente como sus puertas se cerraban.

- ¿Y ustedes a dónde iban? - les preguntó Alberto.

- A la casa del Carlos, a ver que se hace con lo de la banda o… yo que sé. -respondió Juan.

La ambulancia arrancó y la calle volvió a quedar vacía.

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- Vamos entonces, a beber que se hace. - Alberto ya no se preocupó por esconder la caja de

vino en su chompa y empezó a caminar. Juan y Andrés empezaron a seguirle.

- ¿Y qué se supone que significa eso? - preguntó Johnny Sabía mientras observaba las cartas

que yacían frente a él en la cama en la que estaba sentado.

- Uhmm… No tengo idea. - respondió Rebeca Cortés. Su mirada iba de un folleto que tenía

en sus manos a las cartas de la cama; a tiempo que la mirada de Johnny buscaba sin éxito la

de ella. Quería decir algo para romper el silencio pero en el instante en que abrió su boca el

sonido de un timbre borró sus palabras incluso antes que salieran.

- Han de ser tus amigos - dijo Rebeca guardando las cartas y el folleto en una caja de madera

con decoraciones en forma de pétalos a cada uno de sus lados - anda a verles.

- Mejor me quedo aquí contigo - dijo Johnny después de unos segundos de silencio. Sus ojos

seguían buscando los de ella, pero seguía sin encontrar respuesta, era como si Rebeca

ignorara su presencia, parecían más un par de desconocidos que la pareja que eran.

Ambos se quedaron inmóviles y en silencio, sentados en los extremos opuestos de la cama,

hasta que Johnny decidió levantarse.

- Ya regreso. -le dijo, y le dio un beso en los labios que ella no correspondió.

Abrió la puerta del cuarto y salió.

Carlos Cortés estaba cerca de dormirse, sentado de cabeza en uno de los sillones de la sala,

con su guitarra resbalándosele por el pecho a pocos centímetros de caerse.

El sonido del timbre de su casa le tomó por sorpresa e hizo que se cayera del sillón en

contorsiones por evitar que su guitarra se golpeara contra el piso.

- ¡¿Quién?! - gritó sin levantarse.

- ¡Nosotros! - escuchó que respondían desde fuera, y reconoció la voz de Juan, Alberto y

Andrés.

Se levantó incómodamente para dejar en el sillón de manera casi ritual a su guitarra y se

dirigió a la puerta.

- ¿Qué más? - les saludó mientras se frotaba los ojos con una mano.

- Nada. - respondieron los tres al unísono a la vez que entraban, cada uno con un par de cajas

de vino en sus manos. Alberto dejó sus cajas en la mesa de centro de la sala y se dirigió a un

mueble en un rincón, de donde procedió a sacar cuatro vasos

- Fea semana… ¿verdad? - dijo al fin Carlos cerrando la puerta.

- Aburrida más que nada - fue la respuesta de Alberto que empezaba a servir el vino -sobre

todo después de su ideota de acabar con lo de la banda.

- Mierda… ya vas otra vez con lo mismo - dijo Andrés acomodado en un sillón - ¿crees que

estamos contentos con eso? ya vamos a sexto, no vamos a tener chance de ensayar o de

hacer nada, y menos con ese debersote que mandó el marica del Ortiz.

- ¡Hola! - se levantó la voz de Johnny que bajaba las gradas con paso lento - ¿Por qué esas

caras atribuladas? - nadie supo que responderle - o sea… ¿qué les pasa?

- Éste man que sigue quejándose de lo de la banda - le respondió Carlos señalando a Alberto.

- Tú me apoyas ¿verdad Johnny-man? - se acercó a él Alberto brindándole un vaso.

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- El Carlos ya está lo suficientemente enojado conmigo por entrar con la Rebeca así que me

abstengo de responder.

Alberto se dirigió a sacar otro vaso del mueble.

- ¿Podemos hablar de otra cosa? - levantó la voz Juan.

- ¿De la Andrea? - respondió burlonamente Andrés.

- Pucha ¡no!

- No cambien el tema - volvió a decir Alberto - éste era el último chance que teníamos de

hacer algo, después del colegio cada uno va a ir por su lado, mis papás me van a hacer seguir

ingeniería y se acabó el chiste.

- Igual no hay nada que hacer, los instrumentos ya están vendidos ¿verdad? - preguntó Juan a

Carlos, que asintió con la cabeza.

- Le podemos pedir a Míster Jones que nos apoye - argumentó de nuevo Alberto.

- No podemos - intervino Johnny - se regresó a Canadá y ha de regresar en un mes, así que la

tienda está cerrada.

- ¿Ves? - le dijo Juan - ya tranquilízate, aparte con la “mucha” fama que teníamos.

- Acaso yo hablo de fama - terminó con tono resignado Alberto antes de echarse en un sillón.

- Ah cierto - empezó a decir Andrés - a lo que veníamos para acá…

- ¡De ley! - le interrumpió Juan - le han pegado al Centavo acá abajito - hizo un gesto

señalando por la ventana.

- ¿Qué? ¿choros? - preguntó Carlos.

- No sabemos, a lo que llegamos la ambulancia ya se iba.

- Denso… - dijo mientras volvía a llenar su vaso - ¿Y a vos qué te pasa? - preguntó a Johnny

que se había quedado con la mirada fija en el vacío.

- Qué… ¿qué? No, nada - le respondió pestañeando repetidamente - ya vengo, voy a verle a

la Rebeca.

Johnny se levantó y empezó a subir las gradas.

- Pégale Charly - dijo Andrés riéndose.

- Cállate - fue la seca respuesta de Carlos.

- Y hablando de fama - volvió a comentar Alberto que se había levantado y le estaba echando

una ojeada a las botellas de licor del papá de Carlos - en el campamento vacacional de hace

tres años sí nos conocían.

- Ya vas a empezar - dijo Juan - claro que nos conocían si ahí empezamos, y no me hagas

acuerdo que también fue una fea época, aparte ahí les conocimos a los gomelos esos de…

- Oye - Alberto no le dejó terminar su frase a Juan - ¿tu papá se dará cuenta si le falta una? -

preguntó a Carlos sacando una botella de ron.

Johnny se acercó a la puerta entreabierta del cuarto de Rebeca, la luz estaba apagada. La

abrió intentando hacer el menor ruido posible y la encontró dormida debajo de las cobijas,

dando la espalda a la puerta.

- ¿Mi amor? - le susurró en el oído.

- ¿Qué pasa? - le dijo ella con voz somnolienta mientras se daba la vuelta.

- Ya me voy.

- Ah… bueno.

- ¿Mañana a las 10 en el parque?

- Sí, sí - le respondió y volvió a darse la vuelta de manera rápida.

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- Chao - se acercó y le dio como mejor pudo un beso en el cabello azabache que cubría su

mejilla.

- Ajá. - fue la respuesta de ella, Johnny empezó a caminar hacia la puerta - Oye - le detuvo -

ven, duerme conmigo un ratito - volvió a darse la vuelta y empezó a palmear el lado vacío de

la cama.

Regresó, y acostándose sobre las cobijas la abrazó y ella le dio un beso, después del cual se

quedó dormida casi instantáneamente, Johnny la rodeó con sus brazos - Solo me voy a

quedar media hora - pensó, y cerró sus ojos. Cuando volvió a abrirlos regresó a ver a su reloj,

era la una y diecisiete de la mañana, liberó lentamente sus brazos del torso de Rebeca y le

dio otro beso antes de levantarse y salir.

Juan estaba sentado en el suelo, arrimando su espalda al sillón en el que Andrés dormía, se

despertó súbitamente solo para escuchar a Alberto, que arrastraba sus palabras al hablar con

Carlos y al escuchar de lo que estaban hablando volvió a dormirse.

- Essso… eso… esss lo que essstoy diciendo, cuando nos graduemos ¿qué? cada uno por sssu

lado y… ¡pum! - Alberto se sacudió en el sillón en el que estaba sentado - se acabooo todo,

éstas vacaciones eran el último chance que teníamos y…

- No seas dramático - le respondió Carlos, tratando de ocultar los efectos del ron - vivimos

todos en la Chito, todo va a ser igual. Sí ¿o qué? cuñado. - regresó a ver a Johnny que

acababa de bajar las gradas.

- ¿Qué cosa? - preguntó sentándose en uno de los sillones.

- Que vamos a seguir siendo panas.

- ¿Y por qué vamos a dejar de ser panas?

- No, no… essstan mal interpppretando lo que dije, yo quería decir que ya no va a ser igual lo

que… lo que… - se levantó - ya essstá tarde, así que mejor me voy despidiendo.

- Pero ya estás bien mal ¿no te quedas mejor? - se levantó también Carlos intentando que

Alberto se sentara de nuevo.

- No, fresco - dijo Johnny - yo igual ya me voy. Al Juan y al Andrés déjales, ellos sí están

hechos bolsa.

- Antes de irte ayúdame a ponerle a éste en el sillón - le dijo Carlos tomando a Juan del brazo

e intentando levantarlo, Johnny lo tomó del otro y pesadamente lo pusieron en otro sillón.

- Tu papá te va a matar cuando vea que le falta esto - Johnny le señaló las tres botellas vacías

que estaban en la mesa de centro.

- Vuelve el lunes… y me preocuparé cuando esté sobrio - le respondió Carlos abriendo la

puerta. Johnny se despidió y salió con Alberto arrimado en él. Al cerrar la puerta, Carlos

sacó dos cobijas y después de ponerlas sobre Juan y Andrés se dirigió hacia su cuarto.

- Hasta mañana borrachos.

- Que… ¿qué?... ¡qué! ¿Ya se fueron todos? - exclamó Juan despertándose.

- ¡No! Ahí te dejo al Andrés para que te acompañe - le respondió Carlos desde el segundo

piso.

Juan regresó a ver al sillón de su derecha, donde su amigo estaba enfrascado en una épica

batalla contra la cobija que lo cubría y volvió a dormirse.

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Aquiles Castro retiró con hastío una hoja de papel que había estado pegada en la parte

trasera del saco de su uniforme del colegio, en ésta se podía leer “Gomelito de la dicha” y

una obscena caricatura suya debajo de ésta frase; arrugó la hoja y la tiró al tacho de basura, e

hizo lo mismo con el saco antes de lanzarlo al armario.

Su colegio se había tomado una semana extra de clases debido a una pequeña pugna entre

los profesores y el rector, por lo cual sus vacaciones recién habían comenzado.

Se quedó observando sus cortinas, que bailaban con el soplar del viento, las paredes blancas

de su habitación reflejaban demasiado la luz que entraba por las ventanas y sus ojos

empezaron a lagrimear. Regresó a ver su reloj, eran las ocho y veinte. Salió de su cuarto sin

zapatos, no había necesidad de ellos ya que toda su casa estaba alfombrada, bajó las gradas

pensando en encontrar a su papá antes de que se fuera y se dirigió al comedor, que junto a la

cocina, eran los únicos lugares sin alfombra, al pisar la baldosa un frío le subió por la pierna

hasta llegar a su columna, pero al estar frente a su papá no lo hizo notar.

- Hola pa… - su papá estaba sentado a la mesa, tomando café y trabajando en su portátil, por

lo que no respondió - ¿a qué hora sale tu vuelo?

- A las 12 - le dijo parcamente.

- Pa… - Aquiles se sentó a la mesa con lentitud - ¿el próximo año me vas a meter otra vez en

ese mismo colegio?

Su padre cerró la laptop y miró a Aquiles con una frialdad sobrecogedora sin decir nada

durante casi un minuto.

- Aquiles - dijo al fin - tú estabas en un excelente colegio, y no me importaba nada pagártelo,

pero lograste que te expulsen después de ese… incidente de los fideos, así que ahora te tocará

aguantar. De todas maneras ya solo te falta un año, ahí verás que haces con tu vida.

Terminó su café, cogió su laptop con la otra mano y salió del comedor, Aquiles se quedó

sentado en silencio hasta que su papá solo regresó para decirle:

-Te dejo dinero en tu velador, la empleada viene el lunes, yo regreso en dos semanas - volvió

a retirarse - ¡Trata de mantener en pie la casa hasta que vuelva! - gritó desde el recibidor

antes de salir.

Aquiles no dijo nada y permaneció sentado hasta que escuchó el sonido del auto de su papá

alejándose y el de las puertas del garaje que se cerraban; al regresar a su habitación tomó el

dinero que le había dejado y después de tender su cama se volvió a acostar en ella, pensando

en un modo de evitar las burlas de sus compañeros del colegio el siguiente y,

afortunadamente último año; quiso levantarse a limpiar su cuarto en un intento de despejar

su mente, pero la empleada ya lo había hecho por él el día anterior, si más que hacer tomó

su celular y marcó un número.

Vustago Melo, yacía dormido en su cama, había llegado apenas minutos después del

despuntar del alba; el día anterior y la madrugada de éste había tenido una fiesta por el

cumpleaños 17 de su novia. Su descanso se vio interrumpido por el sonido de su celular,

Vustago tanteo su velador para agarrar el teléfono, pero solo acabó empujándolo hacia el

suelo, se levantó con molestia para tomarlo, y no se alegró del todo al ver el número del que

lo estaban llamando.

- Aquiles… ¿qué pasó huevón? me despertaste.

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- Hola… bueno… este… solo quería conversar con alguien - dijo Aquiles desde el otro lado de

la línea.

- Yaaa sé - le respondió Vustago acostándose de lado en su cama - ¿sigues sensible por lo de

tu colegio? Ya me dijiste… odias el Monjía los manes allá son unos maricas que te joden por

las puras y blablablá. Ya cánsate y deja dormir huevón.

- Bueno, al menos veo que sí me has prestado atención.

- Ya te has de resentir, mira, si esos manes te joden por ser como eres, que se jodan ellos.

Cuando entraste a primer curso en mi colegio ¿qué pasó? lo mismo. Ahora eres mejor

persona, aguanta y sigue así, no vas a regresar a ser el mismo naco de antes solo para que se

dejen de estupideces.

- No me parece tan mala idea ahora que lo dices.

- ¡¿Qué?! Solo te falta un año para salir, fresquéate. Hablamos más tarde, quiero dormir.

- Sí, sí. Dale. Hablamos - se despidió Aquiles y colgó el teléfono.

Vustago lanzó el teléfono a un sillón y volvió a envolverse en las cobijas, pero el : “No me

parece tan mal idea” de Aquiles se quedó en su cabeza como un disco rayado.

- Mierda, éste man. - se dijo, y se levantó de la cama para empezar a vestirse.

Aquiles estaba vaciando el contenido de uno de los cajones en un intento por entretener su

mente. Cada objeto que encontraba, lo buscaba en internet para ver que tanto valía, aunque

no había conseguido mucho de eso, hasta ahora solo había encontrado un yo-yo partido en

dos, una armónica desarmada, algunas piezas de ajedrez muy viejas, un muñeco en forma de

soldado al que había puesto la cabeza de una tortuga ninja y algunos dinosaurios de plástico.

Siguió rebuscando y sacó un carnet con su foto, era de un campamento vacacional en el que

había estado hace 3 años, y más adentro en el cajón, una foto en la que se encontraba con

Carlos Cortés y Johnny Sabía en ese mismo campamento.

El tono de video llamada en su computadora retumbó, era su novia, Aquiles hizo click para

aceptarla y el rostro de Pamela Trae apareció en su pantalla, con una anaranjada habitación

de hotel de fondo.

- Hola princesa - le saludó Aquiles.

- ¡Amor! ¿Cómo estás?

- Extrañándote.

- Oh… Yo igual, pero no te preocupes, yo ya regreso la próxima semana.

- Sí, ya estoy contando los días. ¿Qué tal el clima allá?

- Perfecto mi amor. Ahorita iba a salir a pasear con mis papis, solo quería verte un ratito.

- Gracias por también dejarme verte entonces ¿crees que estés conectada de noche?

- Claro, a eso de las 8, pero solo un rato, de ahí voy a salir con mis primas.

- Entonces yo te llamo, y no te quito más tiempo. Anda nomás con tus pas, yo te espero el

próximo sábado.

- Okey mi amor, cuídate. Full besos.

La video llamada terminó y Aquiles volvió a guardar todo en su cajón, excepto la foto, le dio

la vuelta y en el otro lado estaba escrita una dirección.

- A la mierda - dijo, se levantó y poniéndose una chaqueta bajó las gradas y salió

apresuradamente.

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- Te vas a atrasar - le dijo Joselin Sabía, la hermana menor de Johnny, mientras él leía el

periódico y comía leche con cereal - ¿no dijiste que te ibas a ver con tu novia a las 10?

- Sí ¿qué hora es? - respondió él.

- Falta cuarto de hora.

- ¡Hijuetanque! Y yo sigo empijamado - exclamó lanzando el periódico en el aire.

Subió corriendo a su cuarto para cambiarse de ropa y alistarse, estaba a punto de salir y se

regresó a su armario de donde sacó una cajetilla y un encendedor. Cerró la puerta de su casa

y empezó a caminar en dirección al parque, sacó un tabaco y lo encendió.

No fumaba porque le gustara, odiaba el gusto que dejaba en su boca, el hedor que el tabaco

dejaba en sus manos, en su ropa y en su rostro. Detestaba el regustillo del humo al bajar por

su garganta, la horrible sensación del calor malsano que dejaba en su laringe, el sentir

claramente como esos vapores ingresaban en sus pulmones, a veces incluso lograba apreciar

como sus alvéolos absorbían el alquitrán del tabaco, que poco a poco los corroía. Nada de

esto le agradaba; la nicotina, el fumar, no lo hacía por verse interesante o "más maduro". Ésta

simple acción llenaba un vacío en su interior que nada pudo colmar; el amor simplemente le

había traído dolor, los libros que leía y los planes que tenía no hacían más que quitarle el

sueño y sus amigos, por más excelentes que eran, ocupaban un sitio muy alejado a aquel

agujero en su existencia. Ahora - pensaba él - quizá Rebeca podría ayudarle a llenar ese vacío,

pero no tenía ninguna seguridad de eso; así que lo llenó con humo, uno que tarde o

temprano acabaría por matarlo - Más vale tarde que nunca. - decía él.

Estaba a pocos metros del parque, en la cancha había un grupo que jugaba fútbol y más allá

vio a Rebeca calentando como todos los sábados para hacer gimnasia, a ella no le gustaba

que él fume así que apagó su cigarro y lo botó en un tacho, siguió derecho con la mirada fija

en ella, que vestía un pantalón fucsia y una camiseta rosada y a pesar de los gritos, no se fijó

en que una pelota de fútbol se dirigía a toda velocidad hacia su rostro hasta que impactó

contra él.

Juan empezaba a despertarse y al abrir los ojos lo primero vio fue al rostro de Carlos frente a

él, que lo miraba fijamente.

- Estoy muerto - le dijo Carlos.

- ¿De qué hablas? - preguntó Juan incorporándose para sentarse en el sillón.

- Mira - le señaló las botellas vacían en la mesa - mi papá me va a matar cuando regrese.

- ¿Y qué quieres que haga yo?

- ¡Ayúdame a pensar en algo maldición!

- Al Alberto dile, él fue el de la idea; yo solo estaba disfrutando de tu hospitalidad. Llena las

botellas con cola, güitig o algo ¿yo qué sé? habla más bajito.

- No sé porque estoy hablando contigo.

La puerta de la casa se abrió repentinamente y Rebeca entró seguida de Johnny, que trataba

de contener la sangre que salía de su nariz.

- ¡Johnny! Ya estoy sobrio y ya me preocupé... - dijo Carlos al verlo - pero… ¿qué te pasó?

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- Le dieron un pelotazo en la cara cuando iba a verme - respondió Rebeca.

- Jajaja… ven te doy algo para que te limpies - le dijo Carlos mientras Rebeca subía a su cuarto

para cambiarse de ropa - y de una vez ayúdame a ver que hago con el trago de mi papá.

- Solo son tres botellas, máximo te manda a la mierda.

- ¿”Solo”? ¿Has visto cuánto cuestan? Es carísimo, aparte no es solo el trago, para mi papá

soy un muchacho inocente y sano que no tiene idea de lo que es el alcohol.

Al escuchar esto Juan empezó a reírse escandalosamente, al igual que Johnny y Andrés que

acababa de despertarse, y también se pudo escuchar a Rebeca riéndose desde su cuarto.

- Bueno ¡ya! Gracias - fue la respuesta de Carlos - ¡yo que les pido ayuda a ustedes!

Estaba a punto de refunfuñar un poco más pero el sonido del timbre de su casa se lo

impidió.

- Ha de ser el Alberto - dijo Juan - ahí para que le reclames.

Carlos abrió la puerta, pero quien estaba afuera no era Alberto sino Andrea Lizada, la novia

forzosa de Juan.

- Hola Carlitos ¿por si acaso no está mi Juanito aquí? - le dijo ella - Pasé por su casa y su

mami me mandó para acá.

Él regresó a ver a Juan que moviendo los labios y los brazos le quería dar a entender que no

le dijera nada.

- Claro, aquí está - dijo Carlos abriendo más la puerta para que pudiera entrar Andrea.

- ¡Hola mi amorcito! - entró corriendo a sentarse en las piernas de Juan, que tenía en el

rostro una mueca que intentaba hacer pasar por sonrisa.

- Hola Andre… - respondió él con una voz exageradamente aguda.

Alberto estaba sentado al borde de una acera mirando al otro lado de la calle, a un local de

dos pisos en cuya planta baja, y detrás de unos ventanales asegurados con rejillas se podía ver

una serie ordenada de instrumentos musicales, dos baterías (una azul y una negra), 5 guitarras

eléctricas, dos bajos, un saxofón, un par de violines y tres amplificadores.

Un poco más debajo de las ventanas del segundo piso, en un letrero de luces de neón, se

podía leer “Casa Musical Planet Waves”; la puerta enrollable que protegía la entrada

principal estaba cerrada, y un sinnúmero de advertencias de compañías de seguridad estaban

pegadas en ésta.

- ¿Pensando en aumentar el repertorio de la banda? - le preguntó alguien parado detrás de

él.

- ¿Cómo? - Alberto regresó a ver a quien le estaba hablando y se sorprendió de sobremanera

al reconocerlo - ¿Aquiles? ¿Qué hacer por acá?

- Sí, yo vengo a verte a las 7 entonces - le dijo Juan a Andrea mientras ella se alejaba

dirigiéndose al pasaje en el que estaba su casa, y enviándole un beso con la mano.

Continuó despidiéndose hasta que ella entró a su casa.

- ¿Por qué no solo le terminas? - le susurró Carlos que estaba parado junto a él.

- ¿Qué quieres? ¿Qué me mate? Si le termino así nomás, de la nada, me va a hacer mala

fama con el resto de chicas del barrio. Se me acaban los vaciles, las conquistas - enumeró

usando los dedos - y pierdo cualquier futura oportunidad de entablar incluso la más mínima

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conversación con cualquier persona del género femenino, y los más probable es que luego

me caigan a puñetes su hermanos, como tú si el Johnny le hace algo a la Rebeca.

- Guau… y yo que creía que el Alberto era el dramático. Sea como sea, si sigues alargando

esto, solo se va a poner peor. ¿Hasta cuándo vas a seguir con ella?

- Hay de desilusionarle de a poquito, espérate nomás - empezaron a caminar de vuelta a la

casa de Carlos cuando Alberto apareció saliendo de un pasaje - ahí está el inquietoso para

que te pague lo de las botellas.

- Como si tú no hubieras tomado… ¿está con el Aquiles?

Aquiles y Alberto aceleraron el paso para encontrarse con ellos.

Vustago estaba llamando insistentemente al celular de Aquiles, pero estaba apagado. Intentó

llamando al de su tío, pero tampoco le respondieron.

- ¿Cuánto falta para llegar al Barrio Chito? - le preguntó al taxista.

- Unos 10 minutos - le respondió.

Se hundió en su asiento y se quedó mirando por la ventana por un par de minutos, hasta que

se le ocurrió otra cosa y empezó a buscar otro número en su teléfono.

Johnny estaba sentado abrazando a Rebeca viendo una película en la sala, en el otro sillón se

encontraba Andrés, con jaqueca y aburrimiento.

Rebeca le susurró algo al oído a Johnny y ambos se rieron, Andrés resopló y se levantó.

- ¿Les importa si el mal tercio hace canguil?

Rebeca y Johnny le respondieron con un gesto.

Carlos abrió la puerta de la casa y entró, Juan, Alberto y Aquiles le siguieron.

- ¿Qué? ¿Otra chuma? - les dijo Andrés al verlos entrar - ¿Aquiles? ¿Cómo así por aquí?

- Quiere que le quitemos lo gomelo - respondió Carlos cerrando la puerta.

Andrés empezó a reírse, pero nadie lo acompañó.

- ¿Qué? ¿De a de veras?

- Sí… - dijo Aquiles en voz baja.

El celular de Carlos empezó a timbrar.

- Espérenme un ratito - dijo y contestó - ¿Aló?

- Alo… ¿Carlos?

- Sí… ¿con quién hablo?

- No sé si te acuerdes… soy Vustago, del campamento.

- Vust… ah sí, sí el primo del Aquiles. Sí justo ahorita está aquí él.

- ¿En tu casa?

- Sip

- Fresco, yo estoy llegando por allá, estamos hablando.

- ¿Cómo? - preguntó Carlos, pero ya le había colgado - Era tu primo - se dirigió a Aquiles -

dice que ya viene para acá.

- Hijo de… - fue su única respuesta.

- ¿También querrá que le desgomelizemos? - dijo Alberto.

- ¿Y tú por qué dices que quieres dejar de ser gomelo? - le preguntó Johnny.

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- Verás - empezó Aquiles - o verán, como sea. Yo estaba en el LetCroze ¿se acuerdan? -

todos asintieron con la cabeza - pero el año pasado hubo un… incidente, y me expulsaron.

Mi pa se enojó un montón y me puso en el Monjía porque ya no había cupo en ningún otro

lado y él tenía amigos ahí… y ya pues, todos empezaron a joderme desde el primer día que

entré hasta ayer que se acabaron las clases, y mi pa dice que en sexto también me va a meter

ahí así que si sigo así estoy jodido.

- Denso - dijo Johnny.

- ¿Tu papá te metió al Monjía? - dijo Andrés - que asco de colegio, el Metúfar lo es todo.

- No empieces con huevadas - le dijo Alberto - que me enteré que por eso mismo le han

pegado al Centavo ayer.

- Entonces… - dijo Aquiles - ¿me van a acolitar?

El celular de Carlos volvió a sonar.

- ¿Aló?

- Men, ya estoy afuera de tu casa - Vustago dijo eso y colgó el teléfono.

Carlos abrió la puerta y efectivamente ahí estaba Vustago.

- ¿Cómo estás Carlos? ¿Está ahí mi primo?

- Sí ehmm… pasa - Carlos se hizo a un lado y Vustago entró.

- Hola - saludó a todos - ¿Qué haces aquí huevón? - le preguntó a Aquiles.

- Haciendo lo que dije que no parecía tan mala idea…

- Shit… - se acercó a Aquiles para que nadie más lo escuchara - vamos a hablar afuera ¿ya?

Aquiles negó con la cabeza.

- Si quieren hablar descolados, ahí está la cocina - les dijo Carlos con tono entrecortado y

señalando la cocina. Aquiles empezó a caminar y Vustago lo siguió hasta que estuvieron

dentro.

- Habla serio Aquiles - dijo al fin Vustago - no salgas con tarugadas.

- No es ninguna tarugada, es en serio, no quiero pasar otro año de mierda en el colegio.

Carlos se acercó un poco a la cocina para poder escucharlos.

- Cambies o no igual va a ser un año de mierda si sigues en ese colegio - le dijo Vustago - no

te vas a volver igual de naco que los que están allá -señaló la sala - anda a tu casa huevón, y

déjate de niñerías - Aquiles se quedó en silencio - apura que tengo que reunirme con el

Jaime y el Felipe para ir a hacer el podcast de hoy.

Salió de la cocina y Aquiles lo siguió muy despacio.

- Oye - le dijo Carlos a Vustago - te apuesto lo que quieras a que le cambio a tu primo y va a

terminar siendo mejor persona que tú.

No iba a dejar que Aquiles se fuera después de escuchar el sutil insulto que Vustago había

dirigido hacia ellos.

- ¿De qué hablas? - preguntó Vustago con extrañeza.

- De lo que oíste.

- ¿Qué? ¿En serio?

- ¿Me estoy riendo?

- ¿Qué haces? - le susurró Johnny al oído. Carlos le hizo un gesto para demostrar que sabía

lo que hacía.

- ¿Y cuánto quieres apostar?

- No sé, tú dime.

Vustago le dio un vistazo a la sala de Carlos.

- Si en tu familia tienen tanta plata como gusto, no creo que pueda sacar mucho de ti.

- Ay… o sea que te da miedo apostar - dijo Carlos imitando la manera de hablar de Vustago.

12

- Jaja… en doscientos dejemos - Carlos se quedó en silencio unos segundos - ¿Ahora a ti es al

que le da miedo? - volvió a decir Vustago de forma burlona.

- Doscientos de una.

- ¡¿Qué haces?! - volvió a susurrarle Johnny, pero no le hizo caso.

- Hecho entonces, tienes todas las vacaciones - empezó a caminar hacia la puerta - ah… y

Aquiles, te recomiendo que escuches el podcast que vamos a hacer hoy, creo que te va a

gustar - Juan le abrió la puerta y salió.

-¿Qué hiciste? - volvió a decir Johnny.

- Ese man prácticamente nos mandó a la mierda en la cocina, no le iba a dejar que se vaya

nomás así.

- ¿Y de dónde vas a sacar los 200 dólares querido hermanito? - preguntó Rebeca.

- ¿Ya me ven como un caso perdido? - dijo Aquiles desanimado.

- Tranquila - todo va a salir bien, y esos 200, que nos va a dar el Vustago - Carlos hizo énfasis

en eso último - van a ser para las botellas que le debo a mi papá.

- Excelente - dijo Aquiles - entonces ¿cuándo empezamos?

- Hoy sería la cosa, pero no tengo idea, déjame hacer un plan. Johnny haz un plan.

- Genio… -le dijo Johnny - tus papás regresan pasado mañana y la apuesta es para Agosto, así

que dime exactamente como planeas comprar las botellas de tu papá.

- Aparte de que no te las van a vender con esa cara de guagua que tienes - añadió Juan.

- Mierda ¡cierto! - dijo con lentitud Carlos.

El teléfono de la casa sonó.

- ¿Aló? - contestó Rebeca - Hola mami. Bien, el Carlos no ha quemado la casa. Ah ¿en

serio? que bueno mami, entonces aquí le esperamos.

- ¿Qué pasó? - preguntó Carlos.

- Mis papis van a volver mañana, el funeral ha sido hoy.

- No… mierda - Carlos se puso pálido - Juan, Alberto ¡acolítenme a ver como consigo otras

botellas!

Los tres salieron apresuradamente de la casa.

- ¿Se enojará si le digo que la del teléfono era una encuestadora que no sabía lo que le estaba

diciendo? - le preguntó Rebeca a Johnny que solo le contestó con una carcajada.

Andrés se había quedado con una mirada confusa desde que Vustago se había ido.

- ¿Qué te pasa? - le preguntó Johnny.

- ¿Qué es un podcast? - preguntó Andrés.