Morin crisiologia

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PARA UNA CRISIOLOGÍA Edgar Morin (Centre Nacional de la Recherche Scientifique) en El concepto de crisis. Ediciones Megalópolis, Buenos Aires, 1979. EL CONCEPTO DE CRISIS La noción de crisis se ha expandido en el siglo XX, hacia todos los horizontes de la conciencia contemporánea. No hay dominio o problema que no sea frecuentado por la idea de crisis: el capitalismo, la sociedad, la pareja, la familia, los valores, la juventud, la ciencia, el derecho, la civilización la humanidad. . . Pero esta noción, al generalizarse, ha sufrido una suerte de vaciamiento. En su origen, Krisis significa el momento decisivo, en la evolución de un proceso incierto, que permite el diagnóstico. Hoy, crisis significa indecisión. Es el momento en el que, junto con una perturbación, surgen las incertidumbres. Cuando la crisis estaba limitada al sector económico, podía ser reconocida al menos por ciertos rasgos cuantificados: disminución (de la producción, del consumo, etcétera); crecimiento (del desempleo, de las quiebras, etcétera). Pero desde que se extendió a la cultura, la civilización, la humanidad, la noción pierde todo perfil. Permite, a lo sumo, decir que algo no va, pero la información que proporciona se paga con el oscurecimiento generalizado de la noción de crisis. La palabra sirve en adelante para nombrar lo innombrable; remite a una doble apertura: apertura en nuestro saber (en el corazón mismo del término crisis); apertura en la realidad social misma en la que aparece la "crisis". La palabra crisis se ha extendido poco a poco invadiendo toda cosa social, toda noción: pero para que la noción vuelva a tener sentido, es necesario proseguir hasta el fin la operación de crisificación y poner, por último, y sobre todo, en crisis la noción de crisis. El problema clave es éste: ¿cómo establecer el concepto de crisis? ¿Cómo hacerlo esclarecedor? (sabiendo por supuesto que todo esclarecimiento aporta su propia sombra, que toda elucidación implica su propio resto ciego). Por de pronto, ¿en qué campo vamos a considerar la noción de crisis? Por cierto, el término ha sido aplicado primero a los organismos biológicos, y, efectivamente, puede ser aplicado a ellos. Pero la crisis es una noción que despliega su plena riqueza en el cuadro de los desarrollos socio-históricos. Esto no significará, sin embargo considerar el dominio antropo-social-histórico como un dominio cerrado. Al contrario, y llego aquí a lo que a mi modo de ver es el primer principio de toda crisiología, no se puede hacer una teoría de las crisis sociales, históricas, antropológicas, si no se tiene una teoría de la sociedad que sea tanto sistémica, como cibernética y bio-neguentrópica. En efecto, si para concebir la crisis se quiere ir más allá de la idea de perturbación, de prueba, de ruptura de equilibrio es necesario concebir la sociedad como sistema capaz de tener crisis, es decir, plantear tres órdenes de principios, el primero sistémico, el segundo cibernético, el tercero neguentrópico, sin lo cual la teoría de la sociedad es insuficiente y la noción de crisis inconcebible. El principio anti-or-ganizacional de organización Por de pronto, el nivel sistémico, es decir, propio de todo sistema, sea cual fuere. El concepto de sistema, es decir de conjunto organizado por la interrelación de sus constituyentes, debe evocar necesariamente la idea de antagonismo. Toda interrelación entre elementos, objetos, seres, supone la existencia y el interjuego de atracciones, afinidades, posibilidades de relación. Pero si no hubiera

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Capítulo final del libro de Edgar Morin "El concepto de crisis" Ediciones Megalópolis, Buenos Aires, 1979. Totalmente agotado en Buenos Aires.

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PARA UNA CRISIOLOGÍA

Edgar Morin (Centre Nacional de la Recherche Scientifique)

en El concepto de crisis. Ediciones Megalópolis, Buenos Aires, 1979.

EL CONCEPTO DE CRISIS

La noción de crisis se ha expandido en el siglo XX, hacia todos los horizontes de la

conciencia contemporánea. No hay dominio o problema que no sea frecuentado por la idea de crisis: el capitalismo, la sociedad, la pareja, la familia, los valores, la juventud, la ciencia, el derecho, la civilización la humanidad. . .

Pero esta noción, al generalizarse, ha sufrido una suerte de vaciamiento. En su origen, Krisis significa el momento decisivo, en la evolución de un proceso incierto, que

permite el diagnóstico. Hoy, crisis significa indecisión. Es el momento en el que, junto con una perturbación, surgen las incertidumbres. Cuando la crisis estaba limitada al sector económico, podía ser reconocida al menos por ciertos rasgos cuantificados: disminución (de la producción, del consumo, etcétera); crecimiento (del desempleo, de las quiebras, etcétera). Pero desde que se extendió a la cultura, la civilización, la humanidad, la noción pierde todo perfil. Permite, a lo sumo, decir que algo no va, pero la información que proporciona se paga con el oscurecimiento generalizado de la noción de crisis.

La palabra sirve en adelante para nombrar lo innombrable; remite a una doble apertura: apertura en nuestro saber (en el corazón mismo del término crisis); apertura en la realidad social misma en la que aparece la "crisis".

La palabra crisis se ha extendido poco a poco invadiendo toda cosa social, toda noción: pero para que la noción vuelva a tener sentido, es necesario proseguir hasta el fin la operación de crisificación y poner, por último, y sobre todo, en crisis la noción de crisis. El problema clave es éste: ¿cómo establecer el concepto de crisis? ¿Cómo hacerlo esclarecedor? (sabiendo por supuesto que todo esclarecimiento aporta su propia sombra, que toda elucidación implica su propio resto ciego). Por de pronto, ¿en qué campo vamos a considerar la noción de crisis? Por cierto, el término ha sido aplicado primero a los organismos biológicos, y, efectivamente, puede ser aplicado a ellos. Pero la crisis es una noción que despliega su plena riqueza en el cuadro de los desarrollos socio-históricos. Esto no significará, sin embargo considerar el dominio antropo-social-histórico como un dominio cerrado. Al contrario, y llego aquí a lo que a mi modo de ver es el primer principio de toda crisiología, no se puede hacer una teoría de las crisis sociales, históricas, antropológicas, si no se tiene una teoría de la sociedad que sea tanto sistémica, como cibernética y bio-neguentrópica.

En efecto, si para concebir la crisis se quiere ir más allá de la idea de perturbación, de prueba, de ruptura de equilibrio es necesario concebir la sociedad como sistema capaz de tener crisis, es decir, plantear tres órdenes de principios, el primero sistémico, el segundo cibernético, el tercero neguentrópico, sin lo cual la teoría de la sociedad es insuficiente y la noción de crisis inconcebible.

El principio anti-or-ganizacional de organización

Por de pronto, el nivel sistémico, es decir, propio de todo sistema, sea cual fuere. El

concepto de sistema, es decir de conjunto organizado por la interrelación de sus constituyentes, debe evocar necesariamente la idea de antagonismo.

Toda interrelación entre elementos, objetos, seres, supone la existencia y el interjuego de atracciones, afinidades, posibilidades de relación. Pero si no hubiera

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ninguna fuerza de exclusión, de repulsión, de disociación, todo se sumiría en la confusión, y no sería posible concebir ningún sistema. Para que haya sistema, es necesario que se mantenga la diferencia, es decir, que se mantengan las fuerzas salvaguardando por lo menos algo fundamental en la originalidad de los elementos u objetos o interrelaciones, y por consiguiente, el mantenimiento, contrabalanceado, neutralizado o virtualizado, de fuerzas de exclusión, de disociación, de repulsión. Como lo dice excelentemente Lupasco, "a fin de que un sistema pueda formarse y existir, es necesario que los constituyentes de todo conjunto, por su naturaleza o por las leyes que los rigen, sean capaces de acercarse al mismo tiempo que de excluirse, de atraerse y a la vez repelerse, de asociarse y disociarse, de integrarse y desintegrarse" (S. Lupasco, l'Energie et la Maticre vivante, pág. 332). Así, toda interrelación necesita y actualiza a la

vez un principio de complementariedad, necesita y virtualiza a la vez un principio de antagonismo.

Así, en los núcleos atómicos, las repulsiones eléctricas entre protones resultan superadas, en el estado neutralizado, por las interacciones llamadas fuertes, las que implican la presencia de neutrones. Las relaciones entre átomos en la molécula son estabilizadas por la equilibración que se efectúa entre la electricidad positiva y negativa. Así, la interrelación más estable supone que las fuerzas antagónicas sean a la vez mantenidas y neutralizadas. A diferencia de los equilibrios termodinámicos de homogeneización y desorden, los equilibrios organizacionales son equilibrios de fuerzas antagónicas. Y toda relación, ergo toda organización, todo sistema, implican, producen el

antagonismo. Al antagonismo de fuerzas que supone toda interrelación, se le unen y

sobreimprimen los antagonismos (latentes o manifiestos, virtuales o actualizados) que la organización sistémica produce. Estableciendo la integración de las partes en el todo a través de múltiples complementariedades (de las partes entre ellas, del todo con las partes) el sistema instaura restricciones, inhibiciones, represiones, así como la dominación del todo sobre las partes, del organizador sobre lo organizado: estas restricciones y dominaciones avasallan, potencializan, fuerzas y propiedades que, de tener que expresarse, serían antagónicas con respecto a las otras partes, a las interrelaciones, a la organización, al conjunto del sistema. Hay, pues, un antagonismo latente entre lo que está actualizado y lo que está virtualizado. Lo que, en los sistemas estrictamente físico-químicos está actualizado, es complementario, asociativo, organizacional. Así, se puede enunciar aquí el siguiente principio sistémico: La unidad compleja del sistema crea y a la vez rechaza un antagonismo.

El antagonismo latente o virtual entre partes relacionadas así como entre las partes y el todo es la otra cara de la solidaridad manifiesta en el seno del sistema. Se puede formular, pues, igualmente, el principio, de esta manera: las complementariedades sistémicas son indisociables de antagonismos. Estos antagonismos permanecen ya virtuales, ya mas o menos controladores. Irrumpen cuando hay crisis, y hacen crisis cuando están en erupción. En los sistemas vivos, las complementariedadcs son inestables y oscilan, al mismo tiempo que los antagonismos, de la actualización a la virtualización, de la virtualización a la actualización. En los ecosistemas y los sistemas sociales de los mamíferos, comprendidos los humanos, la relación entre complementariedades, concurrencias, antagonismos, se complejiza, y las mismas relaciones pueden en su ambigüedad, ser al mismo tiempo complementarias, concurrentes y antagónicas. Se verá que en el seno del sistema vivo un proceso de desorganización o desintegración es a la vez complementario, concurrencial y antagónico al proceso de reorganización permanente de la vida.

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entre partes entre las partes y el todo

complementariedad

restricciones

inhibiciones / represiones

antagonismo virtual

entre partes entre las partes y el todo

Cuando se consideran los sistemas de complejidad cibernética (y aquí alcanzamos

el nivel cibernético), la máquina, la célula, la sociedad, es decir, aquellos que implican retroacciones reguladoras, se observa que la organización misma suscita y utiliza comportamientos y efectos antagónicos por parte de ciertos constituyentes. Es decir, que hay también antagonismo_organizacional.

En efecto, la retroacción (que regula el funcionamiento de una maquina o mantiene constante y estable un sistema) es llamada negativa (feed-back negativo), término muy

iluminador; desencadenada por la variación de un elemento, tiende a anular esta variación. La regulación resulta, pues, de la acción antagónica de uno o más elementos sobre otro o varios otros elementos, tan pronto estos varían más allá de una zona de tolerancia y amenazan la estabilidad, la homeóstasis, la integridad del sistema. La retroacción negativa es, pues, organizacionalmente antagónica a un antagonismo (anti-organizacional) que amenaza la integridad del sistema, actualizándose. Restablece la complementariedad entre los elementos. Así, la regulación mantiene la complementariedad general por medio de una acción anti-antagónica parcial y local. Hay pues un lazo ambivalente, en el nivel cibernético, entre complementoriedad y antagonismo. Este lazo es de naturaleza organizacional. La complementariedad juega de manera antagónica al antagonismo y el antagonismo juega de manera complementaria a la complementariedad. La regulación, el control, se oponen a los antagonismos virtuales que sin cesar, en tales sistemas, comienzan a actualizarse. Así, el antagonismo no lleva solamente en sí la dislocación del sistema, sino que puede contribuir también a su estabilidad y su regularidad.

Resumamos: se ha visto aparecer el antagonismo en diversos niveles: — en el nivel de las interrelaciones que lo suponen y lo neutralizan; — en el nivel de las restricciones organizacionales y de la retroacción del todo sobre

las partes, que crean y rechazan el antagonismo; — en el nivel de la utilización organizacional de procesos y de acciones antagónicas.

El antagonismo organizacional/anti-organizacional

No se puede concebir organización sin antagonismo, pero este antagonismo lleva en sí, potencialmente, y tarde o temprano de manera inevitable, la ruina y la desintegración del sistema. Este es uno de los ángulos desde el cual podemos considerar el segundo principio de la termodinámica. Toda interrelación, toda organización se mantienen inmovilizando (sistema coagulado y estático) o movilizando (sistema dinámico) las energías de enlace, que permiten compensar y controlar las fuerzas de oposición y disociación, es decir, las tendencias a la dispersión. E1 crecimiento de entropía

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corresponde a una degradación energética/organizacional, que libera los antagonismos, los que acarrean desintegración y dispersión. Ningún sistema, ni siquiera el más estático, el más bloqueado, el más cerrado, está al abrigo de esta desintegración. Precisamente, ningún sistema cerrado, que no puede restaurarse extrayendo la energía y la organización del exterior. Es por ello que, conforme al segundo principio, no puede evolucionar más que en el sentido de la desorganización. Dicho de otro modo, todo sistema lleva en sí, puesto que es portador del antagonismo, su propia desintegración potencial, y el segundo principio lo condena a la dispersión en un plazo determinado. Lo que quiere decir que todo sistema está condenado a perecer. La única posibilidad de luchar contra la

desintegración es: —integrar y utilizar lo más posible los antagonismos en forma organizacional; —renovar energía y organización extrayéndolos del medio (sistema abierto); —poder auto-multiplicarse de manera que la tasa de reproducción supere a

la tasa de degradación; — ser capaz de auto-reorganizarse, de auto-defenderse. Es el caso de los

sistemas vivos. . . Y la vida ha integrado tan bien en sí su propio antagonismo que lleva en sí, constante y necesariamente, la muerte.

Recapitulemos: la existencia de todo sistema implica necesariamente antagonismos,

que llevan necesariamente en si_la_potencialidad y el anuncio de la muerte del sistema. La potencialidad desintegradota es proporcional a la fuerza de integración que

relaciona los sistemas físicos: Allí donde hay una interacción más fuerte –el núcleo de hidrógeno- se alberga la fuerza más grande de desintegración: la bomba H.

En los sistemas cibernéticos, las potencialidades desorga-nizacionales y las potencialidades organizacionales son las dos caras del concepto Jano de feed-back. Allí donde hay feed-back negativo, existe la potencialidad del feed-back positivo, es decir, de

una desviación que se amplifica nutriéndose de su propio desarrollo. Así, si nada lo inhibe o lo anula, el feed-back positivo se propaga en cadena en todo el sistema, se vuelve runaway, es decir, precipitación desintegradora. A cada potencialidad más alta de

organización, le corresponden nuevas potencialidades de desorganización. Los sistemas estrictamente físicos perduran sin vivir, se desintegran sin morir. A media vida, solamente media muerte. La forma compleja superior de organización viva corresponde sólo a los seres que sufren la plenitud de la muerte.

Pero, como he señalado, las formas más altas de organización, las de los seres vivos, suscitan (por consumo de energía, actividades aleatorias) los procesos de desorgani-zación (desórdenes que despiertan antagonismos, antagonismos que suscitan desórdenes), pero también los integran (sin que dejen de ser desintegradores), los utilizan, se nutren de ellos (por y para su actividad de reorganización permanente). Hemos observado en otro lugar (l'Esprit du temps, tomo 2, 1975) que las relaciones

concurrentes y antagónicas son fundamentales en la constitución misma de los eco-sistemas.

Formulemos pues el principio: no hay organización sin (sólo en carácter potencial) anti-organización. Para la máquina, se trata del feed-back positivo, para el ser vivo, de

la desorganización permanente. Digamos recíprocamente: la anti-organización es a la vez necesaria y antagónica a la organización.

La problemática del antagonismo

El principio "no hay organización sin antiorganización‖ muestra que antagonismo y

complementariedad son dos polos de una misma realidad compleja. El antagonismo más allá de ciertos umbrales y procesos se vuelve desorganiza-cional: pero, aún habiéndose hecho dcsorganizacional, puede constituir la condición de reorganizaciones

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transformadoras. El principio sistémico de antagonismo se hace cada vez más activo, perturbador,

cuando se eleva al nivel de la complejidad de los sistemas vivos. El principio ya no está solamente coagulado, estático, sino que está relacionado con la dinámica de las interacciones/retroacciones internas y externas. Cuanto más rica es la complejidad viva, más móvil e inestable se vuelve la relación antagonismo/complementariedad, acarrea más fenómenos de "crisis", las cuales, desorganizadoras del hecho de la transformación de las diferencias en oposiciones, de las complementa-riedades en antagonismos, pueden suscitar reorganizaciones evolutivas.

La complejidad teórica de la crisis

Acabamos de recorrer, a partir de la noción de antagonismos, el nivel sistémico, luego

el nivel cibernético (regulación, homeóstasis), luego el nivel neguentrópico (reorganización permanente, desarrollo de la complejidad) de los fenómenos histórico-sociales. Y, desde el primer nivel, hay complejidad. ¿Que quiere decir complejidad? El termino aquí no significa solamente complicación empírica, en las interacciones e interrelaciones: significa que las interrelaciones e interacciones llevan en sí un principio de complejidad teórica y lógica, puesto que es necesario considerar en conjunto organización y desorganización, complementariedad y antagonismo, en lugar de desligarlas y oponerlas pura y simplemente. La complejidad, según nuestra concepción, es lo que nos obliga a asociar nociones que aparentemente deberían excluirse, de forma a la vez complementaria, concurrente y antagónica. Toda organización, es decir todo sistema, lleva en sí esta complejidad puesto que las relaciones internas entre constituyentes, entre el todo y las partes, son a la vez complementarias, concurrentes (virtual o actualmente) y antagónicas (virtualmente en los sistemas llamados "cerrados", que no operan por intercambios energéticos/materiales con el exterior; de manera actual en los otros sistemas).

Ahora bien, la problemática de la relación de complementariedad / concurrencia/antagonismo entre la organización y la anti-organización, se difunde plenamente en las sociedades históricas. Los sistemas sociales modernos en tanto tales, están débilmente integrados (algunos han podido decir incluso que no eran sistemas, sino enredos que interferían en los sistemas), y las relaciones entre individuos, grupos, clases, partidos, etnias, oscilan diversamente entre actividades complementarias y actividades antagónicas.1 Este es un primer nivel en el que puede nutrirse el concepto de crisis.

En el segundo nivel, el cibernético, lo propio de las sociedades históricas, y especialmente las modernas, es constituir enredos, poliperos, regulaciones mutuas, utilizando los mismos antagonismos. En esas sociedades, los feed-back positivos (como

el crecimiento económico) se convierten en reguladores sociales (atenuando las tensiones internas de la sociedad), manteniendo feed-back positivos en múltiples niveles,

desarrollando fuentes de desórdenes, por consiguiente de crisis: así, el crecimiento económico suscita nuevas necesidades, crea nuevas tensiones, despierta otras más antiguas; crea las condiciones de crisis y conflictos por la posesión de los recursos energéticos, crea las condiciones de las crisis ecológicas, las cuales a su vez, etcétera.

Así, tenemos un segundo nivel que nutre el concepto de crisis: el nivel cibernético de las homeóstasis múltiples, de los juegos complejos entre feed-back

1 Los Estados autoritarios, sobre todo en sus variantes totalitarias, tienden sin tregua a aniquilar los

antagonismos y los desórdenes (mediante la represión, el campo de concentración, la liquidación física de los portadores de antagonismos y desorden) en lugar de utilizar sus virtualidades organizacionales en el

sentido de la complejidad.

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positivos (factores de crecimiento, de desarrollo, que transforman las desviaciones en contra-tendencias, tendencias, luego, finalmente en nuevos núcleos organizacionales) y feed-back negativos. Desde entonces, todo crecimiento en una oscilación, una

fluctuación, todo bloqueo, retardo, toda insuficiencia en una regulación pueden convertirse en factores de crisis, provocando desestructuraciornes en cadena. . .

En el tercer nivel, el de la neguentropía, el problema central es el de la reorganización permanente, ligada ésta a la desorganización permanente, es decir a la presencia necesaria, a la vez vital y mortal (compleja, por lo tanto) del desorden en el seno de las organizaciones neguentrópicas. Tales sistemas no pueden subsistir y desarrollarse si no es con y por los intercambios con el medio (de materia, energía, pero también de organización y de información); dependientes del medio en y por su autonomía relativa (aún un rasgo de complejidad), están sometidos, por eso mismo, a los aleas ecológicos, a las perturbaciones fenoménicas surgidas del mundo exterior. Así, estos sistemas llevan en sí el desorden y el alea, los producen (por el consumo de energía que aumenta la entropía) y los reciben del exterior. Tales sistemas no pueden evidentemente subsistir, es decir, rechazar el desorden, integrar el desorden, utilizar el desorden que gracias a un principio auto-referente de organización, que implica un dispositivo generativo (el ―código genético‖ inscripto en el ADN de los individuos vivos, el conjunto de las reglas socio-culturales, de las normas, saberes y habilidades de una sociedad) y un dispositivo fenoménico.

Es por ello que digo que tales sistemas que son auto-(geno-feno)-eco-re-organizadores.

Ahora bien, a partir de los aleas/desórdenes internos y externos, y sobre todo a partir de sus interferencias, dichos sistemas son aquellos en los que aparecen estos fenómenos complejos llamados crisis. Así se revela el tercer nivel de complejidad que no solamente nutre, sino que permite el surgimiento del concepto de crisis.

Ése es el mínimo necesario (y no suficiente) sin el cual la teoría de la sociedad sería no solamente unidimensional, sino irreal, y sin la cual no hay teoría posible de la crisis.

Los componentes del concepto de crisis

El concepto de crisis, como todo concepto molar, está constituido, en realidad, por

una constelación de nociones interrelacionadas. 1. La idea de perturbación

La idea de perturbación es la primera que hace surgir el concepto de crisis. Esta idea tiene en realidad un doble aspecto. Por una parte, en efecto, puede ser el acontecimiento, el accidente, la perturbación exterior que desencadena la crisis. Y, en

este sentido, las fuentes de crisis pueden ser muy diversas: mala cosecha, invasión seguida de derrota, etcétera. Pero más interesantes son, no las perturbaciones que originan las crisis, sino las perturbaciones surgidas de procesos aparentemente no perturbadores. A menudo, estos procesos aparecen como el crecimiento demasiado grande o rápido de un valor o variable en relación con los otros: crecimiento "excesivo" de una población en relación con los recursos de un medio dado (y, a menudo en ecología animal, antes, incluso, que la escasez de los recursos, es la superación de un cierto umbral de densidad demográfica lo que provoca las perturbaciones "crísicas" en los comportamientos), o como se decía en la economía clásica, el crecimiento excesivo de la oferta en relación con la demanda.

Cuando se consideran estos tipos de procesos en términos sistémicos, se ve que el crecimiento cuantitativo crea un fenómeno de sobrecarga: el sistema se vuelve incapaz de resolver los problemas como lo hacía cuando estaba de este lado de ciertos umbrales.

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Sería necesario que pudiera transformarse. Pero no puede concebir ni efectuar una transformación de ese tipo. O bien la crisis nace de una situación de double-bind, es decir

de doble vínculo en que el sistema, colocado entre dos exigencias contrarias, queda paralizado, perturbado, y desordenado.

De manera más amplia, la perturbación de crisis puede ser considerada como consecuencia de sobrecargas o double- bind, en la que el sistema se encuentra

enfrentado con un problema que no puede resolver según las reglas y normas de su funcionamiento y de su existencia corrientes. Entonces, la crisis aparece como una ausencia de solución (fenómenos de desorden y desorganización) que pueden de golpe

suscitar una solución (nueva regulación, transformación evolutiva). Resulta claro, por lo tanto, que lo que es importante para el concepto de crisis, no

es tanto la perturbación externa que efectivamente en ciertos casos desencadena un proceso de crisis; es la perturbación interna, a partir de procesos aparentemente no perturbadores. Y la perturbación interna, provocada por sobrecarga o double-bind, se va

a manifestar esencialmente como debilidad en la regulación, decadencia de una homeóstasis, es decir, como desarreglo. La verdadera perturbación de crisis es el desarreglo. Se encuentra en el nivel de las reglas de organización de un sistema, en el

nivel, no solamente de los acontecimientos fenoménicos exteriores en el cual está inmerso ecológicamente el sistema, sino de su organización misma, en lo que ella tiene

de generativo y regenerador. El desarreglo organizacional se traducirá pues en disfunción allí donde había

funcionalidad, ruptura allí donde había continuidad, feed-back positivo allí donde había feed-back negativo, conflicto allí donde había complementariedad. . .

2. El crecimiento de los desórdenes y de las incertidumbres

Todo sistema vivo, y especialmente todo sistema social, implica desorden en su interior, y funciona a pesar del desorden, a causa del desorden, con el desorden, lo que significa que una parte del desorden es rechazada, vaciada, corregida, trasmutada, integrada.

Ahora bien, la crisis es siempre una regresión de los determinismos, de las estabilidades, y de las restricciones internas en el seno de un sistema, siempre, por lo tanto, una progresión de desórdenes, de inestabilidades, y de aleas.

Esto provoca una progresión de las incertidumbres: la regresión de los determinismos acarrea una regresión de la predicción. El conjunto del sistema afectado por la crisis entra en una fase aleatoria, en la que las formas que tomará su porvenir inmediato son inciertas. Por supuesto, en un segundo nivel, y en ciertas condiciones, es posible una nueva previsibilidad: así, por ejemplo, suponiendo que en una sociedad dada se abre un período de "desórdenes" económico-políticos en cadena, la previsibilidad de ese momento se debilita considerablemente, pero es previsible que se impondrá una solución autoritaria, solución que se puede prever estudiando las relaciones de fuerza, de estrategia, en la mencionada sociedad y su medio.

3. Bloqueo/desbloqueo

Lo que resulta notable, es que la irrupción de los desórdenes está asociada a la parálisis y la rigidificación de lo que constituía la flexibilidad organizacional del sistema, sus dispositivos de respuesta, de estrategia, de regulación. Todo ocurre como si la crisis anunciara dos formas de muerte que efectivamente conjugadas constituyen la muerte de los sistemas neguentrópicos: la descomposición, es decir la dispersión y el retorno al desorden de los elementos constitutivos por un lado, por otro, la rigidez cadavérica, es decir el retorno a las formas y causalidades mecánicas.

Este segundo aspecto, de rigidificación, se manifiesta por el bloqueo de lo que, hasta ese momento, aseguraba la reorganización permanente del sistema, en primer

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lugar el bloqueo de los dispositivos de retroacción negativa que anulan las desviaciones y perturbaciones.

Ahora bien, este bloqueo en los dispositivos de reorganización permanente suscita o permite el desbloqueo de potencialidades, o realidades inhibidas. En efecto, el bloqueo

organizacional corresponde al levantamiento de las restricciones que pesan sobre los componentes y los procesos constituyentes del sistema.

Una vez más, el carácter central de la crisis no está solamente en la explosión, el surgimiento del desorden, de la incertidumbre; está en la perturbación/bloqueo sufrido por la organización/reorganización, está en el desarreglo, la pérdida de regulación. Y cuanto más "profunda" es la crisis (crisis de "civilización") más necesario es buscar el nudo de la crisis en algo profundo y que está oculto al juego del dispositivo de la regulación.

El "desbloqueo" de crisis se manifiesta bajo aspectos diferentes, en realidad inseparables entre sí. Enumerémoslos aquí, sin que enumeración signifique jerarquía.

4. (Desbloqueo.) Desarrollo de los feed-back positivos

Las perturbaciones de crisis ponen en juego fuerzas que agravan las fluctuaciones en lugar de corregirlas. El feed-back positivo es el proceso retroactivo a partir del cual la

desviación en lugar de ser anulada, se mantiene, se acentúa y se amplifica a sí misma. El desarrollo de los feed-back positivos se manifiesta también por:

—la transformación rápida de una desviación en tendencia antagónica o contratendencia,

—fenómenos desmesurados o desproporcionados decrecimiento o de decrecimiento de tal o cual elemento o factor,

—procesos rápidos signados por esta desmesura (ubrís)

que pueden eventualmente propagar en forma vertiginosa una desintegración en cadena (runaway).

En este sentido, el tiempo de la crisis es el tiempo de aceleración, de amplificación, de propagación epidémica, de morfogénesis (constituyente y desarrollo de formas nuevas a partir de las desviaciones).

5. (Desbloqueo.) Transformación de las complementariedades en

concurrencias y antagonismos

En estos procesos, los antagonismos virtuales tienden a hacerse manifiestos, en tanto que las complementariedades manifiestas tienden a virtualizarse.

Así ocurre con las relaciones entre individuos, grupos, clases. Estos procesos son complejos: en ellos juegan al mismo tiempo, y de manera diversa, el "cada uno para sí", el "uno para todos", el "uno contra otro", el "todos contra todos", con las alianzas y coaliciones tanto más temporarias y aleatorias cuanto más profunda es y cuanto más se acelera la crisis.

6. (Desbloqueo.) Crecimiento y manifestaciones de los caracteres polémicos

Todo lo que acabamos de enunciar nos muestra claramente que los caracteres antagónicos latentes o virtuales propios de toda organización, y en especial de toda organización neguentrópica y más particularmente todavía de toda organización social histórica, surgen, se actualizan, se manifiestan, se desencadenan. En todas partes el carácter conflictual tiende a acrecentarse, y a convertirse en dominante (una crisis puede derivar en guerra civil, o transformarse en guerra exterior).

Es decir que la crisiología puede proporcionar al investigador una guía para descubrir los componentes de una crisis pero no una "técnica" de análisis. Cada crisis necesita el estudio concreto de su complejidad propia. Los conflictos se multiplican no

solamente en el nivel de los individuos, grupos, clases, sino entre los dispositivos de control/regulación y los procesos desviantes/neotendenciales. Aquí se ve claramente que

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la idea de crisis no puede reducirse a la idea de conflicto interno en el seno de un sistema, pero que ella lleva en sí la posibilidad, la multiplicación, la profundización, el desencadenamiento de conflictos

7. Desbloqueo I reblo queo: la multiplicación de los double-bind En el nivel de las instancias de control y de poder, los double-bind se multiplican: el

poder no puede tolerar ni reprimir la irrupción de los desórdenes, de las desviaciones y los antagonismos. Pero los individuos o grupos que participan en la crisis pueden alcanzar por sí mismos los umbrales más allá de los cuales la satisfacción de sus exigencias corre el riesgo, al mismo tiempo, de llegar al aniquilamiento de las mismas, en nombre de los peligros en aumento que conciernen a la existencia del sistema y su propia existencia. No son solamente los dispositivos de poder/control los que afrontan los double-bind, sino también los reivindicadores cuyas estrategias de acción deben, en la

incertidumbre y los riesgos del desarrollo de la crisis, volver a encontrar las ―contradicciones‖.2

8. El desencadenamiento de actividades de investigación

Cuanto más se profundiza y dura, la crisis suscita una investigación de soluciones cada vez más radicales y fundamentales. La crisis tiene siempre, pues, un aspecto de advertencia. Muestra que lo que se daba por supuesto, lo que parecía funcional, eficaz, implica al menos carencias y vicios. De allí el desencadenamiento de un esfuerzo de investigación, que puede conducir a tal técnica, tal invención, tal nueva formula jurídica o política, innovación que reformará el sistema y formará parte, en adelante, de sus dispositivos y estrategias de reorganización. La investigación puede ir más allá de la reforma, y acarrear una reestructuración, una ―revolución‖ como se dice, que sea capaz de constituir sobre bases nuevas, una complejidad mayor, un ―meta-sistema‖ que pueda superar los double-bind fundamentales, revelando los límites y carencias del sistema

anterior. Hay, entonces, en toda crisis, un desbloqueo de las actividades intelectuales, en la

formación de un diagnóstico, en la corrección de un conocimiento demasiado insuficiente o falso, en el cuestionamiento de un orden establecido o sacralizado, en la innovación y la creación.

Hay, pues, al mismo tiempo que una destructividad en acción en una crisis que se profundiza (entran con virulencia las fuerzas de desorden, de dislocación, de desintegración), una creatividad en acción. La crisis libera al mismo tiempo las fuerzas de muerte y las fuerzas de regeneración. De ahí su ambigüedad radical.

9. Las soluciones míticas c imaginarias

Pero la ambigüedad aparece en otro plano: en el seno mismo del proceso de investigación. La búsqueda de solución adquiere aspectos mágicos, míticos, rituales. Al mismo tiempo que las actividades intelectuales críticas, se despliegan los procesos

2 El lazo entre crisis y double-bind puede ser aprehendido en forma simplificada a través de dos

ejemplos, uno estrictamente cibernético, el otro biológico. El primero concierne a la tortuga electrónica de Grey Walter, cuyo comportamiento, una vez que se le establecen cuasireflejos condicionados contradictorios, se vuelve "neurótica" es decir, incoherente o bloqueada. El segundo concierne a las

experiencias en las que se hace sufrir un "double-bind" a un animal. Tomemos una experiencia practicada sobre el gato. Sea una corriente de aire caliente (a la que el gato tiene horror) que se encuentra asociada a una presentación de alimento (que el gato desea). Al cabo de cierto tiempo, la doble presentación desencadena fenómenos de ansiedad, de indisposiciones psicosomáticas, de aberraciones sexuales, de inhibiciones, aversiones, fobias, sospechas, combates contra un enemigo imaginario, conductas ritualizadas. Este ejemplo permite ver, no solamente el carácter múltiple y multidimensional del desorden en

cadena, es decir la variedad de los efectos de crisis, sino también ya las formas "crísicas" de respuesta, es decir, rituales o míticas (la lucha contra el enemigo imaginario).

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mágicos. Se trata de aislar, circunscribir la culpabilidad, y de inmolar, liquidar el mal sacrificando al o los ―culpables‖. La búsqueda de las responsabilidades se separa a partir de aquí en dos ramas antagónicas: una que trata de reconocer la naturaleza misma del mal, y otra que busca el chivo emisario para inmolar, y, por cierto, hay una multiplicación de culpables imaginarios, que por lo general, son marginales o de minorías.

Es necesario perseguirlos como cuerpos extraños y/o destruirlos como agentes infecciosos. Así, la búsqueda de solución se diversifica y se desvía hacia el sacrificio ritual. Al mismo tiempo, los malestares, desgracias, peligros de crisis, suscitan, como en contragolpe, grandes esperanzas de unporvenir mejor, de solución final y radical, y la esperanza absoluta; el mesianismo salvacionista viene a inflar, amplificar, desplegar en la crisis la dimensión mitológica, ya presente en todos los asuntos humanos.

10. La, dialectización de todos estos componentes

Por medio de la abstracción, he aislado aquí relativamente algunos de los componentes de la crisis; sin embargo, está claro que la crisis no es sólo el conjunto de sus componentes, sino también sus interacciones, sus combinaciones, el juego a la vez complementario, concurrente y antagónico de estos procesos y fenómenos, es decir, su dialectización.

La crisis es a la vez los bloqueos y los desbloqueos, los juegos de los feed-back negativos y positivos, los antagonismos y las solidaridades, los double-bind, las

investigaciones prácticas y mágicas, las soluciones en el nivel físico y en el nivel mitológico.

El concepto de crisis es, pues, extremadamente rico; más rico que la idea de perturbación; más rico que la idea de desorden; lleva en sí perturbaciones, desórdenes, desviaciones, antagonismos, pero no solamente esto; estimula en sí las fuerzas de la vida y las fuerzas de la muerte que se convierten, en ella todavía más que en otro lado, en las dos caras del mismo fenómeno. En la crisis son simultáneamente estimulados los procesos casi ―neuróticos‖ (mágicos, rituales, mitológicos) y los procesos inventivos y creadores. Todo eso se confunde, se entrecruza, se ―entre-combate‖, se ―entre-combina‖… Y el desarrollo y el resultado de la crisis, son aleatorias no solamente porque hay progresión del desorden, sino porque todas estas fuerzas, estos procesos, estos fenómenos extremadamente ricos se influyen y destruyen entre sí en el desorden.

Crisis y transformaciones

1. De la acción

La crisis pone en movimiento procesos desordenados que pueden volverse desenfrenados. En estas condiciones, la acción, que se funda sobre la previsibilidad y el empleo de determinismos, se encuentra casi reprimida. Pero desde otro ángulo, está estimulada. En una situación normal, el predominio de los determinismos y las regularidades permite una acción que se desarrolla entre márgenes muy estrechos, y que va en el sentido de estos determinismos y regularidades. En cambio, la crisis crea nuevas condiciones para la acción. Así como la estrategia militar sólo puede desplegarse en el marco aleatorio de las batallas, así como toda situación aleatoria permite golpes de audacia en las estrategias de juego, comprendidos los juegos de la política, del mismo modo la situación de crisis, en nombre de estas incertidumbres y azares, en nombre de la movilidad de las fuerzas y de las formas en presencia, en nombre de la multiplicación de las alternativas, crea condiciones favorables para el despliegue de estrategias audaces e inventivas, favorables al carácter propio de toda acción: la decisión entre diversos comportamientos o diversas estrategias posibles. Las decisiones, en momentos de apogeo, de todo o nada, tomadas por un número muy restringido de individuos, hasta por

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un solo individuo (alera jacta est) pueden acarrear consecuencias irreversibles e

incalculables sobre todo el proceso. En este sentido, igualmente, la crisis es tributaria del azar: en algunos de sus momentos-encrucijadas, es posible que una minoría, una acción individual, haga inclinar el desarrollo en un sentido a veces altamente improbable. La amplificación del papel de la acción individual y la amplificación del papel del azar van juntas, son las dos caras del mismo fenómeno.

2. El cambio: progresiones/regresiones

La crisis lleva en sí, en lo que concierne a las sociedades históricas, no solamente la potencialidad del retorno al statu quo ante, (por reabsorción de la perturbación), no

solamente la potencialidad de desintegración del sistema en tanto sistema (una sociedad puede escindirse, disociarse), no tanto la posibilidad de desintegración total (una sociedad histórica es relativamente inagotable, y sólo un genocidio, un ataque mortal a su eco-sistema, puede desintegrarla radicalmente), sino también y sobre todo, posibilidades de cambio. Estos cambios pueden ser locales, de detalle; pero pueden constituir transformaciones en el corazón de la organización social misma, y las más profundas conciernan evidentemente a la organización generativa de la sociedad, que regenera sin cesar la organización fenoménica (lo que se llama, en el idioma vulgar de las ciencias sociales, la "estructura‖).

El carácter incierto y el carácter ambiguo de la crisis hacen que su resultado sea incierto. Como la crisis ve el surgimiento conjunto de fuerzas de desintegración y de regeneración (de "muerte" y de "vida"), como emplea procesos "sanos" (la investigación, la estrategia, la invención) y "patológicos" (el mito, la magia, el rito), como a la vez despierta y duerme, la crisis puede tener un resultado regresivo y progresivo.

Regresivo: el sistema pierde en complejidad, en flexibilidad: la regresión se manifiesta con mayor frecuencia mediante la pérdida de las cualidades más ricas, de las libertades, que son al mismo tiempo los caracteres más frágiles y más recientes, y por la consolidación de las estructuras más primitivas o rígidas. 3 Progresivo: el sistema adquiere cualidades y propiedades nuevas, es decir una mayor complejidad.

Aquí se aclara el doble rostro de la crisis: riesgo y oportunidad, riesgo de regresión, oportunidad de progresión. La crisis emplea, necesariamente, a una por otra, desorga-nización y reorganización; toda desorganización acrecentada lleva efectivamente en sí el riesgo de muerte, pero también la oportunidad de una nueva reorganización, de una creación, de una superación. Como ha dicho Mac Luhan "breakdown is a potential breakthrough". El double-bind que bloquea el sistema abre al mismo tiempo el proceso

de constitución de un meta-sistema que resolverá las contradicciones insuperables y los antagonismos destructores del primero, lo que no le impedirá tener sus propios antagonismos y contradicciones.

En las sociedades históricas, es frecuente que una crisis encuentre una solución a la vez progresiva y regresiva, según los niveles: los progresos económicos pueden corresponder a las regresiones políticas, y viceversa.

3. Teoría de la crisis y teoría de la evolución

La crisis no es necesariamente evolutiva; puede reabsorberse en un retorno al statu quo. Pero la crisis es potencialmente evolutiva. Lleva en sí, en estado naciente, los

caracteres de la evolución. Para comprenderla es necesario deshacerse de una vez por todas de la idea de que la evolución es un proceso que fluye frontal y continuo. Toda evolución nace siempre de acontecimientos/accidentes, de perturbaciones, que originan una desviación, que se convierte en tendencia, la que entra en antagonismo en el seno

3 Así, en la solución regresiva, se liquidarán físicamente las desviaciones, aún potenciales, se aniquilará en

el huevo toda posibilidad de tendencias críticas o antagónicas, se denunciará y castigará a los culpables, se resolverán los problemas por medio de letanías y ceremonias rituales.

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del sistema, provoca desorganizaciones /reorganizaciones más o menos dramáticas o profundas. La evolución, pues, puede ser concebida como un rosario de desorganizaciones/reorganizaciones casi críticas.

La crisis es, entonces, un microcosmos de la evolución. Es una suerte de laboratorio para estudiar como in vitro los procesos evolutivos.

Estamos en sociedades que evolucionan permanente y rápidamente, y en las que la complejidad es tal que viene acompañada por muchas inestabilidades y desórdenes. Hoy tampoco sabemos si a partir de cierto momento, la evolución permanente no es también crisis permanente. Pero podemos diferenciar los dos conceptos porque la crisis no es permanente. La crisis se manifiesta entre ciertos umbrales temporales. Es necesario un antes y un después más o menos "normales": la crisis stricto sensu se define siempre en

relación con períodos de estabilidad relativa. Si no, la noción de crisis se sumiría en la de evolución. Pero como la evolución tiene, sin embargo, un aspecto crísico, se puede decir que toda evolución implica un componente crísico, y puede ser concebida como un rosario irreversible de crisis.

¿Hacia una crisiología?

Creemos en la posibilidad y la utilidad de una crisiología. Esta debería implicar un

método de observación casi clínico, ligado por su parte a una deontología: los "crisis centers" no deben ser solamente médicos: podrían extenderse a todos los dominios; las casas de cultura deberían ser crisis centers, no oficinas de espectáculos. Pero el método

de observación/intervención debe estar ligado a una teoría. Repitamos: no hay teoría posible de la crisis sin teoría de la auto-(geno-feno)-eco-re-organización.

Espero haber mostrado que se puede elevar la crisis al nivel de un macroconccpto rico, complejo, que lleva en sí mismo una constelación de conceptos. El hecho de que hayamos sido llevados a introducir la incertidumbre, el azar, y la ambigüedad en el concepto de crisis corresponde, no a una regresión teórica, sino, como en todas partes donde han penetrado la incertidumbre y la ambigüedad, a una regresión del conocimiento simple, de la teoría simple, lo que permite una progresión del conocimiento complejo y de la teoría compleja.

En efecto, podemos comprender mejor la intuición marxiana y la inunción freudiana según las cuales la crisis es a la vez un revelador y un operador. Se ve mejor, en efecto, cómo la crisis revela lo que estaba oculto, latente, virtual en el seno de la sociedad (o del individuo): los antagonismos fundamentales, las rupturas sísmicas subterráneas, el encarrilamicnto oculto de las nuevas realidades; y al mismo tiempo la crisis nos ilumina teóricamente sobre la parte sumergida de la organización social, sobre sus capacidades de supervivencia y de transformación.

Y es en este punto donde la crisis tiene algo de operador. La crisis pone en marcha, aunque no sea más que por un momento, aunque no sea más que en el estado naciente todo lo que puede aportar cambio, transformación, evolución.

Resulta cada vez más extraño que la crisis, convirtiéndose en una realidad cada vez más intuitivamente evidente, un término cada vez más múltiplemente empleado, siga siendo una palabra tan grosera y hueca; que en lugar de despertar, contribuye a hacer dormir (la idea de ―crisis de civilización" se ha vuelto, así, completamente soporífera, aunque implica una verdad inquietante); este termino diagnóstico ha perdido toda virtud explicativa. Hoy se trata de profundizar la crisis de la conciencia para hacer emerger por fin la conciencia de la crisis. La crisis del concepto de crisis es el comienzo de la teoría de la crisis.