Mision Profetica Mujer

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Lucía Ramón, Theologian, March 2001 – Rome WUCWO General Assembly LA MISIÓN PROFÉTICA DE LA MUJER EN LA BIBLIA 1. ¿NECESITAMOS PROFETAS HOY? Antes de iniciar un recorrido por los itinerarios proféticos de las mujeres bíblicas, quisiera comenzar planteando esta cuestión y respondiéndola afirmativamente. Me gustaría suscitar en todas ustedes una actitud de deseo, de apertura al sufrimiento de nuestro mundo y a la llamada de Dios. Aunque han pasado muchos siglos desde que el profeta de Nazaret proclamó la cercanía del Reino de Dios y lo inauguró con su presencia entre nosotros, éste todavía no se ha cumplido plenamente. Hoy dos mil años después, Dios nos pide que nos abramos a su advenimiento con esperanza y que preparemos los caminos de su realización. Todavía estamos muy lejos de haber alcanzado una comunidad humana donde se respete la dignidad de cada uno de sus miembros, donde se valore la participación de todos y nadie sea excluido por razones de sexo, edad, cultura o religión, y donde se celebre la diversidad como don de Dios. Nuestro mundo está muy lejos de ser un lugar en el que todos puedan tener paz y vida en abundancia, compartir equitativamente los recursos, vivir en armonía con la creación y reconocerse unos a otros como hijos de Dios creados a su imagen. Las visiones de los profetas para el final de los tiempos todavía no se han cumplido. Y pese a lo que algunos puedan decir, estamos muy lejos de haber alcanzado el final de la historia. Estas afirmaciones sobre el “final de la historia” son el síntoma de algo muy grave: un fuerte déficit de esperanza. Ante las graves crisis que afrontamos parecen faltar visiones alternativas que puedan orientar nuestra acción y que sean suficientemente convincentes para las próximas generaciones. Los cristianos tenemos que preguntarnos seriamente cómo podemos dar razón de la esperanza común que nos habita en este mundo tan complejo en el que nos ha tocado vivir. Necesitamos urgentemente una visión profética que aliente la esperanza y movilice para la acción; que nos estimule para afrontar con energía los 1

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Lucía Ramón, Theologian, March 2001 – Rome WUCWO General Assembly

LA MISIÓN PROFÉTICA DE LA MUJER EN LA BIBLIA

1. ¿NECESITAMOS PROFETAS HOY?

Antes de iniciar un recorrido por los itinerarios proféticos de las mujeres bíblicas, quisiera comenzar planteando esta cuestión y respondiéndola afirmativamente. Me gustaría suscitar en todas ustedes una actitud de deseo, de apertura al sufrimiento de nuestro mundo y a la llamada de Dios. Aunque han pasado muchos siglos desde que el profeta de Nazaret proclamó la cercanía del Reino de Dios y lo inauguró con su presencia entre nosotros, éste todavía no se ha cumplido plenamente. Hoy dos mil años después, Dios nos pide que nos abramos a su advenimiento con esperanza y que preparemos los caminos de su realización.

Todavía estamos muy lejos de haber alcanzado una comunidad humana donde se respete la dignidad de cada uno de sus miembros, donde se valore la participación de todos y nadie sea excluido por razones de sexo, edad, cultura o religión, y donde se celebre la diversidad como don de Dios. Nuestro mundo está muy lejos de ser un lugar en el que todos puedan tener paz y vida en abundancia, compartir equitativamente los recursos, vivir en armonía con la creación y reconocerse unos a otros como hijos de Dios creados a su imagen. Las visiones de los profetas para el final de los tiempos todavía no se han cumplido. Y pese a lo que algunos puedan decir, estamos muy lejos de haber alcanzado el final de la historia.

Estas afirmaciones sobre el “final de la historia” son el síntoma de algo muy grave: un fuerte déficit de esperanza. Ante las graves crisis que afrontamos parecen faltar visiones alternativas que puedan orientar nuestra acción y que sean suficientemente convincentes para las próximas generaciones. Los cristianos tenemos que preguntarnos seriamente cómo podemos dar razón de la esperanza común que nos habita en este mundo tan complejo en el que nos ha tocado vivir. Necesitamos urgentemente una visión profética que aliente la esperanza y movilice para la acción; que nos estimule para afrontar con energía los retos actuales; que nos ayude a identificar las contradicciones del presente y a discernir qué significa hoy convertirse a una vivencia más auténtica del Evangelio.

Sólo desde la convicción profética de que nuestra fragilidad humana está alentada por el soplo divino del Espíritu, y de que Dios está con nosotros y es fiel a sus promesas de salvación, a pesar de todas nuestras infidelidades, podremos encontrar caminos nuevos, despertar un entusiasmo que libere energías para la transformación, tender puentes y tejer redes que ofrezcan resistencia al fatalismo que impera en nuestro mundo. Un fatalismo que pretende que aceptemos como inevitable que millones de seres humanos sufran y perezcan como consecuencia de las inmutables leyes del mercado, o que considera indiscutible que el hambre, la pobreza, la guerra, la carrera de armamentos, el comercio de armas, el sida o el tráfico de mujeres son fenómenos inherentes a la condición humana y contra los que no tiene sentido combatir. Como mucho, lo único que puede hacerse, razonan algunos desde Europa, es defenderse, aislarse, poner barreras entre nosotros y esos graves problemas: ¡Como si esto fuera posible!

Hoy más que nunca necesitamos profetas. Es más, hace falta que todos y todas respondamos a nuestra vocación profética para devolver la esperanza a nuestras sociedades, para desvelar a nuestros contemporáneos y verdadero designio de Dios para nuestro mundo. Los profetas bíblicos pueden guiarnos en la búsqueda de esa visión de

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la nueva humanidad que tanto necesitamos. Sus palabras, inspiradas e inspiradoras, resumen el propósito y la voluntad de Dios. Pero es necesario que nosotras las recreemos hoy a la luz de los nuevos desafíos, de la experiencia de los siglos de historia que han transcurrido desde que ellos proclamaron su mensaje, y desde nuestras diferentes sensibilidades culturales.

También sus biografías, sus valores y actitudes, en fin, su modo de estar en el mundo pueden inspirarnos hoy Es precisamente en este terreno donde más podemos aprender de las mujeres bíblicas. Tras unos breves apuntes sobre el profetismo bíblico, seguiremos las huellas de algunas mujeres bíblicas que pueden ser alentar nuestra vocación profética hoy y nos dan a conocer quién es nuestro Dios.

2. CARACTERÍSTICAS DEL PROFETISMO BÍBLICO.1

Los profetas bíblicos se caracterizan por una profunda experiencia del Dios santo y misericordioso de Israel. Son hombres y mujeres que han sido escogidos y enviados por Dios mismo para integrarlos en su obra de salvación del pueblo. El profeta se sabe indigno y tan necesitado como el pueblo de la purificación de Dios.

Los profetas sugieren una comunicación directa, casi física, entre ellos y la Palabra del Señor, que los transforma inexorablemente en testigos del Dios vivo. Desde el momento mismo de su vocación toda la existencia del profeta es alterada y la propia biografía se convierte en profecía. Su misión reclama el compromiso de toda la persona, en una disponibilidad radical. El profeta es alguien a la escucha de la Palabra. Es incapaz de producirla, sólo puede acogerla y proclamarla. Entre el profeta y la Palabra existe al mismo tiempo una profunda intimidad y una alteridad radical. La palabra se le impone, le sobrecoge, le devora, le atemoriza, y al mismo tiempo es su alimento, su gozo, su delicia.

Cada profeta aporta su sensibilidad, su talante y su creatividad y su propia experiencia vital y las pone al servicio del anuncio de la Palabra. Son grandes comunicadores. El medio más habitual de transmisión del mensaje es la palabra oral o escrita, pero a veces también recurren a otros medios, como las acciones simbólicas, que se caracterizan por su fuerza expresiva y su capacidad de atraer la atención. Ajías rasga su manto nuevo en pedazos para anunciar la división de Israel2; Jeremías rompe una jarra de loza en presencia de algunos sacerdotes y concejales y pronuncia estas duras palabras: “Así dice el Señor de los ejércitos: Del mismo modo romperé yo a este pueblo y a esta ciudad; como se rompe un cacharro de loza y no se puede recomponer”3; durante tres años Isaías paseará desnudo y descalzo por Jerusalén para expresar el destino que espera a Egipto y Cus: sus habitantes serán desterrados desnudos y descalzos, convertidos en prisioneros de guerra por los Asirios.

Aunque una de las características del profetismo es la capacidad de prever el futuro, esa cualidad no es lo esencial de su misión. Ante todo el profeta es alguien llamado por Dios para orientar a sus contemporáneos, transmitirles la voluntad divina e invitarles a la conversión. Su misión principal es escrutar el presente e iluminarlo desde la perspectiva de Dios y la Alianza. Es precisamente la interpretación del presente a la luz de la Palabra lo que llevar al profeta al anuncio del castigo o de la salvación, según las circunstancias, y a la proclamación de la salvación futura, como garantía de la fidelidad de Dios a la Alianza, para infundir en el pueblo el deseo de conversión y la esperanza en momentos difíciles.

1 Cf. ALONSO SCHÖKEL, L.-SICRE DÍAZ, J.L., Profetas, I-II, Cristiandad, Madrid 1980. 2 1 Re 11,29-31.3 Jer 19,1-11.

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Los profetas son hombres y mujeres públicos. Pertenecen a todos los sectores sociales, participan en la vida de la comunidad y conocen muy bien la realidad social y política. Están en contacto directo con sus conciudadanos y por ello sus denuncias de los pecados del pueblo son dardos que apuntan con precisión a las injusticias reales y cotidianas. Poseen una gran capacidad de análisis de la realidad y la ponen en ejercicio. El profetismo se caracteriza por un fuerte aliento ético, que hunde raíces en la Alianza. Para ellos la fidelidad a Yahvé es indivisible de la práctica de la justicia, por ello critican con mucha dureza la hipocresía de una religiosidad despreocupada de la injusticia y la pobreza considerándola un culto vacío. La denuncia es un elemento fundamental de la profecía. Los profetas denunciaron las ideologías y las prácticas opresoras de su tiempo en el terreno político, social, económico y religioso. Desgraciadamente sus críticas son todavía hoy muy actuales. Jesús luchó especialmente contra la opresión religiosa, contra el yugo pesado que los escribas y fariseos imponían al pueblo, contra la falsa piedad de los sacerdotes y ello le costó la vida.

Su denuncia del pecado y su anuncio del castigo les convierten muy a menudo en personas amenazadas y perseguidas por los poderosos, los sacerdotes y los falsos profetas. A veces también el pueblo los persigue y desprecia. Y en ocasiones, con en el caso de Zacarías, Miqueas, Juan Bautista y el mismo Jesús, llegan a morir a causa de su misión.

El profeta invita a la conversión incesantemente, intercede por el pueblo ante Dios, pidiendo su perdón, alienta y consuela a los afligidos, reúne a los dispersos. Los profetas son portadores de esperanza para el pueblo de Dios en las grandes crisis históricas, como el destierro en Babilonia. "Nuestros huesos se han secado, nuestra esperanza ha desaparecido, estamos despedazados"4, dicen los desesperados desterrados al profeta Ezequiel. Esta queja es el punto de partida de uno de sus oráculos de salvación más impactantes: la visión de un valle lleno de huesos secos que reviven por la acción del Espíritu y tumbas que se abren para dar paso a los resucitados.5

Los profetas de Israel son hombres y mujeres inspirados por el Espíritu. La profecía es un carisma, un don divino que rompe todas las barreras de edad, sexo, clase social o cultura. Dios les hace partícipes del espíritu de la Sabiduría, que “renueva el universo y, entrando en las almas buenas de cada generación, va haciendo amigos de Dios y profetas”.6 Un “saber más precioso que el oro”7, que les confiere un conocimiento íntimo de Dios y sus designios y les capacita para juzgar al pueblo con justicia.

Aunque en sentido estricto sólo quienes han sido llamados directamente por Dios para ser portavoces de su Palabra pueden ser considerados profetas, muchos hombres y mujeres de Israel actuaron proféticamente cuando vivieron su existencia en el Espíritu. Algunas mujeres bíblicas, si bien no pueden ser consideradas profetas en sentido estricto, pues su palabra no era Palabra inspirada, vivieron una existencia profética. En ellas encontramos las huellas de la experiencia del Espíritu. Dejemos que nos guíen en la búsqueda de los senderos por los que tiene que transitar hoy nuestra misión profética.

3. MUJERES PROFÉTICAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO

3.1. Las matriarcas de Israel: El Dios que da vida. El Dios de la ternura y la compasión.

4 Ez 37,11.5 Ez 37,1-14.6 Sab 7,27. 7 Prov 8,6.

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En los libros proféticos apenas aparecen mujeres con nombre propio. Entre las pocas alusiones hay dos a las matriarcas Sara y Raquel.8 Ellas están en las raíces de nuestra fe, son parte de nuestra genealogía de creyentes y son los pozos ocultos de la espiritualidad bíblica. Sus historias nos revelan quién es el Dios de Israel: un Dios que da vida y la cuida con ternura entrañable. Frente a cierta tradición bíblica que considera a la mujer como origen del pecado y causa de la muerte9, el Segundo Isaías presenta a Sara como origen de un pueblo que busca al Señor y persigue la justicia:

“Escuchadme, los que vais tras la justicia,los que buscáis al Señor:Mirad la roca de donde os tallaron,La cavidad del pozo de donde fuisteis excavados;Mirad a Abraham, vuestro padre;A Sara, que os dio a luz:Cuando lo llamé era uno,Pero lo bendije y lo multipliqué”.10

El pueblo que va tras el Señor y practica la justicia será bendecido como sus padres. La vida de Sara, bendecida y hecha fecunda, su gozo imprevisto, es para Isaías un signo profético del renacimiento del pueblo. En otro texto el profeta representa a Israel con la imagen poderosa de una matriarca beduina que el Señor desposa y hace fecunda:

“Canta de gozo, la estéril que no dabas a luz; rompe a cantar de júbilo,la que no tenias dolores; porque la abandonada tendrá más hijos que la casada –dice el Señor-.Ensancha el espacio de tu tienda, Despliega sin miedo tus lonas,Alarga tus cuerdas, hinca bien tus estacas;Porque te extenderás a derecha e izquierda,Tu estirpe heredará nacionesY poblará ciudades desiertas. (...)Te escondí un instante mi rostropero con lealtad eterna te quiero.”11

Jeremías resucita en su profecía a otra madre de Israel, Raquel, madre del patriarca José, que murió en el nacimiento de su segundo hijo, Benjamín.12 Raquel se levanta de la tumba y llora por los hijos de Israel que van camino de exilio. Su llanto conmueve a Dios que le responde personalmente: el pueblo vivirá. Raquel intercede por el pueblo y su acción trae la salvación:

“Oíd, en Ramá se escuchan gemidos y llanto amargo:es Raquel, que llora inconsolablea sus hijos que ya no viven.

8 ALEIXANDRE PARRA, D., “Mujeres: Hablan los profetas y el Midrás”, en “Reseña Bíblica” (Verano 1997) nº 14, 8-14.9 Eclo 25,24.10 Is 52,2-3.11 Is 54,1-3.7-8. 12 Cf. Gn 35,16-20.

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Pues así dice el Señor:Reprime tus sollozos, enjuga tus lágrimas –oráculo del Señor-,Tu trabajo será pagado,Volverán del país enemigo,Hay esperanza de un porvenir.”13

Yahvé, contagiado por la compasión de Raquel, responde como una madre a la confesión de culpabilidad de Efraín:

“¡Si es mi hijo querido Efraín,mi niño, mi encanto!Cada vez que le reprendo me acuerdo de ello,Se me conmueven las entrañasY cedo a la compasión”. 14

En otro oráculo Isaías presenta la suerte futura de Sión como una madre que da a luz con facilidad a todo el pueblo de una sola vez, “antes de que le llegaran los dolores”, en medio del gran alborozo del esposo y los vecinos15. Implícitamente contrapone este maravilloso nacer simultáneo de todo un pueblo con el difícil parto de Raquel que le costó la vida16. De nuevo el profeta, desbordado por la imagen de una Jerusalén maternal que sacia de consuelos al pueblo y lo alimenta con sus ubres abundantes, presenta a Dios con la una imagen maternal, inspirada en las matriarcas:

“Mamaréis, os llevarán en brazos,y sobre las rodillas os acariciarán;como a un niño a quien su madre consuela,así os consolaré yo”.17

Un bello texto de la tradición midrásica desarrolla el tema de la complicidad entre el Dios maternal y las madres de Israel. Raquel interpela a Dios y apela a sus entrañas maternales para que salve al pueblo:

“Abraham, Isaac, Jacob, Moisés y Jeremías suplican a Dios que salve a los judíos de los horrores del exilio de Babilonia sin conseguirlo. Finalmente, Raquel toma la palabra e invoca al Altísimo diciendo: ¡Señor del universo! Si yo, una criatura de carne y sangre, formada de polvo ceniza, no estuve celosa de mi rival y no la expuse a la a la vergüenza y al desprecio, ¿cómo es que tú, Rey que vives eternamente y eres misericordioso, tienes celos de la idolatría, en la que no hay realidad alguna, has enviado al exilio a mis hijos y permites que mueran a espada y que sus enemigos hagan con ellos lo que quieran?´ Entonces la misericordia del eterno se conmovió y dijo Dios: `A causa de ti, Raquel, yo haré volver a Israel a su lugar.”18

3.2. La danza de Miriam. El Dios que protege la vida. El Dios de la liberación y la alegría.19

13 Jer 31,15-17.14 Jer 31,20.15 Is 66,7-14.16 Gn 35,16-20. 17 Is 66, 12b-13.18 Lamentaciones R. Proem 24. Citado en ALEIXANDRE PARRA, D., “Mujeres: Hablan los profetas y el Midrás”, o.c., 12.

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Miriam es la primera mujer a la que la Biblia llama profeta20. Enviada por Dios delante del pueblo junto con Moisés y Aarón21, es testigo directo de la liberación de su pueblo de la opresión Egipcia. Miriam observa desde el principio cómo la providencia de Yahvé va tejiendo la salvación mediante una red de mujeres compasivas que protegen al indefenso niño Moisés del abismo de la muerte. Ella participa en la creación de ese entramado salvífico y es capaz de ver en la debilidad del infante la salvación de Dios que se está gestando, su fuerza liberadora actuando en la historia. Las mujeres del Éxodo van “tramando” la salvación del niño. El Faraón había ordenado a sus hombres que arrojaran al Nilo a todos los recién nacidos hebreos, pero la madre de Moisés, después de dar a luz, "viendo lo hermoso que era”, conmovida como Dios al contemplar la belleza de su creación, lo esconde durante tres meses y finalmente lo deposita en una cesta, en la orilla del Nilo, con la esperanza de que alguien lo recogiese. Miriam, “observaba a distancia para ver en qué paraba aquello”. Cuando la hija del Faraón descubre la cesta y se encuentra al niño, se conmueve, sin importarle que sea un hebreo. María está allí, viéndolo todo, y decide intervenir:

“-¿Quieres que vaya a buscar una nodriza hebrea que te críe el niño?Respondió la hija del Faraón:-Anda.La muchacha fue y llamó a la madre del niño.La hija del Faraón le dijo:-Llévate a este niño y críamelo, y yo te pagaré.La mujer tomó al niño y lo crió.Cuando creció el muchacho se lo llevó a la hija del Faraón, que lo adoptó como hijo y lo llamó Moisés, diciendo: `Lo he sacado del agua´.”22

El texto refleja una sensibilidad específica de las mujeres que traspasa las diferencias culturales y religiosas. Nada se nos dice del padre de Moisés. En cambio, tanto la madre como la princesa deciden ignorar la razón de estado que invocan los hombres. Por encima de la despiadada lógica política del Faraón estas mujeres están por la vida. Su sensibilidad para percibir la belleza de las criaturas de Dios y su ternura entrañable las convierte en colaboradoras de los planes de Dios y de la obra de la salvación. María observa e intercede, prepara los caminos de la liberación desde un segundo plano. La compasión de estas mujeres es un contrapunto al corazón terco y endurecido del Faraón, que se irá manifestando en el desarrollo de la historia23. Cuando más adelante Moisés ofrezca al Faraón el papel de liberador del pueblo, éste, obsesionado por afirmar su poder, lo rehúsa.24 Le puede más el ansia de poder que el amor a la vida. Dios humilla su soberbia. La derrota es estrepitosa, y María está allí para dar testimonio de la grandeza de su Dios y el cumplimiento de sus promesas en la prodigiosa liberación del pueblo:

"María, la profetisa, hermana de Aarón, tomó su pandero en la mano, y todas las mujeres salieron detrás de ellas con panderos a danzar. María entonaba:`Cantad al Señor,

19Algunas reflexiones tanto de este apartado como de los siguientes han sido sugeridas por NAVARRO,M.- BERNABÉ,C., Distintas y distinguidas. Mujeres en la Biblia y en la historia, Publicaciones Claretianas, Madrid 1995.20 Ex 15,20.21 Miq 6,3-4. 22 Ex 2,1-10.23 Ex 7,3;24 Ez 32,15.

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sublime es su victoria;caballos y carros ha arrojado en el mar´".25

3.3. Débora: El Dios imprevisible que manifiesta su fuerza en la debilidad.

Los capítulos 4 y 5 del libro de los Jueces narran un episodio de la vida de Débora, “profetisa”26 y juez de Israel. El relato podemos situarlo unos decenios antes del rey David, en torno al año 1125 a. C. Tras la conquista de la tierra llevada a cabo por Josué y en la etapa precedente a la instauración de la monarquía, las tribus estaban gobernadas por los jueces, líderes carismáticos que gobernaban las tribus, impartían justicia y actuaban como jefes militares para repeler las agresiones de los pueblos vecinos. El periodo de los Jueces fue una época turbulenta y belicosa. Débora, casada con Lapidot, desempeñaba el oficio de juez en las montañas de la tribu de Efraín, entre Ramá y Betel, bajo una palmera. Allí pronuncia sentencias y resuelve pleitos. Débora imparte justicia sentada27, su palabra tiene autoridad, pues adopta habitualmente la postura de los maestros para impartir enseñanzas. Débora es una mujer pública que ha sido llamada por Dios para ejercer funciones políticas y religiosas como dirigente. La fuerza de Débora está en su palabra profética.

La historia es sorprendente. “Los israelitas gritaron al Señor porque Sísara tenía novecientos carros de hierro y llevaba ya veinte años tiranizándolos”28. Dios escucha a su pueblo y a través de Débora llama a Barac para que actúe como jefe del ejército, pero el militar se muestra cobarde y desanimado, a pesar de que el Señor le promete la victoria por medio de Débora. No se atreve a enfrentarse al enemigo sin ella: “Si vienes conmigo, voy; si no vienes conmigo, no voy”.29 Débora le advierte que no será suya la gloria de la campaña “porque a Sísara lo pondrá el Señor en manos de una mujer”30.

Finalmente el Señor desbarata “a Sísara, a todos sus carros y a todo su ejército”.31

No se describe la batalla. El interés del narrador está en mostrar que la Palabra profética se cumple. Mientras Barac persigue los carros del ejército enemigo, Sísara huye a pie y se refugia en la tienda de Yael, la esposa de Jéber, el quenita. Mientras duerme Yael lo asesina. Se ha cumplido lo anunciado por Débora: la mano de una mujer asesta el golpe mortal al ejército enemigo. Gracias a dos valientes mujeres se consuma una victoria decisiva que dió a Israel el predominio sobre los cananeos y unió geográficamente a las tribus.

Débora y Barac cantan la hazaña con entusiasmo. El poema ensalza a Débora por “alzarse” y tomar la iniciativa de movilizar al pueblo:

“Ya no había aldeanos, no los había en Israel, hasta que te pusiste en pie, Débora;te pusiste en pie,madre de Israel.”32

25 Ex 15,20-21.26 Jue 4,4.27 Jue 4,5. 28 Jue 4,3.29 Jue 4,8.30 Jue 4,9.31 Jue 4,15.32 Jue 5,7.

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La maternidad de Débora va más allá de lo físico. Ella es artífice de la consolidación del pueblo en la tierra prometida, gracias a la responsabilidad religiosa, social y política que ha asumido y por su confianza en Dios. Su convicción de que el Señor guía los acontecimientos de la historia es inquebrantable, y ello la convierte en un firme pilar en el que puede asentarse la comunidad. Su aparente “debilidad” ante los ojos de su cultura por su condición de mujer no son un obstáculo la llamada de un Dios imprevisible. Un Dios de las sorpresas que rompe los estereotipos.

El cántico es una alabanza del poder de Dios que salva de manera gratuita e imprevisible a los que lo aman. Débora es sabia porque conoce a Dios y apoya en él su existencia. Su sabiduría se contrapone a las esperanzas de gloria de la madre de Sísara y su “sabia” dama, que confían ciegamente en la fuerza militar, en las armas y en los carros de combate:

“Desde la ventana,asomada, gritala madre de Sísarapor la celosía:-¿Por qué tarda en llegarsu carro,por qué se retrasanlos pasos de su tiro?La más sabia de sus damasLe responde,Y ella se repite las palabras:-Están agarrandoy repartiendo el botín,una muchacha o dos para cada soldado,paños de colores para Sísara,bordados y recamadospara el cuello de las cautivas.¡Perezcan así, Señor, tus enemigos!¡Tus amigos sean fuertescomo el sol al salir!”33

Los sueños de la madre del general y su dama son vanos. Las mujeres enemigas, que ellas imaginan como botín, han sido las artífices de la victoria. El débil, por la intervención de Yahvé, ha vencido al poderoso. Débora y Yael, cuya debilidad es símbolo de la condición humana universal, son las auténticas heroínas. Débora nos recuerda que también hubo “madres” fundadoras junto a los “padres” fundadores de Israel34, que también las mujeres son llamadas a construir la comunidad en el espacio público, a participar en la política, la administración de la justicia y el liderazgo espiritual.

3.4. Judit: La justicia de Dios es salvación.

33 Jue 5,28-31. 34 BONORA,A., Espiritualidad del Antiguo Testamento, Sígueme, Salamanca 1994, 335-338.

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Judit era una viuda sin hijos, muy bella y atractiva, rica y profundamente religiosa, habitante de Betulia, una ciudad de Israel35. Ante el asedio del enemigo el pueblo se amotina y pide a los jefes que se entreguen: “Dios nos ha vendido a los Asirios... Llamadlos y entregad la ciudad entera al pillaje... seremos su esclavos pero salvaremos la vida”36. En su desesperación prefieren volver a la esclavitud que morir. El jefe de la ciudad, Ozías, en respuesta a sus demandas emplaza a Dios para que actúe: si Dios no intervine en los próximos cinco Días se rendirán. Entonces aparece Judit en escena. En un intenso discurso profético acusa a los jefes de poner a Dios a prueba:

“Vamos a ver: ¿quiénes sois vosotros para tentar hoy a Dios y poneros públicamente por encima de él? ¡Habéis puesto a prueba al Señor todopoderoso, vosotros, que nunca entenderéis nada! Si sois incapaces de sondear la profundidad del corazón humano y de rastrear sus pensamientos, ¿cómo vais a escrutar a Dios, Creador de todo, conocer su mente, entender su pensamiento? No, hermanos, no enojéis al Señor nuestro Dios. Porque aunque no piense socorrernos en estos cinco días, tiene poder para protegernos el día que quiera, lo mismo que para aniquilarnos ante el enemigo. No exijáis garantías a los planes del Señor, nuestro Dios, que a Dios no se le intimida como a un hombre ni se regatea con él como un ser humano. Por tanto, mientras aguardamos su salvación, imploremos su ayuda, y si le parece bien, escuchará nuestras voces.”37

Judit critica la ignorancia de los gobernantes, que miden a Dios con plazos humanos. Ella está convencida de la justicia de Dios: el pueblo no ha pecado, Dios intervendrá a su favor. Judit confía en la justicia de Dios y se niega a sucumbir a la desesperación:

“Nosotros, en cambio, no reconocemos otro Dios fuera de él Por eso esperamos que no nos desprecie ni desatienda nuestra raza. (...) Demos gracias al Señor, Dios nuestro, por todo esto, pues nos pone a prueba como a nuestros antepasados. Recordad lo que hizo con Abrahán, como probó a Isaac y lo que le pasó a Jacob en Mesopotamia de Siria cuando guardaba los rebaños de su tía materno Labán.”38

Pero esta convicción no la arrastra a la inactividad. La esperanza de Judit es activa y comprometida, la libera de la parálisis del miedo y le permite tramar un plan. Impulsada por su fe profunda decide pasar a la acción. Ella sabe que la providencia de Yahvé es eficaz cuando el hombre colabora con los planes de Dios. Antes de poner en marcha su plan libertador, invoca al Señor con todas sus fuerzas.

A la arrogancia de los Asirios Judit contrapone su Dios, “que pone fin a la guerra” y es “el Dios de los humildes”. Como viuda ella encarna al pueblo sufriente:

“¡Dios mío, Dios mío, escucha a esta viuda!Tú hiciste aquello, y lo de antes y lo de después. Tú proyectas el presente y el futuro,Lo que tú quieres, sucede; (...)Pues todos tus caminos están preparados,Y tus designios, previstos de antemano.Ahí están los asirios:En el apogeo de su fuerza,Orgullosos de sus caballos y jinetes,Jactanciosos por el vigor de su infantería,

35 Es una ciudad no identificable, geográficamente desconocida, que el autor sitúa en Israel.36 Jdt 7,25ss37 Jdt 8,12-17.38 Jdt 8,25-26.

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Seguros de sus escudos, lanzas, arcos y hondas;¡Y no saben que tú eres el Señor,que pone fin a la guerra!Mira su soberbia (...)ayuda a esta viuda a realizar la hazaña que ha pensado.Por mi lengua seductora (...)Quebranta su arrogancia a manos de una mujer”.39

Judit pide a Dios que su palabra, su capacidad de persuasión, su única arma frente al poderoso enemigo, se convierta en instrumento de liberación. Y se encomienda confiada a Yahvé, que se ha manifestado en la historia de Israel como padre de huérfanos, defensor de viudas y refugio del oprimido. A un Dios cuyo poder es el de dar y sostener la vida y no la fuerza destructora de los imperios humanos:

“Tu poder no está en el númeroni tu imperio en los guerreros;eres Dios de los humildes,socorredor de los pequeños,protector de los débiles,defensor de los desanimados,salvador de los desesperados.Sí, sí, Dios de mi padre,Dios de la heredad de Israel,Dueño de cielo y tierra,Creador de las aguas, rey de toda creación,Escucha mi súplicaY concédeme hablar seductoramente...”40

Judit arriesga su vida y consigue engañar a Holofernes. El general enemigo,

cegado por la lujuria, no sospecha en ningún momento hasta qué punto se enfrenta a una adversaria poderosa. Ni siquiera cuando Judit le dice: “Dios me envía para hacer contigo una hazaña que asombrará a cuantos la oigan”.41 El atractivo y la elocuencia de la viuda judía desarma a los oficiales enemigos.42 Judit consigue matar a Holofernes y huir sana y salva. Regresa victoriosa a Betulia con el anuncio de salvación para los habitantes de la ciudad:

“...Dios, nuestro Dios, está con nosotros....”, “¡Alabad a Dios, alabadlo!...Que no ha retirado Su misericordiaDe la casa de Israel.”43

Judit es bendecida triplemente por su acción. Ozías, el jefe del pueblo, la ensalza como profeta de la fidelidad del Dios de las promesas que ha devuelto la confianza al pueblo:

39 Jdt 9,2.5-7.9-10.40 Jdt 9,11-13a.41 Jdt 10,16. 42 Jdt 11,21.43 Jdt 13,11.14

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“Que el Altísimo te bendiga, hija,más que a todas las mujeresde la tierra.Los que recuerden esta hazaña de Diosjamás perderán la confianzaque tú inspiras”.44

La bendición del extranjero Ajior, representa la admiración de los gentiles que se sienten atraídos y se convierten al ver cómo el Señor salva a su pueblo45 El sumo sacerdote Joaquín y el senado de Jerusalén la bendice como “gloria de Jerusalén”, “honor de Israel”, “orgullo de nuestra raza” y “bienhechora de Israel” en quien Dios se complace.46 Judit es ensalzada como guía del pueblo de Dios que por su audacia y su inteligencia lo conduce a la libertad.

También las mujeres la felicitan, generando un espacio litúrgico y festivo en el que Judit puede expresar y canalizar su gozo y el de todo el pueblo:

“Todas las israelitas corrieron a verla y darle la enhorabuena. Algunas organizaron una danza en su honor. Judit tomó ramos y los repartió a sus compañeras, que se coronaron como ella con hojas de olivo. Judit, a la cabeza de toda la gente, dirigía la danza de las mujeres. Seguían todos los israelitas, armados, llevando coronas y cantando himnos.”47

Arropada por la solidaridad de sus hermanas Judit estalla de alegría. Como Miriam y Débora canta y lidera la danza de la liberación. El cántico de acción de gracias exalta a un Dios amante de la paz que subvierte los planes de los grandes imperios y entrega la victoria a un pueblo que carece de ejército:

“Cantad a mi Dios con panderos,celebrad al Señor con platillos;con un cántico nuevoinvocad y ensalzad su nombre.El Señor es un Dios que pone fin a la guerra (...)De las montañas del norte Llegó AsurCon las miríadas de su ejército. Su muchedumbre obstruyó los torrentes,Su caballería cubrió los valles. (...)No cayó su campeón ante soldados,Ni lo hirieron hijos de titanes,Ni gigantes corpulentosLo vencieron,Sino Judit, hija de Merarí,Lo paralizó con la belleza de su rostro:Se quitó su vestido de lutoPara levantar a los afligidos de Israel (...)Los persas se asustaron de su audacia, Los medos se asombraron de su osadía.Entonces mis humildes

44 Jdt 13,18-19.45 Jdt 14,7. 46 Jdt 15,9-10.47 Jdt 15,12-13.

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Lanzaron su alarido,Y le atemorizaron;Gritaron mis débiles,Y los aterrorizaron;Levantaron la voz Y ellos retrocedieron.”48

El Dios al que ensalza Judit es el Dios liberador de Moisés. El Éxodo se revive y actualiza en la historia de Judit, que con sabiduría y prudencia, como un nuevo Moisés, libera a los oprimidos y defiende a los débiles de su pueblo. Su Dios es también el Dios creador y redentor de los profetas, a cuya Palabra nada ni nadie puede resistirse. Ella lo sabe por propia experiencia. Un Dios al que poco le importan los sacrificios, que quiere que sus fieles pongan su todo su corazón y su confianza en él. 49 Un Dios que quiere la paz pero no consiente la tiranía.

3.5. Julda: Asumir el riesgo de la denuncia.

Julda ejerció su ministerio profético en tiempos de Josías, que pasó a la historia como un gran rey50. Josías llevó adelante una importante reforma religiosa a partir de un hecho trascendente: el hallazgo del Libro de la Ley. El Rey lo interpretó como una invitación divina a volver al ideal primitivo de la Alianza, pero cuando escuchó el contenido “se rasgó las vestiduras”51. A oídos del monarca sus palabras son una denuncia profética de los pecados del pueblo: “el Señor estará enfurecido contra nosotros, porque nuestros padres no obedecieron los mandatos de este libro cumpliendo lo prescrito en él”.52 Algunas maldiciones del Deuteronomio pueden darnos una idea de las palabras que impactaron tanto a Josías:

"¡Maldito quien se haga una imagen o se funda un ídolo y se lo guarde escondido!¡Maldito quien desprecie a su padre o a su madre!¡Maldito quien corra los mojones de su vecino!¡Maldito quien extravíe a un ciego en el camino!¡Maldito quien defraude de sus derechos al emigrante, al huérfano o a la viuda!¡Maldito quien se acueste con la mujer de su padre!¡Maldito quien mate a escondidas a su hermano!¡Maldito quien se deje sobornar para matar a un inocente!..."53

Dt 28,15-68 desarrolla ampliamente los terribles castigos que se abatirán sobre el pueblo si no escucha la voz de Dios y obedece sus preceptos: pánico, enfermedad, locura, ceguera, demencia, fracaso, frustraciones de todo tipo, desolación y derrotas, son descritas detalladamente y causan horror. El castigo más terrible es el retorno a la esclavitud.54

Aterrado, el Rey envía al sumo sacerdote Jelcías y a sus representantes para consultar el oráculo profético. La profetisa Julda estaba casada con un empleado del templo y vivía en Jerusalén. Le expusieron el caso y ella les respondió:

48 Jdt 16,1-2a.3.6-7a.10-11.49 Cf. Jdt 16,13-16.50 Eclo 49,4.51 2 Re 22,12.52 2 Re 22,13.53 Dt 27,15-26. 54 Dt 28,64-68

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“Decidle al que os ha enviado: Así dice el Señor: `Yo voy a traer la desgracia sobre este lugar y todos sus habitantes: todas las maldiciones de este libro que ha leído el rey de Judá; por haberme abandonado y haber quemado incienso a otros dioses, irritándome con sus ídolos, está ardiendo mi cólera contra este lugar, y no se apagará'."55

Tras confirmar los temores del monarca Julda pronuncia un oráculo dirigido al rey. Yahvé castiga al pueblo por sus faltas, pero se compadece de los que se arrepienten. Es un Dios que escucha al humilde y pone sus ojos en los que se estremecen con sus palabras, que siente debilidad por los abatidos56:

"Puesto que al oír la lectura lo has sentido de corazón y te has humillado ante el Señor... puesto que te has rasgado las vestiduras y has llorado en mi presencia, también yo te escucho -oráculo del Señor-. Por eso, cuando yo te reúna con tus padres, te enterrarán en paz, sin que llegues a ver con tus ojos la desgracia que voy a traer a este lugar".57

Nada más se nos dice en la escritura de esta profeta. Sin embargo su sinceridad y su valentía para la denuncia y el anuncio del castigo son un testimonio de libertad profética. Julda no teme a la verdad ni a la reacción del Rey ante su oráculo. Es honesta y fiel a su misión. Es una mujer libre, y esta es una cualidad esencial de todo profeta.

3.6. Tamar: Sólo Dios puede juzgar.

La historia de Tamar es una denuncia profética del juicio de los hombres y su doble moral, de su incapacidad de interpretar los acontecimientos y de ver el corazón. La justicia de Dios no es la justicia humana, que se deja llevar por los intereses y las apariencias. Tamar es un ejemplo de rectitud moral y sin embargo es juzgada y condenada. Mateo la incluye en la genealogía del Mesías58. Su tortuosa historia pone de manifiesto cómo Dios hace justicia a una mujer traicionada y aparentemente indefensa, en una situación de inferioridad social y jurídica, movilizando sus propios recursos.

El patriarca Judá tenía tres hijos, Er, Onán y Sela. Er se casa con Tamar,

“Pero Er (...) desagradaba al Señor y el Señor lo hizo morir. Judá dijo a Onán:-Toma la mujer de tu hermano, según tu obligación de cuñado, y procúrale

descendencia a tu hermano.Pero Onán, sabiendo que la descendencia no iba a ser suya, cuando se acostaba con

la mujer de su hermano, derramaba por tierra para no procurarle descendencia a su hermano. El Señor reprobó lo que hacía y también a él lo hizo morir. Judá dijo a Tamar, su nuera:

-Vive como viuda en casa de tu padre hasta que crezca mi hijo Sela.Pues temía que muriera también él como sus hermanos. Tamar se fue y habitó en

casa de su padre.”59

Según la ley del levirato60, para que no se extinga el nombre del difunto y la viuda no quede sin hogar, el cuñado debe hacerse cargo de la viuda de su hermano y procurarle descendencia. Evidentemente Onán quebranta su deber y niega a Tamar sus derechos. Judá, asustado por la muerte de dos de sus hijos, no quiere exponerse a perder

55 2 Re 22,15-17.56 Is 66,257 2 Re 22,19-20. 58 Mt 1,359 Gn 38,1-11.60 Formulada en Dt 25,5-6.

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al tercero. No tiene en consideración a Tamar: la despide pero al mismo tiempo la retiene con una promesa que no tiene intención de cumplir. Tamar es considerada injustamente responsable de la muerte de sus esposos, que en realidad son los auténticos responsables de su desgracia. Pero en una sociedad patriarcal se da por hecho que ella tiene la culpa. Tamar es víctima de los intereses egoístas de los varones que la rodean y de un sistema social androcéntrico que la discrimina. Pero ella no se somete y va más allá de lo establecido para que se haga justicia. Lejos de dejarse consumir por la amargura decide actuar para reclamar sus derechos. Al ver que el tercer hijo de Judá había crecido y no se lo entregaban como esposo se disfraza de prostituta y engaña a su suegro:

“Al verla Judá creyó que era una prostituta, pues se cubría la cara. Se acercó a ella por el camino y le propuso: -Venga, que me acuesto contigo.Pues no sabía que era su nuera. Respondió ella:-¿Qué me das por acostarte conmigo?Contestó:-Yo te enviaré un cabrito del rebaño.Explicó ella:-Si me dejas una prenda hasta enviármelo.Le preguntó:-¿Qué prenda quieres que te deje?Contestó:-El anillo del sello con la cinta y el bastón que llevas.Se los dió, se acostó con ella y ella quedó embarazada. (...)Judá le envió el cabrito por medio de su socio adulamita para retirar la prenda de la mujer; pero éste no la encontró.”61

Tamar queda embarazada de Judá. El Señor que “abre la matriz”62 cumple su deseo de maternidad. Ahora sólo queda esperar el momento en que resplandezca la justicia. Legalmente Tamar está desposada con Sela y le debe fidelidad. Cuando el embarazo se hace patente estalla el escándalo Tamar es acusada de adulterio, y es Judá quien debe sentenciar su muerte. Judá, implacable, ni siquiera escucha a la mujer, su suerte no le importa lo más mínimo:

“Ordenó Judá:-Que la saquen y la quemen.Mientras la conducían envió un recado a su suegro: -El dueño de estos objetos me ha dejado embarazada. A ver si reconoces de quién son el anillo del sello con la cinta y el bastón.Los reconoció Judá y dijo:-Ella es inocente y no yo, porque no le he dado a mi hijo Sela.Y no volvió a tener relaciones con ella.Cuando llegó el parto tenía mellizos.”63

El pecado de Judá sale a la luz gracias a la inteligencia de Tamar, que consigue que Judá reconozca su injusticia. Judá es culpable de impedir que la vida y la bendición divina siga su curso a causa del miedo a perderla. Pero la vida sólo se gana arriesgándola, entregándola, perdiéndola.64 Esa es la lección del gesto profético de Tamar, que es premiado por Dios con una maternidad doble.61 Gn 38,12-20.62 Is 66,963 Gn 38,24-27.

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3.7. Rispá: Dios está con los inocentes que sufren.65

Rispá había sido una de las concubinas de Saúl. Sus dos hijos y los cinco hijos de Merab, nietos de Saúl, pagan con su vida los crímenes que el rey había cometido contra los gabaonitas, incumpliendo un pacto previo. Había hambre en el país a causa de la sequía. David consulta a Dios, que le responde recordándole la afrenta de Saúl a los gabaonitas. El Rey decide compensarlos y cede ante una petición sanguinaria: los gabaonitas no quieren dinero, desean una ejecución pública y vergonzante para los descendientes de Saúl. La cruel matanza de los inocentes es interpretada por David como una forma de aplacar a Dios para que cese la sequía. La lógica política pudo sugerirle la siguiente reflexión: Conviene que perezcan uno pocos para salvar a la gran mayoría del pueblo... Por otra parte, la muerte de los hijos de Saúl beneficia a David políticamente: muertos todos, ningún descendiente de Saúl podría reclamar el trono en el futuro.

Rispá esta desconsolada. Sus hijos son inocentes y van a morir cruel e indignamente. Sus cadáveres serán expuestos en un monte para que los devoren las alimañas. Rispá reacciona con valentía y desafía la justicia del Rey protegiendo los despojos de sus hijos de las aves de rapiña, y salvaguardando su dignidad a costa de arriesgar su propia vida:

“Rispá, hija de Ayá, agarró un saco, lo extendió sobre la peña y desde el comienzo de la siega hasta que llegaron las lluvias estuvo allí día y noche espantando a las aves y a las fieras.”66

Rispá resistió entre dos y seis meses protegiendo a sus hijos y los de la otra mujer de una segunda muerte. Su soledad y su esfuerzo debieron ser descomunales: sólo una mujer para proteger siete cuerpos. Su acción llega a oídos de David y provoca una reacción inesperada en él. David decide enterrar dignamente los cadáveres de los ajusticiados junto a los de David y Jonatán. Ese acto de misericordia será lo que verdaderamente aplacará a Dios, trayendo la lluvia y poniendo fin al hambre. 67

¿Qué imagen de Dios late detrás de la petición de los gabaonitas y de la decisión política de David? Un Dios cruel al que no le importa la suerte de los inocentes, un Dios justiciero. Podemos interpretar la reacción de Rispá como una acción simbólica de carácter profético que revela otro rostro de Dios: un Dios que se compadece del sufrimiento de los inocentes y respeta la dignidad humana. Dios está con las víctimas. Ese Dios es el que incita a Rispá a la acción. El desenlace del relato confirma la visión profética de esta mujer que extrae una fuerza inexplicable de su compasión de madre. Rispá resiste, persevera en su decisión y asume el miedo y el dolor que conlleva. Como el Siervo de Yahvé, está dispuesta a cargar con los sufrimientos que otros le infringen. Finalmente su actitud provoca un cambio en el Rey David, que decide recuperar los

64 Cf., NAVARRO,M.- BERNABÉ,C., Distintas y distinguidas. Mujeres en la Biblia y en la historia, Publicaciones Claretianas, Madrid 1995, 23-30.65 Debo el análisis de este pasaje Al trabajo de investigación de Elisabeth C. Miescher: MIESCHER,E.C.,Rizpah´s Mourning: A Spirituality of Resístanse. An Old Testament Paradigm and Its Implications for Today, Garrett-Evangelical Theological Seminary, Evanston, Illinois, May 1998. 66 2 Sam 21,1067 2 Sam 21,1-14.

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restos de David y Jonatán y sepultarlos dignamente junto con los de los ajusticiados. Sólo tras esta obra de misericordia, Dios se aplaca y envía la lluvia.

4. MARÍA, MUJER PROFÉTICA EN ESTADO DE BUENA ESPERANZA.

En nuestro recorrido por el Antiguo Testamento hemos visto cómo el futuro del pueblo de Israel dependió a veces de la palabra y la acción de una mujer. En la historia de la salvación hay una encrucijada, un momento fundante en el que también el futuro de Dios depende de la palabra decisiva de una mujer: María de Nazaret. El “hágase en mí según tu Palabra” de María es una palabra profética porque compromete y altera la vida entera de esa mujer. María decide libremente hacerse cargo de la Palabra divina, ser su portadora, traerla al mundo. En la vocación de Ezequiel Dios ordena al profeta que coma el rollo donde está escrita su Palabra, que se alimente de ella y la saboree, para poder anunciarla después.68 En la anunciación, que es el relato de la vocación profética de María, Dios le pide que ofrezca toda su persona como ámbito donde la Palabra divina pueda arraigar, crecer y hacerse uno de nosotros. Dios, a través del Ángel Gabriel, llama a María para que acoja la Palabra en su seno y la haga carne de su carne. Las expresiones “no temas”, “el Señor está contigo” evocan las vocaciones de los profetas y los líderes de Israel.69

A ningún profeta anterior se le había pedido tan desconcertante grado de intimidad con la Palabra. Antes de dar su conformidad María pregunta y reflexiona. Lucas dice que “se turbó y discurría que clase de saludo era aquél...”.70 Su aceptación es fruto de un proceso consciente, reflejo y libre. María quiere comprender el designio de Dios y lo que va a ser de ella. Quiere participar con plena lucidez en los acontecimientos, no se conforma con ser mera espectadora. María probablemente mantuvo esta actitud teológica a lo largo de toda su vida, intentando relacionar los acontecimientos cotidianos de su vida con el designio de Dios.71

Dios toma la iniciativa, pero la palabra de María es decisiva. El Hijo, la Palabra hecha carne, es fruto del amor del Padre y de la libertad y la fe profunda de la madre. María representa al resto fiel de Israel, el pueblo pobre y humilde que acogerá al Señor y no cometerá crímenes ni dirá mentiras.72 Ella anuncia proféticamente el cumplimiento de sus esperanzas en el Magnificat. El saludo que Lucas pone en labios del ángel: “Alégrate, favorecida, el Señor está contigo”, evoca la rica tradición bíblica del anuncios de salvación a Sión, en los que el gozo y la alegría a causa del retorno del esposo y la renovación del amor primero inunda la ciudad.73

Desde el momento en que decide acoger al Hijo de Dios como propio María se convierte en interlocutora privilegiada de la Palabra. Paradójicamente ella va a enseñar a la Palabra divina a hablar de forma humana. Sin duda la palabra de María y su espiritualidad fue una fuente de la que bebió Jesús.74 El cuerpo de María y su entera persona se transforma en espacio sagrado, arca viviente de la nueva alianza, lugar de encuentro entre Dios y su pueblo, entre Dios y la humanidad. La expresión “esclava del Señor” remite a 2 Sam 7,5-11, donde David quiere construirle una casa al Señor y Dios le responde de diferentes maneras que el pueblo es su morada itinerante. Con el

68 Ez 2,9-10 y 3,1-2.69 Lc 1,26-38.70 Lc 1,29.71 Lc 2,51. Cf. BROWN,R.E., El nacimiento del Mesías, Cristiandad, Madrid 1982, 148.72 Sof 3,12-13.73 Sof 3,14-16; Jl 2-21ss.74 Cf. El paralelismo ente Lc 1,46-56 y Lc 4,18-20.

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“hágase” el pacto entre Dios y María queda sellado. El Espíritu Santo hace fructificar el diálogo y entrega a María la Palabra, sellando así su vocación profética definitivamente. Es el Espíritu el que hace posible que María sea habitada por la Palabra de la forma más sorprendente: en la forma de una criatura de sus entrañas.

La Palabra es entregada a María como algo íntimo y al mismo tiempo radicalmente distinto de ella: alteridad, misterio personal que se va explicitando y que ella tendrá que aprender a aceptar. A lo largo de su vida se enfrenta a las dificultades y la tensión que experimentaron los profetas con la Palabra en la relación con Jesús.75 Del mismo modo que esa tensión permanente exigió de ellos un intenso trabajo interior y una incesante búsqueda de equilibrio durante toda su vida, sabemos que María realizó este esfuerzo desde muy pronto.76 El sentido de su maternidad es la desposesión, el desprendimiento del Hijo que Dios le entrega para que a su vez ella lo entregue a la humanidad.77

El Ángel invita a María a acoger el deseo de Dios en su vida: engendrar a su Hijo en la historia. Pronto descubre que su deseo y el de Dios coinciden.78 María, como mujer judía, comparte las esperanzas mesiánicas de su pueblo. En el Magníficat se expresa como una mujer “en estado de buena esperanza”: para ella, la criatura que lleva en su seno es la primicia del cumplimiento de las promesas de Dios.79 Por eso ella, solidaria con su pueblo, relee su historia y la canta, anunciando la salvación . Dios le ha hablado y ella no puede callar. El Espíritu la desborda: su sola presencia hace que su prima Isabel se llene del Espíritu Santo y profetice.80 Entre ambas mujeres se produce un encuentro profético que es el signo de los nuevos tiempos: Isabel bendice el fruto de su vientre y María, proféticamente, se adelanta al tiempo y asegura que la bendición continuará sin fin para todos.81 Pero el Magnificat también tiene un contenido de denuncia profética: la soberbia, el poder como opresión y la riqueza. María apunta y anticipa otro tipo de sabiduría que Jesús explicitará en las Bienaventuranzas.

En la decisión de María comienza gestarse de modo concreto la nueva alianza, un nuevo orden de relación entre Dios y la humanidad: el Reino de Dios. La Palabra divina es confiada a María en la forma de una criatura que crece en su seno y es germen de una humanidad nueva. Y ella cree en esa Palabra. Su fe opera el milagro.82 Los profetas anunciaron la nueva alianza y la nueva creación, y prepararon al pueblo de Dios para recibirla. María la acoge y la gesta, la da a luz, la trae al mundo. En este sentido tiene una autoridad superior a la de los profetas, porque lo que en ellos es anuncio en María es cumplimiento, actualidad. Ella alumbra la plenitud escatológica, el tiempo del Espíritu.

Pero su papel en los nuevos tiempos, no se limita a dar a luz al Hijo de Dios. Después lo cuida y le ayuda a madurar, enseñándole qué es ser persona. De ella aprendió Jesús la historia de su pueblo y la confianza en Dios de los pobres de Yahvé. María prepara la llegada del Reino de Dios, lo espera y lo anticipa despertando proféticamente la vocación de Jesús en las bodas de Caná. Sigue a Jesús y lo acompaña hasta la muerte en la Cruz. Tras la Resurrección permanece con los discípulos orando,

75 Lc 2,34-35.76 Lc 2,19-21.77 Cf. Lc 2,41-52; Mc 3,31-35. 78 NAVARRO,M., María, La Mujer. Ensayo psicológico-bíblico, Publicaciones Claretianas, Madrid 1987, 85. Todo su análisis nos ha resultado muy sugerente. 79 Lc 2,46-55.80 Lc 2,41-45.81 ? NAVARRO,M., María, La Mujer. Ensayo psicológico-bíblico, Publicaciones Claretianas, Madrid 1987, 101.82 Lc 1,45.

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esperando la venida del Espíritu, ella, llena ya del Espíritu, creando comunidad, hermana entre los hermanos.

5. JESÚS LIBERA A LAS MUJERES PARA LA PROFECÍA.

Lucas presenta a Jesús comenzando su vida pública en la sinagoga de Nazaret como el profeta ungido por el Espíritu que anuncia la liberación:

"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para que dé la buena noticia a los pobres, me ha enviado a anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor."83

El reinado de Dios viene para cambiar la suerte de los pobres, los hambrientos, los que sufren y los que lloran. Es el reinado de un Dios justo y compasivo, amante de la vida. Un Dios que consuela a los abatidos. Un bello texto del Zohar pregunta:

“Cuando llegue el Mesías, ¿por dónde pasará? La Escritura responde: `por un camino´ (Dt 22,6) lo cuál es una alusión a la tumba de Raquel que se encuentra en una bifurcación de caminos. Y el Mesías irá a consolarla. Ella no quiso recibir las consolaciones del Santo, bendito sea, pero recibirá los consuelos del Mesías, se levantará y lo abrazará. Y la luz inundará entonces el mundo, empezando por Jericó.”84

Lucas narra un episodio en el que Jesús aparece como ese Mesías

entrañablemente misericordioso que describe el Zohar. En Naín, Jesús sale al encuentro del dolor humano y resucita al hijo único de una viuda. Él toma la iniciativa, se acerca a la mujer desesperada y la consuela: "No llores"85. No hace falta la fe de la mujer, es la propia compasión de Jesús la que opera el milagro. El signo sobrecoge al pueblo, que en este gesto reconoce a Jesús como profeta: "Un gran profeta ha surgido entre nosotros; Dios se ha ocupado de su pueblo".86 La ternura lleva a Jesús transgredir las leyes de pureza: "se acercó, tocó el féretro..."87. Este episodio retrata muy bien el carácter peculiar del profetismo de Jesús: en él predomina el anuncio de la salvación y el perdón, especialmente para los pobres, los pequeños, los marginados y las mujeres. Muchas veces ellas son objeto de los signos de liberación con los que Jesús acredita su palabra. En los evangelios son frecuentes las narraciones en las que Jesús sana y perdona a las mujeres, tanto de sus dolores y enfermedades como del yugo de unas leyes y tradiciones religiosas injustas que muchas veces estaban en la raíz de sus dolencias y las mantenían en la periferia de la vida religiosa de Israel.88

La condición de la mujer en el judaísmo tardío, marcado por el predominio de los sacerdotes y los doctores de la Ley, fue uno de los aspectos sociales y religiosos más denunciados por el profeta Jesús. Los antiguos tiempos de las heroínas y las matriarcas habían pasado y la mujer merecía muy baja estima social. Algunos textos sapienciales reflejan la mentalidad del momento:

“Ninguna herida como la del corazón,83 Lc 4,18-19.84 Citado en ALEIXANDRE PARRA, D., “Mujeres: Hablan los profetas y el Midrás”, o.c., 12.85 Lc 7,13.86 Lc 7,16.87 Lc 7,14. 88Sobre la situación de la mujer en la época de Jesús Cf. JEREMIAS,J., Jerusalén en tiempos de Jesús, Cristiandad, Madrid 1977.

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ninguna maldad como la de la mujerno hay veneno como el de la serpienteni hay cólera como la de la mujer.”89

“Por una mujer comenzó la culpa,y por ella morimos todos.”90

Este desprecio estaba reforzado por motivos religiosos. Por razones obvias, las mujeres no podían participar del signo fundamental de la justicia de la fe religiosa judía en tiempos de Cristo: la circuncisión91. Se las dispensaba de ciertas plegarias importantes e incluso de cumplir la Ley. Prácticamente no recibían instrucción religiosa, y se las consideraba un obstáculo para la oración del marido. Mientras que en los antiguos templos de Jerusalén no existía separación alguna entre hombres y mujeres, el que reconstruyó Herodes y conoció Cristo, relegaba a las mujeres al exterior del atrio de los hombres. Las sinagogas siguieron este modelo, estableciendo una separación rigurosa entre hombres y mujeres. Las mujeres no podían hablar en la sinagoga, ni leer la ley y los profetas. Esta exclusión de la vida religiosa se traducía en prohibiciones sociales: las mujeres no podían actuar como testigos, o participar en comida a las que asistieran invitados. Eran víctimas de una doble moral que las castigaba con mucha mayor dureza que a los hombres. Se recomienda incluso restringir las conversaciones con la propia esposa a lo estrictamente necesario. Las mujeres son confinadas progresivamente dentro de las casa, pero también dentro de sí mismas.

Uno de los estigmas religiosos y sociales más graves: la consideración de impura durante la mayor parte de su vida. Las leyes de pureza ritual Levítico las obligaban a mantenerse alejada de contactos sociales periódicamente, y a realizar sacrificios en el Templo para recobrar la pureza, lo que las convertía en las principales contribuyentes y las más explotadas. Según estas leyes la mujer permanecerá impura durante siete días cuando tenga su menstruación o hemorragias.92 Cualquier cosa o persona que ella tocara quedaba impura. La mujer también perdía su pureza después de dar a luz, el doble de tiempo si la criatura nacida era mujer.93 Además se ocupaban de los enfermos y de los cadáveres, considerados impuros. A causa de esta legislación el varón aparecía como manifiestamente superior en el terreno religioso y social.

En sus encuentros con Jesús las mujeres aparecen como uno de los grupos mejor dispuestos para comprender su mensaje de amor y salvación para todos. Las mujeres acogieron su anuncio del Reino con inmensa esperanza. Jesús no dudó en transgredir todas las prohibiciones legales y sociales para anunciarles el Reino de Dios, sin importarle que le juzgaran por su conducta escandalosa.94 Toca a las mujeres impuras, habla con ellas en público, las evangeliza, entabla discusiones teológicas con ellas, las admite como discípulas y les encarga el anuncio de la Resurrección a los Apóstoles. Jesús aparece en los Evangelios como alguien que ama a las mujeres, las toma en serio, les reconoce una gran libertad de corazón y de conciencia, y defiende sus derechos95. Por su parte ellas le siguieron con entusiasmo y dieron testimonio de una fe audaz y una fidelidad inquebrantable.

Jesús libera a las mujeres, silenciadas por un contexto religioso opresivo, para el anuncio del Evangelio. Tras su experiencia de sanación, ellas dan testimonio de una 89 Eclo 25,13.1590 Eclo 25,24. 91 Rom 4,11 se refieres a Abrahán que “precisamente recibió la señal de la circuncisión como sello de la justicia por la fe”. 92 Lev 15,19-25. 93 Lev 12,1-8.94 Mt 11,6; 15,2; Mc 2,15-17; Jn 6,6.95 Cf. Sobre el divorcio: Mt 19,1-12; Mac 10,1-11. El episodio de la adúltera en Jn 8,1-11.

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relación nueva con Dios, caracterizada por el amor, la justicia, la aceptación del cuerpo femenino. El Dios de Jesús restituye la dignidad humana y religiosa de las mujeres y ellas no pueden permanecer calladas, rompen el silencio y dan testimonio

Hay dos ejemplos maravillosos de mujeres liberadas por Jesús para el encuentro con Dios: la hemorroisa y la mujer encorvada.96 Los tres sinópticos recogen la historia de una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Nos dicen que sufría mucho y se había arruinado intentando remediar su enfermedad. Asustada y temblorosa, se acerca a Jesús “por detrás”. Ella confía en el poder de Jesús, está convencida de que con sólo tocar su manto se curará, pero sabe que con su gesto viola los códigos morales y religiosos. Por su impureza le está prohibido tocar a un hombre, y menos en público, pero ella desea ardientemente ser curada. En un gesto de sorprendente libertad extiende la mano y toca la orla de su manto. Él siente en su cuerpo la fe de la mujer, sus ansias de salud.97 Y quiere saber quién es, entrar en diálogo co un creyente de una fe tan poderosa. Ella, todavía asustada y temblorosa, da testimonio:

“Se postró ante él y explicó delante de todos por qué lo había tocado y cómo se había curado inmediatamente. Jesús le dijo:-Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz.”98

La mujer encorvada llevaba diez y ocho años padeciendo un espíritu. Un sábado Jesús la ve entrar en la sinagoga y descubre en ella mucho más que una pobre tullida. Para él es una hija de Abrahán con la dignidad herida y el cuerpo maltrecho. Jesús llama y la cura, y ella “daba gloria a Dios”. A Jesús le preocupa más el sufrimiento físico de las hijas de Abrahán, sus cuerpos doloridos y doblegados por la carga insoportable de un sistema que las discrimina, que la observancia del Sábado. Ellas, agradecidas, rompen el silencio y ofrecen su testimonio gozoso.

Los evangelios también nos narran dos episodios de encuentros de Jesús con mujeres proféticas. En ellas se pone de manifiesto cómo Jesús libera a las mujeres para la profecía. La cananea, profetisa de la justicia de Dios para todos, contribuye a que Jesús tome una conciencia más plena de su misión.99 Por su gran fe y su capacidad de argumentar consigue que Jesús amplíe su radio de acción salvífica hasta ese momento, y cure a su hija. Su diálogo con Jesús lo transforma y tiene como consecuencia un ruptura de límites trascendental que sólo puede ser fruto de la acción del Espíritu. Desde ese momento la salvación que trae Jesús alcanza también a los paganos, anticipando así el tiempo de la Iglesia. Aquello que Jesús quiere dejar para un segundo momento –el anuncio del Reino a los paganos- se anticipa gracias a esta mujer.

En Betania, poco antes de la Pascua, otra mujer realiza un gesto que algunos critican como derroche: quiebra un frasco de perfume de nardo puro y lo derrama en la cabeza de Jesús.100 Los discípulos no son capaces de comprender lo que Jesús interpreta como un gesto profético: “se ha adelantado a ungir mi cuerpo para la sepultura”.101 Para Jesús ella ha comprendido el sentido de su vida y de su muerte, el régimen del don que Él ha venido a instaurar, la lógica de la gratuidad y la desmesura, que es la lógica del amor de Dios, y que nada tiene que ver con la lógica calculadora de los denarios.

La mujer se adelanta a la entrega amorosa de Jesús con un gesto espléndido y público de estima. El perfume es el signo de la vida de Jesús que se derrama, fuente de

96 Lc 8,43-48; Mt 9,18-26; Mc 5,21-43; y Lc 13,10-17 respectivamente.97 Lc 8,46. 98 Lc 8,47-48. 99 Mt 15,21-28y Mc 7,24-30.100 Mc 14,3-6; Mt 26,6-16; Jn 12,18. 101 Mc 14,8.

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amor y de fraternidad.102 Jesús la ensalza por anticipar la predicación futura de la Iglesia: Os aseguro que en cualquier parte del mundo donde se proclame la buena noticia, se mencionará también lo que ha hecho ella”.103

5. LIBERADAS PARA EL TESTIMONIO DE LA FE.

Jesús libera a las mujeres para el testimonio público de la fe. A pesar de los condicionantes de su tiempo Jesús las reconoce como testigos cualificados para el anuncio del Evangelio. El encuentro con la samaritana es un preludio del encargo misionero a las mujeres. Jesús entabla con ella una auténtica disputa teológica, escucha sus objeciones, argumenta y abre nuevas perspectivas a aquella mujer inquieta, buscadora y abierta a la verdad. Jesús la acepta tal y como es, no la descalifica –ni por su heterodoxia, ni por su conducta moral- y la invita a incorporarse a su tarea evangelizadora. A través de ella un pueblo entero llega a creer en Jesús.104

Muchas discípulas de Jesús le siguieron hasta Jerusalén. Ellas fueron testigos directos del kerygma: que Cristo “murió, que fue sepultado y que resucito al tercer día”105. La veracidad de estos tres datos, que constituyen el núcleo fundamental de la fe cristiana, se funda en el testimonio de las mujeres.106 Ellas presenciaron de cerca la muerte de Jesús -“las mujeres que lo habían seguido desde Galilea lo observaban todo”107; también van detrás de José de Arimatea cuando este reclama ante Pilato el cadáver de Jesús, lo descuelga, lo envuelve en una sábana y lo deposita en un sepulcro cavado en la roca; mientras que nada se dice de los discípulos Lucas señala: “las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea fueron detrás para observar el sepulcro y ver cómo habían colocado el cadáver”108. Y continúa con el relato del anuncio de la Resurrección a María Magdalena, Juana y María de Santiago.109 Tras la interpelación de los ángeles, las mujeres que han seguido a Jesús fielmente hasta el Calvario recuerdan lo que el profeta de Nazaret les había anunciado en Galilea: “este Hombre tiene que ser entregado a los pecadores y será crucificado; y al tercer día resucitará”.110 Y corren a anunciar el gran acontecimiento “a los once y a todos los demás”. Pero los apóstoles “tomaron el relato por un delirio y no les creyeron”.111 A los discípulos de Emaús, que manifiestan el mismo escepticismo ante el testimonio de las mujeres, Jesús les dirige unas palabras muy duras: “¡Qué necios y torpes para creer cuanto dijeron los profetas!”.112

102 Cant 1,3.12-13.4,14 y Sal 133. 103 Mc 14,9.104 Jn 4,1-45.105 1 Cor 15,3-8.106 Cf. MOLONEY,F.J., Women in the New Testament,St. Paul Publications, Manila 1984,39-41. 107 Lc 23,49; Mc 15,40-41: “Estaban allí mirando a distancia unas mujeres, entre ellas María Magdalena, María, madre de Santiago el menor y de José, y Salomé, las cuales, cuando estaba en Galilea, lo habían seguido y servido, y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén”; Mt 27,55-56: “Estaban allí mirando a distancia muchas mujeres que habían acompañado y servido a Jesús desde Galilea. Entre ellas estaban María Magdalena, María madre de Jacobo y José y la madre de los Zabedeos”.108 Lc 23,58; Mc 47: “María Magdalena y María de José observaban dónde lo colocaba”; Mt 27,61: “Estaban allí María Magdalena y la otra María sentadas frente al sepulcro” 109 Lc 24,1-12.110 Lc 24,7-8. 111 Lc 24,8-11. En la versión de Marcos un joven vestido de blanco envía a los mujeres para que anuncien la resurrección a los discípulos, pero estas, asustadas, guardan silencio; a continuación, un epílogo añadido al evangelio de Marcos recoge la aparición a la Magdalena como primer testigo y la incredulidad de los discípulos ante su anuncio (Mc 16,1-11). 112 Lc 24,25.

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En el relato de Mateo son María Magdalena y la otra María las que se encuentran con el Resucitado.113 Primero un ángel las interpela con una expresión típica de las vocaciones proféticas “Vosotras no temáis”; después del anuncio –“ha resucitado como había dicho”- las invita a mirar la tumba vacía como prueba de lo acontecido y las envía: “id corriendo a anunciar a los discípulos que ha resucitado y que irá por delante a Galilea”; sobrecogidas por el miedo y el gozo corren y es entonces cuando Jesús les sale al encuentro, ellas lo ven y lo tocan –“se acercaron, se abrazaron a sus pies y se postraron ante él”- y Él las comisiona para que anuncien a los discípulos la Buena Noticia: “No temáis; id a avisar a mis hermanos que vayan a Galilea, donde me verán”.

En el Evangelio de Juan María Magdalena aparece en solitario como el primer testigo de la Resurrección y, por tanto, como el principal eslabón entre Jesús Resucitado y la comunidad cristiana, y fuente original de la fe pascual de la Iglesia.114 Como en el caso de la samaritana, se trata de un encuentro a solas. La escena está cargada de intensidad emocional. Muy temprano María Magdalena se había levantado y había ido al sepulcro, llevándose una sorpresa desagradable, el cuerpo de su amado Señor no estaba allí115. María llora desconsolada frente al sepulcro. Jesús la interpela –“Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?”-y la llama por su nombre -¡María!-, entonces ella lo reconoce, se vuelve y lo abraza, y Él le encarga un mensaje de reconciliación y de fraternidad para los discípulos: “Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios”.116 María no sólo “vio” al Resucitado, también fue enviada a proclamar la Buena Noticia a los demás discípulos. Es portadora del mensaje de la salvación, apóstol de los apóstoles, mujer creyente a la que Jesús encomienda el ministerio de la reconciliación. Como diría Pablo, ella, como embajadora de Cristo, debe transmitir a los discípulos la Buena Nueva de que, Dios, por medio de Cristo, ha reconciliado al mundo consigo, no apuntándole los delitos, y nos ha confiado a sus discípulos el mensaje de la reconciliación.117

Estas mujeres, primeras portadoras del mensaje pascual, nos invitan a que sigamos su estela. Son ellas las que nos susurran al oído: no temáis, confiad en que por la fuerza del Espíritu podremos remover las piedras de los sepulcros de nuestro mundo y encontrar el camino de la Vida.

6. LA COMUNIDAD DEL ESPÍRITU: DESMESURA Y RUPTURA DE LÍMITES EN LA PRIMITIVA COMUNIDAD CRISTIANA.

En tiempos del Éxodo, el Espíritu de Dios se derramó de forma provisional sobre los setenta ancianos agrupados en torno a Moisés, soñó entonces con un pueblo de profetas, en el que todos tengan un conocimiento íntimo de Dios: “¡Ojalá todo el pueblo de Dios fuera profeta y le diera el Señor su espíritu!”.118 Los profetas vislumbran los últimos tiempos como una efusión universal del Espíritu sobre todos los creyentes119.

Por medio de Jesús, después de un largo periodo de ausencia de profetas, el Espíritu se hace presente de nuevo en medio del pueblo. Jesús, ungido por el Espíritu, promete una efusión general del Espíritu sobre el pueblo tras su muerte y su Resurrección, que convertirá a sus discípulos y discípulas en profetas mayores que el

113 Mt 28,1-10114 Jn 20,1-2.11-18. 115 Jn 20,1-9.116 Jn 20,17.117 2 Cor 5,17-21.118 Nm 11,24-25. 119 Jl 3,1; Ez 36,27.

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propio Juan Bautista. En Pentecostés, del don del Espíritu del Resucitado derramado sobre “toda carne” nace la comunidad profética de la nueva alianza, en la que todos sus miembros son ungidos por el Espíritu. Pedro ve en el acontecimiento de Pentecostés el cumplimiento de la profecía de Joel:

“En los últimos tiempos, dice Dios, derramaré mi espíritu sobre todos: vuestros hijos e hijas profetizarán, vuestros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos soñarán sueños; también sobre mis siervos y mis siervas derramaré mi espíritu aquél día y profetizarán.”120

El don del Espíritu es para todo el pueblo, sin discriminación de edad, sexo o condición. La efusión del Espíritu hace a todos los creyentes capaces de conocer personalmente a Dios.121 La imagen lucana de las “lenguas de fuego” tiene un valor simbólico: el don del Espíritu tiene como finalidad la proclamación del Evangelio, por eso se manifiesta en fenómenos del lenguaje.122 Desde esta perspectiva los creyentes que son bautizados en el nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu son ungidos para la vida por el Espíritu del Resucitado. La vida cristiana consiste caminar hacia el Reino del Padre, siguiendo a su Hijo, Jesucristo, bajo la influencia del Espíritu. Lo que caracteriza a esta nueva vida es la alegría, la libertad y el amor, una ternura entrañable como la de Jesús por toda la familia humana, y especialmente por los más débiles y los más pequeños. Para Pablo en Cristo se rompen todas las barreras de exclusión que las sociedades humanas construyen para someter a aquellos que son diferentes. Por la fe en Cristo todos somos hijos de Dios y herederos de la promesa de Abrahán, “ya no se distinguen judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, pues con Cristo Jesús todos sois uno”.123

El Nuevo Testamento recoge los nombres de algunas mujeres que renacieron en el Espíritu del Resucitado y edificaron la Iglesia naciente con su testimonio y su actividad misionera y profética. En el libro de los Hechos y en las epístolas de Pablo aparecen con nombre propio. Pablo, es la Carta a los Romanos, envía recuerdos a Andrónico y Junia “mis paisanos y compañeros de prisión, que descuellan entre los apóstoles, y fueron cristianos antes que yo”.124 A Prisca y su esposo Aquila, una pareja misionera de la primera hornada de cristiano, Pablo los considera “mis colaboradores en la obra de Cristo Jesús, que por salvarme la vida se jugaron la suya” y a los que no sólo él está agradecido, “sino toda la Iglesia de los paganos”125; de las seis veces que se les menciona en el NT, cuatro veces aparece ella en primer lugar, destacando así su importancia126. Pablo recomienda a los romanos a “Febe, diaconisa de la iglesia de Cencreas”, para que a reciban “como merece una persona consagrada”127; y entre otras saluda a María, “que tanto ha trabajado por vosotros”128, a Trifena y Trifosa “que han trabajado por el Señor”129, etc. En la carta a los filipenses se refiere a Evodia y Síntique, “esas que, por la buena noticia, lucharon conmigo”, y afirma que “sus nombres están escritos en el libro de la vida”130.

120 Hch 2,17-18. 121 Nm 11,29; Jer 31,34.122 Hch 2,1-13.123 Gal 3,28. 124 Ro 16,7.125 Ro 16,3.126 Cf. Hch 18,2.18.26; Ro 16,3; 1 Co 16,19 y 2 Tim 4,19. 127 Ro 16,1. 128 Ro 16,6.129 Ro 16,12.130 Flp 4,2-3

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Lucas menciona a las cuatro hijas de Felipe el Evangelista, que poseían el don de la profecía131, y Pablo se refiere a las profetas de Corinto.132 Los profetas se encargaban de alimentar, nutrir y consolidar los primeros brotes de la fe. Junto con la proclamación de la Palabra parece ser que tenían una misión especial en relación al ministerio de la reconciliación: algunos pecados eran considerados tan graves que sólo la voz de Dios a través del profeta podía ofrecer la absolución.133

Hechos presenta a Lidia, comerciante de púrpura natural de Tiatira (Macedonia), como la primera conversa de Europa. Esta mujer rica e independiente, que se reunía los sábados en Filipo orar con un grupo de mujeres a orillas del río, se convierte al cristianismo, y con ella todos los de su casa. El Señor “le abrió el corazón”, y ella se entregó al Evangelio. Lidia insiste en que Pablo se hospede en su casa, y allí se constituye una pequeña comunidad, que sin duda lideraría esta decidida mujer, que comparte con Pablo la inquietud apostólica.134

En los primeros tiempos de la Iglesia descubrimos a las mujeres trabajando codo a codo con sus compañeros en la evangelización y la edificación de la Iglesia. Ellas han recibido junto con sus hermanos en la fe, los dones y carismas del Espíritu, y no los entierran. Los ponen a fructificar cumpliendo las indicaciones de Jesús en la parábola de los talentos.

Sin embargo, en los textos tardíos del Nuevo Testamento, especialmente en la tradición postpaulina y deuteropaulina135, encontramos expresiones claras de una tendencia que se fue afianzando con la institucionalización de la Iglesia y que suponía una ruptura con la práctica igualitaria de Jesús. A la mujer se le exige la sumisión al marido “como al Señor”136, se considera inaceptable que enseñe, se le exige el silencio en la Iglesia137, y su función se reduce a la maternidad y el cuidado del hogar 138. A medida que el cristianismo se expande por el imperio, la Iglesia asimila cada vez más su estructura patriarcal, y las mujeres tienen cada vez más dificultades para la participación en la vida de la Iglesia. Todavía hoy, dos mil años después, somos herederos de esa situación.

7. RENACIDAS DEL AGUA Y DEL ESPÍRITU PARA VIVIR EL ESPÍRITU HISTORIA ADENTRO.

Las mujeres bíblicas son para nosotras compañeras de camino, referencia y símbolo de nuestra vocación profética. Ellas, llenas del Espíritu del Señor, "espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de conocimiento y temor del Señor"139, nos señalan las sendas que debemos transitar para desarrollar el profetismo de la inclusión y del servicio al que Jesucristo nos llama.

Para vivir hoy el Espíritu historia adentro, como hicieron los profetas, necesitamos recuperar la mirada compasiva y maternal de las mujeres del Éxodo. Su sensibilidad por la vida, su ética del cuidado. Séfora y Fuá, las parteras egipcias que aparecen en el prólogo a la milagrosa salvación de Moisés niño en el líbro del Éxodo, son un modelo de la opción por la vida y de la resistencia a las fuerzas del mal. Estas

131 Hch 21,8-9.132 1 Cor 11,15. 133 VOLZ,C.C., Pastoral Life and Practice in the Early Church, Augsbug, Minnapolis, 1970,15-16. 134 Hch 16,9-15.40. 135 A la tradición postpaulina pertenecen Col, Ef y 1Pe; a la deuteropaulina 1 y 2 Tim y Tit.136 Ef 5,22.137 1 Tim 2,11-12.138 1 Tim 2,15; 2 Tim 2,3-5. 139 Is 11,1-2.

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mujeres, al desobedecer la orden del Faraón de exterminar a los niños hebreos nada más nacer, preservan la vida, aún a riesgo de perder la suya propia, y secundan así los planes de Dios. Ellas miran la realidad desde la perspectiva y los criterios de Dios y se inclinan por el más débil. Desde una aparente carencia de poder subvierten los planes de muerte del todopoderoso Faraón. A su astucia mortífera se contrapone la sabiduría de estas mujeres para las que respetar a Dios es respetar la vida y resistir a los poderes que pretenden destruirla.

Como Débora, Julda y María de Nazaret, hemos de amar la Palabra. Escucharla, acogerla, hacerla nuestra, para gestarla en la historia. María, sentada a los pies del Maestro, escuchándolo, ha de ser nuestro punto de referencia. De ella dice Jesús que "escogió la mejor parte y no se la quitarán".140 Necesitamos hacer espacio en nuestras ocupadas vidas para la Palabra, para la intimidad con Jesucristo, porque en él está el secreto de la Vida. Este proceso es costoso, como toda gestación, y va acompañado de dolores de parto, pero es el único modo de alumbrar el Reino de Dios en la historia.

Como Judit y Débora hemos de confiar en Dios y en su justicia, tener fe. Apoyar nuestra existencia en Él. Y si nuestra fe está debilitada y vacilante pedir a Dios que la fortalezca. Sólo desde una profunda fe en Dios y en sus promesas, que se han cumplido en Jesucristo, sólo desde la confianza en que el Reino de Dios que ya ha irrumpido en nuestra historia, convirtiéndola en historia de salvación, alcanzará su plenitud y no será frustrado por los poderes de la muerte, es posible mantener la esperanza en un mundo roto y quebrantado como el nuestro.

Como Julda, Judit y María de Nazaret, necesitamos una mirada lúcida y comprometida para analizar la realidad de nuestros contextos, y una gran libertad para la denuncia de la injusticia y la mentira.

Como Tamar hemos de movilizar nuestros recursos, confiar en nuestras capacidades, poner nuestra sabiduría al servicio de la justicia y la verdad. Hoy más que nunca necesitamos su espíritu creativo para proseguir la causa de Jesús de formas nuevas, sin temor a ir más allá de lo establecido, como hicieron Tamar, la cananea, o la hemorroísa.

Como Judit, Débora, Julda, y las mujeres de la Iglesia primitiva hemos de asumir el riesgo de ocupar puestos de responsabilidad para la construcción de la comunidad, y de comprometernos en el espacio público, aportando nuestra sensibilidad y nuestra visión a todos los ámbitos de la sociedad y de la Iglesia: la política, la justicia, el quehacer teológico, el acompañamiento espiritual o la misión.

Como Miriam, Judit, Débora y María de Nazaret, necesitamos recuperar el espíritu de fiesta y la capacidad de clamar las hazañas de nuestro Dios, sus misericordias en nuestras vidas y en nuestra historia. Porque nuestro Dios es un Dios del gozo y la liberación. Ellas supieron encontrar su alegría en un Dios que defiende la causa de los pobres y los humildes.

Como Rispá y las discípulas de Jesús al pie de la cruz, necesitamos desarrollar nuestra capacidad de solidarizarnos con los que sufren, de acompañarlos en su dolor y de hacer duelo, de perseverar en la noche oscura y en el silencio de Dios. Ellas nos enseñan qué significa permanecer en el amor, sin huir o evadirnos. Necesitamos su espíritu de fortaleza y resistencia. Ese vaciamiento y esa entrega sólo es posible si no contagiamos del Espíritu de derroche y desmesura, de generosidad y gratuidad de la mujer que ungió a Jesús en Betania.

Me gustaría concluir con un texto del profeta Isaías que resume el mensaje de las mujeres bíblicas y su propia experiencia: Dios está con nosotros si practicamos la justicia. El amor operativo por las personas marginadas y abatidas, por los "pequeños",

140 Lc 10,39.42.

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es el signo distintivo de los verdaderos creyentes: "Quien no practica la justicia, o sea, quien no ama a su hermano, no es de Dios"141. Sin esa opción radical es imposible una verdadera intimidad con Dios y una existencia plena y luminosa que le de gloria:

"El ayuno que yo quiero es este:Abrir las prisiones injustas,Hacer saltar los cerrojos de los cepos, Dejar libres a los oprimidos,Romper todos los cepos;Partir tu pan con el hambriento,Hospedar a los pobres sin techo,Vestir al que ves desnudoY no cerrarte a tu propia carne.Entonces romperá tu luz como la aurora,En seguida te brotará la carne sana;Te abrirá camino tu justiciaDetrás irá la gloria del Señor.Entonces clamarás al Señor, y te responderá;pedirás auxilio, y te dirá: Aquí estoy.Surgirá tu luz en las tinieblas,Tu oscuridad se volverá mediodía.El Señor te guiará siempre,En el desierto saciará tu hambre,Hará fuertes tus huesos,Serás un huerto bien regado,Un manantial de aguas cuya vena nunca engaña,Reconstruirás viejas ruinas,Levantarás sobre los cimientos de antaño;Te llamarán tapiador de brechas,Restaurador de casas en ruinas."142

Como en los tiempos de las mujeres bíblicas Dios nos llama a hoy a "abrirnos a nuestra propia carne", a reconocer la debilidad, la vulnerabilidad de toda persona, a sentir su necesidad de cuidado, y a poner todos nuestros talentos al servicio del proyecto de Dios de reconstruir la comunidad humana sobre las bases de la justicia y la paz. Hemos de confiar en que esto es posible también hoy, como entonces, gracias a la fuerza del Espíritu Santo, que ha sido derramado generosamente en nuestros corazones.

Queridas hermanas, que “el Dios de la paz os colme de gozo y paz en la fe, para que, por la fuerza del Espíritu Santo, desbordéis de esperanza”.143 Amén.

2001 - Lucia Ramon imparte seminarios y cursos de Teología en la Universidad Cardenal Herrera CEU (Valencia) como miembro del Departamento de Teología

Es profesora de “Introducción a la Sagrada Escritura” en el Instituto Diocesano de Ciencias Religiosas.

141 1 Jn 3,10142 Is 58,6-12.143 Ro 15,13.

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Es miembro de:

El “Centro Padre Congar de Documentación Ecuménica”El Foro de Estudios de la Mujer (FEM), fundado por Pilar Bellosillo

La Asociación de Teólogas EspañolasEl Forum Ecuménico Europeo de Mujeres CristianasLa Comisión Diocesana de Ecumenismo de Valencia

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