MIRíada de sueños australes

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Ensayo histórico y testimonial que se interroga sobre el trágico y violento fin de la Unidad Popular y las consecuencias de tal acontecimiento para las posteriores y actuales generaciones de chilenas y chilenos.

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A 40 años del infausto martes 11 de septiembre de 1973.

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Índice Páginas

Dedicatoria 4

Cita 6

Introducción 7

Capítulo I Chile: 1970-1973 11

Capítulo II ¿Autoritarismo o libertad? 33

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A todas y todos quienes ayer no defraudaron

sus ideales; y a todas y todos quienes hoy

trabajan desinteresadamente por un mundo

mejor.

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A mi abuelo paterno, Miguel Casanueva Rossel.

Entre otros, destaca la presencia de Edgardo Enríquez Frödden,

Ministro de Educación del Gobierno de Salvador Allende Gossens, y de

Miguel Casanueva Rossel, en Concepción, Chile, presumiblemente

agosto de 1973, en la Conmemoración del Sesquicentenario del Liceo

Enrique Molina Garmendia, uno de los principales establecimientos

educacionales penquistas.

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“Ese non serviam quedó grabado en una mañana de la historia del mundo. No era un grito caprichoso, no era un acto de rebeldía superficial. Era el resultado de toda una evolución, la suma de múltiples experiencias”

Manifiesto leído por Vicente Huidobro en el Ateneo de Santiago-Chile, en

1914.

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Introducción

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A cuarenta años del Golpe de Estado del martes 11 de septiembre de

1973, siguen siendo muchas las preguntas que rondan en torno a un

instante crucial de la historia de Chile. Son interrogantes clavadas en la

memoria de quienes fueron actores y testigos de acontecimientos que

trascienden ciertamente a la mencionada fecha. Pero también son

preguntas que interesan a las generaciones que vinieron después, que

tratan de forjarse una idea o una imagen de un tiempo no vivido por ellas,

pero que perciben fundamental para entender lo que ocurrió ayer y sus

consecuencias directas en el país de hoy.

¿Fue la experiencia de la Unidad Popular un bello y utópico sueño

condenado de antemano al fracaso? ¿Qué pasó con los sujetos sociales

que la respaldaron siempre con los votos en las urnas y en las calles con

las consignas propias de las distintas coyunturas? ¿Por qué no se pudo

defender un proceso que generó tanta esperanza en millones de chilenas

y chilenos? ¿A dónde se marcharon los lemas, las banderas, la conciencia

y la organización de las masas cuando las palabras ya no fueron

suficientes para salvar la difícil situación imperante? ¿Cómo explicar el

odio y la violencia institucional, sin límites, que hizo caer la dictadura

sobre todo el movimiento popular y los diversos partidos de la izquierda

nacional?

Este breve ensayo se propone desarrollar un recorrido abierto y crítico

a través de un tiempo de la historia del país que todavía sigue siendo

motivo de análisis y de controversia, sobre todo porque lo que allí ocurrió

explica en gran medida las características estructurales que exhibe la

sociedad chilena en el presente, heredadas ciertamente del período que

se inauguró con la instauración de la dictadura militar, luego del trágico

fin de la experiencia del gobierno de la Unidad Popular, como resultado

del Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973.

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El texto en cuestión consta de dos capítulos. En el primero de ellos se

dibujan, de manera general, las principales dinámicas de un proceso que

fueron otorgando contexto a los distintos enfrentamientos que marcaron

la lucha social durante la época de la llamada “Vía Chilena al Socialismo”,

hasta que la misma se clausuró con la violenta y definitiva arremetida de

los sectores dominantes. El relato se enriquece también con diversas

citas de documentos, declaraciones y discursos, lo que aporta

ciertamente mayores antecedentes respecto del clima ideológico, político

y psicológico de la época.

En otras palabras, se trata de una mirada histórica y social de los

sucesos que permitieron que Salvador Allende arribara en el año 1970 a

La Moneda, en calidad de Presidente de la República; relevando

seguidamente las dos estrategias principales de la izquierda para el

período y las consecuencias que debió enfrentar el movimiento popular

como resultado de la profunda derrota que le propinó el campo contrario.

Asimismo, en este apartado se incrustan además algunas experiencias y

meditaciones más personales del autor, en un guiño complementario del

texto hacia el género testimonial.

Por último, el segundo capítulo esboza ciertas reflexiones en torno a la

realidad actual de la sociedad chilena, cuyas condicionantes más

desiguales tienen mucho que ver con la traumática herencia del régimen

militar. Finalmente, se plantean adicionalmente algunos ejes significativos

e ineludibles que deberían dar forma y carácter a las propuestas

democráticas y libertarias del siglo XXI.

Esperamos que estas páginas contribuya en algo a la comprensión y

toma de conciencia activa de los jóvenes respecto de un momento muy

difícil y doloroso del acontecer nacional, sobre todo en lo referente a las

injustificadas violaciones a los derechos humanos que sufrieron muchos

compatriotas, incluyendo a personas de muy corta edad.

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En el fondo aspiramos a comunicar al lector una interpretación

comprometida, racional y emotiva, de un tiempo épico inolvidable;

dejando en evidencia simultáneamente la definitiva y radical distancia que

nos separó del tiempo fundacional autoritario que le sucedió; el que

marcó de manera indeleble nuestras propias construcciones existenciales

como generación juvenil provinciana, y más adelante como adultos con

objetivas y severas dificultades para integrarnos en un país que había

transitado a la fuerza hacia una transformación total en todos los planos

de su ser.

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IChile: 1970-1973

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Este capítulo examina la emergencia de la contrarrevolución capitalista

que requería de un nuevo modelo de acumulación para el país y de cómo

este proceso se comenzó a gestar mucho antes que Salvador Allende

accediera democráticamente al gobierno. Asimismo, pasa revista a las

dos principales estrategias presentes en el campo popular de la época

(izquierda tradicional-reformista y la revolucionaria), escisión que en el

período 1970-1973 impidió en los hechos que se enfrentara

unificadamente a los sectores económicos y políticos que se habían

propuesto vencer definitivamente a las ideas de transformación socialista

de la sociedad chilena.

Las siguientes líneas expresarán una combinación de testimonio

personal y de apuntes históricos sobre la experiencia de la Unidad

Popular y la posterior e impactante derrota sufrida por el movimiento de

masas después del Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973,

enmarcándose la descripción y el análisis en el particular

desenvolvimiento político y social del Movimiento de Izquierda

Revolucionaria, MIR.

Asimismo, apreciaremos el entrecruzamiento que se produjo entre los

dos líderes principales del período, en una suerte de colaboración y

enfrentamiento que acercó y alejó a las dos posturas políticas que

enarboló la izquierda chilena durante el período de la Unidad Popular,

representadas en las figuras de los dirigentes más connotados del

momento: Salvador Allende y Miguel Enríquez.

En efecto, el ascenso de la Unidad Popular al gobierno no sólo evidenció

el avance electoral y organizacional de las fuerzas progresistas,

alcanzado también gracias a la existencia de otras dos candidaturas

(Jorge Alessandri Rodríguez por la derecha y Radomiro Tomic por la

Democracia Cristiana), sino que demostró además las fisuras del modelo

de acumulación y dominación capitalistas imperante en Chile. Así las

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cosas, desde el control del Ejecutivo, la coalición gobernante maniobró

sinceramente para introducir cambios estructurales que favorecieran a

los sectores más desposeídos. Sin embargo, tarde o temprano, como

inexorablemente sucedió, la crisis general del sistema tendría que

dirimirse frontalmente, ya sea en favor de las clases populares o de los

sectores hegemónicos de la burguesía. En otros términos, triunfaba

definitivamente la revolución o se imponía la contrarrevolución en todos

los ámbitos y esferas de la sociedad.

Por otro lado, los antecedentes contextuales confirman que el

Movimiento de Izquierda Revolucionaria fue perseguido sistemáticamente

durante los 17 años que duró la dictadura militar, pero a la vez dejan en

evidencia que desde el día 11 de septiembre de 1973 hasta el año 1975

se concentraron los mayores esfuerzos represivos del Estado en su

contra.

En consecuencia, no es exagerado afirmar que el MIR padeció en sus

filas un auténtico genocidio, y ello es así porque el objetivo inmediato que

se propuso el régimen autoritario no fue otro que derrotarlo globalmente

en términos ideológicos, políticos y morales, para que nunca más pudiera

levantarse y reponerse del prolongado holocausto que lo consumió.

Este afán se demuestra palmariamente en las múltiples acciones de

acoso y extermino que abarcaron a su dirección nacional, a las instancias

intermedias y que alcanzó también a la militancia en general.

No sólo se hizo desaparecer a muchos de sus cuadros, se les ajustició o

fusiló, sino que además un número altísimo de sus miembros debió

enfrentar la durísima prueba del secuestro, la privación de libertad y

experimentar las más diversas y crueles formas de tortura física y

psicológica.

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Asimismo, no se puede dejar de señalar que todo este odio

institucionalizado, dirigido específica y prioritariamente hacia el MIR, tuvo

como víctimas principales a una mayoría de cientos de jóvenes que no

poseyeron jamás los medios suficientes para eludir a tan despiadada y

sofisticada maquinaria de destrucción, que no escatimó en gastos (y

recursos) para borrar de la faz del país a quienes tuvieron la audacia y

valentía, francamente excepcionales, de resistir, en condiciones muy

desiguales, el proceso contrarrevolucionario en curso.

El heroísmo demostrado por esta generación en circunstancias tan

desfavorables para ilusionarse siquiera con un resultado menos doloroso,

¿no habrá sido más bien el testimonio de un sacrificio que quedará

grabado para siempre en la memoria y en el imaginario de los luchadores

sociales de todos los tiempos?

En el caso del MIR, se buscó también alterar la realidad de los hechos, y

se construyó una distorsionada imagen de la organización, a lo que se

sumó gustoso el poder de la prensa que, faltando a la ética periodística

más elemental, lo presentó como un grupo violento y se prestó asimismo

para legitimar los montajes de falsos enfrentamientos y otras situaciones

similares.

Si bien se debe reconocer que para ciertos sectores el MIR podría haber

aparecido como enarbolando una opción política demasiado radical, ello

no significa –bajo ningún concepto- que desde tal apreciación se

justificara la escalada represiva que se abatió en contra de los adherentes

del mencionado movimiento.

A fines de los ‘80, el MIR se disolvió como instancia orgánica única.

Muchos de sus miembros lograron sobrevivir a los años de exterminio y

hoy, lo quieran o no, son representativos de una historia y de las distintas

sensibilidades que en el pasado integraron un proyecto común.

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La derrota no pudo acabar con lo que se ha denominado posteriormente

como “cultura mirista”, que en esencia no fue otra cosa que la vivencia

específica de varias generaciones que compartieron códigos, teoría y

praxis en su afán de aportar a la construcción de una sociedad sin

explotación y exclusión.

En suma, el sueño continúa incólume y quizá algún día, más o menos

lejano, y bajo las formas y estrategias que los movimientos sociales

reclamen, se haga realidad un mundo más feliz y mejor para todos los

seres humanos.

Realizo arqueología en mi memoria, y trato de recordar lo que hice

durante aquel funesto día martes 11 de septiembre de 1973.

También hago un esfuerzo por armar las piezas de los siguientes

momentos.

Yo tenía entonces 16 años de edad, y cursaba el tercero de enseñanza

media.

Mi formación política inicial reconocía los ecos del humanismo y del

laicismo, fundidos en una perspectiva libertaria y revolucionaria del

cambio social. Por lo mismo, creía mucho más en los movimientos que en

los partidos y jamás acepté ningún “Vaticano” ideológico como poseedor

de la verdad absoluta.

El mismo día “11” correspondía desarrollar la presentación de las listas

que postulaban al centro de alumnos en el liceo donde yo estudiaba.

Previamente, se me había solicitado sumar mi nombre (me parece mucho

que para algo así como Vocal de Cultura) a la lista más de ruptura de la

izquierda secundaria, petición que obviamente acepté.

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Pero bueno, todo quedó hasta ahí, y como mudos testigos del acto, que

fue sólo en potencia, se podían ver los numerosos panfletos o volantes

llevados por el viento en el patio del establecimiento.

Recuerdo haberme retirado temprano del colegio y caminado las 4

cuadras que lo separaban de la Plaza Independencia de la ciudad de

Concepción, comprobando que todo parecía “estar controlado allí”.

Más tarde, sabríamos del bombardeo a La Moneda y de la muerte de

Salvador Allende.

De pronto, todo se oscurecía. ¿Dónde estaban las fuerzas leales al

gobierno y a la Constitución?

El Golpe de Estado se imponía en todas las ciudades.

El dial de las radios se plagó de bandos y marchas militares.

Cuando mi abuelo supo lo ocurrido con el presidente democrático de

Chile, se colocó una señal de duelo en la solapa de su terno. Era su

sentido homenaje a quien admiraba desde siempre.

Por la tarde, disparos provenientes del centro de la urbe estremecieron

el silencio de la agonía.

A lo mejor todavía no lo percibíamos en toda su magnitud, pero en lo

más íntimo de nuestro ser intuíamos que lo que estaba sucediendo en el

país afectaría para siempre nuestras vidas individuales.

A las pocas horas, fenómeno que se extendió después por días, semanas

y meses, emergerían las pequeñas acciones aisladas y espontáneas, como

preocuparse de la seguridad de algún compañero; seleccionar y esconder

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rápidamente los materiales y libros que pasaron de la noche a la mañana

a convertirse en “subversivos”; reproducir y distribuir limitadamente en

papel el último mensaje de Allende; dirigirse a ciertos puntos

poblacionales donde supuestamente surgirían “focos de rebelión”. Y

saltando en el tiempo, en octubre de 1974, rayando paredes con

plumones (lo único que había a mano) para rendir un sentido homenaje a

Miguel, luego de conocida la triste noticia de su muerte en combate en

una casa de la calle Santa Fe.

El peligro no importaba.

La resistencia había comenzado; pero la represión se tornó implacable.

La derrota era incontrarrestable.

Y un poco más adelante, se evidenciarían los largos años de repliegue

casi absoluto.

Salí del país en la segunda mitad de los ‘70, regresando en la década

siguiente.

Lentamente, comenzaron a emerger en la superficie distintas

demostraciones de descontento social, muchas de ellas con fuerte acento

en el tema de los derechos humanos, las que a partir de mayo de 1983

se fueron haciendo cada vez más masivas con las protestas urbanas,

hasta llegar en 1988 al triunfo del “No”.

Y luego amanecerían los ‘90, con una dirigencia política que defraudó la

transición y que abdicó de los ideales democratizadores que guiaron la

lucha antidictatorial.

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Nada fue fácil, como queda reflejado en las numerosas víctimas, en su

mayoría jóvenes, que dejó la larga dictadura militar.

Por eso es penoso observar la realidad chilena actual, en la cual existe

una ficción de libertad que reproduce impunemente las formas más

diversas de explotación, exclusión y dominación.

¿Cómo se llegó a este estado de cosas?

Y así como además repudiamos el socialismo que devino en vertical e

intolerante y que, lamentablemente, costó muchas vidas inocentes en

otras latitudes del globo; con la misma energía también rechazamos las

caricaturas individualistas de democracia en que se han transformado la

mayoría de los países del mundo, incluyendo naturalmente el nuestro.

Ha pasado demasiado tiempo histórico, pero insuficiente en términos de

una auténtica transformación social y mental de la humanidad.

Entonces, la lucha continúa, y es política como ayer, pero también es

ética y espiritual.

Pero regresemos al período que ocupa en este instante nuestra mirada,

para seguir recorriendo los avatares de una experiencia que concitó la

atención de toda la comunidad internacional de la época.

El presidente constitucional de Chile, Salvador Allende, murió

prácticamente aislado en el palacio de La Moneda, acompañado apenas

por un puñado de colaboradores. Un poco más de un año después, un día

sábado 5 de octubre de 1974, cayó en desigual combate Miguel Enríquez,

secretario general del Movimiento de Izquierda Revolucionaria,

acribillado luego de resistir casi solo durante varias horas.

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¿Fue éste acaso el hado de una “revolución” que en los momentos

cruciales de acción y definición sacrificó y abandonó a sus mejores

hombres? Y como lo adelantamos al comenzar este capítulo, nuevamente

se encuentran las historias personales que vinculan a los dos proyectos

de cambio de la época, de la mano y del carisma de los dos más

destacados dirigentes de la izquierda chilena: Salvador Allende y Miguel

Enríquez.

Como lo señalé anteriormente, yo sumaba dieciséis años al producirse el

Golpe de Estado de 1973, y ya poseía una incipiente preparación y

experiencia políticas, las que con los años se harían más intensas. Y de

ese tiempo hasta aquí, me he preguntado, innumerables veces, porqué la

resistencia al alzamiento militar fue increíblemente nula. Al respecto, yo

tenía presente en mi memoria las historias que se contaban de un

pariente que viajó a España para combatir por la República, integrándose

a las Brigadas Internacionales que reunieron a idealistas provenientes de

distintos países. Resulta interesante consignar aquí una precisión sobre el

mencionado período, extraída del libro “La guerra civil española”, de

Antony Beevor:

“Se suele presentar a la guerra civil española como el resultado de un choque entre la izquierda y la derecha, pero sabemos que eso es una simplificación engañosa. El conflicto tenía otros dos ejes: centralismo estatal contra independencia regional, y autoritarismo contra libertad del individuo”.

No se trata en ningún caso de sostener que la condición de

revolucionarios se mide exclusivamente por el hecho de levantar una

opción militar, porque eso no es así ni en lo histórico ni en lo teórico.

Sobre el particular, abundan los ejemplos. Nuestra reflexión va más bien

por el lado de que el creciente enfrentamiento de clases producido en el

período de la UP, caminaba inexorablemente hacia un choque de fuerzas

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que dirimiría la inevitable cuestión del poder también en la esfera militar,

pero que de manera sorprendente -para muchos actores y analistas- en

la práctica se consumó sólo en la rebelión total del sector dominante en

desmedro del desarmado y entregado campo popular.

¿Qué pasó en Chile?

¿Cómo explicar a alguien que no vivió en la época lo que sucedió desde

un poco antes del triunfo electoral de la Unidad Popular hasta el Golpe de

Estado del martes 11 de septiembre de 1973?

En este capítulo plantearemos algunas aproximaciones personales sobre

el tema; algo semejante a una suerte de hermenéutica de las

motivaciones emocionales e ideológicas que inspiraron a los actores

sociales y políticos más protagónicos del período 1970-1973.

-La “revolución chilena” por etapas contaba con poderosos enemigos

internos y externos y estaba en consecuencia condenada a ser

desestabilizada en todos los frentes.

A partir del año 1967 se empieza a producir en Chile un ascenso del

movimiento de masas, y es en tal contexto que la Unidad Popular

(integrada por socialistas, comunistas y radicales, entre otros) llegó

finalmente al gobierno, utilizando los mecanismos democráticos

desprendidos de la Constitución Política de 1925. El Programa y las

Primeras 40 Medidas de la coalición, que obtuvo el 36,3% de los votos en

las elecciones presidenciales de 1970, era de carácter progresista

avanzado y se planteaba un cambio gradual de las estructuras capitalistas

del país. No obstante lo anterior, los sectores dominantes ni siquiera

estaban dispuestos a tolerar reformas que consideraban un peligro para

su hegemonía.

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Al respecto, conozcamos parte del discurso pronunciado por Salvador

Allende luego de triunfar en la elección presidencial del 4 de septiembre

de 1970:

“Dije y debo repetirlo: si la victoria no era fácil, difícil será consolidar nuestro triunfo y construir la nueva sociedad, la nueva convivencia social, la nueva moral y la nueva patria.

Pero yo sé que ustedes, que hicieron posible que el pueblo sea mañana gobierno, tendrán la responsabilidad histórica de realizar lo que Chile anhela para convertir a nuestra patria en un país señero en el progreso, en la justicia social, en los derechos de cada hombre, de cada mujer, de cada joven de nuestra tierra.

Hemos triunfado para derrocar definitivamente la explotación imperialista, para terminar con los monopolios, para hacer una profunda reforma agraria, para controlar el comercio de exportación e importación, para nacionalizar, en fin, el crédito, pilares todos que harán factible el progreso de Chile, creando el capital social que impulsará nuestro desarrollo”.

-Todos contra Salvador Allende.

A pesar de esta inalterable Vía Pacífica, la gran burguesía nacional e

internacional (principalmente el gobierno de Richard Nixon)) se había

propuesto a priori que debía abortarse o “reventarse” la llamada

“Revolución Chilena con Vino Tinto y Empanadas”. Según se infiere

claramente, véase información desclasificada del mismo país del norte, de

las distintas acciones de presión, tanto comunicacionales, económicas y

políticas, emprendidas desde incluso mucho antes de la elección del 4 de

septiembre de 1970.

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En estricto rigor, ya en la elección presidencial del año 1964 se hizo

presente la mano dura de los poderes externos, principalmente a través

de una sistemática campaña del terror que favoreció el triunfo de Eduardo

Frei Montalva en desmedro de Salvador Allende y su coalición

izquierdista.

-La sedición fue la metodología principal usada por los opositores

derechistas al cambio.

Lo anterior quedó meridianamente demostrado con los sucesos

terroristas y sediciosos que se produjeron en el período que media entre

el triunfo electoral de Salvador Allende (4 de septiembre de 1970) a la

asunción del mando (4 de noviembre de 1970). Y también en los

numerosos sabotajes y atentados que se realizaron en los siguientes

años.

En otras palabras, los enemigos de la UP no necesitaban que ésta

llegara al gobierno para empezar a conspirar en su contra; ni tampoco

requerían de la excusa –como algunos lo sostuvieron en su tiempo- que

se volvieron cada vez más beligerantes y golpistas por temor a la ultra

izquierda.

-Todos los medios de presión resultaron válidos para la reacción.

El hecho más elocuente al respecto fue el asesinato del Comandante en

Jefe del Ejército, general René Schneider Chereau, en manos de un

comando ultraderechista que, apoyado por la CIA, lo atacó el 23 de

octubre de 1970. Pero la Unidad Popular logró sortear esta coyuntura, y

con el voto favorable de la Democracia Cristiana en el Congreso, que

previamente le exigió un Estatuto de Garantías Democráticas, Salvador

Allende Gossens logró tomar posesión de su cargo el 4 de noviembre de

1970.

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No se olvide que al no haber alcanzado la mayoría absoluta en las

elecciones de 1970, la UP necesitaba del voto de la DC para que Allende

fuera ratificado como presidente por el Congreso Nacional (lo que ocurrió

el 26 de octubre), evitándose así la maniobra que algunos quisieron

implementar y que buscaba que el Parlamento terminara apoyando a la

segunda mayoría relativa, o sea a Jorge Alessandri Rodríguez.

-Acerca del pacifismo de la Vía Chilena.

Es decir que a pesar que la Unidad Popular, y de acuerdo a su propio

Programa, se había planteado utilizar sólo los medios institucionales y

pacíficos para llevar adelante las reformas sociales que se proponía, al

final (y casi como en una tragedia griega) la disputa de poder se iba a

definir, lo quisieran o no los dirigentes gradualistas del momento, en el

campo de la guerra declarada.

En otras palabras, como se verificó posteriormente, el carácter pacífico

del proceso no garantizaba que él no fuera puesto en jaque en términos

violentos; como tampoco aseguraba que el pueblo indefenso (en su gran

mayoría sin armas) escapara a la cruenta represión que se desencadenó

sobre él.

-Todo proceso de cambio social supone una definición respecto del

tema del poder político.

Desde esta perspectiva, la izquierda revolucionaria estaba en lo

correcto cuando en sus análisis colocaba el acento en la cuestión de la

correlación de fuerzas, criticando también la ingenuidad de la visión UP al

no contar con una política en el ámbito militar. Entonces, ¿qué sucedió

que no se pudo articular una respuesta contundente que garantizara la

continuidad del proyecto en curso?

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-Sin hegemonía cultural sobre la sociedad civil no hay verdadera

acumulación de fuerza transformadora.

Cuando la DC viró a la derecha sin retorno, y sectores de las capas

medias sucumbieron al miedo, restando unos su apoyo al gobierno y otros

directamente engrosando las filas de la sedición, se generaron todas las

condiciones sociales y políticas internas (porque el apoyo exterior ya

estaba) para el golpe que vendría.

Frente a una realidad que se tornaba cada vez más polarizada en todos

los ámbitos, en el mes de julio de 1972 se difundió la posición oficial del

MIR respecto de la coyuntura, que entre otras consideraciones hacía

(desde la ciudad de Concepción) un urgente llamado a la formación de una

Asamblea del Pueblo, el que contó con la adhesión del PS y del MAPU,

pero no de los comunistas.

Como antecedentes adicionales del contexto, señalemos que en octubre

de 1972 se inicia la huelga de los camioneros, con aportes financieros de

la CIA. Y apenas un mes antes, se había creado el CODE (Confederación

Democrática), alianza que agrupaba a los partidos opositores a la UP

(PDC, Nacional, etc.).

Ni el desesperado recurso de los Gabinetes Cívico Militares logra

calmar la generalizada situación de confrontación.

-El 29 de junio de 1973 se perdió la última oportunidad de levantar una

opción nacional de masas que evitara la posterior hecatombe estratégica

del campo popular.

Quizá la única ocasión verdadera que se tuvo de orientar la situación

favorablemente para la opción popular, fue la coyuntura que se abrió

luego de que se derrotara el intento golpista del 29 de junio de 1973,

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conocido como “Tancazo o Tanquetazo” porque el coronel Roberto

Souper levantó en armas o sublevó al Regimiento Blindado N° 2.

A pesar de ciertas preocupantes señales de agotamiento, dudas e

incertidumbre por el “qué hacer” que planteaba la crítica realidad de los

meses de junio, julio y agosto de 1973, existía todavía una arraigada

conciencia política y una moral alta a nivel de los frentes y movimientos

más comprometidos con el proceso. Pero, para estructurar una sólida

alternativa dual, de poder popular, había que sumar mayor fuerza social y

convencer a la coalición gobernante del peligro que implicaba su camino

titubeante de pérdida de iniciativa. No está demás recordar que en este

mismo tiempo de definición, los militares comenzaron a aplicar la Ley de

Control de Armas, aprobada el año 1972, y que curiosamente se hizo

afectiva sólo con allanamientos a fábricas y sectores populares proclives

a la izquierda.

No cabe ninguna duda de que el golpe ya estaba en marcha,

considerando como un antecedente relevante que luego de la elección

parlamentaria de marzo de 1973, la oposición a Allende no logró obtener

los suficientes representantes para acusar constitucionalmente al

gobierno, lo que inmediatamente puso en agenda la estrategia del

enfrentamiento frontal. Los militares actuaron, en consecuencia,

representando los intereses de los sectores dominantes, buscando así

resolver en un nuevo contexto la crisis del sistema, que se expresaba

también en el propio seno de la burguesía.

Y ahora, sólo quedan preguntas rondando en los análisis y en los

testimonios. ¿Por qué el campo popular no optó derechamente por una

Huelga General con perspectiva insurreccional? ¿Y qué habría pasado si

las fuerzas de la UP hubieran luchado y defendido masivamente a su

gobierno al menos el mismo día 11? ¿Se podrían haber ganado horas

decisivas si Allende hubiera aceptado el ofrecimiento de Miguel de

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sacarlo de La Moneda para dirigir la resistencia al golpe desde algún

bario popular de Santiago? ¿Por qué no operó la Fuerza Central del MIR?

En términos políticos, la decisión de Allende de permanecer en el

palacio de gobierno no es indiferente o casual. Con ella, él remarcó

simbólicamente su opción reformista e institucional, alejándose

notoriamente de una línea de resistencia revolucionaria, como habría

significado su desplazamiento hacia un territorio social popular.

Si con su valerosa decisión personal, orientada al martirio individual,

pensó que podría aminorar la represión posterior en contra de sus

partidarios, lo cierto es que su sacrificio, encerrado en el centro de la

capital, no desalentó para nada la furia que se desataría después en

contra de las fuerzas de izquierda y del campo popular.

-La ausencia de un contra poder autónomo y unitario selló la suerte de

la experiencia chilena.

Lamentablemente, y renovando su confianza en la aparente actitud leal

del mando militar demostrada en la asonada del 29 de junio, en el

Ejecutivo pareció fortalecerse aún más la tesis de la efectiva

constitucionalidad y prescindencia política de las FF.AA. chilenas. Esto

es lo que algunos sectores caracterizaron alarmados como “capitulación”

definitiva, porque en los hechos se desalentó la movilización popular

como única contención real al golpe que llegaría en pocas semanas más.

Así las cosas, la derrota aplastante de la experiencia chilena fue sellada

mucho antes del 11-09-73, cuando no se tuvo la claridad y la voluntad

para levantar una alternativa de respuesta que no desmovilizara a las

masas y que contrarrestara a la reacción desde las bases de apoyo de la

propia sociedad.

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MIRíada de sueños australes – José Miguel Casanueva Werlinger

Al respecto, nos parece muy ilustrativo citar aquí algunos extractos del

conocido discurso de Miguel Enríquez en el Teatro Caupolicán de

Santiago, fechado el día 17 de julio del año 1973. Palabras pronunciadas

a menos de dos meses de la ofensiva final de las clases dominantes.

“Este es un momento histórico fundamental en el que las grandes tareas son atajar al golpismo, enfrentar al emplazamiento, neutralizar a los vacilantes, empujar y profundizar una vigorosa y resuelta contraofensiva revolucionaria y popular. No hay otra alternativa para los revolucionarios. Puede haberla para los reformistas más recalcitrantes, pero para eso la historia sabrá marcarlos de acuerdo a su conducta.

La situación ofrece dos caminos: la capitulación reformista o la contraofensiva revolucionaria…

Toda forma de capitulación en fin de cuentas conducirá más temprano que tarde al aplastamiento de los trabajadores a través de una dictadura reaccionaria y represiva.

Dos tácticas se ofrecen a la clase obrera y al pueblo.

Una que establece que no es posible profundizar la ofensiva popular pues encendería de inmediato el enfrentamiento. Que es necesario ganar tiempo.

La otra táctica es la revolucionaria. Es la táctica que han puesto en práctica la clase obrera y el pueblo en las semanas recientes. La táctica revolucionaria consiste en reforzar y ampliar la toma de posiciones en fábricas, fundos y distribuidoras, no devolver las empresas tomadas, incorporarlas al área social bajo dirección obrera, imponiendo en la pequeña y mediana industria el control obrero, desarrollando la fuerza de los trabajadores fuera de la institucionalidad burguesa, estableciendo el PODER

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MIRíada de sueños australes – José Miguel Casanueva Werlinger

POPULAR en los Comandos Comunales, en los Comités de Defensa, multiplicando y extendiendo la ofensiva popular, incorporando a ella a los pobladores, campesinos y estudiantes, extendiendo la movilización a todo el país, desarrollando la alianza de los trabajadores con los soldados y suboficiales, con los oficiales antigolpistas, rescatando la base obrera y popular de la Democracia Cristiana, fortaleciendo la alianza revolucionaria de la clase obrera y el pueblo, impulsando la reagrupación de los revolucionarios y la acción común de la izquierda por la base. La tarea inmediata de esta táctica revolucionaria es profundizar y ampliar la contraofensiva popular y revolucionaria en curso y por ello proponemos la realización de un Paro Nacional por 24 horas.Proponemos la realización de este Paro a todas las organizaciones populares de este país, a la Central Única de Trabajadores, a los Comandos Comunales, a los Consejos Campesinos, a las federaciones campesinas y estudiantiles, a todos los trabajadores. Proponemos que este Paro notifique, de una vez por todas, a los golpistas, que la clase obrera y el pueblo aplastará todo intento golpista”.

El recientemente citado discurso de Miguel Enríquez, que al momento

de ser pronunciado fue transmitido inmediatamente por cadena nacional a

todo el país, constituye un documento esencial para apreciar lo álgido de

la situación política y de la lucha de clases, a muy pocas semanas del

Golpe de Estado.

-El modelo neoliberal impuesto a la fuerza ha marcado negativamente a

generaciones de chilenos y aún lo continúa haciendo.

La llamada izquierda revolucionaria no estaba errada cuando visualizó

que, en el caso nacional, el agudo enfrentamiento de clases se dirimiría

irremediablemente en el terreno militar. Y también estaba en lo correcto

cuando sostenía que en este cuadro el campo popular no podía confiar en

la “neutralidad” de las FF.AA., como se evidenció clara y

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MIRíada de sueños australes – José Miguel Casanueva Werlinger

aleccionadoramente el mismo día “11”, instante en que ninguna unidad o

regimiento adhirió o se mantuvo leal al gobierno democráticamente

elegido.

Los soldados constitucionalistas habían sido tempranamente

neutralizados, y la Doctrina de Seguridad Nacional, con su estrategia de

Contrainsurgencia, enfatizaba ahora la lucha sin cuartel en contra del

“enemigo interno”.

En definitiva, nada detuvo a la contrarrevolución, y la UP, con su

legalismo iluso, ni siquiera logró evitar la masacre de un pueblo

desarmado, al que tampoco le quedó el consuelo de haber al menos

defendido con más dignidad las conquistas alcanzadas. Como sí lo

hicieron los españoles del Frente Popular, que a partir de 1936 no sólo

tuvieron que lidiar con el alzamiento de Franco, sino también con el

apoyo concreto que éste recibió de la Alemania nazi y de la Italia fascista,

en una guerra civil que se extendió a los años 1937, 1938 y parte del

1939. Y en este punto recurramos otra vez al ya citado libro de Antony

Beevor:

“Los partidarios de la autogestión argumentaban que no había ningún motivo para la lucha contra el fascismo si no se avanzaba en la revolución social. Si los anarquistas habían soportado el mayor esfuerzo de la batalla de Barcelona en julio, abandonados por un gobierno que se negó a armarlos, ¿por qué razón esperaba ese gobierno que ahora le restituyeran todo lo que ellos habían conquistado. Las posturas irreconciliables dentro de la zona controlada por la República minaron fatalmente la unidad de la alianza republicana”.

“El fracaso del golpe militar de los rebeldes, emparejado con el fracaso del Gobierno y de los sindicatos en aplastarlo, significaba que España tenía que enfrentarse a una larga y

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MIRíada de sueños australes – José Miguel Casanueva Werlinger

sangrienta guerra civil. La necesidad de armas para esta dilatada contienda obligó a las dos partes a buscar ayuda en el exterior. Y eso supuso dar el paso crucial en la internacionalización de la guerra civil española, ya que la victoria o la derrota iban a depender sobremanera de cómo reaccionaran las principales potencias extranjeras”.

Pero volviendo al caso chileno, si bien es evidente que la izquierda

revolucionaria supo vislumbrar mejor que nadie las características del

período, tampoco estuvo a la altura de las circunstancias y su respuesta

del mismo día “11” fue –por decir lo menos- elocuentemente insuficiente,

aunque no por ello menos comprometida y decidida.

¿Qué faltó o qué falló? ¿La conciencia? ¿La organización? ¿Un mando

único? ¿Una política militar alternativa? ¿La dirigencia? ¿La voluntad?

¿Los análisis no daban cuenta de la realidad? ¿El apoyo internacional?

Pueden ser tantas cosas. Pero lo cierto es que fue inesperado lo que

sucedió el fatídico día “11”, porque ello no se correspondió con el estado

de conciencia del momento y hasta con los significativos resultados

electorales (y a pesar de todas las dificultades existentes en el plano de

la economía)) obtenidos por la UP en las municipales de abril de 1971

(51%) y sobre todo en las legislativas de marzo de 1973 (43,4% de los

votos). Y no se puede obviar aquí que en el mes de julio de 1971 logró

hacer aprobar, por la unanimidad del Congreso, la nacionalización del

cobre.

En fin…

Podrá sonar a fatalidad, pero es que en una coyuntura tan radicalizada

de la “Guerra Fría”, y aunque pretendiera insistir –como lo hizo hasta el

final- en su camino pacífico, la UP jamás lograría sobrevivir si es que no

se preparaba para neutralizar a los sectores que, desde el primer día,

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MIRíada de sueños australes – José Miguel Casanueva Werlinger

conspiraban para derrotarla porque se sintieron afectados en su

dominación económica y en la conservación de sus privilegios sociales.

No se trata aquí de ser “más o menos” partidario de una salida de

ruptura, sino de una mínima comprensión del proceso de cambio y de las

posibilidades reales de mantenerlo en el tiempo.

Efectivamente, la sensación fue muy confusa y extraña, porque pareció

como si de pronto se hubiera esfumado todo lo aprendido y conquistado,

y ya nada –ni nadie- pudiera detener la caída libre de la “revolución”

chilena. La histórica acumulación de fuerza popular se desvaneció entre

las consignas y los gritos, y las masas fragmentadas y sin conducción,

quedaron a merced de la salvaje represión que se desató sobre ellas, y

que quería tomarse revancha también de las luchas pasadas del mundo

obrero y popular.

El desbande fue generalizado y los más humildes los más sacrificados.

En este contexto, y a diferencia de lo que hicieron muchos otros altos

dirigentes de la época, sobresale el ético compromiso (aunque

estratégicamente aislado) de aquellas mujeres y hombres que no

buscaron su propia salvación personal y que estuvieron dispuestos a

padecer y sufrir (junto a los pobres y excluidos del campo y de la ciudad)

los años más duros vividos por el pueblo chileno.

Al respecto, a pocas semanas de producido el Golpe de Estado, Miguel

Enríquez entregó las siguientes precisiones a modo de balance político,

en una entrevista realizada desde la clandestinidad.

“No nos parece el momento de revivir antiguas diferencias en el seno de la izquierda, pero a la vez, nos parece necesario que los trabajadores y la izquierda obtengan todas las enseñanzas que la experiencia chilena entrega, para nunca más incurrir en errores. Por ello preciso: en Chile no ha fracasado la izquierda, ni el socialismo, ni la revolución,

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MIRíada de sueños australes – José Miguel Casanueva Werlinger

ni los trabajadores. En Chile, ha finalizado trágicamente una ilusión reformista de modificar estructuras socio-económicas y hacer revoluciones con la pasividad y el consentimiento de los afectados: las clases dominantes”.

Y así se pasó trágicamente de un período prerrevolucionario, colmado

de esperanzas y oportunidades, a otro diametralmente distinto; definido

como contrarrevolucionario por su carácter opresivo y constituyente de

una nueva y dictatorial dominación.

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MIRíada de sueños australes – José Miguel Casanueva Werlinger

II¿Autoritarismo o libertad?

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MIRíada de sueños australes – José Miguel Casanueva Werlinger

Antes de entrar directamente al tema principal de este capítulo,

haremos una necesaria digresión en torno al arte de escribir, asunto que

nos parece fundamental porque se relaciona directamente con la vida y la

memoria histórica.

¿Qué escribir, por qué y para qué hacerlo?

Si la vida es una aventura, el escribir es también una forma de viaje

maravilloso sobre un soporte que se presenta en blanco, desnudo o vacío.

No se escribe por capricho o vano ego, claro que no. Hay algo mucho

más profundo que se encuentra en el ser de quien practica esta forma de

encantamiento.

Se hace por una necesidad espiritual de compartir un hallazgo que es

importante o precioso para el autor.

Ni siquiera se sabe cómo de pronto se comienza a escribir. Simplemente

ocurre. En muchos casos sucede a muy temprana edad y continúa de

manera fluida durante toda la existencia.

Se escribe por una obligación intelectual de comunicar ideas y

pensamientos a los contemporáneos y quizá también a las generaciones

que vendrán.

Escribir es mucho más que una técnica y no se agota en las cuestiones

formales o meramente normativas.

Es un oficio de vida algo solitario, que transcurre generalmente tras los

visillos de ventanas que miran hacia muchos mundos cercanos y lejanos.

Dominios de uno, de otros, de todos y de nadie.

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MIRíada de sueños australes – José Miguel Casanueva Werlinger

Una responsabilidad social en términos de los puentes cognitivos que se

tienden a otros semejantes.

Es una pasión que llama, posee y que transporta a quien la experimenta.

Es un arte lógico, racional; pero también es un ritual de emociones y

sentimientos.

Y tiene mucho que ver con los sueños, con lo que no se ve pero no por

ello deja de importar y de estar allí.

Y de muchas maneras, también tiene que ver con el amor en todas sus

bellas dimensiones. Hacia ella o él. Pero asimismo a toda la humanidad.

Es una reunión de palabras tejidas generosamente para el que lee.

Es entonces un regalo

Y piense en lo siguiente.

Lo escrito puede llegar a tener más inmortalidad que el propio autor, ya

que lo trasciende mucho más allá de su finita presencia terrenal.

Las palabras impresas registran hechos y reflexionan en torno a los

acontecimientos de una determinada época histórica. Es una manera de

no olvidar, de mantener incólume la memoria a pesar del inexorable paso

del tiempo.

Si la vida merece ser vivida en todo su misterio y esplendor, también

debe ser compartida, contada y escrita.

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MIRíada de sueños australes – José Miguel Casanueva Werlinger

Y entrando ya de lleno en materia coyuntural, una simple observación

empírica nos indica que el pueblo de Chile está despertando de un largo y

preocupante letargo desmovilizador que lo relegó a una posición

absolutamente subordinada durante prácticamente dos décadas (1990 al

2010), contrastando evidentemente con su protagonismo en las masivas

jornadas de protesta antidictatorial que se inauguraron en el país a partir

del mes de mayo de 1983.

En efecto, la situación nacional ha cambiado ostensiblemente desde el

año 2010 en adelante, lo que se aprecia claramente en un cada vez más

extenso descontento social y en la crisis de legitimidad institucional que

afecta al modelo económico y político de dominación. Ello se expresa de

manera prístina en el cuestionamiento al lucro en el ámbito de la

educación, en lo que sucede en la salud, en el trabajo inestable y

precario, en los bajos salarios e ingresos, en el endeudamiento asfixiante

de las familias, en el negocio de la previsión, y también en el plano de las

realidades locales y regionales que rechazan el acentuado centralismo

imperante en el país. Y también se constató contundentemente en la alta

abstención, que superó el 60 por ciento, registrada en la pasada elección

municipal del domingo 28 de octubre de 2012.

Los estudiantes secundarios y universitarios, movilizados nacionalmente

durante buena parte del año 2011, no sólo concitaron una alta adhesión

ciudadana interna, sino que además fueron protagonistas estelares de las

noticias que recorrían el mundo y que impactaban, por su masividad y

creatividad, a la opinión pública internacional.

Y el 2012 también ha traído lo suyo, con los estudiantes nuevamente en

las calles, más la emergencia de conflictos locales y regionales que a

futuro puede colocar en graves aprietos al propio Estado centralizado.

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MIRíada de sueños australes – José Miguel Casanueva Werlinger

Sin embargo, el evidente malestar con el actual estado de cosas, que

incluye un cuestionamiento explícito a prácticamente toda la clase

política, alcanzando por igual a la Concertación y a la derecha, todavía no

encuentra un referente nacional alternativo que aglutine a todos los

sectores que entienden que las luchas sociales requieren de un sostenido

crecimiento en términos de unidad y de coordinación práctica organizada.

Y en buena medida ello es así porque la sociedad chilena todavía no se

ha recuperado del largo período dictatorial que la cambió de manera muy

profunda. El miedo y el temor todavía siguen aquí, así como la fuerte

influencia ideológica que hace que muchos finalmente sucumban frente a

la ilusión del progreso material por sobre los sueños de construir una

esperanza colectiva junto a todos los seres humanos que habitan este

austral territorio del planeta.

Existe una “violencia estructural” que ahoga, controla, asfixia,

neurotiza, de la mano de un individualismo y desconfianza que favorecen

la continuidad del paradigma hegemónico.

Y en tal contexto general, el movimiento social va haciendo camino y

enfrenta las dificultades propias de la construcción de todo sujeto que se

plantea con autonomía y con capacidad de propuestas alternativas de

futuro. Y a la vez se trata de un actor múltiple, muchas veces con nuevos

temas, y para nada simple apéndice de determinadas organizaciones

políticas. En alguna medida son expresiones auto centradas en su propia

identidad, y no por ello alejadas o desvinculadas de las necesidades

democratizadoras existentes a nivel nacional.

¿Por qué estamos como sociedad tan abrumados y tan cargados de

frustración y de sufrimiento?

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MIRíada de sueños australes – José Miguel Casanueva Werlinger

Sería largo analizar aquí las causas que explican el mencionado

fenómeno sociológico y psicológico, pero al menos conviene señalar que

ellas no son ajenas a la forma que asumió la transición chilena y a la

increíble persistencia de las políticas dictatoriales en la institucionalidad,

en la economía y en la cultura del país.

Las chilenas y los chilenos no se sienten parte de un proyecto común,

porque sencillamente nunca han sido integrados a una discusión nacional

en torno al tipo de sociedad al que aspiran.

Chile presenta un evidente, prolongado y alarmante déficit en lo que a

democratización se refiere, lo que supone entonces levantar mínimamente

a nivel nacional la demanda por una Asamblea Constituyente Soberana,

que coloque fin a la impuesta institucionalidad vigente. Este déficit se

manifiesta también en el plano local, regional, y prácticamente en todas

las esferas donde se producen interacciones y relaciones sociales.

Los diferentes pueblos del territorio esperan justicia desde hace mucho

tiempo, y allí está el mundo mapuche recordándonoslo infatigablemente

todos los días.

Y desde sus propias canteras lo mismo hacen las mujeres, la diversidad

sexual y un largo etcétera.

Y el mencionado atraso democratizador se expresa también en la

marcada influencia religiosa en materias que tienen que ver con la

libertad individual y colectiva de las personas, lo que hace que nuestra

sociedad sea una de las más rezagadas en términos de un conjunto de

ámbitos que en otros lugares ya son patrimonio de una vida emancipada

de todo control clerical.

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MIRíada de sueños australes – José Miguel Casanueva Werlinger

En fin, entre nosotros, la separación Iglesia-Estado sigue siendo más

formal que real, y no deja de ser curioso contemplar la convergencia que

a veces se produce entre los sectores más conservadores del catolicismo

y del mundo evangélico, unidos en su afán de obstaculizar cualquier

iniciativa que consideren contraria a “la palabra revelada”.

En suma, no somos una sociedad democrática en el sentido más pleno

de la expresión; y tampoco constituimos una sociedad laica que respeta la

diversidad y que no tolera imposiciones dogmáticas de creencias

específicas en el terreno de decisiones públicas que objetivamente nos

afectan a todos.

Nunca debe olvidarse que una auténtica democracia es mucho más que

el voto, pues en esencia ella es una cultura de participación y de

convivencia libertaria abierta hacia el otro u otra.

Y en el caso nacional no se ha alcanzado tal estado, y más bien hay

heridas no cerradas y asuntos que continúan pendientes hasta el día de

hoy, como ocurre por ejemplo con el amplio tema de las violaciones a los

derechos humanos.

Porque sanarse del miedo y del horror es un proceso muy difícil para

las sociedades que han vivido extensos períodos de su historia bajo

regímenes dictatoriales o totalitarios. Y ello es así por muchas razones.

En primer lugar, porque quienes ejercieron las labores de represión

generalmente recurren a ciertas explicaciones que supuestamente

continuarían brindando alguna legitimidad a las acciones de abuso y

aniquilamiento que emprendieron en el pasado. Asimismo, hay que

considerar que, casi siempre, los responsables de ellas no son

exclusivamente miembros de las fuerzas armadas y de los aparatos

especializados de control, sino que integran también esta categoría

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MIRíada de sueños australes – José Miguel Casanueva Werlinger

sectores muy poderosos de la civilidad, que aportaron recursos

económicos y la ideología que definió taxativamente al enemigo interno

y/o externo que había que exterminar.

En segundo lugar, porque en la otra vereda se encuentran las víctimas,

es decir los que fueron objeto directo o indirecto de un conjunto de

procedimientos destinados a hacerlos desaparecer como sujetos y a

quitarles su dignidad e integridad como seres humanos, quienes con justa

razón temen al olvido y a la impunidad.

Y por último, falta quizá lo más importante. ¿Dónde estaba la sociedad

cuando miles de indefensos seres humanos eran conducidos a un destino

del cual jamás se regresaba? ¿Qué hicieron al respecto las instituciones y

las personas comunes y corrientes? Y aquí el abanico es muy amplio,

pasando por quienes se opusieron tempranamente al orden represor,

hasta aquellos otros que lo acogieron con júbilo y que colaboraron de

distintas maneras con el odio imperante; y también están los no pocos

que por miedo prefirieron no ver ni escuchar nada.

Se llega de esta forma al cuadro de una sociedad en parte cómplice y en

parte víctima de sí misma, paralizada por el temor más profundo. ¿Y cómo

se sale o se supera una situación tan degradada en términos éticos y

morales?

El primer paso es enfrentarse a la verdad de lo sucedido, que se haga

justicia y que se asuman auténticamente las responsabilidades que a cada

actor le correspondió en los sucesos. Y el segundo paso es que la propia

sociedad sea capaz de sacudirse, sin ambages, de los prejuicios y

resabios autoritarios que permanecen activos durante mucho tiempo

después en discursos y en prácticas cotidianas aparentemente

inofensivas.

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MIRíada de sueños australes – José Miguel Casanueva Werlinger

La educación chilena es otro ejemplo emblemático de lo que venimos

sosteniendo en este capítulo, porque ella está en crisis no sólo por sus

deficiencias en el plano de la instrucción, sino también por la falta de

consenso democrático respecto de un proyecto nacional común.

Entonces, la mala calidad de la educación y su gestión, el cuestionado

lucro y las perspectivas más tecnócratas que sociales, corresponden al

tipo de país que se ha estado construyendo de manera arrolladora.

La educación no se desenvuelve en el vacío, sino que se manifiesta en

una sociedad históricamente determinada, en la cual interactúan

sensibilidades e intereses de distinta naturaleza. Ella no es ajena a la

cultura total que se expresa en una época específica.

Por lo mismo, son múltiples las variables que concurren a la hora de

intentar un diagnóstico y balance de lo que está ocurriendo en un área

considerada estratégica desde el punto de vista del futuro de toda

sociedad.

Y la fenomenología del caso nacional muestra una preocupante

situación.

Claramente, se está en problemas si la educación en vez de aminorar

mantiene o, más grave todavía, profundiza las brechas o desigualdades

sociales.

También se está en aprietos si la formación en valores es más

declarativa que una permanente realidad incorporada en las prácticas

educativas cotidianas de los distintos establecimientos.

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MIRíada de sueños australes – José Miguel Casanueva Werlinger

Y por supuesto que existen fallas si además la instrucción suministrada

no logra los estándares de preparación y competencias que se exigen en

la actualidad.

Lo que sucede con la educación es fundamental, porque ella no sólo

tiene que ver con el nivel académico que tendrán los futuros

profesionales de un país, sino que también dirá mucho del tipo de

personas, sociedad y civilización que se manifestarán en el futuro.

Y lo que está ocurriendo hoy en el mundo demuestra fehacientemente

las limitaciones estructurales de un modelo consumista que se agota

inexorablemente y la necesidad de avanzar hacia un paradigma basado en

la justicia, en la tolerancia y en el respeto de la diversidad y del medio

ambiente.

La educación tiene mucho que decir en términos de apostar por una

opción en valores más liberadora del ser humano o seguir reproduciendo

los mecanismos de un sistema que coloca en peligro hasta la propia

continuidad de la vida en el planeta.

Y nuestros hermanos mapuche, ¿hasta cuándo tendrán que seguir

esperando por la dignidad que les ha sido negada por tantas y tantas

generaciones?

Si hay un tema complejo de tratar, es ciertamente el que se relaciona

con la problemática mapuche, sobre todo porque tal realidad atraviesa

prácticamente toda la historia de lo que se conoce como Chile.

Ellos estaban aquí desde mucho antes. Pero de pronto todo cambió de

manera infausta. Emerge el dominador: conquista, colonia y la etapa

republicana del país.

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MIRíada de sueños australes – José Miguel Casanueva Werlinger

Es decir, han pasado los siglos y todavía no se encuentra una solución

integral a las arbitrariedades y despojos espirituales y mensurables

padecidos por un pueblo que posee títulos suficientes para persistir en

sus demandas.

¿Por qué tendrían que tener confianza en un Estado que hasta el día de

hoy no ha tenido la voluntad de reparar una deuda que se remonta ya muy

atrás en el tiempo?

Las injusticias históricas no se desvanecen jamás, pues ellas quedan

impresas en el inconsciente colectivo de los grupos, comunidades o

culturas que las han sufrido. Están siempre allí, como un recordatorio de

que en algún momento la codicia de un poder extraño alteró las pautas

ancestrales de un pueblo que se relacionaba de manera armónica con su

entono.

¿Con qué autoridad se irrumpe en un espacio y se arrasa con

cosmovisiones que en términos antropológicos son tan legítimas como

otras y dignas del máximo respeto?

¿Por qué no resistir en defensa de los fundamentos que le brindan

centro simbólico y material a una determinada cultura?

Por eso es muy grave cuando se pretende descalificar o criminalizar las

reivindicaciones históricas del mundo mapuche recurriendo a

simplificaciones burdas, caricaturas o prejuicios que no hacen sino

ahondar más la incomprensión general respecto de la mencionada

problemática.

Los mapuche hoy luchan por territorio y por autodeterminación, y todo

indica que se mantendrán movilizados hasta que alcancen logros

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MIRíada de sueños australes – José Miguel Casanueva Werlinger

significativos en lo que consideran aspectos no negociables de sus

exigencias.

Si en el actual paradigma se defiende casi como algo sagrado y superior

el derecho a la propiedad, entonces debería aplicarse esta misma lógica

para entregar al mapuche de este tiempo las grandes extensiones que les

fueron arrebatadas ayer a sus antepasados con argucias y engaños que

se encuentran debidamente comprobados y documentados.

El país debe abrirse a la diversidad cultural y acometer la construcción

de formas horizontales de convivencia entre todos los pueblos que

habitan este bello y austral lugar del planeta.

La sociedad chilena tiene ante sí un desafío mayor. Nutrirse

tolerantemente de los aprendizajes y experiencias de todas las

organizaciones sociales, territoriales, sensibilidades políticas y de las

distintas expresiones de la diversidad (étnicas, sexuales, etcétera),

interesadas en construir un camino autónomo de gestión y protagonismo

local, regional y nacional alternativo.

En síntesis, se trata de transitar por un proceso de acumulación de

fuerza ética, espiritual, social y política capaz de levantar una alternativa

libertaria y humanista que cuestione frontalmente el patriarcalismo, el

machismo, el autoritarismo y el clientelismo imperantes, y que tiene como

único propósito conectar con los problemas reales que enfrentan hoy los

distintos pueblos de Chile, proponiendo una vía de participación

horizontal que permita encontrar las mejores soluciones para ellos en el

marco de una perspectiva más amplia de transformación integral.

Esto requiere del compromiso y la entrega constructiva de todos los

participantes organizacionales, en un proceso de conocimiento recíproco,

de reflexión compartida y de accionar cotidiano. No se trata de crear una

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MIRíada de sueños australes – José Miguel Casanueva Werlinger

superestructura o burocracias de ningún tipo, pues lo que

verdaderamente importa es generar el encuentro de una relación social y

política emergente, que deberá hacer su propio camino sin camisas de

fuerza y sin imposiciones dogmáticas de ningún tipo.

Nadie sobre nadie; ningún caudillo sobre el proyecto común. Todos al

servicio de una causa noble que se despliega desde el aporte de la

comunidad organizada para encontrar las soluciones que permitan una

mejor calidad de vida para todos los habitantes de Chile.

Ha llegado la hora de que se escuche y resuene la voz organizada de las

diversas expresiones del mundo popular, de los pueblos, de las

multitudes.

Entendemos esta tarea como un paso importante dentro de un proceso

inclusivo mayor orientado a agruparnos gradualmente y a demostrar

asimismo que existe un amplio campo de coincidencias, que posibilitan

emprender acciones colectivas considerando siempre las necesidades del

movimiento social.

Nosotros somos también parte de esta corriente de energía que camina

hacia un futuro de justicia, paz y protección de todos los seres vivos y del

planeta en su conjunto. Y ello es claramente así, al menos por tres

consideraciones fundamentales

En primer lugar, porque asumimos de que no habrá efectiva solución

para los problemas y reivindicaciones de los pueblos de Chile, si es que

no se generan las condiciones básicas de conciencia, organización y

participación de las mayorías en los asuntos nacionales, regionales y

comunales.

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MIRíada de sueños australes – José Miguel Casanueva Werlinger

En segundo lugar, porque deseamos contribuir a un PROYECTO

DEMOCRÁTICO RADICAL E INTEGRAL PARA EL SIGLO XXI, sustentado

en una opción preferencial por los discriminados, excluidos, explotados y

todas las expresiones de la diversidad, con una clara visión de protección

del medio ambiente, donde no se trata de cambiar un poder por otro, sino

de avanzar hacia un orden no autoritario que promueva la liberación

cultural, económica, espiritual, política, mental y social de todos los seres

humanos.

Y en tercer lugar, porque comprendemos que es necesario acumular

fuerza ética, social, política y territorial, potenciando la autonomía y

capacidad de propuesta de las organizaciones locales y de base, para

emprender las transformaciones estructurales que demanda la actual

sociedad chilena.

El camino no estará exento de dificultades, pero sabremos atravesar los

dominios de oscuridad y alcanzar finalmente los horizontes de luz y de

plenitud.

Pronto seremos nada más que un recuerdo que se irá esfumando

paulatinamente en las dimensiones del tiempo.

No defraudemos la maravillosa oportunidad de haber llegado a este

plano de existencia.

Amemos sin prejuicios.

Jamás abandonemos a nuestra compañera y compañero, a nuestra

hermana y hermano.

Que el dolor y el sufrimiento propio y ajeno nos transformen en seres

más delicados, fraternos y compasivos.

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MIRíada de sueños australes – José Miguel Casanueva Werlinger

A pesar de lo duro de ciertas circunstancias, nunca dejemos de soñar y

de trabajar en pos de nuestro propio crecimiento interior.

Si bien las estaciones de nuestra vida terrenal son fugaces, en cada

segundo podemos forjar eternidad.

Seamos generosos y verdaderos constructores de una auténtica y

nueva humanidad.

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MIRíada de sueños australes – José Miguel Casanueva Werlinger

El día martes 11 de septiembre de 1973, Salvador Allende, presidente constitucional de Chile, murió prácticamente aislado en el palacio de La Moneda, acompañado apenas por un puñado de colaboradores. Un poco más de un año después, un día sábado 5 de octubre de 1974, cayó acribillado en desigual combate Miguel Enríquez, secretario general del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, luego de resistir casi solo durante varias horas a fuerzas infinitamente superiores en número y en material bélico.

José Miguel Casanueva Werlinger

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MIRíada de sueños australes – José Miguel Casanueva Werlinger

Diagramación y diseño

De lo HUMANO y lo DIVINOhttps://www.facebook.com/lohumanoylodivino

Imágenes de la web con aplicaciones para el

tratamiento de fotos.

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